Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
TERCERA PARTE
La tercera parte de nuestro ensayo lo constituirá el estudio bíblico del misterio del
Dios Uno y Trino. Cuatro capítulos construyen esta segunda parte: el estudio de la
revelación de Dios en el Antiguo Testamento, la Autorrevelación de Dios en el Nuevo
Testamento, la vivencia trinitaria en las primeras comunidades cristianas (sus fórmulas
tríadicas) y la teología paulina del Cuerpo Místico.
Queremos introducir este segundo apartado sobre el estudio bíblico de Dios Uno y
Trino con una lectura de San Efrén1
¿Quién hay capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento
que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra
del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian.
El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda
ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada
uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos a que afocara su reflexión.
La palabra de Dios es el árbol de vida que te ofrece el fruto bendito desde cualquiera de sus
lados, como aquella roca que se abrió en el desierto y manó de todos lados una bebida
espiritual. Comieron -dice el Apóstol- el mismo manjar espiritual y bebieron la misma bebida
espiritual.
Aquel, pues, que llegue a alcanzar alguna parte del tesoro de esta palabra no crea que en ella
se halla solamente lo que él ha hallado, sino que ha de pensar que, de las muchas cosas que
hay en ella, esto es lo único que ha podido alcanzar. Ni por el hecho de que esta sola parte ha
podido llegar a ser entendida por él, tenga esta palabra por pobre y estéril y la desprecie, sino
que, considerando que no puede abarcarla toda, dé gracias por la riqueza que encierra.
Alégrate por lo que has alcanzado, sin entristecerte por lo que te queda por alcanzar. El
sediento se alegra cuando bebe y no se entristece porque no puede agotar la fuente. La fuente
ha de vencer tu sed, pero tu sed no ha de vencer la fuente, porque, si tu sed queda saciada sin
que se agote la fuente, cuando vuelvas a tener sed podrás de nuevo beber de ella; en cambio,
1
Del Comentario de san Efrén, diácono, sobre el Diatéssaron
(Cap. 1, 18-19: SC 121, 52-53).
1
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
Da gracias por lo que has recibido y no te entristezcas por la abundancia sobrante. Lo que has
recibido y conseguido es tu parte, lo que ha quedado es tu herencia. Lo que, por tu debilidad,
no puedes recibir en un determinado momento lo podrás recibir en otra ocasión, si
perseveras. Ni te esfuerces avaramente por tomar de un solo sorbo lo que no puede ser
sorbido de una vez, ni desistas por pereza de lo que puedes ir tomando poco a poco.
2
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
Capítulo 4
Tres son las líneas que van a vertebrar nuestro estudio bíblico del Antiguo Testamento
sobre la revelación de la Santísima Trinidad: 1. La primera aproximación es la que en
algunos manuales se conoce como “las prefiguraciones de la Santísima Trinidad en el
Antiguo Testamento”, cuyo objetivo es rastrear cómo Dios se va revelando en la medida
que el pueblo – el hombre – lo va conociendo y lo va conociendo por su actuar de salvación
en la historia. 2. La segunda línea maestra sería mostrar que el Dios que es desde siempre
comunión se revela como es: “comunión” y su actuación consiste en lograr su pretensión de
visibilizar a través de un pueblo escogido su proyecto de comunión original. 3. La tercera
línea nos ocupará en mostrar cómo esa comunión pretendida por Dios – como ideal para el
hombre y el cosmos- se hace a través del dinamismo de un constante engendramiento. La
palabra clave que queremos usar no solo es perdón, sino engendramiento, porque cada vez
que Dios reengendra a su pueblo, crea en el pueblo una realidad nueva.
Estas líneas maestras nos ayudan a dar un paso fundamental de la revelación en el
actuar de Dios en la historia hacia la autorrevelación que Dios hace en su Hijo. Su Hijo y su
mensaje nos muestra la revelación definitiva de Dios como “una comunidad de Vida y
Amor” en la que Dios quiere que el hombre participe, no solo como una visión estática,
sino en una actitud activa. El Reino de Dios, vivido desde siempre por el Verbo, se
convierte en el “Reino de Dios” predicado por Jesús, en el plan en el que Dios nos
introduce.
2
Recordamos que nos acercamos a la lectura de la Escritura desde una comprensión de ella
como “Palabra de Dios”. La exégesis, la teología bíblica y la interpretación de los Santos Padres
van de la mano. Cf. Teología sapiencial.
