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Capítulo 1: Belleza Inhumana

Después de tanto viaje, desde la ciudad de New Jersey, llegamos a Berlín, Alemania.
Estábamos muy cansados mis hermanos y yo, de tanto viaje.
Mis padres, James y Valerie. Mi padre iba a trabajar con el jefe de gobierno Hiparión
Diamantinis y su mujer Tea Diamantinis. Iba a ser su abogado, en las propuestas
comerciantes. Y mi madre iba a trabajar de enfermera en el hospital, como lo hacía en
nuestro antiguo recinto.
Llegamos a la casa, ya era de noche y fuimos a acomodar, cada uno sus respectivas
habitaciones. Al día tendríamos que ir a la escuela y mis padres a sus respectivos
lugares laborales.
Mi habitación daba a un balcón, donde se podía apreciar gran parte del jardín de color
verde jade. Era hermoso. La noche, la parte del día más bello para mí. Alumbrada con la
luna y los puntos titilantes.
El sueño me venció, y me recosté en la cama. Lentamente fui conciliando el sueño.

A la mañana siguiente, me desperté con los gritos de Journy, mi hermano menor.


—Sean despierta— decía, golpeándome con un almohadón.
—Si, si- le contesté—ya estoy despierto— informé, para que deje de golpearme.
Este se fue y yo me fui a cambiar, me puse algo que no reflejara los nervios que tenía.
Nada del otro mundo, diría yo.
Me encaminé en el auto de Dago, mi hermano mayor. Este estaba en el lado del
conductor, yo del copiloto y Journy atrás.
En las clases, mi hermano mayor iría a quinto año, el menor a tercero y yo a cuarto. Los
nervios en mí eran palpables, así que trate de tranquilizarme.
Al llegar, me encontré con unas muchachas que me enseñaron el establecimiento. Una
se llamaba Mery, de cabellera negra, piel morena y ojos verdes, otra llamada Adelia, de
cabello rubio, tez blanca y ojos azules y la última Frida, de ojos castaño, piel blanca y
pelo del mismo color.
Me dijeron en que salón estaría, y en que clases me tocaría. Me anoté en rugby, ya que
en mi ciudad lo practicaba.
Después de una mañana tranquila, estaba yendo a la clase de historia y me choqué con
alguien.
—Disculpa. —Le dije a una muchacha. La más hermosa que jamás había visto. Su
cuerpo era perfecto, pálido y de ojos castaños, su pelo, de igual tono, llegaba a su
cintura y sus ropas blancas, Resaltaban su belleza descomunal.
—No, está bien. —Me respondió esta con una sonrisa, un tanto más bella que ella
misma. — Bueno adiós. —Dijo despidiéndose.
—Espera— la tome del brazo derecho.
— ¿Si, dime? — Me preguntó, con una media sonrisa.
—Dime tu nombre. — Le pedí, respondiéndole la sonrisa.
—Selene Diamantinis— Contesto
—Un gusto, yo soy Sean Moore— Me presente.
—Igualmente— dijo, y se retiro de la escena.
Me quedé tildado ante tanta belleza junta, su cuerpo, su rostro angelical. Era la chica
más hermosa que jamás había visto.
Los cotilleos eran ciertos.
Ella era la hija de Hiparión, el jefe de gobierno. Y también era la chica que rechazaba a
cada muchacho que se le acercaba. Las muchachas del colegio Alexander Von
Humboldt, le tenían envidia, a ella y a su hermana Eos, y decían que el muchacho más
atractivo de la escuela era Helios.
Todos ellos hermanos por supuesto, uno más hermoso que otro. Eos, tenía los ojos de
color castaño, y su cabello rojizo brillante, pero con una mezcla rara de rubio, su cuerpo
perfecto como su hermana vestida de un color azafrán y su cabello haciendo juego con
su conjunto, largo hasta la cintura.
Helios, con una cabellera rubia y sus ojos de color turquesa, que parecía el mismísimo
cielo, vestido, con unas ropas extrañas, al igual que sus hermanas. Amarillas, con dejes
de brillos. Era el hombre más hermoso que mis ojos habían visto.
Todos los presentes, que recorrían los pasillos en este momento, se desfallecían con solo
mirarlos, las mujeres con Helios de amor, y envidia hacia sus hermanas y los hombres
hacia las muchachas perfectas derrochaban pasión y dependencia de su vista, y envidia
hacia el hermano mayor, porque tenía el suspiro de cada chica en el instituto.
Me quedé embobado con Selene, era la más hermosa de las muchachas. Mi corazón se
aceleraba con solo mirarla. Ella me lanzo una mirada rápida, me sonrió y yo le devolví
la sonrisa sorprendido.
—Es raro— anunció Adelia. — Los Diamantinis no hablan con nadie, que no sean los
profesores, solo hablan entre ellos. — Informó. —Es como que hablan en código. Nadie
entiende lo que dicen— comentó.
—Si, además lo más extraño es como hablan. —Dijo, criticando Mery.
—Es que, lo que yo oí fue que son griegos, y así son sus costumbres. — Defendió Frida
—Si pero igual, estamos en el siglo XXI, ya no hay que hablar ni actuar de esa forma.
— refutó la muchacha rubia. — ¿O no Sean? — me dijo.
—Para... para mí. — tartamudeé. — Tiene razón Frida— contesté, sonriéndole a esta.
—Bueno, como digas— y me tomó de la mano. En ese momento llegaron Journy y
Dago.
Se sentaron al lado de Frida y Adelia. Dago era muy deseado en la anterior escuela. Sus
ojos verdes, el único además de papá con esa artimaña, eran atrayentes para las mujeres,
su pelo castaño al igual que Journy y ojos castaños al igual que yo. De la familia el
único que tenía el pelo negro era yo, me parecía mucho al abuelo Alonso, cuando era
joven. Tuve muchas novias eso sí, tal vez eso da pie en algo.
En la anterior institución, los más lindos éramos mis hermanos y yo, pero ahora; la
belleza de estos tres individuos era impresionante, inhumana.
Capítulo 2: Síntomas por la hora de historia europea

