Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Abstract: To cope with the physiological demands of soccer, players must be competent across several fitness components. The use of fitness tests in
the laboratory and field assist in examining soccer players' capabilities for performance both at the amateur and elite levels. Laboratory tests provide a
useful indication of players' general fitness. Accurate test results can be obtained with the use of a thorough methodology and reliable equipment.
Laboratory tests are used sparingly during the season because of the time-consuming nature of the tests. Instead, tests are generally carried out at the
start and end of the pre-season period to evaluate the effectiveness of specific training interventions. Field tests provide results that are specific to the
sport and are therefore more valid than laboratory tests. The reduced cost, use of minimal equipment and the ease with which tests can be conducted
make them more convenient for extensive use throughout the season. Although data from laboratory and field tests provide a good indication of
general and soccer-specific fitness, individual test results cannot be used to predict performance in match-play conclusively because of the complex
nature of performance in competition. Fitness tests in conjunction with physiological data should be used for monitoring changes in players' fitness
and for guiding their training prescription.
Introducción
El fútbol incluye períodos de ejercicio de alta intensidad entremezclados con períodos de ejercicio de baja
intensidad. Las demandas fisiológicas de fútbol exigen jugadores que sean competentes en varios aspectos
del fitness que incluye la potencia aeróbica y anaeróbica, la fuerza muscular, la flexibilidad y la agilidad
(Ekblom, 1986; Reilly & Doran, 2003; Reilly & Thomas, 1976). Estos componentes del fitness varían a
menudo con el jugador individual, el rol posicional en el equipo y el estilo del equipo de juego, (Bangsbo,
1994; Ekblom, 1986; Reilly, 2003). Es importante que el jugador y el técnico obtengan información objetiva
sobre los rendimientos físicos de los jugadores para clarificar los objetivos del entrenamiento, el plan y los
programas de entrenamiento a corto y largo plazo, proveen una retroalimentación objetiva y motiva al
jugador para entrenarse más duro (Bangsbo, 1994). Tal información puede obtenerse usando tests que
evalúen la capacidad del rendimiento físico. El objetivo de esta revisión es presentar un fundamento para
evaluar a los jugadores de fútbol. La revisión incluye una descripción y evaluación de varios tests de
laboratorio y de campo usados por los practicantes y científicos del deporte, con las pautas sobre cómo la
información saliente puede usarse para perfeccionar el rendimiento de los jugadores.
El propósito de la evaluación fisiológica
El rendimiento en muchos deportes es el resultado de una mezcla de varios factores, que incluyen la dotación
genética, el entrenamiento y el estado de salud del atleta individual (MacDougall & Wenger, 1991; Viru &
Viru, 2001). El científico del deporte puede, a través de la evaluación fisiológica de los participantes,
analizar estos factores y usar la información para proveer perfiles individuales de sus fuerzas y debilidades
respectivas. Estos datos pueden formar la base para el desarrollo de estrategias óptimas de entrenamiento.
Entonces, pueden usarse más tests para evaluar el impacto de estas intervenciones en el perfil del fitness
físico de los jugadores, evaluando la efectividad del programa por consiguiente.
Determinar las fuerzas y debilidades individuales
Si los individuos tienen debilidades en cualquier componente particular del fitness respecto a su deporte, se
pueden detectar durante la realización de tests físicos y como consecuencia pueden remediarse empleando
programas de entrenamiento apropiados. En el fútbol, regímenes de entrenamiento específicos en períodos
particulares (por ejemplo, la pretemporada), pueden diseñarse entonces para corregir las debilidades de cada
jugador individual. La prescripción del entrenamiento también debe ser en base a los requisitos específicos
de la posición de juego. Los programas de entrenamiento específico por posición resultan en mejoras en las
medidas más relevantes del fitness para cada posición de juego, asegurando por consiguiente que los
jugadores estén bien capaces para cumplir con sus responsabilidades tácticas durante el juego. Estas mejoras
no pueden, sin embargo, superar las deficiencias individuales en el potencial genético para las características
fisiológicas requeridas para la posición. Esto hace una consideración importante al rendimiento físico en la
selección del jugador de nivel de élite.
Estudio de la efectividad de un programa de entrenamiento
Se requieren datos objetivos a lo largo del tiempo sobre los cambios en el rendimiento para estudiar la
efectividad de un programa de entrenamiento y la prontitud del individuo para retornar al entrenamiento
normal y a la competencia después de la rehabilitación (Balsom, 1994). Los resultados de un test físico
proveen una valiosa realimentación al técnico tanto sobre la utilidad programa de intervención como en las
respuestas de cada atleta individual (MacDougall & Wenger, 1991). El técnico por lo tanto debe asegurar
que cualquier cambio en el rendimiento en un test físico siguiente a un entrenamiento es "real", es decir, un
reflejo de la capacidad física alterada en lugar del resultado de la variación entre o intra sujetos (Atkinson &
Nevill, 1998). También es importante que el rendimiento en el test imite el rendimiento físico en el evento
real (Hopkins, Hawley, & Burke, 1999). Estos temas se dirigen determinando la confiabilidad y la validez
del test involucrado (Boddington, Lambert, St Clair Gibson, & Noakes, 2001; Hopkins, 2000). La
confiabilidad de los procedimientos del test entonces puede determinarse por rendimientos repetidos
controlados que se analizan usando los métodos estadísticos cuidadosamente seleccionados. Los métodos
estadísticos deben proveer una cuantificación significante de error sistemático y aleatorio y deben relacionar
estos valores a los requisitos del test para un uso práctico eficaz (Atkinson & Nevill, 2001). Esto puede
involucrar al uso de varias estadísticas de confiabilidad (ver a Atkinson & Nevill, 1998). Los tests también
deben poder medir el aumento del porcentaje mínimo que se necesita para una mejora de rendimiento. Tales
diferencias pueden ser muy pequeñas para atletas de élite (coeficientes de variación tan bajos como 0.3 -
0.4%; Hopkins y col., 1999), haciendo necesario, por consiguiente, metodologías de tests que sean muy
sensibles al cambio.
La validez de un test ha sido normalmente determinada evaluando la relación que usa el análisis de la
correlación entre los rendimientos en el test y el rendimiento físico en el evento real. Si la correlación es alta,
la percepción usual es que el test es válido. Hopkins y col. (1999) ofrecieron una crítica útil de tales
procedimientos analíticos para la determinación de la validez de los tests. Tales críticas les exigen a los
practicantes que consideren el tema de la validez cuidadosamente en la planificación de cualquier programa
de evaluación (George, Batterham, & Sullivan, 2000) y como consecuencia, usar las técnicas analíticas
apropiadas para determinar la utilidad de los datos (ver a Hopkins y col., 1999).
La valoración post-programa debe ser específica a los objetivos de la intervención. Por ejemplo, si un
programa específico de entrenamiento del sprint se realiza, la valoración debe ser anaeróbica en su
naturaleza. La especificidad del test también debe incluir una valoración de los sistemas de energía
pertinentes, que predominan en el sostenimiento de la actividad específica. Esto puede ser difícil de
identificar cuando las contribuciones a la provisión de energía incluyen tanto rutas anaeróbicas (por ejemplo,
los fosfatos altos en energía y/o glucolítica) como las rutas aeróbicas como se observa en los patrones del
ejercicio intermitente. Esta tarea puede hacer necesario el uso de tests que intenten reproducir la intensidad y
el patrón de ejercicio de competencia del fútbol. Los programas de entrenamiento deben ser entre 8 y 12
semanas de duración para permitir que las adaptaciones fisiológicas estructurales y funcionales al estímulo
del entrenamiento ocurran (Das & Banerjee, 1992; Islegen & Akgun, 1988; Viru, 1995), como programas
más cortos (6 - 8 semanas) no siempre producen mejoras fisiológicas significativas (Maughan, Gleeson, &
Greenhaff, 1997). También se recomienda esperar hasta que la fatiga residual asociada con el programa de
entrenamiento haya menguado antes de las evaluaciones post-test. Verkhoshanski (1985) y Jeukendrup,
Hesselink, Snyder, Kuipers y Keizer (1992) claramente han demostrado mejor rendimiento después de
períodos de entrenamiento reducido en programas de entrenamiento sistemáticamente diseñados comparados
con programas que no facilitan la tan llamada regeneración. Estas supercompensaciones que acompañan la
recuperación de la adaptabilidad del cuerpo son cruciales para prevenir conclusiones erróneas con respecto a
la efectividad de la intervención a ser dirigida (Hoffman, 2002). Por lo tanto, es importante que el técnico
emplee las estrategias de puesta punto del entrenamiento antes de la evaluación (1 - 2 semanas) para
asegurarse que los atletas no estén en un estado de fatiga crónica al evaluarse (Viru & Viru, 2001). Tales
puestas a punto, deben ser estructuradas cuidadosamente para asegurarse que el estímulo del entrenamiento
sea suficiente para mantener el fitness permitiendo aún la recuperación requerida.
Tests fisiológicos para jugadores de fútbol
Se han diseñado varias pruebas ya sea para ser parte de una valoración fisiológica global o para medir
componentes específicos del fitness específico del fútbol. Las siguientes subdivisiones proporcionan
ejemplos de algunas de las pruebas comunes usadas en laboratorio y campo para evaluar diferentes
componentes del fitness de los jugadores de fútbol. Se describen la relevancia y la utilidad para el fútbol de
cada prueba y se subraya una evaluación breve de cada prueba también..
