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Lo cierto es que este libro es, tanto para los que quieran
saber qué es esa cosa llamada ciencia como para
quienes estamos del otro lado del mostrador –
o del microscopio, en este caso – verdaderamente
sorprendente y necesario. Por lo menos, salimos
ISBN 000-000-000-000-0
colección
ciencia que ladra...
x mm
Kreimer, Pablo
El científico también es un ser humano. - 1a ed. - Buenos Aires :
Siglo XXI Editores Argentina, 2009.
128 p. ; 19x14 cm. - (Ciencia que ladra... / Diego Golombek)
ISBN 978-987-629-084-5
CDD 001.42
isbn 978-987-629-084-5
Publicar y castigar 93
El papel de los papeles y breve paso de comedia, 93.
Publicar y publicar, 97. Pero ¿qué es un paper?, 99.
La fabricación del paper, 104. Última revisión del
modelo lineal, 108
Epílogo 139
Este libro (y esta colección)
diego golombek
Acerca del autor
logía porque eran ricos, o si ambos motivos son las dos caras de
la misma moneda (vamos a discutir algo de esto en el próximo
capítulo). En todo caso, lo que sí queda claro es que el papel del
conocimiento nunca fue tan crucial como en la actualidad, y en
particular el conocimiento científico.
Así, el desafío de mostrar el carácter profano-social de la cien-
cia es interesante justamente porque es riesgoso: si realmente
vivimos en una sociedad del conocimiento, intentar desnudar
sus bases sociales podría ponernos en el lugar de rebeldes o de
herejes. Por suerte, la cosa no llega tan lejos: como las bases de la
ciencia no se sostienen sólo en su enorme poder social, sino
también en la “demostración” de su eficacia como sistema de
pensamiento y en el “convencimiento” de los profanos desde
su más tierna infancia (por ejemplo, por medio de la educa-
ción científica), quienes indagan sus cimientos sociales sólo co-
rren el peligro de la polémica y el debate, que, por cierto, son
formas mucho más civilizadas que la guerra para dirimir los
desacuerdos.
Algunas preguntas
Las ideas surgen alguna vez; luego, cuando las incorporamos, pa-
recen “naturales”. En este caso, alguien se puso a pensar que la
emergencia de la ciencia, el desarrollo de la tecnología y la socie-
dad industrial ocurrieron a lo largo de un período que coincide
en el tiempo. Y fue el sociólogo estadounidense Robert Merton
quien propuso, por primera vez, la asociación de estas tres pala-
bras, de estos tres conceptos, en su tesis doctoral publicada en
1937: Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del siglo XVII.
En los años treinta, Merton era un joven sociólogo formado
en la “escuela funcionalista” que tenía en la cabeza (o donde sea
que se almacenen las ideas sociológicas) un conjunto de concep-
tos muy novedosos para la época:
El contexto cambia…
¿Ciencia y sociedad?
Así, el interrogante que surge es: “¿y entonces, para qué sirve la
ciencia?”. La cuestión no es nueva: ya se planteó desde la emer-
gencia de la ciencia moderna, allá por el siglo XVII. Y hubo,
desde entones, dos debates –muy relacionados entre sí– que se
fueron desplegando a lo largo de todos estos años. Y, lo mejor de
todo: aún no están resueltos. El primero se refiere a la autono-
mía de los científicos versus la intervención del Estado (o de al-
guien) para orientar las investigaciones. El segundo, al carácter
público o el interés privado de esas investigaciones.
En realidad, los dos debates forman parte de la misma cues-
tión. Si a la pregunta “¿para qué sirve la ciencia?” respondemos
“para acrecentar nuestros conocimientos sobre el mundo físico,
tiempo, fue muy discutida por dos motivos: en primer lugar, por-
que supone una suerte de “camino único” que todos deberían
seguir (es lo que pasa muy a menudo con los “modelos” que di-
vierten tanto a los economistas); en segundo lugar, porque pre-
senta al subdesarrollo como si se tratara de un “atraso histórico”,
una etapa que, luego de superada (según los diferentes esta-
dios), llevará naturalmente al desarrollo.
