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“Llenando tanques,
vaciando territorios”
Agrocombustibles “Llenando tanques, vaciando territorios”
Monocultivos y sustentabilidad
en megaproyectos agrícolas 117
Mario Mejía Gutiérrez
Resumen 117
Método 117
Introducción 117
Dependencia 123
Sostenibilidad política y financiera 125
Sustentabilidad ecológica 127
Rentabilidad y sostenibilidad económica 137
Empleo y sustentabilidad social 137
Comercio 138
Posición de Colombia frente al total global 139
Biodiesel de Palma 140
Megaproyectos 141
Vía Campesina 142
En conclusión... 144
Megaproyectos de infraestructura
y agrocombustibles en el Pacífico Colombiano 167
Rosa Emilia Bermúdez Rico
Mientras en algunos países se promueven metas y leyes para reemplazar etanol y diesel
por combustibles producidos en la agroindustria, en el mundo las organizaciones sociales
y ambientalistas se levantan para hacer evidentes los grandes conflictos que estos
megaproyectos agroindustriales provocan. En ese sentido, Censat Agua Viva y el Proceso
de Comunidades Negras quieren aportar a la discusión nacional e internacional con este
libro, que es una compilación de once artículos que muestran las diferentes aristas de los
conflictos generados por los agrocombustibles. Un panorama general permite comprender
cómo los agrocombustibles se insertan en dinámicas más amplias e históricas como la
globalización, el neocolonialismo y el patriarcalismo. En el transcurso de los artículos se
rastrea la génesis capitalista de los agrocombustibles, valiéndose de analogías con otras
historias sociales, políticas y económicas de sistemas productivistas y extractivistas como
el cauchero, el de la revolución verde y el propio sistema petrolero.
Frente a la crisis civilizatoria, los artículos de este libro proponen soluciones reales, tales
como la reducción del consumo, con la consiguiente transformación de los actuales
patrones de producción; la soberanía energética; la sustitución de los actuales sistemas de
cultivo, generadores de buena parte de las emisiones de carbono, por la agricultura
sustentable a pequeña escala y la soberanía alimentaria; la reformulación de los patrones
de vivienda y poblamiento; la reducción de la distancia entre el lugar de trabajo y de
vivienda; el manejo soberano por parte de los pueblos de los bosques, la tierra y el agua,
entre otros; dejar los combustibles fósiles bajo tierra e invertir en eficiencia energética y en
energías renovables, seguras, limpias y dirigidas por las comunidades; abolir las regalías
por Derechos de Propiedad Intelectual de las tecnologías más eficientes; y destinar los
recursos de pago de deuda externa, así como los recursos para gastos militares, al fomento
de una matriz energética sustentable.
Este libro invita a reconocer las implicaciones que tienen los agrocombustibles para los
dones naturales, la producción de alimentos, las relaciones sociales y culturales locales y
las disputas económicas globales. Aquí se retoman algunas perspectivas de los
movimientos sociales y las poblaciones locales que muestran alternativas a los
agronegocios. A la vez se invita a deconstruir las prácticas y concepciones que estructuran
este sistema productivo. Las voces locales enseñan alternativas de resistencia a las que
estamos siendo convocados.
En este sentido, el libro nos ofrece un panorama amplio y crítico sobre los
agronegocios y contextualiza sus relaciones históricas, políticas y económicas con
otras injusticias ambientales. Su elaboración se enmarca en La Campaña en
Resistencia a los Agrocombustibles, “Llenando tanques, vaciando territorios”,
liderada por CENSAT Agua Viva y el Proceso de Comunidades Negras, PCN en
Colombia.
Ecología política
de los
agrocombustibles
LOS ESPEJISMOS
DE LOS AGROCOMBUSTIBLES 1
Hildebrando Vélez2
Irene Vélez3
Recolonización de la naturaleza
La agroenergía es sin duda fruto de nuevas formas de distribución de la naturaleza, de la
reconfiguración de las relaciones capitalistas globales en medio de la disputa por la
hegemonía que se da entre los nuevos y viejos centros de poder, de los desarrollos
tecnológicos que presionan el cambio en los equipos de trasporte hacia unos que usen más
eficientemente los agrocombustibles y, sin duda, fruto también de la perseverancia de los
modos de vida y consumo de los países con mayores ingresos per capita. La opción de los
agrocombustibles es, desde esta perspectiva, una decisión tecnopolítica que compromete el
paisaje y la vida de las generaciones venideras, asumiendo sin prudencia los riesgos de
una catástrofe ecológica mayor, cuyos efectos se socializan mientras se buscan beneficios
para intereses económicos exclusivos. Estas estrategias buscan garantizar el control por las
CTN de los sistemas energético, alimentario y tecnológico, y así la reproducción del
capital. Ese es el alcance de la alianza entre petroleras, corporaciones de biotecnología, de
autos, de granos y trasnacionales de la conservación.
Sin duda hay detrás de esta andanada de los agrocombustibles un proceso de
redistribución de la naturaleza y rediseño geopolítico de la distribución de sus bienes, así
como nuevos procesos de “ordenamiento territorial” orientados a favorecer los grandes
intereses de la producción y el uso de carburantes. Tierras que estaban destinadas al
pastoreo o a la agricultura de alimentos son ahora empleadas para la producción de
agrocombustibles, y el ganado que pacía en aquellas áreas, ahora es llevado a nuevos
lugares, antes selvas o cultivos. La competencia por el espacio está mediada por la lógica
de la ganancia y no por una racionalidad ecológica o conservacionista. Los procesos
productivos se sitúan allí donde se producen las mayores utilidades para los detentadores
del poder, que suelen ser los mismos que concentran los beneficios de la economía. En
Colombia esos nuevos territorios están localizados en las sabanas del Caribe y la
Orinoquia y en el Chocó biogeográfico, así como en los fértiles valles interandinos.
El lenguaje embaucador
Esta nueva semiótica de la dominación no se restringe a la esfera económica sino que
entrelaza aspectos ideológicos, de subjetivación, culturales y sociales; el dominio se ejerce
en nombre de la satisfacción de demandas y anhelos, fruto precisamente de la dominación,
el colonialismo y el patriarcalismo. Es un círculo vicioso: el Ouroboro, la serpiente que se
come la cola.
Así como se usa el término bio para hacer creer que los agrocombustibles son
armoniosos con la naturaleza, otros conceptos son usados como instrumentos ideológicos
para su promoción: “seguridad”, “empleo”, “combustibles limpios”, “alivio a la pobreza y
a la escasez” y “altos costos de los combustibles”. Por ejemplo, la escasez se naturaliza
desentrañándole de sus determinantes históricas y culturales, haciéndole aparecer como
un concepto ajeno a los modos de vida y al modelo civilizatorio. En un artículo de
Pimentel (2005) que está en boga el autor afirma que: “Los Estados Unidos necesitan
desesperadamente un combustible líquido que reemplace el petróleo en el futuro”. He ahí
la escasez, aquella que existe concretamente como resultado de la forma capitalista de
acumulación económica y de uso de la naturaleza.
La preocupación por los “altos precios” de los combustibles fósiles se hace ver como
una preocupación universal, cuando lo que preocupa, al menos a los ambientalistas, es
más bien la subvaloración y el desconocimiento de los costos ambientales y sociales de las
“mochilas ecológicas” que acarrean las actividades petroadictas. Dicho en el lenguaje de la
economía ambiental, a los ambientalistas nos preocupa que las “externalidades negativas”
se conviertan en un “éxito” al trasladar los costos a los consumidores. Las gentes del
corriente, los más de dos mil millones de personas que no tienen acceso a la energía en el
mundo, se preocupan por el alza en los precios de los combustibles fósiles sobre todo
porque resienten las altas tarifas del trasporte y la carencia de energía para cocinar, pues
sus bolsillos están tan vacíos como sus estómagos. No hay una preocupación universal y
única sino diferentes preocupaciones e intereses enmarcados por un modelo energético
decadente. Pero son los consumidores adictos al petróleo los más altamente preocupados,
y son los países de más alto consumo los que levantan el lema de la seguridad energética.
El concepto de seguridad, reducido su significado a “seguridad política” o “seguridad
nacional”, que es para las élites seguridad económica y para los consumidores de los
países del Norte seguridad de abastecimiento para sus altos niveles de consumo, queda
huérfano de otros componentes como por ejemplo la seguridad social, la seguridad
alimentaria, etc.
Así, también el concepto de combustibles limpios deja la apariencia de que la tecnología
que usa agrocombustibles podrá remediar los efectos a la salud del ambiente. Esta
apariencia eclipsa una realidad que es adversa a la naturaleza.
Todo este conjunto discursivo, que se estructura a partir de la especulación con la
escasez de los combustibles fósiles, el impacto de ellos en el clima, la seguridad energética,
el discurso de alivio a la pobreza en las Metas de Desarrollo del Milenio (MDM), la
conciencia de las víctimas del cambio climático, se instrumenta para fomentar nuevas
formas de expropiación y ocupación de la naturaleza. Así, se promueven los
agrocombustibles líquidos y la agroenergía a gran escala como amigables con el medio
ambiente y la salud pública. Valiéndose de este discurso y de las estructuras de poder que
lo sustentan, un grupo minoritario de personas convierte en mercancía la capacidad de la
atmósfera de absorber gases, haciendo de la crisis climática una oportunidad para
mercantilizar la naturaleza y sacar provecho para sus negocios.
% de la % de los % de las
población ingresos Emisiones
global globales Acumulativas
1990-2005
Los datos presentados permiten mostrar que una posible reducción efectiva de las
emisiones ha de conjugar distintos aspectos, pues no siempre que hay crecimiento
económico, incluso bajo indicadores clásicos, éste corresponde con un aumento de
emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI), ni tampoco con un aumento de la
demanda y consumo de energía. Asimismo, no siempre que hay disminución en el
consumo de energía, ella es debida a la implementación de procesos productivos más
eficientes, ya que también tal disminución puede asociarse bien sea al aumento en los
precios de la energía que la hacen inaccesible, bien sea a la pérdida de poder adquisitivo
de los consumidores, o bien a cambios en la matriz energética. De igual manera, no
siempre que haya ingresos similares en un país o región habrá niveles de consumo
energético per capita equivalentes. Además, habría siempre que considerar las condiciones
históricas que hacen inevitable referirse a la deuda ecológica que tienen los países de las
metrópolis con sus colonias, llevando a operativizar indicadores históricos de deuda
ecológica y de Intercambio Ecológico Desigual.
Ahora bien, uno de los argumentos que más frecuentemente se usa para advertir la
necesidad de transitar hacia una nueva matriz energética, y de allí para impulsar los
agrocombustibles, es que se ha llegado al “pick oil” (punto de inflexión en la curva de
Hubbert donde el petróleo es cada vez más inaccesible, costoso y contaminante). Ello
estimula pensar que es urgente que se introduzcan otras fuentes de energía distintas a las
fósiles para suplir la creciente demanda. De esta reflexión se pasa a decir que entre esas
energías, las más promisorias son las obtenidas de los agrocombustibles, la hidroenergía y
la hidroelectricidad o, incluso, la energía nuclear. A otras fuentes sólo se les atribuye un
papel secundario. Entonces, según este discurso, la realidad habrá de seguir las
predicciones, y la historia no tendrá ninguna posibilidad de desviación de este destino
trazado. Todos los países han de embarcarse en la adecuación de las condiciones para que
las predicciones se materialicen. Esto semeja el cuento de García Márquez donde se
anuncia que por alguna profecía el poblado habrá de incendiarse y, así, en una huida
atropellada, alguien accidentalmente inicia el fuego y la profecía se cumple.
Preferiríamos pensar, sin embargo, que la copa está llena y que una gota más la
rebosará desastrosamente: la humanidad ya sobrepasó los límites del crecimiento y,
anclados en el margen de incertidumbre de la curva de Hubbert, no podemos esperar los
cambios que son necesarios adoptar para frenar la catástrofe en la que estamos
arremolinados y que nos legó esta civilización que se trazó como principal actividad de los
seres humanos la acumulación material y monetaria privada. Las negociaciones
internacionales seguirán un camino hostil si no llevan a cambiar radicalmente los patrones
de vida y las relaciones de los humanos con la naturaleza. De otro lado, los ambientalistas
hemos de advertir radicalmente que no puede asumirse el camino contumaz que siguen
quienes perseveran en apropiarse unilateralmente de la atmósfera, impidiendo la equidad
y la justicia ambiental.
Alianzas trasnacionales
y agendas gubernamentales
En este contexto se producen nuevas alianzas entre empresas productoras de vehículos,
empresas de energía, empresas de semillas y empresas que especulan con el mercado de
carbono. Repsol aliada con BUNGE construye plantas de agrodiesel en España. Estas
alianzas se configuran también en instituciones que buscan certificar los agrocombustibles
“sustentables”. A las compañías que se han apropiado de los mercados de
agrocombustibles se les suman las que ganan fortunas especulando con los certificados de
emisiones de carbono, que son hoy uno de los comodities que más precio gana en el
mercado. Con el dinero que acumulan las compañías que inundan con GEI a la atmósfera,
ahora se le echa el diente a estos nuevos negocios. Las CTN marchan con su pacto sin
importar cuán negligentes han sido en el pasado y qué prácticas antiecológicas y
antisociales han tenido, cuánto han defraudado las estadísticas de sus propias emisiones, o
cuán poco han hecho realmente por la protección del entorno ambiental.
El modelo civilizatorio se ha mantenido en la medida que limita y/o elimina a sus
objetores mediante estrategias militares, económicas y simbólicas. Hoy tales estrategias se
denominan “Estrategias de Seguridad”, cuando la verdad es que son las que más riesgo de
inseguridad generan sobre la vida y sobre los pobladores de este planeta. Así, las políticas
de seguridad energética tienen el verdadero propósito de garantizar el flujo de energía
hacia las sociedades energívoras y petroadictas, que son las mayormente responsables de
estas relaciones patológicas con la naturaleza que ponen en peligro la vida misma. La
seguridad energética aparece como el motor que alienta el conjunto de las políticas
multilaterales, particularmente guiadas por los intereses del G8; políticas que se diseminan
como si fuesen de interés general. La seguridad energética se impulsa a través de los
planes de integración, de los Tratados de Libre Comercio (TLC) y de la presencia militar
de los países altamente consumidores de hidrocarburos en los países que poseen
abundantes fuentes de energía. Está claro, y no sobra repetir, que tanto las estrategias
comerciales como las estrategias militares son mecanismos que buscan asegurar el flujo de
reservas energéticas desde los países del Sur hacia los países del Norte, desde los que se
empobrecen hacia los que se enriquecen. Es el caso de los TLC de los países de América
del Sur con EEUU, en los que resulta evidente que el país del Norte busca aprovecharse de
las reservas energéticas de sus vecinos del Sur, de su “patio trasero”, como se les ha
llamado.
La búsqueda de seguridad energética presiona hacia el fortalecimiento de organismos
como la OTAN, la invasión de países petroleros (llamados algunos de ellos los “ejes del
mal terrorista”) y el despliegue militar en América Latina, todo ello a pesar del fracaso de
la ocupación de Irak y de la pérdida de hegemonía estadounidense en América Latina y en
el Medio Oriente, como lo reconocen influyentes personajes de la vida estadounidense
(Golup, 2007).
Ahora bien, después de diez años de firmado el Protocolo de Kyoto (PK), su aplicación
no compromete a algunos de los países con mayor responsabilidad en las emisiones de
GEI a la atmósfera. Así, se han conformado dos agendas paralelas, una alentada por los
firmantes y suscriptores del PK y otra impulsada por EEUU. Ambas agendas son
coincidentes en su pretensión de mercantilizar la naturaleza, atribuyendo al mercado los
principios que deben ser de la democracia. De ahí resulta una democracia marchita, que se
rige por criterios darwinistas, que sustancializa las características del mercado haciendo
creer que la economía capitalista es un hecho natural e incuestionable. Por esta vía se niega
la crudeza de las realidades materiales de las víctimas, que se asumen como fallos en el
mercado, mientras se ensalzan las virtudes democráticas del mercado capitalista. La
economía capitalista, el mercado de carbono, los certificados de carbono y los Mecanismos
de Desarrollo Limpio (MDL) aparecen como un resultado “natural” del enfrentamiento al
cambio climático, mientras la defensa de la naturaleza que hacen los ambientalistas
aparece como una ideología, invirtiéndose los términos, pues son realmente quines
defienden el ambiente los que tienen “los pies en la tierra”, en tanto los defensores de las
ilusiones del mercado son quienes nos embaucan con su falsa ideología. Son concretos los
ambientalistas cuando emprenden la lucha por la justicia ambiental y en defensa de las
víctimas del cambio climático porque reconocen que hay injusticia en la distribución de los
impactos, las vulnerabilidades y los bienes ambientales comunes, y además asumen que es
posible un mundo donde no haya esas injusticias.
Ahora bien, desde la perspectiva de los promotores del mercado de carbono hay un
modelo subyacente en el que coinciden las dos tendencias (de EEUU y del PK):
a. Es claro que los suscriptores no están dispuestos a abandonar el consumo de los
combustibles fósiles. Explotarán hasta la última gota, pues existe una tasa de retorno
prevista por las CTN y por los países poseedores de hidrocarburos a la cual no
renunciarán. Siempre les será preferible sacrificar la naturaleza y a los seres humanos
deleznables, es decir, a los más empobrecidos, que asumir la responsabilidad de evitar
más daños a la naturaleza y a la humanidad. La naturaleza seguirá siendo sometida,
como lo augurara Bacon cuando afirmaba que a ella se la debe “someter como a una
mujer pública a nuestros deseos”. Es esto lo que une esencialmente los intereses de los
capitalistas. El resultado será que el aumento de temperatura de la atmósfera, que
pueda ser atribuido a los combustibles fósiles, no se detendrá sino que se irá
dosificando y las víctimas aparecerán tarde o temprano, pues las medidas de
mitigación y adaptación puestas bajo las reglas del mercado estarán impregnadas de la
misma sustancia que origina el cataclima: la apropiación privada de la naturaleza.
b. Ambas tendencias incentivan una composición de la matriz energética que no
abandonará las grandes centrales hidroeléctricas ni las centrales nucleares; estas
últimas, dicho sea de paso, proliferan en los planes de energía de India y China. Los
países del Norte seguirán invirtiendo en hidrógeno y fusión nuclear, sobre todo
asegurándose el control militar de esta última fuente.
c. La oferta de centrales térmicas con ciclos cerrados para carbón (capturar y almacenar
el carbono emitido) resulta aún inasequible a los países del Sur. Las fuentes solar,
eólica y de hidrógeno sólo se volverán viables cuando se permita que sus precios sean
competitivos con los de los hidrocarburos. En general, el problema consiste en que la
difusión de estas y otras tecnologías, que pudieran ser benévolas en términos de
reducción de emisiones, al estar sometidas a las lógicas de acumulación de capital, no
resuelven para los países empobrecidos los problemas de la iniquidad en el acceso a
las tecnologías y al conocimiento, y en algunos casos no contemplan o no ponderan
adecuadamente los costos ambientales.
d. Se impulsará el desarrollo de los agrocombustibles indiscriminadamente, buscando
trasladar las externalidades negativas de estos agronegocios desde los países del Norte
hacia los países del Sur, mientras la biomasa (real o virtual en forma de alcohol y
diesel) fluirá principalmente desde los países del Sur hacia los del Norte o generará
excedentes energéticos nacionales para que sigan fluyendo los hidrocarburos desde el
Sur hacia el Norte.
e. El dilema que se planteará a los países que están económicamente bajo la órbita de
EEUU será cómo sacar beneficios de esos dos mercados, el creado por el PK y el
mercado de EEUU y sus aliados. Sin embargo, es claro que lo que los peces chicos
podrán arrebatarle a los peces gordos no trasformará las reglas darwinistas del
mercado. Las asimetrías en los puntos de partida del mercado sólo permiten que
algunos peces chicos sobrevivan a costa de que los peces gordos se lleven la mayor
tajada: los peces gordos están generalmente mejor informados y tiene un acceso mayor
a la ciencia, la tecnología y a muchas de sus aplicaciones benévolas y mortíferas. Esta
relación desigual también se sustenta en lo que podría llamarse “violencia
epistémica”, es decir, en la imposición violenta de una verdad por quienes ostentan
una forma de cultura hegemónica: la occidentalista. Las reglas del mercado están
plagadas de trucos para hacer que los desequilibrios en la información operen a favor
de los países que controlan todo. Así funcionan los mercados, el valor de las acciones y
las divisas, los bonos, el capital virtual y, desde luego, el tamaño de los yacimientos, la
disponibilidad de stocks y reservas, etc. Ya los casos de fraude estadístico sobre los
niveles de emisiones y los niveles de absorción de los sumideros de CO2 influyen en el
valor especulativo de los certificados de emisiones y en el cumplimiento de las metas
de reducción de emisiones de GEI de los países. La información y el fraude estadístico
son herramientas para el control estratégico de precios y para succionar economías de
países subordinados.
Ahora bien, la seguridad energética para los países subordinados no es la misma que
para, por ejemplo, el G8. Se incentiva el agrodiesel y el alcohol carburante para que se
impulsen los negocios del Norte en el Sur (por ejemplo se impulsa que haya un cambio en
el parque automotriz para que se adquiera tecnología que da regalías principalmente en el
Norte), también para que haya excedentes de agrocombustibles y un ahorro de petróleo y
refinados que puedan ser destinados a la exportación hacia los países del Centro.
EEUU necesita asegurar su provisión de combustibles y derivados del petróleo, la cual
representa el 26,6% del consumo mundial. De ahí que Sur América sea su mejor proveedor
por razones geográficas, especialmente el Caribe colombiano por su corta distancia al
Golfo de EEUU y su localización en un área fuera del alcance de los huracanes. Entonces,
el impulso que EEUU da a estos agrocombustibles en la región pretende asirse a estos
excedentes energéticos de agrocombustibles, de combustibles fósiles y derivados.
Gobiernos de algunos países, como lo destaca el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010
para Colombia, quieren obcecadamente hacernos ver en esto una oportunidad positiva.
El PEN se ha articulado en el Plan Nacional de Desarrollo que fija, entre otras, las
siguientes metas:
El cuadro anterior deja ver que Colombia aspira a sustituir combustibles fósiles por
agroenergéticos, lo que tiene el propósito de liberar parte de su producción de los
primeros para exportar a EEUU.
En el caso de la agroindustria palmífera, se aseguran condiciones para alcanzar los
propósitos en términos de productividad y rentabilidad para los inversionistas y
propietarios. Amén de mecanismos ilegales, y violentos en no pocos casos, se ha
desplegado un gran número de instrumentos legales y desarrollos normativos, de
garantías fiscales, de subsidios, de seguros y de reaseguramientos de riesgos que asume el
Estado, para que los empresarios logren sus expectativas en las tasas de ganancia. El
Estado se ocupa, a la vez, de otros soportes como la calificación de la fuerza de trabajo y el
desarrollo de ciencia y tecnología que será útil al sector privado. Los empresarios acuden a
mecanismos de “Alianzas Productivas” que, por la vía de la “maquilización” de la
producción y de la constitución de un mercado de monopsonio (donde hay un sólo
comprador para determinado producto o servicio), se permiten reducir costos laborales y
evadir el pago de impuestos. Según se demuestra, la seguridad es, sobre todo, seguridad
en la renta y las ganancias.
CO -6.90 -34.50
PM -6.48 -32.41
HF -3.10 -15.51
Infraestructura
La adecuación de estos espacios para la explotación agroindustrial se acompaña de planes
de inversión en infraestructura, que sirven como ejes de conectividad y de articulación de
las cadenas productivas. Esta infraestructura se adelanta con recursos de deuda pública y
con recursos fiscales, lo que en el fondo significa que los recursos fluyen desde todos los
contribuyentes hacia los empresarios que se benefician directamente de las nuevas obras.
En América Latina y Centro América se promueven dos planes, la Integración de
Infraestructura de la Región de Sur América (IIRSA) y el Plan Puebla Panamá (PPP), que
resultan complementarios y que se articulan a la estrategia estadounidense de crear un eje
comercial de cara al Pacífico. Infraestructura para la agroenergía que escalará la dimensión
de la industria petrolera: puertos de embarque, embarcaciones de gran calado, refinerías,
poliductos, sistemas de tratamiento de las aguas servidas, grandes autopistas, hidrovías,
etc.
Muchos de los megaproyectos para distritos de riesgo y embalses están orientados a
satisfacer la creciente demanda de agua que tendrán los desarrollos de la industria de la
agroenergía, trayendo impactos sobre las aguas no sólo relacionados con la competencia
que se genera con otros usos sino directamente con la destrucción de los manantiales, los
acuíferos, las zonas de recarga y con su contaminación con agroquímicos. Buena parte de
los nuevos emprendimientos de riego están en función del fortalecimiento de los
agronegocios y no, desde luego, de la producción campesina ni de la producción de
alimentos. Asociada con los agrocombustibles que se exportan hay agua virtual, la cual se
trasporta directamente contenida en los productos, siendo una transferencia neta que, en
algunos casos, no constituye un volumen considerable por ejemplo si se traslada materia
procesada; también tiene asociada una huella hídrica por el agua que se requirió para
producir los productos, siendo ésta reveladora del impacto que sobre los ciclos
hidroecológicos en todo el ciclo de producción tiene esta agroindustria.
Por otro lado, la trasferencia hacia los países del Norte a través de los agrocombustibles
es también de nutrientes de los suelos, que se empobrecen de manera irreversible. El
impacto es sentido también por la diversidad que se pierde en la dinámica de colonización
de paisajes. Igualmente se destinan a la producción de agrocombustibles, en detrimento de
la producción de alimentos, las maquinarias, la mano de obra, los silos de
almacenamiento, los medios de trasporte transoceánico, la capacidad de almacenamiento
de los puertos, etc. Según el periodista George Monbiot “(…) para mover solamente
nuestros coches y autobuses con agrodiesel se requeriría sembrar 25.9 x 106 hec. [y en UK
hay] solo 5.7 millones de hectáreas.”
Además de los incentivos y subsidios indirectos que la producción de agrocombustibles
obtiene de las inversiones en infraestructura, hay otra serie de incentivos fiscales y
forestales, así como desgravaciones que aseguran que los empresarios no correrán riesgos
y que los riesgos que hubiese estarán respaldados por los estados. A esto se refiere más
específicamente, en este mismo libro, el artículo de Mario Mejía.
La soberanía alimentaria
y el hambre de agrocombustibles
Organismos internacionales multilaterales, cuya finalidad sería la lucha contra la pobreza,
contra el hambre en el mundo y a favor del desarrollo sostenible, tales como CEPAL
(Comisión Económica para América Latina y el Caribe), FAO (Organización de las
Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) y BID (Banco Interamericano de
Desarrollo), han llevado sus intereses hacia la promoción de la agroenergía. Instrumentos
como la Declaración de Johannesburgo de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo
Sostenible en el 2002 (CMDS) y los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) sirven de
mampara ideológica para ocultar el domino que sobre la agenda multilateral tienen las
CTN. Otros instrumentos como el Global Compact y los Acuerdos Partnerships tipo II,
también supeditan los fines sociales a los intereses transnacionales. Bajo esta condición,
por ejemplo, la FAO, en lugar de aplicarse a resolver los problemas del hambre en el
mundo, destina su conocimiento y su capacidad de divulgación a alentar políticas directas
y de asistencia técnica hacia los agrocombustibles, a pesar de las objeciones e
incertidumbres que surgen por doquier.
La FAO ha preparado una Plataforma Internacional de Bioenergía (IBEP) que hace
apología de los agrocombustibles a nombre de supuestos beneficios para la humanidad, el
ambiente y las futuras generaciones. Sin embargo, las críticas y dudas surgen desde el
seno mismo de esta institución: el documento elaborado para el Comité de Seguridad
Alimentaria Mundial, “Evaluación de la Situación de la Seguridad Alimentaria Mundial”
(2007), señala que hay competencia entre la producción de alimentos y la agroenergía, y
que el crecimiento incontrolado de ésta traerá grandes dificultades e impactos
imprevisibles sobre los alimentos, tanto en su disponibilidad como en el acceso, la
estabilidad y su utilización. Estos agrocombustibles, especialmente los líquidos, prenden
las alarmas en la medida en que se producen con base en productos agrícolas que también
se usan para la alimentación, amenazando la soberanía alimentaria de los pueblos (Ver en
este mismo libro el artículo de Juan Carlos Morales).
