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Karl Popper, epistemología y razón neoliberal.

Cátedra: Epistemología de las Ciencias Sociales.

Profesora: Susana Roitman

Alumno: Pablo Delgado

Legajo: 14673

Introducción:
Como sostienen varixs autores y autoras, la producción de subjetividad se encuentra en el centro de
los debates críticos contemporáneos como también en lo que llamamos neoliberalismo, por lo tanto,
lo neoliberal tiene un carácter profundamente productivista (a la par de la destrucción de instituciones
y derechos que también realiza) que afecta no solo a los “grandes” actores de la política, sino que se
instala en el horizonte cotidiano de nuestras vidas porque implica un específica racionalidad
mundializada. En ese marco, nos parece central plantear la siguiente pregunta ¿Cuáles son los
supuestos epistemológicos que se ponen en juego en la fábrica neoliberal del sujeto? En concatenación,
en este escrito nos centraremos estrictamente en una de las expresiones más acabadas del pensamiento
neoliberal y de la idea del capitalismo como realidad ultima e insuperable: la labor epistemológica de
Karl Popper, con respecto a lo cual realizaremos un abordaje crítico del mismo.

La producción de subjetividad neoliberal. Una aproximación


El término “neoliberalismo” es un significante que encierra paradojas, distintas “path dependencies”
(dependencias del camino), es abigarrado, multiescalar1, y su desarrollo como proceso de
neoliberalización ha sido geográficamente desigual, lo cual traza un mapa móvil del mismo que
visualiza tendencias generales que se conectan de forma específica con transformaciones locales
(Harvey, D. 2007), dado que los programas de reestructuración neoliberal rara vez se aplican de forma

1
A propósito, Verónica Gago sostiene en su libro “La razón neoliberal”: “Para desmontar las versiones del
neoliberalismo que lo consideran sólo como un conjunto de políticas estructurales del pasado, haremos aquí un uso
preciso de Foucault en la medida que nos permite pensar la gubernamentalidad en términos de ampliación de
libertades y por tanto analizar el tipo de ensamblaje productivo y multiescalar que implica el neoliberalismo actual
como modo de gobierno y de producción de realidad que también desborda ese gobierno. Neoliberalismo: a la vez
mutación subjetiva y estructural, orgánica y difusa.” (2014:16). Por su parte, Nik Theodore, Jamie Peck y Neil Brenner
argumentan en su artículo “Urbanismo neoliberal: la ciudad y el imperio de los mercados” que: “más allá de ese
carácter nacional, el neoliberalismo es muy claramente un fenómeno multiescalar, y ello al menos en dos sentidos: uno,
reconstituye relaciones a distintas escalas —regionales, nacionales, internacionales— entre actores institucionales y
económicos, como los Estados locales y el capital ‘financializado’; y dos, sustituye las lógicas regulatorias redistributivas
por lógicas competitivas, al mismo tiempo que transfiere los riesgos y responsabilidades a las agencias, actores y
jurisdicciones locales.” (2009:2).
pura. A su vez, la doctrina neoliberal no es homogénea; como sostiene José Puello Socarrás (2008), se
suele circunscribir el fenómeno neoliberal a una primera comprensión hermenéutica univoca y directa
con el “Consenso de Washington”, pero ello resulta sumamente insuficiente dado que, lo que
podríamos llamar doctrina neoliberal, tiene una secuencia histórica que data desde principios del siglo
XX, cuya acta de nacimiento podría ubicarse en la gran crisis de la década de 1930. Aun así, a pesar
de su heterogeneidad, existen importantes acuerdos de fondo, o “acordes básicos comunes”, que
permiten su extensión como tendencia histórica. Dicho esto, adscribimos a las siguientes palabras de
Puello Socarrás:

“... la teoría neoliberal más que ser una unidad monolítica como tradicionalmente se ha interpretado tiene que
asumirse como un crisol de disputas y polémicas donde convergen profundas discrepancias académicas, pero
también –y al mismo tiempo– devotas corrientes intelectuales. En este sentido, hablamos de un disenso en el
neoliberalismo, fruto de los señalamientos recíprocos entre diferentes corrientes que a primera vista podría sugerir
una suerte de ruptura o fractura ideológica en el movimiento. Sin embargo, un examen complementario y
vinculado a los acontecimientos paradigmáticos del neo-liberalismo in vivo y no in vitro como lo sugiere
inauguralmente el estudio de sus teorías, muestra cómo a las disputas abstractas se antepone un consenso decisivo,
desde el cual y al unísono se han conseguido orquestar un orden y una organización eminentemente “neo-
liberales”.” (2008:18).

Las políticas llamadas neoliberales han calado hondo en nuestras sociedades y han transformado
rotundamente sus tejidos. Tal es así que, como sostienen Sandro Mezzadra y Sandro Chignola, esas
políticas “lograron desintegrar, para rearticular de otra manera, el sistema de mediaciones constitutivo
del origen de la moderna noción de sujeto”2. Transformaciones como el advenimiento del capitalismo
postfordista, financiero, cognitivo, y ahora también de plataformas, como la creación de una estatalidad
cada vez más bajo la forma empresa y orientada a la competencia, van desplegando nuevas dinámicas
y otras formas de subjetivación y sujeción ya no referibles puramente a conceptos y categorías de la
teoría política moderna y su orden discursivo. Algunas de esas dinámicas son: la erosión del soberano
hobbesiano, la puesta en tensión de la autonomía de lo político, la crisis de la idea de ciudadanía, de la
sociedad salarial y del compromiso fordista-keynesiano como también la construcción política de las
finanzas que configuran poderes transnacionales y limitan la capacidad de regulación del Estado
Nación, etc.

