MODERNIDAD
ALAIN TOURAINE
FONDO DE CULTURA ECONOMICA
{EXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE - ESPANA
DDE AMERICA - PERU - VENEZUELA -mith
PROLOGO.
¢Qué es la modernidad, cuya presencia es tan central en nuestras ideas y nues-
tras prcticas desde hace més de tres siglos y que hoy es puesta en tela de jui-
cio, repudiada o redefinida?
La idea de modernidad, en su forma més ambiciosa, fue la afirmacién de
que el hombre es lo que hace y que, por lo tanto, debe existir una corresponden-
cia cada vez mas estrecha entre la produccién —cada vex més eficaz por la
ciencia, la tecnologia o la administracion—, la organizacién de la sociedad me-
diante la ley y la vida personal, animada por el interés, pero también por la vo-
luntad de liberarse de todas las coacciones. 2En qué se basa esta corresponden-
cia de una cultura cientifica, de una sociedad ordenada y de individuos libres si
no es en el triunfo de la razén? Sélo la razén establece una correspondencia en-
tre la accién humana y el orden del mundo, que era lo que buscaban ya no po-
cos pensamientos religiosos que habian quedado, sin embargo, paralizados por
el finalismo propio de las religiones monoteistas fundadas en una revelacién.
Es la raz6n la que anima la ciencia y sus aplicaciones; es también la que dispo-
ne la adaptaci6n de la vida social a las necesidades individuales 0 colectivas; y es
la razé6n, finalmente, la que reemplaza la arbitrariedad y la violencia por el es-
tado de derecho y por el mercado. La humanidad, al obrar segin las leyes de la
raz6n, avanza a la ver hacia la abundancia, la libertad y la felicidad,
Las criticas de la modernidad cuestionan o repudian precisamente esta
afirmacién central.
én qué medida la libertad, Ia felicidad personal o la satisfaccién de las
necesidades son racionales? Admitamos que la arbitrariedad del principe y el
respeto de las costumbres locales y profesionales se opongan a la racionaliza~
cidn de la produccién y que ésta exija que caigan las barreras, que retroceda
la violencia y que se instaure un estado de derecho. Pero esto nada tiene que
ver con la libertad, la democracia y la felicidad individual, como bien lo saben
los franceses, cuyo Estado de derecho se constituy6 con la monarquia absolu-
ta. Que la autoridad racional legal esté asociada con la economia del mercado
‘en la construccién de la sociedad moderna no basta —ni mucho menos— pa-
ra demostrar que el crecimiento y la democracia estan ligados entre si por la
fuerza de la razén. Lo estén por su lucha comiin contra la tradicion y la arbi-
trariedad, es decir, estan ligados de una manera negativa pero no positiva. La
misma critica es valida —y con mayor fuerza atin— contra el supuesto vincu-
lo de la racionalizacién y la felicidad. La liberacién de los controles y de las
formas tradicionales de autoridad permite la felicidad pero no la asegura; ape-10 CRITICA DE LA MODERNIDAD
Jaa [a libertad, pero al mismo tiempo la somete a la organizacién centralizada
de la produccién y del consumo. La afirmacién de que el progreso es la mar-
cha hacia la abundancia, la libertad y la felicidad, y de que estos tres objetivos
estan fuertemente ligados entre si no es mas que una ideologia constantemente
desmentida por la historia.
‘Ms atin, sostienen los criticos mas radicales, lo que se llama el reinado
de la raz6n, :no es acaso la creciente dominacién del sistema sobre los acto-
res, no son la normalizacién y la estandarizacién las que, después de haber
destruido la economia de los trabajadores, se extienden al mundo del consu-
mo y de la comunicacién? A veces, esta dominacién se extiende liberalmente,
otras, de manera autoritaria, pero en todos los casos esta modernidad, sobre
todo cuando apela a la libertad del sujeto, tiene la finalidad de someter a ca-
da uno a los intereses del todo, ya se trate de la empresa, ya se trate de la na-
cién o de la sociedad, o de la razén misma. 2Y no es acaso en nombre de la
raz6n y de su universalismo como se extendio la dominacin del hombre oc
cidental varén, adulto y educado sobre el mundo entero, desde los trabajado-
tres a los pueblos colonizados y desde las mujeres a los nifios?
2Cémo pueden semejantes criticas no ser convincentes a fines de un siglo
dominado por el movimiento comunista, que impuso a la tercera parte del
mundo regimenes totalitarios fundados en la raz6n, la ciencia y la técnica?
