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Después de tanto viaje, desde la ciudad de New Jersey, llegamos a Berlín, Alemania.
Estábamos muy cansados mis hermanos y yo, de tanto viaje.
Mis padres, James y Valerie. Mi padre iba a trabajar con el jefe de gobierno Hiparión
Diamantinis y su mujer Tea Diamantinis. Iba a ser su abogado, en las propuestas
comerciantes. Y mi madre iba a trabajar de enfermera en el hospital, como lo hacía en
nuestro antiguo recinto.
Llegamos a la casa, ya era de noche y fuimos a acomodar, cada uno sus respectivas
habitaciones. Al día tendríamos que ir a la escuela y mis padres a sus respectivos
lugares laborales.
Mi habitación daba a un balcón, donde se podía apreciar gran parte del jardín de color
verde jade. Era hermoso. La noche, la parte del día más bello para mí. Alumbrada con la
luna y los puntos titilantes.
El sueño me venció, y me recosté en la cama. Lentamente fui conciliando el sueño.
Fuimos a la cafetería, y allí estaban los Diamantinis, en una mesa apartada de todos. Los
tres hablando y riendo entre ellos. Ella se veía tan hermosa, no podía ser tan perfecta.
Mi corazón padecía taquicardia cada vez que sus ojos se encontraban con los míos. Me
daba un poco de vergüenza este acto, pero ella desviaba la mirada, y agachaba la
cabeza, ante la voz resonante de su hermano, que parecía que la regañaba.
Su divinidad era algo que en cierto punto causaba miedo. Todos los miraban con un
cierto respeto, algo muy extraño.
Al tocar el timbre de vuelta a clases, me fui a mi clase de matemática, algo que
realmente no me gustaba. Pero lo debía hacer.
Fui sin ánimos por el pasillo, me despedí de las muchachas y de mis hermanos. Llegué
al salón 216, y me encontré con ella.
Su pelo sedoso con una longitud espectacular, esos ojos penetrantes y su sonrisa
atrayente como imanes. La profesora me sacó de la nube en la que me había colgado.
-¿Usted es?- volvió a preguntar la docente.
-Mi... Mí nombre es Sean Moore- informé, tartamudeando. Ella miró la hoja de registró
y me hizo pasar.
-Yo soy la profesora Miriam Hollasay.- comentó la mujer, de unos cuarenta años, pelo
negro atado en un rodete, y sus ojos ámbar, ocultos tras unas grandes gafas.
Me senté, detrás de ella. Podía ver su hermosa y delicada figura, hablando entre
cuchicheos con su hermana. No podía oír a la distancia en la que me encontraba, pero si
podía ver sus labios moldeados, abrirse y cerrarse ante la composición de palabras.
Me senté al lado de Carlos, un compañero de tez oscura, altura media y ojos negros.
Este me ayudo en la materia, ya que- como dije anteriormente- soy muy malo, y
sumándole la distracción completa, teniendo una ninfa frente de mí.
La clase terminó, y ahora me tocaba historia europea. Estaba muy cansado, ayer a la
noche no dormí muy bien.
Dirigiéndome a la clase del señor Snow With, este me recibió y tomé asiento con una
chica llamada Ahílen. Esta me recibió muy bien y era muy bonita.
Pero luego, el ser más perfecto de todos, entró por la puerta con la compañía de dos
muchachos bellos como ella.
Mi corazón comenzó a latir enfurecido y mis manos a sudar. Ahílen me miró, y se rió.
-Otro más- dijo, afirmando.
-¿Otro más?- pregunté extrañado ante su comentario.
-Si, otro más cayendo bajo los encantos de Selene ¿O es Eos?- inquirió mirando hacia la
pizarra.
-¿Cómo lo sabes?- ignoré su pregunta, para saciarme con la mía.
-Los síntomas- anunció ella-
-¿Síntomas?- musite extrañado.
-Si, tu corazón comenzó a latir fuerte cuando ellos entraron, y tus manos están sudando-
susurró, mirando la aureola de vapor cálido sobre la mesa.
-Selene- respondí ante su anterior pregunta.
-Lo sabía- dijo ella, triunfante.-Otro más- concluyó.
-¿Qué puedo hacer?- pregunté en forma de súplica.
-Nada- contestó ella- Nunca vi a ninguno de ellos salir con alguien- confesó- son
como... No se, son perfectos, pero no salen con nadie- comentó esta.
-Ah- musité, desanimado.
En la clase del señor With, estábamos viendo Mitología Egipcia.
Es un tema realmente interesante, pero sinceramente con una reina de belleza frente
mío, no se muy fácil concentrarse.
Después de esa clase. Terminaba la jornada de estudio. Lo bueno: me iba a casa, y no
tendría que estudiar más, que es algo que la verdad no me gusta. Lo malo: me alejaba de
ella hasta el día siguiente.
Capítulo 3: ¿Qué tú crees que ella te va a prestar atención?
Hoy fui a la clase de historia europea, como lo hacía todos los días. Ella después de
esto, se acercó y me habló. Vestida así (LINK:
http://images.yodibujo.es/_uploads/membres/articles/20081250/2eb0c_3100738605_a2
4f52b63c_o.jpg )
—Hola—.me dijo, con esa voz tan melodiosa, que hacía que mi corazón palpite de
alegría.
—Hola— le respondí el saludo.
— ¿Tú eres Sean Moore? — Inquirió ella, con una sonrisa perturbadora.
—Sí, — conteste— y ¿Tú eres Selene Diamantinis? — le pregunté inocente, ya que con
ella, ese nombre lo soñé desde que la conozco, tanto despierto como dormido.
—Si- me respondió ella. Ambos caminamos en silencio por el pasillo, hasta que la ninfa
majestuosa que tenía a mi lado, rompió el silencio.
— ¿Por qué viniste a vivir aquí? — musito, con sus ojos penetrantes clavados en mí.
—Mi padre vino a trabajar aquí con tu padre, es su abogado. — informé, mirándola de
reojo. — Y mi madre, consiguió trabajo como enfermera en el hospital central de
Berlín. — concluí.
— ¿Y tú eres feliz? —susurro entre sus labios perfectos.
—Claro. — le respondí sincero, cuando estaba a su lado, claro que era feliz. — Pero se
extraña a los amigos. — comenté.
—Si, entiendo eso- me dijo, con nostalgia.
— ¿Por qué tú te has mudado? — pregunté inocente.
—Si, yo soy griega. —Comentó— Y extraño a mis amigos, pero estoy con mis
hermanos. Por eso soy feliz. —Anunció, recorriendo la mirada por los pasillos, viendo a
Eos, su hermana, parada frente a nosotros a unos cuarenta metros. Con aspecto de pocos
amigos.
—Debo irme. —avisó, y rozó su mejilla con la mía, y su figura se desvaneció con la de
su hermana. Me quedé clavado en el suelo. Ella me besó. No de la manera que uno
espera, pero fue el primer contacto físico con ella.
Volvimos a mi casa, yo con una sonrisa dibujada en mi rostro.
Mis padres obviamente estaban en sus respectivos trabajos, Dago me dejó en casa, ya
que iba a dejar a Journy a casa de un compañero y el se iba a el colegio, ya que se anotó
en todas las actividades pos-curriculares. El decía que eso ayudaba a sus estudios
secundarios y más que nada a los universitarios.
Me quedé solo, con la casa bellísima. Mi vida era algo solitaria, aunque mi familia era
grande, siempre preferí la soledad. Mis hermanos eran un gran apoyo, pero tampoco era
la base de esto.
Mi cuarto, alumbrado por el sol que entraba por el balcón, y todos los cd’s
desparramados por toda la mesada. Me puse a acomodarlos cuando encontré un disco
que me llamó la atención. Lo coloqué en el reproductor de música. Y el ambiente quedo
absorbido por la canción Mientes tan bien, Sin bandera.
No se por qué me llamó la atención ese tema, pero lo reproducía en cada momento,
hasta que la noche hizo acto de presencia.
La luna, una de las cosas más hermosas de la noche, estaba llena. Era fantástico. La
noche. Una de las cosas que más amo.
La cena la hice yo, dado que mi madre llegó a las diez y mis hermanos no se iban a
dignar a cocinar nada. Mi madre me agradeció, y yo le respondí con un “De nada” y una
sonrisa. El día fue muy largo. Y pensaba en el por qué de la reacción de Eos, el por qué
de que se halla puesto así.
Me dormí escuchando la canción que daba vueltas en mi cabeza desde la tarde. Mientes
tan bien, que me sabe a verdad, todo lo que me das, y ya te estoy amando, mientes tan
bien, que he llegado a pensar que todo lo que me das...
Esa letra daba vuelta por mi subconsciente. La aurora, me dio con un golpe mortífero,
me olvide de cerrar la corina de mi ventana.
Me preparé para otro día de escuela, o mejor dicho. Otro día viéndola a ella.
Capítulo 5: Hay algo, lo sé
Volví a mi morada, con un dolor en el pecho, por su rechazo. Y ahora estaba el dolor de
su rechazo, con el de la confusión. ¿Qué me quiso decir?
Me dormí, pensando en todas esas cosas. Pensando en que ella estaba escondiendo algo,
algo que no quería que sepa.
Llegué al colegio, y allí estaba sentada con su familia en las mesas del aparcamiento. Se
veía tan hermosa. Pero los observe no solo por eso, los observé porque quería encontrar
algo. Por más mínimo que sea, quería saber el secreto, eso que los rodeaba a los
Diamantinis.
Helios se percató de mi evaluación hacia él y sus hermanas, y me miró con el ceño
fruncido, yo aparté la mirada y luego volví a observar a los hermanos.
Sus perfectas facciones y sus ropas de antaño. Esos cabellos extraños, la longitud de los
tres era muy rara, sus características era de personas antiguas.
Dago se dio cuenta a quien miraba tan detenidamente y sonrió, lo que yo sentía hacia
Selene era una obsesión fuertemente marcada. Su rostro, tan angelical que parecía una
ninfa reencarnada.
Me fui a mi clase de historia europea, estábamos viendo mitología romana. Era un tema
interesante, ya que el profesor Snow lo explicaba de una manera muy atrayente.
Después de esa clase, me fui a hablar con mi amada, aunque ella me rechacé yo voy a
intentar hasta las últimas consecuencias.
— ¿Podemos hablar? —Pregunté a Selene, quien caminaba muy veloz por los pasillos
de la escuela.
—No. —Me dijo. —Tengo que irme a casa. —Y aceleró el paso más de lo que ya lo
había acelerado.
—Bueno, pero igual vamos a hablar. —Y me puse frente a ella, interponiéndome ante
ella. Esta me miró desafiante, muy molesta.
—Sean. —Empezó, pero yo la detuve.
— ¿Quiero saber qué es lo que pasa? —Exigí mirándola a los ojos, esos ojos
marginados.
— ¿Qué pasa con qué? —Musitó, haciéndose la desentendida.
—Ya lo sabes muy bien Selene. —Le dije a la muchacha.
—Sean no te lo puedo decir. —O sea que sí había algo, como yo lo creía.
—Entonces, hay algo. —Afirmé ante sus anteriores palabras.
—Por favor, déjame. —Me pidió.
—No te voy a dejar. —Dije acercándome a ella. Esta me esquivo y la seguí. Estaba
adentrándose al campo de juego y yo no sabía que hacíamos aquí.
Sus labios, pegados a los míos, en el jardín de rugby. Era de tarde, el ocaso se asomaba
y el campo estaba desierto.
—Me tengo que ir. —Anunció con su voz de soprano.
—No, por favor. —Le pedí, tomándola del brazo derecho.
—No, tengo que hacer algo importante. —Me contradijo desesperada. Helios, su
hermano se acerco con su cara transfigurada por el odio, y yo creí que nos había visto,
pero no fue así.
— ¿Qué haces aquí? —Le preguntó a su hermana molesto. —Ya es la hora, tienes que
salir- le volvió a decir molesto.
—Si, ya lo se. —Le contestó ella. —Me voy. —Y su silueta junto con la de su hermano
desaparecieron. Un minuto después de que ella se haya ido, la noche se apodero del
lugar.
Capítulo 6: Luna Llena
La felicidad que me embargaba en el cuerpo, era tal que lo único que me faltaba hacer
era gritar de la emoción.
La amaba. De eso estoy completamente seguro. Todo lo sucedido hoy y lo que sucedió
en los días anteriores, nunca se los conté a nadie, era solo mío y de ella.
Estaba enamorado de ella, la amaba más que nada, y en el día de hoy, se que a ella le
pasa lo mismo o aunque sea algo parecido.
Me dormí, con las estrellas alumbrando la estancia, esperando que el sol salga. Antes
amaba la noche, ahora el día. Ya que en ese momento podía verla a ella que era mi luna
llena. Ella alumbra mi camino.
Estaba como siempre, rodeada de sus perfectos hermanos. Lo único que tenía que hacer,
era esperar. Esperar a que este sola
Tocó el timbre de ida a clases, pero me quedé esperando a que todo el mundo entre a
sus respectivos salones.
— ¿Me esperabas? —Murmuro ella, tras mi espalda vestida así (LINK:
http://media.timeoutkids.com/resizeImage/htdocs/export_images/40/demi.lovato.750.jp
g)
—Toda la vida. —Le contesté, y bese su mejilla. Pero ella corrió la cara, y el beso se lo
dí en la boca. Sus labios, dulce chocolate, se acompasaban con los míos. Era algo
mágico, sentir sus cálidos labios sobre los míos.
—Te amo. —Le dije, besándola nuevamente.
—Yo también. —Me respondió y se separó de mí. Tres segundos después apareció
Helios detrás de nosotros.
—Vamos Selene. —La llamó autoritario. Esta me sonrió y desapareció antes de que yo
pueda decir o hacer algo.
No se por qué, pero seguí a mi amada. Ella se encontró con sus hermanos, en el campo
de football. Estaba tan hermosa con su cabello castaño cayendo en cascada. Su cuerpo
perfecto acompasado con su bello rostro. Y sus hermanos, como siempre, tan perfectos.
Estos se tomaron de las manos, y vi algo que jamás pude haber soñado.
Un brillo intenso inundo el campo, se veía azul, blanco, amarillo, verde y muchos
colores mezclados. Era algo descomunal, era algo que jamás había visto y después de
tantos colores vi todo negro.
—Sean, Sean- llamaba una voz de ángel
—Selene vamos no despierta, alguien lo va a encontrar. Va a ser mejor que no nos vean
así con el.- musitó su hermana
—Cállate. —Le contesto mi amada. —Sean, mi amor. —Me llamó nuevamente. — ¿Me
escuchas? —Volvía a hablar esa voz de soprano.
—Sele- susurré tan bajo, que pensé que ella no lograría oír.
—Sean, mi amor. —Exclamó ella. — ¿Estas bien? —Inquirió preocupada.
—Si, si estoy bien. —Y dicho esto, recordé lo que había visto. Lo que vi de ellos tres.
Algo muy extraño.
—Tenemos que hablar. —Le dije serio.
—Si después, ahora vamos a la enfermería.
Llegamos a una sala pequeña, con una camilla de color blanco al igual que la pequeña
estancia. Una mujer de pelo blanco y anteojos hasta la nariz, con ojos dulces al igual
que sus facciones, me miró un segundo, y Lugo se acercó a nosotros. Me tomó del brazo
derecho, porque el otro lo poseía Selene, que no me quitaba los ojos de encima.
Me recosté en la camilla, con un colchón muy fino que se podía sentir en mi columna
vertebral la madera, y la enfermera me colocó un termómetro bajo la axila. Luego lo
tomó y observó que no tenía fiebre.
— ¿Qué te pasó muchacho? —Inquirió dulcemente la anciana.
—Nada, solo me desmaye. —Emití la parte de las luces de colores, a ver si me creían
demente. Pero antes yo debía hablar con mi amada.
—Toma cariño, esto es por si te duele la cabeza. —Me dijo la mujer, y me entregó unas
pastillas blancas.
—Gracias. —Le contesté y salí de la enfermería tomando la mano de Sel.
Estábamos en los corredores, desabitados dado que todos los alumnos se encontraban en
sus respectivas aulas. Yo me acerqué a ella, y acaricié su mejilla suavemente.
— ¿Podemos hablar de algo? —Musité en un susurro casi inaudible, pero ella lo
escuchó.
—Si, pero antes debemos ir a clase de historia. —Me atajó. Agarró mi mano, y me jaló
a la clase de Historia Europea.
— ¿Por qué llegan a esta hora? —Preguntó el profesor molesto.
—Disculpe, es que Sean se descompuso y lo llevé a la enfermería. —Explicó la
doncella. —Si quiere averígüelo de la enfermera Rusho.
—No señorita, —Negó el maestro. — ¿Se encuentra bien señor Moore? —Inquirió el
docente, ahora en un tono más amable, pero yo sabía porque no quería que la hoja del
jefe de gobierno se queje en dirección por su comportamiento hacia su hija.
—Si señor With. —Le contesté cortésmente.
Me senté con Ahílen como era lo habitual en esa clase, ella me saludó con una sonrisa y
yo se la devolví amablemente. Apilé mis libros en una pequeña torre, y los apoyé en el
piso, al lado de mi banco de clase.
—Bueno chicos. —Habló el profesor para llamar nuestra atención. —Hoy vamos a
hablar de Mitología Griega. —Anunció el interpelado. —La mitología griega es el
cuerpo de historias pertenecientes a los antiguos griegos que tratan de sus dioses y
héroes, la naturaleza del mundo y los orígenes y significado de sus propios cultos y
prácticas rituales. Los investigadores modernos acudieron a los mitos y los estudiaron
en un intento por arrojar luz sobre las instituciones religiosas y políticas de la antigua
Grecia y, en general, sobre la antigua civilización griega, así como para entender mejor
la naturaleza de la propia creación de los mitos.
>>La mitología griega consiste explícitamente en una extensa colección de relatos e
implícitamente en artes figurativos, como cerámica pintada y ofrendas votivas. Los
mitos griegos explican los orígenes del mundo y detallan las vidas y aventuras de una
amplia variedad de dioses, héroes, titanes y otras criaturas mitológicas. Estos relatos
fueron originalmente difundidos en una tradición poética oral, si bien actualmente los
mitos se conocen principalmente gracias a la literatura griega. Las fuentes literarias más
antiguas conocidas, los poemas épicos la Ilíada y la Odisea, se centran en los sucesos en
torno a la Guerra de Troya.
>>En el pizarrón les voy a anotar unos cuantos nombres.
En la pizarra anotó: Dioses más conocidos:
• Zeus
• Hera
• Hefesto
• Artemisa
• Apolo
• Atenea
• Afrodita
• Hades
• Poseidón
• Ares
• Dionisio
• Hermes
—Chicos, de estos Dioses quiero que me traigan, quienes eran, donde habitaban y que
era lo que hacían.
Luego de eso, salí de la clase y me dirigí a hablar con mi amada. Ella estaba hablando
con sus hermanos en un tono inaudible. Helios y Eos la miraban con reproche y
molestos, y Sel agachaba su mirada, arrepentida.