Tests de laboratorio
Test para la determinación de la potencia aeróbica máxima
La potencia aeróbica máxima (VO2máx) es la cantidad más alta de oxígeno que el cuerpo puede utilizar
durante el ejercicio exhaustivo mientras se respira aire al nivel del mar (Åstrand & Rodahl, 1986). El
consumo máximo de oxígeno es uno de los indicadores normalmente usados de la potencia y del
metabolismo aeróbico, como una indicación del límite funcional del sistema de transporte de oxígeno en los
individuos (Howley, Bassett, & Welch, 1995; Sutton, 1992). Durante competencia del fútbol, la mayoría de
la provisión de energía se deriva del sistema de energía aeróbica (Bangsbo, 1994). La determinación de la
potencia aeróbica máxima de un jugador de fútbol es, por lo tanto, importante, ya que el sistema de
transporte de oxígeno sustenta la capacidad para jugar durante 90min (Bangsbo, 1993a) y para recuperarse
entre los turnos cortos de ejercicio de alta intensidad (Balsom, Ekblom, & Sjödin, 1994a; Balsom, Gaitanos,
Ekblom, & Sjödin, 1994b; Tomlin & Wenger, 2001). Cuando la potencia aeróbica máxima se evalúa en
atletas, es importante que el test se parezca al patrón de actividad del deporte específico (Strømme, Ingjer, &
Meen, 1977). Por lo tanto, deben realizarse tests de VO2máx para jugadores de fútbol en una cinta ergométrica
como opuesto a un cicloergómetro para intensificar la especificidad de la musculatura activa a la usada en
los patrones de la actividad en el fútbol. Tales procedimientos asegurarán determinaciones válidas del VO2máx
(Hermansen & Saltin, 1969).
Los protocolos estandarizados de laboratorio para establecer el VO2máx incluyen modos de ejercicio
continuos y discontinuos, ambos se usan extensivamente en la valoración del VO2máx (Duncan, Howley, &
Johnson, 1997). El criterio primario para confirmar el alcance del VO2máx es el logro de un plateau en el VO2
(Shephard, 1984). En la ausencia de un plateau en el VO2, hay varios criterios secundarios para cuantificar
un esfuerzo máximo, incluyendo: una elevación en el coeficiente del intercambio respiratorio (RER) por
arriba de 1.15; una concentración de lactato sanguíneo por sobre 8 mmol · l-1, que reflejan el comienzo del
metabolismo anaeróbico; y la elevación de la frecuencia cardíaca a la máxima teórica predecida por la edad
(Åstrand & Rodahl, 1986). Howley y cols. (1995) promovieron dudas sobre el uso de todos estos criterios
para el logro del VO2máx durante los tests de ejercicio continuos en base al error de la medición para el VO2, el
logro de valores superiores para el VO2 después de que el criterio del plateau se haya reunido y la aplicación
de normas del plateau para todas las poblaciones. La evaluación de la frecuencia cardíaca para el máximo
predecido por la edad, también es un indicador pobre de cualquier esfuerzo máximo para establecer el
VO2máx. Como resultado de estas dificultades, debe darse una consideración cuidadosa a la terminología y a
las metodologías que determinan el VO2máx de un individuo. Estas consideraciones incluirían una sesión de
orientación para asegurarse resultados fiables, procedimientos de precalentamiento convenientes y
protocolos pertinentes (con los procedimientos de recolección de gas asociados), y criterio apropiado para la
verificación del logro del VO2máx (Howley y col., 1995).
La interpretación de los datos del VO2máx es en parte dependiente de los valores expresados. Tales temas
son importantes si las comparaciones serán hechas entre los individuos intra o dentro de los equipos. En
deportes donde la masa corporal no es soportada o mantenida sobre algo, el VO2máx es expresado en relación
al peso corporal de un individuo (Katch, 1972; Nevill y col., 2003). La correlación negativa entre el VO2máx y
la masa corporal afectará el resultado del test e inclinará los datos a favor de los individuos más livianos
(Sjödin & Svedenhag, 1992). La escala dimensional ha sido usada para evitar cualquier problema
comparando los datos (Åstrand & Rodahl, 1986; Nevill, Ramsbottom, & Williams, 1992). Durante la carrera,
cualquier comparación del VO2máx debe expresarse respecto a la masa magra corporal elevada a la potencia
de 0.67 (von Döbeln, 1956) o 0.75 (Bergh, Sjödin, Forsberg, & Svedenhag, 1991; Sjödin & Svedenhag,
1992). Así cuando la escala dimensional se use, podría parecer que el VO2máx puede compararse más con
precisión entre individuos que difieren en la masa corporal.
La Tabla 1 resume algunos de los datos reportados en la literatura para el VO2máx de jugadores de fútbol
de élite. Estos datos indican que el VO2máx puede ser útil en la diferenciación entre equipos exitosos y
defectuosos, como equipos que rinden bien en una liga específica o una superior, poseen un mayor VO2máx
(Apor, 1988; Wislöff, Helgerud, & Hoff, 1998). El consumo máximo de oxígeno también varía con la
posición de juego, la calidad de entrenamiento y el nivel de competición (Tumilty, 1993) y es sensible a los
programas de entrenamiento de la resistencia específica del fútbol (Helgerud, Engen, Wislöff, & Hoff,
2001). El consumo máximo de oxígeno también parece estar relacionado a la cantidad total de trabajo hecho
durante la competencia (Hoff, Wislöff, Engen, Kemi, & Helgerud, 2002), con mejoras en el VO2máx
correspondiente a aumentos en la distancia total abarcada durante un partido (Helgerud y col., 2001).
Tabla 1. Datos seleccionados sobre el consumo máximo de oxígeno de jugadores de fútbol.
Raastad, Höstmark, & Strømme (1997) Noruegos Primera y Tercera División (n = 13) 62.8 ± 4.1
El análisis de esta información indicaría que el VO2máx es una herramienta útil en la valoración de
jugadores de fútbol. Sin embargo, el VO2máx no siempre parece ser una medida sensible del rendimiento en
los aspectos importantes de la competencia del fútbol (Bangsbo & Lindqvist, 1992) o en la detección de
desentrenamiento (Bangsbo & Mizuno, 1988). Esta deficiencia puede ser debida a las diferencias en los
patrones de la actividad y de la fisiología subyacente, asociados con la competencia del fútbol y la
incorporada en el test de un VO2máx. Las limitaciones al VO2máx han sido objeto de mucho debate, aunque la
evidencia disponible parece hacer pensar en una limitación predominantemente central (Hoppeler & Weibel,
2000; Sutton, 1992). El patrón del ejercicio intermitente, como el observado en una competencia de fútbol, a
menudo hace necesario un rendimiento a intensidades de ejercicio en mayor medida a los alcanzables
durante un test de VO2máx (Bangsbo, 1994). Como resultado, la energía debe derivarse al comienzo del
ejercicio desde los sustratos y de los aportes de oxígeno dentro de la musculatura activa (Bangsbo, Gibala,
Krustrup, González-Alonso, & Saltin, 2002; Edwards y col., 1973). Tal evidencia, indicaría que el potencial
oxidativo del músculo es importante para el rendimiento de intensos turnos de ejercicio intermitente. Las
adaptaciones periféricas, sin embargo, no parecen ser cruciales para el VO2máx, en tanto Henriksson y
Reitman (1977) demostraron valores similares de potencia aeróbica a pesar de las reducciones en la
succinato deshidrogenasa y en la citocromo oxidasa después de un período de desentrenamiento. Estos datos
indicarían que el VO2máx podría no ser un indicador bastante sensible de la capacidad para realizar el ejercicio
específico de fútbol, a pesar de las observaciones de una relación positiva con la norma de juego y la
distancia abarcada en un partido.
El consumo máximo de oxígeno parece diferenciar a los jugadores de distintas capacidades y posiciones
de juego y también descubrir las mejoras con el entrenamiento. Sin embargo, no se vio como el mejor
indicador de la capacidad para realizar el ejercicio intermitente específico de fútbol como el requerido en una
competencia. Por lo tanto, el VO2máx puede ser útil para describir a los jugadores respecto a poblaciones
diferentes y/o para evaluar los cambios en el fitness cuando se esperan que tales alteraciones sean grandes
(por ejemplo, en la pretemporada). El consumo máximo de oxígeno no es un indicador bastante sensible del
fitness para el uso regular dentro de la temporada competitiva cuando los cambios en el rendimiento serán
pequeños y pueden reflejar adaptaciones periféricas en lugar de adaptaciones centrales.
Test de Umbral de Lactato
El concepto de un "umbral de lactato" puede definirse como el VO2máx sobre el cual, el lactato sanguíneo
excede las concentraciones de reposo durante el ejercicio incremental (Wasserman, Whipp, Koyal, &
Beaver, 1973) y así marca la transición entre el ejercicio moderado y el pesado. La determinación del umbral
de lactato es importante, ya que este punto de la referencia indica el comienzo de la acumulación de lactato
en la sangre. Tal transición, puede marcar también el cambio entre el predominio del metabolismo aeróbico
y el metabolismo anaeróbico (Davis, 1985; Jones & Doust, 2001). El umbral de lactato y el punto de
referencia de 4mmol · l-1, también conocido como el comienzo de acumulación del lactato sanguíneo
(OBLA), es determinado a partir de las respuestas durante un test graduado en cinta ergométrica. El punto de
referencia OBLA de 4mmol · l-1 se introdujo como un medio más objetivo para analizar los datos del lactato
(Sjödin & Jacobs, 1981; Sjödin, Jacobs, & Svedenhag, 1982), ya que el punto de inflexión del umbral de
lactato requiere una interpretación subjetiva del umbral a menos que se usen fórmulas matemáticas
complejas (Beaver, Wasserman, & Whipp, 1985; Williams, 1990).