Es un lugar común afirmar que, a pesar que en el mundo se producen alimentos
suficientes para alimentarnos a todos, según la FAO en el mundo hay 842 millones de
personas subnutridas y cada año mueran 36 millones de personas como consecuencia
directa o indirecta del hambre y de carencias nutricionales, la mayoría de ellas mujeres y
niños, en particular en los países más empobrecidos.
El gráfico siguiente muestra cómo se distribuyen los millones de subnutridos en el
mundo. En este contexto, la situación de América Latina resulta lamentable, pues, a pesar
de ser la principal región exportadora de alimentos del mundo, 52,4 millones de personas
padecen hambre (10% de la población regional total) (FAO, 2006). En alguna medida esta
situación se explica por la falta de producción de alimentos de consumo local, por la
exportación en detrimento del consumo local y por el aumento de los precios y la pérdida
de capacidad de consumo de la población.
Economías de mercado
desarrolladas; 10 Países en transición; 34
Cercano Oriente y África
del Norte; 41
Fuente: FAO
Otros indicadores de acceso a la alimentación son los índices de pobreza. Existen 209
millones de personas que viven en condiciones de pobreza (39,8% de la población), 81
millones en la pobreza extrema o la indigencia (15,4% de la población) (CEPAL, 2006).
Lester Brown, director de Earth Policy Institute, advertía que “(…) la cantidad de cereal que
se necesita para llenar un tanque de 5gls (aprox. 100ltr) con etanol una sola vez alcanza
para alimentar a una persona un año entero”.
El estímulo a la producción de agrocombustibles es retroalimentado por los precios del
petróleo, lo cual también puede encarecer los costos de producción de alimentos5,
especialmente aquellos más intensivos en el empleo de energía. Se teme que la demanda
de agrocombustibles empeorará tal situación, pues induce aumentos de los precios de los
cultivos energéticos y en la asignación de tierras agrícolas para su producción (CEPAL,
2007). Ejemplo es el abandono de la soya y la sobreproducción de maíz por cultivadores
estadounidenses, alentada por el aumento de los precios del maíz, que conducirá a una
sobreoferta de materia prima para el alcohol carburante, situación que probablemente
contraerá el mercado internacional de ese grano, pues, como es obvio, EEUU favorecerá el
consumo de su maíz para la producción de agroenergía. Tal situación, a su vez, hace que
el precio de la soya en Argentina aumente y estimula a los cultivadores de ese país a
sembrar soya y dejar de lado la siembra de alimentos.
Aunque hay alertas sobre una situación similar en Brasil, que es el mayor exportador
mundial de etanol y cuya superficie de tierras dedicada a la producción de
agrocombustibles está en expansión, otros prefieren defender las políticas agropecuarias y
energéticas del gobierno del Partido de los Trabajadores. Este país tendría que
comprometer 205 mil pequeños agricultores familiares a utilizar aproximadamente 603 mil
hectáreas para completar el 2% de mezcla de agrodiesel.
Agricultura y alimentos
Asunto clave en el análisis de la dinámica del negocio de los agrocombustibles es la
manera como se articulan los llamados factores de producción6: la tenencia de la tierra y el
agua (las formas de colonización, ocupación y valorización del espacio), el factor trabajo y
el factor tecnológico son los elementos sobre cuya rentabilidad y productividad se impulsa
el modelo del monocultivo de los agroenergéticos, el empleo de sus derivados como
combustibles y las industrias química-farmacéutica y de alimentos relacionadas.
La valorización obtenida por el capital, las ganancias y la plusvalía quedan en manos
del capital transnacional comercial y financiero, principalmente. Estos procesos de
acumulación se cargan al gasto de dones de la naturaleza y a la subsunción de la
creatividad y el trabajo humano. Dicho en el leguaje económico, se trata de una
transformación en detrimento del “capital natural” y del “capital social” y a favor del
capital comercial y financiero. El resultado es la desvalorización de la naturaleza y el
surgimiento de pasivos sociales y ambientales. Entre los problemas más frecuentemente
revelados está la pérdida de valor del espacio por la deforestación atribuida a la expansión
del monocultivo de palma aceitera que, por ejemplo, entre 1985 y 2000 causó en Malasia el
87% de la deforestación (Sahabat, 2007). También se señalan los riesgos que deja el modelo
de la revolución verde y los monocultivos, que la Red Latinoamericana contra el
Monocultivo de Árboles denomina «desiertos verdes», así como el uso de árboles y
plantas genéticamente modificados y de agroquímicos. Estos últimos, fertilizantes y
plaguicidas, traen graves consecuencias a las comunidades locales y afectan la fauna y
flora asociadas. También se encuentran con increíble frecuencia fenómenos de intoxicación
por el almacenamiento y aspersión de agrotóxicos, siendo especialmente vulnerables las
trabajadoras7 agrícolas expuestas permanentemente (una sustancia muy frecuentemente
utilizada es el Paraquat, que está prohibida en algunos países europeos). Sin duda,
también hay referencia a la ocupación unilateral de la atmósfera por el alto consumo de
insumos derivados del petróleo, las emisiones de GEI, las desterritorializaciones y
pérdidas de estrategias de sobrevivencia de los grupos humanos locales, el
endeudamiento de los países y la intervención de los organismos multilaterales e IFIS que
animan el modelo del monocultivo de agroenergéticos8, la división internacional de la
naturaleza a favor de los países altamente consumidores, y la consecuente pérdida de la
soberanía alimentaria.
Los impactos del boom de los agrocombustibles también se dejan sentir en el incremento
de los precios de la tortilla de maíz en México, que no se explica sólo por la derivación del
maíz que se compra en EEUU hacia sus nuevas plantas de alcohol carburante, sino
también por la especulación que eleva artificialmente los precios.
La industria de los agrocombustibles hereda, reproduce y actualiza los viejos esquemas
coloniales de tenencia de la tierra y expropiación de la fuerza de trabajo, así como el
encalve europeo y norteamericano en los países del Sur. En general, podríamos enfatizar
en que el bienestar de las élites y de las minorías altamente consumidoras se consigue a
costa del dolor de los trabajadores y de las mayorías empobrecidas en todo el planeta9. Y
son estas mayorías, sometidas a condiciones de empobrecimiento, quienes sufren los
impactos del cambio climático, y la violencia y contaminación típicas de la industria
extractiva del petróleo, así como se someten a las condiciones de trabajo o de subempleo
de la agroindustria, en tanto que una minoría disfruta un “bienestar” basado en el lucro y
consumo excesivos.
Las cifras sobre empleo y agricultura indican que la cantidad de trabajadores por
hectárea es supremamente baja en la agroindustria. Así, por ejemplo, la agroindustria de la
caña genera solamente 10 empleos por cada 100 hectáreas mientras la agroindustria de la
soya dos por cada cien (Trevisan, 2007). Un análisis de los resultados de las alianzas
productivas en Colombia muestra que el capital empleado de esta manera requiere mayor
cantidad de fuerza de trabajo que la agroindustria, de manera que se genera menos de un
empleo (0,69473) por hectárea, mientras que la inversión por hectárea es de casi 7 millones
de pesos (6’862.477,01). En la medida en que no es posible pensar un sistema productivo
por fuera de las estructuras socio-políticas que lo hacen posible, es claro que la manera
como se estructuran los llamados factores de producción es la que da al capitalista una
mayor ganancia y, simultáneamente, un mayor control político y social sobre la población
(Biswanger, Deininger y Feder, 1995).
El crecimiento económico que reporta la economía mundial se da a favor del factor
capital y en contra del factor trabajo. En el caso colombiano, durante 2006 la economía
creció el 6,8% mientras que la población empleada disminuyó en 1.136.965 personas
(Banco de la República, 2007). De esta manera, otro asunto de gran importancia para la
región en el marco de este sistema productivo es el sindical. Los empresarios ven en la
reducción de costos laborales una posibilidad para alcanzar sus metas de productividad y
reducir los costos de producción. Ello conduce a una pérdida de estabilidad laboral, a la
tercerización y precarización contractual, y a la pérdida de condiciones de reproducción
social de la fuerza de trabajo. No existen sindicatos en la mayoría de las empresas
agroindustriales, lo cual conduce a que los trabajadores no tengan condiciones
organizativas para negociar mejores condiciones salariales ni laborales.
El trabajo es distinto del empleo. El empleo es la manera como la capacidad de trabajo y
creación humana pierde su esencia en el proceso de producción en favor de la valorización
del capital. La gente no necesita empleo, la gente ha de trabajar para reproducirse como
sociedad, como humanidad. Ahora bien, los impactos negativos sobre el empleo pueden
ser constatados en regiones donde las gentes tienen trabajo y la industria de
agrocombustibles les desplaza, creando otras formas y densidades de empleabilidad que
suelen ser de un volumen menor. Más allá que los números, en el caso de las comunidades
locales lo que se pierde no es el empleo sino las estrategias de sobrevivencia y los modos
de vida adaptados a las condiciones ecosistémicas que muchas comunidades han
desarrollado en función de su sobrevivencia.
Como en antiguas épocas en las que algunos habitantes locales mantenían vínculos con
su terruño, pero de la producción y de los frutos del trabajo se apropiaban
fundamentalmente el encomendero, el terrateniente y el latifundista, en la actualidad esta
apropiación la hacen empresarios trasnacionalizados. Un rastreo de la propiedad de la
tierra, de la propiedad de los ingenios azucareros, de las destilerías de alcohol carburante,
de las plantaciones de palma, de la refinerías de los polioles y de las estructuras de
comercialización revelarían vínculos enmarañados con las estructuras de propiedad y
poder colonialistas.
Pero no podemos hablar de la colonización como si fuese algo que únicamente se nos
impone desde el exterior, también hay una autocolonización (Lander, 2005). Una
colonización que se re-construye y re-produce a partir de prácticas de saber/poder que
hemos normalizado para nuestro propio calvario (Escobar, 1987), y que practicamos en
ámbitos tanto institucionales como cotidianos. Así, por ejemplo, la idea del gobierno
colombiano de colonizar las praderas de las llanuras orientales nos deja sinsabores;
también la idea de gobiernos de izquierda de desarrollar los agrocombustibles, pues de
ellos esperariamos que levantaran banderas de autonomía y que criticaran los modelos de
desarrollo y civilización euro–estadounidense, y no que los interiorizaran y naturalizaran
como destino único de una pulsión irredentista. Estas son, también, maneras de ser
víctimas de la colonización: asirse en la dialéctica de colonizado-colonizador sin construir
nuevas maneras de hacer y pensar que superen los artilugios del poder hegemónico. La
colonización y la autocolonización traen consigo el Intercambio Ecológico Desigual, que
implica la transferencia inicua de energía y materia desde los países del Sur hacia los
países del Norte, desde las regiones periféricas hasta las regiones centrales y
metropolitanas que concentran los beneficios.
En la medida en que la fiebre por producir agrocombustibles aumenta, la demanda de
tierras agrícolas también aumenta y, así, los conflictos sobre qué es lo que hay que cultivar,
para quién y a qué costo. La superficie necesaria para la producción de agrocombustibles
en el mundo se muestra enseguida:
Superficie necesaria para agrocombustibles 10³ hectáreas. Fuente BP
África; 53445
Sur & Cent.
América; 92390
Medio Oriente;
111012
Europa y Euroasia;
393676
1600000 1528715
1400000
1200000 1135372
Miles de hectáreas
1000000
813973
800000
591707 614147
600000
479282,67 458614,5
390707,04
400000 297968
América del Sur & Cent. Europa y Medio África Asia Pacífico
Norte América Euroasia Oriente
Fuente: Datos para el conumo de petroleo. British Petroleum. Datos de áreas FAO 2003
3500000
3000000
2500000
Miles de Hectáreas
2000000
1500000
1000000
500000
Comunidades y tierra
Ahora bien, desde el punto de vista de la situación colombiana, que podría no ser distinta
a la de otros países de la región, pueden reconocerse tendencias diferenciadas y con
actores diferenciados en lo relativo a la tenencia de la tierra y su uso para agroenergía: una
es el cambio de orientación en el negocio por parte de terratenientes e industriales
vinculados a la industria de la caña y de la palma aceitera y otros monocultivos agrícolas
que hoy dirigen sus negocios hacia los agrocombustibles dada su creciente demanda. Otra
es la ocupación de tierras llamadas baldías o de la nación (algunas de ellas en litigio con
comunidades campesinas, indígenas o afrodescendientes), y que en otros países se
denominan tierras fiscales, que son asignadas a empresarios nacionales y extranjeros para
el desarrollo de grandes proyectos agroindustriales, como sucede en la región de la
Orinoquia10.
Otra tiene que ver con la trasformación en la tenencia de la tierra y su uso por efecto de
la desterritorialización violenta de comunidades y grupos humanos por parte de
terratenientes y capitales mafiosos que pueden legalizarse posteriormente o articularse
fraudulentamente con capitales legalizados. De esta manera, los usos tradicionales por
campesinos y afrodescendientes se trasforman en agroindustrias de productos energéticos
o maderables. El desarrollo de plantaciones a gran escala para cultivos energéticos
conlleva frecuentemente el despojo violento de comunidades locales, que suelen no tener
reconocidos sus derechos legales a la tierra. Finalmente, otra tendencia son las “alianzas
productivas” de pequeños y medianos propietarios con el gran capital trasnacional a
través de cadenas de producción controladas por sectores terratenientes e industriales
hegemónicos, donde no hay cambio en la tenencia de la tierra pero sí en su uso sobre la
base de una oferta, durante un período de tiempo definido, de renta constante a sus
titulares que pueden ser individuos, resguardos indígenas o territorios colectivos de
comunidades negras.
Como quiera que sea, estas tendencias se conjugan con las tendencias históricas
(Fajardo, 2004) que se caracterizan por una concentración cada vez mayor de la propiedad
de la tierra y el agua en manos privadas, por el carácter violento que entraña esa
desterritorialización, por la orientación de la producción agrícola hacia el mercado externo
(incluido el cultivo de hoja de coca) y por la generación de excedentes de mano de obra
rural
y su concentración en la periferia urbana en condiciones mar-ginales.
Según un documento de Amigos de la Tierra Internacional, la industria palmífera
avanza enterrando los derechos a la tierra de comunidades en todo el mundo. En
Indonesia 2.000 comunidades Dayak en el Kalimantan Central se encuentran bajo amenaza
y alta vulnerabilidad de sus derechos políticos, sociales, económicos y culturales. También
en Sumatra se reportaron más de 450 conflictos por tierra entre las comunidades locales y
la industria de la palma entre los años 1998 y 2003.
En Papua Nueva Guinea no es distinta la situación: a pesar de que el 95% del suelo es
de propiedad tradicional, el gobierno está entregando grandes concesiones a las
trasnacionales de la agroindustria de palma. Mientras tanto en Brasil, en el estado de Mato
Grosso do Sul, las disputas por la tierra aumentaron en un 87,5% entre 2003 y 2005,
especialmente en las áreas de expansión de la industria de la caña de azúcar.
En Colombia el conjunto de las denuncias que las comunidades locales interponen
hacen referencia a genocidio, exterminio, tortura, persecución de un grupo o colectividad,
ejecuciones extrajudiciales, masacres, retención ilegal, asesinato, destrucción de bienes
civiles, desplazamiento forzado de poblaciones, vulneración de los derechos a la vida, a la
integridad, a la seguridad, a la libertad personal, a la libre locomoción, a la residencia, al
trabajo y a la dignidad humana, todo ello siguiendo procedimientos legales y con soportes
jurídicos que las comunidades esgrimen infructuosamente.
Reflexiones finales
La extrema, antiecológica e inhumana concentración de riqueza que alientan el
neoliberalismo y la economía de mercado global, impone un aumento de consumo de
energía y se constituye en el principal obstáculo para que la humanidad trasforme
ostensiblemente sus patrones energéticos y pueda realmente enfrentar el cataclismo
climático.
Sin duda la situación puede empeorar gracias al rápido crecimiento de la producción y
el consumo de países como China, India y Brasil, cuyas economías se dicen en “transición”
y son atraídas hacia el abismo del crecimiento económico, sin consideraciones sobre los
límites ambientales y materiales del planeta. Sin duda la interrelación de estos fenómenos
y sus sinergias están impregnando de nuevos elementos estos problemas. Así, por
ejemplo, es claro que el crecimiento de la economía de América Latina en los últimos años
se debe en parte a la demanda de materias primas y productos por parte de China e India.
La tendencia de crecimiento de las exportaciones que se veía durante el 2002 y 2003 en
América Latina ha continuado, registrándose un aumento tanto en el volumen como en el
valor de las exportaciones, principalmente en Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica y
Ecuador (Calderón, 2003). Estos países encontraron una coyuntura favorable de precios y
demanda de los países de Asia y, sobre todo, de China. Los principales productos de
exportación han sido los mineros y agrícolas, fundamentalmente la soya, el algodón, las
lanas, el cobre y el hierro.
Mientras el poderío comercial Chino hace que sea necesario repensar los procesos de
regionalización de las alianzas internacionales en los campos comercial y político, el
cuadro geoestratégico mundial se recompone con la presencia de este coloso comercial: la
República Popular de China, con una población de 1.267 millones, de los cuales 200 viven
bajo línea de pobreza, tiene un PIB de 1.074 billones de dólares y una deuda externa de
157,6 billones de dólares. En los últimos 25 años China ha crecido 10 veces. Allí se
registran 3.000 empresas foráneas que exportan el 50% del total de las exportaciones. Aún
así, como lo mostramos arriba, el consumo per capita de energía y las emisiones de CO2
siguen siendo inferiores a las de EEUU, el Reino Unido o los Países Bajos.
El abastecimiento energético es, sin embargo, uno de sus cuellos de botella. China
devora energía para mantener un crecimiento económico y se constituye en la cocina
donde se fabrican los productos que se consumen masivamente en occidente. Para
mantener el crecimiento del PIB en el 8% debe importar hidrocarburos de Rusia, Medio
Oriente y Venezuela. Los agrocombustibles son, sin duda, una tentación para los chinos
(ya Brasil tiene asegurada sus ventas a ese país para los próximos quinquenios).
Pero el análisis se vuelve más complejo si nos adentramos en la trama de flujos de
energía y materia que se transfieren en una economía globalizada, donde los intercambios
económicos y ecológicos siguen siendo desiguales. Por ejemplo, mientras Sur América
trasfiere materia y energía, que a su vez puede consumirse o constituirse en materia prima
en Asia, los productos allí obtenidos se consumirán en cualquier parte del globo, pero
especialmente se consumirán por quienes tienen más capacidad de compra, que, desde
luego, no son los más empobrecidos sino aquellos consumidores de los países y sectores
con altos ingresos, particularmente los del Norte.
La experiencia nos indica que los gobiernos de América Latina, sobre todo los
gobiernos de izquierda, no tienen una política que rete estos desafíos globales y, más bien,
salvo contadas excepciones, se mantienen en el esquema de sembrar el petróleo, o sacarle
ventajas a las condiciones geopolíticas que favorecen la producción de agrocombustibles.
Así, por ejemplo, la naciente Unión Suramericana de Naciones (UNASUR), cuyo primer
secretario es el expresidente de Ecuador Rodrigo Borja, se enfrenta a nuevos dilemas,
donde la naturaleza podrá seguir siendo sólo medio para la prosperidad capturada por
élites y burocracias. ¿Qué tanto es una oportunidad para nuestras economías la crisis de la
civilización urbano–rural–agraria–capitalista? Lo que podría constituirse en una
oportunidad para los países latinoamericanos puede no serlo si la orientación que
prevalece sigue el camino manido del mercado capitalista: el de guiar la producción por la
demanda de los países altamente consumidores, el de someterse a las reglas de las
compañías trasnacionales de las semillas, los vehículos y la energía.
Ahora bien, la complejidad de flujos de materia y energía deja al descubierto la
imposibilidad de un acercamiento veraz y ajustado a la realidad por parte de los análisis
simplistas que derivan de modelos que establecen los compromisos de reducción de
emisiones de GEI, bien sea bajo el Protocolo de Kyoto o no, a costa de una alta
incertidumbre. En este sentido, estos cálculos deberían incorporar la huella de carbono y
las mochilas ecológicas de CO2 y GEI que acompañan estos procesos de intercambio
desigual, y, además, incorporar los pasivos ambientales y la deuda ecológica.
Un nuevo régimen de construcción de verdad emerge, afianzado en instituciones e
instrumentos burocráticos que albergan nuevos expertos y voces autorizadas, y vigilado
por las autoridades internacionales que cuidan de las palabras y de los conceptos.
Encuentra eco en sectores medios de la sociedad provenientes de ONGs y organizaciones
que dicen llevar las voces de las comunidades y que pugnan por ser reconocidas por el
aparato institucional e incorporarse al discurso hegemónico. Aunque resulten dudosas las
cantidades de carbono absorbidas mediante los sumideros de CO2, no queda la menor
duda de que el mercado de carbono, ese nuevo instrumento de poder económico e
ideológico que resulta de los esfuerzos intensivos del capital trasnacionalizado para
controlar el planeta, no dejará ningún beneficio a los pobres: beneficiará e incentivará a las
economías más intensivas en carbono e intentará dividir a las comunidades.
Por su parte, la Unión Europea (UE) tiene un objetivo para el 2020 de lograr 20% de
energías renovables. De ellas el 10% del consumo total provendrá de agrocombustibles. La
UE tiene pensado aumentar su propia producción de agrocombustibles en forma
significativa. La Comisión Europea ha declarado que 400.000 hectáreas serán destinadas a
la plantación de cultivos energéticos, pero esto será a expensas de las “tierras reservadas”
actualmente, algunas de las cuales son importantes para la conservación de la naturaleza.
La OECD ha reconocido que producir biocombustibles para reemplazar el 10% de los
combustibles usados para el transporte requeriría el 70% de la superficie cultivable de la
UE11.
Entonces, el modelo de trasporte prevalente seguirá tirando de la cadena si no se
producen cambios radicales en el uso de los vehículos particulares y en los sistemas de
trasporte. Actualmente en Europa (The IPTS report, 2006), al igual que en los Estados
Unidos, alrededor del 67% de todo el petróleo en uso se destina a combustible de
vehículos particulares (Environmental Health Perspectives, 2005), inaugurándose
actualmente una destilería por semana, sumándose a las ya más de 120 que EEUU posee.
Ahora bien, si en Estados Unidos todos los automóviles utilizaran como único combustible
uno que tenga 100% de etanol, sería necesario destinar el 97% de la superficie de la tierra
al cultivo de maíz para abastecer esa producción, con consecuencias extremas para la
biodiversidad (Segelken, 2001).
¿Qué tan presionados están los gobiernos o qué tanto actúan en contubernio con los
comisionistas de las CTN de la fabricación de vehículos, con las empresas fabricantes de
autopartes, con las trasnacionales del hambre y las semillas, con las de energía y petróleo,
con la industria de los polioles, etc.? Es una pregunta cuya respuesta no requiere
demasiada imaginación.
Intentar satisfacer esta demanda sustituyendo los combustibles fósiles por
agrocombustibles llevará inevitablemente a la competencia entre la alimentación de las
personas y la alimentación de los autos. No podemos permitir que haya gente en el mundo
que pase hambre simplemente para que los autos puedan circular. Por eso campañas como
“Llenando Tanques Vaciando Territorios” o las consignas relacionadas con el hambre y los
agrocombustibles cobran fuerza entre el movimiento social y el ambientalismo.
Los debates no cesan ahí. Preguntas sobre la manera como se produce y consume la
energía están al orden del día. Es claro que uno necesita movilizarse y los combustibles
son un medio para ese fin, pero preferiríamos patrones de ocupación y poblamiento del
especio que hicieran más cortas las distancias. No se puede confundir el medio con el fin,
la necesidad con el satisfactor (Max Neef, 1984). Más que nuevas reglamentaciones para el
manejo de los agrocombustibles y medidas para que haya una reducción en su consumo,
que sin duda son importantes, tendría que procurarse, como lo proponen algunas
corrientes, objetar al desarrollo o apelar al decrecimiento económico, que Martínez-Alier
adjetiva como sustentable, y promoverse economías por fuera del mercado capitalista, que
se alejen del Intercambio Ecológico Desigual, que aboguen por la defensa de las soberanías
de los pueblos y que actúen en contra de la distribución ecológica y económica desigual,
que demanden el reconocimiento de la deuda de CO2 y la deuda ecológica, y otros
aspectos que nos encaminen hacia sociedades sustentables.
Por otra parte, no se trata del comercio justo de emisiones o de mercancías sobre el que
ya se dio un amplio debate a raíz de la propuesta de libre comercio de Oxfam, frente a la
cual Vandana Shiva (2002) demostró que al basarse en el “acceso al mercado de los países
ricos importadores, [se] oculta y hace invisibles los costos económicos, sociales y
ecológicos generados por las políticas agrarias obsesionadas por la exportación y
dominadas por ésta en los países pobres del Tercer Mundo. (…) Aunque se llama a los
países ricos a hacer un sacrificio, son los países pobres a los que se les pide un autentico
sacrificio”.
En general, este aumento de las exportaciones agrícolas suele ser en detrimento del
consumo local y nacional; los ingresos adicionales en dólares nunca compensan los costos
ambientales y sociales, ni la pérdida de estrategias de subsistencia de los agricultores y
pescadores locales desplazados por los agronegocios. Además, hay que estar sometidos a
los factores de cambio, que suelen ser favorables a países ricos en divisas y desfavorables
para países de economías frágiles. Por ello, antes que esperar que sean los
agrocombustibles los que resuelven los problemas del campo, hay que abogar por
verdaderas y sustentables reformas agrarias y acuarias.
No cabe duda que hay que priorizar la producción de alimentos, la ocupación
campesina intensiva en mano de obra y la soberanía de los pueblos sobre los dones de la
naturaleza.
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http://listi.jpberlin
1
Frente a la indiferenciación en el uso de los términos agrocombustibles y biocombustibles, preferimos
concordar con Joao Pedro Stedile, dirigente del MST y de la Vía Campesina, quien afirmó en entrevista para el
diario La Jornada de México (29-08-2007) que: “…hay una gran manipulación por parte de ese capital, en llamar
a los combustibles de origen vegetal, renovable, con el prefijo bio, que significa vida. Es una aberración (…)
ellos pasan a utilizar el prefijo bio para dar a entender que es una cosa buena, políticamente correcta”. Se trata
pues de una manipulación ideológica. Es por ello que en el Foro de Nyéléni, en Malí, África, concordamos
llamarlos agrocombustibles o agroenergía. Ahora bien, si quisiéramos ser más estrictos, parafraseando la
definición de la FAO, podría plantearse que hay tres tipos de agroenergía i) la que aprovecha energía de la
biomasa quemándola directamente para cocinar y proporcionar calefacción, usualmente en comunidades
tradicionales agrícolas y pastoriles (que podría llamarse biocombustible siempre que su producción y uso sean
sustentables); ii) la que se usa para generar electricidad mediante tecnologías sofisticadas; y iii) y los
agrocombustibles líquidos como el etanol y agrodiesel, utilizados principalmente para trasporte.
2 Miembro de Censat Agua Viva. Coordinador de la Campaña Internacional de Cambio Climático de Amigos
de la Tierra Internacional.
ifis@censat.org
3
Filósofa de la Universidad Nacional de Colombia. Maestría en Estudios Culturales de la Universidad
Nacional de Colombia. Investiga fenómenos de migración y diferencia cultural.
irenevt@gmail.com.
4
Neologismo que junta la palabra cataclismo y clima, para connotar que el cambio climático es un cataclismo.
5Para una discusión más detallada de dichos efectos véase OECD, 2006. “Agricultural Market Impacts of
Future Growth in the Production of Biofuels” Working Party on Agricultural Policies and Markets, Paris.
6 Estos “factores” no se pueden homogenizar como lo hace la economía. Para nosotros la tierra, más que factor
de producción, es también el lugar donde se entierran los ancestros, es la Pacha Mama, es la piel de GAIA, es
una fuerza creadora de riqueza y de imaginarios. Por ello tampoco puede convertirse, como se hace incluso
desde defensores de la economía ecológica, en capital natural. “Capital” es una categoría abstracta con la que
se valor a las gentes y a la naturaleza en tanto son reducibles respectivamente a capital natural y a capital
social (Coronil, 2005).