3
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
Así, algunos de ellos, como San Justino ("Dial.", 60), San Ireneo ("Adv. haer.", IV.20,
7-11), Tertuliano ("Adv. Prax.", 15-16) y Teófilo ("Ad Autol.", II, 22; Novat., "De Trin.",
18, 25, etc.) no solamente creían que los profetas lo atestiguaron, sino que sostenían como
cierto que el mensajero divino del Génesis (en 16,7.18, 21,17, 31,11) y del Éxodo (3,2), era
el Hijo; pues consideraban evidente que Dios Padre no podía haberse manifestado a sí
mismo. La Carta a Bernabé conoce también la preexistencia de Cristo a la encarnación y
vio en el texto de Gn. 1,26 que a él se refería Dios cuando dijo “hagamos al hombre a
nuestra imagen y semejanza”3.
Sostenían los Padres que cuando los escritores inspirados hablaron del "Espíritu del
Señor" la referencia era a la Tercera Persona de la Trinidad y uno o dos de ellos (Ireneo en
"Adv. haer." II.30.9; Teófilo en "Ad. Aut." II.15; San Hipólito en "Con. Noet." 10)
interpretaron e identificaron la sabiduría hipostática de los libros sapienciales no con el
Hijo (Heb. 1,3; cf. Sab. 7,25-26) sino con el Espíritu Santo4.
Aunque en otros Padres se encuentra lo que parece ser la opinión más sólida, y es que
bajo la Antigua Alianza no se dio una insinuación clara de la doctrina trinitaria (cf. San
Gregorio Nacianceno, "Or. Theol.",V,26; San Epifanio, "Ancor" 73 "Haer.", 74; Basilio,
"Adv. Eunom.", II, 22; Cirilo de Alejandría, "En Juan.", XII, 20)5.
Se puede reconocer como cierto que el camino está preparado para la revelación
trinitaria en algunas profecías. Los nombres de Emmanuel (Is. 7,14) y Dios el Poderoso (Is.
9,6) afirmados del Mesías futuro hacen mención de la naturaleza divina del libertador
prometido. Sin embargo, la revelación del Evangelio fue necesaria para otorgarle el sentido
y claridad total a aquellos pasajes. Es claro que incluso estos exaltados títulos no
condujeron a los judíos a reconocer que el Salvador por venir no era otro que Dios mismo.
3
http://ec.aciprensa.com/wiki/Sant%C3%ADsima_Trinidad#.Uutnu_l5OSo
4
Ibídem.
5
Ibídem.
4
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
5
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
compromete así con un pueblo que tiene conciencia de ser un pueblo elegido. Concluye con
él una alianza, de la que se muestra garante. El Dios de los patriarcas recibe nombre nuevo
y se acentúa el carácter monolátrico de su culto. Se considera que interviene en la historia
de este pueblo, naciendo así una verdadera historia de salvación.
— En una tercera etapa, Yahvé, el Dios de Israel, se vincula ya a una institución
política, al reino de Judá-Israel y a la dinastía davídica. Sin embargo, un vasto movimiento
de reacción, animado por los profetas, reacciona para liberar la fe yahvista de sus
limitaciones políticas y nacionales y para resaltar las exigencias morales del yahvismo y
reforzar el carácter monolátrico, llegando incluso a un auténtico monoteísmo.
— Esta última etapa de reacción está representada, sobre todo, por los profetas
escritores que no cesaron de transmitir la antorcha de la fe yahvista, cada vez más
trascendente desde Amós hasta Jeremías, Ezequiel y el Deutero-Isaías.
— A partir de la cautividad de Babilonia, la fe yahvista se vive cada vez más de una
forma personal, teniendo particular incidencia la reflexión sapiencial que aborda, en el libro
de Job y en el Eclesiastés, el problema de la existencia de Dios y de su providencia,
tratando de asegurar a los fieles la salvación personal. Por el movimiento apocalíptico se
despega la consideración del reino de Dios de las contingencias históricas, para insistir en
el juicio de los individuos en el más allá.
Nos parece que esta división en las cinco etapas no deja de ser acertada, por lo que, en
nuestra exposición, seguiremos aprovechando el pensamiento de Coppens, enriqueciéndolo
con las aportaciones de Van Imschoot y W. Eichrodt 9, y añadiendo siempre consideraciones
personales.
3.1.1 “EL”
6
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
derivar su significado de la preposición el (hacia), de modo que Dios sería aquel a quien va
dirigido el culto.
De todos modos, se trata no de un nombre propio, sino de un apelativo, ya que tiene
un plural: Elim (Ex 15,11; Dn 11,36) y un femenino élah, que no aparece nunca en la
Biblia. Se emplea como nombre propio de un dios determinado entre los arameos, los
árabes y los fenicios y en el Antiguo Testamento, donde frecuentemente designa al Dios
único. Se halla con frecuencia en los nombres teóforos de todos los lugares semitas: Yisre-
él (que Dios siembre), Yisma-él (que Dios oiga), etc.