En este panorama, se hace necesaria una torsión sobre qué entendemos por el fenómeno neoliberal.
Como ha señalado Wendy Brown, el neoliberalismo representa un “proyecto constructivista”, es decir,
una estrategia coherente para la reorganización de la economía y de la política que atraviesa
profundamente la producción del sujeto persiguiendo y provocando actitudes singulares y respuestas
colectivas. Así, en el actual espíritu del capitalismo3, ese gran y extendido bálsamo que justifica desde
una determinada ética la organización productiva, financiera y pública de las sociedades
contemporáneas, se otorga prioridad ontológica al “hombre empresa”, un “empresario del yo” que está
en la base de la producción de subjetividad propia de la razón neoliberal. En este marco, como ya lo
afirmara Antonio Negri en “Fábricas del sujeto. Ontología de la subversión”:

“la sociedad de la subsunción real se caracteriza también como intento de producción directa de la subjetividad.
(...) es como una nueva acumulación primitiva; como en aquella, en esta fase de subsunción real, no solo se

2
Sandro Mezzadra y Sandro Chignola, “Fuera de la política pura: Laboratorios globales de la subjetividad”, Política
común, 2014. Recuperado de
https://quod.lib.umich.edu/p/pc/12322227.0006.005?view=text;rgn=main&fbclid=IwAR3abcYM087h6GdTMmnOxS3w
ws_O0WRWF9mJh3EakJarBHizhfVL1tOmxu8
3
Luc Boltanski y Eve Chiapello, El nuevo espíritu del capitalismo, Akal, 2002
construyen las condiciones de la reproducción social, sino también los actores, los portadores y los sujetos de
esa producción.” (2006: 232).

Con esto, buscamos señalar una mutación fundamental muchas veces soslayada: autores como Gilles
Deleuze, Félix Guattari, Suely Ronlik, etc., señalan que el capitalismo es cada vez más producción de
subjetividad. Es decir, que la producción económica y la producción de subjetividad cada vez más es
lo mismo4 y que, en la dinámica de las sociedades de control, adquiere mayor protagonismo el
problema de la efectuación de Mundos a nivel de lo reflexivo y lo pre-reflexivo de nuestro ser como
condición de posibilidad de la valorización capitalista (Lazzarato, M. 2006: 101). Como expone Jorge
Alemán en torno a la subjetivación neoliberal, se trata de algo más radical que la alienación tal como
la describía Marx, porque no se trata ya de una parte de sí que se torna extraña, sino de algo más grave
que es inventar y producir la subjetividad misma (2016:166), la cual pasa a ser la mercancía más
importante para el capitalismo actualmente.

Tal es así, que una línea heterogénea e importante de académicxs ha renovado las miradas sobre el
Neoliberalismo al concentrar la atención en su dimensión micropolítica y cómo ella se teje e
interrelaciona con el plano macropolítico. Por distintos caminos, pero en general partiendo de “El
nacimiento de la biopolitica” de Michel Foucault, pensadores y pensadoras como Christian Laval y
Pierre Dardot, lxs ya mencionadxs Wendy Brown, Sandro Mezzadra y Sandro Chignola, y muchas
otras trayectorias intelectuales importantes como las de Verónica Gago, Diego Sztulwark, Jorge
Alemán, Jamie Peck, Susana Murillo, Byung-Chul Han, Franco Bifo Berardi, Isabell Lorey, Maurizio
Lazzarato, y otrxs tantxs, ponen el acento en las consecuencias del modelo de subjetivación neoliberal
y sus mecanismos de control, como también en las posibilidades de subvertir y romper el poder de
mando del capital. Ergo, lo neoliberal tiene una relación de primer orden con el plano de la
subjetividad, porque produce modos de vida y de ser. Citamos en extenso un fragmento que nos parece
fundamental de Sztulwark:

“Lo neoliberal es un juego de estandarización de las estrategias, es un proceso estandarización de las estrategias
a nivel de la propia vida, no solo a nivel de los grandes actores, no solo los bancos, no solo los gobiernos, no solo
los sindicatos, sino a nivel de la propia existencia, es un complemento de esta, digamos, empresarialidad
extendida. ¿Cómo? Suely dice así: esta estandarización neoliberal se da cada vez que el capitalismo no solo actúa
en el plano macropolítico (ganando elecciones, con dictaduras o como sea que actúe) sino sobre todo en el ámbito
de la vida ofreciéndonos un tipo de consumo específico sobre que es vivir… es un proceso de estabilización por
consumo de modos de vida. Entonces el problema que tenemos (…) es que el neoliberalismo es desarrollo de
dispositivos micropolíticos. La micropolítica colonizada por lo neoliberal. A nivel de los modos de vida estamos
en presencia de una colonización de las estrategias de existencia en términos de obediencia. Cuanto más libres
somos, más obedecemos, o para decir de otra manera, la obediencia como dice un poco Étienne de La Boétie, es
voluntaria. Trabajamos nosotros en la protocolización de la existencia, (…) disposición a la estabilidad (…) Al
neoliberalismo le preocupa cómo vivimos, el problema de la estrategia inmediata de que hacemos con el miedo,
con la muerte, como nos conocemos, y como nos cuidamos”5.

Por lo tanto, estamos ante un modo de entender lo neoliberal “como un conjunto de saberes,
tecnologías y prácticas que despliegan una racionalidad de nuevo tipo que no puede pensarse sólo
impulsada “desde arriba” (Gago, V. 2014:9). En ese sentido, tanto Wendy Brown como el dúo de
autores franceses Pierre Dardot y Christian Laval proponen pensar al neoliberalismo como una

4
Félix Guattari y Suely Ronlik sostendrán, a propósito, en su libro “Micropolítica. Cartografía del deseo” que “La
producción de subjetividad constituye la materia prima de toda y cualquier producción” (2005:42).
5
Diego Sztulwark. “Neoliberalismo y formas de vida. Un repaso por la coyuntura argentina”, 2018.
https://www.youtube.com/watch?v=O8TGF-JKP1s
racionalidad “que dispone de la potencia de apropiarse de los distintos órdenes de la vida hasta llegar
a configurar el modo más íntimo de la vida del sujeto”6, como un “orden de razón normativo”, que va
desplegando una “economizacion de la vida” en la cual:

“la racionalidad neoliberal disemina el modelo del mercado a todas las esferas y actividades —incluso aquellas
en que no se involucra el dinero— y configura a los seres humanos de modo exhaustivo como actores del mercado,
siempre, solamente y en todos los lados como homo oeconomicus” (Brown, W. 2015:36).

