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CREDOS
La historia de la literatura como provocación
N U E V A B IB L IO T E C A R O M Á N IC A H IS P A N IC A
NUEVA BIBLIOTECA R O MA N I CA H IS PA NI CA
Fundada y dirigida p o r Dám aso Alonso, la B iblioteca Rom ánica H ispánica ha acogido
durante m edio siglo lo más y m ejor de los estudios filológicos. P o r sus diversas colecciones
(Antología H ispánica, Cam po Abierto, D iccionarios, Estudios y Ensayos, Estudios L in
güísticos, M anuales y Textos) han transitado los grandes maestros d el rom anism o y e l his
panism o, desde Ram ón M enéndez P id a l (cuarenta años ya de su m uerte), Am ado Alonso
o L e o Spitzer, hasta R afael Lapesa (conmemoramos ahora e l centenario ¿le su nacim iento),
M artín de R iquer, E m ilio Atareos Llorach (una década sin su presencia), E ugen io Coseriu
o Fem an do Lázaro Carreter. E l catálogo es apabullante y supera con creces e l m illar de re
feren cias. Todas ellas, en su tiem po y a su manera, han com portado alguna contribución a l
desarrollo de esas disciplinas hum anísticas. Adem ás, algunos libros han alcanzado la catego
ría de cim as en la bibliografía de lingüística y de crítica literaria. L a fid e lid a d de sucesivas
generaciones de lectores y adeptos a sí lo ha sancionado. D eudores o no de su época y d é la co
rriente qu e siguieron en su día (desde la estilística hasta e l estructuralism o), hoy nadie pon e
en duda qu e Poesía española, H isto ria de la len gua española, M is páginas preferidas,
D iccio n ario de térm inos filológicos, G ó n go ra y el «P o lifem o » o T e o r ía literaria son
clásicos, y que com o tales se leen y se consultan y no requieren aditam entos. S u autoridad
es indiscutible; su vitalidad incuestionable. L o co atrevim iento sería qu erer em pañar esos
textos con añadidos de discípulos o especialistas bienintencionados; n i qu e decirse tiene qu e
torpe em peño sería tam bién renunciar a ellos sifu era menester.
N ace, así, esta N u eva B iblioteca Rom ánica H ispánica (N B R H ) con la decidida voluntad
de reunir en una colección única los textos m ayores d el rom anism o y d el hispanism o, fo r
men parte del catálogo de G redos o de otros fon dos editoriales. D esde luego, la intención
prim ordial de la N B R H es pon er en las m anos d el lector la crem a de estos, con disposición
de página y diseño de cubierta m ás decorosos con los criterios ortotipográficos elei siglo X X L
Poner, sí, e l vino viejo en odres nuevos, siguiendo e l consejo b íblico tan querido p o r algunos
de nuestros maestros filó lo g o s; p ero tam bién crear, incorporar savia buena a estos odres de
la N B R H , si p o r esta entendem os nom bres, preteridos o no, com o los de H . } . Chaytor,
U lrich Leo, Jü a n F e rrá lé o C arlos-Peregrín Otero entre los prim eros, y los de M aría Rosa
L id a de M aidici, M arcel B ataillon , F é lix M artín ez-B on ati o e l m ism ísim o don M arcelino,
cuya obra, selecta o com pleta, vaga hoy som etida a los azares de la m ercancía de lance. E n
cu alqu ier caso, no será, o no será solo, la N B R H un b a ú l de los recuerdos para añorantes.
E l gusto y la necesidad de la consulta siguen siendo un acicate para la ciencia filo ló g ica ,
que, a pesar de todas las sacudidas y trabas extraacadém icas, sigue avanzando en e l nuevo
m ilenio; p o r ello, es de todo punto im prescindible qu e la savia m ás reciente corra p o r esta
colección : la filo lo g ía de hoy tendrá tam bién su espacio en la N B R H . U na colección, un
pequeño m undo, para quienes todavía pasan las noches y los días leyendo con deleite y con
provecho algunos de los m ejores libros sobre lengua y sobre literatura.
HANS RO BERT JAUSS
La historia
de la literatura
corno provocación
PRÓLOGO DE
DO M IN GO RO D EN AS DE M O Y A
TR A D U C C IÓ N DE
J U A N GODO COSTA Y JO S É L U IS G IL A R IST U
R
E D I T O R I A L G R E D O S , S. A .
M ADRID
Título original alemán:
Literaturgeschichte als Provokation.
© Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main, 1970.
Todos los derechos reservados y gestionados por Suhrkamp Verlag, Berlín.
© del prólogo: Domingo Rodenas de Moya, 2013.
© de la tradución del prólogo y los capítulos 1 , 3 y 4: Juan Godo Costa, 1976;
y de la traducción de los capítulos 2 y 5: José Luis Gil Aristu, 2000.
Licencia otorgada por Grup Editorial 62, S.L.U .,
Ediciones Península, Peu de la Creu, 4, 08001 Barcelona.
© EDITORIAL GREDOS, s. A., 2013.
López de Hoyos, 141 - 28002 Madrid.
www.editorialgredos.com
GBRH024
r e f .:
is b n : 978-84-249-3666-2
d e p ó s it o l e g a l : m . 39.895-2012
L A H IS T O R IA D E L A L IT E R A T U R A
C O M O PR O V O C A C IÓ N
Prólogo 21
1 Tradición literaria y conciencia actual de la modernidad 25
2 L a réplica de la «Querelle des Anciens et des Modernes» en
Schlegel y Schiller 79
3 E l fin del período artístico. Aspectos de la revolución literaria
de Heine, H ugo y Stendhal 115
4 La historia de la literatura como provocación de la ciencia literaria 15 1
5 Historia del arte e historia general 209
Indice onomástico 247
7
H A N S R O B E R T JA U S S O E L R E S C A T E
D E L A H IS T O R IA D E S D E L A T E O R ÍA
por
D O M IN G O R Ó D E N A S D E M O YA
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DOMINGO RÓDENAS DE MOYA
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HANS ROBERT JAUSS O EL RESCATE DE LA HISTORIA DESDE LA TEORÍA
rica que suponía, en la práctica, la reintroducción de las figuras del lector y del
público (de los sucesivos públicos históricamente determinables) en el análi
sis de la dinámica de los hechos literarios. Aquel acto académico iba a ser tam
bién el nacimiento de la estética de la recepción y el punto de partida de la
Escuela de Constanza. En seguida veremos los términos en que formuló Jauss
su replanteamiento de las bases de una nueva historia de la literatura— que
aspiraba a configurarse como una ciencia de la literatura— cuyos protagonis
tas iban a ser el autor, el texto y el público en tanto que factor creativo, pero
conviene señalar algunos de los antecedentes que desde los albores de la dé
cada de i960 apuntaban a la necesaria restitución del papel del receptor. E n
tre éstos, descuellan la hermenéutica de Gadamer y la herencia del formalis
mo ruso, específicamente las tesis de Jakobson y Tinianov de 19 28, que
corregían la exclusión de los factores históricos y sobre todo el sesgo social y
funcional que introdujo el Círculo Lingüístico de Praga con la fundamental
aportación d ejan Mukarovsky y su exploración de la función estética, una lí
nea de análisis que Jauss consideró tan fértil como interrumpida. (Y por ese
motivo impulsó la traducción de numerosos trabajos formalistas.)
En Mukarovsky encontró Jauss nítidamente definida la idea de que la
función estética de la obra literaria establece una relación de dependencia
con el gusto predominante en cada momento histórico, lo que implica que
las normas estéticas no son inmutables sino que están sujetas, como otros va
lores humanos, al cambio, el desgaste y el relevo; de ahí que en su estudio sea
imprescindible adoptar un punto de vista histórico para entender la variabi
lidad en el tiempo de los sistemas normativos que intervienen en la produc
ción' e interpretación de los discursos literarios. N o menos influyente en el
pensamiento de Jauss fue el de Felix Vodicka, que, siguiendo a su maestro
Mukarovsky, se interesó por el modo en que la valoración de una obra deriva
del encuentro entre la estructura lingüística y de sentido que es ésta y los pro
cesos perceptivos de los lectores concretos. L a evidencia de que un cambio
en las normas de lo que se considera literario o en el gusto hegemónico pro
duce una recepción distinta de los textos literarios le condujo a postular una
historia de la literatura que atendiera a la recepción, esto es al sentido y fun
ción que en cada momento se ha otorgado a las diversas obras. Cada cambio
de normas origina un cambio en la manera en que se lee; a ese cambio Vodic
ka lo llama «concretización», tomando el concepto de Roman Ingarden .,
Toda vez que tanto las normas que orientan la estructura de la obra como las
que condicionan su recepción tienen carácter histórico, un acto de lectura di
ferido históricamente (por ejemplo la lectura de San Juan de la Cruz desde la
DOMINGO EÓDENAS DE MOYA
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HANS ROBERT JAUSS O EL RESCATE D E LA HISTORIA D ESDE LA TEORÍA
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DOMINGO RÓDENAS DE MOYA
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HANS ROBERT JAUSS O EL RESCATE DE LA HISTORIA D ESDE LA TEORÍA
D . R. D E M .
LA HISTORIA DE LA LITERATURA
COMO PROVOCACIÓN
PRÒ LO G O
L a literatura, su historia y su estudio, han ido cayendo cada vez más en des
crédito en estos últimos años. Frente al creciente número de aquellos que
los desdeñan, la filología ya no puede sustraerse a la necesidad de cimentar
de nuevo el interés por las cuestiones sobre las cuales versa. En la medida en
que la filología se considera a sí misma como una ciencia de la literatura, in
tenta esto con nuevos objetivos tomados de la sociología, la semasiología, la
psicología de la configuración, la estética, el psicoanálisis o la filosofía del
arte. L a renuncia al historicismo de la forma convencional de considerar la
literatura constituye un signo común a tales intentos. Frente a esto quizá pa
rezca una provocación el que aquí precisamente se utilice la historia de la li
teratura, declarada muerta, para efectuar una apología de la misma.*
Con esta intención he revisado y reunido en un libro los tratados que escri
bí en los últimos cinco años.1 Su conexión no es el desarrollo y la fundamenta-
21
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
estudia?» se publicó con el título La historia de la literatura corno provocación de la ciencia litera
ria en la serie Konstanzer Universitätsreden, ed. G . Hess, 19 6 7 1 y 19 6 9 2 en la imprenta y edi
torial Konstanzer Universitätsverlag G m bH . Por último, «Historia del arte e historia gene
rai» se escribió como base para el coloquio Poetik und Hermeneutik ( 1 7 -2 3 de junio de 19 70 ) y
allí se discutió; hacemos aquí especial referencia a esa discusión, aparecida en el tomo V de la
serie Poetik und Hermeneutik (en Finck/Munich).
22
PRÓLOGO
23
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
24
I
T R A D IC IÓ N L IT E R A R IA Y C O N C IE N C IA A C T U A L
D E L A M O D E R N ID A D
L a palabra modernidad, que debería servir para diferenciar la idea que se hace
de sí mismo nuestro tiempo desde el punto de vista cronológico frente a su
pasado, encierra la paradoja de que (si miramos retrospectivamente su tradi
ción) la pretensión que formula queda continuamente desmentida de un
modo evidente por su retorno histórico. E l término no fue acuñado para
nuestra época ni parece en general apropiado para caracterizar de forma ine
quívoca lo singular de una época. E s verdad que la acuñación del sustantivo
francés la modernité, al igual que su correspondencia alemana die Moderne, es
de fecha reciente. Las dos palabras aparecen cronológicamente ya en la
frontera del horizonte que separa la percepción del mundo histórico que nos
es familiar de aquel pasado que ya no nos es accesible sin la mediación de la
comprensión histórica. Lejano, en este sentido, como pasado separado de
nuestra modernidad, puede considerarse hoy el Romanticismo, como época
literaria y también política. Si se considera su final histórico en la Revolu
ción de 1848, la aparición del neologismo la modernité parece en realidad
anunciar la conciencia de un nuevo modo de entender el mundo. La moder
nité, que aparece por primera vez, en 1849, en Mémoires d 'Outre-Tombe, de
Chateaubriand,1 fue elevada en Francia, sobre todo por obra de Baudelaire,
a la categoría de lema programático de ima nueva estética.2 En Alemania, die
Moderne se puso de moda a partir de 1887, después de que E. W olff, en una
conferencia ante la sociedad berlinesa «Durch», hubiese formulado con diez
tesis su nuevo Princip der Moderne, el cual, sin embargo, comparado con la
tendencia de Baudelaire hacia el surnaturalisme, sólo es capaz de atestiguar
un atraso nacional.3 N o obstante, incluso como signo de ima nueva época
25
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
26
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
27
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
modernus indica que el significado del término latino tardío no había llegado
a completarse todavía en tiempo de su acuñación, y ciertamente aún no se po
día prever. E l sentido de modernus no se agota en el significado intemporal del
tópico literario. M ás bien aparece con el cambio histórico de la conciencia de
la modernidad y podemos reconocerlo en su poder formador de historia allí
donde se manifiesta la oposición condicionante, la «separación» de un pasa
do mediante la autocomprensión histórica de una nueva actualidad.
Que el significado de la palabra moderno es más fácil de comprender a
partir de sus opuestos, puede demostrarse en el mero y cotidiano uso del
lenguaje. Moderno designa aquí la frontera entre lo de hoy y lo de ayer, en
tre lo nuevo y lo viejo; dicho más exactamente y explicado en el fenómeno,
a este respecto tan ilustrativo, de la moda: la frontera entre lo que acaba de
producirse y lo que acaba de ser puesto fuera de circulación, lo que ayer aún
era actual y hoy ya es anticuado. E n el terreno de la moda, el rebasar la
frontera de lo moderno aparece como un proceso mediante el cual lo que
hasta hace poco tenía validez se ve no sólo desvalorizado, sino arrojado a la
inutilidad de lo caduco, sin la curva de decadencia de los procesos orgáni
cos: «C e qui paraîtra bientôt le plus vieux, c’est ce qui d’abord aura paru le
plus moderne» [«Lo que pronto parecerá lo más viejo, es lo que en un pri
mer momento habrá parecido lo más moderno»].8Ahora bien, dado que lo
moderno de hoy no puede distinguirse sustancialmente de lo que mañana
puede estar démodé y caer en el ridículo papel del anacronismo, la oposición
con respecto a lo moderno deberá buscarse más allá del cambio. En reali
dad, el objeto que se contrapone como algo constante frente a un vestido
confeccionado según la última moda no es, por ejemplo, este mismo vesti
do cuando haya pasado de moda, sino un vestido que el vendedor nos en
comia como «intemporal» o «clásico». L o moderno, en el sentido estético,
no se distingue ya para nosotros de lo antiguo o de lo pasado, sino de lo clá
sico, de lo eternamente bello, de lo que tiene validez intemporal. Al final de
nuestra consideración veremos que la comprensión previa de lo moderno,
como se advierte en este uso de la palabra y en su oposición implícita, fue
configurada hace aproximadamente un siglo por una nueva orientación de
la estética. Aparece atestiguada primero en Baudelaire y su generación,
cuya conciencia de modernité determina, en parte, nuestra comprensión es
tética e histórica del mundo.
28
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
II
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TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL D E LA MODERNIDAD
ni
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
32
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
Costume fu as anciens,
ceo testimoine preci'ens,
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
28.
Ce nos ont nostre livre apris,
Que Grece ot de chevalerie
Le premier los et de clergie,
Puis vint chevalerie a Rome
E t de la clergie la some,
Qui ore est an France venue. > A)« cew XiM JU a & & *>\ ^ _3^
es livres quejadis faiseient
assez oscurement diseient
pur cels ki a venir esteient
e ki aprendre les deveient,
que peüssent gloser la letre
e de lur sen le surplus metre.
(ed. W am ke, w . 9 -16 )
[«Era costumbre entre los antiguos, según atestigua Prisciano, que en los libros que hacían se
expresaran con bastante oscuridad, para que los que vinieran después y tuvieran que estudiar
los, que pudieran glosar la letra y añadir de su propio conocimiento el resto». Trad. cast, de
Carlos Alvar, Madrid, Alianza, 19 94, p. 26.] Seguimos aquí la interpretación de L eo Spitzer,
Romanische Literaturstudien 19 3 6 -19 5 6 , Tubinga, 19 59 , pp. 3 -14 .
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TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
[« Nuestros libros nos han enseñado que por primera vez se honró en Grecia la caballería y
también la clerecía. Pasó luego la caballería a Roma y también lo mejor de la clerecía, que aho
ra han llegado a Francia. Quiera Dios que aquí se conserven y sean estimadas y que jamás sal
ga de Francia la gloria que aquí se detuvo. Dios las había prestado a otros, pues ya no se habla
ni poco ni mucho de los griegos y los romanos; ha cesado su palabra y su viva brasa se ha ex
tinguido». Trad. cast, de Joaquín Rubio Tovar, Madrid, Alianza 19 9 3 , pp. 5 6 -5 7 » . Para la
translatio stitdii y la translatio imperii, véase A . Buck, op. cit., p. 226.
35
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
ejemplo, al período del «Renacimiento del siglo xii» ; pero también podría
tener validez, desde un punto de vista objetivo, para el horizonte de la me
moria de generaciones posteriores, hasta llegar a nuestra modernidad actual.
L a nueva palabra modemitas no fue acuñada por el propio Gualterio Map.
Aparece ya en el siglo xi, en Berthold von der Reichenau, en un relato de
1075, acerca del Sínodo romano sobre el ayuno, convocado por el papa G re
gorio para traer de nuevo a la memoria unos preceptos de los padres que la
modemitas nostra había olvidado.31*Por consiguiente, en el primer empleo
(hasta ahora comprobado) del concepto, modemitas tiene un significado pe
yorativo. E l neologismo (como indicó W. Freund) se halla estrechamente
relacionado con las ideas reformadoras durante la lucha por las investiduras.
Aquí, la conciencia del tiempo no se formula ya simplemente en la oposición
entre presente y pasado, sino con la mirada puesta en una doble cesura cro
nológica, «por un lado, como final del tiempo modélico de los antiqui, y por
otro lado, frente al presente inmediato, destinado a restablecer aquella re
mota antiquitas»}1' L a modemitas aparece aquí como un tiempo intermedio
en el proceso que conduce a un tercer grado superior, que ha de alcanzarse
en el futuro por medio de una reformatio. C on la nueva división en tres par
tes de esta conciencia histórica refomadora se inicia una evolución que se
manifiesta en la época de las fundaciones de órdenes desde Pedro Damiano
hasta Joaquín de Fiore, pero que no es posible tratar aquí.33 E l «tiempo in
termedio» de la concepción histórica en tres fases de estos moderni cristia
nos, que en el mundo de la historia de la salvación considerado tipológica
mente recibe la denominación de media aetas y puede llegar a tener la
dignidad de una «excelsa época central»,34 se nos presentará con un signo
3<5
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
IV
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
37. Versus domini Benvenuti de Campexanis de Vicenda de resurectione Catulli poete Verotiensis,
que comienza: «A d patriam venio longis a finibus exul». Cito por B. L . Ullmann, op. cit., p. 13 .
38. De Coluccio Salutati, véase B. L . Ullmann, op. d t., p. 14.
39. « E a igitur iacente sine cultu, sine decore, vir maximus Dantes Allagherii, quasi ex abysso
tenebrarum eruptum revocavit in lucem, dataque manu, iacentem erexit in pedes» [«Dante Alig
hieri, aquel gran varón, volvió a traer a la luz la poesía, que se hallaba postrada, sin que nadie la
cultivase, y privada de belleza, como si la hubiera hecho surgir del abismo de las tinieblas, y dán
dole la mano la puso en pie levantándola de su postración»]. Cito por B. L . Ullmann, op. dt., p. 17.
40. Según A . Klempt, Die Säkularisierung der universalhistorischen Auffassung, Gottinga,
1960, el concepto media aetas (medium aevuni) era corriente entre los humanistas desde 1 5 1 8 .
E l testimonio más antiguo hallado hasta el momento aparece en una carta de Giovanni Andrea
del año 14 9 6 con la formulación media tempestas, cf. N . Edelmann, en Romanic Review, 29
(19 38 ), pp. 3 -2 5 .
B. L . Ullmann, «Renaissance. T h e word and the underlying concept», en Studies in the Italian
Renaissance, Roma, 19 5 5 , p. 15 .
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TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL D E LA MODERNIDAD
39
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
ronación como poeta laureatus. Su carta a Giovanni Colonna, con quien ha
bía recorrido la ciudad, evoca el momento en que ambos, sentados en las rui
nas de los baños de Diocleciano, hablaban sobre el pasado y dividieron la
historia en dos grandes períodos, el antiguo y el moderno, que habían de te
ner su marca fronteriza en la victoria del cristianismo sobre Roma.42 A este
segundo período, en el cual quiso Petrarca hacer un alto en su obra De viris
illustribus, le da el nombre de época de oscuridad: «N olui autem pro tam
paucis nominibus claris, tam procul tantasque per tenebras stilum ferre»
[«N o quise tomar la pluma para tan pocos nombres ilustres, tan lejanos y en
vueltos en tan grandes tinieblas»].43 E n lo sucesivo, la historia antigua y la
moderna se separan en un trascendental punto crucial: la época en que
Roma cayó bajo el dominio de los «bárbaros» y en que, con la caída del Im
perio romano, la cultura antigua comenzó también a hundirse en la oscuri
dad. C on ello, el fin de la antigua Roma ocupa en el cuadro histórico de Pe
trarca el lugar que para los historiadores de la Edad Media correspondía
únicamente al nacimiento de Jesucristo, profundo corte en la historia de la
salvación. Sin embargo, no sólo el nuevo punto crucial de la historia univer
sal, sino también la metáfora de la oscuridad indica ima concepción origina
riamente religiosa. E s la oscuridad en que vivían los paganos antes de que J e
sucristo trajese al mundo la luz de la fe.44 Petrarca, que en ocasiones empleó
él mismo esta metáfora en el antiguo sentido,45 fue probablemente el prime
ro que le dio el nuevo sentido para simbolizar la luz de la cultura antigua
que, después de ser vencidas las tinieblas en un futuro mejor, podría volver a
42. «M ultis de historiis senno erat, quas ita partiti videbamur, ut in novis tu, in antiquis
ego viderer expertior, et dicantur antique quecunque ante celebratum Rome et veneratimi ro
manis principibus Cristi nomen, nove autem ex ilio usque ad hanc etatem» [«Hablábamos de
muchos asuntos históricos y los distribuíamos de tal modo que tú parecías ser más experto en
los nuevos, y yo en los antiguos. Llamaré antiguos a los ocurridos antes de que el nombre de
Cristo fuera celebrado en Roma y venerado por los príncipes romanos; y nuevos, a los ocurri
dos desde aquella época hasta la actual»] (Le Fam iliari, ed. Rossi, H, 58). Véase también T h e o
dor E . M ommsen, «Petrarch’s conception o f the “ dark ages” », en Speculum, 1 7 (19 2 4 ), pp.
2 2 6 -2 2 , esp. 2 3 2 , que seguimos aquí.
4 3 . Epistolae de rebus fam iliaribus, ed. Fracassera, IQ, 30, cit. de T h . E . M ommsen, op. rit.,
p. 234, que aún aduce otras pruebas.
44. Véase también Franco Simone, « L a Conscienza della rinascita negli Umanisti». Prime
ramente en La Rinascita, 2 (1939), pp. 8 3 8 -8 7 1 y 3 (1940), pp. 16 3 -18 6 , esp. ibid., pp. 1 7 7 ss.
4 5 . Véase también el pasaje citado por T h . E . M ommsen en el que Petrarca se lamenta de
que Cicerón tuviese que morir poco antes de que se iniciase el fin de la noche del error (De suis
ipsius et multorum ignorantia, ed. M . Capelli, p. 45), op. cit., p. 227.
40
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL D E LA MODERNIDAD
41
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
L a protesta, que al final de esta época rompió el conjuro del ideal de per
fección humanístico y tuvo como consecuencia la destrucción de la imagen
clásica y universalista del mundo y del hombre, fue iniciada por Charles
Perrault, en la cima del clasicismo francés, en la sesión de la Académie
Française del 27 de enero de 1687. C on ello comenzó una nueva Querelle des
Anciens et des Modernes en la que se enzarzaron todas las mentes más cons
picuas de la época, querella que los dividió en dos bandos enemigos y, al
cabo de más de veinte años, volvió a unirlos en una nueva concepción que
había solucionado de modo imprevisto la oposición inicial. E n esta dispu
ta, en la que el partido de los Modernes esgrimía contra los anciens y su fe
en la ejemplaridad supratemporal de la Antigüedad la idea del progreso se
gún había sido elaborada por el método de la ciencia y la filosofía moder
nas desde Copérnico y Descartes, vemos la transición hacia una nueva
época; dicho de otro modo: la posibilidad de atribuir a la Ilustración fran
cesa el punto inicial de una época. En este punto podríamos apoyarnos con
W erner Krauss, en el importante testimonio de Diderot, quien en su ar
tículo «Encyclopédie» señala en realidad a Fontenelle y a Perrault como
los precursores de la Ilustración.52 Sin embargo, incluso entonces perma
nece en pie el hecho de que aquí, a diferencia del Renacimiento, el paso de
5 1 . «[...] come le fenice Rinasce dal broncon del vecchio alloro, Così nasce dal ferro un se
colo d’oro» [«Com o renace el ave fénix del tronco del viejo laurel, así nace del hierro un siglo
de oro»] (cito por F. Schalk, op. e it, p. 88).
