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SANTIAGO COLONIAL. FINES DEL SIGLO XVIII.
∗
William San Martín Aedo
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE
1
Lo que intentaré hacer en estas pocas líneas es poner en discusión
aquellos estatus sociales, étnicos y culturales con que hemos cristalizado al
negro en la historia de la esclavitud y del afromestizaje en Chile, desde las
perspectivas de análisis y los supuestos teóricos que allí se han marcado; para
luego revisar algunos casos específicos que dan cuenta de la necesidad de
replantear aquellos supuestos y realizar nuevas preguntas para su estudio2.
Lo importante aquí es señalar que el eje de de las palabras que siguen y
de la investigación que le dan forma no es sólo la problemática del proceso
histórico de la integración y desaparición del contingente negro en la sociedad
y cultura chilena, sino también el proceso por el cual la literatura especializada
ha situado a nuestro sujeto de estudio de una manera particular, desde el
estatus social y cultural otorgado.
de 1755 hasta 1818 (donde este tipo de casos desaparecen del archivo). De modo tal que se
han dejado fuera una extensa documentación de corte más cuantitativo, trafico y comercio; de
corte legal, reales órdenes y cédulas; y casos de redhibitoria, devolución o nulidad de venta, o
casos entre particulares sobre ‘mejor derecho’ a un esclavo, donde si bien existe material
importante para lo que aquí nos interesa advertir, el rol de enunciador en el conflicto por parte
del sujeto de estudio es menor y la tención más bien se da entre terceros.
2
Una revisión general y exhaustiva del tratamiento del problema en la historiografía para el
caso chileno desde Barros Arana y Encina hasta los trabajos más contemporáneos, ha sido
propuesto por Celia Cussen en “El paso de los negros por la historia de Chile”, Cuadernos de
Historia, 25. Departamento de Ciencias Históricas Universidad de Chile. 2006. Le agradecemos
a la profesora Cussen la información de parte de la bibliografía aquí señalada.
3
Amunátegui, Domingo, “La trata de negros en Chile”, Revista Chilena de Historia y Geografía,
44, 1922
4
Emeth, Omer, “El libro de cuentas de un Negrero en 1621”. Revista Chilena de Historia y
Geografía. 10, 1913.
5
Mellafe, R, La introducción de la esclavitud en Chile. Tráfico y Ruta., Santiago, Universidad de
Chile, 1959
2
en Chile desde una perspectiva que prioriza una dimensión económica y
mercantil del fenómeno. De ahí se desprende el importante desarrollo del tema
desde una perspectiva de la circulación, el comercio y el tráfico.
Feliú Cruz, luego en 1942, reproduciendo una visión decimonónica,
cristaliza a la esclavitud como una institución (un sistema orgánico) de
dominación ‘premoderna’.6 Analizando el proceso de abolición de la esclavitud
en Chile intenta dar cuenta de un proceso de modernización ilustrado en las
ideas y en la política, inserto en “el siglo de la libertad”, “de la dignificación del
individuo” y del “racionalismo”7.
Posteriormente, el estudio de Gonzalo Vial El africano en el Reino de
Chile. Ensayo histórico-jurídico (1957), creemos termina por integrar a esta
línea de trabajo primariamente legalista y oficial desde los discursos
reproducidos, una aproximación que pone el acento en el “número”, el “valor” y
los “trabajos”, y por tanto, una entrada desde la dimensión principalmente
económica y jurídica del “africano en el Reino de Chile”, y de la esclavitud
como “institución” orgánica de dominación.8
El negro, desde su categoría social, es entendido en estas perspectivas
de análisis inserto monopólicamente en un sistema de control jerárquico, y sólo
como ‘pieza’ de un engranaje económico, político y social colonial.
Es entonces, ante esta primera aproximación (encarnada principalmente
en Vial y Feliú), que se desarrolla en la literatura especializada un enfoque que
busca poner de manifiesto los espacios de libertad, entregados y
principalmente autogestionados, que en aquella ‘institución’ emergen.
Cargando a este conjunto de ‘libertades’ de un sentido de ‘resistencia’; como
‘estrategias’ que socavan el sistema, y como parte de un proceso general de
modernización en el ideario colectivo (una “mutación ideológica” vivida y
protagonizada por los esclavos) que termina por presionar desde adentro al
sistema esclavista. 9
6
Feliú, G, La abolición de la esclavitud en Chile, Santiago, Ed. Universitaria, 1973.