Pero el Occidente responde que desde hace mucho tiempo, desde el Terror
en que se transformé la Revolucién Francesa, desconfia de ese racionalismo
voluntarista, de ese despotismo ilustrado. En efecto, Occidente reemplaz6 po-
‘€o a poco una vision racionalista del universo y de la accion humana por una
concepcién mas modesta, puramente instrumental, de la racionalidad, al po-
ner ésta cada vez més al servicio de demandas y de necesidades que de manera
reciente se escapan (a medida que se avanza en una sociedad de consumo de
masas) a las reglas obligadas de un racionalismo que s6lo correspondia a una
sociedad de produccién centrada en la acumulacién, antes que en el consumo:
del mayor ntimero de personas. En efecto, esa sociedad, dominada por el con-
sumo y mas recientemente por las comunicaciones masivas, esta tan alejada
del capitalismo puritano al que se referia Weber como de la apelacién de tipo
sovittico a las leyes de la historia
Pero otras criticas se levantan contra esta coneepeién suave de la moderni-
dad. 2No se pierde esta concepcisn en la insignificancia? 2No asigna la mayor
importancia a las demandas mercantiles mds inmediatas y, por lo tanto, me-
‘nos importantes? zNo esta ciega al reducir la sociedad a un mercado y al no
preocuparse por las desigualdades que ella acrecienta ni por la destruccién
acelerada de su ambiente natural y social?
Para escapar a la fuerza de estos dos tipos de criticas, muchos se conten-
tan con una concepcién atin mas modesta de'la modernidad. Para ellos, ape-
Jar a la raz6n no funda ningiin tipo de sociedad; hay una fuerza critica que
disuelve los monopolios asi como los corporativismos, las clases las ideolo-
— ecell aa
PROLOGO u
xias. Gran Bretaiia, los Paises Bajos, Estados Unidos y Francia entraron en la
modernidad mediante una revolucién y el repudio al absolutismo. Hoy,
cuando la palabra revolucién es portadora de més connotaciones negativas
que positivas, se habla mas bien de liberacién, ya sea de la liberacién de una
clase oprimida, ya sea de una nacién colonizada, o de las mujeres domina-
“Yas, o de las minorias perseguidas. Pero la libertad politica, gno es acaso slo
negativa al reducir a la imposibilidad a quien pretenda llegar al poder o man-
tenerse contra la voluntad de la mayoria, segiin la definicion de Isaiah Ber-
lin? gNo es la felicidad mas que la libertad de seguir los dictados de su pro-
pia voluntad o de sus deseos? En una palabra, gtiende la sociedad moderna
a eliminar todas las formas de sistema y todos los principios de organiza-
cién para ser s6lo un fluic miltiple de cambios y, por lo tanto, de estrate-
sgias personales 0 politicas, fluir regulado por la ley y los contratos?
Un liberalismo tan consecuente ya no define ningiin principio de gobier-
no, de gestion o de educacidn. Ya no asegura la correspondencia entre el sis-
tema y el actor, que fue el objetivo supremo de los racionalistas de la Ilustra-
cin, y se reduce a una tolerancia que sélo es respetada en ausencia de una
crisis social grave y en provecho, sobre todo, de aquellos que disponen de los
recursos mas abundantes y diversos,
Pero, no se anula a si misma una concepcién tan suave de la moderni-
dad? Fste es el punto de partida de las criticas posmodernas. Baudelaire veia
en la vida moderna, en su moda y en su arte, la presencia de lo eterno en el
instante. Pero, éno se trataba de una simple transicién entre las “visiones del
mundo” fundadas en principios religiosos o politicos estables y una sociedad
poshistérica compuesta de diversidad, donde el aqui y la otra parte, lo anti-
sguo y lo nuevo coexisten sin aspirar a la hegemonia? Y esa cultura posmoder-
nna, no es acaso incapaz de crear? zNo se ve reducida a reflejar las creaciones
de otras culturas, ésas que se consideraban portadoras de una verdad?
Desde su forma mas dura a su forma més suave, més modesta, la idea de
modernidad, cuando es definida por la desteuccidn de los érdenes antiguos y
por el triunfo de la racionalidad, objetiva o instrumental, ha perdido su fuerza
de liberacion y creacidn. Ofrece poca resistencia tanto a las fuerzas adversas
como a la apelacién generosa a los derechos del hombre o al crecimiento del
diferencialismo y del racismo.
