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Los espacios urbanos que otrora no fueran más que escenarios; han cobrado una dimensión
significativamente simbólica en las formas literarias contemporáneas, en donde la ciudad,
como potencia dinámica, interactúa, afecta y modifica el devenir metafísico urbano, dando
lugar a la reflexión sobre la posibilidad de una existencia de una hermenéutica del espacio en
las ciudades contemporáneas y su influencia en las narrativas urbanas.
Para el autor, la reflexión que gira en torno a la ciudad como espacio en el que tiene lugar lo
novelesco urbano no se limita únicamente a un inventario de lo espacial o referencial que
tiene lugar en la narrativa urbana. De hecho, propone una diferenciación entre las novelas de
ciudad escritas en el periodo de 1900 a 1950 y lo que posteriormente denominara novela
urbana:
“Podríamos afirmar que la “novela de ciudad” está relacionada más que todo con la
cartografía del espacio físico y el paisaje, con las menciones concretas de lugares,
monumentos, edificios y avenidas. Es realista y mimética y se establece por lo general como
testimonio. La novela urbana implica una concepción más amplia: es un horizonte en el que
todo es posible; es el aspecto abierto para que surja la cultura y la creación literaria”.
En primera medida, son las nuevas dinámicas individualistas que representan un cambio
cultural tanto en la vida en la ciudad, como también en la sociedad. Estas resignificaciones,
junto al alejamiento del ideal moderno y a la búsqueda de las libertades propias del sujeto
contemporáneo del que hablan Scott Lash y Giandomenico Amendola son el componente
fundamental del momento histórico y cultural posmoderno:
“La vida en la ciudad representa la posibilidad de construir relaciones libres de vínculos
predeterminados de carácter económico, social, político o territorial”.
Por consiguiente, la reflexión sobre lo urbano debe estar inserta en el ámbito de las
posibilidades y complejidades de la sociedad posmoderna:
“Son más bien las nuevas culturas, los sueños, los deseos y los miedos de su gente, la
variedad de las nuevas tribus urbanas, la nueva demanda de la ciudad, las que connotan a la
ciudad posmoderna”.
“La tierra está llena de hombres. De ciudades de hombres. De casas para hombres. De cosas
para hombres. Donde se vaya se encontrarán hombres y mujeres. Hombres que caminan
seguidos por mujeres que también caminan. Es indiferente que el paisaje sea de piedra roja
y bananeros verdes, o de hielo azul y confines blancos. O que el agua corra haciendo glu-glu
por entre cantos de platas y guijas de mica. En todas partes se ha infiltrado el hombre y su
ciudad. Piensa que hay murallas infinitas. Edificios que tienen ascensores rápidos y
ascensores mixtos: tanta es la altura a recorrer. Piensa que hay trenes triplemente
subterráneos, un subte, otro, otro y turbinas que aspiran vertiginosamente el aire cargado de
ozono y polvo electrolítico. El hombre... ¡Oh! ... ¡oh!”.
A su vez, en la Bogotá de José Antonio Osorio Lizarazo pueden evidenciarse las
consecuencias sociales que tuvo la desmedida expansión de la capital hacia lo que fueran los
territorios aledaños:
“Sí, la gente había cambiado mucho. Empezaba a civilizarse. Llegaban hasta el pueblo los
efluvios de la ciudad, el egoísmo de la ciudad, la amplia cultura de la ciudad. La apacible
quietud de la aldea se vio turbada de pronto por una serie de advenedizos, que trajeron su
codicia, su sordidez, su especulación y las comunicaron a los campesinos, después de haber
explotado durante algunas semanas su índole bondadosa.
Lo anterior es una aproximación a las primeras relaciones problemáticas documentadas del
hombre con la ciudad dentro del ámbito de lo literario, en donde los efectos sociales y
culturales que trajeron consigo la expansión y posterior consolidación de la ciudad pueden
tipificarse como un conflicto constante entre el hombre y el vertiginoso crecimiento del
territorio.
Espacio Urbano (Literatura Urbana)
Fuente
Para el autor, la reflexión que gira en torno a la ciudad como espacio en el que tiene lugar lo
novelesco urbano no se limita únicamente a un inventario de lo espacial o referencial que
tiene lugar en la narrativa urbana. De hecho, propone una diferenciación entre las novelas de
ciudad escritas en el periodo de 1900 a 1950 y lo que posteriormente denominara novela
urbana:
“Podríamos afirmar que la “novela de ciudad” está relacionada más que todo con la
cartografía del espacio físico y el paisaje, con las menciones concretas de lugares,
monumentos, edificios y avenidas. Es realista y mimética y se establece por lo general como
testimonio. La novela urbana implica una concepción más amplia: es un horizonte en el que
todo es posible; es el aspecto abierto para que surja la cultura y la creación literaria”.
En primera medida, son las nuevas dinámicas individualistas que representan un cambio
cultural tanto en la vida en la ciudad, como también en la sociedad. Estas resignificaciones,
junto al alejamiento del ideal moderno y a la búsqueda de las libertades propias del sujeto
contemporáneo del que hablan Scott Lash y Giandomenico Amendola son el componente
fundamental del momento histórico y cultural posmoderno:
“La vida en la ciudad representa la posibilidad de construir relaciones libres de vínculos
predeterminados de carácter económico, social, político o territorial”.
Por consiguiente, la reflexión sobre lo urbano debe estar inserta en el ámbito de las
posibilidades y complejidades de la sociedad posmoderna:
“Son más bien las nuevas culturas, los sueños, los deseos y los miedos de su gente, la
variedad de las nuevas tribus urbanas, la nueva demanda de la ciudad, las que connotan a la
ciudad posmoderna”.
“La tierra está llena de hombres. De ciudades de hombres. De casas para hombres. De cosas
para hombres. Donde se vaya se encontrarán hombres y mujeres. Hombres que caminan
seguidos por mujeres que también caminan. Es indiferente que el paisaje sea de piedra roja
y bananeros verdes, o de hielo azul y confines blancos. O que el agua corra haciendo glu-glu
por entre cantos de platas y guijas de mica. En todas partes se ha infiltrado el hombre y su
ciudad. Piensa que hay murallas infinitas. Edificios que tienen ascensores rápidos y
ascensores mixtos: tanta es la altura a recorrer. Piensa que hay trenes triplemente
subterráneos, un subte, otro, otro y turbinas que aspiran vertiginosamente el aire cargado de
ozono y polvo electrolítico. El hombre... ¡Oh! ... ¡oh!”.
A su vez, en la Bogotá de José Antonio Osorio Lizarazo pueden evidenciarse las
consecuencias sociales que tuvo la desmedida expansión de la capital hacia lo que fueran los
territorios aledaños:
“Sí, la gente había cambiado mucho. Empezaba a civilizarse. Llegaban hasta el pueblo los
efluvios de la ciudad, el egoísmo de la ciudad, la amplia cultura de la ciudad. La apacible
quietud de la aldea se vio turbada de pronto por una serie de advenedizos, que trajeron su
codicia, su sordidez, su especulación y las comunicaron a los campesinos, después de haber
explotado durante algunas semanas su índole bondadosa.
Lo anterior es una aproximación a las primeras relaciones problemáticas documentadas del
hombre con la ciudad dentro del ámbito de lo literario, en donde los efectos sociales y
culturales que trajeron consigo la expansión y posterior consolidación de la ciudad pueden
tipificarse como un conflicto constante entre el hombre y el vertiginoso crecimiento del
territorio urbano