7
Son las mujeres especialmente vulnerables por su subnutrición más sentida, por su función en la
reproducción biológica de otros seres, por su situación de inequidad salarial, por la carencia de tiempo libre
para su propia reproducción biológica, por el androcentrismo en las relaciones laborales y otros aspectos que
resulta indispensable tratar con mayor profundidad y cuidado de lo que aquí podemos.
8
En conferencia realizada en Miami el 18 de diciembre de 2006, el presidente del BID, junto al Gobernador de
la Florida y el ex ministro de Agricultura de Brasil, anunciaron la creación de la Comisión Interamericana de
Etanol.
9 A quienes la tierra se les ha arrebatado o no tienen posibilidades de acceder a ella arrendándola, no les queda
otro camino que someterse a condiciones de peonaje. Aunque perseveran maneras de organización formal de
la fuerza laboral con algunos niveles de protección social, la mayoría de las formas de organización de la
producción son una mezcla de tecnologías modernas en la producción de materias primas y en el proceso de
producción de polioles (semillas genéticamente modificadas, catalizadores de gran eficiencia) con formas de
trabajo neoesclavistas. Al carecer los trabajadores de la protección del estado de bienestar que caracterizó el
periodo keynesiano ya extinto en muchos países, y al no tener condiciones de reproducción de la fuerza de
trabajo y de negociación salarial que caracterizó el periodo fordista, el camino que ha adoptado el capital en su
relación con el trabajo es de vinculación precaria y de sobreexplotación bajo condiciones de acumulación
primaria. Es decir, ha optado por el uso directo de la fuerza física del trabajador, con escasos niveles de
mecanización, y con remuneraciones y condiciones de reproducción adversas al trabajo. El salario no
encuentra mecanismos de regulación entre otras razones por el debilitamiento sindical, que en algunos casos
se da por la persecución y la criminalización de las luchas reivindicativas, y en los peores casos por la
desaparición y el asesinato de los sindicalistas, como ha sido en Colombia.
La renta y las ganancias de las empresas se obtienen gracias a las mayores cuotas de producción de los
trabajadores, a la reducción de costos laborales y al desconocimiento de los costos ambientales. Se trata en
muchos casos de una racionalidad instrumental productivista, que se conjuga con formas arcaicas de
organización del trabajo. Los sectores del capital nacional buscan articularse en los circuitos internacionales del
capital monopólico, mediante esquemas sofisticados de incorporación a los mercados, con instalaciones
modernas y en algunos casos automatizadas (burótica), mientras a los trabajadores se les vincula mediante
mecanismos tayloristas. El capital se acumula a expensas de las condiciones precarias en que se mantiene a los
trabajadores. Así sucede en la industria palmífera del Chocó colombiano, en Tailandia y en Malasia.
Otros trabajadores, pequeños propietarios de tierra, se articulan bajo alianzas productivas, que son una especie
de maquila agrícola, situada entre la gran producción agrícola y las gentes sin tierra, pero más cerca de estas
últimas.
10
Según la revista SEMANA (http://www.semana.com/wf_InfoArticulo. aspx?idArt=102372) el 30 de octubre y
el 17 de noviembre de 2006 fueron expedidas resoluciones adjudicando a 13 personas allegadas del senador
risaraldense Habib Merheg, 16.330 hectáreas de tierras baldías, un área superior a la mitad del perímetro
urbano de Bogotá. Se entregaron otras 21.805 hectáreas a 18 personas más. En el año 2004 se titularon en
Vichada 43 predios, y en 2005 fueron 15; en 2006 se entregaron títulos a 277 baldíos. La zona ha sido dominada
por un paramilitar apodado Macaco.
El año 2007 podrá pasar a la historia como aquel del auge de los agrocombustibles. En
efecto, no solamente se ha potenciado mediáticamente esta “alternativa” ante la crisis
ambiental planetaria, pero además ha recibido importantes incentivos por parte de los
gobiernos de los países del Centro, y se ha acelerado su producción. Al considerar esta
problemática, proponemos aquí partir de una perspectiva integral, considerando diversos
ámbitos a partir de los cuales se requiere implementar una reflexión responsable. Nos
situamos en el paradigma de la deuda ecológica, definida como la deuda contraída por los
países industrializados con el resto de los países debido al expolio histórico y actual de los
recursos naturales, a los impactos ambientales exportados y a la libre utilización del
espacio ambiental global. Esta deuda se articula estrechamente con el modo de consumo y
de producción implementado por el sistema capitalista (Ortega, 2007: 20).
Megaproyectos y agrocombustibles
Un hecho innegable: el biodiesel y el bioetanol no suelen tele-transportarse de los campos
a los tanques de gasolina. Y aquí se ubica otro aspecto muy poco “bio” en el auge de los
agrocombustibles: la creciente necesidad de integración de infraestructuras que implica su
transporte y exportación. Salen a la luz, entonces, el (lamentablemente) resucitado Plan
Puebla Panamá (PPP) y la Iniciativa para la Integración de las Infraestructuras
Sudamericanas (IIRSA)13. Estos megaproyectos consideran a la rebelde geografía
latinoamericana como un obstáculo para la extracción de materias primas y para el
transporte de mercancías. Su misión es doblegarla mediante corredores intermodales de
autopistas, represas hidroeléctricas, hidrovías, tendidos eléctricos, oleoductos, etc. Ni qué
decir de los importantes beneficios que estos proyectos traerán a empresas como las
españolas Iberdrola y Gamesa (parque eólico en México), ACS (gestión portuaria y
dragados en Brasil), e incluso a desconocidas consultoras como TYPSA o Norcontrol. A
pesar de las promesas de “desarrollo local” que hacen estos proyectos (evocando la
agotada teoría del “derrame de riqueza”), resultan nefastos porque se sitúan sobre
territorios indígenas y comunidades campesinas, y atraviesan zonas de alta biodiversidad.
En su diseño ha participado, sin ninguna consulta de las poblaciones locales, una de las
principales entidades generadoras de deuda en el continente americano, y de la cual el
Estado español es miembro: el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el cual
promueve los agrocombustibles de distintas maneras. Estima que a América Latina le
tomarán 14 años convertirse en una zona productora de biodiesel y bioetanol y que se
requerirán 200.000 millones de dólares14. El propio presidente del BID, Luís Alberto
Moreno, co-dirige un grupo del sector privado, conjuntamente con Jeb Bush (ex–
gobernador del Estado de Florida) y el ex primer ministro japonés Junichiro Kozumi,
llamado Comisión Interamericana del Etanol. Así, el BID apoya la expansión de cultivos
de palma en Colombia y de caña de azúcar y soja en la amazonía brasileña. De hecho, este
año el Directorio Ejecutivo del BID aprobó el primer financiamiento al sector privado para
un proyecto de agrocombustibles en este país por un total de 120 millones de dólares,
concretamente para Usina Moema Açucar e Alcohol Ltda. (Sao Paulo). Esta operación
forma parte de una iniciativa del banco para la promoción de la estructuración de
financiamiento de deuda prioritaria para cinco proyectos de bioetanol que tendrán un
costo de 997 millones de dólares (BID, 2007).
Por otro lado, importa asegurar un fluido vaciado de los commodities hacia los puertos,
no únicamente atlánticos, sino también del Pacífico, de cara a los mercados asiáticos. Así,
el banco recomienda a Brasil gastar en infraestructuras 1.000 millones de dólares por año
durante 15 años. Aspira también a acelerar proyectos del IIRSA rechazados por la
sociedad civil, como por ejemplo la Hidrovía Paraguay-Paraná-Plata, el proyecto de
navegabilidad del Río Meta, Ferro Norte (red ferrovial que conectaría a los estados sojeros
de Paraná, Mato Grosso, Rondonia y Sao Paolo), y el Complejo del Río Madera.
Este último constituye uno de los principales proyectos del Eje de IIRSA Perú-Brasil-
Bolivia y se sitúa sobre la frontera brasileño-boliviana. Actualmente consiste en la
construcción de dos mega-represas hidroeléctricas en territorio brasileño, en San Antonio
y en Jirau, con una capacidad de generación conjunta de 6.400 Megawats, y un coste de
10.300 millones de dólares. Comenzarían a construirse en 2008. La primera se encontraría a
190 kilómetros de Bolivia, y la segunda a 84 kilómetros. Estudios independientes han
demostrado que ambas represas tendrán impactos sociales y ambientales graves, no
solamente en Brasil, sino también en Bolivia. El Banco Santander Central Hispano y el
banco portugués Banif participan activamente en este problemático megaproyecto, y están
creando un Fondo de Inversiones y Participaciones (FIP) para financiar la construcción de
la represa de San Antonio. El Fondo aspira a captar 220 millones de dólares. El banco
español asesora a un consorcio liderado por la constructora brasileña Odebrecht que
competirá por la licitación del proyecto. Expertos del Servicio Técnico de Protección
Ambiental brasileño recomendaron que no se diera licencia al proyecto antes de realizar
nuevos estudios de impacto ambiental; por su parte, el gobierno boliviano ha protestado y
solicitado también nuevos estudios para verificar los impactos de las represas en su país.
Se establece en este caso un vínculo importante con el auge de los agrocombustibles,
puesto que las hidroeléctricas abastecerán de energía a los estados brasileños de Rondonia
y Matto Grosso, permitiendo la extensión de la producción sojera, de por sí muy
importante en este último estado gobernado por Blairo Maggi, uno de los más grandes
productores de soja del planeta15.
El ámbito de los megaproyectos de integración de las infraestructuras resulta, tal como
lo vemos, crucial a la hora de considerar el transporte de mercancías como las materias
primas necesarias para la producción de agrocombustibles. No sólo implica el incremento
de la deuda externa de los países donde tienen lugar estos planes, puesto que, además, por
los impactos sociales y ambientales que comportan, generan simultáneamente una deuda
ecológica considerable de las grandes corporaciones frente a las poblaciones locales que
carecen de toda posibilidad de participación o de ejercer su derecho de consulta.
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*Antropóloga social
Investigadora en el Observatorio de la Deuda en la Globalización
Cátedra UNESCO de Sostenibilidad (Universidad Politécnica de Cataluña)
monica.vargas@odg.cat
1 No utilizaremos aquí la denominación “biocombustible” ni “biocarburante”. Adoptamos la postura de
cientos de organizaciones campesinas reunidas en el Foro Social Mundial sobre Soberanía Alimentaria de
Nyéléni, según las cuales se trata de una industria que constituye una agresión para el medio ambiente.
2
Se trata esencialmente de los agrocombustibles de segunda generación, que serán considerados más adelante.
3Por ejemplo, el término B30 indica que el diesel contiene 30% de biodiesel (GRAIN, 2007)
4
Biomass Action Plan, COM/2005/628 Final (pp. 6 y 14). Véase: http://ec.europa.
eu/energy/res/biomass_action_plan/doc2005_12_07_ comm_biomass_ action_plan_en.pdf
5 De acuerdo con la Revista Fortune 2007, las ganancias de las diez primeras transnacionales sumaron 119.691
millones de Euros (más de 10 veces el PIB de los Estados Unidos). Seis de ellas son petroleras, tres
automovilísticas y una lidera la provisión de mercancías y alimentos.
6
No consideramos acá, por ejemplo, la estrecha relación entre los agrocombustibles y el incremento de los
cultivos transgénicos. En los siguientes enlaces se encuentran detallados análisis al respecto:
http://www.etcgroup.org, http://www.biodiversidadla.org, http://www.grr.org.ar.
7 Para un examen exhaustivo de las empresas globales que más invierten en agrocombustibles véase: GRAIN,
2007.
8
Para algunos, se trata de un excelente negocio: los grupos empresariales malayos Sinar Mas y Raja Garuad se
encuentran presentes en el cultivo de palma, la producción de biodiesel y la explotación maderera
(Biofuelwatch, Carbon Trade Watch/TNI, Corporate Observatory, 2007)
9
Se prevé que para 2012 el maíz para los agrocarburantes en este país sea el doble de aquel destinado a la
exportación, por lo que su oferta de este cereal se reducirá y los precios continuarán subiendo (COAG, 2007).
10
Desde la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), el consumo de este bien
básico en México ha sido encadenado a la producción estadounidense, aumentando las importaciones de
medio millón de toneladas en 1993 a 7,3 (libres de arancel) en 2004. El año 2008, con la entrada en vigor de la
última etapa del TLCAN, México será inundado por millones de toneladas de maíz y de fríjol
estadounidenses, lo que promete una crisis social y política de gran magnitud.
11
Para más información al respecto, véase Rulli (2007) y Biofuelwatch, Carbon Trade Watch/TNI, Corporate
Observatory (2007).
12
Consúltese Biofuelwatch, Carbon Trade Watch/TNI, Corporate Observatory (2007) y Holt-Giménez (2007).
13
Para más información sobre el carácter geoestratégico de ambos planes y sus impactos sociales y
ambientales, véase: http://www.odg.cat/es/inicio/enprofunditat/plantilla_1.php?identif=582
14
Diario La Nación, 14 de mayo de 2007 (http://www.nacion.com/ln_ee/2007/mayo/14/economia1095035.html)
15
Para más información al respecto, consultar: http://www.biceca.org y http://internationalrivers.org/
16
Consultar al respecto: Programa del Encuentro Biocarburantes’07 (http://www.iir.es)
Conflictos
ambientales
y sustentabilidad
LOS AGROCOMBUSTIBLES: ¿SÓLO CANTO
DE SIRENAS?
Análisis de los impactos ambientales
y sociales para el caso colombiano
Mario Alejandro Pérez-Rincón1
Introducción
La crisis de abastecimiento de energía fósil y el calentamiento global ponen en el derrotero
de las políticas internacionales y nacionales la promoción de energías alternativas dentro
de las que se destacan los agrocombustibles. En el 2003, por ejemplo, la Unión Europea
(UE) publicó una directiva2 que establecía que para el año 2005 el 2% de toda la energía
usada en el sector del transporte tenía que derivar de biocarburantes. En el 2010, ésta
debería incrementarse al 5,5%. Para Colombia, esta opción es parte central de la estrategia
de política energética y para ello ha adecuado su marco legal abriendo el camino a la
producción de combustibles de origen agrícola. La ley 693/2001 estipula que la gasolina
colombiana deberá tener un 10% de etanol en 2009 y alcanzar gradualmente una
proporción del 25% en los próximos 15 ó 20 años. La Ley 788/2002 (de Reforma Tributaria),
introduce exenciones de IVA, Impuesto Global y Sobretasa al componente de alcohol de
los combustibles oxigenados. La ley 939/2004 estimula la producción de biodiesel hasta en
un 5% para este tipo de motores.
El argumento principal que justifica las políticas a favor de los agrocombustibles a nivel
mundial, aunque se centra en aspectos ambientales, incluye también aspectos socio-
económicos. Dentro de los primeros se resalta el hecho de que no aumentaría la
concentración de CO2 en la atmósfera, ya que el CO2 que se desprende en la fase de
combustión es el que se ha absorbido en la fase de crecimiento de las plantas gracias a la
fotosíntesis. Además, el reemplazo de cierta cantidad de combustibles fósiles por el uso de
biocarburantes resolvería parte del problema de escasez de fuentes energéticas y de
dependencia de las mismas (Russi, 2007). En términos sociales, la Comisaría de
Agricultura y Desarrollo Rural de la UE señalaba: “las materias primas para la producción
de biocarburantes proporcionan también en potencia una nueva salida para los
agricultores europeos, permitiendo ahora convertirse en verdaderos empresarios”.
Argumentos similares son usados por el gobierno colombiano. En la página web del
Ministerio de Agricultura se plantean los siguientes beneficios al producir biocombustibles
para el país: i) proteger las reservas de petróleo colombiano y disminuir la dependencia
del uso de combustibles fósiles; ii) beneficiar el ambiente por el carácter biodegradable de
los mismos; y, iii) desarrollo agrícola a través de la generación de empleos y la
diversificación de cultivos, reduciendo además la importación de combustibles con un
ahorro anual para el país de 500 millones de dólares (Minagricultura, s.f.).
Todo parece ser “canto de sirenas”. Sin embargo, presentar a los agrocombustibles
como la “varita mágica” que resuelve todos los problemas puede resultar un discurso
peligroso y engañoso. Diferentes estudios realizados a nivel internacional y nacional han
señalado los riesgos de esta alternativa (Pimentel y Patzek, 2005; Russi, 2007; ETC Group;
HREV-CBC, 2006; HRW-Diócesis de Quibdo, 2004; Pérez, 2007). Estas opciones, a pesar de
estar basadas en el uso y explotación de recursos naturales de carácter renovable,
conllevan también importantes implicaciones ambientales y sociales en varios aspectos:
ampliación de la frontera agrícola a costa de importantes áreas boscosas tropicales;
incremento de la demanda de agua y alteración de los regímenes hidrológicos en cuencas
con importantes situaciones de estrés hídrico; contaminación del suelo y el agua con el uso
exagerado de insumos agroquímicos para aumentar la productividad; impulso a patrones
de desarrollo agrícola que además de ser energéticamente ineficientes (bajo balance
energético output/input) (Cussó et al, 2006; Pimentel, 1996), ponen en riesgo la seguridad
alimentaria e incrementan la pobreza al presionar al alza los precios de los bienes básicos y
generarse un desplazamiento de la producción de alimentos por la producción para
biocombustibles.
Por estas razones, tratar de identificar los impactos ambientales y sociales de la
producción de agrocombustibles para la economía colombiana resulta una necesidad
imperiosa si se quiere evitar entrar en el juego de la insostenibilidad y del desmesurado
costo socio-ecológico. Así, este escrito pretende avanzar en la identificación y evaluación
de los impactos ambientales y sociales de la producción de agrocombustibles para la
economía nacional desde la perspectiva de la Economía Ecológica. Una evaluación
rigurosa de estos impactos dará elementos para reconsiderar esta estrategia por parte del
gobierno nacional, así como brindará información a los movimientos sociales para que no
se dejen encantar con estos “cantos de sirena” y traten de desmontar los planes a gran
escala como una estrategia inadecuada que pretende, como señala Russi (2007), “matar
muchos pájaros de un solo tiro: altos precios del petróleo, cambio climático, seguridad
energética y contaminación urbana”.
Producción Caña o
fertilizantes racimo Uso de funciones abastecedora y receptora del ambiente
Transporte
2 Fermen- Destilación/
Molienda Mezcla
tación Deshidratación
Transformación a
etanol o biodisel
Producción Biodisel
Transporte y aceite vegetal Transeste-
distribución rificación Transporte
Fuente: Propia con base en: Asocaña (s.f.); Fedepalma (s.f.); Ciemat (2005).
Evaluación de impactos
Por razones de espacio y de objetivos, este artículo no pretende ser exhaustivo en la
evaluación de los impactos generados por la producción de agrocombustibles en el país
(palma aceitera y caña de azúcar), por lo cual se abordarán los que consideramos más
significativos. Los impactos ambientales analizados corresponden a: ahorro de energía y
de gases efecto invernadero; presión sobre zonas boscosas; usos del agua y del territorio.
Dentro de los impactos sociales se analizarán los relacionados con la seguridad
alimentaria.
Impactos ambientales
Ahorro de energía y reducción de gases efecto invernadero
El principal argumento a favor de los agrocombustibles es que contribuirán al ahorro de
energía fósil y ayudarán a reducir la concentración de gases de efecto invernadero (GEI) en
la atmósfera. Para comprobar el primer punto, es necesario hacer el balance energético neto
estableciendo la relación output/input de energía expresada en Joules (o calorías), que
permita apreciar cuánta energía se genera (output) por cada input energético invertido en
la producción de un bien a lo largo de su ciclo de vida (ver Gráfico 1).
En la mayor parte de los balances energéticos se ha encontrado que la agricultura
moderna ha alterado la naturaleza de esta actividad. La agricultura pasó de apoyarse en
un flujo de energía renovable para transformarse en una actividad muy exigente en
combustibles fósiles y recursos no renovables. A este respecto, análisis detallados del ciclo
de vida (ACV) de la producción de agrocombustibles revelan que el ahorro de energía
puede no ser tan alto como se piensa, e incluso puede llegar a ser negativo según algunos
autores para algunos tipos de cultivos. Esto se debe a que la materia prima que se usa en la
producción de agrocarburantes se obtiene mediante agricultura intensiva, lo cual implica
un alto uso de fertilizantes y pesticidas (basados en petróleo) y maquinaria (que son
producidas e impulsadas con derivados del petróleo), ya que con métodos agrícolas
menos intensivos la producción sería mucho menor y los requerimientos de tierra y costos
serían mucho más altos (Russi, 2007). Este proceso requiere, además, del uso de
combustibles fósiles (carbón y petróleo) tanto durante las fases de producción como en el
transporte desde y hacia las plantas de procesamiento.
Sobre el balance energético en los agrocombustibles hay todavía mucha discusión. En
estudios realizados sobre el ciclo de vida tanto del bioetanol como del biodiesel por
Pimentel y Patzek (2005) se concluye que en la producción de ambos biocarburantes, con
los métodos de procesamiento actual, se consume más energía de origen fósil de la que
proporcionan posteriormente durante su uso. Así, por cada unidad de energía gastada en
energía fósil, el retorno es 0,778 de energía de metanol de maíz; 0,688 unidades en etanol
de switchgrass; 0,636 unidades de etanol de madera y el peor balance es el biodiesel de
soya con 0,534 unidades de biodiesel. Por su parte, Frondel y Peters (2007), en un trabajo
basado en diferentes estudios europeos, muestran que aunque hay un ahorro energético
en el uso del biodiesel frente al diesel convencional, el primero no es un sustituto perfecto.
De hecho, sólo 2/3 partes de energía fósil puede ser ahorrada por este proceso de
sustitución (idem, pág. 1679). Ello se explica porque el valor calorífico del biodiesel (32,8
MJ/l) es menor en un 10% que el valor calorífico del diesel convencional (35,7 MJ/l) [IEA,
1999]. Como consecuencia, sólo 0.921 del diesel convencional es necesario para el mismo
rendimiento generado por un litro de biodiesel (idem, pág. 1678).
También, aunque otras investigaciones han arrojado resultados positivos en términos
energéticos, éstos se disminuyen cuando el contenido de biocombustible es bajo dentro de
la mezcla. Un estudio realizado por los Departamentos de Agricultura y de Energía de los
EEUU (1998), encontró una eficiencia energética del 95%, cuando se reemplaza
completamente el petróleo por el biodiesel. Pero, cuando se le agrega un 20% de biodiesel
(B20) al gasoil, el ahorro en el consumo de petróleo es del 19% (idem, pág. v). Además, el
mismo estudio considera que los vacíos de información en el balance energético a lo largo
del ACV es más la regla que la excepción. Otro estudio realizado por el Centro de
Investigaciones Energéticas (CIMAT) del Ministerio del Medio Ambiente de España
(2005), concluye que el uso de etanol derivado de cereales permite ahorrar un 17% de
energía primaria si se mezcla a la gasolina un 85% de etanol (B85). El ahorro disminuye a
un 0,28% si la mezcla de alcohol se reduce al 5% (B5) (Idem, pág. 64). Pero, igual que el
estudio norteamericano, el trabajo tiene algunos vacíos de información que pueden afectar
los resultados. En particular, el análisis se circunscribe al territorio español, quedan
excluidos del análisis el uso de combustibles para la fabricación de maquinaria, así como el
análisis del gasto energético para la recuperación de los suelos. Estos aspectos subvaloran
el consumo energético del bioetanol. Además, este estudio señala que los mismos
resultados advierten que el proceso de obtención de los biocombustibles, especialmente en
la etapa de producción de la materia prima, puede y debe ser optimizado para mejorar el
balance energético.
Por su parte, los datos presentados por el Ministerio de Agricultura de Colombia,
Asocaña y Fedepalma muestran un optimismo energético que requiere “beneficio de
inventario” por el propio carácter de los actores. Para la palma aceitera y la caña de azúcar
la eficiencia energética es de 6,6 y 8,3 respectivamente, muy por encima del resto de
agrocombustibles, sin mostrar las fuentes de investigación en que se basa esta información
(Minagricultura, s.f.).
De todas maneras, la gran dispersión de los resultados, las limitaciones de las
investigaciones en términos de sus alcances, las etapas del proceso excluidas de los
análisis, los límites geográficos usados (excluyendo casi siempre la energía incorporada y
los impactos ambientales trasladados a otros países, como también el gasto energético en
el transporte), la no inclusión de los efectos producidos en recursos naturales tan
importantes para el proceso productivo de los agrocombustibles como el agua
(contaminación y uso) y el suelo (pérdida de su calidad por la agricultura intensiva), y las
dificultades de obtener datos lo suficientemente sólidos, dejan duda sobre la validez de los
resultados de las estimaciones que arrojan un balance positivo de energía asociada a la
producción de agrocombustibles.
Por su parte, con respecto a la contaminación y a la producción de gases efecto
invernadero (GEI)3, estos biocombustibles aparecen como una opción «verde» global y
local para reducir la contaminación atmosférica. Sin embargo, las ventajas en este aspecto
son muy modestas cuando la mezcla de bioetanol o biodiesel en la gasolina o en el diesel
utilizada para los vehículos es baja. Si se sustituyera el diesel con una mezcla de 5,75% de
biodiesel (B5,75) -tal como intenta establecer la UE-, los óxidos de nitrógeno (NOx)
aumentarían de forma insignificante (2%) y el monóxido de carbono (CO) y las partículas
en suspensión (PS) disminuirían respectivamente en sólo 3% y 6% (Russi, 2007). Por su
parte, el estudio realizado por los Departamentos de Energía y de Agricultura de los
EEUU (1998) concluye que el uso del biodiesel (B100) genera emisiones netas de CO2
inferiores en más de un 78% a las producidas por el diesel tradicional, las que se reducen
al 15,7% cuando se usa la combinación B20. Para esta combinación, hay reducciones
moderadas en las principales emisiones contaminantes: el monóxido de carbono se reduce
en 6,9% frente al emitido por el gasóleo, las partículas lo hacen en 4,9%, los óxidos de
azufre en 1,6% y los hidrocarburos en 4,4%. Por contra, los óxidos de nitrógeno se
incrementan en un 2,7% respecto al uso del gasóleo. Igualmente, el estudio realizado por el
CIMAT del Ministerio del Medio Ambiente de España para el etanol producido a partir de
cereales encuentra un ahorro de 90% y 4% en emisiones de CO2 cuando hay combinaciones
de etanol en el combustible utilizado en el transporte de 85% y 5% respectivamente. Para
N2O, contrariamente, los incrementos son en forma respectiva de 39,5% y 17,7%. El balance
general arroja reducciones totales en los GEI de 70 y 3% para B85 y B5. Frondel y Peters
(2007), con base en información originada en varios estudios, encuentran reducciones de
los GEI que van entre 41 y 78%. Reducciones similares encuentra un estudio de la EPA4
(2002) y de Beer y Grant (2007).
Así, aunque hay importantes ventajas en la reducción de la contaminación ambiental en
el uso de agrocombustibles, éstas se reducen cuando el contenido de este tipo de
carburante es bajo dentro del total del combustible utilizado, aspecto que precisamente es
lo que caracteriza a esta estrategia energética por las limitaciones técnicas y ambientales
para usar combustibles 100% agrícolas. Además, dado que estos resultados están
íntimamente relacionados con los balances de energía presentados antes, las limitaciones
encontradas en los mismos respecto a la información, afectan similarmente los resultados
sobre la contaminación. De tal manera, se puede concluir frente a estas modestas ventajas
que los impactos de la producción a gran escala de biocombustibles son enormes, sobre
todo en lo relacionado a la competencia por el uso del territorio (bosques y otros cultivos
para la alimentación), agua y el impacto producido en la seguridad alimentaria, aspectos
que se mirarán a continuación.
Guaviare 4 0 X
Putumayo 4 0 X
Vichada 4 0 X
1/ Área boscosa menor al 25% del territorio; 2/ Área de bosques menor al 40% del territorio; 3/ Área boscosa menor al 60% del
territorio; 4/ Área de bosques mayor al 80% del territorio del departamento.