7
Ibid, P. 16
8
Vial, G., El africano en el Reino de Chile. Ensayo histórico-jurídico, Santiago, Universidad
Católica de Chile, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, 1957, p. 9.
9
El trabajo de Marta Carreras nos parece un claro exponente contemporáneo de esta línea de
investigación. La autora si bien se involucra en el estudio de la ‘esclavitud doméstica’ y de las
sociabilidades allí producidas, dando luces importantes del carácter ‘multirracial’ e interétnico
de éstas, concluyendo incluso “que la sociabilidad de los criados (los esclavos) no sólo está en
relación con su condición de esclavitud”, tal como aquí nos interesa advertir. No obstante, la
lectura de estas ‘sociabilidades ampliadas’ se vincula no a un cuestionamiento de la ‘institución’
3
Lo que establece el problema en dos amplias esferas. Una, la institución
de la esclavitud, como un conjunto articulado de formas de opresión y
dominación real y simbólica, y por otro lado; una serie de prácticas de
resistencia o instancias de fuga al ‘sistema’ desarrolladas e ideadas de modo
‘estratégico’ por quienes se ven oprimidos.10
Ahora bien, con esto no queremos negar las amplias dimensiones que
abren estos estudios. De hecho estos entregan importantes aportes
principalmente porque demuestran la utilización de un entramado judicial o
institucional y los códigos culturales asociados, como han demostrado
íntegramente los trabajos de Carolina González, por ejemplo.11
Sin embargo quisiéramos invitar a la reflexión más allá. El peso de estos
escritos para los trabajos siguientes lo que han provocado es el estudio de la
4
esclavitud y del estatus social y étnico del contingente negro principalmente
desde categorías más bien modernas de ‘libertad’ y ‘esclavitud’. De este modo
lo que luego se estudia es el proceso de liberación, o autoliberación, las
estrategias subversivas y las resistencias. Homogeneizamos al negro o
afrodescendiente y lo ubicamos en un estatus único de subordinación y
objetualización y/o de resistencia en relación a un concepto o estado más o
menos fijo de lo que significa ser libre y ser esclavo.
Nos parece necesario advertir el problema metodológico que esta detrás
de este proceso que vive la literatura especializada. Resulta que la gran
cantidad de documentos que tenemos para analizar la esclavitud y las
condiciones sociales de afromestizos -negros, mulatos, pardos y zambos- se
concentran en la segunda mitad del siglo XVIII y son principalmente demandas
judiciales llevadas a cabo por ellos o por sus amos. Las demandas por libertad
o por cambio de amo se acrecientan significativamente en este periodo (lo que
no obstante no es privativo de este grupo), y que ha llevado a pensar a los
historiadores en un proceso de ‘autoliberación’, de creación de una meta
narrativa de la libertad o el presentar a estos sujetos, como lo ha señalado
Carlos Aguirre para el caso peruano, como ‘agentes de su propia libertad’12.
El cambio de estatus legal en gran medida hace desaparecer de la
documentación oficial a estos personajes, sin embargo hay que preguntarse si
esto realmente significa tal magna repercusión a nivel social. Qué pasa con ese
porcentaje de negros que no estaban de paso por Chile, que conviven en ella y
que manejaron sus códigos culturales a fin de utilizar por ejemplo el sistema
judicial. Material que nos muestra además la amplia gama de posibilidades del
esclavo (las que van más allá de aquella imagen de institución meramente
opresora que nos reproducía Feliú en torno al discurso oficial).
De ahí que enfaticemos no una diferencia en el cuerpo documental
utilizado sino más bien en los supuestos teóricos y las preguntas que guían la
investigación, además de no sólo concebir el acto judicial en sí, el acto de litigar
contra el amo, sino también el universo de situaciones más imprecisas que el
mismo juicio muestra y que escapan a él.
12
Ver: Carlos Aguirre (1993). Agentes de su propia libertad. Los esclavos de Lima y la
desintegración de la esclavitud 1821-1854, Perú, PUCP.
