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Lavarello, P (2017) en ​“¿De qué hablamos cuando hablamos de política industrial?

” intenta
hacer un recorrido por las principales definiciones y lineamientos de política industrial que han
circulado en el ámbito académico durante los último años. Explica que el enfoque clásico o
predominante es aquel referido a las “fallas de mercado”, en donde la política industrial es
comprendida como acciones de gobierno orientadas a corregir problemas de información
imperfecta, provisión de bienes públicos e internalización de externalidades, dentro de un contexto
de equilibrio general. Frente a esta concepción un tanto estrecha, el autor propone una definición de
política industrial concebida como acción deliberada de transformación de la estructura productiva,
que tenga en consideración los marcos institucionales, las brechas tecnológicas entre los países e
incluya las enseñanzas de la historia a partir de múltiples experiencias de política industrial a nivel
internacional.
Chiang, H​. (2013) en ​“Patada a la escalera: la verdadera historia del libre comercio”,
plantea que, contrariamente a lo que nos ha hecho creer el Consenso de Washington, la mayoría de
los países hoy industrializados no se hicieron ricos gracias a las ventajas del libre comercio. El autor
propone ejemplos históricos de economías que actualmente se consideran la cuna del ​laissez faire
(como por ejemplo Estados Unidos y Gran Bretaña) ​y que comúnmente se piensa que su desarrollo
tuvo lugar sin intervención estatal significativa. Chiang explica que, contrariamente a lo que se cree,
estos países fueron economías que en una fase inicial de su desarrollo centralizaron el comercio,
prohibieron en muchos casos las importaciones -o impusieron aranceles significativamente altos-,
redujeron los impuestos a las exportaciones de las manufacturas de origen industrial, concedieron
importantes subsidios e invirtieron en investigación y desarrollo (I+D), que es una herramienta con
enormes efectos de difusión sobre el proceso de industrialización.
Evans, P. (1996) en ​“El Estado como problema y como solución” realiza una distinción entre
“Estado predatorio” y “Estado desarrollista”. El primer término hace referencia a aquellos Estados
cuyo sector público no está centrado en promover el desarrollo de un país, sino en la apropiación de
rentas públicas (​rent-seeking​), conceptualizada de un modo más primitivo como corrupción. El
segundo término, por el contrario, se refiere aquellos Estados que han logrado un crecimiento
económico exitoso a través de una intervención deliberada y estratégica; los ejemplos más evidentes
de este tipo de estructuras son la de los denominados “tigres asiáticos”. El autor considera que esto
es sumamente importante, pues hoy reina una apatía generalizada hacia el Estado como institución
y, ciertamente, muchos de sus fundamentos están justificados por su desempeño deficiente. Por esto
mismo, sugiere que es necesario revisar y reflexionar sobre la burocracia en el Tercer Mundo, para
transformar el Estado de modo que deje de ser un problema y se convierta en una solución; en otras
palabras, pasar de un Estado predatorio a un Estado desarrollista. Evans cita algunos autores como
Polanyi, Weber y Hirschman, para argumentar que el desarrollo del capitalismo y el sistema de
mercado surgió, en realidad, a través de un intervencionismo estatal determinado y de un orden
propiciado por el Estado. Esto le sirve al autor para explicar que la modernización e
industrialización no vendrán por la supresión del Estado, sino por la consolidación de sus bases
institucionales; esto es, con un aparato burocrático coherente, extracción de excedentes, provisión
bienes colectivos y fomento de expectativas empresariales a largo plazo.
Por último, ​Cimoli, M. et al. (2006) en “institutions and policies shaping industrial
development: an introductory note” esgrimen que en los países en vías de desarrollo las fronteras
entre las instituciones de mercado y de no-mercado todavía no se han definido claramente y, por
ende, los precios marginales no actúan como señales correctas. De esta forma, si partimos de la
concepción clásica de que las políticas públicas sólo son requeridas allí donde hay fallas de
mercado, estaríamos cometiendo un error conceptual pues las fronteras son difusas. Los autores
sostienen que en un mundo caracterizado por el cambio técnico, los rezagos y en donde las
tendencias tecnológicas modelan las señales sobre los patrones de rentabilidad intersectorial e
interproductos y, en consecuencia, los patrones de la asignación microeconómica de recursos, las
instituciones y las políticas importan (y mucho).

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