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All content following this page was uploaded by Laura Melchiorre on 12 September 2017.
RESUMEN
El presente trabajo muestra los avances de una investigación que se encuentra
actualmente en curso en una escuela media de gestión privada de la Provincia de
Buenos Aires. En el marco de la misma, se diseñó un dispositivo de evaluación que
responde a los lineamientos de la evaluación formadora. La implementación del mismo
involucra a los profesores de todas las asignaturas del primer y el segundo año de
estudios. En el marco de este dispositivo de evaluación, se desarrollaron e
implementaron diversas intervenciones didácticas centradas en el modelo de
aprendizaje autorregulado y la evaluación formadora. Los resultados obtenidos hasta
el momento parecen afirmar la hipótesis de base respecto de la potencia didáctica de
estas prácticas evaluativas y brindan evidencia que hace contribuciones a la
comprensión de la relación entre la autorregulación y el aprendizaje.
INTRODUCCIÓN
Los factores que permitirían explicar esta situación son diversos. Por un lado, las
concepciones en relación al acto evaluativo que gran parte de los estudiantes, así como
sus familias, poseen posicionan la evaluación en un lugar externo, una actividad
históricamente realizada por los docentes y de la cual ellos son solo los destinatarios.
Por otro lado, para una gran proporción de docentes, la evaluación es la actividad que
permite medir los logros de los estudiantes una vez finalizados los procesos de
enseñanza y aprendizaje. Además, en algunos casos, la evaluación se transforma en
una herramienta de poder y coerción y se utiliza para sancionar comportamientos
disruptivos. Finalmente, gran parte del cuerpo docente desconoce el paradigma
evaluativo socio-antropológico y específicamente la evaluación formadora, y muchos de
los que lo conocen consideran que su aplicación real al aula es muy difícil, si no
imposible.
DESARROLLO
Marco teórico
En el final del siglo XIX y al principio del siglo XX, en estrecha relación con el
paradigma positivista, prevalece la concepción de la evaluación como medida del
conocimiento y el objeto de evaluación como la cantidad de contenidos que los
estudiantes, considerados receptores pasivos, lograron adquirir. En la práctica escolar,
esta concepción se materializa en prácticas evaluativas de carácter sumativo o de
producto y se caracteriza por pruebas, muchas veces estandarizadas, aplicadas al final
de una secuencia de enseñanza, en las que se mide cuánto saben los estudiantes. En
la comunidad científica este modelo se considera superado; no obstante, es todavía
utilizado por una gran proporción de la población docente en nuestro país en y en
diferentes países del mundo.
Hacia finales del siglo XX, en los años 60, y gracias a los aportes de Cronbach (1963),
comienza a considerarse tanto el producto del aprendizaje como el proceso que lo
facilitó. En 1967, en su artículo sobre la evaluación en los medios de enseñanza,
Michael Scriven propone el término “evaluación formativa” para denominar los ajustes y
reajustes que se realizan durante las actividades de enseñanza y de aprendizaje.
en las que los estudiantes planifican las acciones necesarias para conseguir los
objetivos establecidos.
Tal y como lo expresa Colmenares (2008), “la evaluación formadora se erige sobre
nuevas maneras de concebir la construcción de los aprendizajes, la enseñanza y por
ende la evaluación de dichos aprendizajes, por lo tanto, para su puesta en acción
requiere nuevos escenarios y estos deben incluir a docentes y estudiantes con una
amplia apertura al cambio, un alto nivel de compromiso frente a sus responsabilidades
educativas y una formación o capacitación que involucre a todos los actores del hecho
educativo”. Por esta razón, el diseño e implementación del dispositivo de evaluación
que aquí se expone, requirió intervenciones en distintas dimensiones institucionales.
2 La traducción me pertenece en todos los casos en los que se referenciaron autores angloparlantes.
calidad de la evaluación-regulación realizada a lo largo de los procesos de
enseñanza y aprendizaje” (Sanmartí, 2007:79).
REFLEXIONES FINALES
“Primero desarrollé todos los objetivos por unidad y los compartí con los chicos. Me
pareció muy bueno porque no solo ellos veían lo que íbamos a hacer sino que en cada
clase veíamos qué objetivo estaba aprendido. Esto a mí me vino re bien para organizar
las clases más enfocadas y, por los resultados, a la mayoría de ellos también”.
(Docente de Oral English)
Por otro lado, pareciera que una evaluación que explicita sus objetivos y criterios y es
compartida por docentes y estudiantes, facilita la auto-reflexión, la auto-disciplina y la
asunción de responsabilidades. Al ser enfrentados a la actividad de calificar su
rendimiento y establecer la nota del trimestre, por ejemplo, los estudiantes
demostraron una gran capacidad de reflexión, una gran honestidad y una exigencia
muchas veces superior a la del propio docente. Contrariamente a lo que muchas veces
se asume, los estudiantes de escuela media, incluso los más jóvenes como en el caso
de esta investigación, son perfectamente capaces de reconocer cuando su rendimiento
escolar no es el esperado y atribuirse la calificación numérica correspondiente.
“Considero que mi nota tiene que ser un 6 porque ya sé cómo soy, ya sé que no
participo en clase ni siquiera puedo contestar cuando me lo preguntan (….) yo siempre
trabajé con alguien que me ayude porque sé que me cuesta pero yo también tengo que
dar un poco para aprobar y estar al día”. (Matías, estudiante de primer año)
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Santos Guerra, M. A. 2003. Dime cómo evalúas y te diré qué tipo de profesional y de
persona eres. Revista enfoques educacionales 5 (1): 69-80, 2003
Zimmerman, B. (1989). A social cognitive view of self-regulated academic learning.
Journal of Educational Psycology, 81(3),329-339
Zimmerman, B. (2000). Attaining self-regulation: a social cognitive perspective. In M.
Boakaerts, P. R. Pintrich and Zeidner Editors, Handbook of self-regulation (pp.13-40)
San Diego, California. Academic Press.