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Así como en el desarrollo de políticas dirigidas a la formación académica, las Universidades

tienen el compromiso de centrar su atención en los estudiantes como los ejes transformadores
de la sociedad,

Es por ello que desde las aulas de clase se debe gestar la investigación dirigida hacia la
construcción de valores fundamentales que tengan como resultado la formación de
profesionales íntegros.

La universidad ha sido, desde sus orígenes, la encargada de formar profesionales y


especialistas en diversas áreas del conocimiento, y hoy debería ser también la
encargada de la formación de auténticos ciudadanos, responsables y comprometidos
éticamente con la realidad social que les rodea

Es importante resaltar que la tarea pedagógica y ética, también en el ámbito


universitario, debe consistir en identificar y generar las condiciones que garanticen
aprendizajes éticos, es decir, orientados a la optimización de la persona en su
dimensión individual y como miembro de una comunidad, para que sea capaz de
alcanzar mayores niveles de felicidad y equidad en su vida profesional, personal y
ciudadana, ya que lamentablemente muchos argumentan a veces que éstas son
funciones y responsabilidades de la familia y de la escuela, pero no de la universidad o
de las instituciones de educación superio

Desde mi particular punto de visto, consciente de la realidad que se vive en éste


ambiente global y de las características heterogéneas de la nueva sociedad en el muy
evolutivo siglo XXI conformados por sociedades plurales y diversas, inmersas en
procesos de globalización económica, confiadas en las nuevas tecnologías de la
información y la comunicación y con nuevos retos presentes y futuros; me atrevo a
pensar en un modelo de formación en valores que pretenda integrar la construcción de
la personalidad moral y el desarrollo de determinadas habilidades y dimensiones de la
persona, y la aprehensión de un conjunto de valores deseables, de forma que no se
trata tanto de aprehender una serie de valores y de patrones de pensamiento éticos
externos, sino más bien de aprenderlos, de hacerlos suyos y de incorporarlos a su
repertorio cognitivo de una forma significativa

or lo cual la formación universitaria debe proporcionar al estudiante el conjunto de


conocimientos necesarios para su futuro ejercicio profesional. Pero estos
conocimientos debe proporcionarlos a través de contextos de aprendizaje y de
enseñanza en los que estén presentes valores como la seriedad, el rigor y la duda, la
crítica y la autocrítica, el tesón y la superación personal ante las dificultades de
comprensión, análisis y síntesis.
Ante todo con una defensa de una enseñanza de Ética y valores que reflexione sobre su
contexto no quiero decir que simplemente se recojan de forma acrítica los valores del
contexto y se difundan. Lo que quiero transmitir es que la Ética y los valores en la educación,
como ya he mencionado, están al servicio de un proyecto de sociedad. Y ese proyecto es una
sociedad plural, laica que respete las diferentes confesiones (o no creencias) y que sea
consciente de su dinamismo y las razones de éste, así como sus implicaciones. La educación, y
sobre todo la Ética y valores en la educación, no debe olvidar que su finalidad es formar a un
ciudadano, no la formación de un consumidor acrítico o un trabajador o empresario que deje
de lado las otras dimensiones de su persona y que se olvide de su responsabilidad social.
Tampoco debe olvidar, para no caer en frustraciones innecesarias, que la educación sólo es
una parte de los esfuerzos (junto a los esfuerzos económicos y políticos) en la construcción de
esa sociedad de ciudadanos y no de individuos atomizados.

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