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UNIVERSIDAD CENTROCCIDENTAL ”LISANDRO ALVARADO”

DECANATO DE ADMINISTRACIÓN Y CONTADURÍA


COORDINACIÓN DE POSTGRADO

ESPECIALIZACIÓN GERENCIA EN TRIBUTACIÓN

TALLER EVALUADO
TEORÍA GENERAL DEL TRIBUTO

PRINCIPIOS CONSTITUCIONALES TRIBUTARIOS.

Postgrado: Gerencia en Tributación

Rodríguez José Antonio C.I: 9.563.622


Profesor: Jeannet Lameda Terán
Asignatura: Teoría General del Tributo
Todo Estado debe tener una forma para la satisfacción de las necesidades colectivas de
sus ciudadanos y Venezuela no escapa de ello. Por esta razón se ha ideado un sistema
tributario que permita disponer de una suma de medios capaces para lograr la esencia de
un Estado sin importar su forma o sistema de gobierno, pues hasta los mas dictatoriales
o autoritarios disponen de alguno; mas bien, en estos es donde mas se profundiza en su
implementación, ya que puede ser usado como herramienta represiva hacia aquellos que
le adversan.
Para el caso venezolano, la Constitución aprobada el año 1999 establece un sistema
tributario basado en principios como el de legalidad o reserva Legal, de la no
retroactividad, Igualdad, la no confiscatoriedad, la tutela jurisdiccional, capacidad
contributiva, la progresividad y generalidad. Estos principios señalados en la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, son el marco general para el
Sistema Tributario.
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, es el instrumento máximo
llamado a enunciar y resguardar todos los principios que le dan sentido orientador al
sistema tributario venezolano.
Según Rafael Badell Madrid, se introducen elementos novedosos, como lo son, se le da
rango constitucional a la administración Tributaria, se dispone que la evasión fiscal deba
ser castigada con pena restrictiva de la libertad.

 PRINCIPIO DE LA LEGALIDAD. (Nullum Tributum Sine Lege),


Este principio se encuentra consagrado en el Artículo 317 de nuestra Carta
Fundamental. “No podrá cobrarse impuesto, tasa ni contribución alguna que no estén
establecidos en la ley ni concederse exenciones y rebajas, ni otras formas de incentivos fiscales, sino
en los casos previstos por las leyes. “Ningún tributo puede tener efecto confiscatorio”.
Este principio consiste en que no podrá establecerse impuestos, tasas o contribuciones
que no estén expresamente previstas como tales por la ley, así como tampoco ninguna
otra forma de incentivos fiscales, tales como rebajas, exoneraciones ni exenciones.
Lisandro Ferreira, SENIAT, considera la doctrina mayoritaria, que este principio
milenario es el de mayor relevancia en un sistema tributario, toda vez que es una
garantía constitucional del derecho de propiedad, de libertad y de los intereses sociales y
comunitarios, al punto que sus intereses se extienden a la seguridad jurídica, y
económica, e igualmente es una garantía de certeza para los contribuyentes o
responsables porque descarta cualquier tipo de discrecionalidad por parte de la
Administración Tributaria, pues ésta se encuentra absolutamente reglada, o lo que es
igual, sometida rigurosamente al principio de la legalidad.
Sólo corresponde a la ley formal determinar los elementos relativos a la existencia,
estructura y cuantía de la obligación tributaria, vale decir, el hecho imponible, los
sujetos que la componen, la base de cálculo, alícuota, exenciones, así como lo relativo a
la responsabilidad tributaria, tipificación de infracciones, imposición de sanciones y
establecimiento de limitaciones de derechos y garantías individuales, lo que en suma se
pude llamar constitucionalización de la construcción técnico –jurídica del tributo.
Bajo esta premisa queda excluida toda aspiración de los poderes distintos al legislativo,
para dictar normas legales de carácter tributario excepto la posibilidad incorporada en
nuestro texto constitucional, de delegar la facultad de legislar en materia tributaria, al
habilitarse al Presidente de la República, en Consejo de Ministros para dictar medidas
extraordinarias en materia económica y financiera, cuando así lo requiera el interés
público y haya sido autorizado para ello por ley especial.
Corresponde solamente a las normas de rango sublegal, el desarrollo del sistema
adjetivo necesario para la efectiva recaudación de los tributos, independientemente de
quien sea el acreedor, así como aplicar las sanciones.
Los decretos como actos administrativos de efectos generales no pueden ser fuente lícita
de obligaciones tributarias y tampoco podrían serlo al reglamentar las leyes tributarias,
puesto que la atribución de reglamentación prohíbe alterar el espíritu, propósito y razón
de las leyes, con lo cual se fija un límite a la atribución reglamentaria.