Cuando estuve a pocos pasos de ellos, los dos hermanos de Selene me fulminaron con la
mirada y ella me miro con melancolía.
—Vamos. —Anunció esta y se separo de sus hermanos, y al alejarnos ambos nos
miraban con cara de pocos amigos. Avanzábamos a toda velocidad, parece que ella de
verdad quería alejarse de sus hermanos.
—Gracias. —Dijo esta, y beso mi mejilla.
—Cuando quieras- le conteste, y le respondí el beso. Caminamos por los largos y
poblados pasillos de la escuela, en silencio. Pero no era un silencio incómodo, al
contrario, era un silencio apreciador. Yo la observaba, contemplaba su hermosura, esa
belleza majestuosa e imperial. Era tan bella que, llegaba a incomodar. Me sentía
inferior, inferior de no merecerla, de que ella me dice que me ama, pero no lo creo. Es
tan perfecta, que no puede quererme. A mí. No la merezco.
Capitulo 7: Una tarde con el misterio... O con mi amada.
Capítulo 9: Mi Selene
Llegué a mi casa, y mis padres aún no llegaban. Entré y me encontré con la mirada de
mis hermanos, miradas de reproche.
— ¿Dónde estuviste? —Preguntó Dago, molesto- Estábamos preocupados por ti. No
llevas tu celular, no dices donde vas.- empezó a elevar el tono de su voz.
—Salí con Selene, cosas mías. —Le dije al fin.
—Podrías haber avisado, o algo. Digo para no preocuparnos. —Yo me fui.
Sinceramente no tenía ganas de que Dago me arruine esta felicidad tan grande que me
embargaba. Hoy fue el día más placentero y feliz de mi vida. Lo juro.
Me recosté en la cama. Y dejé que el sueño venga a mí. No tenía hambre, así que no
cené.
El sueño se apoderó de mí.
El sol se desplegaba por el horizonte. Otro día de clases. Otro día con ella.
Me fui a bañar y luego me puse una ropa sencilla. No tenía ganas de andar vistiendo
algo tan ostentoso. Bajé a desayunar y solo estaban mis hermanos. Mamá y papá
salieron temprano, de nuevo.
Luego fuimos al auto, de camino a la escuela, donde la vería. Su auto ya estaba
aparcado a unos seis lugares de donde nosotros estacionamos. Salí como flecha del
lugar, despidiéndome con un “Adiós”, y me fui.
Las clases pasaban, va, ya ni sabía si pasaba. Para mí el tiempo se detenía cuando ella
estaba a mi lado. O mejor dicho cerca de mí.
Me sonreía en todo momento, cada vez que su mirada se encontraba con la mía, y cada
vez, también, que Eos observaba esto, la tomaba del brazo y hacía que dejara de
mirarme.
Llegaron la horrorosas matemáticas, no tenía ganas de soportar a la señora Hollasay.
Entré al salón, y ella se encontraba sentada, aparte. No se sentaba junto a su hermana,
Eos estaba en el fondo, sin dirigirle ni una mirada a su hermana, con su vista clavada en
un libro que traía en sus manos.
Selene me hizo un gesto de que me siente a su lado, y como resistirme a un pedido de
ella. Le daría hasta la vida.
— ¿Te sientas conmigo hoy? —Inquirió mirándome con esa profundidad en los ojos,
vestida así: (LINK:
http://3.bp.blogspot.com/_Xir8YkFGLyE/SU7aHIVmVEI/AAAAAAAAASA/JU5I4Cu
MPX8/s400/demi-lovato-la-la-land-10.jpg)
—Claro. —Le contesté y bese su mejilla.
La profesora empezó a dar unos ejercicios que sinceramente no hice. Estaba pendiente
de ella. Cada movimiento, cada parpadeo, cada respiración y suspiro.
Cuando hablaba, era música para mis oídos. Su voz era el sonido más bello que podría
existir. Su voz de soprano retumbaba en mi mente, y sonaba a son con mi corazón.
Terminó la hora agobiante de la señora Hollasay, y entró el señor With.
—Buenos días alumnos- saludó el profesor al entrar por la puerta.
—Buenos días profesor With- saludamos al unísono todos los estudiantes.
—Bien alumnos, quiero que me dejen sobre el escritorio los trabajos que les di ayer.
Pásenlos de atrás para delante.- pidió el docente, todos pasamos nuestros trabajos y
quedaron sobre el escritorio del maestro.
—Empecemos con la clase. Quedamos en los Dioses de la mitología griega. Ahora
vamos a hablar de los Titanes —masculino— y Titánides —femenino— eran una raza
de poderosos seres que gobernaron el Universo durante la legendaria edad dorada.
>>Los Titanes fueron doce desde su primera aparición literaria, en la Teogonía de
Hesíodo; en su Biblioteca mitológica Apolodoro añade un decimotercero, Dione, una
doble de Tea. Estaban relacionados con diversos conceptos primordiales, algunos de los
cuales simplemente se extrapolaban de sus nombres: el océano y la fructífera tierra, el
sol y la luna, la memoria y la ley natural. Los doce Titanes de la primera generación
fueron liderados por el más joven, Crono, quien derrocó a su padre, Urano (‘Cielo’), a
instancias de su madre, Gea (‘Tierra’).
>>Posteriormente los Titanes engendraron una segunda generación, notablemente los
hijos de Hiperión; Helios, Eos y Selene, las hijas de Ceo (Leto y Asteria) y los hijos de
Jápeto (Prometeo, Epimeteo, Atlas y Menecio).
Los Titanes precedieron a los doce olímpicos, quienes, guiados por Zeus, terminaron
derrocándolos en la Titanomaquia (‘Guerra de los Titanes’). La mayoría de ellos fueron
entonces encarcelados en el Tártaro, la región más profunda del inframundo.
Cuando el profesor dijo eso, el pulso se me detuvo. Acaba de decir que Hiperión y Tea
eran los padres de Helios, Eos y Selene. Me recorrió un escalofrío.
“solo una coincidencia” me repetía a mi mismo, es solo eso. Sean cálmate, ellos no
son... ¿O tal vez si? No eso no puede ser. Es algo que no.
Mi Selene una Titánide. No eso es imposible.
Toda la hora de Historia europea estuve colgado. ¿Y si es verdad lo que sospecho? ¿Y si
esta familia de hermosuras eran Titanes? ¿Y si por eso eran hermosos como son?
Salí del aula, y me dirigí al aparcamiento sin saludar a mi amada. Estaba muy nervioso
con respecto a lo que acabo de oír. Todo el viaje a casa estuve callado, no podía
conciliar un pensamiento coherente.
Fui hacia mi cuarto y me recosté en la cama. Rogué al cielo de que ya que la noche
anterior no dormí nada, el sueño llegara a mí en estos momentos, un momento en el que
quería que ya fuera mañana.
Me desperté a las seis de la mañana. Y me fui a bañar, terminé una tarea que no hice
ayer. Estaba muy preocupado, pero debía averiguar que sucede.
Cuando leí esto, mi corazón se detuvo ¿Cincuenta hijas? Por Dios. Todo concuerda. Las
facciones de la pintura, la estatua romana. Era igual a ella. Los nombres, sus padres, sus
hermanos, su novio.
Me daba mucho miedo. Tenía que hablar con ella. Si o sí.
Salí del lugar, y tampoco fui a clase de historia europea. Debía pensar en como le iba a
decir esto.
—Mi amor, ¿Eres una Diosa? —Musite, caminando por los pasillos desabitados de la
escuela. —No así no. —Negué para mí. —Sele, no quieres contarme los nombres de tus
cincuenta hijas. —No claro que no, así no.
Estuve así toda la hora, hasta que el timbre diera por finalizada la etapa de historia
europea. Fui hasta la puerta del salón de la clase, y allí salio ella. Con su cabello
castaño, sus ojos tan llamativos y perfectos al igual que su rostro con facciones de
ángel. Ella era perfecta. Digna de ser una Diosa.
—Hola mi amor. —Me saludó ella, y besó mis labios con un beso corto, pero dulce.
—Hola Sele. —La saludé y besé su mejilla. —Podemos hablar. —Le pedí, tomando de
su mano izquierda.
—Si. —Me contestó, y salimos de le escuela. Caminamos en silencio todo el trayecto
hasta una plaza.
Nos sentamos en una banca de color blanca, con bordes negros. Y yo inhalé una gran
bocanada de aire.
— ¿Qué pasa Sean? —Inquirió ella, dado que estaba tan nervioso que ya sudaba.
—Te tengo que hacer una pregunta, que es muy difícil de hacer. —Le dije, muy
alterado. Creo que mi presión subió a pico en ese momento.
—Dime. —Musitó, insinuándome confianza.
—Se lo que eres. Perfecta y bella Selene. —Susurré, muy cerca de sus labios y sin
perder el contacto visual.
— ¿De... De que hablas? —Preguntó notablemente nerviosa, y bajando la vista.
—Selene, La Diosa Lunar. —Le expliqué. —Medre de cincuenta y tres hijos. —
Proseguí. —Endimión padre de cincuenta de tus hijas y Zeus, el dios del olimpo, de
tres.
—Sean yo te puedo explicar... —La detuve.
—No, no quiero que me expliques nada Selene.
—No soy madre. —Me negó. —Y lo otro... Si es verdad. —Aceptó. —Soy la diosa de
la luna, al igual que mis padres y hermanos.
—No lo puedo creer. —Musité, no cayendo en lo que estaba diciendo.
—Si, si es verdad. —Certero. —Pero yo no soy madre. —Me volvió a negar.
—No mientas Selene, yo lo leí, leí todo de tu vida.
—No, es mentira, yo no estuve con ellos, lo juro. Nunca llegaría a eso, con ninguno de
los dos. De verdad. —Me gritó, que creo que algunos de los que estaban alrededor la
oyeron. —Esas son idioteces que los mortales crean.
— ¿De verdad? —Le pregunté con una esperanza creciendo en mi.
—Claro. Es cierto que Endimión y Zeus fueron algo en mi vida, pero no me casé ni tuve
hijos con ellos.
—Te amo. —Le dije, sin pensar en todo lo que había descubierto de ella.
—Te juro que te amo. Y en mis, muchos años de vida. —Se rió ante tal comentario. —
Nunca amé tanto a alguien como te amo a ti. —Me aseguró.
—Yo también te amo. Y lo único que quiero es que confíes en mí. —Le pedí, en un
susurro casi inaudible.
Después de estas declaraciones, caminamos por el parque en silencio. Hasta que se hizo
muy tarde, el sol casi se ocultaba y ella se puso muy nerviosa.
—Debo irme. —Me dijo yéndose de mi lado.
— ¿Por qué? —Pregunté tratando de alargar el momento.
—Porque alguien debe traer la noche. —Y yo no entendí su comentario.
— ¿Qué? —Inquirí desconcertado.
— ¿Quién crees que trae la luna y las estrellas? Pues yo. —Y me beso en los labios. —
Eos trae el amanecer, es la Diosa del Aurora y Helios trae el Sol, trae el día, es el Dios
del Sol. —Me contó ella.
—Wuauu. —Exclamé algo sorprendido.
Llegamos a la puerta de su casa, ella me beso en los labios, y se retiró del lugar.
Capítulo 11: Shockeado, Tengo motivos ¿No?
Sentía la mirada fulminante de Helios sobre mí. Era algo torturador. Pero la veía a ella,
y todos esos mínimos problemas desaparecían al verla sonreír. Con su rostro de ángel
frente mío.
La velada concluyo tranquila, se podría decir. Salimos de la casa de los Diamantinis, yo
me despedí de Selene, sabiendo que la vería mañana, dado de que le pedí a su padre de
salir conmigo, y el acepto gustoso.
Yo sabia que en esa familia todos estaban al tanto de que yo sabía lo que eran ellos,
pero trataban de no hacérmelo notar tanto. Me recosté en mi lecho y de mi balcón con la
ventana abierta, sentía una ligera brisa recorrer mi cuerpo, y de un segundo a otro se
esfumo. Abrí los ojos con dificultad, debido al cansancio y me encontré con un ángel
frente mío.
—Perdón... Te desperté. —Se disculpó la ninfa plateada.
—No... No te preocupes. —Le dije, tomando su mano derecha.- ¿Qué haces aquí?
—Vine a traer la noche, no creerás que llega sola, ¿No? —Inquirió. Yo reí ante su
comentario.
— ¿Te quedas conmigo? —Pregunté, acariciando la mano que poseía.
—No se... —Dudó ella.
—Por favor, juro que me porto bien. —Le aseguré, besando su mano.
—Mis padres... —Comenzó y yo la interrumpí.
—Tus padres no se van a enterar. —Le aseguré. Ella rió entre dientes.
—Claro, Sean, mi padre es el Dios del todo lo ve. —Musitó ella.
—Bueno, está bien, vete. —Le dije, soltando su mano.
—No, me quedaré, pero...
—Duerme conmigo. —Susurré, haciéndole un lugar en mi lecho. Ella, con su túnica
blanco plateado, esos ojos castaños tan penetrantes que me volvían loco. Su boca rojiza,
se acerco lentamente a la mía y se unió en un beso, tan dulce y calmo, uno que jamás
nos dimos.
— ¿Me amas?- inquirió, tocando mis labios con su dedo anular.
—Más que a mi propia vida- le juré, y besé su dedo.
Ella recostó su cabeza delicadamente sobre mi pecho y yo acomodé la mía sobre su
cabeza. Acariciando su espalda suavemente, hasta llegar su cintura.
El sol se encontraba en el horizonte todavía, miré a mi lado izquierdo y no la vi. Me
levanté para buscarla pero ella no se encontraba.
Hallé una nota que decía: Helios nos vio en tu casa, dijo que tenía que volver a mi
morada. Te veo en la escuela. Te amo. Selene.
—Hola hermosa— saludé a mi novia, besando su mejilla, y ella vestida así: (LINK:
http://3.bp.blogspot.com/_QJxH51tJYaM/SYYF579vvbI/AAAAAAAAAFI/E5D4pzDP
4x0/s400/demi-lovato-lo-que-soy-02%5B1%5D.jpg )
—Hola Sean, ¿Cómo dormiste? — inquirió, con una sonrisa pícara.
—La mejor noche de mi vida— acepté, tomando su mano.
Las tortuosas horas pasaron, lo único que era majestuoso en esas aulas de cuatro
paredes, era que estaba con el ser más perfecto jamás creado.
Llegué a mi casa, luego de un extenso día de escuela. Y cuando entré a mi casilla de
mail y me llegó un correo de la página de Titanes que busqué cuando quise saber la
verdad a cerca de Selene.
Lo leí por simple curiosidad, decía que lo que eran los titanes y también algo que
anteriormente no me percate. Inmortales.
Eso es imposible. Selene es inmortal, no lo creo.
Tomé el auto de Dago, sin escuchar las sartas de insultos que decía a mis espaldas,
cuando estuve frente a el porche de la casa de los Diamantinis, toqué el timbre y me
abrió la puerta una mujer, joven y bella.
—Hola querido— Saludó Tea, la madre de Selene.
—Hola señora Diamantinis, ¿Esta Selene? — pregunté en la puerta de la casa.
—Claro, pasa Sean— invitó la mujer. — Esta en su alcoba, pasa. —dicho esto, señaló
una escalera, con barandales blancos, y ella se retiró hacia el living. Yo subí las
escaleras a paso firme, y me encontré con una puerta, blanca, con pequeños destellos
plateados que decía en una caligrafía excelente; Selene.
Toqué la puerta, y allí estaba ella, con su dulzura y frescura, tan perfecta y majestuosa
como una Diosa, que eso era lo que es. Una Diosa.
— ¿Qué haces aquí amor? — inquirió ella, besando mis labios, un beso corto, pero
reflejando el amor que siente hacia mi.
— ¿Podemos hablar? — inquirí en un tono dubitativo.
—Seguro, entra— me invito a pasar. Ingresé a la habitación, la habitación de una
princesa. Su cuarto blanco como la luna llena, en cada esquina del lugar, una alfombra
color arena, las paredes tenían una guarda plateada brillante; su lecho, con un dosel de
hierro blanco, y sus colchas blancas al igual que todo su cuarto. En el lado derecho de la
recamara, había un piano de cola, una violín, un saxo y un violonchelo. Artista, como
me lo imagine. Y en el lado izquierdo, una biblioteca repleta de libros.
Ella se sentó en una silla de hierro, y yo en el borde de su cama, entrelazando mis
dedos, muy nervioso.
— ¿De qué quieres hablar Sean? — dijo, mirándome fijamente a los ojos.
—De ti— confesé en un susurro. — ¿Eres inmortal? — musité, tan rápido mis palabras,
que creo que no comprendió, pero al ver su expresión, yo creo que si.
—Si Sean, soy inmortal. Al igual que todos los de nuestra especie. — Contestó ella,
tomando mi mano, y llevándola a su boca, para rozarla con sus labios.
—Yo... —me detuve ante lo que iba a decir.
— ¿Tu...? —me animó ella.
—Nada, que te amo. —le dije y la besé dulcemente en sus exquisitos labios.
Capítulo 13: Llego ella. ¿Quién la trajo acá? ¿Santa Claus vino antes? Y encima
me trae algo que no quiero y me saca lo que más quiero.
Después de la conversación con mi amada, me dirigí a mi casa, estaba muy nervioso por
lo que me había dicho mi novia. ¿Cuántos años tendrá? Me preguntaba para mí una y
otra vez.
Llegué a mi alcoba y me quedé encerrado allí hasta el día siguiente. Me levante al igual
que todos los días y allí la encontré a ella, vestida así: (LINK:
http://3.bp.blogspot.com/_wRa-W
APaCs/STSoj7ONP9I/AAAAAAAAB5s/6cNOVJqHhL4/s400/demi-lovato-hollywood-
christmas-parade+(19)-thumb-440x634.jpg ) se veía tan perfecta al igual que siempre, y
muchísimos años que yo no llegué a observarla, dado que yo no había nacido.
Fui a mis horas de clase cotidianas, pero en la hora de historia europea me encontré con
alguien que no esperaba hallar.
Allí, sentada en mi lugar habitual, se encontraba Carola. Ella estaba acá en Berlín. ¿Qué
demonios hace aquí?
—Hola hermoso. —Saludó la muchacha de pelo brea, con una sonrisa marcada en su
rostro.
— ¿Qué estas haciendo aquí? —Farfullé en un tono de voz un tanto alto.
—Se saluda, ¿No? —Musitó con un deje de malicia en la voz, tratando de ocultarlo con
enojo falso.
—Contéstame. —Le exigí, un tanto nervioso.
—Bueno, tranquilo hermoso. —Me pidió Carola. —Vine porque te extrañaba mucho, y
creo que ahora que vivimos en el mismo lugar, podríamos volver a estar juntos. —
Musitó, pasando sus brazos por mi cuello.
—No Carola. Yo ya tengo novia. —Le dije, tajante.
— ¿Qué? —Exclamó ahogada.
—Lo siento Caro, pero es la verdad. —Sentándome en mí banco.