Damos este rodeo por una serie de razones que nos parecen importantes: si seguimos manteniendo
una conceptualización meramente “desde arriba” de lo neoliberal, que privilegie una dimensión
destituyente del mismo, se invisibiliza su despliegue al ras de los territorios y su dimensión instituyente
o de producción de relaciones sociales, sensibilidades y subjetividades, por ende, perdemos capacidad
analítica7. En segundo lugar, y no menos importante, ponemos así de relieve que el sujeto no es algo
dado, sino que es un constructo, una producción indisociable de la tensión que se genera en la
intersección entre los dispositivos de sujeción y las prácticas de subjetivación (Mezzadra, S. 2014:27)
cuyo objetivo es “producir ciertas formaciones y transformaciones en los sujetos para que devengan
sujetos de ciertas características” (Colombani, M. 2008:109). Por último, esas características, premisas
y mandatos que deberemos internalizar, son las propias del proceso de neoliberalización de la
subjetividad, para lo cual el mismo cuenta con una gubernamentalidad cuyo rol clave es el de socializar
el modelo del “empresario de sí mismo”8 a toda la existencia misma, así:

“El modo de gubernamentalidad propio del neoliberalismo cubre, por lo tanto, «el conjunto de las técnicas de
gobierno que exceden de la estricta acción estatal y orquestan la forma en que los sujetos se conducen por sí
mismos». La empresa es pues promovida a la categoría de modelo de subjetivación: cada cual es una empresa a
gestionar y un capital que hay que hacer fructificar.” (Dardot, P. y Laval, C. 2014:384).

Dicho esto, estamos en condiciones de adentrarnos en el nudo de la problemática que nos trajo hasta
aquí.

Individualismo metodológico y vocación anti-sociologista: pilares de la


batalla cultural del neoliberalismo

6
Jorge Alemán. ¿Qué es la subjetivación neoliberal? https://www.pagina12.com.ar/42162-que-es-la-subjetivacion-
neoliberal
7
Sobre la problemática de entender lo neoliberal solo en su faz macropolítica (es decir, solo “desde arriba”, como
conjunto de recetas, políticas de ajuste) puede remitirse a: la introducción de “La razón neoliberal” de Verónica Gago; a
la intervención “Fuera de la política pura: Laboratorios globales de la subjetividad” de Sandro Chignola y Sandro
Mezzadra, recuperado de https://quod.lib.umich.edu/p/pc/12322227.0006.005?view=text;rgn=main; “La nueva razón
del mundo” de Christian Laval y Pierre Dardot, disponible en https://es.scribd.com/document/325428374/Laval-e-
Dardot-La-Nueva-Razon-Del-Mundo; “El pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo” de Wendy Brown,
disponible en
http://campuscitep.rec.uba.ar/pluginfile.php?file=%2F393434%2Fmod_resource%2Fcontent%2F3%2FEl%20pueblo%20
sin%20atributos%20-%20Wendy%20Brown.pdf
8
Foucault en su curso del College de France de 1978-1979 llamado “El nacimiento de la biopolitica” sostuvo: “Esa
multiplicación de la forma empresa dentro del cuerpo social constituye, creo, el objetivo de la política neoliberal. Se
trata de hacer del mercado, de la competencia y, por consiguiente, de la empresa, lo que podríamos llamar el poder
informante de la sociedad.” (2007).
Para comenzar, la producción teórica de Popper no puede ser escindida del movimiento intelectual y
cultural que implica el Neoliberalismo (recordemos que fue miembro de la Mont Pélerin Society). Y
con ello me refiero a toda una tradición intelectual con diversas y complicadas ramificaciones cuyo
programa político pone en el centro, dicho rápidamente, una batalla cultural por las maneras de
entender el mundo y la naturaleza humana (Escalante Gonzalbo, F. 2016). En línea con la obra
“Camino de servidumbre”9 de Friedrich Hayek (1944), Popper redactará “La sociedad abierta y sus
enemigos” en 1945, cuyas intenciones hace explicitas en su prefacio:

“Si en este libro se habla con cierta dureza de algunos de los más grandes rectores intelectuales de la humanidad,
el motivo que nos ha movido a hacerlo no es, ciertamente, el deseo de rebajar sus méritos. Tal actitud surge, más
bien, de la convicción de que, si nuestra civilización ha de subsistir, debemos romper con la deferencia hacia los
grandes hombres creada por el hábito (…) tal como esta obra trata de demostrarlo, algunas de las celebridades
más ilustres del pasado llevaron un permanente ataque contra la libertad y la razón. Su influencia, rara vez
contrarrestada, continúa impulsando por una senda equivocada a aquellos de quienes depende la defensa de la
civilización, suscitando divisiones en su seno. La responsabilidad por esta división trágica, y posiblemente fatal,
recaerá sobre nosotros, si nos mostramos blandos en la crítica de lo que reconocidamente forma parte de nuestro
patrimonio intelectual. Pero nuestra renuencia a censurar una parte del mismo puede determinar su destrucción
total.” (1945:9).

Declaraciones como esta dan cuenta de que toda concepción filosófica presupone una determinada
variedad de valores y, usualmente, defiende o ataca también un sistema de valores. Por lo tanto, en
función de los valores que presupone, defiende o ataca, tal filosofía ha de propugnar la consecución
de determinados fines o ideales (Gómez, R. 1995:9). En tal sentido, el proyecto neoliberal es uno de
los intentos más poderosos de legitimación de la dominante sociedad del mercado en tanto para ellxs
abandonarla resulta literalmente irracional. Para el filósofo y epistemólogo argentino Ricardo Gómez,
especialista en el tema, no hay ninguna duda de que: “para los padres del neoliberalismo, el capitalismo
es insuperable, so pena de devenir irracionales, es decir, no fieles a uno de los ingredientes definitorios
de nuestra humanidad”10. Así, un proyecto de tales objetivos también tiene una relación especifica con
una determinada idea de ciencia. Es notable aquí subrayar que el mismo Popper afirmaba en el prefacio
de la edición inglesa de “La lógica de la investigación científica” de 1958 que su época (en el marco
de la Guerra Fría, con un bloque comunista definido y un consenso keynesiano ampliamente difundido)
se caracterizaba por ser “postrracionalista” y “postcrítica”, e incluso “orgullosamente dedicada a
destruir la tradición de una filosofía racional, y el pensamiento racional mismo” (1980:23). Frases
como estas son emitidas en base a una determinada epistemología y ontología a pregonar y defender.
En “Conjeturas y refutaciones”, el epistemólogo austrohúngaro sostenía que:

“la creencia en la existencia empírica de conjuntos o colectivos sociales, a la que podríamos llamar colectivismo
ingenuo, debe ser reemplazada por el requisito de que los fenómenos sociales, inclusive los colectivos, sean
analizados en función de los individuos y sus acciones y relaciones.” (1948:409).