En los deportes de resistencia, el umbral de lactato es un indicador de rendimiento de resistencia aeróbico
más útil que el VO2máx (Allen, las Focas, Hurley, Ehsani, & Hagberg, 1985). El umbral de lactato parece ser
sensible a los cambios en el entrenamiento, con el umbral que ocurre a velocidades de la carrera altas durante
un test graduado de ejercicio después de una intervención del entrenamiento para tanto estudiantes
universitarios sanos (Yoshida, Takeucki, & Suda, 1983) y atletas de pista (Jones & Doust, 2001), así como
jugadores de fútbol (Edwards, Clark, & MacFayden, 2003a; Helgerud y col., 2001). El umbral de lactato
también puede usarse para dar información a los atletas sobre la intensidad del entrenamiento. Supervisando
las variables fisiológicas como la frecuencia cardíaca durante los tests graduados de ejercicio, pueden pre-
seleccionarse las intensidades de entrenamiento según los objetivos propuestos de las sesiones de
entrenamiento (Grant & McMillan, 2001). Tales procedimientos pueden ayudar a asegurar la efectividad del
estímulo aislado y cualquier intervención.
Varios problemas metodológicos pueden afectar la validez y la confiabilidad de la determinación del
umbral de lactato (Davis, 1985; Yeh, Gardner, Adams, Yanowitz, & Crapo, 1983). El estado nutricional y el
estado de entrenamiento/recuperación pueden afectar la cinética del lactato de un individuo y así la velocidad
de carrera en la que el umbral de lactato ocurre (Gollnick, Bayly, & Hodgson, 1988; Hughson & Green,
1982). Por lo tanto, es importante controlar las condiciones pre-test antes de cualquier valoración de
laboratorio. El protocolo del ejercicio también es crítico en la determinación del umbral de lactato. Si la
intensidad del ejercicio inicial es demasiada alta, el aumento inmediato en el lactato sanguíneo evitará el
establecimiento de una curva conveniente para identificar un punto de inflexión (Ferry, Duvallet, & Rieu,
1988). El punto de ruptura en la curva puede ser difícil, por lo tanto, si no imposible de establecer (Hagberg,
1984). Tales cuestiones metodológicas pueden exigirle a cada atleta que sea sometido a varios tests para
asegurarse una determinación exacta del umbral de lactato. Por consiguiente, la falta de consistencia al usar
un protocolo estándar de cinta ergométrica y las dificultades en la identificación de un método estandarizado
para la determinación del umbral a partir de la curva, puede limitar la comparación de datos de diferentes
laboratorios y entre los individuos.
Durante el ejercicio intermitente, la respuesta fisiológica es dependiente del tipo de actividad y/o el
protocolo de ejercicio que se realiza (Ballor & Volvosek, 1992; Bangsbo, 2000; Christensen, Hedman, &
Saltin, 1960; Drust, Reilly, & Cable, 2000; Saltin, Essèn, & Pedersen, 1976). La manipulación de estas
variables puede inducir un estrés más fisiológico que aquellos asociados con el ejercicio de estado estable,
ocurriendo a veces cuando las concentraciones del lactato sanguíneo están por encima del umbral de lactato.
Por ejemplo, una relación ejercicio-pausa 2:1 a una intensidad del 110% del VO2máx producirá mayores (10.7
mmol · l−1) concentraciones del lactato sanguíneo que una relación ejercicio-pausa 1:2 realizada a la misma
intensidad (2.7 mmol · l−1) en un cicloergómetro (Ballor & Volvosek, 1992). Al contrario, otros patrones de
ejercicio intermitente pueden producir un estrés fisiológico igual a o menor que el ejercicio de estado estable
(Åstrand, Christensen, & Hedman, 1960; Ballor, Becque, Marks, Nau, & Katch, 1989; Christensen y col.,
1960). La relación entre el umbral de lactato y otras variables fisiológicas (por ejemplo, la frecuencia
cardíaca) es, por lo tanto, alterada bajo tales condiciones comparadas con las asociadas con el ejercicio de
estado estable (Williams, 1990). Esta disociación entre los parámetros fisiológicos durante el ejercicio
intermitente cuando se comparan con el ejercicio de estado estable afectará la utilidad del umbral de lactato,
como también, para predecir y supervisar la intensidad óptima del entrenamiento cuando el patrón del
ejercicio es intermitente, como en el fútbol.
El umbral de lactato no parece estar relacionado fuertemente al rendimiento físico durante la competencia
o el rendimiento durante un test intermitente de campo para fútbol (Bangsbo & Lindqvist, 1992). Sin
embargo, una relación positiva se ha observado entre la velocidad de carrera en el punto de referencia de 4
mmol · l-1, al usar un protocolo de multi-etapas en el campo, y la distancia abarcada durante dos partidos en
ocho árbitros de la Serie A Italiana (Castagna, Abt, & D'Ottavio, 2002). La tasa de trabajo asociada con la
competencia del fútbol y el referato son sutilmente diferentes (Krustrup & Bangsbo, 2001; Mohr, Krustrup,
& Bangsbo, 2003a). Esta diferencia puede explicar en parte los resultados contradictorios en la relación entre
el umbral de lactato y el rendimiento del partido. La evidencia para la utilidad del umbral de lactato como
indicador de rendimiento del ejercicio intermitente durante un partido no está, por lo tanto, clara. Es
probablemente aconsejable usar el umbral de lactato como indicador objetivo de la capacidad de resistencia
de un jugador después de intervenciones de entrenamiento (Grant & McMillan, 2001) en lugar de como
indicador de rendimiento físico durante un partido.
Consideraciones cautelosas de la metodología y el uso de valoraciones repetidas pueden ayudar en la
aplicación del umbral de lactato en la determinación del fitness. Sin embargo, su conveniencia para la
prescripción de la intensidad del entrenamiento no puede extenderse más allá del ejercicio de estado estable,
como un resultado de los cambios en la respuesta fisiológica al ejercicio cuando el patrón del ejercicio es
intermitente. Esto incluye situaciones donde la intensidad del ejercicio se encuentra tanto por encima como
por debajo del umbral de lactato. Su fallo para ser bastante sensible al relacionarse a las indicaciones
específicas del rendimiento del partido, indica que el umbral de lactato es un mejor descriptor general del
fitness en lugar de un indicador específico del potencial fisiológico para el rendimiento de un partido. Así, el
umbral de lactato puede limitarse a los períodos de valoración cuando se esperan cambios grandes en el
fitness aeróbico (por ejemplo, la pretemporada, después de períodos prolongados de lesión, etc.).
Test para la determinación de la fuerza muscular
La fuerza muscular es definida como la cantidad de fuerza o tensión que un músculo o grupo muscular ejerce
contra una resistencia a una velocidad específica durante una contracción voluntaria máxima (Bell &
Wenger, 1992). En el laboratorio, el aparato isocinético puede usarse en la valoración de la fuerza muscular
de individuos para la mayoría de los deportes. La dinamometría isocinética provee un ambiente controlado
en que el rendimiento neuromuscular del sistema articular puede enfatizarse (Baltzopoulos & Gleeson, 2001;
Sapega, Nicholas, Solokow, & Saraniti, 1982). La fuerza muscular contra el brazo de palanca motor, o el
torque, es medido con la velocidad angular controlada al realizar los movimientos en el plano vertical como
la flexión y extensión de rodillas (Gransberg & Knutsson, 1983; Sale, 1991). La producción de fuerza
durante las acciones excéntricas y concéntricas también puede evaluarse (Seger, Westing, Hansson,
Karlsson, & Ekblom, 1988).
Una de las ventajas principales de la dinamometría isocinética es la exactitud en la valoración provista
por la velocidad pre-seleccionada constante del movimiento (Iossifidou & Baltzopoulos, 1998). También, es
relativamente sensible en la detección de los cambios en la fuerza muscular durante un programa de
rehabilitación, lo que apoya el uso de la dinamometría isocinética en la valoración de la rehabilitación
(Baltzopoulos & Brodie, 1989; Kaufman, An, Litchy, Morrey, & Chao, 1991; Östenberg, Roos, Ekdahl, &
Roos, 1988). Los sistemas isocinéticos también permiten que los tests de la función muscular sean
completados por una variedad de velocidades angulares diferentes y ángulos de la articulación. Tales
procedimientos son flexibles como las herramientas de la valoración pero pueden hacer comparaciones
interindividuales difícil (Wislöff y col., 1998). Se necesitan filtros apropiados, sin embargo, para la
corrección por los efectos de la gravedad y de la inercia para eliminar los errores (Aagaard, Simonsen,
Trolle, Bangsbo, & Klausen, 1995; Drouin, Valovich-McLeod, Shultz, Gansneder, & Perrin, 2004; Sapega y
col., 1982), aunque tales protocolos estandarizados son ahora comunes en los sistemas informatizados como
los dispositivos BioDex y Lido (Baltzopoulos & Gleeson, 2001).
Hay algunas limitaciones metodológicas asociadas con la valoración isocinética. Durante la valoración, el
grupo muscular pertinente se aísla (por ejemplo, el cuádriceps), lo que restringe cualquier valoración a la
articulación específica examinada (Herzog, 1988). El aislamiento de los grupos musculares reducirá la
validez de las mediciones para el rendimiento funcional, ya que los movimientos multi-articulares
involucrados en la mayoría de los deportes no se recreará (Kannus, 1994). Como resultado, la dinamometría
isocinética no refleja el rendimiento totalmente en los patrones de movimientos específicos de los miembros
asociados con los deportes como el fútbol (Cometti, Maffiuletti, Pousson, Chatard, & Maffulli, 2001). La
valoración que involucra los pesos libres puede ser más exacta determinando la fuerza funcional en un
contexto del fútbol (Wislöff y col., 1998), ya que el individuo tiene una libertad mayor de movimiento,
aunque tales procedimientos no pueden ser fáciles de controlar. El uso de pesos libres puede ser menos
seguro que la valoración de la dinamometría isocinética, constituyendo por consiguiente un mayor riesgo de
lesión al individuo.