—No lo creo. —Y dicho esto, salió del salón corriendo, esquivando a todos los
presentes. Luego de esa salida de mi exnovia, todos los alumnos en el aula se me
quedaron viendo, con un rostro de asombro.
Y luego de eso, ingresa mi ángel. La hermosura, con su sonrisa característica, tan bella
como una diosa, que eso es lo que era. Se sentó a mi lado, y me sonrió, dulcemente.
—Hola mi amor. —Le dije, rozando su mano, por debajo de la mesa.
—Hola Sean. —Me contestó ella, mirando hacia el frente.
Después de la horripilante clase de matemática, teníamos el pequeño receso, donde me
encontré a alguien que no me hubiera querido encontrar.
— ¿Es ella? —Musito Carola, con su voz ahogada por el sollozo y por la maravilla, de
encontrarse con semejante belleza a mi lado, supongo yo.
—Si, Carola, ella es Selene, mi novia. —Las presenté, remarcado la palabra mí. Y las
facciones del rostro de Selene se modificaron, ella parecía saber quien era.
—Hola Carola, un placer, soy Selene Diamantinis. —Dijo la ninfa, dándole la mano a la
muchacha de pelo negro.
—Hola. —Susurró ella, fría. —Tengo que irme. —Y dicho esto, se retiró del lugar,
desapareciendo entre la gente del pasillo.
—Es tu ex ¿No? —Preguntó ella, sabiendo la respuesta.
—Si. —Le contesté, tomándola por la cintura. —Y tú eres el amor de mi vida. —Le
dije, besándola en los labios dulcemente.
Las clases del día de hoy habían terminado. Me fui a mi casa y me cambie, hoy saldría
con mi amada.
Me cambie; http://2.bp.blogspot.com/_SA_rj0f4QF8/SAN-
xYXDG7I/AAAAAAAAAHo/setPZO_SrOc/s200/Men+Casual.jpg
Salí de mi casa en el auto y fui a la mansión de mi amada. Toqué el timbre y allí estaba
mi novia. Tan hermosa y perfecta, un ángel perfecto deslumbrándome ante mis ojos.
Ella estaba vestida con un vestido negro corto, con diseños brillantes del mismo color y
zapatos en punta. http://images.coveralia.com/autores/fotos/demi-lovato7591.jpg
—Hola mi amor. —La saludé y no dejé que me contestara, dado que mis labios se
encontraban sobre los de ella. Me tomó de la mano y nos dirigimos al auto, la
calefacción estaba un poco arriba, dado de que hacía un poco de frío. Llegamos a un
restaurante, donde yo había hecho una reservación para ambos.
El mozo nos llevó hasta la mesa, era redonda con sillas de terciopelo rojo. La pared era
de piedra, y en esta se encontraba un diseño de terciopelo al igual que los de la silla. El
sitio era muy romántico y acogedor.
http://rinconessecretos.files.wordpress.com/2008/04/flambee-rincon-salon.jpg
—Esto es hermoso. —Musitó mi ángel con una sonrisa cautivadora.
—Tú eres hermosa. —Le dije, acariciando su mano por encima de la mesa, ella estando
frente a frente. — ¿Te dije que te amo?
—Yo también te amo.
Luego de eso, llegó el mozo pidiendo lo que íbamos a cenar. Ella pidió Mufalfal pilaf y
yo Tallarines a la parchitana con un vino dulce y agua mineral para beber. Selene era la
persona más hermosa que jamás allá podido divisar, cada movimiento, cada respiración,
cada cosa que ella hace era captado por mi. Estando junto a Sel, me hacía hasta olvidar
el mal rato que pasé con Carola, dado que yo no la quiero acá. Lo que más quiero es que
se valla. Después de la cena la dejé en su casa, y me fui directo a la mía. Cuando entré
me encontré con una sorpresa no tan grata.
— ¿Qué haces acá Carola? —Le dije, cuando la vi sentada en el sillón de mi casa con
mis padres y mis hermanos.
—Saluda Sean. —Me regañó mi madre. —Se más respetuoso con las mujeres, yo no te
eduqué así.
—Hola Carola. —Susurré a regañadientes. — ¿Qué haces aquí?
—Vine a visitar a una abuela a Magdeburgo, pero ya que estaba en el país vine a ver a
la familia más linda.
—Bueno ya visitaste ahora vete.
— ¡Sean! —Gritó mi madre molesta.
— ¿Qué es la verdad?
—Quédate tranquilo Sean, lo que te dije en la escuela no es cierto, ya me voy a ir en
unos días, nada más.
—Bueno, adiós. —Farfullé y me dirigí a mi habitación y llamé a mi amada.
—Hola mi amor. —Me saludó Sele del otro lado del teléfono.
—Hola hermosa, ¿Vas a venir?
—Solo si tú quieres.
—Claro hermosa, ven por favor.
—Esta bien, en una media hora voy.
—Te espero, toda la vida.
Dicho esto me quité la ropa, quedé en musculosa y en bóxer. Me dirigí al baño de mi
cuarto pero recordé que se rompieron los caños y no había agua hasta la próxima
semana que los iban a cambiar. Abrí la puerta de mi cuarto y el baño estaba ocupado,
alguien se estaba bañando. Pensé que era Journy dado que es el único que no tiene baño
en su cuarto. Este se ve que no me oyó dado que no habló como lo hace cuando alguien
entra al baño. Me fui al lavabo, me lavé las manos y luego siento como el agua de la
bañera se apaga.
— ¡Ahhhh! —Escuché un gritó fino detrás de mi.
— ¿Carol, qué demonios haces aquí?
— ¿Cómo que hago?, me baño. —Contestó saliendo de la bañera.
—Lo sé, pero ¿Qué haces en mi casa? —Inquirí tratando de no mirarla, dado que estaba
solo cubierta con una toalla.
—Me voy a quedar aquí hasta la próxima semana.
—Esta bien, adiós. —Dicho esto salí del cuarto de baño y me fui a mi dormitorio, y me
encontré con Selene, con un semblante de pocos amigos.
—Mi vida. —La saludé con una sonrisa.
— ¿Qué hace ella aquí? —Inquirió molesta.
—No lo se, mis padres la dejaron aquí.
—Esta bien, quédate con ella, digo en el baño la estaban pasando muy bien ¿No? —
Dijo molesta y con una lágrima derramando por su mejilla.
—Déjame explicarte Sele lo que paso fue... —Ella me interrumpió.
—No me importa, déjame tranquila. Nunca debería haberme metido con un mortal. —
Siseó y salió por la ventana en un abrir y cerrar de ojos.
Capítulo 14: Mi felicidad se terminó
Salí de la habitación de Sean con el corazón roto en dos. Me sentía tan pero tan
destruida, que cuando llegué a mi casa ignoré las preguntas de mi familia. Lo único que
me importaba era el dolor de mi corazón.
En el pasado ya me han lastimado, pero nunca estuve tan enamorada como de Sean, y
ahora esta con esa. Bueno fue su primera novia y su primer amor, tal vez me usó para
olvidarse de mí, tal vez le da miedo lo que soy y no se atrevió a decirlo.
¿Por qué a mí? ¿Por qué no me ama?
Lo amo más que nada, y la noche se va a apoderar de todo lo juro.
La noche ya había llegado, pero las estrellas no aparecían y la luna estaba en luna
nueva.
Me quedé dormida, con lágrimas en mis mejillas, hasta que el sol iluminó todo. Me fui a
bañar y me lave los dientes. Me peiné con bucles, que se quedaban también en la parte
delantera de mi cara, y recogido atrás. Con un pequeño adorno en mi cabello.
http://www.vayapelos.com/news/files/1/7/peinado4gn4ng2af2.jpg
Luego me fui a maquillar, con un negro grisáceo en los ojos y un delicado brillo labial.
http://www.tuimagenpersonal.com/contenidos/img/imagenes/31.jpg
Y por último me vestí con un vestido corto rojo, una cartera dorada y los accesorios en
el mismo color. http://www.topnews.in/light/files/images/Miley-Cyrus5.jpeg
Los dioses somos hermosos a la vista de los hombres, voy a hacer que el se arrepienta
de haberme engañado con su ex. El se va a dar cuenta de que yo soy mucho más que su
noviecita. De eso estoy segura. Más hermosa, más culta, con mucha más experiencia en
cualquier aspecto de la vida.
La puerta sonó tres veces, alguien del otro lado la golpeaba, eso quería decir que ya
tenía que bajar. Me miré por última vez al espejo. Mi cuerpo perfecto se exhibía
destellante frente al cristal.
Hoy deslumbraría a cada muchacho del instituto Alexander Von Humboldt. Bajé las
escaleras y allí estaba Helios junto con Eos esperándome en el hall de la casa. Besé sus
mejillas y nos dirigimos a la escuela. Hoy no había desayunado, creo que lo haré en la
hora del receso.
Las calles rodeadas de personas que se dirigían a sus trabajos, a la escuela o
simplemente paseaban por la ciudad, decoraban las calles de Berlín. Al igual que el
verde jade de los árboles pasaba por nosotros, de lo rápido que manejaba Helios, solo se
podía apreciar un borrón verdoso.
Al llegar a la escuela, bajé del vehículo, y como era de esperarse, todas las miradas se
posaron en mis hermanos y en mí. La cara de los hombres, era un éxtasis de felicidad
para mi, saber que todos los mortales me seguían amando. Todos a excepción del que
yo quería que me ame.
— ¿Sean viste a tu novia? —Susurró Jorney, el hermano pequeño de este. Luego sentí
la mirada de mi amado sobre mí. Y unos brazos fuertes a mi contorno. En un momento
a otro me hallaba en los pasillos del colegio.
— ¿Qué haces así? —Farfulló Sean en un tono de reprobación absoluta.
— ¿Disculpa? —Reclamé en tono zalamero. —Que mal no recuerde, tú y yo no somos
nada. Mejor ve y dile a tu novia humana como se viste, y a mí déjame en paz. —Dicho
esto giré sobre mi misma y me disponía a salir, hasta que la mano de Sean apretando mi
brazo me lo impidió.
—Ella no es mi novia.
—No lo parece, ¿Por qué no vas con ella? Digo te debe estar extrañando.
—Selene, ella no es nada mío, lo que sucedió que una equivocación.
—Exacto. —Musité entre mis labios, con un nudo en la garganta latente. —Lo nuestro
fue un error, jamás me debería haber enamorado de un mortal nuevamente.
—Yo te amo. —Me dijo Sean, acercándose lentamente a mí.
—Valla forma de demostrarlo. Mejor déjame tranquila y salé con una persona de tu
especie.
Después de esa pequeña conversación me fui de ese sitio a la hora de matemática. Allí
estaba mi hermana en el banco de siempre, me senté a su lado y ella no dijo nada.
Seguro mi padre le habrá dicho algo de lo sucedido, o simplemente escucho nuestra
discusión con Sean.
En la hora de la señora Hollasay, se me derramaron pequeñas lágrimas de tristeza. El
amor de mi vida, o de unos pocos años de ella, lo había perdido muy rápido.
Las clases de matemática llegaron a su fin y me fui al jardín de la escula por el receso.
Me encontré con una imagen que nunca quisiera haberme encontrado. Sean y Carola se
estaban besando. Desde hay salí corriendo rápidamente, y el me vio y se separó de la
muchacha odiosa.
— ¡Selene! —Me llamaba Sean a los gritos, hasta que el me alcanzo.
—No Sean, digas lo que digas no me convencerás. Juro que voy a llegar a odiarte, me
lastimaste como nunca nadie lo ah hecho.
Dicho esto me fui del lugar, llegué a mi casa gracias al transporte público, entré a mi
vivienda y subí a mi recamara. Tomé una valija y comencé a guardar mi ropa entre
lágrimas. Guarde todas mis pertenencias y luego dejé una carta para mis padres y mis
hermanos.
Me fui a bañar y me cambie, me puse una camisa escocesa negra y fucsia y un short de
jeans.http://4.bp.blogspot.com/_I5HF_zn7VRE/SZRkRbuY6WI/AAAAAAAAAFA/Co
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Salí de la casa dejándola atrás. Me subí al colectivo que me dejaría en el aeropuerto.
Dejo atrás todo; mi familia, mi casa, mis hermanos, mi amor. Mi nuevo país.
Capítulo 15: Nuevas amistades
—Gracias. —Musité cuando nos sentamos en una banca donde se esperaba al transporte
público.
— ¿Por qué? —Preguntó dirigiendo su vista a mí.
—Por hacerme olvidar de todo. Gracias. —Dicho esto lo abracé, fue un abrazo sincero y
lleno de agradecimiento. Que es lo que en verdad siento.
—De nada Sele, cuando quieras. —Farfulló mostrando una bella sonrisa.
—Me tengo que ir. —Anuncié mirando la hora en mi reloj.
—Está bien, te llevo hasta donde estas parando. —Se ofreció parándose de la banca.
—Claro.
Caminamos todo el trayecto hasta el hotel, el contándome de su familia, que
desgraciadamente había muerto en un accidente y que vivía con su abuela, de su trabajo,
en el café donde nos conocimos, la universidad, dado que estudia cinematografía, y yo
contándole hasta donde se me permitía de mi familia, amigos y de mis estudios, hasta
llegar al albergue.
—Gracias por todo ___, fue muy lindo conocerte. —Le agradecí abriendo la puerta de
la hostería.
—No tienes nada que agradecer, me gustó conocerte. Podríamos salir otro día, ¿Si
quieres?
—Me encantaría. —Dicho esto besé delicadamente su mejilla e ingresé al lugar. Subí a
mi respectiva habitación y me acosté cómodamente en mi cama. Luego de eso, me
coloqué la ropa para hacer mi travesía por las ciudades de toda esta parte del continente.
Gracias a mis ayudantes, que durante el día de Europa, Asia y América del Norte, ellas
traían la noche, y yo vivía una vida normal. Amapola era la “líder”, de mis asistentes.
Ella las controlaba y llevaban la oscuridad a toda la parte del globo donde yo no llegaba.
Amapola estaba dotada de un poder especial, ella tenía parte de mí en ella, al igual que
todas las demás, yo soy la única Titánide que puede oscurecer el mundo. Con la ayuda
de la piedra Estramidermis, una piedra donde yo brindo mis poderes de Diosa a las
demás, ellas pueden ayudarme.
Empecé a recorrer cada parte del continente, viajando por todo lados, primero por Asia,
luego por Europa, y me detuve en la casa de Sean. El estaba apoyado en el umbral de su
balcón observando la noche. Tenía una expresión de fatigado, dolido y avergonzado. Lo
miraba detenidamente, estábamos frente a frente, lo miraba a sus ojos almendrados,
pero este no me miraba, dado que cuando soy la diosa de la Luna, los mortales no me
pueden ver. Este largo un gran suspiro y entró a su dormitorio. Cerró la puerta y estiró
las cortinas, y yo me retiré de la escena, con el alma partida en dos, debido al rencuentro
de mi amado.
Volví a la habitación del hotel, y me recosté en mi mullido lecho, las paredes de ese
amarillento color, llegaban a marearme. Una lágrima se derramó por mi mejilla y yo me
percaté de este hecho cuando tocó el acolchado. Me puse mi pijama, un vestido de seda
corto negro, con detalles en fucsia en el busto, (Link:
http://www.tania.com.mx/images/products/large/5270.jpg ) y me fui a dormir.
Estaba en el quinto sueño, por así decirlo, y el teléfono de mi habitación me sacó del el,
tanteé sobre la mesadita de luz, a ver si lo podía agarrar si sentarme, pero en el camino
tiré un vaso así que decidí sentarme y tomar el auricular.
—Buenos días señorita Diamantinis, disculpe que la moleste, pero hay un muchacho
que la busca. —Informó el hombre de servicio.
— ¿Quién es? —Pregunté adormilada y con la voz un poco ronca.
—Helios, se llama.
—Dígale que enseguida bajo, gracias. —Dicho esto corté, la verdad estaba un poco
cansada. No podía creer que mi hermano me haya seguido, buscado, o lo que sea que
haya hecho. Estoy harta, yo quería olvidarme de todo, y de todos, y ahora resulta que en
mi “nueva vida” vuelve a aparecer gente que desearía olvidar. No es que no ame a mi
hermano, es que cualquier cosa, o persona que se halla encontrado en el momento en el
que me enamoré de él, me duele.
Me vestí, me puse una remera negra sencilla y sobre este un saco largo negro, que
cubría todo mi cuerpo, hasta sobre la rodilla, y unos zapatos de tacón del mismo tono
(Link: http://teenhollywood411.files.wordpress.com/2008/09/taylor_swift.jpg). Baje las
escaleras y me encontré con el muchacho de cabellera rubia, cuerpo perfecto y unos
ojos celestes como el cielo. Su mirada era furibunda, y causaba escalofríos verlo así.
Capítulo 17: Que sueñito
— ¿Helios? —Pregunté por toda la casa y nada. Arriba de la mesa había un papel
doblado con mi nombre en el.
“Sele, sé que estas muy triste, pero trata de despejarte, un muchacho llamado Leandro
vino a buscarte, por lo que observé hablaba de ti muy “interesado”. Olvídate de Sean,
ese muchacho parece muy bueno. Volví a casa, te tengo que dejar sola, sé que tu vas a
estar muy bien. Te amo.
Helios.”
—Leandro. —Susurré por inercia, mirando por la ventana, que se exhibía la hermosa
ciudad de Estocolmo.
Bajé por el ascensor y me encontré con Leandro en la recepción. Este se estaba
peleando con los de seguridad.
—Lo siento, pero el es mi invitado. —Les informé a la gente de uniforme celeste.
—Disculpe señorita, no lo sabíamos. —Musitó uno de los hombres y se retiró hasta su
pequeño escritorio de madera.
—Perdón Leandro. —Le dije sentándome en el banquito que estaba
a nuestro lado. Este me acompaño y me beso la mejilla dulcemente.
— ¿Estas bien Sel? —Preguntó el con preocupación.
—Tuve un sueño horrible. —Confesé abrazándolo fuertemente.
— ¿Qué soñaste Sele?
—Soñé que Sean, tenía un hijo con Carola, su ex, va, ahora actual. —Farfullé y volví a
llorar en su hombro.
—Fue solo un sueño, eso es algo que no va a pasar. —Me consoló el, y besó mi mejilla,
acariciaba mi espalda en un camino de arriba a bajo, una y otra vez.
—Ojala.
Capítulo 18: De vuelta a Grecia
Pasaron ya ocho meses, no tuve ni noticias de mis hermanos, mis padres o de él. Mi
amado, con el que sueño cada noche de mi vida, jamás apareció, daba indicios de que
yo ya no era tan importante para el, o que mi queridísimo hermano no le había dicho
nada de mi paradero. Leandro se convirtió en mi mejor amigo. El estuvo siempre desde
que sucedió lo que sucedió. El conoce toda mi historia, menos de que soy una
inhumana, Titánide que trae la noche a su país.
— ¿Vamos al faro?
