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Domingo 17 de marzo de 2013

La iglesia de Francisco / Espíritu de acercamiento


Un pastor del diálogo: apertura al encuentro entre religiones
Por José Ignacio López

Con el nombre escogido al tomar el timón de la Iglesia Católica, el papa Francisco se comprometió con un
programa de sencillez, austeridad y reparación que insinuó con gestos y decisiones desde su primera salida al
balcón de San Pedro. El santo de Asís cuyo nombre resonó en la bellísima Capilla Sixtina en los labios del
hasta entonces arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio la tarde del último miércoles, es el
Poverello, el hombre sencillo que siguiendo a Jesús se entregó a los pobres, a contemplar y asombrarse con la
Creación, con su mayor obra, el hombre.
Asís, el lugar de Francisco, es también un punto de referencia del diálogo interreligioso desde que en 1986
Juan Pablo II convocó a una histórica jornada de oración y ayuno con el llamamiento a una tregua de todas las
guerras.
"Lo que hemos hecho en Asís orando y dando testimonio de nuestro compromiso por la paz, hemos de
continuar haciéndolo cada día de nuestra vida, pues lo que hoy hemos realizado es vital para el mundo. Si el
mundo ha de seguir adelante, si los hombres y mujeres han de sobrevivir en él, este no puede valerse sin la
oración", dijo aquella tarde el papa Wojtyla.
Era la lección de Asís, la lección de San Francisco, de un ideal de mansedumbre, de humildad, de un profundo
sentido de Dios y del compromiso de servir a todos los hermanos, recordó el pontífice.
Tras la lluvia y la fumata blanca, el nuevo papa, el papa venido del Sur, el argentino Jorge Mario Bergoglio, el
primer latinoamericano y el primer miembro de la Compañía de Jesús fundada por Ignacio de Loyola, al
invocar al santo de Asís y con unas pocas palabras insinuaba desde el balcón de la basílica mayor la senda
interreligiosa y ecuménica del pontificado que comenzará el próximo martes.
Porque al sugerente nombre de Francisco añadió los sencillos gestos y las pocas palabras de esa noche sin
precedente: por una vez la sede de Pedro había quedado vacante no por la muerte de un pontífice sino por el
fin de un modo de pontificado.
Una y otra vez, el papa Francisco se presentó como lo que es, el obispo de Roma y como tal el primero entre
pares. Hablaba del gobierno colegial de la Iglesia. El obispo de Roma que "preside la Iglesia en la caridad"
como dijo el nuevo papa valiéndose de la expresión de San Ignacio de Antioquía. Y vale acentuar esa
expresión que, como otras, fue cuidadosamente elegida por el papa Francisco, por su inocultable valor
ecuménico. Por su resonancia en las otras iglesias cristianas.
Aquella expresión es no sólo indicio de una concepción colegial del gobierno de la Iglesia. Sugiere y parece
reforzar aquel pedido de ayuda formulado por Juan Pablo II a las otras confesiones cristianas para buscar
nuevas formas de ejercicio del ministerio petrino, del servicio de los papas.
No fue el único gesto liminar que brotó esa noche del miércoles del balcón de San Pedro. Hubo algunas
miradas atónitas cuando el papa Francisco pidió a la muchedumbre que en silencio pidiera a Dios la bendición
para él, como preludio a la tradicional bendición del pontífice. Se hizo el silencio y el nuevo papa se inclinó
ante el pueblo.
Como la sencillez de sus primeros gestos, el rechazo a formas ostentosas del protocolo, y otros cambios de
forma y de fondo que insinúa el nuevo papa, no son poses de circunstancias, tampoco lo son estos primeros
indicios ofrecidos por el papa Francisco sobre el futuro del diálogo interreligioso y del ecumenismo, ese
esfuerzo renovado por el Vaticano II buscando poner fin al escándalo de la división de los seguidores de
Jesús.
La figura del cardenal Bergoglio está comprometida con innumerables iniciativas ecuménicas, de diálogo
interreligioso. Abundan los ejemplos de diálogo con los "hermanos mayores", el pueblo de Israel. Ahí está el
diálogo semanal que desde hace tiempo mantenía por el canal 21, del arzobispado de Buenos Aires, con el
rector del Seminario Rabínico Latinoamericano, Abraham Skorka, recogido en un volumen.
UN LARGO CAMINO
"La Iglesia exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y la colaboración con los
seguidores de otras religiones, dando testimonio de fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan
aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socioculturales que se encuentran en ellos", decía
Nostra Aetate, el documento del Concilio Vaticano II, un hito en el largo camino de diálogo entre católicos y
judíos.
Ahí están sus nada publicitados y frecuentes encuentros de oración con pastores de iglesias cristianas y su
reconocido compromiso y estímulo a las iniciativas ecuménicas e interreligiosas que promueve la Comunidad
de Sant'Egidio.
Hace años el cardenal Bergoglio celebraba el hecho de que la Comunidad de Sant'Egidio recordara aquel
histórico acontecimiento de Asís, poniendo a disposición las reflexiones de protagonistas directos e indirectos
de aquel encuentro, al prologar un volumen compilado por Marco Gallo.
"El imperativo de Asís es, aun hoy, después de veinte años, profundamente actual, con el desafío de la
convivencia entre culturas y religiones diversas, que requiere de hombres de fe profunda que sepan escrutar e
interpretar los signos de los tiempos. La profecía de Asís es un legado de Juan Pablo II para las generaciones
actuales y futuras. En tiempo de crisis, la fragmentación de las sociedades contemporáneas, donde parece
prevalecer la cultura del conflicto, surge imperioso el desafío de una convivencia renovada, fraternal",
escribía Bergoglio en abril de 2007.
Un gesto de la misma naturaleza que el pedido de bendición en el balcón de San Pedro lo había producido el
arzobispo de Buenos Aires en el estadio Luna Park, en uno de los encuentros anuales del grupo Comunión
Renovada de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo (Creces), cuando en un estadio colmado se
arrodilló para pedir la bendición de un grupo de pastores evangélicos.
Habitual concurrente a esos encuentros, el predicador de la Casa Pontificia, el franciscano Raniero
Cantalamessa agradeció "infinitamente al cardenal Bergoglio por el ejemplo que da con su apoyo y
participación en esa iniciativa de los cristianos carismáticos".
PRESENCIA Y COMPROMISO
"Es de los pocos que se comprometen estando presente, no simplemente dando una bendición o participando
de una actividad. El cardenal participa; está ahí. El Señor quiere que los pastores, como era Pablo, no dirijan
los carismas desde el exterior, sino desde el interior, participando de esta iglesia institucional y carismática al
mismo tiempo", dijo Cantalamessa en octubre último en Buenos Aires.
En esos días, pronunció aquí , en la Pontificia Universidad Católica, una recordada y significativa conferencia
por los 50 años del Concilio Vaticano II, cuyo texto se negó a divulgar porque iba a utilizarlo en el retiro
espiritual que antes de la Navidad iba a predicar al papa Benedicto XVI.
No será a diario, pero quien posiblemente continúe siendo el predicador de la Casa Pontificia, conversará
asiduamente con el papa Francisco.
Decía Cantalamessa en aquellas declaraciones : "San Pablo disciplinaba los carismas, pero decía «yo hablo en
lenguas más que todos vosotros». Me parece que un paso adelante sería que los pastores se den cuenta de que
la Renovación Carismática es una cosa y el ser Pentecostal es otra cosa y que ambas no necesariamente
coinciden. Este estilo de vivir el ecumenismo no significa apegarse a un movimiento. La Renovación
Carismática puede tomar el aspecto de un movimiento en diferentes iglesias y lugares. En el conjunto, es una
corriente de gracia destinada a toda la Iglesia, no tiene un fundador ni una espiritualidad: es el cristianismo
vivido".
El sendero ecuménico y de diálogo interreligioso de otro pontificado ha de continuarse en el pontificado que
se abre el próximo martes.
Es un papa venido del Sur, de la Argentina, al que le tocará orientar a esta nueva etapa.
Benedicto XVI le confesó a su biógrafo Peter Seewald que se sentía "ambas cosas" lo último de lo viejo y lo
primero de lo nuevo. Una gran bisagra ha comenzado a construirse en la Iglesia milenaria. Al papa Francisco
le tocará el primer turno.
El ha invocado aquel espíritu de Asís instalado por Juan Pablo II en 1986. Asís no ha sido una sesion de
diálogo multilateral o un negociado. Más bien fue una manifestación común de confianza en las energías
espirituales de la humanidad y en la fuerza de la oración: una oración sin mezclas sincretistas, respetuosa de
las diferencias y confiada en su fuerza desarmada, como claramente ha dejado escrito el italiano Andrea
Riccardi. .

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