Así, desplazar el eje hacia este individualismo metodológico supone para Popper, por un lado,
rechazar a raja tabla cualquier tipo de holismo e historicismo, los cuales para él encontraban su máxima
expresión en el marxismo11, y por otro, desarrollar una “lógica situacional” consistente en analizar y

9
En la primera página se puede encontrar la siguiente dedicatoria: “A los socialistas de todos los partidos”.
10
Ricardo Gómez, “¿El capitalismo es insuperable? Crítica a la tesis del fin de la historia en la versión de Hayek-Popper”.
Recuperado de https://herramienta.com.ar/articulo.php?id=313
11
En el prefacio a la edición revisada de “La sociedad abierta y sus enemigos”, Popper afirmaba que: “La posibilidad de
que el marxismo se convirtiese en un problema fundamental nos llevó a tratarlo con cierta extensión. En medio de la
oscuridad que ensombrece la situación mundial en 1950, es probable que la crítica del marxismo que aquí se intenta
realizar se destaque sobre el resto, como punto capital de la obra. Una visión tal de la misma, quizá inevitable, no estaría
explicar la conducta de les individuos intervinientes en ella a partir de la misma situación pero sin
apelar a aspectos subjetivos. Se trata de una postura anti-sociologista. Como sostiene Ricardo Gómez:

“Esta prescindencia de todo lo socio-cultural fue sacralizada por Popper al proponer una epistemología sin sujeto
cognoscente según la cual el desarrollo de las ciencias acaece en un tercer mundo objetivo y autónomo respecto
del mundo físico y del mundo de nuestros estados de conciencia” (1995:52).

Tal es así, que Popper rechaza toda forma de “psicologismo”12 en el área metodológica en base a un
supuesto antropológico gravitatorio no solo para su pensamiento en particular sino también para el
neoliberalismo en general: el reemplazo del ser humanx que tiene tales o cuales motivos, por un ser
humanx que persigue tales o cuales fines objetivos a causa de su situación, la cual es en la
epistemología popperiana una base de completa racionalidad sobre la que luego se evalúa si se desvía
o no la conducta real, siempre en base a dicho modelo. A su vez, esto se conecta con el siguiente
supuesto onto-epistémico: los agentes actúan estrictamente según el Principio de Racionalidad, es decir
tratando de maximizar la obtención de los “fines objetivos definidos por la situación”. En síntesis, para
Popper los agentes siempre actúan apropiadamente a la situación.

Pero ¿Cómo funciona la lógica situacional? Según Popper, como un modelo para explicar o predecir
con ciertos elementos interrelacionados entre sí, más ciertas leyes universales de interacción. En
palabras del propio Popper:

“El método de aplicar una lógica de la situación a las ciencias sociales no se basa en ningún supuesto psicológico
relativo a la racionalidad (o al revés) de la «naturaleza humana». Muy por el contrario, cuando hablamos de
«conducta racional» o de «conducta irracional», queremos significar un comportamiento que está o no de acuerdo
con la lógica de la situación. En realidad, el análisis psicológico de una acción en función de sus motivos
(racionales o irracionales) presupone —como lo señala Max Weber— que previamente hemos adoptado un patrón
con respecto a lo que ha de considerarse racional en la situación tratada.” (1945:312).

A su vez, Popper señala sin vacilar que la lógica de la situación es el método del análisis económico
(1945:312). Ahora bien, tal es el estatus principal y esencial del principio de racionalidad en su filosofía
de la ciencia, que para Popper se torna imprescindible y hasta incluso termina constituyendo “el núcleo
del único enfoque posible en ciencias sociales”. Se trata de una racionalidad meramente instrumental,
ahistórica y explícitamente imputada, pero que lejos está de ser inofensiva, dado que se ha
transformado en una metáfora plenamente extendida de interpretación de la vida humana.

Popper y la lógica de la investigación científica.


La razón neoliberal y los procesos que han llevado a su extensión a varios ordenes de la vida en
general, necesitan y presuponen una determinada idea de ciencia. Una de las argumentaciones más
rigurosas es la de Karl Popper. Crítico del positivismo lógico del Circulo de Viena y del
neopositivismo, con profundas y explicitas coincidencias con el pensamiento de Hayek, sostiene que
hay una concepción correcta del conocimiento científico y de la racionalidad operante allí, la cual es

del todo errada, si bien los objetivos del libro son de un alcance mucho mayor. El marxismo solamente constituye un
episodio, uno de los tantos errores cometidos por la humanidad en su permanente y peligrosa lucha para construir un
mundo mejor y más libre”.
12
En “La sociedad abierta y sus enemigos”, Popper define al Psicologismo como “la teoría de que siendo la sociedad el
producto de las mentes interactuantes, las leyes sociales deben ser reductibles, en última instancia, a leyes psicológicas,
puesto que los sucesos de la vicia social, incluidas sus convenciones, deben ser el producto de causas provenientes de las
mentes de los hombres individuales”, pp. 305.
funcional a la legitimación de una determinada política y línea económica al mostrarla como
“científica”, y, por ende, como “la única” a defender e implementar (Gómez, R. 1995:13). ¿En qué
consiste la ciencia para dicho epistemólogo?

En primera instancia, Popper afirma que “la tarea de la lógica de la investigación científica es ofrecer
un análisis lógico de tal modo de proceder: esto es, analizar el método de las ciencias empíricas.”
(1980:27) e inmediatamente señala el “problema de la inducción”: al tratarse de una inferencia que
pasa de enunciados singulares o particulares, tales como descripciones de los resultados de
observaciones o experimentos, a enunciados universales, tales como hipótesis o teorías ¿Cómo se
justifica esta operación? Porque cualquier conclusión que saquemos de este modo corre siempre el
riesgo de resultar un día falsa, a la vez que resulta precario sostener la verdad de tales hipótesis o
teorías bajo el argumento de que “se sabe por experiencia”. Por lo tanto, el problema de la inducción
es la cuestión acerca de si están justificadas las inferencias inductivas, o de bajo qué condiciones lo
están (Popper, K. 1980:27). Pero para Popper, los problemas de la inducción son “insalvables”, ergo,
rechaza rotundamente la inducción porque su lógica, y todas sus formas, llevan a una regresión infinita,
o bien a la doctrina del apriorismo (Popper, K. 1980:30). Así, el oriundo de Viena propondrá, en
oposición directa, la teoría del método deductivo de contrastación, un método alternativo que, en
teoría, no necesita de ningún elemento inductivo.