—Vamos. —Lea me tomó de la mano y caminado llegamos al faro. Ese faro estaba
abandonado, y allí pasábamos horas, riendo, charlando, cantando y demás cosas
hacíamos allá. Llegamos al lugar y nos sentamos en el lugar de siempre, donde se podía
observar todo el bello paisaje, las olas rompían al compás de mis respiraciones, el agua
cristalina, con la espuma blanca como la nieve, traía un olor especial a este sitio, la brisa
de mar, a conjunto con la arena blanca, era el lugar donde más me gustaba estar. Era allí
donde me desconectaba de todo, y me olvidaba del dolor de mi alma, del dolor del
engaño.
—Hay algo que debo decirte Lean. —Siseé mirándolo fijamente a los ojos, y luego
desviando la mirada al sumiso mar.
—Dime.
—Me voy.
— ¿A dónde? —Preguntó espantado.
—A mi país.
—Vuelves con él, ¿No? —Inquirió un tanto molesto.
—Claro que no, me voy a Grecia.
— ¿A Grecia? —Dijo confundido.
—Si, allá nací. Tengo que hacer cosas de familia, y luego volveré.
— ¿Me lo prometes?
—Obvio. —Dicho esto lo abracé. Un abrazó de un adiós. Eso es lo que fue.
—Debo irme. —Susurré y me levanté de mi lugar. Este tomó mi mano y nos dirigimos
al hotel. Leandro me ayudó a empacar mis pertenencias, yo le dije que no sabía cuanto
tiempo iba a estar en Atenas, pero la realidad era que si sabía. Yo no iba a volver a
Estocolmo, jamás.
—Esto es un hasta luego ¿Verdad? —Indagó acariciando mi mejilla.
—Es un hasta luego. —Lo abracé fuerte y me fui al auto que me estaba esperando en la
entrada de la hostería. Era un dolor muy grande saber que a mi mejor amigo no lo iba a
ver más, pero debía saber que era lo que necesitaban en el olimpo. Una reunión con
todos los dioses y titanes no se hacía desde hace siglos. Debe ser algo muy grave. De
eso estoy segura. Llegué al aeropuerto y en menos de media hora mi avión partió rumbo
a mi tierra natal.
Disfraces de Familia.
Nombre de la novela jan i ad
Capítulo 19: Muy cerca.
—Lo prometí.
—Gracias Selene, por haber vuelto. —Dicho esto mi amigo querido me abrazó, fue un
abrazo lleno de amor y cariño. Yo en un momento derramé algunas lágrimas y el
muchacho se percató de esto.
— ¿Qué sucede Sele? —Inquirió mi amigo preocupado.
—Me encontré con Sean. —Contesté tristemente.
— ¿Cómo?
—O sea, me fue a buscar a donde me encontraba, pero no lo vi. —Le expliqué a mi
amigo abrazándolo fuertemente.
—No llores, Sel. —Me pidió el muchacho.
—Es que entiende Lean, lo amo.
—Lo sé, pero derramar lágrimas no va a cambiar el presente. —Farfulló el chico
besando la coronilla de mi cabeza.
—Si, pero no sé.
— ¿Qué es lo que no sabes?
— ¿Por qué me fue a buscar a Atenas?
—No lo sé, pero tu no caigas en sus juegos.
—Claro que no.
Me desperté con el sol brillando en el último piso del cielo, el sol salía a refulgir a lo
alto del limbo. Me levanté de la cama y me dirigí a mi valija a buscar ropa que ponerme
después de irme a bañar.
El agua cálida impregnaba mi piel marfileña y el olor a cerezas desbordaba por todo mí
ser. Salí de la bañera envuelta en una toalla rosa y me fui a mi recámara a ponerme la
ropa que había escogido.
Salí de mi cuarto a donde se encontraba toda mi familia desayunando tranquila.
—Gracias por el bonito día.
—Te lo regalo por hoy, y si quieres va a ser siempre así con tal de que te quedes con
nosotros. —Ofreció mi hermano y yo le sonreí.
El desayuno transcurrió tranquilo, como era siempre, antes d que yo me marchase.
Pasé las puertas de mi morada a una sola dirección, mi antigua escuela. Obviamente a
mi no me gustaba para nada el volver a las clases, dado que siempre veíamos lo mismo
que ya había visto años atrás. El señor Mather iba a estar muy gustoso al verme de
nuevo, según la excusa que dieron mis padres, fue que fui a vivir a Grecia nuevamente a
casa de unos parientes. Mis hermanos y yo éramos los mejores alumnos de esa
institución y yo juro que volvería.
Regresar a la escuela era un paso más adelante para que esté más cerca de Sean como
era mi plan, aunque pronunciar si nombre me duele, aunque sea para mis adentros, yo
debería volver a estar con él, no puedo estar lejos de su persona nuevamente.
—Hola señor Mather. —Saludé al hombre de cabellos de plata, un traje medio gastado
gris y unas gafas más grandes que su cara, y tras ellos unos ojos más pequeños que un
botón.
—Señorita Diamantinis, dichosos son los ojos que la ven. —Contestó el director ante mi
sola presencia.
—Señor, es un placer volver a verlo.
—El placer es todo mío, ojala venga a darme buenas noticias.
—Así es señor Mather, vengo a anunciarle mi reincorporación a la institución, en
cuanto usted me de el permiso, claro.
—Ay Selene, tú sabes que siempre te he tenido un cariño especial, y no solo por que
eras mi mejor estudiante, si no por como eres con los demás, y obviamente que vuelves
a retomar las clases, y si quieres puedes hacer un cambio en tus materias, estoy a tu
entera disposición.
—Le agradezco de todo corazón señor director, pero mis horarios los quiero seguir
manteniendo y de verdad muchas gracias, por tal recibimiento.
—Siempre vas a ser muy bienvenida aquí Selene.
Salí del establecimiento y me dirigí a la plaza donde Sean y yo íbamos casi siempre. El
lugar se mantenía igual que antes, estaba intacto, algo que yo desearía que fuera como
nuestra relación. Pensar que poco tiempo atrás acá nos jurábamos amor eterno y que
íbamos a estar juntos siempre, pase lo que pase.
Pero como dice el refrán, las palabras se las lleva el viento, y así fue.
Los buenos y malos momentos hicieron una emboscada en mi cabeza y me puse a
pensar en lo que había sucedido y también mi imaginación hizo acto de presencia al
pensar en el hermoso futuro que podríamos haber tenido. El siendo inmortal y yo, fiel e
incondicional, a su lado, juntos por toda la eternidad.
Pero claro, todo esto eran solo alucinaciones de mi mente, vagas razones de ser que no
llevaban a ningún lado, dado que supuestamente la persona que más me ama en el
mundo no recuerda ni mi nombre, ni nada de mí.
Los enamorados pasean por el parque, tomados de la mano y deteniendo su caminar
para darse dulces besos, llenos de amor. Y yo acá sola, recordando lo que en algún
momento fue.
Recorrí toda Europa, pero antes de terminar mi recorrido me dirigí al monte Olimpo,
allí se descansaba en su lecho dorado Zeus y su “amada” esposa Era, ella me odiaría por
lo improvisto y mal educado de mi aparición a estas horas de la noche, pero debía
hablar con su marido, él tenía que solucionar el mal que había causado en mi patética
existencia.
Capítulo 24: Gracias Zeus.
—Hola familia. —Saludé al entrar por las puertas de mi morada, donde sólo se
encontraban mis hermanos, mirando un canal de música en la televisión.
—Hola Sel, ¿a qué se debe tanta alegría? —Inquirió mi hermano parándose de su lugar
y abrazándome por la cintura.
—Zeus. —Susurré recordando lo sucedido.
— ¿Zeus?, ¿otra vez? —Indagó molesto.
—Tranquilo Helios, no es lo que tu crees, el me va a hacer volver a estar con mi querido
Sean. —Le conté al muchacho y luego solté un típico suspiro de enamorada.
—De verdad lo quieres.
—Más que nada en este mundo. —Afirmé sentándome en el lugar que anteriormente
ocupaba Eos, que ahora estaba en la cocina.
—El humano.
—Si, exactamente. Y no empieces te lo pido.
—No empiezo, pero lo que te hizo la última vez, yo… —Lo interrumpí.
—Fue un error, fue la estúpida de la ex novia.
—Está bien, pero pobre de él si te hace algo. —Amenazó Helios con la mirada
furibunda.
—Claro solcito, tranquilo.
—Y otra cosa. —Exclamó con la mirada calma.
— ¿Qué?
—No me llames así. —Farfulló y luego besó mi mejilla.
Me levanté del sofá y me dispuse a ir a mi recamara, me dirigí a mi placard para
vestirme acorde a la ocasión. Reconciliación.
Me puse un vestido color marfil oscuro con lentejuelas redondas esparcidas por todo
este, que llegaba a la rodilla, y unos zapatos de tacón.
http://z.about.com/d/accessories/1/0/P/C/-/-/miley-cyrus-sweet-16.jpg
Salí de mi casa, con la esperanza a flor de piel, los nervios inundaban todos mis
sentidos. Ahora lo vería y el me reconocería y podríamos estar nuevamente juntos, sin
que nada ni nadie nos pueda separar.
Decidí caminar. Paseaba por las soleadas calles de Berlín, con el propósito de llegar a su
casa, y que todo el mundo allí me reconociera, de buena o de mala manera.
Toqué el timbre nuevamente, igual que ayer, con los nervios recorriendo cada
centímetro de mi cuerpo.
—Hola se encuentra Sean. —Pregunté con la voz temblorosa.
— ¿Selene? —Inquirió una voz familiar.
—Hola Dago, ¿Cómo estas?
—Muy bien ¿y tú, encanto?
—Bien gracias. —Contesté con sangre acumulada en mis mejillas.
—Hace mucho tiempo que no te veía por aquí.
—Si lo se, desde que me mudé a Grecia, pero estoy aquí, devuelta.
—Me alegro mucho, de veras. —Anunció completamente sincero. —Ahora llamo a
Sean, estoy más que seguro que se va a morir de la sorpresa. —Dicho esto el muchacho
salió de escena con una sonrisa en su semblante de oreja a oreja, estaba feliz. Eso se
notaba. Espero que el recibimiento de Dago, sea igual al de su hermano.
—Hola. —Escuché saludar a una voz avergonzada del lado de la puerta.
— ¡Sean! —Exclamé emocionada y me abalancé sobre los brazos de mi amado, este
correspondió a mi abrazo y me enrolló la cintura con sus musculosos brazos, que ahora
estaban más torneados que antes.
Nos separamos un momento y el me tomó de la mano, cerró la puerta y comenzamos a
caminar como lo hacíamos antaño. El cada vez que notaba que yo lo observaba, que era
la mayoría del tiempo, este me correspondía con una sonrisa cegadora.
Caminamos tanto que llegamos al parque donde siempre íbamos, nos sentamos bajo el
árbol donde estaban escritos nuestros nombres. El amor reflejado en sus ojos, era calma
para mi corazón, dado que después de tanto tiempo, tal vez no me amaría.
—Sel. —Susurró cobre mis labios.
— ¿Qué? —Pregunté por inercia, sintiendo su aliento mentolado sobre mis labios.
—Te amo. —Dicho esto me besó. Fue un beso lleno de clama y pasión. El amor era
algo que en estos momentos no estaba en duda, él me ama y yo a él, teníamos que estar
juntos, no, me rectifico, debemos estar juntos.
Capítulo 26: Ocultar
—Sentía que cada día que pasaba, era como mil agujas clavadas en mi corazón.
—Sean, no sabes todo lo que te amo. —Le dije besando cortamente sus labios.
—Yo también hermosa.
—Nunca más nos vamos a separar.
—Nunca, y yo te juro que lo que paso con Carola… —Lo interrumpí.
—Lo sé todo, ella me lo dijo.
— ¿Qué? —Exclamó confundido.
—Si, ella me explico que entre tú y ella no pasó nada, que ella fue la que te besó, y todo
lo sucedido lo ocasionó ella.
—Por fin hizo algo bueno.
—Así es.
—Te amo. —Musitó y luego me besó con amor y desesperación, sus besos era como
una droga para mí, quería más.
—Tengo algo que decirte, Sean. —Dije algo nerviosa.
—No me asustes Selene. —Farfulló algo asustado, o mejor dicho aterrorizado, empezó
a sudar y yo con mi mano hice desaparecer esas pequeñas gotitas de sudor.
—No, nada, que te amo. —Siseé cambiando de tema, no era el momento para hacerlo,
prefiero que sea después.
—Esta bien, yo también.
Seguimos la tarde tranquilos, los dos solos, como en los viejos tiempos. La verdad era
que sentía un nudo en la garganta, tratando de no decir lo que tendría que decirle. Que el
se tiene que hacer inmortal.
Para ser sincera y egoísta, yo lo quiero inmortal, estaría conmigo por el resto de la
eternidad, pero por otro lado, yo necesitaba que el sea así, humano. Me enamoré de el
así, y si lo cambio, tal vez sería para peor.
El dolor que sentía en mi alma por mentirle me dolía mucho, pero la sonrisa, las
caricias, los besos, los abrazos, todo eso, opacaba el padecer de mi mentira.
Seguimos caminando, hasta que en un momento me di cuenta de que nos
encontrábamos en frente de mi casa.
—Mañana te paso a buscar, te tengo una sorpresa. —Anunció este besando mis labios,
con un dulce gusto a coco.
—Está bien, te voy a estar esperando. —Le contesté y lo volví a besar, pero para que el
beso dure un poco más, enrosqué mis brazos al contorno de su cuello. Cuando las
respiraciones de ambos se estaban agitando, le di un corto beso, le sonreí y lu8ego me
fui por el pasillo que llegaba hasta mi casa.
—Por fin, creí que te ibas a quedar pegada a la boca de Sean.
—Ha, ha. —Reí sarcásticamente. —Cállate Eos, no te metas.
—Bueno, bueno, no te enojes, Selenita.
—Si, si. Yo me voy así no te tengo que aguantar más, amargada.
Antes de que diga una palabra más, subí rápidamente a mi habitación. La noche, ya era
hora de que aparezca, y en ese momento era cuando yo entraba a escena. Me coloqué la
vestimenta adecuada y luego partí al hemisferio norte, el crepúsculo estaba por
desaparecer gracias a mi llegada, y las alimañas de la noche, aparecen gracias a mi
llegada.
Todos los mortales se preparan para cenar y alguna para irse a dormir, por que a la
aparición de Eos y Helios, un día nuevo comenzaba.
Cuando llegué a mi vivienda, toda mi familia se encontraba en un sueño profundo. Me
dirigí a buscar la ropa de cama, para caer en los brazos de Morfeo. Las sábanas de
algodón rozaban contra mi piel de descubierta y luego escuché un ruido que me hizo
helar la sangre.
Me senté en la cama de sopetón, debido al espanto. Miré para todos lados de la
habitación, pero no vi nada, así que me decidí por pararme y ver de donde venia tal
estruendo. Abrí el picaporte de la puerta sigilosamente para no causar ruido alguno y
bajé las escaleras con delicadeza, debido a que el último ruido que escuché provenía de
ese lugar.
Al encontrarme en el living de la casa, me halle con una persona que nunca pensé
encontrarme a estas horas de la noche, y entrando como un ladronzuelo a una casa
ajena.
Capítulo 27: Selene... Eres hermosa... Yo... Te amo, ¡¿Qué dijo?!
— ¡Selene! —Gritó una voz molesta, yo empecé a despertarme y refregarme los ojos
debido al sueño que llevaba en sima.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? —Pregunté con los ojos aún cerrados.
—Me podes explicar que hace este muchacho aquí.
— ¿Helios? —Inquirí abriendo los ojos con los nervios a flor de piel.
—Si, contéstame lo que te eh preguntado. —Exigió con el semblante serio.
—Bueno, encontré a Journy ebrio en casa, y me quedé con él, porque no me dejó hablar
a su casa. —Contesté observando a Journy pacíficamente dormido.
—Está bien, te creo hermana. Pero despierta a este chico y llévalo a su casa.
—Si, ahora lo llevo. —Dejé la cabeza de Journy sobre un almohadón para que me valla
a cambiar tranquila. Me bañé rápido y luego me cambié. Me puse una remera naranja
clarito en distintos tonos, unos jeans con botas color marrón por debajo de la rodilla.
(http://www.azucarada.com/wp-
content/uploads/2007/09/miley_cyrus_not_pregnant.png)
—Jour... Despierta Journy por favor. —Le dije muy cerca de su oído dulcemente, dado
que ahora debe tener una resaca indescriptible debido a todo lo que bebió. —Jour,
despierta, tengo que llevarte a casa. —Musité zamarreándolo ligeramente.
—No quiero... —Susurró con la voz áspera y dándose vuelta en el sillón dándome las
espalda.
—Por favor Journy, tengo que llevarte a tu vivienda. —Siseé acariciando su mejilla.
—Solo por ti. —Dicho esto se paró y volvió a caer en el sofá debido a un mareo.
—Vamos despacio. —Murmuré muy cerca de sus labios.
— ¿Te dije que te amo? —Indagó seductoramente.
—Si, lo has dicho, pero ahora vámonos. —Cuchicheé tomándolo del brazo y llegando a
la puerta. Lo senté en la parte del copiloto y le coloqué el cinturón de seguridad por
cualquier cosa. Luego me dirigí al sector del piloto y arranqué el motor. Journy me
observaba detenidamente, cada parte de mi rostro, y yo miraba hacia delante y conducía
más rápido para llegar en cuanto antes a su morada.
Capítulo 28: Confesiones
— ¿Lista? —Le pregunté a Sele, cuando estuvimos a unos pasos de entrar al avión.
—Obvio.
Abordamos el avión, ella estaba del lado de la ventanilla y yo del lado del pasillo. La
cuerina de los asientos era mullida, al igual que el cabezal, y lentamente me fui
quedando dormido. Escuché la voz informativa de la azafata, diciendo que en media
hora llegaríamos a Atenas, Grecia.
Me di cuenta de que apoyado en mi pecho, había un ángel. Vestida así:
http://images.starpulse.com/Photos/Previews/Demi-Lovato-d06.jpg .Su sueño, tranquilo
y sumiso, era una satisfacción muy grata. Ver su delicada figura entre mis brazos,
escuchando los potentes latidos de su corazón y las suaves respiraciones acompasadas
con las mías.
—Mi amor, ya llegamos. —Susurré sobre su cabeza, para despertarla tranquilamente.
— ¿Ya llegamos? —Preguntó algo confusa, y luego de mirarme, me sonrió y beso
delicadamente.
—Si amor, ya llegamos. —Le contesté, devolviéndole el beso.
Llegamos a la terminal y recogimos nuestros bolsos, ella, que era la experta en este
lugar, me tomó de la mano y me guió a la ciudad añeja.