52. Encyclopédie ou dictionnaire raisonné des sciences, des arts et des métiers, ed. Diderot et d’A
lembert, Ginebra, 1 778 , t. X II, p. 36 7: «[...] ce Perrault, et quelques autres, dont le versificateur
42
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
5 3 . Parallèle des Anciens et des Modernes en ce qui regarde les A rts et les Sciences, par M . Perrault
de l ’Académie Française, impresión facsímil de la edición original en cuatro tomos, París, 16 8 8 -
16 9 7 , intr. de H . R . Jauss, M unich, 1 9 6 4 , 1, 4 9 -5 1 (p. 1 1 3 )
54. Primeramente en Kopernikus im Selbsverständnis der Neuzeit, pp. 3 5 7 -3 6 0 , véase nota
48, luego en D ie kopemikanische Wende, Frankfurt, 19 6 5 .
5 5 . «S u r quelque A rt que vous jettiez les yeux vous trouverez que les Anciens estoient ex
trêmement inferieurs aux Modernes par cette raison general, qu’il n’y a rien que le temps ne
perfectionne» [«Sea cual fuere el arte al que dirijamos la mirada, veremos que los antiguos eran
sumamente inferiores a los modernos debido a que, en general, no hay nada que el tiempo no
Boileau n ’était pas en état d’apprécier le mérite: L a M othe, Terrasson, Boindin, Fontenelle,
sous lesquels la raison a feit de si grands progrès» [«Este Perrault, y algunos más, como L a
M othe, Terrasson, Boindin o Fontenelle, cuyo mérito no estaba en condiciones de apreciar el
versificador Boileau y con los que la razón ha realizado tan grandes progresos»].
43
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
56. Com o, por ejemplo, Pascal en su prefacio a un Traité du Vide de 16 4 7, cf. además H .
Blumenberg, op. cit., pp. 3 5 7 y 359, nota 2.
57. 1 , 4 9 -50 (p. 11 3 ) : «[...] n’est-il pas vrai que la durée du monde est ordinairement regar
dée comme celle de la vie d’un homme, qu’elle a eû son enfance, sa jeunesse & son âge parfait,
& qu’elle est présentement dans sa vieillesse» [«¿N o es verdad que la duración del mundo se
suele considerar habitualmente como la de la vida de una persona, y que, tras haber tenido su
infancia, su juventud y su edad perfecta, se halla ahora en su vejez?»]; tf. op. cit. I, 99 (p. 125).
58. Véase ibid., intr. p. 22.
perfeccione»], IV, 2 8 4 -2 8 5 (p. 443), véase además op. cit., Wort-und Sachverzeichnis, s. v. temps.
44
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
de medirse en todas las artes con el tiempo del progreso. L a razón de ello
no era que Perrault hubiese querido negar a la poesía o a la elocuencia mo
derna cualquier avance sobre la Antigüedad, sino que para él mismo (como,
a la inversa, también para los anríens) se le había hecho entretanto proble
mática la comparación entre arte antiguo y moderno.59 E n este sentido, el
proceso que con motivo de la Querelle introdujo ima revolución en la men
talidad en la época de transición a la Ilustración, puede resumirse en tres fa
ses. Apte todo, a la pretensión de que la Antigüedad era incomparable en
cuanto que había creado para todos los tiempos la medida ideal del arte per
fecto, los modernes opusieron el argumento racionalista de la igualdad natu
ral de todos los hombres y comenzaron a someter las producciones de los
antiguos a los criterios absolutos del bon goût; dicho de otro modo: a llevar
las ante el tribunal del gusto de la época clasicista. A ello los anciens opo
nían de momento, en actitud meramente defensiva, el argumento de que
cada época tiene diferentes costumbres, o sea, también su gusto propio; exi
gían que, conforme a esto, se juzgaran los poemas homéricos con arreglo a
«las costumbres de otra época». A partir de ahí, en el curso de la discusión,
fue desarrollándose paulatinamente la nueva concepción común a ambos
bandos, aunque no confesada en seguida paladinamente, de que junto a la be
lleza intemporal había también una belleza condicionada por el tiempo, que
junto a la beauté universelle existía también un beau relatif. Por este camino, la
lenta destrucción de las normas estéticas clásicas condujo a ima primera com
prensión histórica del arte antiguo.
E l descubrimiento de la diversidad entre lo antiguo y lo moderno en el
terreno de las bellas artes es el trascendental resultado de la Querelle que en
Francia cambió la orientación histórica hacia la dimensión del tiempo irre
petible y con ello introdujo la Ilustración. Desde las diferencias entre el arte
antiguo y el moderno, pasando por las diferentes costumbres del tiempo an
tiguo y el nuevo, la mirada se abría más y más hacia la peculiaridad histórica
de las diversas épocas. E l primero en resumir estos hechos fue Saint-Ever-
mond: «nous envisageons la nature autrement que les anciens ne l’ont re
gardée» [«contemplamos la naturaleza de manera distinta a como la vieron
los antiguos»] quien ya en 1685 planteó la exigencia, formulada posterior
mente por Montesquieu, de que el carácter diverso de la época de los anciens
y de los modernes, su génie du siècle, había de verse tanto en el arte como en el
cambio de religión, en la forma de gobierno, en las costumbres y en otras
59. Op. cit., IV, 293; véase también mi introducción, pp. 43-6 0 .
45
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
60. Saint-Evremond, Oeuvres meslées, IV, 19 6; además en Su r les poèmes des Anciens, Oeuv
res, ed. R. de Planhol, Paris, 19 2 7 , vol. I, p. 2 73.
6 1. Según F. Schalk, « Z u r Semantik von “Aufkärung” in Frankreich», en Festschrift W. v.
Wartburg, ed. K . Baidinger, Tubinga, 19 68, p. 259.
62. «D er Jahrhundertbegriff im 18 . J ahrhundert», en W . Krauss, Studien zu r deutschen und
französischen Aufklärung. Berlin, 19 6 3, pp. 9-40, especialmente la p. 14 : « D e l círculo del pe
riodismo holandés en lengua francesa proceden los siguientes testimonios: “ Dans le siècle
éclairé où nous sommes, il ne s’agit pas de faire le docteur” [“ E n el siglo ilustrado en el que es
tamos, no se han de adoptar actitudes doctorales”]. Y en la misma relación con ello: “Vous sa
vez qu’il n ’y a jamais eu de siècle si fertile en auteurs que celui dans lequel nous avons l’hon
neur de vivre” [“Ya sabéis que no ha habido nunca un siglo tan fértil en autores como éste en
el que tenemos el honor de vivir”]». Cf. nota 120 . 63. Cf. ibid. pp. 1 3 ss.
64. Según W erner Krauss, « Z u r Periodisierung der Aufklärung», en Grundpositionen der
französischen Aufklärung, tomo I de la serie Neue Beiträge zu r Literaturwissenschaft, ed. W .
Krauss y H . Mayer, Berlin, 19 5 5 , p. V III.
46
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
47
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
VI
68. C f Hans Robert Jauss, Schlegels und Schillers Replik a u f die «Querelle des Anciens et des
Modernes», Frankfurt am M ain, 1970 .
69. Véase también A. Buck, «D as heroische und das sentimentale antike-Bild in der franzö
sischen Literatur des 18 . Jahrhunderts», en Germanisch-romanische Monatschrift, 13 (19 63) p. 16 6 .
48
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
70. Para la imagen histórica cíclica del Humanismo del Renacimiento véase Hans Baron,
« T h e Querelle des Anciens et des Modernes as a problem for Renaissance Scholarship», en
Journal of the History o f Ideas, 20 (19 59 ) pp. 3-2 2 , para la continuación de esta imagen históri
ca en la Querelle francesa véase mi introducción a Perrault, op. cit., pp. 27 ss.
7 1 . L a historia del concepto de perfección podría también poner de manifiesto este proce
so de la formación de un nuevo sentido histórico: perfection se separa cada vez más, en el siglo
X V III, de las normas de lo que es válido en general e intemporalmente, se combina con lo rela
tivamente bello y en 1 7 7 4 el término es referido ya por H erder expresamente a lo singular en
el lugar y en el tiempo: «Toda perfección humana es nacional, secular y, considerada del modo
más preciso, individual» (ed. K .-G . Gerold, M unich, 19 5 3 , t. II 31).
72. Ed . crítica de L . Louvet, París, Garnier, s. d., p. 6 13 . También R. Koselleck, «D er
neuzeitliche Revolutionsbegriff als geschichtliche Kategorie», en Studium Generale, 22 (1969)
pp. 8 2 5-8 3 8 .
49
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
ción más reciente, aborrecida por el autor. Pero, luego, cuando Chateau
briand volvió a editar el Essai en 1826, se vio obligado a comentar extensa
mente su antiguo texto, y no sólo por razones de oportunismo político, sino
también de un modo especial, pues entre tanto había comprendido que su
paralelo histórico de 1797 había fallado ya en las premisas. Se había equivo
cado al creer que podía sacar conclusiones de la sociedad antigua respecto a
la moderna, que podía cotejar entre sí unos tiempos y unas personas entre las
que, en realidad, no había «relación alguna».73 También era errónea su afir
mación de que el destino de la humanidad se mueve constantemente en
círculo. Si quisiéramos aferramos a esta idea, deberíamos pensar en unos cír
culos que se ensanchan concéntricamente hacia el infinito, es decir, en la fi
gura de una espiral.74 La sociedad antigua y la moderna son básicamente dis
tintas, o sea, tampoco son lícitamente comparables. En la historia no se
repite nada; por consiguiente, tampoco se ha de demostrar o aprender nada
del pasado que sea aplicable al presente. C on estas afirmaciones lapidarias
Chateaubriand atestigua la completa victoria del historicismo, es decir, de
aquella revolución en el modo de pensar que se inició con el final de la Que
relle, se desarrolló en el pensamiento histórico de la Ilustración y se consu
mó finalmente en la conciencia histórica de una nueva generación que en
tendía su modernidad en una nueva antítesis respecto a la Antigüedad, en lo
sucesivo explícitamente a partir de la experiencia de su pasado cristiano y na
cional redescubierto.
73. « M ’obsrinant dans l’Essai à juger le présent par le passé, je déduis bien des conséquen
ces, ma je pars d’un mauvais Principe; je nie aujourd’hui la majeure de mes raisonnements, et
tous ces raisonnements tombent à terre» [«Al obstinarme en mi Ensayo en juzgar el presente
por el pasado consigo deducir numerosas consecuencias, pero parto de un mal principio. H o y
en día niego la premisa mayor de mis razonamientos, y todos ellos se vienen abajo»]. A esto co
rresponde sobre todo el error «de vouloir conclure de la société ancienne à la société moderne;
de juger, les uns par les autres, des temps et des hommes qui n’avoient aucun rapport» [«de que
rer sacar conclusiones de la sociedad antigua para la moderna, de juzgar, comparándolos entre
sí, tiempos y personas que no guardaban ninguna relación»] (ibid., pp. 6 14 -6 15 ).
7 4 « L e génie de l’homme ne circule point dans un cercle dont il ne peut sortir. A u con
traire (et pour continuer l’image), il trace des cercles concentriques qui vont en s’élargissant,
et dont la circonférence s’accroîtra sans cesse dans un espace infini» [«El genio humano no da
vueltas en un drculo del que no puede salir. A l contrario (y continuando con la misma ima
gen), traza círculos concéntricos que se van agrandando y cuya circunferencia se ampliará sin
cesar en un espacio infinito»] (ibid. p. 6 14 ).
50
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
V II
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
76. Voltaire, que en sus Lettres philosophiques del año 1 7 3 4 habla aún de las «bons ouvrages
du siècle de Louis X T V » [«las buenas obras del siglo de Luis X IV » , emplea para ello a partir de
1 7 5 1 la formulación «nos auteurs classiques» [«nuestros autores clásicos»] (según Pierre M o
reau, Le classicisme des Romantiques, Paris, 19 3 2 , p. 5). Entre estos dos años apareció el poema
programático « L e temple du goût» (17 3 5 ), con el que Voltaire estableció un primer canon de la
poesía francesa clásica de la época anterior a Luis X IV. Sin embargo, la historia ulterior de la pa
labra classiqtie en el siglo x v iii indica que «clásico» continuaba empleándose aún en el sentido
normativo de una formación de canon, que podía incluir autores antiguos y modernos, cf. Ency
clopédie, op. cit., s. V. classique-, «Classique se dit aussi des auteurs mêmmes modernes qui peuvent
être proposés pour modèle par la beauté du style. Tout écrivain qui pense solidement et qui sait
s’exprimer d’une manière à plaire aux personnes de goût appartient à cette classe: on ne doit
chercher des auteurs clasiques que chez les nations où la raison est parvenue à un haut degré de
culture» [«Se da también el nombre de clásicos a los autores incluso modernos que se pueden
proponer como modelo por la belleza de su estilo. Cualquier escritor que piense con solidez y
sepa expresarse de manera agradable para las personas de buen gusto pertenece a esta categoría;
sólo se han de buscar autores clásicos en aquellas naciones en las que la razón ha alcanzado un
elevado grado de cultura»].
77. Ein De l ’A llemagne (18 10 ), cap. X I; quien no admita esta diferencia, se verá amenazado
por Madam e de Staël con no poder llegar jamás «à juger sous un point de vue philosophique
le goût moderne» [«a juzgar el gusto moderno desde un punto de vista filosófico»] (cit. según
edición de París de 18 5 7 , p. 145).
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
78. Finalmente, a este respecto, W erner Krauss, basándose en nuevo material, corrige de
nuevo el prejuicio del «Pensamiento contrario a la historia de la Ilustración»: «Französische
Aufklärung und deutsche Romantik», en Wsch. Zeitschrift der K arl-M arx-U niversität Leipzig,
año X I !, 19 6 3 ; las explicaciones siguientes completan su tesis con relación a las perspectivas
derivadas de la Querelle des Anciens et des Modernes para el pensamiento histórico de la Ilus
tración.
79. « L e point le plus nécessaire et le plus rare pour un historien est qu’il sache exactement
la forme du gouvernement et le détail des moeurs de la nation dont il écrit l’histoire, pour cha
que siècle. U n peintre qui ignore ce qu’on nomme il costume ne peint rien avec vérité» [«L a
cuestión más necesaria y más rara para un historiador es conocer con exactitud para cada siglo
la forma de gobierno y los pormenores de las costumbres de la nación cuya historia escribe.
U n pintor que ignore lo que se llama il costume no pinta nada de manera verdadera»] (Oeuv
res, París, 18 5 4 , t. V, p. 478). L a denominación de la Edad M edia como «Antigüedad moder
na» proviene de J. Chapelain, De la lecture des vieux romans (16 46 , Opúsoles critiques, ed. A .-C .
Hunter, París, 19 3 6 , p. 2 19 ), que es, a mi modo de ver, la aplicación más antigua de antiquité
al pasado nacional de la Edad M edia que implica la comparación con la Antigüedad y se aferra
aún a la idea de la «oscura época intermedia».
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
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TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
82. Mémoires sur l ’ancienne Chevalerie considérée comme un établissement politique et militaire,
Paris, 17 5 9 , p. 8.
8 3. Véase también el cap. « L e Guerrier-Définition du beau idéal» (H, ii, 1 1 ) , esp.: « S i au
contraire vous chantez l’âge moderne, vous serez obligé de bannir la vérité de votre ouvrage,
et de vous jeter à la fois dans le beau idéal moral et dans le beau idéal physique. Trop loin de
la nature et de la religion sous tous les rapports, on ne peut représenter fidèlement l’intérieur
de nos ménages, et moins encore le fond de nos coeurs. L a chevalerie seule offre le beau mé
lange de la vérité et de la fiction» [«Si, por el contrario, cantamos la edad moderna, nos vere
mos obligados a desterrar la verdad de nuestra obra y a lanzamos, al mismo tiempo, al bello
ideal moral y físico. A l hallarse demasiado alejado de la naturaleza y la religión desde todos los
puntos de vista, resulta imposible representar con fidelidad el interior de nuestros hogares, y
menos aún el fondo de nuestros corazones. L a caballería es la única que ofrece una bella com
binación de verdad y ficción»] (París, 1 9 4 8 ,1 . 1, p. 197).
55
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
VIH
84. Ibid. p. 19 5 . L a siguiente fúndamentación explica por qué la verdadera poesía es poe
sía del pasado y no puede encontrarse en el presente: «N o u s voyons chaque jour se passer sous
nos yeux des choses extraordinaires sans y prendre aucun intérêt; mais nous aimons à enten
dre ranconter des faits obscurs qui sont déjà loin de nous. C ’est qu’au fond les plus grands évé
nements de la terre son petits en eux-mêmes: notre âme, qui sent ce vice des affaires humai
nes, et qui tend sans cesse à l’immensité, tâche de ne les voir que dans le vague pour les
agrandir» [«Vemos cómo todos los días ocurren ante nuestros ojos cosas extraordinarias sin
tomarnos ningún interés por ellas; pero nos gusta oír contar hechos oscuros, lejanos ya de no
sotros. L o que ocurre es que, en el fondo, los mayores acontecimientos de la tierra son peque
ños en sí mismos: nuestra alma, que percibe ese defecto en los asuntos humanos y tiende sin
cesar a la inmensidad, intenta verlos únicamente de manera vaga a fin de engrandecerlos»].
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TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL D E LA MODERNIDAD
85. Uber das Stadium der griechischen Poesie, ed. P. Hankamer, Godesberg, 19 4 7, pp. 62 s.:
«Só lo a la naturaleza puede seguir el arte, sólo a ima formación natural puede seguir otra ar
tificial [...]. L a naturaleza seguirá siendo el principio rector de la cultura, hasta que haya per
dido este derecho [...]. Ya en las épocas más antiguas de la cultura europea se encuentran ves
tigios inequívocos del origen artificial de la poesía moderna. L a fuerza, la materia fue dada
ciertamente por la naturaleza; pero el principio rector de la formación estética no fue el ins
tinto, sino ciertos conceptos orientadores».
86. Romance story, romancical tales, romancial, rwnancy, según L . Pearsall Smith, Four Words,
Tract X V II o f the Soc. Pure Engl., Oxford, 19 2 4 , pp. 3 - 1 7 .
8 7. F. Baldensperger, «Romantique, ses analogues et ses équivalents. Tableau synoptique
de 16 5 0 à 18 10 » , en H arvard studies and notes in philology and literature, 19 (19 37), pp. 1 3 - 1 0 5 ,
al que remitimos para toda la literatura anterior, indica como la prueba más antigua el si
guiente título del año 16 50 : Th. Bayly, Herba Parietis: or, the walflower, being a history which is
Partly true, partly romantic, morally divine.
88. Cf. L . P. Smith, op. cit., p. 7; asimismo en Goethe, Werther { 1774 ): «Ya está decidido, L o t
te; quiero morir, y te lo escribo sin exageraciones románticas» (cf. Baldensperger, op. cit., p. 75).
89. L a siguiente cita, contenida en el Diccionario de Grim m s. v. romantisch, condensa este de
sarrollo en una definición poetológica: «Hartenstein, en la primera edición de 176 4, en cambio,
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
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TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
96. Cito por P. Robert, Diet, alph. et anal..., op. cit., s. v. romantique; Girardin añade al pasa
je citado la siguiente explicación: « J ’ai préféré le mot anglais, romantique, parce que celui-ci dé
signe plutôt la feble du roman, et l’autre [...] la situation, et l’impression touchante que nous en
recevons» [«H e preferido el término inglés, romantique, porque designa más bien la fábula de
la novela, y el otro, en cambio, [...] la situación y la impresión conmovedora que nos causa»].
97. H, iv, 1 - 3 , París, 19 4 8 , esp. I, p. 2 3 3 : «Jusqu’à ce moment la solitude avait été regardée
comme affreuse; mais les chrétiens lui trouvèrent mille charmes. L es anachorètes écrivirent de
60
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
ciente citar un pasaje del texto de Herder titulado: «Auch eine Philosophie
der Geschichte zur Bildung der Menschheit» (1774), que muestra cómo ro
mantisch, como concepto de época, siguió conservando siempre algo de la ac
titud estética que tuvo la palabra desde su acuñación como adjetivo: «D er
Geist des Jahrhunderts durchwebte und band die verschiedensten Eigens
chaften: Tapferkeit und Möncherei, Abenteuer und Galanterie, Tyrannei
und Edelmut; band’s zu dem Ganzen, das uns jetzt— zwischen Römern und
uns— als Gespenst, als romantisches Abenteuer dasteht; einst war’s Natur,
war—Wahrheit» ([«El genio del siglo entretejió y unió las más diversas cua
lidades: valentía y piedad religiosa, aventura y galantería, tiranía y nobleza; las
unió para formar el conjunto que ahora, entre los romanos y nosotros, se nos
presenta como un espectro, como aventura romántica; en otro tiempo fue na
turaleza, fue... verdad»].99 Los rasgos que Herder hacer resaltar en la época
que él consideraba aquí como «período intermedio», nos son ya familiares
gracias a D e la Curne Sainte-Palaye.100 Sin embargo, Herder añade al cuadro
del pasado «gótico» un nuevo elemento que explica su carácter romántico:
«en otro tiempo fue naturaleza, fue... verdad». L o que constituye el encanto
de lo romántico no es tan sólo el pasado nacional y cristiano redescubierto,
98. Véase también L . P. Smith, op. eit., p. 1 5 y R . Ullmaxm, H . Gotthard, Geschichte des
Begriffes «romantisch» in Deutschland, Berlin, 19 2 7 (Germ . Studien, fase. 50), p. 93.
99. Ed . K . G . Gerold, M unich, 19 5 3 , t. I I 45.
100. L a siguiente frase del texto de Herder: «E ste espíritu “ del honor caballeresco nórdi
co” se ha comparado con los tiempos heroicos de los griegos, y ciertamente se han encontra
do puntos de comparación» (ibid.), se podría aplicar, por lo demás, a D e la C arn e Sainte-Pala
ye. Habría que investigar la posible filiación.
la douceur de rocher et des délices de la contemplation: c’est le premier pas de la poésie des
criptive» [«Hasta ese momento, la soledad se había considerado algo espantoso; pero los cris
tianos encontraron en ella mil encantos. Los anacoretas escribieron acerca de la dulzura del
roquedo y las delicias de la contemplación; era el primer paso de la poesía descriptiva»].
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LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
10 1 . M axim en und Reflexionen, núm. 868 (dat. entre 1 8 1 8 y 18 2 7), ed. de Hamburgo, t.
X II, p. 488. También hay que mencionar el párrafo de la Poe'tica del cristianismo, de Chateau
briand: «Enfin, les images favorites des poètes enclins à la rêverie sont presque toutes empun-
tées d’objets négatifs, tels que le silence des nuits, l’ombre des bois, la solitude des montagnes,
la paix des tombeaux, qui ne sont que l’absence du bruit, de la lumière, des hommes et des in
quiétudes de la vie» [«En fin, casi todas las imágenes favoritas de los poetas proclives a la en
soñación están tomadas de objetos desfavorables, como el silencio de las noches, la sombra de
los bosques, la soledad de las montañas o la paz de las tumbas, que son tan sólo ausencia de rui
do, de luz, de gente y de inquietudes de la vida»]. Op. cit., p. 19 2.
10 2 . Para ello podemos remitir al tratado de Joachim Ritter, Lan dschaft-Zu r Funktion des
Ästhetischen in der modernen Gesellschaft, Munster/Westf., 19 63.
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TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
IX
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
109. Para el fenómeno paralelo que se encuentra en la historiografía, que, desde la Revo
lución Francesa, se enfrenta al problema de «alcanzar la historia que va acelerándose», véase
R . Koselleck, en Nachahmung und Illusion (.Poetik und Hermeneutik), ed. de H . R . Jauss, M u
nich, 19 6 4 , pp. 19 4 y 234.