A pesar de la aplicación de protocolos estandarizados de la valoración, los datos de una prueba no pueden
ser representativos de la fuerza isocinética máxima de la pierna de un individuo, haciendo una consideración
importante a la validez de importantes variables al investigar el rendimiento del músculo. Si se usan datos de
una única prueba, pueden descubrirse cambios amplios en la función muscular en la población general pero
no pueden diferenciar entre atletas de élite para una intervención de entrenamiento. Pueden necesitarse varias
pruebas para familiarizar a los participantes y superar cualquier problema de confiabilidad durante la
medición isocinética (Gleeson & Mercer, 1992). Tanto factores internos (por ejemplo, posicionando del
participante, las fuerzas gravitatorias, la calibración de dinamómetro) y externos (por ejemplo, momento del
día, la dominación del miembro de participante, la motivación de participante), pueden afectar los resultados
del test, para lo cual, debe ponerse atención para crear las condiciones estandarizadas (Kannus, 1994).
El patrón de actividad durante un partido de fútbol incluye giros rápidos, aceleraciones, marcaje,
lateralizaciones y habilidades técnicas específicas del juego (Bangsbo, 1994; Ekblom, 1986; Reilly &
Thomas, 1976; Tumilty, 1993). Estas actividades ponen un gran estrés en los miembros inferiores y, de esta
forma, el desarrollo de la fuerza en los jugadores de fútbol es muy importante (Reilly & Doran, 2003). El
entrenamiento de la fuerza se ha reportado que mejora el rendimiento del remate como resultado de un
programa de entrenamiento con pesas (De Proft, Cabri, Dufour, & Clarys, 1988; Dutta & Subramanium,
2002), resaltando la importancia de la fuerza muscular para las acciones específicas del juego. La fuerza
muscular también puede diferenciar entre las categorías de edad, nivel de juego y posiciones de juego.
Öberg, Möller, Gillqvist y Ekstrand (1986) reportaron que jugadores del equipo nacional sueco y de la
Primera División Sueca tenían un valor de torque superior a velocidad lenta y rápida para los flexores y
extensores de las rodillas que jugadores de la Cuarta División de clubes. Resultados similares fueron
reportados por Togari, Ohashi y Ohgushi (1988) entre jugadores de élite japoneses (el equipo nacional y J-
liga) y jugadores universitarios. Gissis, Nikolaidis, Papadopoulos y Papanikolaou (2003) encontraron que la
fuerza máxima sobre la articulación de la rodilla era significativamente mayor para los jugadores jóvenes de
élite griegos que jugadores jóvenes aficionados griegos de una edad similar. Rochcongar, Morvan,
Dassonville y Belliot (1988) y Gür, Akova, Pündük y Kücükoglu (1999) han presentado diferencias en la
fuerza de los músculos cuádriceps e isquiotibiales en jugadores de fútbol jóvenes y adultos, con fuerza
muscular que aumenta con la edad. Se reportaron que los arqueros y los defensores tienen un torque de
extensión de rodillas superior que los mediocampistas y delanteros pero se atribuyeron que las diferencias
para la mayoría de los jugadores se debían al tamaño corporal (Öberg, Ekstrand, Möller, & Gillqvist, 1984).
Estos resultados indican que la alta fuerza muscular absoluta en los miembros inferiores es un componente
importante del fitness para el éxito del juego del fútbol y la fuerza muscular aumenta con las normas
progresivas del juego.
La dinamometría isocinética puede usarse para evaluar el equilibrio de la fuerza entre los grupos
musculares isquiotibiales (HS) y cuádriceps (Q) sobre la articulación de la rodilla, calculado como la
proporción de H/Q convencional o funcional (Aagaard y cols., 1995; Aagaard, Simonsen, Magnusson,
Larsson, & Dyhre-Poulsen, 1998). La proporción de H/Q convencional es calculada dividiendo la fuerza de
la flexión máxima de rodillas por la fuerza máxima de la extensión de rodillas. Sin embargo, esta proporción
está calculada en la misma velocidad angular y modo de la contracción (excéntrica, concéntrica o
isométrica), lo que no provee información adecuada sobre la contracción muscular agonista-antagonista. Por
lo tanto, la proporción de H/Q funcional o la proporción del control dinámico (DCR) se introdujo como un
descriptor del equilibrio agonista-antagonista de la fuerza durante la flexión o extensión de rodillas (Aagaard
y cols., 1995). Es más, la proporción funcional de H/Q puede proveer una valoración del riesgo de lesión
potencial. Es calculado como la fuerza máxima excéntrica de los isquiotibiales dividida por la fuerza
concéntrica máxima del cuádriceps durante la extensión, o viceversa, durante la flexión (Aagaard y col.,
1998). La proporción funcional de H/Q ideal debe ser 1.0, lo que indica que los isquiotibiales pueden resistir
tanta fuerza como el cuádriceps puede producir (Graham-Smith & Lees, 2002). La proporción puede variar
con el ángulo articular y, es más, el valor 1.0 puede derivarse de los picos en los diferentes ángulos para
acciones concéntricas y excéntricas. La proporción puede, sin embargo, limitarse a la aplicación práctica en
ambientes de rehabilitación, ya que las proporciones de H/Q pueden ser idénticas para tanto individuos sanos
como lesionados (Kannus, 1994). Esto puede hacerlo difícil para determinar proporciones de H/Q óptimas
que pueden usarse con individuos lesionados que son sometidos a los programas de la rehabilitación.
No obstante, ambas proporciones de H/Q, convencionales y funcionales, pero en particular la última,
pueden ser útiles para identificar el equilibrio del músculo funcional y la estabilidad de la articulación de la
rodilla en jugadores de fútbol (Reilly, 1994; Zakas, Mandroukas, Vamvakoudis, Christoulas, &
Aggelopoulou, 1995). Una mayor fuerza muscular respecto a la proporción de H/Q funcional para estabilizar
la articulación de la rodilla es importante en la prevención de lesiones (Orchard, Marsden, Lord, & Garlick,
1997), con una proporción de H/Q que va entre el 41 y el 81% en jugadores de fútbol, que dependen de la
velocidad angular del movimiento (Rahnama, Reilly, Lees, & Graham-Smith, 2003b). Una proporción de
H/Q ideal del 60% ha sido sugerida (Ekstrand & Gillqvist, 1982). También, parecería ser que déficits en la
proporción H/Q pueden determinarse más con precisión a bajas velocidades que a rápidas (Orchard y col.,
1997).
Hay evidencia para indicar que los jugadores tienen una proporción de H/Q inferior hacia el final de los
partidos como resultado de la fatiga asociada con el ejercicio prolongado: Rahnama, Reilly y Lees (2003a)
reportaron una proporción de H/Q reducida en jugadores de fútbol aficionados al final de un partido
simulado comparado con valores pre-partido que pueden indicar que la proporción de H/Q es sensible a la
fatiga. La proporción de H/Q también es sensible para detectar los cambios en la fuerza muscular después del
período de pretemporada (Kayatekin, 1995). Aparentemente, la proporción de H/Q también puede
diferenciar entre los diferentes niveles de juego, como Cometti y cols. (2001) reportaron que jugadores
franceses de élite tenían una proporción de H/Q superior que jugadores de sub-élite a varias velocidades
angulares entre - 2.09 y 5.23 rad · seg-1, excepto a 5.23 rad · seg-1. También se han publicado resultados
similares para jugadores ingleses (Rahnama y col., 2003b). Una explicación probable para las proporciones
de H/Q superiores en jugadores de élite comparados con jugadores aficionados es una mayor carga de
entrenamiento y especialización del entrenamiento de la fuerza que resulta en mejores equilibrios de la
fuerza.
Está claro que pueden emplearse los datos de la valoración de la fuerza muscular en los jugadores del
fútbol usando los dinamómetros isocinéticos para evaluar la fuerza muscular general, pueden compararse las
diferencias posicionales en la fuerza y puede evaluarse el efecto del entrenamiento con pesas. Se recomienda
que se combinen los datos tanto para las proporciones de H/Q convencionales como funcionales para
proveer una evaluación completa de la estabilidad articular de la rodilla y el riesgo subsecuente de lesión en
los individuos. El criterio del test puede mejorarse teniendo en cuenta el ángulo de incidencia del torque
pico. Debido a la naturaleza costosa y que consume tiempo al acomodar un equipo entero para la valoración
isocinética, deben realizarse tests a los intervalos estratégicos pre-, intra - y fuera de temporada, sobre todo al
supervisar la rehabilitación de la fuerza muscular en jugadores lesionados. Deben evaluarse a los individuos
a través de múltiples pruebas para que una verdadera indicación de la capacidad de rendimiento del jugador
individual pueda establecerse.
Evaluación de tests de laboratorio
Los tests de laboratorio se realizan en un ambiente controlado para reducir el impacto de variables extrañas
(MacDougall & Wenger, 1991). En general, los datos de un test de laboratorio proveen información exacta
que es muy detallada, aunque debe tenerse cuidado con respecto a la confiabilidad del equipo. Se recomienda
que se realicen varias pruebas del mismo test para aumentar la confiabilidad de los datos. Los entrenadores
físicos y científicos del deporte, por lo tanto, pueden obtener un perfil físico general exacto del jugador de
fútbol individual si se conduce una evaluación extensa. La información exacta sobre la potencia aeróbica,
umbral de lactato y fuerza muscular en los miembros inferiores de un jugador, puede ayudar en el área de la
programación del entrenamiento individual o formar parte de una estrategia de selección del jugador. El
acceso a dispositivos de laboratorio puede ser difícil para algunos clubes de fútbol y que los tests también
sean caros de administrar. La evaluación también pueden consumir tiempo, como también numerosas visitas
al laboratorio pueden requerirse para obtener resultados fiables. Tales tests también son bastantes sensibles
para permitir la detección de cambios significativos en el fitness de los jugadores. Como resultado, tales
procedimientos del test pueden ser muy eficaces durante los períodos específicos de la temporada. La
pretemporada puede ser el momento cuando la administración de los tests de laboratorio son muy
importantes, en tanto el fitness de los jugadores necesita ser establecido durante este período después del
desacondicionamiento del receso. En la temporada competitiva, la administración de tales tests puede ser
muy difícil debido a su naturaleza que consume tiempo y las limitaciones asociadas con los datos provistos.