5
Por la economía de las palabras centrémonos en revisar sólo algunos
casos respecto al estatus social y la conceptualización de la esclavitud
figurando cómo la documentación con la que contamos para el ultimo siglo
colonial, en su mayoría de corte judicial, por su conflictividad y por las formas
en que la justicia opera desde los actores involucrados lo que hace no es
mostrarnos realidades puras ni la unidimencionalidad de los fenómenos, sino
más bien un juego de manipulaciones discursivas que despliega el universo de
verosimilitudes y por tanto de posibilidades más o menos legitimas con las que
opera nuestro sujeto de estudio. Para luego situarnos en la dimensión cultural
de este estatus social, que ya señalamos maleable e impreciso.
6
No obstante la documentación que certifica un estatus jurídico de
Petronila como mulata libre, los herederos de Miranda intentan anular la
concesión de libertad a partir de la invalidación de su sujeción como esclava15.
No obstante la legalidad de la documentación, la no sujeción de Petronila, sus
malas costumbres y en definitiva un comportamiento que no se condice con el
de las esclavas, permite invalidar o cuestionar el estatus legal de su libertad,
dos años después de que esta fue concedida.
Esta situación a sido leída tradicionalmente por la literatura
especializada como parte de los mecanismos de extensión del control de los
amos sobre los esclavos aun cuando estos ya dejaron de serlo, si bien, la
lectura no es errada, y la apelación de los Miranda –sólo cuando Agustín
fallece–, puede ser claramente una estrategia a fin de mantener una sujeción
informal con Petronila y con sus hijos, queremos invitar a hilar más fino en las
realidades que aquí van emergiendo, las relaciones de poder que vemos
desarrollarse no sólo son unidireccionales y no sólo plantean la superioridad
del control de los amos.
El intento de los Miranda de demostrar los “malos comportamientos” de
Petronila y por tanto de legitimar sus demandas, lo que hace es mostrarnos y
poner en evidencia la serie de libertades y ambigüedades con las que contaba
(o podía contar) la mulata mientras supuestamente estaba en “cautiverio” de su
amo Agustín16.
La testigo Nicolasa Valdovinos, por ejemplo, negra ladina y libre de 48
años, afirma que Petronila “vivia como persona libre de consentimiento del
dicho amo que no la ocupaba en ejercicio alguno”.17
entregados en el juicio y las redes sociales que allí convergen (testigos y otros sujetos
involucrados), fue siempre el Santiago del último siglo colonial, un espacio que como veremos
es en sí mismo –desde la óptica de nuestro sujeto de estudio– tremendamente dinámico y rico
en circulaciones y movilidades internas.
15
Rosa y Magdalena Miranda afirman en este sentido: “nunca la pudimos sugetar a
servidumbre, ni el dicho Dn Augustín, bibiendo la dicha mulata, como que fuese libre sinque en
todo ese tiempo hubiese pagado Jornal alguno, aunque compre [de todo] de dichos jornales
estava fuera de la servidumbre” siendo por este motivo que “le ponemos demanda [ ...] porlos
jornales atrasados de el tiempo que fue esclava” (f.4).
16
El cuestionario realizado a los testigos es reflejo de esto, en el se pregunta: “Si saven que
Petronila Valdovinos en el tiempo que vivio [su amo Agustín] vivio fuera de su casa y le pagaba
el dicho [Agustín] el quarto en que la dicha Petronila vivia”; “Si saven que en el expresado
tiempo [Agustín] le pago medico y medicinas en ocasion que estuvo enferma la dicha
Petronila” (f. 44).
17
Ibid. f..13-13v. De este modo, al estatus legal de Petronila se agregan una serie de
realidades posibles enunciadas por la cadena de testigos que figuran a lo largo del juicio, entre
ellos, la ya citada Nicolaza Valdovinos, “negra ladina y libre” mayor que Petronila, seguramente
7
Petronila, y así lo certifican los testigos, no habita en la casa de los
Miranda y posee un campo de circulación bastante amplio, ella “anda siempre
como persona libre alquilando cabras y que aunque [el testigo] oyó decir que
era su esclava jamás la vio en su ejercicio”18, en el mismo tono Isabel de la
Barra, afirma que pese a que la mulata “no vivía en la casa de los Miranda”,
esta “dentrava y salia en la casa [y] oyo decir que dicha Petronila era esclava”.