G r á f ic o 2 . P r e s ió n a m b ie n t a l d e lo s c u lt iv o s c o n p e r s p e c t iv a
a g r o c o m b u s t ib le e n C o lo m b ia : 1 9 8 0 - 2 0 1 0 ( a g u a y t e r r it o r io )
1 .0 0 0 1 2 ,0
Miles de hectáreas
Fuente: Cálculos propios con base en Minagricultura. Incluye: caña de azúcar, panelera y palma.
12.000
10.000
8.000
m3/ha
6.000
4.000
2.000
-
Palma Caña Tomates Maíz Sorgo
El carácter agua-intensivo de este tipo de cultivos (Gráfico 3), hace que cualquier
proceso de especialización agrícola dirigido a los mismos deba considerar como estrategia
fundamental el desarrollo de Planes de Manejo Integral del Recurso Hídrico (PMIRH) que
tengan en cuenta las limitaciones ambientales asociadas a la capacidad de soporte de
territorios, ecosistemas y recursos. Bajo este panorama, la puesta en marcha de proyectos
agrícolas a gran escala como estos, debe considerar la capacidad de las funciones
ambientales del recurso hídrico, en un contexto donde las presiones del mercado externo y
los grandes grupos económicos nacionales y trasnacionales para apropiarse de un negocio
que parece próspero, hacen que las posibilidades de gobernabilidad y soberanía del estado
para hacer respetar los límites ecológicos se vean cada vez más disminuidas. La autoridad
ambiental tiene allí un gran reto para, desde ya, establecer señales claras para promover
una gestión sostenible de una alternativa agro-energética que tiene como uno de sus
insumos principales al agua, tanto en su función abastecedora como receptora. Sin
embargo, las señales parecen contrarias a estos requerimientos: Ley Forestal, Ley del
Agua, desregularización estatal y pérdida de autonomía de los territorios comunales.
En este panorama se plantea que la capacidad potencial de siembra de palma aceitera
en Colombia es de 3,5 millones de hectáreas (DNP, 2007), sin considerar la capacidad de la
oferta hídrica para soportar este modelo agro-industrial-exportador, ni la demanda por
agua de otros sectores, incluyendo el caudal ecológico. La presión sobre el recurso hídrico,
originada por esta cantidad de hectáreas de palma proyectadas, alcanzaría los 48,8 Gm3 de
agua. Ello significaría más que duplicar el consumo total de agua actual de la agricultura
(43,7 Gm3), teniendo un crecimiento superior al 114% frente al agua consumida en 2005,
sin incluir la dinámica de crecimiento de los otros cultivos. De tal manera, sumando ambas
cuantías se podría alcanzar una demanda total de agua para uso agrícola cercana a los 95
Gm3, lo cual contribuiría a incrementar el estrés hídrico en muchas de nuestras cuencas
hidrográficas y los conflictos por el uso del agua. Igualmente, en términos de territorio, y
si no se produce desplazamiento de cultivos, la frontera agrícola se vería casi duplicada
alcanzando los 7,5 millones de has. Esta situación generaría impactos ambientales
adicionales en muchos aspectos.
Impactos sociales
Seguridad alimentaria
Acorde a la FAO (1996), “existe seguridad alimentaria cuando todas las personas tienen en
todo momento acceso físico y económico a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para
satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de
llevar una vida activa y sana”. Esta definición fue aprobada en la Cumbre Mundial sobre
Alimentación de la FAO, siendo bastante aceptada como fundamento conceptual por
diferentes organismos y naciones. Dicha concepción de seguridad alimentaria involucra
sus aspectos clásicos: la disponibilidad de alimentos básicos, la estabilidad de los
suministros y el acceso de todos a dichos suministros, y agrega una noción de
alimentación adaptada a lo que se llamaba “utilización biológica de los alimentos”,
relacionada con la salud y la nutrición de las personas, es decir la capacidad que tiene cada
organismo de asimilar los nutrientes ingeridos (FAO, 2000).
Aunque la definición anterior es ampliamente aceptada, el concepto de seguridad
alimentaria asume diferentes connotaciones según los parámetros que define el nuevo
modelo de desarrollo, donde se le da más preponderancia a la acción del mercado en
relación con la del Estado. En los países en desarrollo que han adoptado como modelo
económico la vía del mercado, cada país garantiza su acceso a los alimentos a través de
mantener una capacidad para comprarlos, no importa si son importados o producidos
nacionalmente. En este sentido, el acopio físico al interior de cada país para mantener
reservas de alimentos deja de ser importante. En esta visión el concepto pasa de la
seguridad alimentaria a la autosolvencia alimentaria (Machado y Pinzón, 2002). En países
desarrollados (UE, EEUU) se mantiene una política que privilegia las producciones
nacionales con el fin de garantizar la independencia alimentaria, en esta concepción la
actividad agrícola es estratégica y la sociedad paga por el costo que ello representa
(Machado, 1998).
Existe un amplio y variado conjunto de indicadores para evaluar cuantitativa y
cualitativamente la seguridad alimentaria de un país. Ellos pueden referirse a la
disponibilidad de alimentos: la producción, las importaciones y las exportaciones de
productos agrícolas y agroindustriales; o a la estabilidad de la oferta: el funcionamiento de
los mercados tanto nacionales como internacionales; o a el acceso a los alimentos: pobreza,
ingresos y empleo; y, a información general sobre el consumo y el estado nutricional de las
personas. Todos ellos son pertinentes en la evaluación del estado de la alimentación y la
vulnerabilidad de la población (Machado y Pinzón, 2002). Pero también, en el contexto del
trabajo que estamos realizando, desde la economía ecológica se pueden desarrollar nuevos
indicadores que permiten identificar el nivel de satisfacción de los requerimientos
energéticos o calóricos de una población, posibilitando conocer, además, si la economía
está orientada a cumplir con este compromiso básico de cualquier sociedad o tiene una
perspectiva dirigida a satisfacer los requerimientos de materia prima de la industria,
incluyendo la perspectiva agroenergética.
En este caso particular se mirarán tres tipos de indicadores:
- Disponibilidad (oferta) total de alimentos: se observará la tendencia de la producción per
capita de alimentos básicos de origen agrícola (ton). Ello permitirá apreciar si la
producción de bienes agrícolas con potencial energético ha afectado la disponibilidad
de alimentos, utilizando además las proyecciones del Ministerio de Agricultura hasta el
2010.
- La estabilidad en el tiempo de dicha disponibilidad, es decir el funcionamiento de los
mercados, tanto nacionales como internacionales. Acá se observará la evolución de los
precios de los principales productos asociados a la producción de biocarburantes.
Hacemos referencia a: azúcar, aceite y panela. Un cambio en los precios de estos bienes,
los cuales son básicos dentro de la canasta familiar, afecta el ingreso disponible para
otros gastos alimenticios y de otro tipo, teniendo repercusiones sobre la seguridad
alimentaria.
- Afectación de los requerimientos energéticos o calóricos de las personas. Se apreciará la
evolución del output energético agrícola8 respecto a los requerimientos energéticos por
persona. Igualmente miraremos la tendencia del output energético dirigido a la
alimentación humana y el dirigido a la producción de materia prima para la industria.
PC = PA / PT (1)
470
450
y = -0,1814x + 423,28
Kg/persona
430
410
390
370
350
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
140,00
120,00
100,00
80,00
60,00
40,00
20,00
0,00
Ene- Jul- Ene- Jul- Ene- Jul- Ene- Jul- Ene- Jul- Ene- Jul- Ene- Jul- Ene- Jul-
00 00 01 01 02 02 03 03 04 04 05 05 06 06 07 07
550 1.800
500 1.600
450 1.400
M ile s d e $ /T o n
U S $ /T o n
400 1.200
350 1.000
300 800
250 600
200 400
2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006
Internacional Doméstico
Fuente: Fedepalma (informes anuales), Asocaña (informes anuales); Minagricultura (varios años
y 2006)
Por su parte, el precio del aceite de palma también creció en el periodo analizado,
aunque un poco más irregularmente. Mientras el precio internacional del aceite pasó de
US$ 310 a US$ 506 por tonelada entre 2000 y 2006 (9% de crecimiento anual), el precio a
nivel nacional creció a un ritmo un poco menor al pasar de $ 804 mil/ton a $ 1,12
millones/ton en el mismo periodo. Esto representa un crecimiento anual de 5,6%. Además,
se observa un importante descenso entre 2003 y 2005 del aceite palmícola en el mercado
nacional al pasar de $ 1,56 millones por tonelada a $ 1,1 millones. El menor crecimiento del
precio local frente a los precios internacionales está relacionado con la revaluación del
peso y con la disminución de los aranceles dentro del Mercado Andino y con Mercosur,
que redujo la tasa de importación al aceite crudo de soya que compite con el de palma,
presionando los precios hacia abajo (Fedepalma, varios años).
En general, el comportamiento al alza de los precios de estos tres productos básicos de
la canasta familiar durante este siglo permite afirmar que la política de promoción de
agrocombustibles a nivel nacional e internacional ha generado un efecto negativo en la
disponibilidad real de alimentos a través de lo que se conoce como el efecto ingreso, el
cual se ve disminuido en términos relativos por el encarecimiento del precio de los
productos básicos, disminuyendo asimismo la capacidad de consumo. Este efecto tiene
impactos importantes sobre la seguridad alimentaria de la población, en especial de las
familias de más bajos ingresos.
4,00
GigaJoules/persona
3,50
3,00
2,50
2,00
1,50
1980
1982
1984
1986
1988
1990
1992
1994
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
Output energético alimentos básicos
Output energético productos agroindustriales
Requermientos humanos energéticos
De esta gráfica resultan varios aspectos de interés para analizar el tema que nos ocupa:
el conflicto entre la producción de agrocombustibles y la seguridad alimentaria. Por un
lado, se observa una tendencia decreciente en el comportamiento del output energético per
capita de productos alimenticios básicos a lo largo del periodo estudiado, al pasar de 2,7
Gj en 1980 a 2,2 Gj en 2006. Las proyecciones del Ministerio de Agricultura permiten una
pequeña recuperación hasta 2,4 Gj en 2010. Esta situación de por sí ya es preocupante pues
la actividad económica interna no está dirigida a satisfacer los requerimientos energéticos
primarios de la población colombiana. En segundo lugar, a partir del año 2000, hay una
tendencia de la dinámica energética primaria a producir más energía para satisfacer los
requerimientos de la agroindustria. Este énfasis se acentúa a partir de 2004 y las
perspectivas del Ministerio de Agricultura al 2010 hacen más redundante este sesgo
energético. Así, mientras el output energético agroindustrial fue en promedio de 1,75 Gj
por persona entre 1980-2000, éste se incrementó a 1,81 Gj entre 2000-2004. Para 2006 se
alcanza un output de energía primaria de 2,34 Gj y las proyecciones del Ministerio de
Agricultura suponen obtener un nivel de energía para el uso agroindustrial de 2,78 Gj.
Este sesgo, resultado de la política de promoción de agrocombustibles en el plano
nacional e internacional y de los altos precios de las materias primas de origen agrícola
para uso industrial, genera un cambio estructural en la producción energética primaria
agrícola. Acorde a las perspectivas del Ministerio de Agricultura, en 2010 la generación de
energía primaria agrícola para la industria superará en cerca del 18% la energía producida
para el consumo humano directo (2,8 vs. 2,3 Gj por persona respectivamente). Esta
situación hace que se mantenga el déficit energético primario para suplir las necesidades
calóricas por persona en un nivel promedio de 1,4 Gj en los últimos 11 años analizados,
desde 2000 (ver Gráfico 6). Este déficit en la generación de energía primaria agrícola frente
a las necesidades calóricas per capita, es resuelto con energía de procedencia animal y por
las importaciones de alimentos, modelo que además de acentuar la dependencia
nutricional externa, genera altos impactos ambientales asociados al desarrollo pecuario.
En este contexto, la estrategia de promover la producción y uso de agrocombustibles no
ayuda a solucionar el problema del déficit alimentario en términos calóricos de la
población colombiana. Por el contrario, se produce un sesgo hacia la producción agrícola
con potencial de satisfacer las necesidades energéticas de la movilidad. Este sesgo puede
ser observado en el Gráfico 7, donde se aprecia los claros efectos de la política de
producción de agrocombustibles en Colombia, en el sentido de apropiarse en forma
creciente del output energético generado por la agricultura nacional al pasar de un 33% en
1980 a 46,4% en 2006. En términos absolutos, esto significó un incremento de 1,6 a 2,5 Gj
por persona en el mismo periodo, para un crecimiento promedio anual del 1,2%. Las
perspectivas del Ministerio de Agricultura mantienen la misma tendencia hasta llegar esta
participación en 2010 a cerca del 50% (2,5 Gj/hab.) del total de energía primaria generada
por la agricultura colombiana.
55,0 3,00
50,0 2,50
Porcentaje (%)
Gj/persona
45,0 2,00
40,0 1,50
35,0 1,00
30,0 0,50
25,0 -
80
82
84
86
88
90
92
94
96
98
00
02
04
06
08
10
19
19
19
19
19
19
19
19
19
19
20
20
20
20
20
20
Conclusiones
Hemos escuchado decir a autoridades y “expertos”: “el biodiesel y el etanol son
combustibles con impacto ambiental cero”. Frases de cajón que no son ciertas. El
proceso de transformación de la materia prima (caña, frutos de palma, maíz, soya, etc.)
en agrocombustibles implica el uso de las funciones ambientales (abastecedora y
receptora) a lo largo del ciclo de vida del producto final (etanol y biodiesel), tanto en
su fase de producción agrícola como de transformación, que hacen que los impactos
ambientales y sociales se extiendan en forma amplia a lo largo de una gran cadena
productiva, impactando diferentes vectores ambientales (tierra, agua, aire,
biodiversidad, salud), diferentes grupos sociales (pequeños agricultores, comunidades
pobres, grupos vulnerables) y extendiéndose por diferentes territorios nacionales y
continentales, aspecto que se intensificará en la medida en que estos combustibles de
origen agrícola aumenten su transabilidad internacional.
Dada esta realidad, la producción y consumo de agrocombustibles no tienen un efecto
neutro sobre la sociedad y el ambiente. Afectan de diferente manera las funciones
ambientales y a los grupos sociales. Los impactos son amplios y se pueden destacar:
afectación de zonas boscosas; cambio en los consumos de agua para uso agrícola; uso
intensivo del suelo; contaminación hídrica y atmosférica; cambio en la producción de
gases efecto invernadero; cambio neto en el uso de energía fósil; afectación de la
biodiversidad de especies y agrícola; afectación del paisaje; efectos sobre la seguridad
alimentaria; concentración de la propiedad; efectos en la mecánica automotriz; cambio
en los costos de sostenimiento y reparación de vehículos, entre los principales.
Aunque el balance energético neto y el relacionado a la producción de GEI arrojan
resultados positivos para la producción de agrocombustibles al compararlos con los
combustibles fósiles, estos se reducen cuando el contenido de biocombustible es
menor, como es lo habitualmente usado a nivel mundial y en el caso colombiano.
Además, los estudios realizados tienen limitaciones en la información pues excluyen
de la misma varios aspectos importantes: el impacto generado sobre otros países,
asociado a lo que se conoce como costo ambiental trasladado de un territorio a otro para
mantener sus niveles de consumo; costo ambiental relacionado con el transporte;
desestimación de efectos sobre el uso y contaminación del agua y el suelo, tanto del
propio proceso productivo como de los subproductos generados (vinasa y glicerina),
entre otros. Todo ello deja duda sobre la validez de los resultados de las estimaciones
que arrojan un balance positivo de energía asociada a la producción de
agrocombustibles.
La presión que el cultivo de palma africana, en particular, ejerce sobre las reservas
forestales y naturales del país se manifiesta en que los departamentos con mayor
vocación boscosa contribuyen actualmente con una parte importante del área
sembrada, el 45% (107 mil has). Pero, más aún, los planes de expansión del cultivo de
palma aceitera se concentran en mayor medida en los departamentos con mayor
riqueza forestal, pudiendo seguir el modelo desarrollado por Indonesia y Malasia, en
donde la producción aceitera y de biodiesel se hace a costa de reducir las áreas
boscosas. El cultivo de caña de azúcar, por su parte, ya tuvo en el pasado ese efecto de
desplazamiento de zonas de reserva forestal como puede corroborarse en el
departamento del Valle del Cauca entre los años 1940 y 1980.
La presión de los cultivos con perspectiva agrocombustible sobre el uso del territorio
para la actividad agrícola se manifiesta en la dinámica de crecimiento de su área
sembrada, la cual se acentuó a partir del establecimiento de la política agroenergética
colombiana en 2002. El crecimiento promedio anual de la tierra sembrada alcanzó el
4,4% hasta 2006. Para el año 2010, el Ministerio de Agricultura plantea cubrir con
palma el 20% de las tierras cultivadas en Colombia (921 mil has), lo cual implicará el
desplazamiento de otros cultivos esenciales para la alimentación básica colombiana,
priorizando la producción de bioenergía para la movilización vehicular por encima de
la de comida para la población.
La estrategia de masificación de los cultivos agrocombustibles para ciertas partes del
territorio nacional significa intensificar la presión sobre el recurso hídrico en las
cuencas hidrográficas donde se desarrollan o piensan desarrollar tales cultivos, dado
su carácter agua-intensivo. Por tal razón, resulta fundamental diseñar Planes de
Manejo Integral del Recurso Hídrico que consideren la capacidad de soporte de un
territorio y las restricciones ambientales asociadas de los ecosistemas fluviales. La
autoridad ambiental debe jugar un rol protagónico en la exigencia de estrictos
parámetros ambientales que respeten la capacidad de los ecosistemas hídricos para el
establecimiento a gran escala de este tipo de cultivos. Sin embargo, su carácter
estratégico como generador de divisas y captador de grandes capitales, junto a su
perfil latifundista, limita la gobernabilidad y soberanía de la autoridad ambiental, y
del estado en general, para ganar competitividad en los mercados nacionales e
internacionales a través de la externalización de las externalidades, siendo asumidas
éstas por la población nativa y los ecosistemas de las regiones agroenergéticas.
Para evaluar el conflicto generado entre la producción y consumo de
agrocombustibles y la seguridad alimentaria en Colombia se utilizaron tres tipos de
indicadores: la disponibilidad de alimentos, la estabilidad de la oferta, y el nivel de
satisfacción de los requerimientos calóricos de la población. En el primer punto se
encuentra que aunque hay una tendencia general a reducirse la disponibilidad per
capita de alimentos en ton, ésta tiene signos de recuperación desde el 2000. Ello
permitiría afirmar que la política de agrocombustibles que se inició en 2002 no ha
afectado la seguridad alimentaria vista bajo la lupa de este indicador. Sin embargo,
esto hay que tomarlo con beneficio de inventario porque parte de este crecimiento
puede haber enriquecido las exportaciones.
Con respecto a la estabilidad del mercado de alimentos, hay suficiente evidencia para
considerar que la política de promoción de agrocombustibles a nivel nacional e
internacional ha afectado la seguridad alimentaria en Colombia a través del alza de los
precios de algunos productos básicos de la canasta familiar asociados a la producción
de biocombustibles (azúcar, panela, aceite y maíz, aunque este último no se incluyó en
el análisis). El impacto sobre la seguridad alimentaria se produce a través del efecto
ingreso, el cual desplaza la curva de demanda hacia abajo disminuyendo el consumo
de estos bienes o de otros bienes básicos de la canasta familiar.
Frente a los requerimientos energéticos de la población se concluyen tres aspectos
relevantes: i) existe una tendencia decreciente en el comportamiento del output
energético per capita de productos alimenticios básicos a lo largo del periodo
estudiado, mostrando que la actividad económica sacrifica la satisfacción de los
requerimientos energéticos primarios de la población colombiana por abastecer a la
industria de materia prima. ii) Este sesgo energético se acentúa a partir de 2002, como
resultado de la política de promoción de agrocombustibles, generando una situación
en la que, a pesar del déficit energético para suplir de requerimientos calóricos a la
población, se intensifica la producción de energía primaria para satisfacer los
requerimientos industriales y ahora la demanda de combustibles de origen agrícola
para el transporte. Esta situación acentúa el modelo de dependencia nutricional de los
aportes energéticos de origen animal y de las importaciones, modelo que sacrifica el
papel estratégico que debe tener la alimentación para los países e incrementa los
impactos ambientales por el uso intensivo de los recursos naturales que caracteriza a
la actividad pecuaria. iii) La estrategia de promover la producción y uso de
agrocombustibles, contrario a ayudar a resolver el problema del déficit alimentario en
términos calóricos, intensifica el sesgo hacia la producción agrícola con potencial de
satisfacer las necesidades energéticas de los sectores industriales y ahora del
transporte.
Bajo esta realidad se puede afirmar que en un escenario internacional y nacional de
inestabilidad de precios de parte de los productos básicos de la canasta familiar, en
donde existe una gran demanda de energía alternativa de origen agrícola por los altos
precios del petróleo, la seguridad alimentaria de la población resulta una de las
sacrificadas en la aplicación de la estrategia de promoción del sector agrocombustible
en Colombia.
El balance que hemos desarrollado en este artículo nos muestra que en términos
ambientales y sociales, la producción y uso de agrocombustibles no es una solución
neutra y que por el contrario puede resultar peor el remedio que la enfermedad.
Frente a las modestas ventajas que presenta esta opción energética relacionadas con la
reducción del consumo de energía fósil y la disminución de los GEI, aspectos que
además son cuestionados, las desventajas de la producción a gran escala de biodiesel y
etanol son enormes, sobre todo en lo relacionado a la competencia por el uso del
territorio (bosques y otros cultivos para la alimentación), agua y el impacto producido
en la seguridad alimentaria.
La política internacional y nacional de energía y combustibles está caracterizada por
un enfoque de oferta en donde la prioridad es mantener los niveles y patrones de
consumo, para lo cual es requerida una determinada cantidad de energía. El
desarrollo económico y tecnológico intenta abastecer, de diferente manera, estos
requerimientos energéticos, sin consideraciones ambientales ni sociales. Bajo este
esquema, los biocarburantes aparecen como la solución tecnológica que posibilitará
mantener los niveles de consumo, “evadiendo las restricciones ambientales”. Sin
embargo, como ya se vio, presentarlo así no es sólo falso sino también peligroso. Estas
políticas no abordan el control de la demanda del consumo energético como una
alternativa que puede ayudar a resolver el conflicto entre energía y desarrollo
sostenible. Como lo señala Russi (2007), “los agrocombustibles no contribuirán a la
solución de los problemas energéticos, fomentando por el contrario un falso
optimismo de que hay una solución tecnológica para resolver el problema de nuestra
excesiva dependencia a los combustibles fósiles”. La única forma posible de lograrlo es
modificar nuestros patrones de consumo con medidas de ahorro energético y de
diversificación de fuentes de energía”.
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Profesor Universidad del Valle, Cali, Colombia. Master y PhD en Ciencias Ambientales de la Universidad
Autónoma de Barcelona (España). E-mail: aleperez@univalle.edu.co.
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use of biofuels or other renewable fuels for transport.
3
Incluyen: Vapor de Agua H2O; Dióxido de Carbono (CO2); Metano (CH4); Óxidos de Nitrógeno (NOx); Ozono
(O3); Cloroflourocarburos (artificiales).
4
Environmental Protection Agency de los EEUU.
5En 2005 ocupaba el sexto lugar en área sembrada en el país después del maíz, café, arroz, caña y plátano
(Minagricultura, s.f.).
6
En el Anexo 11 del Plan de Acción para la Biomasa de la Comisión Europea, se ha calculado que para
alcanzar la cifra del 5,75% de agrocombustibles establecidos por la UE se necesitarían 17 millones de hectáreas,
es decir, una quinta parte del suelo agrícola europeo. Por ello la Comisión plantea la necesidad de importar
buena parte de las materias primas de los países del Sur, estimulando a estos países a sustituir cultivos de
alimentos y zonas forestales tropicales por grandes monocultivos de oleaginosas, palmeras o caña de azúcar.
7
En la zona del Urabá antioqueño y chocoano, las comunidades que están en la mira de grandes proyectos
para sustituir los bosques naturales por plantaciones de palma son: San José y las de los ríos Cacarica, Salaquí,
Jiguamiandó y Cubaradó. Los palmeros tienen proyectada la siembra de 200.000 hectáreas solamente en el
Chocó, lo que implica inversiones gigantescas en el derribe del bosque, la siembra, las vías, las plantas
extractoras y refinadoras para implantar los llamados “desiertos verdes” (Molano, 2005).
8
Este trabajo solo incluye el análisis de las necesidades caloríficas de la población y no las proteínicas y de otro
tipo. Igualmente, está excluido de análisis el output energético de origen animal.
9El precio internacional del maíz amarillo y del blanco pasó de US$ 88 y US$ 87/ton en 2000 a US$ 138 y US$
151/ton respectivamente en 2006.
El valor energético por unidad de producto se ha realizado a partir de Moreiras et al (1996) y McCance y
10
Widdowson´s (2002). Para café se tomó a Duke (1983) y para paja y capacidad de combustión a Naredo y
Campos (1980). La información sobre la producción agrícola es de FAOSTAT y del Ministerio de Agricultura.
La producción total de caña de azúcar y de palma africana fue convertida respectivamente a azúcar y aceite,
con base en coeficientes reportados por ASOCAÑA y FEDEPALMA. La población se obtuvo del DANE. Las
unidades que expresan el aporte energético corresponden a: 1 Kcal = 4184 Joules (J); 1 MJ = 106 J; 1 GJ = 109 J; 1
MGJ = 1015 J. El ser humano necesita en promedio consumir unas 2.400 kcalorías diarias, suponiendo una
actividad física moderada y un 10% de pérdidas asociadas al desperdicio y mal manejo de alimentos (Menchú,
2006). Esto significa un requerimiento anual calórico de 3,67 Gj. El proceso para el cálculo del output energético
es sencillo: los contenidos energéticos (calorías o Joules por gramo) de cada alimento se multiplican por la
producción agrícola en toneladas de cada cultivo y la suma de todos genera el output energético de la
agricultura en un año dado.
MONOCULTIVOS
Y SUSTENTABILIDAD
EN MEGAPROYECTOS AGRÍCOLAS
Especial referencia a palma africana y caucho
“Resistimos (es muy importante escuchar a Franz Fanon) sobre todo cuando nos negamos a
juzgarnos con los criterios de nuestros opresores. Cuando rechazamos los valores de la
manipulación. Cuando rechazamos no sólo los términos de nuestros opresores, sino la historia
como ellos la cuentan. Debemos recordar que la peor ocupación es tener invadidos el espíritu y
el pensamiento”.
John Berger.
“La esperanza entre los dientes”
En: Biodiversidad, Julio de 2007.
Resumen
Consideraciones sobre sustentabilidad de monocultivos en megaproyectos agrícolas desde
los puntos de vista cultural, ecológico, económico, político. Vía campesina. Vía
empresarial. Especial referencia a palma africana y caucho en las cinco grandes regiones
geográficas colombianas, con énfasis en Orinoquia.
Método
Visitas a megaproyectos en Orinoquia colombiana; financiación CENSAT - Agua Viva.
Introducción
Pat Roy Mooney, fundador y director del grupo ETC -Erosion, Thecnology and
Concentration-, relata que en 1977, con la reunión de un discreto número de ambientalistas
en Saskatchewan, Canadá, se inició la organización de formas de resistencia, a escala
global y con sentido geopolítico, frente a las que en ese momento se consideraban las tres
amenazas más agresivas de la vía empresarial, científica y tecnológica: el control político
del agua, la piscicultura y la pesca a escala industrial; la globalización industrial lechera; y
en menor término la apropiación de las semillas. En la década de 1960 habían surgido
tanto la UPOV (Unión para la Protección de los Obtentores Vegetales) como la OMPI
(Organización Mundial de la Propiedad Intelectual), ejecutoras de la apropiación privada
de semillas frente al milenario derecho de los agricultores a perpetuar este recurso como
patrimonio de la humanidad. No era posible en 1977 prever el advenimiento de la
ingeniería genética (primeras liberaciones comerciales en 1993); de la nanotecnología (con
su desarrollo industrial en la primera década del 2000); de la concentración del mercadeo
global de los granos en cuatro transnacionales; el oligopolio global de los agroquímicos y
de las semillas industriales en cuatro corporaciones de “las ciencias de la vida”; el
surgimiento de la actual crisis energética de las fuentes fósiles, orientada ahora por las
organizaciones petroleras hacia alternativas de combustibles de biomasa, llamados
biocombustibles o agrocombustibles.