Pero, zhabra que pasar al otro campo y adherir al gran retorno de los na-
PROLOGO B
‘A medida que nuestra sociedad parece reducirse a una empresa que lucha
por sobrevivir en un mercado internacional, mas se difunde simulténeamente
én todas partes la obsesién de una identidad que ya no se define atendiendo a
lo social, se trate del nuevo comunitarismo de los paises pobres o del indivi-
dualismo narcisista de los paises ricos. La separacion completa de la vida pi-
blica y de la vida privada determinaria el triunfo de poderes que ya s6lo se de-
finirfan en términos de gestion y de estrategia y frente a los cuales la mayor
parte de la gente se replegaria a un espacio privado, lo cual no dejaria de crear
tun abismo sin fondo donde antes se encontraba el espacio piiblico, social y
politico y donde habian nacido las democracias modernas. ¢Cémo no ver en
semiejante situacidn una regresién hacia las sociedades en las que los podero-
sos y el pueblo vivian universos separados, el universo de los guerreros con-
quistadores, por un lado, y el de la gente ordinaria encerrada en una sociedad
local, por otro? Sobre todo, gedmo no ver que el mundo esté més dividido
gue nunca entre el Norte, donde reinan el instrumentalismo y el poder, y el
Sur, que se encierra en la angustia de su perdida identidad?
ero esta representacién no corresponde a toda la realidad. No vivimos
enteramente en una situacién posmoderna, en una situacién de disociacién
completa del sistema y del actor, sino que por lo menos vivimos en una socie~
dad posindustrial que prefiero llamar programada, definida por la importan-
cia primordial de las industrias culturales —cuidados médicos, educacién, in-
formacién—, en la que un conflicto central opone los aparatos de produccién
cultural a la defensa del sujeto personal. Esta sociedad posindustrial constitu-
ye un campo de accién cultural y social atin mas vigorosamente constituido de
lo que lo estuvo la sociedad industrial hoy en decadencia. El sujeto no puede
disolverse en la posmodernidad, porque se afirma en la lucha contra los pode
res que imponen su dominacién en nombre de la raz6n. Es la extensi6n sin li
sites de las intervenciones de los poderes lo que destiga al sujeto de la identi-
ficacién con sus obras y de las filosofias demasiado optimistas de la historia.
¢Cémo volver a crear mediaciones entre economia y cultura? :Cémo rein-
ventar la vida social y en particular la vida politica, cuya descomposicién ac-
tual en casi todo ef mundo es el producto de esa disociacién de los instrumen-
tos y el sentido, de los medios y los fines? Esa sera la prolongacién politica de
esta reflexién, que procura saivar la idea de modernidad, tanto de la forma
conquistadora y brutal que le dio el Occidente como de la erisis que esa idea
sufre desde hace un siglo. La critica de la modernidad presentada aqui quiere
desligar la modernidad de una tradicin historica que la ha reducido a la a-
ionalizacién ¢ introducir el tema del sujeto personal y de la subjetivacién. La
‘modernidad no descansa en un principio tinico, y menos aiin en la simple des-
truccién de los obstaculos que se oponen al reinado de la raz6n; la moderni-
dad es didlogo de la Raz6n y del sujeto. Sin la Raz6n, el sujeto se encierra en
la obsesién de su identidad; sin el sujeto, la Razén se convierte en el insteu-
‘mento del poder. En este siglo hemos conocido a la vez la dictadura de la ra-14 CRITICA DEA MODERNIDAD,
zén y las perversiones totalitarias del sujeto; zser4 posible, que ambas figuras
de la modernidad, que se han combatido o se han ignorado, hablen por fin la
‘una con Ia otra y aprendan a vivie juntas?
(CONSEJO DE LECTURA
En la tercera parte he presentado mis ideas sobre la modernidad entendida co-
mo relacién entre la Razén y el sujeto. Sin inconvenientes mayores, el lector
puede comenzar por esa parte. Si le interesa la concepcién “clasica” de la mo-
dernidad, que la identificaba con la racionalizacién, el lector encontrara la
historia de su triunfo y de su cafda en las dos primeras partes.
RECONOCIMIENTOS
Este libro se claboré en mi seminario de la Ecole des Hautes Etudes en
Sciences Sociales, de 1988 a 1992, y sus ideas directrices han sido presentadas
varias veces en cl seminario interno del Centre d’analyse et d’intervention
sociologiques (CADIS). Agradezco a todos aquellos que durante esas reuniones
de trabajo me han ayudado con sus observaciones y sus preguntas.
Alessandro Pizzorno, al invitarme a pasar un mes en el Instituto Universi-
tario Europeo de Florencia, me permitié emprender la revisin de la primera
versi6n de este libro.
Simonetta Dabboni, Michel Wieviorka y Frangois Dubet tuvieron a bien
leer otra versidn: he tenido muy en cuenta sus observaciones y sus criticas.
La preparacién de las sucesivas versiones qued6 asegurada sobre todo por
Jacqueline Blayac y Jacqueline Longérinas, con su competencia y actividad habi-
tuales. Les agradezco calurosamente el cuidado que han dedicado a este texto.
ALAIN TOURAINE
Primera parte
LA MODERNIDAD TRIUNFANTE,