Fuimos a la cafetería, y allí estaban los Diamantinis, en una mesa apartada de todos. Los
tres hablando y riendo entre ellos. Ella se veía tan hermosa, no podía ser tan perfecta.
Mi corazón padecía taquicardia cada vez que sus ojos se encontraban con los míos. Me
daba un poco de vergüenza este acto, pero ella desviaba la mirada, y agachaba la
cabeza, ante la voz resonante de su hermano, que parecía que la regañaba.
Su divinidad era algo que en cierto punto causaba miedo. Todos los miraban con un
cierto respeto, algo muy extraño.
Al tocar el timbre de vuelta a clases, me fui a mi clase de matemática, algo que
realmente no me gustaba. Pero lo debía hacer.
Fui sin ánimos por el pasillo, me despedí de las muchachas y de mis hermanos. Llegué
al salón 216, y me encontré con ella.
Su pelo sedoso con una longitud espectacular, esos ojos penetrantes y su sonrisa
atrayente como imanes. La profesora me sacó de la nube en la que me había colgado.
-¿Usted es?- volvió a preguntar la docente.
-Mi... Mí nombre es Sean Moore- informé, tartamudeando. Ella miró la hoja de registró
y me hizo pasar.
-Yo soy la profesora Miriam Hollasay.- comentó la mujer, de unos cuarenta años, pelo
negro atado en un rodete, y sus ojos ámbar, ocultos tras unas grandes gafas.
Me senté, detrás de ella. Podía ver su hermosa y delicada figura, hablando entre
cuchicheos con su hermana. No podía oír a la distancia en la que me encontraba, pero si
podía ver sus labios moldeados, abrirse y cerrarse ante la composición de palabras.
Me senté al lado de Carlos, un compañero de tez oscura, altura media y ojos negros.
Este me ayudo en la materia, ya que- como dije anteriormente- soy muy malo, y
sumándole la distracción completa, teniendo una ninfa frente de mí.
La clase terminó, y ahora me tocaba historia europea. Estaba muy cansado, ayer a la
noche no dormí muy bien.
Dirigiéndome a la clase del señor Snow With, este me recibió y tomé asiento con una
chica llamada Ahílen. Esta me recibió muy bien y era muy bonita.
Pero luego, el ser más perfecto de todos, entró por la puerta con la compañía de dos
muchachos bellos como ella.
Mi corazón comenzó a latir enfurecido y mis manos a sudar. Ahílen me miró, y se rió.
-Otro más- dijo, afirmando.
-¿Otro más?- pregunté extrañado ante su comentario.
-Si, otro más cayendo bajo los encantos de Selene ¿O es Eos?- inquirió mirando hacia la
pizarra.
-¿Cómo lo sabes?- ignoré su pregunta, para saciarme con la mía.
-Los síntomas- anunció ella-
-¿Síntomas?- musite extrañado.
-Si, tu corazón comenzó a latir fuerte cuando ellos entraron, y tus manos están sudando-
susurró, mirando la aureola de vapor cálido sobre la mesa.
-Selene- respondí ante su anterior pregunta.
-Lo sabía- dijo ella, triunfante.-Otro más- concluyó.
-¿Qué puedo hacer?- pregunté en forma de súplica.
-Nada- contestó ella- Nunca vi a ninguno de ellos salir con alguien- confesó- son
como... No se, son perfectos, pero no salen con nadie- comentó esta.
-Ah- musité, desanimado.
En la clase del señor With, estábamos viendo Mitología Egipcia.
Es un tema realmente interesante, pero sinceramente con una reina de belleza frente
mío, no se muy fácil concentrarse.
Después de esa clase. Terminaba la jornada de estudio. Lo bueno: me iba a casa, y no
tendría que estudiar más, que es algo que la verdad no me gusta. Lo malo: me alejaba de
ella hasta el día siguiente.
Capítulo 3: ¿Qué tú crees que ella te va a prestar atención?

Llegué a mi casa, y me arrojé en todos los sentidos de la palabra en la cama. Estaba


agotado. Pero ahora tendría que hacer la tarea. Tal como el profesor With dijo.
Me fui al baño, y me quité la ropa, me disponía a bañarme. Mientras el agua se
calentaba de la ducha, me observé el reflejo del cristal. Mis cabellos negros, ahora
enrulados debido al vapor del agua, mis ojos almendrados, con un brillo especial,
debido a ella, sobre estos se extendían dos líneas medias que formaban mis cejas, mi
nariz respingada y mis labios carnoso, mis pómulos un poco rosados debido al calor que
se sentía en la atmósfera; mi cuello delgado, adornado con pequeños puntos color
chocolate, los lunares se extendían en un patrón. Mi cuerpo no era escultural, ni perfecto
como el de Helios, pero según los halagos de las muchachas, yo me encontraba en
buena forma. Toqué el agua con mi mano, para comprobar si ya estaba lo
suficientemente caliente, y así era. Me metí dentro de la ducha y me bañé. Cuando salí
de bañarme me coloqué ropa limpia y bajé las escaleras.
Luego de eso, fui a tomar la merienda con mis hermanos.
— ¿Te gusto? — preguntó Journy.
—Si, estuvo rico. — contesté, sin comprender su pregunta.
—No, tonto— me dijo este. — ¿Si te gusto la hija del jefe de papá? — inquirió, con una
sonrisa maliciosa.
— ¿Cual? —musité, haciéndome el desentendido.
—Selene, la que estaba bien.... —antes de que termine le golpee la cabeza.
—Te gusta— sonó victorioso.
—Si, ¿A quién no? — Soné algo obvio- Es perfecta.
— Si, en eso tienes razón— concordó Dago conmigo.
— ¡Ojo! — le advertí a mi hermano mayor.
— ¿Qué tú crees que ella te va a prestar atención? —susurró irónico.
— Eso, tú no lo sabes— le contesté.
—Claro que lo se.- me contradijo— Hasta tú lo sabes.-me acusó. — “Los hermanos
Diamantinis no salen con nadie” — dijo citando lo que hoy, nuestras nuevas amigas
dijeron.
—Eso esta por verse. —Lo desafié.
Dicho esto, subí a mi alcoba. Allí me quedé en la oscuridad de la noche.
Me desperté con los gritos de Dago, diciendo que ya era la hora de ir al colegio. Al
parecer no fui a cenar, y tampoco me cambie, dado que llevaba la ropa de ayer.
(Link:
http://4.bp.blogspot.com/_iHHak7GYzLM/Se08riSehuI/AAAAAAAAEUo/Seaz4fhMB
Wk/s400/joe-jonas-repeat-outfit-offender.jpg )
Me encontré con mis hermanos, y me fui al instituto. Y como era de esperarse, la
majestuosidad de los Diamantinis, hizo acto de presencia en el instituto Alexander Von
Humboldt. Los tres hermanos, vestidos de maneras diferentes, con los mismos colores
de ayer. Pero la hermosura palpable alrededor de su semblante.
Hoy compartía, como va a ser costumbre todos los hermosos días, la hora de
matemáticas e historia europea.
Pero antes tenía que pasar, por el martirio de las demás materias.
Ya había pasado las dos horas de geografía y la hora de biología. Ahora tocaba la
brillante y dulce hora de matemática.
La profesora Hollasay creía que por mi cara de satifacción amaba su materia, pero en
realidad amaba a una de sus alumnas.
Ella, con su pelo cayendo en cascada, con su cuerpo esplendido tan bien formado
usando esto: (LINK: http://www.disneydreaming.com/wp-
content/uploads/2009/03/demi-lovato-20080716-437503.jpg). En la materia me iba
bien, ya que la odio, pero eso no quiere decir que no me valla bien. La hora pasaba tan
rápido, cuando estaba como en el mismísimo cielo. Pero, luego de un lapso de tiempo
con la profesora Miriam, era la clase del señor Snow With.
Ahílen estaba sentada, con su pollera marrón hasta las rodillas, una blusa blanca y su
pelo negro con rulos, cayendo en sus hombros. Su nariz punteada y sus ojos de un negro
azabache me miraban, sabiendo el por qué de mi felicidad, en esa clase.
La miraba, tan bella y hermosa como una ninfa. Era un querubín tan glorioso y dulce,
que hacia que mi corazón de un vuelco.
La clase transcurrió normal, solo el sudor que ya era común viéndola a ella. Y la
taquicardia que me agarraba cuando movía su cabello o zarandeaba su pierna.
Salimos del lugar, y fui a mi casa. Estaba exhausto. Me dirigí a la computadora y allí
estaba conectada en línea mi ex novia. No es que sea mal educado, y no sea caballeroso,
pero es que me desespera. Es muy molesta. Carola.
Conversación on-line

Carola dice: Hola Sean, ¿Cómo estas hermoso?


