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SAL A LA CALLE QUE HAY UN REGALO PARA TI.

Entusiasmado, salgo a la vereda y me encuentro con el regalo.


Es un precioso carruaje estacionado justo frente a la puerta de mi
casa. Es de madera de nogal lustrada, tiene herrajes de bronce y
lámparas de cerámica blanca, todo muy fino, muy elegante, muy
“chic”. Abro la portezuela de la cabina y subo. Un gran asiento
semicircular forrado de pana y unos visillos de encaje blanco le dan
un toque de realeza al cubículo. Me siento y me doy cuenta que todo
está diseñado exclusivamente para mí, está calculado el largo de las
piernas, el ancho del asiento, la altura del techo…todo es muy
cómodo, y no hay lugar para nadie más. Entonces miro por la
ventana y veo el “paisaje”: de un lado el frente de mi casa, del otro
el frente de la casa de mi vecino…y digo “¡Qué bárbaro este regalo!
Qué bien, qué lindo”. Y me quedo un rato disfrutando de esa
sensación.

Al rato empiezo a aburrirme; lo que se ve por la ventana es


siempre lo mismo. Me pregunto: “¿Cuánto tiempo puede uno ver
siempre las mismas cosas?”. Y empiezo a convencerme de que el
regalo que me hicieron no sirve para nada.

De eso me ando quejando en voz alta cuando pasa mi vecino


que me dice, como adivinándome:

- ¿No te das cuenta que a este carruaje le falta algo?

Yo pongo cara de qué le falta mientras miro las alfombras y los


tapizados.

- Le faltan los caballos- me dice antes que llegue a preguntarle.

Por eso veo siempre lo mismo- pienso- , por eso me parece


aburrido…

- Cierto- digo yo-

Entonces voy hasta el corralón de la estación y le ato dos


caballos al carruaje. Me subo otra vez y desde adentro le grito:

- ¡¡Eaaaaa!!

El paisaje se vuelve maravilloso, extraordinario, cambia


permanentemente y eso me sorprende.
Sin embargo, al poco tiempo empiezo a sentir cierta vibración
en el carruaje y a ver el comienzo de una rajadura en uno de los
laterales.
Son los caballos que me conducen por caminos terribles;
agarran todos los pozos, se suben a las veredas, me llevan por
barrios peligrosos.

Me doy cuenta que yo no tengo ningún control de nada; los


caballos me arrastran a donde ellos quieren.

Al principio ese derrotero, era muy lindo, pero al final


siento que es muy peligroso.

Comienzo a asustarme y a darme cuenta que esto


tampoco sirve.

En ese momento veo a mi vecino que pasa por ahí cerca, en su


auto. Lo insulto:

- ¡Qué me hizo!.

Me grita

- ¡Te falta el cochero!

- ¡Ah!- digo yo.

Con gran dificultad y con su ayuda, sofreno los caballos y


decido contratar a un cochero. A los pocos días asume funciones. Es
un hombre formal y circunspecto con cara de poco humor y mucho
conocimiento.

Me parece que ahora sí estoy preparado para disfrutar


verdaderamente del regalo que me hicieron.

Me subo, me acomodo, asomo la cabeza y le indico al cochero


adónde quiero ir.

Él conduce, él controla la situación, él decide la velocidad


adecuada y decide la mejor ruta.

Yo…yo disfruto del viaje.


Ejercicio: Intenta descubrir el simbolismo de esta alegoria antes de ver el
significado más abajo.

SIMBOLISMO
Carruaje→ El cuerpo, como “vehículo” capaz de adaptarse a los
cambios con el paso del tiempo, pero que será el mismo durante todo
el “viaje”.

Caballos→ Son los deseos, las necesidades, las pulsiones y los


afectos. Nos pueden llevar, a veces, por caminos un poco arriesgados
y peligrosos, necesitando sofrenarlos.

Cochero→ Es el intelecto, la capacidad de pensar racionalmente, el


que ejerce el control y decide.

Cada uno de nosotros es por lo menos los tres personajes: el


carruaje, los caballos y el cochero durante todo el camino (que es la
vida). Lo importante es encontrar un equilibrio entre estas tres
partes, sin dejar de ocuparse por ninguno de estos tres personajes:

1- Dejar que tu cuerpo sea llevado solo por tus impulsos, tus afectos,
tus deseos puede ser muy peligroso. Necesitas tu cabeza para ejercer
cierto orden en tu vida.

2- Dejarse llevar solo por la figura del cochero: Quienes realmente tiran
del carruaje son los caballos. Son los objetivos, las metas.

3- También es importante cuidar el carruaje, porque tiene que durar


todo el trayecto: Pero el carruaje, sin caballos y sin cochero no
funcionaría.
En busca de la aguja perdida

Una tarde, en un pueblo pequeño donde todos se conocían, un grupo


de jóvenes vio a anciana Rabiya buscando desesperadamente algo en
el jardín frente a su choza. Todos se acercaron a la pobre anciana
para ver si la podían ayudar

Rabiya, ¿Qué le pasa? ¿Qué ha perdido? ¿Le podemos ayudar? -le


preguntaron.

La anciana con tono triste contestó – perdí mi aguja de oro…

Al oírla, los jóvenes se pusieron a buscar, pero de repente uno de los


jóvenes dijo:

Rabiya, el jardín es muy extenso y por contra, la aguja es muy


pequeña; además pronto anochecerá, ¿Puedes decirnos más o
menos por donde se le cayó y así poder centrarnos en esa zona?

La anciana levantó la mirada, señaló hacia su casa y le contesto: Sí


tienes razón. La aguja se me cayó allí, dentro de casa.

Esto enfadó al grupo de jóvenes- Rabiya, ¿te has vuelto loca? Si la


aguja se te cayó dentro de casa, ¿Por qué andamos buscándola aquí
afuera?

Entonces Rabiya sonrió y les dijo- Es que aquí afuera hay luz, cosa
que dentro de la casa no hay.

El joven que no entendía nada y pensaba que la anciana


definitivamente había perdido la cabeza dijo: Pero aun teniendo luz, si
estamos buscando donde no has perdido la aguja, ¿Cómo pretendes
encontrarla? ¿No es mejor llevar una lámpara al interior de la casa y
buscarla allí, donde la ha perdido?

La anciana volvió a sonreír y contestó: sois tan inteligentes para


ciertas cosas…. ¿por qué no empleáis esa inteligencia?

Y continuó diciendo: Sois tan inteligentes para las cosas pequeñas


¿cuándo vais a emplear esa inteligencia para vosotros mismos, para
vuestra vida interior?.
Miles de veces os he visto a todos vosotros buscando
desesperadamente afuera. Buscando aquello que se os ha perdido en
vuestro interior. ¿Por que buscáis la felicidad alrededor vuestro?
¿Acaso la habéis perdido allí, o realmente, la habéis perdido en
vuestro interior?

Esto es lo que nos suele pasar habitualmente en nuestras vidas,


estamos tan inmersos en buscar fuera de nosotros que nos olvidamos
que la esencia del bienestar está dentro de nosotros y nada más.
Nuestra felicidad o bienestar auténtico no pueden estar en el exterior,
ni en dependencia de las circunstancias, de otras personas o las
relaciones que mantenemos. Este bienestar auténtico para que sea
real, ha de estar por encima de todo esto. Solo se puede mantener y
ser equilibrado si permanece dentro de nosotros.

Vivir el presente

“Un hombre se le acercó a un sabio anciano y le dijo: -Me han dicho


que tú eres sabio…. Por favor, dime qué cosas puede hacer un sabio
que no está al alcance de las demás de las personas. El anciano le
contestó: cuando como, simplemente como; duermo cuando estoy
durmiendo, y cuando hablo contigo, sólo hablo contigo. Pero eso
también lo puedo hacer yo y no por eso soy sabio, le contestó el
hombre, sorprendido.

Yo no lo creo así, le replicó el anciano. Pues


cuando duermes recuerdas los problemas que tuviste durante el día o
imaginas los que podrás tener al levantarte. Cuando comes estás
planeando lo que vas a hacer más tarde. Y mientras hablas conmigo
piensas en qué vas a preguntarme o cómo vas a responderme, antes
de que yo termine de hablar. El secreto es estar consciente de lo que
hacemos en el momento presente y así disfrutar cada minuto del
milagro de la vida.”

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