3.1.3 “ELOHIM”
12
O.c, 41.
13
O.c, 33-34.
14
O.c., 44.
15
O.c. 65.
7
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
8
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
17
R. LATOURELLE, O.C, 1236-1237.
18
O.C., 174
9
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
19
Cf A. COLUNGA-M. GARCÍA CORDERO, Biblia comentada I (Madrid, 1977), 424ss.
20
Ibid., 463.
21
A. RICHARDSON, Las narraciones evangélicas de milagros (Madrid 1974).
22
H. FRÍES, Teología fundamental (Barcelona 1987), 304.
10
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
11
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
Como dice Latourelle, «la liberación, la elección, la alianza, la ley, forman un todo
indivisible. En efecto, la alianza y la ley no se comprenden más que a la luz de todo el
proceso liberador que tiene en ellos su consumación» 24. Las «palabras de la alianza» (Ex
20,1-17) o las «diez palabras» (los debarim: Ex 34,28) expresan exigencias de la vocación
de Israel. Al aceptar la alianza, Israel se convierte en el pueblo «santo», pues se ha aliado
con un Dios que es santo.
El sentido de la elección de Israel se ilumina desde «la sentencia del águila» que
leemos en Ex 19,4-6: «Habéis visto cuanto yo he hecho en Egipto, y cómo os he llevado
sobre alas de águila y os he traído hasta mí. Ahora bien, si de veras escucháis mi voz y
guardáis mi alianza, seréis propiedad mía particular entre todos los pueblos, porque toda la
tierra me pertenece. Vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa». Y a
ello se añade la exhortación: «No haréis lo que se hace en el país de Egipto, donde habéis
vivido, no lo que se hace en la tierra de Canaán, a donde os voy a introducir» (Lv 18,3).
En la religión de Israel, no es lo primero el cumplimiento del decálogo; este no se
entiende sino como respuesta a un Dios que, por iniciativa propia, ha salvado a Israel,
dándole una vocación que llena de sentido su existencia. La intervención de Dios precede a
la ley y esta solo se entiende en el contexto de la alianza. Para Israel, el decálogo es
esencialmente el signo de un pacto concluido con Dios. Es la alianza el estímulo que ha de
llevar al cumplimiento de la ley, y esta ha de ser vivida en agradecimiento a un Dios que ha
comprometido su fidelidad con Israel. El sentimiento de haber sido elegido es anterior al
afán de cumplimiento. Es el amor que nace de la alianza el que ha de inspirar la
observancia de la ley.
Por otra parte, la alianza sin la ley resulta imperfecta. Un pueblo que ha sido llamado
a la santidad ha de aceptar un estilo de vida conforme al estilo de Dios. La ley explica cómo
debe vivir un pueblo consagrado a Dios.
Es cierto que la ley recoge aspectos que corresponden al derecho natural; pero el
pueblo de Israel no ha llegado a ellos a través de una reflexión filosófica, sino por
obediencia al Dios que ha irrumpido en su historia; de ahí que el decálogo tiene un carácter
interpelante y religioso: la ley explica la voluntad de Dios; cuando se observa, se convierte
en vida; cuando se desobedece, se encamina uno a la muerte. En este sentido, la
formulación negativa del decálogo resalta más el hecho de que la iniciativa proviene de
Dios y que es Él el que define las condiciones que Israel debe observar para no romperla.
Finalmente, la ley tiene un aspecto comunitario: es una ley para la comunidad. Ya que
el pueblo, como tal, ha sido llamado y la alianza se concluye con todos, es también todo el
pueblo el que acepta la ley como configuración de su vida. La fidelidad a Yahvé está
destinada a asegurar la unidad y la cohesión del pueblo de Dios. Algunas prohibiciones
respecto a los forasteros y alianzas políticas con otros pueblos tienden a mantener la
cohesión del pueblo de Israel. El pecado se considera comunitario, pues la ley es
comunitaria. Por medio de la ley, Dios va preparando a su pueblo hacia la plena revelación.
3.2.3 Conclusión
No cabe duda de que si bien Yahvé aparece, en el cuadro teofánico de su revelación,
como un Dios dominador de la naturaleza, Dios se presenta sobre todo como salvador de la
nación y como un Dios de la historia; un Dios que ha elegido a un pueblo para sellar con él
su alianza. Es un Dios que se revela ya en el campo moral, un Dios que da leyes y un Dios
24
R. LATOURELLE, O.C, 1237.
12
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
que manifiesta sus celos reclamando una monolatría excluyente de otros cultos. Pues, como
comenta Coppens, no se trata todavía de un monoteísmo explícito.
