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Acerca de los límites de

la novela
Criterios para una definición
Revisando los límites
“El siglo XIX es considerado con justicia el siglo de la novela
porque acuñó un modelo de novela tan potente que sigue
siendo el modelo dominante hoy; no creo que exista ninguna
diferencia entre la idea de novela de un lector común y
corriente de finales del siglo XIX y a principios del siglo XXI: […]
una ficción en prosa de una cierta extensión […] en la que se
narra la historia de unos personajes a través de los cuales se
propone […] el estudio de una pasión, o de un conflicto de
pasiones, o de una ausencia de pasión, en un determinado
medio.”
(Cercas, 21)
“Ahora bien, ¿es ese modelo el único modelo
posible? ¡Es esa definición la única posible
definición de novela? ¿Qué es exactamente una
novela?”
(Cercas, 21)
Novela y Modernidad
“En efecto, para mí el creador de la Edad Moderna
no es solamente Descartes, sino también Cervantes.
[…] Al respecto, deseo decir: si es cierto que la
filosofía y las ciencias han olvidado el ser del
hombre, aún más evidente resulta que con
Cervantes se ha creado un gran arte europeo que
no es otra cosa que la exploración es este ser
olvidado.”
(Kundera, pp.14-15)
Del origen
“Para Cervantes la novela es un género de
géneros; también, o antes, es un género
degenerado. Es un genero degenerado porque es
un género bastardo, un género sine nobilitate, un
género snob; […] Y por eso también Cervantes se
preocupa en el Quijote de dotar de abolengo a su
libro y lo define como ‘épica en prosa’, tratando de
injertarlo así en la tradición de un género clásico, y
de asimilarlo a ella.”
(Cercas, 25)
“Una tras otra, la novela ha descubierto por sus propios
medios, por su propia lógica, los diferentes aspectos de la
existencia: con los contemporáneos de Cervantes se pregunta
qué es la aventura; con Samuel Richardson comienza a
examinar ‘lo que sucede en el interior’, a desvelar la vida
secreta de los sentimientos; con Balzac descubre el arraigo del
hombre en la Historia; con Flaubert explora la terra hasta
entonces incognita de lo cotidiano; con Tolstoi se acerca a la
intervención de lo irracional en las decisiones y el
comportamiento humanos. La novela sondea el tiempo: el
inalcanzable momento pasado con Marcel Proust; el
inalcanzable momento presente con James Joyce. […] Et
caetera, et caetera.”
(Kundera, pág. 15)
De la función
“La novela que no descubre una parte hasta entonces
desconocida de la existencia es inmoral. El conocimiento es la
única moral de la novela.
Y añado además lo siguiente: la novela es obra de Europa;
sus hallazgos, aunque efectuados en distintos idiomas,
pertenecen a toda Europa en su conjunto. La sucesión de los
descubrimientos (y no la suma de lo que ha sido escrito) crea
la historia de la novela europea. Sólo en este contexto
supranacional el valor de una obra (es decir, al alcance de sus
hallazgos) puede ser plenamente visto y comprendido.”
(Kundera, pág. 16)
“Hay que comprender lo que es la novela. Un
historiador relata acontecimientos que han tenido lugar.
[…] La novela no examina la realidad, sino la existencia. Y
la existencia no es lo que ya ha ocurrido, la existencia es
el campo de las posibilidades humanas, todo lo que el
hombre puede llegar a ser, todo aquello de lo que es
capaz. Los novelistas perfilan el mapa de la existencia
descubriendo tal o cual posibilidad humana. Pero una vez
más: existir quiere decir: ‘ser-en-el-mundo’. Hay que
entender como posibilidades tanto al personaje como su
mundo.”
(Kundera, pág. 59)
De los “bordes”
“Más aún: quizá cabría contar la historia de la
novela como la historia del modo en que la
novela intenta apropiarse de otros géneros,
igual que si nunca estuviese satisfecha de sí
misma, de su condición plebeya y de sus propios
límites, y aspirara siempre, gracias a su esencial
versatilidad, a ser otra, pugnando por ampliar
constantemente las fronteras del género.”
(Cercas, 26)
De los criterios
novela
voces
información

