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UNIDAD POLÍTICA
Las ideas de este artículo no me pertenecen del todo; surgieron en las numerosas y
continuas reuniones vecinales que ha realizado el Frente de Todos durante la campaña en
Hurlingham, en particular las que se produjeron después del triunfo del 11 de agosto. Los
encuentros fueron conducidos por el presidente del Concejo Deliberante, Martín
Rodríguez, y yo lo acompañé como candidato a concejal. Mucho de lo que aparece escrito
acá son respuestas que él dio o yo di ante las intervenciones de los vecinos. El tema de la
“unidad política” fue muy comentado en dichas reuniones, precisamente porque se trataba
de entender, por así decir, “por qué habíamos ganado”. De manera que cuando me llegó
la invitación de Matías Rodeiro para colaborar en esta edición de El Ojo Mocho bajo la
consigna de la “unidad política”, el esfuerzo del concepto ya estaba hecho, y sólo quedaba
escribir.
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La versión extrema y pesadillesca del principio de alienación superestructural está encarnada por el
trotskismo, para el cual la historia es la historia de las traiciones a la Clase Obrera por parte de una dirigencia
siempre “burocrática”. Pero puede verse con limpidez que, aun con sus profundas diferencias, trotskismo y
populismo comparten una premisa fundante: la unicidad de la Voluntad Popular –o lo que es lo mismo, la
Inocencia del Pueblo. Incluso el populismo de Laclau, siendo todo lo antiesencialista que se quiera, concibe al
Pueblo como una totalidad que exterioriza su no-identidad en una sustancia ajena, la Oligarquía.
complementar esta mirada con su reverso o fundamento: era el Pueblo el que invertía
demasiada energía en el “narcisismo de las pequeñas diferencias” –el que pagaba
Ganancias y creía que “mantenía vagos”, la que criticaba a los planeros, el que se enojaba
con un piquete, el que creía que su progreso se debía únicamente a su esfuerzo y su penuria
únicamente a los políticos, la que odiaba a Cristina por su tono de voz… Hay que
reconocer, sin que ello nos conduzca a un pesimismo antropológico demasiado férreo, que
el Pueblo también puede ser una auténtica “feria de vanidades” y que los engreimientos de
la dirigencia palidecen ante la radiante arrogancia popular. ¿Hay algo más egocéntrico que
el discurso del progreso personal con independencia de la situación nacional? ¿Hay algo
más soberbio que despreciar a la vecina que cobra la Asignación? ¿Hay algo más
“ombliguista” y “sectario” que supeditarlo todo a la demanda por la abolición del Impuesto
a las Ganancias?
La unidad política es sólo la consecuencia de la unidad popular: tal es la lectura militante.
En términos más toscos: no ganamos porque Alberto se haya tomado un café con Cristina,
ni porque Cristina se tomó un café con Moyano: ganamos porque el Pueblo se tomó un café
consigo mismo, dejó las rencillas en el pasado y comenzó a reencontrarse más allá de las
múltiples grietas, con la conciencia de que el desastre económico macrista era
efectivamente un problema más importante que “los planeros”, “los mapuches”, “los k”,
“Baradel” y toda la gran variedad de monstruos de factoría mediática.
Como puede verse, la lectura militante coloca en el lugar del sujeto, del agente real del
movimiento político, al Pueblo, y no a los dirigentes. El principio de alienación
superestructural no desaparece, pero es reenmarcado por un más básico “principio de
alienación estructural” que altera por completo los términos de la cuestión: de una manera
que excede a Rousseau y apunta hacia Freud, es la Voluntad Popular la que está en sí
misma alienada de sí misma, vale decir, dividida en su propio corazón. Por eso existe la
dirigencia: porque el Pueblo no quiere directamente algo, porque tiene consigo una relación
conflictiva. Y esta impotencia popular, sin embargo, es la prueba suprema del
protagonismo que el Pueblo tiene en el pensamiento militante: como la Voluntad Popular
no es “una”, pase lo que pase será obra del Pueblo. El fabuloso triunfo de Alberto y Cristina
en 2019, para empezar. Pero también el ascenso de Macri en 2015.
Realidad = Pueblo
Si un presidente tiene un mal ministro, puede creer que los errores del ministro son por
maldad o ineptitud, pero algo es indudable: la responsabilidad política es del presidente,
porque él lo eligió para ese cargo. La jerga periodística ha sentenciado que los ministros
son, pues, “fusibles” que pueden saltar toda vez que sea necesario preservar la investidura
presidencial. En la misma senda, y en virtud del principio moderno de la soberanía popular,
debiéramos aplicar esta lógica a la mismísima figura del presidente: él también, en
definitiva, es un “fusible” del Pueblo, que puede ser cesado en sus funciones cuando el
soberano decida que ha cometido un error al designarlo. Ahora bien, la cuestión militante es
que, precisamente por ser el soberano, el Pueblo no puede ser un “fusible” de sí mismo –no
tiene el recurso de echarse a sí mismo cuando comete un error, para luego buscarse un
reemplazante… Descartada la solución fácil, queda la difícil: ya que no lo podemos echar,
¿cómo hacemos para transformar al Pueblo? ¿Cómo hacemos para transformarnos a
nosotros mismos? Evidentemente el Pueblo no es sólo el sujeto político, sino también el
objeto de la política: cuando decimos que queremos “transformar la realidad” es evidente
que no nos estamos refiriendo sólo ni principalmente al “paisaje” de la realidad, ni
meramente a la distribución de la riqueza, sino que apuntamos a una parte de la realidad
decisiva, determinante, esencial: la gente, las personas, es decir, el Pueblo. Variando un
poco la máxima de Perón, habría que decir que la única realidad es el Pueblo. Ciertamente
vivimos en el Pueblo, “adentro suyo”. No es alguien a quien concientizamos desde afuera,
o a quien invitamos a emanciparse. Más aún, sería impreciso decir que el Pueblo transforma
la realidad: uno y otra son lo mismo, así que sólo cabría hablar de una
“autotransformación” –como la que hace una persona cuando decide volverse militante.
Escribamos, entonces, desembozadamente un proyecto de tesis XI de nuestra época. Hasta
hoy, los militantes populares hemos intentado transformar la realidad; pero de lo que se
trata es de transformar al Pueblo.