La idea del monoteísmo entró en Israel después de largos esfuerzos y solo tras el
exilio llegó a las masas populares, comenta Van Imschoot. Los antepasados de Abrahán, el
padre del pueblo hebreo, «servían a otros dioses» (Jos 24,2.14.25). Moisés es el verdadero
fundador de la religión de Israel. Yahvé es el Dios de Israel después de Egipto (Os 12,10;
13,4). Y así los profetas, que se consideran no innovadores sino continuadores de la obra de
Moisés, buscan volver al Dios único de Israel. La época de Moisés es a sus ojos la época de
la religión ideal a la que quieren reconducir a Israel (Os 2,16.17; Ez 16,3-14).
Ya hemos visto que el Dios que se manifiesta a Moisés se da el nombre de Yahvé (Ex
3,14), que manifiesta su poder liberando a Israel de Egipto, haciendo de él su propiedad y
concluyendo con él una alianza (Ex 24,3-8; 34,1-35). Se revela como un Dios
esencialmente universal y soberanamente libre, como Señor (Ex 15,18; 19,6). Se revela
también como un «Dios celoso» (Ex 20,5; 34,14), que no soporta rival alguno: «No tendrás
ningún otro Dios fuera de mí» (Ex 20,3; Dt 5,7). «Este exclusivismo, comenta Van
Imschoot, es absolutamente característico del Dios de Moisés, y no se halla en ningún otro
dios antiguo». Yahvé es, además, el Dios santo e inaccesible (Ex 3,5; 19,20.24). «De todos
estos rasgos, sigue diciendo Van Imschoot, resulta que la religión de Moisés es monoteísta,
aun cuando no se haya formulado explícitamente la negación de la existencia de “dioses
extraños”, lo que hace de ella un monoteísmo más práctico que teórico»25.
Es cierto que el Dios de Israel tiene un nombre propio: Yahvé, pero porque los hebreos
creían su obligación distinguirle por este nombre. El nombre es parte integrante de la
persona y el que no tiene nombre es como si no existiese. Por eso, un Dios confesado como
Dios personal, tiene que tener un nombre propio. Además, según la tradición hebrea, se
debe conocer el nombre de Dios para poder actuar sobre él: en el culto se pronuncia el
nombre de Dios para despertar su atención y pedirle gracias. El nombre propio de Yahvé no
significa, pues, que sea necesario para distinguirlo de otros del mismo género.
13
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
Moisés (1 R 19), pone al rey Acaz ante la alternativa de adorar al único Dios de Israel, que
es Yahvé, o a Baal (1 R 18,21).
26
O.C., 68
27
W. EICHRODT, O.C, 207.
14
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
28
G. VON RAD, Teología del Antiguo Testamento (Salamanca 19825), 185.
15
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
presencia y su acción. Todas las cosas, lo mismo que el pueblo de Israel, deben su
existencia a una iniciativa de Yahvé, que ha sacado todo de la nada. Israel contempla en el
Dios de la creación al Dios de la historia: es la mirada del creyente que interpreta el
universo partiendo de su fe29.
Israel llega desde el Dios de la alianza al Dios de la Creación, al Dios único. Ningún
pueblo en la antigüedad ha desarrollado un concepto de creación como Israel. Un concepto
de Dios absolutamente trascendente y santo, al tiempo que ha visto en el mundo y en el
hombre criaturas de Dios distintas de él y dotadas de autonomía, pues cuanto más puro es el
concepto de Dios más profunda es la concepción de la persona humana.
Israel no debe a Grecia ni el concepto de creación, que la filosofía griega ignoraba, ni
el de historia, ni el de persona. Para los griegos, la historia lineal no existe: todo se basa en
el eterno retorno de las cosas. Para Israel, la historia está proyectada por la promesa
mesiánica hacia el futuro. La persona está tanto más dignificada cuanto que está llamada a
una intimidad dialogal con el Dios de la alianza. Una persona que es creada para la
intimidad personal con Dios tendrá por siempre una dignidad sagrada y absoluta. No es ya
simple naturaleza (physis), sino un sujeto llamado a la comunión con Dios. El
Deuteronomio es consciente de esta proximidad de Yahvé: «En efecto, ¿hay alguna nación
tan grande que tenga dioses tan cerca como lo está Yahvé nuestro Dios siempre que lo
invocamos?» (Dt 4,7).