Subimos a un taxi y nos dirigimos al hotel, donde reserve una habitación. El hotel era
precioso, mucho más que en la fotografía que observe en Internet. La entrada estaba
bordeada por un jardín bellísimo, en el lado izquierdo, se encontraba un
estacionamiento, donde un muchacho vestido de uniforme rojo y dorado, abría las
puertas de los vehículos. Entramos a la lujosa estancia, tomado de la mano de mi
amada, en el hall había un escritorio al fondo, donde yo suponía era la recepción. Había
seis enormes columnas de un grosor circular, hechas de un mármol color arena al igual
que el suelo. En el centro, se encontraban unas mesas, rodeadas de unas sillas, de color
negro y blanco. La habitación parecía dividirse en dos, donde había dos arañas de una
magnitud impresionante. Nos acercamos a la muchacha, de cabellos castaños y ojos
azules.
La muchacha habló en un dialecto desconocido para mí, pero para Selene, le era algo
muy común. Mi novia le contesto, y la recepcionista volvió a hablar.
—Bueno días, ¿En qué los puedo ayudar? —Pronunció la señorita, en un ingles un poco
rústico.
—Hice una reservación a nombre de Sean Moore. —Le contesté.
—Tome esta es la tarjeta, Mateo los va a guiar hasta la recamara. —Informó, y luego
sonrió. —Que tengan una grata estadía en el hotel Halmenton.
El muchacho de piel morena, nos llevó en por el ascensor, llegamos al piso veinte y
uno. Allí, entramos a una recamara con una pequeña recepción, donde había una
televisión y un sofá. En el lado derecho, se encontraba el living, donde había una mesa
para cuatro personas. Las paredes, pintadas de un amarillento clara, con unas guardas
con diseños delicados. Dejé las maletas más pesadas, e ingresé a una puerta que estaba
en un pasillo. Era el toalet, tenía un lavabo doble, con una grifería plateada muy
delicada, el mármol de todos los lados era de un gris, mezclado con blanco y negro. el
espejo que se encontraba frente a las canillas, era inmenso, debajo de las piletas, había
un banitori, de muchos cajones blancos. Un poco más atrás, sen encontraba un jacuzzi,
de unos dos metros y medio, y en frente de este, una ducha, con las paredes de vidrio.
Salimos del baño e ingresamos a la habitación de al lado. Era una habitación gigantesca,
las paredes pintadas de un color salmón claro, y con guardas de madrea blanca. En el
medio, se encontraba una cama de dos plazas y media, con dos mesitas de luz a los
costados. En el lado izquierdo se encontraba el closet.
Selene se sentó sobre la cama, y yo imité su acto. Ella poseía una mirada ausente,
perdida. Se encontraba así desde que llegamos a su tierra. No le pregunté nada porque
me supuse que se le pasaría, pero no fue así.
Capítulo 31: ¿Tú Primera vez? Mmm... No lo creo
— ¿Qué sucede Selene? —Le pregunté, rozando la palma de mi mano con su mejilla.
—Hay algo que no te eh dicho. —Musitó la divinidad, con una mirada de tristeza.
— ¿Qué? —Inquirí sin comprender.
—En el sur de Macedonia, en el límite de la provincia de Tesalia, se encuentra el
olimpo. —Comunicó ella. —Allí se encuentra Zeus, y la pesada de Hera. El fue mi
novio, o algo más ya no lo se. —Exclamó ahogada. —Pero hay algo, que yo se desde
siempre, y sabía que al involucrarme contigo iba a suceder.
— ¿Qué es Selene? —Pregunté desconcertado.
—Los dioses no deben mantener una relación con los mortales a menos que... —Y ella
cayó.
— ¿A menos que, qué? —Musité un tanto nervioso.
—A menos de que ese mortal, decida hacerse inmortal. —Concluyó con la voz alterada.
Yo me quedé en un silencio incómodo, y sepulcral. Para estar con el amor de mi vida,
tengo que hacerme inmortal. Pero no sabía que hacer. Aunque Selene no me lo haya
querido contar, cuando me enteré de que ella era un Titánide, averigüe de su hermana
Eos, ella le pidió al dios del olimpo que convierta a su amado en inmortal, pero esta al
no pedirle juventud eterna, su apreciado mortal, se transformó en una cigarra. Mi cabeza
daba vueltas y vueltas, pero yo ya sabía lo que quería. Lo que yo estimaba más que
nada, era estar junto a ella, por el precio que allá que pagar. La amo. Esa es la realidad.
—Esta bien. —Sisee tranquilo. —Hay que ir para allá.
— ¿Qué? ¿Estas loco? —Jadeo sin aire.
—No, ¿Por qué?
—Porque qué, te vas a convertir en inmortal. Vas a dejar a tu familia, ¿Por mí? —
Articuló, cuando se le derramó una lágrima por su mejilla.
—Si, solo para estar contigo. —Afirmé. —Pero hay que saber que pedirle.
— ¿De qué hablas? —Farfulló ella.
—No quiero que nos suceda lo mismo que a Eos. —Le contesté, mirándola fijamente a
los ojos, y ella desvió la mirada. —Si, lo se.
— ¿Cómo? —Musitó ella sin comprender.
—Lo busqué en Internet, y apareció que su amado se convirtió en cigarra por no pedir
juventud eterna. —Le expliqué.
—Eso no va a pasar. —Masculló ella, más para ella misma que para mí.
—Claro que no va a suceder.
Dicho esto último la besé. Fue un beso donde le demostré todo lo que la amaba, todo
ese cariño y amor que sentía hacia ella. Selene, mi amada Selene, ella es mi mundo, la
amo más que nada en este mundo. Es mi luna, esa que brilla y centellea para mí en las
noches oscuras.
La tome de la cintura firmemente, y la bese. Fue un beso suave y delicado, pero pasado
los segundos se transformo en salvaje e intenso. Me coloqué sobre ella, pero sin
colocarle un gramo de mi peso en su cuerpo, y empecé a darle besos en el cuello, ella a
tal acto gemía levemente. Mi mano derecha, todavía posada en su cintura, se fue hasta
las orillas de su remera, y empecé a subirla. En un abrir y cerrar de ojos, ella se
encontraba sin la blusa, luego la volví a besar, con una intensidad y una pasión palpable.
Le quité lentamente el bracier, para ser dulce con ella, quería que lo nuestro sea
especial, porque nuestros hechos iban a desembocar en algo. Descendí mi boca de la de
ella y baje por su mandíbula, hasta su cuello, y seguí bajando hasta la loma de sus
senos. Los lamí con desesperación y sutileza, y ella gemía sonoramente en mi oído y
enterraba sus uñas en mi espalda. Me quité mi remera, que ahora formaba parte de la
decoración de la habitación. Ella se colocó sobre mí, y comenzó a besar mis labios con
un frenesí incontrolable. Nuestros labios eran el éxtasis de ambos, eso los dos lo
sabíamos. Su boca, dibujaba un camino desde la mía hasta mi ombligo, donde ella lamía
cada parte de mí. Me retiró el pantalón, en una artimaña tan veloz que casi no la note;
luego de esa acción suya me coloqué nuevamente sobre ella.
La volvía besar y con mis manos le quitaba el pantalón, y muy delicada y sensualmente
su última prenda. Ella hizo una llave con sus piernas al contorno de mi cintura, y me
despojo de mi bóxer. Quedamos los dos sobre la fina seda dorada de la cama, y yo la
contemple por un minuto, vi su cuerpo perfecto, despojado de cualquier prenda, y su
silueta marcada, tan gloriosa y predominante. La amaba tanto, era tan frágil pero a la
vez tan fuerte. Tomé su rostro entre mis manos, y la besé, como si fuera la última vez.
Y seguido de eso, se escuchó un grito, de pasión y mezclado con un poco de dolor. La
penetre afablemente para no herirla, y luego mis movimientos se aceleraron. Con mi
lengua recorría toda su anatomía, y me adentraba en ella como si mi vida dependiera de
ello.
Ella quedó placidamente dormida entre mis brazos, y yo lo único que hacia era observar
al ángel que tenía en mi poder. Me quedé dormido sin darme cuenta, hasta que la voz de
mi amada y sus labios acolchonados me despertaron.
—Hola. —Me saludó ella con una sonrisa.
—Hola hermosura. —Le contesté, tomando su barbilla y besándola en los labios.
—Yo todavía no puedo creer que tus padres y los míos nos hallan dejado venir. —
Susurré entre sus labios.
—Bueno, yo ya soy bastante mayorcita. —Rió ante su comentario. —Pero a ti... —
Musito y cayó.
—Yo casi cumplo dieciocho, casi mayor de edad. —Refuté, con una sonrisa dibujada en
mi semblante.
— ¿Te puedo hacer una pregunta? —Farfulló mirando hacia la ventana de la habitación
y el cielo se mostraba oscuro, supongo que fue ella la que hizo eso.
—Claro, dime. —La animé.
— ¿Esta fue tu primera vez? —Inquirió con la voz temblorosa.
—Si mi vida, con Carola nunca pasó nada. —Le juré acariciando su mejilla. Y ahí
comencé a pensar, ella tiene trece siglos de edad, pudo haber estado con cualquier
inmortal.
— ¿Y la tuya? —Musité, nervioso ante su respuesta.
—Ehmm... Si. —Contestó dubitativa.
— ¿Segura? —Volví a preguntar.
—Claro. —Aseguró.
Capítulo 32: Mi sexto sentido
La luz entraba por el ventanal, y allí estaba ella, rodeándome la cintura con sus brazos.
—Buenos días. —La saludé al darme cuenta que estaba despierta.
—Hola amor. —Me contestó ella, besando mi mejilla y yo le respondí con un beso en
sus dulces y carnosos labios.
Ella se colocó de su costado al igual que yo para quedar enfrentados, y su rostro
comenzó a cambiar. Sus facciones se modificaron, tenía cara de preocupación y luego
de asombro, hasta que yo corté el hilo de sus pensamientos.
—Sele, amor. ¿Estas bien? —Pregunté rozando mi pulgar con su mejilla tersa.
Ella se quedó callada por unos minutos y no dijo nada, parecía que mi presencia no la
tomaba en cuenta. Hasta que enfoco sus ojos en mi rostro y salió de sus ensueños. Ella
se paró, con la sábana alrededor de su cuerpo, y fue hacia el placard a buscar ropa. Se
cambió en un abrir y cerrar de ojos(Ropa Link:
http://musicremedy.com/webfiles/artists/SelenaGomez/SelenaGomez-01-big.jpg ) , y
sin decir nada salió como rayo de la habitación.
Yo trate de seguirla, así que me cambié rápido y le seguí. No sabía donde buscarla,
caminé por toda la ciudad sin localizarla, y aumentando el problema de que nadie me
entendía lo que le decía.
Me fui a buscarla por todos lados, y terminé en el parque de Atenas, allí me senté, muy
fatigado, al borde de una fuente y en ese momento comenzó a llover. El agua se escurría
por mi pelo y entre mi ropa, y el sol alumbraba el horizonte.
Comencé a llorar por la desesperación que sentía. Y si se había alejado de mí, y si ya no
me quería, y si se fue lejos para no verme más. Todos estos pensamientos embargaban
mi mente, llena de negrura, hasta que siento una delicada mano apoyarse en mi hombro,
y siento que alguien rodea mi cintura con sus brazos.
—No llores mi amor. —Susurró, tomándome de ambos lados de mi rostro entre mis
labios.
—Pensé que te habías ido. —Le conté, derramando otra lágrima, que recorría por mi
mejilla, y se la llevaba la lluvia.
—Te amo más que nada, nunca me iría de ti. —Me contestó, con los ojos negros, por el
maquillaje corrido, gracias al agua. Dicho esto, ambos nos besamos, con una pasión y
ardor increíble, la amaba y en estos momentos, estaba seguro de que ella a mi.
Entrelazamos nuestros dedos, y caminamos bajo la lluvia por el parque, nos besábamos
y decíamos lo mucho que nos amábamos, hasta que yo decidí tocar el tema del por qué
desapareció así.
— ¿Dónde estuviste? —Pregunté deteniéndola, tomándola de la cintura y acercándola a
mi cuerpo.
—No puedo decírtelo. —Me contestó, desviando la mirada.
— ¿Por qué? —Refuté, rozando mi pulgar con su mejilla.
—Cuando pueda, juro que te lo voy a decir. —Me prometió ella, besando mis labios,
ella capturo mi labio superior y yo su labio inferior. Selene comenzó a abrir suavemente
su boca, y yo me encaminé hacia su dulce lengua. Cuando nos separamos, beso mi
mejilla y nos dirigimos al hotel.
En el hotel ella se baño para entrar en calor y luego fui yo, cuando salí la vi vestida a
ella, así: http://userserve-ak.last.fm/serve/_/26926217/Demi+Lovato+wil2.jpg
Se veía tan hermosa, al igual que siempre. La amo tanto.
La bese, y me fui a cambiar. La tomé de la mano y salimos de la lujosa estancia.
Subimos a un taxi que nos llevó hasta la acrópolis de Atenas, allí nos subimos a un
periférico que nos llevó a la sima. La viste era hermosa, y de noche se veía todo
iluminado por la luz de la luna que trajo mi amada, y por las luces de las viviendas. (Se
veía así: http://livingviajes.com/wp-content/uploads/2009/04/atenas.jpg)
Preparé, mientras la diosa se iba a traer la noche, un mantel de color blanco con una
botella de champaña, dos copas de cristal, y dos platos de porcelana blanca, y cubiertos
de plata. En el lado derecho, en una cacerola cubierta, su comida favorita, gyros. Según
por lo que me dijo hace mucho.
—Esto es maravilloso. —Musitó la muchacha, con los ojos centellantes, y tomando mi
mano derecha.
—No más que tú. —Le contesté, y besé la mano que tenia sujeta. Ambos nos sentamos
en el suelo, contemplando la hermosura del paisaje. Era todo tan perfecto y hermoso,
claro, estando a su lado. Sentir lo que sentía hacia ella, era lo más grande que un ser
humano común pudiera entender o a llegar a captar con sus cinco sentidos, porque yo
desarrollé uno, que es amarla. Mi sexto sentido.
— ¿Cómo te acordaste? —Farfulló, comiendo lo que yo le servía.
—Presto demasiada atención a cada cosa que tú digas. —Le contesté y bese su mejilla,
dado que me senté a su lado.
—Eres los más maravilloso que me allá pasado. —Le dije, besándola dulcemente en los
labios.
—Tú también, dado lo mucho que te eh esperado. —Susurró, y sentí sus dulces y
maravillosos labios sobre los míos. Ese beso tenía una mezcla de sentimientos, desde
muchísimo amor, hasta debajo de todo, un poco de miedo. De parte de ella. Para no
molestarla o incomodarla no quise preguntarle que era lo que sucedida, pero la duda me
carcomía.
—Te amo. —Siseó y acarició mi mejilla. —Más que nada en el mundo. —Afirmó ella,
contemplándome de una manera maravillosa. —Pase lo que pase, siempre vamos a
amarnos. —Aseguró, y volvió a besarme.
—Siempre. —contesté, y la volví a besar.
— ¿Qué es lo más loco que hiciste? —Le pregunté, con un tanto de curiosidad.
—Mmmm... —Dudó. —Haberme peleado con Hades, creo.
— ¿Por qué? —Inquirí desconcertado.
—Por que me metí en su territorio. —Contestó, y al ver mi rostro de no comprender
prosiguió. —El es el dios de la muerte, y yo salvé a un bebe de ella. —Concluyo.
—Valla, eso si que es... —Me detuve buscando la palabra indicada. —Valeroso. —Ella
rió ante mi comentario.
— ¿Y tú? —Preguntó, tapándose la boca para bostezar.
—Tienes sueño. —Musité, asegurando el hecho.
—Un poco. —Contesto. —Pero dime.
—Lo más loco que eh hecho fue... —Dudé. — Haberme ido con un amigo, solos a
Nueva York, para ir a ver un concierto de Greene Day. —Le contesté, sonriendo.
—Valla, eso si que esta loco. —Dijo ella con una sonrisa. —Yo no podría hacer eso.
— ¿Por qué? —Pregunté confuso.
—Porque mi padre me encontraría en cuestión de segundos.
—A claro, olvidaba que es lo que el hace. —Cuando dije eso, ella tiritó de frío, y yo me
quité el saco de mi traje, y se lo entregué.
—Gracias. —Susurró ella, más dormida que despierta.
—De nada. —Le contesté, y me levanté de mi asiento. —Vamos. —Le dije, dándole mi
mano, y ella la tomó. Yo la sostuve en brazos y ella se quedó media dormida. Abajo nos
esperaba el mismo taxi con el que vinimos, dado que le pagué bastante para que
ocurriera eso. Yo abrí la puerta y la subí a dentro. En el viaje quedó placidamente
dormida, recostada sobre mi pecho.
Capítulo 33: ¿Inmortal?
—Bueno Sean, como sabes, tú eres uno de los mejores alumnos de esta institución. —
Dijo Malcon seguro de ello.
—Gracias.
—Entonces estábamos pensando, o mejor dicho, estamos organizando un intercambio
extranjero, y si aceptas, tú serías el que se valla. —Musitó Harry con una sonrisa en su
semblante.
— ¿Qué? —Susurré ahogado.
—Estas oportunidades se las damos a alumnos muy prometedores.
—Si, pero Dago, mi hermano, es mucho mejor que yo. —Contesté a favor de mi
hermano.
—No sé si mejor, Sean, pero esta oportunidad te la estamos dando a ti. —Refutó
Malcon.
—Piensa que esto te abre miles de puertas a las mejores universidades del mundo. —
Contó Harry amablemente.
— ¿A dónde sería esto? —Inquirí cada vez más interesado y ambos hombres se
sonrieron mutuamente victoriosos.
—Sería en Gran Bretaña, Londres. —Respondió el varón de pelo negro.
— ¿Cuánto tiempo?
—Serían solo seis meses. —Respondió el rubio.
En ese momento pensé en Selene, estaría otra vez tanto tiempo separado del amor de mi
vida. No lo sé. El tema de permanecer a cientos de kilómetros de la mujer que amo y
también la tentativa de un futuro increíble, con miles de universidades queriéndome en
sus establecimientos era algo muy difícil de decidir.
— ¿Me dejan pensarlo? —Indagué mirando a los cuatro de traje.
—Claro, mañana nos contestas. Háblalo con tu familia t luego dime que has decidido.
—Concordó el rector. Yo saludé con un apretón de mano a las tres personas y salí de
ahí con los nervios a flor de piel. Fui al salón del señor Hiley, el impartía la materia de
Filosofía, y allí se encontraba mi princesa.
—Estas no son horas de llegar, señor Moore. —Me regañó el tipo pelado, de traje
negro.
—Lo siento señor Hiley, estaba en la dirección. —Contesté, este asintió a regañadientes
y me fui a sentar junto al amor de mi vida.
— ¿Qué sucedió? —Susurró Sele.
—En el receso te cuento. —Contesté en el mismo tono de voz que ella.
Separarme de Selene era algo que no quería, ya habíamos estado apartados mucho
tiempo, pero ir a un intercambio era el sueño de cualquier estudiante, y además conocer
Londres, recorrer esa hermosa ciudad, colonizadora de la mía de origen.
La clase había finalizado y sin una pausa, entró Remen, el profesor de economía. La
materia era una de las que menos me gustaba, pero el señor Remen hacía que le
entendiéramos a la perfección.