Sean dice: Bien Carola, ¿Tú?-escribí sin ánimos.
Carola dice: Muy bien, pero extrañándote.
Sean dice: Yo también, estoy bien- le contesté evadiendo el tema.
Carola dice: ¿Me extrañas?
Sean dice: Si, extraño a todos y todo- le dije, en una forma general, que sabía que ella
no quería que mi respuesta fuera así.
Carola dice: ¿Vas a venir a New Jersey?
Sean dice: Llegué hace dos días Carola, no lo se.
Carola dice: Bueno, es que te hecho de menos.
Sean dice: Me tengo que ir. Dago me esta llamando.
Carola dice: Bueno, adiós.
Y me fui.
No me gusta ser así de mal educado, pero esa muchacha saca lo peor de mí. Terminé la
tarea de geografía, matemáticas e historia europea.
Capítulo 4: Otro día más que la veo, me voy a volver loco.

Hoy fui a la clase de historia europea, como lo hacía todos los días. Ella después de
esto, se acercó y me habló. Vestida así (LINK:
http://images.yodibujo.es/_uploads/membres/articles/20081250/2eb0c_3100738605_a2
4f52b63c_o.jpg )
—Hola—.me dijo, con esa voz tan melodiosa, que hacía que mi corazón palpite de
alegría.
—Hola— le respondí el saludo.
— ¿Tú eres Sean Moore? — Inquirió ella, con una sonrisa perturbadora.
—Sí, — conteste— y ¿Tú eres Selene Diamantinis? — le pregunté inocente, ya que con
ella, ese nombre lo soñé desde que la conozco, tanto despierto como dormido.
—Si- me respondió ella. Ambos caminamos en silencio por el pasillo, hasta que la ninfa
majestuosa que tenía a mi lado, rompió el silencio.
— ¿Por qué viniste a vivir aquí? — musito, con sus ojos penetrantes clavados en mí.
—Mi padre vino a trabajar aquí con tu padre, es su abogado. — informé, mirándola de
reojo. — Y mi madre, consiguió trabajo como enfermera en el hospital central de
Berlín. — concluí.
— ¿Y tú eres feliz? —susurro entre sus labios perfectos.
—Claro. — le respondí sincero, cuando estaba a su lado, claro que era feliz. — Pero se
extraña a los amigos. — comenté.
—Si, entiendo eso- me dijo, con nostalgia.
— ¿Por qué tú te has mudado? — pregunté inocente.
—Si, yo soy griega. —Comentó— Y extraño a mis amigos, pero estoy con mis
hermanos. Por eso soy feliz. —Anunció, recorriendo la mirada por los pasillos, viendo a
Eos, su hermana, parada frente a nosotros a unos cuarenta metros. Con aspecto de pocos
amigos.
—Debo irme. —avisó, y rozó su mejilla con la mía, y su figura se desvaneció con la de
su hermana. Me quedé clavado en el suelo. Ella me besó. No de la manera que uno
espera, pero fue el primer contacto físico con ella.
Volvimos a mi casa, yo con una sonrisa dibujada en mi rostro.
Mis padres obviamente estaban en sus respectivos trabajos, Dago me dejó en casa, ya
que iba a dejar a Journy a casa de un compañero y el se iba a el colegio, ya que se anotó
en todas las actividades pos-curriculares. El decía que eso ayudaba a sus estudios
secundarios y más que nada a los universitarios.
Me quedé solo, con la casa bellísima. Mi vida era algo solitaria, aunque mi familia era
grande, siempre preferí la soledad. Mis hermanos eran un gran apoyo, pero tampoco era
la base de esto.
Mi cuarto, alumbrado por el sol que entraba por el balcón, y todos los cd’s
desparramados por toda la mesada. Me puse a acomodarlos cuando encontré un disco
que me llamó la atención. Lo coloqué en el reproductor de música. Y el ambiente quedo
absorbido por la canción Mientes tan bien, Sin bandera.
No se por qué me llamó la atención ese tema, pero lo reproducía en cada momento,
hasta que la noche hizo acto de presencia.
La luna, una de las cosas más hermosas de la noche, estaba llena. Era fantástico. La
noche. Una de las cosas que más amo.
La cena la hice yo, dado que mi madre llegó a las diez y mis hermanos no se iban a
dignar a cocinar nada. Mi madre me agradeció, y yo le respondí con un “De nada” y una
sonrisa. El día fue muy largo. Y pensaba en el por qué de la reacción de Eos, el por qué
de que se halla puesto así.
Me dormí escuchando la canción que daba vueltas en mi cabeza desde la tarde. Mientes
tan bien, que me sabe a verdad, todo lo que me das, y ya te estoy amando, mientes tan
bien, que he llegado a pensar que todo lo que me das...
Esa letra daba vuelta por mi subconsciente. La aurora, me dio con un golpe mortífero,
me olvide de cerrar la corina de mi ventana.
Me preparé para otro día de escuela, o mejor dicho. Otro día viéndola a ella.
Capítulo 5: Hay algo, lo sé

Llegué a la escuela, y la vi conversando con su hermana vestida así (LINK:


http://3.bp.blogspot.com/_gEIl-
qI2Ii0/Sclb2RP68kI/AAAAAAAAHMU/RWLyHfFWzok/s400/demi-lovato-avalon-
amazing.jpg ), esta me vio y agachó la mirada. No me habló cuando la salude en la hora
de matemática y no me devolvió el saludo, se dio vuelta y siguió habando con Eos.
No comprendí el porque de su reacción. Pero seguí mi camino hasta el asiento que
compartía con Carlos.
Me sentía muy desolado, abatido, triste y sorprendido. Por qué me trató así.
Luego de la agobiante hora de matemática. Me fui a sentar en la cafetería. Mis
hermanos me notaron raro, pero se dieron cuenta de que no quería hablar con nadie.

Paso un mes y medio, y ella no me hablaba. Hasta que un día en el estacionamiento, me


plante frente a ella, deteniéndole el paso, pero dejando pasar a su hermana.
— ¿Qué haces? —Inquirió molesta.
— ¿Qué haces tú? —Refuté.
— ¿De qué me hablas? — me dijo, molesta.
— ¿Cómo de qué te hablo? —Pregunté, impresionado.
—Si, de qué. —Musitó.
—De que, de un momento a otro, me hablas, y luego, no. —Le respondí. — No se,
dime tú. —Le dije. —Porque estábamos lo más bien juntos, y luego... —La voz se me
quebró.
—Lo... Lo siento. —Tartamudeó. —Pero es lo mejor Sean. —Le dijo y se fue.

La conversación que tuvimos me dio vueltas en la cabeza, yo no entendía a lo que se


refería, pero lo iba a averiguar.

Volví a mi morada, con un dolor en el pecho, por su rechazo. Y ahora estaba el dolor de
su rechazo, con el de la confusión. ¿Qué me quiso decir?
Me dormí, pensando en todas esas cosas. Pensando en que ella estaba escondiendo algo,
algo que no quería que sepa.