Por otra parte es necesario resaltar la importancia de este principio, y la misma radica
en el hecho de que, se debe proteger a los contribuyentes en su derecho de propiedad,
principio éste tan vulnerado en los actuales momentos y consagrado igualmente en el
artículo 115 de nuestra Constitución. “Se garantiza el derecho de propiedad. Toda persona
tiene derecho al uso, goce, disfrute y disposición de sus bienes. La propiedad estará sometida a las
contribuciones, restricciones y obligaciones que establezca la ley con fines de utilidad pública o de
interés general. Solo por causa de utilidad pública o interés social, mediante sentencia firme y pago
oportuno de justa indemnización, podrá ser declarada la expropiación de cualquier clase de
bienes.”

Así mismo, el Código Orgánico Tributario (2001) en su artículo 3, establece: “Sólo


a las leyes especiales tributarias corresponde regular con sujeción a las normas generales de este
Código, las siguientes materias:
 Crear, modificar o suprimir tributos, definir el hecho imponible, fijar la alícuota del
tributo, la base de su cálculo e indicar los sujetos pasivos del mismo.
 Otorgar exenciones y rebajas de impuesto.
 Autorizar al Poder Ejecutivo Nacional para conceder exoneraciones y otro beneficios o
incentivos fiscales; y
 Las demás materias que le sean remitidas por este Código.

Como puede observarse este principio de reserva legal, es un dique de contención a


los abusos del Gobierno Central en contra de los administrados, ya que el hecho de
exigir el pago de cualquier tributo, constituye vulnerar el secreto comercial de los
particulares. Por otra parte se puede afirmar que la creación de Tributos mediante leyes
especiales, es consecuencia de la expresión popular, ya que los encargados de legislar
sobre la materia son elegidos por el soberano, aún cuando estamos conscientes de que la
Actual asamblea Nacional fue elegida por una minoría de Votos.

 PRINCIPIO DE LA IRRETROACTIVIDAD O DE LA NO
RETROACTIVIDAD LEGAL.
Lisandro Ferreira, SENIAT, opina que es un postulado casi universal, también previsto
en la carta fundamental en el artículo 24, que transcrito se lee:
“Ninguna disposición legislativa tendrá efecto retroactivo, excepto cuando
Imponga menor pena…”
Ninguna norma podrá aplicarse con carácter retroactivo, salvo que favorezca al
infractor.
No han faltado los defensores del principio de la retroactividad, en virtud del cual la ley
se aplicaría en hecho cometidos antes de su vigencia. Así, ha sostenido que la nueva ley,
ya sea más benigna o más severa, debe aplicarse a hechos anteriores a su vigencia, por
razones de defensa social; si se ha dictado una nueva ley, ello significa que se cree que
ésta es la más adaptada en orden a la defensa de la sociedad y. por ello, debe imperar en
forma absoluta.
La retroactividad se entiende como la incidencia de la nueva ley que se promulgue en
los efectos jurídicos ya generados por situaciones anteriores.
En el ámbito tributario, la ley tributaria tampoco tendrá efecto retroactivo, no obstante,
este principio general cuenta con excepciones lícitas relativas a las leyes más benignas
en determinadas materias.
La importancia de este principio radica en el hecho de que, para aquellos casos en que
el contribuyente ha incorporado a su patrimonio un derecho, la ley tributaria no puede
aplicarse retroactivamente afectando una situación definitivamente constituida, por ello
es de gran importancia la determinación del momento en que se configura el hecho
imponible establecido por la ley que permite el nacimiento de la obligación tributaria,
ya que existiría retroactividad si aquél, establecida la temporalidad, ha tenido íntegra
realización antes de entrar en vigencia la nueva ley que lo convierte en imponible, y
estaríamos en presencia de un agravio constitucional.
La retroactividad sería exigencia constitucional sólo si representa una tutela para el
sujeto, o sea, si desde el punto de vista penal la norma es más benigna para el imputado,
ya que la ley penal no puede regular hechos cometidos antes de su entrada en vigencia si
de alguna manera perjudica la situación de los infractores fiscales.
En nuestro país esta regla tiene su excepción, se admite el principio de la
retroactividad de la ley cuando sea más favorable al infractor. Este principio se
encuentra consagrado en el Artículo 8 del Código Orgánico Tributario en los siguientes
términos:

Artículo 8 CÓDIGO ORGÁNICO TRIBUTARIO : “Las leyes tributarias fijarán su


lapso de entrada en vigencia. Si no lo establecieran, se aplicarán vencidos los sesenta (60) días
siguientes a su promulgación.

Las normas de procedimientos tributarios se aplicarán desde la entrada en vigencia de la ley,


aunque los procesos que se hubieren iniciado bajo el impuesto de leyes anteriores.

Ninguna norma en materia tributaria tendrá efecto retroactivo, excepto cuando suprima o
establezca sanciones privativas de libertad que favorezcan al infractor.

Cuando se trate de tributos que se determine o liquiden por periodos, las normas referentes a la
existencia o a la cuantía de la obligación tributaria regirán desde el primer día del período
respectivo del contribuyente que se inicie a partir de la fecha de entrada en vigencia de la ley,
conforme al encabezamiento de este artículo (Código Orgánico Tributario).

 PRINCIPIO DE LA IGUALDAD.
También llamado principio de la Justicia.
En doctrina también es llamado principio de Isonomía, significa que la ley misma
tiene que dar un tratamiento igual, que tiene que respetar las igualdades en materia de
cargas tributarias o sea que los legisladores deben cuidar que se dé un tratamiento
igualitario a los contribuyentes, no es que los jueces o administraciones deban tratar a
todos con igualdad ante la ley sino que deba ser pareja; por consiguiente, el principio de
igualdad es un límite para el poder legislativo.

Nuestra Carta Magna consagra este principio en su Artículo 21, de esta manera:
“Todas las personas son iguales ante la ley, y en consecuencia:
 No se permitirán discriminaciones fundadas en la raza, el sexo,
el credo, la condición social o aquellas que, en general, tengan
por objetos o por resultado anular o menoscabar el
reconocimiento, goce o ejercicio en condiciones de igualdad, de
los derechos y libertades de toda persona.
 La ley garantizará las condiciones jurídicas y administrativas
para que la igualdad ante la ley sea real y efectiva; adoptará
medidas positivas a favor de personas o grupos que puedan ser
discriminados, marginados o vulnerables; protegerá
especialmente a aquellas personas que por alguna de las
condiciones antes especificadas, se encuentren en circunstancias
de debilidad manifiesta y sancionará los abusos o maltratos que
contra ellas se cometan.
 Solo se dará el trato oficial de ciudadano o ciudadana, salvo las
fórmulas diplomáticas.
 No se reconocen títulos nobiliarios ni distinciones hereditarias.