1 10. Formulado así en Baudelaire, Le peintre de la vie moderne, en Oeuvres complètes de Baudelai
re, Paris, 1950, p. 885: « E n un mot, pour que toute modernité soit digne de devenir antiquité, il faut
que la beauté mystérieuse que la vie humaine y met involontairement en ait été extraite» [«En una
palabra, para que cualquier modernidad sea digna de convertirse en antigüedad es necesario que se
haya eliminado de ella la belleza misteriosa que le inocula involuntariamente la vida humana»].
i n . Ibid. p. 8 75; la contraposición a la estética convencional se ilustra con el gusto de los
visitantes del Louvre que creen que con las «obras maestras» tiene ya todo el arte.
1 1 2 . Ibid., p. 876.
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TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
pour lui, de dégager de la mode ce qu’elle peut contenir de poétique dans l’historique, de tirer
l’étemel du transitoire» [«[Constantin Guys\ busca ese algo que nos permitirá llamarlo moder
nidad; en efecto, no disponemos de ima palabra mejor para expresar la idea en cuestión. L o
que a él le interesa es separar de la moda su posible contenido poético en lo histórico, extraer
lo eterno de lo transitorio»], ibid., p. 884.
68
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
gar que en la anterior tradición fue ocupado por la Antigüedad o por lo clásico:
al igual que la belleza ideal {le beau unique et absolu), también lo eterno (¿’étemel
et Vimmmblé), como antítesis de la modernité, presenta para Baudelaire el carác
ter de un pasado lejano.120 Incluso lo que nos parece eternamente bello tuvo an
tes que ser producido: lo bello intemporal (esta conclusión resulta forzosamen
te de la théorie rationnelle et historique du beau y de su explicación en función del
fenòmeno de la moda) no es sino la idea de lo bello, bosquejada por el hombre
mismo y continuamente abandonada de nuevo, en su condición de pasado.
E l arte ejemplar de Peintre de la vie moderne descubre en lo efímero y en
lo casual un elemento de la belleza imperecedera; en lo que está de moda y
en lo histórico, que el gusto clásico desdeñó o embelleció, es precisamente
donde da rienda suelta a lo poético. Para Baudelaire, el arte verdadero, tan
to ahora como antes, no puede prescindir del «élément transitoire, fugitif,
dont les métamorfjphoses sont si fréquentes»; cuando falta, la obra de arte
cae inevitablemente en el espacio vacío de una belleza que es tan abstracta e
indefinible como la belleza de la única mujer antes del pecado original.121
¡Eva después de la caída como personificación de la belleza en la comprensión
universal de la modernité y como símbolo de la rebelión contra la metafísica
de lo bello, verdadero y bueno intemporales! Esta atrevida comparación se
lla la antítesis de modernité y étem el con que comienza el capítulo más re
ciente, y que ya no trataremos aquí, de la historia del concepto de lo moder
no, pero también atestigua aquella tendencia antiplatónica de la estética de
Baudelaire que abrió el camino a la experiencia estética y al nuevo canon del
arte que caracterizan nuestra modernidad actual.122
12 0 . C f. ibid., p. 8 7 5 ; la coordinación entre étem ely passé se encuentra también al final del
ensayo B ichará W agner et Tanhätiser, op. eit., p. 1066: « Je me crois autorisé, par l’étude du pas
sé, c’est-à-dire de l’étemel, à préjuger l’absolu contraire, etc.» [«M e creo autorizado, por el es
tudio del pasado, es decir, de lo eterno, a prejuzgar lo absolutamente contrario, etc.»].
1 2 1 . « C e t élément transitoire, fugitif, dont les métamofphoses sont si fréquentes, vous
n ’avez pas le droit de le mépriser ou de vous en passer. E n le supprimant, vous tombez for
cém ent dans le vide d’une beauté abstraite et ¡définissable, comme celle de l’unique femme
avant le premier péché» [« N o tenemos derecho a despreciar o menospreciar este elemento
transitorio, fugaz, cuyas metamorfosis son tan frecuentes. A l eliminarlo, caemos forzosa
mente en el vacío de una belleza abstracta e indefinible, com o la de la única mujer antes del
pecado original»]. Ib id ., p. 884.
12 2 . L a ruptura con el platonismo de la estética clásica, que en Baudelaire sólo es visible
en un primer momento, aparece en Valéry con todas sus consecuencias, como lo ha demostra
do H ans Blumenberg en su tratado, «Socrates und das objet ambigu», en Epim eleia, Festschrift
f ü r H ans K uhn, M unich, 19 64, pp. 28 5 ss.
69
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
A P É N D IC E (A L C A P ÍT U L O : « L A M O D E R N ID A D »
E N LO S F R A G M E N T O S S O B R E B A U D E L A IR E D E W A L T E R B E N JA M IN )
70
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
cluye allí un resumen del ensayo— constituye el punto más débil en la opi
nión de Baudelaire sobre la modernidad. Esta última señala los motivos mo
dernos; asunto de la primera sería probablemente una confrontación con el
arte antiguo. Baudelaire jamás intentó tal cosa. Su teoría no logra explicar la
renuncia, que en su obra aparece como una deficiencia de la naturaleza y
de la ingenuidad. Su dependencia de Poe, que llega hasta la propia formu
lación, es expresión de su azoramiento. Su orientación polémica es otra; se
destaca del fondo gris del historicismo, del alejandrinismo académico que
estuvo de moda con Villemain y Cousin. Ninguna de sus reflexiones estéti
cas ha presentado la modernidad en su compenetración con la Antigüedad,
tal como ocurre en ciertas partes de Las flores del m al» (p. 89).
En realidad, ¿qué razón hay para que una teoría del arte moderno lleva
ra a cabo en esa época una confrontación con el arte antiguo? La pregunta
queda en el aire. N os gustaría conocer la respuesta que Benjamin le habría
dado. E n efecto, su postulado resulta difícil de comprender si pensamos que,
en el siglo xix, la teoría del arte moderno ya no solía legitimarse mediante
una confrontación con la autoridad del arte antiguo, cosa que aún era natu
ral y obligatorio para el siglo xvm hasta el clasicismo alemán. ¿A qué teoría
del arte de categoría comparable habría correspondido entonces, en el siglo
XIX o en el xx, la exigencia planteada por Benjamin a Baudelaire? L a razón
de que, en lo tocante a Baudelaire y a la teoría del arte del siglo xix, no hi
ciera falta ninguna confrontación con el arte antiguo se expone con sufi
ciente claridad en el ensayo sobre Guys. L o desarrollado aquí por Baudelai
re como su théorie rationnelle et historique du beau hace dar un paso radical a la
emancipación del arte moderno introducida con el historicismo, según se
mostrò anteriormente en la antítesis entre modernité y étemel. L a idea de Bau
delaire sobre la «doble naturaleza de lo bello», para la que Benjamin sólo tie
ne la frase autoritaria y gratuita de que «no puede decirse que cale hondo»
(p. 89), no pone sólo absolutamente en entredicho la beautégénérale como com
pendio del arte antiguo y como norma académica aún vigente (concretamen
te, como élément non approprié à la nature humaine),IZ4 sino que también de
fiende así lo «históricamente» bello, oprimido por la tradición clásica. E n la
teoría de Baudelaire, el arte moderno no puede prescindir del arte antiguo
como pasado cargado de autoridad porque lo bello, temporal o transitoria
mente incluido en el concepto de la modernité, produce su propia antiquité.
¿Acaso esta teoría, que se relaciona evidentemente con otras posiciones de la es-124
71
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
1 2 5 . Respecto a esto puedo rem itir al tratado citado en la nota 1 3 (especialmente las
pp. 34 7 ss.).
126. Cf. ibid., p. 8 74 (sobre una serie de grabados que representan las modas en el vestir de los
años de la Revolución): «C es gravures peuvent être traduites en beau et en laid; en laid, elles de
viennent des caricatures, en beau, des statues antiques» [«Estos grabados pueden traducirse en be
lleza y en fealdad; si se traducen en fealdad, se convierten en caricaturas; si se traducen en belleza,
en estatuas antiguas»]. O bien ibid. p. 886 (después de tratar del falso uso de modelos de la época de
Tiziano y Rafael): «Malheur à celui qui étudie dans l’antique autre chose que l’art pur, la logique,
la méthode générale! Pour s’y trop plonger, il perd la mémoire du présent; il abdique la valeur et
les privilèges fournis par la circonstance; car presque toute notre originalité vient de l’estampille
que le temps imprime à nos sensations» [«¡Ay de quien estudia en la antigüedad algo que no sea el
arte puro, la lógica, el método general! Por sumergirse demasiado en ella, pierde la memoria del
presente y renuncia al valor y los privilegios proporcionados por la circunstancia, pues nuestra ori
ginalidad proviene casi por completo del sello que el tiempo imprime en nuestras sensaciones»].
72
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
73
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
12 9 . Ed . de la Pléiade, p. 840.
130 . H . Blumenberg {Poetik und Hermeneutik II, M unich, 19 66 , p. 4 38 ) llama la atención
sobre el proceso histórico-científico que precedió al antinaturalismo en la teoría artística del
siglo xix: « E n el momento en que el hombre hubo perdido su última duda respecto a que la
naturaleza no había sido creada para él y para su servicio, sólo pudo seguir soportándola toda
vía en cuanto material».
74
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
131. Prefacio a i e Spleen de Paris, op. cit., p. 2 7 3 ; para los paisajes del Erm ui y del Extasis,
véase G . Hess, Die Landschaft in Baudelaires F. d. M ., Heidelberg, 19 5 3 .
75
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
76
TRADICIÓN LITERARIA Y CONCIENCIA ACTUAL DE LA MODERNIDAD
13 6 . Schriften 1 . 1, p. 4 5 5.
1 3 7 . E n la carta del 16 de abril de 19 3 8 a M ax Horkheimer, a quien explica el plan de su
libro sobre Baudelaire, cf. Briefe, ed. G . Scholem y T h . W . Adorno, Frankfurt, 1966, p. 75 2.
13 8 . Schriften 1 . 1, p. 5 18 .
77
2
L A R É P L IC A D E L A « Q U E R E L L E D E S A N C IE N S
E T D E S M O D E R N E S » E N S C H L E G E L Y S C H IL L E R
Una parte de la herencia que nos ha legado el siglo xix está constituida por
ciertas concepciones fundamentales acerca de la esencia política y espiritual
de las naciones, concepciones que se han encarnado con máxima pureza en
la forma clásica de la historia de la literatura. Los temas tratados por quie
nes durante los últimos veinte años han sometido a revisión esa herencia
permiten demostrar sin dificultad que, a pesar de la crítica a las ideologías
que desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha puesto en tela de juicio
cualquier metafísica de la historia de las naciones y del espíritu, la investi
gación histórica no ha emprendido esa revisión con suficiente firmeza. Uno
de los aspectos de esta situación es que los distintos clasicismos de las li
teraturas europeas, considerados todavía en gran parte desde las premisas
autóctonas de la historia nacional— el canon tradicional de lo clásico o del
periodo literario elevado a la categoría de clasicismo nacional— sólo han
sido sometidos a la crítica en raras ocasiones desde el horizonte de la expe
riencia actual. E l paradigma de la historia de la literatura, necesitado de re
visión, es un modelo conocido, ha sido impugnado desde hace tiempo y, sin
embargo, todavía no ha sido reemplazado. Desde el Romanticismo, los es
tudios filológicos consideraron el movimiento literario moderno de mane
ra análoga al proceso político de la unificación nacional y se ufanaron en co
ronar la historia de su literatura nacional mediante la imagen ideal de un
clasicismo nacional capaz de aguantar la comparación con el lejano modelo
de la Antigüedad clásica. Todavía está por escribir ima historia crítica de la
formación del canon literario que pueda ilustrar simultáneamente el cam
bio de fondo de la comprensión de la historia y de la formación de la vo
luntad política. L eo Spitzer aludió a esta aspiración ya en 1945 en una me
morable crítica a la historia del espíritu: «Puesto que la Antigüedad clásica
constituía un paradigma, se experimentaba un placer maligno en presentar
a los alemanes como sucesores de los griegos, excluyendo a otros pueblos:
79
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
80
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
81
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
7. Sobre la Querelle, véase H .-R . Jauss, Ästhetische N orm en und geschichtliche Reflexion in der
«Q uerelle des Anciens et des M odernes», introducción a la edición facsímil del Parallèle... de Char
les Perrault (Munich 1964); también el trabajo sobre la m odernité, incluido en esa obra, y el ar
tículo «Antiqui/m odemi», del Historisches W örterbuch der Philosophie, ed. J . Ritter.
82
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
desde una perspectiva clásica y normativa y empezaron a verse con mirada his
tórica.
Esta nueva investigación enlaza, desde un punto de vista historiográfico
y sistemático, con las conclusiones de mis anteriores trabajos sobre la Quere
lle y continúa históricamente mi exposición en el punto donde en un primer
momento creí ver el final de la historia de la problemática, concluida con la
finalización de la Querelle. Corrige— en su formulación, no en su conteni
do— la tesis de mi ensayo sobre Perrault según la cual el auténtico dilema de
la Querelle— la contradicción entre el carácter paradigmático de la Antigüe
dad y el progresista de la modernidad, llegada a su mayoría de edad— se ha
bría resuelto al considerar la diversidad histórica entre el mundo antiguo y
el moderno, con lo que aquella disputa secular habría tenido su final históri
co en la Ilustración francesa. L a nueva disputa entre Schiller y Schlegel, con
cuyos escritos de 1795-96 me encontré más tarde, parece contradecir esa
idea. Hasta donde yo sé, dichos escritos no han sido reconocidos ni inter
pretados todavía por la investigación literaria en su vinculación con la Que
relle. Este tipo de cuestionamientos no se replantean automáticamente, sino
que se vuelven a formular cuando la solución disponible resulta insatisfacto
ria. Este caso puede darse cuando, a espaldas de la solución reconocida, sur
ge un nuevo dilema que confiere nueva actualidad al panorama de interro
gantes antiguo y ya olvidado. L a situación histórica de la literatura alemana
en los años 1795-96 constituye, evidentemente, uno de tales casos. E n ese
momento, aparte de los dos oponentes, Schiller y Schlegel, hay un tercer
escritor de renombre que recuerda la «famosa disputa [...] mantenida muy
acaloradamente en tiempos de Luis X IV sobre la superioridad de las nacio
nes antiguas o las nuevas en materia de ciencias y artes». Se trata de Herder,
en la séptima y octava recopilación de sus Briefe zur Beförderung der Huma
nität,8 aparecidas entre el tratado de Schiller y el texto de Schlegel y reseña
das en detalle por este último. L a situación se caracterizó por el hecho de
que Herder mantuvo con firmeza la antigua solución de la Querelle— evi
denciando así sus conclusiones desde un punto de vista que, tras la apropia-8
8. Riga, 17 9 6 ; H erders Säm m tliche W erke, ed. Suphan, vol. X V H 3, pp. 5 .14 0 . L a impor
tancia de la recension de Schlegel para la concepción de su propia teoría del arte moderno
ha sido presentada bajo una nueva luz por H . D . W eber, a quien debo esta observación, en
su tesis doctoral presentada en Constanza: Friedrich Schlegels Transzendentalpoesie u nd das
Verhältnis von D ichtung und K ritik im 1 8 . Ja h rh u n d ert (19 7 0 ; de próxima publicación en
Fink/M unich).
83
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
il
Para Herder, la «diferencia entre los tiempos antiguos y los nuevos, es decir,
entre los griegos y los romanos en comparación con todos los nuevos pue
blos europeos» es tan «manifiesta» (p. 5) que no es necesario realizar un
anáfisis comparativo. Su exposición presupone como conocido el «floreci
miento de la cultura antigua entre los griegos y los romanos; su decadencia
obliga a reconocer el origen de la poesía moderna como una creación nueva
surgida del espíritu de los himnos cristianos y que dio una nueva impronta a
«toda la orientación del pensamiento humano» (pp. 6-17). L a comparación
se deja en manos del lector; en cambio, Herder prefiere proceder de mane
ra histórica en su exposición de la «cultura europea medieval y moderna», es
decir, «hacer justicia a cada nación y a cada época» (pp. 5-6). Herder no fue
ya consciente de que ese principio que le permitió elevar la historiografía de
la literatura por encima de la «historia política y bélica»9 y someterla a las
máximas exigencias era también una de las principales conclusiones de la
Querelle-, y no lo fue hasta el punto de considerar la «disputa sobre la venta
ja de los antiguos o los modernos» como algo «m uy vacuo» (p. 135). L a so
lución, la imagen histórica del mundo mantenida por la Ilustración, había
adquirido tal evidencia durante el siglo xvm que Herder ya no reconocía la
justificación de las cuestiones que condujeron a dicha solución. Su reconsi
deración de la obsoleta disputa estuvo motivada por un nuevo planteamien
to, que Herder equiparó al antiguo debate para minimizarla polémicamen
te, considerándola aún más vacua (p. 135) e igualmente superada: «L a gran
diferencia surgida entre los países orientales y occidentales, entre los griegos
y nosotros, no ha sido el resultado de ninguna categoría nueva sino de la
mezcla de pueblos, religiones y lenguas, en fin, del progreso en las costum
bres, los inventos, los conocimientos y las experiencias; se trata de una dife
rencia difícil de expresar con una palabra» (p. 139). Cualquier categoría nue-
84
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
10 . C ito por Versuch einer Geschichte der lyrischen Dichtkunst, ed. Suphan, vol. X X X I I, p. 80.
85
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ni
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LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
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IV
90
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
91
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
2 1. Op. dt., p. 3.
22. Op. cit., p. 14. Según P. Szondi (véase nota 19), la introducción de lo «dividido» como
concepto de la naturaleza moderna no es lo único que caracteriza en la Carta abierta ciertos
planteamientos de una estética anticlasicista con los que el propio Winckelmann va más allá de
los límites de su ideal de arte; también lo hace su tratamiento de ciertos problemas como la
multiplicidad, la caricatura y el color. M . Fontius recuerda al respecto la prehistoria de lo divi
dido en nuestra naturaleza en la disputa francesa sobre la simplicité (op. cit., nota 45), califica la
Geschichte der Kunst de «vuelta a la historia» (p.19) e intenta, por otra parte, explicar la ideali
zación del arte griego en Winckelmann a partir de su postura política republicana («E l fue el
primero en ver la libertad y el arte como una unidad inseparable»).
92
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
perspectiva, se percibe en ellos una continuidad que va más allá de las filia
ciones histórico-literarias demostrables de hecho, pues se sitúa en la proble
mática que se propuso de igual manera en los testimonios de 1795-97 y en
los de 1687-1697. Dadas la analogía estructural y la generalidad con que
aparecen estos problemas tanto en unas fechas como en otras, es de esperar
también que un procedimiento que intenta comprender un cambio de sen
tido histórico mediante la interpretación funcional de dos momentos cru
ciales— sentido histórico que la interpretación genética procura constatar si
guiendo las líneas directrices de las filiaciones históricas— muestre algún
grado de reconocimiento histórico. E l doble corte producido por el punto
inicial y el final de la historia de una problemática deberá hacer perceptibles
algunos cambios en la continuidad de los acontecimientos, incluso en su re
sultado histórico. Ello presupone descubrir en el sistema sincrónico la rela
ción inmanente entre motivaciones, reconocer el «cambio de posiciones» y
tener en cuenta las condiciones modificadas de la situación histórica que lle
varon a la percepción de problemas no resueltos y motivaron la insatisfac
ción ante las soluciones disponibles e impulsaron a la formulación de pre
guntas y respuestas.23
Al proponer esta nueva interpretación debo renunciar a la idea de que los
dos escritos de Schiller y Schlegel tuvieron primordialmente su origen, por
su intención y disposición, en la situación de la literatura alemana de 1795, de
que fueron influidos por la estética y la filosofía del idealismo alemán y de
que, en fin, dan también testimonio de la evolución personal de ambos auto
res. E n este sentido, el elemento más destacado de su actualidad en aquel mo
mento se halla en otro nivel de significación histórica, que no se confundirá
con la perspectiva histórica del problema investigado aquí, sino que, más
bien, resultará cortado en dos por ella. D e ese modo se podría arrojar una
nueva luz sobre la «escisión del movimiento alemán» y dar quizá un impulso
a la búsqueda de otras dependencias entre la Ilustración europea y el primer
Romanticismo alemán. L a notable afinidad entre los dos escritos, aparecidos
simultáneamente, pero, al mismo tiempo, independientes el uno del otro, es
más fácil de explicar a partir del horizonte de cuestiones planteadas por la
Querelle francesa, oculto tras la actualidad alemana de 1795-97, que por el
93
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
24. A l parecer, los germanistas no han reflexionado— hasta donde yo sé— sobre esta expli
cación. N o obstante, en los últimos años han aparecido algunos trabajos que vuelven a acercar
el pensamiento de Schiller al primer Romanticismo y que pueden confirmar en este punto las
conclusiones a las que he llegado desde otras perspectivas: R . Brinkmann, «Romantische D ich
tungstheorie in Friedrich Schlegels Frühschriften und Schillers Begriffe des Naiven und Sen-
timentalischen» (D V Js 3 2 ,1 9 5 8 , pp. 3 4 4 -3 7 1); W . Rasch, «Schein, Spiel und Kirnst in der Ans
chauung Schillers» ( W irkendes W ort 10, i960); A . Doppler, «Schiller und die Frühromantik» (Jb .
des W iener Goetbe-Vereins 64, i960, 7 1 -9 1 ) ; sobre este asunto, véase también W . Paulsen, «F rie
drich Schiller» 1 9 5 5 - 1 9 5 9 (Jb . der D t. SchillergeseUschaß 6 ,1 9 6 2 , 4 4 6 s.). Doppler parte de la
idea de que Schiller y el círculo de Schlegel «se ocuparon casi por igual, lo que no es ninguna
casualidad, del genio de Goethe» (73), muestra lo «romántico» en el período clásico de Schi
ller y, al hacerlo, puede apoyarse en testimonios del propio Goethe, que considerò a Schiller un
«rom àntico» por haber «trascendido» en arte, al igual que Schlegel y Novalis (80). Rasch par
te de los conceptos fundamentales de la apariencia y el juego, que son, tanto en Schlegel como
en Schiller, las condiciones necesarias de la cultura, y muestra cómo Schiller cruzó la frontera de
la estética clásica pasando al Romanticismo en sus Ästhetische B riefe al exigir que se liberase a la
fantasía de las ataduras de la contraposición de la forma naturai ( 7 ,1 2 ) . Paulsen atribuye la afi
nidad entre los dos escritos de Schiller y Schlegel al legado común de la Ilustración (teoría de
la perfectibilidad). Brinkmann cree que «sin Schiller no es imaginable la formación de la teoría
poética romántica» (344), un asunto sobre el que todavía he de volver (véase nota 37), y atribu
ye la afinidad de ambos escritos al impulso condicionante de un cambio de época (370). Frente
a estos planteamientos aislados, me parece que aún no han sido superados los dos artícuos de
1 9 1 6 y 19 2 0 en que Arthur O . L o vejo y puso en claro genéticamente las afinidades entre las
teorías poéticas de Fr. Schlegel y Schiller de los años 17 9 0 -1 7 9 7 («T h e meaning o f “ romantic”
in early Germ an Romanticism» y «Schiller and the Genesis o f German Romanticism», apare
cidos luego en Essais in the H istory o f Ideas, Baltimore, 19 48 , pp. 18 3 -2 2 7 . Lovejoy demostró que
el concepto de «poesía romántica» en Schlegel surgió como producto secundario de su inten
to de separar el arte antiguo del moderno: lo que antes de 1 7 9 7 había valorado desfavorable
mente como lo «propiamente moderno» o «interesante», se convirtió después de 17 9 7 en la
poesía romántica. Según Lovejoy, el motivo principal de este cambio en Schlegel fue la apari
ción del escrito de Schiller Ü ber naive und sentimentalische D ichtung. « L o que Schiller hizo por
Schlegel [... ] no fue tanto inspirarle argumentos nuevos cuanto darle, por ejemplo, el valor de
llevar hasta el final, incluso hasta el punto de una conclusión revolucionaria, un razonamiento
que ya le había sugerido una analogía tomada de la ética de Kant y la metafísica de Fichte. Esa
conclusión consistía en la tesis que podría definirse como el elemento generador y genérico de
la doctrina romántica, a saber, la tesis de la superioridad intrínseca de un Kunst des Unendlichen
[arte de lo infinito] sobre un Kunst der Begrenzung [arte de la limitación]» (p. 2 2o).2
94
LA RÉPLICA D E LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
25. E l dilema aparece formulado así algo más tarde en A . W . Schlegel, Vorlesungen über
schöne L itera tu r und K unst (i 8 0 1 - 1 802), cito por M eisterw erke deutscher Literatu rkritik, H . M a
yer, Berlin, 1 9 5 6 , 1, p. 6 2 3. 26. Véase nota 18 .