Llegué al colegio, y allí estaba sentada con su familia en las mesas del aparcamiento. Se
veía tan hermosa. Pero los observe no solo por eso, los observé porque quería encontrar
algo. Por más mínimo que sea, quería saber el secreto, eso que los rodeaba a los
Diamantinis.
Helios se percató de mi evaluación hacia él y sus hermanas, y me miró con el ceño
fruncido, yo aparté la mirada y luego volví a observar a los hermanos.
Sus perfectas facciones y sus ropas de antaño. Esos cabellos extraños, la longitud de los
tres era muy rara, sus características era de personas antiguas.
Dago se dio cuenta a quien miraba tan detenidamente y sonrió, lo que yo sentía hacia
Selene era una obsesión fuertemente marcada. Su rostro, tan angelical que parecía una
ninfa reencarnada.
Me fui a mi clase de historia europea, estábamos viendo mitología romana. Era un tema
interesante, ya que el profesor Snow lo explicaba de una manera muy atrayente.
Después de esa clase, me fui a hablar con mi amada, aunque ella me rechacé yo voy a
intentar hasta las últimas consecuencias.
— ¿Podemos hablar? —Pregunté a Selene, quien caminaba muy veloz por los pasillos
de la escuela.
—No. —Me dijo. —Tengo que irme a casa. —Y aceleró el paso más de lo que ya lo
había acelerado.
—Bueno, pero igual vamos a hablar. —Y me puse frente a ella, interponiéndome ante
ella. Esta me miró desafiante, muy molesta.
—Sean. —Empezó, pero yo la detuve.
— ¿Quiero saber qué es lo que pasa? —Exigí mirándola a los ojos, esos ojos
marginados.
— ¿Qué pasa con qué? —Musitó, haciéndose la desentendida.
—Ya lo sabes muy bien Selene. —Le dije a la muchacha.
—Sean no te lo puedo decir. —O sea que sí había algo, como yo lo creía.
—Entonces, hay algo. —Afirmé ante sus anteriores palabras.
—Por favor, déjame. —Me pidió.
—No te voy a dejar. —Dije acercándome a ella. Esta me esquivo y la seguí. Estaba
adentrándose al campo de juego y yo no sabía que hacíamos aquí.

Sus labios, pegados a los míos, en el jardín de rugby. Era de tarde, el ocaso se asomaba
y el campo estaba desierto.
—Me tengo que ir. —Anunció con su voz de soprano.
—No, por favor. —Le pedí, tomándola del brazo derecho.
—No, tengo que hacer algo importante. —Me contradijo desesperada. Helios, su
hermano se acerco con su cara transfigurada por el odio, y yo creí que nos había visto,
pero no fue así.
— ¿Qué haces aquí? —Le preguntó a su hermana molesto. —Ya es la hora, tienes que
salir- le volvió a decir molesto.
—Si, ya lo se. —Le contestó ella. —Me voy. —Y su silueta junto con la de su hermano
desaparecieron. Un minuto después de que ella se haya ido, la noche se apodero del
lugar.
Capítulo 6: Luna Llena

La felicidad que me embargaba en el cuerpo, era tal que lo único que me faltaba hacer
era gritar de la emoción.
La amaba. De eso estoy completamente seguro. Todo lo sucedido hoy y lo que sucedió
en los días anteriores, nunca se los conté a nadie, era solo mío y de ella.
Estaba enamorado de ella, la amaba más que nada, y en el día de hoy, se que a ella le
pasa lo mismo o aunque sea algo parecido.
Me dormí, con las estrellas alumbrando la estancia, esperando que el sol salga. Antes
amaba la noche, ahora el día. Ya que en ese momento podía verla a ella que era mi luna
llena. Ella alumbra mi camino.
Estaba como siempre, rodeada de sus perfectos hermanos. Lo único que tenía que hacer,
era esperar. Esperar a que este sola
Tocó el timbre de ida a clases, pero me quedé esperando a que todo el mundo entre a
sus respectivos salones.
— ¿Me esperabas? —Murmuro ella, tras mi espalda vestida así (LINK:
http://media.timeoutkids.com/resizeImage/htdocs/export_images/40/demi.lovato.750.jp
g)
—Toda la vida. —Le contesté, y bese su mejilla. Pero ella corrió la cara, y el beso se lo
dí en la boca. Sus labios, dulce chocolate, se acompasaban con los míos. Era algo
mágico, sentir sus cálidos labios sobre los míos.
—Te amo. —Le dije, besándola nuevamente.
—Yo también. —Me respondió y se separó de mí. Tres segundos después apareció
Helios detrás de nosotros.
—Vamos Selene. —La llamó autoritario. Esta me sonrió y desapareció antes de que yo
pueda decir o hacer algo.