escritura
forma

discurso
La novela como audición
“La primera es la idea de la novela como audición. Quien
sabe escuchar (quien sabe leer) debe percibir la voz del autor,
la del narrador, la de cada personaje, la del destinatario. Y en
algún caso, hasta la del dedicatario, la del epígrafe. […]
Se ha hablado hasta el cansancio del mundo de la novela, de
la perspectiva de la novela, de la novela como espejo. Es decir,
de una entidad constituida a partir de su consagración visual.
Se ha olvidado que, para nosotros, tanto o más que un
mundo, la novela es un complejo y sutil juego de voces. La
novela, más que espejo, es registro.
(Tacca, pág. 15)
La novela como juego de información
“Otra idea es la de la novela como juego de información,
[…] La novela es la imagen depurada de una cierta
dimensión del mundo: la que está dada por lo que el
hombre sabe por sí y por los otros, y especialmente de lo
que sabe que no sabe, de sí y de los otros. Es, en
resumen, una suerte de recomposición del mundo
operada por el lector, a partir de una limitada cantidad de
información hábilmente repartida entre autor, narrador y
personajes.”
(Tacca, pág. 16)
La novela como escritura
“En muchos casos, el narrador ha asumido plenamente la palabra
(relatos en primera persona), acatando todas la consecuencias que
dicha asunción entraña. Pero no siempre ha asumido el acto de
escritura. […]
La narrativa, empero, no ha prestado demasiada importancia a esta
cuestión. De hecho, la mayoría de las narraciones callan las
circunstancias materiales del relato. Otras, por el contrario, ponen de
relieve el acto de escritura. En el primer caso, la escritura aparece
como una rara solidificación de la palabra, como su condensación en
un extraño firmamento: el de la literatura. La obra encierra la misma
gratuidad del universo. La segunda solución es más coherente. El
narrador no sólo asume la palabra, sino que consigna las circunstancias
del relato .”
(Tacca, pp. 113-114)
El artificio “numénico”
“Pero en la mayoría de los relatos, como hemos dicho, el
acto de escritura no se plantea. […] La obra resulta así algo no
muy distinto de la presencia del universo: inútil preguntar
sobre su origen, su nacimiento. Como el mundo,
sencillamente, la escritura es. […]
Desde esta perspectiva toda narración, tanto más la
impersonal y omnisciente, irradia ese atractivo y
desconcertante misterio. Cuando la escritura es numénica, el
relato se nos aparece como la huella luminosa de un astro
apagado: huella que nadie ha dibujado, que el astro mismo
más que trazado ha dejado, ajeno a su estela y a los ojos que
la registran.”
(Tacca, pp.128-129)
“Decir” la escritura
“Escritura numénica y fenoménica comportan, pues, dos
concepciones distintas de lo que es la narración literaria.
Los conceptos de numen (noumenon) y de fenómeno
(phai-noumenon) encierran la distinción a que aludimos.
La verosimilitud narrativa se ha internado curiosamente
por dos vías diferentes: por un lado, hacia lo narrativo en
sí, hacia la acentuación del carácter verbalista y
referencial del enunciado; por otro, hacia la narración
visible y aparente, hacia la acentuación de la implicación
trascendente de la enunciación.”
(Tacca, pp. 129-130)
La novela como forma
“ […] un escritor en general –y un novelista en
particular- es ante todo alguien concernido por la
forma, alguien que siente que en literatura la forma
es el fondo y que piensa por ello que sólo a través
de la forma –a través de la reescritura y
reelaboración virtualmente inacabables de las
frases y la estructura de un libro- es posible acceder
a una verdad que de otro modo resultaría
inaccesible.”
(Cercas, 37-38)
“La novela del XIX no es el modelo perfecto e
insuperable de la novela, porque la forma perfecta de la
novela no existe; mejor dicho: la única forma perfecta de
la novela es, si acaso, la forma imperfecta pero
infinitamente perfectible que concibió Cervantes. La
novela necesita cambiar, adoptar un aspecto que nunca
adoptó, estar donde nunca ha estado, conquistar un
territorio virgen, para decir lo que nadie ha dicho y nadie
salvo ella puede decir.”
(Cercas, 47)
Bibliografía
Cercas, Javier (2016) El punto ciego. Las
conferencias Wiedenfeld 2015. Buenos Aires,
Random House.
Kundera, Milan (2006) El arte de la novela.
Barcelona, Tusquets.
Tacca, Oscar (1973) Las voces de la novela.
Madrid, Gredos.

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