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Momentos como los que vivimos a propósito del ventilador bilateral de la corrupción en
Venezuela, no han de abrir opciones a pensadores viscerales y si, al frío análisis de la
realidad. Hay quienes se plantean, alentar la renuncia de Guaidó, otros reclaman y
proponen desde las bondades de su exilio.
Digo que no meto las manos al fuego ni siquiera por mí, empero, analizo la situación y
considero que con los diputados verdeados, consideraciones cero. No hay perdón y han
de ser ejemplarmente execrados de la vida política nacional como muestra de que
actuamos para la conformación de un país donde el comportamiento ético político
adquiere una dimensión distinta a la preconizada en los últimos cuarenta años.
Guaidó merece aun nuestro respaldo, no podemos echar por tierra los avances políticos
alcanzados internamente y en el exterior. Aun le sostiene un margen de maniobra que
corresponde a la duda razonable, pero él y solo él pueden poner definitivamente el juego
interno a su favor. Calderón Berti ha enviado un mensaje claro y contundente.
Si los partidos políticos no pueden superar lastres y atreverse con todo a la construcción
definitiva de la unidad superior, la sociedad civil ha manifestado -con todas sus
limitaciones en el manejo de lo política y la política- que está dispuesta y puede armar
capacidades suficientes para asumir el reto y mantener el camino hacia los objetivos
planteados en el Estatuto para la Transición que fuera aprobado en su oportunidad por la
Asamblea Nacional.
Si Guaidó decide ampliar su Zona de Confort para la acción política, considero debe
hacerse presidente de todos los venezolanos, lo cual implica alimentarse de mucha más
humildad que la que hasta ahora hecho gala, alejando de su lado y entorno toda variante
negativa. El daño ha sido más que suficiente y él no ha sido afectado en su línea de
flotación. Es quien detenta el respaldo nacional e internacional y ahora, la sociedad civil le
ha puesto la oportunidad de develarse como verdadero estadista, más allá de la coyuntura
2019.