El timbre sonó y todos los alumnos comenzaron a salir rápidamente del aula, cuando me
paré de mi lugar y me dirigía hacia el pasillo, sentí una opresión en el brazo derecho.
Allí se encontraba Selene con rostro de enfado, debido a que yo me estaba alejando de
ella para evitar el tema.
— ¿Ahora sí? —Preguntó mi novia sentándose debajo de un árbol.
— ¿Qué quieres saber? —Indagué con cinismo.
—Dime Sean. —Pidió con el ceño fruncido.
—Me ofrecieron un viaje.
— ¿Un viaje? —Dijo sin entender.
—Si, un intercambio extranjero. —Contesté mirándola a los ojos y acariciando sus
manos.
— ¿Por cuánto tiempo? —Musitó ella con el miedo haciéndose presente por vez
primera.
—Por seis meses, a Londres. —Ella se puso un tanto nerviosa y sus ojos se cristalizaron
lentamente.
Capítulo 36: ¿De qué siento más orgullo?
—Sean, eso lo tienes que decidir tú, haz lo que creas correcto. —Dijo Selene, para
luego levantarse y besar mis labios. Ella se retiró de escena y salió del parque. Mi
corazón se me estrujó al verla triste, pero ya mi cabeza no me respondía. Si yo voy a ser
inmortal, tal vez esto no me sirva para el futuro, por que mi futuro es ella. Yo se que
quiero estar con Selene para siempre, pero una parte de mi tiene miedo, miedo a algo
que nunca fui. Tal vez el camino no sea ser inmortal ya, tal vez vivir esta experiencia
sea bueno.
El día trascurrió normal, yo en la luna de valencia, por decirlo de una forma. Es que en
mi cabeza había dos razones, dos cosas que me estaban torturando, Selene y el
intercambio. Llegué a mi casa y reuní a mi familia en el gran comedor, yo me senté en
la punta de la mesa, para observar mejor a las cuatro personas que estaban sentados
junto a mí.
— ¿Qué pasa, cariño? —Indagó dulcemente mi madre.
—Me voy. —Contesté seguro, ya había sopesado la idea, y sí, por seis meses me alejaba
de Selene, pero yo volvería y estaríamos juntos nuevamente, pera toda la eternidad. Seis
meses no serían nada a comparación de toda inmortalidad.
— ¿A dónde? —Preguntó mi padre, seriamente y con la mirada furtiva.
—Me ofrecieron ir a Londres, a un intercambio escolar. —Mi familia se sorprendió
bastante, todo estaban muy emocionados.
—Mi bebé, que contenta que estoy. —Musitó mi madre feliz.
Mis padres estaban muy orgullosos y mi hermano mayor también. Pero Journy me
descolocó, el estaba como si nada hubiera pasado, estaba realmente feliz. Me trataba
como antes, éramos los mejores amigos, y me abrazaba. Todo esto era muy raro, pero
me ponía muy contento.
Cenamos tranquilos, arroz con pollo, una de mis comidas favoritas y luego me dirigí a
mi cuarto.
El sueño me venció y me acosté en mi lecho, lo único que podía observar era la luna
centellante que se filtraba la luz por mi ventana y las estrellas, que se veían tan
resplandecientes allí arriba en el cielo calmo y constante.
El pensar de perder a Selene, otra vez, por seis meses me dolía en el alma, pero también
el pensar, en que voy a ir a Londres, me reanimaba. El intercambio me lo ofrecieron
debido a que yo era uno de los mejores alumnos de la escuela, eso si era un honor. Pero
también ser al hombre que una diosa ame, también es un honor ¿No?
¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Me estaré equivocando? Esas preguntas me daban vuelta
la cabeza, pero la decisión estaba tomada.
Lo más doloroso de todo esto eran las lágrimas que había visto derrochar a Selene por
mí, cuando le comenté de la noticia.
La luz del día me iluminaba, me levanté con pesadez de la cama y fui a hacer el bolso,
hoy me iría a Londres, hoy cumpliría uno de mis sueños.
Mi familia se encontraba al pie de la escalera, mi madre derramaba lágrimas al igual que
mi padre, pero este las hacía desaparecer con su mano automáticamente. Dago estaba
con una sonrisa, dado que el era como mi padre, y Journy, la felicidad de el era infinita,
pero en ese momento me puse a meditar el por qué, el por qué de esa felicidad. Pero
sinceramente no le quiero dar importancia a este hecho.
La luz del día iluminaba todo, más de lo normal, y me preguntaba de si Helios estaba
muy contento de que me fuera, en mi fuero interno me reí.
Las calles de Berlín estaban súper pobladas, y con mis padres y hermanos me iba al
aeropuerto internacional.
“Pasajeros del vuelo 101, con destino a Londres, Inglaterra por favor abordar por la
plataforma número 22, gracias.” Repitió tres veces la mujer en el altavoz y yo me
despedí de mi familia y miré para todos lados a la espera de que mi ángel llegara a
saludarme, pero ella nunca vino. Me dirigí a paso lento, con un dolor punzante,
atravesando mi corazón como una daga filosa.
El vuelo estaba a punto de salir, y mis lágrimas ya lo hicieron antes de que eso ocurra.
Capítulo 37: Nuevos Amigos
— ¡Es un idiota, maldito! —Grité sentándome en la banca del patio de la escuela, dado
que todos los demás estudiantes se encontraban en clase. — ¿Cómo me pudo hacer
esto? —Continué diciendo para mí.
—No te ama tanto como yo. —Contestó una voz armoniosa detrás de mí.
— Cállate, Journy, no estoy de humor. —Respondí fríamente.
—No te enojes conmigo Selene, él tiene la culpa.
—Lo sé. —Dije sentándome en la banca y comenzando a llorar.
El muchacho se colocó a mi lado y con la mirada afligida me abrazó. Yo en un
momento no sabía como reaccionar, pero el dolor de mi alma era mucho más grande.
Me abalancé rápidamente a Journy llorando apenadamente en su hombro. El más
pequeño de la familia Moore.
El chico se quedó en silencio por un tiempo indefinido, hasta que veo a los alumnos
salir de sus respectivas aulas.
—Te tienes que ir a tu salón. —Musité alejándome de él.
—No, claro que no, me quedaré contigo. —Negó haciendo desaparecer con su dedo
pulgar una lágrima rebelde que se asomaba por el contorno de mis ojos.
—Journy, estoy llorando por tu hermano. —Le recordé con pesar.
—Lo sé, pero yo te prometo algo. —Farfulló sonriendo dulcemente.
— ¿Qué?
—Que yo te voy a cuidar, y no voy a permitir que absolutamente nadie te vuelva a
dañar. —Prometió para luego sonreír nuevamente y acariciar mi brazo izquierdo.
—Gracias.
El resto del día ninguno de los dos fue a clases, yo me quedé llorando en los brazos de
Journy. El me estaba cuidando, la persona en la que menos pensé que lo haría, y menos,
dado que yo estoy llorando por su hermano aventurero, que se fue a probar suerte a
Londres, y que volvería en seis largos y eternos meses.
— ¿Vamos? —Preguntó parándose y tomando delicadamente mi mano.
— ¿A dónde? —Inquirí confusa.
—Terminó la jornada escolar, vamos. —Dicho eso me paré y salimos abrazados por los
pasillos de la escuela. Todos los estudiantes del instituto Alexander Von Humboldt,
posaban sus miradas acusantes sobre nosotros dos, los murmullos en los corredores,
murmullos negativos, claro está, eran esos que no quería escuchar, así que no le di
importancia, pero al parecer que Journy si.
— ¿Y a ti que te importa? —Preguntó molesto Journy.
—Robarle la novia a tu hermano, que cinismo. —Respondió a los gritos un muchacho
rubio.
—Yo no le robé nada, idiota. —Contestó Jour molesto.
—Claro que no, tu hermano se fue y lo primero que haces es bajarle a la novia.
—Cállate, tú no tienes idea de nada. —Dijo mi amigo, enervado hasta la médula.
—Por supuesto que tengo idea, ahora dónde la llevas, ¿A la cama? —Dicho esto el
rostro de Journy se transfiguró completamente, una oleada de odio y bronca, —según lo
que yo interprete—invadió su cuerpo. El muchacho de cabello castaño me soltó
delicadamente y se acercó a paso firme al amigo de Sean y lo golpeó. Journy lo tiró al
piso y le proporcionaba golpe tras golpe, pero en un momento de la pelea, el chico rubio
se subió arriba de su contrincante y lo empezó a golpear en todo su rostro.
Mi cuñado, si en estos momentos se lo puede llamar así, se subió nuevamente arriba de
su enemigo y le pegaba en el rostro y en toda su anatomía.
Hasta que el ruido de un gritó refulgió en todo el corredor, el círculo que había
encerrado a Journy y al otro muchacho para ver la pelea, se abrió y pasó la señora
Martha, con su rostro severo y autoritario.
—A la dirección ahora mismo joven Parth y joven Moore. —Ambos muchachos todos
ensangrentados y golpeados se levantaron del suelo de mármol y siguieron a la mujer de
cabello negro recogido por los poblados pasillos de la escuela. Todos los alumnos
tenían cara de sorpresa y entusiasmo, para saber que les iba a decir a los “luchadores” la
preceptora y el director.
Capítulo 38: Romeo & Julieta
Estaba frente a la oficina del director, a la espera de que salga Journy, lo único que se
escuchaba eran murmullos, y esto me desesperaba a cada minuto más. Después de una
media hora, salió con el crujido de la puerta mi amigo y el muchacho rubio.
— ¡Jour! —Exclamé para luego arrojarme a sus brazos, este me devolvió el abrazo y se
quejó.
—Lo siento. —Me disculpé para luego mirar con recelo al rubio.
—Ven, vamos. —Dije para tomarlo luego del brazo a Journy, pero alguien nos
interrumpió.
—La hiciste muy bien, Moore.
Journy se dio vuelta pero yo lo tomé del brazo y la que se giró fui yo.
—Cállate, tú no tienes nada que hablar de nosotros. —Le contesté y me di vuelta para
quedar al lado del herido.
Caminamos hasta llegar al aparcamiento y nos dimos cuenta de que su hermano y los
míos no estaban, así que nos fuimos caminando hasta mi casa. Él al caminar tanto, se
quejaba debido al dolor de los golpes, pero cuando lo miraba preocupada y enojada, el
me sonreía para calmarme y yo por inercia, se la devolvía.
— ¡Helios!, ¡Eos! —Grité al abrir las puertas de mi casa, pero mis hermanos no se
encontraban, y mis padres tampoco porque se encontraban en el trabajo.
—Parece que no están. —Musitó Jour sonriéndome.
—No, se habrán ido a pasear, o no sé. —Contesté sonriéndole. —Vamos a la cocina que
te curo. —Dije para luego salir del hall y dirigirme al baño a buscar el botiquín. Bajé las
escaleras hasta llegar a la cocina y encontrarme con Journy. Este se sentó en la banqueta
y yo frente a él. Empecé por desinfectar las heridas y luego vendarlas, este se quejaba
cuando el algodón empapado con alcohol rozaba su piel.
—Gracias. —Farfulló levantando la comisura de sus labios.
—No, gracias a ti, por defenderme. —Refuté acariciando su mejilla, este sonreía ante el
contacto de mi piel.
—Siempre voy a estar para ti. —Siseó seguro de eso.
— ¿Quieres ver una película? —Ofrecí para luego reír ante su expresión de
desconcierto.
— ¿Película?
—Claro, tú eliges.
Lo tomé de la mano y lo llevé hasta el playroom que se encontraba en la planta alta de
la casa, allí nos sentamos en el amplió sofá de cuero color arena y le mostré donde se
encontraban los dvd’s, allí Journy se puso a observar que veríamos.
— ¿Qué te parece? —Preguntó mostrándome la caja de la película Romeo y Julieta.
—Me encanta, es mi favorita. —Dije automáticamente.
—Igual la mía. —Contesto con su característica sonrisa.
—No mientas.
—De verdad, lo juro. —Respondió con sus ojos, y parecía sincero. —Pero el libro es
muchísimo mejor, el amor de Romeo hacia Julieta es tan fuerte que nadie lo puede
vencer.
—Si, pero el amor de Julieta hacia Romeo es mucho más grande. —Refuté sentándome
en el sofá.
—Claro que no, Romeo se da la muerte debido a que cree que Julieta está muerta.
—Si, pero Julieta se mata y antes se entierra viva a la espera de su Romeo.
—Eso es verdad, pero Romeo planificó su muerte, planificó el matarse, en cambio
Julieta fue un impulso. —Dijo Journy, muy seguro.
—Si, pero Julieta fue la que se puso en contra de su familia, En cambio Montesco, no.
—Claro que se puso en contra a su familia.
—Si, pero en cambio, Julieta estaba comprometida.
—Selene, no nos vamos a poner de acuerdo, ¿No? —Preguntó con dulzura.
—Creo que no.
—Entonces miremos la película.
Journy prendió el dvd y empezó la película. Ambos nos acostamos en el sofá y yo apoye
mi cabeza en su pecho y allí nos quedamos mirando la pantalla.
Capítulo 39: Romeo & Julieta 2
—Tengo una idea. —Dijo Journy al entrar al teatro, donde la maestra Homprie, impartía
su materia de actuación.
— Dígame señor Moore. —Pidió la profesora.
—Romeo & Julieta, un clásico de la literatura y del teatro.
— ¡Me fascina! —Exclamó la docente. —Mañana van a ser las audiciones, ahora
tenemos que hacer el libreto, y también la escenografía. —La profesora se fue con el
“equipo” de escenografía y los chicos que escriben el libreto.
Los alumnos que son lo que actúan nos fuimos, dado que no había nada más que hacer,
la reunión de hoy era para definir que actuaríamos el mes que viene.
— ¿Te gustó? —Preguntó emocionado.
—Claro que si. —Contesté con una sonrisa.
—Y tú vas a ser Julieta Capuleto. —Me contó caminando por el parque de la escuela.
—Claro, y tú... ¿Romeo Montesco? —Pregunté irónica.
—Por supuesto, mi Julieta. —Dijo él arrodillándose ante mí y tomando mi mano, yo reí
ante tan acto.
—Primero se tienen que hacer las audiciones. —Le recordé parándome de donde me
encontraba.
—Si, lo sé. Pero se que vamos a obtener los papeles. —contestó muy seguro de sí.
El día termino por fin. De a momentos, recordaba a el amor de mi vida, pero sabía que
el en donde esté, estaba pensando en mí, como yo en el. Gracias a Journy, yo no me la
pasaba depresiva porque su hermano no se encontraba conmigo.
Ya habían pasado cinco meses, y en ningún momento Sean se comunicó conmigo, y
cada vez que yo lo intentaba hacer, en la escuela en la que se encontraba me decían que
no estaba o que se hallaba en clase.
La verdad, ya no sabía que pensar, él tal vez se asusto de la inmortalidad y se enamoró
de una londinense y se fue.
No quería pensar en ello, me ponía el ánimo por los suelos.
Esto me deprimía cada vez más, pero allí estaba Journy conmigo, para levantarme el
ánimo y apoyarme en todo.
—Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido. Pero, alto. ¿Qué luz alumbra esa
ventana? Es el oriente, y Julieta, el sol. Sal, bello sol, y mata a la luna envidiosa, que
está enferma y pálida de pena porque tú, que la sirves, eres más hermoso. Si es tan
envidiosa, no seas su sirviente. Su ropa de vestal es de un verde apagado que sólo
llevan los bobos ¡Tírala! —Dijo Teseo mirándome desde abajo. — ¡Ah, es mi dama, es
mi amor! ¡Ojala lo supiera! Mueve los labios, mas no habla. No importa: hablan sus
ojos; voy a responderles. ¡Qué presuntuoso! No me habla a mí. Dos de las estrellas más
hermosas del cielo tenían que ausentarse y han rogado a sus ojos que brillen en su
puesto hasta que vuelvan. ¿Y si ojos se cambiasen con estrellas? El fulgor de su
mejilla les haría avergonzarse, como la luz del día a una lámpara; y sus ojos lucirían en
el cielo tan brillantes que, al no haber noche, cantarían las aves. ¡Ved cómo apoya la
mejilla en la mano! ¡Ah, quién fuera el guante de esa mano por tocarle la mejilla!
— ¡Ay de mí! — Musité mirando hacia abajo.
—Ha hablado. ¡Ah, sigue hablando, ángel radiante, pues, en tu altura, a la noche le das
tanto esplendor como el alado mensajero de los cielos ante los ojos en blanco y
extasiados de mortales que alzan la mirada cuando cabalga sobre nube perezosa y
surca el seno de los aires! —Dijo Journy.
— ¡Ah, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres Romeo? Niega a tu padre y rechaza tu nombre,
o, si no, júrame tu amor y ya nunca seré una Capuleto.
— ¿La sigo escuchando o le hablo ya? — Preguntó Journy dulcemente.
—Tú eres tú, aunque seas un Montesco. ¿Qué es «Montesco»? Ni mano, ni pie, ni
brazo, ni cara, ni parte del cuerpo. ¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo
que llamamos rosa sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se
llamase Romeo, conservaría su propia perfección sin ese nombre. Romeo, quítate el
nombre y, a cambio de él, que es parte de ti, ¡tómame entera!
—Te tomo la palabra. Llámame « amor » y volveré a bautizarme: desde hoy nunca más
seré Romeo. —Prometió con una sonrisa.
— ¿Quién eres tú, que te ocultas en la noche e irrumpes en mis pensamientos? —Le
dije mirándolo enamorada.
—Con un nombre no sé decirte quién soy. Mi nombre, santa mía, me es odioso porque
es tu enemigo. Si estuviera escrito, rompería el papel.
—Mis oídos apenas han sorbido cien palabras de tu boca y ya te conozco por la voz.
¿No eres Romeo, y además Montesco? —Pregunté tal como lo dice Julieta.
—No, bella mía, si uno a otro te disgusta.
—Dime, ¿cómo has llegado hasta aquí y por qué? Las tapias de este huerto son muy
altas y, siendo quien eres, el lugar será tu muerte si alguno de los míos te descubre.
—Con las alas del amor salté la tapia, pues para el amor no hay barrera de piedra, y,
como el amor lo que puede siempre intenta, los tuyos nada pueden contra mí.
—Si te ven, te matarán. —Le expliqué con temor.
— ¡Ah! Más peligro hay en tus ojos que en veinte espadas suyas. Mírame con dulzura
y quedo a salvo de su hostilidad.
—Por nada del mundo quisiera que te viesen.
—Me oculta el manto de la noche y, si no me quieres, que me encuentren: mejor que
mi vida acabe por su odio que ver cómo se arrastra sin tu amor.
— ¿Quién te dijo dónde podías encontrarme?
—El amor, que me indujo a preguntar. Él me dio consejo; yo mis ojos le presté. No
soy piloto, pero, aunque tú estuvieras lejos, en la orilla más distante de los mares más
remotos, zarparía tras un tesoro como tú.