Por lo tanto, deben usarse los tests de laboratorio en la valoración del fitness general en lugar del fitness
específico del fútbol. Se describen ejemplos de tests especializados diseñados para el fútbol en la próxima
subsección.
Tests de campo
Los tests de fitness que se realizan en el campo intensifican la especificidad de la evaluación. Esta
especificidad mayor aumenta la validez de estos tests (Balsom, 1994; MacDougall & Wenger, 1991). Esta
subsección provee algunos ejemplos de tests de campo que evalúan el fitness aeróbico y anaeróbico de
jugadores de fútbol. La valoración de la fuerza muscular en el campo es difícil como resultado de los
problemas en la obtención de datos objetivos. Un poco de información útil puede, sin embargo, ser
recolectada usando un equipo de resistencia (tanto pesos libres como máquinas) si los métodos se controlan
cuidadosamente. A pesar de la alta "validez ecológica", es importante recordar que ningún test de campo
determinará el rendimiento durante la competencia del fútbol, ya que es difícil de aislar la importancia de los
parámetros físicos individuales cuando las demandas globales del deporte son tan complejas. Se muestran en
detalle en la Tabla II ejemplos de la gama amplia de tests de campo específicos de fútbol. Muchos de estos
tests, sin embargo, no se han usado ampliamente en la literatura y no se han evaluado comprensivamente en
términos de su confiabilidad y validez. Como resultado, ellos no son discutidos en detalle más abajo. Los
tests incluidos representan esos tests que son los normalmente representados en la literatura básica.
Rico-Sanz, Aeróbico
Zehnder, Buchli,
JRS fatigue test Carrera "shuttle" repetida a tres velocidades diferentes Hasta la fatiga volitiva
Dambach, y
Boutellier (1999)
Nicholas, Nuttall, Loughborough Intermittent Carrera entre dos líneas de 20 m separadas a varias Aeróbico
90 min
y Williams (2000) Shuttle Test (LIST) velocidades
Psotta y Bunc
Repeated sprint test Sprints de 10 × 20 m con 20” de recuperación Sprints al propio ritmo Anaeróbico
(2003)
Tabla III. La distancia recorrida, lactato sanguíneo y frecuencia cardíaca en el test de sprint intermitente.
Figura 2. La Ilustración del desarrollo del test para el protocolo de carrera corta de alta intensidad (recorrido de élite).
(A1 - A2 (giro) - A1, pausa corta, B1 - B2, pausa larga, A3 - A2 (giro) - A3, pausa corta, B2 - B1, pausa larga).
Los resultados iniciales del protocolo de carrera corta intermitente de alta intensidad indican que el test
produce respuestas fisiológicas que están asociadas con el ejercicio de alta intensidad. La consistencia de los
datos fisiológicos a lo largo de las tres pruebas indica que el protocolo de carrera corta intermitente de alta
intensidad puede usarse para observar grandes cambios en el fitness a través del tiempo. El protocolo debe,
sin embargo, ser validado en términos de ejercicio de alta intensidad realizado durante la competencia de
fútbol y otras formas relacionadas de determinación.
Los tests de protocolos de sprints intermitentes de alta intensidad pueden demostrar lo útil que son en la
determinación de la capacidad de realizar y recuperarse del ejercicio de alta intensidad en jugadores de
fútbol. Los resultados de las respuestas de la frecuencia cardíaca y de las mediciones del lactato sanguíneo en
los estudios "piloto" han indicado que el test produce respuestas fisiológicas asociadas con el ejercicio
intermitente de alta intensidad. Así, parecería que as glucólisis anaeróbicas y aeróbicas son muy exigidas
durante el test. La investigación futura debe acercarse a los jugadores de fútbol profesionales para establecer
si las mismas respuestas fisiológicas se producen como en los estudios pilotos descritos.
Evaluación de los tests de campo
Los tests de fitness realizados en el campo pueden proveer mediciones menos exactas que los tests de
laboratorio pero ellos tienen una especificidad mayor (Balsom, 1994; MacDougall & Wenger, 1991). Por lo
tanto, los científicos del deporte pueden usar tests de campo para evaluar aspectos específicos del
rendimiento del fútbol, que pueden proveer una mejor información de la capacidad para rendir en un partido
de fútbol que las evaluaciones basadas en el laboratorio. Los tests que se han descrito, sin embargo,
requieren de un equipo mínimo y puede llevarse a cabo en cualquier parte. Se recomienda que la evaluación
deba realizarse en condiciones estandarizadas para asegurar la reproductibilidad de los datos. Estas
consideraciones incluirán la estandarización de la superficie y donde las posibles condiciones
medioambientales sean similares (por ejemplo, velocidad del viento o temperatura). Durante los tests que
involucran el registro del tiempo para completar una distancia fija, puede haber cuestiones específicas que se
relacionan al equipamiento (Balsom, 1994). Por ejemplo, si se usan cronómetros en los tiempos de carrera
corta (sprints), puede haber un elemento de error humano que puede afectar la exactitud de los datos. Tales
problemas pueden ser evitados por el uso de varillas electrónicas cronométricas. La dificultad con los tests
de rendimiento es que no hay ningún problema asociado con éstos cuando los jugadores están rindiendo a
sus niveles. Cuando los jugadores empiezan a rendir menos, uno necesita una interpretación fisiológica, pero
los tests de rendimiento no producen datos fisiológicos. La valoración del rendimiento con tests de campo
puede ser muy eficaz cuando los tests se llevan a cabo a intervalos regulares a lo largo de la temporada para
supervisar los cambios en el rendimiento específico del fútbol.
Resumen
Las demandas fisiológicas y la naturaleza dinámica de fútbol les exigen a jugadores que estén aptos en varios
componentes del fitness. Los tests de laboratorio ofrecen medios a los técnicos y a los científicos deportivos
para establecer el fitness general de los jugadores, ya que los tests no son específicos al fútbol. A través del
uso de equipos especializados en el laboratorio, pueden obtenerse resultados de test exactos en los
componentes aislados del fitness Pueden interpretarse los mecanismos fisiológicos asociados con
entrenamiento a partir de las mejoras de los tests de laboratorio. Se recomienda, por lo tanto, que se evalúen
jugadores en el laboratorio, por ejemplo, para determinar el fitness general o evaluar períodos fijos de
entrenamiento. Durante la temporada, hay probablemente menos oportunidades de realizar los tests de
laboratorio que consumen tiempo. Los resultados de los tests de campo proveen una información sobre
cambios específicos del rendimiento relacionados al deporte y son menos consumidores de tiempo. Los tests
de campo son, por lo tanto, más válidos que los tests de laboratorio, ya que ellos están diseñados
específicamente para el fútbol. El uso de tests de campo restringe la interpretación de los mecanismos
fisiológicos asociados, puesto que datos fisiológicos muy limitados pueden ser medidos en el campo. Los
tests de campo requieren un equipo básico, pueden realizarse con suma facilidad y pueden ser relativamente
rentables. Por lo tanto, tales tests deben ser conducidos más extensivamente a lo largo de la temporada, ya
que la evaluación puede llevarse a cabo en el campo de entrenamiento. Es importante considerar que aunque
los datos de laboratorio y los tests de campo son útiles ofreciendo información sobre el perfil físico general
de los jugadores y del fitness específico del fútbol, nunca pueden usarse estos resultados del test para
predecir el rendimiento global durante la competencia debido a la naturaleza compleja de las demandas del
juego.
*B Drust está en el Research Institute for Sport and Exercise Sciences, Liverpool John Moores University, The Henry Cotton Campus, 15 – 21
Webster Street, Liverpool L3 2CT, UK. Email: b.drust@livjm.ac.uk.
Referencias
Aagaard P, Simonsen EB, Trolle M, Bangsbo J and Klausen K. (1995) Isokinetic hamstring/quadriceps strength ratio: Influence from joint angular
velocity, gravity correction and contraction mode, Acta Physiologica Scandinavica, 154, 421 – 427.
Aagaard P, Simonsen EB, Magnusson SP, Larsson B and Dyhre-Poulsen P. (1998) A new concept for isokinetic hamstring:quadriceps muscle
strength ratio, American Journal of Sports Medicine, 26, 231 – 237.
Al-Hazzaa HM, Almuzaini KS, Al-Refaee SA, Sulaiman MA, Dafterdar MY, Al-Ghamedi A and Al-Khuraiji KN. (2001) Aerobic and anaerobic
power characteristics of Saudi elite soccer players, Journal of Sports Medicine and Physical Fitness, 41, 54 – 61.
Allen WK, Seals DR, Hurley BF, Ehsani AA and Hagberg JM. (1985) Lactate threshold and distance running performance in young and older
endurance athletes, Journal of Applied Physiology, 58, 1281 – 1284.
Apor P (1988) Successful formulae for fitness training, In T. Reilly, A. Lees, K. Davids, & W. J. Murphy (Eds.), Science and football (pp. 95 –
107)London: E & FN Spon.
Åstrand P-O, Christensen EH and Hedman R. (1960) Intermittent muscular work, Acta Physiologica Scandinavica, 48, 448 – 453.
Åstrand P-O and Rodahl K. (1986) Textbook of work physiology: Physiological bases of exercise, (3rd edn.) New York: McGraw-Hill.
Atkinson G and Nevill AM. (1998) Statistical methods for assessing measurement error (reliability) in variables relevant to sports medicine, Sports
Medicine, 26, 217 – 238.
Atkinson G and Nevill AM. (2001) Selected issues in the design and analysis of sport performance research, Journal of Sports Sciences, 19, 811 –
827.
Aziz AR, Chia M and Teh KC. (2000) The relationship between maximal oxygen uptake and repeated sprint performance indices in field hockey and
soccer players, Journal of Sports Medicine and Physical Fitness, 40, 195 – 200.