95
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
96
LA RÈPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
97
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
98
LA RÉPLJCA D E LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
el bardo griego comparte, posiblemente, con tal o cual de sus hermanos in
dios o celtas» (i 1 1 ) . E n este catálogo poetológico queda incluido todo el
proceso por el que se había descubierto, desde la Querelle a Winckelmann,
lo arcaico del mundo homérico, explicado mediante estilizaciones de la
simplicité y la naïveté constantemente renovadas. Schlegel deja aquí sin vi
gencia la interpretación de la Antigüedad—y por tanto, desde cierto pim
ío de vista, también el canon de la «noble simplicidad y la callada gran
deza» propuesto por Winckelmann, en el que culminó el mencionado
proceso que todavía no ha sido suficientemente descrito desde el punto de
vista de la historia de los conceptos— . L o único verdaderamente griego en
la poesía de H om ero es, según Schlegel, la «perfección de su visión de toda
la naturaleza humana», la «felicísima armonía» así alcanzada y el «equili
brio perfecto» ( m ) . L a crítica de Schlegel desvela la imagen de la Anti
güedad propuesta por el clasicismo de su siglo como una modernización
que no llegó a ser consciente o una transferencia de lo interesante (154),
pues ésa era la única manera de buscar y saborear el contraste con el mun
do propio, y no lo objetivamente bello: « [...] un burgués insatisfecho de
nuestro siglo puede creer con facilidad haber encontrado en las opiniones
griegas aquella estimulante sencillez, libertad e interioridad, todo aquello
a lo que él debe renunciar. Esta concepción wertheriana del honorable
poeta no constituye un disfrute puro de lo bello ni es un reconocimiento
puro del arte» (176).
Pero, con esta crítica que pretende liberar la imagen de la Antigüedad de
cualquier relación con el presente, ¿no se queda Friedrich Schlegel en una
«concepción wertheriana», es decir, en el círculo resumido por él en otro lu
gar con la siguiente fórmula: «Todo el mundo ha encontrado en los antiguos
lo que necesitaba o deseaba, sobre todo a sí mismo»?29 Si consideramos los
rasgos ensalzados por Schlegel como figura suprema de la poesía griega
— «Nada recuerda aquí ni lo más mínimo al trabajo, el arte o la necesidad»
(133)— , parece como si su imagen de la «grecidad pura» (177) sólo surgiera
también en última instancia del contraste con la cultura artificial de la mo
dernidad. E n efecto, la objetividad perfecta y la belleza pura de la Antigüe
dad, ¿no pudieron haber sido descubiertas precisamente por la subjetividad
interesada de la modernidad como un postulado de la estética de la compla
cencia ajena a lo interesante?
29. «Athenäum -Fragm ente», en Kritische Schriften, ed. W . Rasch, M unich 19 56 , p. 44.
99
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
VI
10 0
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS ET DES M ODERNES»
IO I
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
mo» que «por su mero desarrollo interno alcanzó una cima de altura superior
y volvió a hundirse en sí misma recorriendo un ciclo completo» (138). En este
caso, la cultura natural de la Antigüedad no habría cesado por un mero per
cance, sino que habría hallado su fin natural. Por tanto, habría que suponer
también que la marcha posterior de la cultura estética está sometida a la mis
ma ley del proceso histórico cíclico. Sin embargo, el principio de la circulari-
dad sobre el que Schlegel funda la perfección de la cultura antigua, no se apli
caría, según él, a la cultura moderna: «Esta condición se basa en un simple
malentendido sobre cuyo origen profundo volveremos más adelante» (100-
10 1). Pero lo único que vemos más adelante es que los relojes de la Antigüe
dad y la época moderna avanzan, al parecer, con diferente ritmo: su principio
para la historia antigua es el ciclo natural; y el de la nueva, una progresión
— surgida no sabemos cómo— que avanza sin vuelta de hoja hacia lo infinito.31
Las dificultades con que se encuentra Schlegel al explicar el paso hacia la
futura tercera época de la poesía demuestran también que esa solución del
problema de fundamentar sobre principios contrapuestos la diversidad entre
Antigüedad y modernidad se obtuvo a expensas de la unidad del proceso his
tórico. La cultura artificial de la modernidad no puede continuar ni repetir la
cultura natural de la Antigüedad por haber tenido su inicio y su desarrollo en
el principio distinto del progreso constante. En tal caso, ¿cómo habrá de «al
canzar lo objetivo y lo bello, siguiendo el ejemplo de la poesía clásica»? (209).
La vuelta postulada al ideal supremo, realizado por los griegos contradice el
«elevado destino de la poesía moderna»: la «aproximación infinita» a su meta
suprema (85). Pero, si no le está permitido caer en el dclo en que concluyó la
cultura natural, ¿cómo podrá eludir la progresión en la que se ha visto hasta el
momento para «abandonar el arte degenerado y volver al verdadero»? (85).
En este lugar, Schlegel recurre de nuevo a la circunstancia de una transición
contingente: la «catástrofe favorable» de una revolución estética (85). Pero él
mismo se da cuenta de que se ve envuelto en contradicciones internas que
«hacen dudosa su posibilidad».32 Su confesión: «¡Por mínima que sea la espe-
3 1 . Sobre la génesis de esta contradicción, véase Lovejoy, quien parte de la idea de que
Schlegel desarrolló aquí la filosofía de Kant en cuanto que, en la explicación de la historia, el
sistema del ciclo satisfece más las exigencias de la razón teórica, y, en cambio, el sistema del
progreso infinito resulta más satisfactorio para las de la razón práctica, que Schlegel (al igual
que Schiller) transfirió de la ética a la estética (ibid. pp. 2 1 1-12 ) .
32. « L o máximo que puede alcanzar esa ambición es aproximarse cada vez más a su meta
inalcanzable. Pero incluso esa aproximación infinita no parece dejar de tener contradicciones
internas que ponen en duda sus posibilidades. L a vuelta del arte degenerado al auténtico, del
10 2
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS ET DES M ODERNES»
VII
gusto corrompido al correcto, parece que sólo puede consistir en un salto súbito que no es sus
ceptible de ser identificado con el progreso constante por el que suele desarrollarse esa capa
cidad, puesto que lo objetivo es inmutable y tenaz. P o r tanto, si el arte y el gusto llegaran a
alcanzar la objetividad, la cultura estética debería quedar, por así decirlo, fijada. Pero es im
pensable una paralización absoluta de la cultura estética. Por tanto, la poesía moderna irá cam
biando siempre (85).
10 3
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
Querelle— parte, al igual que Schlegel, de la idea de que las poesías antigua y
moderna se han de considerar perfectas cada cual a su manera y, por tanto,
incomparables. Com o el ejemplo de una «no puede demostrar nada» contra
la otra, según dice en otro pasaje con fórmula todavía más tajante (478,
nota), Schiller llegará también a la conclusión de la necesidad de plantearse
la nueva pregunta, a la que no respondieron Winckelmann ni Herder, acer
ca de un concepto común y superior capaz de recomponer la unidad estéti
ca e histórica perdida entre lo antiguo y lo moderno. Schlegel intentó fun
damentar la unidad del juicio estético sobre el concepto de lo bello como
objeto de la complacencia ajena al interés, a la que finalmente quiso someter
de nuevo lo interesante como «preparación de lo bello». Desde el punto de
vista de Schiller, esta solución tenía el inconveniente de que, si bien elimi
naba formalmente la contraposición entre Antigüedad y modernidad en lo
objetivamente bello, las determinaciones del contenido revelaban no obs
tante que Schlegel «había abstraído previamente el concepto genérico de
poesía de forma unilateral de los poetas antiguos» (439) y, por tanto, no ha
bía otorgado en última instancia la misma dignidad a lo interesante como
principio de los poetas modernos. Schiller, que al igual que Schlegel subor
dinaba la diferencia entre antiguo y moderno a la antinomia de naturaleza y
arte, le dio entonces con su pareja conceptual de lo ingenuo y lo sentimental
una interpretación capaz de conciliar la oposición entre cultura natural y ar
tificial no ya en un punto de convergencia utópico en el futuro, sino en el
proceso mismo del desarrollo histórico de la humanidad.
L a poesía moderna no se sitúa aquí— como en Schlegel— por una casua
lidad histórica en un punto exterior al ciclo acabado de la poesía antigua,
sino que halla las condiciones necesarias para su origen en el acabamiento de
la cultura natural. M ás aún: las «culturas estéticas natural y artificial se com
penetran»,33 pues las determinaciones del contenido de ésta están marcadas
en conjunto por la conciencia de que la perfección de los poetas ingenuos de
la Antigüedad se ha perdido para siempre para los poetas sentimentales de la
modernidad, pero tampoco puede ser ya un objetivo al que deban aspirar.
D e su relación con la Antigüedad se puede decir lo mismo que define tam
bién nuestra relación con objetos de la simple naturaleza, con monumentos
de épocas antiguas o con lo ingenuo de la niñez: « L o que constituye su ca-
33. L a cita está tomada de la exposición en la que el propio Fr. Schlegel (20 4-5) resume
los puntos en que Schiller fue más allá de su posición.
10 4
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
106
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
VIII
Schiller— como Schlegel antes de él— eludió al parecer esta última cuestión,
que llevaría a la aporia del historidsmo. Su explicación de la poesía antigua
34. L a crítica explícita de Schiller a Rousseau se halla en las páginas donde trata de la ele
gía (4 5 1-2 ); otros párrafos de la crítica del idilio sentimental (4 6 8 ,4 7 2 ) podrían estar dirigidos
contra él.
10 7
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
108
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
3 5. E s cierto que, al principio, Schiller dice de Horacio que se le podía «denominar el ver
dadero creador de ese tipo de poesía sentimental» (432), pero este juicio se restringe más ade
lante: la experiencia nos enseña que ningún tipo de poesía se ha mantenido igual que lo que fue
entre los antiguos, ni siquiera en manos del poeta sentimental (incluso del mejor), y que a me
nudo se practican géneros muy nuevos bajo nombres antiguos» (467, nota.). L a atribución his
tórica de lo ingenuo a la Antigüedad clásica y de lo sentimental a la modernidad se impone con
tinuamente; cf. también p. 4 3 5 : «los poetas de este género ingenuo no están ya tan en su sitio en
una era artística».
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
sia ingenua» y presupone, por tanto, una superación de fronteras que Schiller
tiende a considerar «un auténtico género (y no una mera variedad) y una am
pliación del verdadero arte poético» (466, nota). L a poesía sentimental am
plia el verdadero arte poético, es decir, el clásico, al abandonar la imitación de
la naturaleza y liberarse de la atadura ingenua al objeto. Y eso es precisamen
te lo que la convierte en principio del arte poético moderno. Los tres géneros
de poesía sentimental presuponen que el poeta moderno— a diferencia del an
tiguo— «no puede mantener sólo una única relación con su objeto», sino que
será él mismo quien elija la manera de tratarlo (440). L a emoción que nos pro
voca no se fúnda en su objeto sino únicamente en la reflexión sobre la impre
sión que «le producen los objetos» (44t). Al complementar la naturaleza por
medio de la idea, puede «convertir un objeto limitado en infinito mediante
una operación sentimental» y, en fin, según demuestra Schiller tomando
como ejemplo a Klopstock, puede imitar el arte de la música que «provoca en
el ánimo un determinado estado, sin necesitar para ello un objeto concreto»
(456, nota).
IX
36. Véase D . Henrich, «D er Begriff der Schönheit in Schillers Ästhetik» (Zs. fü r philos. Fors-
cbung IX, 19 57, pp. 527-47), quien muestra cómo Schiller se aparta de la Kritik der Urteilskraß kan
tiana con su nuevo concepto de lo bello como «libertad en la manifestación», al vincular lo estético
con lo moral, pero incurre en dificultades («Schiller intenta comprender la objetivación de la subje
tividad, no incluida en el sistema kantiano, sirviéndose de los conceptos de la teoría de la subjetivi
dad en Kant», 5 3 9) y no llega a pensar como una unidad los dos fenómenos de lo bello y lo sublime.
no
LA RÉPLICA D E LA «QUERELLE D ES ANCIENS E T DES M ODERNES»
37. R . Brinkmann (véase nota 24) ha intentado exponer desde una lógica histórico-evolu-
tiva (complementando tesis anteriores de A . O . Lovejoy, cf. p. 348) la revalorización de lo
«interesante» como calidad favorable en la teoría poética romántica de Schlegel demostrando
que ese giro aparecía ya prefigurado en algunos planteamientos de sus primeros escritos. E l
paralelismo entre la orientación del pensamiento de Schiller y el círculo de Schlegel se queda
en él demasiado corto, pues Brinkmann, en sus esfuerzos por adjudicar a Schlegel la prioridad
en la concepción de una teoría poética de la modernidad, sólo concibe ya tipológicamente las
categorías de Schiller, las sitúa en la «intemporalidad del clasicismo» (p. 3 6 1) y, de ese modo,
hace tan poca justicia a la filosofía de la historia de Schiller como a su justificación de la poe
sía moderna en función del concepto de lo sentimental. Aunque sea cierto que Schlegel no se
convirtió de grecorromano en romántico de la noche a la mañana, en la exposición de Brink
mann sigue sin explicarse cómo pudieron transformarse las definiciones desfavorables de lo
interesante dadas en el texto en las definiciones favorables del arte romántico o de la poesía
universal progresista sin que se hubiese producido un nuevo cambio en Schlegel. Pero si
el impulso fundamental para este cambio hubiera sido la provocación que supuso el escrito
de Schiller— según parece probable por lo que dice Lovejoy, cuya tesis sólo puedo con-
III
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
la cual «el estado de ánimo sentimental sólo se convierte en poesía por lo ca
racterístico, es decir, por la exposición de lo individual» (208) se justifica ple
namente desde el punto de vista del Romanticismo. Pero Schlegel no pudo
llegar a ese punto de vista hasta que— según confiesa él mismo— el tratado de
Schiller le hizo ver con una «nueva luz» los «límites del territorio de la poesía
clásica» y «la artificiosidad originaria de la poesía moderna» (204-5).
E l escrito de Schiller Über naive und sentimentalische Dichtung [Sobre la
poesía ingénita y la poesía sentimental], que visto a la luz y como consecuencia
histórica de la Querelle des anciens et des modernes se presenta como un nuevo
intento de «mediar en la larga disputa entre los amigos unilaterales de los
antiguos autores y los nuevos», aparece ya como un primer acto de aquella
«revolución estética» llevada a cabo inmediatamente después por la prime
ra generación de románticos, por Friedrich Schlegel y Novalis.
Al final de su incursion curiosa más allá de los límites que le son propios,
el romanista ha de considerar una paradoja de la historia de la literatura ale
mana que el gran paso histórico al Romanticismo tuviera como punto de
partida precisamente la posición de un ancien, Friedrich Schlegel, que sólo
veía una «crisis transitoria del gusto» en lo interesante en cuanto principio
de la literatura moderna y creía en un acercamiento a la Antigüedad clásica
como el «gran destino del arte poético alemán» (197), mientras que, por
otra parte, Friedrich Schiller, que resolvió la antinomia entre la cultura na
tural de la Antigüedad clásica y la artificial de la modernidad desde la posi
ción de un moderne, adoptando una actitud progresista según el espíritu de la
Ilustración, haya entrado a formar parte del Parnaso del clasicismo de W ei
mar, vuelto hacia el pasado.38
firmar desde mi perspectiva de la historia de esta problemática— , se podría dudar de que Sch
legel fuera en su texto «mucho más filósofo de la historia que Schiller» (según Brinkamnn,
36 1). E s de sospechar que no llegó a serlo hasta que el tratado de Schiller le demostró cómo
debía resolverse históricamente la contradicción manifiesta en su escrito entre la historia na
tural acabada del arte antiguo y la progresión infinita del arte moderno.
I12
LA RÉPLICA DE LA «QUERELLE DES ANCIENS E T DES M ODERNES»
arte que se concibe a sí mismo como moderno fue necesario devaluar completamente las defi
niciones de arte derivadas de una estética filosófica», p. 228). E l cambio de perspectiva en los
planteamientos se revela, sobre todo, en que, en la discusión abierta en Alemania, el carácter
modélico de los griegos lleva a plantear el problema no tenido en cuenta por la QuereUe de
«cóm o puede imponerse ahora, en la modalidad de la subjetividad en el arte, la objetividad de
lo bello dada sin cuestionamientos en la definición metafisica (p. 10 7)». También H erder lle
ga a esos planteamientos a través de la relativización nacional y temporal de lo bello heredada
de la Querelle al desarrollar, remitiéndose a la hermeneútica bíblica, una teoría de lo bello que
defiende su sentido universal contra el relativismo histórico: lo bello, que no está ya previa
mente dado como algo metafisicamente determinable y sustancialmente imitable, puede reca
barse de nuevo a m odo de quintaesencia suprahistórica de manifestaciones históricas en
el proceso hermenéutico y convertirse en forma de concepción del conocedor y el crítico
(p. 12 3 ). L a relación de fundamentadón mutua entre reflexión crítica y conciencia productiva
del arte, ausente de la teoría del genio en Herder, se convierte entonces en Fr. Schlegel en m o-
tivadón dotada de una nueva determinadón funcional para otorgar al mismo tiempo a la crí
tica la legidm adón estética del arte «progresista» y moderno «al hacer éste que el conoci
miento crítico de su mutabilidad histórica sea determinante para él, de modo que la crítica se
constituya en elemento estructural del propio arte» (p. 124). E l texto de Schlegel aparece en
esta perspectiva como una posidón transitoria en la que aún no se ha logrado categorizar fa
vorablemente el arte moderno. M i punto de vista sobre la solución de la Querelle en el primer
Rom antidsm o es que Schlegel llegó a esa categorización sólo cuando Schiller le puso ante los
ojos la solución filosófico-histórica de la antinomia entre Antigüedad y modernidad, entre
perfección natural del arte ingenuo y progresión interminable del arte sentimental. E n contra
de esa opinión, H .-D . W eber parte de la insatisfacción de Schlegel con la categoría no espetí-
ficamente estética de lo sentimental, intenta comprender el siguiente paso de Schlegel en la
derogación formal de lo objetivo en lo romántico (p. 174 ) y examina las consecuencias y aporías
del concepto puramente estético de un arte romántico, resultantes de todo ello, hasta el fraca
so inevitable de la «nueva mitología». Resulta dudoso que la paradoja de la historia de la lite
ratura a la que he aludido haya sido resuelta desde esa perspectiva y es probable que sólo pu
diera solucionarse mediante una reconsideración de la Querelle.
3
E L F IN D E L P E R ÍO D O A R T ÍS T IC O .
A S P E C T O S D E L A R E V O L U C IÓ N L IT E R A R IA
E N H E IN E , H U G O Y S T E N D H A L
I. Stendhal, Souvenirs d ’Egotism e, ed. de H . Martineau, París (Le Divan), 1950 . [H ay trad,
cast, de Joaquín Jordá: Recuerdos de egotismo y otros escritos íntim os, Barcelona, Anagrama, 1979.]
Por lo demás en el texto se cita según las siguientes ediciones: H ugo, L a Préface de CromweU, ed.
Lommatzsch und Wagner, Berlín, 19 2 0 (Romanische Texte, núm. 3); Hegel, Ästhetik, ed. F. Bas
senge, Berlin, 19 5 5 ; Heine, Säm tliche W erke, ed. Elster (Meyers Klasiker Ausgaben), t 3: Reise
bilder, t. 5: Französische Zustände, Leipzig y Viena, s. a.
TIS
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
gida únicamente a ios poetas del Romanticismo, que con Vigny lloraban el ais
lamiento del genio poético en medio de la sociedad.2 Stendhal ve ya en esta
lamentación el síntoma de una transición trascendental no reconocida aún del
todo, según la cual el «genio de la poesía» está muerto y el «genio de la duda»
ha pasado a ocupar su lugar. En efecto, su convencimiento de que en lo sucesi
vo se requiere un antídoto para justificar la presentación del contra el repro
che de vanidad («Je suis profondément convaincu que le seul antidote qui puis
se faire oublier au lecteur les étemels Je que l’auteur va écrire, c’est ime parfai
te sincérité» [«Tengo la profunda convicción de que el único antídoto capaz de
hacer olvidar al lector los eternos Ifo que el autor escribió es una perfecta sin
ceridad»], p. 7) no brota exclusivamente del reconocimiento formulado aún
románticamente de que los instantes privilegiados de la existencia romántica ya
no pueden expresarse o describirse.3 Cuando Stendhal quiere pasar por alto los
«moments heureux que j’ai rencontrés» [«momentos felices que he vivido»] y
narrar precisamente «les choses humillantes, sans les sauver par des préfaces
infinies» [«las cosas humillantes, sin redimirlas con interminables prefacios»]
(p. 7), tras de su aversion hada la forma romántica de hablar en primera perso
na («Je sens, depuis un mois que j’y pense, une répugnance réelle à écrire uni
quement pour parler de moi, du nombre de mes chemises, de mes acddents
d’amour-propre» [«Tras llevar un mes pensando en ello, me repugna auténti
camente escribir tan sólo para hablar de mí, del número de mis camisas y de
mis accesos de amor propio»], p. 6) se encuentra la experienda más general de
una nueva época: la abdicación de la imaginación.
E l experimento de escribir su petit mérmire (p. 5) en una espede de apues
ta contra la vanidad personal, explídtamente contra la forma convencional del
lenguaje romántico en primera persona, había desplazado otro proyecto con el
que Stendhal se había encariñado más: «Toute la disposition de mon coeur était
d’écrire un livre d’imagination sur une intrigue d’amour arrivée à Dresde, en
août 1 81 3 » [«Mi corazón estaba plenamente dispuesto a escribir un libro de fic
ción sobre una intriga amorosa ocurrida en Dresde en agosto de 18 13» ] (p. 6).
L a presión de las obligaciones cotidianas había apagado en él la imaginadón:
«Cette petite contrariété éteint net l’imagination en moi. Quand je reprends
116
EL FIN DEL PERÍODO ARTÍSTICO
4. E n el mismo sentido, pero ahora dirigido contra el mundo ficticio de la novela convencional,
se encuentra soupçon en el título de la colección de ensayos Hère du soupçon de Nathalie Sanarne.
117
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
5. Franz Mehring, en su reseña del libro de Houbens, citado en W . Dietze (véase nota 6), p. 6.
6. Referencias literarias en J . Hermand (ed.), D as Ju n g e Deutschland: Texte u nd Dokum ente,
Stuttgart, 1966. M erece especial mención W . Dietze, Ju n g es Deutschland und deutsche Klassik,
Berlin, 19 62 («N eue Beiträge zur Literaturwissenschaft», t. 6).
7. «K arl M arx im Vormärz», en D t. Zeitschrift ft ir Philos, I (19 53), pp. 429-460.
8. Ib id., p. 430.
118
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
los Jóvenes Alemanes no fue tan sólo una revolución estética. Frente al tri
llado argumento, aducido a posteriori, de una decisión política y una coheren
cia democrático-revolucionaria deficientes, W. Krauss aludió con razón a la
verdadera misión política, adecuada a la hora histórica, del periodismo de la
Joven Alemania: la de proporcionar al público alemán los avanzados conoci
mientos de Francia. Tanto aquí como en el escrito «Französische Zustände»
de Heine y posteriormente en los «Anales Franco-Alemanes» de Ruge y
Marx, se perseguía siempre el mismo fin: «L a práctica política de los france
ses debía anclarse en la filosofía alemana».9
Pero también se ha descrito sólo de un modo negativo la revolución
estética de los Jóvenes Alemanes con su hostilidad hacia la tradición y sus
pretensiones modernistas. E l reverso de su sorprendente negación estriba
en una nueva tendencia, que ya no es únicamente alemana, de romper la clá
sica barrera entre el arte y la política, la poesía y el movimiento de la época,
en el reconocimiento que Börne compartía con escritores revolucionarios
de ambos lados del Rin: «La poesía de la época ha entrado en la historia.
Vuela con un ritmo diferente del de los hexámetros, y verdad y poesía quie
re decir ahora biografía de la humanidad».10
Com o indicó W olfgang Preisendanz, la posición literaria de Heinrich
Heihe se halla determinada en especial medida por su consciencia del «fin
del período artístico que se inició en la cuna de Goethe y terminará en su
tumba».11 Este famoso pronóstico, pronunciado por vez primera en 1828 en
la disputa con W olfgang Menzel, no tiene presente únicamente el inminen
te fin de la época de Goethe como una época literaria entre otras. Heine ve
más bien en esta interrupción el final de la idea del arte válida hasta enton
ces, es decir, de la estética clásico-filosófica fundada por Baumgarten y
rematada por Hegel. Según Heine, este período artístico estaría determina
do «por un concepto del arte para el que éste es un segundo mundo indepen
diente, sin finalidad como la estructura misma del mundo, sólo existente por sí
mismo y sin relación con las pretensiones del prim er mundo real».12 L o revo
lucionario de la teoría de Heine reside, pues, en el hecho de que el ataque
al concepto clásico del arte ha conducido hasta el límite de lo estético; y con
el postulado de que el arte actual debe suprimir la contradicción con el presen-
119
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
1 3 . « E l arte actual debe perecer, porque su principio sigue enraizado en el Antiguo R égi
men ya superado, en el pasado del Santo Imperio romano. Por ello, como todos los residuos
marchitos de ese pasado, se encuentra en la más desagradable contradicción con el presente.
