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Pero no será solo este el único pañuelo que tengan nuestros soldados. Desde 1884
aparecen los primeros reglamentos y disposiciones en los que se diferencia el
<<pañuelo mochilero>> del llamado << cubrepercha>>.
En campaña su uso fue generalizado, sirviendo, una vez desplegada, para identificarse
en puestos y blocaos. También fue utilizado como improvisada bandera ondeando
victoriosa en las acciones de la Guerra de Marruecos durante los primeros años del
siglo XX.
El soldado después de cumplir sus obligaciones con la Patria, regresaba a su casa: Al
cuello colgaba el “canuto” con los papeles de su licencia y sus pocas pertenencias
envueltas en su pañuelo, muchas veces único recuerdo de la unidad en la que sirvió.
Este pañuelo con los colores de la bandera española le acompañará hasta su hogar
sirviendo para engalanar, los días de fiesta, los balcones y ventanas de muchas casas
de pueblos y ciudades, permaneciendo todavía esta tradición en muchos hogares
españoles.
Dejaremos para el final su más importante función, la de rendir un último tributo a los
soldados caídos en combate. Por su diseño, a diferencia de usados en otras naciones,
el pañuelo suponía que cada soldado portaba su propia bandera nacional que, en el
caso de caer en campaña era usada, puesta sobre su rostro, como mortaja. Función
sublime que quedó inmortalizada en la letra del Himno de Infantería: