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Alianza Universidad

Juan J. Linz
y r\rturo Valenzuela (co1nps.)

Las crisis del


presidencialismo
1. Perspectivas co1nparativas

Versión española de
Rocío de Tcrán Troyano

-?&ftocb;c14 7azsl·oszJc1~/-·
0 f:J12,/Ífl1Elll¡:4Rl:4 _-·

Alianza
Editorial
Título ongmal: The Failure o/ PreJ1de11twl De111ocracy.
Co111paralwe Penpectwes. \!0!11me 1

A la memoria de
Charles Cuy Ci!lcspie
y de Carlo.1 Nmo

Heservados rodos los derechos. El conrenido de esra obra esrá protegído por la Ley,
que esrablece penas de prisión y/o multas, además de las correspondienres indemni-
zanones por daños y per¡uícios, par:r c¡urenes reprodu¡eren, plagiaren, distribuyeren o
comumcar<.:n pi'rblicarnente, en rodo o en parte, una ubra literaria, anísttca o ctenrífica,
o su transformac1ón, mrerpretanón o e¡ecuc1ón arrísl!ca fijada en cualqu1.:r l!po Je
soporte o comu111c:1da a través Je cualquier medio, sm la preceptiva auronzac1ón.

© 199-1 The Johns Hopkms Urnversny Press


© Ed rnsl.: Alianza Editorial, S. i\., J\>ladnd, 1997
Calle juan fgnacto Luca de T<:11a, 15; 28027 1'vladml; Tc:L 393 88 88
lSBN: 84-206-6599-1 (0.C.J
ISBN: 8-1-206-288-1-0 nonio])
Depósno legal: f\I. 33.J.l5/1997
Compuesto en Fernández Ciudad, S. L
Cat.ilina Suárez, 19; 28007 i\fodnd
impreso m Gráficas Anzos, S. /\. Fuenl.1brnda (J'vladnd)
'rnued m Spain '
1. DEMOCRACIA PRESIDENCIAL
O PARLAMENTARIA:
¿QUÉ DIFERENCIA IMPLICA? '"

}U1\N J. LINZ

En las últimas décadas se han hecho nuevos esfuerzos para cst u-


diar y entender la variedad de democracias políticas, pero la mayoría
de estos an,1lisis se han centrado en las p<1utas ele conflicto político y
1rnís concretamente en los sistemas de partidos y la formación de

"' Al hacer Lis últimas re\'isioncs ele este capít11lo para la publicación me c11rnen1 rn
en una situación difícil e incluso embarazos;l. 1\li ensayo ha cstndo circulando en dis·
tintas versiones desde 1984, traducido en t\rgcnt111a. Chile, Brasil e Italia.,. h:i sid<'
mnpliamenle discutido. especrnlmente en Polonia. Publiqué un;1 versión ahrcrnHb t'n
el /n11r11td oí Dcmocracr. tr;1duc1da ;11 húngaro. ;i) mongol val ruso. La circulac1ón de
1111 text<' ha suscitado una sene de come~tanos crític~s. u.n deb;ite con mis crític0s ,..
frecuentes intercambms amistosos con n>lcgas. Los académicos que estaban de ac11er-
dn con mis argumentos los han desarrollado y han aportado datos empírícns 1clcv¡¡11-
t<'.S ;il tem¡¡_ En discusiones sobre reforma constiwcional (en algunas de )¡¡s rnales ht'
pnrticipadol. se han tenido en cuenta los temas que m1 ensayo plante<L
La cuestión es: ¿cuánta atención tengo que prestar aquí n todas estas discusiones)
Me melino a no entrar en un ;m;ílisis cuidadoso de todos los argumentos y la e\·idenc1a
presentada. Creo que no sería totalmente Justo parn mis crítJ;os no pul;lic1r el tc-xtP
ongínal al que ellos han respondido, pero en algunos puntos me refiero a s11s critica<
parn aclarar m1 propio argumento y en las notas de píe de página cito algunas de Lis
contribuciones al debate. inciuyo también alguna sección adicional que no ern parte
del traba¡o ongmal.
Quiero ciar ias gracias al \X1issenschaítskollcp zu Berlin. cuya beca ( 1990-91) me
permitió trnba¡ar en este ensayo: a Rocío Je Ter:ín por su continua colaboración.,. ;i
Ten·v 1\liller por copiar innurnerahlcs 1·eces el manuscrito.

25
26 JuanJ.Lmz Democracw pres1dencl:li o parhimentana: ¿Qué diferencia implica? 27

coaliciones, a diferencia de la atenc1on que muchos de los clásicos que Sartori ha llamado «ingeniería polírica», en un esfuerzo para
prest;iron en el pasado a los aspectos institucionales 1. Con la excep- sentar las bases ele la consolidación y estabilidad democráticas.
ción de la abundante literntura sobre el impacto que los sistem~1s Indudablemente, las innovaciones constitucionales ele la posgue-
electorales tienen en la configuración de los sistemas de partidos, rra, el voto de censura constructivo alemán y la consritución de la
qu= iniciaron los primeros escriws de ferdinand Hermens y el tra- Quinta República Francesa, cuyo régimen semipresidencial refuerZ<l
bajo clásico de Maurice Duverger, seguidos por los escriws de Dou- el ejecutivo para contrnrrestar la debilidad del parlamentansrno asam-
gbs Rie, Ciovanni Sarron, ReH1 Taagepern, Ivlathew Shugart y D;erer bleísta, han atraído imitadores y b atención <le! mundo académico.
Nublen, entre otros 2 , los politólogos han presrndo pou1 arencion al Pero nos falra un estudio más sístemárico y de conducta políríca ele
papel de las instituciones polítirns, excepto en el estudio de países las implicaciones que rienen distintas instituciones para el proceso
cuncretos. Los debates sobre monarquía y repúblici, regímenes par- político en el que bas<1r algunos de los deb,ires del rnomenro sobre
brnent;lf!OS y presidenciales, c:st<1Jo unitario o federalismo han ido reforma mstitucional y constitucional. Con las notables excepciones
cayendo en olvido y no h<m enrrado en los debates actuales sobre el clei libro de Kalrefleiter, en el que se analizan los casos ele un ejecuti-
funcionamiento de Lts ínsrnuciones y prácticas clemocrátiC<1S, inclui- vo bipolar como lü República de Weimar y la Quinta l<.epl'1blica
do su efecto en los sistemas de partidos. Cuando tantos países inician Frnncesa; el trnb<IJO de Stefano Bartolini 3 sobre casos de elección
el proceso de elaborar o revisar constímciones, algunos de estos directa del jefe ele Estado en Europa; los escritos ele Maurice Duver-
remas no podían menos de cobrar importancia y hacerse pane de lo ger y el nuevo libro de Matthew Shugart y John M. Carey~. las dite-
renc1as enrre regímenes parlamentarios, presidenciales y sernipresi-
1 i\li enfoque sería mal 111rerpretado si se le leyera como escnro desde una pers-
dencíales no han atraído mucho la atención de los politólogos. Estas
pectiva esmcramente insmucion:tl e mcluso más, una perspectiva leg:1l-commuciona-
dilerenciüs reciben una atención limirada en los dos trabajos m;1s
lisi:1. Tengo estos aspecws en cuenta, aunque quizá menos que otros iraba¡os recientes recientes en los que se comparan democracias conremporáneas, el ele
corno el de i\larrhew Soberg Shugun y John i\t Carey, Presulenls ami !lssemblics: Bingham Powell y el de Arend Lijpharr 5 (quien sm embargo ha
Com1111111011al DeS1g11 ani! FLctora! Dv111m11cs (Cambndge: Cambndge UP, 1992),
c¡lle ofrece un ;uülisis más sistem:.íuco de los poderes de los presídenres. Mi enfoque se
cent::a en la lógic:1 políuca de los s1sremas presidencwles y en algunas de sus posibles 1
l \\ erner Kalreílencr, Dfr F1111ktione11 des Staatsoberh1111p1i:s 111 der parlamcnl1ms-
consecuencias en la selección y el estilo del liderazgo, las expectativas populares y la d;c11 De1110.l.:n111e fColonia: \V'estdeuscher Verlag, 1970); y-Srcfano Bartolini, "Sistema
:1mcul.ic1ón de los conllicws. En los capirulos de esre volumen se encu.:mrn p:1rte de b -;
panírico cd elezione dircita del capo dello staw in Europa», l~1v1slt11tali111111 di scie11za
l'.\'i<lenua empínca, y esperamos que nuestro análisis genere más y m:.ís s1srem:.íurn polit1ca 2 ( I 98-JJ: 209-22.
prneba Je estos aspectos qlle no pueden encomrnrse o no se denvan directamente de ' Shugarr )'Carey, Prcs1den1s ami ;lssemblics, \V'aldino Ckio Su,írez, "El poder eJe-
Lis normas 111smucíonales. CUtl\'O en 1\ménca Luma. Su capacidad operativa bajo regímenes prcsidencialisias de
2 F A. l lermens, Dt:mocra<J' or r\11,mhy: A S111dy o/ Propor1zo11,i/ Rl'prt:se11t11tw11
g(>biernu», Rev/S/11 de estudios polít1cos (nueva época) 29 (sept.-ocr. 1982); 109-4-l.
lNorre Dame, lnd.: Nom: Dame UP, 19-J 1); 1\i!aunce Duverger, Po/Í/1cal Par!1es: 1ht:1r Eichard 1\luulin, Le pl'l:s1.lc11tw!is111e el la dassi/ica11ó11 des ré,~1111i:s polít1q11t'S (París:
Org11mz.1t1011 anil !lctw1ty ( 195 l; Nueva York: \V'iley, 195-l ); Srem Rokknn, «Elec- Librame C<':nérale de Dron et deJunsprudence, 1978), es una obrn tn lü irndición cl:í-
uuns: Llecroral Syscems», !11il'm.i1w1ut! E11l)'clopedí11 of tbl' Sooaf Sc1e11ces (Nueva sirn del derecho público, nea en referencias a textos constitucionales y a los comen-
York: Crowdl-Collier-i\lacmillan, 1968); Dierer Nohlen, \\lahlsysteme der \\le/1 tanus acadén11cos con un cúmulo de mformación sobre la \'anedad de sistem.1s presi-
(,\lurnch: Piper, 1978); Dougbs Rie, The Polit1ca! Comequences o/ EleC1or11! Laws denciales. las relaciones emre e¡ecurivo y legislatura, el p•ipd de los gobit:rnos, el
(New l laven: Yale UP, 1%7); R. S. K,uz, A Theory of Par11es 1111d Elector,¡/ Systems ¡uicio polínco, los sistemas de partidos y el presidencialismo, etc., en Estados Urndos
03alurnore: Johns Hopk111, UP, 1980); Rem Ta:igepera y i\fonhew Soberg Shugart, y en orros regímenes presidenciales, especialmente la histon:l constHuc10nal de Chile.
Se,i/s ,md \'olc's: The F:;/f.:crs ami Detcr111m1111ts o/ Elec/or,d Sys1e111s lNew Haven: Yale Incluye también una extensa bibliografía. Solamente el iratamíento s11n11ltúneo y sm
UP. 1989); Il.Grofnrnn v A Lijphan, eJs., Electoral L111us ami Their Po!i11rnl Co11Je- disunciom:s claras que se da a las constituciones de democracias y regímenes no
</lll;11cu (Nueva York: Agachon, 1986); r\rend Lijpharr y B. Grofman, eds., Choosmg 111/ democrút1cos resulta problemático.
L!ectoral Svs1em: lsrnt:s a11d !l!temat1ves (Nueva York: Prneger, 198-l); y Giovanrn 5
G. Bingham Po\\'ell, J r., Co11te111porary Democracies: Pt1rl1CJp11!1011, S111bility, t11ui
s.1rt0n, «The lnfluence of Electoral Sysrerns: Faulty L1ws or Lwlry 1vlerhod», en l'iole11"'' !C:arnbmlgc: l lar\'artl UI~, 1982), y Arend Lijphan, l.11s d1:111ocrarn1s m111em-
Crofman :md Lijphart, E!ector,i! Llws t1m! T!Jt:'1r Pu!íl!ca! Cu11set¡11t:11u:s, pp. -l.3-68. pu1"i11<'11J dhrn:lona: And. l 987 J.
28 )wm l. Línz Dcmocrncia pres1dencd o parlamentaria: ¿Qué diferencia implirn) 29

escrito un excelente capítulo sobre 1'1s implicaciones de los regímenes ción por [a gran república democrática norteamericana y su gobierno
presidenciales para este volumen). presidencial, ignorando en gran medida lo que \'Voodrow \Xlilson
Este descuido se debe en gran parte al hecho ele que, con la describió como gobierno del congreso. y por otra, probablemente la
excepción destacada de Estados Unidos, ia mayoría de las demo- dura crítica del parlamentarismo francés que se encuentra en la lite-
cracias estables de Europa y la Commonwe1lth han siclo regímenes ratura ¡uríclica latinoamericana.
parlamentarios, y unos cuantos scmipresidcnciales y semiparlamen- En mi propio trabajo sobre la quiebra de los regímenes clemo-
tarios, 'mientras que la mayoría de los países con constituciones pre- cníticos, en el momento de corregir pruebas me llamó la atención, al
sidenciales han sido democracias inestables o regímenes autorita- releer el análisis que O'Donnell hace del «juego imposible» en la
rios, y por tanto no se les ha incluido en los cst u dios comparativos de Argentina posperonista, la extraordinaria dificultad para integrar o
las democracias 6 En el análisis de la crisis v quiebra de la democracia aislar a los peronistas a diferencia de los comunistas en Italia donde,
en esos países muchos de los factores que se han considerado cen- a pesar de las tensiones en la democracia italiana, las consecuencias
trales han sido factores sociales, económicos, culturales y políticos, y nunca fueron comparables. Como resultado escribí un breve cxo1rs11s
prácticamente no se menciona el papel que los factores instituciona- sobre las implicaciones políticas del parlamentarismo y el presiden-
les hayan podido tener en esas crisis. Sólo en el caso de Chile, en el cialismo que más tarde amplié y que constituye el tema básico de este
9
análisis de la quiebra de la democracia, se hace alguna referencia al ensayo Las ideas que intento desarrollar ;equieren más investiga-
conflicto entre el presidente Allende y el Congreso 7 . Puede que sea o ción que utilice la evidencia empírica en distintos países. especial-
no una casualidad cí que tantos países con regímenes presidenciales mente latinoamericanos, aunque también Filipinas, Corea Jci Sur,
havan encontrado serias dificultades para establecer democracias Nigeria y quizá Líbano. Los ensayos en este volumen representan una
estables, pero ciertamente la relación entre los dos tipos principales importante contribución en esa dirección. Profundizar en el proble-
de instituciones democráticas políticas y los procesos políticos pare- ma requeriría investig<ición sobre cómo perciben tanto las elites polí-
ce que merece más atención de la que ha recibido. Sería interesante ticas como el público a los presidentes y las legislaturas en esos regí-
volver a los primeros debates entre constituc1n11alistas e intelectuales, menes.
en especial en Latinoamérica, sobre presidencialismo y parlamenta- Llama la atención el que, en el trabajo clásico sobre política
rismo R. Pero sospechamos que no serían especialmente útiles para democrática, la mayoría de los debates sobre gobierno presidencial se
nuestros intereses actuales porque reflejarínn, por una parte, admira- limiten a Est<idos Unidos y a la comparación entre este país y el Reí-

" El olvícln en que los cientííicos sociales han tenido hasta nHt\' rec1cntcmcntc aí '' Juan J. Linz, La r¡u1ehra de las democraoas (Madrid: Alianza Editorrnl. 1987).
presi<lencíalismo fuera de los Estados Unidos se rcllcJ:t en el hecho de que ci l'rcS/· pp. 127-i3l. :
dC111íal S111dics Quarrcrfv desde 1977 a 1992 (\'nis. 7 a 22! publicó sólo 3 artículos sohrc Sería absurdo :1firmar que ios presidentes necesariamente deben ser elegídos pnr
el tema; el LcgnlatwcS111dícs Q11arlcrlv entre 1976 I' !9'12 no publicó ninguno: el fotcr- un sistema ele simple mayoría. Estoy de acuerdo con Donald L. Horo\\'JtZ. 11 Dc111n·
11a1ro11a! PnliÍ1cal Sc1c11cc ;lbstracts entre 1975 v 19~l) 111clu\'e 14i :1nículos sohre la cmtic So11th A/rica., Cn11st1111tto11al E11gmccr111g 111 a DiUtdr:d Soor:tv Werkcicy: U. Cali-
América Latin:t. 96 sobre países que no fueran ,Estados Unidos o países hninornneri- fornia P, 199 l) en que esta opinión es una «presunción 111adm1siblc sobre¡; fnrma en
canos y 23 sohre remas generales sobre el ejecut11·0 o la presídencia. que los presidentes son incvnablemente cle¡<idos» (p. 20).
; Scott 1\foínwanng, «PresiJentíalism 111 Latín 1\mcnca: 1\ Hev1cw Essay», L11111 Horow1tz me atribuye esta opinión, pero todo lo que yo he hecho ha sido discutir
11111cr1ca11 I<.1·scarcb I<cvicw 25, nlim. l (1990): 157-7'l. es un exccientc resumen de la la maner:i en la cual se han elc¡!ido y más frecuentemente se eligen los presidentes
liternt11r:t v los debates en 1\mérícn Latina. Ver tamhi~n Arturo \lalenzucl:t. Thc Brml:- -bien por una pluralidad en una ,·uelta o en una segunda vuelta- Señala acertatb·
dnw11 o/ Ócmocratic I<cwmcs: Chile maltimorc: Johns ¡ lnpk111s UP. 1978). Otro Hnpor- mente que en Nigeria en 1979 y 1983 y en Sn Lanka en 1978 y 1988 se utilizó un
tantc mtirnlo que resume el tema es: Mario D. Scrrafcrn, aPrcsiclenrntlismn v reforma método de elección dist111to, pero no me parece razonable ba;ar un análisis de la
política en Aménca Latina», I<.evma del Crntm de Esr11,/ios Co11stN11001111Í1•s, 1\foclrícl. política pres1denciai en estos dos casos (y un total de cuatro eiecciones en el momento
enero-abril 1991, pp. 195-233. en que los dos publicamos nuestros traba¡os) más bien que en la expenencía acum11·
• M:1inwaring, «Prcsiclenti:1lism in L:11111 ,\111enc;t» li!da en las repúblicas latmoameric:mas \.algunos otros casos.
30 Juan J. Lim. Democracia prc:s1Je11cial o p;1rl:1111entaria: ¿Qué diferencta implirn! 3l

no Unido. Prácricamcnte no hay referencia a la larga experiencia mcnre, incluso 1rnís, con los sistemas pc1rlamentarios cuando compa-
con regímenes presidenciales en Latinoamérica w Este vacío en la 1~1mos el gouvemement d'assemb!ée de la Tercera y Cuarta República
litermurn resta fuerza al análisis que hago en este ensayo, y que tiene han cesa con la f<:a11zlerdemokratie ele la Bunelesrepublik 12 • En el
que tomarse como un estímulo para continuar pensando e investi- clebare sobre los dos sistemas existe la tentación ele buscar los casos
gando más sisremáuc1rncnte. extremos -y por ranro más discutibles- a favor o en contra ele los
méritos Je cada uno. Como demostraré, en las democracias moder-
nas (incluso dejando a un Indo los híbridos semipresiclenciales o
Presidencialismo: principios y realidades semiparlamenrarios) hay algunas convergencias entre las prácticas
del prestdencialisrno en s1sremas mulripartido conflictivos (corno el
Se ha mantenido que los términos pr('sulenáalismo y parlamenta- c.1~0 de Boli\'Ía) y los sistemas parlamentarios con una personaliza-
f!Smo cubren una amplia gama de fórmulas instirucionales políticas, y c101: del pode~· o del liderazgo similar a la que se da en el presiden-
que la variedad entre csws fórmulas es rnl que es equívoco generalizar cwl1smo cuanuo un parttdo tiene una mayoría absoluta, o como suce-
sobre cualquiera de los dos térmmos. Incluso dos sistemas presiden- d~ en Alen;ania_ coi; _el «parlamentarismo racionalizado» de In Ley
ciales «puros» corno el de Esrnclos Unidos y el Je Argentina, a pesar Basica (la Consrnucion de Bonn).
de la influencia de la constitución norteamericana en la constitución Sin embargo, esro no debería onilrnr las diferencias funclamen-
argentma adoptada en 1853, son muy distintos legalmente - e inclu- rale~ _entre Jos dos s1sremas. ToJ_os lo~_~js.teIJ};1s P.~?.iskn_s;h!.le.? y r.nr-
so m~ís en la práctica- de mi manera que Carlos Nino contrasta el la:11e_n;anos t1e_r:_en un tondo co121f1n qt1~ 12.~_t:rnit_e ~~1 ~lifercncj~1 cíón y
h1perpresiclcncialismo de su país con una división de poderes más t~mb1en algunas comparnciones sistern:ítícas. Por otrn pane, la mayo-
equilibrada en Jos Estados Unidos 11 . Lo mismo sucede prob,1ble- na de las democracias presídenciale~ se' ríiirt;:c_cñl'5i'obal.iléí11ci1te iiúís
unas a otras de io que se parecen entre sí las. m,ís . nti. merosas . demo-
cracias parbmenrarias, en parte porque todas las democracias presi-
''' El imporrante ensayo de: 1\mhony King «Execuuves», en ffa11dbook o/ Polit1cal denciales se mspiraron en el modelo esradounielense, y en pilrtc por-
Srn·JJce, editaJo por Fred l. Greensteín y Ndson Polsby, vol. 5 de Gut•emment..il Im-
t1!11lu1//S 1md Processes (Reading, l\lass .. AJJison-\Xlesley, 1975), pp. 173-256, se linrna
que las ,sociedades con este tipo de sistema (c;9n Ja notable excepción
a una comp:1rac1ón entre Estados Unidos y el Remo U111do, srn referencias al pres1- de los Esrados Unidos) tienen algunas caracrerístícas comunes. En los
Jencwlismo fuera de Estados Umdos. sJ~remas pilrlJmenrnrios la única institució11 democdticameme legi-
11
A la v1sra Je! conlll111ll cbmor a Livor Je presidentes «fuenes» y las c:spernnzas tuna_~la es el parlamenro y el gobierno que deriva su ,1uroridad de la
populares que van umdas a ellos .;n muchos países con regímenes pres1dc:nciales, son
con1rnnza del parlamento, bien mediante mayorías parbmentnrias o
s1gnilicauvos los d.itos Je Sbugan y Carey que muesrrnn cómo aquellos s1stc1n.1s
lJUe d,m indice> altos en los podc:res Jel presídente en cuanto a su capacidad Je Jic- por la tolerancia parlamentaria de gobiernos minoritarios, y sólo por
tar normas legaies y formar gobiernos, han mostrado una mayor tendencia :1 sufrir el uempo que b legíslawrn esté dispuesta a apoyarle entre eiecctones
CrISlS. y, excepcionalmente, en t<mto el parlamento no sea capaz de producir
En prmc1p10, desde sus orígenes l11stóricos, la separación de poderes se ha conce· un gobierno alternar1vo.
b1Ju para generar gobiernos «débiles», pesos y contrapesos («Checks ¡JnJ balances»)
(que pueden convertirse en bloqueos, responsabilidaJes divíJiJas, desconfianza entre
. Los sisremas presidenci;iles se basan en el principio opuesto. Un
los poderes), justo lo contrario de un poder y un liderazgo «fuerces». No sorprende el e¡ecurtvo con considerables po~en:s e~ Ja_ co:1~tjtL_I~_Í~n 1 y_ g_e¡-:i_<;_¡.:_¡il-
que los mandaws de presidentes que querían ser «fuertes» -Vargas, Allende, Marcos,
Goularr, Alún Garcia, Ansnde- terrnmaran en un desastre ele un npo u otro. Sabe· .Jorge Albert l:brragu1rre, !Jr"s1Jl'11c111/is1110 y estabilillad dcmocriít1ct1 el/ /11 Argenima
mus Jemaswdo poco dd papel de la presiJencrn en Georgrn parn decir s1 (;:unsak (B11enos r\1res: l,entro de Lswd1n, lnsmucionales, 1991), esp. Carlos S. Nino, «El pre-
hurdia podría incluirse en la iisrn, pero no sorprendería si algunos de los nuevos pre- s1de1;c1:;Iismo )"la JllS!Ílicacit"ill, estabi!idaJ }' cficic.:nCÍa de la dcrnOC!"ilCia», pp. i J-27
s1Jemes de las repúblicas de la anugua Unión Soviética no van a correr b misma , '- Klaus _nrn !3eyme, J)1l' parl11nJl'JJ/11rischen Reg¡erungssyslc111e i11 Europa
sue~ !t.:'.. Ver la colección de ensayos Je Carlos S. Nino, Calme! B:mzat, i\larcdo Alegre ·1l\lu111d1: K l'1pt:r, 1970) es 1111 monumental estudio comparativo dt: r<.:gimenes par-
y ,\Lm:eb RoJrígu=z, Roberto Cargozdle, Silvmo 1\Jv;m:z y Roben Pablo-Saba, y l:1111c:111:1nos.
32 Juan]. Lmz
Dc111ocrnc1a presidencial o parlmnentan;1: ¿Qué diferencia implica?

mente con absoluto control de la composicíón Je su gobierno y la Legitimidad democrática dual


administración, es elegido por el pueblo (directament<:=:§)_o;· uil
colcgfo eleétornl elegido con ese fin) por un período de tíempo T1jo. y La carncterísticnbásic:a _JeJ presi_<-1encjalism9 es el_ pl_e119 c)erec.ho
! no depende de un voto ele confianza Íormal ele los representantes ele- a la legitimiclad.9ilnw:rática.d,~Lp_1;¡:~_siden.te. Frecuentemente la afir-
gidos democráticamente en un parlamento; el presidente no es sólo el - nl<ici0i1 dee-¿r;;- derecho tiene fuertes componentes plebiscitarios,
que ejerce el poder eíecutivo, sino tambíén el jefe simbólico del e_sta- aunque algunas veces se basa en una menor proporción del voto
do, y no se le puede destituir, excepto en algún caso excepcional de popular del que en sístemas parlamentarios han recibido muchos
juicio político (impeachment), entre elecciones. primeros ministros que encabezan gobiernos minoritarios, y a los
D.os.caractei:ístic.<1s se destacan en los sistemas presidenciales: que en comparación ei electorado percibe débilmente legitimados.
(1) Tanto el presidente, que controla el ejecutÍ\'O y es elegido por Para mencionar solo un ejemplo: Allende, con una pluralidad de un
el ¡;{i~blo (o por un colegio electoral elegido por el pueblo con ese 36,2 por ciento obtenida mediante una heterogénea coniición
único fin), como el legislativo elegido (de una o dos cúmarns) tíenen ( 1973), se encontraba indudablemente en una posición muy dis-
legitimidad democrática. Es un sistema de «legi~imidac] d.~ms:~r~tica tinta de la de Adolfo Suárez con un 35,1 por ciento del voto (1979),
dual». · del mismo modo que lo estaban sus oponentes Alessandri con 34,9
, -----,:(:2)-~Tanto el presidente como el congreso son elegidos por un por ciento y Felipe González con 30.5 por ciento, los contendientes
·· i perí~do fijü;-ercargo del presidente es independiente del legislativo y
ele menos éxito, Tomíc con 27 ,8 por ciento y Fraga y Carrillo con,
ti duración del legislativo es independiente del presidente. Esto lleva respectivamente, 6, 1 y 10,8 por ciento. l!.11 _si_s_t_~l:r!<J. p¡:esiclen.cial
a JO que vamos a caracterizar como la «rigidez del sistema pre~i:J_en- otorga al ganador, que combina las cualid.<-l_des __i~_l~_f~_j~__(".~tacjo
cial». - cjÍJ e. rep resefita-a·fo-ñaéiOJl·}; Josi)Ódere~~dd .e¡e~LltÍy_°-, _ll1:1 ~Uf_~ )' una
_,,_,_La mayoría de las características y problemas de lo~ sistemas pre- autoÍJi'iagéii ÍlJLJ\1 diferehteS, V érea unas expectatÍVaS populares muy
sidenciales se derivan de estos dos rasgos fundamentales. Hay algu- distintÚ de las' que rodean, a un primer niinistro_cl.1alquíera ql.1e
nos otros rasgos del presidencialismo que no lo definen que se a~o­ se,1·13-¡)üriularídad q'ue disfrute después de _conseguir _el mismo
cian a menudo con él y que se discutirán más tarde, tales como los núme'i'o de vótos. 14 . -
límites en el número de períodos o la no reelección, la sucesión auto- El 'hecho m<1s llamativo es que en un sistema presidencial, _los
mática por un vicepresidente, la libertad para nombrar y (aún más) ~egí~l~-~lores. especialmente cuando rep-1=~sentan _pa1:t_ii~~-.<1-~.S.11;l_in_a~lt~s
para destituir a un ministro, el que la misma persona sea el _Jefe de
estado v el jefe del gobierno. Una característica tan normal que a
menud; se incluye en la definición es que ia presidencia es un pues- .--- '" La segunda n1eita ha encontrado apoyo para e\·Har ia elección ¡_:or una pcqueiia
plu;-,;lldad. ~¡ue es posihlecii-úñ,i"élcc:cioíi Je"ñ1tichos¡:;añ!d'üs-:-;-~parn ,iSC¡!'Orar la c!Cc
to unipersonal. Ha habido sólo dos casos de «presidencias» pluri-
Cí61í de-\.ma nrn,·óría:TI sisrenia sin eml5argo, ci.1ñfo-Sliu¡!,i'r1)' c;¡¡:¡;¡;.-hán ii\)scn-.1do.
personales directamente elegidas: la ndmin1strac1ón chipriota con tiene varias tcm-seclie11ci'1s· nó ·1iiuy deseables. En pnmer lugar, fal'orece un n(1111cn'
dos personas ( 1960-63) y el Colegiado uruguayo (que gobernó dos ma\'or de candidatos en la ¡:ií·imcrñ" \;¡1efo1;·dcsan11nando la fo_:12_'.así~0 ~~ co_aliciones
veces: 1918-33 y 1952-67) ii_ qu~ comptten de manera que los cjtie se -sitüaii_..cn el _prii11ei ');_segundo_puesto pueden
atraer el apol'o-en b segunda vuelta de los que han fracasado, y éstos a su l'ez pueden
reforzar su capacidód de ncgocíac1ón con uno de los dos candidatos de segunda rnel-
" Este :inálisis no incluye prcs1dencíalis1110 piunpcrsonai pur su rn1:'1cter :itipico. ta. Los primeros candid,nos en este caso obtienen un porccnta¡e de votos 111;Ís ba¡o
las circunst;111cias únicns que hícieron q11e se pudit:r;1 establecer. _sm oh-1dar su falta de comparado con ei que obtendrían en una eleccíón por pura pluralidad. La segunda
éxito. Para un;1 discusión de prcsidencías plurales, \'Cr Shugart _1· Care\'. Presule111s a11d consecuencia es que el resultado depende de los ª".atare~ de_ia pr~1er'! vuelra:"fü'Cor·:
11sscmhlic.r, pp. 9~-105. _ demos ciiléei1T989 alounós bi·asilc1ios temían una segunda -rnelta en la que compitie-
Los partidarios de presidenci;1s colegiadas conH·ndría que tU\'Ieran presentes bs ran Lul,; 1· Bnzoia. lo; dos rnndiclatos de 1zqu1erda. sí la derecha se hubiera di\'1dicb
experiencias en la historia romana y ei an;ílis1s de Ccorg Si111111cl sohrc el t;unai1o de los 1rnís de !~ que io hizo. ¡\ estns consecuencias yo añadiría que en la segunda l'uclta el
grupC1s ;· ins procesos de dcc1s1ón. adcm;Ís de l"s lr;1c;1sos contc111porúncos. ganador puede recibir un voto desproporcionado a su atractí,·o electoral 111ic1ai. que no
juan J. Lmz Democraua p1'<.:s1dc:ncd o parlamentaria: ¿Qué Jiierencía Írnplicu? 35

y bíe~ orgamzados que constírny~n auténticas opciones políticas o Sin entrar en la complejidad de la relación entre d ejecutivo y el
1~leolog1~~s para los v~itantes, distruran también de una legitimidad legísLitivo en distimos regímenes presidenciales 17 , lQ?_J?.t:!igrQ:; ~elati~
cJ~~°.~.!:~~.~.'.12-L~s 1JQ~1_qfo mt~la~rrl.Tfyfü·hí de.úria legislattfró' de estas vos eje! predominio de uno u otro y la rnpacidad de vetar o paralizar
ca_rnc;t_erí~t-~C:<l~ ..P~Jecfo presen~ar una opción polítiCa distinta de laC.le decisiones sobre legislación, no cabe dud;:i de que 19.s regímenes pre-
los V()!<.1_11t~~-q~~ apoyan a] p~esidente. En r;iles circunsraricias, basán- s1dt:nuales están basados en una legitimidad Jernocr(\tica dual y que
dos~ en los principios democráticas·, ¿quién est<Í más legitimado para ningún principio clemornítico puede decidir quién representa la
hablar en nombre del pueblo: el presidente o la mayoría e11 el con- voluntad po¡~ular en principio. En h1 práctica, y e_:>f-~c_i;~l1~1_e~-~~ en paí-
greso que se opone a su política? Púesro qúe.ambos derivan su poder ses en vfos ue desarrollo con graqqe~ q~~!guf!load.es rcg10.11aJ.es en
dd voto del pueblo en una competencia libre entre alternativas bien modernización, es muy probable que la composición y las opiniones
definidas, hay siempre un conflicto latenre, que en algunas ocasiones políticas Y' sociales dei legislativo sean distintas de las de los que apo-
puede estallar clram'1ticamenre. No hay principios democráticos que yan al presidente. El principio territo.ríaLde repre:i.eJl.Laf\Óf1,,r.ef9!·~a­
lo_ ~·esu_e!\!~n!y Jos mecani~mQ~ que pw;den ~xistir en la é:oñstitúción do algunas veces por las desigualdades. de jq~ di~t!·Ít()S o la existencia
son general_mente complejos, muy técnicos y legalistas y por tamo ele de un senado en las repúblicas federales, tiende a ciar Lin.peSO niayor
duc!?~'~ )egit1midac! dcn1o_<nítica ·para el electÓrado. No es así extraño en la legislatura a los rq;resentantes Je <Íretis rurales o pi::cjueñ;\s ciu-
..... qu~ ef]_ algu11~~- el~ estas sÍt~1«1cio1~es el 'ejérci.to i1~-¡~;~,~·ng-a-coniél dades de provincias que a los representantes, ele bs metrópolis. Y es
«pode'.!11oderador». ·· · ·· · ····· .. · -·- - focil declarar que bs credenciales democráticas de los representantes
Se podría argüir que este tipo de conflictos son normales en los de zonas atrasadas son dudosas y que se trata de º_lig~1:s:.a_s.J()C•1l_c;:;_~l~­
EsEa~s:i~.J)nidos >: que n() han ll~v::d¿ <1 crisis graves 15 , .É~cedei:ía gídos gracias a sus influencias clientelís¡icas, <1 s.~1yoder social y eco-
los Íímites de este ensayo explicar la singularidad efe fas instituciones nómico. TnJependien¡emente de la verJad que pueda haber en esta
Y pnícticas políucas no:·teamericanas que han limitado el impacro acusación y del grado en que una Jemocracia puede descalificar a
Je ~stos conflictos, 111ch11das las características propias de los partidos votantes que en lugar de estar bajo la iníluencía de sindicatos, aso-
polmcos e~1 Esrado~ Unidos que han llevado a muchos politólogos ciaciones de vecinos y organizaciones partidarias son leales a los
norreamencanos a lavorecer un sistema de partidos más ideolóaico, notables locales, líderes ffibales, sacerdotes e incluso caciques, las eli-
rcs?onsable y disciplinado 16 En mi opinión, la forma en CJL~e se tes urbanas progresistas se ven tentadas a cuestionar el graJo de:
estan desarrollando los p<1rtidos políricos modernos, a diferencia del represenrntividad de los así elegidos. En este contexto es focil que un
upo de partido americano, especialmente en sociecbdes social o presidente que encuentre resistencia a su program<l en el legislativo
ideológicamente polarizadas, es muy probable ~¡ue haga que estos movilice a b gente contra los oligarcas, reclame una auténtica legiti-
conílictos sean especialmente complejos y amenazadores. midad democnítica y se la niegue a sus contrarios, y se enfrente a sus
oponentes u¡ilizando su capacidad de movilizar a sus seguidores en
represente un apoy_o aunténtico, pero que contribuya a que se sienta «elegido por d manifestaciones masivas ix_
pueblo». Lamayona presideimal en este caso es tan o más «artificial» que la mayoría
;>:1rlamentana de u~1 prtmer mmistro que encabece una coalición, pero genera uius
expectattvas muy Jistmtas. - · 17
Shurgan y Carey, Prcrnle11ts ami Assembl1és, cap. 6, pp. 106, .J9.
15
. Fred W. Riggs, ;<Tl{e Survival of Í'residemialism in Amenca: Para-constitut1onal '° El presidc:me Fernando Collar, Je Brnsil, cuando al mtro<lucír en la televisión su
Practicc0s», lntematw11a! Poliúca! Sc1e11ce Reu1ew 9, núm. 4 (1988): 247-78. es un pbn de c~tabilizac1ón sin pn:\'1'1 consulta se encontró con la resisrc:nc1a dd Congreso,
excelente análisis del «exccpcionalisrno americano». . am.:nazó ;¡este con movilizar a las masas: «No hay duda Je que tengo una profunda e
Para ias respuestas europeas al p~esidencialisrno amencano, ver Klaus von Beyme, ínuma relación con las masas pobres» y que el congreso «tiene qm: respetarme porqu"
il1J1a1ca as " A.foclel. The /111pact oj !11J1enca11 De!llocracv 111 the \\lorld (Aldershot soy el centro de:! poden>. Comeman<lo estas palabras, Robeno Campos, uno Je sus
C.B.: ~ower, 1987), cap. 2, «The Pres1<lentíal Sysrem of Government», pp. 33-76. ' seguidores mús dcndidos, anuguo mmistro de Hacienda y en aquel momerno senador,
1
° Comité sobrc0 Parndos Políucos Je la Asociación Americana Je CienCia Políuc•i se larnentó: «Esia l'.S una carnicería jurídica que mina la confianza en d plan Collorn.
'J;m•ard a Afore Re1pun;ib/1: 'fi/!o Partv System (Nueva York: Rind1,In, J 950). .' Ver L11111 il11Nnc1111 l~cg10J/¡/! J<cJH;rfs. Bn1zi! Rcport m.B-90-0.Jl, .l de mayo 1990, p. 6,
36 luan J. L1m Dc:niocr:ic1a prcs1dcnci;1I o parlamcnt:1rí:i: ;Qué <liícrc:ncrn implica) 37