Partiendo de sostener que toda teoría científica es un conjunto de hipótesis organizadas


deductivamente, las hipótesis de máxima generalidad (o sea, que abarcan una clase infinita no agotable
de casos singulares) deben pasar por varios niveles de hipótesis intermedias, de generalidad
decreciente, hasta arribar a hipótesis singulares, cada una de las cuales se refiere supuestamente a un
hecho empírico. Así, los enunciados hipotéticos de máxima generalidad, desde los cuales se deducen
los restantes, son los principios de la teoría; aquéllos de generalidad mínima son los llamados
enunciados básicos, y constituyen la base empírica de la teoría, a través de la cual se testea
empíricamente a la misma. Hecha la contrastación, las posibilidades son: si el resultado es positivo,
esto es, si las conclusiones singulares resultan ser aceptables, o verificadas, la teoría a que nos
referimos ha pasado con éxito las contrastaciones (por esta vez). No hay razones para desecharla. Pero
si la decisión es negativa, o sea, si las conclusiones han sido falsadas, esta falsación revela que la teoría
de la que se han deducido lógicamente es también falsa (Popper, K. 1980:33). Por lo tanto, si una teoría
resiste contrastaciones exigentes y minuciosas, y no es desplazada por otra teoría, ahí decimos que ha
mostrado su dureza y tenacidad, es decir, que está “corroborada por la experiencia”13. Ricardo Gómez
explica que:

“Se trata de establecer si la(s) hipótesis resiste (n) al intento de refutarla(s) a través de su(s) contrastación(es)
con la evidencia empírica. Es obvio que existen dos alternativas: por una parte, que, hasta un determinado
momento, todos los enunciados básicos corroboren a la hipótesis en cuestión; ello sucede cuando se cumplen, sin
excepción todos los enunciados básicos. La segunda alternativa se da cuando en un determinado momento hay
al menos un enunciado básico falso en la base empírica de una determinada hipótesis o teoría” (1995:22).

Otro motivo del rechazo de la inducción por parte de Popper es, como el mismo sostiene, que: “no
proporciona un rasgo discriminador apropiado del carácter empírico, no metafísico, de un sistema
teórico; o, en otras palabras, que no proporciona un criterio de demarcación apropiado.” (1980:34);
para él, la distinción entre las ciencias empíricas y los sistemas metafísicos es un problema de primer

13
“Corroborar” para Popper es algo muy distinto de lo que los positivistas lógicos llamaban "confirmación".
orden14. Ergo, la tarea para Popper es la de generar un concepto lo más preciso posible de ciencia
empírica, y así lograr un uso lingüístico claro y una estricta demarcación de ciencia y seudociencia. Si
la demarcación en la lógica inductiva requiere que los enunciados de la ciencia empírica sean “decibles
de modo concluyente”, el criterio en la lógica deductiva será el de la falsabilidad de los sistemas y no
el de la verificabilidad, esto es, que un sistema científico sea elegido por medio de la contrastación y
que pueda ser refutable por la experiencia. La apuesta popperiana en “La lógica de la investigación
científica” sostiene que:

“… lo que caracteriza al método empírico es su manera de exponer a falsación el sistema que ha de contrastarse:
justamente de todos los modos imaginables. Su meta no es salvarles la vida a los sistemas insostenibles, sino, por
el contrario, elegir el que comparativamente sea más apto, sometiendo a todos a la más áspera lucha por la
supervivencia.” (Popper, K. 1980:42).

En esa competencia, el psicoanálisis freudiano, la economía política marxista y la astrología son


consideradas seudociencias, ya que, supuestamente, no son falsables.

Una de las notas distintivas del método deductivo de contrastación es que el Corpus científico es
absolutamente conjetural, es decir, todas sus hipótesis son conjeturas y jamás dejan de serlo,
incluyendo a los enunciados básicos que también son meramente hipotéticos. Además, como ya
adelantamos más arriba, se caracteriza también por el intento tenaz de refutar esas conjeturas a través
de un test de resistencia con la evidencia empírica constituida por el conjunto de los enunciados básicos
de las hipótesis en cuestión (Gómez, R. 1995:22). Pero, más allá de los resultados, el método
popperiano implica una asimetría lógica entre verificabilidad y falsabilidad, en la cual, si bien puede
concluirse la falsedad de una hipótesis o teoría, no puede concluirse su verdad. En palabras del propio
Popper, una: “asimetría que se deriva de la forma lógica de los enunciados universales. Pues éstos no
son jamás deductibles de enunciados singulares, pero sí pueden estar en contradicción con estos
últimos” (Popper, K.1980:41). En concatenación, para este planteo basta la lógica deductiva para llevar
a cabo el testeo empírico de las hipótesis o teorías, por lo tanto, el método de conjeturas y refutaciones
requiere solamente de las reglas deductivas, muy especialmente de la regla del tollendo tollens15.
Ahora bien, no basta un único suceso para considerar como refutada una teoría; sólo cuando ellos se
repiten regularmente pueden alcanzar tal valor refutativo. Como esgrimiera Gómez a propósito de la
propuesta epistemológica que estamos comentando:

“Meras coincidencias no son suficientes; reproductibilidad y regularidad son condiciones necesarias al respecto.
Los enunciados básicos a través de los cuales se testea una hipótesis deben referirse a sucesos repetibles. Y la
hipótesis o teoría se considera falsificada “sólo si descubrimos un efecto reproducible que refute a la [hipótesis
o] teoría”.” (Gómez, R. 1995:23).

La contrastación opera deduciendo enunciados de un nivel de universalidad más bajo y así


continuamente hasta el infinito. Pero esto no puede prolongarse de tal manera. Más temprano que

14
En palabras de Popper: “Si, siguiendo a Kant, llamamos «problema de Hume» al de la inducción, deberíamos designar
al problema de la demarcación como «problema de Kant». De estos dos problemas —que son fuente de casi todos los
demás de la teoría del conocimiento— el de la demarcación es, según entiendo, el más fundamental.”, pp. 34, “La
lógica de la investigación científica”.
15
“por medio de inferencias puramente deductivas (valiéndose del modus tollens de la lógica clásica) es posible argüir
de la verdad de enunciados singulares la falsedad de enunciados universales. Una argumentación de esta índole, que
lleva a la falsedad de enunciados universales, es el único tipo de inferencia estrictamente deductiva que se mueve,
como si dijéramos, en «dirección inductiva»: esto es, de enunciados singulares a universales.”, pp 41, ibíd.
tarde, habremos de detenernos. Surge allí una tensión importante en el pensamiento popperiano que él
mismo esquiva de la siguiente manera:

“no pido que sea preciso haber contrastado realmente todo enunciado científico antes de aceptarlo: sólo requiero
que cada uno de estos enunciados sea susceptible de contrastación; dicho de otro modo: me niego a admitir la
tesis de que en la ciencia existan enunciados cuya verdad hayamos de aceptar resignadamente, por la simple razón
de no parecer posible —por razones lógicas— someterlos a contraste.” (1980:47).