La doctrina de los profetas ha penetrado todos los libros posteriores del Antiguo
Testamento. Numerosos salmos, todos los libros sapienciales y otros celebran al Dios
único, creador del cielo y de la tierra (Gn 1; Sal 8; 93,2; 96,10; 104; Jb 38; Pr 8,23-30; Ec
24,3-8; Sab 9,1-3; Ne 9,6; Jdt 9,12; 16,15-19, etc.). Su omnipotencia, su santidad, que le
diferencia de todo otro ser, su carácter moral son universalmente reconocidos (por ejemplo,
Sal 40,7-11; 50,14.15; 51,17.18; 69,32; 93; 95,3-5; 97). Ningún dios existe fuera de Yahvé
(Dt 4,35; 1 R 8,60; 2 R 19,15; Is 41,29; 45,6; 46,9, etc.). A partir de Jeremías, la polémica
contra los dioses «que no son dioses» (Jr 2,11; 5,7) y contra toda forma de idolatría se
convierte en un lugar común (Jr 2,13.28; 10; Is 40,18-20; 41,6.7; 44,10-20; 46,6.7; Ha 2,18;
Sal 115,4-8; 135,15-18; Sab 13,9-14; 11; 14,12-21; Ba 6, etc.).
29
Dice Von Rad: «Según cuanto llevamos dicho, parece muy probable que esta comprensión
soteriológica de la creación sirva también de base a la historia de la creación en el yahvista y en el
documento sacerdotal. Ninguno de estos documentos contempla la creación en sí misma, sino que la
insertan en el curso de una historia, que conduce a la vocación de Abrahán y termina con la
conquista de la tierra. En ambos el "autor" se sitúa en el círculo más íntimo de la relación salvífica
que Yahvé otorgó a Israel. Pero para legitimar teológicamente esta relación salvífica, las dos
imágenes de la historia comienzan con la creación y de allí trazan una línea de continuidad hacia
Israel, el tabernáculo y la tierra prometida. Por muy presuntuoso que parezca, la creación pertenece
a la etiología de Israel. Se comprende que al ampliar el antiguo credo con este preámbulo, se
ensanchaba poderosamente la base teológica de todo el conjunto. El gran desarrollo que había
experimentado la tradición, desde Abrahán hasta Josué, exigía un fundamento que el antiguo credo
no podía ofrecer. Y esto fue posible porque la misma creación era considerada un acto salvífico de
Yahvé» (G. VON RAD, o.c, 187-188).
16
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
Quisiéramos entrarnos aquí en la concepción que Israel tuvo de la idea de un Dios único,
creador y personal.
Es un dato incuestionable que la concepción de Dios por parte de Israel rompe los
esquemas de la sociología religiosa. La sociología enseña que, cuando un pueblo nómada se
hace sedentario, pasando a cultivar la agricultura y la ganadería, cambia su religión,
aceptando los dioses del campo y la fertilidad. Israel, en cambio, conservó su idea de Dios.
La sociología dice que, cuando un pueblo como Israel acepta la monarquía, su Dios
termina por convertirse en un Dios estatal, una personificación del poder del Estado. Pero
Yahvé siguió siendo el Dios único que juzgó a la monarquía y mantuvo pura su revelación.
Con la descomposición del Estado en el exilio de Babilonia, tenía que haber
desaparecido la fe en Yahvé, pero no fue así. La voz de los profetas mantuvo un resto de
fieles, el resto de Yahvé, los anawin, los pobres de Yahvé que mantuvieron su fidelidad al
Dios de la alianza en medio de las dificultades. Sobre este resto vendrían las promesas de
los profetas.
Y no se puede decir que esta idea tan elevada de Dios fuera fruto de un pueblo fiel y
dotado intelectualmente: Israel fue un pueblo pecador que se olvidó del Dios de su juventud
en más de una ocasión.
A veces nos extrañamos de que el Antiguo Testamento, al hablar de Dios, caiga en
frecuentes antropomorfismos (tiene ojos u oídos, etc.), pero la verdad es que, gracias a
ellos, el pueblo de Israel ha mantenido una concepción verdaderamente personal de Dios:
no es un Dios lejano, sino un Dios personal y cercano al hombre.
