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En la tarea de leer Tala, como la de leer cualquier poema u obra literaria, nos
encontramos frente a una re-presentación, que a la vez nos muestra una objetividad ‘ante
los ojos’ y se nos revela, por ese ‘re’ antepuesto a la palabra ‘presentación’, como un
objeto que se anula a sí mismo en la mostración de ‘la realidad’ o del ‘mundo’, y que
retrocede de manera variable desde el primer plano en la atención del lector como objeto
en una página y formado de palabras, para convertirse en marco o soporte del mundo y la
objetividad que re-presenta, instaurando entre el así llamado mundo, la así llamada
realidad, distancia; mediación y mediatización.
Así como no hay conocimiento sin representación, tampoco hay arte, ya que ambos nacen
en primera instancia en la oposición espectador-espectáculo; objeto y sujeto de
conocimiento, etc.. Sin esa contraposición entre espectador y espectáculo sólo se existe
en la ansiada unidad no consciente o extraconsciente de la cosa y el místico, que existen
respectivamente en la unidad del antes y después de la escisión entre realidad y
representación en que se instala la conciencia humana. Toda particularidad que el lector o
espectador percibe en un texto literario, obra plástica, ensayo, etc, se supone que es fruto
de la manipulación de un ‘creador’, percibido y presupuesto como origen de la obra.
Estas distorsiones respecto a la norma en sentido de normalidad son el ‘distanciamiento’,
es decir un manejo de los elementos materiales al interior de esa obra que forma parte de
ese ‘mundo alternativo’ que se nos opone desde su no existencia, porque al negarse como
objeto da paso a lo otro, a esa realidad y mundo cuyas objetividades y procesos
representa, y cuyo sentido entrega.
Jean Franco continúa, citando esta vez a Jaime Concha, que ha señalado que hay en la
Mistral “un empeño sostenido de desmodernización”, que el crítico chileno vincula con
una “alta valorización de la literatura oral y folklórica”. Luego menciona que “como han
señalado muchos críticos, la mujer mistraliana se sitúa en una región atemporal o
premoderna”. Pensamos que es posible ‘desmontar’ de alguna manera las piezas que al
interior del ‘universo poético’ mistraliano puede dar pie a éstas y otras percepciones.
II
La fuga
Si nos fijamos en los elementos presentes en los poemas de Tala, nos llama la atención el
carácter de alguna manera abstracto o casi podría decirse escueto, decantado, esencial,
que asume la objetividad. Así por ejemplo en La fuga, que es el poema inicial de Muerte
de mi madre, la protagonista anda por “...paisajes cardenosos:/ un monte negro que se
contornea/siempre, para alcanzar otro monte;” versos en que vemos la gran productividad
poética un elemento singular; el monte y sus variantes:
“pero siempre hay otro monte redondo/que circundar, para pagar el paso/al monte de tu
gozo y de mi gozo”.
En esta primera estrofa se muestra la ambivalencia de este elemento: “un monte negro
que se contornea” “siempre, para alcanzar el otro monte”, en que el monte es positivo, un
camino hacia algo, pero a reglón seguido es un obstáculo “pero siempre hay otro monte
redondo” “que circundar, para pagar el paso” “al monte de tu gozo y de mi gozo”. El
monte tiene a la vez una connotación positiva y negativa.
En la tercera estrofa de este poema, reaparecen los cerros con una denotación repetitiva y
una connotación autorreferencial; “...los cerros repetidos”, que son una reaparición de los
montes de la primera estrofa. Al ir enhebrando estos ‘cerros repetidos’, y en un proceso
paralelo, se ha indo anulando la distancia con el otro elemento clave, el interlocutor
(fuertemente) apelado que decíamos iniciaba la primera estrofa, identificado desde ahí en
adelante como “ Madre mía”. Ya no es una entidad separada, se ha ido incorporando a la
hablante: “te llevo en mí, en un peso angustioso”, proceso que se ya anticipaba al fin de
la segunda estrofa. “las dos...”. En esta tercera estrofa se hacen equivaler los géneros
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“como pobre hijo”galeote a su padre galeote”, que son el símil de la pareja femenina
formada por la hablante y la madre apelada. Esta equivalencia de los géneros
implícitamente universaliza esta situación hacia un ‘género humano’ .