Hechas estas aclaraciones, y una vez finalizado el proceso de deducción de hipótesis de generalidad
decreciente hasta llegar a hipótesis de generalidad mínima, los enunciados singulares son
convencionalmente adoptados por científicos (se eligen algunos de ellos, pero bien se podría, en
principio, haber elegido otros) para comparar la teoría con el mundo empírico (Gómez, R. 2014:51)
dado que constituyen la base empírica a través de la cual se contrasta.

Pero si, como se infiere de lo que venimos exponiendo, basta solamente la deducción y la evidencia
empírica para aceptar o no una hipótesis es porque se ha consumado de manera extrema y burda el
ideal de la neutralidad valorativa, siendo ésta un requisito fundamental de este método. En este sentido,
para el planteo popperiano “la objetividad de los enunciados científicos descansa en el hecho de que
pueden contrastarse intersubjetivamente” (1980:43) y en que “una experiencia subjetiva, o un
sentimiento de convicción, nunca pueden justificar un enunciado científico” (1980:45). Allí, los
enunciados básicos tienen una mención especial:

“… si los enunciados básicos han de ser contrastables intersubjetivamente a su vez, no puede haber enunciados
últimos en la ciencia: no pueden existir en la ciencia enunciados últimos que no puedan ser contrastados, y, en
consecuencia, ninguno que no pueda —en principio— ser refutado al falsar algunas de las conclusiones que sea
posible deducir de él” (Popper, K. 1980:46).

La vocación anti sociológica y psicológica de la episteme popperiana también influye en su idea del
progreso científico: si se progresa mediante la falsación y la contrastación, en la elección de una teoría
en lugar de otra se debe distinguir claramente de todo tipo de cuestiones de génesis, y de orden histórico
y sociológico. Se trata de un progreso autónomo y de interrelación meramente lógico-deductivo entre
teorías. Ese modo de proceder es lo racional para Popper, siendo básicamente el modelo privilegiado
de racionalidad.

La racionalidad en el modelo popperiano: ciencia y ontología para una


sociedad de mercado.
Toda teoría de la racionalidad, y sobre todo cualquier tipo de racionalidad científica, considera a un
conjunto de decisiones, elecciones, teorías, métodos, como racionales si su adopción es funcional o
instrumental para alcanzar determinados fines u objetivos. Ahora bien, tales fines u objetivos son
impulsados por determinados valores. A su vez, casi siempre dichos valores están jerarquizados de tal
forma que en la punta de la pirámide encontremos ciertos valores considerados como supremos. En
este marco, no hay duda de que la racionalidad popperiana se limita exclusivamente a la consecución
de objetivos vinculados a valores epistémicos, entre los cuales se destaca la “verdad objetiva”
considerada como valor supremo. ¿Pero por cuales otras características se distingue la racionalidad
desde la óptica de Popper? Para empezar, hay una enfática a-historicidad:

“No sólo por estar reducida a pautas lógico-deductivas válidas independiente de todo contexto histórico, sino
también porque tales pautas son imputadas a cada contexto sin tomar en cuenta, en absoluto, la idiosincrasia de
los modus operandi considerados como racionales por los investigadores de dicho contexto.” (Gómez, R.
1995:70).

Un ejemplo claro es el tratamiento de las ideas. Se las concibe totalmente separadas de sus
determinantes sociales, como independientes del proceso histórico real, a la vez que se las postula
como condiciones esenciales para tal proceso. Por otra parte, la argumentación crítica (el interjuego
de conjeturas y refutaciones) es el núcleo central del proceder racional16 y, por lo tanto, condición
necesaria para alcanzar la objetividad científica. Otra característica es el carácter meramente
instrumental de la racionalidad crítica popperiana, quedando fuera de toda discusión la racionalidad
de los objetivos o fines que las teorías pretenden alcanzar. Pero con características así, todo deviene
instrumental-técnico. Este concepto de racionalidad que reduce la misma a pura instrumentalización
metodológica supone que en la totalidad de las prácticas sociales, políticas y económicas que organizan
una sociedad rige el sistema de valores que emerge de la razón popperiana. En si es una racionalidad
social también limitada y empobrecida, pero con un vasto número de consecuencias, no sólo
epistemológicas o relacionadas con la concepción de las ciencias sociales subsidiaria de tal lógica, sino
también sociales, es decir, en el modo de entender la realidad y los modos aceptados como racionales
para la acción social misma.

Cabe preguntarse entonces, ¿Cuál es el proyecto que tiene en mente Popper para las ciencias sociales?
A diferencia de lxs neopositivistas, nunca defendió la unidad de las ciencias, sus leyes y terminologías,
es decir, nunca tuvo en mente, a este respecto, una mirada reduccionista como programa. Las tensiones
se presentan con respecto a la unidad metodológica entre ellas, porque por una parte sostiene
explícitamente que el método de conjeturas y refutaciones es también el de las ciencias sociales, lo que
sería un monismo metodológico mas no un reduccionismo, pero también se sostiene que dicho método
ha de especificarse de manera particular en aquellas ciencias: “El método objetivo de las ciencias
sociales es, según Popper, el de la lógica situacional, suplementado por la tecnología social
fragmentaria y la ingeniería social” (Gómez, R. 1995: 113). Inspirándose en el método que propuso
Hayek para la economía, se trata de una extrapolación a las ciencias sociales, en las cuales la teoría de
la competencia perfecta es un ejemplo privilegiado de la lógica de la situación y cuyo modelo adquiere
mayor preeminencia que en las ciencias naturales. Entonces, si las ciencias sociales operan, desde la
óptica popperiana, en base a la construcción de situaciones típicas o modelos ¿Quién ocupa el rol de
ley natural? Se trata pues del principio de racionalidad, explicado y ubicado su estatus anteriormente.