Es también concebible que en algunas sociedades el presidente No se trata del análisis de un institucíonalist<1 (o psicólogo políti-
pueda representar a electorados más traclionales o provinciales y co), sino del «sociólogo» Karl JVlarx en su El 01cctocho Bmmario de
pueda utíliz:1r este apoyo para cuesl!cinar e! derecho de sectores m:ís Lours Bo11a¡wrtc 19 .
urbanos y modernos en minoría que se opongan a su política. En
ausencia de todo principio lógico para ddinir quién realmente tiene
legitimidad democrática. es tent;iclor usar formubciones ideológicas Elección por un pel"Íodo fijo: la «rigidez» del presidencialismo
para legitimar el componente presidencial del siste1rn1 y dcslegit1-
111:1r a los que se oponen a él, transformando lo que es un conilicto La segunda característica institucional más importante de los
institucional en conflictos soCÍ;1]es y políticos graves. sistemas ¡~residenciales es el hecho de que los presidentes son ele~i­
Las distintas «legitimidades» de un presidente elegido popularmen- dos por un período de tiempo q_L~~,__~aj~_c:í_r~~1~s~ncias n2rmal:~~12:1.
te y de un congreso est:ín ya muy bien clescrnas en este texto ele 1852: se!1í.1Ccleil-10difícar: ·no pucae aco~·tarsey, dcEi1do _a d_1~pos1c1ones
qLl·c-ili1 piden 1areelec_CJür1~ :algÍ:1)1as veces n? pu_c?g_p_rQl?_n.g".rse._ El
Miemras que lo"~ \'Otos de Francia se dispersnn en! re los 750 diput¡¡dos IJt:ciceso político se divide así en períodos d1sco:1tmuos.' ng1da1:1ente
de la 1\snmhlca Nacional, aquí se concentra. por el contr;mo. en un soío indi- determinados, sin la posibilidad ele introducir contrnuos aiustes
viduo. Mientras que cad;1 uno Je los represcmantes Jcl puebio sólo repre- según lo requieran los acontecimientos políticos, sociales y econó-
sen!;! ;1 este o aquci partido, n es!a o aquella ciudad. <l es1;1 o aquella c¡¡bcz;1
micos. La duración del mandatode un PX~si~~n_t_~~~-c,o_r~_vi_ertc: en un
de puente o incluso <I la mera nccesidnd de elegir a uno cualqu1ern que h;1g;1
el número ele los 750. sin pnrar mientes 111i11ucios;1mcnte en b cosa ní en el
factor pofüico esencial ai q~1e t_oaos, los_actorc:s ~!:,e} ~?~·oc:~so políti-
hombre, des el eícgido de l,1 nación, y el acto de su elección es la gran Co t1enéi1 que ¡1da1)farse:-:algo que tiene mucli_as e 1p1portantes con-
bnza que se juega una vez rnda cuatro aiios ei pueblo snhcrano. La 1\samblea secuencrns.
Nacional elegida est:í en una relación 111ct;1(ís1ca con la nac16n, mientras que Si i.uv1era que 1~Sl1Q:iir las diferenp_~s lxísicps entre sistemas. pre-
el presidente elegido cstú en una relación personal. La :\samhlca Nacional sidenciales y parian1entarios, subra~'~í-ía la rigide~uc:_c:Ip~esiden­
representa sin duda, en sus distintos diputados, las nililuplcs facet:1s del cialisrno introduce en el proceso político y la t1~5il!(Jad mucho
espírítu. El presidente posee frente a ella una especie de derecho di\'1110, es 1ñavorcleesreproceso t".n-los-sislemas·¡Jarlarnentarios. Puede que
presidcn1c por ia C rarn1 del Puchio. ¡'iaÍ~1-10s 11·africhdos del p°résidenci~11íirí10 esí:a rigidez parezca una
ventaja porque reduce en parte las incertidumbres y el carácter
y «i\fount111g Crítícism of 1\uthontarí:m Governmcnts i~m·o Brasil Plan». lhíd. ll<.B- impredecible inherentes al parlamentaris?10 en el cual un gran
90-05). 7 de junío 1990, pp. i-}; In ciw de Campos. en p 3 1. número de actores. partidos, sus líderes, rncluso los leg1slado1:es
Dado el ;1poyo clectorni del prcs1dc11tc Colln1·. sus ;1mcnazas wn1 ra el Congreso no individualmente, incluidos los tnínsfugas, pueden en cualquier
podí:m tener la credibilidad de las de Goulan i.o :\llendel que ¡wdía lll(wilizar :1 Lis
masas en d Est:idio de Pctrnhrns. P<1ra un a11;ílis10 de Li cns1s hrasilcñ,, de JL)6~. q11c momento entre el.ecciones iniciar cambios básicos, buscar nue\·as ali-
fue 1:1111bién una crisis de las reh1ciones de prcs1clen1c ,. Congrcsn ,. hi pci>ihlc rclormn neaciones v. sobre todo, cambiar el jefe del ejecutivo, el primer
const1tuc1onal que podría lrnhcr pcr111it1ddo la rccl.:cc1011 de Coubn. \Tr Tho111;1s E. ministro. EÍ deseo de un poder fuerte y l_a p_r~ge_c.~bi!i_ª_a9_pareccría~1
Skidmorc, Polines 111 f3mzi/, /'.!30-}9(,./: 1ln l:"xp«n111c111111 fJe1,;rnTdC1" !0'.11c\-;1 York: favorecer el presTdeñcialisi1:ic),-púo; -paradójica.!1.1~1_1~e,_. a~onteci­
Oxford UP, 1967)_ 1\lfred Stcpan. ed .. 1l11thoni11rtíl11!Jm~i!1;-..;c,,· 1-Ll\·cn: Yak UP
1973 l, \' «Polit1cal Leadcrsh1p :illll l~cg1111c Brc"ikdtl\l'n: Brazil,, en L1nz ,. S1ep·.111.
ñiie1itos i11esperados desdé. Iá muerte del_ que. ost~~ta._el_ cargo a
llrcahclm1·11 o( Dc111ocrat1c l\cg,111N'S. pp. l 19-3/, esp. pp. 120-3) errores grav~~ ..0~~-!~~-5!é~isi9·15~~·- ~~¡~~·~.~:_ln~c:_1:te .::'.__:_1~~~e~t.arsc con
J lay que suhrnyar que esta sc11s:1c1C·111 de supcnnndat! del 111anda1<> clcmocr;ir1co de lo' sfti:iacíoñes inestables, hacen menos pre~~c1ble y a m~nudo mas
presidentes se da 110 sólo en •\mérícn L:ll111a, sino 1a111h1cn en olr;1s dcmncrarnis prc:s1- débil el gobienio presidencial que el de un primer ministro que
dc11cíalcs. Por ejemplo. De Gaulle el 17 de dirn:rnhre de 19119 am111c1c1 en u11 discurso que
la rnhez;1 del cs1:1do llene su ongc11 en «la cn11fi:11icc proln11dc de la :--.:,111011» \'no en «lln
arr:ingcmcnt rnorncniané cmrc proless1on11cls de: 1°;1s111cc» iLe .\Ju11dc. 19 Jiocmhre 1·1 Karl ;\farx, El Oicoorho Bmm11nn de Lo111s B"11apartc (Barcelona: Edic1011es
l 965l cítado por ,\lnulin. Le ¡m'm/c11twlir111c et/,¡ d,m/í;,·,¡¡¡"" des ri·:y•tc< pn!i11t¡11n. p T :\m-1. 19/ll. PI'· 31-3.J.
58 luLln J. Lmz Democr,1c1a presidencial o parlamenraría: ¿Qué diferencia 1mplic1! 39

puede siempre reforzar su autoridad y legitimidad democrática blema sino que, corno sucedió en Alernarna al principio de la década
piélieridüun vów ele confianza. · de i 930, lo ,1grave.
-- La inc~ni_QL!mbri= ~11 un pei:íodo de transición v consolidación de Por el contrario, los pre_sJ~!~_0es se eligen por un perío~l.2Jjj~ en
un régimen inducl,iblememe hace que la rigidez d~ una constit~iciÓ~ el cargo, un período durante el cLlal esrún excluidos el tipo de cam-
presídenci,11 sea más problemática que un sistema parlarnenrario-qüe bios que producen crisis de gobiel-no y la sustitución de un ejecutivo
permite respuestas flexibles ¡\ una situación cambi.111te. -. por o¡ro. Esro supone una ngídez en el_Ero5~~. i?.QlÜ~.Q-~\J.e_ hac;e
, Una de las SL_Ipu~srn~Y\"Otajas de un régimen presidencial es que. rodo reajuste en situaciones ¿1111hi«li1.rcs- exrremadamenre difícil; un
qsegura la _t=StabiliJad del ejecutivo, ventaja que se ha comparado Jíclerc¡Lie Jia pÚclÍlJo Ja confiáÓÚ de SLI-j)áitido-O JelOSl);ll'lÍdOS que
con la inestabilidad de muchos gobiernos parláinenrarios que expe- han apoyado su elección no puede ser reemplazado, no puede ser
rimentan crisis frecuemes y cambios en Lt presidencia del gobieq10, susuru1Jo por O[ra persona más capaz de negociar compromisos
especialmente en democracias .europeas. multipanidisras. Podría con la oposición cuando la polarización ha alcanzado una intensidad
parecer que la imagen ele mesrabiliclad en el gobierno en las TerceL1 que arn<:naza con la Vll>il:ncia y un golpe íleg,d. La medida extrema
y Cuarra Repúblicas Francesa, en Italia hoy y 111<'ís reciemememe de! «Ímpe<lChmenr», el JUICIO polí¡ico, que fígurn eñlostextos"coi-Js::-
en Portugal, haya contribuido a la imagen negatI\'a que tienen del tÍtL!CiOna!es, es dilícil de uriJiÚir éoi11i);¡¡:,;~dcicoi1--eJ\;Q[()-(Jc-·cei1su1~~1.
parlamentarismo muchos académicos, especialmente en Latino- Un presiden re acósado sé ve ·té;;r;1C:J~)~¡:·);-¡:Jüecle~-i:1sú-sús podc1:cs de
américa, y a su preferencia por el presidencialismo. En esta compa- tal manera que sus contrnrios pueden no estar dispuestos a esperar al
ración a menudo se olvida que las democracias parhlmentarws han fin de su manclcito parn echarle. Pero 1~9h<U'.I!.~0!!.:il!?~l]Q.~_purn.d~~:
sido capaces de producir gobiernos estables. Bajo su apareme ines- rituírl_e.sín violar la consrnución, a !~1er10::,_ y_L1~ ~sré_dispucsro <l di-
tabilidad tiende a olvidarse la continuidad de partidos en el poder, mi¡ir_21. - · ...
los reajustes minísteriales, la perdurabilidad de una coalición bajo el
mismo primer ministro y la frecueme continuidaJ de ministros en 2 '.' El caso de María Es1,-L1 ,\!arrínez de Perón, v1c.:presidenra que accedió a la

mí111steríos claves a pesar de las crisis de gobierno w Tampoco se pres1cle11cia tras la rnuene de su mando en ¡ulio Je 1974 y iue depuesta por el golpe
presta atención a la posibilidad que ofrecen los sÍs¡emas parlamen- Je marzo de 1976, es un e¡crnplo claro d<: las dificulrades que causa la ng1da del pr1.>
sidenualismo. Enl rem,1dos con el fracaso wrnl de su gobierno en noviembre de
tarios de retirar a un primer ministro que ha perdido el comrol ele su
1975, sus concr:mos quc:rían poner en marcha un ¡uicio político. Se anunciaron
partido o que es¡á implicado en un escándalo, y cuya permanencia c:rnoncc:s clecCJones an11C1padas para iines de 1976, pero se asumÍ:l que no llevarían
en el puesto podrfo crear Únn sería crisis política. Sin que se pro- a una rransfcrencia de poder. Tras una rcorganízac1ón del gobierno en agosto de
duzca una grave crisis cons¡ituctonal puede' ser sustíruido por su pnr- 1975, Lis N:n·1dadc:s rra1eron un:1 dimisión masiva de miembros cid gab111e1e y el 29
de dirn.:mbre una nueva p<.:l!CJÓn para irncíar el ¡u1cío políuco. La salud de la Srn. de
mlo, o mediante b formación de una nueva coalición, o al retirarle
Perón se puso en duda en un esfuerzo para aplicar normas de incapac1tac1ón. En
su apoyo los paniclos que toleran un gobierno minoritario. A menos ídm:ro de 1976 se miCJó de nuevo el ¡uicio polír1co, aprobado por la Címara baja
que la alineación p;irbmentaria haga imposible la formación de un pero bloqueado por el Senado. Tras una nueva reorga111zacíón dcl gobi..:rno, los
gobierno con base democrátrca, el parlarnemo, con más o menos líderc:s de los pan11.!us n:u1mlus el 12 de marw no fueron cap;tccs dt: lk:g:lr a una
dificultad y con 1rnís o menos retrasos, debería ser capaz ele propo- solución. Trno un golpe el 2'> de marzo, la Sra. de Pcrón fue expulsada del poder,
encarcelada y ¡uzgacb por d r0g1111en militar. Para un an;í!isís detallado de esta crís1s,
ner y dar su apoyo a un nuevo primer ministro. En algunos casos de ver 1\bno D,1n1cl Serralcro, «El presídencl:l!ismo en dsisrema polí1icn argc:111ino»
crisis especialmente graves, existe siempre la alternativa de convocar (1'csís'i.liici(íf<d. lJni\·~rs1cbd C:o111plut~nse-fostit1i10 Unh;cúir:lrio Oí-lega y Gasset,
nuevas elecciones, aunque con frecuenci<1 esto no resuelvt: d pro- 1~fo.!:IEJcJ, 1992J, pp. 265-79. Est:1 rcs1s es una excelenre monografía sobre presidencia
argcnr111a. D..:sgrac1ad:1rnen1c no he: podido 1ncurporar muchos dt: sus dc1tos <.:n 1111
análisis.
2
" J\Lutei Dogan, eJ., Pathu·11vs to Pou•er, Sdec1111g Rulers 111 P/11ralis! De111ocmc1n En el momento c:n que: se escrib.; este ensayo, la crís1s de Venezuela qut: afecra al
moulder: Wesrview, 1989), cap. 10, «lrremovable Leaders anJ Mirnstenal lnsrabiliry m prcs1dcn1c Carlos t\ndn:'s Pé'n·z, \' la de Brasil, que afecta al pr<:sídL'llJ<.: FernanJo
Furopean Dernocrac1es,,, pp. 239-75. · Collor, su11 01ruo dus <.:Jelllplu, d" la ng1dc:z del pr..:s1dt:11cialis1110.
Juan). L111z Democrncía prcs1denc1al o parlamcnt;ma: ¿Qué dircrcncia implica' 41

Una Jimisión voluntaria ba¡o la presión de los líderes del parti- Posibilidad de identificación y responsabilidad
do y la opinión pliblirn sería un;1 de l;1s formas de evitar las impli-
caciones de la rigidez del mandato presidencial sin la salida de los Una de las características positivas atribuidas al presidencialismo
tanques o ia violencÍ<1 en las calles. Sin embargo. no es una solución es la posibilidad ele identificar a la persona y exigir responsabilidades.
muy probable dada la psicología de los políticos. Por otra parte, en Al depositar su voto, el votante sabe por quien está votando y sabe
un sistema presidencial, especialmente uno que no permita la ree- quien va a gobernar si su candidato gana. En un síste1:1a parlamen-
lección, In persona en el cargo no puede defenderse ante el electo- tario, la persona que vota por representantes de un partido se supone
rndo. Es difícil para sus antiguos seguidores animarle a que dé ese que no sabe a quién propondrá el partido para el puesto ele primer
paso, especialmente cuando nlgunos consideran al vicepresidente, ministro. v si se trata de un sistema mulrípartido, en el cual el partido
que automáticamente le sucedería. todavía menos dese;1ble que el no puecld esperar ganar una mayoría absoluta, el votante no sabe
que ocupa el cargo (como sucedió en el caso ele Fernando Collor en qué partidos van a formar una coalición de gobierno.
Brasil a mediHdos de 1992). En Bolivia, tras dos <llios \'diez meses y En la realidad, ninguna de estas dos afirmaciones responde a la
mlle el completo fracaso de su aclm1111strac1ón. ei pi:esíclente Siles verdad o a toda la verdad, y a lo que la persona que va a votar nece-
Suazo dimitió, evitando otra quiebra de gobierno civil. L1 presión sitaría saber para hacer una elección «razonable».
de los partidos de la oposición, el MNI<. (Movimiento N;1cíonal ~- -En las elecciones pr~_?icl~!Fiales. el votante puede_saber.Jnud10
Revolucionario) v la J\DN (Alianza Democr;Íuca Nac1onall, que l1\1enos sobre-q~o¿;-1 gobernarA _gu_e_el._vo_t,1nt_e__ c1~.U..!1_Pªrt.ído en _la
tenían la mayoría ,en el Congreso, hi hostilidad de las organiznuones rna\;cJríac:ielos sisfe!i1as-¡)ai-L~mentarios. Los c:andidatos pre~_i_i~_::i.cia­
empresariales más importantes y los rumores de un posible golpe les ,no neceS1iñ1i ;; a menudo !10_ tienen un pasado _~'.?!12<?}í.ª~~esy~í 0 .
habían reducido su Elandato en algo mús de un a1io. Fue un hecho tícos;j)1ieclen 1i-o estar identificados cCii-i l.iií~ j)ái!~~l~,_rnn__ 1:1~~1_id~J_ogía.
excepcional en la políuca bolivwn;1 porque, en lug,1r de un guipe, la co-n un l)rograÍ11a o un pa_sado, y puede que haya 1:11.~IX pc:c~ mtorma-
crisis llevó a una elección en julio de 1985 en la cual la 1\ DN ganó -cioinobi'e las i)ersonas que ¡:ló-sibiei-11-cnte \'~1'. _<J_oc~1¡~~ }~~_c~~·.gn.s _~~
28,57 por ciento de los votos y el 1\INR 26,42 por ciento (una elec- nÍÍ111st1:os:-i,a·elección se basa frecucntementi:; enJa oPÚJión_sobre un
ción en la cual el movimiento síndirnl y la izquierda radical ncon- ir~JE;;·a;_10, u;apersonaTlchéI,-~ob~e pro;11esas,y -seamos hones-
sejarnn In abstención o el voto nulo). P;1z Estenssorn, del MN!\. fue t¿;5-=. El i111agei1-qtÍe u-rí candidato proyecta. que pu.~~~-~~1_- ~ma ima-
elegido presidente y se inició un período de estabilid,1d democráti- geif a güstó de sÍJs ·asesói-es (qi.íe no son necesariam~n!~ político::).
ca. Ln dimisión de Siles Suazo se considera ho:· como un acto Este.es- áun más el caso de esta época de «videopoiítica»" 2 . -
pal riótico. Podría argüirse que los votantes del PASOK (Movimiento Socia-
La dimisión «voluntaria» bajo presión es muy posible que inclu- lista Panhelénico) votaron por Papandreu. los del PSOE votaron
so p-ro\;oc]L1e crisisf)ólíticis Ú?ves porque el sector del elcuorado por Felipe González, los conservadores británicos \'Otaron por Mar-
que llevó al poder al presidente puede sentirse enga1iado y puede garet Thatcher, etc., aunque nlgunos puede que hayan votado por
manifestarse púbÍicamente eri su npo\'O. Es difícil imaginar _líderes ~sos partidos a pesar de sus líderes, o io contrario. ~?.. Qer~()nalización
polítíCos capaces de resolver el jJrohlema sm 1m·olucrar en el deba- del liderazgo no es exclusiva de la política __p_~~~~~,e!_!ci~l: __I~~av s~!1
te al pueblo y sin emplear la amenaza de las instituciones no demo- émbñr¿l-i- í:ií1a- dítereñciá: e-ñ 1os~5Ístei1iús i'J'nrlamentanos no es proha-
b - ·- ... ··- -·-- --·-·--- .. -·---··- . . ._.
cr<Ítirns, como los tribunales, y, 1rnís frecuentemente, la intervención
política Je las fuerzas armadas. El intenso conflicto subyacente a
estas crisis no puede mantenerse con(Ínado a los pasillos y snlones 1 22/Sobre la \'ulncrabilidacl de una eleccíón urnnomin,11 a ia míluencia de los medios
del parlamento, como sucede en el caso del voto de censura (o, lll<ÍS d~-c'om üíli(;CIÓn ;--;::¡:¡:·el ex-celen te·; rt ículo--ae--G ioi ..ifrffií-s,rnorí-«Vidfo: P-ri\\ ~cr».
G0/:1~6i!iiád;1iid-Oppo.iliioí1, in\~crno 1989, pp: 39:5J:Véri'miifüéi1Thomns E. S~id­
frecuentemente, la amenaza del mismo) n un primer ministro o a un
more. ed:. Tcle1•1s1011, Polit1cs, illllÍ thc Tr<111s111011 to Dc111ocmcy 111 Uitm A111cnrn f\\las-
líder de partido. h111gton. D.C.: \\'oodrow \\'ilson Ccntcr Prcss. 1993 l.
-12 Juan J. Lmz Democracia pres1Jencial u parlamentaria: ¿Qué Jiferenc1a implicú -1.3

ble que lQ~ Jíflere~ s.: hayan propuesto a sí mismos ante los votantes parndo minontano en la coalición, como el FDP, tenga influencia.
sí11 haber gan<H.Ío, y algunas vec~s h;ber retenido durante 111L.1chos Lo~~Ql~ll}_te~ Q9 conocen la composKión ~~~~~~~~!_gQ\Ú.~I!!.Q_~k.rn~t
años, el lidera!go de sl.1s i)artidos, bien en el pode~ o en la op;~idón lig{l1~ ;--qué rnlliTsrerios ¡¡:511-¡1-qúe ·¡)-a¡:[idos y a qué líderes-,_p~rQ
(algo no muy tácil en el competitivo mundo de la política). Estos líde- saben mucho más que los que votan por un presidente en los Estados
res represe_nrim a sps_ partid()~· Por otra parre, el votante sabe-li~e-los Unidos o en Bi-asiL Los ría.rtidcis e.n los siste111ás_Ó.;11:J,ú11-elit¡irios·a
que van a tormar el gobierno pertenecén ,11 partido y en la mayoría de n1ei1úcfo t1enei1 ~11~ gab111t:t~ a s.9i11\?.rÉ. ~12i!Qc}~9,~ n1~~áui5-.~fü~ .el
.h'..
los casos son líderes muy conocidos con una experiencia arnmuladn- presidente decto no empieza a nombrar su gobíerno hasta después
en la política. Un primer ministro hoy tiene mucha liberrad para , de las elecciones. En un sistem<Í. ¡;résid·e~1éiarla.í)osibiliJacl'éle.idC11-'-; .
seleccionar a su gobien:10, pero ciertamente no tama corno la n1~1yoría
de los presidentes.
(\
1
. tificá1: al Cj.Ue V;~· a gober~1ar es sólo de tfll{l persona; en un gobierno r'.
1
parlamentario, la mayona de bs veces es un coniunto de personas y j
La objeción de que en un sistema parlamenrnrio el votante no frecuentemente sublíde::res bien conocidos. •
sabe quién va a gobernar no es rn.:rta en la mayoría de. Ío~-~-;so~~ Pensemos en un sistema mult1partido, sin mayoría absoluta, sin
por~¡L~e los J?artidos estan identificados con líderes muy visibles que un acuerdo previo de coalición. Incluso en esre caso, d votante sabe
se dmgen directamente a los vornntes, y las campañas cad,1vez están que el puesto de primer mírnstro irú al líder (o a uno de los líderes
más centradas en el líder que aspira a ser presidente del oobierno o más importantes) del partido mús votado o con rn:ís escaños, y sabe
c¡úicilleL Ningún votante conservador podía ignorar ~ue estaba cuáles son los prob,1bles parnc1panres en una coalición de gobierno
votando por la J\forgaret Thatcher, ni ningún votante del PSOE que con ese parndo. Puede que al volante 110 le guste ,1lguno de los par-
su p<1peleta era para felipe González, ni ningún votante de la CDU [!Jos, sus líderes o sus posiciones, pero probableme::mc sabe más Je
(Chnstlich Demokrntische Union) que Helmut Kohi form<!l·ía gobier- los posibles ministros de lo que sabe la mayoría ele los que han vorn-
no. Podría argüirse que el grupo parlamentario del partido o los do a un presidente. El votante de un partido grnnde espera que éste
notables del partido podrían retirar a los líderes elegidos, que los que pueda gobernar solo. El votante ele un partido minoritario (elegible
votaron por Marg<iret Thatcher, por ejemplo, tenían que acept<lr por para entrar en coaliciones) sabe que ese partido y su IÍLlcr no va a
el resto del período legislativo a Major como primer ministro. Pero, gobernar en solitario, pero espera que su voto le dé una parcela
¿por qué iba a cambíar un panído los líderes después de la inversión mayor de poder. Después de todo, sólo es posible un número limita-
que supone el construir su imagen, a menos que haya la sensación Je do ele coaliciones y las coaliciones no alines son excepción. Un votan-
que han demostrado que no son aden:ados para e! cargo? Después te nacionalisrn caralán de CiU (Convergencia i Unió) en una elección
Je wdo, los diputados y los líderes del partido tienen mucho que per- parlamentaria española sabe que su parriclo no formará gobierno,
der si los votantes lo desaprueban; se les puede considerar responsa- pero también sabe que s1 nmgún partido tiene una mayoría absoluta,
bles. los represen¡antes de CiU pueden influir en la formación del gobier-
~? cuanto a la fal_ta de concreción respecto a quién vª fl gQ.~.~XQ:~~· no e incluso pueden entrar en él. El votante ciertamente sabe más
cuand? e~neceS<lno formar coaliciones, en sistema mulriparriclo, con sobre qué votar y por quién que s1 tuvien1 tan sólo que elegir entre
algunas excepciones, esro. tampqco es cierto. Los pnrtidós-5e=--éQJ.ji-_ dos candidatos presidenciales. En el caso de que los representantes
prometen a una alianza, como la de CDU-CSU-FDP tCDU, Chris- de CiU entraran en una coalición que el que les hn votado no apro-
dich Soziale Union; FDP, Freie Demokratische Partei) antes de las. bara, el partido es 1rn1s responsable de lo que lo sería el partido de un
elecciones, y el yot_ante el¡: cualquierade esos p_anidos sabe q~-;~· ~n,1 presidente que decepcionarn los sentimientos catalanistas a los que
persona determinacfo será el canciller y también que, a menos que un hubiera apelado.
partido g~11~e tina_ n.rnyorÍ<:J ¡1bsolut¡1 (e incluso en ese caso).e]oóbi~r- El tener que dar cuenta de la gestión ante los votantes adquiere una
119 índí.íir~ ~epresentantcs de todos los partidos que forrn;111 l~ ;~-~¡:· -- dimensión distinta cuando el que tiene que responder directa y perso-
ci_~l!: Esto es especiaimenre importante para los que quieren yue un nalmeme de las rneditL1s políticas es d presidernc, no los ministros, no
..¡..¡ IJcmocracrn prcsidcncJ;ll o p:1rla111cn1aría: ;Qué difcrcncín implica?

una coalición y no los líderes del parudo que podrían h;1berle sucedido división de poderes puede por tanto proporcionar una co;utacb en
y ocupar el rnrgo de primer 1111111stro. _purante_d período completo del caso de fracaso. El congreso, incluso el partido del presidente en el con-
, nJD!l\.h1tq,_sólo..1117a persona.aparece clar;1111ente 1der1tiíicada comg_l~-Cjt:ie·­ greso. puede entrar en un juego parecido, culpando al ejecutivo por no
Y.<:!_ª·g<;il?_e!:n_'!!·· No. hay_responsabilidadcsconfusas o comparti<las~1\sí se poner en pr;ícríca medidas que habían sido aprobadas o por no pro-
formul_'.1_el_razqna111iento a favor del presidencialismo. --. - - poner las medidas necesanas para resolver los problemas.
--Analicemos este argumento. En primer lugar, no hay n_1anera de En resumen, con separación_ d_e_ poderc;;_ QQS_s_Jácil_e;xigir _res-
hace1~ r~spons_able a un pre.~1dente que no puede presentarse de nue- ponsabilidades poila gestí6ñ~-E~. un s1st.ema p-arí~111entario,. <:lyarti-
vo-adecciones. En estas condiciones un presidente no puccle-111:.,ei· cló- éjueTé1iga la Ínáyoda". o !íicluso -una coalición est~pJe_ C[é partidos,
castigado por los votantes y sa_l_Í!..~Ler_rotado,_!lÍ puede ser recompen- puede ser presentado ante losvotantés é:omo.responsable,-en tanto y
sado por el éxito y volver a siífir elegido con el misrno voto o incluso sÍe1-J1pre que Íos V()tantes no excluyan en princip_~o_un V_O!OJJ(~r pi.ll_';
uno rnayor qlleen la eleccíón anterior. Un presidente que no pueclg tidos en la oposición. ·
ser reelegido _no es «respQ~1~abie». "• ·-'Ti_ ob¡eción_cj~_qu~_<0l.UJLP~l!·ia!~l-~11~0_ 11()_ Se P_ll_~_c!e_ ~;{igir rcs-
Este es el caso en trece._s!Stemas presidencíaics (contandd los ponsabíffdadc-s a los partidos, a sus líderes y a los primeros mínistrós
que permít,cn la reelección con un peí-íodo intermedio) frente a seis que ai~¿;;at1 es vJlicb so1ü-b,1¡0- C:íé-rtas-conclié:ióñes:_(:_lÜtridq sé súcedcil
sisternas que no limitan las veces que se puede presentar un candi- m_t.~hos gobiernos.o .coal1ciones-inestables (e incluso contradicto-
dato a elecciones o fijan un límite de dos mandatos. Podría aiiadirse rias) y cuando ningún partido _ha tenido un papel cen_tral en el pro-
el sistema semipresidencial (o de prem1cr-presidente) de Francia y ceso de formar las coaliciones.
Finlandia, que no limita la reelección, ,. el de Portugai, que la limíta a - Este j~1;ecle.Í1;1b~r sido el caso en la Tercera República Francesa y
dos mandatosn. de los gobiernos ele «tercera fuerza» de la Cuarta República. fncluso en
Se podría discutir que en el caso de no reelección debería consi- un sistema parlamentario tan fraccionado como eUlf!QaQQ, barrunto
derarse responsable al partido que apmó la elección del presidente, que hasta recientemente los votantes no tenían muchas dudas de que la
pero en la realidad la persona responsable es el nuevo candidato Democracia Cristiana era responsable del gobierno, y se la hubiera
presidencial del partido, que trataní de identificarse con su antecesor podido responsabilizar si un número suficiente ele votantes hubiera
si éste tuvo éxito o de desiclentificarse en el caso de que frac1s,1rn. En consickrndo otras coaliciones alternativas potenciales (que probable-
una elección personalizada esto puede ser lll<Ís Lícil que cuando el mente eran imposibles sin la participación de los comunistas). Por
votante tiene que apoyar a un partido que no ha cambiado su líder o otra parte, en el caso de coaliciones, la responsabi1iclacl puede recaer en
lo ha hecho tarde. J\dem<Ís, es en parte in1usto castigar a un partíc.lo los partidos menores por haber entrado o no en la coalición, y en los
por la actuación de un presidente que después de su clecoón podía partidos mavores por incluir o no a los partidos menores.
gobernar con independencia de que tuviera su conlianza. · Sin emb.argo, en muchos sistemas parlamentarios se puede exigir
Cuando la reelección es posible, un presidente en el cargo que llene una responsabilidad fotal a los partidos. Es~é)júced~:eii~J'~1s d_emo:
una imagen negativa, paradójicamente puede tratar, con m<Ís o menos d'ácias ri1á)'oritai·ias d~_i _tlp~o__d<;).?_ de ).'\~<;~tn1_inst<;r, espe.~ia)mente
éxito, de evitar el juicio negativo transfiriéndolo al congreso, especial- éi_iiíiidose 'ti·«úa cJé ..~n sistema bipar~ído, y tamb~é!:J: e!:J_ S~'2,t~_m8S mu)-
mente si éste estaba dominado por la oposición, pero mcluso si su t!partidíst~is· coii--coálicion () gobierno ..mín~r!t~í_o. Los votantes en
propio partido contaba con la mayoría. Justo antes de las elecciones estas sítliácioñé.Slíaí1 \;ótadoffeéi.iéñ-tcí11ente por partidos compro-
puede proponer una legislación que el congreso rechace y puede pre- metidos con una coalición concreta. Los partidos hacen campaña
tender que si su política hubiera sido aprobada hubiera te111do éxito, un subrayando este compromiso, aunque los votantes puede que den
juego que un primer ministro con una mayoría no puede jugar. La más o menos peso a uno y otro miembro de la coalición Oimitando
quizá la amenaza de gobierno hegemónico de un partido), como
2
i Shugart y Carey, Prcsulc111s t111(/ !l.ucmhlic.r. pp. 87 · 9 l. sucedió en el caso de la República Federal Alemana. Incluso puede
~7
Dcrnocn1c1;1 prt:s1denclill ll l'"rlamemarw: ¿Que diferenua 1111plirn~
~ú Juan J. Linz
el gan:1clor se lo lleva todo: puede formar un gobierno sin incluir ningún per-
que se exijan responsabilidades a los partidos Je la coalición en la di::Jor tll b coalición. De hecho, el candidato derrotado no tiene statw polí-
próxima elección. Naturnlmenre, un partido puede salirse ele la coa- uco, como sucede en los sistemas parlamenrarios donde se convierte en el
lición, incluso C<lmbiar Je alineación en la siguiente elección, pero los líder de la opos1c1ón. De ahí que en términos el modelo anteriormente: desa-
votantes pueden recompensarle o castigarle por su conducta. rrolbto, bajll condic10nc:s cctcns paribw (bajo las cuales W + L =Tes el mis-
Hay otrn.pr~q[)_J~m¡~ e11 lgs si?te!D'i~-Pre_fil.de_n_pfiles qus= no se pue- mo en ambos sistemas), el valor del triunfador ( \\li1111er) es mayor y el valor
de ígn9rar: induso en el caso de posible reelección, los vot,tnres oe-:-- del derrotado (Looser), es menor bajo sistemas presidencíalcs que bajo sis-
temas p<Hlarnenranos. Supongamos ahora que los ~1ctores políncos descuen_-
ne1~_ c¡ue espernr al final del 1ñandaró presidencial p<fra 'pedir f~s_­
ten el futuro en una proporción de r per annum. l:n el s1srerna presidencial,
PIJ!1sabilicfades. A un primer ministro en cualquier momento-el
el mandato cst<Í fijado por un período lt =PRES), y el valor qut: se t:spera en
earlamento y su propio partido pu~gen exigirle responsabilidadi::s
la nueva ronda es rPEES 1p \'{1 + (l - p)LJ. En un sistema P'trl:imenrario d
el
mediantes un v_oro Je éensi1ra,'y' partido tiene que responJer antr~
g:mador gobierna m1entr,1s pueda conservar suíicieme apoyo cn el parla-
o
los-votantes al tina! del mandato incluso antes en caso de que ia cri- mento, digamos por el período r = PARL, de manera que el valor que se
sis de lidernzgo en el parlam_ento o en el partído en el gobierno obli- espera en b \'ueha sígu1e11te es rPARL (p\'(/ + (1- p)L).
gue a convocar decciones anticipadas. Algebra elcmenul rnostrarín entonces que a menos que la durxión en el
cnrgo ~¡ue se espera en el parlamentansmo sea significativamente rnús larga
que ba¡o el prcsídenc~al ismo._ eLr~r:'.~~01: __ric:1c. L~11. 11.1~t:;:t;~vc: ~1~•!,t~'.-. _l.:'1~~''.
El presidente: el que lo gana todo continuar en el juego rn:rnocrauco ba10 el parlarncntansmo- .

E_n una elección pres1Jencü11. sea cual sea la pluralidad alrnnzaJa Mis críucos sm embargo tienen rnz~n e!1 qui;: _t;Of) h1 cU\_'i?iónde
el can-CfíJarü'viétoríoso·g~·~;~-~si.cf~_ele]en1tivo,-mieritras que un 'líde; podct~es un candiclaro presidenci;11 triunfodor¡::_L,t:=~!e __51~.1<:D(). S.C:g.siga.
á-spirea 'seí:r)rÍme;
q l.ié ministro~ c~1yo_partido gane n~enos de un 51 roclo porque su partido puede estar en rí'i)ricfrfri s:n.~.l c9ngreso ..Esrán
¡~~ir ~i~~:_t~.9~-l~_s_~s~~tñ_os puede ~erse fomído a compartir el pod~r rnmbién totalmente en lo cierto cuando arguyer1_ qL1e c;uan~o. en un
con otr_o_par:_tido o a lormar un gobierno minorirnrio. Con un 30 sis rema pari<ll11entario un partid~ disciplinas]? g:rn¡1 un.~ m<m~rfa, o
por ciento c!e los escaños no puede formar un gobierno que no sea Je más de los escaños, se produce realmente. una sjtua<:ión c\e~_<_<gánµlQ
coalición,-mientrns que un presídeme con eLmismo voto sí puede rodo». Esra siwación es probabie en un sistema parlamenrnrio del
(aunque tenga muchas dificultades para que el congreso apoye su tipo del ele \\!estminster, donde distrit_~~--~1!~ip~rs:~11al<:~P.u~;:!<:;r.:u~~~­
política). q -~o_nrrolAd eJ~c:miyp_~n s1;.;rema~. p~esidenciales es en gurar ¡¡ un partido un nCmí~r'c? 9espf.6t)9fS.Í9!!l1fÍ9.d~.S:.!?.c;fü\9_~_s-n _un
p1:~f1~iJÚ..Q..!J!lÍ_l:l.~gsi .~'.-'. <~gánalo todo». -· · - país culturalmente homog~neo. Como han subrayaLlo l'Vlamwanng y
Es a~lemás un juego én-el que ·e¡ R~r-~ed()r lo pierde wJo, y~_gue Shuo,trt, los eiemplos núís puros Je lo que Lijpharr l1,1ma demo~-~~'.~
lo~-~~:i~1datos.presidenciales derrotados pueden encontrarse sin tm 111<1y~rirnrin, ~n _]~1.c;_L!fll. d .ganador..sclleva .toélo,,.S011-::Cleñ10~1:~1~1ª~ _
ca~~~-2{!~1!,co_ después de l<i elección y, a ~1enos que tengan una . par1;·11;;;;Ítarí<;s~rnís bien que pres_iden~i_:.~les. 25 :. .S!:1 _en:~a¡:g~!-~s_to __~s
P,<?,S.i~i?i::Lu_~_r_t~ con_10 lídere~ t;I! ?U partid_o, pu~de que se hayan juga- " cierro sólo cuando un partido t.:s capaz de o~t_e~e_1: t!I~<~ t'l]ayci1j;u~l;>?(;l:. i
1
dQ. r9_sJg ..?!:!... P°.t~n.ci.al p_qlíti~o. ¿Dónde están Michael Dukakis o lurn de escu1os, algo que no sucede con frecuencia.
< •••••••••• -.._, ····~ • .,_

1\'1ario Vargas Llosü hoy? El perdedor frecuentemente lo pierde todo.


Adam Przcworski, comentando este punto escribe: 24 t\J,1111 l'rzt:\1'orsk1, Dl'111ocr11n· ami the i\-1.irket, Poli11ca! ami i:.-co1101111c E<e/onm m
----····-· 1·-·- } Eastcm L11rof>"1111d La1111 .·l1Jll'l'ICt1.(Ca111bndge: Cambridge UP, 1991), pp . .3-1-35.
Lmz ha desarrollado ( 1984) una serie de argumentos a favor de los sis- 2; Donald J lorowuz. «Cumpanng Democrnuc Systcrns, «}u11m1il o/ De111ocracy l,
tem:1.s parlamentarios freme a los presidenciales. Personalmente estoy per- núm. ~ 11 '!90): 7 3. 79. y mi n.:spucsw en pp. 8+91. Scolt Maínwnríng y Ma1the\1' S.
Shugan, «)u:1n L1nz, Presidcnualism unJ Democracy: A Critica! 1\ppraisal», en Polit1c.r,
suadido de su observación de que los sistemas presidenciales generan un jue-
Soc;l.'i,. a1;d Dl'IJJ(){/'ill)': L11111 ;\111l'1'1C<I, editado por Anuro v,1!enzuda (dt: próxinw
go de suma cero, en tanto que los sisrernas parlamenta nos aumentan el total
publicación l.
de los «premios». Lis razones son las siguÍ<.:ntc·,. En sistemas presidenciales
..f8 Juan.J. Línz Democrnci<l presidencial o parlamentaria: ¿Qué diíerencia implica? 49

Jncluso cuando en una democr;1e1a p;Hlamentaria un partido reelección, cuatro con reelección no inmediata y uno (Venernela)
grnia una mayoría absoluta de esc111os, e! líder del partido o el primer con dos mandatos intermedios. Entre los que permiten la reelección
ministro puede que no estén en la misma situación que un presi- inmediata, cinco limitan la presidencia a dos mandntos y seis no tie-
dente. Para permanecer en su puesto, el primer ministro tiene que nen limitación (incluidos dos semipresidenciales o, de acuerdo con su
prestar atención a los que le apoyan en el grupo p;1rlamentarío del terminología. sistemas presidenciales ele primer ministro) 26
partido; la rebelión de los bad:-hc11chcrs o de los barones del partido La importancia que se concede al principio de no reelección se
puede terminar su mandato. El destino de un líder fuerte v en un refleja en el hecho de que el Tratado General de Paz y Amistad fir-
momento popular corno Margaret Thatcher. es paradigmXtic~:-el mado por todos los gobiernos ele Centro América en \'V'ashington el 7
pai'lklo-·de ·la- Margái·et Thatcher ba¡o el nuevo liderazoo b
de Iohí1
- - -~ - -..
de febrero ele 1927. declaraba que: «Las partes contrayentes se com-
Majo·r]Jlido ·ganát Ja-siguiente elección. Nnda parecí do podría l}abe-t~ prometen a mantener en sus respectivas Constituciones el principio
sucedido cuando el fracaso de Alfo Carda en el Perú se hizo p_a_!~~1_­ de no reelección para el cargo de Presidente y Vice Presidente de la
te, ·)1-APRA (Alíánz«i PoiJi.ilar Revolucionaría t\mericaná)-ttl\10 que I\epública, y aquéllas partes contrayentes cuyas Constituciones inclu-
pagar el precio en his elecciones·. · · - -·· -- yen la reelección, se comprometen a introducir una reforma consti-
Uno de los iJ"i::isiblcs.. resliltados en una elección presidencial es tucional a este efecto en la próxima sesión legislativa clespués de la
que el candidato derrotado pierda todo. Esto es probable, e incluso ratificación del presente Tratado» 27 •
puede que sea deseable, en el caso de un contendiente ama1cur que El prin_02jo d~1]_Q.i:edecciónJ1a..adquírido.en-muchos países una
no tenga ei apoyo ele un partido. Pero también puede muy bien granliñPortancia simbólica. El recuerdo de gobiernos que d~rab_a_n
suceder cuando compiten sólo dos partidos. No es muy probable que toclala-\;¡(]a,--de io5er1ia1i i'es: cauélillós i clicticló"1~é·s-íio'dei1io-crat1 cos,
en las próximas elecciones se consiclere deseahle al candidato clerro- '"Ueo1aclenianda de no reelecciói1, coíiio en el c~iso-·cleMiidei·o frente
tado, ínclepenclientemente del número de votos que haya obtenido, v ñl--Porfir!aio enMexic-Ci_'Los.iriteritos de cárnbia~-las ~ormas .éonsti-
por tanto es posible que éste pierda su situación de liderazgo en ~¡ tucionales·q~;~ ;,o permitían la reelección y los esfuerzos ¡5ará asegu-
partido. Incluso algunas veces el partido derrotado se queda sin lide- r;¡: l~ c¡L1~ 1os iatÍnoamúicanos llaman continuismo, han mo\'ilizacfo
razgo hasta que se nombra un candidato para la próxima elección. h opinión ·púb!ica y han sidó causa ele manifestacioi1es y golries no
Sólo en el caso de partidos muy ideológicos y con una sólida estruc-
.... ··-·Sur'
··- i;~ Li].5ers~1ecti\;;¡·Jé
2
sólo en Latinoamérica,
. ··-· .. ,... . - ·-- ,•.. eifC01'éa
sirfo . ..:
del -~-

t('.ra, o .en el casci de situaciones de mCdtiple partido, los candidatos


pres~d_er1c_ial_c~ conservan su posición de líder. En sistenrns parlamen- ( 2"-tvla111\\'anng. «Presidenlíalísrn ín Latm·America», ha tratado ampliamente ins rcs-

tarios, sin embargo, los lícleres de partidos ocupan prúcticamente a r


p ue~ tas las'f'eii sion cs_Ii~ ir~ ~e~i ~có!~s úQi}if~~ü~eñ..Mí ~ r;¿ii];!íilña·_y,liil!.1 niq~ili_aaa
siempre escaños en la legislatura, y al¡wnas veces tienen eí s1at11s de c@:_~~J!,s~\·~J~~eJ~~-Lc..:Ü?.sc:'.1L~~me.s.119..<;~s.o,.9~DJL!.Ít!P;!1:~~<:!h'!1l.º).pp. 1_67 -11.
2 ' CirnJo por Russell ] I. fitzgihbon, «Contmuismo m Central Amenca and the
«líder ele la leal oposición>> (aunque la creciente personalización de Caribbcan». en The Emlu1in11 o( Latm 1lmencc111 Gouemmelll, A Booh o/ Rradi11g. e, li-
las carnpai1as puede también obligarle a renunciar al liderazgo del tado por Asher N. Christense;1 (Nueva York: Henry Holt. 1951). pp. 430-..f5 esp.
partido). p. 436.
2' Sung-¡oo Han, «South Korea: Polit1cs lll Trans1t1on», en Polit1cs 111 Dcvclop111[!.