Esta contradicción, y no la marcha del tiempo mismo, es lo que tanto perjudica al arte; al con
trario, esa marcha del tiempo debería incluso resultarle beneficioso [...]». {FranzösischeM aler,
18 3 1.) 14 . Ibid. 15 . W . Preisendanz, op. cit., p. 6 3 1.
16. «H egles Satz vom Ende der Kunst und das Problem der Philosophie der Kunst nach
H egel», en Philos. Jahrbuch, 73 (19 65), pp. 75 -9 4 . 17 . Ibid., pp. 79 -84.
12 0
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
il
L a tesis de que el principio hegeliano del carácter pretérito del arte, las
manifestaciones de Heine sobre el fin del período artístico y la simultánea
insurrección de la Joven Alemania contra el clasicismo de la época de
Goethe anunciaron, en el período anterior a la Revolución de 1848, ima
transición del arte más allá de la literatura alemana en el proceso de eman
121
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
122
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
IV
“ 3
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
12 4
ÉL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
Moderna, que, tanto en Hegel como en Hugo, aparece marcada por el fenó
meno de historia mundial del cristianismo, se manifiesta una relación dis
tinta respecto al arte actual. L a estética de H egel conserva la preeminencia
de la forma artística clásica, incluso cuando, con D . Heinrich, se concibe su
determinación del arte más reciente bajo la idea básica de la parcialidad y de
la reflectividad de la forma. L a medida de la perfección es y sigue siendo
para él el arte de la Antigüedad clásica, visto en el espejo del clasicismo ale
mán y de su concepto de la individualidad, cuya «norma y modelo inalcan
zable», como es sabido, tampoco M arx puso en duda.26 E n la gradación de
la filosofía hegeliana de la historia, la forma artística romántica no es la pro
gresiva supresión de la forma clásica, sino su disolución en el principio de la
subjetividad interna. Tal forma artística romántica sigue estando relaciona
da con el concepto clásico de la unidad ideal de forma y fondo, incluso en
los fenómenos que para Hegel eran contemporáneos, aun en el caso de que
se vuelva «contra el contenido que hasta ahora ha sido el único válido»
(p. 568). Hasta aquí, el principio de Hegel acerca del fin del arte sólo afecta
de hecho al final histórico de una forma artística trascendental y determi
nada por su contenido, es decir, la forma clásica, que constituye para él el con
cepto del arte en general. Por consiguiente, mientras H egel veía el arte de
su tiempo bajo el aspecto de fracaso, como final de la forma artística román
tica, y decía del poema épico, en la época de los nacionalismos, que «su crea
ción literaria había de palidecer ante la verdad del espíritu universal reali
zado en la historia real» (p. 959), Hugo oponía explícitamente el arte de la
época que entonces se iniciaba a la forma artística clásica y le asignaba
la misión de abandonar en una fase superior, como poésie complete (p. 24), el
ideal clásico, unilateral, de lo bello y alcanzar la plena verdad de lo real, le
réel (p. 27).
26. Pensemos en el conocido pasaje de la Einleitung zu r Kritik der Politischen Òkontmie, cf.
Karl M arx y Friedrich Engels, Uber Kunst und Literatur, Berlin, 1 9 6 7 , 1, p. 12 5 .
125
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
27. Para su historia previa y problemática debemos remitir a la discusión en Poetik und
Hermeneutik H I (véase nota 1 1), esp. pp. 58 3-6 0 9.
126
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
vi
28. Para la historia previa de la posterior designación de épocas, véase R. Wellek, « T h e con
cept o f realism in litterary scholarship», en Neopbilogus, 4 5 (19 61), pp. 1-20 . E l testimonio más an
tiguo, pero aún completamente aislado se encuentra, como es interesante comprobar, en el año que
precedió al Préface de Cromwell'. «Cette doctrine littéraire qui gagne tous les jours du terrain, et qui
induisait à une fidèle imitation non pas des chef-d’œuvres de l’art mais des originaux qui nous of
fre la nature, pourrait fort bien s’appeler le réalisme: ce serait suivant quelques apparences, la litté
rature du xixe siècle, la littérature du vrai» [«Esta doctrina literaria que va ganando terreno día a
día y que inducía a «ma imitación fiel no de las obras maestras sino de los originales que nos ofrece
la naturaleza, podría llamarse muy bien realismo; según algunas apariencias, podría ser la literatu
ra del siglo XIX, la literatura de lo verdadero»] (Mercure de France, vol. 1 3 ,1 8 2 6 ; d t en Wellek).
127
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
VII
29. Según W . Kayser, Das Groteske in M alerei und Dichtung, i9 6 0 (Rororo, 10 7), p. 40.
30. L o s pasajes probatorios correspondientes se encuentran en R Knaak, Über den Ge
brauch des Wortes grotesque, Diss. Greifswald, 1 9 1 3 , que resume del modo siguiente el signifi
cado inicial: «Pronto se insinúa ya lo que es esencial para el carácter estético de lo grotesco, a
saber, la combinación arbitrariamente juguetona, y por consiguiente, fantástica, de detalles he
terogéneos, que en la naturaleza nunca se encuentran jimios formando una unidad» (p. 10).
128
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
3 1 . Op. á t., p. 14 2 ; para la crítica de la tesis de Kayser, véase W . Preisendanz, Humor als
dichterische Einbildungskraß, M unich, 19 6 3 , pp. 28 5 ss., y L . B. Jennings, The ludicrous demon,
Berkeley/Los Angeles, 19 6 3.
3 2 . Definición de L . Spitzer en su reseña crítica de W . Kayser, Göttinger gelehrte Anzeigen,
2 1 2 (19 58 ), p. 104.
3 3 . Para el origen de esta argumentación véase H . R . Jauss, «D ie klassische und die chris
tliche Rechtfertigung des Hässlichen in mittelalterlichen Literatur», en Poetik und Hermeneu
tik II I (véase nota 1 1), esp. pp. 15 6 ss.
34. Tampoco se mantiene esta oposición en el Préface ni en otras partes. C om o indicó R.
W arning (op. cit., pp. 1 5 5 ss.), la verdad provocativa de lo grotesco, característico, individual,
es captado siempre por medio de lo bello, sobre todo también en la aplicación de la teoría de
H u go a la práctica de su teatro y de su novela.
129
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
13°
EL FIN DEL PERÍODO ARTÍSTICO
VIII
131
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
i 32
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
G 3
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
IX
*34
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
Sin embargo, en este momento, Stendhal, que durante mucho tiempo tuvo
la ambición de llegar a ser el M ofiére de su época, se había apartado ya de
la idea utópica del drama como poésie complete del futuro. Su programa lite
rario en Racine et Shakespeare (1823-18 25), que trastocó completamente el
sentido tradicional de romantique, elevó a norma de la fiteratura moderna lo
actual, lo que precisamente ahora es bello, mañana mismo volverá a estar
superado y sólo podrá ser «clásico», algo que es característico para el pre
sente y de lo que con el correr del tiempo vuelve a diferenciarse algo nuevo
continuamente y de un modo imprevisible. L o romántico, en el sentido
stendhaliano, ya no trasciende el mundo presente para extenderse hacia lo
pasado y remoto ni tiene su origen en la época de transición cristiana; más
bien se separa constantemente de todo lo pasado y con ello, en definitiva,
también de sí mismo: lo romántico de ayer acaba en el cementerio de lo clá
sico. E l concepto actuahsta de lo romántico en Stendhal cala en la concien
cia, en sí contradictoria, que los románticos tienen de su época y se antici
pa al nuevo concepto de lo moderno que pondrá fin más tarde, entre los
Jóvenes Alemanes, a la identificación entre el Romanticismo y la moderni
dad.4 142 Con ello, el concepto de época del Romanticismo, predominante en
la década de 1820 y que para Hegel y para H ugo era aún un concepto com
pletamente natural que situaba el propio presente en la tercera edad de la
historia del arte, fue suprimido por primera vez por Stendhal, quien se anti
I 35
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
4 3 . También W . Oelmüller, Einl. zu F. Th. Vischer, Über das Erhabene und Komische...,
Frankfurt, 19 6 7 , p. 17 .
44. Cf. el pasaje: «L es grands auteurs dramatiques ont épuisé toutes les positions dramatiques
[...] il sera impossible de donner un drame nouveau! A cette époque qui est arrivée en France et
en Angleterre, il sera encore possible de donner un roman nouveau» [«Los grandes autores tea
trales agotaron todas las situaciones dramáticas [...] ¡será imposible ofrecer un drama nuevo! E n
esta época, iniciada en Francia e Inglaterra, todavía será posible ofrecer ima novela nueva»], d t en
C . Müller-Daehn, Stendhal ais Autor in der Rolle des Erzählers Tesis, Heidelberg, 19 54, p. 4.
4 5 . J . - G . P rod ’homme reunió testimonios de esta reacción del público en Vingt chefs-
d'oeuvrejugés par leurs contemporains, Paris, 19 30 , pp. 2 0 5-2 2 5. C f, por ejemplo, pp. 208-209: «Je
n’ai vu nulle part plus de rage anti-jésuitique et antibourgeoise, que dans le livre de M . Stend
hal. [...] Singulier plaisir que s’est donné cet écrivain de réunir en bloc toutes les criailleries,
toutes les misères, toutes les dissimulations, tous les mensonges, toutes les superstitions, toutes
les cruautés de notre état social» [«En ninguna parte he visto más furia antijesuítica y antibur
guesa que en el libro del Sr. Stendhal. [...] Este autor se ha concedido un placer bien singular al
reunir en bloque todo el griterío, todas las miserias, todos los disimulos, todas las mentiras,
todas las superstidones y todas las crueldades de nuestro estado social»]; o bien, p. 206: «S a
Chronique est tout simplement une dénondadon en forme contre l’âme humaine, ime sorte
d’amphithéâtre où on le voit occuper à la disséquer pièce à pièce, pour mieux mettre en relief la
lèpre morale dont il la croit rongée» [«Su crònica es, sencillamente, ima denuncia formal con
tra el alma humana, una espede de anfiteatro donde lo vemos dedicado a diseccionarla en todas
sus partes para poner mejor de relieve la lepra moral que, según él, la corroe»].
136
EL FIN DEL PERÍODO ARTÍSTICO
es como el jardín de las Tullerías, visto por las palomas desde arriba de dife
rente manera a como lo ven los individuos que pasean bajo los árboles). Sin
embargo, estos puntos programáticos sólo los cumplió la Chronique de 1830
de Stendhal, que, como espejo y crítica del état social anterior al final de la
Restauración, fue sentida de un modo tan actual que parecía un poco supera
da por la Revolución de Julio, pero también confirmada por ella.'1* Rojo y
negro, como acontecimiento de la revolución literaria del siglo xix presupone
la crítica de un género predominante y de ima autoridad hasta entonces indis-
cutida, de la novela histórica y de sir Walter Scott. Esta crítica surge de nuevo
en trascendental simultaneidad en Stendhal y en Heine, a cuyo nuevo estilo
se parece mucho en Francia el del autor de diversos libros de viajes, ensayos,
críticas de arte y, sobre todo, de los Souvenirs d ’Egotisme (1832). M ás adelan
te hablaremos de estas curiosas confesiones y de este relato de un testigo de
los años de la época de la Restauración que tocaba a su fin.
XI
- 4 6. Cf. ibid. p. 2 2 1 : «L e Rouge et le N oir, commencé sous la Restauration, ne fut achevé que
autre mois après la révolution de juillet 18 30 ; cela a pu nuire à son succès; car l’ouragan popu
laire avait renversé des choses et des idées que l’auteur bat en brèche» [«Rojo y Negro, iniciado
durante la Restauración, no quedó terminado hasta cuatro meses después de la revolución de
julio de 18 3 0 ; esto es algo que ha podido menoscabar su éxito, pues el huracán popular había
echado por tierra cosas e ideas atacados decididamente por el autor»].
4 7. Cf. también p. 37 («le lecteur, peut-être né ce matin dans la maison voisine» [«el lec
tor, nacido quizá esta misma mañana en la casa vecina»]), 38, 8 3-8 4 , 87, 98, 10 2 y 1 1 5 .
48. Véase también G . Genette, «Stendhal», en Figures II, París, 19 6 9 , pp. 1 5 5 - 1 9 3 , esp.
p. 17 2 : «Aucun des grands romans stendhaliens, même achevés, n ’est absolument d o s sur lui-
même, autonome en sa genèse et sa signification» [«Ninguna de las grandes novelas stendha-
lianas está absolutamente cerrada en sí misma ni es autónoma en su génesis y significación,
aunque se trate de novelas acabadas»].
I 37
LA HISTORIA D E L A LITERATURA COMO PR O V O C A C IÓ N
blece firmemente los límites entre lo que hay que aceptar y lo que debe
excluirse y fija las condiciones del experimento: intentar, contrariamente a
las convenciones literarias y poéticas del examen de conscience (p. 6), escribir
sobre uno mismo y, al propio tiempo, sobre la época de 18 2 1 a 1830.
Es contrario a la convención literaria porque la tradición de la presen
tación del Yo presuponía, incluso allí donde se trataba de describir lo tran
sitorio y mudable del movimiento del pensamiento (como en el «Je peins le
passage» [«Pinto el paso»], de Montaigne), el juicio del observador como
una instancia firme, sustraída al cambio exterior. Pero para Stendhal, la
representación del Yo no se ve dificultada únicamente por el dilema clásico
del «impudeur de parler de soi continuellement» [«desvergüenza de hablar
continuamente de uno mismo»] (crítica de Pascal a Montaigne), sino tam
bién por esta desalentadora idea: «Que de choses hardies et que je n’avance
qu’en tremblant seront des plats lieux communs dix ans après ma mort»
[«¡Cuántas cosas audaces que sólo propongo temblando serán lugares
comunes trillados diez años después de mi muerte!»] (p. 102). Stendhal cree
que la mejor manera de evitar el peligro de que su libro resulte ya aburrido
al cabo de dos años y pueda servirle al tendero como papel para envolver su
mercancía (p. 84) estriba en describir con «completa sinceridad» precisa
mente aquello que vaya en contra de la expectativa general, aunque le cues
te a su propia vanidad (cf. p. 96: «Je suis comme une femme honnêtte qui se
ferait fille...» [«Soy como una mujer honrada que se hace pasar por mucha
cha...»]), actitud de la que esperaba el perdón de sus lectores por el cons
tante «yo». L a caracterización de esta actitud mediante el provocativo
anglicismo égotisme no sólo ironiza el modo de hablar romántico en prime
ra persona, sino que se opone también a toda forma cristiana o secularizada
de confesión y examen de conciencia. L a esperanza romántica de que los
recuerdos de Stendhal aportasen los «moments heureux que j’ai rencon
trés» [«momentos felices que he vivido»] y su «anatomía» (p. 7) es destrui
da ya desde el comienzo: «Or, c’est ce que je ne ferai point, je sauterai le
bonheur» [«Pero no lo haré; omitiré la felicidad»] (ibid). Aun cuando el
tema poético, que da consistencia a la obra— despedida de Métilde (Matilde
Dom browski), amor desde lejos, búsqueda de la curación de ese spleen
(p. 67) y la lenta extinción de la emoción no cotidiana— resulta evidente, no
va más allá de ciertas alusiones intermitentes, de las que, si la obra se hubie
ra escrito de otra manera, habría podido resultar una excelente fábula del
romanticismo de la desilusión. En vez de ello, entre los rasgos autobiográ
ficos se apretujan un sinfín de retratos, alusiones rápidas a sucesos, descrip-
138
EL FIN DEL PERÍODO ARTÍSTICO
J39
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
larse de los liberales, entre los cuales se cuenta a sí mismo («je trouvais
les libéraux outragement niais» [«los liberales me parecían insultantemente
necios»] p. 6o). Se indispone con M . de Tracy con la provocativa proposición
de solucionar el problema de los emigrantes mediante el establecimiento for
zoso de éstos en los Pirineos (p. 54). Para los conspiradores de 18 2 1 sólo tiene
palabras durísimas (p. 22) y juzga con no menor acritud a los liberales italianos
en los salones parisienses («je n’ai jamais rien connu de plus poétique et de plus
absurde...» [«jamás he conocido nada más poético ni más absurdo»] p. 89),
pero luego reconoce incluso un acceso sumamente poético de romanticismo
político (p. 12): « J’entrai dans Paris que je trouvai pire que laid, insultant pour
ma douleur, avec une seule idée: n’être pas deviné» (se refiere a la «passion pour
une femme que je n’ai pas eue»). «Au bout de huit jours en voyant l’absence
politique je me dis: Profiter de ma douleur pour t L 18 ( = mer Louis XVT 1I)»
[«Entré en Paris— que me pareció peor que feo, insultante, para mi dolor— con
una sola idea: que no se me adivinara (se refiere a la «pasión por una mujer a la
quenunca poseí»). «Al cabo de ocho días, al ver el vacío político, me digo: he
de aprovechar mi dolor para t L 18 » (= matar a Luis XVIII)]. En sus retratos de
contemporáneos célebres, la mediación subjetiva puede conducir a una triviali-
zación de la grandeza histórica. Donde mejor se observa esto es en el diferente
modo como es tratado M . de Lafayette en Heine y en Stendhal.
Heine, que quiere proteger a Lafayette frente a los republicanos, lo
alaba como el «carácter más puro de la Revolución francesa», lo coloca al
lado de Napoleón para contemplar la «grandeza de los dos héroes», traza
con cariño su bonhomie, la veneración de que goza entre las gentes del campo
y su papel como el Napoleón de la petite bourgeoisie, y deja para el final la
poesía del gran momento, cuando el anciano, con la cabeza plateada, toma
la palabra en la Cámara de diputados «ansioso de lucha como un adoles
cente», y luego añade como una rúbrica con mezcla de estilos: «Sólo que
padece de somnolencia en esta aburrida época de juste m ilieu» (V, pp. 39-
44). Stendhal describe su encuentro en el salón de Mme. de Tracy, en el que,
en el momento mismo de su aparición, ya reconoció la importancia de
Lafayette («Je sentais [...] que M . de L a Fayette était tout simplement un
héros de Plutarque» [«Me daba cuenta [...] de que el Sr. de L a Fayette era,
sencillamente, un héroe de Plutarco»] p. 42). E l paralelo moderno con la
antigua muestra de la sencillez de la grandeza histórica brilla hasta tal punto
por su ausencia que las primeras frases podrían alargar la lista de ejemplos
de H ugo acerca de lo sublime et grotesque: «Il vivait au jour le jour, sans trop
d’esprit, faisant tout simplement, comme Epaminondas, la grande action
140
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
50. L a lista vuelve en la p. 102 con variantes: el general Foy, M m e. Pasta, L o rd Byron,
Napoleón, M . de Tracy, Canova, junto con la declaración de que no todos esos grands hommes
que se dignaban hablar con él pudieron adivinar su «âm e remplie d’une rare bonté... et un es
prit enflammé et capable de les comprendre» [«alma, llena de una rara bondad... y un espíri
tu inflamado y capaz de comprenderlos»]. L a genealogía literaria abarca a D iderot (Jacques le
Fataliste, p. 12), Destutt de Tracy (p. 3 1), Cabanis (p. 52), Shakespeare (pp. 6 5 -7 5 ), Kean (pp.
77-9 9), Montesquieu (p. 84).
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
(p. 87). En tales pasajes se articula la experiencia del presente que cada día
cambia más deprisa, de aquella «estructura de movimiento de la historia
moderna»,51 para la cual tiene Stendhal una vista más aguda que la mayoría
de sus contemporáneos. Aquí se manifiesta su aspiración a superar el movi
miento de la época, a hacer destacar del presente unos rasgos que afectan
a éste precisamente en el momento en que se anuncia algo que es actual para
el futuro. ¿Cómo puede escribirse un libro que, mediante ciertas audacias, se
anticipe tanto al presente que sólo haya de ser actual para una generación
posterior? ¿Basta exagerar ciertos matices de la tuda, para producir un proce
so esperable? («[...] Comme on sera bien plus détrompé des Kings, des nobles
et des prêtres vers 1870 qu’aujourd-hui, il me vient la tentation d’outrer cer
tains traits contre cette vermine de l’espèce humaine»? [«[...] Cuánto más
desengañada estará la gente con los reyes, los nobles y los sacerdotes hacia
1870 que hoy; me siento tentado de exagerar ciertos rasgos contra esa lacra
de la especie humana»] p. 125.). Pero, en tales consideraciones, Stendhal se
ve constantemente asaltado por las dudas. L o que dentro de diez años puede
ser actual, según la misma lógica, ¿no volverá a carecer de actualidad dentro
de veinte? «Si je mets vingt, toutes les nuances de la vie seront changées, le
lecteur ne verra plus que les masses. E t où diable sont les masses dans ces jeux
de ma plume? C ’est une chose à examiner» [«Si pongo veinte años, habrán
cambiado todos los matices de la vida, y el lector verá sólo las masas. Pero,
¿dónde diablos están las masas en estos juegos de mi pluma? E s algo que
habrá que examinar»] (p. 115 ). Este dilema de la teoría actualista de la litera
tura anuncia al mismo tiempo el fin de una tradición del moralismo. L a des
cripción de las moeurs de ce siècle, llevada a la novela desde la forma labruye-
resca de los Caracteres, estaba destinada a consignar precisamente lo perma
nente, lo que caracteriza la naturaleza humana, lo ciertamente conocido en la
peculiaridad de la aparición, pero válido más allá del momento. Después de
que la historia se hizo cargo en la revolución literaria del siglo xix de la fun-
142
EL FIN DEL PERÍODO ARTÍSTICO
X II
52. Cf. los comentarios marginales a Armance: «H olà! pas de saitre! Laissons ce plat m o
yen aux petits littérateurs poussés par le Constitutionnel» [«¡Bueno, basta de sátiras! Dejemos
ese medio trivial a los pequeños escritorcillos incitados por el Constitucional»] (ed. G . Blin,
París, 19 46 , p. 3 14 ).
53 . E s significativo que, al mencionar sus paseos por Londres, la única frase descriptiva se
reduce inmediatamente a un esquema literario: «Il y abatí là de petites maisons garnies de ro
siers qui furent pour moi la véritable élégie. C e fut la première fois que ce genre fade me tou
cha» [«Había allí casitas adornadas con rosales que me parecieron auténticamente elegiacas.
Fue la primera vez que me conmovió este género insulso»] (p. 71).
143
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
pintar ese salón; sir Walter Scott y sus imitadores habrían comenzado pru
dentemente por ahí, pero yo detesto la descripción material. E l aburrimien
to de realizarla me impide escribir novelas»] (p. 45). Su justificación expresa:
«Occupé du moral, la description du physique m’ennuie» [«Al ocuparme de
lo moral, la descripción de lo fisico me aburre»] (p. 11), se ofrece aquí con la
antítesis formulada aún clásicamente en forma demasiado lapidaria, para
poner también de manifiesto el fondo de su crítica a Scott. Esta crítica ocupa
en la obra de Stendhal un espacio considerable, y poco después de darse a
conocer la obra Waverley recorre todas las fases, desde el entusiasmo inicial
(desde 18 18 ), pasando por un primer escepticismo (hacia 18 22-18 23) hasta
un decidido rechazo (1827).54 L a fase del entusiasmo caracteriza una mani
festación de 1820, según la cual Scott era superior a Byron porque, en el año
1890, seguramente se enseñará la Historia en las escuelas a partir de los dra
mas de Shakespeare y las novelas de Scott.55 E l cambio producido en la crí
tica obedecía a motivos tanto estéticos como políticos. En una carta a Lord
Byron de junio de 1823, Stendhal reprochaba a Scott su oportunismo políti
co y su falta de honradez; en lo sucesivo vio en él a un exponente de los ultras
políticos, a quien nada le importaba el progreso social.56Junto a ello encon
tramos las primeras manifestaciones de la crítica, la desmesura y el modo de
describir en las novelas de Scott. Parten de un descontento ante la presenta
ción puritana del amor y de la vida emocional en general, se dirigen luego
más y más a la desproporción en la descripción de estados externos frente a
procesos internos y finalmente ponen en entredicho la verdad del couleur
locale, y por consiguiente, el principio mimètico de la novela histórica misma.