Avanzando rápidamente, el segundo componente del método popperiano específico para las ciencias
sociales es el de la tecnología social fragmentaria, cuyo objetivo es:

“descubrir y explicar las relaciones menos evidentes que imperan dentro de la esfera social, es decir, poner de
manifiesto las dificultades que obstruyen la acción social, o sea, estudiar la resistencia de la materia social a
nuestras tentativas de modelarla.” (Gómez, R. 1995:118).

Así, nuevamente aparece la racionalidad meramente instrumental, la cual va a impregnar todos los
componentes del planteo popperiano para las ciencias sociales. Esto es de vital importancia para
nuestros objetivos porque, por ejemplo, si la tecnología fragmentaria involucra como método crítico
el de conjeturas y refutaciones, por lo tanto, implica un gradualismo sin rupturas, entonces toda ruptura
relevante en el plano político social y, por tanto, toda revolución político-social, viola los cánones de
la racionalidad popperiana. Es decir, deviene irracional. Y como si fuera poco, en base a este

16
Ricardo Gómez en “Neoliberalismo y seudociencia” sintetiza la concepción popperiana de la racionalidad científica de
la siguiente manera: “Racionalidad = Criticismo = Logicalidad”.
razonamiento, queda excluida la sociedad misma del análisis a través del método critico conjetural. Es
decir, a la sistemática oposición de Popper a las revoluciones sociales subyace una gruesa limitación
del alcance de su método al aplicarlo a las ciencias sociales porque no se acepta bajo ningún aspecto
la crítica global. Por lo tanto:

“El instrumento de la crítica no debe ser usado para criticar el marco institucional de la sociedad liberal
angloamericana. Si bien Popper sostiene que tal método crítico comienza desde problemas, jamás el objeto mismo
de la sociología - la sociedad- es un problema.” (Gómez, R. 1995:120).

Se presupone entonces, de forma acrítica, un cierto tipo de sociedad con una determinada estructura
social y base económica, por consiguiente, con un especifico ordenamiento de relaciones sociales. En
sí, se valora como suprema e insuperable la sociedad de mercado.

El tercer componente importante en la metodología de Popper para las ciencias sociales es la


Ingeniería Social. Se trata del conjunto de aplicaciones de la tecnología social fragmentaria, cuyo su
propósito es proyectar instituciones sociales, a la vez que manejar y reconstruir aquéllas que ya existen.
No se busca rehacer a la sociedad totalmente, sino que los fines son llevados a cabo por ajustes y
reajustes, sugeridos por la tecnología social fragmentaria, e implementados por el ingeniero social.
Podríamos decir con Foucault junto a Dardot y Laval que se procede aquí vía técnicas de individuación,
porque la estrategia fundamental es combatir males concretos, más que establecer un bien ideal. No es
un método holista. Los principales problemas de esta metodología son la tecnocratización de la
política, así como de la opinión pública, y la adopción de un individualismo metodológico extremo.

Finalizando este precario recorrido por la episteme popperiana, podemos ver a través de sus planteos
como se ha hipostasiado un cierto tipo de ser humanx y se lo intenta extrapolar universalmente de
manera artificial, en coincidencia con la tesis foucaultiana de que el neoliberalismo es la ampliación
de un discurso económico a lógicas no económicas. Esto es, el cálculo económico extendido a todas
las zonas de la vida donde se suponen que los cálculos no deberían ser económicos o no deberían
responder a esa racionalidad. Dicho de otra manera, es el hecho de que calculamos todo como si
estuviéramos en el mercado, lo cual muestra como un concepto pobre y reduccionista de racionalidad
ha devenido una verdadera grilla de inteligibilidad ampliamente extendida. Por lo tanto, el
individualismo metodológico que sostiene a este arquetipo es una posición no solamente
epistemológica-metodológica, sino también política y ontológica. A su vez, se conecta con una
posición ética de cuño egoísta y utilitarista que deja de lado ex-profeso toda cuestión de justicia
distributiva y que justifica la idea de que lxs seres humanxs son naturalmente desiguales, por lo tanto,
que la única igualdad válida es la igualdad política ante el mercado y la ley. Pero también, y como
corolario de lo anterior, se ha hipostasiado una idea de sociedad definida por el mercado como
irrebasable, siendo éste el único ordenamiento racional y la planificación, gran objeto de crítica del
neoliberalismo a lo largo del siglo XX, lo irracional. El mercado es racional para Popper porque éste
es el único lugar en el que se puede garantizar que si operamos de acuerdo a sus leyes se nos asegura
la consecución de nuestros objetivos. Al mismo tiempo, todo aquello que se desvíe radicalmente de tal
ordenamiento no puede ser racional. Entonces, es irracional intentar la planificación global de la
actividad económica como querer cambiar de raíz las jerarquías y el ordenamiento imperante en
nuestro mundo.

Este conjunto de supuestos son los que se materializan, entre otros, en los dispositivos micropolíticos
de producción de subjetividad porque el neoliberalismo constituye un régimen de existencia de lo
social que trata de transversalizar el modelo de subjetivación del emprendedor o empresario de sí
mismo. Esta figura reúne distintas características, pero la principal es que comporta un entendimiento
de la potencia humana bajo la forma empresa, es decir, teniendo a la empresa como modelo de vida,
de relación con lxs otrxs y con unx mismx. Entonces interesa fundamentalmente el fomento de las
capacidades de competencia de cada sujeto mediante la siguiente ecuación: a más dominio de la
competencia, tanta más oportunidad tienen lxs protagonistas de acomodar su actuar hacia la
competencia (Bröckling, U. 2015:119), por lo tanto, más posibilidades de subjetivar como empresa.
Resuenan aquí las cínicas palabras de Margaret Thatcher cuando explicaba las transformaciones
neoliberales que Inglaterra emprendió en los años 80: “La economía es el método. La finalidad es
cambiar el corazón y el alma”. Por otra parte, la instrumentalización de la razón neoliberal llega al
paroxismo al implicar un profundo proceso de racionalización día a día, porque el emprendedor:

“No es alguien que tiene una empresa, sino que gestiona su propia vida como un empresario de sí mismo, como
alguien que está todo el tiempo desde su propia relación consigo mismo y en su relación con los otros, concibiendo,
gestionando, organizando su vida como una empresa de rendimiento” (Alemán, J. 2016:33).

Dicho esto, el individualismo metodológico se traduce en una sociedad concebida como una empresa
de rendimiento formada por sub unidades empresariales, lo cual constituye tanto una forma sofisticada
de poner a la sociedad bajo control de modo análogo a como se ha procedido con la naturaleza como
también de pensarla como un sistema de acción social, si bien con características propias, pero en sí
expresión de la racionalidad popperiana. El neoliberalismo es un proyecto político para transformar a
cada persona en una empresa individual.

