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Seguramente los que tienen varios años en el evangelio han sido influidos
por un concepto de lo que es la intimidad con Dios, de lo que significa y de
cómo debe ser. Sin decir si está bien ni mal, estamos reviendo este tema
con respeto, porque no hay otra manera de reformar si no es sacando a luz
pensamientos y conceptos a través del entendimiento.
Si nuestro concepto de intimidad tiene que ver con la cantidad de horas que
pasamos solos con Dios orando, va a suceder que el día o la mañana que no
oramos de esa manera, que no apartamos ese tiempo, nos vamos a sentir
las personas más culpables del mundo. Y vamos a decir: “No, hoy estoy débil
en mi intimidad con Dios” o “Hoy no puedo dirigir la alabanza, porque esta
semana no oré lo suficiente”.
Necesitamos que esto sea fortalecido en nosotros. Quizá hay personas que
están viviendo con esta visión antigua, que se sienten culpables, o que su
intimidad o vínculo con Dios no es tan fuerte, no es tan firme.
Entonces vamos a tratar de romper el velo para que podamos avanzar con
todo, podamos crecer en nuestro vínculo con Dios, podamos dejar que Cristo
sea formado plenamente en nosotros y podamos vivir un año pleno de
reforma en todas las cosas.
Entonces, ¿cómo debe ser nuestra intimidad con Dios hoy, desde este Nuevo
Pacto maravilloso que estamos viviendo, de gracia, de favor, de un Cristo
resucitado, de un Cristo que habita y que ya está en nosotros?
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El desafío de hoy es que nos sea revelada la intimidad con el Padre desde el
Nuevo Pacto, y esa es la reforma que vamos a ver.
En el Antiguo Pacto, la Biblia insta a buscar a Dios: “Te buscaré”, “Mi alma
te busca”. En el Nuevo Pacto ya no se habla de buscar a Dios; la Biblia insta
a buscar su reino y su justicia. Son dos cuestiones diferentes.
Hay una versión de la Biblia que tiene las palabras justas, exactas del
original. Donde Jesús dice: “Yo soy la vid”, en realidad lo que dice es: “Yo soy
el auténtico vino y ustedes son las ramas. Yo los elegí para que vayan y
produzcan vino y este vino permanezca”. Esas son las palabras originales de
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Jesús, que de esa misma esencia que Él tiene, produzcamos vino, y este vino
permanezca.
COLOSENSES 2:2-3 (NVI) - Quiero que lo sepan para que cobren ánimo,
permanezcan unidos por amor, y tengan toda la riqueza que proviene de la
convicción y del entendimiento. Así conocerán el misterio de Dios, es decir,
a Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del
conocimiento.
COLOSENSES 2:8-10 (NVI) - Cuídense de que nadie los cautive con la vana y
engañosa filosofía que sigue tradiciones humanas, la que va de acuerdo con
los principios de este mundo y no conforme a Cristo. Toda la plenitud de la
divinidad habita en forma corporal en Cristo.
Toda la divinidad del Padre está en nosotros. ¿Qué más podemos pedir?
Pedir más sería una soberbia incalculable, es como decir: “Señor, lo que tú
eres como Dios, como Padre, no alcanza, necesito más”.
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COLOSENSES 2:16-19 (NVI) - Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que
comen o beben, o con respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de
reposo. Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad
se halla en Cristo. No dejen que les prive de esta realidad ninguno de esos
que se ufanan en fingir humildad y adoración de ángeles. Los tales hacen
alarde de lo que no han visto; y, envanecidos por su razonamiento humano,
no se mantienen firmemente unidos a la Cabeza. Por la acción de ésta, todo
el cuerpo, sostenido y ajustado mediante las articulaciones y ligamentos, va
creciendo como Dios quiere.
Que nadie nos prive de la realidad que es Cristo. Esto no tiene que ver con lo
que hacemos o dejamos de hacer, sino que tiene que ver con la convicción
y el entendimiento de que la plenitud de Cristo habita en nosotros. Lo
sabemos, pero no es revelado a nuestra vida, porque si así fuese, tendríamos
los conceptos mucho más renovados y nuestra vida sería diferente.