Cmmtncs. edit,1clo por Lnrry Diamond. Juan J. Línz y Seymour Martm Lípset moul-
der: L\·nne Rienner. 1990). pp. 313-50, esp. p. 321 sobre la rnm·ilización contra In refor-
La no reelección y sus implicaciones ma c~nstltucional que permitía un tercer mandaw presiclcncrnl de Park Chung ! lec en
1969. L1 enmienda constitucionai conseguída mediante referéndum pro,·ocó una
ELprincipio de no re_dc.~~ÍQJl.Q_ck no 111111egjata reeJ~.c~i.91!_DQ_es gran agHación estudiantil v puede considerarse el punto de mllexión en la capacidad
del gobierno para conse1Yar el apoyo electoral necesario parn mantener al presidente
una caracte_!.l~tÍh<Lql\~_defina.el presidencialismo, pero es claramente
en el cargo. ,\Juchos de los que rcnian una actitud razorn1blemente Ía\'orablc respecto
la ¡)¡uíi~1"Ji;:~d9J.11_Íl}ante. Shugart y Carey han calcul,1do och¿) Í)aíses · a Park y una buena op1111ón de sus logros. se sínticron decepcionados por esta mani-
{a!gúlia·s con credenciales dcmocr<Ít1c1s dud(1sas) que no pcrmnen la pubción de la Constltucíón \p. 325l.
50 Juan]. Lmz Dc:111ocr.1cw pres1<lc:ncial o parLunemana: ¿Qué diferencia implica? 51

poder volver a elegir a un candidato en el juego de ganador único ha para líderes ambiciosos que se han visto '.enrndos a asegurar legal-
umdo a menudo a líderes con la esperanza de ser presidentes con mente el continuismo. Incluso en ausencia de tales ambiciones, la
posiciones ideológicas opuestas, como se unieron algunos poderosos conciencia ele que el tiempo para llevar a cabo un progrnma aso~iado
gobernadores brasileños contra Goulart. con su nombre es lirnnado riene que tener un impacto en el estilo de
El apoyo continuado del electorado a un partido, elección tras la polÍlica en regímenes presidenciales. E!_~~~<:d.o _a_ la dis~.?11ti~1:ii~lad
elección, que cncomramos en büstantes democracias parlamenranns en lü políuca y la desconCianza hacía tm P()t~nci'.11 ~ucesór ~onti'1buye
(en Escandinavia, Reino Unido, Irnlia, India y Japón) ha asegurado a un<1 sensación de urgencía, a lo que Albert H¡r_schm<;n ha llamado
a veces la permanencia en el cargo de primer ministro. Pero esto no «el deseo ele voú!o1Í· conau;:e» 30 , q-ue' í)L1edé llevar ,-¡ ¡)olíticas mal
ha levantado protestas e intentos de limitar el mandato, y nuncn hn di'Sen:iéfos, a una pu.esta en práctica rápida de ~stas polítíca~, a 11n¡~a­
llevado a protestas violentas y crisis de régimen comparables <1 las ciencía con la oposicíón y a gastos que de otra iorma se hub1er.111 dis-
que los esfuerzos para mantener el continuismo han provocado. tribuido a lo largo de un período de tiempo, o pueden llevar también
Esto dice algo sobre ia distinta cultura política que genera el presi- a políticas que pueden contribuir a crear tensiones políticas y, algunas
dencialismo y el parlarnefffaflsn1o~-u)s ernbites en teoÍ"Ía son dis- veces, falta de eficaci<l. Un presidenre quiere estar seguro de que
tintos, aúrique en la 'práctica el parlamentarismo puede~i)roducir antes ele de¡ar el cargo puede inaugurar su Brasilia, puede realizar su
una mayor continuidad en el cargo de líderes de partid() muy res- progrnma de nacionalizaciones, etc. Un ~rimer mi_nistro que I?L1::de _
petados. esperar que su partido o la coalición que le apoya gane la p1~0>:1ma
La democracia es por definición un gobierno pro tempore, un elección, probablememe no está bajo la misma presión; hemos visto
gobierno-ei1d cual el electorado puede, a intervalos reguE-ires;-exigir primeros ministros que han permanecido en el cargo dqrante yarws.
resp~ns~bilidac]es a los- q~e:g2l?[eiiiiii5:~ ü1·fri9nei,-_ u11 can\b.:io 29 . El legislaturas sin que se planteara el temor a una d1ctadu:«1 porgue su
límite máximo de liempo para cualquier gobierno entre elecciones es sustitución podía producirse en cualquier momento sm tener_ que
probablemente L1 mayor garantía contra la omnipotencia y el abuso recurrir a métodos anticonstirucionaies. El límite del m,~n~<lt() y el
de poder, la última esperanza para los que están en la posición mino- principio de no reeleccíón, cuyo val¿~: no puede discutirse, significan
ritaria. El requisito sk_e!es;<;;(ones periódicas no excluye,. sin embargo, _ que el sistema político rier1e 'qlie producir perióclica1úei1 ti:: un líder
en princiJ;íó_Ta_posibilid,1cl de que los que est_én ep el pQ,g_~!· puedan capaz y popular, y que el capital político·que}1a-acumúbcló'ür1'lídef'
volver a ga-náda ccinfiiiñ'za del electorado. La alternancia.~1}_ ~l poder qt1e haya tenido éxito, no- se pued~ wiliz.<1runnye?: Jerminndo. su
puede tener también consecuencias disfuncionales pprqL,1e. ni11gún iiúñdato.
go~ierno tie11e-asegúrúdo el tiempo para cumplir promesas, para Todo lickrazgo políuco está amenazado por ias ambiciones de
lleva~·-á 'cabo entre dos elecciones grandes programas .. de cambio líderes de segunda fila que mrentan situarse con vistas a Ja sucesión, y
sociül, para conseguir:_ ca111pio_s_irre_\'.ers_ibles en la socied,1d: Esto es algunas veces por sus intrigas. Es inevitable que la perspectiva de la
aún más cierto cuando hay un límite en los mandatos, como en sucesión al final del mandaro de un presidente alimente es<ls ten-
muchos sístenrns presidenciales. Y a todo gobierno, democrfüico y dencias, así corno las sospechas por parte del titular. El deseo Je
no democrático, ic gustaría asegurarse continuidad por un largo continuidad, por otra parte, hace que ei presideme busque un suce-
período de tiempo. sor que no represente una amenaza mientras ocupa el cargo. Una
, La conc~lJST,lPQfl_ <oit:__p_()~es en un presidente ha llevado en b persona de estas características no es necesariamente el líder m;is
mayonacJelos regímenes presideri'C:íales a tra-t;11:-de limirnr-laj)-¡:esi- capaz y arracrivo. La 111evitable sucesión crea a su vez una tens1on
dcncia a uno o a lo más a dos mandatos. Estas normas son frnsmmres
.X··, - · . .,,.

Jo Albert O. 1Jirsclmun. /011ml'Yf tuward l'rogress: Siudics uf Eco1101mc Po/in•·


1
Juan J. Linz, «11 Lmoré tempo ner mut,1menr1 Je regime»,
" Tl'uría polít1c.-1 2. Mah11g m La1111 .-lml'nca 1C:1r-den Ciry, N. Y: Double<lay, I 965), pp. 313 -16 sobre «la
nlim. l ( l 986): JO-i7 rage Je vouio1r condure.:».
'52 luan!. L111z Democracia presidencial o parlamentaría: ¿Qué diferencia 1mpiica? 53

especial entre el ex presidente y su sucesor. que se sentirú tcnt<1do a tintos tipos de democracias. Hay otros aspectos que necesitan aten-
afirmar su independencia y hacer v.der sus dilerencÍ<lS con su ante- ción, como la forma de estructurar la competición política en un
cesor, incluso aunque a111bos pertenezcan al m1s1110 partido, un pro- sistema en eréuarelpuel-Jloéllgé-dlrect.ai1íeºr1te aí.pre~denté~el estilo
ceso que puede llegar a amenazar ia unidad de este. La persona que s-egG;:;-erZt_~;fse ejerce la autoridad y el poder,_las relacione.~ ..entre un
ha sido presidente, con todo el poder. el prestigio\' la <1dulación que ¡)!·csi<lente, la clase ¡)olítica y la sociedad y la forn1a e11la c;:ual proba-
acompañan al cargo, encontrau1 s1e111pre difícil renunciar al poder y blen1e1ite se va a ejercer el i)óJer y se van a resolvexJos _c;gnílictos.
verse excluida de la posibilidad de \'oh-er a conseguí rio en el caso de Nuest-i:a opinión es que las características institucionales a las ql_1c nos
que su sucesor fracase. Esta frustrauón puede tener i111portantes hemos referido, directa o indirectamente conforman el proceso polí-
consecuencias políticas, como el intento de ejercer poder entre bas- tico en su conjunto y la manera ele gobernm.
tidores, influir en In próxi111a sucesión prcsiclenciaÍ apoyando a un Quizú la conS\".CU~ncia mús .importante ~el p_resi.dencialj,smo es
candidato distinto del que apoye el titular, etc. q,ue i}1tro~uce\í11-F1e1·re elemént_o de úiniá-s:cro etda pülíd~a
Cuando un presidente se ve excl u1do de toda reelección inme- Jemocníti61, cqn t;nas reglas 'qí_ie Javo1:ece1~ un resultado d~ u\1
diata pero puede volver a presentarse después de un cierto tiempo, g~i1ador absoluto. Una eleccíóí~ parlamenlaría,J:rnede prOélucir Lina
co1110 sucede en Venezuela, es muy probable que se produzca un ;11á'~;ol'í~1 absolut;·para un partido ~oi1crer~, pero io m<1s.pormal es
conflicto entre el titular y su antecesor ele! mismo partido. El cnso ele g~e d,é répresentacíón a .una-serie de partidos. Q-t;iza i1iiÓ gane
Carlos Andrés Pérez y el presidente Lusmchi, que Michaei Copped- ui1iC-pll1raliclad mayor que otros. haciendo necesaria una negocía-
ge discute en el capítulo 12 (vol. 2), se \'iene a la mente. ción y compartir el poder para conseguir el apoyo mayoritario para
Ciertamente, en los sistemas parlamentarios surgen problemas un primer ministro o la tolerancia de un gobierno minoritano.
similares cuando un líder distinguido deja el cargo de primer m111istro Esto significa que el primer ministro tendrá que estar muy atento a
pero se siente capacitado y dispuesto n \'olver al poder. La necesidad, las demandas ele distintos grupos y muy preocupado por conservar
sin eml)argo, de mantener la unid,1d del partido. la deferencia que los su apoyo. De la misma forma, los distintos partidos no pierden la
otros líderes del partido v su sucesor probablemente le muestra \'la esperanza de llegar a ejercer parte del poder, ele tener una posibi-
conciencia que tiene el SL;cesor de que necesita la cooperación de. un lidad de control y la oportunidad de obtener beneficios para los
líder poderoso que no esté en el gobierno pueden facilitar In alter- que les apoyan.
nancia de dos líderes del mismo partido. El líder que sale sabe que en La conciencia ele que su poder es independiente, de tener un
cualquier mo111ento puede ser llamado para voh-er al cargo, y su mandato del puebio, de independencia durante el período en el car-
sucesor también sabe que existe esa posibilidad. La conciencia que go frente a los que podrían retirarle el apoyo, incluidos los miembros
ambos líderes tienen de que un enfrentamiento podría ser costoso de la coalición que le eligió, puede dar al presidente un sentido de
para ambos crea una situación que lrecuentemente facilita el com- poder y misión probablemente desproporcionado a la limitada plu-
partir el poder. ralidad que le ha elegido. Esto a su vez puede que haga que ~rcsis:
tencia que encuentre en el sistema político y en la sociedad_0ea más
fnisTí=ai1te,-rii;í$-Cleúnoralizadora o írritantede lo que normalme1:i_te
Estilo político en democracias presidenciales esa resistencia supone para un primer ministro gu_c_ desde un primer
y parlamentarias m01i1ento sabe qué depende del apoyo _ele_ su pai:tjclg, 9<21_ dc otros
partidos, de oti:os líderes y del parlamento. A menos que el pnmer
Hasta el momento la discusión del problema que nos ocupa se ha n1inistro tenga una mayoría absoluta, el sistema in0•.'Ítablemente
centrado en las dimensiones ínstitucíPnales. con n:!-crencia también a incluye algunos de los elementos que acaban institucionaliúndose en
algunas de las disposiciones legales en las constituciones presiden- lo aue se ha llamado democracia de consenso y en algunas ocnsiones
ciales y a algunas de las normas no escritas que diferencian los dis- de1~10cracia consociativa.
54 Ju•lll J. Lmz Dc:mocraua pn.:01dc:nc1al u p;1rla11H:mana: ,;Qué difert:ncia implica? 55

Ciertamente, hü habido y hay gobiernos de coalición mulripar- modificar Lis alianzas, de ampliar la base ele <lpoyo gracias <l graneles
tiJo en los sis¡enrns presidenciales basados en la necesidad de «urn- ·coaliciones de unidad nacional o de ernergencÍ<!, .de dí;;ol~1cjQn _y
dad nacional», pero son excepción y a menudo no son satisfactorios nuevas elecciones, en situaciones de crisis, etc. 32 . Los perdedores
para los participantes. Los costes que tiene para un partido el unír- tienen que esperar cuarro o cin.co años, sin acceso ai poder e¡ecutivo
se a otros para salvar a un presidente en dificultades son altos. Si la y por tanro a l'1 posibilidad de imervenir en la formación ele los
empresa tiene éxiw, el crédito es del presídente; si falla, el parrido gobiernos. y s111 acceso a la oporrumdad de repartir toda suerte de
¡iene la culpa; y el presidente dene siempre el poder para cambiar vemajas y puestos entre sus correligionarios. El juego de suma-cero
los ministros sin responsabilizarse formalmente por su decisión. aumenrn los embítes en un<J eiección presidencial tanro para los
Todas estas consideraciones pesaron en la decisión de Fernando gan,1dores como para los perdeJorc:s, e inevilablernenre aumenta la
Henrigue Cardoso de no servir en el gobierno del presidente Collor tensión y la polarización. .
en 1992. Las elecciones presidenc_ial<:s tie1~.~n)~ vi=~raja de:: que pemwm al
En esre contexto es imporrante Jestacar que cuando se restable- pueblo elegir directamente al que va a goberna:· por. un perí?~lo. ºC.
ció la democracia en circunstancias difíciles en dos países latinoame- tJenÍ¡)o, una decisión que muchos sistemas muJr1part1do C()n ll1S[!tu-
ricanos con constituciones presídencíales, los líderes polírícos ele los cioi'Íes parlamentarias dejan a los político~. Supuestamente, el pn:s1-
panidos más 1mporranres recurrieron a acuerdos de tipo consociac1- clenre tiene un mandaw directo dd P~C'.~!~: Sí no se requiere una plu-
tivo para evitar algunas ele las consecuencias que supondría el ciar a 1:;1JídaC:.rlliíni1n~\-y fos cmdícforós compiten en una única vuelta, _la
un pamdo wda la '1lltondad que la presidencia conlleva, así como lc1s persona elegida puede rener sólo un.1 pluralidad pequeñü; la díle-
1mplícacioues de sumc1-cero que tendría püra los que no consiguieran rencia entre el candidato que gana y el que le sigue puede ser dema-
el cargo. Sin emb<11·go, b dificultad de formar autémicos gobiernos de siado pequeña como para justificar la sensación de apoyo popular
coalición en !·egJmenes presidenciales ha obligado a recurrir ~1 díspO- plebiscitario que el candidato victorios? y sus seguidores pueden
sic1011es n!ás rígidas. La Concordancia colombiana, una forma polí- sinceramenre ¡ener. Parn eliminar este elemento de suerte, las leyes
tica consociativa, aunque legirimada democráticamente después de elecwrales al(Junas veces exigen una pluralidad mínima para el g·ana-
llegar los políticos a un acuerdo, estableció un sistem<l que privaba a do1: \liilgún tipo. de proceC.liñ1íerúo quepern1íra-elegTrCl.lai1do-nifdie
los votantes de! derecho a elegir el partido que debería gobernar. ,:¡¡c;1~z~ese n1íñimo 33 ' uno.s reljuisitcís C:ji.1.e i)üedei1 i·es-ul fa¡-- friisfriüites
Para evitar las consecuencias de suma-cero propias del presidencia- p;-¡ralos (jl.1e a1;c;~"m al candidato que va en cabeza. 1\1.ís fr_<;_~.uentt:..~_s_
lismo, temidas por los políticos, se eligió un sistema de dudosa legi- el modelo de un.1eleccíón.. c¡ue .se.convierte. en_una mnfronración
timidad democr.í.tíca. El Pacto ele Punto Fijo venezolano tenía el en-rr~ los dos canJid,itos pdncipales,.bien dL1rnnte_.lap_r1rnr;nLQ_la
mismo fin, pero sin b rígidü constirucionalizacíón de Ja solución se~~~1~Ja vuelt,~,. una elección bipolar que__b_¡.1j.?_.c:·~~1:~-'~~-·~_:1:J~c:_~1:_e~
colombi<Jrnl 31 .
El carácter ele suma-cero que el juego polfrico tiene en los regí- " Es s1"11iiicuÍ\'O que Roben A Dahl, «A Bipartísan Admí111strat1011», Nl'w York
menés p:t~sidenciales se ve reforzado por el hecho de que IOs gañ"i1-- Times, i ~ n~\'Jembre 197 3. sugiriera que en el período entre la di1111s1ón de Nixon Yla
dores y perdedores estfo definidos por el período del m<Jnclato pi:e- · elecoón de un nuc\'ü prcs1dc:mc se formara un gobierno de coalición entre demócra·
tas y rcpublic111os. Ci1;1do por r\. Lijphart, Dl'mocracy 111 Pl11rcd Soud1cs (N<:\I' l laven:
síuencial, una se~·ie (le-a~os durante los cuales no hay espeí·~1nzn de
Yalc Ul', 19771, pp. 28-29
JJ Sobre d método de elccc1ones presídcnc1;1les, ver Shugan y Carey, Prewl1:nls
ami ;\ssemh/ies, pp. 208-25, especwlmeme la tabla 10.1, p. 211, que 1ambié11 da b
31 D,1mel Levme, «Ventzuda: The Nature, Sources anJ Prospects of Dt:mocracy», mcJi,ma de 1·mos para los dos candidatos en cabeza. Dielcr Nohlen, ed., f-1,111Clh11ch da
en Democmcy 111 Deve!op111g Co1111tnes, pp. 247-89, esp. pp. 256-60; y Co11jlic1 t11/(I Poli- W~1 hlclate11 L1ic111111J1crlk11.1 1111d da Karibik !Opbnden: Lc:ske & Budnch, 1993 ), es la
//ca/ Cha11ge 111 \lcnez11i!Íll (Pnnceton: Princeton UP, 197.3). Ver también Jonath·,111 fuente m:ís completa par;1 la legislacíón electoral, resultndos de las clccc1ones pn:si-
l lartlyn, 'fhe Puli11cs uf Cv.ditwn k11le lll Cv/omh111 (Cunbrídge: CuHliridge UP, dencíales y al congreso, nombres de partidos y de presidentes elcgídos para todos los
1988). p;,1Íses al s;1r del I<io ( ;r:mde y el Caribe.
f t1;111 i. Lmz Dcmocrnc1a prcs1denc1al o parlamentaría: ¿Qué Jifcrcnctn implica) 57

pu~de muy bien_p_r.o~h1cicunacor1s_i~lernbl.c: polarización. Una de las Podría argüirse que en una sociedad donde la masa del electora-
consecuencias que la confrontación de los tloscandiC!atos \'Íables do SCSÍt·~;i~i~ eJ .CeDUQ. cJeL es¡;e.cúo-p.Olítt~Q~: ¿:Q_CT~QªLl~~~!;_ª~-~p~OSI~{9;
tiene en _ios sistemas multipartido es que es muy posible que antes Je 1ieslx1'sícamente moderadas. está de acuerdo en excluir a los extre-
las e~ecc1ones se _formen am¡7lias coaliciones, en las cuales no se pue- 111is-tas~; 'solo se Jifere~c;~ ~n~~e ce11tro izqul~r~a.Y. c;~~tro-_J~;~cha, ia~ -
den rgnorar partidos .extrerrnstas con una cierta fuerza porque el éxi- consecuencias negativas poter1¡::iales de la competencia presidencial
to puede depender mcluso de ese pcqueiio número de votos que estáí1 exclti~c:las. Con un electorado que sé oríen·fo mayoí-itaríarnente
P.ueclen aportar. Un sistema ele partidos en el cual un número signi- hac1a"úí;-éentro modernclo, todo el que haga una alianza o tome
t1cat1vo de votantes se identifica Í'uertemente con estos partidos p.1.·es- posícíones que parezcan ínclinarse hacia un extremo es muy poco
ta a estos votantes. una presencia desproporcíonacb entre los que probable que gane una elección. como descubrieron Golclwater v
apoyan a los candidatos. El rnnclidato contrario puede muv fácil- McGovern b noche de las elecciones. Sin embargo, larnay_or parte d~
mente destarnr la influencia peligrosa de los extremistas. v lo~ extre- las sociedades que se enfrentan con serios problemas sociales y eco-
n:1stas a su vez tienen un posible poder de chantaíe frent~ a un can- n-ói1íícos pi·ühab1enieí1te.. i1'0-eí1c~ijai1-·e-ri-el ii1odckí-de-lás-elécciónes
dtdato moderado. A menos que haya un fuerte candidato de centro ¡.)r~Tc.T~!íéláles ñcfrteai11eífo1rias: ES!1íu)1'!-iosible é¡t..ie5e,1n so'cíedades
capaz ele conseguir un amplio apoyo contra los que se alían con los c.li\'idiclas en sus opiniones sobre un régirnen autoúforio que en.su
sectores extremos del espe~t_ro poHtico y encuentre un gran apoyo en momento tuvo Li11 a¡)oyosignificativ9,y_quetenganpartidos.<dos que
el e.entro que supere las diferencias de ;ilternativas más claramente se perciba corno extremistas con pode_rosas_qrg<1_1_1Lz;_a~j.9_!~~s_x co_1~si­
defm1das, una elección presidencial puede desencadenar tendencias derab1e atractivo.
centrífugas y polarizacloras en este tipo de eiectorndo. ·---·En" una eleé~fÓ.n ele una sola vuelta, ninguno de los principales
Cuando el miedo a la polarización es grande, los políticos pue- candidatos en una sociedad con una cierta polarización y con un
den ponerse de acuerdo en un candidato al que todos respeten y que electorado volátil puede ignorar estns fuerzas, con las cuales en otras
no genere antagonismos y llegar a un compromiso. Un candidato tal circunstancias no estaría dispuesto a colaborar, sin correr el gran
pu~cle ser elegido más por sus cualidades personales que por la riesgo de encontrarse sin una pluralidad. Para nuestro análisis hay
polmca que apoye, y es más probable que sea el líder ele un partido que tener presente el potencial de polarización y la dificultad de ais-
l?~queño qL~~ de uno grande. Una opcicín de este tipo pu~de ser iar las alternativas políttcamente extremas que importantes elites o
utd para f?cil1tar un? transición a la democrncía, con su competición sectores del electorado rechazan tajantemente.
en,tre pa.rtidos y opciones políticas, o para reequilibrar un sistema en Una elección de dos vueltas con una competición entre los can-
cns1s. Srn embargo, es muy dudoso que una coalición ad hoc ele didatos en cabeza reduce la íncertidumbre y puede así ayudar a pro-
polítí~os. esté dispuesta a dar, o pueda dar, al presidente que ha ducir un resultado calculado más racionalmente, tanto por parte dei
contnbu1do a elegir el apoyo necesario para poder gobernar, para candidato como de los votantes. Los candidatos pueden destacar
poder tomar decisiones difíciles que pueden alienar a muchos e.le los sus puntos fuertes y calcular cuánto pueden contribuir sus aliados a
que en un principio le apoyaron y que pueden ser contrarias a sus una coalic1ón vencedora, y los que tienden más a los extremos tienen
c?nvicciones icle~l~gicas. ~ste, problema se puede agudizar espe- conciencia de los límites de su fuerza. En Cierto sentido, este proceso
oalmente e1: los ult1111os anos ctel mandato._ El liderazgo de un pre- se aproxima al de formación de coaliciones en un parlamento en el
sidente elegido gracias a un compromiso Je este tipo será débil, y momento de elegir un primer ministro.
puede encontrarse sm apoyo en el congreso. Muchos de los que La elección de la segunda vuelta parecería ser en principio la
antes le a¡?oyaban se. empezarán a disociar ele él (sin pagar el precio soluCiü¡1-~i:i_eJ=c:·aso-Jesísl'emas presidenciales·multípanido, en los
de una cns1s ele gobierno, como en un sistema parlamentario) para cíiá1eS'los candidatos pueden ganar sólo pluralidades pequet'ias y
prepararse para las eieccíones legislati\'as v la siguiente elección pre- donde:·~¡¡ contrario de las expectativas «racionáles»: no se foniian
s1denc1al. co~ílíciories 1rn1s amplias para conseguir una mayoría: E1~ uí1a segunda
58 Juan J. Lrnz Democrncrn pres1de11n:il o parbmenraria: ¿Qué diferencia implica? 59

vuelta en la que sólo se permita competir a los e.los candidatos irn1s implicaciones hubieran tenido en aquella conyuntura unas elecciones
votados, uno de ellos inevitablemente recibe una mayoría absoluta. presidenci,1les?
Sin embargo, este método de elección tiene una serie ele conse- En primer lugar, en ausencia de datos sobre la distribución de las
cuencias disfuncicifiafeS.______________ ··-----·--·------- ------···--··-----·-
preferencias del electornclo, a pesar de toda la información que los
- l.. En un sistemá muy fragmentado, los dos candidatos princi- estudios de opinión pública proporcionaban, que los políticos hubie-
pales pueden goz,1r tan sólo de plurnlidades pequeñas con respecto a ran tendido a ignorar, la incertidumbre reinante hubiera hecho difícil
orros canclidaros, y pueden representar posiciones en el mismo sector formar coaliciones. Y con tocia certeza los cabezas de lista potencia-
dei espectro político. les se hubieran visto forzados a formar coaliciones más que ganado-
2./ Uno de los candidatos puede ser una persona que esté fuera ras. Asumiendo que Li oposición democrática a Franco se hubiera
Jel ~istema de partidos, sin base de partido en el congreso. urndo tras un candidato único, Felipe González, algo que no era
:J. ' La «mayoría» que se genern puede que no represente un seguro en aquel momemo, González no hubiera podido presentarse
electorado más o menos homogéneo políticamente o una coalición de mdependiememente en la forma en que lo hizo en las elec~iones
partidos auténtica. parbmenrarias, d,1das Lis expectativas que circulaban sobre la iuerza
4. , El ganador, aunque ínicialmente represente la elección de de los com un is ras y el 1O por ciento más o menos del electorado
una pequeña proporción del electorndo, es muy prob,1ble que sienta que éstos realmente representaban. La imagen de un Frente Popular
que representa una mayoría «verdadera y plebiscitaria». hubiera dommado durante la campaña y probablemente hubiera
( 5. "¡ La expectativa de una segunda vuelta aumenta el mcemivo difuminado bs identidades de las distintas fuerzas políticas, desde la
pai'crcompetir en la primera vuelta, bien con la esperanza de s!tuarse exrrema izquierda al cenrro Demócrarn Cristiano, así corno la de los
entre los dos más favorecidos o ele conseguir poder pam negociar en partidos regionales moderados. Según sucedió, esta~ iut::r2as pudieron
la segunda vuelta el apoyo a uno de los dos contendientes más impor- mantener su propia identidad en la mayoría de los distritos, excepto
tantes. Por tanto, en lugar de favorecer la coalescencia de panidos en en aigunas elecciones al Senado.
torno a un candidato, el sistema refuerZ<l la fragmentación que ya El problema hubicm sido todavía 1rn1s ügudo en el caso del centro
existe.
derecha, entre los que habían apoyado la reforma y especialmente la
reforma pactada como una salida del régimen autoritario. ~o es
seguro que Adolfo Su:irez, a pesar ele la gran popuiarídad que duran-
EXCURSUS. SI ESPr\ÑA HUBIERA TENIDO te b transición consiguió, hubiera podido y hubiera querido unir
UN RÉGJJ\IEN PRESIDENClALISTA DURANTE LA TRANSICIÓN todas las fuerzas a la derecha de los socialistas. Llegado ese momen-
¿HABRÍA SJDO ÉSTA DIFERENTE? to, muchos cnstiano demócratas, incluidos aquellos que en 1979 se
prese1m1ban con la UCD, no hubieran estado dispuestos a abandonar
Para ilustrar este argumento, supongamos que en 1977 en Espa- <1 sus amigos políticos de los años de oposición a Franco. Por otra
ña la primera elección libre después de Franco hubiera sido presi- parte, <l Suárez le hubiera resultado difícil presentarse con el apoyo
Jencial en lugar de parlarnenrnria. Por supuesto, en el referéndum de Alianza Popular, qu<.: aparecía como una alternativa continutsta
para la reforma política se había votado la monarquía parlamentaria diriuida por antiguos miembros dei gobierno franquista; tampoco
y la elección era para un parlamento constituyente 34 . Pero, ¿qué par:ce lógico que l\P hubiera apoyado a un líder dispuesto a legalizar
al Partido Comurnsta.
14
La bibliograffa sobre la rransic1ón a la democracia española y las pnmeras elcc- Sí se excluye la posibilidad de que el candidato de la derecha
c10nes es demasiado extens:1 para cítarla aquí. Véase Juan J. Lmz y AlfreJ Stepan, Pro- hubiera sido Manuel Fraga, más tarde el líder aceptado de la oposi-
blems o/Dc111ocra11c Trc111Sil10111111d Co11soiidaiw11. So111hem Europe, 5011/h ilmcnrn, llll(f ción, le hubiera sido nllly difícil a Swírez mantener en una etmpaña
Pust-Co111m11nisl E.urape (l:laltinwre: Johns Hopkrns UP, 1996). presidencial su postma ddiniJa coi!ll) u11a <tltc;¡1~;,,\ a a tuda iJt.:a de
luan f. Lmz Democracia presidencial o P'1rlamcntana: ;Que diferencia implica) 61

contínuidad con el régimen de Frnnco. En realidad, la campaña de la do y el prínc1pal objetivo de la campai1a de 1982 era ganar votos en el
UCD en 1977 ihH dirigida tanto contra :\P como contra los socialis- centro del espectro donde, según habían mostrado las elecciones
tas,)' ciada Ja incertidumbre sobre Ja (uerza de ]a pr1111era V los te1110- anteriores, se situaba el grueso del electorado. En mi opinión, no hay
res y hostilidad que generaba en la izquierda, gr<m parte .de la cam- duda de qlle el proceso de la transición y consolidación de la c.lemo-
paña se centraba en su líder. Fraga. Este enloque reducía la cracía en Espa11a hubiera sido muy distinto v probablemente más
polarización potencial entre los demócratas Je «toda la vida» v los difícil con una victoria socialista en 1977. Comentarios e.le felipe
neófitos ele la democracia, que constituían una parte signifirnti\;a de Gonz;1lez sobre lo que una victoria de su partido incluso en 1979
la UCD, Inevitablemente, en una elección presidencial, el candidato hubiera significado lo confirman 35 .
del centro derecha y de la derecha hubiera concentrado su ataque en Hay q~1e tener en cuenta que algunas de las consecuencias nega-
los que peligrosamente apoyaban al candidato democr<Ítico de tivas de la polarización implícitas en una liza presidencial no son
izquierdas, destacando el papel de los comunistas \' de los naciona- inherentes a este tipo ele sistema y no son inevitables. Pueden sosla-
listas periféricos entre sus seguidores,;.• los comprn;111sos que hubie- yarse cuando un consenso masivo de la población favorece las pos-
ra te111do que hacer con ellos. El candidato del centro izquierda v de turas moderadas a la derecha e ízquierda del centro, y cuando el
la izquierda d:m~Krática inevitablemente hubiera tenido que n~en­ peso limitado de los extremos es bastante visible, de manera que
c1onar la cont1nu1c.L1d de su contrario con el régimen de franco. ia nadie est<Í especialmente interesado en hacer alianzas con ellos. Esta
importancia entre los que le apoyaban de los fra.nquistns recalcitrnn- situación puede ciarse cuando hay un consenso para aislar a los extre-
tes y la ausencia entre los 111iembros de su coalic1~ín de demócratas mos, o cuando éstos optan por presentarse solos con el fin de que su
incluso del centro moderado, los que después de la elección de 1977, propaganda y su presencia sean conspicuas. Pero dudo que estas
en los ar1os en que se elaboraba la Constitución :' durante el primer condiciones puedan ciarse en muchas sociedades durante el proceso
gobierno constitucional después de las elecciones ele 1979, tendrían de democratización y consolidación de la democracia.
un destacado papel apoyando los gobiernos de Swírez. como en el
caso ele los catalanistas moderados.
No cabe duda de que unn elección presidencial en l 9T7 hubiera Ambigüedad del cargo presidencial
sido muc.ho más polarizada que las elecciones p<1rbment.irías que
tuvieron lugar el 15 ele junio. Si el presidente del Gobierno Suúez Me he estado refiriendo a algunas de las implicaciones que el
hul?iern rechazado todo entendimiento con AP, o si Fraga hubiera presidenc1alismo tiene en el proceso electoral. Algunos podrían pen-
rechazado una alianza con los suaristas has,índose en sus hinchadas sar que una cosa es la elección y otra lo que el presidente hace una
expectativas y su visión de la nrnvoría naturai de la derecha v el sis- vez que ha sido elegido, con todo el poder que la Constitución le
tema bipanic.lo. el resultado hubi~ra sido o bien altamente lll¿Icrto o. concede. ¿Por qué no podría estar dispuesto a superar la polarización
rn<Ís posible, una pluralidad para el candidato de izquierda. Un pre~ de la campaña, curar las heridas que se hayan producido, ofrecer al
sidente de izquierdas con un apoyo popular, incluso con un resultado derrotado una oportunidad para colaborar, ignorar y aislar a los alia-
distinto en las elecciones al Congreso. se hubiern sentido con sufi- dos en los extremos del espectro y convertirse en el presidente de
ciente legittmidad como para acometer la redacción de un.1 Consti- todo el pueblo? No se puede excluir esta política y este estilo de
tución 1rnís partidista y efectuar rnmb1os radicales en la política ven gobernar. pero todo dependerá de la personalidad del líder y de la de
la sociedac.L Probablemente hubiera hecho más rnmbios de los qt;e el sus contrarios. Antes de una elección nadie puede estar seguro de
primer ministro socialista Felipe G011%álcz emprendió en 1982. Gon- que esta vaya a ser la opción del nuevo titular. y ciertamente el pro-
zález había sido miembro del Paríamento durante cinco a11os v su
partido había gobernado algunos mun1cip1os. El ala izquierda ·más ;; Cnmentanns del pres1deme del Gobíerno Felipe González en una reun1ún
utópica ele su partido había sido derrot<1da en un con.greso del partí- nr!C;1111zada por la Fun<laciún Ortega v Gasset. Toledo. ma\'O 198-1.
62 Ju•mJ. Lmz Democracia pres1dcnc1al o parla111cman.1: ¿Qué diferencia implica? 63

ceso de movilizacíón política en un contexto plebiscirnrio no es pro- que lucha para llevar a rnbo su progranrn. No es siempre fócil ser al
bable que facilite el que esto suceda. Por otrn parte, esta postura pue- mismo tiempo el presidente e.le todos los chilenos y el presidente de
de debilitar más bien que forralecer al nuevo presidente porque los trabajadores, ser el eleganre y bien educado presidente en La
corre el riesgo de ,1liern1r a los componemes más extremos de su Moneda y el orador demagógico en los mítines masivos en un esrndio.
coalición, que roclavía compiten en el Congreso y en otros contexros Muchos \'Orantes y elires claves pueden considerar muy bien el segun-
con el partido dominante más moderado ele la alianza por el voto del do papel como un<l trníc1ón al papel de Jefe de estado, alguien que
electorado. La posibilidad de que los extremistas puedan aducir que está por encima de los partidos y que es un símbolo de la continuidad
ha habido traición hace difícil ignorar sus exigencias. Adem<ÍS, si del estado y l.1 nación que se asocia con la presidencia. Un sisrema
esta postura no encuernra reciprocidad entre los candidatos derro- presidencial, comparado con una monarquía parlamenrnna o una
tados, la pos1c1ón del tirnlar puede muy bien verse debilitada. Si se ha república con un primer ministro y un jefe de estado, no permite
hecho una propuesta públicamenre, el verse rechazado puede incli- diferenciar estos p<lpelcs.
narle a una actitud m<1s intransigente, lo que puede llevar a sus con- Quizá la consecuencia más importante de la __ 1:._el~~~:it?_Q_ ~i_r~cta
trarios más moderados a identificarse con los miembros menos legí- enrre--í.iI;,1;;.ésiclente-y el e!Cfroí-a~lü y~Je li-~~1~~fi-éia ~e t~cla ~ep~n_­
rimos de la coalición que apoyó a su oponente, reforzándose así la denda ele los políticos (para renovar SLI poder un.1 vez elegido
retórica que se generó durante la campaña. n1ecliante la amenaza de las mociones de censura y la necesidad de
Algunas de las consecuencias más importantes que el sistema confirmar la confianza) es b sensacion de ser el represenlanre elegido
presidencial tiene para el estilo polüico son resultado de la naturale-
za del propio cargo: los poderes asociados con él y los límites que se
el
de todo el pueblo y la tende11cia a idef;tifica'r !n1ebfo ¿(;;¡-e¡ ¡.;1:op°i'o
elecrorado, ignorando a los que han vota~Q-Pºr~~l é~0<lis1'!f~-:~9!1Tra­
le imponen, especialmente los derivados de la necesidad ele coopernr riQ. El componente pleb1scítª-ri_q_Í!11¡:ilícitº m1e _tie_ne ]¡1 ;1L!t~1:i~ac!_
con el Congreso, que puede tener una composición ele partidos dis- preslaer1cial es m~y probable_gu~ h.1g_a _ese_~~i,:l.~1i:0~eJ1:~1s~rnn.te~_ la
tinta de la que tiene la coalición ganadora del pres1clenre y sobre opo_~iqón_y las r~~tricciones.rnnJas_q11e.inm~düAt:J!!1~_1:1_1 !.~ ~~ ~~~\f_re!1_ta-
todo el sentido del tiempo que una elección por un limirndo número 1i!l. P1:e~1genre al_!".j<:rcer su H\lt.Qfldac\. En este contexto, el presidente
dt: años sin derecho ¡¡ sucesión impone frecuentemenre a un presi- puede muy bien defirnr su polírica como la expresión de la voluntad
dente. popular, y la de sus contrarios como la representación de intereses
El cargo presidencd es por naturaleza bidimensional y en cierto mezquinos que el pueblo rechaza. Este sentido ele idenridad entre
seq t_iCl§~lín§}g~!¿i-~)1 i-_qúe~~J __~'.~~~id~0i~-~s_ e_l _re1)res~n raii~~--~<:- ~1!1ª líder y pueblo que genera o refuerza un cierto populismo puede ser
clara opcíqn polüic;;!1dk: l!!15J .9P_S~9_fl p~1~tj~_ista y ele su electorado, unil fuente Je fuerza y poder, pero puede también llevar a que el pre-
adernús de represenr,ir ,dgunas vec~s a s1tpa~tido dentro.de-fo coa- sidente ignore el mandato limitado que incluso una mayoría, y no
lición que le h.1 llevado <ti poder, Pero el presi~eme es. también jefe digamos una pluralidad, puede concederle para llevnr a cabo_cual-
Jel estado, - ...
qu1er programa. Contribuye también a una cierta indiferencia trente
La dimensión símbólica y deferencia! del poder -aspectos ele a la oposición, y algunas veces a una falta de respeto e incluso a una
autoridad que Bagehot 36 vio representados en la monarquía y <llgunas relación hostil con ella. f\ eliferencia d~.1:1~ pre~id_en~e'. _un p~:m1er
Vl-ces encarnados con éxito en presidentes en regímenes parlamen- ministro es normalmente 111.ie11-ib-ro de.. Í.111 paí-1,írnenro y, aunque se
tarios (como recientemente en el caso de Sandro Pertini en Irnlia o siente en el banco del gobierno: es un 1-i1íe111bí·6 de ü1i"cüérpo ·nías
Theodor Heuss rn los pnmeros años de la República Federal Ale- anmlÍO dentro del cual Se Ve forzado ¡Í I:eJaéíonárse: hiis"fa CieÚO l)-Úf)-
mana)- no es fácil de combinar con el papel del político partidista tO ~orno un igual, con orros políticos y líderes ele otros ¡.iai-[idos,
especialmente si depenele de su' apoyo como-fefe "qe un gobieri:i9~~e.
''' Walrer Bagehot, Th-: E11g!ish Cons111111w11 (Londres: World Classics, 1955 coalición o de un gobierno minoritario. Un presidente, ciada su posi-
[18i57]J.
ción especi,d corno ¡efe de estado, no está obligado a este tipo de rela-
64 Juan l. Lmz Democracia presidencial o pariamentana: ¿Qué diferencia implica?