Preguntarán: ¿pero qué tiene que ver esto con la ciencia? Ten-
gan un poco de paciencia, que en los próximos párrafos volvere-
mos sobre el tema…
Ciencia aplicada
Ciencia básica
El intruso o la “mosca en la pared” 35
Generación de conocimiento
Evaluación de alternativas:
Generación de un • quemar ranchos
determinado tipo • hacer edificios de cemento
de conocimiento • ciencia para crear vacunas
• ciencia para crear insecticidas
El intruso o la “mosca en la pared” 39
Imagen I
Desde lejos vemos un conjunto de personas con
guardapolvo blanco, rostro enjuto, como quien se ocupa
de cosas realmente importantes. A su lado, un montón de
aparatitos esotéricos, tubitos, calentadores, cintitas con
gráficos, algunas computadoras y muchos, pero muchos
frasquitos.
Esa imagen se parece mucho a la que nos muestran los
dibujos animados: nos hace pensar en tipos especiales,
locos, geniales, en Albert Einstein cuando saca la lengua,
en el laboratorio de Dexter o en todas las películas y
dibujos animados que nos muestran a gente muy
particular.
Imagen II
De cerca vemos, tal vez en la televisión, personas muy
serias (pueden estar con guardapolvo blanco o de corbata,
eso depende), que opinan “en nombre de la ciencia”, es
decir, “certifican” algo que se debe creer, que es “serio”, o
sea, que es científico. Veamos rápidamente algunas frases
que provienen de estas personas “serias” (podemos
imaginarlas detrás de los “globitos”):
42 El científico también es un ser humano
Desarrollo experimental
¡Plutón no es un
planeta!
Ciencia aplicada
Ciencia básica
¡Esta vacuna va a ¡Aquí hay mucho
salvar a millones de uranio!
personas!
11 Estos principios (a los que hay que sumar otros dos: causalidad y
reflexividad) fueron enunciados por Bloor como parte del menciona-
do “Programa Fuerte”.
¿Ratones que hablan? 45
los laboratorios para meter las narices allí y “ver qué hacen los
científicos”:
15 Salk murió en 1995, dos años antes que Albert Sabin, un polaco-
estadounidense que literalmente endulzó el célebre descubrimiento,
con un desarrollo de la vacuna en forma oral, que en general se
administraba a los niños sobre un terrón de azúcar.
¿Ratones que hablan? 51
Enunciado 1
Y… puede ser.
Decime, Crick, Probemos.
¿el ADN tendrá la
estructura de una
doble hélice?
a) Fabricar pruebas.
b) Convencer a los otros.
Enunciado 2
“Según podemos observar en la fotografía de difracción (en
la figura), y en los valores que han sido calculados en la
tabla anexa, hemos podido establecer que la hipótesis de
una doble hélice tiene sustento empírico.”
Una vez que ese enunciado ha sido aceptado, es decir, que to-
dos los demás –colegas, competidores, aliados, amigos, editores,
etc.– lo aceptan como válido, entonces ya se puede establecer un
enunciado mucho más firme:
Enunciado 3
¡¡Yuppi!!
¡¡¡Lo logramos!!!
Un cacho de cultura
Problemas de método
17Sería mejor ser una mosca que un sociólogo, aunque por el momen-
to se ignoran las indagaciones que han hecho las moscas sobre la
sociedad y, también sobre la ciencia.
¿Ratones que hablan? 63
c) ¿El psicoanalista?