E l ensayo titulado Walter Scott et la princesse de Clèves, de febrero de
1830, expresa el resultado de la lucha de estos años.57 Comparado con la
labor de Madame de Lafayette, a Scott y a la infinita legión de sus imitado
res les resulta fácil el trabajo: «L ’habit et le collier de cuivre d’un serf du
moyen âge son plus faciles à décrire que les mouvements du coeur humain»
54. Cf. K . Massmann, Die Rezeption der historischen Romane sir Walter Scotts in Frankreich
( 1 8 1 6 -1 8 3 2 ) , Dis. Constanza 1969; para Stendhal hubo no menos de 4 3 testimonios.
55 . « N e trouvez-vous pas Scott bien supérieur à Byron? E n 1890 l’on enseignera l’histoire
dans les collèges avec les pièces historiques de Shakespeare, les romans de Scott et ceux des cent
ou deux cents moutons qui vont l’imiter» [«¿N o le parece que Scott es m uy superior a Byron?
E n 18 90 se enseñará Historia en los colegios con las obras históricas de Shakespeare, las nove
las de Scott y cien o doscientos borregos que van a imitarlo»] (Ed. le Divan, t. V , p. 383).
56. Cf. K . Massmann, op. cit., p. 94.
57 . M e l de litt., ed. le Divan, t. III, pp. 3 0 5 - 3 1 1 .
144
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
58. Esta crítica se encuentra ya en Racine et Shakespeare (18 2 3): « Q u ’est-ce que les romans
de W alter Scott? D e la tragédie romantique entremêtée de longues descriptions» [«¿Q ué son
las novelas de W alter Scott? U na tragedia romántica entreverada de largas descripciones»]
(ed. P. Martineau, 19 2 5 , t. II, p. 218 ).
I 45
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
X I II
59. Véase también K . Massmann, op. cit., pp. 1 0 6 - 1 1 7 , quien ve la fase decisiva del cambio
provocado por Scott representada en la historiografía francesa por medio de A. Thierry, Let
tres sur l ’Histoire de France (1820 ), C . J . de Barante, Préface de l ’Histoire des Ducs de Bourgogne
( 18 2 4 ) y un ensayo anónimo « D e la nouvelle école historique» (18 2 8 , M ercure de France,
t. X X III, pp. 33 9 -34 7 ).
60. N o ta del 14 de mayo de 18 34 , cit. en G . Blin, Stendhal et les problèmes du roman, Pans,
19 54, p. 86. 6 1. M él. de litt., ed. le Divan, t. II, p. 349 (del 18 -X -18 3 1).
146
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
X IV
147
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
148
EL FIN D EL PERÍODO ARTÍSTICO
149
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
L A H IS T O R IA D E L A L IT E R A T U R A C O M O
P R O V O C A C IÓ N D E L A C IE N C IA L IT E R A R IA
i. E n esta crítica sigo a M . Wehrli, quien últimamente escribió sobre «Sinn und Unssinn der
Literaturgeschichte» (publicado en el suplemento literario del Neue Zürcher Zeitung del 2 6 de fe
brero de 1967) y, desde otro punto de vista, pronosticó también que la ciencia literaria volvería
los ojos a la historia. D e los trabajos más recientes sobre el problema de la historia de la literatu
ra (citados a continuación sólo con la indicación del año) conozco los siguientes: R. Jakobson,
«U b er den Realismus in der Kunst» (19 2 1) en Texte der russischen Formalisten I, ed. J . Striedter,
Munich, 1969, pp. 3 7 3 - 3 9 1 ; W . Benjamin, «Literaturgeschichte und Literaturwissenschaft»
(19 3 1), en Angelus Nouns, Frankfurt, 1966, pp. 450 -4 56 ; R. Wellek, « T h e Theory o f Literary
History», en Etudes dédiées au quatrième Congrès de linguistes. Travaux du Circle Linguistique de Pra
gue (1936), pp. 1 7 3 - 1 9 1 ; id., «D er Begriff der Evolution in der Literaturgeschichte» en Grund-
bergriffe der Literaturkritik, Stuttgart-Berlin-Maguncia, 19 65; U . Leo, «D as Problem der Litera
turgeschichte» (1939), en Sehen und Wirklichkeit bei Dante, Frankfurt, 1956; W . Krauss, «Literatur
UI
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
geschichte als geschichtlicher Auftrag» (1950), en Studien und Aufsätze, Berlin, 19 59 , pp. 19 -
72; J . Storost, «D as Problem der Literaturgeschichte», en Dante-Jahrbuch, 38 (i960), pp. 1 -
17 ; E . Trunz, «Literaturwissenschaft als Auslegung und als Geschichte der Dichtung», en
Festschrift J . Trier, Meisenheim, 19 5 4 ; H . E . Hass, «Literatur und Geschichte», en Neue deuts
che Hefte, 5 (19 58 ), pp. 3 0 7 -3 18 ; R. Barthes, «H istoire ou littérature» (i960), en Literatur oder
Geschichte, Frankfurt, 1969; E Sengle, «Aufgaben der heutigen Literaturgeschichtschreibung»,
en Archiv fü r das Studium der neueren Sprachen, 200 (1964), pp. 2 4 1-2 6 4 .
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
*53
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
il
En las citas se suele invocar una autoridad con objeto de sancionar un paso
en el desarrollo de la reflexión científica. Pero también pueden servir para
recordar un antiguo problema, para expresar que una respuesta ya clásica
resulta insuficiente, por haberse vuelto a su vez histórica y exigir de noso
tros un replanteamiento del problema y una nueva solución. L a respuesta
de Schiller a la pregunta de su discurso inaugural de Jena del 26 de mayo de
1789: «¿Qué significa, y para qué fin se estudia la Historia universal?», no
es sólo representativa de la comprensión de la historia por parte del idealis
mo alemán, sino que ilustra también una mirada crítica retrospectiva hacia
la historia de nuestra disciplina, pues indica la esperanza con que la historia
de la literatura del siglo xix, en competencia con la historiografía general,
trataba de hacerse con el legado de la filosofía idealista de la historia. Al
mismo tiempo permite reconocer por qué el ideal de conocimiento de la
escuela histórica tenía que conducir hacia una crisis y había de acarrear asi
mismo la decadencia de la historia de la literatura.
4. Was heisst und zu welchem Ende studiert man Universalgeschichte?, en Schillers Sämtliche
Werke, edición del centenario, t. XlLL, p. 3.
I 54
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
155
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
156
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
historia de la literatura coloca una tras otra diversas épocas separadas entre sí.
Donde antes podía acreditarse «la regla básica del género literario de la his
toria según la cual el historiador debe esfumarse ante su objeto y éste debe
aparecer en completa objetividad»,15 era en la época como un todo con sen
tido individual. Si la «completa objetividad» exige que el historiador prescin
da del punto de vista de su actualidad, también ha de poder reconocerse el
valor y la importancia de una época del pasado independientemente del ulte
rior curso de la historia. La famosa frase de Ranke de 1854 da a este postula
do un fundamento teológico: «Pero yo afirmo: toda época se relaciona direc
tamente con Dios, y su valor no se basa en modo alguno en lo que se deriva
de ella, sino en su existencia misma, en su propio yo».16 Esta nueva respues
ta a la pregunta acerca de cómo debe entenderse el concepto de «progreso»
en la historia, asigna al historiador la tarea de una nueva teodicea: al conside
rar y presentar cada época como algo válido en sí, justifica a Dios ante la filo
sofía de la historia del progreso, la cual consideraba las épocas meramente
como peldaños para la generación subsiguiente y con ello presuponía una
predilección con respecto a la generación posterior y, por consiguiente, una
«injusticia por parte de la Divinidad».17 L a solución de Ranke para el pro
blema que la filosofía de la historia había dejado tras de sí se obtuvo, sin
embargo, a costa de romper el hilo entre el pasado y el presente de la histo
ria, entre la época «tal como fue realmente» y «lo que salió de ella». E l his-
toricismo, al apartarse de la filosofía de la historia de la Ilustración, no sólo
abandonó la construcción teleologica de la historia universal, sino también el
157
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
18 . Op. rit, p. 52 8 ; cf. pp. 5 2 6 ss., donde Schiller define la tarea del historiador universal
como un procedimiento en el que hay que descubrir y resolver el principio teleologico, es de
cir, el objetivo consistente en descubrir y resolver, ante todo, en el curso de la historia mun
dial, el problema del orden del mundo, porque sólo cabe esperar una historia universal tras el
último plano en épocas posteriores». E l procedimiento mismo describe la historiografía como
ima especie de «historia de la acción»: el historiador universal asciende desde la más reciente
situación mundial hacia el origen de las cosas, haciendo resaltar de entre los hechos aquellos
que han ejercido una influencia esencial en la actual configuración del mundo; luego, en el ca
mino hallado de este modo, da media vuelta y, «siguiendo el hilo de estos hechos designados»,
puede ahora explicar la relación que existe entre el pasado y la actual constitución del mundo
como historia universal.
19. L a consecuencia del principio de que el historiador, al ir a exponer una época pasada,
tiene que expulsar primero de su mente todo cuanto conoce acerca del ulterior curso de la his
toria (Fustel de Coulanges) es el irracionalismo de una «compenetración» que no acierta a dar
cuenta de las condiciones previas y de los prejuicios de su punto de vista histórico. L a crítica
que a esto opone W . Benjamin desde el punto de vista del materialismo histórico lleva insen
siblemente más allá del objetivismo de la concepción materialista de la historia; véase Ges
chichtsphilosophische Thesen, núm. V I I, en Schriften I, Frankfurt, 19 5 5 , p. 497.
20. W . von Humboldt, op. rit, p. 586.
2 1 . Ibid., p. 590: « E l historiador digno de este nombre debe presentar cada hecho como
parte de un todo, o lo que viene a ser lo mismo la forma de la historia en general en cada uno
de ellos».
22. Para esta distinción entre historia de la literatura y crítica de la literatura es significa
tiva la definición del concepto de filología en Grundriss der romanischen Philologie de G . G rö
ber, 1 . 1, Estrasburgo, 19 0 6 2, p. 19 4: « L a manifestación del espíritu humano en el lenguaje, que
sólo es comprensible de un modo mediato, y sus realizaciones en el discurso, artísticamente
tratado, del pasado, constituyen, pues, el objeto propiamente dicho de la filología».
158
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
*59
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
ni
Ambas escuelas tienen en común apartarse del ciego empirismo del positi
vismo y de la metafísica estética de la historia de la filosofía. Han intentado
resolver por caminos opuestos el problema de cómo ha de recuperarse el
hecho literario aislado o la obra literaria aparentemente autónoma en el
contexto histórico de la literatura y cómo se ha de comprender ese hecho en
cuanto testimonio del proceso social o en cuanto momento de la evolución
literaria. Pero como resultado de ambas tentativas no puede registrarse
hasta ahora ninguna gran historia de la literatura que, basándose en las nue
vas premisas marxistas o formalistas, haya modificado las antiguas historias
de las literaturas nacionales, haya transformado su canon establecido y haya
presentado la literatura mundial en forma de proceso, con vistas a su fun
ción emancipadora, formadora de percepción o social. Las teorías literarias
marxista y formalista, debido a su carácter unilateral, cayeron finalmente en
ima aporia cuya solución habría requerido establecer en una nueva relación
la concepción histórica y la estética.
L a provocación originaria y continuamente renovada de la teoría litera
ria marxista estriba en su negación de una historia propia tanto para el arte
como para las correspondientes formas de conciencia de la moral, la religión
o la metafísica. L a historia, tanto de la literatura como del arte, ya no puede
conservar por más tiempo su «apariencia de independencia», si se conside-
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
161
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
3 1 . Ibid., p. 276.
32. C f.H . Blumenberg, ibid., p. 270: « E l antinaturalismo del siglo xix está sostenido por
este sentimiento de restricción de la auténtica productividad del ser humano por este molesto
horizonte de condiciones. E l nuevo patetismo del trabajo se dirige ahora contra la naturaleza:
Com te acuñó la expresión antinaturaleza, M arx y Engels hablan de antifisis.
16 2
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
do, en una cosa, en un factor histórico autónomo y con ello hará de la eco
nomía un fetiche».33 L a «ideología del factor económico», enjuiciada tan
rigurosamente por Karel Kosík, ha obligado a la historia a encasillarse en un
paralelismo que se ve constantemente refutado por el fenómeno histórico
de la producción literaria, tanto en la sucesión como en la coexistencia de
las obras.
L a literatura, en la abundancia de sus configuraciones, sólo puede refe
rirse en parte de manera precisa a ciertas condiciones concretas del proceso
económico. Antes de nuestra época, los cambios de la estructura económi
ca y las modificaciones en la jerarquía social se realizaron generalmente en
procesos largos con pausas apenas visibles y revoluciones poco espectacula
res. Dado que el número de determinantes comprobables de la «subestruc
tura» siguió siendo mucho más reducido que la producción literaria, en
rápida transformación, de la «supraestructura», la multiplicidad concreta de
las obras y los géneros tuvo que referirse constantemente a los mismos fac
tores o hipóstasis de concepto tales como feudalismo, auge de los munici
pios burgueses, disminución de la función de la nobleza, modo de produc
ción del capitalismo primitivo, medio o tardío. Asimismo, según su género
o la forma correspondiente a la época, las obras literarias se hicieron más o
menos permeables a los acontecimientos de la realidad histórica, lo cual
condujo al evidente descuido de los géneros no miméticos frente a la épica.
N o es casual que, en la búsqueda de equivalentes sociales, el sociologismo
se atenga a la serie tradicional de obras maestras y grandes autores, porque
su originalidad parece interpretable como visión directa del proceso social
o, a falta de tal visión, como expresión involuntaria de cambios en la base.34
3 5 . Einleitung zu r K ritik der Politischen Ökonomie, en Werke, op. cit., t. XTTT, p. 640.
36. Einführung in die ästhetischen Schriften von M arx und Engels (19 4 5), Literatur und Kunst
als Überbau ( 19 5 1) , en Beiträge zu r Geschichte der Ästhetik, Berlin, 19 5 4 . 37. Ibid., p. 424.
38. Werke, op. cit., t. X E , p. 6 4 1.
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
39. « E l “ carácter clásico” no es, pues, consecuencia de una sujeción a “ reglas” formales,
sino precisamente del hecho de que la obra de arte puede conferir a las condiciones humanas
más esenciales y típicas la máxima expresión de la simbolización de la individualización» (op.
cit., p. 42 5). Véase también P. Demetz, «Zw ischen Klassik und Bolschewismus. G eo rg Lukács
als Theoretiker der Dichtung», en M erkur, 12 (19 58 ), pp. 5 0 1 - 5 1 5 y, del mismo autor, M arx,
Engels und die Dichter, Stuttgart, 19 59 .
40. Brecht criticó irónicamente esta canonización de la «form a de novelas menos burgue
sas del pasado siglo» como el «carácter formalista» de la teoría del realismo, cf. sus manifesta
ciones en la controversia Brecht-Lukács, en Marxism us und Literatur, ed. E J . Raddatz, H am -
burgo, 1969, t. Il, pp. 8 7-9 8 . 4 1 . Beiträge zu r Geschichte der Ästhetik, op. cit., p. 4 19 .
42. Citado en Lukács, op. d t., pp. 19 4 -19 6 .
16 5
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
43. Véase también la Introducción (Le tout et ¡esparties) de Le dieu caché: Etude sur la vision
tragique dans les Pensée de Pascal et dans le théâtre de Racine, Paris, 19 5 9 (hay trad. cast. E l hombrey
lo absoluto, Barcelona, Península, 1968), y Pour une sociologie du roman, París, 1964, pp. 4 4 ss.
44. Véase también la crítica de W . Mittenzwei, « D ie Brecht-Lukács-Debatte», en Das
Argument, io, 1968, 3 1 , que censura a Lukács su insistencia en esta unidad como falta de dia
léctica: « L a dialéctica marxista, sin embargo, parte del carácter contradictorio de la unidad en
tre naturaleza y fenómeno».
4 5 . Por consiguiente, el concepto de la totalidad intensiva en la teoría del reflejo de L u
kács tiene su inevitable correlación en la «inmediatez de la recepción»: la realidad objetiva en
la obra de arte se reconoce precisamente en el momento en que el «receptor» (lector, oyente,
espectador) se reconoce a sí mismo en ella (<f. Probleme des Realismus, Berlín, 19 5 5 , pp. 1 3 ss.).
E l efecto de la obra de arte presupone, pues, ya en el público la adecuada experiencia total de
la que aquélla podrá diferenciarse sólo gradualmente como un reflejo más completo y más fiel.
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
IV
53. Ediciones en versión alemana: Boris Eichenbaum, Aufsätze zu r Theorie und Geschichte
der Literatur, Frankfurt, 19 6 5 ; Yuriy Tynyanov, D ie literarischen Kunstmittel und die Evolution in
der Literatur, Frankfurt, 19 6 7; Viktor Sklovskiy, Theorie der Prosa, Frankfurt, 1966, eri trad,
francesa: Théorie de la littérature. Textes desformalistes russes réunis, présentés et traduits par T. To
dorov, Paris, 19 6 5 ; la valoración crítica actual de la escuela formalista es la introducción a los
Texte der russischen Formalisten I (Munich, 1969) de Y. Strieder, a quien debo mucho por sus
consejos y alientos en la redacción de parte de este libro.
54. Esta famosa fórmula, acuñada por V Sklovskiy en 1 9 2 1 , fue mejorada poco después
por el concepto de un «sistema» estético en el que cada medio artístico tiene que cumplir ima
función determinada, cf. V Erlich, Russischer Formalismus, M unich, 19 64, p. 99.
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170
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*73
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vi
Una renovación de la historia de la literatura requiere elim inar los prejuicios del
objetivismo histórico y fundam entar la estética tradicional de la producción y de la
presentación en una estética de la recepción y los efectos. La historicidad de la lite
ratura no se basa en una relación de «hechos literarios» establecida post festum,
sino en la previa experiencia de la obra literaria por sus lectores. Esta relación dia
làgica es también el prim er hecho prim ario para la historia de la literatura, pues el
historiador de la literatura debe convertirse siem pre en lector antes de comprender
y clasificar una obra; dicho de otro modo: antes de poderfundam entar su propioju i
cio en la conciencia de su posición actual en la serie histórica de los lectores.
E l postulado establecido por R. G . Collingwood en su crítica a la ideo
logía predominante de la objetividad para la historia general: «history is
6 3. W . Benjamin lo formuló en forma correspondiente (19 3 1): «Ya que no se trata de pre
sentar las obras literarias en conexión con su época, sino de presentar la época que las recono
ce, o sea, la nuestra, en la época en que se produjeron. C o n ello la literatura se convierte en un
órgano de la historia; y convertirla en tal órgano (no convertir la literatura en material de la
historia) es la misión de la historia de la literatura» (p. 456).
174
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
nothing but the re-enactment o f past thought in the historian’s mind» [«la
historia no es más que la reconstrucción del pensamiento del pasado en la
mente del historiador»],64sigue siendo aún más válido para la historia de la
literatura, ya que la concepción positivista de la historia como descripción
«objetiva» de una serie de sucesos en un pasado falla tanto en lo referente
al carácter artístico como a la historicidad específica de la literatura. L a obra
literaria no es un objeto existente para sí que ofrezca a cada observador el
mismo aspecto en cualquier momento.65 N o es ningún monumento que
revele monológicamente su esencia intemporal. Es más bien como una par
titura adaptada a la resonancia siempre renovada de la lectura, que redime
el texto de la materia de las palabras y lo trae a la existencia actual: «Parole
qui doit, en même temps qu’elle lui parle, creer un interlocuteur capable de
l’entendre» [«Palabra que, al mismo tiempo que le habla, debe crear un
interlocutor capaz de escucharla»].66 Este carácter dialógico de la obra lite
raria constituye también el fundamento de que el saber filológico sólo pueda
existir en la continua confrontación con el texto y no tenga que derivar del
conocimiento de unos hechos.67 E l saber filológico se refiere siempre a la
68. Véase también J . Storost, i9 6 0 , p. 1 5 , quien equipara allí el hecho histórico al hecho
literario (« L a obra de arte es ante tod o..., un hecho artístico, o sea, histórico como la batalla
de Issos»).
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
VII
177
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
179
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
V III
77. Para este concepto husserliano, véase G . Buck, Lernen und Erfahrung, op. cit., pp. 6 4 ss.
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
78. A quí utilizo resultados de la discusión que tuvo lugar en el III Coloquio del grupo de
investigación Poetik und Hermeneutik (ahora en el volumen: Die nicht mehr schönen Kiinste-
Grenzphänomene des Ästhetischen, ed., H . R. Jauss, M unich, 1968) sobre lo cursi com o fenóme
no límite de lo estético. Para la actitud «degustativa» que presupone el mero arte de entrete
nimiento vale, lo mismo que para lo cursi, la afirmación de que aquí «se satisfacen a priori las
exigencias de los consumidores» (P. Beylin), que «la expectativa satisfecha se convierte en nor
ma del producto» (W. Iser) o que «su obra, sin tener ningún problema que resolver, tiene la
apariencia de estar resolviéndolo» (M . Imdahl), op. cit., pp. 6 5 1-6 6 7 .
79. A l igual que los epígonos, véase para ello B. Tomasevskij (en Théorie de la littérature..., ed.
Todorov, cf. nota 53 , p. 305): « L ’apparition d’un génie équivaut toujours à ime révolution litté
raire qui détrône le canon dominant et donne le pouvoir aux procédés jusqu’alors subordonnés.
[...] Les épigones répètent une combinaison usée des procédés, et d’originale et révolutionnaire
qu’elle était, cette combinaison devient stéréotypée et traditionnelle. Ainsi les épigones tuent par
fois pour longtemps l’aptitude des contemporains à sentir la force esthétique des exemples qu’ils
imitent: ils discréditent leurs maîtres» [«La aparición de un genio equivale siempre a una revolu
ción literaria que destrona el canon dominante y da el poder a los procedimientos que habían
ocupado hasta entonces una posición subordinada. [...] Los epígonos repiten una combinación
gastada de procedimientos que, tras haber sido original y revolucionaria, pasa a ser estereotipada
y tradicional. Así, los epígonos matan, a veces por mucho tiempo, la capacidad de sus contempo
ráneos para sentir la fuerza estética de los ejemplos que imitan: desacreditan a sus maestros»].
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
182
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
83. E l paso que es preciso dar para salir de esta determinación unilateral lo indica K . H .
Bender, König und Vasall: Untersuchungen zu r Chanson de Geste des X II. Jahrhunderts, Heidel
berg, 19 6 7 («Studia romanica», 13). E n esta historia de la primitiva épica francesa se expone
la aparente congruencia entre sociedad feudal e idealidad épica como un proceso que se man
tiene a través de una discrepancia constantemente cambiante entre «realidad» e «ideología»,
es decir, entre las coyunturas históricas de los conflictos feudales y las respuestas poéticas de
los cantares de gesta.
84. Estos aspectos han sido sacados a la luz por la importante sociología de la literatura de
Erich Auerbach en la multiplicidad de refracciones trascendentales de la relación entre autor
y público; véase además la valoración de F. Schalk (ed.), en E . Auerbach, Gesammelte Aufsätze
zu r romanischen Philologie, Berna-Munich, 19 6 7, pp. 1 1 ss.
85. Cf. H . Heinrich, «F ü r eine Literaturgeschichte des Lesers» (M ercur, noviembre
19 67), intento nacido de la misma intención, que, en forma análoga a la sustitución antes usual
de la lingüística del hablante por una lingüística del oyente, aboga ahora por una considera
ción metodológica de la perspectiva del lector en la historia literaria y con ello se corresponde
a las mil maravillas con mi propia intención. H . W einrich indica también sobre todo cómo los
métodos empíricos de la sociología de la literatura han de completarse con la interpretación
lingüística y literaria del papel desempeñado por el lector y que se halla implícitamente conte
nido en la obra.
183
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
86. E n Madame Bovary par Gustave Flaubert, Oeuvres completes, París, 1 9 5 1 , p. 998: « L e s
dernières années de Louis-Philippe avaient vu les dernières explosions d’un esprit encore ex
citable par les jeux de l’imagination; mais le nouveau romancier se trouvait en face d’une so
ciété absolument usée— pire qu’usée— , abrutie et goulue, n ’ayant horreur que de la fiction, et
d’amour que pour la possession» [«Los últimos años de Luis Felipe habían sido testigos de las
explosiones finales de un espíritu al que aún podían excitar los juegos de la imaginación; pero
el nuevo novelista se hallaba frente a una sociedad absolutamente agotada, más aún, embrute
cida y ávida, a la que sólo horrorizaba la ficción y que sólo amaba la posesión»].