Como respuesta al susto de la crisis energética de los setenta, que dio lugar a la teoría
de los “límites del crecimiento”, fueron formuladas en la década de los ochentas la teoría
del desarrollo sostenible del lado de los pensadores sociales, y la propuesta política
neoliberal del lado de la empresarialidad con el liderazgo ejecutivo global de Reagan y
Thatcher.
La agricultura comercial resulta actualmente orientada desde los intereses de la
empresarialidad, particularmente en los campos de la gran propiedad privada y de la
concentración de tierras; de la zootecnia industrial que genera tragedias sociales como la
de Argentina con la soya forrajera; del oligopolio mercantil de los granos alimenticios y de
los sistemas de los supermercados; del corporativismo de los insumos, de las semillas y de
los alimentos; de las transferencias de finanzas públicas para incentivar megaproyectos; de
la actividad diplomática para los tratados de “libre comercio” a favor de financistas,
terratenientes, industriales, exportadores…
No cuentan para esta agricultura empresarial los mil quinientos millones de habitantes
rurales, la cuarta parte de la población mundial, que sostienen economías campesinas; el
sector famélico, que comprende la sexta parte de la humanidad; el sector de desposeídos,
desempleados, subempleados, desplazados, pobres absolutos, excluidos, condenados a la
miseria, vulnerables, otra quinta parte de la población; el sector de trabajadores pobres y
empleados rasos, una tercera parte del globo.
Es el diseño del mundo para la acumulación de la riqueza por un puñado de personas:
doscientas veinticinco que poseen el patrimonio de la mitad del globo y quince que
superan el PIB del conjunto de los países subdesarrollados del mundo (World Watch,
septiembre 25 de 2002). Alrededor de esta economía de privilegio y exclusión medra una
décima parte de la población mundial con satisfecho nivel de vida: entre ellos los
poseedores de los quinientos millones de automóviles que demandan combustibles. Se
trata de mantener los patrones de consumo de energía de los privilegiados, no de construir
una sociedad justa y por lo tanto austera. La palma africana y el caucho se convierten en
íconos del automovilismo.
En los dos últimos años la producción de etanol ha duplicado en Colombia los precios
del maíz (80% importado), del azúcar, de la panela, del trigo (90% importado), de la yuca
(un alimento popular que ha desaparecido en localidades del Caribe) y la melaza
(alimento ganadero de extendido uso que ha triplicado su precio).
Así, los agrocombustibles de “primera generación” privan a la población de opciones
alimenticias; los de “segunda generación” apuntan a todos los residuos afines a la
conservación de la materia orgánica de los suelos agrícolas, su condición principal de
sanidad y fertilidad; y los de “tercera generación” vendrán de la ingeniería genética, es
decir, de los dominadores del mundo por el alimento y las semillas.
Toda clase de biomasa es opcionada para producir etanol. Los proyectos en ese sentido
proliferan. Vayan como ejemplos algunos de los actualmente en marcha con participación
del CIAT -Centro Internacional de Agricultura Tropical, en Colombia-. Desde el 2005 se
están validando dos plantas prototipo, una en el Valle del Cauca (800 litros al día de
etanol) y otra en el Quindío (1800 litros al día de etanol), además de una planta móvil de
100 litros al día de etanol. En esta alianza participan el Ministerio de Agricultura, el CIAT,
la fundación DOEN de Holanda, Diligent Energy Sistems B. V. de Holanda y Fedeplátano.
La cereza del café es uno de los recursos a la vista. A una microplanta de US$42.000 se le
calcula un retorno de US$180 diarios en bioetanol. Una microplanta se abastecería con 58
hectáreas de banano y 630 de café. Estas microplantas producirán alcohol en bruto que
será luego refinado en instalaciones más complejas. En realidad, encadenan al pequeño
agricultor en redes de dependencia, como ocurre en gran escala con los “colonos” o
proveedores de caña a los ingenios azucareros del Valle del Cauca. La propuesta calcula
un ingreso neto de US$1.300 por hectárea y año para el productor de banano; de
US$860/ha/año al de café. La alianza CORPOICA, CLAYUCA, Ministerio de Agricultura,
Diligent Energy Sistems B. V. de Holanda, Grupo Protesting de Colombia y el Parque
Científico Agronatura ejecuta un proyecto de dos plantas de 800 litros al día cada una en
Turipaná, Córdoba, para convertir yuca y batata. Se estima que un rendimiento bruto de
yuca de 30 toneladas permite destilar cinco mil litros de etanol. Este mismo sistema de
intereses estudia recursos vegetales que prosperen en tierras marginales; por ejemplo,
Jatropa, una papayuela, está opcionada para zonas semidesérticas (comunicación personal
con el Ingeniero William Salas del Grupo Diligent Energy Sistems B. V. de Holanda.
Correo electrónico: william salasro@yahoo.com).
La historia de la relación entre agricultores ricos y proveedores de caña a ingenios
azucareros del Valle del Cauca ilustra lo que puede ser, en el mejor de los casos, la
“cadena” de agricultores pobres proveedores de biomasa para refinadores de
agrocombustibles. No siempre los contratos de la “cadena productiva” se resuelven en
dinero. En el caso del azúcar se liquida ahora la caña al 50% de su rendimiento. En
ocasiones se pagó en especie a los “colonos” o proveedores de donde surgió la industria
ilegalizada de los “derretideros de azúcar” para su reversión a panela, en que el colono
frecuentemente entregaba su azúcar a precio castigado. Pero también existe la posibilidad
de importar azúcar no refinada de excedentes extranjeros (Brasil y Perú, por ejemplo)
porque, como ocurre hoy, este azúcar se cotiza a mitad de precio con respecto al azúcar
refinado al menudeo. Los proveedores de caña para fabricación de etanol se consideran
peor tratados porque se les ha ofrecido de 19 a 24 litros por tonelada de caña fresca,
mientras que el rendimiento en destilería puede ser del orden de 75 litros de etanol. Algo
así como trasladarle al agricultor también los costos de fábrica (comunicación personal con
el Ingeniero Carlos López, septiembre 2 de 2007).
En el proceso de transformación de materias primas suelen resultar residuos,
frecuentemente utilizables para la preparación de abonos orgánicos (bagazos, cachazas,
cenizas, vinazas, bagacillos, en el caso de la caña de azúcar). Tampoco escapan estos
residuos a la opción combustible. Por ejemplo, la Universidad de Putra, Malasia, y el
Instituto Kyushu de Tecnología, Japón, se han asociado a un proyecto de electricidad a
partir de biogás (metano) generado de las aguas residuales de los molinos de las aceiteras
de palma. Residuos también estudiados para polímeros (comunicación personal, agosto 24
de 2007. Correo electrónico: notransgenicos@accionecologica.org).
La palma africana constituye el objetivo prioritario en la ingeniería genética para
combustibles. En Malasia se han asociado Synthetic Genomics Inc y Asiatic Center for
Genome Thecnology para “leer” el genoma de palma y obtener adaptación a climas secos,
menor altura del árbol y mayor rendimiento en aceite. Synthetic es la compañía de J. Craig
Venter, una de las dos empresas que leyeron el genoma humano y que intentó patentarlo;
Asiatic Genome es propietaria del 55% de Asiatic Development Berhad, miembro del
grupo Genting, que opera 66 mil hectáreas de palma en Malasia y 98 mil en Indonesia.
Este coloso ofrece el aceite de palma al menor precio del mercado global; puede moler dos
millones de toneladas de fruta, de las cuales produce actualmente más de un millón. El
89% global del aceite de palma es producido por Malasia o Indonesia (comunicación
personal, agosto 20 de 2007. Correo electrónico: notransgenicos@accionecologica.org).
Como es sabido, el mega desarrollo no considera los costos sociales y ambientales. Son
ejemplos locales las camaroneras de exportación en los manglares colombianos o los
desiertos verdes de la caña de azúcar, el banano de exportación, el café empresarial, el
propio caso de la palma y el caucho y, en general, los cultivos y ganaderías de máximo
rendimiento económico.
Otro aspecto de la reingeniería de la naturaleza consiste en la manipulación de enzimas
que transformarían grasas insaturadas de plantas aceiteras de climas templados en aceites
más saturados de plantas tropicales.
Desde luego, existen otras fuentes de agrocombustibles. En el caso del etanol, según
Grupo Protesting de Colombia, 2007:
Balance de cultivos
Dependencia
Estos megaproyectos constituyen una etapa avanzada de la dependencia. Ser como ellos,
título de uno de los libros de Eduardo Galeano, que bien ilustra el concepto de
dependencia, como si no hubieran bastado Las venas abiertas de América latina.
Desde la administración Santander (misión Boussingault, 1823) hasta 1926 (misión
Chardon puertorriqueña a órdenes de Estados Unidos) el polo del modelo agrícola
colombiano apuntó siempre a Bélgica y Francia. La misión Chardón modificó “a lo gringo”
los planes de estudio de la educación superior agrícola en Colombia diseñados por el
belga Charles Denemoustier en 1916. Desde 1898 ya se había instaurado en la zona
bananera de Santa Marta la tecnología que la United Fruit Co. había desarrollado en
Centroamérica.
En la década de 1880 se iguala el valor de las relaciones comerciales de Colombia con
Inglaterra y Estados Unidos, que habían predominado con dependencia con respecto a
Inglaterra desde los inicios de la guerra de liberación frente al dominio español. En el
período 1890-1946 se establece el pleno control de Estados Unidos en las políticas agrarias
colombianas.
En 1890 los Estados Unidos de América pusieron en marcha la iniciativa de la Unión de
Repúblicas Americanas, Unión Panamericana en 1910, que crea en 1918 la Oficina de
Cooperación Agrícola, iniciativa en que participó el Dr. Wilson Popenoe, científico que en
1925 orientara la estación experimental de la United Fruit Co. en Tela, Honduras. A la vez,
en 1925 una empresa privada, la Tropical Plant Research Foundation, inició labores en
Cuba sobre azúcar, en Perú con un “survey” agrícola y en Brasil sobre asuntos forestales.
A consecuencia de la expansión japonesa en Asia a partir de 1936, la visión política de
Estados Unidos sobre el resto de América adquiere también sentido militar. En agosto de
1936 se crea la OFAR –Office of Foreing Agricultural Relations-, dependencia del
Departamento de Agricultura hacia “cultivos complementarios de la producción
norteamericana”. En 1941 ya se habían firmado “acuerdos cooperativos con quince
naciones latinoamericanas” en especial para caucho (15 estaciones experimentales y
viveros). Durante la Segunda Guerra Mundial el llamado “padre de la etnobotánica”, Dr.
Richard Evan Schultes, se vinculó en Colombia a la Colombian Rubber Development Co.
para la extracción de caucho silvestre en la Amazonia, de donde surgieron personajes ya
legendarios como Tío Barbas en Carurú, Vaupés, quien fuera chofer en Bogotá de la
Embajada Americana. El caucho fue precursor y continúa siendo actor de megaproyectos
estratégicos de interés internacional, como lo es ahora la palma y afines.
En 1942 se creó en Costa Rica el IICA -Instituto Interamericano de Ciencias Agrícolas-,
bajo el signo de la producción para la guerra, en este caso la Segunda Guerra Mundial. Y
como todo en Estados Unidos es negocio, en 1942 el Institute of Interamerican Affairs
había establecido programas en nueve países. En 1946 el IICA crea el primer posgrado
agrícola de América Latina. En 1953 la Fundación Rockefeller organiza en Tibaytatá,
Colombia, el DIA -Departamento de Investigaciones Agrícolas-, derivado a ICA -Instituto
Colombiano Agropecuario, 1965-. También en 1953 se iniciaron contratos entre facultades
de agronomía colombianas y universidades de Estados Unidos para “capacitación” de
profesores (Mejía, 2006).
A partir de 1961 la ocupación de Estados Unidos en asuntos agrícolas se traslada a la
AID -Agency for Internacional Development-. Es la época de Operación Colombia ideada
por el Dr. Lauchlin Currie, quien fuera asesor del presidente Franklin Roosevelt antes de
serlo del presidente Carlos Lleras Restrepo; dicha “operación” propició la migración de
campesinos pobres a las ciudades, donde se ocuparían de labores de construcción. La
Operación Colombia concretó una política gubernamental de crecimiento urbano y de
“modernización” del campo en un momento (década de 1960) en que todavía la mayoría
de la población colombiana era rural, signo evidente de “atraso”, según la ideología del
desarrollo económico. Ya en 1965 el CIAT (centro con sede en Palmira, uno de los 18
institutos del CGIAR, Consultive Group for Internacional Agricultural Research, del Banco
Mundial), vendría a liderar la investigación agrícola colombiana. En 2006 el Congreso
colombiano aprueba el TLC -Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos-, remache
de la cadena de dependencia.
Sustentabilidad ecológica
Contaminación y calentamiento global
El censo de automóviles del 2006 en USA alcanzó a doscientos treinta millones, o sea, la
mitad de los circulantes del globo. En ese país el 98% de la energía proviene del petróleo y
su consumo constituye el 55% del total global: Bush, presidente petrolero. Los
agrocombustibles “limpios” son simplemente una continuación del paradigma de los
fósiles, controlados mediante los sistemas de mercadeo de las petroleras, en especial las
“estaciones de servicio”. Ninguna otra forma de energía alternativa limpia, y desde luego
en ningún caso la adopción de un patrón austero de consumo, constituye una prioridad de
las petroleras. El motor de hidrógeno, por ejemplo, podría interesar a la industria
automovilística en grado diferente a la petroquímica.
Estados Unidos con sólo el 4,7% de la población global emite el 25% del total de gases,
cinco veces más que el promedio internacional. A pesar de un 75% de la opinión
norteamericana popular a favor del Protocolo de Kyoto, tanto la mayoría republicana del
Congreso como el presidente Bush lo han bloqueado. Así hicieron fracasar tanto la
Cumbre del Clima de la ONU en noviembre de 2000, como la reunión de Bonn en julio de
2001. El 14 de Febrero de 2002 Bush (el mismo que promueve ahora agrocombustibles
especialmente en Brasil y Colombia) declaró: “cumplir con el Protocolo hubiera costado a
nuestra economía hasta 400.000 millones de dólares y 4.9 millones de empleos”. En la
Tercera Cumbre de Ministros del Medio Ambiente, reunida en Cartagena en febrero 16 de
2002, Bush propuso sustituir el Protocolo de Kyoto por una política de “cielos limpios”, en
que USA reduciría en 4,5% sus emisiones en los siguientes diez años y subsidiaría sus
industrias con 4.600 millones de dólares (Mejía, 2004). La alternativa política representada
por Al Gore en su propuesta de 2006, “Una verdad molesta”, enfatiza medidas de
eficiencia tecnológica en la quema de combustibles vanguardiada por la industria
automovilística estadounidense; tampoco aquí se asoma la economía budista que Ernst
Friedrich Schumacher propuso en “Lo pequeño es hermoso” con motivo de la crisis
energética de los años setentas.
Se atribuye a la agricultura mundial el aporte de alrededor del 24% de gas carbónico
(agricultura de corte y quema) y metano (ganadería de poligástricos, en especial vacunos,
y arroz inundado); el metano es veintiún veces más activo que el CO2 como gas de
invernadero. La ganadería vacuna global, en especial su forma industrial, se calculaba en
2006 en 1.200 millones de cabezas. El CO2 representa del 29 al 40% de los gases emitidos
por los bovinos y el CH4 del 15 al 20% para cerca de un total de 94 millones de toneladas
por año. En contraste con lo logrado por la gran industria petrolera y automovilista,
algunos ambientalistas han encontrado que una ración en que intervenga un 30% de saúco
–Sambucus nigra (tóxico si se da en exceso)- reduce en 67% las mencionadas emisiones (Dr.
Orlando Barahona, CORPOICA, declaración televisiva en La Finca de Hoy, 2006).
Además, diversas escuelas agrícolas alternativas han aportado maneras de cultivo en
ausencia de quema y fijando carbono al suelo en forma de abonos orgánicos.
Clima
La palma africana y el caucho son originarios de regiones ecuatoriales húmedas, la
primera en Guinea y el segundo en Amazonia. La Hevea brasiliensis, la especie más
cultivada, parece ser originaria de la rivera derecha del Amazonas, extendiéndose hasta
quince grados de latitud sur a partir de Iquitos y hacia el oriente.
Por su importancia estratégica industrial militar, el caucho se extendió (9.3 millones de
hectáreas en 2005) más ampliamente que la palma: de 24 grados latitud norte en China a
25 grados latitud sur en Sao Paulo, concentrándose en la faja de 16 grados latitud norte y
sur, con una adaptación a condiciones de clima y suelo que superan a los de palma. Es el
caso de la proyección de diversificación cafetera propuesta por la Federación del gremio
para 10.000 hectáreas de cota inferior en Cundinamarca, Tolima, Caldas, Quindío,
Risaralda y Antioquia.
El límite mínimo de temperatura para caucho se estima en 20º centígrados y su óptimo
en 25º C. Precipitaciones entre 1.800 a 2.500 milímetros (algunos admiten 3.000
milímetros). Luminosidad del orden de 1.650 horas al año, situación especialmente crítica
en el Pacífico colombiano cuyo litoral central (ej. Buenaventura) ofrece 600 a 1.200 horas;
valles interiores del Atrato y San Juan y sector de Tumaco 1.000 a 1.400 horas; Urabá 1.400
a 1.800 horas. El límite inferior para palma sería 1.500 horas (Mejía, 1.992).
La palma exige los rangos mayores de temperatura, por encima de 25ºC. promedio y
precipitaciones de 1.800 a 2.200 milímetros y ojalá ningún mes debajo de 100 milímetros.
La palma se adapta a climas húmedos todo el año (Congo, Malasia, Amazonia y
Pacífico, Catatumbo y Magdalena Medio colombianos) o a climas húmedos con períodos
secos, aun sin disponer de riego (Gana, Guinea, India, Brasil central y Orinoquia y Caribe
colombianos. Precipitaciones mayores a 3.000 milímetros anuales parecen ser adversas a la
palma, como se comprueba con los fracasos en el Pacífico central colombiano que llaman a
la prudencia: Palmares del Pacífico, 500 hectáreas, bajo Dagua, fundados por John Sanz en
1958, abandonados en 1980; Los palmares del bajo Calima, fundados en 1961; San Luís, la
primera en deprimirse por pudrición de la flecha, 1.978; Sabacal, con 130 hectáreas; La
Mojarra, con 200 hectáreas; todas fueron historia en 1989 (Mejía, 1992). Todos estos casos
relacionados, además, con historias laborales conflictivas, en especial el abandono e
incluso fuga de los empresarios al agotarse el ciclo productivo de las plantaciones
(Mondragón, 2007).
Suelos
Los suelos de cenizas volcánicas (eje cafetero) son los mejores o más productivos entre los
nuestros. A diferencia de Indonesia (suelos volcánicos), Colombia posee pocos enclaves
con estas características en zonas para palma y caucho, situación distinta también a la de
Ecuador que cuenta con un millón de hectáreas de suelos de origen volcánico en su
Amazonia. De modo que nuestros mejores suelos para palma y caucho se originan en
procesos aluviales (vegas, valles interandinos, pies de monte cordilleranos), siendo
marginales los complejos colinares lateríticos, las sabanas de altillanura o bien drenadas, y
demás suelos seniles de Orinoquia y de Amazonia.
Sistemas de producción
Tanto la extracción y el uso de aceite de palma como el de látex de caucho son creaciones
de culturas primarias, aun supervivientes. Por ejemplo, en el bajo Dahomey, África
occidental, la unidad familiar agrícola es del orden de seis hectáreas, soportando una
densidad demográfica de 175 habitantes por kilómetro cuadrado. Se cultivan de 70 a 90
palmas por hectárea, densidad que permite la asociación de maíz, yuca, batata y fríjoles
que abastecen la autonomía alimentaria. El aceite es el recurso de intercambio. (Gourou y
Pappy, 1977; Derruaux, 1967). Desde luego no es éste el modelo que se receta a los
campesinos pobres colombianos, sino el de monocultivo intensivo en asociación con
empresarios ricos.
La tragedia de la cauchería de extracción silvestre es uno de los capítulos más
vergonzosos de la obtención de una materia prima estratégica industrial-militar, que se
prolongó en Colombia hasta la década de 1950 cuando a presión de misioneros
monfortianos colombianos del Vaupés se declaró ilegal el comercio de los campos
caucheros incluyendo los indios (ver “Se venden 80 indios” de Germán Castro Caicedo).
No sobra mencionar que los cauchos del Caribe extrajeron del pie de monte llanero y del
Pacífico colombiano árboles del género Castilloa, exterminado por la práctica de tala y
desangre, a diferencia de la cauchería amazónica por sangría sin tala del género Hevea. El
historiador Lemaitre relata que durante el gobierno del General Reyes, éste favoreció a la
East Magdalena Explotation Co. que extraía caucho de Castilloa, aceite de copaiba,
bálsamo, tagua…
En las zonas pantanosas, inundables, del Caribe colombiano proliferaba la palma nolí
(variedades roja y amarilla por el color de sus frutos), Elaeis melanococca o Corozo oleifera,
versión local de la Elaeis guineensis o africana. Los sectores populares caribeños obtenían su
aceite por métodos artesanales (pilar la fruta y lavarla con agua caliente). Este recurso
natural, centenas de miles de palmas de estipe inclinada, fáciles de cosechar, fueron
exterminadas por latifundistas ganaderos que odiaban ver sus haciendas recorridas por un
vulgo a la vez confianzudo y no confiable. En la década de 1960 se hicieron en la región de
Montería y Córdoba cruces de ambas Elaeis, calificados de superiores comercialmente a
sus padres bajo la división de oleaginosas del extinto Instituto de Fomento Algodonero,
logro del Ingeniero Agrónomo José Reynaldo Hurtado, entre noviembre de 1959 y julio de
1964. Es de destacar que la palma nolí es típica de suelos bajos, inundables, que la africana
no acepta. Nolí combina bien con pastizales de pasto pará.
Hacia 1870 la manteca de nolí era la base del alumbrado doméstico en Cartagena. En
1959 V. M. Patiño entrevistó 32 molinos noliceros en Córdoba (31 alrededor de Cereté y 1
en Tierralta) que producían por año 105.000 litros de aceite rojo (de la pulpa) y 6.000 litros
de aceite negro (de las semillas). En 1963 todavía algunos potreros contaban con 180
palmas de noli por hectárea, con un potencial de mil kilos de manteca roja y 600 kilos de
manteca negra (comunicación personal con M. Valderrama y R. Hurtado, 1964).
Es conocido el episodio del robo de semillas de Hevea desde Belem por el diplomático
inglés Wickham en 1876, base de las plantaciones coloniales en Ceilán y Malasia, cuya
producción comercial se inició en 1910, desplazando en cantidad y calidad a los cauchos
suramericanos. La quina es otro caso con afinidades.
Los ingleses se interesaron en un principio en organizar palmerales subespontáneos en
sus colonias africanas. Los holandeses plantaron entre 1911 y 1925 cien mil hectáreas en la
costa este de Sumatra de la variedad Dura. Los Belgas y franceses se orientaron por la
variedad Tenera, un cruce de Dura por Picífera. El “atraso” campesino africano, es pues,
superado por la innovación tecnológica de los cultivos industriales.
Historia reciente
Colombia entra en la era de la palma africana en la década de 1960, a promoción del IFA -
Instituto de Fomento Algodonero-. Recojamos aquí a sus actores iniciales: Víctor Manuel
Patiño en Calima, Valle; Luís Carlos Rojas Cruz, y los agrónomos Zuleta, Barreneche,
Hurtado y Cabrera. Las primeras plantaciones (además de los ya citados del Pacífico
central) fueron (Mejía, 1990):
Coldesa, en Urabá, que tenía plantadas 1500 hectáreas en 1965, proyectadas a 3000 y
abandonadas en 1987 a causa de los conflictos que han caracterizado a la región.
Coldesa sembró híbridos de nolí por africana.
Acandí, doscientas hectáreas de don Luís Pérez Ayala, 1960.
Al sur, en Tumaco, se hablaba entonces de 75 mil hectáreas aptas, donde en 1985 se
habían plantado 9000, en la actualidad 35.000, siendo las primeras desde 1961:
Tangareal del IFA, 110 hectáreas.
Viguaral, 110 hectáreas.
Palmar del Río, hermanos Jaramillo, 500 hectáreas.
Sociedad Agrícola de Nariño, 130 hectáreas.
En 1988 algunos empresarios se preocuparon por disponer de alternativas de
diversificación en palma en Tumaco. Procepalma, por ejemplo, exploraba achote,
pimienta, jengibre, cúrcuma y otros (comunicación personal con Felipe Ranquin, julio 21
de 1988), debido a la presión de problemas sanitarios.
En el Magdalena Medio las primeras plantaciones, iniciadas en 1960, fueron:
Palmas oleaginosas Hipinto, San Alberto, 500 hectáreas.
Palmas oleaginosas Bucarelia Ltda., Puerto Wilches, 500 hectáreas.
Palmas oleaginosas Monterrey, 500 hectáreas.
Sociedad Industrial La Palma, San Alberto, Moris Gutt, origen de INDUPALMA,
megaproyecto palmero por excelencia.
En el Caribe los precursores fueron:
Hacienda Patuca, de don Pepe Vives, en la zona bananera de Santa Marta, 20
hectáreas, 1948.
Hacia 1947, en Caucasia, plantación del Sr. Pedro Nel Ospina, elevada a 200 hectáreas
en 1963 por otros dueños.
Pepilla, en Aracataca, 12 hectáreas, 1951 a 1953.
Palmas oleaginosas del Ariguaní Ltda. y Palmas San Juan de Cañas, del grupo
Pumarejo, 500 hectáreas, 1964.
Palmas oleaginosas de Casacará Ltda., de los Dangond, 500 hectáreas, 1964.
Hacienda El Labrador, de Alfonso Lozano, 350 hectáreas, Ariguaní, 1960.
En Amazonia la palma fue apadrinada desde 1965 por el INCORA en los sectores de La
Mono y Maguaré, Caquetá, simultáneamente con plantaciones de caucho Hevea.
En Orinoquia la labor inicial del IFA, 1960, dio origen a plantaciones como:
Palmas oleaginosas Sabucán, Acacías, 500 hectáreas.
Palmas oleaginosas La Cabaña, Cumaral, 200 hectáreas.
Palma Llanera de los hermanos Rivero, Acacías.
La Nohra de Fabio Serna, San Martín, 140 hectáreas.
La Guaira, San Martín, 100 hectáreas en sabanas, que entonces se calificaron como mal
localizadas.
Agricultores varios en el Meta con lotes de 5 a 30 hectáreas hasta por un total de 2.500
hectáreas.
En el Catatumbo, Palmas Oleaginosas Risaralda Ltda., 500 hectáreas del Ingeniero
Agrónomo Jesús Atehortúa.
Insumos
Fertilidad y sanidad son los dos frentes de aplicación de insumos en agricultura.
Fertilidad en caucho
Tomaremos como referencia en caucho las 8.152 hectáreas plantadas en Colombia hasta
1997. Las recomendaciones de fertilización indican aplicación durante los primeros seis
años de plantación al nivel anual de 420 kgs/ha de Nitrógeno, 240 kgs/ha de P2 O5, 420
kgs/ha de K2O y 50 kgs/ha de MgO. Luego, en plantaciones adultas, según análisis, cada
dos años (Torres, 1999).