Ballor DL, Becque MD, Marks CR, Nau KL and Katch VL. (1989) Physiological responses to nine different exercise:rest protocols, Medicine and
Science in Sports and Exercise, 21, 90 – 95.
Ballor DL and Volvosek AJ. (1992) Effect of exercise to rest ratio on plasma lactate concentrations at work rates above and below maximum oxygen
uptake, European Journal of Applied Physiology, 65, 365 – 369.
Balsom PD (1990) A field test to evaluate physical performance capacity of association football players, Science and Football, 3, 9 – 11.
Balsom PD (1994) Evaluation of physical performance, In B. Ekblom (Ed.), Football (soccer) (pp. 102 – 123)London: Blackwell.
Balsom PD, Ekblom B and Sjödin B. (1994a) Enhanced oxygen availability during high-intensity intermittent exercise decreases anaerobic metabolite
concentration in blood, Acta Physiologica Scandinavica, 150, 455 – 456.
Balsom PD, Gaitanos GC, Ekblom B and Sjödin B. (1994b) Reduced oxygen availability during high-intensity intermittent exercise impairs
performance, Acta Physiologica Scandinavica, 152, 279 – 285.
Balsom PD, Seger JY, Sjödin B and Ekblom B. (1992a) Physiological responses to maximal intermittent exercise, European Journal of Applied
Physiology, 65, 144 – 149.
Balsom PD, Seger Y, Sjödin B and Ekblom B. (1992b) Maximal-intensity intermittent exercise: Effect of recovery duration, International Journal of
Sports Medicine, 13, 528 – 533.
Baltzopoulos V and Brodie DA. (1989) Isokinetic dynamometry: Applications and limitations, Sports Medicine, 8, 101 – 116.
Baltzopoulos V and Gleeson NP. (2001) Skeletal muscle function, In R. Eston & T. Reilly (Eds.), Kinanthropometry and exercise physiology
laboratory manual. Vol. 2: Exercise physiology (pp. 1 – 35)London: Routledge.
Bangsbo J (1993a) The physiology of soccer, with special reference to high-intensity intermittent exercise, Copenhagen: H + O Storm.
Bangsbo J (1993b) Yo-Yo testene, Bröndby: Danmarks Idraetsförbund.
Bangsbo J (1994) Fitness training in football – A scientific approach, Baegsvard: H + O Storm.
Bangsbo J (2000) Physiology of intermittent exercise, In W. E. Garrett & D. T. Kirkendall (Eds.), Exercise and sport science (pp. 53 –
65)Philadelphia, PA: Lippincott, Williams & Wilkins.
Bangsbo J (2003) Physiology of training, In T. Reilly & A. M. Williams (Eds.), Science and soccer (2nd edn., pp. 47 – 58) London: Routledge.
Bangsbo J, Gibala MJ, Krustrup P, González-Alonso J and Saltin B. (2002) Enhanced pyruvate dehydrogenase activity does not affect muscle O2
uptake at the onset of intense exercise in humans, American Journal of Physiology, 282, R273 – R280.
Bangsbo J and Lindqvist F. (1992) Comparsion of various exercise tests with endurance performance during soccer in professional players,
International Journal of Sports Medicine, 13, 125 – 132.
Bangsbo J and Michalsik L. (2002) Assessment of the physiological capacity of elite soccer players, In W. Spinks, T. Reilly, & A. Murphy (Eds.),
Science and football IV (pp. 53 – 62)London: Routledge.
Bangsbo J and Mizuno M. (1988) Morphological and metabolic alterations in soccer players with detraining and retraining and their relation to
performance, In T. Reilly, A. Lees, K. Davids, & W. J. Murphy (Eds.), Science and football (pp. 114 – 124)London: E & FN Spon.
Bansgbo J, Nørregaard L and Thorsø F. (1991) Activity profile of competition soccer, Canadian Journal of Sports Science, 16, 110 – 116.
Beaver W, Wasserman K and Whipp BJ. (1985) Improved detection of the lactate threshold during exercise using a log – log transformation, Journal
of Applied Physiology, 59, 1936 – 1940.
Bell GJ and Wenger HA. (1992) Physiological adaptations to velocity-controlled resistance training, Sports Medicine, 13, 234 – 244.
Bergh U, Sjödin B, Forsberg A and Svedenhag J. (1991) The relationship between body mass and oxygen uptake during running in humans, Medicine
and Science in Sports and Exercise, 23, 205 – 211.
Boddington MK, Lambert MI, St Clair Gibson A and Noakes TD. (2001) Reliability of a 5-m multiple shuttle test, Journal of Sports Sciences, 19,
223 – 228.
Buttifant D, Graham K and Cross K. (2002) Agility and speed in soccer players are two different performance parameters, In W. Spinks, T. Reilly, &
A. Murphy (Eds.), Science and football IV (pp. 329 – 332)London: Routledge.
Casajŭs JA (2001) Seasonal variation in fitness variables in professional soccer players, Journal of Sports Medicine and Physical Fitness, 41, 463 –
467.
Castagna C, Abt G and D'Ottavio S. (2002) The relationship between selected blood lactate thresholds and match performance in elite soccer referees,
Journal of Strength and Conditioning Research, 16, 623 – 627.
Cheetham ME, Boobis LH, Brooks S and Williams C. (1986) Human muscle metabolism during sprint running, Journal of Applied Physiology, 61,
54 – 60.
Christensen EH, Hedman R and Saltin B. (1960) Intermittent and continuous running, Acta Physiologica Scandinavica, 50, 269 – 286.
Cometti G, Maffiuletti NA, Pousson M, Chatard J-C and Maffulli N. (2001) Isokinetic strength and anaerobic power of elite, subelite and amateur
French soccer players, International Journal of Sports Medicine, 22, 45 – 51.
Das SS and Banerjee AK. (1992) Variation in duration of training period on the performance variable in young soccer players, NIS Scientific Journal,
15, 116 – 121.
Davis JA (1985) Anaerobic threshold: Review of the concept and directions for future research, Medicine and Science in Sports and Exercise, 17, 6 –
18.
Davis JA, Brewer J and Atkin D. (1992) Pre-season physiological characteristics of English first and second division soccer players, Journal of Sports
Sciences, 10, 541 – 547.
Dawson B (2003) Speed, agility and football. Communication to the Fifth World Congress of Science and Football, p. 14 Madrid: Editorial Gymnos.
Dawson B, Fitzsimmons M and Ward D. (1993) The relationship of repeated sprint ability to aerobic power and performance measures of anaerobic
work capacity and power, Australian Journal of Science and Medicine in Sport, 25, 88 – 93.
De Proft F, Cabri J, Dufour W and Clarys JP. (1988) Strength training and kick performance in soccer players, In T. Reilly, A. Lees, K. Davids, W. J.
Murphy (Eds.), Science and football (pp. 230 – 233)London: Routledge.
Döbeln, von W (1956) Maximal oxygen uptake, body size and total hemoglobin in normal man, Acta Physiologica Scandinavica, 95, 153 – 165.
Draper JA and Lancaster MG. (1985) The 505 test: A test for agility in the horizontal plane, Australian Journal of Science and Medicine in Sport, 17,
15 – 18.
Drouin JM, Valovich-McLeod TC, Shultz SJ, Gansneder BM and Perrin DH. (2004) Reliability and validity of the Biodex system 3 pro isokinetic
dynamometer: Velocity, torque and position measurements, European Journal of Applied Physiology, 91, 22 – 29.
Drust B, Reilly T and Cable NT. (2000) Physiological responses to laboratory-based soccer-specific intermittent and continuous exercise, Journal of
Sports Sciences, 18, 885 – 892.
Duncan GE, Howley ET and Johnson BN. (1997) Applicability of VO2max criteria: Discontinuous versus continuous protocols, Medicine and Science
in Sports and Exercise, 29, 273 – 278.
Dutta P and Subramanium S. (2002) Effects of six weeks of isokinetic strength training combined with skill training on football kicking performance,
In W. Spinks, T. Reilly, & A. Murphy (Eds.), Science and football IV (pp. 333 – 340)London: Routledge.
Edwards AM, Clark N and MacFayden AM. (2003a) Lactate and ventilatory thresholds reflect the training status of professional soccer players where
maximum aerobic power is unchanged, Journal of Sports Science and Medicine, 2, 23 – 29.
Edwards AM, MacFayden AM and Clark N. (2003b) Test performance indicators from a single soccer specific test differentiate between highly
trained and recreationally active soccer players, Journal of Sports Medicine and Physical Fitness, 43, 14 – 20.
Edwards RHT, Ekelund L-G, Harris RC, Hesser CM, Hultman E, Melcher A and Wigertz O. (1973) Cardiorespiratory and metabolic costs of
continuous and intermittent exercise in man, Journal of Physiology, 234, 481 – 497.
Ekblom B (1986) Applied physiology of soccer, Sports Medicine, 3, 50 – 60.
Ekblom B (1989) A field test for soccer players, Science and Football, 1, 13 – 15.
Ekstrand J and Gillqvist J. (1982) The avoidability of soccer injuries, International Journal of Sports Medicine, 4, 124 – 128.
Faina M, Gallozzi C, Lupo S, Colli R, Sassi R and Marini C. (1988) Definition of the physiological profile of the soccer player, In T. Reilly, A. Lees,
K. Davids, & W. J. Murphy (Eds.), Science and football (pp. 158 – 163)London: E & FN Spon.
Ferry A, Duvallet A and Rieu M. (1988) The effect of experimental protocol on the relationship between blood lactate and workload, Journal of
Sports Medicine and Physical Fitness, 28, 341 – 347.
Fitzsimmons M, Dawson B, Ward D and Wilkinson A. (1993) Cycling and running tests of repeated sprint ability, Australian Journal of Science and
Medicine in Sport, 25, 82 – 87.