Según el autor Osorio considera que “la igualdad se orienta por lo cuantitativo
patrimonial antes que por la equiparación plena en las contribuciones personales, para
que aporte más quien más tiene o gana”

La importancia de este principio radica en que todas las personas que son
contribuyentes deben recibir un trato similar frente al mismo hecho imponible. No
significa que todos los contribuyentes quedan obligados en la misma cantidad frente al
imperio de la norma, porque ello significaría dar un trato desigual a los contribuyentes
dentro de una sociedad que admite desigualdad al menos de fortuna de unos frente a
otros. De lo que se trata es que las personas afectadas por un tributo deben tributar sobre
la base de su capacidad contributiva, noción ésta que encierra un sentido de justicia, de
tal modo que todos contribuyan, lo que es igualdad ante la ley, aunque no en la misma
cantidad, que es sinónimo de justicia tributaria.

Con fundamento se ha dicho que la garantía de igualdad en realidad consiste en tratar


igual a los desiguales, en iguales circunstancias. Esta es una exigencia, toda vez que los
tributos no encuentran a los contribuyentes en la misma capacidad de soportar la carga
tributaria, aun cuando estén comprendidos dentro del marco legal que rige el tributo
específico y, más concretamente, realizando el mismo hecho imponible.

La base jurídica de este principio, además de su ubicación en la Carta Política, está


en la garantía o derecho constitucional que corresponde a todos los hombres, cual es el
de la igualdad ante la ley. Trasladado este derecho fundamental al campo tributario,
encontramos la figura de la igualdad concreta en el tratamiento de las obligaciones
tributarias.

El siguiente planteamiento es un ejemplo del principio en estudio: Hay dos


sociedades mercantiles, una anónima y otra cooperativa, ambas tienen las mismas
ganancias, pero la anónima paga más impuestos que la cooperativa, ya que la
cooperativa es objeto de beneficios y protección. Hay autores que dicen que la
cooperativa pagará menos impuestos al aplicarse el principio de igualdad y debido a
los objetivos que persigue, distintos a los de una sociedad anónima.
Se encuentran autores que opinan si la cooperativa paga menos impuestos no es por
el principio de igualdad, sino porque el impuesto está en su caso persiguiendo otra
finalidad distinta y extra-fiscal. Esta diferencia de trato será válida siempre que aparezca
previamente justificada.

Sobre el principio de igualdad se vuelve a preguntar si este se aplica a todo el sistema


tributario o solo a determinados tributos, como antes, la respuesta es que se aplica a
ambos casos. En el primer caso, porque nosotros para hacer frente al tributo tenemos
una sola capacidad económica y en el segundo caso, porque no es admisible un trato
desigual que no esté justificado por el orden jurídico.
 PRINCIPIO DE NO CONFISCATORIEDAD
EL Principio de No Confiscatoriedad consagrado en los artículos 116 y, 317 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela textualmente establecen:
“Ningún Tributo puede tener efecto confiscatorio.”(Art.317)
No se decretaran ni ejecutaran confiscaciones de bienes sino en los casos
permitidos por esta constitución. Por vía de excepción podrán ser objeto de
confiscación, mediante sentencia firme, los bienes de personas naturales o
jurídicas, vinculadas al tráfico ilícito de sustancias psicotrópicas y estupefacientes.
(Art. 116)
El principio de No Confiscatoriedad protege el derecho de la propiedad, es un principio
que nace con el fin de evitar que el poder tributario aplique normas tributarias en la que
el monto llegue a extremos insoportables que afecten la capacidad contributiva de la
persona y vulneren por esta vía indirecta la propiedad privada., e impidan ejercer su
actividad. Ningún tributo puede aplicarse válidamente si tiene consecuencias
confiscatorias para el contribuyente en efecto tanto la doctrina como la jurisprudencia
Nacion ales han desarrollado el concepto de Confiscatoriedad para aplicarlo dentro de la
tributación como una garantía de la racionalidad en el cobro de los tributos, sería
contrario a la justicia tributaria que por pagar un tributo el contribuyente se
empobreciera, por esa razón las tarifas de las leyes tributarias tiene límites . y en el
supuesto de que su aplicación por una u otra razón se excediera de ellos los tribunales
con competencia tributaria podría declarar la no validez de esos tributos por
confiscatorio .
Existe confiscatoriedad tributaria cuando el Estado se apropia de los bienes de los
contribuyentes, aplicando una norma tributaria en la que el monto llega a extremos
insoportables por lo exagerado de su quantum, desbordando así la capacidad
contributiva de la persona y vulnerando por esa vía indirecta la propiedad privada. De lo
anterior se desprende que la no confiscatoriedad es un límite a la progresividad, y como
quiera que esa progresividad atiende, al sistema tributario, igualmente la no
confiscatoriedad debe armonizarse dentro de ese sistema tributario constitucional,
independientemente que el principio se refiera a un tributo específico.
El exceso en el ejercicio del poder fiscal, puede ser considerado como una verdadera
confiscación de bienes vedada por la constitución, ya que debe existir la razonabilidad
como medida de la confiscatoriedad de los gravámenes puesto que el poder impositivo
ha de ser ejercido de buena fe y para fines públicos, debe establecerse con arreglo a un
sistema de imparcialidad y uniformidad, en condiciones razonables y de manera tal que
no constituya una confiscación.
La razonabilidad es un presupuesto indispensable en todo el orden jurídico, que se
violenta cada vez que hay desproporción entre el fin perseguido por la norma y el medio
elegido para concretarlo, un tributo sale de la razonabilidad cuando equivales a una
parte substancial del valor del capital o de su renta o de su utilidad, o cuando ocasiona el
aniquilamiento del derecho de propiedad en su sustancia o en cualquiera de sus
atributos.
 PRINCIPIO DE LA TUTELA JURISDICCIONAL
EL Principio de Tutela jurisdiccional se encuentra consagrado en los artículos 26 y 257
de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, textualmente establecen:

Artículo 26. “Toda persona tiene derecho de acceso a los órganos de administración
de justicia para hacer valer sus derechos e intereses, incluso los colectivos o difusos,
a la tutela efectiva de los mismos y a obtener con prontitud la decisión
correspondiente.

El Estado garantizará una justicia gratuita, accesible, imparcial, idónea,


transparente, autónoma, independiente, responsable, equitativa y expedita, sin
dilaciones indebidas, sin formalismos o reposiciones inútiles.”

Artículo 257. El proceso constituye un instrumento fundamental para la realización


de la justicia. Las leyes procesales establecerán la simplificación, uniformidad y
eficacia de los trámites y adoptarán un procedimiento breve, oral y público. No se
sacrificará la justicia por la omisión de formalidades no esenciales.
El Principio de la Tutela Jurisdiccional representa la garantía más sólida de un Estado
democrático organizado, el cual implica un sistema de garantías y derechos
constitucionales, al igual que la puesta en práctica de estos. Los artículos 26 y 257 de la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el primero de ellos establece, lo
que se ha llamado el Principio a la tutela jurisdiccional efectiva que comprende el
derecho de acceso a los órganos de administración de justicia, el derecho a obtener una
decisión en derecho y el derecho que esa decisión sea efectiva. Asimismo, garantiza
dicho artículo la gratuidad, imparcialidad, idoneidad, transparencia, autonomía,
independencia, responsabilidad y celeridad en la administración de justicia, así como
que dicha función debe ser equitativa y expedita, sin dilaciones indebidas ni
formalismos o reposiciones inútiles. El segundo artículo señalado, vale indicar el 257
establece el desenvolvimiento del proceso, como medio de actualización de la justicia y
define sus características esenciales indicando que éste debe ser determinado por la ley.
Es importante aclarar que este principio no tiene como significado el de que la decisión
resultante de un proceso sea aquella querida o que beneficie al titular de dichos
derechos, sino que dicha decisión sea obtenida dentro del proceso legalmente
establecido. De igual manera, señalamos que la tutela jurisdiccional debe vincularse con
la seguridad jurídica, la cual protege esencialmente la dignidad humana y el respeto a
los derechos personales y patrimoniales, individuales y colectivos. Pero además, es un
mecanismo garante del respeto al ordenamiento jurídico en todos los órdenes y la
sumisión al derecho tanto de los individuos como de los órganos que ejercen el poder.
Es todo esto, lo que le da a esté el carácter de principio fundamental, el cual envuelve
todas las garantías procesales constitucionales establecidas en nuestra Carta Magna.
Este postulado ha sido recogido en las constituciones contemporáneas como
norma obligatoria supranacional, incluso para la materia tributaria, en la que sin
lugar a dudas, los sujetos deben disponer por igual de las mismas garantías de
defensa de sus intereses, libre acceso a la justicia, ante un juez independiente, con
posibilidades de exponer sus argumentos y probarlos. En materia tributaria cuando
hablamos del Principio de la Tutela Jurisdiccional nos referimos a los derechos de los
contribuyentes o responsables e incluso terceros en relación al accionar del fisco. La
administración tributaria y los administrados, se deben encontrar en un plano de
igualdad en el proceso contencioso. Pero también es claro que la administración no
