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El análisis propiamente artístico de un edificio comienza por la observación de los distintos elementos que
lo integran.
Lo primero que salta a la vista son los muros, encargados de cerrar por fuera el edificio y de dividirlo por
dentro en habitaciones, estancias o recintos. Sobre los muros pueden plantearse muchas preguntas: de
qué material están hechos, si están recubiertos o no de decoración, si están perforados por muchas o pocas
puertas y ventanas.
Los materiales
Los materiales de construcción más habituales desde la Antigüedad han sido la piedra y el barro, cocido o
no. Pero en algunas regiones, como por ejemplo el Lejano Oriente, ha sido frecuente también el uso de la
madera. A partir del siglo XIX , se empezaron a emplear también el hierro, el acero, el vidrio y el hormigón,
y más tarde se introdujeron otros metales y materiales sintéticos. Desde entonces, la combinación del
hierro y del acero con el vidrio ha dado origen a algunos de los edificios más significativos de la
arquitectura moderna.
La piedra ha sido tradicionalmente el material más noble, y muy especialmente la piedra tallada en forma
de paralelepípedo, que recibe el nombre de piedra sillar. Al disponer los sillares unos junto a otros, se
pueden adoptar formas muy diversas, que dan origen a los distintos tipos de muros. Cuando los sillares son
pequeños y no demasiado regulares, se les llama sillarejo.
El empleo del barro en la construcción es tan antiguo como el de la piedra. No obstante, el barro es un
material más pobre y ha sido empleado generalmente en regiones geográficas que carecían de grandes
canteras, como por ejemplo Mesopotamia. El barro sin cocer, denominado adobe, suele emplearse por lo
común en construcciones no monumentales. El barro cocido, en cambio, que da origen a los ladrillos, se ha
usado en monumentos muy nobles, sobre todo durante el sigloXIX .
A veces, los edificios dejan a la vista los materiales de construcción, de manera que pueden distinguirse
perfectamente las piedras o ladrillos, advertir su tamaño y su forma y ver si están tallados de manera
decorativa o bien si son lisos. En otros casos, en cambio, los materiales de construcción se ocultan debajo
de placas decorativas, como el yeso, los estucos, el mármol, las porcelanas, los placados de piedra, etc.
Todos estos materiales, hábilmente trabajados, rebozan los muros y contribuyen a crear multitud de
efectos ornamentales. La arquitectura islámica, por ejemplo, usó con frecuencia este tipo de recursos en
sus edificios más importantes como las mezquitas.
Otro aspecto a considerar es el grosor de los muros. Suelen ser muy gruesos cuando recae sobre ellos todo
el peso de la cubierta. Pero pueden llegar a ser muy delgados cuando la cubierta descansa sobre los arcos y
otros elementos. En ocasiones están reforzados por contrafuertes, que los hacen más sólidos en los puntos
donde soportan mayores presiones. Los contrafuertes fueron muy importantes en la arquitectura románica
y, sobre todo, en la gótica.
Aberturas
Una vez analizada la parte compacta de los muros, hay que fijarse en sus aberturas, puertas y ventanas
que, además de tener una misión funcional, pueden desempeñar un papel estético importante. Es
interesante observar la forma de las puertas, su tamaño y si están enriquecidas o no con decoración
escultórica.
Han sido muchos los estilos arquitectónicos (románico, gótico, plateresco, barroco) que han prestado
particular atención a las puertas y portadas de los edificios. También hay que fijarse en el número, la
distribución, el tamaño, las características y la decoración de las ventanas, ya que todo ello influye de
manera notable en el aspecto de los edificios. Piénsese, por ejemplo, en la diferencia que hay entre las
ventanas de los campanarios románicos y los ventanales con vidrieras de algunas catedrales góticas, o en
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el uso que se hace de las ventanas durante el Renacimiento, convirtiéndolas en un medio de acentuar el
orden y la simetría.
Todos los edificios están formados por una serie de elementos sustentantes o soportes, que aseguran la
estabilidad de la construcción y resisten los empujes de la cubierta, y una serie de elementos sustentados,
que cierran el recinto por su parte superior y lo protegen de la intemperie.
Los principales elementos sustentantes son los muros, los pilares, las columnas, los contrafuertes o
estribos, las ménsulas, las cartelas y los modillones. Los principales elementos sustentados son el dintel, el
entablamento, las cúpulas y las bóvedas.
Las distintas formas que adoptan todos estos elementos y las diferentes combinaciones que de ellos se han
dado a lo largo de los siglos son las que sirven para definir los diversos estilos arquitectónicos que se han
ido desarrollando a lo largo de la historia del arte.
Al mismo tiempo, la combinación de todos estos elementos da origen a los tres grandes sistemas
constructivos.
Es la más antigua. Se caracteriza por el predominio absoluto de la línea recta, ya sea vertical, horizontal o
inclinada. En este tipo de arquitectura se emplean la columna, el dintel y el entablamento, y las cubiertas
son planas o a dos aguas. Los mejores ejemplos se encuentran en los templos egipcios y griegos.
Un elemento imprescindible en la arquitectura adintelada es la columna, que está inspirada en el tronco del
árbol y suele tener tres partes integrantes: la basa o pedestal sobre el que se apoya; el fuste o parte
central, y el capitel o parte superior, que es la zona donde se concentra la decoración, abstracta o
figurativa.
La arquitectura abovedada
Se caracteriza por la combinación de líneas rectas y curvas. Sus elementos más peculiares son el arco y la
bóveda, sostenidos por columnas o pilares. Da origen a interiores más amplios y libres que en el caso de la
arquitectura arquitrabada, de la que surgen espacios más pequeños y fragmentados. Sirva como ejemplo la
diferencia de espacio interior existente entre un templo griego y una catedral gótica. La arquitectura
abovedada nació tras el descubrimiento del arco, con su juego de empujes oblicuos, y supuso una profunda
revolución en el arte de la ingeniería constructiva.
El arco desempeña, pues, un papel esencial en las construcciones de este tipo. Puede adoptar formas
variadas, pero los elementos que lo integran son siempre los mismos: las dovelas o piezas en forma de
cuña que lo componen; la clave, que es la dovela que señala el punto central de la curva; y la imposta o
moldura saliente sobre la que comienza la curvatura. Se llama luz a la anchura máxima del vano y flecha a
la altura del arco medida desde la clave hasta la línea de impostas. La parte interior cóncava del arco recibe
el nombre de intradós, y la parte exterior convexa se denomina extradós.
La arquitectura moderna
Arbotante
Arco rampante que descarga sobre un contrafuerte exterior al edificio el empuje de las
bóvedas.
Cúpula
Bóveda semiesférica o semielíptica que puede cubrir una planta cuadrada, circular o
poligonal.
Cimborrio
Construcción de planta cuadrada u octogonal que suele elevarse sobre el crucero.
Pechinas
Triángulos de lados curvos que sirven para pasar de la planta cuadrada a la circular.
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Trompas
Bovedillas semicónicas con la parte curva hacia arriba y en saledizo. Sirven para pasar de
la planta cuadrada a la octogonal.
Imágenes:
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