El mismo hecho de que es posible que Agustín no sólo pague el cuarto
donde Petronila habita, sino también la provea de medicamentos y comida
(“varias veces de noche algunas veces al dia hiba el dicho [Agustín] cargado
con la carne, velas u otras cosas necesarias para el alimento de dicha
Petronila”19), podría ser interpretado como una de las tantas ocasiones en que
existen vinculaciones emocionales y/o sexuales entre amos y esclavas, (el hijo
mayor de Petronila posee el mismo nombre de su amo y que éste nace dos
años después de comprada su madre), implicando desde esta lectura una
extensión sexualizada de las clásicas relaciones de poder entre amos y
esclavos.
No obstante, proponemos ampliar el enfoque. Pues bien, una lectura
alternativa de esas prácticas llevadas a cabo por Agustín con su esclava, nos
pueden llevar también a los mecanismos que la propia mulata desarrollo en un
campo de acción bastante amplio, y no sólo bajo la tónica de ‘mecanismos de
resistencia’. Si la dimensión social de esta esclavitud poseyó tal amplitud de
formas (el jornal, el alquiler de cabras, la circulación libre por la casa, su hijo
mantenido en la casa de los Miranda) no podemos visualizar el accionar de
Agustín sólo como una extensión de las dominaciones formales, ni como parte
de una estrategia de Petronila frente a lo opresivo del sistema de sujeción y
abuso que se le imponía20.
vinculada al anterior amo de Petronila (Rodrigo Valdovinos), probablemente también ex esclava
de él y a Gregoria Valdovinos de quien no sabemos su procedencia étnica, pero quien figura
como madrina en el acta de bautismo del hijo mayor de Petronila, además del capitán “Don
Diego de Fontessilla”, “Marcelo Sereseda”, “Juan Bautista Bulune” (quien por lo demás afirma
que los cincuenta pesos que Petronila pagó antes del nacimiento de sus hijos se los dio a
guardar a él (f.16) y otra decena de sujetos que enriquecen el campo de posibilidades con el
que contaba la mulata aún siendo jurídica y nominativamente para muchos, esclava de Agustín.
18
Ibid. f.55.
19
Ibid. f. 55.
20
Una lectura desde esta lógica, enfatizando las instancias de dominación y abuso,
principalmente sexual vivido por las esclavas, ha siso trabajado por Carla Soto, Cuando los
documentos hablan… op.cit. Y por Rosa Soto en sus trabajos: La Mujer Negra … op.cit.;
“Matrimonio y sexualidad … op.cit.; y Mujeres negras: Sexualidad, enfermedad y salud en el
Chile colonial. Recuperado en Julio de 2005 de
8
Es interesante agregar que el caso de Petronila, no es un
‘descubrimiento’ nuestro, de hecho ya ha sido trabajado con anterioridad por
Carla Soto y es tomado también por Cathereen Coltters. Sin embargo la lectura
que se hace allí de él solo pone el acento en la búsqueda de libertad, en la
posesión objetual, en el poder de los herederos cuando el dueño no estipula
claramente la libertad de sus esclavos, en el control sobre el vientre de las
esclavas y en el sufrimiento maternal por sus hijos que aún se mantienen
cautivos.21
Juicios por “redhibitoria” y anulación de venta, peticiones de libertad,
venta o rebaja de precio y por “malos tratamientos” (que son la mayoría de los
documentos con que contamos para el siglo XVIII) no sólo dan cuenta de ese
proceso tardo colonial de ‘autoliberación’ que ha sido tradicionalmente
propuesto, sino principalmente otorga antecedentes que cuestionan aquel
mismo sentido rígido de la esclavitud. Más allá de que nos detengamos en un
solo caso, la particularidad no está en el contenido del caso, sino en las
aproximaciones, las preguntas y los supuestos teóricos con que nos
enfrentamos.
Si miramos los campos de acción, la movilidad espacial y los códigos
culturales a los que apelan como legítimos nuestros sujetos de estudio, no
podemos realizar una división completa de lo que es el vivir como esclavo y
como libre desde una aproximación social y cultural, por tanto nos es
tremendamente complejo el utilizar las nociones de esclavo y esclavitud como
categorías fijas que suponen un sistema ordenado y rígido de características y
campos de posibilidades.
Vamos ahora a visualizar el problema desde una dimensión cultural. Al
finalizar el siglo XVIII, podemos afirmar alrededor de un 18% de Afromestizos,
negros y mulatos, esclavos y libres en Santiago22. Si el lugar que ocupan en la
http://www.uchile.cl/facultades/filosofia/publicaciones/cyber/cyber19/dlagos.html
21
Soto, C., Cuando los documentos hablan…op.cit. p. 124-125 y Coltters, C., op.cit. op.cit. p.
19. Nos es necesario aclarar que ambas autoras entregan el nombre de los hijos de Petronila
como Miguel e Isabel. El documento original por nosotros revisado, incluida la partida de
bautismo, da cuenta que el nombre del hijo mayor es Agustín igual que el antiguo dueño de
Petronila (Agustín de Miranda), de seis años al momento de iniciar el juicio en 1748 y de “padre
no conocido”, no Miguel como las autoras señalan.
22
Un aproximación numérica a la presencia negra en Chile es propuesta por Carmagnani y
Klein en el análisis del censo de 1777-78 para el obispado de Santiago. Los autores proponen,
pese a la variedad en la distribución geográfica y que la catalogación etnicosocial (españoles,
indios, mestizos, negros o mulatos) corresponde a una nominación hecha por el párroco sin
diferenciar libres o esclavos (quizás por la dificultad de esclarecer a simple vista tal condición),
9
sociedad no parece ser tan rígido, presentando amplia movilidad espacial y
social como ya también lo ha demostrado Grubessich señalando la tendencia
mucho más exogámica de los esclavos que el resto de la sociedad23, en qué
sentido o qué problemas nos puede presentar el discutir el afromestizaje o el
proceso de incorporación del contingente negro al resto de la población en un
proceso de formación de una sociedad y cultura popular24.
Si bien es posible constatar una serie de relaciones sociales y redes
entre negros, indios, mestizos e hispanocriollos según las categorías de la
época, ¿en qué medida podemos llamarlas también ‘interétnicas’ o
‘interculturales’? Tema que no ha desarrollado aún de modo sistemático la
historiografía. Si consideramos la dispersión del contingente negro en Chile y
este complejo engranaje sociopolítico donde los esclavos no son tan esclavos y
los libres tampoco lo son tanto, el situarnos en la incorporación cultural de los
afrodescendientes presenta serios desafíos, que por una parte intenta
visualizar el componente pluricultural de la formación sociocultural de Chile,
pero al mismo tiempo se enfrenta a serios limitantes metodológicos.
Contamos con casos como el de la ‘esclava’ Lorenza, destacado con
anterioridad por Carla Soto pero sólo desde las instancia de ‘resistencia’, donde
es posible establecer un número que rodea el 12% que incluye negros y mulatos y que agrupa
los Corregimientos de Coquimbo, Quillota, Aconcagua, Melipilla, Santiago, Rancagua,
Colchagua y Maule. Ahora bien, las diferencias por corregimiento entregan a Coquimbo algo
más de un 20% de negros y mulatos, a Santiago, 18%, y en amplia disminución hacia el sur,
teniendo Maule en las mismas categorías sólo un 8%. Ver: Carmagnani, M. y Klein, H.,
“Demografía Histórica: La población del Obispado de Santiago. 1777-1778”. Boletín de la
Academia Chilena de la Historia, 72, 1965. La discusión en torno a datos numéricos de la
presencia negra y afromestiza en Chile se ha desarrollado sin fijar un porcentaje de consenso
entre los autores. Aproximaciones más contemporáneas al problema es posible encontrarlas en
Cussen, C., op.cit., p. 53-54. Y Carreras, C., op.cit. p. 42-44
23
Grubessich, A., “Esclavitud en Chile durante el siglo XVIII: el matrimonio como forma de
integración social”, Revista de Historia, Año 2, Vol. 2, Concepción, Departamento de Ciencias
Históricas y Sociales, Universidad de Concepción, 1992.