No se por qué, pero seguí a mi amada. Ella se encontró con sus hermanos, en el campo
de football. Estaba tan hermosa con su cabello castaño cayendo en cascada. Su cuerpo
perfecto acompasado con su bello rostro. Y sus hermanos, como siempre, tan perfectos.
Estos se tomaron de las manos, y vi algo que jamás pude haber soñado.
Un brillo intenso inundo el campo, se veía azul, blanco, amarillo, verde y muchos
colores mezclados. Era algo descomunal, era algo que jamás había visto y después de
tantos colores vi todo negro.
—Sean, Sean- llamaba una voz de ángel
—Selene vamos no despierta, alguien lo va a encontrar. Va a ser mejor que no nos vean
así con el.- musitó su hermana
—Cállate. —Le contesto mi amada. —Sean, mi amor. —Me llamó nuevamente. — ¿Me
escuchas? —Volvía a hablar esa voz de soprano.
—Sele- susurré tan bajo, que pensé que ella no lograría oír.
—Sean, mi amor. —Exclamó ella. — ¿Estas bien? —Inquirió preocupada.
—Si, si estoy bien. —Y dicho esto, recordé lo que había visto. Lo que vi de ellos tres.
Algo muy extraño.
—Tenemos que hablar. —Le dije serio.
—Si después, ahora vamos a la enfermería.
Llegamos a una sala pequeña, con una camilla de color blanco al igual que la pequeña
estancia. Una mujer de pelo blanco y anteojos hasta la nariz, con ojos dulces al igual
que sus facciones, me miró un segundo, y Lugo se acercó a nosotros. Me tomó del brazo
derecho, porque el otro lo poseía Selene, que no me quitaba los ojos de encima.
Me recosté en la camilla, con un colchón muy fino que se podía sentir en mi columna
vertebral la madera, y la enfermera me colocó un termómetro bajo la axila. Luego lo
tomó y observó que no tenía fiebre.
— ¿Qué te pasó muchacho? —Inquirió dulcemente la anciana.
—Nada, solo me desmaye. —Emití la parte de las luces de colores, a ver si me creían
demente. Pero antes yo debía hablar con mi amada.
—Toma cariño, esto es por si te duele la cabeza. —Me dijo la mujer, y me entregó unas
pastillas blancas.
—Gracias. —Le contesté y salí de la enfermería tomando la mano de Sel.
Estábamos en los corredores, desabitados dado que todos los alumnos se encontraban en
sus respectivas aulas. Yo me acerqué a ella, y acaricié su mejilla suavemente.
— ¿Podemos hablar de algo? —Musité en un susurro casi inaudible, pero ella lo
escuchó.
—Si, pero antes debemos ir a clase de historia. —Me atajó. Agarró mi mano, y me jaló
a la clase de Historia Europea.
— ¿Por qué llegan a esta hora? —Preguntó el profesor molesto.
—Disculpe, es que Sean se descompuso y lo llevé a la enfermería. —Explicó la
doncella. —Si quiere averígüelo de la enfermera Rusho.
—No señorita, —Negó el maestro. — ¿Se encuentra bien señor Moore? —Inquirió el
docente, ahora en un tono más amable, pero yo sabía porque no quería que la hoja del
jefe de gobierno se queje en dirección por su comportamiento hacia su hija.
—Si señor With. —Le contesté cortésmente.
Me senté con Ahílen como era lo habitual en esa clase, ella me saludó con una sonrisa y
yo se la devolví amablemente. Apilé mis libros en una pequeña torre, y los apoyé en el
piso, al lado de mi banco de clase.
—Bueno chicos. —Habló el profesor para llamar nuestra atención. —Hoy vamos a
hablar de Mitología Griega. —Anunció el interpelado. —La mitología griega es el
cuerpo de historias pertenecientes a los antiguos griegos que tratan de sus dioses y
héroes, la naturaleza del mundo y los orígenes y significado de sus propios cultos y
prácticas rituales. Los investigadores modernos acudieron a los mitos y los estudiaron
en un intento por arrojar luz sobre las instituciones religiosas y políticas de la antigua
Grecia y, en general, sobre la antigua civilización griega, así como para entender mejor
la naturaleza de la propia creación de los mitos.
>>La mitología griega consiste explícitamente en una extensa colección de relatos e
implícitamente en artes figurativos, como cerámica pintada y ofrendas votivas. Los
mitos griegos explican los orígenes del mundo y detallan las vidas y aventuras de una
amplia variedad de dioses, héroes, titanes y otras criaturas mitológicas. Estos relatos
fueron originalmente difundidos en una tradición poética oral, si bien actualmente los
mitos se conocen principalmente gracias a la literatura griega. Las fuentes literarias más
antiguas conocidas, los poemas épicos la Ilíada y la Odisea, se centran en los sucesos en
torno a la Guerra de Troya.
>>En el pizarrón les voy a anotar unos cuantos nombres.
En la pizarra anotó: Dioses más conocidos:
• Zeus
• Hera
• Hefesto
• Artemisa
• Apolo
• Atenea
• Afrodita
• Hades
• Poseidón
• Ares
• Dionisio
• Hermes
—Chicos, de estos Dioses quiero que me traigan, quienes eran, donde habitaban y que
era lo que hacían.
Luego de eso, salí de la clase y me dirigí a hablar con mi amada. Ella estaba hablando
con sus hermanos en un tono inaudible. Helios y Eos la miraban con reproche y
molestos, y Sel agachaba su mirada, arrepentida.
Cuando estuve a pocos pasos de ellos, los dos hermanos de Selene me fulminaron con la
mirada y ella me miro con melancolía.
—Vamos. —Anunció esta y se separo de sus hermanos, y al alejarnos ambos nos
miraban con cara de pocos amigos. Avanzábamos a toda velocidad, parece que ella de
verdad quería alejarse de sus hermanos.
—Gracias. —Dijo esta, y beso mi mejilla.
—Cuando quieras- le conteste, y le respondí el beso. Caminamos por los largos y
poblados pasillos de la escuela, en silencio. Pero no era un silencio incómodo, al
contrario, era un silencio apreciador. Yo la observaba, contemplaba su hermosura, esa
belleza majestuosa e imperial. Era tan bella que, llegaba a incomodar. Me sentía
inferior, inferior de no merecerla, de que ella me dice que me ama, pero no lo creo. Es
tan perfecta, que no puede quererme. A mí. No la merezco.
Capitulo 7: Una tarde con el misterio... O con mi amada.

— ¿Salimos hoy? —Solté de sopetón, mirándola dudar.


—Claro. —Me contestó.
—Bueno, entonces te paso a buscar a las ocho y... —Me interrumpió.
—No. —Contestó nerviosa. —De noche no, tiene que ser de día. —Me explicó.
— ¿Por qué? —Inquirí desconcertado.
—Porque mi padre es estricto, y Helios no me va a ayudar mucho. —Prosiguió. —Por
eso. —Concluyó, acariciando mi mano, la que teníamos sujetadas ambos.
—Esta bien.
Caminamos, y otra vez reinó el silencio. La dejé en el porche de su casa, y ella me
despidió con un beso en la mejilla, temiendo que alguien nos vea.
Me dirigí al auto de Dago, sabiendo que cuando regrese a la escuela me mataría, dado
que los he hecho esperar a el y a Journy.
— ¡¿Dónde diablos te has metido?! —Se quejó mi hermano mayor, con molestia y
enfado en la voz.
—Fui a dar una vuelta. —Mentí.
—No es cierto- me contradijo Journy. —Fuiste con Selene, los vi desde el
aparcamiento- explicó el muchacho de cabellera castaña.
—Ah, con que esas tenemos. —Anunció comprendiendo todo Dago.
-Si, la fui a llevar a su casa. —Confesé.- Disculpen por tardar- me disculpe.
-De acuerdo. —Contestó Dago. Yo me senté en el asiento del copiloto, Journy en el
asiento trasero y mi hermano mayor al volante. Llegamos tarde a casa, porque Dago es
una tortuga manejando. Llegué y me fui directo a bañar, lo hice rápido y luego me fui a
vestir. Me cambié y peiné y la llamé.
—Hola princesa. —La saludé, al atenderme.
—Hola Sean. —Le contestó.
—Te paso a buscar en... —Y me interrumpió.
—Lo antes posible. —Pidió ella. No entendí su petición pero le respondí.
—Ya voy para allá. —Me apresuré a decir y colgué.
Salí de la casa a toda prisa, sin importarme el “¿A dónde vas?” de mis hermanos, tomé
el auto y me dirigí a la vivienda de mi doncella. En el camino estaba muy nervioso, ya
se que no lo debería estar porque ella me había dicho esas dos palabras tan mágicas y
únicas que una persona podría decir “Te amo”. Pero lo estaba.
Era lo más dotado de hermosura que mis ojos hayan capturado. Era única en cada
aspecto de ella, tanto físico como espiritual.
La amaba.
Llegué a su morada y aparqué el auto frente a su casa, ella salió de su hogar y se dirigió
a donde yo me encontraba, yo la secundé y me acerqué más a ella. Estaba espectacular.
Vestida; tenía una vestido de color blanco, largo hasta los pies, pero con un corte a los
costados, un poco ajustado y una túnica cubriendo su cuerpo. Tenía tacones altos, dado
que la vi más alta. Su rostro sin nada de maquillaje, como era habitual en ella, y su
cabello cayendo en cascada, tan hermoso como la dueña.
—Hola hermosa. —La saludé y bese su mejilla, teniendo en cuenta en el lugar donde
nos encontrábamos y ella vestida así: (LINK:
http://2.bp.blogspot.com/_gRoqFPl4xp8/SdYoHe4kccI/AAAAAAAACM0/hzWmYT_J
IpU/s400/demi-lovato-hm-premiere%5B1%5D.jpg)
—Hola Sean- me saludó esta, con un son de alegría en su voz angelical.
— ¿Vamos señorita? —Pregunté con una sonrisa.
—Por supuesto. —Me contestó y devolvió la sonrisa más agraciada que mis ojos hayan
capturado. Le abrí la puerta del copiloto, en un gesto caballeroso, y esta me sonrió
ampliamente. Luego subí al vehículo y lo hice andar.
— ¿A dónde vamos? —Inquirió, minutos después de salir de su casa.
—Es una sorpresa- le contesté misterioso. — ¿Qué paso hoy? —Le pregunté, tomando
valor.
— ¿De qué hablas? —Farfulló haciéndose la desentendida. Pero yo se que ella sabía.
Yo antes de desmayarme vi esas luces multicolores provenientes de ellos tres, pero
sabía que me lo ib a negar, o me iba a decir que yo estaba desvariando.
—Sabes perfectamente de que hablo- le conteste, mirándola fijamente a los ojos, esos
ojos chocolate fundido, un mar donde me perdía literalmente.
— ¿Ya llegamos? —Musito, tratando de cambiar de tema.
—Si. —Le respondí, viendo que si insistía lo más probable es que se ofenda, y no
quiera volver a hablarme. Yo se que ella, y no solo ella si no también sus hermanos,
ocultan algo. Algo raro y misterioso. Algo que sinceramente no comprendo.
Pero lo voy a averiguar.
Capitulo 8: El interrogatorio. Me siento del FBI