—La noche me oculta con su velo; si no, el rubor teñiría mis mejillas por lo que antes
me has oído decir. ¡Cuánto me gustaría seguir las reglas, negar lo dicho! Pero, ¡adiós al
fingimiento! ¿Me quieres? Sé que dirás que sí y te creeré. Si jurases, podrías ser
perjuro: dicen que Júpiter se ríe de los perjurios de amantes. ¡Ah, gentil Romeo! Si me
quieres, dímelo de buena fe. O, si crees que soy tan fácil, me pondré áspera y rara, y
diré « no » con tal que me enamores, y no más que por ti. Mas confía en mí:
demostraré ser más fiel que las que saben fingirse distantes. Reconozco que habría
sido más cauta si tú, a escondidas, no hubieras oído mi confesión de amor. Así que,
perdóname y no juzgues liviandad esta entrega que la oscuridad de la noche ha
descubierto.
—Juro por esa luna santa que platea las copas de estos árboles...
—Ah, no jures por la luna, esa inconstante que cada mes cambia en su esfera, no sea
que tu amor resulte tan variable.
— ¿Por quién voy a jurar?
—No jures; o, si lo haces, jura por tu ser adorable, que es el dios de mi idolatría, y te
creeré.
—Si el amor de mi pecho...
—No jures. Aunque seas mi alegría, no me alegra nuestro acuerdo de esta noche:
demasiado brusco, imprudente, repentino, igual que el relámpago, que cesa antes de
poder nombrarlo. Amor, buenas noches. Con el aliento del verano, este brote amoroso
puede dar bella flor cuando volvamos a vernos. Adiós, buenas noches. Que el dulce
descanso se aloje en tu pecho igual que en mi ánimo.
— ¿Y me dejas tan insatisfecho? —Preguntó tristemente.
— ¿Qué satisfacción esperas esta noche? —Refuté con dulzura.
—La de jurarnos nuestro amor.
—El mío te lo di sin que lo pidieras; ojala se pudiese dar otra vez. —Contesté con amor
incondicional.
— ¿Te lo llevarías? ¿Para qué, mi amor?
—Para ser generosa y dártelo otra vez. Y, sin embargo, quiero lo que tengo. Mi
generosidad es inmensa como el mar, mi amor, tan hondo; cuanto más te doy, más
tengo, pues los dos son infinitos. [Llama el AMA dentro.] Oigo voces dentro. Adiós,
mi bien.- ¡Ya voy, ama!-Buen Montesco, sé fiel. Espera un momento, vuelvo en
seguida. —Anuncié y me retiré del balcón.
Capítulo 40: Mujer Bonita
— ¡¿Dónde está mi vestido, por dios?! —Exclamé molesta, dando vuelta toda la
habitación.
—Cálmate, Selene. —Pidió Eos a mi lado.
—No me puedo calmar, ya bastante con todos esos ojos que van a estar mirando.
—Y los hombres los litros de baba que van a estar desparramando. —Ambas reímos y
yo me senté en la cama, frustrada.
—Acá está. —Musitó mi hermana, enseñando mi vestido, sacándolo de una caja que
jamás pensé en buscar.
—Gracias Eos, muchas gracias. —Dicho esto, la muchacha salió de mi cuarto y yo me
dispuse a cambiarme, el pelo y maquillaje ya estaba cubierto, lo único que faltaba era la
ropa.
Un vestido de color violeta satinado, la parte superior es tipo top y la de abajo evace, y
un cinto a la cadera y una hebilla con brillantes. Los nervios recorrían todo mi cuerpo,
juntarme con los mortales, además de Sean y Journy, jamás estuve con otro, y menos en
una fiesta, haciendo lo que hacen comúnmente los adolescentes.
Me observé al espejo, y mi cabello color castaño caía en cascada sobre mi busto y mi
espalda. Mi rostro marfileño, estaba maquillado con color plateado y gris.
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El timbre sonó dos veces y atendió Helios.
—Hola, Journy. —Saludó mi hermano algo frío, al igual que cuando comenzó a venir
Sean, esto fue un de javú.
—Hola, Helios. —Correspondió mi amigo, con dulzura.
—Mi hermana ahora baja. —Dijo el muchacho de cabellera rubia.
Yo bajé lentamente las escaleras, y el rostro de Journy cambió completamente. Sus
facciones se volvieron nulas, me miraba shokeado y la boca se le abrió lentamente,
escuché una risita tonta proveniente de Eos y un bufido de Helios.
—Ho-Ho-Hola Selene. —Tartamudeo mi amigo. —E-E-Estás hermosa. —Dijo este con
la misma cara de perdido.
—Muchas gracias, lindo. —Contesté y tomé su mano y salimos los dos de la casa. Nos
subimos a su auto y el auto arrancó camino a la casa de Larissa.
—Tranquila Sel, ellos no van a hacer nada. —Me clamó Journy acariciando mi mano.
—Si es que no se, no me van a tratar normal. —Expliqué con la voz temblorosa.
—Tú no eres normal, eres mucho más. —Me contradijo el chico sonriéndome con
amor.
La casa era de unas dimensiones muy exageradas, para las pocas personas que la
habitaban, con decir que tenían una fuente en la parte delantera, les digo todo.
La vivienda de tres pisos, se exhibía frente a nuestros ojos, y Journy sin dudar un
momento, tomó mi mano y caminó a paso firme por el pasillo que daba al porche de la
casa.
—Hola, lindo. —Saludó una muchacha de cabello castaño largo, sus ojos de un celeste
profundo y unas pequeñas pecas en su rostro tostado. Su cuerpo perfecto, bajo un
vestido de seda azul Francia.
—Ah, hola Diamantinis. —Dijo fríamente y yo agache la mirada.
—Selene. —Corrigió Journy con la voz seria.
—Claro, Selene. —Musitó con una sonrisa forzada. Ella entró y quedó muy delante de
nosotros.
—No te pongas celosa, es que ella está celosa.
— ¿Celosa? ¿De qué? —Pregunté sin comprender.
—Sel, eres demasiado hermosa, mucho más que cualquier chica a la que conozco, eres
perfecta. —Me halagó y yo me sonrojé.
—Eso no es verdad.
—Claro que sí, eres perfecta, y que no se discuta. —Hizo un gesto de silencio, como
una enfermera, yo me reí y acaricié su rostro.
Caminamos hasta el centro de la pista de baile, y comenzamos a bailar, yo estaba
realmente nerviosa, todos los ojos se posaban en ambos y yo escondía mi rostro en el
pecho de mi amigo.
—Todos nos miran, porque no pueden creer que un chico como yo, esté con una chica
como tú. —Susurró en mi oído y acto seguido me ruboricé.
Después de bailar tanto, el tiempo se me fue volando, realmente me estaba divirtiendo,
porque muchas chicas ya me hablaban y me trataban como a una de ellas. En un
momento se escucha el temblor de un péndulo y al posar mis ojos al reloj de gran
tamaño, observo que el tictac marcaba las doce en punto de la noche. Los nervios se
apoderaron de mi cuerpo, y me alteré completamente, Journy me miró sin entender lo
que me pasaba y luego yo dirigí mi vista a la ventana y la noche se hizo presente, pero
el sol seguía en el horizonte.
— ¿Dónde vas? —Preguntó extrañado mi amigo.
—Tengo que irme, Jour, adiós.
Salí como un rayo fuera de la vivienda y todos los presentes me miraron extrañados ante
mi reacción, pero eso no me importó.
Al salir del recinto me encontré con una persona que era a la que menos quería ver, el
día de hoy, o cualquier otro.
Capítulo 42: ¡Journy se enteró de todo!
—Hola señora Moore, ¿se encuentra Journy? —Pregunté tímidamente y con los nervios
a flor de piel, miedo de que le halla contado que nos peleamos y no me quiera hablar
más.
—Claro Selene, pasa. Él está arriba.
—Gracias. —Musité con una sonrisa. Caminé hasta las escaleras y subí escalón por
escalón dubitativamente. Llegué a la puerta de mi mejor amigo y aguardé unos
segundos, luego, cuando me decidí por fin, golpee la puerta. Desde el otro lado se
escuchó una “adelante” y yo abrí la puerta con mucho cuidado. Él al verme, se le dilató
las pupilas de sorpresa para después remplazarlas con una mirada de furia y rechazo.
—Vete. —Farfulló esa palabra, para luego darse vuelta en su silla giratoria y volver a
probar algunos acordes en su guitarra.
—Por favor Jour, tenemos que hablar. —Rogué con la voz ahogada, y los pies clavados
en el suelo.
—No quiero hablar contigo, y no me llames así. —Contestó seco.
—Yo te puedo explicar... —Me interrumpió.
— ¿Qué me vas a explicar? ¿Qué me mentiste? ¿Qué eres Selene? ¿De quién me
enamoré? —Preguntó con una lágrima deslizándose por su mejilla. La última pregunta
me descolocó, que sucedía si yo también estaba enamorada de el.
—Si, soy una diosa. —Acepté con todo el dolor de mi alma. —La diosa de la luna.
— ¿Por eso ayer la noche no llegó a las once? —Indagó con curiosidad.
—Si, la estaba pasando tan bien contigo, que me olvidé de todo. Eso me pasa cuando
estoy contigo. —Cuando dije eso último me arrepentí, y una media sonrisa se dibujó en
el rostro de él.
—Te voy a escuchar. —Aceptó el sentándose bien en la silla, y corriendo una para mí,
yo la acepté y me senté cerca de él. —Pero promete algo.
— ¿Qué?
—Que vas a responder a todas mis preguntas. —Respondió el muchacho seriamente.
—De acuerdo.
— ¿Quién era el sujeto de ayer? —Preguntó con una ceja levantada.
—Zeus, el dios del olimpo. —Contesté desviando la mirada.
— ¿El de las historias griegas? —Inquirió confundido.
—Si.
—Según la mitología griega, el estuvo con muchísimas diosas del olimpo y humanas
hermosas. —Musitó pensativo. — ¿Tú tuviste algo con él?
—Si, pero por muy poco tiempo.
— ¿Te gusta ahora?
—Claro que no.
— ¿Cuántos años tienes? La verdad
—Mil trecientos años. —Respondí cabizbaja.
— ¿Qué? —Jadeó con la sorpresa grabada en su semblante.
—Así es, no te asustes.
—No lo hago. Solo es... Sorpresa. —Confesó buscando la palabra adecuada.
— ¿Algo más? —Pregunté exasperada.
— ¿Sean sigue siendo...? —Se calló, pero yo comprendí lo que quiso preguntar.
—Si, el se iba a transformar a la vuelta de el viaje de intercambio, pero ya no sé. Nunca
me llama ni contesta.
—Tranquila, tal vez no le pasan los recados.
—Ya no se, Journy, pero de algo estoy segura. —Musité con una sonrisa.
— ¿De qué?
— Que siempre voy a tener a mi amigo Journy, el que me cuida y me quiere.
—Claro que sí, siempre voy a estar ahí para ti, seas lo que seas, hagas lo que hagas,
siempre contigo. —Aseguró para luego abalanzarse sobre mí y abrazarme dulcemente,
reflejando el amo y cariño que siente por mí y yo por él.
La tarde pasó así, entre caricias, frases de cariño, cosquillas y muchas, muchas risas,
sabía que siempre íbamos a ser amigos. Pero... ¿Qué pasaba si se daba algo más? ¿Si ya
no somos más amigos? ¿Si Journy remplaza a Sean? ¿Y si Sean no me quiere más? ¿Lo
estaría remplazando? Todas esas preguntas me daban vueltas en la cabeza, mientras
observaba a Journy pelearse con el cable del DVD porque no podía prenderlo, y yo
descostillarme de la risa, las guarangadas que le decía a ese artefacto.
Capítulo 44: Fue Helios
—Helios podes abrir la puerta. —dije desde el sofá del living mirando una película con
Journy, sábado a la tarde, un día lluvioso y sin nada que hacer, la mejor opción, con
chocolate caliente y pochoclos.
—Si, voy, voy. —Aceptó mi hermano con la voz cansada.
—Selene te buscan. —Musitó mi hermano, con el rostro lleno de ira, yo no entendía
nada, hace un minuto estaba de un perfecto ánimo.
— ¿Quién? —Pregunté parándome del sillón, y seguido de mi, Journy.
—Yo.
— ¿Tú qué haces aquí? —Preguntó muy molesto Journy y avanzando rápidamente al
lado de su hermano.
—Tranquilo hermanito. —Lo paró Sean, con una voz dulce.
—Vete, vete ya mismo de aquí. —Ordenó mi amigo, con la voz poblada de ira.
—Yo vine a ver a mi novia, vete tú. —Contestó el muchacho de cabellos negros
frunciendo el ceño.
— ¡Basta! —Grité poniéndome en medio de ambos hermanos.
—Sele, yo vine por ti. —Farfulló Sean con una sonrisa seductora.
—Tú y yo debemos hablar. —Dije y acto seguido tomé la mano de el invitado y lo llevé
escaleras arriba a mi dormitorio. — ¿Qué haces aquí?
—Te prometí que cuando acabara el intercambio, volvería contigo.
— ¿Después de no llamarme ni atenderme el teléfono por meses? —Inquirí con la voz
ahogada.
— ¡¿Qué?! —Exclamó con los ojos como dos enormes platos.
—Sean, estoy dolida y enojada por ti y contigo.
— ¿Tú? ¿Dolida y enojada? —Inquirió incrédulo.
—Por supuesto que yo. —Respondí algo obvio.
—Selene, te eh llamado cada día y tú no me has contestado ninguna de ellas, cartas,
mensajes, mails y nada. —Musitó con la tristeza grabada en su voz.
—Por favor Sean, no mientas, me has olvidado. No me llamaste, no me escribiste ni me
respondías los llamados.
—Claro que no, porque no los recibí, nunca marcaste para comunicarte conmigo, y
nunca atendiste.
—Pero la señora del colegio me dijo que ella te iba a avisar. —Musité más para mí que
para él.
—Pues no me ha dicho nada. Pero tú, ¿por qué no me atendías y le decías a tu hermano
excusas que nadie cree?
— ¿Qué? Yo no le eh dicho nada a mi hermano. —Rebatí entendiendo por fin, lo que
había sucedido.
— ¿Cómo que no? Siempre atendía él, y me decía que habías salido con mi hermano,
Sele, no sabes lo que me dolía escuchar eso.
—Fue el. —Susurré con los ojos cristalizados.
— ¿Quién? —Indagó sin comprender.
—Mi hermano fue el que no nos dejaba hablar, el borró todos los mails y mensajes, hizo
desaparecer las cartas que tú me enviaste y que yo a la vez escribí. Yo nunca hablaba
contigo porque algo habrá hecho, y a ti te inventaba cualquier escusa, todo para no
dejarnos comunicarnos. —Le dije, con las palabras quemándome en la garganta al
pronunciarlas, el dolor de saber que todas las lágrimas que derroché fueron por culpa de
él, todos los días, pensando en que Sean me había olvidado, pensando en que me odiaba
y le daba miedo convertirse en lo que soy.
—Lo voy a matar.
—Claro que no, no vale la pena, y él puede matarte a ti.
—No me importa Selene, lo voy a matar. —Jadeó para luego pararse pero yo lo detuve.
— ¿Tú me amas? —Inquirí con los ojos rojos y llorosos.
—Por supuesto mi amor, más que nada en este mundo. —Contestó y luego besó mis
labios con amor y pasión, esta última agazapada para hacer acto de presencia.
—Entonces no le hagas nada, sólo... Por favor, por mí. —Le pedí en un susurró cerca de
sus labios.
—Está bien, por ti.
—Gracias. —Dicho eso último volvimos a unir nuestros labios en un dulce beso.
Capítulo 45: Decepción
Nos encontrábamos abrazados en nuestro parque, frente a nuestra laguna, que brillaba
más que nunca, gracias a los rayos del sol.
— ¿Compraste los pasajes?
—Por supuesto, primera clase, mañana. —Contestó besando mis labios dulcemente.
— ¿Estás seguro? —Inquirí con el miedo agazapado en mi interior.
—Estoy muy seguro, seguro de querer pasar toda la eternidad contigo.
—Te amo. —Musité muy cerca de sus labios.
—Yo te amo más. —Contesto para luego cortar la distancia que separaban nuestros
labios y hacer un tierno contacto. Su labio inferior bajo el mío, y mi labio superior
debajo del de él.
Caminamos hasta llegar a mi casa, donde me dejó, despidiéndose como habitualmente
lo hacíamos. Subí las escaleras de mi cuarto y me dispuse a guardar las últimas cosas
que me quedaban allí. Mañana viajaríamos Sean y yo a Atenas y viviríamos en una casa
que ambos compramos. Mis pertenencias, menos la ropa, iban a llegar hoy a la tarde a
nuestra casa y la ropa, un poco de ella, dado que yo tengo mucha, la llevaríamos cuando
nosotros nos transportemos.
Mi cuarto estaba completamente vacío, solo quedaba la cama, pero libros, instrumentos,
adornos y demás cosas ya no se encontraban allí. Dejar a mí familia fue muy duro, pero
sé que más duro fue para Sean, él ya no vería más a la suya, a excepción de Journy que
es el que sabe todo.
Mi relación con él quedo un tanto a la deriva, yo se que le duele al verme con su
hermano, pero también se, que nunca le voy a poder pagar todo lo que hizo por mí,
todos esos meses que me quiso y contuvo cuando más lo necesitaba.
Él fue algo muy hermoso para mí, pero no puede pasar, a pesar de que me eh
confundido, más allá de un hermano, mi mejor amigo. Es el segundo chico más bueno y
hermoso que vi, y sé que va a conseguir a su alma gemela, tal y como Sean y yo lo
hicimos.
Dejé toda la ropa acomodada y me recosté en mi lecho, pero unos cinco minutos
pasaron y sentí la puerta de mi cuarto resonar a dos golpes secos.
—Adelante. —Musité sentándome lentamente en la cama.
—Permiso Selene. —Pidió Helios con la mirada triste.
—Pasa.
—Sé que sigues enojada pero... —Lo interrumpí.
—Yo no estoy enojada Helios. —Refuté mirándolo con desinterés.
—Si que lo estas Sel, te conozco. —Contradijo el muchacho con la voz sosegada.
—No Helios, de verdad. Es que me dolió, estoy decepcionada, eras en la persona en la
que confié siempre, pensé que me querías ver feliz, y tú me proporcionaste el dolor más
grande de mi vida. —Expliqué con el dolor del recuerdo pasándome por la mente.
—Lo siento, hermanita. Yo te amo. —Se disculpó el chico, apaciguadamente.
—Yo también, y si te perdono. Pero no pretendas que me voy a olvidar tan fácil de esto.
Tal vez la distancia me haga olvidar de todo esto. —Dije con una lágrima derramándose
en silencio.
—Te voy a extrañar.
—Igual yo. —Dicho esto me besó en la mejilla y se alejó lentamente sin decir nada,
sabía que a Helios iba a ser a la persona que más iba a extrañar y lo que más me dolió
de lo que sucedió fue eso, la traición. La traición de que el me halla hecho algo así.