El pueblo hebreo no es un pueblo de talante filosófico. Sabe que, cuando aplica a Dios
dichos antropomorfismos, como cuando dice que Dios tiene ojos, en realidad no los tiene
(Jb 10,4); pero prefiere hablar así. Al israelita le gusta la palabra y el vocablo concreto,
consciente, por otro lado, de la inconformidad radical del espíritu humano para representar
a Dios como es en sí mismo. Pero así es como ha mantenido el carácter personal y concreto
de su Dios. Dice así Van Imschoot:
«Todo el Antiguo Testamento presenta a Dios como el Dios vivo, activo y personal,
que se ha dado a conocer a Israel y continúa manifestándose por sus intervenciones en
la historia de su pueblo. Dios ha sido percibido por los genios religiosos de Israel
como un ser personal, accesible al hombre, como una voluntad de acción, que
interviene en la vida. Como en toda religión vivida, que no es una pura especulación
del espíritu, este Dios concreto y personal se ve necesariamente descrito por
antropomorfismos más o menos numerosos y acentuados que sirven para expresar la
individualidad de la divinidad. En Israel tenían tanta mayor razón de ser cuanto que el
espíritu religioso estaba entre los judíos mucho menos desarrollado»30.
17
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
algunos pueblos, como los fenicios, atribuían a Dios una paternidad que implicaba una
actividad sexual32 y la trascendencia del Dios de Israel era del todo incompatible con esa
mentalidad. Por otro lado, la idea de Dios y Padre no viene vinculada a la idea de creación,
sino escasamente (Ml 1,6; 2,10; Is 45,10ss; Sal 29,1; 89,7).
Ante todo, Dios es considerado como Padre en relación con el pueblo elegido; su
paternidad no se extiende nunca a todos los hombres. Israel es reconocido como hijo de
Dios o su primogénito, porque Dios lo ha elegido entre todas las naciones como su
propiedad. En la liberación de Egipto, Dios hizo decir al Faraón: «Tú dirás al faraón: Así
dice el Señor: Israel es mi hijo, mi primogénito. Te ordeno que dejes salir a mi hijo para que
me dé culto» (Ex 4,22ss). Moisés tuvo también que recordar al pueblo que Dios había
establecido una relación especial con él: « ¿No es él tu padre, que te creó, que te hizo y
constituyó?» (Dt 23,6).
Los profetas recogen después estos temas. Oseas recoge el oráculo de Dios: «Cuando
Israel era un niño yo lo amé y de Egipto llamé a mi hijo» (0s 11,1). Y en Jeremías se oye
decir a Yahvé: «Yo soy un padre para Israel, Efraím es mi primogénito» (Jr 31,9). Leemos
también en Isaías: «Tú, Señor, eres nuestro Padre» (Is 63,16; 64,7). También en Isaías
podemos encontrar la idea de la paternidad de Dios ligada a la creación: «Señor, tú eres
nuestro Padre; nosotros somos la arcilla y tú el alfarero, somos todos obra de tus manos» (Is
64,7). Pero, como decimos, no es tan frecuente la vinculación de la paternidad con la
creación. Cuando la paternidad de Dios se refiere al pueblo, se basa más bien en el
acontecimiento de su liberación y constitución en el desierto: « ¿Así pagas al Señor, pueblo
insensato y necio? ¿No es Él tu Padre, que te creó, el que te hizo y te estableció?» (Dt
32,6).
Es un Padre lleno de misericordia hacia su pueblo: «Efraím es para mí un hijo
querido, un niño predilecto; pues, cada vez que lo amenazo, vuelvo a pensar en él: mis
entrañas se conmueven y me lleno de ternura hacia él» (Jr 31,20).
Llama la atención, sin embargo, que ese amor paternal de Dios hacia su pueblo se
compara con la ternura materna: «Acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de
su madre» (Sal 131,2). Y leemos también en Isaías: « ¿Puede una madre olvidarse de su
criatura?, ¿no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Pues, aunque ella se olvide, yo no
me olvidaré» (Is 66,13). Y se habla continuamente del «seno materno», como símbolo de la
protección que tiene Israel de manos de Dios: «En el seno materno ya me apoyaba en ti, tú
me sostenías, siempre he confiado en ti» (Sal 71,6); «Tú has creado mis entrañas, me has
tejido en el seno materno» (Sal 138,13). Y leemos también en el Sal 22,10: «Tú eres quien
me sacó del vientre, me tenías confiado en los pechos de mi madre».
No deja de ser significativo que el término de misericordioso, rahum, está
emparentado con réhem, que es el seno materno.
Así pues, se describe a Dios con rasgos maternos, aunque nunca, es preciso decirlo, se
invoca a Dios con el término de madre. Se dirigen plegarias a Dios en su cualidad de Padre,
para tener en él el apoyo moral como leemos en el Eclesiástico: «¡Quién pusiera un
centinela en mi boca y un sello de prudencia en mis labios para que no me hagan caer y yo
31
J. GALOT, Padre, ¿Quién eres? (Salamanca 1998); F. GARCÍA LÓPEZ, “Dios Padre en el
Antiguo Testamento a la luz de las interpretaciones recientes de la religión de Israel”: AA.VV, Dios
es Padre (Salamanca 1991); X. PIKAZA en: Diccionario teológico. El Dios cristiano (Salamanca
1992), 1003-1021; R. HAIWERTON-KELLY, God the Father. Theology and Patriach Patriarchy in
the teaching of Jesús (Philadelphia 1979); B. BIRNE, Sons of God-Sieds of Abraham (Rome 1979).