24
Respecto a la formación de una cierta sociedad y cultura ‘popular’ en el santiago del XVIII,
María Ignacia Parodi expresa: “El primer crecimiento urbano de santiago, [a] principios del
siglo XVII, dejó a la capital convertida en un mosaico étnico – cultural. A fines del siglo XVIII ya
estaba más homogeneizada. Homogeneizada en cuanto a que la gran mayoría era
considerada mestiza. Las diferencias raciales en el “pueblo” ya no eran tan notorias.(p.21). Los
cambios que se estaban viviendo en el ámbito económico y el prácticamente total mestizaje de
la población, comenzaban a trasladar a la sociedad de “estamental a una de clases sociales”
[En cuya base se encuentran] los mestizos, indígenas y negros. […] Si bien las diferencias
entre ellos son muchas […] se puede decir que todos ellos pertenecen al mismo grupo: al
mundo “popular”. (p. 27-28) En Santiago, la convivencia de todos ellos había provocado, como
en todas las colonias, cierto mestizaje cultural” […] La mayoría de ellos se da reunión en el
mismo punto para vender, comprar o sociabilizar”. (p. 32-33). (María Ignacia Parodi,
Expresiones de una Religiosidad Popular Urbana Santiago a fines del siglo XVII, Tesis para
optar al grado de Licenciado de Historia, PUC, 2000.)
10
se señala: “cada vez que iba a parir se iba donde una machi a Aconcagua
autorizada por su ama pero cuando volvía no traía cría sino mostraba cualquier
cosa como […] una cabeza de cordero u otro objeto diciendo que había mal
parido”25. Sin embargo, por la misma amplia integración no podemos concebir
que una negra esclava ya entrado el siglo XVIII posea o haya necesariamente
recreado una serie de imaginarios de raíz afro, a diferencia d elo que podían
haber realizado los grupos indígenas.
El caso de Pedro Ortúzar por ejemplo, un negro bozal que lleva un litigio
a través del procurador de pobres a fin de demostrar sus días trabajados y el
dinero ahorrado para pagar su libertad, señala que Pedro habría llevado su
“quenta en unos palitos, y a su modo de entender”. Si bien es posible advertir
algún sistema de escritura y el manejo de ciertos códigos de la cultura letrada
pese a no serlo, tal como lo ha trabajado José Ramón Jouve para el caso
peruano26, es un problema el advertir más palpablemente la dimensión
intercultural (con sistemas más o menos diferenciados) del proceso de
integración y desaparición del contingente negro.27
Como ha señalado Zuñiga, la inexistencia de una estructura económica
en Chile que posibilitara una constitución como grupo, trajo consigo un proceso
de “atomización”, un escenario de “extrema dispersión” y la imposibilidad de
presentar el ‘contingente negro’ en Chile como un “conglomerado
homogéneo”.28 Tal situación, vincula aquellos estatus maleables e imprecisos
con los mecanismos mismos de una desaparición29.
Esta gran diversidad de escenarios y no sólo la presencia en un escalón
estanco de la jerarquía social, es el que a su vez no sólo explica como lo ha
señalado Celia Cussen, la “rápida adquisición de herramientas sociales y
simbólicas”30 hispanocriollas, sino también como ha advertido Zúñiga, implica
25
ANRA Vol. 848. pza. 2. 1746. ver: Soto, C. (1995), Cuando los documentos hablan…La
esclavitud femenina en Chile y la legislación siglos XVI-XVII, Tesis para optar al grado de
Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile.
26
Esclavos de la Ciudad Letrada.
27
Archivo Histórico Nacional, Fondo Capitanía General, El negro Pedro Ortuzar con Juan
Jimenez, sobre su libertad. 1762. Vol. CXXXII. f. 350-362.
28
Zuñiga, J, “Huellas de una ausencia. Auge y evolución de la población africana en Chile:
apuntes para una encuesta”, Ponencia presentada en el Coloquio Internacional: Huellas de
África en América: perspectivas para Chile, Organizado por el Seminario Permanente “Negros y
castas en América” del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile y la
Facultad de Filosofía y Humanidades de la misma Universidad, 2007
29
Ibidem.
30
Cussen, C., “Secuelas de la esclavitud en los testamentos de los pardos libres de Santiago”.
Ponencia presentada en el Coloquio Internacional: Huellas de África en América: perspectivas
11
una instancia que “abrió la posibilidad a las castas para la movilidad social” 31 de
una manera que sugiere ser mucho más compleja y menos rígida que las
categorías y las perspectivas de análisis que han sido utilizadas hasta el
momento por la literatura especializada.
para Chile. Organizado por el Seminario Permanente “Negros y castas en América” del
Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile y la Facultad de Filosofía y
Humanidades de la misma Universidad. 2007
31
Zuñiga, J. op.cit.
12