Bajé las escaleras para cenar y me encontré con mi familia sentada en la mesa,
mirándome a mí inconmoviblemente.
—Selu, te vamos a extrañar linda. —Dijo mi hermana abrazándome por los hombros y
depositando besos en todo mi rostro y mi cuello.
—Yo a ustedes también, los amo.
—Ay hija no sabes lo que me cuesta dejarte, pero sabe que te amamos y que pase lo que
pase, tu familia siempre va a estar contigo. —Musitó Tea, derramando lágrimas por su
mejilla blanca como la cal.
—Eres nuestro orgullo Selene, te amamos. —Apoyó las palabras de mi madre,
Hiparión, con su sonrisa severa, pero con una mezcla de dulzura en estos momentos.
—Los amo a los cuatro. —Confesé y los abracé a todos con las traicioneras lágrimas
haciendo acto de presencia.
Capítulo 46: Cuídala
—Bueno días. —Dije con una bandeja de desayuno en la mano y acariciando el cuerpo
desnudo de mi amada.
—Hola. —Contestó ella con la voz ronca y sonriendo.
—Te traje todo lo que te gusta. —Musité dejando un corto beso en sus labios.
—Gracias mi amor. —Farfulló ella besando mis labios con amor y pasión agazapada.
Comimos hablando de todo lo que hoy íbamos a hacer, yo ya me inscribí en la
Universidad De Atenas, una de las mejores universidades del mundo y ella lo hizo
conmigo. Aunque periodismo me contó que ya lo había estudiado hace unos veinte años
me dijo que quería compartir conmigo esta nueva etapa de mi vida.
El dinero era algo que no iba a faltar, pero le comenté que debía conseguir un trabajo,
ella se rió ante mi enojo y yo la acompañé.
Todo el día estuvimos en la cama, haciéndonos caricias, robándonos besos y
compartiendo el tiempo perdido, ese tiempo que nos habían arrebatado injustamente y
que de ahora en adelante tendríamos que recuperar, con los años que vamos a estar
juntos, juntos para toda la eternidad.
—Mi amor, ¿tienes los libros que pidió el señor Witer? —Pregunté sentándome en la
silla de la cocina y untando mi pan con manteca.
—Si, los fui a comprar ayer, y la verdad, hay uno que no encontré. —Contestó ella,
poniendo los ocho libros sobre la mesa.
Salimos de la casa y llegamos a la Universidad. Las materias que teníamos eran iguales,
debido a que estudiábamos lo mismo. Los días pasaron normal, hasta que se hizo un
mes de que vivíamos juntos en Grecia.
Mi madre y la de Selene no paraban de llamar, y preguntar cómo andábamos y que nos
cuidemos, le daban dos sentidos a ese pedido.
Journy prometió a Selene venir a verla a fines del mes, para ello faltan cuatro días y mi
novia está realmente nerviosa, y no se el porque. Mi hermano es su amigo. ¿Está
nerviosa por su llegada?
Los días pasaron normales y sentimos el golpe seco de la puerta seguido del timbre.
Selene corrió escaleras abajo y allí se encontraba mi hermano, este dejó la maleta en el
suelo y acto seguido mi novia se tiró en sus brazos.
Las lágrimas de mi mujer corrían sin descanso y al menor una que otra lágrima se le
escapo de sus ojos.
—Hermosa, te extrañé. —Confesó Journy, besando su frente y sus mejillas.
—Yo también, Jour. Mucho. —Concordó la muchacha besando su cabello.
—Hermanito, ¿cómo andas? —Dijo dirigiéndose a mí.
—Excelente, ¿tú? —Pregunté colocando mi mano en su hombro derecho.
—Igual, me alegra verlos después de tanto tiempo. —Declaró sonriéndome a mí y luego
a la diosa.
— ¿Tienes hambre? —Indagó mi amada dirigiéndose a la cocina.
—Claro, la comida de avión en turista, no es nada, comparada con las manos culinarias
de mi diosa. —Musitó mi hermano y Selene rió ante tal comentario.
— ¿Qué quieres comer? —Inquirió con una sonrisa pintada.
—Tu especialidad. —Contestó riendo.
Selene prendió la hornalla y después de eso, la dejamos trabajar, ella odia que la
molesten cuando está cocinando.
Con Journy nos fuimos al living y nos sentamos en dos sillones diferentes, el en el más
espacioso y yo en el más pequeño.
— ¿Cómo has estado? —Inquirí subiendo mi pierna derecha sobre la izquierda.
—Bien, de vacaciones y rindiendo la materia que tenía pendiente. —Respondió riendo.
— ¿Cómo la diste?
—Bien, cuatro. Aprobé. —Farfulló orgulloso de él mismo. —No soy Dago ni tú, pero
me defiendo.
—Si estudiaras, serías mejor. —Refuté mirando hacia la cocina.
—No lo creo, ella eligió lo mejor. —Declaró con mirada nostálgica.
—Claro que no, ella eligió a la primera persona que tocó su corazón, mira si ese
hubieras sido tú. —Dije con esperanza de calmar su dolor.
—Se hubiera enamorado de ti, finalmente. —Rebatió, esquivando mi mirada.
—Tal vez, fue el destino.
—Tal vez... —Después de eso, seguimos hablando de temas superficiales, temas que no
sean amor. Saber que mi hermano menor sufría me dolía, yo pensé que lo había
superado, pero no era así, el de verdad está enamorado de Selene y para no arruinar lo
que tengo con ella dio un paso al costado, eso me ponía mal, saber de su padecer.
Mi novia, tiempo después llamó por que estaba la cena servida. Jour y yo nos dirigimos
allí y una cacerola con pollo y papas horneadas se exhibían frente a nuestros ojos.
Terminamos de almorzar y Journy le sonrió a Sel.
— ¿La diosa de la luna? Tú tendrías que ser la diosa del pollo al horno. —Dijo mi
hermano, y Selene y yo reímos al unísono.
Capítulo 49: Mi mundo
Journy se fue a recorrer la ciudad, eso fue lo que le dijo a Selene, la escusa. Yo le pedí
que nos dejara solos que yo tenía que hablar con Sel, de algo muy importante, y esta vez
no se iba a escapar.
—Sel, ¿podemos hablar? —Pregunté, tomando su brazo, y dejando los platos que ella
estaba recogiendo.
—Sean, estoy ocupada. —Me esquivó la muchacha, sacando mi mano de su brazo, y
volviendo a su labor.
—No me soslayes más Selene, tenemos que hablar de esto alguna vez. —Dije
sentándome en la silla de la cocina, frente a ella.
— ¿De qué? —Inquirió haciéndose la desentendida.
—Hablo en serio. —Musité enojado.
—Yo también, y de verdad no se que de que hablas. —Me contradijo la diosa, abriendo
el grifo del agua y poniendo detergente de color amarillo en la esponja, y al hacer
contacto con el agua se convirtió en espuma.
—Quiero transformarme, ahora. —Contesté, directo.
—Sean, no quieres esperar, uno o dos años... —La interrumpí.
—Claro que no, quiero que sea lo antes posible. —Le contradije acercándome a ella.
— ¿Por qué? —Preguntó frustrada.
—Porque quiero pertenecer a tu mundo lo antes posible. —Respondí acariciando su
rostro.
—Tú eres mi mundo. —Siseó ella, cerrando sus ojos color chocolate.
—Y tú el mío. —Concordé besando sus labios dulcemente.
— ¿Entonces?
—Quiero ser tuyo, para siempre. —Comenté cerrando mis ojos. —Y que tú seas mía
para siempre.
—Sean, yo... —La interrumpí, nuevamente.
—Vamos con Zeus, el va a estar de acuerdo en todo esto. —Aseguré tomando su mano
y jalándola hacia la puerta.
—No, Sean. —Me contradijo quitando su mano de la mía.
—No, ¿qué? —Pregunté exasperado.
—Zeus no se va a meter en esto. —Contestó bajando la mirada.
— ¿Y quién entonces? —Indagué sin comprender.
—Lo tengo que hacer yo, es lo que prometí. —Susurró ella, agachando la cabeza.
—De acuerdo, entonces, hazlo.
—Lo tengo que hacer en el Olimpo. —Comentó ella mirándome detenidamente. —Hoy
en la noche, si quieres.
—Por supuesto, hoy en la noche será. —Concordé con ella, y acto seguido besé sus
labios dulcemente. Las lágrimas de mi novia, se deslizaban por su mejilla, y yo con mi
dedo pulgar las quitaba del camino.
—Te prometo hacerte feliz. —Dije, besando su cuello.
—Lo mismo. —Susurró besando mi boca.
— ¿Por qué lloras? —Inquirí sin comprender.
—Tengo miedo que me pase lo mismo que le paso a Eos. —confesó, agachando la
cabeza, y fijando su vista en las baldosas del suelo.
—Eso no va a pasar.
— ¿Y si pasa? —Preguntó levantando su vista, y clavándola en mí.
—No va a pasar.
— ¿Si te transformo en cigarra? —Dijo, con una mueca de dolor.
—Voy a ser la cigarra más linda del mundo. —Indiqué riendo, risa que ella imitó.
—Eso es verdad. —Coincidió mirándome fijamente. —Pero hablo en serio, Sean.
—Yo también, y prometo que nada malo va a pasar. —Dicho esto último unimos
nuestros labios en un sereno y azucarado beso.
Capítulo 50: Olimpo
Llamé a Journy, y le expliquen como iba la cosa. Le pedí que no apareciera por la casa,
que se pague un hotel y que yo después le daba el dinero. Este aceptó gustoso, seguro
iría a uno de los mejores hoteles de Atenas, me lo imagino.
Faltaban dos horas para llegar al Olimpo, y fue, de seguro, mucho menos dificultoso de
cuando vine yo solo, sin ayuda de ningún dios. Selene, mi amada, ella estaba
temblando, y no era por la noche fría, que hacía que mi piel se ericé, si no por el temor.
La noche, en su resplandor absoluto, la luna brillaba espectacular, y las estrellas
majestuosas acompañando la belleza de la luna.
Llegamos a las puertas del Olimpo, donde un guardia nos detuvo y mi novia, tuvo que
explicarle todo el asunto, y recalcar que estábamos ahí con consentimiento del dios
supremo, Zeus. El guardia, no muy convencido, aceptó.
Llegamos, después de caminar unos minutos a el centro del Olimpo, allí había un
círculo grabado en dorado, que no me sorprendería que sería oro, y unas letras antiguas,
grabadas en griego.
Selene me ordenó que me colocara en uno de los dos círculos que se encontraban en el
centro del mayor. Yo me pude en el más pequeño y observé el lugar desde allí, todas las
columnas de arquitectura antigua, muy parecida a las de los viejos monumentos
históricos.
Levanté la vista a la noche, y sobre mi cabeza la luna se encontraba en primer plano,
detrás de ella, una circunferencia anaranjada hacía acto de presencia. yYo miré a Selene,
esperando a que me diga si era lo que creía que era. Marte.
Unos minutos más tarde, una bola muchísimo más grande que la anterior apareció y casi
igualó el tamaño de la luna, aquella que se encontraba a centímetros de mí —eso era lo
que parecía. — Con una combinación extraña de colores y en mucho menos tiempo, que
no llegué a inspeccionar la nueva, apareció, otro círculo, pero este con anillos a sus
costados, cada vez estaba más embelezado y creía, y estaba %100 seguro de que era
Saturno.
Miré a Selene que estaba temblando, y después de una media hora, pude ver los planetas
conocidos por el hombre, y otros que no tenía idea que eran.
Selene comenzó a hablar lentamente, y no le entendí para nada, y fue a hablando mucho
más alto a medida que pasaba el tiempo.
—Οι εξουσίες των Θεών του Ολύμπου, θέλουν αυτόν τον άνθρωπο, για να γίνει ένας
από εμάς, και να λάβουν το δώρο και το καθήκον, ότι η ανθρώπινη φύση δόθηκε. —Al
decir eso, una luz cegadora se apoderó de toda mi anatomía y luego de es, todo se
volvió negro.
—Habla con él, y luego me dices que quieres que hagamos con el muchacho.
— ¿Y si no lo hago?
—Tomó la salida más sencilla.
—Está bien, iré a hablar con él.
—Sígueme. —Al decir esto comenzó a caminar con los fríos pasillos del lugar, y
llegamos a una habitación muy bien decorada, de color dorado y bordó. De ese sitio,
gracias a un movimiento de mano del dios que me acompañaba, salió Cronos y Anteo.
Y allí lo vi, después de tanto tiempo al muchacho de cabellera negra y ojos profundos,
el al verme derramó unas lágrimas, y yo lo acompañé. Su perfección era única. Yo me
acerqué a paso lento hacia la cama de lienzos dorados, el muchacho solo me observaba
avanzar. Hasta que llegué al borde del lecho y dubitativamente me senté junto a él.
— ¿Estas bien? —Pregunté algo que era lo que más me importaba. Su rostro estaba
poblado de moretones, uno muy profundo en su ojo izquierdo, de la comisura de su
boca salía una línea de sangre, y debajo de sus ojos almendrados ojeras muy marcadas.
—Ahora que te encontré. Perfectamente.
Capítulo 1: Los nuevos
—Señorita Diamantinis. —Me dijo la profesora Azucena Luks- ¿Me podría decir lo que
acabo de decir? —Preguntó, muy molesta.
—Emmm, bueno. —Tartamudeé.
—Uno. —Concluyó, y se fue a su escritorio.
—Selene presta atención. —Me regaño Helios
—Cállate. —Le contesté ante su reto.
El día luego transcurrió normal, era muy común que los profesores me retaran.
Aunque ya había transcurrido miles de años de que voy a la escuela, siempre saco malas
notas. Nunca fui la alumna ejemplar, siempre la mejor es Eos, mi hermana y luego la
sigue Helios.
Hiparión y Tea, nuestros padres. Me regañaban cada vez que yo desaprobaba en la
escuela, pero las instituciones fueron cambiando a medida que el tiempo transcurrió. En
lo único que me va bien, es en historia, porque lo he vivido.
Luego de la jornada de colegio fuimos a casa. Era de dos plantas, color salmón la casa y
el tejado de tonalidad negra. Un jardín bordeando la morada y los dos autos aparcados
en el garaje, un Audi TT plateado, de mis padres, y al lado un Fiat Punto ELX 1.4 5P de
Eos y a continuación mi auto Mercedes Benz SLR McLaren, descapotado color negro
que acababa de estacionar.
Saludamos a nuestros padres, y subimos cada una a sus respectivas habitaciones. Hice la
tarea y baje, luego, a cenar.
Mis padres se enteraron de que me saqué un uno en física.
Al día siguiente llegué al colegio. Yo era una de las más populares en el colegio, yo y
mis hermanos. Éramos hermosos a la vista del los humanos, lo más parecido a dioses,
que en realidad éramos, y la riqueza ayudaba en todo eso.
Hoy, vendría un compañero nuevo, o mejor dicho, tres. Todo el mundo irradiaba
felicidad al tener un nuevo tema de conversación. Los hermanos eran simples mortales.
Nada del otro mundo, nada que yo no hubiera visto en todos mis siglos de existencia.
Fui a mi clase de geografía, estábamos estudiando el territorio europeo de siglo XVII.
Me topé con uno de los muchachos nuevos, porque no lo reconocía. Yendo por los
pasillos de la institución, a mi clase de Matemática.
—Disculpa. —Pidió disculpas, un muchacho de pelo enrulado, ojos color topacio al
igual que su cabello.
—No, está bien. —Le respondí. Esta me miró y se quedó tildado. Y yo ya sabía el por
qué. —Bueno adiós. —Anuncié, dispuesta a marcharme.
—Espera. —Me tomó del brazo derecho.
— ¿Si, dime? —Le pregunté con una sonrisa.
—Dime tu nombre. —Pidió, respondiéndome la sonrisa.
—Selene Diamantinis. —Le contesté.
—Un gusto, yo soy Sean Moore. —Se presentó.
—Igualmente. —Dije, y me retiré de la escena.
Llegué tarde, por culpa del muchacho, la profesora me retó y mi hermana me miraba
con recelo.
Con mis, supuestos dieciséis años, tenía mucho vivido. Y mi trabajo diario, hacer
aparecer la noche, es algo increíble. Pero sigo sola, al igual que mi hermana. Astreo, era
el Dios de de los vientos y las estrellas errantes, ambos nos encontramos a la noche.
Pero este trato por más de trece siglos, trató de ganar mi amor, pero nunca lo consiguió
y tampoco lo va a conseguir.
Las matemáticas no son mi fuerte, pero las logro superar. Estaba en un estado de
inconciencia total, pensando en mi ya larga vida, sin nada interesante que hacer.
Los titanes, somos los dioses que gobernamos en la edad dorada, y ahora, vagamos en la
tierra, lejos del olimpo, con los mortales.
Mi hermana, la diosa de la aurora, mi hermano, el dios del sol, y mis padres, Hiparión el
dios de la observación y mi madre Tea, la diosa de la vista.
Yo, la diosa de la luna, era fantástico. La noche, es mucho más maravillosa que el día.
Y era mi mundo privado.
Tenía mucho sueño, ya que mis hermanos se levantaban espléndidos, porque dormían
toda la noche, en cambio yo no.
Saliendo de la clase del señor Marshal, me dirigí a la cafetería. Tenía mucha hambre, ya
que no desayune. Me encontré con todos los ojos, masculinos, por mi hermana y yo, y
los femeninos clavados en mi hermano.
—Aunque los tres hermanitos sean lindos. —Dijo, una muchacha de tez morena y ojos
verdes. —En belleza a los Diamantinis, no los supera nadie. —Le comentó a una
muchacha que estaba a su lado.
—Si en eso tienes razón. —Le contestó.
Los tres hermanos, estaban sentados en la mesa, donde las dos muchachas estaban
conversando. Entre los tres, estaba el muchacho con el que me choqué. Y a su lado
derecho, había un chico del color de pelo igual que él, y ojos verdes, y a su lodo
izquierdo, un joven de pelo castaño con ojos color almendrados.
Ellos nos miraron a mis hermanos y a mí. Y él muchacho de pelo negro, me miró
sonriente. Nos sentamos en el mismo lugar de siempre, aislados de todos. Pero el
muchacho de pelo negro se acercó a nuestra mesa, algo avergonzado.
—Disculpen. —Anunció el chico.
— ¿Si? —Preguntó mi hermano.
—Toma asiento. —Le propuse, ya que sabía que eso era lo que quería. Eos y Helios me
miraron molestos.
—Gracias. —Este se sentó al lado de Helios, frente mío. El almuerzo transcurrió en
silencio. No habituábamos a mantener ese tipo de relaciones con los mortales. Después
de eso, nos dirigimos cada uno a sus respectivas clases. Eos y yo estábamos cuarto año,
y mi hermano en quinto. Así que compartíamos las mismas clases. Fuimos a las calañas
recreativas, éramos porristas. Yo era la capitana de eso. Así que a mi me tocaba guiar al
equipo.
Me enteré que los nuevos, eran parte del equipo de rugby, así que nos veríamos seguido.