Fertilidad en Palma
Para el efecto tomaremos como referencia cifras para los suelos más pobres en
nutrientes, como los de las Sabanas de Orinoquia, y métodos de mínimo consumo como
los del palmar SAPUGA, de Puerto Gaitán, Meta (comunicación personal con Juan Carlos
Ortiz Sterling, septiembre 12 de 2007): en cada hoyo de siembra se ponen 300 gramos de
enmienda en forma de roca fosfórica, calfos y sulfato de magnesio, además de abono
orgánico en forma de raquis del racimo de palma. Al mes siguiente se adicionan 200
gramos de los mismos materiales en corona sobre el “plato” de cada palma, más 300
gramos a los dos meses. Al tercer año la fertilización ha subido a 400 gramos de la fórmula
14 – 4 – 23 – 4, que luego asciende a 900 gramos por año y palma. Todo el raquis de los
racimos procesados en fábrica regresa como abono orgánico en corona a cada palma.
Sanidad en Caucho
Torres (1999) informa de 62 plagas de origen animal en Colombia; de ellas 44 son
insectos; y de éstos son principales seis especies, cuatro de las cuales son tratadas con
insecticidas químicos y dos con sustancias biológicas.
Las enfermedades constituyen en América el principal limitante del cultivo del caucho,
atacando follaje y tallo. Uno de los productos más usados es el oxicloruro de cobre,
además de fungicidas químicos con base en Azufre, Zinc, Cobre y Manganeso.
Sanidad en Palma
Las enfermedades de mayor preocupación en Palma son: marchitez sorpresiva,
pudrición de estipe, pudrición del cogollo y mancha anular. En cuanto a plagas se ha
adoptado como política gremial el Manejo Integrado.
La alternancia de lluvias y soles fuertes favorece la explosión de la pudrición de la raíz,
causada por el hongo Fusarium, para lo cual se aplica el hongo Trichoderma desde el vivero,
cada mes, y luego en los meses siguientes al trasplante.
Las plagas causadas por coleópteros (cucarrones) se tratan con el hongo Beauveria
bassiana; las mariposas con la bacteria Bacillus thuringiensis; también se utilizan feromonas
para capturar al cucarrón vector del anillo rojo.
La palma es consumidora de innecesarios biocidas: herbicidas, fungicidas, insecticidas.
Las mayores erogaciones provienen del consumo de fertilizantes: C. I. Acepalma
(www.acepalma.com) reconoce los siguientes: nitrato de amonio (explosivo), sulfato de
amonio, úrea, fosfato diamónico, superfosfato triple, roca fosfórica, roca acidulada, cloruro
de potasio (tóxico al suelo a corto plazo), sulfato de potasio, sulfato de magnesio, kieserita,
bórax (tóxico al suelo a corto plazo) y zinc. Además de cantidades altas de “correctores”:
sulfato de calcio, carbonatos de calcio y de magnesio, dolomitas, roca fosfórica, escorias
Thomas (calfos)…
Aunque las páginas web de los palmeros mencionan el uso de inoculantes para
leguminosas de cobertura, hay silencio en caucheros y palmeros sobre el uso de micorrizas.
El renglón de los “correctores” y fertilizantes es de consideración (del orden de dos
millones/ha) si nos atenemos a datos de Protesting (www.protesting.com.co): $700
millones en sus iniciales 350 hectáreas.
Esta acumulación de agrotóxicos configura un “pronóstico reservado” a los suelos si no
se compensan con adiciones de materia orgánica: como ejemplo, el aporte de los desechos
de maíz en Aliar S. A., donde el efecto benéfico sobre la sabana es notorio.
La teoría de la trofobiosis pudiera ser de aplicación tanto en caucho como en palma
(como la generalidad de los cultivos). En las visitas que hemos realizado y en los
documentos consultados no se patentiza la decisión de llegar finalmente a caucho y palma
orgánicos. Al igual que en otros megaproyectos agrícolas, la lógica dominante es la de tasa
de ganancia. No obstante, se aplican medidas medioambientales que permiten la
continuidad de la licencia de funcionamiento. En diciembre de 1997 se firmó un convenio
de concertación entre el sector palmero y el Ministerio del Ambiente y sus Corporaciones
Regionales.
Caucho
De la superficie sembrada hasta 1997 en Colombia, el 91%, 8.152 hectáreas, corresponde
a “pequeñas plantaciones” en 17 departamentos. El resto, 730 hectáreas, corresponde a dos
grandes plantaciones: Meta, 470 hectáreas de Mavalle en Puerto López y 260 hectáreas en
Caquetá. La plantación de 350 hectáreas del INCORA en Caquetá (La Mono y Maguaré) se
parceló entre 45 familias en 1979. Una de las razones del “mini tamaño” de las parcelas se
debe a las labores del cultivo, en particular la sangría, que sólo puede hacerse en días secos
pues la lluvia lava el látex fresco. Otra razón son los riesgos sanitarios. El promedio es de 1
a 2 hectáreas por familia (Torres,1999).
Palma
El área sembrada en palma, registrada a abril de 2005 (www.fedepalma.com) fue de
191.920 hectáreas, correspondientes a 2.751 cultivadores, para un engañoso promedio de
69,8 hectáreas por cultivador; pequeños cultivadores existen en Becerril, María la Baja,
Tibú, Magdalena Medio, Tumaco. En realidad, si se tiene en cuenta que las fábricas o
beneficiaderos de la fruta eran 51, el promedio es de 3,763 hectáreas por fábrica, que refleja
más ciertamente el carácter de megaproyecto y latifundio industrial en palma.
Cifras de noticiero televisivo (Ministro Arias Leyva y Gerente de Fedepalma) fluctúan
entre 80 mil y 90 mil empleos en palma, o sea, cerca de cuatro empleos por cada diez
hectáreas ó 0.4 por hectárea, incomparablemente menor al empleo en panela, café, papa,
cacao, y en general en economía campesina.
El personal administrativo de SAPUGA S.A., 3.200 hectáreas, es de 15 personas, y el de
campo y fábrica 120 personas, para un promedio de 23,7 hectáreas por persona para el
total de la finca, y de un empleo por cada 5,3 hectáreas, si sólo contamos las 720 hectáreas
en producción; 89% de este personal de campo es suministrado por una cooperativa de
trabajadores de Acacías y Puerto Gaitán; apenas 11% del personal es de nómina: los
“empleos de calidad” están representados por salarios del orden de $700 mil mensuales,
que pueden ascender a 1.5 millones en época de cosecha.
Comercio
Caucho
“La inestabilidad de los precios del caucho natural a través de la historia sugiere una
alta competitividad en el mercado internacional convirtiéndose en un riesgo para los
productores” (Torres, 1999), otra razón para que las plantaciones resulten de pequeño
tamaño. Mediante el acuerdo de Viena de 1987 se llegó a la creación de un “stock”
estabilizador de los precios al productor. La producción colombiana es altamente
deficitaria, por lo que toda la producción se consume interiormente.
Palma
La Palma disfruta de tres frentes de comercio: exportación, consumo nacional y biodiesel
(www.fedepalma.com).
C.I. Acepalma S.A. –Comercializadora Internacional de Aceite de Palma-, promovida
por Fedepalma y creada en 1991 con aportes de los afiliados, controla el 80% de las
exportaciones de aceites y derivados.
La producción colombiana de aceite de palma fue en 2005 de 673.000 toneladas frente a
un consumo interno de 440.000 toneladas. El total de exportaciones fue de 248.000
toneladas.
Caucho
Según el Ministerio de Agricultura de Colombia, el área mundial en caucho a 2005 fue de
7.895.200 hectáreas, correspondientes a Indonesia 32%, Malasia 17%, Tailandia 20%.
Colombia, con 20.800 hectáreas en 2006 representa apenas el 2,6 por mil (0.26%) de la
superficie total global.
La producción mundial de caucho natural se estimó en 2005 en 8,7 millones de
toneladas. Colombia consumió en 1995 29.900 toneladas, abastecidas por sólo mil
toneladas de la producción nacional (Torres, 1999). El Ministerio de Agricultura estima
que la producción nacional (2.586 toneladas en 2006) abastece sólo el 7,5% del consumo.
Se estima que la demanda mundial está creciendo al 2,6% anual.
Palma
La oferta y consumo mundial de los 17 principales aceites y grasas comestibles fue de
138.200.000 toneladas: soya 24%, palma 24%, colza 11,6%, palmiste 2,9%, una de cuyas
fuentes es la palma (www.fedepalma.com).
La producción colombiana en 2005 de 673.000 toneladas de aceite de palma representa
el 0,49% de la producción global de los 17 principales aceites y grasas comestibles y el 2%
de la de aceite de palma global. Algunos países con los que toca competir en porcentaje de
producción global (33.590.000 toneladas de aceite de palma) son: Malasia 44,5%, Indonesia
40,5%, Nigeria 2.4%, Tailandia 2%, Ecuador 0,9%, otros 6,6%.
Biodiesel de palma
El balance entre consumo colombiano interno a 2005 (440.000 toneladas) contra la
producción (673.000 toneladas) arroja un excedente para exportación o para combustible
diesel de 300.000 toneladas anuales. Como hemos visto no es en Colombia donde se forma
el precio internacional del aceite.
El experto en petróleos, Senador Hugo Serrano (debate de septiembre 18 de 2007 en la
Comisión Quinta del Senado) afirma que el único agrocombustible viable a la fecha sería el
etanol, especialmente el de caña de azúcar, si se comparan precios:
$3.241 por galón de gasolina, precio Ecopetrol, versus $4.450 por galón de etanol en
ingenio azucarero del Valle del Cauca. El biodiesel colombiano, según el Senador Serrano,
estaría actualmente al nivel de US$130 por barril versus US$75 por barril de ACPM. En
efecto, con los precios actuales de $1.400 por kilo de aceite crudo en fábrica el barril sale
costando en sitio de producción, sin transportar, refinar y mezclar, cerca de los US$130. De
modo que el juego del biodiesel de palma, en el momento, sólo puede realizarse a favor de
un precio internacional más bajo que el colombiano y sólo para los excedentes del
consumo humano local. Un fondo de estabilización sería funcional para el manejo de los
excedentes e incluso para la importación del aceite de palma a precios menores.
Partidarios del biodiesel de palma argumentan una visión futurista en que la demanda
mundial de petróleo en 2007 (82 millones de barriles) ascendería en el 2030 a 120 millones
de barriles, ante un panorama global de agotamiento de las reservas de crudo. Y entonces
el aceite de palma podría pasar del consumo humano al de las máquinas. Esto si los
movimientos sociales populares lo siguen permitiendo, como han permitido el alza de
precios de maíz, azúcar, panela, yuca.
Partidarios del biodiesel de palma hacen notar que tratándose de “excedentes” del
consumo local, el punto realmente crítico del precio de venta es el costo de producción
($942 por kilo de aceite en promedio nacional 2004), lo que se asemeja a US$90 por barril,
cercano a los precios del petróleo en octubre de 2007, que viene superando los US$80 por
barril.
Megaproyectos
La estructura latifundiaria, la concentración de la propiedad de la tierra, constituye una
condición favorable al desarrollo de megaproyectos agrícolas, social y ecológicamente
llamados “desiertos verdes”, como es el caso del desarrollo azucarero vallecaucano. El
Caribe colombiano, el Magdalena Medio y en máximo grado la Orinoquia se caracterizan
por esta situación latifundiaria.
En el momento, la mejor opción nacional para el establecimiento de megaproyectos se
da en la altillanura o sabanas no inundables de Orinoquia, donde todavía la tierra se cotiza
a precio del orden del millón de pesos por hectárea, dependiendo de la disponibilidad de
títulos legales y de la proximidad a todavía precarias vías de comunicación.
Maderas, caucho, palma y ganaderías “mejoradas” fueron las primeras opciones en la
década de 1980 soportados por Triples Pizano, CIAT, Centro Experimental Las Gaviotas,
mientras se fueron creando técnicas de manejo agrícolas de las sabanas, proceso iniciado
desde 2001 en cultivos de maíz y soya. De éstos, es actual espectacular manifestación la
firma Aliar S.A. con su proyecto de 50 mil hectáreas que fabrica alimentos para la ceba
permanente de una piara estabulada del orden de doce mil lechones, que serán
beneficiados en instalaciones propias del megaproyecto (localización según visita
personal, septiembre 12 de 2007: La Victoria, Pueblo Nuevo, en la vía Puerto López –
Puerto Gaitán, y vereda Santa Bárbara, Guasipati, en Puerto Gaitán).
Macroproyectos de yuca para etanol del Grupo Protesting Colombia en alianza con
CIAT y CLAYUCA - Consorcio Latinoamericano y del Caribe para el Apoyo a la
Investigación y el Desarrollo de Yuca-, se desarrollan en Puerto López, en las sabanas y
serranías de Canta Claro. Primera etapa ya iniciada con 350 hectáreas hacia 20.000
litros/día (algo así como diez mil hectáreas), proyectado a un millón de litros/día, o sea,
cincuenta mil hectáreas.
Tal vez el proyecto de mayor magnitud en caucho sería el de Cumaribo en un orden
mayor a 10 mil hectáreas (www.minagricultura.gov.co). De otro lado, el caucho es una de
las opciones objeto de mayor privilegio para sustitución de cultivos ilegalizados.
El Ministerio de Agricultura agrupa las perspectivas caucheras en seis núcleos: cordón
cauchero-cacaotero en Antioquia y Córdoba; zona marginal cafetera de Caldas y Tolima;
Magdalena Medio Santandereano; Magdalena Medio Central; Orinoquia; Amazonia de
Caquetá, Putumayo, Guaviare; y destaca una extensión de 890.000 hectáreas del territorio
nacional, concentradas en valles interandinos de del Caribe y la Orinoquia, que
climáticamente (al menos dos meses secos consecutivos al año) escapan al hongo del
follaje Microcyclus ulei, el limitante más grave para el cultivo. Afirmar, como lo hace el
Ministerio de Agricultura, que además existen doce millones de hectáreas potenciales para
caucho mediante avances tecnológicos parece ser manifestación de un síndrome
patológico del poder público.
La estación experimental Carimagua ahora está abandonada y a la oferta de algún
megaproyecto de 17 mil hectáreas por parte del Ministerio de Agricultura. La otrora visión
exclusiva del CIAT hacia ganadería vacuna en el Llano ha quedado rezagada ante los
megaproyectos agrícolas. Cambio de época, 40 años de burocracia internacional científica
a la vera de la sabana. Es el viraje del Banco Mundial (el CIAT, su órgano en Colombia)
hacia los agrocombustibles, según los intereses del imperio.
Vía campesina
La visión de la vía campesina existe con anterioridad a los megaproyectos y constituye
un modo propio de construcción social exitoso, observable sobre el terreno. Son
distinguibles al menos cuatro modalidades: la indígena y la de cultivos ilegalizados, de los
cuales no trataremos en esta oportunidad, la campesina popular representada por
desplazados reasentados, y la de pequeños y medianos empresarios con niveles de
escolaridad elevados (incluso universitarios).
Un ejemplo de esta última modalidad es el grupo de amigos de la región del Caño La
Ema, zona de Menegua, Puerto López, donde a la actividad comercial ganadera se
incorporan elementos de conservación de los morichales y de la fauna, así como prácticas
de agricultura orgánica. Paradigma de este grupo el veterinario Gustavo Giraldo
Bermúdez con 50 hectáreas, cuatro cabezas por hectárea, producción comercial de semillas
de pastos y leguminosas, uso de arado de cincel cada tres años, enmiendas al suelo con
minerales naturales, creador de un excelente cruce de brahman por charolais. Paradigma el
señor Régulo Olivares quien ensila maíz para alimentación vacuna (30 toneladas/hectárea
en 2,5 meses de maíz variedad Guacavía de CORPOICA) y participa de prácticas racionales
de enmiendas al suelo y de manejo de pastos y ganados. Paradigma el señor Alberto de la
Roche con 250 hectáreas de pino caribea, teca, eucalipto, Acacia mangium, con un grado
discreto de intervención de la sabana natural. No se trata de logros de corto plazo, sino de
alrededor de cuatro décadas de convivencia regional y de asimilación de experiencias.
Otro ejemplo son los desplazados reasentados en Santa Bárbara, Guasipati. Este
asentamiento se inició hace siete años mediante una parcelación de INCORA: 32 familias
con 57 hectáreas cada una, las cuales recibieron apoyo para construcción de vivienda y
escuela. Las ayudas para construcción de corrales, división de potreros, siembra de pastos
y adquisición de ganados han sido modestas. La política del gobierno actual y del vecino
megaproyecto porcícola de Aliar S.A. están interesados en esas tierras (1.824 hectáreas)
además de las de los resguardos cercanos de Corocito, Yopalito y Walabó, y por supuesto
en la mano de obra, la asociación de los pobres con los ricos. De los 32 parceleros, 16 son
asistidos por la Pastoral Social de Puerto Gaitán, y de ellos 10 han creado su propia opción
con base en autonomía alimentaría y biodiversidad; son notables sus huertos de frutales,
donde se destacan plátano, cítricos, cacao y mango, demostrando la factibilidad de líneas
agrícolas y pecuarias desarrollables si hubieran más apoyos efectivos. Paradigmas el
campesino Señor Orny Oviedo, su esposa Rubiela Góngora y otros. (visita conjunta con la
Ingeniera Agrícola Martha Currea. Puerto Gaitán, Pastoral Social, septiembre de 2007)
Un tercer ejemplo son los parceleros de la reforma agraria actual, representados en 127
familias de desplazados ubicados en parcelas de 27 hectáreas correspondientes a una
hacienda del narcotraficante Leonidas Vargas (cerca de 3.500 hectáreas). Este asentamiento
en la región de La Victoria, Pueblo Nuevo, data de un año. Apena la condición precaria de
las viviendas y la pobreza de los reasentados, quienes desde un principio han plantado
pequeñas áreas de autonomía alimentaría (yuca, principalmente). También este
asentamiento es vecino de uno de los dos focos del megaproyecto porcícola Aliar S.A.,
que, desde luego, se interesa en la mano de obra disponible y en llegar a un acuerdo de
asociación con los parceleros.
La civilidad de una vía campesina podría ser el escenario de proyectos de desarrollo de
recursos que alguna vez tuvieron y aún tienen perspectivas comerciales, a semejanza de
cauchos y quinas que fueron acogidos en países con otras visiones. Son los casos del
bálsamo de Tolú que incineramos con entusiasmo para “civilizar” tierras para algodón y
ganado, de la sarrapia, de la palma nolí, de la zarzaparrilla, del dividivi, del caucho
Castilloa, la balata, juansoco, el palo brasil, la ceiba tolúa, la caoba, el payandé o gallinero o
chiminango, el algarrobo, el cañafístolo, el marañón, la ipecacuana, el cativo, los cedros, el
roble, la guadua, el palo mora, el trupillo… Y tantas especies animales…
Nuestra incapacidad para mirarnos a nosotros mismos en relación con la actitud
arrodillada y copiona de la burocracia está bien documentada en estudiosos como “Frutas
silvestres de Colombia” de Rafael Romero Castañeda, “Flora medicinal de Colombia” de
Hernando García Barriga, “Plantas útiles de Colombia” de Enrique Pérez Arbeláez,
“Colombia y la economía mundial 1830 – 1910” de Antonio Ocampo y “Plantas cultivadas
y animales domésticos en América equinoccial…” de Víctor Manuel Patiño.
En conclusión...
Los nuevos megaproyectos agrícolas de mayor magnitud nacional se están localizando
en uno de los ejes del sistema
IIRSA (Iniciativa de Integración Regional Suramericana) correspondiente al Orinoco –
Meta – Bogotá, a favor de la estructura latifundiaria de la tierra, ésta a precios todavía
asequibles y a favor de las políticas gubernamentales.
Es en la altillanura no inundable y en el pie de monte llanero donde existen las
condiciones más favorables para los tres millones de hectáreas en palma que el ex-
presidente Pastrana ofreció al capital malasio, o los siete millones de hectáreas de
megaproyectos de la política del presidente Uribe.
Pero es, a la vez, un escenario prioritario para el trabajo en ambientalismo, en cultura
popular, en economía campesina, en métodos alternativos de uso de la tierra, en
conservacionismo de la naturaleza.
La vocación de la altillanura es agroforestal, silvopastoril, incluso agrícola, y conocemos
tecnologías tanto desde lo agroquímico como desde lo ecológico. El punto del debate es
quién y cómo se apropia de la tierra, cómo construye social y políticamente región, en
especial donde son evidentes poderes narcotraficantes y paramilitares.
Petróleo, megaproyectos y narcotráfico vienen acompañados de lacras sociales como
prostitución, alcoholismo, corrupción administrativa, desplazamiento del sector rural
pobre y desarrollo hacia fuera que ni siquiera genera autonomía alimentaria local:
regiones ganaderas donde la leche viene de Bogotá (250 kms), donde la comida cuesta el
doble que en el interior del país, y donde grupos de niños acechan las sobras de los
comensales en los restaurantes.
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Comunicando difundido por Internet.
*
Ingeniero agrónomo y agricultor orgánico, mariomejiag@hotmail.com
AGROCOMBUSTIBLES:
SUS MENTIRAS Y SU CAPACIDAD
GENERADORA DE HAMBRE
Primero: los países más ricos gastan actualmente el 56% de la energía total del planeta y
tal ritmo de consumo está incrementándose aceleradamente en buena parte, como ya se
dijo, gracias a un despilfarrador modelo de desarrollo.
La producción y utilización masiva de AGC es incapaz de sustituir, siquiera
mediocremente, tales requerimientos energéticos. Para el 2030, por ejemplo, la Agencia
Internacional de Energía pronostica que los AGC únicamente podrán reemplazar el 8% del
consumo mundial de combustibles para el transporte8; incluso otros expertos consideran
que para poder suplir la demanda actual de petróleo con AGC se necesitaría destinar para
este fin la superficie cultivable de tres planetas tierra9.
En términos del balance energético de los AGC, varios estudios han demostrado que los
requerimientos de energía fósil son más altos para su producción que la propia energía
que ellos generan (ver tabla 1). En síntesis, los AGC no son energéticamente más rentables.
Segundo: la producción y uso de AGC se caracteriza por ser terriblemente destructora
del medio ambiente. Procesos acelerados de compactación y erosión de la tierra (por maíz
en EUA y soya en Argentina, Brasil, Paraguay, Bolivia y EUA)10, daños irreversibles en
ecosistemas y reducción de la biodiversidad (en todas las regiones palmíferas del mundo,
especialmente en Colombia, Indonesia y Malasia)11, altos consumos de agua12,
eutrofización de biotas lacustres y marinas por residuos de fertilizantes, liberación a la
atmósfera de grandes cantidades de ozono y de los cancerígenos carbanilos (Bogotá con el
uso del bioetanol)13, etc., son apenas algunas de las muchas evidencias que desmienten el
supuesto carácter “limpio” y protector del medio ambiente por parte de los AGC.
Tabla No. 2. Puestos de trabajo creados en los países del trópico por la economía
campesina Vs. producción de AGC (por cada 100 hectáreas de cultivo)2
PRODUCTO AÑO
2010 2020
Yuca 33 135
Maíz 20 41
Semillas oleaginosas 26 76
Remolacha 7 25
Caña de azúcar 26 66
Trigo 11 30
* Rosegrant, Mark W.; et al. “Biofuels and the Global Food Balance”. En: Bioenergy an
Agriculture: Promises and Challenges. International food policy Research Institute.
Documento en PDF disponible en: http://www.ifpri.org/2020/focus/focus14 focus14.pdf
[Consulta: 12/VII/07]
Lo anterior significa que hacia el año 2025 el aumento de precios en los cereales
producto de su uso para la elaboración de AGC elevará el número de hambrientos a 1200
millones de personas (cada elevación del 1% en el precio de los alimentos crea 16 millones
de nuevos hambrientos)25.
Pero ese incremento de precios no sólo afectará a los cereales; también se encarecerán
otros alimentos en cuya producción aquellos son importantes: cárnicos, lácteos, huevos.
Así las cosas, en un futuro muy próximo la mayoría de habitantes del planeta verán
restringido seriamente su acceso a las fuentes energéticas y proteínicas, fundamento de la
vida misma.
¿A cuenta de qué se van a crear estos nuevos hambrientos? De la necesidad del primer
mundo de que sólo una pequeña parte de sus automotores se movilice con AGC y a un
costo energético, social y humano sin precedentes.
Valga ilustrar lo afirmado con lo siguiente: tomando como base algunos datos de
referencia suministrados por Pimentel y Patzek26, con el maíz necesario para producir el
etanol que requiere un automóvil del primer mundo para recorrer sus 32000 km/año
podrían cubrirse las necesidades calóricas diarias de una persona durante 22947 días (62
años) o, lo que es lo mismo, alimentar durante un año a 62 personas. En conclusión, bajo el
régimen productivo de los AGC la vida de 62 personas vale menos que la supuesta
movilidad “ecológica” de un automóvil.
Ahora bien, de los 24 millones de nuevos hambrientos que surgieron en los países en
desarrollo (PVD) entre 1996 y 2002, 800.000 fueron colombianos y colombianas, lo cual
representa un incremento del 16% respecto a las estadísticas de 1996 (5,1 millones) y en
una proporción 5 veces superior al retroceso que en el mismo periodo se registró en el
mundo en desarrollo.
Esto, que debería concitar la vergüenza nacional, ha hecho que el ritmo de crecimiento
del hambre en Colombia supere al registrado en el promedio de los PVD e, incluso, en la
propia África Subsahariana27.
No son estos los únicos indicadores que permiten valorar la gravedad de la realidad
alimentaria del país. La Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en Colombia 2005
(ENSIN 2005)28 pone en evidencia, para el año referido, datos como los siguientes: el 41%
de los hogares colombianos padece inseguridad alimentaria; más del 20% de los niños y
niñas menores de cinco años tienen algún tipo de desnutrición; 33% de los menores de
cinco años y 45% de las gestantes colombianas sufren de anemia; 32% de la población
colombiana tiene deficiencias en Vitamina A, 62.3% de Zinc y 86% de Calcio; 64% de los
colombianos y colombianas presentan deficiencia en la ingesta de energía; entre otras
cifras escalofriantes.
La situación de hambre en Colombia no es un hecho inconexo sobre el que pueda
pensarse sin considerar el papel que, en su generación, ha tenido el conflicto interno, la
creciente
inequidad, la inserción del país al neoliberalismo, la impunidad en todas sus expresiones,
la corrupción, el abandono estatal del campo y la adopción de políticas que, como el
fallido Proyecto de Ley 113 de 2006, buscan favorecer a unas poquísimas empresas
colombianas y varias transnacionales.
A lo largo de este texto se han mencionado apenas unos casos, propios y ajenos, del
potencial lesivo o los daños en marcha implicados en la vorágine de los AGC. Aquellos
interesados en profundizar en el tema sólo tienen que remitirse a las organizaciones
defensoras de DDHH, la Procuraduría, las Defensorías, etc. quienes tienen conocimiento
de cómo en varias partes de Colombia donde los AGC son un “polo de desarrollo”,
“coincidencialmente” la situación de dichos derechos es una de las más graves del país. De
hecho, en algunos lugares de nuestra geografía la sola mención de las compañías
palmicultoras suscita el terror en las comunidades29, cual si se gritase el nombre de Atila a
los antiguos romanos o los infames nombres de la Casa Arana o la United Fruit Company
para las poblaciones indígenas y campesinas del sur y norte del país, respectivamente, a
principios del siglo veinte.
¿Por qué Colombia, en vez de lanzarse a la vorágine de los AGC cuya estela de hambre
es ampliamente reconocida, no se dedica, más bien, a revivir la economía campesina y la
producción de alimentos para consumo interno?
¿Por qué ese empeño en debilitar la soberanía alimentaria del país al insertarlo en una
carrera productiva y energética que le hará más dependiente, y cuya dinámica restringirá
sus posibilidades de decidir sobre su propio proceso alimentario?
¿Por qué ampliar el área dedicada al cultivo de materia prima para los AGC y no más
bien corregir la actual vocación en el uso de la tierra?
¿Cuál es el afán en seguir impulsando los monocultivos, la concentración de capitales,
tierras y ganancias?
¿Por qué, en aras de la defensa y promoción de los AGC, se continúa tolerando la
apropiación y tenencia indebida de tierras y querencias colectivas, la legalización de lo
usurpado, el desplazamiento forzado, la destrucción de las economías campesinas, los
ecosistemas y la pérdida de la autonomía alimentaria de las comunidades?
¿Cómo justificar que la producción de AGC y, en general, las políticas de “desarrollo
rural” del Estado colombiano vayan tan en contravía de las necesidades del grueso de la
población rural?