ciones; es libre Je recibir o no a los líderes de 1<1 oposición, y siempre con las fuerzas armadas en su capacidad de comandante en jefe. Ui;
en el contexto Je! stal11s ccremoniai rn ei palacio presidencial. presídente tiene muchas oportunidades para establecer contacto con
Sólo hay que pensar en ios interrn111b1os entre el primer ministro líderes del ejército sin las trabas que representaría la presencia de un
y los líderes de la oposición en la Címara Je los Comunes, y en un primer ministro o un ministro de defensa, uno de los cuales nor-
discurso de un presidente ante el congreso. Todo el que hava visto la malmente está presente en una monarquía o república parlamentaria.
memorable sesión en la cual Margaret Thatcher presentó su, renuncia,
podrá apreciar la diferencia. Incluso un presidente que tu\'Íera que
enfrentarse con un congreso crítico y hostil no se encontraría ante La elección de un «extraño»
una situación semejante.
Por otra parte, e1.}__un _sistema presidencial el rnndidato derrotado El carácter personalizado de una elección presidencial hace posi-
y los líderes el.e la oposiélón-ocupan posiciones ambiguas. Al no tener ble, especialfileme·e1nwsencia de un- sisrelYf<lUeJiartidosfüertes, el
ningún cargo y rio ser incluso parlamentarios, aunc¡ue: sí pública- acce~~...:1J~pü,9er~9~- i.~i1~~exr~aAü;>.·~-¿r;· e-5ir ·c¡\ler~iiiis'd~ci ¡: ~1n~C:á11:
mente líderes, no pueden actuar frente al presidente de la misma c@?t,o gue I?i se íde11tific.a con Uf! partido político_nire~jb~ apoyo de
ií1ai1eí-a como lo haría el líder de la oposición parlamentaria en \Vest- n~1gun piirudo, up cary_d1clas.o que en a.lgunos casos .ncu¡ene l)Í expe-
minster. rienda de goberf)ar rú)ñclu~o experiericia política, y gue se presenta
La ~!,5~1;.~_i-~--~r~__l!_l"l_ s_ist_e_111~ p_r~_í_J.encial de un rey o un pres1d_ente ~o_n un apoyo .populísta·a-Ínenudo.basado enlahostilida~LáJos -par-
de la repuGlica que pueda actuar simbólicamente comó póder mode- ~ídos y,a los «político~». La candidatura Je este tipo de líderes puéde
radoi' pri\1a ·al sisteií1a Je ·ciertü· gi'úclo de flexibil ida el y cle"ñ'1écfüis- surgir repe11tinarne'iite y puede capitalizar la frustración de los votan-
rnos pai-a.frstringir.el ejeí-'cicio' del poder. Un rev u otro líder simbó- tes y la esperanza que tienen en un «salvador». Estos candidatos no
lic_o puede, _en ~iertas ocasiones, ejercer una u1I1~1~ncia m~deradora en. tienen apoyo ~r1 ~L~_o_ngresQ, 11L ta!11P.9C:C? _una.__ ~gj)tíi:ll:iída~d.-:perrna·:
una situación de crisis e incluso puede, como poder neutral, facilitar r1e1.1'te111stltuclonalizada (debído al prinéipio ele no reelección) y por
;I_l:1_~_1~~9s~lión _¡)arlamentariac<:mtra el prime_1:_1JJ_J)listrn Y. mantener el tññi:o 110 les es focil crear i:ina organiza cían ele partido. Solo én tm sis:;
contacto .ccm fuerzas,_ ~specialmente las fuerzas armadas, que estén téiña1;i-esldencí~1l r'u:e_J_eij_~a._n_cALª.a:t~~ -~~¡,:;_(: Ft1FmorC~-c¿H~;- de~
dispuestas a cuestio~1ar.el.fükrazgo del primer ministro. Incluso los Mello aspira1: al poder. Lo mismo sucede con lídere_s_ 111ilififrés·cómo,
presidentes de cuerpos legislativos que en una confrontación parla- Hir1denburg, i'viannerheim, Eisenhower y Eanes, aunque su éxito -
mentaria entre partidos pueden imponer ciertos límites, no tienen dependa del apoyo de partidos políticos. Scott Mainwaring .i 7 señala
este poder sobre los presidentes; a dilcrencía de un presidente, un cómo en cada una de las cuatro eleccíones presiCICñciales·e:cJebradas
primer ministro se sienta en el banco del gobierno, mientras que el e~t1~e-19;¡5 _y_Í 960· e~1 Brasil, uno o los dos candidato~ q~e iban en
presidente de la legislatura preside sobre la cámara o el senado. cabei-áel1-n{í·n~éro.. de votos eran militares de carréia que no habían
Dada la posición institucional y estructural íncvítablc de un pre- teí1iclo ninguna l'eLiciótiprevia con partí Jos pol~t!cos: "· .. · · ·· ..
sidente, el pueblo, es decir, el pueblo que dio su apoyo y que se --El ;~éxtr~~o», un candidato presidencial qlie se-
presenta sin el
identifica con el presidente, es muy probable que piense que éste tie- apoyo de un partido, e incluso contra los partidos, bien sea Fujimori,
ne más poder dci que realmente tiene o debería tener, y que centre en Tyminski (que consiguió 23,2 por ciento de votos, frente al 40 por
él expectativas excesivas. Puede adem<Ís expresar estos sentimientos ciento de Walesa), Aristide, Perot o ChungJu Yung (el fundador de
si ei presidente los manipula o moviliza contra la oposición. La inte- la empresa ele automóviles Hyundai en Corea del Sur) no es resulta-
racción entre un presidente popular v la masa que le aclama puede
generar un clima político de tensión y temor en la oposición. Lo n Scott Ma111waríng, «The Dilemmas of i'.'lultiparty Presijential Democracy: The
mismo podría decirse de la relación directa que un presidente con- Case of Brnzil» (.Kellogg Instítute \\lorking Paper 174, Uni\'ersidad de Notre Dame,
servador o un presidente con un pasado militar pueJc establecer 1992).
66 Ju.in J. Linz Dc:rnocrac1a pr<:'1clt:ncial o p:1rlarnemana: ¿Qu.; diferencia implirnr 6/

do <le una siwación <le cnsis concreta o de la ambición de individuos presentarse «contra» los parudo;;, a los_qu~.¡.:n_su,~<ilifjacl Í:\e_o~ga!Ji·
concrecos. l-foyp~~C?Dt:.;;. ~strucrurales para es re tipo de cancJi"h_mir<L :z.aciones que lle\'.<111 ai'íos funcionando x_co11trol<¡ndo. legisl¡1rur?S. y
Si ei objetivo <le una elección presidencial es elegir a la «mejor» gob.ierqos se puede hacer Lícilrnent.e respo~~s~t~.!~s ~!e In,..; pro~l~I\'.¡is
persona p;ira" el éargo y_el voránl:e" individual riene que elegi1=,· ¿por· dEJ.;.1 spcidad, .tanto los que tíer¡en S?lu.ciót1.. coJ110 lQ$ in~ltluliles.
qué h,1y que pensar en parridos? Si los votantes pueden consegt!ir Por otra parte, b crisis -no el tin- de las ceruclumbres y las
suficiente información, o creen que la han conseguido, pan1 pcider identificaciones ideoiógicas y la pérdida de la identificación tradi-
decidir sobre las cualidades «p~rsonales» y las posicio~es de los C'111· cional con un parndo, condicionada por identidades de clase y reli-
díLlaws;· supuestamente tienen motivos para vorar por un candida~9, giosas, en una soCiedacl ilu1da, cicla vez más homogénea culwral y
índepq:1díentcmenre Je sus vínculos con un panido. ~os vornntes socialmeme, crean unas condiciones de volatilidad en la lealrnd a los
siemen que no neccsirnn un panido que les diga _cómo-tienen que parridos y debilirnn los vínculos entre éstos y los grupos de ímerés
votar. -incluso grupos organizados, corno los sindicaros-. El que las
En el pasado esto era difícil porque ningún candidato, incluso el candidaturas ele los «exrn1ños» puedan tener éxito no debe sor-
que hiciera campaña de pueblo en pueblo, podía llegar a todos los prendernos. .
votantes. Hoy, e!1..h !P.ªYQLÍY .ds: !9s p_aíse;:;, se puede llegar nJa_gcriJ.t: Podría esperarse que la candidatura de una personn aiena a la
a través de·-¡,¡··televísión. La «mediación» de los paniclos que pre- vida política, sin apoyo de un partido y ;;i11 expc:i'iencia p~·ev_ía e11"u1:
se.nfon a· un ca"ndidúto, le respaldan y apoyan org<rniúindo y finan- cnrgo.ríolít;co, fuera un fonómeno latinoamericano, algo insólito e_n
cial]do h.c'.;1i11paña, parece interponerse e interferir ei1 L1 relacíón un país con panidos políticos tradicionales bien establecidos, donde
entré. ercan"di&1to y ei vorante .. En algú-nos ·paises se l:ian introduéído incluso un intruso tendría que conseguir que un panido importante
cambios irisütuciüñales c}i:ie-reconocen este hecho, como por eiem- le presentara, aun en el caso de que las primarías permitiera~ ·ú \rna
plo unas primarias abierrns, el que sear1 los candidatos· y no los par- persona relativamente desconocida ga11ar la nominacÍÓ!1. De hecho,
tidos los que se registren, que los fondos que reciben los candidatos los "c1;1didaros presentados por un tercer partido en Estados Unidos
para su campaña sean fondos públicos y no vengan de los partí- generalmente cuentan con el apoyo de un grupo disidente de alguno
Jos, que todos tengan el mismo acceso a los medios de comunica- ele los otros p<irtidos. Sin embargo, la candidatura de Ro_ss j)erot en
ción (bien por ley o por un acuerdo con los Jirigemes de los J992 muesrn1 cómo en el contexto del descontento con los partidos,
medios), [Odo lo cual hace que los partidos sean mucho menos rele- co;1 un<l consrame crítica del Congreso y el desgaste de la campaña
vantes en una elección presidencial. Si además la gente es libre de durante las elecciones primarias, una persona ajena a la política pue-
gastar su propio dinero para promocíonar su candidatura -y ¿por de diri"irse direcrnmente al electorado. En la edad de la televisión
qué han de verse privados los ciudadanos de este derecho si el <line- una pe;;ona con posición económica y con poí)ularic.bcl púcde, en tin
ro no proviene de una actividad criminal?- cualquiera puede tratar sistema pres1clencial, apelar direcrament.e á los \íotiíntes sin tcnei' qlle ·
de convencer a los ciudadanos de que tiene las calificaciones perso- crear un partido, como tendría que hacerlo en _ún ~istema parlamen-
nales necesarias para aspirar al cargo. Después de codo, se supone ta rlO.
c¡ue votamos por una persona y por el progra111<1 y las posiciones de ·····El v1Cepres1dente noneamericano \\!alter Mondale exp_iicaba esta
eS<1 persona. e.Por yué someternos a las decisiones de los políticos diferencrn en la elección del liderazgo entre un sistema parlamentario
que controlan un partido si nosotros el pueblo soberano, podemos y uno presidencial: «1\ diferencia de un sistenrn parlamentario cuyos
votar por nuestro candidato directamente? líderes son elegidos por sus compañeros que los conocen, nosotros
En un mundo en el que, por razones que no discutiremos aquí, los hemos desarrollado un sistema de auto-nominación en el cual casi
políticos y los pMtíclos son objeto ele una c,:r.íti.ca dc:~píadada., justa o cualquiem con ambición puede presentarse como candidato a la pre-
ir!)usta, ygozan de Lin grado 1"!iúy bajo de confianz,1 entre]¡~ gG.me,~fos sidencía. No es nen.:s<irio que el candidato pase ningún test; él o ella
intnisos am<Jteur llev:u1 ventaja. De hecho, existe la .tentacióq Je no precisa u1ia bast.: d..:: <lpoyo organizac.b; no es incluso 11i siquiera
·-..!'._.. .1 ~- ~ ·~.
68 )uan f. L111z DemocracÍ<l pres1dcnciai o parbmentarrn: ¿Qué diferencl:l implica? 69

necesario que haya sido elegido antes para ocupar un cargo pt'.1bli- En septiembre d~ l ~88, ~1ng \Te'.Z que.el descrédito de .6-lán García
co» 38 . E! problema de este modelo es que se basa en la falacia inicial eTaihep~fralJI~; si el APRA le hubiera sustituido-. por. otro líde.r
de que la «mejor» persona en ci puesto de presidente -incluso si (co':iñülos é~nservadores en el Reino Unido hicieron cqn Margar~t
tuviera más poder del que realmente tienen los presidentes- podría ThatclieiJ; Ja: ·crisis de[pai·tiCló seJíubiera podido.contener ~ 0 • La
gobernar sin el apoyo del congreso. sin un equipo ele personas con · iiü despreciable institucionalización ele los partidos en Bolivia y la
experiencia en el cargo, sin el apoyo de políticos que se identifiquen cooperación entre ellos desde la redemocratización puede verse
con las posiciones que mantiene ante distintos temas. Si podemos amenazada en un futuro no lejano por la candidatura antipartido y
aceptar los presupuestos de una elección presidencial sin p;1rtidos:· de una persona ele fuera como el empresario cervecero i'v1ax Fer-
¿por qué no aplic?ÜJ [ii:~!c.íJ?íü (especialmente en un s1sten1a de elec- nánclez.
ción mayoritaria en distritos unínominales) a todos los cnrgos repre-
sentativos? En este caso nos encontraríamos con legisiaturas dé holii(
n(y fe mine jlOVC Sln . cÓÍÚpÍ·ot11rsos anteriores (excepto los que hayan mi op111ión tiene mucho en común con muchos sistemas·presiclenciales-según yo ios
contraído con los votm1tes), que después de la elección tendrían que carncterizo-. O'Donnell no relaciona esas carncteríst1cas con presidencialismo, como
yo hago. aunque las bases. e:11píncas para su análisis teórico son ftinaaiile!ltalmente los ·
agregar sus posiciones para conseguir algo coherente con lo que ·si.s~~ii~_-presidei1ciales latinoarner1cános. ·· - - ~ --:-· -·----~-~------ -~ · -
gobernar. Retrocederíamos a los primeros parlamentos del siglo XIX, {'ºj~s;_r_t'.I_ en las recientes elccc1ones es un e¡emplo extremo. Mientras que f·er-
cuando los elegídos-tei1íiln que descubrir sus afinidades ré'unicnclose nm'réló Belaúncle, de 1\cción Populnr (AP), ganó en 1980 45 ,4 por ciento del voto y el
e;1-cafés o en dübs; inventando poco a poco el partido político:~ -- - candidato del Partido Apnsta Peruano {PAP) consiguió 27 ,4 por cíen to, en 1985
· Si l~s. eleccÍoJ1es sin partidos no parecen ser la mejor manera de Alan García (PAP) ganó 53,1 por ciento y ei candidato de AP consiguió sólo el cuarto
puesto con 7.3 por ciento. En 1990 en la prnnera vuelta Mario Vargas Llosa. el candi-
asegLÍÍ·ar un buen gobierno, cabe preguntarse qué tipo de dispositivos· dato de la coalición ele Frente Democrático ffREDEMO), iba a la cabeza con 32,6
i ínstitiiCiónales-l:is'fo\iorecen Q lás hacen menos posibles. iVIi hipótesis por ciento del voto. Alberto Fujimorí (Cambio 90) le seguía con 29,1 por ciento, y el
;teitqueel presidencialismo las facilita y el parlamentarismo hac~que candidato del PAP, Luis Ah-a Castro, iba terc~ro con 26,6 por ciento. En la segunda
he-a n)ás difícil quepre\ 1aiézcari. ·, ,_,__ _ vuelta Fujimon consiguió 62,5 por ciento y \/,irgas Llosa 37,5 por ciento. En la eiec-
c1ón a la cámara ba¡a el mismo año PAP iba por delante con un 29,4 por ciento de los
Un sistema de partidos instituc1011:1lizaclo es un obstáculo para escaños, seguida por Cambio 90 con l / .8- por ciento y AP con 14,4 por ciento,
que 1'ci'(qüé ;;-o j)erteneccí1 al níunclo político puedan entrar: e;1-la clernosrr:rndo ia disyunción entre voto presiclenciai y 1·oto leg1slatívo. Posteriormente
com¡jerefrcia- por lppresidencia,.y todavía hace ll]ás difícil.~rqú'e en ia crisis ~istituc_i_Q.QRl~enJa__q1,1~_gi~9b'i<"._~:~Yl1gr~~o. m_c911;;_t_~ci_C:'.:'.;~1:;~1-te -~?.el'
puechín gar1ar Ci-í-esalicl. ;El declive de la ínstítuc1onalización de los a;;-~Qgglpe_de15_de__aj;¡r:ilde 1_992, Fujimon ¡ustif1có sus a_c~l".!le~ ::i:i_Ic:s s1gu_1~!1te~ ~er­
partidos después de.un gobierno autoritario en Brasi.1:-Perú y Ecilll· - mmos:
dor, comparado con los casos de Colombia, Venezueia, Uruguay, «Pero bo_y__ ~entµnos que algo nos ímpide_c:o11t111uar avai:i~ari_c!<?__ r.orla. ~<:!1da sJi;_)a
Argentina y Chile, apoyan esta conclusión. Sin e¡~1bargo, podría recon5ti·-~~c1ón nacional y el progreso, por nuestra patria. Y el pueblo del Perú sabe la
también argµirse gücla posibilidad y los ince11ti\;os p'.Jra que_ una
c;iusa Je este éntrani[lái11iento, sabé que no es otro que la descomposición de la imti-
tücicli1'1liüiiéJ -;:.¡<iéñié. El caos v hi corrupción, la falta de idcniifíéacío1i coñ
los graridés
persoi1a aJená~1-fá r)offrícá é-n-tt:e-a cornj:iefo-.- ~1or la presidencia ha imere;~-~-füíCiCii~álcsae algu1i;;s instituciones funJ,imentáles,como_el_Poder Lcgisla1í- .
céi_ñti:ibuido-ácjue.se haya detenido la mstitucionalización incipic,n- vo\;el Pode~ Judicial, ii'ábüi la' acción de Góbierno orícnt:iéla ai logro de los ohjeti\'ós/
te er1 ffi·"i1sil y-és¡)eciaiinente en Pert'.1. o incluso se haya destruido 3-~ de Ía reconst~lÍccíón y el desarrollo nacionales.» ' .. ...... - . -- ,
·- - ,.,..
·--~- ~----. -. --- .......
1\lbcrto Fujimon deciaró en el mismo manifiesto: «Renero que como c1utladano
!~ Neu> York Times. 26 feb. 1992, p. 52. elegido por las grandes mayorías n:icionales. sólo me amma el deseo de lograr l:i pros-
(
19
) Sobre partídos y sistemas de jJarlldos. ,·cr Scott ,\Ia111\\'armg ;111d Tinwtlw peridad y la grandeza Je la nación peruana». . . .
SnilÍy, eds., B11ildi11g Dcmocrt1/1c luS11/11crom: l"r1J'/1c.c t111(/ P,1rtr Sr.Hc1w 111 L11m 1l1Jil'- Sobre la crisis de la democracrn peruana y el autogolpe del presidente f:ujin~.º.!:!_e)
/'/Ct1 (Stanford: StaníorJ UP, 1996). Guillermo O'Donn~ll. «Delegau1·e Democra\;Y''- 5 de abril ae-1992:-¡;erEdü~rdo fcfr~i·o qsta:._ed.-P!·oc~só~O'e-ré~9i-¡iQ fih_!!1_s111ucro,
j ponencia presentada en el Enst-South s,·stcm Trnnsform:ll1nns Project, Buclapcst. 1íálid11d'dcii!Oc1:aii'cá 'eií el Pcrit (Líñiá: Céiítro 1Jeruano de Estudios lnternac1011alcs,
19~f2T;~CiT~i ~élt';"Fiíjiñí·órTén···p¡J.- 129 y 13 3. ..-.... ···---~·"·-------- -- --~ ·-·
r diciembre l 'J,~Ol..carncteriza un «nuc,·o a111m:1I» -un subtipo de dcrnocrnci:1 que en
70 Juan]. L111z Ü.;rn0crac1a prcs1di:nc1ct! o parlcunentaria: ¿Qué diferencia tmplirn? 71

Lidernzgo plebiscitario: democracia delegada económicas en Larínoarnérica (inflación, el problema de la deuda,


/.f·-·-.
etc.), podernos citar claws ele opinión sobre los presidentes Alfonsín
<(YDonnell lrn observado cómo las elecciones presidenciales, espe- en Argenrina y Alfo C,11-cía en Perú. En mayo ele 1984, un-82.¡)'i:lr
cialmente.en. aquellos casos que encajan en su modelo de «democra- cientcl"'JeTí. población en lo·s·"'gi~il11des centros urbanos expresaban
cia delegada», rie_nen un componente altamente individualista, pero Ulhl opmión positiva de Alfonsín. En agosto de 1987 esta cifra se
más en el sentido hobbesiano que en el de Locke: los votantes, inde- había reducido ya a 54 por ciento, y en abril de 1989, un poco antes
pendientemente de sus identidades y afiliaciones, ríenel1 qüe elegir al de la elección presidencial de mayo, a un 36 por ciento. De todas for-
índjyi_cJ!J9 !nás indicado para hacerse cargo del destino del país. En su mas, el presidente siempre aparecía mús fovornblernente evaiuado
ensayo «Delegativé Deáíoéfaéy;>, O'Donnell escribe: «L;s democra- que el gobierno, que p;1só de un 45 por ciento en mayo ele 1984 a un
cias delegadas están basadas en una pfj:l11ÍSa básica: arqLie- O a Ja 27 por ciento en agosro de 1987 y a un 9 por ciento en abril de
que gane una mayorfaen·lásdecciones presidenciales Oas democra- 1989. Alán García, al acceder a la presidencia en septiembre de
cias deleg<1clas no encajan ni.Uy •bien con los sistémas. parforn~I}ta­ 1985, gozaba de una aprobación de 90 por ciento; un año más tarde,
rips) se le permite gobernar el país corno crea conveniente, y hasta el en septíernbre de l 986, esta aprobación era un 70 por ciento; en
límite que. las relacíqnes de poder existentes lo permirn, durante e! octubre de 1987 descendió a "14 por ciento, en octubre de 1988 a 16
plazo par¡¡ e;l._cua.l h~1 sidQ__\';kgiqq,~> por ciento y en enero e.le 1989 llegó al punto más bajo con un 9 por
EJ' C,:lráter plebiscitario de muchas elecciones presidenciales, la cienw-i 1.
polarización y la ·emoción que las acornpañ<in, el atractivo que va Por el contrario, el apoyo al presidente del Gobierno Adolfo
más allá o por encima de los partidos, las promesas ii'.fes¡).óiisables Su,üez nunca alcanzó 111veles tan altos, a pesar ele su papel en b
que se hacen a veces, todo ello lleva a menudo a unos-ínClicés ..11rny rrnnsición a Li c.lemocraci,1, pero tampoco cayó tan vertiginosamente.
altos de aP,robáción después de la elección, Íl~dices que p~eden ll~gar En el punto más alto en abril de 1977, cuando la rransíción a la
a 70 e incli.iso á 80 poí· ciento del electorado. Esre tipo de índices no democr,1cía parecía asegurada, era un 79 por ciento, y <ll1les de las
son normales en ~istemas parlamentarios, en lós.c1úles los\1ür;1ñresse primeras elecciones libres en junio de 1977 cm 67 por cierno, aunque
íCié"nfifican-con los partidos de la ~ú~~p_si_cjgn.y los lídérés· ae lá"o!)osi:- el voto por su parndo, la UCD, era sólo 34,7 por cien ro. En octubre
ción ~o~ti~~~-r: ocup~wdo u~,ü~sí,s.icipfí»SJ~ @.~f.~iú~.o:Por el contrarío,. de l 978 h,1bía descendido a un 50 por ciento y en diciembre de
el canC.hdato pres1clencrnl derrotado a menudo se ve reduodo casi a la 1979 a 35 por ciento, llegando a 26 por cíemo en junio Je 1980. Esta
categoría de persona privada. Los índices de popularidad con los que caída refleja b crisis interna ele la UCD, el impacto del terrorismo
empiezan varios presidentes y prime10s ministros muestran esta vasco y b cmis económica, y finalmente fue la causa de la dimisión
pauta. de Swírez en febrero de 1981 ·12 .
Al mismo tiempo, d fracaso y la pérdida de apoyo de un presi- La aprobación del canciller Konrnd i\derürner empezó en el últi-
dente no tiene el respaldo que proporciona la lealtad al partido. Se le mo cuarto de 1949 con un 33 por ciento. Affnes de 1950 era 24 por
hace respon~able personalmeme y ~LcJ.~.~ff'.l1SO en las encuestas dé'los c1enro. Empezó a levantarse en 1951 y 1952; se elevó t«1pídamente en
qu::_a pr_1:1..eb~~-s.u g~srf~s11-¡)i:íeJe..al~anzar n ivd~i .ii;.~Ú; bajoi,';~;,is bajos
que los que aicanzan la mayoría ele los primeros ministros cuando 41 Edgardo Cmerb.:rg. ilrgclli11i.1 Coil/ro11!s Po!it1cs, Po/1úc,tf Culture t1ml Pub!ic
están-a pufitci de ser derrotados. Lá. popularidad ele los presidentes Opmioll 111 tht: Argeili111c "liwmitoil to Democrt1n• (!3oulder: Lynne Rienner, 1991),
\Lifie ii1crr;:!bICs \1aivenes, como escribe O'Donnell: «Hoy se les acla- p. 91; Apo1·0, ,\/.i11 Garci11, \;1rgc1I L/ost1 y !t1 co11solidt1ciÓil de la democrt1cta e11 Perú
m<'.. como figuras providenciales, mañana se les maldice como a dioses (pon.:nc1a pn:semad.1 en la n:u111<\n de la \\ 1orld Assochníon for Public Opirnon l<esc:-
caíJos:>» -· - . . ,. arch (Wr\PORl: Op1111ón PC1blíc.1 y Consolidación de la Democracia en la i\ménca
Luinn, Cararns. enero 19901.
. )' ~-G:imo s;l~!llP,.Jg_s de esta dinámica en la opinión pública ele presi- 42
Carlos Hunceus, L1 U111á11 de Ct:111ro Dt:mocrtÍiico l' la lrt111Stdó1111 la democrt1cu1
dentes que se enfrentan con situaciones difíciles, tales como las crisis en L¡wia (t\.Ja,lnd: Centro ln1·('stJgactunes Sociológicas', Siglo XXI, 1985 ), p. 313 º
72 Juan J. Lmz Democracia pres1dencial o parlamentaria: ¿Qué diferencia implica? 73

1953 y llegó a 57 por ciento en CÍ último cuarto de ese ai'io; bajó en el presidente propone al primer ministro y la legislatura lo confirma.
1954, se elevó de nuevo en 1955 a un 55 por ciento y se mantuvo íos El primer ministro nombra después a los ministros, pero no es ele-
años siguientes un poco por encima del 40 por ciento (el índice más gido por el ejecutivo, ni en adelante necesita su confianza. Continúa
bajo, un 41 por ciento en 1960). El fundador de la República federal siendo el primer ministro del presidente. En las Filipinas, los nom-
l\lemar1_a ~mnca pudo alcanzar d apoyo masivo del que gc)ian lós j-ire- bramientos del gobierno están sujetos a la aprobación de la Comi-
sidentes latli1oamúicai1os, pero tampoco experimentó una gran caí- sión del Congre~o para Nombramientos, que está formada por el
ch de ¡)opühi·Tcfad, al:i.nqi.le-eii su- cnso las condiciones para mantener presidente del Senado y doce miembros de cada cámara, elegidos de
-s.i:l-pof)Liiaricla-d erar1-más favorables~;
acuerdo con la representación proporcional de los partidos en las
.El-ge-11e:U1l .De.Gal.ílle, a pesar ele su indudable carisma, en el cámaras.
períochdesCle.jl.ilío.. Cle-r956 hasta su dimisión en abril de 1969 tam- El poder ele aprobación en estos casos no hace en absoluto res-
¡)0C:üakanzo111.líiC~iel rii\ie:I"dé aprobación de los preside;1i.es latino- ponsable del nombramiento a la legislatura, pero sí le permite frustrar
a111ericanos:Sólo áigúñiis veces las encuestas pnícticamen-té frieilsua-
al presidente. Elpª!_Jel .e!~ <«:~<?n~ejar ;i ~o'.1s~n~ir>~ e1~~l-~~~º--~?_rte­
ies..Clet--IPOP muestran una respuesta positiva de m<is de un 70 por amencano es la excepc1on mas bien que la r~gla. Corea la partil ele
ciento (un máximo de 74 por ciento se alcanzó en 1960); la mavor
parte del tiempo fue superior a un 50 por ciento v frecuenteme;1te
1987), Nigert1 y lás-Filipinas tambien se saleri de la pauta predomi-
nante. Es significativo que dos ele estos países hayan experimentado
sobrepasó el 60 por ciento. En 1963 ba1t1 varias \Tccs, entre 43 v 48 una fuerte influencia norteamericana. Aun en este caso, puesto que
por ciento; en mayo ele 1968 era 54 por ciento. y 53 por ciento ~n el sólo el presidente tiene el poder de sustituir a un ministro, el sistema
momento de su dimisión~~-
está más cerca de un presidencialismo puro que de un sistema sem1-
presíclencial o semiparlamentario.
La libertad que tiene un presidente para elegir a sus colaborado-
¿Son estables los gobiernos presidenciales res, la oportunidad para cambiarlos cuando sus opiniones dejan c~e
e in esta.bies los gobiernos parlamentarios? ser deseables y la incapacidad cuando se produce una situación de
este tipo de volver al parlamento con una base de poder indepen-
En la gran mayoría ele los sistemas presidencíales, el presidente diente es muy probable que desrn1íme a personas independientes, con
1101Tibt·a 5U gobicfño..sii1-coi1~i.:ilúj.r_:C:on el congreso, y io n1iSñléiSUce~ ideas propias, que no se sentirán dispuestas a formar parte de un
de-cuantjo ~qc;slffúye·a·-arg·úíi. rríiembro del gobie.rno ~ 5 . Er¡1¡1¡1-erael aobierno y comprometerse políticamente. En un sistema parlamen-
Seii'ácló'í10~!._G.atnericano de «aconsejar y consentir» (advúé áiiaco1i- ~ario el que deje el gobierno puede usar su posición como parla-
sel/1TTíñíít:1 la elección del presidente, pero en última.instancia la mentario para cuestionar la política de un primer ministro en el se~o
elección le corresponde a éste y no al Congreso. El presi~Te1~·rc p·ue- del partido, en comités legislativos y desde el "escaño en el p~rla­
dCtq¡.ieíiocori"slga la persona que más desee para su gobierno, pero mento. Un presidente puede proteger a sus m1111stros de toda c_ntica
siempre conseguirá a alguien que le interese. En Corea, desde '1987, mucho masqrreüffpYi111ern1íni~t!-:_ü,~~~~Y?s 1.nini~!~<.?.?}~~~~-qt!~ ten-
gm"<:fue !facer fre-Iiteen el parl"ilme:1_t() _iiEre~t:~.t~;.:!. mterpela~!9!:1es
v censuras·;·en·~rquéllcis casos eri.los que.e1-pitn_qpJ.Q3.~_a1v1s1011__4e
·" Erich Pcrer Ncumann v Elisaberh Noclk-. S1t1//S/1cs 011 _,\dc11a11cr. Porlrt111 o( a poderes se lleva a._sü:~onclusiónJ9gi_g. Una v~z má.s, las prác.ticas y
Statcs111,111 lf\llensbach: Veriag Ílir Demoskopíc. ! 962 ), pp. -10--l-l. .
las posiciones relativas del congreso y la presidencia en un sistema
" If'OP '1nstitut f-rnrn;ais d'Opmion Publique), Les fr1111(t11s et de G111ffe, pre-
sentado por Jean Charlar (París: Pion, 1971 ), pp. 194-208. constitucional pueden modificar estas pautas implícitas, lo mismo
45
Shugan y Carey, Prcmlc11ts 111/(f Auc111hlie.1. pp. lll6-30. esp. pp. 106- l ! , sobre el que un primer ministro y sus gobiernos en este mor:iento se está~
«Juego de nombramientos» en los Estados U111dos v otros sistemas que requieren la pareciendo cada vez más a un presidente y a sus gobiernos en reg1-
con firmncíón dei Congreso.
menes presidenciales.
7-1 Juan J. Linz Ül'.rnocrac1u pres1di:ncíal o parlamentaría: ¿Qué diferencia implica? 75

Cm...frecw:ncia se asume que la libertad que un presidente riene puestos Je! gobierno que culmina en un nombramiento ministenal, no
para nomhrar·un-gobicmo sin tener qúe coi1siclerar las pretensiones asegura experiencia y compe¡encia, pero parece muy dudoso que la
de los partidos con los que forma coalición o incluso las ·de persona' casi ruta! renovación de un gobierno cada vez que llega un presiderne
lida<les importantes o líderes de distintas facciones dentro de-su·p·ro- nuevo que hace sus propios nombramientos sea mejor. El hecho de
pio partido asegura una mayor éstabi.lidad en el gobíernó: Sin embar- que en los Estados Unidos desde 1945 -con la excepción de Johnson,
go-,comoéscribejemí"Bloñdel: ·· - - -- - - que conservó el mismo gobierno después del asesinato de Kennedy-
sólo dos miembros del gobierno Slfviernn bajo distintos presidentes es
Los EstaJos U111Jos comparten una característica común con otros paí- llarnatívo, y probablemente no es la excepción en sisrernas presiden-
ses con una constitución presidencial, incluso aunque esos paÍ?CS no \'tvan de ciales. Por orra parre, la mayoría de los sistemas presidenciales no
manera continua ln110 este régimen. La duración de los gobiernos es corra en ~uerna con burocr<!cias muy.profesionales~4'..~EP~!1_~.li~nre.~ 1 ~irio qpe pe-
América: de los países del 1\tlúntico sólo en Finlandia, Portugal y Grecia la ne -cjue confi¡H ei1 un gobierno Je «amateurs» que en poco tiempo
duración media Je los mimstros es menor que en los Esrnclos Umdos -c¡ue, deben familiarizarse con la n}aquinanf} g~_1b~rminie1úál ·0e:·oii" h ¡folítí-
por otra parte, con mm1stros que duran una media de unos tres años, desta-
ca del momerno y su impkmentación. fa~-ñ{;1i;Jú-·f,~x¡~~h~t}~fü :ciue
ca sólo un poco por encima de la mayoría de los países de la Amén ca I ,atina,
y se encuentra exactamente casí en el mismo pumo que Costa füca. El pre- adquieren en su puesto no qul"..d<.J n kdispQl?_i~!ó~1 de sus sucesores.
sidencialismo const1tucíon,1l lleva por tanto, mcluso allí donde ha funciona- A rodo esto hay que añadir el que en los g-obi~1;1os·¡;;¡~:r,~¡.¡1enta­
do eiecuvamente y sin obstkulos, a una duración minístenal ba¡a; si la vícla rios las decisiones generalmente se rom<rn-J~111;ine11ú11ás colectiva, lo
ministenal media está por debaío Je los cuatro ai'ios en A.rgenmrn, la Repú- cjuej5ermlte a todos los ministros familiarizarse con Üna"i111'ipliú"gairn1
blica Dommicana, Goliv1a, Ecuador, Chile y Perú, está por debajo Je los tres de temas, e.le modo que cuando uno de ellos. fürnlme11te.llegá_~..r)i-~si­
años y medio en Venezuela y apenas por encima de los Jos ai'ios en Colom- clente del go~i~rno no se encuentr:;u:malm.~nJejgn_Qftln!!:= frentt; a
bia, dos países con un período Je presidencialismo constirncíonal rninte- up;'.s"erle de asun~()S_. El gobernador de un estado que llega a la pre-
rrumpiclo desde los últimos años de la década de 1950. La duración media siden"cía"ño ríe.ne razón para estar familiarizado con b política exte-
de los ministros en Chile entre 1945 y el final de la presidencia de Freí en rior, para dar un eiemplo.
1970 era tan sólo de un año y medio, aunque Chile rnvo entonces una serie
La posición e.le los ministros en gobiernos parbrnentarios es bas-
ininterrumpida de presidentes constirncionales regularmente cleg1clos 46
tante distínrn de la de los ministros o secretarios en regímenes presi-
denciales. Cierras tendencias, sin emb,ugo, es 1}1LIY posible que lleven
Hay que tener en cuenta que en muchos n::gfrnenes parlamentarios
el primer minist~o_ q__e_l capciiler ri.~qeúmbién libei:t,1d-Piira .D0.rii9ú!i' a ~1 .u1: gra~o de co~~'ergencia_ em1~~ sist~J'.~~~-gue. en tin i:i~·~nci¡:li_~~s~n
ch§.t!.lltos. i'vle refiero a sistemas parlamentanos con partidos muy
su gobieri-ío,_-y que no h<iy un voto de investidura del gobierno ni se
disciplinados y un primer mínistro con una mayoría absoluta, o a los
necesita lá',11;robación para cada ministro, y que a menudo se vota pri-
que se ajustan al modelo de Kanzlerdemokratie en los cuaies el primer
mero al primer ministro para su cargo y luego él o ella procede a for-
ministro tiene libertad p<1ra elegir su gobierno sin la aprobación del ;e:
mar su gobierno. S!n embar~~? )'_U,qL~ está la dWer!.1.:_ci~_.fr.~i:i~e <1 u~ sis-
parlamenro. Todo esro unido a la rendencia en la política moderna a
tema presidencial, efi'l-ir1iíinento puede negarse a Ei investidura del
personnlizar ei po,~ler (especjalme1?t_<,: grnc;i.Qi,~a]~t~~e.le~,¡5¡6;1y h~1-ré.dtí~
prifriei· ri'linistro o puede negarle su confianza si no-;li;rueba su gobier-
ciclo el sentido de la responsabilidad colectiva y f,~· ~-i;\rt~¡:,íieia-·coJe:
no. En góbierí10.s de coalición, la opinión d~ los niiembros de hú11isma
es ciertamente d~cisiva en Ja i:ompo_~iciQD del gobierno. -·--. ., - "'·-- gl";!t.la-ªff gobierno, así comq fo resp-onS:ílbilidad ·íú"diyidual_ f:h:.J9s
n1.íi1.istros. Sin embargo, en los sistemas parlamentarios, en los que el
Podt:ía argumenrnrse que el juego del «Cambio ele sillas» entre los
p-1:ifrier mirnsrro depende de las coaliciones ele los partidos o enca-
mmistros en algunos gubiernos parlamentarios, el cursus honorum en
beza un gobierno minoritario con la aprobación del parlamento, su
"' Jean Blondd, CouenmJt•11t Mil/lslers 111 the Co111empori11)' \\!or!d {!_)cverly Hills: relación con el gobíerno es muy probable que sea marcn<lamente
Sage, 1985), pp. 122-25, l27, 129-3-1, 156-59, rna <.:n p. 123. distÍJlla de la que tiene un presidente con su gobierno.
76 J11anJ Lmz Democracia presidencial o p<Hlamcntaría: ¿Qué diferencia nnplica?

Presidentes y vicepresidentes viceJ:?_residente. Más_~~en que un correlig~o_n_a_~i_o. _deJ.n1ismo_panido y.


sesu1;ü11e-q~le-de Já mis111-;1 ide0logfo"1)0Htíca, el vicepresidente puecl_e
Entre las características no esenciaies de un sísterna presiden- líahe1: sido. el candi dató de úri partiCli:i o ·a¿ üñacoalicíói1-distiñta. En
cial, pero que se dan en muchos de estos sístemas, está el cargo de este caso, los qtie·hat1 apoyado·f!! ¡)i'esideme·pueden--senTir-que el
. . l
v1cepres1oente. sucesor no representa su elección y que no tiene la legitimación clemo-
lb~() __ de los temas más complejos rciacionados con la vicepresi- cnítica popular necesaria para el cargo. La situación alternativa, que
dencia es lñ í1"01:ñia éjue asegura la sucesión auto1rnítica en caso Cle hoy es más probable -que el presidente y el vicepresidente hayan
o
falléd1i'iiéntó incajJacidad del presidente, norma que_e_n algunos sido elegidos ele acuerdo-, sigue dejando abierta la cuestión sobre el
casos-se co1nplica por el hechó de que el sucesor autoniátiC:o ha sido criterío seauido al designar al vicepresidente. No hay duda de que hay
e!~gi_~() s_ep_<l_r~c]?:rn.e_11_~e,_y_puege representar una opción ¡)olítica, uria casos en l~s cuales el vicepresidente ha sido elég!dsJ.Ri'l.i·ifs·qí.ifül;iratl,a
co_~Ii~_ié>:~-~~'.~.P~~:~islo distinto_ al del prcsídente. O puede C¡ue- el y
--cai1ci!é:húu1:á p01: tanto representa una discontinuidad. Otras veces el
can_d1cl~t?_P_1:e~.1~enc1al lo hay<! impuesto como su compni'iero en In ·qíi1disi~1to-1;resi?e'iisí~I-1111 ~úii- ¿;íi1éJíJarü. ~ Ta.0c:er!~s.!9~r1C:ia· dél'iil
iJoiie
e!ecci6n, sin t_ene~ _e.1~ ~Lienta su capacidad tanto para ejercer el poder con. ia intención de que no represente un reto potencial a su poclci·; e
e1_ecL_It_!Y_Q. como para ganar el apoyo plebiscitario que el presidente iiíclíisü ·e¡,· álgi.ifüis ·ócasfones er ca'íiJi&íiü"l)ueé:lc 11ácé'J' uífa elección
tenía en el momento de su elección. La historia brasileña ofrece un muy personal. como por ejemplo nominar a su esposa. En un sistema
ejemplo del primer caso con la sucesión de Sarney a la presidencia presidencial nada asegura el que los votantes o el liderazgo político del
tras la muerte de Neves, y Argentína ilustra ei segundo con 1<1 suce- país hubieran seleccionado al vicepresidente, en el caso de que hub~e­
sión de jvlaría Estela Martínez de Perón a la muerte de su marido. El ran podido hacerlo, para que ejerciera los poderes que estaban dis-
presidenCíalisnió i1Í1plica una personalización del poder, pernlasuce- puestos a conceder al presidente. L_a_ c~:rn_t_Í1:1.u)Q_acL_gue )~.s.ucesi.~~1
s~?.~~~eliti·e·el~cciónes piJede _llevar a la suprema magistratura _a alguien automática en sistemas presidenciales parece asegurar~~,__P?f,_l<~n-~c?:
a quien, en circunstancias normales. ní los votantes, ni los líderes del algLiiias veces 1rn{s aparente q\1c:_ r<:;~l. En ausencia d~ un vicepresiden-
¡)art_Jdoc, iii la ·élite política hubieran confiado ese puesto. ·· · te coñ'Cleí-ech-6 ·aTi sli-ce's!ó-n· existe ln posibilidad de un gobierno de
Los conflictos entre presidentes y vicepresidentes han sido fre- gestión hasta las nuevas elecciones, que se supon~ tienen que cele-
cuentes. Sólo hay que recordar a .Janio Quadros y Goulart, Fronclizi brarse lo antes posible. Pero no es seguro que la sena cnsts que puede
y Gómez, Alfonsín y Martínez, Aquino y Laurel (que llegó [ncluso a haber provocado la necesidad ele la sucesión v_aya a ser el mejor
conspirar contra la presidenta Aquino) y más recientemente Boris momento para celebrar una nueva elección presidencial.
Yeltsin y Aleksandr Rutskoi.
La misma rigidez que señalarnos en Íos plazos fijos del mandato de
los presidentes continúa cuando el titular fallece o resulta incapacita· El sistema de partidos y el presidencialismo
do mientras ocupa el cargo. En el segundo caso existe la tentación de
ocultar la incapacidad hasta el final del mandato (una tentación que Varios autores han observado que la mayoría de las democracias
también surge algunas veces en las democracias parlamentarias). En el presic1eñciales"'ésfa~le~.~<apr_?J-iJiii_a!~}.ti11~~}~~f!.:2~J:?.i~~l.9.0:"'s~guñ ei
caso ele fallecimiento o dimisión del presidente por una u otra causa, íridiee de Laakso-Taagepera "1 , mientras que muchas con sistemas
se supone que la vicepresidencia asegura una sucesión automática
4; l\!arkku Laakso v Rein Taagepera, «Effect1ve Number of Part1es: J\ Me~surc
sin un vacío de autoridad o un interregno. Sin embargo, la sucesión ele
with Ap¡:ilii:atióii tó \\7~stern Europe», ~i'!!Pª;;~[De f..OJ¡1íCát~.lj!Jii~-fTl'T19i<J__l, 3-27:
un vicepresidente que completa el mandato, que ha funcionado rela- Alfred Ste¡,án y CinCly Sk:ii:li;Cñi.1füiponencia presentada en ToTéCfo en 199L repro·
tivamente bien en la historia reciente de los Estados Unidos. pbntea ductda en el cap. 4 de este \•olumen, han calculado el índice de Laakso-Taagepcrn para
algunas veces serios problemas, especialmente acucíantes cuando la d «número efecti,·o de partidos en cuarenta v dos democracias consolidada<: en_ el
constitución permite candidaturas separadas para el. presidente y el mundo entre 1979 v 1989». Excluido el caso único de Suiza, había 31 democracias
78 Juan J. Lmz Dcmocrací,1 presidcncíal o parlarnen1;Ina: éQué diferencía implica? 79

parlamentarios est~ble.S..S9.!:l_~_steJn.nS.Dl.l.tÍtípa.nído.. Present.a[lJ!!mbién La minoría en la opos1c1ón, el Partido por Paz y Democracia clirig1c.lo
ai. gumeñtos-éo11\focemes sobre cómo Lis presidencias funcionan~¡::· por Kim Dae Jung, no tendrá muchas probabilidades ele compartir o
con sistemas bipartichniás"bien q"ue con sistel1-ías ffltÍlti¡),1.rriCJa:·yae-5-: alternar en el poder. Cabe preguntarse si un sistema político muy
criben la t~nsÍÓ!"J entr_¡: multipart\dismo y presidencialisri10~ 8 .------ "· polarizado no frustran) a la oposición y contribuirú a una situación
·. PuéstÓ ~Jue con la excepción de los Estados Unidos, Costa Rica, política inestable, focilirando por otra parte L1s oportunidades ele
Venezuela, Argenrina, Colombia y eri·el p<Ísado Uruguay, L-ima)lóría corrupción dentro del partido dominante. La siruación en la Repú-
Cle fas· dembcrncia presidenciales en América (por lo menos nue\~e) blica de Corea (donde el Partido de Justicia Democrático y el P,miclo
só-ri sistemas· m"ultipartido, puede argüirse que no hay encaje entre Democrárico de Reunifícación sumados ganaron un 64,6 por ciento
ipsti~~1s~Q.D~..s_ y sistema ele partido. Podría disO:itíi'se-stéstospaíses del voto en la eiección presidencial de 1987) hubiera siclo muy dis-
deberían o podrían incliuarse h,1cfa un sistema bipanido mediante un tinta ele la ele los Esrados Unidos, Costa Rica y Venezuela, donde por
esfuerzo de «ingeniería polírica», por e¡emplo modificando las leyes término medio el partido del presidente controla entre un 45 ,8 por
electorales y otras normas, algo que en principio parece dudoso. El cienro (en EE.UU.) y un 50,9 por ciento (en Costa Rica) de ios esca-
régimen milirar brasileño trató de imponer un modelo de dos parti- ños en la Cámara Baja. En la elección presidencial del J 8 de diciem-
dos, pero se vio forzado a abandonar la idea. L1 ley elenoral que bre, sin embargo, Kim Yung Sam salió elegido con un 42 por ciento
Pinochet promulgó antes de dejar el poder tenía la misma inten- clc:i voto. Su oponente, Kini Dac Jung, que consiguió ei 3'-1 por ciento,
ción. Corea del Sur, con 1ma legislatura ele entre tres y cuatro ¡xmídos anunció su retirnda ele la política. El multimillonario fundador del
y tres pretendientes pnncipales en la primera elección presidencial grupo rnclustrial Hyundaí consiguió alrededor ele un 16 por ciento.
libre, se ha convenido en un sistema bípanido con la fusión en 1990 Parecfa que iba a emerger un sisrema biparticlo.
Jcl Partido ele ] ustich1 Democrátíco dirigido por Roh Tae \\loo, el Una Je las parado¡as de los regímenes presídenci,1les en muchas
partido ele oposición Partido Democrático de Reunificación dirigido de_12'.9.f1:ricfos Iaúiioún1Crican<is {y__e~1 L:sJj,li,¡:il_i~.~~s) -~~~F-Cit:i~frí :sk.9ti.e
por Kim Young Sarn y el Nuevo P,miclo Democrático Republicano los.partidos son débiles y no tienen disciplina, y gue los represen-
ele Kim Jong Pilm (aunque el propósito latente era establecer un tarnes se comportan de manera loe.dista y 'de.actierJo.. c¿n S,L!? proi:)iOs
il'._t~J~S~~·: Digo -qi:1e es una ele Lis "panidojas pói·qt;·e··ewís-caracte.rístI-
0