32
J. GALOT, O.C.,9
18
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
no pierda mi lengua! ¡Señor, Padre y Dueño de mi vida! ¡No dejes que mi lengua me
domine; no permitas que me haga caer!» (Eclo 22, 27-23,1). Otro texto en la misma línea:
«Señor, Padre Dios de mi vida, no dejes que sea altiva mi mirada; aparta de ni los malos
deseos. Que la sensualidad y la lujuria no se apoderen de mí; no permitas que caiga en
pasiones vergonzosas» (Eclo 23,6).
Dios aparece también en Israel como padre del Mesías, como veremos en la profecía
de Natán a David:
«Como en el tiempo en que yo establecí jueces sobre mi pueblo Israel, te daré paz con
todos tus enemigos. Además, el Señor te anuncia que te dará una dinastía. Cuando
hayas llegado al final de tu vida y descanses con tus antepasados, mantendré después
de ti un linaje salido de tus entrañas, y consolidaré su reino. Él edificará una casa en
mi honor y yo mantendré para siempre su trono real. Seré para él un padre y él será
para mí un hijo. Si hace el mal, yo lo castigaré con varas y con golpes como hacen los
hombres. Pero no le retiraré mi favor, como se lo retiré a Saúl, a quien rechacé de mi
presencia. Tu dinastía y tu reino subsistirán para siempre ante mí, y tu trono se
afirmará para siempre» (2 S 7,11-16; cf 1 Cr 17,10-14; 22,8-10; 28,6s).
Este concepto de filiación divina respecto del Mesías lo encontramos también en el
Salmo 2, cantado durante el rito de entronización del rey: «Voy a proclamar el decreto del
Señor. Él me ha dicho: "tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy"» (Sal 2,7). Se trata de un
texto que tiene conexiones con el rito de entronización del faraón, que era considerado
como engendrado físicamente por Dios, mientras que el rey de Israel era elegido por Yahvé.
Por último, en la literatura sapiencial, la paternidad se pone en relación con los
individuos, en concreto, con los justos. Así llama el salmista a los justos (Sal 73,15) y
Malaquías se dirige a los sacerdotes llamándolos hijos de Dios (Mi 1,6; 2,10). En el libro de
la Sabiduría, el justo considera a Dios como padre propio y a sí mismo se considera «hijo
del Señor» (Sab 2,12-18). De todos modos, la invocación de Dios como Padre, como ya
hemos visto en textos del Eclesiástico, es especialmente rara en el Antiguo Testamento y
aparece solo, como anota Ladaria33, en épocas relativamente tardías. No parece que se dé
con frecuencia la invocación de Dios como Padre por parte de las personas concretas en
tiempos anteriores a Jesucristo. Se tiene siempre en cuenta la trascendencia divina y, por
ello, se da cierto recelo a usar concepciones demasiado literales o materiales de la
paternidad divina34.
33
O.C., 48
34
O.C., 48.
35
O.C.,120.
19
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
20
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
fuerza divina. Jeremías recibe el poder de «arrancar y arrasar, destruir y demoler, edificar y
plantar» (Jr 1,10). La palabra del profeta no es nunca una palabra estéril: «Como bajan la
lluvia y la nieve del cielo y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla
y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi
palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá
mi encargo» (Is 55,10-11).
Con esta palabra de Dios, el profeta está en medio de los hombres como intérprete
autorizado de todo lo que ocurre a su pueblo. El campo de la palabra profética es la historia,
pues es creadora e intérprete de la historia.
La fe de Israel se apoya en la intervención histórica de Dios favor de su pueblo. El
credo primitivo de Israel se limita a recitar estas intervenciones salvíficas de Dios (Dt 26,5-
10). Pues bien, los profetas apelan a estos conocimientos para recordar a Israel su
vocación, para echarle en cara su infidelidad, anunciando el castigo, y para abrir la
esperanza de una nueva alianza. Va apareciendo la figura de un «Mesías Rey», de un
misterioso «Hijo del hombre» y la misión expiatoria de un “Siervo de Yahvé», que carga
con los pecados de los hombres.