Gaitanos GC, Williams C, Boobis LH and Brooks S. (1993) Human muscle metabolism during intermittent maximal exercise, Journal of Applied
Physiology, 75, 712 – 719.
George K, Batterham A and Sullivan I. (2000) Validity in clinical research: A review of basic concepts and definitions, Physical Therapy in Sport, 1,
19 – 27.
Gissis I, Nikolaidis D, Papadopoulos C and Papanikolaou Z. (2003) Maximal isometric force and cycling speed in young male soccer players,
Communication to the Fifth World Congress of Science and Football p. 142Madrid: Editorial Gymnos.
Gleeson NP and Mercer TH. (1992) Reproducibility of isokinetic leg strength and endurance characteristics of adult men and women, European
Journal of Applied Physiology, 65, 221 – 228.
Gollnick PD, Bayly WM and Hodgson DR. (1988) Exercise intensity, training, diet and lactate concentration in muscle and blood, Medicine and
Science in Sports and Exercise, 18, 334 – 340.
Graham-Smith P and Lees A. (2002) Risk assessment of hamstring injury in rugby union place kicking, In W. Spinks, T. Reilly, & A. Murphy (Eds.),
Science and football IV (pp. 182 – 189)London: Routledge.
Gransberg L and Knutsson E. (1983) Determination of dynamic muscle strength in man with acceleration controlled isokinetic movements, Acta
Physiologica Scandinavica, 119, 317 – 320.
Grant S and McMillan K. (2001) The role of blood lactate response to sub-maximal exercise in the monitoring of aerobic fitness in footballers,
Insight: The FA Coaches Association Journal, 4(2), 34 – 35.
Green S (1992) Anthropometric and physiological characteristics of South Australian soccer players, Australian Journal of Science and Medicine in
Sport, 24, 3 – 7.
Gür H, Akova B, Pündük Z and Kücükoğlu S. (1999) Effects of age on the reciprocal peak torque ratios during knee muscle contractions in elite
soccer players, Scandinavian Journal of Medicine and Science in Sports, 9, 81 – 87.
Hagberg JM (1984) Physiological implications of the lactate threshold, International Journal of Sports Medicine, 5, 106 – 109.
Henriksson J and Reitman JS. (1977) Time course of changes in human skeletal muscle succinate dehydronenase and cytochrome oxidase activities
and maximal oxygen uptake with physical activity and inactivity, Acta Physiologica Scandinavica, 99, 91 – 97.
Hermansen L and Saltin B. (1969) Oxygen uptake during maximal treadmill and bicycle exercise, Journal of Applied Physiology, 26, 31 – 37.
Herzog W (1988) The relation between the resultant moments at a joint and the moments measured by an isokinetic dynamometer, Journal of
Biomechanics, 21, 5 – 12.
Helgerud J, Engen LC, Wislöff U and Hoff J. (2001) Aerobic endurance training improves soccer performance, Medicine and Science in Sports and
Exercise, 33, 1925 – 1931.
Hoff J, Wislöff U, Engen LC, Kemi OJ and Helgerud J. (2002) Soccer specific aerobic endurance training, British Journal of Sports Medicine, 36,
218 – 221.
Hoffman J (2002) Physiological aspects of sports training and performance, Champaign, IL: Human Kinetics.
Hopkins J, Sitler M and Ryan J. (1993) The effects of hip position and angular velocity on quadriceps and hamstrings eccentric peak torque and
ham/quad ratio, Isokinetics and Exercise Science, 3, 27 – 33.
Hopkins WG (2000) Measures of reliability in sports medicine and science, Sports Medicine, 30, 1 – 15.
Hopkins WG, Hawley JA and Burke LM. (1999) Design and analysis of research on sport performance enhancement, Medicine and Science in Sports
and Exercise, 31, 472 – 485.
Hoppeler H and Weibel ER. (2000) Structural and functional limits for oxygen supply to the muscle, Acta Physiologica Scandinavica, 168, 445 –
456.
Howley ET, Bassett JR and Welch HG. (1995) Criteria for maximal oxygen uptake: Review and commentary, Medicine and Science in Sports and
Exercise, 27, 1292 – 1301.
Hughson RL and Green HJ. (1982) Blood acid – base and lactate relationships studied by ramp work tests, Medicine and Science in Sports and
Exercise, 14, 297 – 302.
Iossifidou AN and Baltzopoulos V. (1998) Inertial effects on the assessment of performance in isokinetic dynamometry, International Journal of
Sports Medicine, 19, 567 – 573.
Islegen C and Akgun N. (1988) Effect of six weeks of pre-seasonal training on physical fitness among soccer players, In T. Reilly, A. Lees, K.
Davids, & W. J. Murphy (Eds.), Science and football (pp. 23 – 32)London: E & FN Spon.
Jeukendrup AE, Hesselink MCK, Snyder AC, Kuipers H and Keizer HA. (1992) Physiological changes in male competitive cyclists after two weeks
of intensified training, International Journal of Sports Medicine, 13, 534 – 541.
Jones AM and Doust JH. (2001) Limitations to sub-maximal exercise performance, In R. Eston & T. Reilly (Eds.), Kinanthropometry and exercise
physiology laboratory manual. Vol. 2: Exercise physiology (pp. 235 – 262)London: Routledge.
Kannus P (1994) Isokinetic evaluation of muscular performance: Implications for muscle testing and rehabilitation, International Journal of Sports
Medicine, 15, S11 – S18.
Katch V (1972) Correlational v ratio adjustments of body weight in exercise – oxygen studies, Ergonomics, 15, 671 – 680.
Kaufman KR, An K, Litchy WJ, Morrey BF and Chao EYS. (1991) Dynamic joint forces during knee isokinetic exercise, American Journal of Sports
Medicine, 19, 305 – 316.
Kayatekin M (1995) The effects of regular training on knee flexor – extensor muscle torques of soccer players, Turkish Journal of Sports Medicine,
30, 85 – 94.
Kemi OJ, Hoff J, Engen LC, Helgerud J and Wislöff U. (2003) Soccer specific testing of maximal oxygen uptake, Journal of Sports Medicine and
Physical Fitness, 43, 139 – 144.
Kollath F and Quade K. (1993) Measurement of sprinting speed of professional and amateur soccer players, In T. Reilly, J. Clarys, & A. Stibbe
(Eds.), Science and soccer II (pp. 31 – 36)London: E & FN Spon.
Krustrup P and Bangsbo J. (2001) Physiological demands of top-class refereeing in relation to physical capacity: Effect of intense intermittent
exercise training, Journal of Sports Sciences, 19, 881 – 891.
Krustrup P, Mohr M, Amstrup T, Rysgaard T, Johansen J, Steensberg A, Pedersen PK and Bangsbo J. (2003) The Yo-Yo intermittent recovery test:
Physiological response, reliability and validity, Medicine and Science in Sports and Exercise, 35, 697 – 705.
Leger LA, Mercier D, Gadoury C and Lambert J. (1988) The multistage 20 metre shuttle run test for aerobic fitness, Journal of Sports Sciences, 6, 93
– 101.
Leger LC and Lambert J. (1982) A maximal multistage 20-m shuttle run test to predict VO2max, European Journal of Applied Physiology, 49, 1 – 12.
Little T and Williams A. (2003) Specificity of acceleration, maximum speed and agility in professional soccer players, Communication to the Fifth
World Congress of Science and Football pp. 144 – 145Madrid: Editorial Gymnos.
MacDougall JD and Wenger HA. (1991) The purpose of physiological testing, In J. D. MacDougall, H. A. Wenger, & H. J. Green (Eds.),
Physiological testing of the high-performance athlete (2nd edn., pp. 1 – 5) Champaign, IL: Human Kinetics.
Malomski EJ (1993) Physiological characterisation of physical fitness of football players in field conditions, In T. Reilly, J. Clarys, & A. Stibbe
(Eds.), Science and football II (pp. 81 – 85)London: E & FN Spon.
Maughan R, Gleeson M and Greenhaff PL. (1997) Biochemistry of exercise and training, Oxford: Oxford University Press.
Mohr M, Krustrup P and Bangsbo J. (2003a) Match performance of high standard soccer players with special reference to development of fatigue,
Journal of Sports Sciences, 21, 519 – 528.
Mohr M, Krustrup P and Bangsbo J. (2003b) Physical preparation for the world cup using a sub-maximal Yo-Yo intermittent endurance test to
evaluate training status, Communication to the Fifth World Congress of Science and Football p. 40Madrid: Editorial Gymnos.
Mujika I, Padilla S, Ibañez J, Izquierdo M and Gorostiaga E. (2000) Creatine supplementation and sprint performance in soccer players, Medicine and
Science in Sports and Exercise, 32, 518 – 525.
Nevill AM, Brown D, Godfrey R, Johnson PJ, Romer L, Stewart AD and Winter EM. (2003) Modelling maximum oxygen uptake of elite endurance
athletes, Medicine and Science in Sports and Exercise, 35, 488 – 494.
Nevill AM, Ramsbottom R and Williams C. (1992) Scaling physiological measurements for individuals of different body size, European Journal of
Applied Physiology, 65, 110 – 117.
Nicholas CW, Nuttall FE and Williams C. (2000) The Loughborough Intermittent Shuttle Test: A field test that simulates the activity pattern of
soccer, Journal of Sports Sciences, 18, 97 – 104.
Öberg B, Ekstrand J, Möller M and Gillqvist J. (1984) Muscle strength and flexibility in different positions of soccer players, International Journal of
Sports Medicine, 5, 213 – 216.
Öberg B, Möller M, Gillqvist J and Ekstrand J. (1986) Isokinetic torque levels for knee extensors and knee flexors in soccer players, International
Journal of Sports Medicine, 7, 50 – 53.
Odetoyinbo K and Ramsbottom R. (1997) Aerobic” and “anaerobic” field testing of soccer players, In T. Reilly, J. Bangsbo, & M. Hughes (Eds.),
Science and football III (pp. 21 – 26)London: E & FN Spon.