¿Por qué el Estado, contrariando el clamor de las comunidades, se niega a hacer uso del
Principio de Precaución y así evitar que las dinámicas de los AGC y los transgénicos, tan
asociadas una a otra, tengan un libre ejercicio en nuestro territorio?
¿Cuál es la necesidad de sumergir al país en un estado permanente y cada vez más
generalizado de inseguridad alimentaria a consecuencia, precisamente, de la pérdida de
la soberanía y autonomías alimentarias?
¿No sería mejor, por ejemplo, que las aproximadamente 270.000 Has de palma africana
se convirtieran más bien (en las zonas geográficas y tierras adecuadas) en cereales para
consumo interno, lo cual serviría para cubrir una y media veces las necesidades
energéticas de los casi 6 millones de personas que, según la FAO, padecen de hambre
crónica en Colombia?
Frente a lo anterior, como muy bien lo demuestran muchos expertos de todo el mundo,
es imperioso insistir en que no existen evidencias serias de que el boom de los AGC sea
provechoso para países como el nuestro. Lo único que estamos haciendo con ello es
auspiciar políticas predatorias que aumentarán la miseria en nuestro país, la cual, de
seguro, será ya muy difícil de ocultar por más que se insista en los malabarismos
estadísticos.
Reiterando que una de las peores consecuencias de la dinámica de los AGC en
Colombia será la profundización del hambre, es importante recordar finalmente que en
virtud del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, del cual
Colombia es signataria, el Estado tiene el deber de garantizar el derecho a la alimentación
(DA) de quienes habitan su territorio. En ese sentido y ante la amenaza de los AGC, el
Estado colombiano está obligado a:
1. Respetar el derecho a la alimentación absteniéndose de adoptar medidas que, como
viene ocurriendo con la dinámica de los AGC, terminen socavando la autonomía
alimentaria y las economías familiares o colectivas del campesinado y poblaciones afro
e indígena colombianas.
2. Proteger a todos los habitantes del país y especialmente a la población rural, afro e
indígena de las vulneraciones del DA que directa o indirectamente sean generadas por
las compañías nacionales y extranjeras involucradas en el negocio de los AGC.
Igualmente, proteger a las comunidades de la coacción violenta de que son víctimas
por parte de grupos armados que, en ocasiones, buscan la apropiación de tierras y
territorios para su inserción en la economía de los AGC.
3. Facilitar la garantía del DA a todos los colombianos y colombianas, concitando sus
mayores esfuerzos y recursos a la población rural, permitiendo que en el legítimo
derecho de ejercer su autonomía alimentaria ellos se constituyan en el garante de una
adecuada y suficiente disponibilidad alimentaria.
4. Hacer efectivo el DA suministrando los alimentos e insumos necesarios a aquellas
poblaciones o individuos que, en virtud de la expansión de los AGC, han visto
conculcados sus derechos y la posibilidad de alimentarse digna y suficientemente.
Asimismo, propiciar la justa reparación y retorno de las poblaciones que han perdido
sus bienes o han sido desplazadas de sus territorios en los que ahora campea, por
ejemplo, la palma africana30.
Para concluir, es indudable que la inserción plena del país a la dinámica de los AGC
marcará un punto de inflexión del que muy posiblemente no habrá retorno.
En ese sentido, el presente texto es un llamado de atención para que toda la sociedad
colombiana se movilice frente a una de las peores amenazas en su historia. A no ser, claro,
que la aniquilación de nuestros ecosistemas, la pertinaz violación de los DDHH, el
desplazamiento, la ruina del campesinado, las poblaciones afro e indígenas, el saqueo de
nuestros recursos, y la expansión del hambre en Colombia sigan siendo asuntos de poca
importancia para un país que pareciera naufragar impertérrito bajo los cantos de sirena de
un régimen tan proclive al saqueo, la destrucción del país y el crimen.
3
Ver: Ford, Runge y Senauer, Benjamin. 2007. “How Biofuels Could Starve the Poor” En: Foreign Affairs.
Edición digital. Mayo/junio del 2007. En: http://www.foreignaffairs.org/20070501faessay86305/c-ford-runge-
benjamin-senauer/how-biofuels-could-starve-the-poor.html? [Consulta: 8/VIII/07]
4
Se sabe, citando un sólo caso, que tras la preocupación de George W. Bush por el tema se encuentran las
compañías automotrices arriba descritas. Ver: Ken, Thomas (AP). 2007. “Bush elogia fabricación de autos a
combustible alternativo”. Associated Press. Washington.
5 Ver: Altieri, Miguel A. y Bravo, Elizabeth. Op. cit. No. 2.
6
Proyecto archivado durante la segunda semana de octubre y que pretendía favorecer aún más esa actividad
económica. El Proyecto fue archivado por no ser tan agresivo como lo deseaba el gobierno.
7
Ver: Holtz-Gimenez, Eric. 2007. “Cinco mitos sobre agrocombustibles”. En: Le Monde Diplomatique. Edición
Colombia. Bogotá. Junio 2007. pp: 14-16.
8 Citada en: Biofuelwatch. 2007. “Biofuels Threaten to Accelerate Global Warming”. Biofuelwatch UK. En:
17 Mondragón, Héctor. 2007. “Los negocios del biocombustible y de la caña de nuestros empresarios y el
gobierno nacional”. Mayo 2007. En: http://www.semillas.org.co/sitio.shtml?apc=w—1—&x=20154967
[Consulta: 21/V/07]
18
Sobre la convivencia entre el paramilitarismo, el Estado y las palmicultoras en el proceso de expropiación de
tierras colectivas, saqueo de recursos, desplazamientos, asesinatos y otras violaciones de los DDHH en la
región pacífica ver: Flores López, Jesús Alfonso y Millán Echeverría, Constanza. 2007. “Derecho a la
alimentación y al territorio en el Pacífico colombiano”. Diócesis de Tumaco, Quibdó, Buenaventura e Itsmina.
Colombia. pp: 201-235. Vale acotar que uno de los firmantes de la Ponencia para Segundo Debate al Proyecto
de Ley 113 es el representante Héctor Julio Alfonso López, hijo de “La Gata” Enilce López, cuyo clan, aparte de
agenciar un asiduo apoyo regional al Presidente Uribe, tiene estrechos vínculos con el paramilitarismo.
19
La restitución de los nutrientes perdidos equivalió a 900 millones de dólares; es decir, ¡el 20% de las ventas
totales de la soya Argentina de ese año! Ver: Hambre de Soya. Documental dirigido por Marcelo Viñas y
producido por Ícaro Producciones y Fundación Biodiversidad Argentina. Buenos Aires. 2004.
20 Desde el 2000, en el bajo Atrato (Colombia) y en relación con la expansión de los cultivos de palma aceitera,
han ocurrido dos desplazamientos forzados en la zona del río Cacarica, 13 en Curvaradó, y 200 crímenes entre
asesinatos y desapariciones (sin contar con el saqueo de bienes, quema de viviendas, bloqueo económico). Ver:
Comisión Intereclesial de Justicia y Paz. Op. cit. No. 10.
21
Biofuelwatch, et al. Op. cit. No. 1. p: 13.
22 Ibid. p: 15.
23 Algo muy explícito en el trabajo de C. Ford, Runge y Senauer, Benjamin. Op. cit. No. 2.
24 Compromiso adquirido por todos los países del mundo en la Cumbre Mundial Sobre la Alimentación
reunida en Roma en 1996.
25 C. Ford, Runge y Senauer, Benjamin. Op. cit. No. 2; y, Holtz-Gimenez, Eric. Op. cit. No. 6. p: 16.
26
Pimentel, David y Tad W. Patzek. 2005. “Ethanol production Using Corn, Switchgrass, and Wood; Biodisel
production Using Soybean and Sunflower”. Natural Resources Research. Vo. 14. No. 1. March 2005. p: 68.
27 Ver: Morales González, Juan Carlos. 2006. El hambre al servicio del neoliberalismo. Ediciones Desde Abajo. p:
186.
28 Profamilia, INS, Universidad de Antioquia, OPS, ICBF. Encuesta Nacional de la Situación Nutricional en
30La producción de AGC o los productos agrícolas destinados para tal fin no se limita a las zonas
mencionadas; de hecho, algunos otros sitios insertos en ese proceso son o serán: Sucre (producción de yuca
para bioetanol), Cesar (plantas de biodisel con base en palma aceitera), Llanos Orientales y Costa Norte
(plantas de biodisel), Magdalena Medio (plantas de biodisel en asocio con Ecopetrol);
todas, zonas que son fortines políticos del establecimiento, áreas de extrema pobreza
y regiones donde el terror paramilitar ha abierto espacio para la dinámica de los
AGC.
MEGAPROYECTOS
DE INFRAESTRUCTURA
Y AGROCOMBUSTIBLES
EN EL PACÍFICO COLOMBIANO
Rosa Emilia Bermúdez Rico1
El Pacífico colombiano es considerado uno de los sitios del planeta con mayor
diversidad, tanto de fauna como de flora. La región posee bosques tropicales con una
enorme riqueza biológica y minera. La preservación de este ecosistema ha estado
estrechamente relacionada con el uso y la relación establecida por parte de las
comunidades negras e indígenas que han habitado ancestralmente este territorio. En este
sentido, las reflexiones que presento en este texto buscan aportar a la construcción de una
estrategia intercultural y de acción ambiental por parte de la población afrocolombiana
que habita esta zona y enfrenta cotidianamente los efectos de los megaproyectos en el
Pacífico colombiano.
En la perspectiva analítica desarrollada en este documento, uno de los aspectos que
cobra importancia es el complejo régimen de propiedad que se ha configurado en esta
zona y que centra la discusión en la región. La FAO calcula que en Colombia quedan unos
49 millones de hectáreas de bosques naturales. De esos, 23 millones pertenecen a
comunidades negras e indígenas y 10 millones al sistema de parques. Lo que significa que,
aproximadamente, el 50% del bosque natural está por fuera de la lógica mercantil y se
inscribe en formas de apropiación colectiva o de manejo especial. Más que una
característica de valoración positiva, esta situación ha retado al gobierno nacional y a los
grandes capitales nacionales y extranjeros a apropiarse de estos territorios por viales
legales e ilegales que les garanticen su explotación. En esta disputa los más afectados han
sido, sin duda, los pueblos tradicionales que resisten con sus vidas frente a la usurpación
de sus territorios y culturas.
En este contexto, en la década de 1990 el Pacífico colombiano aparece como un
escenario central de la guerra, adquiriendo importancia por su ubicación estratégica en el
control de los flujos en el mercado de armas y narcotráfico. El desarrollo del conflicto
armado en el Pacífico ha sido reseñado por diversas organizaciones tal como aparece en el
siguiente fragmento:
“En la última década, la región del Chocó Biogeográfico ha sido escenario de importantes
transformaciones. Allí confluyen gran parte de los conflictos políticos, económicos y sociales,
presencia de los actores armados y de diversos intereses económicos. La importancia de la
región del Chocó Biogeográfico debido a su ubicación estratégica y a la riqueza de los
recursos naturales, ha generado la disputa por el control de estos territorios, especialmente
por los grupos armados y por los intereses del capital internacional”.
Esta condición estratégica de la región ha ido derivando múltiples nuevos fenómenos
sociales: la generalización del desplazamiento forzado de la población, el establecimiento
de nuevos órdenes sociales mediados por el miedo y la violencia cotidiana, la sustitución
de las bases productivas tradicionales por alternativas ilícitas. En este escenario de guerra
las posibilidades de intervención de los Consejos Comunitarios son absolutamente
precarias y marginales. De allí que estas organizaciones se encuentren altamente
interpeladas y con muy pocas alternativas para el fortalecimiento organizativo y la
actuación pública, situación que convoca a la discusión en torno a la construcción
democrática en el país y al ejercicio de la ciudadanía de las poblaciones étnicas.
El destierro es una de las consecuencias sociales y ambientales más dramáticas de este
modelo de desarrollo y acumulación-destrucción que transforma el paisaje, que crea
nuevos ordenamientos del territorio, y que erosiona las condiciones de existencia social.
Mientras oleadas de población son desterradas, el capital ocupa sus lugares, sus territorios,
presentándose una dinámica de desterritorialización que hace mucho más compleja la
desigualdad social históricamente existente. Este es el caso del Pacífico colombiano y la
condición de la población ancestral que lo ha habitado, condenada históricamente a
padecer los indicadores críticos de las necesidades básicas insatisfechas.
Ahora bien, ante la firma de los Tratados de Libre Comercio, en varios de los países de
América Latina se ha desatado una carrera contra reloj para la construcción de puertos en
el Pacífico. Este es el caso de Panamá (Puerto Farfán, Balboa y Cristóbal), Ecuador (Puerto
Manta) y Perú (Puerto Callao). Estos países evalúan la ampliación de sus puertos o la
construcción de nuevos que ofrezcan condiciones y amplíen su capacidad para mover,
cargar y transportar mercancías ante el nuevo marco de expectativas generadas por el libre
comercio. Es una carrera que se adelanta de espaldas a la población negra e indígena
directamente afecta, es la intervención en un territorio sin el consentimiento de la
población que durante siglos ha convivido en este entorno.
Las decisiones, en materia de inversión pública, por parte del gobierno nacional se
inscriben bajo esta ambición de equipamiento infraestructural. Así, a finales del mes de
abril del año 2006, el gobierno aprobó partidas por 375 mil millones de pesos para
reconstruir la vía al mar, iniciar las obras de la doble calzada y acondicionar la antigua vía,
como vía alterna. En mayo de este mismo año, anunció como prioridad la construcción de
la vía que por Risaralda comunica al Atrato con el Pacífico y la construcción allí de un
puerto de aguas profundas. Finalmente, en septiembre de ese mismo año, el gobierno
nacional aprobó la construcción de la carretera entre Nuquí y el municipio de Las Ánimas,
en el departamento del Chocó que, a su vez, conecta con la ciudad de Pereira. La
financiación de la construcción de esta vía por parte del gobierno nacional es el indicio
más importante que los inversionistas privados requerían para adelantar los trámites para
la construcción de un puerto en la bahía de Tribugá, cercana a Nuquí. El puerto costaría
600 millones de dólares.
En este contexto, para el gobierno nacional ha resultado prioritario retomar el proyecto
de construir un puerto en el Pacífico, que opere de manera complementaria al puerto de
Buenaventura y ofrezca una alternativa económica, ampliando la capacidad portuaria en
la cuenca del Pacífico. Se han considerado varias opciones: El Puerto de Aguas Profundas
(PAP) de Bahía Málaga, el PAP de Tribugá, la ampliación del Puerto de Tumaco, la
ampliación del Puerto de Buenaventura.
La alternativa de construir un PAP en Bahía Málaga cumple con el requisito de
profundidad de hasta 20 metros, pero la gran desventaja es la carretera porque en este
caso sería igualmente la vía a Buenaventura la que se mantendría como única opción. Con
respecto a la construcción del PAP en Bahía Málaga se han adelantado algunas iniciativas.
En el Ministerio de Transporte se encuentra inscrita la sociedad promotora de la
construcción del puerto. El Ministerio convocó a concurso privado para la licitación del
estudio de factibilidad económica, financiera, comercial y ambiental, y declaró la zona del
área de Bahía Málaga de interés público, mediante Resolución No. 001222 de junio 7 de
2005.
No obstante, la alternativa del PAP de Bahía Málaga es una de las más cuestionadas por
su impacto ambiental. El punto crítico está centrado en las ballenas jorobadas –de
conocimiento público y mundial- que llegan a este lugar todos los años a aparearse y tener
sus crías. La colisión con grandes barcos, la contaminación acústica por motores de los
barcos, y la contaminación por residuos de hidrocarburos, químicos y domésticos
afectarán con toda seguridad la reproducción de las yubartas. Los barcos para llegar al
PAP utilizarían la misma ruta que han utilizado por siglos las ballenas que recorren ocho
mil kilómetros desde zonas australes para aparearse.
Por su parte, la viceministra del Ministerio del Medio Ambiente, Claudia Patricia Mora
Pineda, informó que mediante el auto 502 del 28 de julio de 1997, el Ministerio del Medio
Ambiente determinó que la construcción de un Terminal Marítimo en Bahía Málaga no es
viable ambientalmente. También afirmó que no ha otorgado licencia ambiental para
desarrollo de proyectos de alto impacto en el área de Bahía Málaga, así como tampoco ha
iniciado trámite de licencia ambiental para el desarrollo portuario en dicha área, a la fecha
de la comunicación (diciembre 29 de 2006).
Por otro lado, la experiencia desarrollada por las comunidades negras e indígenas en el
caso de la construcción de la carretera Nuquí-Ánimas en el Chocó resulta ilustrativa como
antecedente en el derecho a la participación de los grupos étnicos, a través del instrumento
de consulta previa que podría adelantarse contra el PAP en Bahía Málaga. Para el caso de
esta carretera, el Consejo Comunitario Nuquí-Los Riscales tuvo un papel protagónico en el
proceso de negociación y concertación adelantado con las comunidades negras e indígenas
de la zona. Esta experiencia resulta valiosa ya que en ella se pueden identificar aspectos
centrales para la construcción de una estrategia de defensa del territorio. Se trata de
recuperar de esta experiencia las lecciones aprendidas en los procesos de negociación
realizados por comunidades que han afrontado la defensa de sus derechos ante
situaciones equivalentes.
Un primer aspecto que cobra importancia en el análisis es el punto de partida del
Consejo Comunitario del municipio de Nuquí–Los Riscales: la posición de rechazo por
parte de la población con respecto a la evaluación de las consecuencias negativas de la
carretera y la construcción de un PAP en Tribugá:
(…) No queremos que después de dañar el manglar y gastar miles de millones de pesos se
diga que no era el sitio correcto para un puerto. Que hay demasiadas corrientes marinas que
trasladan arenas que en una noche acaban con el puerto. Que hubo mucha tala de bosque y
los taludes dejaron caer millones de toneladas de tierra (como sucedió en Cupica) y se llenó de
tierra el puerto y ya no sirve. Que el río Tribugá perdió su cauce y se secó la ensenada. No
queremos eso.
No queremos que se roben la plata.
Es muy común que las obras se queden a mitad de camino.
Una carretera y un puerto deben ser distintas de una invasión. En el país muchas obras han
significado sacar a la gente de su tierra. Donde hoy pasa la carretera Tumaco-Pasto vivía
gente negra. Hoy esas tierras tienen palma africana y la gente sobra. Los antiguos dueños
dieron su tierra por dos centavos. Hoy piden limosna en la carretera, andan de mendigos en
Tumaco, roban y malviven.
En el país muchas obras han significado mayor violencia. Muchas obras no han traído ni
progreso ni paz. Sólo han sido motivo para atraer grupos armados. No queremos eso.
A partir de este análisis de la experiencia que han tenido las comunidades en la
construcción de este tipo de infraestructura, el Consejo Comunitario propone unos
criterios fundamentales bajo los cuales entra en un proceso de concertación. Entre los
aspectos más importantes están:
El proyecto de la carretera y puerto debe incluir entre sus costos todas las acciones de
prevención, compensación, mitigación, atención, regalías e indemnizaciones. No puede
alegarse que estas tareas incrementan indebidamente los costos. Se va a hacer una obra en un
territorio colectivo de una etnia protegida por la ley y en zona de amortiguación de un Parque
Nacional Natural. Las labores de mitigación y protección significan efectivamente un costo
mayor de la obra que debe estar presupuestado al lado de los demás costos de ingeniería.
Conforme a lo anterior el diseño de la obra debe incluir una propuesta integral en la cual se
camine desde el escenario actual sin puerto y sin carretera a uno con puerto y carretera donde
la gente, la cultura, el territorio y ojala los recursos naturales estén en las mejores
condiciones que materialmente sea posible lograr. Una propuesta que no tenga este nivel de
integralidad será considerada una obra de improvisación y despilfarro desde su inicio.
Con respecto al proyecto de PAP de Bahía Málaga, la población afrocolombiana
habitante de la zona ha manifestado su desacuerdo con respecto a la construcción de este
puerto en su territorio. El Consejo Comunitario se ha pronunciado públicamente al
respecto señalando las nefastas consecuencias para el hábitat y su cultura que este tipo de
infraestructura ocasionaría. Adicionalmente a la destrucción de sus formas tradicionales
de vida, la población ha manifestado que no existe ninguna garantía para ellos en este tipo
de proyectos, ya que desconfían de que éstos mejoren sus condiciones de vida y, por el
contrario, tienen la certeza que un PAP los colocaría en una situación de pobreza y pérdida
equivalente a la ya vivida por la población de Buenaventura.
El plan estratégico de construcción de este tipo de infraestructura portuaria y de vías
para el comercio internacional en el Pacífico colombiano se enmarca en el proyecto político
y territorial hegemónico que se está agenciando por parte de los gobiernos nacionales en
asocio con la banca multilateral y el gobierno de los Estados Unidos. En el centro de esta
estrategia se encuentra el negocio de los agrocombustibles. Este negocio, con su modelo de
producción y exportación, constituye una amenaza para el patrimonio natural y la
soberanía de los pueblos en la región.
La zona occidental del país, departamentos de Nariño y Valle del Cauca, en el año 2005
concentró 32.416 hectáreas –en producción y desarrollo- de plantaciones para
agrocombustibles, que representan el 12% del total de área ocupada por estos cultivos en
el país. Esta significativa expansión de los cultivos de palma aceitera está asociada con la
puesta en marcha del Plan Colombia. El gobierno nacional, en asocio con el gobierno de
Estados Unidos, ha diseñado políticas con las que pretende sustituir las plantaciones de
los llamados cultivos ilícitos por palma africana.
Esta política de impulso al monocultivo de palma aceitera por parte del gobierno
nacional se explica por la combinación de factores que giran alrededor del compromiso
político adquirido con respecto al control territorial en función de los llamados cultivos
ilícitos y las expectativas creadas con respecto a alcanzar niveles de alta rentabilidad en
este negocio por parte de los empresarios que están proyectando su inversión en el
procesamiento y la producción del llamado petróleo verde: biodisel.
Por otro lado, la expansión del cultivo de palma aceitera en el Pacífico colombiano se ha
dado en zonas donde han incursionado los grupos paramilitares a partir de mediados de
la década de 1990. Las acciones paramilitares en estas zonas han tenido como foco
“recuperar” los territorios colectivos entregados a las comunidades negras en
cumplimiento de la Ley 70 de 1993. El resultado ha sido el desplazamiento de la población
y la aniquilación física de líderes de estas comunidades.
En este sentido, el estudio de la Diócesis de Quibdó y la Human Rights Everywhere, El
cultivo de palma africana en el Chocó: legalidad ambiental, territorial y derecho humanos (2004),
demuestra tres dinámicas básicas: primero, la inconveniencia de sembrar palma africana
en el Chocó por sus impactos ambientales y ecológicos negativos, teniendo como
referencia los estudios adelantados en los cultivos de palma en el municipio de Tumaco,
cuyas condiciones biogeográficas son muy similares a las del Chocó; segundo, a pesar de
demostrarse que el cultivo de palma trasgrede el equilibrio ecológico, en la región se ha
venido extendiendo bajo el amparo de los paramilitares; tercero, la presencia de los
paramilitares y su presión para que el cultivo se extienda es un factor que amenaza la
integridad territorial, cultural y física de las comunidades indígenas y negras que se
oponen a su siembra. (Citado por Contreras, 2004)
En el caso de Urabá y el Chocó antioqueño, la acción paramilitar centralizada en el
Bloque Élmer Cárdenas de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), desplazó a las
poblaciones de comunidades negras de sus territorios colectivos, demostrando que el
desplazamiento forzado hay que dejarlo de valorar como una mera consecuencia del
conflicto, entendiéndolo como una de las estrategias adoptadas por los actores armados
para apoderarse de los territorios ancestrales (Contreras, 2004).
El desplazamiento forzoso de los habitantes de los territorios colectivos de Curvaradó y
Jiguamiandó resulta ilustrativo de las formas bajo las cuales se implementa esta estrategia
de exterminio de las comunidades negras en el Pacífico colombiano. En el año 2000, el
Incora expidió las resoluciones mediante las cuales se les adjudica a las comunidades
negras los terrenos baldíos ocupados ancestralmente por estas etnias. En el año 2001, la
empresa Urapalma S.A. (Unión de Cultivadores de Palma de Aceite en el Urabá, Sociedad
Anónima) promueve la siembra de palma aceitera en tierras de comunidades negras con la
protección armada del Ejército y de civiles armados. En el año 2005, el Incoder hace
público el informe mediante el cual certifica que el 93% de las áreas sembradas por
cultivos de palma pertenecientes a las empresas Urapalma, Palma de Curvaradó, Palmas
S.A. y Palmadó, se encuentran en los territorios colectivos de las comunidades negras;
señala que al tiempo se constata que casi la totalidad de los caseríos tradicionales han
desaparecido y hay procesos de repoblamiento con personas distintas a las comunidades
desplazadas2. Aún más crítica es la situación al hacerse público que Urapalma y otras
empresas palmicultoras financiaron sus cultivos con recursos públicos del Banco Agrario y
con ayudas de la Agencia de Desarrollo de los Estados Unidos (USAID) (Quevedo, 2006)3.
Los agrocombustibles están en el centro de la construcción de un nuevo consenso de la
reproducción del capital en la era del imperio, un nuevo consenso que gira en torno a los
agronegocios que intentan apropiarse de un discurso ambientalista pero que adquieren un
nuevo sentido en la lógica de la reproducción del capital, demostrando una vez más la
capacidad del imperio para incorporar una parte del contenido de la crítica a su modelo de
producción y hacerla eficiente para la lógica del capital.
Este diverso cruce de actores e intereses dan cuenta de la complejidad del entramado
que estructura la estrategia del cultivo de la palma aceitera en el Pacífico colombiano. De
un lado la influencia directa de la política del gobierno de los Estados Unidos
implementada por sus agencias internacionales que financian empresas colombianas que
desarrollan el cultivo de la palma bajo el argumento de la sustitución de los cultivos de
coca y amapola. De otro lado, el Estado colombiano que coloca el Ejército y las entidades
de crédito agrario al servicio de esta iniciativa, articulando estrategias de seguridad para la
inversión del gran capital en la zona. Y, finalmente, la acción paramilitar que desaloja y
destierra a los habitantes afrocolombianos para hacer más efectiva la expansión del cultivo
de la palma aceitera en la zona. Estas tres vertientes de la dinámica regional de los
agrocombustibles se definen en contrapunto con los megaproyectos de infraestructura
que, animados por los TLC, son otra faceta que el sistema productivo de
agrocombusrtibles desarrolla para su impulso nacional e internacional.
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Revisión de prensa regional y nacional:
-Semanario El Espectador: años 2006 y 2007 (hasta agosto 2007)
-Periódico El País: años 2006 y 2007 (hasta julio 2007)
-Revista Semana: años: 2006 y 2007 (hasta agosto 2007)
-Revista Cambio: años 2006 y 2007 (hasta agosto 2007)
Artículos consultados en páginas electrónicas por Internet:
Palma africana: del ensueño a la pesadilla.
http://www.swissinfo.org/spa/reportajesdetailPalma_
africana_del_ensue_oa_la_ pesadilla.html?siteSe ct=108
&sid=5957539&cKey=1122057566000
Palma africana: un proyecto mundial socialmente y ecológicamente destructor.
http://www.piedadcordoba.net/ipw-
web/portal/cms/modules.php?name=News&file=article&sid=1708
La palma de aceite
http://www.fedepalma.org/palma.htm
Una agricultura a la medida de los Estados Unidos
http://www.lainsignia.org/2006/mayo/econ_030.htm
Colombia: incentivo económico perverso para la plantación de palma aceitera.
http://www.wrm.org.uy/boletin/47/Colombia.html
COLOMBIA: La guerra de los biocombustibles. Gloria Helena Rey
http://ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=41496
Colombia: ¿la redención o el infierno para el Chocó Biogeográfico? Palma africana en
los territorios de las comunidades negras de Jiguamiandó y Curvaradó, Chocó
http://biodiversidadla.org/content/view/full/19744
1Magíster en Sociología. Líneas de investigación: cultura e identidades, sociología del trabajo y conflicto y
convivencia.