La palabra de Dios, por un lado, suscita y dirige los acontecimientos y, por otro, los
interpreta, explicando su significado. La palabra profética no solo anuncia la historia, sino
que la interpreta. Sumergido en la historia, el profeta contempla los acontecimientos, capta
su alcance salvífico y lo proclama. El profeta es el intérprete de la historia desde su
experiencia privilegiada de Dios.
La palabra de Dios no viene solo descrita como un mensaje de Dios a los hombres,
sino como una realidad dinámica que realiza los designios de Dios. La palabra de Dios está
en el origen de la creación del mundo y en la elección del pueblo de Israel; una realidad que
proclama tanto la trascendencia de Dios como su cercanía al pueblo, de modo que asistimos
casi a una “hipostatización” de la palabra, aunque no sea tan clara como la de la sabiduría.
21
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
22
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
rostro y se espantan; les retiras el aliento (Ruach) y expiran y vuelven a ser polvo; envías tu
aliento y los creas y repueblas la faz de la tierra» (Sal 104,19-30).
El Espíritu aparece también como una fuerza que irrumpe en determinadas personas,
particularmente en los profetas. A él se atribuye el fenómeno de la profecía. El profeta tiene
la experiencia privilegiada de que Dios mismo se hace presente en él y actúa en su interior.
Vive de modo inefable la proximidad adorable de Dios y se siente como dominado por la
presencia del Espíritu que lo induce a transmitir el mensaje. El profeta no puede callar.
En esa misma experiencia tiene el profeta la certeza de que es Dios mismo el que le
habla. Es una certeza inmediata, interna, identificada con la misma inefable experiencia de
la llamada de Dios. En esa misma experiencia conoce el profeta el origen divino del
mensaje y se siente confortado para transmitirlo fielmente sin retroceder jamás. El profeta
tiene, en su propia experiencia, la garantía de que es Dios mismo el que le habla. Los signos
que pide a Dios son solo para acreditarse ante los hombres.
El Espíritu descenderá sobre el Mesías que será el ungido del Señor (Is ll,lss) y los
tiempos mesiánicos están llenos de los dones del Espíritu según la profecía de Joel:
«Sucederá después de esto que yo derramaré mi Espíritu en toda carne. Vuestros hijos y
vuestras hijas profetizarán, vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones. Hasta en los siervos y las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días» (Jl 3,1-
2).
El Espíritu que profetiza Ezequiel hará que los huesos de los israelitas (forma de
referirse a los israelitas en el exilio) revivan y vuelvan de nuevo a Israel en la fidelidad.
«Los salvaré de sus infidelidades por las que pecaron, los purificaré, y serán mi pueblo y yo
seré su Dios» (Ez 17,23).
El Espíritu viene, pues, a ser una fuerza de Yahvé que está en el inicio de la creación y
que mueve la historia de Israel; pero no deja de ser, sobre todo en referencia a los tiempos
mesiánicos, un principio de renovación interior.
De este modo, aunque en el Antiguo Testamento no se revela la Trinidad, podemos
encontrar en él una preparación de la misma. El Nuevo Testamento descubrirá que ese Dios
único es el Padre de la Palabra encarnada que es Cristo y presentará al Espíritu como
persona que consuma el amor entre ambos y concede a los hombres la filiación divina y la
nueva vida en Cristo.
6. Conclusión
Hemos repasado las prefiguraciones de Dios en el Antiguo Testamento; estas
prefiguraciones son entendidas como la forma pedagógica como Dios se va revelando
desde las coordenadas que el hombre, el pueblo le pueda ira comprendiendo, es una
pedagogía guiada por el amor y la paciencia de Dios para hacerse comprender. Las
prefiguraciones no significan una evolución o crecimiento en Dios, pues él siempre es lo
que es -como le dice a Moisés cuando le revela su nombre- , por eso es incorrecto decir que
el Dios del Antiguo Testamento era “Uno” y en el Nuevo Testamento era “Trino”, Dios
siempre es “Uno Trino”. Por eso una cosa es “cómo es Dios” y otra el proceso para ser
conocido por el hombre. Por eso, volvemos a decir, es toda una pedagogía orientada por el
amor.
Hacemos notar sin embargo que los Santos Padres, desde una visión cristológica del
Antiguo Testamento, no solo vieron prefiguraciones del Dios Trino en la Escritura sino que
ellos se atreven a ver presencia Trinitaria de Dios incluso desde las primeras páginas del
23
Capítulo 4: Teología del Antiguo Testamento. Las prefiguraciones de Dios Trinitario
Génesis Esta afirmación nos permite introducir el siguiente punto de nuestro estudio: Dios
se revela desde el principio como lo que es: “comunidad de Vida y Amor”.
24