La tercera historia ocurrió en la Argentina. En realidad sucedió
muchas veces, en casi todos los laboratorios que visité en mi país,
de modo que lo que presento es una selección de diversos episo-
dios. Luego de un tiempo de observación en el laboratorio, mi
“lugar de distancia” como sociólogo se había resentido un poco,
ya que se había entablado cierta complicidad con los investiga-
dores, tanto con los veteranos, que querían discutir conmigo so-
bre las políticas científicas en la Argentina, como con los más jó-
venes, que querían saber acerca de la sociología de la ciencia,
cómo interpretar su papel “social” como productores de cono-
cimiento, etc. (los jóvenes suelen ser más idealistas). Natural-
mente, yo sabía que esa situación podía ocurrir en mi país,
donde la proximidad iba a ser mucho mayor que, por ejemplo,
en Francia, Brasil o Inglaterra. Así, sugerí la organización de un
seminario para presentar algunas observaciones sobre la diná-
¿Ratones que hablan? 67
La Comunidad
les, sino que siempre traen una determinada carga. Así, por
ejemplo, no es lo mismo hablar de clases sociales, lo que im-
plica una determinada visión de la sociedad, que de estamen-
tos o sectores sociales, que se refiere a otra visión –bien dife-
rente– de cómo está estructurado el mundo social. Del mismo
modo, no es igual hablar de pueblos primitivos, de indígenas,
de aborígenes o de pueblos originarios. Tampoco es igual ha-
blar de raza y etnia (aunque según el Diccionario de la Real Aca-
demia Española este último término signifique: “Comunidad
humana definida por afinidades raciales, lingüísticas, cultura-
les, etc.”, ya allí pueden verse las diferencias: las afinidades ra-
ciales son bien distintas de las afinidades culturales). Los ejem-
plos son muchísimos, ya que cada noción utilizada (y la forma
de designarla) tiene su propia historia y, como dijimos, “carga
conceptual”.18
El concepto de “comunidad” tiene su origen, en la sociología,
hacia fines del siglo XIX.19 La actitud más frecuente fue la de
oponer la noción de comunidad a la de sociedad, lo cual explicó,
en buena medida, el pasaje de la organización feudal, básica-
mente rural y aglutinada en pequeñas aldeas, a la sociedad mo-
derna e industrial, cuyo lugar predominante fueron las (gran-
des) ciudades. Según Émile Durkheim, otro sociólogo “clásico”, la
diferencia entre ambas es la división del trabajo social: mientras
las comunidades serían espacios con escasa diferenciación fun-
cional (en pocas palabras: todos hacen más o menos lo mismo;
les.20 A eso, Polanyi opone una noción colectiva. Según él, “los
científicos no pueden practicar su actividad en aislamiento”,
sino que los “diferentes grupos de científicos constituyen una co-
munidad”, y la “opinión de una comunidad ejerce una profunda
influencia en el curso de toda investigación individual” (Personal
Knowledge, 1958).
Además de esta idea –que fue revolucionaria para la época–
Polanyi avanzó en un planteo que sería crucial para las décadas
siguientes: el de la autonomía. Es decir que el espacio de la cien-
cia (la comunidad científica) debía tener una gran autonomía
con respecto a las ideas políticas y religiosas, para poder garan-
tizar su libertad.
Una vez más, un personaje clave en esta historia es Robert
Merton, quien no se limitó a plantear ciertos problemas impor-
tantes en forma general, sino que fue el primero que se puso a
estudiar de veras a la comunidad científica de un modo sistemá-
tico. Merton propuso que la comunidad científica estaba organi-
zada según lo que él denominaba un ethos, es decir, un conjunto
de normas que orientan las prácticas de los científicos. Conside-
raba que esas normas debían garantizar que la ciencia cumpliera
con su función social: generar y acumular conocimiento certifi-
cado, es decir, verdadero. En un primer momento propuso cua-
tro “conjuntos normativos”, que surgen –esto es muy impor-
tante– del consenso de los propios científicos:
A. Comte
M. Weber É. Durkheim
para este autor, uno más entre los espacios sociales que constitu-
yen un objeto de análisis para la sociología.
Para Bourdieu, un campo científico se puede definir como:
Plazo
Largo o incierto Corto
Alta 1A 2A
Incertidumbre
1B 2B
Baja 3A 4A
3B 4B
Los temas A son los más importantes, y los temas B, los menos,
es decir, aquellos que tendrán un menor reconocimiento por
parte de los pares.
¿Quiénes podrán dedicarse a los temas del cuadrante 1A (alta
incertidumbre y largo plazo)? Si alguien me dice: “los que ten-
gan un gran capital científico”, le doy la razón: si hay que espe-
rar mucho tiempo y el resultado es incierto, sólo se justifica me-
terse en esos temas si el capital que se puede obtener es alto (por
ejemplo, ¡una vacuna contra el cáncer!). Pero, si lo analizamos
bien, no son los únicos que se pueden aventurar en estos temas.
También lo pueden hacer los “marginales” o los muy jóvenes, es
decir, aquellos que no tienen “mucho que perder”.