sistema ele partido domínante corno el de Japón) ~ 9 . Es discutible el


que un sistema en el cual uno ele los dos partidos goza de una gran cas de los partidos y sus representantes hace posible que en sistemas
111;1yoría y está seguro ele ganar la presidencia g,1ranrice la esrnbilidad. multípartido (especialmente) funcione la presidencia. Un presidente
s.ln. ~.1na c;J;1_rn mayoría, en una S!tuación ele muiriparticlo, 'C:éíri.-[)a~rlcios
parlamcmarías puras en esle universo, seis semipres1denciales y cuatro pres1denc1ales
j~!~_oJS>g!~g~ y cl.i_~<::.U~!i!1a<Jos,_~e_1:__<;fr!? _clific~ltad pÍu:<Í goberriar; y iodá-
puras. De los 31 sistemas parlamemanos puros, 10 tenían entre eres y sícce pamdos
vín sería más difícil con una mayorr,¡-·aé-1a'O¡)osiciói1-eh-élcüngreso.
efecrívos. De los seis s1srcmas senupresídencwles, cuatro tenían entre rres y cmco . Sin Es la posibílidacl·de-cori\icn'ééi<i legíslad6í·éii1illi\1iclCiáJCs: ·ae-í)í-ücl'u-
embargo, ninguna democracia pres1denc1al pura cenía mJs de 2,5 pamdos políncos cff li11 é1sma de1~tro de los par_tis!<.;ls, d(distrib!Jir prebendqsyfqrf\1~!r
efecuvos. El pequeño núcleo de sistemas prestdencíales durnderos con tres o más alfarízas-locales c::lientelisras, lo que permgc.?.. L!I! pr_ei.í9~!1tt: gobernar
parudos efectivos es probablemente una de las razones por las que hay tan pocas
democracias contimwdas con tres o más pamdos. Sin embargo, Chile entre 1932 y yJJ~·;'?_l'.tt .cabo su programa sin una 111<\J'.Oría. ~~1_J_LJ.::._~_c!c:_ LL~1 s_is.~_t:Jl1'.~-~!e
197 3 era una excepción; era una democracia presidencial con una duración de \'eimi- partido rn<1s disciplinado y «resp~11sabl~».eg~..~srJ:~t.~turnln~~!?.l:S.~
cmco o más años con m,ís de eres pamdos efecuvos. conflicto, si no es incompatible, con el puro presid~ncíalismo (obvia-
18
Scmc 1\lainwanng, «Pres1demialism, 1'vlulcipamsm, .md Dernocnicy. The Diffi- mente, no con un ¡m:sidencialis1iio ¿()1i ·u¡.;· ¡)rfo-ié;. ;-j·;ri:~·stÍ:;;-o con el
cult CornbinariOii~>~ Co111pamtwe Po!it1ca! S111dies 26, núm. 2 ( 1993): 198-228. sem1presíJencialismo o semíparlamentarismo francés).
<• La complejidad polínrn de la rendencrn hacia el formaco de dos parrídos en lo
que fue un siscema de cunero parndos, al crear los annguos DJP, RDP y NDRP el par- Los presidenres ucnen que favorecer. ti. .lO.§ R.ªX!),dQ.~sJ~\?iles (aun- \
tido Democráuco Liberal (!)LP), es analizada por Sung-¡oo Han, «The Korean Ex pe· que puede que descaran tener un partido fuerte propio si éste tuvie-
rimenr»,fouma! o/Democriny 2, núm. 2 (1991): 92-10-1. rn asc:gurada la mayoría en el congreso). La clebijiclad ele lqs parti~?~ .1
Democrncia prcs1de11cial o ¡'>1rla111entarrn: ¿Que diferencia implica? 81
80 Juan J. Lmz

e'.1 mu.chas ~em_~~raci_~s latinoamericanas no sólo está por tanto rela- argumento esencial aquí, s111 embargo, es que la comb111ación de prcs1den-
l
es
c1~m~~-~~-S?n__~Ls!:'.t.~~1_<1 ¡1r~s1dcnéial, sino que m::ís bic1í unn ~onse-
cialisrno, ele un sístema mult1part1dista fragmentado y de partíclos sin disci-
plina ha hecho difícil a los presidentes el funcionar a través de los canales de
c:ucncta .del sistema. ·-·· ·
los partidos y ha fomentado las prácticas antlpartido. No es sólo personali-
_ Se poch~ía discu-tir si l?s partidos son esenciales para el funcíona- cbdcs y cultura política, sino también estructuras políti_cas lo que explica por
mtento de las ,dernocr<irn1s, pero lo Cierto es que la histori<i de Ja qué los presidentes han actuado contra los partídos ~)
c 1cmoc~·at1zac1on ha _:~t·~.:L°--~~s.?_c!:~~i_a con e1_~1~sarro110 e:1e·10s°"j)¡irfidos -
1
>. ~ti.1.~~QJ_as19_1~. Taml11en es cierto que los regírneí1es!foae·niCic1«í- -
Ucos s~_J1_a_n .?as;~d_o _e1: la ho~til_idad al multípart1dismo, bien estable- Presidencialismo con adaptaciones
c1e;i~L~_;1::._ n;c:i~1()polt_?. o dando un papel d_e vanguardia· hegeii-Íc~nico_á Las dificultades que el presidencialismo puro genera han llevado
U.12_1Jal t1_L!C?,_Uf:1!~()1 ~r~ta_n:~o de crear otras tormas de representación, 0 en varios países latinoamericanos a normas constitucionales o prác-
c_on__la__~~c-~?1cl_~ 5-.:1.sp_e!~.:1?tio í)~ohibtción de todas las ·aéd~;ldades Je ticas políticas, a acuerdos entre políticos o partidos, que ignoran o
un t)arttdo En las dem · · ] ·· · -····. ¡· ·· · · · ···- ·- ....
---!=~--- ·;--· · . ___ :__ _ ~~~Ct_'.'._SJ~a_i:_amen~an~~,_ tn_c_ uso movimientos modifican profundamente los principios del presidencialismo. En
~~ 1 ~'.-~-~~-~~:~~ que_~_::~~[.?1:I_Tl.ªEs~ en partidos ¡1ara g,;11;¡¡:-aéccsó-al algunos casos, como veremos, estas prácticas han contribuido a que
po~~\-~ 0 ~_y_na I)_affeél~ es,te, unas veces como el NSDAP (Natioilal- fuera posible gobernar y han prevenido serias crisis o la quiebra de la
sozial1st1sche deutsche .. Arbeiterpartei)
I .para destruir la Jem oct-acia, · democracia. Sin embargo, en varios casos han violado la esencia de lo
ou·as para pa1:t1c1par en e proceso parlnmentario e incluso en coali- que es el gobierno presidencial, ignorando o frustrando los deseos del
Cion~s ~le gob1~rno, como un sector de los Verdes en los Uinder de la electorado, y han siclo dee1didamente a-democráticas (aunque estu-
Republica ~ederal ~]emana. La postura antipart1do de algunos pre- vieran de acuerdo en ellas políticos elegidos democráticamente) pues-
stden_res l_~t_1::_::~1~~':E~.c-~;::.c.:.s~_1_;..?. .:!et~Í~- en gran nJedida eficaz· sinTrear to que limitan la elección de los votantes. Estas pautas contribuyen n
uno7_~~~c_a!· _;~!.:º~:-~~.!11.._q_~J.9.;?Jí.mttes_ g~_[ºs parti,~l_os~ E-1Í. Bí=asil, debilitar la responsabilidad que se asocia con la democracia, espe-
l~s p1es1Jen1es ]1an subrayado consta1:remente su independencia cialmente ia responsabilidad de los partidos políticos. Pueden tam-
f1ente a los p<irt_id_os, y han formado gobiernos con ministros reclu- bién contribuir a un cierto cinismo en el electorado frente a los par-
tados de ot,r~s distintos del suyo propio, incluso cuando han hecho su tidos y los políticos, si no a su alienación y a que se inclinen hacia
carrera P?littca dentro de un partido. Ningún líder en un sistema par- tendencias radicales, alejándose de la corriente normal de la política
lamentano i:od~ía llegar al poder diciendo como Janio Quadros: electoral (como en el caso de Colombia).
<:~o ten~o nmgun compromiso con los partidos que me han apoya- Una política muitipartidista o la tendencia hacia este tipo de política
d~, las tdeas que mantengo en m1 campaña son sólo mías»< Incluso en varías países con sistemas presidenciales puede generar dos respues-
Hitler destacaba continuamente su compromiso con el «movimien- tas: ( 1) un<i política exclusivista en la cual los dos partidos principales
c_
to». uanJ_o U!~ C~lt~~iJ_atO presidencial puede cJectr «los políticos traten de evitar la entrada en otros partidos, repartiéndose el poder y
pr_~~~s1onales .1:9_ha.cen_ nada mfis que perturbar la v1cJa brasileña», modificando las reglas del juego, como en Colombia, o (2) reformas
··,"
¿com? pued: ~sperarse la,constn~ccíón lenta y continuada de parti- constitucionales dirigidas hacia una «ce-participación» o hacia un cuasi
dos d~~:~~.E!~~cgs] __¿Q_L!t_~n pt:eoe sorprenderse ante el continuo parlamentarismo, como algunas pautas políticas en Uruguay y Bolivia.
t~·ansfugu1smo; de_los legislad_ores brasileños ct1ando los propios pÍ·e- En Uruguay, el complejo sistema político ha creado después de la
s:dente~ ca:,i:brnn de part~d9 \como Sarnev) o no tienen en cuenta ios redemocratización un modo de hacer que María Ester Mancebo des-
vmculos con los partido? que les haí1 elegido? -·- cribe como «de coparticipación a coalición» 51 • Estas prácticas han
... -Eri su áceleí1te· m~~lisis dd caso brasneño, iVIamwaring concluye:
. --
('". 1":-:l;i_í_n\,:an~1¡::._<<Dilcmn1_'.'.~-?Ulvít!par.ty_frcsident1a!..Q~p}~-<;!:~9:~ p. 29.
~a cuestión es por qué los presidentes han optado por las tácticas supra
11 J\laria Ester Mañcebo, «From Copart1c1pat1on to Coal1t1on: l he Problems
Y ant_1 ¡~arudo. En parte, la respuesta puede atribuirse a los estilos propios de
oí Prcsídcnttalism in the Uruguavan Case, 1984-1990» (ponencia prcscnta<la en el
los d1st1ntos presidentes o a la cultura política brasileña :llltl-or¡!:lllizacíón. Un
Democ1...1C1<1 pn.:s1dt:nci,d o p<1rla111entana: ¿Qué diferenci,1 11nplica? 83
82 Juan J. L1nz

contribuido a lo que se podría !Limar un estilo de polítíca «no presí- Li «Enronac1ón Nacional» y la «Coincidencia Nacional» uru-
Jencíal» No hay que confundirlas, sín embargo, con «gobiernos de gu,1yas respondían al hecho ele que el partido que ganaba la presi-
coalición» en sistemas parlamentarios. denci<l no tenÍ<l 111i1yurÍ<l en las dos cámaras del Congreso. En 1984
Guillermo O'Donnell 52 mdependientemente y partiendo de un pro- los Colorados renían un -1 l por ciento del voto y un 42 por ciento de
blema muy distinto, h,1 observado cómo Uruguay tiene un estilo politJCo los escaños, y en 1987 los Blancos tenían, respectivamente, 39 y 40
muy diferente del que se da en Argentina y Brasil, y se pregunt,1: por ciento. Esra siruac1ón se da con frecuencia en los sísre1rn1s mulri-
panído con un sistem,1 electoral que no favorezca desproporciona-
por qué el gobíerno uruguayo no adopró su propio paquete, especialmente darnenre el partido más voraclo. Los presidentes Sangumetti y Licalle
durante la eufona que siguíó a las primeras foses <le! Ausrral y el Cruzado. elinil'roll responder a la snuacíón como lo hubiera hecho un líder de
¿Fue porque el presidenre SanguínettJ y sus coÍ<1boradores eran mCts mtdi- un°parrido parlamentario: ampliando la «base parlamL:nrnria» de su
gemes, mejores econon11st.is o esraban rneior mformados que sus correspon- gobierno, aunque !ns estrntegias de los dos presidentes eran conside-
diemes argeminos, brasileños y peruanos? Armado de esra curiosidad fui a rablemente distintas, prmcípaimente porque los contextos políticos
Uruguay. Allí enconrré, para mi sorpresa, que aígunos de los aíros cargos del eran muv diferentes (fose de transición y consolidación). La diferen-
~jecurivo se quejaban con basr:mte amargura de las distínras corrap1s,1s que el cia frent~ a un típico gobierno de coalición parlamentario se encon-
Congreso había impuesto a los límnes Je libenad, mucho más altos de los que
traba en que los miembros del gobierno no eran líderes de los parti-
a ellos les hubiera gustado rener en varios remas, incluida ía políuca económi-
dos y que nmguno de los líderes que eran los «destin<ltarios» del
ca. Lo que sucede es que en esre caso de redemocramación, el Congreso, aun-
que lejos de ser Li institución perfecta que no se da en ningún sino, efecciva- «entendirnienro» renuncÍ<tron al derecho ele actuar corno una «opo-
mente retornó al rraba¡o en el momento en que llegó la Jemocracia. sición responsnble», cosa que en un sistema presidencial tenían dere-
Simplemente, a causa Je restricciones constitucionales y tradiciones históricas, cho a hacer sín provocar la caída del gobierno. Estos gobiernos natu-
el presidente no riene el podi.:r Je decrernr unilateralmeme mediJas rales ralmenre no recibí<m la aprobación explícita en el Congreso, y el
como los paquetes de los países vecinos. El presidente de Uruguay, para dictar presidente Sanguineni, al tomar decisíones políticas, tuvo que utilizar
muchas de las medidas polílicis que estos paquetes típicarneme c~mienen, cie- frecuentemente su poder de veto.
ne que pasar por el Congreso. En ocras palabras, los elementos de secreto v Bolivia es otro país en el cual el modelo puro de presidencialismo
sorpresa que p:irc..:en ser tan fundamentales a los paquetes son eliminados d~ se hn modificado en In práctica de una forma que resul rn más con-
f1t"lo. Es 1rnís, el pasar por el Congreso significa tener que negociar estas polí-
gruente con el parlarnenrarismo 53 , Un sistema presidencial supone
ticas no sólo con Íos purudos y los legisladores, sino también con vMios grupos
que un candidato o un partido sume una amplia base de apoyo, pre-
de mterés. Por consiguiente, contra las preferencias aparentes de algunos
miembros del Ejecutivo, ia política económica del gobierno uruguayo estaba ferenremenre una mayorÍ<l de los votantes. El voto úril deberín elimi-
~<condenada» a ser incremental . bastante inconsistente y circunscrira a unos nar o debilitar las rnndidaruras menores. Antes ele ias elecciones los
fines hastante limitados -tales como alcanz<tr ia discreta actuación que hemos partidos más débiles deberían formar amplias coaliciones con el fin
visto, 110 los objetivos heroicos que los (primeros) paquetes habían anunciado. Je mejorar l,1s posibilidades del candidato más próximo a sus opi-
Tengo que Jecir que fue en Uruguay donde realmente me di cuenta de la mones, contribuyendo así <1 un modelo bipartidista. Esk no ha sido el
diferencia de tener o no tener esta especie de red de poderes inscituc10nali- caso de varios países con un sisrema presidencial, entn.: los cuales se
zados que tejen el proceso Je mma de decisiones en polític,1. O, en om1s destaca Bolivia por su récord de electorado fragmentado en las elec-
palabras, Li diferencia enrre la democracia representatlva y la delegada. ciones presidenciales, con los candidatos en cabeza sin superar el 30

X V Congreso Mundial de la 1\socíac1ón lnternacíonal de Ciencia Políric.1, julio 1991, " Eduardo Gamarra, «Poliuc1l Srabiii1y, Dcmocrntization anJ die Boliv1an Nauo-
Buenos 1\1res); Romeo Pérez t\nrón, «El parlamenransmo en ia rrndic1ón uru<>w11·•1», nal Congress» !Tesis Docroral, Universidad de Pinsburgh, 1987); L1urence Whire-
Cuiidcmos del CLi!E/-1 (Cernro Launu Amencano de Economía Humanal, 2! s~r..'año bead, «Boliv1a's Failed Democrnrízarion l 977-1980», en 'fim1s111011s fro111 !1111horitam111
1-l (1989, nC1m. l): 107-33. Rule, L111111l1m·r1c.i, cdiiado por Guillermo O'Donnell, Philippe C. Schmitter y L1u-
52
O'Donncll, «Ddcgari1·c Democracy». rence \X'l11tehe,1d Walumorc: lohns ! lopk1ns UP, 1986), pp. '19·7 l.
86 JunnJ. Lmz Democrac1;1 prc·s1dc:nnal o parla1nen1nna: ¿Que diferencia implica? 87

los candidatos, la coalición «parlamentaria» sin emb,irgo no era iló- Calvo Sotelo tras el mrcnro de golpe en 1981, en Grecia el ele Kara-
gica. El sistema contímwba siendo presidencial porque el presidente, ll1<llllis y Papandreu, y ahorn en Porrugal el de Cavaco Silva como pri-
una vez elegido, ocup,1ba el cargo durante un mandaw completo mer ministro con una mavorh1 absoluta. No se trata aquí de demo-
sin tener que depender de la confi<1za del Congreso. El introducir la cracias sin líderes, pero, «i1 mismo tiempo, el fracaso de Sw'írez y
posibilidad de un vow de censura, prderememente el vow de cen- Calvo Sotelo no puso en peligro las ínsrirnciones dcmocníticas, ni
sura constructivo, a un presidente elegido por el Congreso, transfor- peligraron tampoco cuando los conservadores y los comunistas se
maría el sistema boliviano focilmente en un sistema parlamentario, unieron para !orzar la dimisión de Papandreu.
conservando la posibilidad de una eiección presidencial popular en el Yo diría que en muchas democracias se da una cierra conver-
caso de que un candidato obtuviera una mayoría üLsoluta. gencia entre sistemas parlamentarios y presidenciales en el hecho de
que cada vez más la gente vota por el líder de un partido que pueda
gobern,1r. Dan su apoyo al partido que promete manrener a este
El mito del liderazgo presidencial líder en el poder, y se lo quitan a un partido que no presenta un líder
y <le una democracia parlamentaria sin líderes atractivo para dirigir el gobierno. El debilitamiento de las lealtades y
rigideces ideológicas, Li erosión de los «electorados cautivos» al irse
Uno de los mayores argumentos a favor del presidencialismo es homogeneizando b estructura de clases, la creciente iiH.lependencia
que ofrece un fuerte liderazgo personalizado. Este argumento ignora de los vorantes con un rnvel más alto de educación, y el empleo del
el hecho de que los presidentes muy a menudo no son líderes fuertes, voro Citil contra parriclos menores, permite a los líderes fuertes apelar
sino candidatos resultado de compromisos. Aunque su cargo les directament<.: ,¡] elecwr.1do, al mismo tiempo que aumenta el atracti-
concede considerables poderes, la obstrucción del congreso puede vo del parndo y con esto su base parlamentaria. En la polírirn con-
hacer imposible su liderazgo, como muestran ejemplos recientes en la temporánea, el acceso a L1 televisión, que permite a un líder presen-
historia latino,1mericana. Mi argumento es que en sistemas parla- tarse directamente ante el electorado, refuerza esta tendencia quizá
mentarios puede darse un liderazgo fuerte. demasiado. Los votantes en las democracias parlamentarias contem-
No hay más que pensar en el Reíno Urndo, con su sistema de dos poráneas votan cada vez más por un partido para asegurar que su
parn<los, que ,1seguró ei liderazgo de Churchill o ei más recieme de líder forme gobierno, y voran contra un partido cuyo líder no goza de
M.1rgaret Thatcher. En sistemas multipartido continentales Aden.1uer su confianza. La personalización del liderazgo hace a los sistemas par-
y De Gasperi fueron capaces de dar forma a nuevas democracias, y lamentarios contemporáneos que tienen líderes que saben cómo uti-
Willy Brandr, con un gobierno de crn.1lición, consiguió transformar lizarla más parecidos a los sistemas presidenciales, pero sin algunas de
decisivamente la polític1 de la Alemania Occidental. Tampoco pue- bs consecuencias más negativas que he tratado con más detalle en mi
den ignorarse las oporrunídades de liderazgo de que gozaron algunos a1üílis1s del presidencialismo.
primeros ministros escmdinavos, como Branting, Tage Erlanger 55 y Esa personalización pone sin embargo límites a la capacidad de un
Olaf Palme en Suecia, y Gerhardsen en Noruega, <lSÍ corno Kreisky mdividuo que no tenga una base de partido p<ira dirigirse directa-
en Austria y Henri Spaak en Bélgica, para mencionar algunos de los mente al elecmrado, como muestra el fracaso del ex ¡rn::sidenre Eanes
pnmeros ministros social-demócraras. En las nuevas democracias v su PDE (Partido de Renovac;ao Democratica) y las dificultades que
del sur ele Europa, un sistema parlamentario hizo posible en España ~nconrró un líder tan atractivo en su momento como Su,ín:z ciebído a
el liderazgo de Adolfo Su,írez, Felipe González e incluso Leopoldo la fobi de apoyo de un parmlo fuerte. En los sistemas p~1rbmentarios,
55
improvisar un líder mediante una convocatoria personal y utilizando
El líder socrnl-dcmócrnrn sueco presidió d gobierno de l 9.J6 u 1969, dirigiendo
su p:imdo y rname111endo una idemidaJ ideológica mientras buscab:i el consenso los medios de comunic1c1ón, como estamos viendo que se hace hoy en
entre los actores políticos. V.:r Olaf Ruin, T.1ge Er!a11der (Pimburg: Pirrsburg UP, Brasil, serÍü imposible. No se puede caracterizar a los sistemas parla-
!990). menunos cornt.:mporjm:os como sist<.:ifüis incapaces dt: producir lide-
luan f. L111z Democracia pres1dencíal o parlamenrnrrn: ¿Qué díicrencía 1mplicai'
! 1

por ciento del voto. La lealtad a partidos v líderes con una base his- antes o después de cada elección presidencial. Por ejemplo, la ADN
tó;ica',ideológica, de clase y regional prol;ablemente es m¡Ís respon- (Alianza Democrática Nacíonall de Banzer apoyaba el Pacto por !a
sable ele esta pauta que la norma de que sea el Congreso el que deci- Democracia y al presidente Paz Estenssoro del MNR y su política
da entre los tres candidatos más importantes. La situación de empate, durante el difícil período de la reforma económica, pero, después de
que como resultado de esto se produce en la selección presidencial, las elecciones presidenciales de 1988, trasladó su apoyo a Paz Zamora,
unido a la imposibilidad de que un presidente pucda gobernar sin el candidato del MIR, con el resultado del Pacto Patriótico, y no apo-
necesidad de hacer alianzas, contribuven a la frustración v conside- yó a Sánchez ele Lazada, del MNR, el arquitecto ele la Nueva Política
rable volatilidad de los votantes, y pu~de facilitar en un f~1turo pró- Económica (NPE) bajo Paz Estenssoro. El principio de la «menor
distancia» en la formación de coaliciones no funcionó ~.
5
ximo la aparicíón de un candidato populista que se presente frente a
los partidos. (Tal candidato puede a su vez verse bloqueado por los En las elecciones presidenciales ele julio de 1985 el líder de la
partidos que tengan fuerza en el Congreso.) ADN, el antiguo dictador general Banzer. obtuvo un 28,6 por ciento
En las dos últimas elecciones, el candidato con la pluralidad del voto. Le siguió muy de cerca el histórico líder del MNR, Paz
mayor no alcanzó la presidencia. En la primera de estas elecciones el Estenssoro, con,_un 26.4 por ciento; el candidato del MIR consiguió un
candidato que presentaba el MNR (i\lm·1m1ento Nacional Revolu- 8,9 por ciento y el candidato del Movimiento Nacionalist~ Revolucio-
cionario), Paz Estenssoro, salió elegido, y en 1988 salió el tercer can- nario ele Izquierda (MNRI) un 4,8 por Ciento. Otros candidatos obtu-
didato, Paz Zamora, del MIR (Movimiento ele Izquierda Revolucio- vieron un 18,4 por ciento, y 12,9 por ciento fueron votos en blanco o
nario) que contaba con el apoyo deí segundo candidato más votado, nulos. Puesto que ninguno de los candidatos consiguió una mayoría, la
Banzer. Todo esto pudo hacerse en virtud del artículo 90 de la Cons- elección pasó al Congreso, donde Paz Estenssoro, el candidato que iba
titución de 1967 que establecía que: en segundo lugar, obtuvo 94 votos de los miembros del MNR, MJR,
MNRI v PDC, mientras que Banzer recibió sólo 51 votos.
Si rnnguno de los candidatos a la Presidencia o a la Vicepresidencia de la En 'las elecciones de 1988, Gonzalo Sánchez de Lozada, del
República obtuviese mayoría absoluta ele voros, el Congreso tomaní a tres de MNR. iba a la cabeza con un 23 ,07 por ciento, Paz Zamora (lvl lR)
los que hubiesen obtenido el mayor número parn uno y~otro cargo, y de entre con u;1 19,64 por ciento, CONDEPA {Conciencia de Patria) con un
ellos hará la elección. 10,98 por ciento y IU (Izquierda Unida) con 7,18 por ciento. La
Si, ele hecho el primer escrutinio, ninguno reuniese la mayoría absoiuta alianza entre ADN y MIR dio la presidencia a Paz Zamora.
de votos de los representantes concurrentes, b votac10n posterior se con- Aunque estas d'as últimas elecciones presidencíales ele acuerdo
cretar;í a los dos que hubieran alcanzado el mavor número de sufragios. En
con el artículo 90 de la Constitución eran totalmente congruentes con
caso de empate, se repetirá la votación hasta que alguno de los candidatos
la Dolítica en un sistema parlamentario, iban contra la lógica del pre-
obtenga la mayoría absoluta.
sidencialismo. Dado el voto minoritario y el pequeño margen entre
En una situación política tan básicamente incongruente con un sis-
5' René Anton10 Mayorga, «Bolivia: ¿Democracia como gobernabi\idad?», en
tema presidencial ideal, los políticos boli\'1anos han estado actuando en Estrategías para el desarrollo de la dcmocrac!tl c11 Perú y !lmé~1ca Ú11111a, ed~tadt' por
muchos aspectos como si el sistema fuera parlamentario -con pactos Tulio Cotler (Lima: Instituto <le Estudios Peruanos· Fundac1on Fnednch Na;nnarrn,
(como el Pacto por la Democracia)- con gobiernos multipartido, ·1990). pp. 159-93; y éDc la 1111omía polít1ca _al orde11 dewocráltco;; (L_:i Paz: CEBEi\!
utilizando un «voto de censura» que ocnsíonó la dimisión del presi- [Centro Bolivrnno de Estudios i\!ultidisc1plmanos1. 1991). pp. 216-í5; ~duardo A.
Gamarra yf ames M. i\lalloy, «The Patrímon1al Dynam1cs of Party Polmcs 111 Bohrn»,
dente Siles Su azo en 1985, pero sin muchas de las características de un en Scott Mainwanng y Timothy ScuUy. ecls., Buildi11g Dc111ocrat1c l11s/111111011s (S_tanford:
sistema pariamentario. Los partidos que hacen posible que funcione el Stanford UP, 1995). En René Antonio lvlayorga, ed., Democracia y gobenwbdulad en
sistema no asumen explícitamente responsabilidad por sus acciones, y Aménca L 1tma (Carneas: Edítonal Nuern Sociedad. 1992), se mcluyen d1scus1ones
los votantes no les pueden pedir cuentas el día de las elecciones. El re\e,·antes del sistema político boliviano de Eduardo Gamarra. René A. Ma1·orga,
principio de no reelección lleva a un reajuste de las «coaliciones» Jorge Lazarte y otros. l
88 fuan.J. Linz Democracia presídcnc1al o parlamcntnna: ¿Qué Jiíerenc1a implica? 89

razgo y gobiernos estables, pero es algo que consiguen sin perder la derrotados a menudo no pueden hacer. En un sistema parlamentario
flexibilidad que he destacado como una de las principales ventajas. De e! líder o líderes de la oposición pueden presentar ante el electorado
hecho, corno muestra la larga pernrnncncía ele una misma persona en una postura clara sin tener que esperar a la campaña presidencial
el poder en varias democracias parlamentarías, permiten la posibilidad que, de todas formas, es relativamente breve. Mucho antes de las
de la continuich1d de liderazgo, posibilidad que excluye el principio ele elecciones, el votante puede distinguirlos e identificarlos. No es un
no reelección en muchos sistemas presidencl3les. azar que en sistemas presidenciales los candidatos muy a menudo no
El lider~zgo personalizado, incluso carismático, no es incompati- provengan de la legislatura sino que hayan sido gobernadores de
ble con 1.a democ:acia parlamentaría. pero el líder tiene también que estados donde se han creado una base ele vínculos clientelístícos y
conseguir la confianza de un partido, de un cuadro de políticos que donde han conseguido una reputación. Esta circunstancia tiene la
le suministren miembros para el gobierno y líderes para los comités gran desventaja de que los candidatos presidenciales frecuentemente
parlamentarios, y le aseguren una .presenci; constante en la sociedad tienen poca experiencia en política exterior y en problemas macro-
a través de personas en cargos elegidos, como los de gobernador v económicos, y que sus vínculos con las legislaturas que tendrán que
alcalde. Un líder ele estas características, a diferencia de un líder e~ apoyar sus programas y su política sean débiles. Este es el caso inclu-
algunos sistemas presidenciales, no estará aislado o rodeado sólo de so en Estados U111clos y probablemente en otros estados federales
tecnócratas y amigos personales y leales. Será tanto un líder nacional como Brasil y Argentina.
como un líder de partido y por tanto tendrá y podrá utilizar más Muchos estudios han mostrado cómo las carreras políticas que
recursos para gobernar eficazmente. Subrayo una vez más que se llevan a altos puestos en el gobierno y en últíma instancia al ele pre-
trata ele una probabilidad y que n'ingún sistema, tanto parlamentario sidente del gobierno están en función de una combinación ele lealtad
como presidencial, puede asegurar un liderazgo capaz Je ganar la y competencia, así como del tiempo pasado en el parlamento. Los
confianza de un partido y de una nación. diputados de segunda fila pueden ocasionalmente atacar el liderazgo
Quiz<Í una ele las principales ventajas ele un sistema pariamentarío del partido y especialmente al pnrner ministro y su gobierno, pero
estribe en que es capaz de presentar un plantel de líderes potenciales «morder» con demasiada frecuencia está penalizado. Incluso en
más amplio que un sistema presidencial, aunque esto no es del tocio aquellos sísternas pariamentarios que conservan el princípio Je liber-
cierto, cuando, por ejemplo, un solo partido tiene una posición hege- tad de conciencia ele los miembros del parlamento, Íos diputados
mónica debido a su mayoría. En un sistema multipartido en el cual tránsfugas son una pequeifa minoría, una marcada diferencia con la
los líderes ele los partidos más importantes tienen unas expectativas experiencia brasileña (ver capítulo 8, vol. 2) 56 Aunque los traidores
razonables de llegar a ser primer ministro o de jugar un papel impor- son bienvenidos en otro partido, no gozan de confianza y no es pro-
tante en el gobierno, el número de aspirantes a puestos ele liderazgo bable que hagan una gran carrera política, incluidos, con notables
que entran en el parlamento es muy probable que sea mucho mavor excepciones, los que contribuyeron a la desintegración de la UCD en
que en la mayoría de los sistemas presidenciales. Es más, en el p-ro- Espafia. Mientras que la estructura de los sistemas parlamentartos
ceso parlamentario, ios líderes potenciales pueden ganar una cierta ofrece incentivos que favorecen la disciplina ele partido y por tanto la
visibilidad entre elecciones, a menos que los medíos de comunicación consolidación de sus organizaciones, los sistemas presidenciales no
estén excesivamente controlados por el gobierno. Líderes distintos ofrecen este tipo de estímulos para fomentar la lealtad al partido
pueden hacerse un nombre y una reputación en los debates parla- (excepto cuando se trata de partidos ideológicos muy estructura-
mentarios, en las mociones v los votos de censura v en otros actos
públicos. El parlamento es -en cierto sentido un vivero de líderes "' Sobre ia débil íclentificación partidaria y ieaitaJ al partído en Brasil. ver Scott
potenciales. El sistema parlamentario además no excluye líderes que Maínwanng, «Politícrnns, Part1es and Electoral Systems: Brazil ín Comparativc Pers-
pectí\'e», Cowporo/1ve Polit1cs, octubre 1991, pp. 21-43; y «Brazilian Party UndcrJc-
han perdido poder; probablemente se sientan en los bancos de la vclopment ín Cornparatiw PerspectÍ\·c» (Kellogg Tnstitute \'\(/orkíng Papcr 134. Uní-
oposición esperando su turno, algo que los candidatos presidenciales versídaJ de Notre Dame. 1990), pp. 21-25, 26-29.
90 Juan J. L1nz Democrncw prcs1<ltncial o parlamentaria: ¿Qué Jiícrcncw 1mplica? 91

dos). El presidente puede proporcionar incemivos personalizados a federal que tienen gobiernos parlamentarios, empezando con un país
potenciales seguidores, y el éxito de un determinado legislador depen- con una heterogeneidad soci,11 y cultural y una extensión rnn enormes
de menos de la actuación de su panido mientras está en el poder como hi India. La Rep~iblica Federal Alemana es otro ejemplo de
que de la fuerza de los vínculos más o menos clienrelísricos que haya combinación ele federalismo y parlamentarismo, y de hecho los Lan-
establecido con su electorado. Es por esto por lo que el Congreso de der y sus primeros m1mstros han suministrado un imporrante plantel
los Estados Unidos es todavía hoy una de las legislaturas más fuertes de candidatos ai puesto de canciller Je la república. Ca1rndá y Aus-
en la cual miembros concretos tienen una gran independencia, aun- tralia son otros dos grandes países federales con gobiernos parlamen-
que otros factores como el tamaño del personal y los recursos que: el tarios. Formas de gobierno divergentes explican algunas de bs dife-
Congreso proporciona a sus miembros, así como la diversidad ideo- rencias prácticas entre los Estados Unidos y Canadá, especialmente
lógica dentro de los partidos, contribuyen al mismo efecro. sus respectivos sistemas de partido 57 . A pesar de las tensiones entre
Los sistemas presidenciales pueden tener parndos fuertes, pero es Quebec y el Canad,1 de habla ínglesa, ei sistema parlamenrano ha
muy probable que éstos rengan unc1 orientacion ideológica m<1s bien contribuido probablemente a la unidad del país. Suiza, que posible-
que gubernamental. El presidencialismo generalmente se asocia con mente es el país más federal por no decir confedera!, de Europa, ha
partidos débiles, fragmentados, clienrelístícos o personalistas. Sólo oprndo por t1n sistema que no puede llamarse estrict<imentc parla-
hay que pensar en los partidos en Brasil, en las Filipinas y más recien- menrarío dadas sus convenciones constitucionales, pero que tampoco
temente en Corea del Sur. En los sistemas presidenciales pueden es presidencial. Austria es orra república federal con un sistema par-
surgir líderes, pero no es prob,1ble que el presiclencrnlismo produzca lamentario, aunque la elección directa del presideme la sitúa formal-
líderes de panido capaces de gobernar con suficiente apoyo en el rnenre en la categoría ele semipresidencial o semiparlamentario. Por
congreso, y muy frecuenremerne esos líderes recurrin1n a gabinetes otra parre, una sene de regímenes cuasi-federales como el Estado ele
de expertos que no son del partido, cuyas carreras dependen total- las i\utonomías en España, el estado reg1onalizado en lrnlia y el cre-
mente de su competencia. En este contexto me pregunto hasta qué ciente federalismo en Bélgica, se han desarrollado con sisremas par-
punto el partido peronisra puede sentirse sadsfecho con un gobierno larnentaríos. Ciertamente, en España y en Bélgica b monarquía ha
de expertos. Los que se que¡an de la debilidad de los partidos polítí- cumplido algunas de las funciones integradoras que se atribuyen a una
cos y de la baja calidad del liderazgo en las legislaturas en algunos presidencia, y lo mismo puede decirse de los gobernadores genernles
países latinoamericanos, deberían quizá considerar más seríamenre la en los Dom1111os, pero los presídentes elegidos indirectameme en la
rebción entre esrns condiciones y el sistema pres1dencíal. República Federal Alemaiu y en Italia h,m podido frecuentemente
desempeñar esta misma función sin los poderes normalmente atri-
buidos a un presidente en un régimen presidencial.
Presidencialismo, federalismo y sociedades multiétnicas En algunos países latinoamericanos, el peso demográfico e inclu-
so el aún müyor peso político de algunos estados grandes con áreas
En alguna ocusión se ha sugerido que el presidencialismo esuí metropolitanas extensas, supondría que un presidente directamente
especialmenre indicado en el caso de repúblicas federales porque la elegido no sería rnn representativo de toda la federación como el
presidencia puede servir como un símbolo unificador, especialmente presidente de un país cuyos estados estuvieran más equilibrados en
en ausencia de u11<l monarquía, y puede represenrnr a la nación como cuanto a población y recursos. Sería por tanto dudoso afirmar que los
una totalidad de un modo que un parlamento no puede hacer. Este sistemas presidenciales sirven mejor a la integración nacional que
argumento puede sonar plausible, y el gran ejemplo de los Estados los sistemas parlamentarios.
Unidos, que combina el federalismo reflejado en un influyerne senado
y una presidencia, parece apoyarle. Sin embargo, no hay que olvidar 57 Seymour ,\!. Lipser, Contmcnral Divide: Tbe \1tilues ami lnw1111io11s o/ !he U111·
el gran número de democracias con una estructura federal o casi ted S1ates a11d C111ada (Nue1-.1 \'t>rk: Routledge, 1990).
92
Juan!. Ltnz Demncracia presidencial o parbmcntaria: ¿Qué diferencia implica? 93

Uno de los aspectos negativos dd presidencialismo latinoameri- los pocos casos en los que el presidencialismo se ha intentado en
cano ha siclo el empieo dei poder de intervención en ios estados sociedades multíétnicas -Nigeria y Sri Lanka- la áperiencia ha
federales, que permite suspender o desplazar a ias autoridades fede- sido demasiado breve.
rales y nombrar a un intcr\'entor con pienos poderes. Esta práctica no Los defensores del presidencialismo arguyen que un presidente
es inherente al presidencialismo, sino que es el resultado de ciertas que es elegido por un electorado de todo el estado puede servir
normas constitucionales y de su interpretación. No hav duda de que como símbolo de integración a pesar ele las divisiones étnicas. El
un gobierno central. tanto presidencial como parlan~entario, tiene éxito ele este símbolo depende mucho obviamente del método que se
que tener poder para evitar acciones de !.is autoridades de los estados ha seguido en la elección. Una simple pluralidad en una sola vuelta,
que vayan en contra de la constitución, o que representen una ame- que puede asegurar la hegemonía al grupo étnico más grande, cier-
naza al orden público. Sin embargo, como la historia argentma mues- tamente no funcionará. Nigeria trató de resolver este problema en su
tra, resulta peligroso permitir a, una persona tomar 1~1 decisión de Constitución dividiendo el país en estados relativamente grandes,
intervenir sin la posibilidad (excepto el ¡uicío polí1íco) de que algún étnicamente homogéneos, y exigiendo que un candidato presidencial
órgano representativo pueda exigirle responsabilidades 58 . Esta prác- obtuviera por lo menos un 25 por ciento de los votos en dos tercios
tica ha contribuido mucho a la debilidad dei federalismo en varios de los estados de la federación Nigeriana para asegurar que no iba a
países latinoamericanos. Otra práctica que lo ha debilitado todavía representar a ningún grupo étnico concreto o a una coalición peque-
m<Ís es la de que el presidente pueda ~ombrar gobernadores, una ña. El candidato, por tanto, tiene que buscar apoyo en todo el país.
norma que contradice toda idea de lederalismo. La unión de dos, cualesquiera que fueran, de los tres grandes grupos
La elección directa de los gobernadores y la autoridad uniperso- tras un candidato único no sería suficiente apoyo para alcanzar el
nal que éstos ejercen es una consecuencia indirecta, de nuevo no nivel exioido. La fórmula de distribución asume una concentración
necesaria pero probable, del presidencialismo. Este sistema crea territori;J de grupos -este es, un cierto nivel de homogeneidad
una desigualdad ele representación porque, en el caso de múltiples dentro de áreas, pero heterogeneidad entre ellas-. Horowitz disc;-
competidores al cargo, puede privar a la mavoría de los ciudadanos te el carácter excepcional de la situación nigeriana y algunas de !as
de toda posibilidad de participar en el ejecut1~10 dci estado, y este eje- dificultades que supondría la aplicación de las nor;nas constitucio-
cutivo no es responsable de forma directa ante la legislatura del nales nigerianas en otros lugares, especialmente en Africa del Sur, así
estado. como los cambios que serían necesarios en la elección de la legisla-
Un tema que va a adquirir importancia en los debates sobre la tura para completar el diseño constitucional.
democracia va a ser cómo los procesos democráticos o bien avudan a Podría objetarse que cualquiera que fuese el procedimiento uti-
solucion;1r conflictos étnicos, culturales, comunales-religios(~S y lin- lizado en ía elección, en última instancia se trata de un ejecutívo
güísticos, o los exacerban 5'' Este no es el lugar para tratar a fondo unipersonal que inevitablemente tendría que ser ocupado por alguien
este tema enormemente complejo. ni tarnpoco po.dernos dar una res- de uno de los grupos étnicos. alguien a quien se considerará identifi-
puesta a ia cuestión de presidencialislllo frente a parlamentarismo en cado con ese grupo. En todo conílicto en el cual su grupo se vea
estos conflictos. El que el presidencíalislllo haya prevalecido en socie- involucrado, será difícil convencer a sus contrarios de que est<í por
dades que son relativamente integradas étnicamente ven sociedades encima de los intereses étnicos (o de renunciar a alegar ese partidis-
donde los problemas mencionados no han estallado: nos limita. En mo). Si esto sucede y no puede resolver el problema, la rigidez del
mandato fijo en el cargo hace una vez más que sea difícil sustituir al
58 presidente o reajustar coaliciones que le apoyen. Si un presidente,
Ana 1\laría Mustapic, «Con!lictos instituuonalcs Jmantc cí primer gobierno
RaJical: 1916-1926», Dcs11rrol!o cco11ó11nm 2-1. núm. 93 ( 198-1 l: 85-108. · elegído por cualquier método, decide formar un gobierno que no
59
Donald L. Horowítz, 11 Dc111ocmí1c So111h 1i(nca? !Bcrkclev: U. Californrn. presta atención. o parece no prestarla, a los intereses de las minorías,
1991). - - la situación no puede cambiarse (a no ser que el sistema sea prcsí-
9-J Juan J. Linz Democr:icw p1«:s1dc:nc1.1l o parbmeJHana: ¿Qui: Jifcrcncrn unplica' 95

dencial con primer ministro o parlamentario-presidenci,il, en cuyo No es siempre claro hasra qué punto esta relación directa de las
caso hay problemas a discutir). fuerzas armadas y el presidente, especialmente cuando ésLe es un ofi-
En una sociedad multiétnica sin un grupo absolutamente domi- cwl del eiérciro, ha conrribuido a debilirnr el liderazgo polírico civil
nante que apoye a un partido y que obtenga una mayoría absoluta, y los parridos políticos. Muchos estudiosos considernn que las prác-
un sistema parlamenrnrio podría ofrecer la posibilidad de formar ticas políticas de la República de \Xle1mar, en la cual c:l alro mando
coaliciones y llegar a acuerdos de típo consociarivo, que podrfan dar del ejérciro tenía acceso directo ni presidente sin mediación del
una respuesta flexible ai conflicto étnico. Los gobiernos de coali- gobierno en un régimen semipresidencial-semiparlamentario, no
ción no sólo proporcionarían incentivos para negociar, llegar a com- contribuyeron a la estabilicla<l de la democracia alemana. En Porru-
promisos y comp<lrtir el poder, sino que también ofrecerían a prime- gal, pauras similares originaron una peculiar diarquía entre el Parla-
ros ministros que pertenecieran a m;norfas un apoyo exterior. Sería mento y los milirnres, que surgió de! pacto entre lus partidos y el
posible cooptar a los líderes de las protestas étnicas. Obviamente, si MFA (Mov1rn1e11to de las f uerz,1s Armadas). El proceso inicial de
el liderazgo político no se siente comprometido con la supervivencia redacción de la Consrírución que limitaba los poderes del Parla-
de un estado multiérnico sino que favorece su quiebra o la hegemonía mento y el papel Je los milirares moderados que terminaron con las
de un grupo a cualquier coste, no hay institución democrática que amen.izas revoluuonanas dieron a las fuerzas armad.is un lugar que
pueda funcionar, ni parlamentaria ni presidencial. Los voros son 110 l..:s esrá r..:servado en la mayoría de las constituciones democdti-
entonces 1rrelevanres y la violencia decide. cas, una smwc1ón que sólo ha cambiado con las recienres reformas
consmuc1011ales. En este contexto, el presidente elegido, él mismo
un general, tenía que jugar un importante papei 60 Sin embargo, no
Presidencialismo y las fuerzas armadas es seguro que en un sistema presidencial un presidente civil pueda
desempeñar el papel Je jefe de las fuerzas armadas mejor que los
Un argumento que se emplea a veces a favor del presidencialismo iefes de la Jerarquía militar subordinados al ministro de defensa y, a
es que proporciona al sistema político un liderazgo personalizado, rraves de él, al gobierno y al primer ministro, como es el caso de la
alguien a quien las fuerzas armadas pueden identificar como 1efe mayoría ele las democrnci,1s.
supremo, una ídentificación que sería más difícil con un primer Indudablemente, la personalización Jurante un cierto ríernpo ele
minisuo. Esta relación directa ha existido históricamente entre ias b auroridad en un presidente que es a la vez jefe del gobierno y jefe
fuerzas armadas y el monarca, y todavía enconrramos huellas en las del esrnJo -un punto de referencia simbólico para ia nación cuando
mo11<1rc1uías europeas incluso después de la democratización en Euro- goza ele una ampli,1 leg1tim1clad y apoyo- puede ser congruente con
pa en los años entre las dos guerras y hoy en España. Algunas veces el sistema de valores de la organización militar. Pero en el caso ele
esta relación ha sido peligrosa para la democracia, como en el caso Je desleg1timación y controversia en torno a un presidente, esta relación
Grecia, pero cuado el monarca se siente comprometido con ella, personaliz,1da puede murar a los militares a llevar a cabo actos
como se ha sentido el rey Juan Carlos en España, puede contribuir <l 1nconstirucionales conrrn el presidente. Una respuesta menos dra-
su estabilidad. Tanro en sistemas presidenciales como en sistemas
sem1presidenciales se concibe a los presidentes como contmuadores "" Un e¡cmplo del porcnc1.il de conflicto enrre el presidente y d primer m1rnstro y
Je Ja relación tradicional ernre el íefe del estado y las fuerzas ürmadas. su rnin1srro de dc!i.:nsa fue d caso de: Ponugal Jurante la reforma consti1uc1tmal a pnn-
Esto en algunas ocasiones ha reforzado la tendencia a elegir generales cipio de los años ochenra. Cuando los dipu1ados Jec1dieron que el presidente nom-
br:1ni a los 111ilir:1res propueslos por el gobierno (an. 136 del tcx10 de: 1982), la ley
para la presidencia no sólo en Latinoamérica, sino en algunos países
bas.ida en ese lexro fue \'clalb por e! pres1denre, que la devolvió a la 1\samblea. Ver
europeos en los años de entreguerr:s, como en Finlandia, PoloDia, la J,1sé Durao Barroso, «Les conilirs entre Íe prés1dent ponugaís et la majori1é parla-
República de \X!e1mar con Hindenb: Tg y Portugal antes y después del rne111a1n: di.: J979 ,¡ J 983», en l.<'1· r,'g1111es SL'll11-próid1•111ids. edira,lo por J\l Duvergc:r
Estado Novo. !P:tri>: Pn.:»<:' U11n•crSll;l!r<.:S de !'rance, 1986), pp. 237-55.
97
96 Juan J. Lmz Democracia pres1dcncrní o parlamentaría: ¿Qué diferencia írnplica?