Aparqué en el estacionamiento del lugar. Y fui a abrirle la puerta hidalgamente esta


tomó mi mano para salir del auto, y yo la uní con la mía. Cerré la puerta con la mano
que tenía libre y nos dirigimos al parque.
La entrada, una puerta de rejas negras doble hoja, y rodeado de árboles. El verde jade
era abrumador. Entramos tomados de la mano, al igual que muchas parejas de por allí.
La abracé por la cintura y ella apoyó su cabeza en mi pecho. Caminábamos por una
senda, rodeada por césped y árboles de un tamaño inmenso. Anduvimos en silencio,
hasta llegar a un lago. Nos sentamos en la orilla, y acaricié su mejilla.
—Te amo. —Le dije, mirándola a los ojos, esos ojos en los que me perdía.
—Yo también, no sabes cuanto—M.e confesó, besando mis labios. Era un beso suave y
tranquilo. Pero se volvió ardiente. Mis labios lo único que deseaban eran los suyos, era
una necesidad irrevocable. La amo más que nada, pero yo quiero conocerla.
— ¿Tuviste novio en Grecia? —Le pregunte inocente, dado que acá en Berlín, como me
habían dicho, ella nunca salió con nadie.
—Si, tuve dos novios allá. —Me comentó. — ¿Y tú? —Me preguntó, mirándome con
ternura.
—Si, una, Carola. —Le conté. — ¿Y tus novios como se llamaban? —Le pregunté.
—Se llaman, no murieron. —Yo reí ante tal comentario y ella me siguió. —Endimión y
Zeus- me contestó. Yo quedé un poco descolocado. Espera un momento, que nombres
más extraños. —Si, lose, son nombres raros. —Disertó ante la expresión que se dibujo
en mi rostro. —Pero en Grecia son nombres comunes. —Explicó la belleza.
—Ah. —Le objeté. — ¿Y cómo se llaman tus amigos, los que me dijiste que extrañas?
—Musite, mirando la hermosura de ella y la naturaleza que nos rodeaba.
—Titán, el es mi hermano. —Me contó. —Pero decidió quedarse en Grecia, y al ser
mayor de edad, mis padres no pudieron hacer nada. —Explicó. —Venus, mi mejor
amiga después de mi hermana, Palas, él era como mi hermano, Prometeo mi mejor
amigo y Astrea, una gran amiga. —Musito, con un son de tristeza y nostalgia en su voz.
— ¿Y tú? —Me preguntó, mirando el lago, con sus ojos puros y cristalinos.
—Stefan, mi mejor amigo, Math y Nick, ellos son mis mejor amigos. —Le relaté,
acariciando su mejilla tersamente. —Los extraño, pero hablo casi siempre con ellos. —
Le declaré, luego bese sus labios. Era el elixir de la felicidad, estar así con ella.
— ¿Y a tus anteriores novios los amas? —Le pregunté separándome de sus labios, un
tanto preocupado por su respuesta.
—No, lo ame. —Me corrigió. —A Zeus no lo amé, solo lo quise mucho. Pero nada más.
A Endimión si. —Me confesó. —Pero ahora no lo amo. Solo te amo a ti.
Yo ante tal respuesta bese sus labios, con una felicidad que no me cabía en el pecho.
Ella de verdad estaba enamorada de mí y yo de ella. Mi mundo si ella no existiría, ella
es la razón de que haga todo lo que hago. La razón de mi existir. La causa de mi mundo.
Solo se eso, la amo.
— ¿Y tú a tu novia? —Me preguntó ella, con un son de nerviosismo en su voz.
—Claro que la amo. —Le respondí feliz. —Porque tu eres mi novia y te amo. —Y la
bese, un beso corto en los labios. —Y Carola la quiero, pero absolutamente nada más.
—Soné muy convencido, para que ella se convenza de que ella es lo más importante de
mi vida.
Pensé que cada cosa que yo descubriera de ella, ella hacía lo mismo conmigo, pero no
me importaba, solo el deseo de escuchar su melodiosa voz era lo que me mantenía en
pie. Saber de ella, conocerla y hacerla feliz. Era mi meta.
— ¿Tú color favorito? —Inquirí, tomando su mano izquierda, acariciándola.
—Plateado, blanco y negro. —Contesto, segura de su decisión. — ¿Y el tuyo? —Me
preguntó, repitiendo el acto que yo había hecho anteriormente con su mano.
—El marrón, el marrón chocolate. —Le contesté y ella me puso una cara de no
entender.
— ¿Por qué ese color? —Curioseó desentendida.
—Es el color de tus ojos. —Dicho esto, su piel nívea se tornó un poco colorada en sus
mejillas, dado que por mi comentario paso, y estaba cálido donde apoyé mis dedos.
— ¿Tú comida favorita?- le pregunté, besando el dorso de su mano.
—El gyros- me respondió y yo puse una cara de “¿Qué?”, y ella rió ante mi expresión.
—Es carne asada, se sirve con salsa y acompañado decorativamente con tomate y
cebolla sobre un pan de pita. —Me explicó.— ¿Y la tuya?
—Hamburguesa con papas fritas. —Conteste y ella rió.
— ¿El momento del día que más te gusta? —Me preguntó, algo entusiasmada por mi
respuesta.
—El día. —Contesté, y ella bajo la mirada. —Bueno, en realidad, desde hace porco es
el día. Antes era la noche- y levanto su vista, con una sonrisa centellante. —Pero desde
que te conozco, quiero que sea de día para verte. —Le expliqué. — ¿Y el tuyo?
—La noche. —Susurro sin dudar.
— ¿Película favorita?
—Mmm..... —Dudó. —Casablanca, ¿La tuya?
—Que película antigua. —Le dije. —La mía... La guerra de Troya. —Y ella rió ante mi
respuesta. — ¿Qué pasa no te gusta?
—No, no es eso, es que... Nada. —Y me besó, logrando hacerme olvidar hasta de mi
nombre.
— ¿Pasa tiempo favorito? —Preguntó ella, mirando el horizonte.
—Estar contigo. —Le contesté y ella sonrió. — ¿El tuyo?
—Viajar... Y estar contigo, claro.
La conversación transcurrió así. Le pregunte más sobre sus amigos, familia, su anterior
escuela, las cosas que le gustaban y las que no. Pero cuando se hicieron las siete de la
tarde ella se levanto y dijo.
—Es tarde, debo irme. —Musito algo nerviosa.
—Esta bien, vamos. —Le contesté, al verla en ese estado de nerviosismo.
Subimos al auto y la deje en la puerta de su casa. Me beso dulce y pasionalmente en los
labios, y entró a su morada a una velocidad impresionante. De verdad le tenía miedo a
su padre.