87. C f ibid., p. 999, así como acusación, defensa y juicio del proceso sobre Madame Bovary,
en Flaubert, Oeuvres, ed. de la Pléiade, Paris, 1 9 5 1 , vol. I, 6 4 9 -7 17 , esp. 7 1 7 ; además, para
Fanny, E . Montégut, « L e roman intime de la littérature réaliste», en Revue des deux mondes, 18
(18 58 ), pp. 1 9 6 - 2 1 3 , esp. 10 1 y 209 ss.
88. Com o lo atestigua Baudelaire, f op. cit., p. 996: «[...] car depuis la disparition de Balzac
[...] toute curiosité, relativement au roman, s’était apaisée et endormie» [«[...] porque, tras la de
saparición de Balzac [...] había quedado apaciguada y adormecida toda curiosidad por la novela»].
89. Sobre estas y otras opiniones contemporáneas, véase «D ie beiden Fassungen von Flau-
berts “ Education Sentimentale” », en HeidelbergerJahrbücher, 2 (19 58), pp. 9 6 - 1 1 6 (esp. p. 97).
184
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
IX
90. Véase para ello el excelente análisis del crítico contemporáneo E . Montégut, quien ex
pone extensamente por qué el mundo de deseos y las figuras de la novela de Feydeau son típi
cos de la clase de público de los barrios «entre la Bourse et le boulevard Montmartre» [«entre
la Bolsa y el bulevar de M ontmartre»] (op. cit., p. 209), que consume un «alcool poétique» [«al
cohol poético»], se complace en «voir poétiser ses vulgaires aventures de la veille et ses vulgai
res projets du lendemain» [«ver poetizadas sus aventuras vulgares del día anterior y sus vulga
res proyectos del siguiente»] (p. 2 10 ) y se entrega a una «idolatrie de la matière» [«idolatría de
la materia»], por la cual entiende M ontégut los ingredientes de la «fábrica de sueños» del año
18 5 8 , «une sorte d’admiration béate, presque dévotionneuse, pour les meubles, les tapisseries,
les toilettes, s’échappe, comme un parfum de patchouli, de chacune de ces pages» [«cada una
de esa páginas exhala, como una especie de perfume de pachuli, una especie de admiración
beatífica, casi devota, por los muebles, los empapelados y los cuartos de baño»] (p. 201).
185
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
9 1. Son todavía raros los ejemplos de estos métodos, que no sólo examinan el éxito, la
fama y la influencia de un autor a través de la historia, sino que investigan las condiciones his
tóricas y las modificaciones de su comprensión. Son dignos de mención: G . F. Ford, Dickem
and his readers, Princeton, 19 5 5 ; A . N isin, Les oeuvres et les siècles, Paris, i9 6 0 (trata de « V ir
gile, D ante et nous, Ronsard, Corn eille, R acine»); E . Lam m ert, Z u r Wirkungsgeschichte
Eichendorffs in Deutschland, en Festschriftfiir Richard Alewyn, ed. H . Singer y B. v. W iese, Co lo -
nia-Graz, 19 6 7 . E l problema metòdico del paso desde la acción a la recepción de una obra la
trató ya F. Vodicka con la cuestión acerca de las modificaciones de la obra que se efectúan en
su sucesiva percepción estética, en 19 4 1, en su trabajo D ie Problematik der Rezeption von N eru
das Werk (ahora en Struttura voyvqje, Praga, 1969), v. pp. 1 4 7 ss.
92. Véase para elio H . R . Jauss, Untersuchungen zu r mittelalterlichen Tierdichtung, Tubinga,
19 59 , esp. cap. I V A y D .
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
187
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
aporia del juicio literario: ¿debe el filólogo valorar una obra literaria según
la perspectiva del pasado, según el punto de vista del presente o según el
«juicio de los siglos»?99 Los criterios reales de un pasado podrían ser tan
estrechos que su utilización no haría sino empobrecer una obra que en la
historia de su influencia hubiese desarrollado un copioso potencial de signi
ficado. E l juicio estético del presente preferiría un canon de obras que
correspondieran al gusto moderno, pero estimaría de una manera injusta
todas las demás sólo porque su función respecto a su época no resulta ya
clara hoy en día. Y la historia de la influencia misma, por muy instructiva
que pudiera ser, estaría, «como autoridad, expuesta a las mismas objeciones
que la autoridad de los contemporáneos del poeta».100 E l resultado al que
llega Wellek, según el cual no es posible eludir nuestro propio juicio y que
debemos procurar que éste sea lo más objetivo posible, haciendo lo que hace
todo científico, es decir, «aislando el objeto»,101 no constituye ninguna solu
ción de la aporia, sino una recaída en el objetivismo. E l «juicio de los siglos»
sobre una obra literaria es algo más que «el simple juicio acumulado de
otros lectores críticos, espectadores e incluso profesores»,102 a saber, el des
pliegue sucesivo de un potencial de sentido acumulado en una obra, actua
lizado en sus grados históricos de recepción, el cual se abre para el juicio
comprensivo en la medida en que se realiza controladamente la «fusión de
horizontes» en encuentro con la tradición.
Sin embargo, la coincidencia entre mi intento de fundamentar la estéti
ca de la recepción de una posible historia de la literatura y el principio de
H . G . Gadamer de la historia de la influencia tiene su límite allí donde
Gadamer quiere elevar el concepto de lo clásico a prototipo de toda conci
liación histórica entre pasado y presente. Su definición según la cual lo que
se «llama “ clásico” no requiere la superación de la distancia histórica, pues
se realiza en el logro constante de esta superación»,103 se halla fuera de la
relación de si es clásico aquello que «dice algo a cada momento presente
como si lo hubiera dicho propiamente para él», entonces no habría que bus
car para un texto clásico la pregunta a la que ese texto da respuesta.104
¿Acaso con lo clásico, que de tal modo «se significa a sí mismo y a sí mismo
se interpreta»,105 no se describe simplemente el resultado de aquello que yo
llamaba el «segundo cambio de horizonte»: la indiscutida obviedad de la 11a
188
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
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LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
XI
1 2 1. Así, desde la aceptación del «romántico menor», N erval, cuyas Chimères causaron
sensación por obra de Mallarmé, pasaron cada vez más a segundo término los «grandes ro
mánticos» canonizados tales como Lamartine, Vigny, M usset y buena parte de la lírica «retó
rica» de Hugo.
12 2 . Poetik und Hermeneutik I I (Immanente Ästhetik-Ästhetische Reflexion, ed. W . Iser, M u
nich, 1966, esp. pp. 3 9 5 -4 18 ).
12 3 . E n Zeugnisse-Theodor W. Adorno zum 60. Geburtstag, Frankfurt, 19 6 3 , pp. 50 -6 4, tam
bién en el artículo «G eneral H istory and the Aesthetic Approach» en Poetik und Hermeutik III
(véase nota 78), ahora en History: The last things before the Last, N ueva York, 19 6 9 (if. allí cap. 6:
«Ahasvérus, or the riddle o f T im e », pp. 13 9 -1 6 3 ).
195
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
fía general {general history) de hacer comprender sucesos de todos los campos
de la vida en el medio homogéneo del tiempo cronológico como un proceso
unitario, congruente en cada momento histórico. Este modo de entender la
historia, influido todavía por el concepto hegeliano del «espíritu objetivo»,
presuponía que todo cuanto sucede simultáneamente está marcado de igual
manera por el significado de este momento, ocultando así la falta real de simul
taneidad de lo contemporáneo.124 En efecto, la multiplicidad de los aconteci
mientos de un momento histórico, que el historiador universal cree compren
der como exponente de un contenido unitario, son de hecho momentos de
curvas de tiempo completamente diferentes, condicionadas por las leyes de su
historia particular {special history),125 como resulta evidente en las interferencias
entre las diversas «historias» de las artes, del derecho, de la economía o de la
política: «The shaped times o f the diverse areas overshadow the uniform flow
o f time. Any historical period must therefore be imagined as a mixture o f
events which emerge at different moments o f their own time» [«Los tiempos
configurados de los diversos campos cubren el flujo uniforme del tiempo. Así
pues, cualquier periodo histórico se ha de imaginar como una combinación de
sucesos que surgen en momentos diversos de su propio tiempo»].126
N o ponemos aquí en tela de juicio si este resultado supone una incon
gruencia primaria de la historia— de suerte que la congruencia de la histo
ria general se produce siempre retrospectivamente a partir de la visión uni
taria y la exposición de los historiadores— , ni tampoco si la duda radical res
pecto a la «razón histórica» que lleva a Kracauer del pluralismo de los pe
ríodos cronológicos y morfológicos a la antinomia básica de lo general y lo
196
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
1 2 7 . Poetik und Hermeneutik III (véase nota 78), p. 569. L a fòrmula de la «simultaneidad
de lo diverso» con que F. Sengle (19 64 , pp. 247 ss.) considera este mismo fenòmeno com
prende el problema privándolo de uno de sus aspectos; de ello se desprende que Sengle crea
que esta dificultad de la historia de la literatura puede superarse simplemente combinando el
método comparativo con la interpretación moderna («o sea, realizar interpretaciones compa
rativas sobre una amplia base», p. 249).
128 . Este postulado también lo formuló R. Jakobson en i9 6 0 en una conferencia que ahora
forma el cap. X I, «Linguistique et poétique», de su libro Essais de linguistique générale, Paris, 1963,
cf. ibid., p. 2 12 : « L a description synchronique envisage non seulement la production littéraire
d’une époque donnée, mais aussi cette partie de la tradition littéraire qui est restée vivante ou a
été ressuscitée à l’époque en question [...] L a poétique historique, tout comme l’histoire du lan
gage, si elle se veut vraiement compréhensive, doit être conçue comme une su perstructure, bâtie
197
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
sur une série de descriptions synchroniques successives» [«La descripción sincrónica no tiene
como único objeto la producción literaria de una época dada, sino también aquella parte de la tra
dición literaria que se mantenido viva o ha revivido en la época en cuestión. [...] Si pretende ser
verdaderamente comprensiva, la poética histórica, al igual que la historia del lenguaje, se debe
concebir como una superestructura levantada sobre una serie de descripciones sincrónicas sucesi
vas»]. [Hay trad. cast, de Josep M . Pujol: Ensayos de lingüística general, Barcelona, Ariel, 1984.]
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
X II
199
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
mas, sino considerada también como historia especial incluso en la relación que le es
propia respecto a la historia general. Esta relación no se agota en el hecho de que,
en la literatura de todas las épocas, pueda descubrirse una imagen tipificada, idea
lizada, satírica o utópica de la existencia social. La función social de la literatura
se hace manifiesta en su genuina posibilidad a llí donde la experiencia literaria del
lector entra en el horizonte de expectativas de la práctica de su vida, preforma su
comprensión del mundo y repercute de ese modo en sus form as de comportamiento
social.
L a sociología tradicional de la literatura suele demostrar la relación fun
cional entre literatura y sociedad dentro de los angostos límites de un méto
do que sólo externamente ha sustituido el principio clásico de la imitatio
naturae por la definición de que la literatura es la exposición de una realidad
pasada y que por ello debe elevar a categoría literaria por excelencia un con
cepto de estilo condicionado por una época, el «realismo» del siglo xix.
Pero también el «estructuralism o» literario que ahora está de moda y
que invoca, a menudo no m uy justificadamente, la crítica arquetípica de
Northrop Frye o la antropología estructural de Claude Lévi-Strauss, per
manece todavía profundamente arraigado en esta estética de la exposición,
en el fondo clasicista, y en sus esquematismos del «reflejo» y la «tipifica
ción». Al interpretar los resultados de la ciencia estructuralista del lenguaje
y de la literatura como constantes antropológicas arcaicas, disfrazadas en el
mito literario, cosa que con frecuencia sólo consigue con ayuda de una evi
dente alegorización de los textos,131 reduce la existencia histórica a estruc
turas de una naturaleza social originaria, y la poesía a su expresión mítica o
simbólica. Pero, al hacerlo así, deja de lado la función eminentemente social
de la literatura, es decir, su función deform ación social. E l estructuralismo
literario no pregunta (como tampoco lo preguntaron antes que él la ciencia
literaria marxista) cómo llega la literatura a «dejar su marca en la represen
tación de una sociedad, representación que es su condición previa» y cómo
ha contribuido a dar a la historia su carácter de proceso. E n su conferencia
sobre La idea de la sociedad en la literatura francesa (1954) Gerhard Hess for
muló con estas palabras el problema, que aún no había resuelto, de una rela
ción entre la historia y la literatura y la sociología, explicando a continua
200
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
201
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
13 7 . Ibid., p. 102.
13 8 . E l ejemplo del ciego, puesto por Popper, no distingue entre las dos posibilidades de
un comportamiento sólo reactivo y un obrar experimentador bajo determinadas hipótesis. Si
la segunda posibilidad caracteriza el comportamiento científico reflexivo, a diferencia del
comportamiento irreflexivo en la práctica de la vida, el investigador, a su vez, sería «creativo»,
es decir, que debería ser colocado por encima del «ciego» y compararse más bien con el poe
ta, como creador de nuevas expectaciones.
13 9 . G . Buck, Lernen und Erfahrung, op. tit., p. 70 y más adelante: « [La experiencia nega
tiva] actúa no sólo instruyéndonos por el hecho de que nos induce a revisar de tal suerte el con
texto de la experiencia que hemos tenido hasta ahora que lo nuevo se ajusta a la unidad corre
gida de un sentido objetivo. [...] E l objeto de la experiencia no se presenta sólo de otra manera,
sino que se invierte la misma consciencia que experimenta. L a obra de la experiencia negativa
es un hacerse consciente de sí mismo. Aquello de lo que uno llega a ser consciente son los m o
tivos rectores en la experiencia tenida hasta ahora y que, por ser rectores, no han sido interro
gados. L a experiencia negativa posee así primordialmente el carácter de la autoexperiencia,
que nos hace libres para una clase de experiencia cualitativamente nueva». Partiendo de estas
premisas, G . Buck desarrolló el concepto de una hermenéutica que, como «condición de la
vida práctica, está guiada por el supremo interés de la práctica vital: la autocomprensión del
que actúa», legitima la específica experiencia de las llamadas ciencias del espíritu frente al em
pirismo de las ciencias de la naturaleza, cf. «Bildung durch Wissenschaft», en Wissenschaft, B il
dung und pädagogische Wirklichkeit, Heidenheim, 1969, p. 24.
202
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
de otras obras de arte y mediante una asociación con ellas». Con esta famo
sa frase, que forma parte del meollo del credo formalista,140 Viktor Sklo-
viskiy tiene razón únicamente cuando se vuelve contra el prejuicio de la
estética clasicista, que definía lo bello como armonía de form a y contenido y,
por consiguiente, reducía la nueva forma a la función secundaria de confi
gurar un contenido previo. Pero la nueva forma no aparece tan sólo «para
sustituir a la forma antigua, que ha dejado de ser artística». También puede
hacer posible una nueva percepción de las cosas preformando el contenido
de una experiencia que sale a la luz por vez primera en la forma de la
Literatura. L a relación entre literatura y lector puede actualizarse tanto en
el terreno sensorial, en cuanto estímulo para la percepción estética, como en
el terreno ético, en cuanto exhortación a la reflexión moral.141 L a nueva obra
literaria es acogida y juzgada tanto sobre el fondo de otras formas artísticas
como sobre el de la experiencia cotidiana de la vida. Desde el punto de vista
de la estética de la recepción, su función social en el terreno ético debe cap
tarse igualmente en las modalidades de pregunta y respuesta, problema y
solución, bajo las cuales penetra en el horizonte de su influencia histórica.
E l caso de Madame Bovary demuestra de manera impresionante cómo
una nueva forma estética puede tener al propio tiempo consecuencias mora
les, o dicho de otro modo, la manera como puede conferir a un problema
moral el mayor efecto social concebible, en el espejo del proceso, incoado
contra su autor, Flaubert, después de la impresión previa de la obra en la
Revue de Paris, en 1857. L a nueva forma literaria que inducía al público de
Flaubert a una insólita percepción de la «manida fábula» era el principio de
la narración impersonal (o imparcial) en combinación con el medio artísti
co del llamado «discurso vivido» manejado por Flaubert con virtuosismo y
en forma consecuente desde el punto de vista de la perspectiva. L o que que
remos decir con ello se puede ilustrar mediante una descripción que el fis
cal Pinard en su acusación tachó como contraria a la moral en grado sumo.
En la novela esta descripción sigue al primer «desliz» de Emma, y repro
duce lo que ésta siente al mirarse en el espejo después del adulterio: «E n s’a-
203
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
percevant dans la glace, elle s’étonna de son visage. Jam ais elle n ’avait eu les
yeux si grands, si noirs, ni d’une telle profondeur. Quelque chose de subtil
épandu sur sa personne la transfigurait. Elle se répétait: J ’ai un amant! un
amant! se délectant à cette idée comme à celle d’une autre puberté qui lui
serait survenue. Elle allait donc enfin posséder ces plaisirs de l’amour, cette
fièvre de bonheur dont elle avait désespéré. Elle entrait dans quelque chose
de merveilleux, où tout serait passion, extase, délire [...]» [«Al verse en el
espejo, le extrañó su rostro. Nunca había tenido los ojos tan grandes, tan
negros ni tan profundos. Algo sutil difundido por su persona la transfigura
ba. Em ma Bovary se repetía: “ ¡Tengo un amante, tengo un amante!” , delei
tándose en esa idea como si le hubiera sobrevenido una segunda pubertad.
Por fin iba a poseer aquellos placeres del amor, aquella fiebre de febcidad
que había perdido la esperanza de conseguir. Estaba entrando en algún
lugar maravilloso donde todo sería pasión, éxtasis, defirió [...]»]. E l fiscal
tomó las últimas frases por una descripción objetiva que incluía el juicio del
narrador y se escandalizó por la glorification de Vadultere, que él consideraba
aún mucho más peligrosa e inmoral que la caída misma.14214 3*Pero el acusador
de Flaubert incurrió con ello en un error, como lo demostró en seguida el
defensor, ya que las frases de que le acusaba no constituyen ninguna afir
mación objetiva del narrador a la que el lector pudiera dar crédito, sino una
opinión subjetiva del personaje, destinada a caracterizarlo en sus sentimien
tos con arreglo a las novelas. E l medio artístico consiste en presentar un dis
curso, generalmente interno, del personaje representado sin las señales del
estilo directo («Je vais donc enfin posséder...») o del estilo indirecto («Elle
se disait qu’elle allait donc enfin posséder...»), a fin de que el lector mismo
decida si debe tomar la frase como verdadera declaración o entenderla como
una opinión característica de ese personaje. E n realidad, Emma Bovary es
«juzgada por la mera designación clara de su existencia, a partir de sus pro
pios sentimientos».145 Este resultado de un moderno análisis de estilo con
cuerda exactamente con el contraargumento del defensor Sénard, que recal
có cómo la decepción había empezado para Emma ya desde el segundo día:
14 2 . Flaubert, Oeuvres, París, 1 9 5 1 , vol. I, p. 6 57: «Ainsi, dès cette première faute, dès cette
première chute, elle a feit la glorification de l’adultère, sa poésie, ses voluptés. Voilà, messieurs,
qui pour moi est bien plus dangereux, bien plus immoral que la chute elle-même!» [«Así, desde
esa primera falta, desde esa primera caída, glorificó el adulterio, su poesía y sus voluptuosidades.
¡Para mí, señores, eso es mucho más peligroso, mucho más inmoral que la propia caída!»].
14 3 . E . Auerbach, Mimesis: Dargestellte W irklichkeit in der abendländischen Literatur, Bem a,
19 46 , p. 430 . [H ay trad. cast, de I. Villanueva: Mimesis, Madrid, F C E , 1983.]
204
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
Qui peut condamner cette femme dans le livre? Personne. Telle est la conclusion. Il
n’y a pas dans le livre un personnage qui puisse la condamner. Si vous y trouvez un
personnage sage, si vous y trouvez un seul principe en vertu duquel l’adultère soit
stigmatisé, j’ai tort [«¿Quién puede condenar a esta mujer en el libro? Nadie. Esa
es la conclusión. E n el libro no hay ni un personaje que pueda condenarla. Si
encuentran ustedes en él un personaje prudente, si encuentran un solo principio en
virtud del cual se estigmatice el adulterio, estoy equivocado» ] .146
2° 5
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
20 6
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
comienza donde acaba la esfera de las leyes del mundo».149150Pero la obra lite
raria (y esta posibilidad caracteriza en la historia de la literatura a la época
más reciente de nuestra modernidad) puede invertir también la relación de
pregunta y respuesta y poner al lector, en el medio del arte, frente a una rea
lidad nueva y «opaca», que ya no es posible entender a partir de un horizonte
de expectativas anterior. Así, por ejemplo, el género más reciente de la nove
la, el tan discutido nouveau roman, se presenta como una forma de arte
moderno que, según una formulación de Edgard Wind, representa el caso
paradójico de que «se da la solución pero se abandona el problema, para que
la solución pueda entenderse como tal».I5° Aquí se excluye al lector de la
situación de interlocutor inmediato y se le relega a la de un tercero no ini
ciado que, frente a una realidad aún ajena al significado, debe encontrar él
mismo las preguntas que le descifren hacia qué percepción del mundo y hacia
qué problema de relaciones humanas va dirigida la respuesta de la literatura.
De todo ello hay que deducir que la tarea específica de la literatura en la
existencia social se ha de buscar precisamente allí donde la literatura no se agota
en la función de arte representativo. Si nos fijamos en los momentos en que las
obras literarias rompieron los tabúes de la moral reinante en su historia o en los
que ofrecieron al lector nuevas soluciones para la casuística inorai de la prácti
ca de su vida que luego pudieron ser sancionadas por la sociedad mediante el
voto de todos los lectores, entonces se le abre al historiador literario un campo
todavía poco explorado. Si la historia de la literatura no se limita a describir de
nuevo el proceso de la historia general en el espejo de sus obras, sino que, en el
curso de la «evolución literaria», descubre aquella función farmadora de sociedad
en sentido propio que correspondía a la literatura que competía con otras artes
y poderes sociales en emancipar al hombre de sus ataduras naturales, religiosas
y sociales será posible salvar el abismo que se abre entre literatura e historia,
entre conocimiento estético y conocimiento histórico.
Si el científico de la literatura considera que merece la pena, en función
de esa tarea, saltar por encima de su sombra ahistórica, es probable que haya
ahí también una respuesta a la pregunta de con qué fin y con qué derecho
se puede hoy estudiar todavía (o de nuevo) historia de la literatura.
207
5
H IS T O R IA D E L A R T E E H IS T O R IA G E N E R A L
209
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
210
HISTORIA D EL ARTE E HISTORIA GENERAL
6. R. Koselleck, «Historia magistra vitae», en N atur und, Geschichte, K arl Lowith zum 70.
Geburtstag, Stuttgart 1968, pp. 19 6 -2 19 . 7. Tesis del trabajo citado en la nota 5.
8. Véase Nachahmung und Illusion, ed. H . R. Jauss, M unich 19 6 3 (Poetik und Hermeneutik
I), p. 1 9 1 . 9. Geschichte der Kunst des Altertums (176 4), ed. W . Senff, Weimar 19 64, p. 7.
10. Ibid., p. 2 1.
2 11
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
1 1 . Über das Studium der griechischen Poesie, ed. P. Hankamer, Godesberg 19 4 7 , p .15 3 .
12 . Briefe zu Beförderung der Humanität, colecciones 7 y 8, ed. Suphan, Berlin 18 8 3 , vol.
XVm, p. 57.
13 . Según H . D . Weber, Fr. Schlegels «Transzendentalpoesie» und das Verhältnis von Kritik
und Dichtung im 18 . Jahrhundert, tesis doctoral, Constanza, 19 69 , pp. 1 1 1 - 1 2 1 .
14 . Esta es la idea central de la historia de la poesía moderna con la que H erder retoma la
problemática Querelle des Anciens et des Modernes en las cartas 8 1 a 10 7, coincidiendo en el tiem
po con Schiller y F. Schlegel (179 6 -9 7); véase supra, pp. 70 -72 .
212
HISTORIA DEL ARTE E HISTORIA GENERAL
213
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
214
HISTORIA D EL ARTE E HISTORIA GENERAL
H . D. Weber, Herder desarrolló aquí una teoría de lo bello que vuelve a in
sistir en su universalidad histórica frente al relativismo de las individualida
des de naciones y épocas: lo bello, que no está previamente dado como algo
metafisicamente determinable y sustancialmente susceptible de ser imitado, se
puede aquilatar como la quintaesencia suprahistórica de manifestaciones his
tóricas mediante el proceso hermenéutico de la crítica y convertirse en forma
de concepción del conocedor y del crítico.20 Y junto con ello, la propia histo
ria se hace primeramente accesible «como continuidad espiritual a la conside
ración estética en un sentido diferente del de la literalidad de los hechos».21
M ás tarde tendremos que preguntamos si el historiador del historicismo
plenamente desarrollado debe algo al esteta Herder y si, en realidad, la cien
cia hermenéutica de la historia en el siglo x ix tuvo un paradigma latente en
la heurística poética** de la historia del arte. E l camino emprendido por la his
toria literaria y la historia de arte en el siglo x ix se caracteriza por la conti
nua renuncia a todas las exigencias de un conocimiento histórico propio.