Integrante del equipo de coordinación del proyecto “Implementación de una estrategia para fortalecer la
capacidad organizativa y de acción política-ambiental de las comunidades afrocolombianas para afrontar los
megaproyectos en el Pacífico colombiano, Censat Agua Viva-Proceso de comunidades Negras-Ecofondo”.
rosaber@uniweb.net.co.
2 Incoder, 2005. Informe de la comisión de verificación realizada entre el 25 de octubre y el 1 de noviembre de
2004.
3Entre 2000 y 2005, el Banco Agrario otorgó créditos, tanto a Urapalma como a la empresa asociada Palmas de
Curvaradó S.A., por $10.957 millones, incluyendo incentivos de capitalización rural. La Defensoría del Pueblo
establece un dato muy cercano, incluyendo Urabá y Río Sucio por valor de $12.677 millones en créditos
otorgados por el Banco Agrario para la siembra de palma aceitera. Asimismo, según consta en informes
presentados por el Programa de Cooperación en Agronegocios con Colombia (ARD/CAPP), la Defensoría
señaló que la sociedad Urapalma suscribió el contrato 089 para la siembra de 1.720 hectáreas de palma de
aceite con 200 beneficiarios, por valor de US$6’059.000, de los cuales el 12%, es decir, US$700.000, se financió
con recursos provenientes de la Agencia de Desarrollo de los Estados Unidos (USAID) para promover
proyectos sustitutivos a los cultivos de coca y amapola (Quevedo, 2006).
III.
Una mirada
desde lo local
DINÁMICAS
DE UNA RESISTENCIA CANTADA
“Una sola golondrina no llama agua”
Juan Ventes1
El viaje no acaba aún. Pareciera que la navegación por el Pacífico Sur culminó con las
últimas actividades realizadas en Tumaco. Sin embargo, los debates, discusiones y
denuncias que se generaron en medio de la presentación y advertencia sobre los
megaproyectos, que marginan y desangran los territorios, han hecho de esta campaña por
la vida y la libertad un encuentro con los rezagos de la esclavitud y la marginación
vigente. Íbamos como aves migratorias, de puerto en puerto, escuchando un mundo
adolorido. Concientes de que el relato debía ser confirmado por los protagonistas de este
escrito: hombres y mujeres campesinas, víctimas de la injusticia y el atropello, pero alegres
como la vida. Construimos con ellos un fuego fraterno, una barcaza en donde se comía por
igual y se cantaba o se tarareaba en disonancia. Fuimos familia y fraternidad, a pesar de
nuestras diversas procedencias (Buenaventura, Bogota, Bahía Málaga, Ladrilleros, Cali,
Sala Onda, Guapi, Timbiqui y Tumaco) y diferentes oficios. Conciliamos visiones y sueños
por una sola causa: tomarnos la palabra y relatar los desmanes e injusticias que asolan y
destierran al pueblo afro, como resultado de las políticas y prácticas discriminatorias del
capitalismo, que como lo escribe Bolívar Echeverría, “implica el fenómeno de la enajenación
del sujeto humano, de la suspensión de su capacidad de auto reproducirse, de generar formas para sí
mismo”4.
Esta “Navegación por el Pacífico Sur” fue promovida conjuntamente por el Proceso de
Comunidades Negras (PCN) y CENSAT Agua Viva, Amigos de la Tierra Colombia, con el
objetivo de difundir entre las comunidades locales la Campaña en resistencia a los
agrocombustibles: Llenando Tanques, Vaciando Territorios. Este recorrido “pacífico” por
el Pacífico, iniciado en el Puerto de Buenaventura el 28 de septiembre de 2007 y culminado
en Tumaco el 8 de octubre de este mismo año, evidenció la realidad que los pueblos afro
descendientes tienen que afrontar ante el continuo asedio de megaproyectos que
amenazan con su soberanía, su libertad y su territorio, en especial la agroindustria,
escenificada en el monocultivo de palma aceitera de origen africano en la región.
Las múltiples inquietudes y problemáticas evidenciadas durante el recorrido, no sólo
dejan un sinsabor de impotencia y desolación, sino que hacen urgente la ejecución de
futuros ejercicios que permitan reforzar la articulación entre estas comunidades alrededor
del análisis y diseño de estrategias locales y regionales para la defensa del territorio,
vinculando de este modo a toda la población afrodescendiente del Pacífico Sur dentro de
una perspectiva que profundice los Planes y Proyectos de Vida autónomos, que hagan
énfasis en las propias capacidades de investigación y conocimiento, que pugnen por el
fortalecimiento de las culturas y por la valoración de los saberes ancestrales. En este
sentido, el posicionamiento político de estas comunidades se concentraría “en la capacidad
que tiene el ser humano de decidir sobre sí mismo, sobre sus formas de convivencia. Capacidad que
se ejerce necesariamente en un proceso de adquisición de una consistencia concreta para su vida
cotidiana, de creación de identidades”5. Se refuerza, así, el conocimiento de sus derechos y
herramientas jurídicas, a las cuales pueden apelar dentro de la construcción de propuestas
alternativas, asumiendo su ancestralidad y cultura; constituyéndose esto como un
mecanismo de cohesión de un pueblo y una cultura en riesgo. Pues como diría el tío Juan
de Guapi “una sola golondrina no llama agua”.
El Pacífico Sur no es sólo un espacio geográfico, es un universo y una palabra que se
reitera a orillas del río. En este universo se sigue contando a través del canto lo que se
piensa y lo que se pensó en algún tiempo sobre la marimba: “el diablo es…la marimba”, dice
la canción. Ahora, después de palpar y conocer las tierras del río y del mar, se podría
pensar que el único diablo del Pacífico Sur es la presencia avasallante e indiscriminada de
una lógica de desarrollo que se expresa en los megaproyectos, caracterizados por su fuerte
componente de racismo ambiental e indiferencia por las comunidades y sus culturas. Estos
obedecen a una lógica de destrucción del patrimonio natural y difuminación de la
autonomía cultural; a su vez, esta lógica desterritorializa a comunidades históricamente
empobrecidas y rebajadas dentro del imaginario idiosincrático nacional.
1 Integrante de la Navegación por el Pacífico sur, viejo marino y campesino de Guapi (Cauca).
2
Directora de CENSAT Agua Viva, Amigos de la Tierra Colombia
petroleo@censat.org
3 Estudiante de antropología de la Universidad Nacional de Colombia
chorpatelic@gmail.com
4
Bolívar Echeverría. Cultura y barbarie. www.bolivare.unam.mx/ensayos/barbarie.html
5
Bolívar Echeverría. Cultura y barbarie. www.bolivare.unam.mx/ensayos/barbarie.html
6 Almendares, Juan. Reflexiones sobre derechos humanos, tortura y tratos crueles inhumanos y degradantes y
la justicia ambiental
7
Comentario hecho por Charo Mina en su reporte “La diáspora africana en Colombia está en la mira de una
estrategia de extinción”.
DE LA SIEGA DE LA PALMA
A LA BIODIVERSIDAD
Comisión Intereclesial de Justicia y Paz1
Afirmación de la justicia
La decisión de las comunidades afrocolombianas y mestizas de segar la palma sembrada
con violencia parainstitucional, impunidad y destrucción ambiental y de la biodiversidad,
en medio de la presión de nuevas estructuras paramilitares o mal llamados grupos
emergentes o de “Águilas Negras”, alerta sobre los efectos nocivos de los
agrocombustibles. Al tiempo, por parte del gobierno se estimula una política pública que
alienta las inversiones empresariales y el lavado de activos de las estructuras criminales
que han cometido más de 63 mil crímenes de lesa humanidad, que se han apropiado de
más de 6,8 millones de hectáreas, que han deforestado y desertizado millares de bosques y
de tierras húmedas.
Después de 6 años de siembra ilegal de la primera palma aceitera en los territorios
colectivos del Curvaradó, por más de 14 empresas que operan como testaferrato
paramilitar, las comunidades decidieron emprender una acción de dignificación. Esta
decisión la adelantaron después de agotar todas las vías posibles tendientes a la restitución
de la propiedad colectiva y, en muchos casos, individual
Luego de 7 años de desplazamiento forzado, y en ese momento más de 100 crímenes
cometidos por agentes estatales y su estrategia paramilitar, mientras la selva húmeda era
deforestada y transformada en palma, en febrero de 2004 el gobierno nacional accedió
adelantar una verificación sobre el territorio con una comisión interinstitucional, que
constató la ilegalidad de la siembra y los daños ambientales causados. Meses después, en
octubre, se realizó una comisión técnica de la que surgió un informe del Instituto
Colombiano de Desarrollo Rural, INCODER, en el que esta institución reconoció que el
93% de la palma (7000 hectáreas) se encontraba sembrada de manera ilegal en los
territorios colectivos de las comunidades, y que se proyectaba una siembra total de 22.121
hectáreas, es decir, cerca del 50% del territorio ocupado ancestralmente por los
afrocolombianos. El mismo informe indicaba la adecuación de 4.010 hectáreas para
ganadería y el intento de legalización de esa actividad a través de contratos de
compraventa de mejoras, contratos de usufructo y compra de algunas tierras con títulos
individuales, mecanismos sin validez jurídica y en contravía de la Ley 70 de comunidades
negras y las disposiciones de predios otorgados como Unidades Familiares Agrícolas (bajo
la Ley de adjudicación de previos individuales).
Las empresas favorecidas por el accionar paramilitar para dar piso de legalidad a la
ilegalidad constituyeron “asociaciones campesinas” y emprendieron el montaje de
procesos judiciales con falsos testigos para intentar que las mujeres y hombres líderes de
esas cuencas fueran puestos en prisión. En otros casos, falsificaron firmas de personas
fallecidas, para legalizar la usurpación y acudieron a la figura legal del crecimiento de la
tierra por el cambio del curso de los ríos. Así, han pretendido justificar la propiedad en
más de 17.000 hectáreas.
El informe de INCODER reconoció el impacto ambiental por la construcción de vías,
canales de drenaje, tala de bosques y aprovechamiento de fuentes de agua. Algunos
ingenieros forestales que participaron de una de las verificaciones calcularon que el área
en la que se han construido vías es de 20,25 hectáreas, teniendo en cuenta el ancho de las
vías de 5,5 metros y longitud de 36.819 metros En el caso de las zanjas de drenaje, el área
se calculó entre 138,6 hectáreas y 184,8 hectáreas, Para la construcción de las zanjas se
removieron entre 2‘772.333 y 3‘696.444 mts3 de tierra.
Una porción del Chocó biogeográfico ha sido destruida. De acuerdo con un informe
adelantado por Justicia y Paz, en los territorios colectivos del Curvaradó se han perdido 39
especies de árboles maderables, 15 de árboles frutales, 11 especies que utilizan las
comunidades para la construcción, 5 especies de colorantes, 8 especies de plantas
medicinales, 64 especies de fauna que no aprovechamos directamente y 28 especies de
fauna comestibles, para un total de 170 especies de las que más conocemos. Toda la
biodiversidad de una zona declarada como reserva forestal en la década de 1950 ha sido
convertida en un desierto de palma; un experimento contra todos los principios del Estado
Social de Derecho, en el que el paramilitarismo como estrategia militar ha sido baluarte de
crímenes contra la humanidad, crímenes ecológicos y agronegocios consonantes con el
mercado global.
La siega de la palma que desarrollaron las comunidades víctimas ha ido mostrando que
hasta tanto la formalidad del Estado de Derecho siga siendo sólo palabras en papel, o
mientras se mantengan los mismos fines de la sobrevivencia de un modelo de desarrollo
que se define por el lucro, el lujo y el consumismo, donde el 80% de los recursos naturales
está dispuesto para menos del 20% de la población, o mientras se mercantilice y erosione
el sentido colectivo de los territorios, no hay ninguna salida al problema del cambio
climático. Los agrocombustibles serán sólo una máscara, un rostro amable de un estado
crítico ambiental y humano. Sin justicia no es posible la sobrevivencia del planeta.
La siega de la palma
Durante doce días, en medio de amenazas paramilitares a los afrocolombianos y a los
acompañantes nacionales e internacionales, en medio de la intensificación de las
actuaciones empresariales con la extracción del fruto de la palma aceitera, las
comunidades han venido segando palma e iniciando la siembra y la recuperación de
alimentos, reforestando e inventariado las ciénagas perdidas para lograr la constitución de
zonas de biodiversidad; esa es la afirmación del sentido de justicia y de soberanía de los
pueblos. Aunque los afrocolombianos aún esperamos la restitución de la propiedad
individual y colectiva de las tierras que hemos habitado ancestralmente desde hace más de
120 años, y que desde hace 10 años, en desarrollo de operaciones paramilitares propiciadas
por la Brigada 17, nos fueron usurpadas y ocupadas ilegalmente para ser sembradas en
palma de aceite, hemos abierto ahora un camino hacia el Derecho.
”Todas las cosas tienen su tiempo”, dice la sabiduría de una tradición, ese tiempo de
12 días en el Curvaradó fue el tiempo de la siega.
No estaba nada calculado. Lo único que fluía en los cuerpos era la inspiración que nace
de la memoria. El deseo, la utopía del corazón, el amor por lo propio, por la dignidad
lacerada, la pasión por la propia tierra arrebatada, el recuerdo de lo perdido, de lo
destruido, la experiencia de verse burlados por la justicia estatal. Ellas y ellos, de diversas
edades, con los brazos dispuestos al azadón, al hacha, a los espontáneos abrazos. Ellas y
ellos, con el rostro expuesto al sol, a la mirada vigilante, al llanto y al horizonte.
Experiencia sublime construida en el sentimiento cotidiano de arrancar la muerte como
cimiento de la palma, de reconstruir la vida toda contra las sirenas del progreso y del
modelo de desarrollo que continúa arrojando a los pobres a la miseria, a los campesinos a
las urbes, que convierte la vida en muerte. Evocación de la vida, inspiración de la
preparación de la siembra.
Después de nueve desplazamientos forzados que se iniciaron en octubre de 1996 con la
masacre de Brisas, ofensivas armadas que se mantuvieron en 1997, 1998, 1999 y con una
estocada final en el 2001 que logró el arrasamiento total del Curvaradó; la estrategia
paramilitar de la Brigada 17, falsamente justificada como contrainsurgente, bajo los
nombres de “Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá”, “Autodefensas Unidas de
Colombia”, “Bloque Bananeros”, “Bloque Elmer Cárdenas”, que coincidió con el desalojo
total del territorio colectivo y el inicio de la siembra del monocultivo y la extensión
ganadera. En ese mismo año 2001, en Cetino y Andalucía, Caño Claro, la palma de aceite
empezó a invadirlo todo, convirtiendo lo biodiverso en un solo cultivo protegido por el
verde militar de los camuflados oficiales y paramilitares.
Coincidente con las amenazas de muerte y crímenes a los desplazados en Belén de
Bajirá, Chigorodó, Apartadó, Mutatá, Medellín y Jiguamiandó, los paramilitares les
intimidaron, les coaccionaron con fusiles en mano, y les expresaron: “o nos venden o le
compramos a la viuda”, “esa tierra es de nosotros”, “esa tierra la necesita el patrón”. Esa
fue la misma expresión de los militares en diciembre de 2005 en Pueblo Nuevo en donde
los efectivos de la Brigada 17 les dijeron, señalando a los cultivos de palma, “este territorio
no es de ustedes, esto es de H 20”, paramilitar de la zona. Ese mismo día les dijeron:
“vayan a ese otro lado a trabajar en la palma”. Evidentemente no se trata solamente de la
violencia, del despojo, sino también de una nueva esclavitud. Allí estaban los pobladores
enfrentando esa expresión del poder, ese destino marcado con la violencia y la impunidad:
territorios para la palma. Los afrocolombioanos y los mestizos estaban allí enfrentando el
terror, el del Estado y el de los paramilitares, ese terror del que poco se habla o se escribe,
pues aunque la guerra es cierta desde hace mucho tiempo, no está registrada más que en la
vida de las gentes.
Por esa afortunada memoria que todos tienen es que en el Curvaradó no se interpreta
la palma como vida. La palma es alimento de carros y por eso la gente se pregunta “¿De
qué vida se habla cuando se habla de agrocombustibles derivados de la palma? Aquí la
palma es desolación verde, es destrucción humana, es muerte de toda la vida”. Sembrar la
comida, volver a sembrar en la tierra heredada es la resistencia legítima ante la ilegalidad,
el crimen y la corrupción. Muy bien lo expresó el Ministro de Agricultura, Andrés Felipe
Arias: “el vuelo forestal de la palma es de los campesinos, tanto como el territorio”. Por
esa razón, que es un derecho real, es posible disponer del territorio, aunque también es
cierto que aún no ha existido la restitución de la propiedad colectiva e individual como lo
muestra exitosamente el Ministro Arias.
Las razones de los excluidos, de los violentados, no cuentan, sólo las del poder
parainstitucional. Muchas actitudes policiales, militares y de los poderes civiles
acompañaron a los usurpadores en sus intimidaciones, en sus amenazas y en su ardid para
mostrar a las víctimas como victimarios. Por eso, allí la autoridad no es autoridad, es
terror, es complicidad con la criminalidad. Y eso no es nuevo: las comunidades han sido
testigos de más de una década de lo mismo. Una persona de las comunidades lo reafirma:
“Cuando se produjo la masacre de Brisas en octubre de 2006, vimos allí a militares, vimos
lo que hizo la policía al lado de los paramilitares, se hacen así, para mostrar que son
distintos, pero es igual, hoy se llaman Águilas Negras”.
Y, efectivamente, es comidilla cotidiana en Belén de Bajirá, en Llano Rico, en Mutatá, en
el Curvaradó, en donde se dice: “es lo mismo que antes, ahí están, ahora se llaman Águilas
Negras, al mando de Elkin Castañeda o Hermógenes Daza. Los mismos que se encuentran
entre Dabeiba, Mutatá, Pavarandó, Belén de Bajirá”. Durante los días de la siega, las
Águilas Negras estuvieron atentas, se movilizaron entre fincas de Nuevo Oriente y de
Pavarandocito, allí estaban prestas a dar respuesta criminal a los afrocolombianos y
mestizos.
Coincidencialmente, sus actuaciones han sido anunciadas por los desmovilizados o los
trabajadores de las empresas palmeras. Así sucedió cuando se acercaron a presionar a los
legítimos dueños del territorio colectivo, al mando de quien se conoce como El Chupa.
Mientras tomaban registros fotográficos y de video de todos los allí presentes, El Chupa
manifestó en tono amenazante: “ese corte de la palma, se le va a cobrar por otro lado y les
va a salir muy caro, así como cortan por pedazos les va a pasar...”.
A lo largo de varios días, en unas agitadas jornadas, los empresarios de la palma
transitaron por las vías de Cetino y Caño Claro hasta Mutatá por lo menos con 10
camiones con el fruto de la palma aceitera. En algunos de esos camiones se transportaron
también hombres vestidos de civil con radios, algunos con armas cortas, y hombres con
vestidos de camuflado. La ofensiva empresarial mostró su violencia rompiendo los cercos
de propiedad del campesino Enrique Petro para transportar corozo de palma. Todo allí se
vuelve costumbre: el conductor es una mujer que acompaña al paramilitar conocido como
El Gago.
En estos días se acercó al caserío de Cetino un funcionario de la entidad ambiental de
la región, Codechocó, a expresar a la familia Rentería que tenía una denuncia en su contra
por daños ambientales y que iba a verificar la situación, y amenazó a los afrocolombianos
indicando que por lo mismo podrían ser capturados. Argumento absolutamente risible y
paradójico: la entidad ambiental Codechocó nunca intervino en el Curvaradó ni en el
Jiguamiandó cuando la mayoría de las 50 mil hectáreas del territorio colectivo era selva
virgen, recurso forestal primario, con más de 25 ciénagas que fueron arrasadas,
desertizadas con la siembra de la palma.
Por eso los afrocolombianos, con los mestizos, con los indígenas que sumaron más de
200 personas, juntaron sus fuerzas, sus pensamientos y sus corazones. Sus palabras eran
ciertas y precisas: estaban sembrando, estaban protegiendo la vida humana, estaban
sembrando para comer, reconstruyendo la vida toda. No era la violencia terrorista, era la
dignidad expresada en el trabajo sagrado, en la palabra, en el derecho a la existencia, a la
alimentación y a la preservación del planeta. A su lado, sin armas, sin amenazas, sin
intimidaciones y con la fraternidad solidaria los acompañaron personas de Estados
Unidos, Italia, España, Inglaterra, Alemania, Uruguay, Argentina, México, Paraguay,
Santo Domingo e Indonesia, invitados a sembrar. Se hizo la siega que fue un NO a la
destrucción ambiental, a la destrucción humana, a la imposición de un modelo de
desarrollo excluyente, consumista, individualista y destructivo de la vida natural y de la
vida humana.
Sin una mínima ética profesional, que debería cobijar a la prensa liberal, el diario El
Heraldo de Urabá calificó la acción como terrorista: “Esta acción terrorista está dejando sin
trabajo unos 800 trabajadores y perdidas que sobrepasan los $ 400 millones de pesos, sin
tener en cuenta la falta de operaciones de planta extractora de aceite y 20 hectáreas que
dejan de producir porque han sido tumbadas con machete y motosierra”.
Y agregó, sin confrontar las fuentes, citando un documento empresarial: “se ha
bloqueado bajo amenaza de quemar los tractores y camiones trasportadores, la salida de
fruta hacia la planta extractora situada en Mutatá. Todo ello en un ambiente cargado de
agresiones verbales y físicas contra los empleados y contratistas de la Empresa y sin que
las autoridades competentes hayan hecho lo pertinente para evitar los hechos punibles que
oportunamente han denunciado”.
Falsedad de falsedades... Ya que ni los medios ni los fines de los afrocolombianos y
mestizos son los mismos que los usados por los empresarios. Ellos no usan de la amenaza,
no usan de la fuerza irracional. En cambio, todo era justificable, razonable, humano y en
Derecho. Pero, por supuesto, la mentira criminal acusó a los legítimos dueños de
“terroristas”, a los acompañantes internacionales de “orquestadores de actos terroristas”.
Es siempre el mismo libreto. El único argumento de defensa es la mentira que queda al
descubierto, sin mayores raciocinios, por las acciones turbias que se encuentran tras la
palma. En el Curvaradó, los beneficiarios de la estrategia paramilitar, consentida por el
Estado a través de la Brigada 17, son sectores políticos, empresariales y clanes familiares
del paramilitarismo y del tráfico de drogas. Ante tal verdad se desató la propaganda
contra la decisión de los habitantes originarios de segar la palma e iniciar la resiembra. A
ellos se les sindicó de invasores.
La directora de El Heraldo de Urabá en un juego de palabras expresó que: “quiso hablar
con el grupo “invasor” entre quienes se encontraban Ovidio Rentería reclamante del
predio, además de funcionarios de la ONG y no fue posible” y “mientras 40 trabajadores
estaban cesantes sentados en un campamento con las miradas angustiosas, ya que bajo
amenazas los hicieron retirar del predio”. Curiosa acusación que encubre a los
responsables del terror y que miente sobre la realidad. La directora olvidó, eso sí, precisar
que no portaba un carné que la acreditara como periodista, que se acercó al lugar en las
motocicletas de las empresas en que se movilizan frecuentemente los paramilitares, de los
que aún no se sabe si son o no desmovilizados, y que no se tomó la molestia de investigar,
por ejemplo, los documentos de acreditación de la propiedad que constatan que los
legítimos propietarios del predio son los integrantes de la familia Rentería, cuestión que
no tiene duda jurídica. La prensa olvidó decir que la fuerza ética de la decisión de la siega
de la palma es el cimiento de una decisión que objeta en conciencia un Estado de hecho allí
instaurado. Olvidaron registrar las noches de llantos y de cantos en que el alma de los
afros recordó la esclavitud y la lucha por la libertad, o la de los campesinos sin tierra como
errantes acogidos en las selvas del Chocó.
Lo cierto es que cada mañana estaba precedida del ritual de la esperanza, de la
invocación a la Vida, de convocatoria a la memoria, de las espiritualidades que protegen al
planeta, que anuncian la posibilidad de la sobrevivencia de la humanidad sobre la base de
la justicia, de la multiplicidad, expresada en la biodiversidad y en el derecho a la
alimentación, a la libertad, a la restitución de la propiedad.
La siega era la indignación ante lo evidentemente injusto. Así lo expresó un poblador:
“¿Cómo es posible que nosotros seamos tildados de invasores, cuando han sido ellos los
que han ocupado con la violencia, el engaño, la muerte, la falsificación, los territorios?”.
Todo es parte de una misma infamia. Cerrando el círculo de la criminalidad, con el
poder de control empresarial sobre el Estado local, la falsificación de documentos, la
“resurrección” de los muertos, la creación de falsas asociaciones, la mutación de
estructuras paramilitares, la ampliación de la siembra de palma, la extracción del fruto de
la palma con la total complicidad de todas las instituciones, la negación del acceso pronto
y eficaz a la justicia. No fueron de extrañar las falsas acusaciones, algunas que se han
convertido en demandas penales y civiles, y que ahora se hacen, sin fundamento alguno,
sobre los integrantes de la Comisión Ética, integrada por organizaciones internacionales
como Vía Campesina, Ecologistas en Acción de España, Movimiento Mundial por los
Bosques, Movimiento por el Cierre de la Escuela de las Américas de Usa, Coalición de los
Pobres de USA, Solidaridad Italiana, Instituto de Investigaciones Sociales de Paraguay,
Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones Campesinas (CLOC), Centro de
Investigación Popular de México y Amazon Watch, que estuvieron presentes en la región.
Estas organizaciones ambientalistas, de derechos humanos y de solidaridad fueron
señaladas por la prensa local como las responsables de la “invasión”, así lo expresó El
Heraldo de Urabá: “En la zona corre el insistente rumor que los extranjeros que lideran las
invasiones están convocando la presencia de más cómplices para continuar durante el fin
de semana la depredación total del cultivo que constituye una alternativa de ingresos para
sus habitantes”.
La prensa omitió decir que los trabajadores, forzados por paramilitares, se vieron
obligados a escribir los siguientes letreros amenazantes “Fuera Gringos de Urabá”,
“Muerte a gringos”. Que las víctima son sujetos de Derecho, de afirmación y de dignidad,
que no deben ser manipulados para conocer con certeza qué es lo bello y qué es lo bueno,
qué es lo justo y qué lo injusto.
Al final, luego de uno, de dos, de tres y hasta de doce días fueron 40 hectáreas, o más, lo
que sembraron. No son necesarias esas cifras porque estas sumas no son parte de la lógica
de las víctimas. Otro modo de ser en su conjunto es la epopéyica de la dignificación. No se
apuesta por la rentabilidad; en cambio, la sustentabilidad es la ética. No son las ganancias
su propósito, es la restitución en Derecho. La razón no está en lo aparente: las relaciones
matemáticas hacen parte de la lógica de los victimarios que han sembrado la palma en
tierras que no son suyas, que se han apropiado de todo o han destruido todo para lavar
sus dineros del tráfico de drogas, para ocultar sus inversiones manchadas de sangre, de
destrucción de la vida natural, de la muerte con balas, de la muerte con hambre.
Pero ha llegado el tiempo de la cosecha, el tiempo de un sueño donde el territorio sea
posibilidad para la vida propia, para la vida del planeta. Todas las cosas tienen su tiempo.
Ahora es el tiempo de la espera y de la siembra. De la espera a la respuesta del Estado
colombiano, de la espera de la restitución. Mientras tanto en Cetino, en la zona de la
biodiversidad, mientras tanto en Caño Claro, en la zona humanitaria, mientras tanto en el
caserío de Caracolí y en el Curvaradó, los afrocolombianos y los mestizos siembran. E
indígenas y afrocolombianos del Jiguamiandó regresan a sus tierras a conservar, a
proteger el territorio en el que duerme el cerro “Cara de perro”, ambicionado desde ya por
empresas multinacionales para extraer recursos mineros. Porque el planeta es uno solo,
porque el territorio es bien de la humanidad, porque lo injusto es injusto aquí y allá,
porque este tiempo de dignificación es tiempo de memoria, es tiempo de justicia.
Mandatos
LA GEOPOLÍTICA DE LOS
AGROCOMBUSTIBLES