mática sería probable en el caso de una relación directa y permanen- a nuestro tema central porque e;< las democracias presidenciales este
te menos personaiizada, como en un sistema parlamentario donde un papel y el del jefe del ejecutivo no están separados. Sólo si se a~ume
111111istro de defensa media entre un primer ministro y las Íuerzas que en los regímenes parlamentarios el jefe del estado es una f1gu ra
armadas. decorativa. sería irrelevante la ausencia de división entre estos pape-
les en e! presidencialismo. Ya hemos destacado algunas de las ten-
siones que genera la fusión del papel de ¡efe del estado -la part:
El jefe del estado en regímenes parlamentarios «<lignificada» (para utilizar el lenguaje de \'X'alter Bagehot) del papel
presidencial- y el de jefe del ejecutivo y con frecuencia líder de
Al analizar los regímenes parlamentarios -excepto en escr!los partido -objeto de controversia legítima y ataque por parte de la
biográficos y algunas veces de tipo penodístico- los científicos de la oposición.
política tienden a olvidar el papel Je! jefe de estado: monarca, gober- Sin caer en la teleología funcionalista -la noción de que todo ha
nador general en los países de la Commonwealth bnt:í111ca y presi- de tener una función, que los monarcas y sus «sucesores», los presi-
dente en las repúblicas r>1. El papel del ¡efe del estado no es irrelevante dentes en repúblicas parlamentarias, no pueden ser simples supervi-
vencias de tiempos pasados-, parece justificado profundizar en
1' 1 Sobre el papel de jefe de estado -111onarc:1 o pre>1dcnte- en reµímencs p:1rh1· estos papeies. Hay evidencia de que en ciertas ocasiones un rey pue-
mentaríos. ver Kalteflcilcr, Die F1111k11011c11 des S11111tsohcrht111['ln 111 dcr fMrlmnc11111- de desempeñar un papel importante, quízá decisivo, tal como el que
nschc11 Ocmol~mt1c, especialmente ia sección sobre d p<tpd Je! rev o "1 re1;1a en ci Rei- jugó el rey Juan Carlos en España durante el intento de golpe ~e esta-
no Unido. El p;1pci del rey Juan Carlos durnntl'. la tr;1ns1ción v el golpe en 1981. fue do el 23 de febrero de 1981. Podría objetarse que el rey tuvo impor-
Lmico. Sin embargo. hay que subrayar que hasta despul:s de las elecciones de 19Ti )" tancia en aquella ocasión sólo porque la democracia española no
fnrmalmcnte h;1sta la aprobación de l:t Const1tuc1<111 de 1978. no era un n1011arrn
constllucional en una 111onMqt1ía parlament;trJ;\ dcmocr;ític1. l'cll" tanto. su papel estaba todavía consolidada v el monarca representaba una legitima-
corno motor del cnmbío, piloto del cambio. garantizador del cn111h10, de acuerdo con ción «hacia atrás» derivada del legado de Franco, pero intuyo que se
distmtas interpretaciones, aunque de 111negabie 1111portancw. no cnc;1¡;1 en nuestro trataba de algo más. No hay que-olvidar que muchas de las_mona:·-
an;ílisis de sistemas parlament:mos. 1\unque también una cxccpc1ti11. su papel en ias quías constitucionales parlamentarias de Eu:·opa so~~·ev1vieron la
horas dramúticas que siguieron al secuestro del !.!nhicrno \'las C"nes el 23 de íchrero
crisis de ía democracia en Íos años veinte y tremta. Y si los presiden-
muestra la importancia de la di\'lsión de papcies v l(ls poderes de «ITser.'<t» de un jefe
de estado poptilar y legítimo. Sobre el papel del re\'. \'Cr Ch,1rles T. Powcll. El ['i/010 del tes en las repúblicas parlamentarias puras fueran irrelevantes, n.o
ca111b10: El rey, la 1J101111rquia y la tra11srció11 a la cÍcmucr11ou (BarccÍ(ln;1: Planet<l, 199 l ); tendría sentido que los políticos pusieran tanto empeño en elegir
Vicente Palacio Atard, juau Carlos I y el ad1.'C1:.m11c11to de lu dcmocr11c1<1 (Madrid: para el cargo a su candidato preferido. .
Espasa C1lpe, Colección Austral, 1989);.Jocl Podolnv. «The Rt1ic ofluan Carl(ls l 111 No es este el lugar para entrar en un análisis detallado de los
the Consolicbtton of the P;1rli;1111entarv l\.lon;irch\·"· en Po/i//cs. Snoctr <///{¡ Dc111ocrt1CY
/11 S['alll, editado por Richard Gunth~r 03ouidcr: \X'et\•ie\\' Press. 1992), pp. 88-112.
papeles ele los jefes de estado, pero podríamos sug~rir unos c.uanto_s
Sobre ia posición constitucional del rey, ver 1\htnuel 1\r:igon, «La monarquía p;1rla- desde los aparentemente triviales a los qu~ tienen '1:1Pº,rtancia yoli-
111cntnria», en Li wmtitucióu cspaiiola de 1978, cdít;1do por i\. Prcdien y Eduardo tica. Entre los primeros estaría el asumir una serte de funciones
García de Enterría (Madrid: Ci\'1tas. 1980), p. '11-L «representativas» y ceremoniales en la vida de los estados modernos,
Los espaiiolcs hoy en su mayorÍ<t est:ín de acucrd(l con que «Sin b presencra v b
desde recibir las credenciales de embajadores a visitar países extran-
actuación del Rey la tr:rnsicíón a la democracia no huhíern sido posible.» En 1983. 6'1
por ciento y en 1985 67 por cíento cstahan de acuerdo: respccll\':llnentc, 19 y 18 por jeros y a inaugurar reuniones y edificios. Estas actividades co~sumen
ciento m'ís o menos no estaban de acuerdo)' d 18 v í 5 por ciento no tenían op1111ón. un tiempo que, en el caso de presidentes, se resta al de gobernar.
En 1983 un 8(, por ciento estaba de acuerdo con que «el Rey. <ti detener el mtcnto de Esos viajes al extranjero por un sinfín de motivos, para los cuales los
golpe del 23-F se ganó el respelo de los demócratas cspai1olcs», y entre un 80 y un 89 presidentes latinoamericanos generalmente precisan ~e _la autoriza-
por ciento cstahan de acuerdo en que «El Rey h,1 sabido ganarse "1 simpatía v el alec-
ción del congreso, consumen también tiempo. ~as acttv1dades cere-
to de los españ0lcs, incluso de aquellos que no \'eÍ;m la J\101rnrquía con buenos o¡os».
con sólo entre un 6 )'un 8 por ciento que no es1aha de <tcucrdo. moniales de un rey o jefe de estado que se mantiene al margen ele las
98 luan J. L111z Dcmocrnc1a pr<-'s1denc1,¡} o parlanh.:mana: ¿Qué diferencia implica! 99

batallas políticas diarias pueden vincular al régimen a ciertos grupos Respuestas a la crítica del presidencialismo
que pueden sentirse halagados o alienados, como los intelectuales, los
artistas, sin olvidar a los militares. Una ventaja que ofrece una figura Las respuestas a la crítica implícita del presic.lenc!,1lismo en mis
no asociada a un partido, si es respetada, es que hace más difícil rrabnios han seguido cuatro direcciones básicas: ( 1) admitir los argu-
que los acontecimientos púbiicos se conviertan en ocasiones para mentos pero citando la cultura política ele la América Latina y el
protesras deslegirirnadorns. peso ele la tradición; (2) centrarse en aspectos concretos del presi-
Los jefes de est<1do, quizá porque no se sienren presionados por dencialismo que no son esend,1les a éste y que son susceptibles de
los problemas ebrios, pueden rnrnbíén mantenerse informados, pue- reforma; (3) favorecer sisrern.1s scmiprcsidenciales-semiparlamenta-
den establecer contacto con una amplia gama de personas, mcluidos rios; y (4) buscar soluciones innovadoras.
los políticos mús destacados, y pueden hacer llegar sus puntos Je vis-
La fuerza de h1 tradición presidencialista en la América Latina ni
ta privadamente pero con cierta autoridad a los primeros ministros.
se discute, pero recurrir a la rrnc.lición haría imposible toda innova-
El ejemplo de Theodor Heuss y ei canciller Adenauer muestra cómo
ción. Por otra parte, en muchos países los períodos de presidencia-
una relación de este tipo puede convenirse en una de confianza y
lismo dernocnírico m;Ís bien que autoritario han sido breves. La
consejo 62 No hay nadie en un sistema presidencial que pueda ínsti-
mayoría de los presidentes han sído gobernantes de facro que deri-
rucionalmenrc tener esre papel.
vaban su poder de un golpe irnís que de una elección, o Je una elec-
El jefe de esudo puede desempeñar el papel de consejero o árbi-
ción dudosa. La masa del pueblo prefiere un sistema que conoce a
tro reuniendo a los líderes de los partidos y facilitando el inrercambío
;1Jgo desconocido y que no entiende. Es tarea de las elites explicar ios
Je información enrre ellos. Puede también servir como un símbolo ele
urnclad nacional en estados étnica o culruralmente divididos· s1 uene follos que había renido el presidencialismo y sus razones para preferir
facultades ejecutivas, esto no serfa fácil. Esta es una Je las fr;nciones otro s1srem;1. Incluso cuando la gente reconoce el fracaso del pres1-
más 1rnportnntes de la monarquía en Bélgica. clencialisrno, como sucedió con muchos brasileños, 110 se inclinarían
La combinación entre amigo neurral Je los partidos y sus líderes al parlamentarismo (como hubieran podido hacer en el plebiscito de
que compiten por el poder y clispensudor ele información y consejo 1993) a menos que sus líderes políucos lo elijan y apoyen pública-
no es í ácil y no todos los jefes de esrado están preparados para esa mente.
taren. Sabernos poco sobre cómo se ejerce ese papel, ya que la El segundo tipo de respuesta ha avanzado mucho nuestra com-
discreción rodea las actividades Je los monarcas y los presidentes de prensión de los sistc1fü1s presidenciales. El que reformas constitucio-
las repúblicas parlamenrarias. Sin embargo, el distinguir entre el nales o legales específicas (especialmente Je leyes electorales) puedan
papel de jefe de estado y el de pnmer mirnstro puede ser un mejorar los sistemas presidencíales y facilitar el gobierno, no se dis-
elemento que fovori.::zca el compromiso, la negociación y hi mode- cme. Estoy de acuerdo con muchas Je ellas, especialmente con las
rnción '' 3 • relacionadas con el impacto del ciclo electornl en los sistemas presi-
denci,1les. Otrns, como urn1 segunda vuelta para evirar, en mi opinión
muy mednícamente, un presidenre con sólo un apoyo minoritario,
"
2
Un 1meres:11He Jocunh::11to sobre la relación entre un canciller podc:roso y un
parecen más discutibles.
prc:s1Je1m:: de b n:pC1ulica illleligc:n1e y muy rc:sperado en un rcgurn:n padarncnrarío es: En la próxima sección se tratan críricarnenre los regímenes semi-
Theudor /·li!11ss-Ko11r,ul Admc111a: «llnsere111 \laterlaml Zugute» dc:r Bile/zrechscl J9-18- presi cien cía les-sem íparlamentarios.
1%3, editado por Ruck>lf Morsey y Hans Peter Scl1warz con b colaborJción de] Lins En tnnto que soluciones innovadoras a los problemas del presi-
Peter Mcnsmg (]3crlín: Siedlcr, 1989).
"' L1 posibilidad lógica de un pnmer c:,;;1isrro elegido direcrameme que no sea jdc
dencialismo, no soy muy entusiasta, aunque confieso que he tratado
del estado no se puede exclu,,·. Esta solucir>n se propuso en Holanda, donde se man· de formular alguna.
tendría la monarqufa, y en lsrnd, donde se hc1 ímroduc1do.
100 Juan J. Linz Democracia prcs1dencd o parlamcntan;1: ,;Qué diíercncia implica) 101

Sistemas semipresidcncial, semiparlamentario Básicamente, los sístemas de ejecutivo dual tienen un presidente
o de ejecutivo bipolar elegido por el pueblo bien directa o indirectamente, y no uno nom-
brado por el paríarnento, y un primer ministro que necesita la con-
El éxito de la Quinta República en Francia ha atraído la atención fianza del parlamento. Otras características que no siempre se clan
ele científicos y políticos y ha hecho que sistemas parecidos se consi- pero que se asocian frecuentemente ¿on sistemas de ejecutivo dual
deraran como una nlternativa tanto al presídencialismo como al par- son: el presidente nombra al primer ministro, aunque necesita el apo-
lamentarismo 6 ". En la literaturn se describe este tipo de sistema yo dei padarnento, y el presidente puede disolver el parlamento. Esto
como ele ejecutivo bipolar, ele ejecutivo cliviclido, una república par- supone una significativa ruptura con el principio de separación de
lamentaria presidencial, un gobierno casi parlamentario y semipresi- poderes. En sistemas presidenciales encontramos este poder sólo en la
dencial, y más recientemente Shugart y Carey lo llaman un sistema de Constitución ele 1980 de Pinochet en Chile, en Paraguay (que no tie-
primer ministro-presidencial, indicando lo diferentes que estos siste- ne una historia de gobierno democrático), en Uruguay (donde existe
mas pueden ser tanto en teoría corno en la práctica 1». La lista de paí- sólo en casos muy especiales y no se ha invocado nunca) y en la Cons-
ses que han experimenta do con estos regímenes o los han institucio- titución de 1979 peruana pseudoparlarnentaria. En sistemas de e¡e-
nalizado es bastante larga y todos los que escriben sobre ellos, en cutivo dual, para disolver el parlamento el presidente necesita el
especial Maurice Duverger, están de acuerdo en que func1onan de acuerdo -la contrafirma- del primer ministro, pero puesto que el
maneras muy distintas M', Por su parte, J\rend Lijphart arguye que presidente nombra al primer ministro, es muy probable que éste esté
estos sistemas no son síntesis ele sistemas parlamentarios y presiden- dispuesto n apoyar la disolución. Esta combinación de poder presi-
ciales, sino 1rnís bien sistemas que alternan entre fases presidenciales dencial para disolver el Reichstag y ele libertad para nombrar a un
y parlamentarias <'7 , canciller que firmara la disolución fue lo que llevó a fines de la Repú-
blica de \~'eírnar a las decisivas elecciones en las cuaies los nazis gana-
ron fuerza v, finairnente, a la elección semilibre de marzo de 193 3 en
'~ Cuando escribí este ensayo utilicé cí 1érm111n «semipres1dencial» porque era el la que obtu-\'Íeron una mayoría con sus aliados conservadores. 1\igunas
m;ís usado para el tipo <le gobierno en cuestión, cspcc1aímente en Estados Unidos, veces el presidente puede ignorar al parlamento, invocando poderes
donde fue conocido a través de los trabajos de J\l:iunce Duverger. Shugart y Carc:1· pre-
fieren «prcs1dencialis1110 de pre111íer» para rkscríh1r esle típo de régimen y ofrecen
excepcionales para situaciones de crisis, y convocar un referéndum.
huenos argumentos a favor de esta designnc1tín. Quizá la cxprcsírin «Sistemas Je c¡e- Los poderes que se asignan a un presidente y a un primer ministro
cutivo dual» sería adecuada. Puesto que 1111 texto origmal ha sido traducido a vanas varían considerablemente tanto en el aspecto legal corno aún más en
lenguas, continuaré usando «sem1prcsidencial». la pnictíca, pero a diferencia de un monarca o un presidente en siste-
5
'' Sobre Íos sistemas se1111prcs1Jenc1ai o sc1111p;u-l.1mcntar10 (p de e¡ecum·odual),
mas parlamentarios, el presidente en estos sistemas no es una figura
aparte de los trabajos de Kaltcfleiter y !3:inoli111 1·a rnados (y sus luentcs), ver Hum·
berta Nogucira Alcal;i, El n'wmm .rc1mprc.\'l(!l'!lc111r ,; U11a n11c1«1 forma de f!.olm"r110 simbólica, sino que goza de poderes potenciales cuando no reales
democrático/ (Santiago: Andante, 198(,). para tornar decisiones políticas e intervenir en el proceso ele gobierno.
"' Mmmce Duvcrger, Echec au rm (París: 1\lh111 1'vlichcl, J 978): «!\ New Polit1cal Estos sistemas han surgido bajo circunstancias especiales y únicas
System Modd: Semi¡;res1dentíni Govcrnmellt», L:11mpca11 }01m1L1! o( l'oli/1(11! f\cse- en una serie de países muy distintos 68 , La atención se ha centrado
11rch 8 (]980): 165-87; J\·lichd Debré. «The Const1tut1on oí 1958: lis lt11son tl"Etrc and
How lt fa·olvecl», en The f1ftb Rc¡mhlic at 1i1·c111\'. cditndo por \\'illiam G. Amires 1•
principalmente en la Quinta República, y a menudo se olvida que
Stanley Hoffman (Nueva York: Stnte U Ncw York P 1980): Ezra Sulcíman, «Pres;- una de las primeras democracias que experimentó con este modelo
dentrnl Governmcnt ín France», en l'resllÍc11ts anti !'rime A!mFStcrs, editado por fue la República de \X!eimar. Sorprende ver la poca atención que se
Richard Rose y Ezra Suleiman (\'V'ashmgton, D.C. 1\merican Entcrprise lnst1tute,
1980), pp. 93-138.
''
7
Sobre el car;Íctcr «mayorit<HÍo» deí prcs1dcnc1alismo, ,·er Arend Lijphart. ''' J\lauríce Duverpc-r, ed., Les rigimcJ sc1111-pn'rnlc11t1cl.> (París: Prcsscs Univcrsi-
cap. 2 de este libro. Sobre Lijphart, ver Shug;in 1· Carey, Prcsulc11/s a11d Asscmhlics. taires de France. J 988), con ensayos sobre Portugal. Finlandia. Frnncia y la República
pp. 20-21. de \\'cimar, 1· comentanos a los traba¡os presentados.
102 Juan J. Lnz
Democracia prL·s1denc1,1l n p:1rlamemana: r=Qué Jifcrcncía implica; 103

presta a la fonl1<1 en que aquella democracia funcíonó cuc111cl? se clis~


Algunos elemenws de la experiencia de \Xleimar rnvieron también
curen hoy los sisremas de ejecurivo dual. ~l pnme_ro que io~mulo
influencia al redactarse la Constitución española de 193 l. El con-
argumentos sobri::: la inrroclucc1ón de esre s1~rema t~1e Max \Ve?,er.
trasre entre \\!e1rnar y la Quinra República ya nos muesrrn cómo la
Huno Preuss, el diseñador de la Consmuoon de \'Ve1mar, s1gu10 a
relación entre este rípo de sistema y la estabilidad de la democracia
Weber, subrnyanJo diferenres puntos. Los sistemas de ejecum'.o dual
no de¡a de ser ambigua. En todos los casos en Jos que se ha 1nrroclu-
que hoy se usan no son muy disrinros de los introducidos en la A.le-
cído un sisrerna de esre upo, circunstancias h1sróricas concretas con-
mania de \Xleimar 69 • Ouo ejemplo de estos regímenes es el de fm-
rribuyeron decisivamenrc <l su implantación. No hay que olvidar que
landia, mienrras que orros tres casos -Austria después de 1929,
en 19 i 8 todas las democracias europe,1s, con h excepción de Suiza y
Islandia e IrLrnda- han funcion,1clo b,ísícamerne como sistemas par-
Francia, t:ran monarquías constitucionales. En ese momento, la Ter-
lamentarios aunque presenran algunas de las ca:·acterísncas de los sis-
cera l~epública f ranci:::sa con su régm1c d'asscmblée no ern un mode-
remas semipresidenciales según mí ddinición 'º ~Lís recientemente
lo arracrívo, y por ranro, Alemania, rrns abolir Li monarquía, se incli-
Porrug,il, influido por el modelo francés, ha rratado de mtro~uclf un
nó hüci<1 una innovación polírica. En un principio, ei objetivo ele
sistema de este ripo 71 , y sistemas semipresiclenciales se han d1scur1clo
Max \\/ebcr \'otros era establecer una monarquía parlamentaria de
en Latinoamérica en el curso de bs ;·ecientes transiuones, aunque 1~?
acuerdo con ,el modelo brír;ínico. La imposibilidad de hacerlo y cier-
se han llegado a insriLucíonaliz,1r en ninguna reforma consrituc1onal u
tas carncrerísllcas del s1sre111a de partidos alemán, unido al carácter
º'' I\ir:1 la prc:s1dt:nc1a l:n b Rc:públic:1 Je \\'cimar y sus orígc:nc:s, ':er Kalrefl:¡¡er,
federnl dd esrado y a dudas sobre el lidernzgo en la difícil situación
Dit: f 1111ktw11rn des St1Jil{rubcrh1u1p!T!s, cap. -1, pp. 130--1-1, con rcft:renc1,1 a los escr!tos internacional de Alci11im1a, decidieron a favor de un presidente ele-
Je i\!ax \\'eber y Hugo Pn:uss y comentarios legales sobre: la Consrírución. Par'1 el lun- gido directamente sin abandonar la tradición parlamentaría ya esta-
c1ona111íento del sís1e1fü1, \·cr el txcclente anMis1s en pp. 153-67 bl<:cida. Se quería un líder fuerte para la nueva democracia, pero el
. '" Sobre lrlan<Li. ver Basil Chubb, The Co11s/1/lllw1111/l(I Cons11111t1011a/ Cbt1nge 111
/rdwd (Dublín: lnsmure for !'uLlic AJrrnrnsrrnuon, 1978), cap. 2.
presidencialismo puro con separación de poderes, como en los Estü-
71
Horsr i\lülkr, «Parbnentansmus · Diskuss1on m dcr \\'emur Republik. Die dos U rndos, 110 se consideró.
Fc1ge des 'besondcn:n' \\1eges zum parlamcnrnnschen Regierungssy•srem», en Dc1110- La Constitución alemana de 1919, aprobada en \\!cimar, esrn-
krat;:: 111ul Dikt11!1i1: Gen/ 1111cl Gestiilt Po!it1scher f-lerrscha/t 111 De11lschlt111tÍ 11J1t! E1m:- Lleció un sístcma semipresidencíal-semiparlamenrano. El presidente
fhi, Fcs/schri/t fiir Kt1ri Die1nd• 13racher, editado por 1\lanfred Funke el al. (DlissclJorl:
se elegía popularmerne por un período de siete áños y podfa ser ree-
.Droste, 1987), pp. 1-10-57 El rcgÍml:n porrugués Je la Consmuc1ón Je 1976 y sus
sucesivas n:form:1s no se ha mcorpurnclo a los trnbilJOS sobre regímenes sem1prc:s1Jcn· legido. El pri:::s1dente nombraba y desrituía al canciller, que era el
ciales, aulll¡ue es un c:bu muy relevante. Lurs Salgado de i\laros, «l_.'expl:n.:nn: por- que nombrab,1 al gobierno, aunque el Kanzler necesiraba la confian-
tug:use», c:n Duvcrger, Lc.1 rég!l11es se1m-présule11/!l'ÍS, pp. 55-83, incluyc_un HJteresan- za del parlamento. Con la firma del canciller, el presidente podía
te anúlis1s dl: las pau1:1s de votu en ia elección Je! Presidente Emes en 1916 )' 1980 l\•er disolver el fü:ichstag. En ei caso de que el canciller se negara, el pre-
mapas en pp. 66-67) que muestran cambios radicales en el apoyo dependiendo de: las
coalicmnes qu<: :1poyabau a E.mes y el conrexro políuco nüsarnplio. En el rrnsmo volu·
sidente podí,1 destítuírle y nombrar a otro qm: disolviera el Re1chstag
rnrn ver Barroso, «L::s conflirs entre le prestdc:nt ponuga1s er ln maiome parlam¡:n- y convocara nuevas eleccíones, gobernando en el ínrerim. Natural-
t•ure;,_ K.:nnerh R. Maxwell y Scurt C. 1\lon¡c:, eJs., Portugal: The Co11s/1/1111011 t111d the mente, en ranro que el Reíchsrag fuera c;1paz ele producir una mayo-
Conso!Ua1wn o/ Democran• (Nueva York: Caméíes Cenrer, Columbia UrnverS1ly, Spe- ría que apoyarn un golrn:rnu no se le podfo disolver, pero sin una
Ciai Repon núm. 2, 1991), incluye comenranos Je cientíiicos sociales y políucos sobre
nrnyoría había la posibilidad de gobiernos presidenciales y gobiernos
la Consrn ución de 197 6 v su reforma posrenor.
" Conse¡o para hi C~nsolicb:1ón de la Dcmocrnci'1, Rlfurmt1 co11s11111cwn1il. Dic- muy breves, que exigían continuas elecciones con la esperanza Je
/1/llll'll prelii11mdr jc/ Co11st:10 p11rt1 la Co11solidt1ción de la De111ocrt1ot1 (Buenos r\1res: conseguír un<1 mayoría en d l~eichsr;1g. El presidente aclemCis renía el
EUDE.Bt\, 1986), mduvc d rcxro de la propuesta v los documcnros que la aco112pa· mando directo de las fuerzas armadas y podía dar u11J1111telbí1n: Be/ch-
ñahan. El Consl:Ju fu.: ¿n:aJo por d prembite Alfonsin en dirn:mbn: Je 1985. hm- ie. Tenía también los amplios poderes que concedía el nrtículo 48 en
oonó ba¡o la dirección del proiesor Carlos S. Nino y pn:sentó su inlormc al pres1dt:11re
el 13 de: marzo Je 1986.
situaciones de emergencia. Todos estos poderes jugaron un impor-
tame papel en la quíebrn de In democracia de \X/cimar.
104 Democracia presidencial o parlamentaria: ¿Qué diferencia implica?
Juanf. Ltnz

En finlanclia, donde gran parte ele la derecha quería establecer Las circunstancias que llevaron a un sistema de ejecutivo dual e'.:
una mon.arquía constitucional, la imposibilidad de conseguírlo v ei Portugal son más complejas debido a la incertidumbre que supone
t:mor a Ja he~emonía ele la izquierda, a la que se veía co~1 clesc,on- una transición a la democracia vía golpe militar. La posibilidad de
fianza, produjo el peculiar comprom1so que ha durado hasta hoyn tener un general como presidente que arbitrara entre la legislatura,
En muchos casos, corno en f rancia en 1958-62, un factor de~isi­ que representaba a los partidos políticos, y el Consejo de la Revoiu-
vo e1: la mtroducción de un gobierno Je e¡ecutivo dual fue la falta de ción, que representaba primero al Movímíento ele Fuerzas Armadas
conf1~nza en los partidos políticos. aunque el funcionamiento ele (MFA) y más tarde a las fuerzas armadas, es una característica del sis-
este sistema ~lepencle en último término de los partidos, de la relación tema portugués que imita el modelo francés. Más tarde las reformas
entre el presidente y los partidos y del sistema de partidos. La idea ele constitucionales tl 982) y un cambio en el sistema de partidos (espe-
un poder neutral que arbitrara entre los partidos o que estuviera cialmente cuando el gobierno tiene el apoyo de ia mayoría) ha con·
¡~or e~ctma ele ellos re~ultnba muy atractiva en países donde la pola- elucido a. una creciente parlamentanzación del sistema i 5.
nzac1~n- ~~1tre los parudos hacía el Íuncionnrniento del parlamento La particular crisis de la Cuarta República, que culminó con la
muy cl1f101, como fue el caso en t\ustrín con la reforma constitucional guerra de Argelia y el golpe del 13 de mayo ele 1953, junto con el
ele 1929, abandonada prácticamente en 1931. excepcíonal papel histórico de Charles ele Gaulle, llevaron a la Quin-
. Como ~artolini i 4 ha mostrado con gran detalle. los sistemas de ta República. Jncluso se podría argüir que en Francia y en Portugal
~¡ecut1vo dual se han introducido en países que han conseguido la una ele las consideraciones que se tuvieron en cuenta al introducir el
111depenclenc1~ d~ otro país o ele un poder que los dominaba y que sistema bipolar fue el asegurar la subordinación del ejército a un
buscaban un s1mbolo para la nueva nación. Este fue el caso en cierta presidente que tenía una legitimidad específica para las fuerzas ar-
1'.1eclicla e1: Finlandia, pero 1rnís concretamente en Irlanda e Islandia madas, como era el rnso ele Charles de Gaulle y el del presidente
después ele la indep~ndencia. Se precisaba la legitimación popular Eanes 76
para conceder al presidente, en una nueva democracia 0 en un nuevo Un análisis legal y constitucional formalista de estos regímenes no
estado, parte de la dignidad del monarca desaparecido. revela en nuestra opinión tocia la verdad e incluso puede crear equí-
vocos. Es más, no es suficiente un análisis de las constelaciones reales
7 de partidos en la asamblea y del apoyo del presidente. Las concep-
' En el caso de Finlandia no est:i muy CÍ;1r:1 l,1 responsabilidad del prcs1den1c v la
del_ primer m1n1stro, aunque hny «:Íreas rcser\'adas» de :Hllor1d;1d pres1dcnciaL El ciones del sistema político subyacentes y en conflicto, que a menudo
an1:~ilo .3~. de In Constitución es1ahlcce que «CÍ presiden le de1cnn1n:mí las relaciones han sido causa de que se introdujeran regímenes bipolares, y las
de hnl:tndia con bs potencias extranjeras». que cm 1;111 1mportan1c en las relaciones de ambigüedades y compromisos que resultan ele ellas, explican la faita
posguerra con la Unión Soviética. Por otra pan e-. el presidente h, 1 ill'ltwdo como árbi- Je consenso en la interpretación ele los distintos papeles constitucio-
tro en sít;rncione~ de crisis y en in fonnación de µobiernos en un sistema multipamdo
que rcqlllcre coaliciones enl 1·e un amplio ab;mico de pnrt1dos. Kekkoncn exclu\'Ó a lns
conserl'adorcspara mantener la «alianza roía-\'crde,, Quiz;Í mús que otros reoímenes
75
El paso a un sistema m:ís pariamentano en Portugal se reílcja en la refornrn
sem1prcs1denc1alcs-s~1111parbmentaríos, el finlandés. que tiene una «di,·isiónrdcl tra- const1tuc1onal de 1982. El artículo 193 de la Constitución de 1976 est1puiaba que el
ba¡o» Y. una po_lít1ca de coaliciones multipartido. parece cnca¡ar en el concepto de un gobierno era responsable polít1camente ante el presidente de la República y el Parla-
«e¡ccull\'o dual» y no de un sistema que oscila entre formas de µobcrnar presidencia- mento. El nue\'o artículo 193 no especifica el tipo de responsabilidad, y eÍ artículo J9.J
les Y P~~·lamentarrns. Ver David Artcr, «Govern111c111 in FinbnJ: ¡\ 'Scmiprcsiclcnt1al declara que el primer mmistro es responsable ante ia Asambleia da Répuhlica en el
~yslem ,,,, Parlta111c11/t111' Affam 38 ( 1985 ): 477-95: l<1akko Nons1a111en. «l3ureaucrntic ámbito de la responsabilidad políuca del gobierno. nunque el artículo 198.2 concede al
frad1t1on: Semí-prcsiden1íal Rule ami l\1rli:1111c1itan· Coven1111cnt: The Case of Fin- presidente de la República el poder excepcional de dest1tuír al gobierno en caso de que
land», E11ropc11u }orm/(/I of Poliímrl lfrsc11rcb 16 ( 1988): 22 !--19: v l,1 referencia al caso fuera nccesano parn asegurar el Íuncionam1ento normal de las mstituciones de111ncrá-
f111landés. en Kalteflciter, Die flllrk11011en des St<111/.1ohcrlw11prcs. pp. 167-73 )' /MH//ll, )' t1cas.
en Shugart Y Carey, Prc.w/m!s ami 1lssemhlics, pp. 61-63. Ver también Bartolin 1, «Sis- ;• Por otra parte, el miedo a un presidente militar Jle,·ó a los cons!ltuventes de
tem~~ pnrt1t1co .ed elczione diretta del cipo dello sta10 in Europa» J931 de la República española a considerar ínelegibie a la presidencia a todo militar en
Bartnl1111, «Sistema pi1rt111co cd elez1nnc d1rcttil del capo dello stnto 1n Europa». actl\'O o en ía reser\'a, o a cualquiera retirado deí ejército menos de diez años.
106 Juan J. Línz Dernocrncía ¡m:sídenctal o parhimemana: ¿Qué JiferenCÍ<l implica) 107

nales y las ,1lienacíones p<midistas que ;1poyan los poderes del presi- de De Gaulle, proJu10 un cambio fundamental en el sistema ~e par-
dente o la asamblea y el pnmer ministro, que se reflejan en los deba- tidos v con ello en el sistema político. Es imposible separar el impac-
tes de los constítucionalistas y que pueden llegar a tener una impor- to d;( cambio consrnucional del impacto del caml>io en el sistema
tancia crítica en una crisis de régimen. Los defensores de los electoral, pero no olvidemos que Michel Debré, el cerebro ele l.a
regímenes bipolares deberían prest<ir una seria atención a la comple- consritución de b Quinta República, había escrito que «el proced1-
ja (y bien estudiada) experiencia de \\'.!eimar. mienro elecmrnl es una cuestión más seria que la separación de pode-
Los sistemas que pueden clasificarse en líneas generales corno Je res» v que, a diferencia de \V'eimar, Finlandia y Austna, Francia i111-
ejecutivo dual muestran muchas cliferencías ímportanres en los pode- cialn;c:nte ab,rndonó la representación proporcional. .
res que la consdtución ütribuye <lÍ presidente, poderes que no siem- 'fompoco hay que ol\'idar que la consolidación linal de la QL~m~a
pre cornciden con los poderes reales que por lo menos en algunas República coincidió con la histórica crisis del con:unisrno, el_aliado
etapas ha ejercido. Como Duverger :; observa en su estudio de si<.:ti..: menor y potencial competidor del Partido Socia!Js~a. 1\~lemas, una
casos, en tres de ellos el presidente tiene un imporrnnte papd, eli c:l vez que f'rnncia hubo superado bajo el lid~rnzgo de J:?e ~aulle la cn-
cuarto podría jugür uno ímporrnnte y en los otros tres su papel es sis linal provocada por la descolomzac10n, la Republica no se ha
débil; en ninguno de los casos la fuerza de la presidencia refleja los enfrcnrndo con una crisis de la misma gravedad. J\l comparar la
poderes formales consrítucíonaies que se le han dado. Por otra parte, Cuarta v la Quirna Repúblicas es justo recordar estos hechos y el con-
los anúlisis que Je \X1c1mar ha hecho Kalrefleiter 78 , entre otros, mues- texto e~ 1 ropeo después ele la Segunda Guerra Mundial, con la ame-
trnn cómo la misma mstitución funcionó de manera muy diferente naza ele una oposición comunista potencialmente desleal y _la oposi-
bajo distintas circunstancias y más concretamente distintas relaciones ción por principio del RPF massembierncnt du Peuple l·ranc;:a1s)
entre el presidente y el sistema de partidos. Lo mismo puede decirse gaullista a las instituciones de la Cuarta Rep.ública. .,
de la Quinta H.epública, aunque el hecho de que el presidente no La liternrurn sobre estos regímenes permne sacar la conclus1on ele
ruviera la mayoría en el Parlamento sólo durante un corto período que el sistema puede funcionar aproxim~1_ndose o bi~n al modelo
0986-88) hace Jfü1s consistente esta pauta. presidencial o al parlamentario con un presidente qu.c e~erce JI'.íluen-
Como sucede con tocl,1s las instituciones políticas, es imposible cía pero no poJer. Esto depende sólo en parte del diseno mst,Itucio-
analizar la actuanóu de un régimen bipolar independientemente del nal y b intención Je los que introducen el sistema, y mucho Ifü!S J.e '.ª
sistema político en su coníunro, más concretamente el sistem<J de constelación e.le partidos en cada situación. Rnymond Aron escnbia
partidos, y b compleja situación histórica. De hecho, sospecho que en J981: «El presidente de la república e~ la autoridad suprenrn en
esto es más cierto en el caso de los regímenes bípolares que en el de ranro tenga una 1rn1yoría en la Asamblea Nacional, pero debe aban-
donar la re1lidad del poder al primer mi111stro en el ca~o de ~ue un
otro tipo de gobierno. Sería una simplificación atribuir la estabilidad
de la Quinta República en Francia a la introducción de una nueva 79
partido que no sea el suyo tenga la mayoría en la 1\samb!ea» · Esto
constitución ya que simulráne<1mente se introdujo un importante es lo que sucedió en Francia en 1986, en Porrugal despues de 1982 y
rnmbio en el sistema electoral, pasándose ele una represenrncíón dunmre períodos significativos en Finbmdia. En n11:gún caso ha fun-
proporcional a un sistema mayoritario Je dos vueltas ( 1958-86). Trns cionado el sistema como medio presidencial/medio parlarnenrnno,
b vuelta a la rcpresenracíón proporcional en 1986, se introdujo un con el presidente y el primer ministro dirigiei:do conjuntamente el
mínimo de votos para la representación. El fuerte sistema electoral, gobierno. La Quinta República ha siclo más lren1entemente presi-
para utilizar la terminología de Sartori, combinado con un sistema dencial en vez de semipresidenci,11, y sólo en ocasiones parlamentana.
presidencial y su ínstitucionalización bajo el liderazgo muy personal Duverger llega a la misrn,1 conclusión: la Quinta República no es la