-En el Antiguo Pacto existían actos externos. Por eso había que ir, entrar,
buscar; porque Dios estaba afuera. En el Nuevo Pacto es la convicción
interna de que Cristo habita en nosotros.
-En el Antiguo Pacto, la realidad era lo que veían los ojos, los ritos. En el
nuevo pacto, la realidad es Cristo, esa es la única realidad.
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De esta manera, nuestra vida va a ser toda una vida de intimidad, porque
nuestra vida será una con el Padre. Ya no habrá hueco en el que podamos
decir que nos vamos de su presencia. Esto es algo que tiene que sernos
revelado; no puede entenderse sólo mentalmente. Necesitamos esta
convicción.
El sentido más amplio de permanecer no tiene que ver sólo con estar
físicamente en un lugar por mucho tiempo, sino con mantener el estado, la
esencia y la calidad.
Por ejemplo, podemos decir que un edificio de cien años permaneció porque
su estructura se mantuvo en pie; pero si entramos podemos ver que está
deteriorado, lleno de humedad. El edificio permaneció en un estado inerte.
Pero si entendemos el verdadero concepto de permanencia, el edificio
permanece si se mantiene con todas sus cualidades,
con todas sus propiedades. Algo permanece cuando mantiene su esencia,
sus cualidades. Permanencia tiene que ver con algo que no se corrompe.
Como seres vivientes, tenemos que crear el ámbito de tal manera que Cristo
crezca, sea formado, y que, en cada día, de gloria en gloria, nos vayamos
transformando y asemejando
a Cristo.
Este es un principio que nunca debe ser desarraigado de nuestras vidas: orar
en secreto, orar en intimidad. Pero sólo esto no es la intimidad, porque si es
así siempre va a haber culpabilidad. Habrá días en que: “Hoy estoy
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espiritual” y días en que: “Hoy no estoy espiritual”; “Hoy estoy con todas las
pilas” y “Hoy no estoy con todas las pilas porque no oré”. El secreto está en
lo que dijo Cristo: “PERMANEZCAN EN MÍ”. Entonces la intimidad en este
Nuevo Pacto la construimos no sólo con oración, sino con ámbitos. Para
construir esta intimidad necesitamos oír la Palabra y la comunión unos con
otros.
Por eso la Biblia dice en 1ª de Juan: “El que dice que conoce a Dios, pero no
ama a su hermano está en oscuridad, miente, no lo conoce”. Necesitamos
ese amor, y ahí estamos construyendo intimidad. Puede ser que una
persona ore las 24 horas del día; pero si no hay amor, no está conociendo a
Dios. El que dice que conoce a Dios, pero no ama a su hermano está en
tinieblas; el principio queda anulado.
No es solo con una cosa: es con la Palabra (Logo), con la comunión de unos
con otros; en el amor, en la adoración genuina, en los tiempos de estudio;
con la oración. Es todo un conjunto. La intimidad tiene que ver con crear un
espacio para que Cristo crezca y sea formado plenamente en nosotros, y ese
espacio se genera con una combinación; no es con una sola cosa.
Nuestro desafío para este año debe ser PERMANECER, y para permanecer
en Él, necesitamos entender que Cristo en nosotros es algo vivo; que
necesita cuidado, que necesita atención, que necesita crecer.
Que podamos crecer en nuestro entendimiento para que Cristo sea formado
más en nuestra vida, y eso podamos reflejarlo en todas las cosas.
Esa palabra va a ser revelada como nunca antes a nuestro espíritu. Así lo
creemos y declaramos que vamos a crecer en intimidad con el Padre; que
vamos a empezar a generar los ámbitos correctos para que Cristo sea
formado y para que Cristo sea glorificado en nuestra vida; para que Cristo
sea expresado de la manera más genuina y más pura a través de nosotros
en estos ámbitos, pero también afuera, en nuestros
trabajos, que es algo que nos cuesta tanto.
Hoy abrimos nuestro espíritu, nuestros corazones para que esta palabra dé
fruto. Que podamos ser personas que permanezcan en el Padre. Queremos
estar unidos a la vid; queremos reproducir vino, que es Cristo mismo, el vino
verdadero.