Capítulo 9: Mi Selene

Llegué a mi casa, y mis padres aún no llegaban. Entré y me encontré con la mirada de
mis hermanos, miradas de reproche.
— ¿Dónde estuviste? —Preguntó Dago, molesto- Estábamos preocupados por ti. No
llevas tu celular, no dices donde vas.- empezó a elevar el tono de su voz.
—Salí con Selene, cosas mías. —Le dije al fin.
—Podrías haber avisado, o algo. Digo para no preocuparnos. —Yo me fui.
Sinceramente no tenía ganas de que Dago me arruine esta felicidad tan grande que me
embargaba. Hoy fue el día más placentero y feliz de mi vida. Lo juro.
Me recosté en la cama. Y dejé que el sueño venga a mí. No tenía hambre, así que no
cené.
El sueño se apoderó de mí.
El sol se desplegaba por el horizonte. Otro día de clases. Otro día con ella.
Me fui a bañar y luego me puse una ropa sencilla. No tenía ganas de andar vistiendo
algo tan ostentoso. Bajé a desayunar y solo estaban mis hermanos. Mamá y papá
salieron temprano, de nuevo.
Luego fuimos al auto, de camino a la escuela, donde la vería. Su auto ya estaba
aparcado a unos seis lugares de donde nosotros estacionamos. Salí como flecha del
lugar, despidiéndome con un “Adiós”, y me fui.
Las clases pasaban, va, ya ni sabía si pasaba. Para mí el tiempo se detenía cuando ella
estaba a mi lado. O mejor dicho cerca de mí.
Me sonreía en todo momento, cada vez que su mirada se encontraba con la mía, y cada
vez, también, que Eos observaba esto, la tomaba del brazo y hacía que dejara de
mirarme.
Llegaron la horrorosas matemáticas, no tenía ganas de soportar a la señora Hollasay.
Entré al salón, y ella se encontraba sentada, aparte. No se sentaba junto a su hermana,
Eos estaba en el fondo, sin dirigirle ni una mirada a su hermana, con su vista clavada en
un libro que traía en sus manos.
Selene me hizo un gesto de que me siente a su lado, y como resistirme a un pedido de
ella. Le daría hasta la vida.
— ¿Te sientas conmigo hoy? —Inquirió mirándome con esa profundidad en los ojos,
vestida así: (LINK:
http://3.bp.blogspot.com/_Xir8YkFGLyE/SU7aHIVmVEI/AAAAAAAAASA/JU5I4Cu
MPX8/s400/demi-lovato-la-la-land-10.jpg)
—Claro. —Le contesté y bese su mejilla.
La profesora empezó a dar unos ejercicios que sinceramente no hice. Estaba pendiente
de ella. Cada movimiento, cada parpadeo, cada respiración y suspiro.
Cuando hablaba, era música para mis oídos. Su voz era el sonido más bello que podría
existir. Su voz de soprano retumbaba en mi mente, y sonaba a son con mi corazón.
Terminó la hora agobiante de la señora Hollasay, y entró el señor With.
—Buenos días alumnos- saludó el profesor al entrar por la puerta.
—Buenos días profesor With- saludamos al unísono todos los estudiantes.
—Bien alumnos, quiero que me dejen sobre el escritorio los trabajos que les di ayer.
Pásenlos de atrás para delante.- pidió el docente, todos pasamos nuestros trabajos y
quedaron sobre el escritorio del maestro.
—Empecemos con la clase. Quedamos en los Dioses de la mitología griega. Ahora
vamos a hablar de los Titanes —masculino— y Titánides —femenino— eran una raza
de poderosos seres que gobernaron el Universo durante la legendaria edad dorada.
>>Los Titanes fueron doce desde su primera aparición literaria, en la Teogonía de
Hesíodo; en su Biblioteca mitológica Apolodoro añade un decimotercero, Dione, una
doble de Tea. Estaban relacionados con diversos conceptos primordiales, algunos de los
cuales simplemente se extrapolaban de sus nombres: el océano y la fructífera tierra, el
sol y la luna, la memoria y la ley natural. Los doce Titanes de la primera generación
fueron liderados por el más joven, Crono, quien derrocó a su padre, Urano (‘Cielo’), a
instancias de su madre, Gea (‘Tierra’).
>>Posteriormente los Titanes engendraron una segunda generación, notablemente los
hijos de Hiperión; Helios, Eos y Selene, las hijas de Ceo (Leto y Asteria) y los hijos de
Jápeto (Prometeo, Epimeteo, Atlas y Menecio).
Los Titanes precedieron a los doce olímpicos, quienes, guiados por Zeus, terminaron
derrocándolos en la Titanomaquia (‘Guerra de los Titanes’). La mayoría de ellos fueron
entonces encarcelados en el Tártaro, la región más profunda del inframundo.

Cuando el profesor dijo eso, el pulso se me detuvo. Acaba de decir que Hiperión y Tea
eran los padres de Helios, Eos y Selene. Me recorrió un escalofrío.
“solo una coincidencia” me repetía a mi mismo, es solo eso. Sean cálmate, ellos no
son... ¿O tal vez si? No eso no puede ser. Es algo que no.
Mi Selene una Titánide. No eso es imposible.
Toda la hora de Historia europea estuve colgado. ¿Y si es verdad lo que sospecho? ¿Y si
esta familia de hermosuras eran Titanes? ¿Y si por eso eran hermosos como son?
Salí del aula, y me dirigí al aparcamiento sin saludar a mi amada. Estaba muy nervioso
con respecto a lo que acabo de oír. Todo el viaje a casa estuve callado, no podía
conciliar un pensamiento coherente.
Fui hacia mi cuarto y me recosté en la cama. Rogué al cielo de que ya que la noche
anterior no dormí nada, el sueño llegara a mí en estos momentos, un momento en el que
quería que ya fuera mañana.
Me desperté a las seis de la mañana. Y me fui a bañar, terminé una tarea que no hice
ayer. Estaba muy preocupado, pero debía averiguar que sucede.

Capítulo 10: La descubrí.