77Duverger, «A Ncw Polirical Sysrem ¡\fodd,,. -;~'-lh\'lllO!ld r\ron. «r\ltnn;1t1011 ín Covt:rnrnem 1111hc: lndustn:ilizcJ Countríes11,
" K..tlteflcHer, Die: F111!klt0m'11 lÍt's Staatsoberhaupll'S, pp. 153-67 Cocem111c11i 1111d Oppusil 1rJJ1 17. núm. l ( 1981 ): 3-21.
lü8
)llanl. Línz Democracia presidcnc1al o parlamentaria: ¿Qué <liferencrn Implica? 109

sínt_e-~sis Je los sistemas parlamentarios y presidencial, síno una alter- de las presidencias de Ebert y de Hinclenburg durante su primer man-
nac1on entre '.as_es pres:denciales y pnrlamentanas. Los que defienden dato, y los comentaristas de la Quinta l\epública han destacado las
lo pro~~o Yd1st1nt1vo C1e los dos tipos de régímen pueden sin embar- condiciones ix110 las cuales se han clado estos casos. Conviene sin
g~o argurr que la fo~·1ii¡1 parlamentaria de un sistema bipolar (la mavo- embargo recordar que ni Ebert ni De Gaulle habían siclo elegidos
n~ q_ue apoya al primer mm1stro es distinta de la mayorín que eligiÓ al popularmente cuando asumieron por primera vez la presidencia. Ebert
l)I~srdente) no fun~1on<: cornpletamenre corno un sistema parbmen- había sido elegido por la legislatura en una elección indirecta y su
tauo por~~e const1tuc1onalmente e'. presidente tiene poderes que éxito inicial por tanto no se debió a una elección popular plebiscitaria
son espec1f1camente suyos y porque l<is tareas pueden dividirse fun- que produjera el liderazgo que Max Weber tenía en mente. La con-
CIOnalmente.
' . .. D clusión ele Kaltefleiter es que la íníluencia del presidente es principal-
_varton cntrca a uverger y aduce que en el caso ele cohabitación mente consecuencia del apoyo de su partido y no depende de su cargo.
el sistema no se hace es~rictamentc parlnmcntario porque el presi- El sistema no elimina los problemas del sistema de partidos; por el
dente popularmente elegido retiene ciertos poderes v una leaitimidad contrario, es el sistema de partidos el que controla el éxito del sistema.
autónoma. La presidencia se adapta a bs circunsta;1cias, p~ro no 'se Óptimamente, el presidente es también el líder de su partido y este
transforma. El pr?blema es: ¿se adaptaní o se embarcará en un curso partido tiene una mayoría en el parlamento. Esta ha sido la afortunada
q_ue lleve al_conflicto, especialmente sí una disolución v nuevas elec- circunstancia en la cual se han encontrado De Gaulle, Pompidou y en
ciones confirman la dualidad? 80. ,
menor grado Scharf en Austria y más recientemente Mitterrand.
Podría argumentarse que el sistema puede funcionar como un sis- Podría argüirse que el presidente De Gaulle fue capaz de generar este
tema puramente pre_sidencial, con el parlamento ocupando un lugar tipo de apoyo de partido, pero es dudoso si su éxito se debió a su
t?talmente secund_ano. Este sería el caso cuando un parlamento fr~c­ atractivo personal en una situación ele crisis o al cargo gue ostentaba, o
c1ona~fo e.1,nefect1vo es incapaz de apoyar al primer ministro. En cuánto tiene que atribuirse al cambio en el sistema electoral. Sistemas
una sltuac101: de este tipo, el primer ministro sería tan sólo un alter bipolares han funcionado también bien con presidentes con conside-
ego del pres_1den:e, tolerado por el parlamento. En cierta medida rable influencia en su partido, como fue el caso de Scharf en Austria, y
e_sta fue la situación ele Brüning y, c~mo muestra este ejemplo, el con presidentes sin gran iníluencia pero con un sistema de partidos
s1~tema entonces depende de que no haya tensíones entre el primer estructurado capaz de ofrecer un parlamento que apoye al gobierno,
1:1rn1stro y el presidente, algo _no probable cuando éste y los gue Je como ha sucedido con otros presidentes en Austria.
1~dean, como en el caso de H1ndenburg, tienen una agenda en con- La situación es muv distinta con sistemas de partido sin estruc-
flicto _c_on la del primer ministro. En este caso el sistema no asegura la tura, con multipartidis~10 polarizado y con un gran fraccionamíento
estabilidad del gobierno. ·
de los partidos. En este contexto, un presidente ~ue tambié~1 es lí.der
Yo diría gue un sistema ele ejecutirn dual depende, tanto 0 más de un partido importante, como Ebert en su pnmera pres1de~cia y
que un puro sjstema presidencial, de la personalidad y habilidad del Kekkonen en Finlandia, pueden usar su posición para conseguir que
pres1den:e. Al :11ismo tiempo, la responsabilidad se difumina y es el partido colabore con otros y alcanzar así un gobierno relativa-
muy posible e incluso probable gue surían conflictos adicionales mente estable. Sin embargo, el caso de Ebert muestra cómo esta
creando situaciones en las cuales el tiempo fijo del mandato presi~ política puede muy bien erosionar el poder del presidente dentro de
ciencia] complica el problema. su partido, puesto que mevitablemente sus posturas no serán las de
. Es importante analizar con detalle las situaciones en las cuales el un líder de partido. Puede ejercer todavía considerable influencia en
sistema ha f:uncionado hasta cierto punto bien independientemente de su partido como hizo Ebert durante su segunda presidencia y la
la personalidad del presidente. Kaltefle1ter, en su detallado análisis mayoría de los presidentes finlandeses, en cuyo caso puede gobernar
conjuntamente con el primer ministro. La situación se hace mucho
"" Giovanní Sartor1, Scconda Rcpuhhlica.J Si. 11111 hcne ( Mil:in: Rizzoli. ¡ 992). más difícil para un presidente que no tiene gran ascendiente en su
110 Dc1nocT.icw prc·s1dcnc1al o p;1rb111c11tana: ¿Qué diferencia implica~
Juan J. Lrnz íll

partido o en ningún partid~ y se ve obligado a apoyar medidas polí- canciller con la espernnz•l de que él y sus aliados fucrnn capaces ele
ncas con las que no e:m1 de acuerdo, o sí no minar y debilitar al obtener una mayorÍ<l, lo que consiguieron en la elección semilibre de
gobierno parlamentario. En situaciones de esre tipo, cuando el sisre- marzo de 1933 ~ 1 •
ma de partidos es débil, incluso el expresar una opinión que coincide Sería necesario un anúlisis minucioso pani descubrir ventajas en
con la oposición contribuye a una creciente crisis. El caso de Aicalá- un sistema bipolar bajo las condiciones mús favorables, que como ya
Zamora en España en la década Je los alios treinta ilusrra bien estos he dicho son ( l) que el presidenre sea el líder o una figura influyente
problemas. Se suponía gue la situación se podía resolver disolviendo en uno de los partidos 111<1s importante, y (2) que el partido pueda
el Parlamen~o, como te_óricamente permitía la Constitución, para formar una coalición con una mayoría absoluta que apoye a un
consegu!f as1 una rnayorrn que apoyara a un primer ministro compa- gobierno parlamentario que pueda trabaJ<lr con el presidente. ¿Cuá-
ti_ble con el presidente. Sin embargo, esta solución no funcionaría si el les son las ventajas freme a un gobierno puramente p,1rlarnenrario?
el~ctorad? ~evolvía al poder al partido o coalición que apoyaban al Son difíciles de enumerar sin encrnr en más detalles de los c¡ue el
pnmer m1111stro, en cuyo caso el presidente se vería forzado a dimita· espacio aquí permíte, pero supuestamenre un sistema bipolar permi-
o a ceder a regañadiemes el poder. La incomparibiliclad entre un te al presidente cambiar el primer ministro y cambiar su polírica sin
presídente con considerables poderes y un parlamento en el cual un provocar una crísis en el sistema o incluso dentro del partido que for-
partido o varios partidos que no son aceptables para él están en la ma el gobierno. Este ha sido el caso Je Mirrerrnncl en b dirección del
mayoría puede llevar a un serio impasse que provoque la cnsis del sís- partido socialista en el Parlamento, con el paso del intervencionismo
tc:ma político. a una políuca m<1s liberai. Es difícil decir s1 este tipo de rnmb10 se
K1lreíleirer describe h situación de un sistema de partidos frac- podría haber generado denrro del partido en el Parlamento en ausen-
C!onado, bloqueado, incapaz de producir un gobierno, un caso en el cia de un presidente, y por tanto del interés que el panido hubiera
cual los poderes reservados del presidente son decisivos. Pero el sis- podido tener en manrenerse unido con el fin de ganar otra vez la pre-
tema no llega a ser purnmenre presidencial; a lo más es una dictadu- sidencia. Podría argüirse que otra de las ventajas de un sistema bipo-
ra constitucional que llliliza poderes de emergencia. Una situación ele lar es que la responsabilidad del fracaso puede imputarse: al primer
estas caracterísricas, como muesrra la segunda presidencia de Hin- ministro, dej,mdo incólume al presidente. Sin embargo, esta posibi-
denburg, tiene en sí elementos ele extraordinaria inestabilidad porque lid,1d no contribuye a que surjan partidos responsables y cohesivos.
''no. hay un,1 fll~téntica división de poderes y el presidente no puede Algunos de los que esrún a favor subrayan que un ejecutivo dual
gobernar s1~ el apoyo de una legislatura, la cual, sin embargo, no pue- permite al primer ministro asumir más protagonismo siempre que el
de propor~10narle apoyo. La situación acaba siendo parecida al peor presidente sea incapaz de ejercer su papel eficazmente. Esta idea
de los autent1cos sistemas presídencú1les con un congreso ínefic-iz y presupone que el presideme no se aferre ai poder, y que no renga
rebelde. ' derecho ele disolución que pueda emplear contra un primer ministro
En el caso ele Weimar, la posibilidad ele confiar en los poderes del •lpoyado por el partido que le ha retirado a él la confianza.
presidente contri.buyó a un resultado desasuoso. Hizo más fácil que Sule1man, en el capírulo 5 de este libro, observa b inestabilidad e
los partidos pud1ernn abdicar de la responsabilidad ele ofrecer un ineficacia que se va creando incluso cuando el presidente y el primer
gobierno parlamenrario y permitió que el parlamento tolerara a Brü- mirnstro tienen el apoyo del mismo partido o coalición de partidos.
111ng )' a sucesivos gob_iernos presidenciales cuando Hindenburg le lnevítablernente el presidente cuenta con su propio ec¡uipo y puede
remo _el apoyo, y llevo después a una constante búsqueda ele una
mayona para los cancilleres nombrados por el presidente. Elecciones " Ver Ra1ncr L<.:ps1us, «Frnrn f'ragmc111nl Party 01.:mocracy to Covernmcnt
sucesivas en un período de crisis económica y polírica permuieron a by Emergency 01.:crec», c:n L1nz y Stepan, llrcakdow11 o/ Dcmocra11c Regllnes, esp.
pp. 34-39, -15-50; Eberhard .Jiickcl, «Der Machtantrírt Hitlers - Vcrsuch einer ge-
l~ls nazis convertlfSé en e' :'artido más fuerte en el parlamento y sch1chdichcn Erkliirung», <:n /'J !3 \Ylic die Repub!ik dcr Diktatur crlag, editado por
rJl1"\ljJji'J1[e
• e ~
es·[·'a J'"''·
<'"C•··
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~"' "''- •· " .i ü , ;u en b urg a non1 b rar a rLj"ll j er
'''Ü, " ¡ [ ... !
Volk~r Ri11bergcr (Stuctgctr1; f.:oltlh;Jllllllt.T, 1983), pp. 123-39.
Oemocrncin presidencial o parlamentana: ¿Qué diferencia implica?
113
l 12 .Juan J. Linz

poner en marcha medidas políticas que no encajen con las del primer contra los partidos, que finalmente llevó a la. ruptura del Führerstac'.t
ministro. Es más, miembros del gobierno con acceso directo al pre- con la tradición liberal democrática. Este peligro no se puede e~clu1r
sidente pueden dirigirse a él, saltándose al primer ministro, para que cuando ocupa la presidencia un líder populista que personaliza el
desautorice decisiones ele éste, que entonces se encuentra en una poder, 0 un militar qu~ puede usar ~u apoyo en las fuerzas armadas
situación embarazosa. El resultado inevitablemente es una serie de para consolidar su poder frente a la legislatura. .
politiqueos e intrigas que pueden retrasar la toma de decisiones y A Ja vista de las experiencías con este tipo de sistema, parece
generar políticas contradictorias debido a la lucha entre el presiden- dudoso discutir que en sí mismo y por sí mismo pueda generar ;s~a­
te y el primer ministro. La experiencia francesa bajo i'vlitterrand bilidad democn1tica s~. Algunas de las condiciones favorables al extto
muestra cómo el sistema no asegura el 1rníximo de eficacia. de un sistema bipolar son hasta cierto punto las m1_smas que las que
En resumen, se podría decir que un sistema bipolar puede fun- aseguran un gobierno parlamentario estable, _e~ decir, un parlamento
cionar, pero no necesariamente como sus partidarios proponen. Pue- en el cual \os partidos apoyen a un pnmer mm1str?, pero con la con-
de funcionar cuando se convierte de facto en un sistema parlamen- dición adicional de que el primer ministro se entienda y pueda tra-
tario, como ha sucedido en Irlanda, Islandia y Austria en la Segunda bajar bien con el presidente.
República, o cuando el partido o partidos que apoyan al presidente y
los que tienen una mayoría en la GÍmara son los mismos, y excepcio-
nalmente cuando un político muy hábil comprende que debe permi- EXCURSUS. EL PRESIDENTE
tir que un primer ministro con apoyo mayoritario en el parlamento DE LA REPúBUCA ESPAÑOLA, 1931-193 6
ejerza el poder. Sin embargo, un ejecutivo bipolar probablemente no
es un sistema eficaz para superar los problemas ele un sistema de par- La República Española (1931-1936) no se ha incl.uiclo en el an~­
tidos polarizado o fraccionado, a menos que pueda combinarse con lisis de reoímenes sernipresidenciales-sem1parlamentanos por la razon
otras circunstancias importantes, tales como los cambios electorales obvia de ~ue el presidente no fue elegido popularment~, s:no que lo
bajo la Quinta República, la crisis histórica del Partido Comunista eligieron indirectamente el Parlamento y los miembros ele_g;dos e.le un
Francés o las excepcionales cualidades de liderazgo de Charles de colegio electoral. Sin embargo, el título V de la ~onst1tuc1on de. 1931
Gaulle en los primeros años de la Quinta Hepública. Ante un sistema Je concedía poderes que excedían los de los presidentes en las cierno-
de partidos débil o ineficaz, contrariamente a lo que algunos ele sus
partidarios esperan, es tan sólo una ternpia aparente, para utiliwr la
expresión de Kaltefleiter 82 . No puede superar la debilidad de un 84 Sobre la estabilidad de los regímenes parlamentarios sen;1presidencíaics en
sistema de partidos. ºLJerrao; mundiales ver Línz, La q11icbrt1 de las dcmocracws. PP·
Europa entre 1as dos ,., • ' .- ¡ p l
El otro peligro ímplícito, la interpretación autoritaria de los pode- 74-75. De los diecisiete países analizados antes ele la depres1on: ~parte e e ortuga.:
v ¡ · E . - (1918-?3) Alemania tenín la mayor 111estab1hdad con una mecli.i
res del presidente, tiene un buen ejemplo en la forma en la cual Car! 1 uoos a\'1<1 V ~spana - • ' 'b}' f
de 210 días. de duración ele los gobiernos, seguida por_la r,ercera Repu Ka ·ra~ce~a
Schmitt modificó la interpretación de la Constitución de \X'eimar. , ¡· 1 l'- ( 191..., -2?) con 260. Austria con 261 y hnlandia con 294. Despues
con 2 _, 9 Cias, ta 1.i ' - · , F · J65 \ t
de la depresión, España con una duración media de 101 clias, ranCI~ con , 1 ~s na
Utilizó su noción del l-liiter der Ve1/am111g (e] guardián de la Consti-
tución) RJ para crear la imagen ele un líder que estaba por encima y con 149. Alemania con 258, finlandia con 592, Estoma c~n 2_60 y _Belg1ca cc:n ~ son
8
los rnís~s con gobiernos m:Ís inestables de los catorce p~1ses m_cl~1dos: Obser. ese que
dos¡ de los sistemas con e¡ecutívo dual están entre los paises mas mestables. En d~s de
82
Kahcfleitcr, Die F1111lwo11e11 des St<1atohcrha11p1c.r, pp. 183-97, esp. p. l 97
1
los países con alta inestabilidad del gobienrn y régimen par!amenktanozla democ r.1crn
• En l 929 Car! Schmitt, uno de los principales politólogos y constitucionalistas -b · · • ] r la Segund·i Guerra Mundial._ Ver tambien Ek art 1mmermann,
alemanes, publicó en !lrchw des Ó//mtlichc11 Rechts (Neue folge) 16: 161-237, un ar- so rev1v10 l;lS a 1 Id E ' r
·¡· t\' ·n Six European Countnes dunng the \\íor , conomic_ ~ns1s
e ' .

tículo titulado «Der Hüter dcr Verfassung» y en 1931 un panfleto con e! mismo título • 1, 1
« G overnmen t Slabl ¡ ,¡ p / {R ·h
of the 1930s: Sorne Preliminary Consideratíons», Europcan }011ma o n1t1c11 esC111c.
en Beimigc zum Ó/fmtliche11 Rech1 dcr Gcgc111mr1. l lcft 1 <Tuhmgni en el que ofrece una
interpretación autoritaria antipluralista y plebiscit:irin de ia Constitución de W1einrnr. 15 ( 1987): 23-52.
juanJ. Lmz Dcrnocracrn prL·sJ<knci,il o p•trlamcntaria: ¿Qué diferencia implirn? 115

eradas parlamentarías 0 5, el más importante de los cuales era que el Sería demasiado largo y complejo discutir la forma en ia rnal el
presidente del gobierno tenía que tener la doble confianza del presí- presidente A.lcaló-Zamora concebía su cargo, las ambígi.iedades de la
Jente y Je la cámara úrnca. El hecho de que las mociones de censura Constitución, las decisiones que Alcalá-Zamora tomó, sus enfrenta-
precisaran una absoluta mayoría en la cámara fortalecía la confianza mientos con los líderes de los principales partidos, los conOictos con
presidencial. Sólo ei presidente podía nombrar y destituir al primer el presidente del Gobierno Lerroux, el vetu presidencial a Gil Robles
1nrnístro, lo que significaba que podía poner el veto a líderes políticos (el líder de Li CEDA [Confederación Española de Derechas Auró-
c¡ue considerara inadecuados, independientemente de su peso en la nornas], el parríclo nrnyor en la legísiawra de 1933-36), el .gobierno
cámara, pero a su vez el parL1mento también tenía el poder de negar presiJenci,il de 1935 que disolvió las Cortes, el intento de tormar un
su apoyo a la persona que el presidente designara. El presidente bloque ele cenrro dirigido por Alcalá-Zamora en las elecciones Je
además tenía el poder de disolver las Cortes dos veces durante su febrero de 1936 y su expulsión por el Parlamento dominado por el
mandato y convocar nuevas elecciones, una facultad que Niceto Frente Popular el 3 de abril de ese mismo año. Aunque l~ay un con-
AlcaL1-Zamora usó en 1933 y 1936. Presidió también los ~onsejos Je siderable deb,lte sobre cufoto contribuyeron a la crisis de la Repú-
ministros inrerviniendo en dlos. Por otra p<irte, el Parlamenro reu- blica y fiw1lrnenre a la guerra civil el componente presidencd de la
nido después de la scgumb disolución podía decidir sí ésta era nece- constitución y b personalidad de Alcalá-Zamora, no hay duela ele que
S<tna y el voto negativo de la mayoría ele las Cortes significaba el rér- el modelo de doble confit111za contribuyó a la inestabilidad de la
mino del mandato dd presidente (artículo 81). Esre artículo se aplicó República. En la medicL{ en que encaja en el modelo de presidencia-
en 1936, aunque la disolución de la legislatura de derechas trajo una lismo con premier, el sisrema español de aquellos años no apoya las
espcr,mzas yue algunos cícnríficos y poiíticos ponen en este ripo de
dominada por el frente Popular 86 .
régimen °7 . Muesrra por lo menos que esre modelo depende en'?1me-
85
Nicolás Pérez S<"nww, L1 co11s11111ció11 esp<11iol111.9 dic. 1931) {t\fodrid: Edirorial mente Je la personalidad del que ocupa la presidencia (un factor
J{e\'tsrn de Derecho Pnvado, 19-32), pp. 244-7-J; ver artículos 75, 81y87. Ver Amonio impredecible) y que no puede servir para superar los problemas
l:Lir, El prernle11/e del gobtL'l'llO en Espmia: Encuadre co11s11t11cw11,i/ y pníct1ca pofít1ca derivados de una situación de rnultipartido polarizado. Es significa-
{i\ladnd: EJiwrial Civirns, 1983 ), pp. 121-28, para un estudio de «parlamenr,¡¡ismo
tivo que la mamovilidad de un presidente que ejercía el poder de
ranonaliza<lo» y el papel cid prc:s1denre en la Segunda República.
El presidente ern elegido por los miembros de las Cones, Ull<l leg1sbrnra umca- vet<lr posibles gobiernos p<u-lamentarios y que podía disolve1: el Par-
meral y un número igual de eiectores telegidos direcrnmente por el pueblo) para un lamento llevara a que se discutiera entre los milirnres (a iines de
nwndato d.: seís a11os y no podía "'r n:tleg1do. Sin embargo, el prnner µres1denrc fue J935) la posibilidad de una mtervención, y Gil Robles podría haber
deg1do por la ieg1shHurn d l O Je diciembre de 1931. acepraclo estos planes si hubiera habido consenso, especi.almente si
El sístenrn de contianza dual se: basaba en ei articulo 75: «El Presidente de la
Frnnco, el general con 111<1s prestigio, hubiera estado dispuesto a
República nombrará y sep<traní libremente al Presidente del Gobierno, y, ¡¡ propuesw
dt: éste, a los 1vlinisrros. Habrá de separarlos necestmtimenrc en d caso Je que las Cor- apoyarlos. . .
tes les negan.:n de modo cxplícHo su confianza.» AlcaLí-Z,1morn ya observó durnnte los debates de la /\samblea
'" Sobre cómo iu1k·wnaba b ConslJ[ución española de 1931 y la presídencrn, ver Constituy..:nre las arnbigücc.LiJes Jcl rexro, y pregumó:
)t)aquín Tomás Villarrnya. «Presidente de la RcpL1blica y Gobierno: Sus relaciones»,
Rl'l'tSla de Estudios Políums (nuevJ época) 31-32 (enero-abril 1983 ): 71-90 (con rnas
de Importantes políticos sobre la «etrnfianza dual»), y «La prerrogatil'a presídencrnl
durante la Segunda Repliblíca: 1\ledi,mzac1ón», Revista de Estudios Po!ít1cus 16 ( 1980): Memorias. Seg1111Jo iexto de 111/J mo11omts (Barcelona: Pbnern, 1977 ). Javier Tusell,
59·87; Sranley G. Payne, Sp,1m's Fmt Dr:mucracy: The Second Ri:pub!ic, 19 31-/ ') 36 «Nicero r\lc,1Lí·Zamora y una cnsís políuca en d segundo bienio gcpublicano», Uú-
L\ladison: U Wiscons111 P, 1993 ), describe dcrnllmlamenre el func1011,1m1elllo del sis· p11111,1 33 (1973): -JOl-16.
1c·nu1. Sobre la desmuc1ón del presidente, ver Joaquín Tom,ís Vílbrroy.1, L1 des/1/11ción "' Si no aumcmara la confusion, d sistema se podría describir como de «scmí·prc-
di: Jl!calú·Z.llnora {Valencia: Fundación Un1vc:rs1tarw San Pablo, CEU, 1988). Para la m1er·presidcncial» porque ia m11ad de los eienores que elegían,¡¡ presidente ewn de
pcisíción de Niceto Akalú-Zamora, ver su Los dd<Ccios de{,¡ Co11s11111ció11 de 1931 v /res dccc1ón popuJ.,.r 1au11qt1e d pnrncr presidt:nte, como Ebc:n )'De Gaulle, fue elegido
a1/os d,· expi:m:11c1a cu11s11111ciu11a! (i\ladriJ: Civitas, 1981, primera edic1on J 936) y por la leg1siawra).
117
116 Juan J. Línz Dcmocrncía preS1dencíai o parlamentaría: ¿Qué díÍerencía 1111plica?

tengo en.orn;cs ciL~das acerca de cuál es el papel presídenc1al y s1 el candidato Un sistema de ejecutivo dual es muy probable que por lo menos
9ue pud1era1s designar o escoger para la Presidencia me pidiera un informe v tenga tres actores principales, y frecuentemente cuatro: el presidente,
tuern n;1 me¡or amigo, yo le diría: «Pues no sé, mientras no lo aciare I~ el presidente del gobierno, el ministro de defensa y generalmente un
Com1s10n, s1 debe usted levantarse todos los días con la «Caceta» para tra- jefe del Alto Estado Mayor a cuyas órdenes están directamente las
ba¡ar o acostarse con el frac al lado para maugurar morn11nentos.» Y esto vale fuerzas armadas. La línea jerárquica, tan central al pensamiento mili-
la pena de aclararlo. ¿qué Pre~idcnte queremos, uno que ponga las pnmeras
tar, adquiere una nueva complejidad. ¿Actuará el presidente a través
piedras o uno que reciba las ultimas pelli-<1das? (!fo,1s.) J-Lw que aclararlo.
(!\plausos.) 88 ·
del minístro de defensa? ¿Ü establecerá el ministro de defensa una
relación directa con el pr~sidente, saltándose al primer ministro y
despachando directamente con el presidente, que toma decisiones sin
Ejecutivo dual y fuerzas armadas informar necesariamente al primer ministro y obtener su consenti-
miento?
~n p~·oblema constitucional y político relacionado con el modelo
Esta relación jerárquíca simple y directa sería bien recibida entre
los militares. Simbolizaría el carácter distintivo de la esfera militar y la
de .~¡ec~ltivo dual .Y que merece considerable atención es la cuestión de
retirada de la política militar de consideraciones políticas más amplias
qui~n t_ie~e autoridad sobre las fuerzas armadas, el presidente o el pri-
y del control del parlamento. Esta pauta sería todavía más probable si
mer mmistr~. El tema es especialmente rele\'ante porque la mavoría
el ministro de defensa fuera un milirar cuva lealtad no sería a un
ele las_ co_nst1tuc1ones democráticas, incluso en sistemas parlam~nta­
nos, sig,lllendo la concepción trad_icional del monarca como ¡efe supre- equipo político al frente de un gobierno: sino a un presidente-
comandante en jefe «por encima de los partidos» Un presidente
n_10 de las fuerzas armaclns, consideran al presidente corno ia cabeza
que se ve como representante de la nación y por encima de los parti-
s'.mbólica del ejército: El que en_ un sistema presidencial puro el pre-
dos no es imposible que establezca una relación personal con su
sidente elegido sea el iefe ele las f-uerzas armadas ni se discute aunque
las verdaderas decisiones en materia militar se delegan en el s~cretario
ministro de defensa y a través de él con las fuerzas armadas, y que
pueda en cierta medida llevar a cabo su función de moderador de
~e defensa, <;J,Ue puede ser o no un civil y al que el presidente nombra
conflictos políticos consolidando de esta manera el régimen. Al hacer-
hbremeqte. tn un sistema parlamentnrio puro, el nombramiento clei
lo, quizá no mtencionadamente, deja fuera del control político ci\'il al
ministro de .defensa o el de los ministros de las fuerzas armadas
deprnde d:l primer ministro, que forma todo el gobierno. De hecho. ejército.
Esta pauta es posible que lleve a una mayor estabilidad en el
las ex.1g_enc1as Je la guerra moderna han determinado que se nombre
Ministerio de Defensa sí el ministro tiene el apoyo del liderazgo de las
un m1mstro ele clefensn en lugar de distintos ministros para cada una
fuerzas armadas, mientras que, a su vez, su posición en el gobierno
de las tres armas con el fin de asegurar una mejor coordinación entre
puede verse reforzada por la confianza del presidente y el jefe de la
ellas, ~na ínnm:~ción aplaudida no sólo por los ci"iles sino por los
institución militar. No es un azar que en la República de \'V'eímar
profesionales militares más competentes par;1 reducir rivalidades entre
entre 1919 y 1933 hubiera veinte gobiernos y sólo cuatro ministros de
los servicios y falta de coordinación. En muchas democracias uno de
defensa 89 _ Una vez establecida una relación personal entre el presi-
los símbolos de la supremacía de la autondacl política constitucional-
dente y el mmístro de defensa y los jefes del ejército, es muy posible
m~n_te leg~ti~1ada ha sido la selección entre el liderazgo político de un
que el-presidente considere toda interferencia del primer mmístro en
m1111stro c1v11 de defensa. Es esta una solución que no ha dejado ele ser
esta relación como indeseable, y que proteja celosamente la autono-
de,sea~le para los m.ilitares, porgue un poiítico puede representar
ma~ eficazmente los 111t~reses de las fuerzas armadas ante el liderago '" Karl Dietrích Bracher. Die Auf/osung der \\'.'omarer Republik (Stuttgart: Ring-
politico que uno de sus iguales con menos habilidad política. Verlag, 1957), cap. 9 sobre ei Re1chswchr, pp. 229-84; \'er pp. 249-53 para los artículos
53 v 54 de la Constítuc1ón que requerían la doble confianza del Reichstag y dd presi-
'" Diano de Sesiones de las Cortes Co11S11111rc111cs. 3 nov1emhre J 931. p. 2092. dc1;te en el caso del 111i111stro de Dcícnsa.
118 .Juan J. Lmz Drn1ucr:ici:i prL·s1denc1;ti n p:irl;1111t:111ana: ,:Qué difc:n.:ne1a implirn~ 119

mía de los milirares. Estas pautas serían especialmente apropiadas en m~1s es más favorable a sus mtereses. El modelo Je ejecutivo dual da
el caso de un presidente con un currículum militar, un tipo de presi- cabicLt a una serie de arnbigi.iedades constitucionales en uno Je los
dente que se ha elegido algunas veces en democracias donde la temas centrales de muchas democracias: la subordinación del ejér-
subordinación del ejército era uno de los principales problemas, o ciro a las autoridades dt:mocrütícamente elegidas y, es de esperar, a la
donde los militares podían aparecer como una institución por encima supremacía civii.
Je los partidos, como en el caso de Hindenburg en Alemania, Man-
nerheim en Finlandia, brnes en Porrugal, sin olvidar al propio De
Gaulle. Todos estos presidentes en sistemas de ejecuuvo dual 0aoza- ¿Por qué resultan atractivas las soluciones semipresidcncial
ban Je una relación especial con las fuerzas armadas. y semiparlamcntaria?
Supongamos una situacion en la cual el primer ministro repre-
senta a un partid? o a una coalición de partidos distinta de la del pre- 1\ b vista de estas consideraciones podríamos preguntarnos por
sidente y puede imponer su elección del ministro de defensa, igno- qué esre sistema de ejecutivo dual, de gobierno semíprcsidencial o
rando las preferencias del presidente. Supongamos que el ministro de semip<1rlamentario resulta atractivo a tantos demócratas que se
defensa tenga algún conflicto con el alto mando de las fuerzas arma- enfrentan con la crisis y fracasos Je] presidencialismo y que no están
das. En una siruaué n de este tipo ne es imposibJe que los altos man-
1 dispuestos a cons1dt:rar d parlamentarismo 91 . Indudablem<:nte, el
dos de la instirnción militar, al encontrar al presidente más próximo a éxito c1p,1rerne ele la Qumrn República ha generado gran parte del
su: puntos de vista, hagan uso de esta relac1~n especial para dirigirse interés en este rípo de sistemas, pero algunos otros casos, concreta-
a el. en su capacidad de comandante en jele, saltándose al primer meme la República de \V'eimar y los elementos de un sistema mixto,
m1111stro y al m1111suo de Jelensa. Esta Slltuuón pondría al primer
m1mstro y a su m1111stro de defensa en una posición muy difícil sí el .,, Probablc:meme se hanín más expenmentos con fórmulas 111Íxtas a la visra Jel
pres1dent_e. tratara de utilizar sus poderes reservados para proponer o crecícnre descontento con el presidencialismo puro y la ,lcsconiianza con el parla-
vetar politicas y nombrnmíentos militares 9u. mc1l!:insmo puro (que no nll:rt:cen probablt:menrc: rodas las formas de parlamentans-
mo), o la ialr.1 de \'CJ!unrad para romper con la traclic1ón del presidencialismo. t\demás
El sistema, por tanto, implica crisis políticas e incluso constüu- de los s1stenrns de: «premier-presidenctal» lserníp.1rlamenrnrio, semipresidenci:ill que
c10nales bren.tes. Quisiera señalar cómo incluso en una monarquía discutunus. Cio,·anni Sanan ha desarrollado otro ripo en «Le riforrnc inswuzionali-
const1tuc1om~l .como la espaí'iola, donde los poderes del rey están Tra buone e etHt1\·e,>, Rw1s/1i 1/t1/ii111t1 dí soe11zt1 po/i11ct121 (3 dic. 19;>1): 375-'108, con
muy bien clefmidos y la responsabilid<1d política de dirigir el país está coment;mus de r\ngdo Piant:bí.mco (pp. '109-18) y Stefano Passigli (pp. -J l 9--JO) y uua
conresurn:in de Sanan ( pp. -l-l l ·-16). También en Sarrorí, Seco11dt1 J{epubblica?
clar'.1mente en 1:1anos del presidente del gobierno y su gobierno, el
La rcs1srt:nc1;1 al parhimcnt:insmo (en cualquíer versíón ) y b dificultad de hacer
mm1stro de detensa incluido, este tema ha sido muy delicado. En que: funcione d sistema dt: upo francés semipresídencial, semiparlarnenrario en v1sra de
algún m?mento los militares se han clirig1do al rey direcwmente, Ll «cultura plebiscnana» en romo al presidencialismo en la Aménrn Latina, ha ll<:v:ido
ignorando al liderazgo políuco. ¿Cuánto más sucedería esro en el a la búsqueda de otras soluciones híbridas. Una, somerída por un gmpo Je poli1ólogos
caso de un ejecutivo dual? En estos reaímenes la constitución debe- y consriruc1onalisras bolivianos en cobboracíón con csrudiosos t:xtranierns kntre
dios yo),;¡ una com1síón polillrn encargada de hacer reformas conslltucionaies, puede
ría definir claramente el status legal d; cada uno de los dos ejecuti- Jcnommarse como «presidenc1,iJismo parlamemarízado». No abandona el principio
vos, 9e nrnnera que en una situación de crisis no tuvieran que ser las presidencíalisra de la decc1ón popular directa de un presidente, pero trata de reducir
r~spec'.1vas base: de poder las que lo resolvieran, dejando que el e1ér- el riesgo y cosre de las pn;s1dL'.ncias «minonrarías». Trnra rnmb1én dt: enfrentarse con la
c1to eligiera cual ele bs dos autoridades democníticarnente leoíti- «rigidez,, Jd mtmdaro pres1d<:ncwl y d riesgo de ingobernabiliJad pern1i11t:ndo un
º voto de censura construri\'o en d caso de prt:siJenres mínornanos, y que una mayoría
calificad,1 Je! congreso dc\'llcl\'a el podt:r al clec10rndo en caso dt: un impasse wral, con
'i<I Exis.re también h1. posibil~dad, aunque es menos probable, de que los a Iros dcccíones pn:s1de1i..:i:iles y pariamcnranas. El proyecto se basa en la rracÍición boliviana
mandos milHares se mdmen tl favor de los líderes del Congrt:so par,1 oponerse al de de.:c1ón parL1111cntana dd pn:s1dentc t:n aust:ncia de un voro mayoritario p•tra
presidt:nte. 1111u de lo, c.111,lida10s.
121
120 Juan J. L1nz Democracw presidencial o parlamentaria: ¿Qué diferencia implica?

aunque no estrictamente semipresidencial, de la República española tes tendrían que estar de acuerdo en elegir el presid~nte ~?r conser.-
en 1931-36, no se han considerado suficientemente. En el contexto so, el presidente no tendría que estar b<'isicamente 1dent1hcad~ con
latinoamericano, con su fuerte tradición ele presidencialismo, In ningún partido ;' el presidente no ten~ría que es_t?r deseoso de e¡erc~r
introducción de un sistema mixto es quizá para muchos una forma sus poderes. Esencialmente supondna la eleccion ele una personalt-
indirecta, incluso subrepticía, de inclinarse hacia el pmlamentarismo, dacl con gran prestigio que resultara aceptable para casi to~? el mun-
esperando poder 111troduc1r prácticas parlnmentarias mientras se do, excepto para aquellos en los extrem~s del espectro polltlco.' Y qu•;:
conservan los símbolos del presidencialismo. El sistema mixto es, estuviera dispuesto a actuar como un arbm?, neutral ba¡o ctrcuns-
por tanto, el resultado de una falta de disposición a atreverse a tancias extremas, pero que no tuviera amb1c1on ele e¡ercer el !~o~ler.
hacer un cambio radicaí en la tradición constitucional. Mi opinión es No creo que sea siempre fácil encontrar una persona .que satlslaga
que la experiencia negativa que han tenido muchos países con regí- estos requisitos. Adem<'is, este acuerdo o t~cito entendurne~to .entre
menes presidenciales ofrecía una extraordinaria oportunidad para Jos partidos no sería fácil de hacer cumplir; u.no de los prtnctpales
una innovación constitucional, pero nunque algunas voces se han partidos podría romperlo y apoyar a un candidato fuerte. En e_sta~
alzado claramente en favor del parlamentarismo, este no es el con- condiciones, todos los líderes de los partidos importantes, homb1e,s 1
senso entre los políticos y los constitucionalistas en la América mujeres cor~ ambición de llegar a gobernar el país, se presentanan
Latina. para ocupar puestos en el congreso, y ,se d!spondrían a ~uscar una
Para conocer mejor las dificultades y debilidades del modelo del mavoría en Ja leoislatura que les permitiera tormar un gobierno en el
ejecutivo dual podríamos estudiar un poco más de cerca las condi- crn{I actuar con~o un primer mir:istro pa~·lam~ntario con p~der, ~e~­
ciones bajo las cuales un sistema ele este tipo puede transformarse en petanclo el status simbólico y la míluencia de1 presidente. ~ste sena
un sistema parlamentario, que es el ob¡etivo de algunos ele los que lo un auténtico sistema sem1parlamentano ba¡C: la cob.ertuta, el.e una
proponen, incluso aunque no lo confiesen públicamente. Después de constítución semipresidenciai. Me pregunto si en La,tmo~mertca los
tocio los ejemplos ele Irlanda, Islandia y Austria muestran que esta partidos y los líderes con ambición de ~~bernar estanan chspuestos .ª
transformación es posible. Yo tengo que confesar que no lo veo renunciar a la competencia por la presidenCla y en cambio compett.r
como una evolución política fácil, pero no excluiría la posibilidad ele por el poder en el parlamento con el fin de ganar un voto de con-
utilizar el modelo de ejecutivo dual como un sistema ele transición fianza. b ll ¡·
que finalmente se convirtiera en un sistemn pariamcntario. Este pro- Incluso si se llegara a este acuerdo «entre ca a eros».' nat te pu,e-
ceso requeriría una serie ele condiciones que, aunque no imposibles, cle estar seouro de que se convierta en una norma n? escnta. Ademas,
alguien de fuera, un canclidat? populista, podría siemyre clen:m~iar
0
en mi opinión son bastante improbables: los partidos más importan-
este pacto. Quizá la sugerencia propuesta PC:r un pohtico boliviano
La propuesta empieza con presidencialismo como punto ele p<irticla. De hecho.
podría iniciar el cambio: exigir que un candidato p:esiclencial <~por
conserva un presidencialismo puro (excepto que permite un ¡u1c10 «político» m<ÍS encima de los partidos» sea nombrado por dos tercios de los miem-
bien que un iuicío simplemente cnminall con una condición: que ia mayoría del pue- bros del congreso. Esta mayoría estaría de acuerdo en no,des1gna,r a
blo elija un presidente. Por otra parte, b legit1mídacl dernocní11ca igual del congreso nadie con ambición ele gobernar. Pero los votantes toclavia tendnan
entra en juego; este cuerpo elige a un presidente, eligiendo entre los dos candidatos
con m<Ís voto popular el que pueda formar b conlic1ón parlarne111ar1<1 más fuerte. Sin que legitimar la elección. · 1 1
embargo, el presidente así elegido por una mmoría del electorado y una mayoría del Si la presidencia está ocupada por una fuerte personalidac, e
congreso est<Í supeditado a un voto de censura C<>nstruct11·0, que asegura su >uces1ón líder de un partido importante, no es probaL:le que e~ sistema avanl
por un presidente con apoyo de la mavoría en el congreso. En cierto sentido. el siste- ce en dirección al modelo parlamentano. Si el pr~s1,dente tiene ~
ma es también un parlamentarismo alternativo, como el ele Sarton es un presidencia- apoyo del congreso, el sistema pro~able.mente seguira siendo pre~i­
lismo alternativo. La diferencia esr.í en que en un caso se trata de corregir el 1111passe
producido por el presidencialismo y en el otro his crisis procluc1d.1s por un tipo extre-
dencial, esto es, un sistema con las implicaciones que ya hemos dts-
mo y asamblcario de p<1rlamentarisrno. cutíclo.
Ül'.mucrac1a prc:s1denc1al o p¡1rlamc:n1arw: ;Qué dilerencia implica? 123
122