Bajo el historicismo, surgido de la consideración histórica del arte antiguo y
moderno como un nuevo paradigma de experiencia histórica, la historiogra
fía del arte fiie cediendo progresivamente su legitimación como medio de
reflexión estética, histórico-filosófica o hermenéutica. L a nueva historia
de las literaturas nacionales entró, sin embargo, en competencia ideal con la
historia política y, en función de todos los fenómenos literarios, pretendió
mostrar de qué manera la idea de individualidad nacional podía pensarse a sí
misma, desde unos inicios casi míticos hasta la realización de un clasicismo
nacional.
E l positivismo fue destruyendo poco a poco estos objetivos ideológicos
en el curso de una progresiva asimilación a las ciencias, pero sin ser capaz de
justificar la investigación literaria mediante algún interés específico de co
nocimiento. Sobre la historia literaria positivista, que imita simplemente la
concatenación externa de acontecimientos de la historia pragmática, se pue
de afirmar lo mismo que decía Herder de la antigua historia literaria analís-
tica: que «pasa por encima de pueblos y épocas con el andar calmoso de una
mula».23 Al apartarse del positivismo, la teorización moderna de la ciencia li
teraria, en la que imperan los métodos estilísticos, formalistas y estructura-
listas desde la Primera Guerra Mundial, ha vuelto la espalda al mismo tiem
po a la historia literaria. Desde entonces, el historiador de la literatura
215
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
ni
24. Historik: Vorlesung über Enzyklopädie und Methodologie der Geschichte, ed. R . Hübner,
M unich, 19 6 7 , p. 3 5. 2 5. Ib., p. 34.
216
HISTORIA DEL ARTE E HISTORIA GENERAL
26. E l propio D roysen estaba aún atrapado por la opinión de que, en la historia de una
literatura o un arte, «los hechos objetivos buscados se hallan ante nosotros de manera in
m ediata» (ibid. p. 96).
27. Véase la crítica a la historia de la literatura en R . Barthes, Literatur oder Geschichte,
Frankfurt 1969, p. 12 . 28. Véase supra, pp. 16 0 -16 2 , primera de mis siete tesis.
29. Historik, op. cit., pp. 1 3 3 , 1 6 7 . 30. Ibid., p. 9 1.
2x7
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
rv
31. Droysen, Historik, op. d t., § 16 (en adelante sólo se dtará con efnúmero de página o pá
rrafo).
218
HISTORIA D EL ARTE E HISTORIA GENERAL
219
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
finitivo y del pasado que se presenta a sí mismo son las manifestaciones deri
vadas de la ilusión del historicismo romántico, puesta al descubierto por Droy-
sen, según la cual el historiador sólo necesitaría volver a narrar los hechos pu
ros, proporcionados por sus fuentes— «y esa ilusión de los hechos transmitidos
pasó luego por ser la historia» (360)— . La floreciente historiografía del siglo
X I X , que intentaba negar el carácter artístico de la descripción histórica para ser
33. A. Thierry, Su r les trois grandes méthodes historiques en usage depuis le seizième siècle
(1820 ); D e Barantes, Préface de l ’Histoire des Ducs de Bourgogne (1824), y el artículo anónimo De
la nouvelle école historique (18 28 ); cito por K . Massmann, Die Rezeption des historischen Romans
vorn S ir Walter Scott in Frankreich von 1 8 1 6 bis 18 3 2 , Heidelberg, 19 7 2 , en especial p, 89.
220
HISTORIA D EL ARTE E HISTORIA GENERAL
34. E . W olff, «Z w ei Versionen des historischen Romans: Scotts Waverley und Thackerays
Henry Esmotide», en Lebende Antike, Symposion fü r R. Sühnel, ed. H . M eller y H .-J. Zim m er
mann, Berlín 19 6 7 , pp. 3 4 8 -36 9 (en especial 357), muestra también que se dio aquí un «para
lelismo de objetivos que justifica la afirmación de que là novela histórica acuñada por Scott es
taba, en cuanto a su idea, más en condiciones de satisfacer plenamente el programa propuesto
por ésta que la propia escuela de historiadores escocesa».
3 5. Ed . O . Vossler, Stuttgart 19 54 , pp. 78 -9 5 (en adelante se citará únicamente con el nú
mero de página).
221
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
36. Según K . Badt (véase infra, nota. 87), los comienzos de un estilo «no suelen ser vaci
lantes o imperfectos, sino que el nuevo estilo aparece plenamente ante nosotros— como Ate
nea de la cabeza de Zeus— , quizá un tanto torpe, pero, no obstante, completa y característica
mente desarrollado» (p. 139).
222
HISTORIA DEL ARTE E HISTORIA GENERAL
vi
224
HISTORIA D EL ARTE E HISTORIA GENERAL
3 7. Esto es así tanto para Droysen (p. 285) como para A . C . Danto, Analytical Philosophy o f
History, Cam bridge, 19 6 5 , quien pasa por alto que la diferencia entre la «totalidad» de una
obra de arte y la «totalidad de la historia», nunca concluida, se mantiene únicamente mientras
no se considere la obra de arte en el aspecto histórico de su recepción.
225
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
38. Esta comprensión previa que D anto quiere explicar com o una «herencia social»
(p. 224, 242), así como su intento de establecer una relativa legalidad para lo histórico se en
tendería más claramente mediante el concepto de D roysen de las analogías de la experiencia
histórica; tf. Historik p. 15 9 : « L o que estaría dado en la naturaleza de las cosas, nosotros lo to
maríamos de otras experiencias y conocimientos relativos a situaciones análogas, como el es
cultor que al restaurar un torso antiguo se guía por la analogía que le proporciona la consti
tución constante del cuerpo humano».
226
HISTORIA D EL ARTE E HISTORIA GENERAL
227
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
39. E l esquema métrico no basta por sí solo para determinar la forma genérica de un so
neto, como al parecer supone Danto (p. 256).
40. Véase H . R. Jauss, «Littérature médiévale et théorie des genres», en Poétique. Revue de
théorie et d ’analyse littéraires I (1970 ), pp. 7 9 - 1 0 1 (en especial p. 82).
228
HISTORIA D EL ARTE E HISTORIA GENERAL
VII
L a concepción de una historia del arte que haya de basarse en las funciones
de su producción, comunicación y recepción y participar en el proceso de la
mediación continua del arte pasado y presente requiere el abandono crítico
de dos posiciones contrapuestas. En efecto, esa concepción no constituye
únicamente una provocación para el objetivismo histórico que, al ser un pa
radigma cómodo, garantiza el desarrollo normal de la investigación filológi
ca— aunque en el terreno de la literatura sólo puede alcanzar una exactitud
aparente que apenas le granjea el respeto de las disciplinas científicas natu
rales y sociales consideradas su modelo— . También resulta provocadora
para la metafísica filológica de la tradición y, con ella, el clasicismo de una
comprensión de la creación literaria que desdeña la historicidad de arte para
atribuir a la «gran literatura» una relación propia con la verdad— «presente
229
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
230
L.A HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
..e una obra clásica para crear tradición sólo es reconocible para los
temporáneos de su aparición en el horizonte limitado de su primera
<concreción».49 L a recepción de la obra legitima determinadas posibilidades
de comprensión, imitación, reconstrucción y continuación— en resumen, de
estructuras modélicas condicionantes del proceso de la formación literaria
de tradición— en la medida en que ese horizonte significativo se modifica y
amplía con las posteriores concreciones.
Si se quiere seguir llamando «tradición» a este proceso discontinuo de
reproducción activa, normativa y generadora de reiterados cambios del pa
sado en el ámbito de arte, habrá que deconstruir, junto con el concepto pla
tónico de arte, la representación histórica sustancialista de un «suceso de
transmisión». L a conciencia receptiva se halla siempre presente en toda
transmisión, lo que implica una determinación de sus condiciones de enten
dimiento; esto es tan cierto como que lo trasmitido no ha de dotarse a su vez
de predicados de vida propia, que no son imaginables sin la participación ac
tiva del receptor. Por eso, si— en función de una evidente predilección por
lo clásico— se atribuye per se en tales casos al texto transmitido la virtud de
«plantear una cuestión a los intérpretes», se está reincidiendo en el sustan-
cialismo de la hermenéutica histórica de H . G . Gadamer, según el cual «la
interpretación contiene siempre la referencia esencial a la cuestión que se
nos plantea. Entender un texto significa entender la pregunta».50 Sin em
bargo, un texto del pasado no es capaz de plantearnos de por sí a nosotros o
a quienes vengan más tarde, pasando por encima del tiempo, una pregunta
que el intérprete no deba hacemos comprensible o reformulamos a partir de
la respuesta que el texto parece transmitir o contener. L a tradición literaria
es ima dialéctica de pregunta y respuesta que se mantiene activa siempre a
partir de la posición actual, aunque a menudo se trate de algo no reconoci
do. L os textos del pasado no perviven en la transmisión histórica en virtud
de antiguas preguntas guardadas por la tradición y planteadas de la misma
manera para todos los tiempos, es decir, también para nosotros. En efecto,
lo que decide en última instancia si una pregunta antigua o aparentemente
intemporal nos atañe aún o nuevamente, en tanto que una inmensidad de
otras cuestiones nos dejan indiferentes, es siempre un interés surgido de la
situación actual o que se enfrenta a ella para criticarla o preservarla.
49. Sobre este concepto, que tomo de F. Vodicka, véase infra pp. 2 29 y ss.
50. Verdad y método, 1. c., pp. 3 5 1 - 3 5 5 .
232
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
tencia de una obra clásica para crear tradición sólo es reconocible para los
contemporáneos de su aparición en el horizonte limitado de su primera
«concreción».49 L a recepción de la obra legitima determinadas posibilidades
de comprensión, imitación, reconstrucción y continuación— en resumen, de
estructuras modélicas condicionantes del proceso de la formación literaria
de tradición— en la medida en que ese horizonte significativo se modifica y
amplía con las posteriores concreciones.
Si se quiere seguir llamando «tradición» a este proceso discontinuo de
reproducción activa, normativa y generadora de reiterados cambios del pa
sado en el ámbito de arte, habrá que deconstruir, junto con el concepto pla
tónico de arte, la representación histórica sustancialista de un «suceso de
transmisión». L a conciencia receptiva se halla siempre presente en toda
transmisión, lo que implica una determinación de sus condiciones de enten
dimiento; esto es tan cierto como que lo trasmitido no ha de dotarse a su vez
de predicados de vida propia, que no son imaginables sin la participación ac
tiva del receptor. Por eso, si— en función de una evidente predilección por
lo clásico— se atribuye per se en tales casos al texto transmitido la virtud de
«plantear una cuestión a los intérpretes», se está reincidiendo en el sustan-
cialismo de la hermenéutica histórica de H . G . Gadamer, según el cual «la
interpretación contiene siempre la referencia esencial a la cuestión que se
nos plantea. Entender un texto significa entender la pregunta».50 Sin em
bargo, un texto del pasado no es capaz de plantearnos de por sí a nosotros o
a quienes vengan más tarde, pasando por encima del tiempo, una pregunta
que el intérprete no deba hacernos comprensible o reformularnos a partir de
la respuesta que el texto parece transmitir o contener. L a tradición literaria
es una dialéctica de pregunta y respuesta que se mantiene activa siempre a
partir de la posición actual, aunque a menudo se trate de algo no reconoci
do. Los textos del pasado no perviven en la transmisión histórica en virtud
de antiguas preguntas guardadas por la tradición y planteadas de la misma
manera para todos los tiempos, es decir, también para nosotros. En efecto,
lo que decide en última instancia si una pregunta antigua o aparentemente
intemporal nos atañe aún o nuevamente, en tanto que una inmensidad de
otras cuestiones nos dejan indiferentes, es siempre un interés surgido de la
situación actual o que se enfrenta a ella para criticarla o preservarla.
49. Sobre este concepto, que tomo de F. Vodicka, véase infra pp. 2 2 9 y ss.
50. Verdady método, 1. c., pp. 3 5 1 - 3 5 5 .
232
HISTORIA DEL ARTE E HISTORIA GENERAL
VIH
51. «E d w ard Fuchs, der Sam m ler und H istoriker», en Angelus Novus, Frankfurt, 19 6 6 ,
p. 304.
233
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
52. Véase sobre este punto la detallada crítica de G . Hartman, «Toward Literary H is
tory», en Daedalus, primavera 19 70 , pp. 3 5 5 -3 8 3 ; además, C . Segrt , l segni e la critica, Turin,
1969, que somete también a ima crítica fundamentada las pretensiones de la teoría literaria se
masiológica.
53 . Northrop F r ye. Anatomy o f Criticism, (19 5 7 ), citado de la edición alemana de E . L ö h
ner y H . Clew ig, Stuttgart 19 64, p. 23. 54. Op. cit., pp. 34 3 -4 7 .
55 . París, 1968, (Mythologiques, III), pp- 6 9-10 6 .
2 34
HISTORIA DEL ARTE E HISTORIA GENERAL
56. « L a structure, le mot, l’ événement» en Esprit, 35 (19 6 7 ) pp. 8 0 1-8 2 1 , en especial 808;
nos referimos m uy en particular a esta crítica fundamental que desarrolla planteamientos her-
menéuticos para la superación del dogmatismo estructuralista.
2 35
LA HISTORIA D E LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
57. Su r Racine, Paris, 19 6 3, cf. en especial p. 1 7 : « L e s trois espaces extérieurs: mort, fuite,
événement» y p. 54: « L a faute (L a théologie racinienne est ime rédemption inversée: c ’est
l’homme qui rachète Dieu», p. 55).
58. Ibid., p. 15 6 (cito por la edición alemana: Literatur oder Geschichte, Frankfurt, 1969, p. 22).
59. Literatur oder Geschichte, op. cit., pp. 3 4 -3 5 .
236
HISTORIA DEL ARTE E HISTORIA GENERAL
60. V éa se las declaraciones R . Picard (p. 6 7) y C . L év i-S tra u ss (p. 7 1 ) citadas por
G . Schiwy, D er französische Strukturalismus, Hamburgo, 1969.
6 1. SurRacine, París 2 19 6 3 , p. 1 1 ; cf- Literatur oder Geschichte, op. cit., p. 106: « E n la litera
tura, que es un orden de connotaciones, no existen preguntas puras-, una pregunta no es más
que su propia respuesta dispersa, repartida en fragmentos entre los que el significado surge y
se escapa al mismo tiempo». Esta nueva acentuación del problema implica de por sí el carác
ter de respuesta del texto, no considerado por Barthes, con el que la recepción se vincula de
manera primordial.
62. D e ahí deriva la gran resistencia del carácter del arte frente al tiempo— esa «paradoja
de la naturaleza» que R. Barthes no llegó a explicar— ; «es un signo en favor de la historia y, al
mismo tiempo, una resistencia a ella» (op. cit., p. 13).
237
-“1
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
63. Die Appellstruktur der Texte: Unbestimmtheit als Wirkungsbedingung literarischer Prosa,
Constanza 19 7 0 (Konstanzer Universitätsreden, ed. G . Hess, cuaderno 28).
64. H . G . Gadamer ha descrito esa interferencia como «fusión de horizontes» (op. cit., pp.
289 s, 356). D e esta descripción, con la que estoy de acuerdo, no se deduce necesariamente, en
mi opinión, la inversión de las relaciones entre pregunta y respuesta, que Gadamer lleva a cabo
(pp. 3 5 1 - 5 6 ) con el fin de garantizar al «suceso de la transmisión» la primacía sobre la com
prensión como «conducta productiva (p. 280).
HISTORIA DEL ARTE E HISTORIA GENERAL
pregunta con la que la obra de arte del pasado nos vuelve a afectar, aún o de
nuevo, es necesariamente implícita, pues presupone el proceso activo de una
comprensión que deberá examinar la respuesta tradicional, encontrarla con
vincente o insatisfactoria, desestimarla o verla bajo una luz nueva para des
cubrir la pregunta que se halla implícita para nosotros E n la tradición histó
rica del arte, una obra del pasado no pervive ni en función de preguntas
eternas ni de respuestas permanentes, sino por la tensión más o menos pa
tente entre pregunta y respuesta, problema y solución, que puede provocar
una nueva comprensión e implicar el restablecimiento del diálogo entre pre
sente y pasado.
E l análisis de la dialéctica tradicional de pregunta y respuesta en la his
toria de la literatura y el arte es una tarea apenas acometida por la ciencia de
la literatura. Va más allá de la concepción semiológica de una nueva ciencia
de la literatura, que según R. Barthes se encuentra en un marco demasiado
estrecho: «N o podrá ser una ciencia de los contenidos (que sólo están suje
tos al alcance de la ciencia histórica más estricta), sino una ciencia de las con
diciones del contenido, es decir, de las formas. L o que le interesará son las
variaciones de los significados aplicados o, en cierto modo, aplicables a las
obras».65 L a interpretación constantemente renovada es, no obstante, más
que una respuesta dejada a la libertad de los intérpretes, pues la tradición li
teraria es también más que una serie variable de proyecciones subjetivas o de
«significados satisfechos» sobre una simple matriz, o la «significación vacía»
de las obras, que «las sustenta a todas».66 L o susceptible de descripción se
gún las reglas lingüísticas del símbolo no es sólo la constitución y variabili
dad formal de las significaciones aplicables a las obras. L a faceta del conte
nido, la sucesión de significaciones en su manifestación histórica, posee una
lógica: la lógica de pregunta y respuesta, con la que se pueden describir los
significados aceptados como un contexto constitutivo de tradición. Tiene
también una contrapartida de las «capacidades literarias» o de lenguaje que
preceden a todas las transformaciones:67 la significación inicial o estructura
problemática de la obra, que condiciona, a modo de a priori del contenido,
todas las significaciones satisfechas posteriormente y las habrá de demostrar
como primera instancia. D e ese modo, la ciencia de la literatura podrá ser
también absolutamente ima ciencia de los contenidos. Y deberá serlo, por
que la ciencia histórica no puede despojarla de la tarea de volver a cubrir la
brecha ahondada nuevamente por R. Barthes en función de su rigorismo
6 5. K ritik und Wahrheit, Frankfurt 19 6 7 , p. 68. 66. Ib., p. 68. 6 7. Ib., p. 70.
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
IX
68. Ibid., pp. 8 8 -9 1. E n Literatur oder Geschichte se entiende la «historia de la literatura sin
individuo» como una historia de la institución literaria en la que permance totalmente abierta
la mediación entre producción, comunicación y consumo y por la que, al final, R . Barthes se
ve obligado a admitir que el resultado de dicha reducción es «simplemente, historia» y, por
tanto, no será ya nada específico de la historicidad del arte (p. 2 2 -2 3).
69. Véase el cap. 4 de la presente obra: « L a historia de la literatura como provocación de
la ciencia literaria».
70. Las observaciones que puedo hacer a este último punto se las debo a una indicación de
de Y. Striedter y del grupo de estudios para la ciencia estructural de lengua y literatura de la
universidad de Constanza, que están preparando una detallada exposición y una edición en
alemán de los principales textos del estructuralismo de Praga para la serie Theorie und Ges
chichte der Literatur und der Schönen Künste de la editorial W . P. Fink de M unich y me han brin
dado la posibilidad de citar en este capítulo una traducción aún no publicada del libro Struk-
tura vÿvoje de F. Vodicka. E l estructuralismo de la ciencia literaria soviética, de base semiótica,
no parece haberse ocupado todavía del problema de una historia estructural de la literatura,
pero sí del análisis estructural de los géneros literarios. Sobre este punto informa K , Eim er-
macher, «Entwicklung, Charakter und Probleme des sowjetischen Strukturalismus in der L i
teraturwissenschaft», en Sprache im technischen Zeitalter, 30 (1969), p. 1 2 6 - 1 5 7 . Son de gran
240
HISTORIA D EL ARTE E HISTORIA GENERAL
importancia los trabajos de Jurij Lotman, cuyas Vorlesungen z u r strukturalistischen Poetik (Tar
tu 1964) aparecerán próximamente publicados en traducción al alemán por la editorial W . P.
Fink de Munich.
241
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
76. E n Quatre conférences sur la «Nouvelle Critique», Turin (Società Editrice Intemaziona
le), 1968, p. 38. 77. Ibid, p. 39.
78. Ibid. p. 39: « L e s grandes oeuvres rebelles sont ainsi trahies, elles sont— par le com
mentaire et la glose— exorcisés, rendues acceptables er versées au patrimoine commun. [...]
M ais la compréhension critique ne vise pas à l’assimilation du dissemblable. Elle ne serait pas
compréhension si elle ne comprenait pas la différence en tant que différence» [«Se traicionan
así las grandes obras rebeldes, que se exorcizan, se hacen aceptables y se incluyen en el patri
monio común mediante el comentario y la glosa. [...] Pero el objetivo de la comprensión crí
tica no es asimilar lo disímil. N o sería comprensión si no comprendiera la diferencia en cuan
to tal»].
242
HISTORIA DEL ARTE E HISTORIA GENERAL
243
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
83. Op. rit., p. 4 1 . 84. Op. dt., p. 19 6. 85. Op. cit., p. 206.
244
HISTORIA DEL ARTE E HISTORIA GENERAL
86. M . Wehrli plantea esta objeción en su discurso festivo Literatur und Geschichte, Jahres
bericht der Universität Zürich, 19 6 9 -7 0 , p. 6.
87. K . Badt, Wissenschaftslehre der Kunstgeschichte (p. 160). Esta obra, pendiente aún de pu
blicación, que cito con la amable autorización de su autor, parte igualmente de una reflexión
sobre la obra de Droysen Historik, para proporcionar a la historia de las artes plásticas una nue
va base metodològica. 88. Ibid., p. 136 .
24 5
LA HISTORIA DE LA LITERATURA COMO PROVOCACIÓN
89. E n este punto sigo a K . Kosik, Die Dialektik des Konkreten, Frankfurt 19 6 7, en especial
su cap. «Historismus und Historizismus» (pp. 13 3 -14 9 ) .
90. Ibid., p. 14 3 . 9 1. Ibid., p. 148 . 92. Ibid., p. 148.
246
ÍN D IC E O N O M Á S T IC O
Addison, Joseph, 59 Boindin, 43 n.
Adomo, Th. W., 15, 7on., 230 Bonaparte, Napoleón, 14 1,14 m ., 146,
Andrea, Giovanni, 38m r 47
Aristófanes, 132 Bonifacio V ili, 222
Aristoteles, 58, 90, 228, 230 Böme, 118 , 119
Arnold, Mathew, 234 Boulanvilhers, 54
Auerbach, Erich, 18311. Brecht, Bertolt, 16 1, iÓ5n., 206
Aurevilly, Barbey de, 184 Breme, Ludovico di, 64
Brinkmann, R., 1 1 in.
Bacon, Francis, 43 Brougham, Lord, 14 1
Badt, Kurt, 245 Bruno, Giordano, 41m , 43
Balzac, Honoré de, 143, 16 1, 1630., Buck, August, 54, 54m
164, 165, 184, 1840., 235 Buck, G., 202n.
Barantes, 220 Buenaventura, san, 36m
Barthes, R., 12, 16, 217m , 236, 238, Bulst, Walter, 172
239, 24on. Byron, Lord, 14 1, 14 m ., 144, 1440.
Batteaux, 90
Baudelaire, Charles, 25, 26, 28, 66, Cabanis, 14m .
66n., 67, 68, 69, Ó9n., 70-77, 183, Campesani, Benvenuto, 38
184, i84n., 20on., 230 Canova, 14 1, 14m .
Baumgarten, 119 Carlomagno, 31
Bayle, Pierre, 46, 91 Casiodoro, 30, 31
Bédier, 187 Cattilo, 38
Bellori, 9m . Cervantes, Miguel de, 179
Benjamin, Walter, 68, 70-77, 158m, Champfleury, 16 1
174” ., 233 Chartres, Bernardo, 33
Blumenberg, Hans, 9, 13, 43, 198 Chateaubriand, François René de, 2 5,
Boccaccio, Giovanni, 37 48, 49, 50, 55, 56, 60, 62m, 68n.,
Boecio, 3 1, 51 i8 3
Boileau, Pierre, 43m, 8on., 95, 123, Châtillon, Gualterio de, 33
187, 19421. Cicerón, 40m
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