Ohasi J, Miyagi O, Yasumatsu M and Ishizaki S. (2003) Multiple intermittent protocols simulating a soccer match, Communication to the Fifth World
Congress of Science and Football p. 174Madrid: Editorial Gymnos.
Orchard J, Marsden J, Lord S and Garlick D. (1997) Preseason hamstring muscle weakness associated with hamstring muscle injury in Australian
footballers, American Journal of Sports Medicine, 25, 81 – 85.
Östenberg A, Roos E, Ekdahl C and Roos H. (1988) Isokinetic knee extensor strength and functional performance in healthy female soccer players,
Scandinavian Journal of Medicine and Science in Sports, 8, 257 – 264.
Paliczka VJ, Nichols AK and Boreham CAG. (1987) A multi-stage shuttle run as a predictor of running performance and maximal oxygen uptake in
adults, British Journal of Sports Medicine, 21, 163 – 165.
Psotta R and Bunc V. (2003) Intermittent anaerobic running test (IANRT) reliability and factor validity in soccer players, Communication to the Fifth
World Congress of Science and Football p. 94Madrid: Editorial Gymnos.
Puga N, Ramos L, Agostinho J, Lomba I, Costa O and de Freitas F. (1993) Physical profile of a first division Portuguese professional soccer team, In
T. Reilly, J. Clarys, & A. Stibbe (Eds.), Science and football II (pp. 40 – 42)London: E & FN Spon.
Raastad T, Höstmark AT and Strømme SB. (1997) Omega-3 fatty acid supplementation does not improve maximal aerobic power, anaerobic
threshold and running performance in well-trained soccer players, Scandinavian Journal of Medicine and Science in Sports, 7, 25 – 31.
Rahnama N, Reilly T and Lees A. (2003a) Effects of fatigue (simulated soccer) on muscle performance, Communication to the Fifth World Congress
of Science and Football p. 228Madrid: Editorial Gymnos.
Rahnama N, Reilly T, Lees A and Graham-Smith P. (2003b) A comparison of musculoskeletal function in elite and sub-elite English soccer players,
In T. Reilly & M. Marfell-Jones (Eds.), Kinanthropometry VIII: Proceedings of the Eighth International Conference of the International Society
for the Advancement of Kinanthropometry (pp. 151 – 164)London: Taylor & Francis.
Ramsbottom R, Brewer J and Williams C. (1988) A progressive shuttle run test to estimate maximal oxygen uptake, British Journal of Sports
Medicine, 22, 141 – 144.
Raven P, Gettman L, Pollock M and Cooper K. (1976) A physiological evaluation of professional soccer players, British Journal of Sports Medicine,
109, 209 – 216.
Rebelo N, Krustrup P, Soares J and Bangsbo J. (1998) Reduction in intermittent exercise performance during a soccer match, Journal of Sports
Sciences, 16, 482 – 483.
Reilly T (1994) Physiological profile of the player, In B. Ekblom (Ed.), Football (soccer) (pp. 78 – 94)London: Blackwell.
Reilly T (2003) Motion analysis and physiological demands, In T. Reilly & A. M. Williams (Eds.), Science and soccer (2nd edn., pp. 59 – 72)
London: Routledge.
Reilly T and Doran D. (2003) Fitness assessment, In T. Reilly & A. M. Williams (Eds.), Science and soccer (2nd edn., pp. 21 – 46) London:
Routledge.
Reilly T and Thomas V. (1976) A motion analysis of work rate in different positional roles in professional soccer match-play, Journal of Human
Movement Studies, 2, 87 – 97.
Reilly T, Williams AM, Nevill A and Franks A. (2000) A multidisciplinary approach to talent identification in soccer, Journal of Sports Sciences, 18,
695 – 702.
Rico-Sanz J, Zehnder M, Buchli R, Dambach M and Boutellier U. (1999) Muscle glycogen degradation during simulation of a fatiguing soccer match
in elite soccer players examined noninvasively by 13C-MRS, Medicine and Science in Sports and Exercise, 31, 1587 – 1593.
Rochcongar P, Morvan R, Dassonville JJ and Belliot J. (1988) Isokinetic investigation of knee extensors and knee flexors in young French soccer
players, International Journal of Sports Medicine, 9, 448 – 450.
Sale DG (1991) Testing strength and power, In J. D. MacDougall, H. A. Wenger, & H. J. Green (Eds.), Physiological testing of the high-performance
athlete (2nd edn., pp. 21 – 106) Champaign, IL: Human Kinetics.
Saltin B, Essèn B and Pedersen PK. (1976) Intermittent exercise: Its physiology and some practical applications, In E. Jokl, R. L. Anand, & H. Stoboy
(Eds.), Advances in exercise physiology (pp. 23 – 55)London: Karger.
Sampaino J and Macas V. (2003) Differences between football players' sprint test performance across different levels of competition, Communication
to the Fifth World Congress of Science and Football p. 300Madrid: Editorial Gymnos.
Sapega AA, Nicholas JA, Solokow D and Saraniti A. (1982) The nature of torque “overshoot” in Cybex isokinetic dynamometry, Medicine and
Science in Sports and Exercise, 14, 368 – 375.
Seger JY, Westing SH, Hansson M, Karlsson E and Ekblom B. (1988) A new dynamometer measuring concentric and eccentric muscle strength in
accelerated, decelerated, or isokinetic movements, European Journal of Applied Physiology, 57, 526 – 530.
Serresse O, Lortie G, Bouchard C and Boulay MR. (1988) Estimation of the contribution of the various energy systems during maximal work of short
duration, International Journal of Sports Medicine, 9, 456 – 460.
Shephard RJ (1984) Tests of maximum oxygen intake: A critical review, Sports Medicine, 1, 99 – 124.
Sjödin B and Jacobs I. (1981) Onset of blood lactate accumulation and marathon running performance, International Journal of Sports Medicine, 2,
23 – 26.
Sjödin B, Jacobs I and Svedenhag J. (1982) Changes in onset of blood lactate accumulation (OBLA) and enzymes after training at OBLA, European
Journal of Applied Physiology, 49, 45 – 57.
Sjödin B and Svedenhag J. (1992) Oxygen uptake during running as related to body mass in circumpubertal boys: A longitudinal study, European
Journal of Applied Physiology, 63, 150 – 157.
Sproule J, Kunalan C, McNeil M and Wright H. (1993) Validity of 20-MST for predicting O2max of adult Singaporean athletes, British Journal of
Sports Medicine, 27, 202 – 204.
St Clair-Gibson A, Broomhead S, Lambert MI and Hawley JA. (1998) Prediction of maximal oxygen uptake from a 20-m shuttle run as measured
directly in runners and squash players, Journal of Sports Sciences, 16, 331 – 335.
Strømme SB, Ingjer F and Meen HD. (1977) Assessment of maximal aerobic power in specifically trained athletes, Journal of Applied Physiology,
42, 833 – 837.
Strudwick A, Reilly T and Doran D. (2002) Anthropometric and fitness characteristics of elite players in two football codes, Journal of Sports
Medicine and Physical Fitness, 42, 239 – 242.
Sutton JR (1992) Limitations to maximal oxygen uptake, Sports Medicine, 13, 127 – 133.
Togari H, Ohashi J and Ohgushi T. (1988) Isokinetic muscle strength of soccer players, In T. Reilly, A. Lees, K. Davids, & W. J. Murphy (Eds.),
Science and football (pp. 181 – 185)London: E & FN Spon.
Tomlin DL and Wenger HA. (2001) The relationship between aerobic fitness and recovery from high intensity intermittent exercise, Sports Medicine,
31, 1 – 11.
Tumilty D (1993) Physiological characteristics of elite soccer players, Sports Medicine, 16, 80 – 96.
Tumilty D (2000) Protocols for the physiological assessment of male and female soccer players, In C. J. Gore (Ed.), Physiological tests for elite
athletes (pp. 356 – 362)Champaign, IL: Human Kinetics.
Verkhoshanski YV (1985) Programming and organisation of training process, Moscow: FIS.
Viru A (1995) Adaptations in sports training, Boca Raton, FL: CRC Press.
Viru A and Viru M. (2001) Biochemical monitoring of sports training, Champaign, IL: Human Kinetics.
Wasserman K, Whipp BJ, Koyal SN and Beaver WL. (1973) Anaerobic threshold and respiratory gas exchange during exercise, Journal of Applied
Physiology, 35, 236 – 243.
Williams C (1990) Metabolic aspects of exercise, In T. Reilly, N. Secher, P. Snell, & C. Williams (Eds.), Physiology of sports (pp. 3 – 40)London: E
& FN Spon.
Wislöff U, Helgerud J and Hoff J. (1998) Strength and endurance of elite soccer players, Medicine and Science in Sports and Exercise, 30, 462 – 467.
Wragg CB, Maxwell NS and Doust JH. (2000) Evaluation of the reliability and validity of a soccer-specific field test of repeated sprint ability,
European Journal of Applied Physiology, 83, 77 – 83.
Yeh MP, Gardner M, Adams TD, Yanowitz FG and Crapo RO. (1983) Anaerobic threshold”: Problems of determination and validation, Journal of
Applied Physiology, 55, 1178 – 1186.
Yoshida T, Takeucki T and Suda Y. (1983) Arterial versus venous blood lactate increase in the forearm during incremental bicycle exercise,
European Journal of Applied Physiology, 50, 87 – 93.
Zakas A, Mandroukas K, Vamvakoudis E, Christoulas K and Aggelopoulou N. (1995) Peak torque of quadriceps and hamstrings muscles in
basketball and soccer players of different divisions, Journal of Sports Medicine and Physical Fitness, 35, 199 – 205.
Preparation and training for soccer. Guest Editors: Thomas P. Reilly and A. Mark Williams