De más está decir que los temas 1B, es decir, con mucho riesgo
y poco aporte de prestigio, serán los que nadie, o casi nadie, es-
tudiará (descartamos a los masoquistas en nuestro análisis).
Los temas 4A, es decir, aquellos que tienen baja incertidum-
bre y plazo muy corto, serían, a simple vista, los que concentra-
rían a “casi todo el mundo”. Pero en realidad, si lo pensamos
un poco, muchos desisten de entrada, porque allí la competen-
cia suele ser feroz (en el mundo de la ciencia no hay muchos
giles) y, en definitiva, los grupos de investigación más fuertes y
competitivos serán los que estarán en mejores condiciones de
abordar estos temas.
Comunidades, campos, arenas y playas 85
ción con otros grupos, y se negocian los propios temas con los
“mecenas” de ocasión.
De un modo simultáneo, el escenario se desplaza hacia otros
terrenos: hay que conseguir una serie de reactivos (materiales de
laboratorio) específicos para poder llevar adelante el proyecto
propuesto a los que ponen la plata. Esos materiales implican la
interacción con otros científicos, pero también con empresas
que los fabrican y los venden (algunas de ellas dirigidas por ex
investigadores que tienen mayores deseos de lucro que de publi-
car artículos y obtener celebridad, o bien que equilibran ambas
aspiraciones igualmente humanas).
Por otra parte, los investigadores necesitan algunos equipos
(“aparatos”) determinados. Si son muy caros, intentarán conven-
cer a otros investigadores para comprar los aparatos en conjunto
(hay dispositivos que en la actualidad pueden costar hasta millo-
nes de dólares, pesos, euros o rupias). O bien negociarán con las
autoridades de la institución (que pueden ser miembros de una
universidad, de un centro público de investigación, etc., pero
que no siempre son investigadores) para conseguir un lugar fí-
sico donde ubicar el aparato en cuestión.
En algunas investigaciones se pueden necesitar animales: los
famosos ratoncitos de laboratorio, aunque también suele usarse
una fauna mucho más amplia, como perros, ratas, moscas, hor-
migas, gatos, conejos, cangrejos, etc. A veces, se consiguen en
empresas que los crían (fabrican); otras veces, es necesario criar-
los en el propio laboratorio (en lugares ad hoc que se llaman
“bioterios”). En ambos casos, es preciso establecer relaciones de
recursos (en arenas) con otros sujetos. Pero hay otras formas de
conseguir la fauna necesaria. Veamos un ejemplo ilustre que
cuenta el historiador Barrios Medina: Bernardo Houssay, el fisió-
logo y una suerte de prócer de la ciencia argentina (fundador
del Conicet y maestro de toda una generación de investigadores
en el campo biomédico) trabajaba con animales (perros), a una
parte de los cuales había que extraerles la hipófisis. Necesitaba
una buena cantidad de perros, sin los cuales la investigación
Comunidades, campos, arenas y playas 91
25 Este capítulo está inspirado (es decir, copia varias partes) de otros
textos del mismo autor (yo mismo). Aunque es poco probable que el
lector ya los conozca, éstos son: “Publicar y castigar”, publicado en
REDES, Revista de Estudios Sociales de la Ciencia, nº 12, 1998;
“Sobre el nacimiento, el desarrollo y la demolición de los papers”,
introducción al libro Demoliendo papers, compilado en 2005 por
Diego Golombek en esta misma colección, y “El rol de las revistas
científicas en la estructuración de un campo”, publicado en el libro
Revistas científicas en América Latina (México, Fondo de Cultura
Económica, 1999).