Variantes de este elemento temático del ‘mundo’; cerro, montaña, y las variantes del
mismo, en el conjunto de poemas Muerte de mi madre son por ejemplo “las dunas”
(Nocturno de la consumación); “mis cerros” (Nocturno de la derrota), “la
montaña”(Nocturno de José Asunción). Hay que hacer notar que, en este poema “la
divina hermana/con la montaña se dormía” es de alguna manera la interlocutora madre
del poema inicial de la serie, Fuga, a la que se interpelaba, diciendo; “te has cedido al
paisaje cardenoso”. En ambos casos, la presencia femenina, interlocutora, madre, se
fusiona con la ‘naturaleza’. En la nota a la Muerte de mi madre, Gabriela Mistral comenta
sobre la muerte de su madre ‘fáctica, que “Ella se me volvió una larga y oscura posada;
se me hizo un país...amado a causa de la muerta”.
Siguiendo con estas variaciones de monte, tenemos ‘cuesta’, (Nocturno del
descendimiento) y nuevamente ‘cerro’. El simbolismo del cerro como encuentro entre
tierra y cielo, como comunicación con la deidad, es conocido. Muchas son las versiones
de cerros, montañas, pirámides, etc. que aparecen y vuelven a aparecer en diversas
mitologías, religiones, poéticas, recordemos Le mont analogue de Daumal, etc., y aquí se
justifica la aparición de este elemento concreto pero a la vez mítico, ya que este conjunto
de poemas versa sobre la muerte de la madre y la relación del hablante con una deidad
que es su versión del Dios bíblico, ya que la autora dice en la nota ya aludida que al
escribir estos poemas, estaba “en una larga crisis religiosa”.
falta de unidad “vamos las dos sintiéndonos, sabiéndonos,/mas no podemos vernos en los
ojos,/y no podemos trocarnos palabra” . En la tercera estrofa, se ofrece otro estadio de la
relación entre ambas presencias poéticas, la de una especie de fusión ambivalente “te
llevo en mí, en un peso angustioso/ y amoroso a la vez”....”las dos cumpliendo un voto o
un castigo” La emisora abre el poema apelando a un interlocutor: “madre mía”,
siguiendo, “y que vamos a un Dios que es de nosotros”, que es como la llegada a una
plenitud de reunión equivalente “al monte de tu gozo y de mi gozo” de la primera estrofa.
En la quinta estrofa se da la etapa del peor escenario posible de esta relación, ya que la
interlocutora madre, o mejor, interlocutora potencial, rompe, por su desconocimiento de
la búsqueda, la posibilidad de dialogo y se resuelve así como siendo no una interlocutora,
sino como interpelada, ya que la emisora dice “O te busco y no sabes que te busco”. Esto
anula la posibilidad del paso de la relación – búsqueda a la inter-locución, que se había
planteado como el sustrato mismo del poema. Entonces, la emisora hija se hunde en la
emisión poética, en la demencia de la que va “hablando sola”: “hasta el momento de la
antigua demencia”, final de la estrofa cinco. Como afirma la autora en la Nota a Muerte
de mi madre, “El tremendo viaje acaba en la esperanza de las Locas letanías y cuenta se
remate a quienes se cuidan de mi alma y poco saben de mí desde que vivo errante”.
Ahora podemos volver al título. La fuga privilegia claramente no al que persigue sino al
que se sustrae, no a la perseguidora sino a la perseguida. No a quien está parada al frente
del friso que el poema produce y anuncia, sino a la entidad numinosa madre- Dios, que se
enfrenta a ella de la manera en que el sueño y el poema se enfrentan al espectador como
el ámbito de los valores y del sentido. Por otro lado, la relación entre la emisora y la
posible interlocutora se debe mantener a nivel del encuentro de dos identidades, lo que da
equidad a la relación, pero que como se ve es frágil y las entidades son inciertas. La
identidad se manifiesta no como algo dado, sino algo que requiere esfuerzo y que se
desdibuja, ya que existe la posibilidad de la fusión entre ambas interlocutoras y la
inmersión de la interlocutora en la numinosidad y la naturaleza. Esta fluidez de la
identidad se da en un ámbito cultural colonial/neocolonial, Chile en Latinoamérica, que
no pasó por una etapa moderna en un sentido europeo, en que no se desarrolló una
identidad/subjetividad en el sentido occidental por la falta de un sustrato infraestructural
‘capitalista’ moderno burgués, ámbito cultural que sin embargo pertenece al ‘occidente’ y
cuya ‘identidad’ problemática, más allá o más acá de los componentes etnoculturales, se
puede explicar por el proceso de dependencia que no permitió el desarrollo de la base
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