Durante la Edad Media, en los reinos cristianos de
Europa, el poder estaba en manos del rey, pero la nobleza también gozaba de una gran influencia, que limitaba de hecho la autoridad del monarca. Los nobles tenían un ejército propio y plenos poderes sobre su territorio. El conflicto de poder entre la monarquía y los nobles ocasionó frecuentes disputas y conflictos, pero poco a poco los reyes fueron tomando varias mediadas con el fin de aumentar su poder. Esto dio lugar al fenómeno conocido como “Monarquías autoritarias”, que fueron las que dieron el impulso definitivo a muchos de los grandes estados que hoy conocemos, como España, Francia o Inglaterra. Una de estas medidas fue la creación de un ejército permanente, mucho más fuerte que los ejércitos privados que cada señor poseía. De hecho, con el tiempo sólo los monarcas contaron con ejército, y esto fue lo que garantizó que sus decisiones fuesen respetadas por todos. Otra medida fue la creación de una red de jueces y magistrados que dependían directamente del monarca y que se ocuparon de la administración de la justicia, Estos jueces habían estudiado en las universidades creadas y protegidas por los reyes. Antes de estas medidas, cada noble tenía autoridad para juzgar a sus súbditos. En tercer lugar, los reyes aumentaron su capacidad para recaudar los impuestos a través de una red de funcionarios cada vez más compleja; y gracias a ello dispusieron de recursos cada vez más cuantiosos.
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