Presidencialismo con la «coberturn» El poder ele disolución presidencial v10lnría los supuestos de la
de un primer ministro presidencial sep.1rncíón de poderes y favorecería aún m<1s el absolutismo presi-
dencial porque el mandaro del presidente no se vería afectado por la
A la vista de algunas de las discusiones sobre la posibie lnrro- respuesta negativa del electorado hasta la próxima elección pres1-
ducción de componentes parlamentarios en sistemas presidenciales denual n En realidad, s1 el electorado fuera a prestar su apoyo al mis-
en Latínoamérica, es importante destacar que no l1<1y que confundir mo p;1rtíclo o constelación ele partidos, el presidenre se vería se-
un primer ministro que encabeza un gobierno y está al frente de ríamente debilitado y el conflicto entre presidente y legislatura se
una admrnisrración, que es nombrado y destituido libremente por el agravaría y haría aún mús visible. Sólo si entonces el presidente per-
presídente y que no necesita la confianza del parlamcmo, con el mitiern al primer mrn1stro gobernar se haría el sistema más sem1par-
modelo consrirucion<il sernipresidencíal-semiparlarnenrarío. La crea- bmentano. Su negativa probabiememe crearía una seria crisis cons-
ción de un cargo de estas características es sólo una forma de deleoar lÍlucíonal.
los poderes presidenciaies, lo que puede permitir al presicleme evi~ar Un gobíerno presidencial que pueda ser derrocado por la legis-
algunas c;íticas y trasladarlas al primer ministro. Sin embargo, los latura, sín u1pac1Jad parn imponer su propia elección de un primer
poderes ele este primer ministro y sus minístros no serían muy dis- ministro, cornbínado con un presideme que carezca del poder de
tintos de los poderes que tienen los 8ecretaríos en los gobiernos de disolución sería una solución inviable y menos estable que ia separa-
regímenes presidenciales, a quienes se concede una considerable ción de poderes en un sistema presidencial o el modelo ele confianza
autonomía para dingír sus Jepartamemos, o de la mnonornía que du.d de la mayoría de los sistemüs semipresíclencíales-semiparbrnen-
gcoza un consejero ele seguridad nacional que toma imporranres deci- tanos.
s10nes que se supone el presidente revisa. En un sistema ele este tipo, Esta combinación íns1irucional es una fórmula para conflictos
el presidente continúa siendo el úníco que toma las decisiones finales permanentes, a veces cumulativos, entre los dos poderes, sin posible
y el que legitima las decisiones que otros toman. resolución. El presidente sobrevive pero frustrado y algunas veces
La posibilidad de que este primer ministro y sus mmistros pue- bloqueado, y la legislatura rampoco puede cambíar el curso de la
chin ser miembros ele la legislatura no cambi,1 la situación. De hecho. polítíc1 presidencial si él no está dispuesro a buscar un compromiso.
e.n ,1lgunos sistemas parlamentarios el cargo ministerial es incompa: La Constitución peruana de 1979 ofrece un ejemplo de pseuclo-
tibie con ser miembro del parlamento. La posibilidad ele que los parlamenrnrísmo. El presidente nombra al primer rnlnistro como
que ocupen estos cargos puedan ser objeto de interpelaciones o pre- ¡efe del gobierno y ambos nombran conjuntamente a ios ministros,
guntas en el parlamento no cambía tampoco el caso, aunque da mas pero el parlamento puede censurar al gobierno o individualmente a
1111 ministro por mayoría simple. Si la GÍmara vota b censura a tres
poder a la l~gisbtura. Después de todo, los miembros del gobierno
ele los Estados Umclos aparecen constantemente ante el Conareso.
Sólo la posibilidad de un voto de censura que obligue al presid~nte a ,,, En sistemas pres1dc:nc1cdc·s puros el presidente no puede distilver la asamblea.
Hay sm t:mbargu Lis c.~ct:pcwn..:s de Parnguay (nuncn prob;1das ba¡o cundicíom:s
c:lestituir a un ministro re¡m:'.senta un verdadero cambio de poder a demucrúucas) y Chilt: en la Cunstlluc1ón au1Uritc1ria de: ! 980. En Uruguay y Pen'.1
t~vor del parlamerno. Sin embargo, en tanto que el presidente sea puede invocarse hi disolunón clespués dt: que el Congreso haya censurado <l algún
libre para nom~rar un sucesor ,i! ministro destituido, que no necesi- mmistro dd gobierno o mcluso al gobierno entero por rnzones políticas (en d caso de
ta tener la conlianza de la cámara, el sisrema sigue siendo b<1sica- Perú. esto tiene: que succdc:r tres vcct:s) con res1rícc10nes adicionales.
La posibilidad de disolución pur un pres1d<:ntc que: permanece en el cargo puede
rnente presidencial. Será sin embargo un sistema en el cual la mayoría que no resuelva d conl1icro c:mre d congn:so y el presidente, smo que lo <:xacc:rb<:. El
h:gislativa tendrá capacidad para frustrar la política preside1;cial, clt:c10r;1do puede: dc:,·oil-c:r tlll L'llllgreso ho:ail al presidente, una sJJuac1ón de .:mpatc:
para vetar indirectamente sus decisiones sin hacer responsables a la qu.:: puede prolongarse. Sólo si L1 disolución lleva a la elección de un nuc\'o congreso
cámara y a l_os pam:Ios de ia mayoría, especrnlmente cuando el pre- y a una deccH'm presidt:ncial s11rnil1ánea, pueclc: reducirse el riesgo; los votantes enton-
ces tendrían una upunurncbd de pcrnersc de parte del pres1de111e o de la opos1c1ó11.
sidente no tiene poder de disolución.
124 )uan l. Lmz Democracia presidencial o parbmentaria: ¿Qué diferencia implica) 125

gobiernos, el presidente pueclc disolver la dmarn, aunque solamente dencial, en el que son más difíciles de conseguir. La dependencia de
una vez en cada mandato y no durante ei último ario del mismo. El las cualidades de un líder político, que el líder puede tener o no en
presidente puede verse debilitado y se pone en marcha un proceso de un momento dacio, supone riesgos mayores. J\1li intención aquí ha
confrontación, pero permanece en e! cargo durante el mandato fijado sido reavivar un debate sobre el papel ele instituciones democráticas
y puede continuar nombrando ministros. alternativas en la construcción ele democracias estables.
Una de las formas en que el congreso puede debilitar o frustrar a
un presidente sin asumir responsabilidad en las decisiones políticas
(excepto negativamente) es censurando a los miembros de los aobier- Parlamentarismo y sistema de partidos
nos presidenciales y forzando su dimisión, un poder del que"'gozan
algunas legislaturas. El régimen continúa siendo presidencial 1con- Uno de los principales argumentos que se hacen en contra d~ l~s
trnriamente a Ja opinión de Shugart y Carey) porque el presidente sistemas parlamentarios es que exigen partidos relativan;ente d1sc1-
nombrn a los sucesores de los ministros dimitidos, pero no pt1ede plinaclos, un nivel de lealtad al partido, una capaodad de _1os parud~Js
amenazar a la legislatura con la disolución. para trabajar juntos y la ausencia o_ el aisla1;1.ient~ ele partidos ant1s1s-
tema. No hay eluda ele que los partidos pohucos ¡uegan ~n papel cen-
tral en un sistema parlamentario, mientras que en un sistema presi-
Presidencialismo, parlamentarismo y estabilidad democrática dencial el liderazgo personal y el carisma ele un c~nclidat~ presi~cn­
cial se supone que puede superar o ignorar un s1ster:ia de partidos
1\ili arnílisis de las problemáticas implicaciones que tiene el presi- fracoonado y sm estructura 93 . Hay que e.lec.ir que los s~stemas d~ par-
dencialismo para la democracia no quiere decir que una dernocrncia tido en regímenes parlamentarios han sido muy diversos, _desde
presidencial no pueda ser estable, sino que las probabilidades para biparticlo a multipartído polarizados, y que probablemente el tipo de
ello en muchas sociedades no son favorables. Tampoco quiere decir sistema ele partidos est<Í relacionado más con la ley electoral que con
que las democracias parlamentarias aseguren siempre la estabilidad, que el régimen sea parlamentario o pres_iden~íal. Se a~uce. que el
sino que proporcionan una mayor flexibilidad en el proceso ele tran- sistema presidencial tiende a un sistema btp~rtido, pero la ev1de2;~ia
sición y consolidacion de la democracia. 1'vli análisís tampoco mdica no es con elusiva, especialmente cuando se piensa en el caso el~ C11rlc
que lo pueda conseguir cualquier tipo de régimen parlamentario. v el sistema multípartido de Finlandia, e incluso de Francia h_oy.
Realmente el análisis queda incompleto sin una discusión del tipo de Corea del Sur, después de su vuelta a la democracia, puede también
régimen parlamentario y sus normas institucionales específicas, las citarse, aunque la fusión de partidos podría considerarse corn~ un
leyes electorales incluidas, que podrían favorecer la estabilidad clerno- avance hacia un formato bipartido ísi no fuera un mtento hacia la
cnítica. hegemonía). Aunque las elecciones al congreso de marzo ele 1992
Tocios los regímenes dependen, sin embargo, del talante de la
sociedad y ele todas las principales fuerzas sociales para contrihuir a
9 1 La preferencia por pres1Jenoalismo e íncluso formas míxtas_de sistemas sem1-
su estabilidad. Dependen también del consenso que se alcance para preS1dencialcs se basa a menudo en la hostiliJaJ a los parttdos pol1t1cos'. ': mclu~o al
ciar legitimidad a la autoridad adquirida mediante procesos demo- pluralismo Jemocrátíco. No sorprende que los conservadores no reconciliados com·
cráticos, por lo menos durante los períodos entre elecciones v dentro pletamente con la transición a la democracia en_ Alemania (el DVPy el DNVP). los
de los límites de la constitución. En t'.rltima instancia, tocios -los regí- consen·ndores finlandeses y más recientemente los partidos comunistas «re_const rn1-
dos» 0 los líderes en la antigua URSS y Mongolia hayan fo\'Orec1do un presidente que
menes dependen de la capacidad de los líderes políticos parn gober-
se asume está por enrnna de los partidos. Además, en un p~ís rectent~mentc un1f1cado
nar, para ínspirar confianza, para aceptar los límites de su poder y como Aiemnnrn, había la esperanza de encontrar a un Kai~er «su?st1tuto» en una
para conseguir un mínimo de consenso. Nuestro argumento es que repCiblicn federal o, en países como Finlandia. Irlanda e lslandrn, un s1111bolo de la nue·
estas cualidades son incluso más importantes en un régimen pres1- va índepcndenC!n nacional.
Dcmocrac1a prc:sidcnc1:d o p:1rl.1me11rana: ¿Qué difc:renc1a 1mplirn?
127
126 Juan]. Línz

confirmaron el sistema mulripartido, la elección presidencial del 18 coalición electoral presidencial, reafirmen sus características propms
de diciembre Je 1992, en la cual Kim Young Sam recibió el 42 por crítie<rndo al presidente. Es también nawrnl que, al no tener respon-
ciento de los votos, su contrarío Kim Dae Jung un 3-i por ciento y el sabilid,1d en la política nacional, se dediquen <1representar111tcreses
c<111did,lto de fuera, ajeno al sistema político (el presidente Je Hvun- específicos, intereses iouiles y redes clientelísricas denrro de s_us elec-
clai), 16 por ciento, parece responder al formato bipartidista tan 'pro- torados. No h;iy ninguna rnzón para que se preocupen del cxJto de
pio Je] presidencialismo. un presidente que viene de un partido distinto, º.para que apoy~n
Dada la cungruencI<I del bipartido con el presidencialismo, medidas ímpopuLires porque no hay recornper:sa s1 lo !meen; es mas,
podría asumirse que en los países con una tradición de dos partidos hay una gran probabilid.1d de que se vea~1 ~asugados. -~º hny 111cen-
la restauración Je la democracia o la continuidad de la polírica demo- tívos para una responsabilidad y una d1sc1plma ele partJ~to. De ~:e.cho,
crática debería 1levar a 1'i consolidación del biparrídismo. Esto, sin a menudo un presidente tiene que recurnr al reparro (le bend1c1os y
embargo, no es siempre el caso: en Colombia, la izquierdisrn Alianza medidas clientelístÍcüs p;1ra neutralizar <1 la oposición.
Democnítica M-19 pudo obtener 12,5 por ciento del voto en la elec- Yo dirí;l por tanto que ciertas canicterístirns negativas ele !os
par-
ción presidencial en abril de 1990, y 26,8 por ciento en la elección a udos en alounos de los países ele Latinoamérica, tanto su rnracter no
la asamblea constítuyenre de diciembre de 1990. En Uruguay, el estrucrura~lo como la indisciplina así como la rigidez ideológica en
avance renente del Frenre Amplio, 111du1da lü conquista de b alcaldía casos corno el de Chile, se han visto rd orzados por el sistema presi-
de Montevideo, lia roto el formato bipartido. Por mra pürte, la frag- denci,11. Por otra ptme, creo que el parlamentarismo 1;odrí<1 C<trn-
mentación ele los partidos en Brasil y Perú es mayor que en el pasado. biar esras características, aunque quizá no sin otros caml11os 111sllrn-
El mult1partidismo probablemente va a continuar en. la América cionales. Nuevos y distmtos incentivos parn los partidos y sus líderes
Latina, con excepción de Cosra Rica, Venezuela y Argentina. En naturalmente no produuri<m un cambio en la pníctirn política de ln
casos como el de Chile, está bien estructurado e institucionalizado: en noche a la mai'iana.
otros, como en el de Bn1sil, es muy desorganizado y voLitil. No Í1ay
indicación de que los sistemas de partido se estén acoplando a un for-
mato institucional presidencial. Gobernar en regímenes parlamentarios
La objeción que suele hacerse es que en ausencia Je part1clos
Jisc1plinados, los intereses locales y estrechos que representan los Las instituciones llc\'an a los mismos altares a disrintas conduc-
p,uudos o diputados individuales y la inestabilidad de la lealtad al tas; proporcionan incentivos o desincentivos para cerras pm;ras de
p<Hrído en muchos países latino;11nericanos son obstáculo para la conducta. lvli presunción es que e! parlamentarismo 1mponclr1a a los
introducción del parbmentarismo. La cuestión es hasrn qué punto panídos y a los líderes pautas que fovorec_ería1_1, una maym;. responsa-
esta clase de sistema de partidos y este tipo ele parndos en los con- bilicbd por el gobierno, untl mayor obl1gac1on de renrnr cu~nras
gresos latinoamericanos son resulrndo ele un sistema presidencial con (excepm bajo condiciones de un fraccionamiento extremo), al mismo
un congreso débil, a veces reforzado por sistemas electorales Je repre- tiempo que favorecería también la necesidad de coopera;· Y hacer
sentación proporcional. Mi opinión es que, puesto que los parrielos compromisos (excepto cuando un par_t;do gan<~ unn may~1r1a <1bsol~­
no son responsables ni tienen que rendir cuentas de la estabilidad y la ta). El parlamentarismo permite ramb1en camb10s en el liderazgo sl!1
política del gobierno, ya que estas son tnre1s del presidente, es muy una crisis en el régimen y una continuidad sin los temores asoCiados
probable que concentren sus esfuerzos en oponerse criticar v ouizá con el continuismo en sistemas presidenciales.
fiscalizar al ejecutivo, pero sin prestarle apoyo ni res~onder a ~u~ ini- En los sistemas parlamentarios, los gobiernos pueden exigir de
ciativas, o asumir responsabilidad por ellas. Es natural que una vez los partidos (ya sea el suyo propio si tiene la 1rn:yoría o c~e los que for-
elegido el presidente, los partidos VLL.··\1 an a sus propios programas de man una coalición) apoyo en los votos de confianza, baJO la amer:aza
p<lrtido en las elecciones al congreso e, incluso cuando son p<me de Lt de di 11 rnir en d caso de que les faÍlttrn, y en último ténnino de chsol-
128 Juan J. Linz Democracia presidencial o parlamentaria: ¿Qué diferencia implica? 129

ver la legislatura. Los votantes, que probablemente castigarían toda mente dominantes. Un sistema de este tipo, sin embargo, puede
acción destructiva de los partidos, verían clarnmente ~I papel de tener el peligro de polarización en sociedades profundamente divi-
cada uno e incluso de cada diputado. El partido que follara en su didas entre izc¡u1erda y derecha. Cuando se permiten las coalicio-
apoyo al primer ministro tendría que pagar el precio. En la expe- nes, el premio que en sociedades polarizadas se lleva la pluralidad
riencia espa11ola en años recientes el electorado castigó duramente a mayor puede fomentar coaliciones en las cuales los partidos extre-
un partido indisciplinado, plagado de facciones Oa UCD). Una de las mistas condicionen y debiliten a los partidos más moderados. El sis-
principales razones de la pérdida de apoyo de la UCD v de los comu- tema electoral mayoritario puede también excluir de toda represen-
ni~tas en 1982 fueron las luchas internas que el electo.rado percibió, tación a las minorías en áreas étnicas o lingüísticas, dando la
1111e~tras ~ue el hecho de que ei PSOE fuera capaz de superar sus impresión de un total consenso en tendencias separatistas o naciona-
tenstone.s mternas ~aparecer como un partido unido capaz de gober- listas. No es por tanto un azar el que varías democracías occidentales
nar, le dio la victoria de 1982, 1986 y 1989 •q Lógicamente, el propio favorecieran la representación proporcional después de la Primera
i~1terésc!e los partidos y los legisladores de la mayoría es asegurar a su Guerra Mundial.
lrcler o lideres en una coalición el éxito y estabilidad en el poder. No La representación proporcional, sin embargo, no es necesario
lo hace~ siempre, per? muy probablemente pagan un precio, excep- que sea un sistema electoral totalmente débil que asegure escaños a
to qutza cu.ando la alternativa son partidos antisistema o partidos partidos minoritarios ideológicos o formados por grupos de interés,
que se perciben como tales, como fue el caso de la Cuarta República contribuyendo así a la inestabilidad del gobierno, como en la Repú-
y en Italia después ~e la Segunda Guerra Mundial. Yo diría que blica de \X!eimar. Algunos sistemas de representación proporcional y
mclus_o hay algún peligro en Ja cohesión y disciplina de un partido, otras normas electorales pueden reducir la fragmentación. La repre-
especialmente cuando un solo partido tiene una mavoría absoluta sentación proporcional no tiene por qué llevar a situaciones como las
como el PSOE en España, P1\SOK en Grecia y Íos ~onservadores que se dan en Holanda y en Israel, donde un 1 por ciento del voto
británicos bajo el liderazgo de Margnret Thatcher. asegura un escaño. Varias democracias parlamentarias han introdu-
, Aunque el propio interés de los partidos y ele sus diputados sea cido un umbral mínimo para la representacíón; un cierto número ele
el !actor más importante para asegurar que Íos partidos cumplan con votos, como en la República Federal Alemana, o un cierto número de
su principal función en una democracia pariamentaria, los sistemas distritos ganados, o una combinación. Estos mecanismos presentan
parlamentarios modernos han introducido mecanismos adicionales algunas dificultades en sociedades multiétnicas y multilingües como
para reducir los peligros de la fragmentación de partidos y la ines- la española, y por tanto no pueden utilizarse siempre. Algunas veces
tabilidad del gobierno, que los críticos asocian a veces con el parla- son incluso injustas; por ejemplo, la Quinta República requiere un
mentarismo. umbral de 12 por ciento. Algunos sistemas de representación pro-
La fragmentación del sistema ele partidos está en gran medida en porcional, como el sistema d'Hondt utilizado en España, en Grecia y
función de la estructura social, pero un sistema electoral fuerte puede en Chile (1925-73), aseguran, especialmente en distritos con pocos
reducirla considerablemente. Indudablemente, distritos unipersona- miembros, una representac1on desproporcionada a los partidos
les en los cuales una pluralidad de votos asegura la elección es muy mayores y contribuye a lo que en España se llama voto útil, es decir,
probable que reduzca el número de partidos representados en el la tendencia de los votantes a apoyar a los partidos que tienen una
parlame~to, excepto allí donde minorfos étnicas o lingüísticas tengan probabilidad de proveer un líder para el gobierno.
asegurada una representación en áreas en las cuales son numérica- La objeción que se hace es que en los sistemas parlamentarios los
gobiernos de coalición son necesarios muy a menudo porque no es
"' Sobre este punto, ver: Linz, «Changc nnd Cont1m1J1v 111 thc Nature of Comem-
probable que haya un partido con una mayoría absoluta. De la expe-
pornl)' Dcmocrncícs», en Rcexami11mg Democmci: Eur1ys 1~1 /-/011or of Scrmour Mm·/111
L1pset, editado por Gary Marks y Larry Diamond (i\:cwhury P¡1rk. Calif.: Sage, 1992). riencia europea resulta claro que los gobiernos ele coalición pueden··
pp. 182-207, esp. pp. 188-90 y los estudios que se rn,111. ser estables y que, una vez que se impone una fuerte disciplina de
131
130 Ju.rn J. L1nz Democracia prcs1ckncd o parla1rn:nraría: ¿Que <liferenc1a implica?

partido, pueden permitir una mayor representación democránca y un de la Consrirución de 1978 y que se ha discutido en Portugal en las
mayor debate que algunos de los gobiernos mayoriraríos. Pueden propuesr,1s de reforma consriluc1onal % La Grundgeset.z .1le1rnrna
también facilitar la nlrernancia cuando dos de los partidos mayores dice:
tiene electorados grandes y estables, como es el caso de Alemania
donde el FDP acrúa corno bisagra entre los social demócratas y los Artículo 67:
l. El 13und<::st<lg sólo puede expresar su falta de co1:fianza en el Canci-
demócrata crisrwnos. Sin embargo, rengo que admitir que la ínesra- ller Feclerai elig1<::ndo a un sucesor por mayoría de sus miembros y solicnan-
bilidad del gobierno ha sido uno de los argumentos más fuertes en do del Pres1clenre Federal el cese del Canciller Federal. El Presidente fede-
contra del parlamenrarísmo y a favor del presidencialismo. Al pre- ral debe cumplir con esra demanda y noml~rar a la persona elegié~a.
sentarse este argumento se olvida que en los sistemas presidenciales 2. Un período ele cuarenta y ocho horas debe transcurrir entre la
hay una consídernble inestabilidad en los equipos de gobierno y que moción y la elección.
en los sistemas multipartido los equipos presidenciales son también Artículo 68:
frecuentemente gobiernos de coalicíón, aunque tengan la desvemaja Si una moción del Canciller Federal pidiendo un voto de confianw no
de que los ministros se seleccionan corno individuos que no tienen recibe el ascntimiemo de b mayoría ele los miembros del 13undesrag,. el Pre-
sidente Federal puede, a peunón del Canciller Fecb·,11, disoll'er el P,1rla-
c¡ue comprometer neces;1riarnete a sus parti<los para que apoyen sus
mento dentro de 21 días. El derecho a disolver caduc.iní tan pronlo como el
políticas. La imagen de un gobierno de asamblea derrocando a su Pariamenro por mayoría dt: sus miembros elija otro Canciller Fcdcrnl.
antojo gobiernos asocíad,1 con la Tercera y Cuarta Repúblicas y con la
democracia italiana de las últimas décadas no es la norma en sistemas Esra norma consrituc1onal crea en los sistemas parlamentarios
parlamentarios, íncluso en países latinos. Desde 1977 España lrn una posición fuerte p<lra el primer ministr~, ya que no pu~~le s~r
tcniJo sólo tres presidentes de gobierno, a pesar de una considerable destituido por una mayoría puramente negativa, como .sucedw en ia
inestabilidad en los gobiernos bajo Suárez durante el período que República de \\lei 1rnir cu.mdo los nazis y ºlos comurnsws h1c1eron
precedió a su caída. Por otra parte, la imagen negativa asociada con la imposible todo gobierno esrnble pero eran mea paces, de ofrecer .uno
inestabilidad del gobierno podría corregirse; se ha argüido que bajo alternütlvo. Por otra parre, esta norma ha sido entienda por la ng1dez
la Cuarta República la inestabiliJaJ del gobierno contribuyó indi- que introduce <11 hacer mús difícil la alternancia en. el g.~bierno .
rectamente a la capacidad del sistema para tomar Jecisiones impor- Llegnclos ,1 este punto está claro que la combmac1on ,ciertas d:
tantes ~5 . Por orrn parte, Ja inestabilidad a menudo es más aparente reformas en la ley elecroral que modifiquen una represenr<:c1on pro-
que real porque las mismas personas ocupan el puesto de pnmer porcional extrema y la norma del voto de censur'.1 construct1v~ puede
ministro durante mucho tiempo, aunque no continuamente, y mu- reducir en gran medida la inestabilidad del gobierno en los sistemas
chos de los ministros permanecen en el cargo después de los cambios parlamentarios, permitiendo al mismo tiempo un cam.b10 de pnrneros
de gobierno; incluso los partidos que ocupan ciertos ministenos son ministros sin provocar una crisis constitucional o sm necesidad Je
los mismos durante períodos prolongados. Hay mucha m,1s conti- recurrir a medidas exrrenws corno el juicio político de un presidente.
nuidad de la que parece cuando se ven los datos sobre la duración de En bs democrncias parlamentarias las crisis de lidernzgo pueden
los gobiernos y la frecuencia de las crisis.
La experiencia de la inestabilidad del gobierno en la l~epública "' En relación con el voto ck censura consl rucnvo, ver l3ar, J:.l pres1de11te del
de \Xleimar indujo a los legisladores de Bonn a introducir una gobierno rn J:.spaúa, con referencia a los rrnba¡os <le los conswudon~lisra~ alci~rnnes Y
importante innovación constitucional: el voto ele censura construc- españoles. Guílhcrme J'Olive1ra Maruns, Dicrer Nohlcn,JoseJuan Gonzakz Encm':1"•
Amómo Viwnno, José 1vh1galhiies y Jorge Sampa10, Jl rcv1siio co11st11110011al e a J/ID[flO
tivo del artículo 67, que los españoles recogieron en ei artículo 113 de censura com/mclwa (lisboa: Fundai;:iio Frn:drich Eben, ! 988), mcluye capítulos
sobre ]a Cons1Huc1ón de l3onn v i:i Consrirución española de 1978, con refcrencrns
5
" Philip Williams, Polit1cs 111 Post- \\'i1r fm11ce. Part1es a11d the Comt1111tt011 111 the l)ibliográficas. Sobre el uso dd ;.010 <le censura ~onsrrucr1vo en A.lem:mia, ver Lewís
Fourth Republic (LonJres: Longrnans, Green, 195-l), ¡;. 399. J. Edinger, \\'l!'St Ca1111111 Puli11cs (Nueva York: Columbrn UP, 1986), p. 2'17
Democracrn presidencial o parlamentarw: ¿Qué diferenCJa implica? 133
132 .luan J. Lmz

provocar crisis de gobierno y no, como en los sistemas prcsíclcnciales, de un programa político genernl» (según el artículo 65 de la Gnmd-
crisis de régimen 97 . gesetz alemana). El canciller, además, tíene también poder para nom-
Una posible ventaja del parlamentarísmo es que Íos líderes de los brar y destituir a ios ministros, que se ocupan de los a~untos de SL'.s
partidos que aspiran a gobernar llenen oportunidad ele fomilianzarse departamentos Jentro ele la línea marcada por el canciller. La posi-
con distintos temas y asuntos en comités y en los debates más impor- ción del canciller depende ele la fuerza de los partidos --el suyo y los
tantes, y pueden relacionarse unos con otros. El asp1rnr a gobernar en que han entrado en la coalición del gobierno-, pero en principio es
un país sin haber estado implicado en el quehacer di<1rio de la políti- algo más que en un przmus in ter pares. Por otra parte, tiene una rela-
ca, ele la legislación, ele los debates de Íos presupuestos, ele los enfren- ción directa con el electorado porque los partidos entran en la cam-
tamientos entre gobierno y oposicíón, no es posible. ¡\ io largo de paña bajo un líder al cual proponen como primer minis:ro y piden
este proceso pueden surgir líderes en los partidos, puede organizarse apoyo para conseguir este objetivo. El canciller, como líder del par-
un gobierno en la sombra, y el público puede familiarizai~se Íenta- tido vencedor. personaliza la campaña. Sin embargo, esto no es exac-
mente antes del período electoral con el líder de ia oposición, cuando tamente así en todos Íos sistemas parlamentarios.
éste trata de obtener el apoyo ele un partido con el Fin de llegar a la Algunos analistas han sugerido que el «primer ministro» o «pre-
presidencia del gobierno. Aunque haya a quienes no les gusten los siclent~ ele gobierno» en una democracia de canciller representa una
políticos profesionales, los estados modernos son demasiado com- cierta conv~rgencia con la personalización de los poderes en el pre-
plejos para que estén gobernados por <«1mateurs». El parlamento sidencialismo. Esto es cierto sólo en parte, ya que en último término
debe ser una escuela, un vivero de líderes. Los miembros ele un par- el prírner ministro necesita la confianza y el apoyo de su partido (si
lamento comparten experiencias, relaciones personales y vínculos tiene la mayoría en el padamento) y en el caso de un gobierno de crn;-
de partido que hacen posible la negociación, el consenso v el acuerdo lición, el ele sus compañeros de coalición. En los gob1e.rnos mmo1:1-
entre gobierno y oposición cuando sus papeles se 111\'Íerten. tarios, el primer ministro necesita el apoyo de los partidos que, s1~1
estar en el gobierno, apoyan su política o la toleran. Incluso en la p~·1-
vileuiada posición de un primer ministro. es necesaria una atenc1on
Gobierno parlamentario: Gobierno de primer ministro con~inua para mantener ese apoyo, y por tanto podemos hablar de
gobiernos ele parlamento, o quizá, para ser más exactos, de gobiernos
Uno poJría sentirse tentado a carnctenzar algunos de los sistemas de partido-parlamento.
parlamentarios modernos como regímenes e.le primer ministro o can-
Sarton propone una solución impura a la qu~ <lenomma algum1s veces semipar-
ciller (Kanzler) 98 . Frente al rég¡me d'asscmhléc clásico de la Tercera e
lamcntana, que sosiaya el prumpio de soberanía del parlam.ento. M1 argumento a favor
incluso de la Cuarta República Frances<l, estos regímenes se basan en del parlamcnrnnsmo Je prem1er. corno el bntámco o b_ J.:.a11zlerdemok;a11e alemana:
conceder al primer ministro el poder para «elaborar y ser responsable coinoJe con el SU\'O, pero diferimos en la caractenzac1on ele estos reg1menes. En mi
opinión, son parbmentarios porque !a elección _Jel pnmer m1111stro <?del ~a.nzlcr la
hacen los paruJos en el parlamento y la contmu1dad en el cargo Jepende en ultima ms-
.,; La forma en que funcionan ios gobiernos parlamentarios en Europa \'aría enor· tancia dei parlamento, donde se gana un voto de confianza, se fr~casa Y no se puede
mcmente, especialmente en la fonnac1ón de g<1b1nctcs \'su relación con d parlamento. proporcionar un gobierno alternatl\'O, o incluso se teme la d1sol:ic1on y la neces1~ad ,de
No podemos discutir aquí esta rica y complc¡a experiencia; rcfcnmos al lector a la enfrentarse con el clcctornJo. Los sistemas parlamentarios modernos Y rnc1onalizados.
monumental obra de Klaus van Bevmc Die parla111c11/anschc11 l<.cgicm11grsrsleme m no eliminan el papel de los partidos o de los parlamrntanos, pero hm1tan el uso exce-
Europa, pt. 2, pp. 449-900. - sivo, arbitra río e irresponsable del poder parlamentario. Sm embargo, el e¡ecum·o _ue-
'" Giovanni Sanan, en ci capítulo 3 de esta ohra. arguye acertadamente contra el ne que prestar atención al parlamento, a su pamdo o a los que apoyan un~ coahc1on Y
parlamentansmo puro, el go11vem111e111 d'msemhléc. en el que el parlamento gobierna por tanto no es «mdepen<líente» o «no ;esponsable» durante todo el penado legisla-
y el eíecutivo -el primer mmistro y su gobierno- no tiene autondad y no está pro- tivo. Los «no iguales» elegidos democratlcamente sobre los que gobierna o entle l?s
tegido de mayorías que cambian r:íp1da111ente en la asamblea a la que no se puede que gobierna tienen una parte en el poder y potencialmente tienen que responder del
hacer responsable. uso que hagan de él.
D1.:mon,1c!l1 pn.:s1d1.:ncial o pMLHn1.:n1arw: ¿Qué dilcrcncia implica? 135
13.J Juan J. Línz

Dificultad de una transición de presiJencialismo constitución tendría rotalrnente derecho a ,1gorar su rnanchiro parn lle-
a parlamentarismo var a cabo las funciones asignadas a la presidencia en la nueva cons-
tiwción. Esto sucederÍ<l especialmente en el caso de un presidente
En países que rradicionalmente han tenido una constitución pre- elegido con el apoyo de todos los que desean una transición il un sis-
side:nc1al, o donde un régimen autoritario promulgó una constitución tema político completamente democníuco. Esta solución tendría
de este tipo, en el proceso de innovación constítucionalla transi- rnrnbién la venrnja de que aseguraría una continuidad formal y sim-
ción a la democracia se lleva a cabo con la libre elección de un nuevo bólica con la k:gali<lad p<1sada, al tiempo que rompería con el legado
presidente, supuestamente bajo la antigua constírucíón, para un pe- autornario en lo que no fuera comparible con el nuevo régimen
ríodo normal o reJurn.io. Esta situación difiere fundamentaimenre de Jcmocnítico. Podría entonces ser un valioso componente de lo que
aquella en ia que se encontraron muchas democracias de Europa en España tue la reforma pJcrnda-ruptura p<lCtada. El presidenti.:
occidental en el momento de la transición. En éstas, la primera elec- elegído de acuerdo con las normas constitucionales existentes antes
ción después de una dictadurn fue para elegir una legislatura, cons- de la democracia sería parte del proceso ele reforma, y b nueva cons-
tiruyenre o no, que era libre para crear las nuevas insríruciones sin rituc1ón y el nuevo gobierno apoyado por el parlamento, parte de la
tener que deslegitirnar al presidente dernocráricamente elegido. Las ruptura con el pasado que contribuyó a la quiebra o fue el producto
Cortes españolas elegid¡¡s en 1977 como resultado de la Ley para la de una imposición autorítaria, corno en Chile.
Reforma Política que hizo posible la transición eran en principio
libres de considerar cualquier forma constitucional. Incluso discu-
tieron por motivos simbólicos, aunque sin ninguna viabilidad o sen- Conclusión
rido p<ml el proceso político, si España debería ser una monarquía
(según el referéndum de la Ley para la Reforma Política había deci- Este análisis se ha centrado en algunos de los problemas estruc-
dido ya en diciembre de 1976). turales inherentes al presidencialismo, entre otros la legirimidacl
Es discutible si una <tsarnblea constiruyente o una legislatura que democrática simultánea del presidente y el congreso, la probabilidad
sin haber sido elegida con ese fin emprende la tarea de hacer nuevas de conflicto, la ausencia de mecanismos obvios para resolverlo, el
leyes constitucionales o enmiendas a una consrituc1ón puede ignorar c,m1cter de suma-cero de las elecciones presidenciales, Ja implicación
la existencia de un presidente elegido democráticamente. Se plantea mavoritaria que puede llevar a una desproporcionalid<td que deje a
así un terna nuevo y complejo: la colaboración entre el congreso y el mú~ del 60 por ciento de los vorantes sin representación, la polariza-
presidente. Parece sin embargo razonable esperar que un presidente ción potencial, la rigidez de los mandatos fijos y las reglas de no ree-
qLie ha sido elegido como símbolo de una renovación democrática lección normalmente asocíadas con el presidencialismo. Se han dis-
colabore con el congreso diseñando las nuevas instituciones políticas cutido también algunas de las implicaciones que el presidencialismo
y poniendo su peso y prestigio detrás de la nueva constitución (espe- tiene para la cultura política, el sistema de partidos y el reclutamien-
cialmente si no puede ser reelegido). Hasta que ésra no haya sido to de las elites del congreso. Quiero subrayar que todas estas conse-
aprobada de acuerdo con los procedimientos designados, no se exi- cuencias no se dan en roclos y en cada uno de los casos, sólo destaco
girá al nuevo presidente que renuncie al poder, y si el presidente se que son prob,1bles. Se necesitaría mucha más investigación para pro-
compromete a defonJer la nueva constítución, no se le pedirá que barlas sisternútic1mentc, aunque fácilmente se vienen a lü mente
renuncie al cargo hasta d final del m2ndmo. No hay que olvidar que e1emplos de esras pautas que estfo documenradas en algun<lS de las
lm sistemas parlarnemarios rienen cerno jefe de estado a un rey o a contribuciones a este: volumen. Alfred Stepan y Cindy Skach en el
un presidente que L~'~nera:. -1ente es elegido no por el pueblo sino capírulo 4 hacen c:n análisis «contra-factual», con toe.las las dificulta-
por un cokgío elecorní representafr.:o. En esta situación, un presi- des, de lo que hubiera sucnlido si duranre crisis grnvcs una serie de
dt:nre elegido popularmente como defensor y p<trtidano dt: la nueva de11hJG.tU;~ huGícra11 sido parLunenrnrias t:n lugar Je pri.:sidenciales,
136 Juan!. Linz Democracia prcs1dcnc1al o pulamenl;ma: ¿Qué diferencia implica) 137

y (como yo he hecho parn Espar1a en 1977) qué hubiera sucedido en bablemente sociedades con guerras civiles o con los problemas oc
algunas ele las democracias parlamentarias si hubier,111 tenido consti- algunos de los países africanos. Tampoco discuto el que haya f~rmas
tuciones presidenciales. degeneradas tanto de presidencialismo como de parl~me~1ta.nsmo;
He tratado también la gran variedad y canícter ambiguo de los hav muchos casos que se le vienen a uno a la mente. Solo ms1sto en
sistemas denominados semipresiclencial o semiparlamentario de eje- qu-e el presidencialismo parece que supone un mayor riesgo par~ una
cutivo dual, que también se han llamado p;1rlamentansmo de premier política democrática estable que el parlamentai:1smo contemporaneo.
y parlamentarismo presidencial. Estos sistemas, como los comenta- Los ingenieros políticos. como los 111ge111eros que construyen
ristas han observado frecuentemente, funcionan bien como presi- puentes, d~berían planear pensando en las condicion~s menos fav~­
denciales o como parlamentarios, y pueden conducir a situaciones rables, aunque con la esperanza de que nunca llegaran a materiali-
conflictivas o a una situación de empate, a menos que el presidente zarse. Puede que se considere inútil cuando se cuentan los costes
muestre una habilidad política extraordinaria y un s1wmr /cure en el adicionales, que en el caso de desarrollar institucione~ ~?lítica~
caso de una mayoría parlamentaria distrnta de la que le apoyó en la son los costes de la innovación, de los retos a la tradioon. /\si
elección. En el caso de la República de \Xfe1mar y de la República como los constructores de puentes nunca pueden asegurar que los
española en los años treinta, el sistema de ejecutivo dual llevó a solu- puentes no van a ceder bajo algunas circunstancias extr~mas, nm-
ciones ele una dudosa constitucionalidad y contribuvó decisivamente gún constitucionalista puede a_segurar que_ las rnst1tuc1ones que
a desgastar las instituciones democráticas-. He desta-cado también las crea sobrevivirán a todos los nesgos y peligros y garantizar un~
consecuencias especialmente rnquietantes que tienen estos sistemas democracia consolidada. Sin embargo, la evidencia acumulada del ·
parn la relación con las fuerzas armadas. pasado en los sistemas presidenciales, especialmente en Latín_o-
Finalmente he analizado brevemente ;1lgunas de las principales américa v en Asia, y el éxito de las democracias parlamentarias
objeciones al parlamentarismo, haciendo notar cómo bajo ciertas contemp~ráneas en ios países de Europa occi~ent?I muestran una
circunstancias pueden estar justificadas 9 '', pero también cómo las serie de tantos que parecen favorecer a las rnst1tuc10nes parlamen-
democracias parlamentarias contemporáneas han superndo algunas
tarías. ¡ ·
de las consecuencias disfuncionales del parlamentarismo extremo y La innovación no es necesariamente buena, pero asirse a as lll~-
su sistema de partido fraccionado. He discutido también amplia- tituciones del pasado cuando han fallado frecuentemente Y no ele~ir
mente cómo los sistemas parlamentarios en la política contempcmínea el innovar es perder una oportunidad hi,s:órica. Q~izá como crnda-
pueden favorecer el que surja un liderazgo nacional y en los partidos dano de España, donde los líderes pol1t1~os pudieron llegar a un
fuerte, capaz de gobernar con suficiente apoyo bajo condiciones crí- consenso para atreverse a crear nuevas 111sutuc1o_nes que han llevado
ticas. a un régimen parlamentario democrático consolidad_o, te:igo un ses-
No hay duda de que ni el parlamentarismo ni el presidencialismo, go en mi preferencia. Creo, sin embargc;, que el uso mte~1gente de la
ni un sistema mixto, son capaces de resoh•er con éxito problemas oportunidad histórica después de _muchos fracasos ~ ~1ctadur~s es
intratables como con los que hoy se enfrentan Líbano, Chipre y pro- prueba de que la innovación es posible y puede tener exlto. N~d1e en
España entre 1975 y 1978 podía estar segu~o ~e que e~ expenmento.
'J'J El sistema parbmcntarío isrnclí se considera generalmente como un caso «mnlo» tendría éxito. Sin embargo, la experiencia de Espana Y de otras
ele parlamentarismo, con su sistema ele partido altamente fracc1on.1do len gran medi- democracias europeas, especialmente la República Aleman~, muestra
da como resul1ado de la ley dec1ornlJ. ia dificuliad de fornrnr coalic1oncs y su mesra- cómo el liderazgo innovador y una constitución cuidadosamente
bilidad, el bloqueo debido a las conces1ones que se hacen al fornrnr las coalic1ones )'
otros problemas. Se han propucslo soluciones, algunas próximas a cnmbwr a un sis-
pensada y elaborada puede en_ gran medida ayudar a generar las
tema presidencial puro, incluyendo la cleccic'in direcla de un primer 111111istro. Ver la condiciones para una democracia estable. .
«Conclusion, Directions for Reform», en Ehud Spr1nz;1k y LmT1· Diamond. lsrt1e!- En las primeras etapas de la transición a ~a democraoa en Espa-
Dc111ocracy undcr Stress Woulder: Lynne Rienncr. 1993 l. ña. Adolfo Suárez, que todavía no era el presidente del gobierno, en
1-W Juan J. Lmz Democrncín prcs1dencwl o parlamentaria: ¿Qué diferencia implica? ¡~ i

temala y quizá Honduras) explica la difercnci;1 entre l;1s 9 o 10 demo- necesita más información tanto para probar como para desmentir
cracias parlamentarias (con por lo menos dos elecciones democráticas esta conclusión. Para empezar, ¿cuántas democracias, parlamentarias
si.n que se produjera una quiebra) y las 14 democracias «presiden- y presidenciales. había antes ele la Segunda Guerra Mundial?
ciales» entre los 48 países (49 con la India) considerados. La América Latina incluía 17 países, todos presidenciales -ex-
Sin embargo, las dudas de Shugart y Carey sobre la relación cepto por cortos interludios- antes de 1945, ¿Cuántos eran demo-
entre tipo de régimen y estabilidad democnítíca están basadas en cracias. de acuerdo con unos estándars razonables? ¿Cuántos, aparte
un análisis de la caída de los regímenes democráticos en el siglo xx. de Argentina, experimentaron una quiebra?
La lista incluye un total de 40 casos ele quiebra -en algunos' países Ct~ando considerarnos la Europa de entreguerras 103 tratamos
dándose más de una-, 22 de sistemas parlamentarios. 12 de sistemas abrumadoramente con democracias parlamentarias, excepto algu-
pr_esiclenciales y 6 de «otros tipos» (uno presidencialista con pre- nos pocos regímenes semipresidenciales: Alemania y Finlandia y,
m1er [Austria] y 5 parlamentarios presidenciales. entre los cuales dependiendo del criterio que se use, Austria, Irlanda e incluso la
incluyen a la República de \X!eimar, Ecuador [ 1962], Perú [1968], República Espai'iola. De un total de 28 países (incluidos Turquía y
Corea [1961] y Sri Lanka [1982]). Rusia), 25 (o por lo menos 22) eran parlamentarios. El total incluía 12
De acuerdo con sus datos, ías quiebras afectaron a 7 democracias democracias estables y 16 países que experimentaron una quiebra o
parlamentarias (todas en Europa) antes de la Segunda Guerra Mun- un fracaso de la consolidación democrática. De los 2 regímenes ver-
dial, a 2 sistemas mixtos (J\iemania y Austria) y sólo a una democracia daderamente semipresidenciales, 1, la República de \X!eimar, experi-
presidencial (Argentina). La quiebra de las democracias europeas está mentó una quiebra.
bien documentada, pero hay considerable ambigüedad en cuanto a En este contexto de 15 <<Viejos estados» (excluidos los imperios)
cuándo y durante cuánto tiempo los países latinoamericanos pueden o que no experimentaron cambios importantes en sus fronteras, 9 eran
no considerarse democráticos y si llegó a producirse una quiebra y democracias parlamentarias estables. De los 8 nuevos estados, 5
cuándo. Esto explica por qué sólo se incluye Argentina en este períod~. sufrieron una quiebra. La democracia no se consolidó o sobrevivió en
Sí consideramos el período de después de la Segunda Guerrn los 5 imperios derrotados -Rusia, Turquía, Austria, Hungría y Ale-
Mundial, Shugart y Carey enumeran 14 casos ele quiebra de demo- mania- independientemente del tipo de régimen.
cracias parlamentarias: Excluyen acertadamente la transición ele la El parlamentarismo en la Europa de entreguerras, a diferencia de
Cuarta a la Quinta República, que consideran como un caso ele ree- la Europa de las posguerra (con excepción de Grecia), no aseguró un
quílibramiento, y otros casos en los cuales no se celebraron elecciones desarrollo o una estabilidad democrática. Quizá, entre otros factores,
consecutivas antes de producirse la,c¡uiebra, con el fin ele eliminar en una serie de países se produjo un proceso de aprendizaje y las
países con una independencia reciente que celebraron la primern constituciones introdujeron innovaciones que contribuyeron a la
elección bajo la mirada vigilante de un poder coionial que se retiraba estabilidad. Después de la guerra, de 14 democracias europeas, sólo
o como una representación a beneficio de los extranjeros. Sólo una 1 experimentó una quiebra. Obviamente no cuento ios países en la
ele estas quiebras se produjo en Europa (en Grecia). Las 14 quiebras órbita soviética como Checoslovaquia ( 1948) o Hungría.
de regímenes parlamentarios contrastan con las 12 ele sistemas pre- En este mismo período, de los regímenes presidenciales demo-
sidenciaies y las 4 de sistemas que ellos llaman «parlamentarios pre- cráticos en estados que habían alcanzado la independencia antes de
sielenciaies», (La lista sin embargo omíte múltiples quiebras en el 1945 -cuyo número es más difícil de fijar-, sólo los Estados Uni-
mismo país; el haberlas incluido podría haber aumentado el número dos y Costa Rica no experimentaron una quiebra democrática. El
en la Améríca Latina.)
Estas cifras podrían apoyar la tesis ele que el tipo de régimen no 'º' Juan J. Lmz, «La crisis de las democracias», en Eurof>a e11auis1919-1939, edi-
tiene mucho que _,;er, o incluso que los regímenes parlamentarios tado p~r i\-l~rcedes Cabrera. Santos .Juliá y Pablo Martín Aceña (Madrid: Editorial
son más vulnerabk_s que los presidenciales puros. Sin embargo, se P,1blo Iglesias, 1991), pp. 231-80; ver tabla 1, p. 235,

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