debe ser trabada en el ejercicio de sus poderes y derechos. El contencioso tributario,
debe ser rápido, claro, y con prevalencia de la verdad material. La Tutela Jurisdiccional
garantiza el acceso al Poder Judicial para obtener la revisión de los actos
administrativos de carácter tributario que afectan a los contribuyentes o responsables,
consagra la inviolabilidad de la defensa en juicio a fin de lograr poner límites a la
exigencia tributaria injusta.
De acuerdo con la doctrina mayoritaria, la existencia de una tutela judicial efectiva
obedece al reconocimiento de que los derechos e intereses que el ordenamiento atribuye
al individuo sólo son reales y efectivos en la medida en que pueden hacerse valer en
caso de conflicto frente al Poder Público. Por esto es incuestionable que para conseguir
una justicia saludable, plena de equidad, abarcadora de las perspectivas de toda la
sociedad y del propio Estado Democrático, como lo reclama esta época, se exige la
confiabilidad de las partes en su ejecución legal, garantista e independiente, con
proporcionalidad e iguales posibilidades de actuar y contradecir ante un órgano
jurisdiccional imparcial.

 PRINCIPIO DE LA CAPACIDAD CONTRIBUTIVA

Nuestra carta magna recoge este importantísimo principio del sistema tributario en su
artículo 316, el cual expresa textualmente lo siguiente:

“El sistema tributario procurará la justa distribución de las cargas públicas según
la capacidad económica del o de la contribuyente, atendiendo al principio de
progresividad, así como la protección de la economía nacional y la elevación del
nivel de vida de la población, y se sustentará para ello en un sistema eficiente para
la recaudación de los tributos.”

El principio de la capacidad contributiva nace de la necesidad de contribuir al gasto


público y del principio de la igualdad de las cargas públicas. Es deber de todo ciudadano
el contribuir en la medida de sus posibilidades al financiamiento de los gastos en que
incurre el Estado, ya que éste necesita de esos recursos para satisfacer las necesidades
públicas, lo cual es su razón de ser primordial y principal motivo de existencia. Existe,
pues, el deber de solidaridad de contribuir al gasto público, sin embargo, no todos
estamos obligados de sacrificarnos de igual manera, porque existe el principio de la
igualdad de las cargas públicas, que no alude a una igualdad material, cuantitativa, sino
que es personal, cualitativa; se toma en cuenta la situación económica de cada quién.

De allí que podamos afirmar que la capacidad contributiva es la potencialidad de


contribuir a los gastos públicos que poseen los individuos sometidos al poder tributario
del Estado. Este concepto está íntimamente ligado al concepto de sacrificio y a la
posibilidad de que un ciudadano renuncie a un goce directo y soporte tal renuncia; en
otras palabras, constituye la medida con que él puede contribuir a los gastos públicos.

Se advierte así que la capacidad contributiva es la aptitud económica personal para


soportar las cargas públicas en mayor o menor grado. Se deben tener en cuenta, pues,
las condiciones particulares de cada uno de los individuos. Lo que se busca con este
principio es que los ciudadanos de un Estado contribuyan a su sostenimiento en la
cantidad más aproximadamente posible a la proporción de sus respectivas capacidades;
es decir, en proporción a los ingresos y rentas de que respectivamente disfrutan.

 PRINCIPIO DE LA PROGRESIVIDAD
Tiene como fundamento la efectiva igualdad, al buscar que la carga tributaria se
distribuya de manera proporcional y según la capacidad contributiva del sujeto pasivo,
es decir, que exista una mejor distribución de su renta y patrimonio. La progresividad
está referida de modo directo al sistema tributario, al conjunto de tributos legalmente
establecidos, y no de modo particular a cada uno de los tributos que lo conforman. Un
impuesto es financieramente progresivo cuando la alícuota se eleva a medida que
aumenta la cantidad gravada y proporcional cuando su alícuota es constante, cualquiera
que sea la cantidad gravada. Para que un sistema tributario tienda a la progresividad
debe restaurarse el equilibrio, por ello hay que contrabalancear los impuestos indirectos
con los directos, los primeros de carácter regresivo y los últimos progresivos.

Además de lo expuesto anteriormente, se puede decir que un sistema tributario


progresivo es aquél en el cual los individuos o familias que están en los niveles de más
alto ingreso pagan un porcentaje mayor de sus rentas, que aquellos que tienen un nivel
más bajo. Esto significa que la tasa promedio de impuestos aumenta cuando el ingreso
sube; o que los impuestos reducen el ingreso real de las familias de altos ingresos.

 PRINCIPIO DE LA GENERALIDAD.
El Principio de la Generalidad del Impuesto Tiene su fundamento:
En el artículo 56 de la Constitución de 1961, que reza:
“Todos están obligados a contribuir a los gastos públicos”.

Su equivalente en la Constitución vigente es el artículo 133 que expresa textualmente:


“Toda persona tiene el deber de coadyuvar a los gastos públicos mediante el pago de
impuestos, tasas y contribuciones que establezca la ley.”.

Este principio alude al carácter extensivo de la tributación y significa que cuando una
persona física o ideal se halla en las condiciones que marcan, según la ley, la aparición
del deber de contribuir, este deber debe ser cumplido, cualquiera que sea el carácter del
sujeto, categoría social, sexo, nacionalidad, edad o cultura. Es decir, se impone una
obligación jurídica general a todos los habitantes del país, excluyéndolos de privilegios
que traten de relevar esa condición. La Generalidad no excluye la posibilidad de
establecer exenciones o exoneraciones.

El maestro Villegas, expresa. “Este principio de generalidad se refiere más a un aspecto


negativo que positivo. No se trata de que todos deban pagar tributos, según la
generalidad, sino que nadie debe ser eximido por privilegios personales, de clase, linaje
o casta. En otras palabras, el gravamen se debe establecer en tal forma que cualquier
persona, cuya situación coincida con la señalada como hecho generador del tributo,
debe quedar sujeta a el”.

La Corte Suprema Argentina ha dicho que la generalidad es una condición esencial de la


tributación y que no es admisible que se grave a una parte de la población en beneficio
de otros. (Fallos 157-357).

La Generalidad esta constituidas por exenciones y exoneraciones con carácter


excepcional.

Quedando englobados por este principio, tanto las personas físicas como las jurídicas.

Actualmente el principio de generalidad posee una doble función:


- Ha de informar al ordenamiento tributario en su conjunto, exigiendo que el mismo
no trate de forma distinta situaciones económicamente iguales, prohibiendo que se
establezcan discriminaciones carentes de justificación constitucional.
- Como consecuencia de la estructura territorial del Estado acuñada por nuestra
Constitución, el principio de generalidad impide que existan configuraciones
normativas arbitrarias que traten de forma distinta a las comunidades autónomas;
todo esto es consecuencia del principio de solidaridad interterritorial.

Este principio no es absoluto, porque puede que un impuesto persiga unos fines
diversos, ya que puede haber un sujeto que con capacidad económica no pague
impuesto.

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