26 Eugene Garfield, fundador y director del famosísimo Institute for
Scientific Information (ISI), escribió un artículo en la no menos céle-
bre revista The Scientist, en donde rastreaba el origen de esta
expresión. Encontró que el famosísimo teórico de la comunicación
Marshall McLuhan la utilizaba en una carta al poeta Ezra Pound, en
1951. Sin embargo, el propio Garfield siguió buscando y encontró la
94 El científico también es un ser humano
Publicar y publicar
En una segunda charla, una vez que nos admiramos de las loa-
bles tareas que nuestro interlocutor emprende todas las maña-
nas, es altamente probable que agregue:
Diagramas 1 a 3
China: Distribución del consumo de alimentos por grupo etario
De 0 a 7 años
Chupetines
35 %
Arroz
Mamadera 42 %
23 %
106 El científico también es un ser humano
De 7 a 18 años
Mamadera
12 %
Arroz
65 % Chupetines
23 %
De 19 años y más
Mamadera
Chupetines
5%
9%
Arroz
86 %
Mapa 1
China y sus regiones
Publicar y castigar 107
Tabla 2
Composición química y valores energéticos del arroz
Por 100 gramos
Integral Blanco Parboiled
Crudo Cocido Crudo Cocido Crudo Cocido
Agua % 12,00 70,30 12,00 72,60 10,30 73,40
Energía alimentaria 360,00 119,00 363,00 109,00 369,00 106,00
Proteínas (gr.) 7,50 2,50 6,70 2,00 7,40 2,10
Gordura 1,60 0,60 0,40 0,10 0,30 0,10
Carbohidratos 77,40 25,50 80,00 24,20 81,30 23,30
Fibras 0,90 0,30 0,10 0,20 0,20 0,10
Calcio 32,00 12,00 24,00 10,00 60,00 19,00
Fósforo 221,00 73,00 94,00 28,00 200,00 57,00
Hierro 1,60 0,50 0,80 0,20 2,90 0,80
Sodio 9,00 *** 5,00 *** 9,00 ***
Potasio 214,00 70,00 92,00 28,00 150,00 43,00
Tiamina 0,34 0,09 0,07 0,02 0,44 0,11
Riboflavina 0,05 0,02 0,03 0,01 *** ***
Niacina 4,70 1,40 1,60 0,40 3,50 1,20
Tocoferol (vitamina E) 29,00 8,30 *** *** *** ***
Fuente: “Composition of foods”, FAO, 2003.
Un breve cuentito
sora de por vida, muy bien remunerado). Por otro lado, María,
su antigua novia de Buenos Aires, se recibió hace un par de años
de odontóloga, y ya tiene un consultorio con algunos pacientes
en la ciudad. Ambos tuvieron un fugaz pero emotivo encuentro
cuando Juan viajó a la Argentina a pasar las fiestas. Pero su duda
más grande es que José, el jefe del laboratorio, le prometió un la-
boratorio propio si vuelve. Va a ganar el 10% de lo que ganaría
en los Estados Unidos, y no va a tener a su disposición los nuevos
aparatos que están por llegar con el nuevo grant de John, pero las
ganas de volver se instalan con fuerza: empieza a leer los diarios
por Internet, se vuelve a interesar en los resultados del fútbol lo-
cal, recibe las fotos de los primeros hijos de los amigos y, final-
mente, se decide y vuelve.
Las primeras semanas en Buenos Aires son ambiguas: por un
lado, se satura de asados y de anécdotas con viejos amigos, con la
familia, y se instala en el departamento de María. ¡Al fin un poco
de comida real después de tanta chatarra acumulada en los años
en el Norte! Por otro lado, se da cuenta de que las veredas están
rotas, de que necesita comprarse un autito con la plata ahorrada
porque los colectivos siguen de largo en las paradas, y vienen
siempre llenos, y cada dos días le roban la cartera a alguna se-
ñora. Pero lo más inquietante es que los equipos nuevos que se
trajo gracias a un convenio con el grupo de John están parados
en la Aduana hace más de tres meses, porque faltan unas certifi-
caciones que debería firmar un funcionario que está de licencia
por maternidad hace un año.
Finalmente, se instala en el laboratorio que le habían reser-
vado en la universidad. El espacio es bastante más chico de lo
prometido: dos cuartitos de 3 x 4 m. No obstante, se las arregla.
Va conformando su grupo con Ricardo, un antiguo estudiante
que ya terminó su doctorado y que había pasado unos meses tra-
bajando con él en el laboratorio de John, y otros estudiantes más
de doctorado que se acercaron a él para pedirle orientación en
su tesis. Finalmente, seis meses más tarde, puede sacar los equi-
pos de la Aduana y llevarlos a la Facultad; de los tres que traía,
116 El científico también es un ser humano
Barreras a romper
Ciencia y periferia
CANA
Integración subordinada.
¿Una nueva división internacional del trabajo científico?