Otro supuesto que se deriva de la obra de Popper y se pone en práctica es una específica manera de
entender la libertad. Concebida como abstracta, individual y negativa, es meramente una libertad ‘de’.
Es básicamente, una libertad que consiste en la mera eliminación de las determinaciones externas que
puedan interferir con nuestra libertad para operar en el mercado (Gómez, R. 1995:174). Esto es central,
ya que como lo planteara Foucault, el neoliberalismo comporta una innovación radical en el “arte de
gobernar”:

“se trata de una forma de gobernar por medio del impulso a las libertades. Lo que a primera vista parece una
contradicción, se vuelve una forma sofisticada, novedosa y compleja de enhebrar, de manera a la vez íntima e
institucional, una serie de tecnologías, procedimientos y afectos que impulsan la iniciativa libre, la
autoempresarialidad, la autogestión y, también, la responsabilidad sobre sí. Se trata de una racionalidad, además,
no puramente abstracta ni macropolítica, sino puesta en juego por las subjetividades y las tácticas de la vida
cotidiana. Como una variedad de modos de hacer, sentir y pensar que organizan los cálculos y los afectos de la
maquinaria social.” (Gago, V. 2014:10)

Dicho más claramente, el neoliberalismo iguala ‘libertad’ con la libertad para competir, es una
libertad que tiene todo que ver con la empresarialización de nuestras vidas porque la governance
neoliberal de las conductas politiza la libertad en una determinada dirección. Así, siguiendo a Foucault,
esta libertad de mercado ya no debe ser:

“el principio de limitación del Estado, sino su principio de regulación interna de punta a punta de su existencia y
su acción. En otras palabras, en lugar de aceptar una libertad de mercado definida por el Estado y mantenida de
algún modo bajo vigilancia estatal … es necesario invertir por completo la formula y proponerse la libertad de
mercado como principio organizador y regulador del Estado, desde el comienzo de su existencia y hasta la última
forma de sus intervenciones. Para decirlo de otra manera, un Estado bajo vigilancia del mercado más que un
mercado bajo vigilancia del Estado.” (Foucault, M. 2007:149).
Por lo tanto, no es difícil deducir que tales postulados van a estar ligados a un programa político y
económico como también cultural.

Uno de los últimos puntos a tratar es que, si para Popper la sociedad de mercado es insuperable e
incluso un orden deseado, también el epistemólogo desarrollará una serie de ideas en torno a las
utopías. En otras palabras, si se presenta a un ordenamiento como irrebasable, es porque está operando
de forma subyacente una cierta idea sobre utopía. La misma indica que no hay salida ni alternativa, es
la de que, valga la redundancia, no hay utopías. Ahora bien, en la mirada de Ricardo Gómez, tal ideal:

“de una sociedad sin utopías esconde una utopía obvia, la de la realización efectiva de las condiciones del mercado
de competencia perfecta. Tal utopía legitimiza la aceptabilidad conservadora de todo presente y la postergación
de todo futuro mejor, así como la denigración por demonización de todo mundo alternativo radicalmente distinto
a aquél regimentado por las pautas de una política económica neoliberal” (1995:198).

A esta arquitectura se le suma una forma de ver la historia: al fetichizar, es decir, abstraer las
condiciones sociales en el que se desenvuelve la investigación científica, se produce una operación
des-historizadora cuya lógica permeará desde los programas económicos, recurriendo a la justificación
de que supuestamente no hay alternativa, hasta en el fomento de la subjetivación emprendedora con
toda una gubernamentalidad que excede al Estado, en donde esos empresarios del yo, junto al ejercito
de coachs del alma que encontramos en cualquier parte, pregonan una lógica meritocrática (lo que en
Argentina llamamos “cultura del trabajo o del esfuerzo”) planteando que solo basta con el esfuerzo
individual para tener “éxito” y subir en la jerarquía social. Esto constituye una grave despolitización
como también una tecnocratización de la política en absoluta consonancia con la propuesta
metodológica para las ciencias sociales, a su vez tomada de la metodología de la economía de mercado
y funcionales al neoconservadurismo.

Conclusión:
Como señala Jorge Alemán, “la subjetividad es el botín de guerra del neoliberalismo” y para ello,
desde su fundación hasta su mundialización, ha desplegado una maquinaria de guerra cultural en varios
frentes. Sin lugar a dudas, la ciencia ha sido un ámbito donde el movimiento neoliberal intenta
proyectar su lógica exportando un modelo propio: la epistemología popperiana. En este trabajo hicimos
un breve repaso por algunas de las tesis principales de su lógica de investigación para mostrar, por un
lado, de qué manera son afines y legitiman un programa político-económico concreto, la sociedad de
mercado y la figura del “hombre empresa”. Por otro lado, vimos que los supuestos epistemológicos de
Popper son también ontológicos y se materializan en la práctica de la producción de subjetividad
neoliberal. Así, las trasformaciones y reorganizaciones de la política y la economía desde los años 70
han trastocado el modo de constitución de les sujetos y han desplegado una racionalidad, el propio
neoliberalismo, que toma y trata de que se hagan carne varios postulados de Popper como la
racionalidad instrumental, la lógica de la situación, la neutralidad valorativa, el individualismo
metodológico y su antipsicologismo y antisociologismo, la libertad de mercado y de competencia, una
ética egoísta y utilitarista, hasta llegar a una tajante división entre lo que considera racional (adecuarse
al principio de racionalidad y proceder por el método de conjeturas y refutaciones) y lo irracional
(desviarse de la conducta objetiva basada en los anteriores principios y determinada por los modelos
que construye la ciencia, como también querer cambiar la sociedad de raíz vía una revolución).
Además, pone en juego determinadas ideas sobre la historia y las utopías para luchar contra lo que
Popper consideraba como historicismo, y en última instancia, contra Marx en base a una lectura del
mismo por lo menos cuestionable. La despolitización y tecnocratización de la política que trae
aparejada una idea de ciencia que se autopercibe y se exporta como el método científico se pueden
palpar a lo largo del planeta. Así, si bien el homo oeconomicus va variando y asumiendo otras
características, en la base de su andamiaje encontramos la propuesta popperiana, como de muchxs
otrxs teóricxs.

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Videos:
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