Llegué a la institución y me dirigí a la dirección. La habitación blanca, decorada con


cuadros de logros universitarios, mejores alumnos, y demás inundaban las paredes. Un
escritorio de madera color caoba en medio y a los costados dos archivadores de cada
lado.
En esos muebles de metal, busqué en la letra D. allí la encontré a ella. Decía que había
estado en una escuela de Grecia anteriormente, y que era la mejor alumna de esa
institución. También que había ganado muchos premios académicos. Pero nada.
Salí frustrado de la habitación, pero no entiendo porque, lo que yo suponía era una
locura. Mi novia y su familia ¿Dioses? Por favor Sean, estas completamente loco. Eso
es imposible.
Pero luego recordé el brillo que vi. Lo que yo observé esa tarde de ellos tres, la rareza
de sus nombres y la coincidencia de que sean iguales a los de esa familia mitológica.
Zeus dijo ella, uno de sus novios. Zeus, el Dios del olimpo por lo que estudie.
Esto me estaba asustando. Me salteé la clase de matemática, y me dirigí al salón de
computación, dado que a esta hora no se ejerce esa materia.
Busqué en Internet y me aparecía una chica famosa. Pero no era ella. Y luego puse.
—Selene diosa— Y me apareció esta información:
En la mitología griega, Selene era una antigua diosa lunar, hija de los titanes Hiperión y
Tea. Su equivalente en la mitología romana era la diosa Luna.
Cuenta la leyenda que Selene vio a Endimión dormido en una cueva del monte Lamos
cerca de Mileto, donde éste se había refugiado para descansar y que ambos se
enamoraron. Selene pidió entonces a Zeus que concediera a Endimión la vida eterna
para que así nunca le abandonase. Esta petición revela que ésta es una transformación
olímpica de un mito más antiguo: Cicerón reconocía que la diosa luna había actuado por
su cuenta. Alternativamente, Endimión tomó la decisión de dormir en un sueño
perpetuo, del que sólo despertaba para recibir a Selene.
Cada noche, Selene bajaba a la cueva del monte Lamos para visitar a su amante
dormido. De este amor nacieron cincuenta hijas.
Aunque la historia de Endimión es la más conocida actualmente, los himnos homéricos
cuentan que Selene también tuvo con Zeus tres hijas incluyendo a Pandia, la
«completamente brillante» luna llena, y según algunas versiones también el león de
Nemea.

Cuando leí esto, mi corazón se detuvo ¿Cincuenta hijas? Por Dios. Todo concuerda. Las
facciones de la pintura, la estatua romana. Era igual a ella. Los nombres, sus padres, sus
hermanos, su novio.
Me daba mucho miedo. Tenía que hablar con ella. Si o sí.

Salí del lugar, y tampoco fui a clase de historia europea. Debía pensar en como le iba a
decir esto.
—Mi amor, ¿Eres una Diosa? —Musite, caminando por los pasillos desabitados de la
escuela. —No así no. —Negué para mí. —Sele, no quieres contarme los nombres de tus
cincuenta hijas. —No claro que no, así no.
Estuve así toda la hora, hasta que el timbre diera por finalizada la etapa de historia
europea. Fui hasta la puerta del salón de la clase, y allí salio ella. Con su cabello
castaño, sus ojos tan llamativos y perfectos al igual que su rostro con facciones de
ángel. Ella era perfecta. Digna de ser una Diosa.
—Hola mi amor. —Me saludó ella, y besó mis labios con un beso corto, pero dulce.
—Hola Sele. —La saludé y besé su mejilla. —Podemos hablar. —Le pedí, tomando de
su mano izquierda.
—Si. —Me contestó, y salimos de le escuela. Caminamos en silencio todo el trayecto
hasta una plaza.
Nos sentamos en una banca de color blanca, con bordes negros. Y yo inhalé una gran
bocanada de aire.
— ¿Qué pasa Sean? —Inquirió ella, dado que estaba tan nervioso que ya sudaba.
—Te tengo que hacer una pregunta, que es muy difícil de hacer. —Le dije, muy
alterado. Creo que mi presión subió a pico en ese momento.
—Dime. —Musitó, insinuándome confianza.
—Se lo que eres. Perfecta y bella Selene. —Susurré, muy cerca de sus labios y sin
perder el contacto visual.
— ¿De... De que hablas? —Preguntó notablemente nerviosa, y bajando la vista.
—Selene, La Diosa Lunar. —Le expliqué. —Medre de cincuenta y tres hijos. —
Proseguí. —Endimión padre de cincuenta de tus hijas y Zeus, el dios del olimpo, de
tres.
—Sean yo te puedo explicar... —La detuve.
—No, no quiero que me expliques nada Selene.
—No soy madre. —Me negó. —Y lo otro... Si es verdad. —Aceptó. —Soy la diosa de
la luna, al igual que mis padres y hermanos.
—No lo puedo creer. —Musité, no cayendo en lo que estaba diciendo.
—Si, si es verdad. —Certero. —Pero yo no soy madre. —Me volvió a negar.
—No mientas Selene, yo lo leí, leí todo de tu vida.
—No, es mentira, yo no estuve con ellos, lo juro. Nunca llegaría a eso, con ninguno de
los dos. De verdad. —Me gritó, que creo que algunos de los que estaban alrededor la
oyeron. —Esas son idioteces que los mortales crean.
— ¿De verdad? —Le pregunté con una esperanza creciendo en mi.
—Claro. Es cierto que Endimión y Zeus fueron algo en mi vida, pero no me casé ni tuve
hijos con ellos.
—Te amo. —Le dije, sin pensar en todo lo que había descubierto de ella.
—Te juro que te amo. Y en mis, muchos años de vida. —Se rió ante tal comentario. —
Nunca amé tanto a alguien como te amo a ti. —Me aseguró.
—Yo también te amo. Y lo único que quiero es que confíes en mí. —Le pedí, en un
susurro casi inaudible.
Después de estas declaraciones, caminamos por el parque en silencio. Hasta que se hizo
muy tarde, el sol casi se ocultaba y ella se puso muy nerviosa.
—Debo irme. —Me dijo yéndose de mi lado.
— ¿Por qué? —Pregunté tratando de alargar el momento.
—Porque alguien debe traer la noche. —Y yo no entendí su comentario.
— ¿Qué? —Inquirí desconcertado.
— ¿Quién crees que trae la luna y las estrellas? Pues yo. —Y me beso en los labios. —
Eos trae el amanecer, es la Diosa del Aurora y Helios trae el Sol, trae el día, es el Dios
del Sol. —Me contó ella.
—Wuauu. —Exclamé algo sorprendido.
Llegamos a la puerta de su casa, ella me beso en los labios, y se retiró del lugar.
Capítulo 11: Shockeado, Tengo motivos ¿No?

Me fui a mi casa caminando, quedaba un poquito lejos de la de mi Diosa, pero llegué.


Mis hermanos se preocuparon al verme, debía de tener una cara que asustaba. ¿Y quién
no? Uno cuando se entera de que su novia es una Diosa Griega, ¿Cómo estaría?
Pero lo que le dije a Sele hoy es verdad, a mi no me importa nada. No me importa quien
es ni que es, lo único que me importa es que la amo. Y que ese amor es correspondido.
Fui a comer, y allí estaba toda mi familia sentada a la mesa. Cenamos en silencio, a
excepción de mis padres, que se contaron entre ellos como estuvo su día. Su
conversación era algo que, verdaderamente, no me interesaba, hasta que un comentario
de mi padre atrajo mi atención.
— ¿El sábado? —Inquirió mi madre, algo exaltada.
—No cariño, el viernes. —Le corrigió mi padre. —Quiero que los muchachos estén
bien presentados. —Le pidió el a mi progenitora. —Vamos a ir a cenar con mi jefe,
quiero que sea todo perfecto mi amor- musito hablando con su esposa.
—Está bien James, van a estar perfectos. —Le contestó, y dirigió una rápida mirada a
nosotros tres.
Yo me quede shockeado, eso quería decir que iba a ir a cenar a la casa de Sel, de sus
padres. Con mi suegros, que no solo eso, si no que son Dioses. Con poderes extraños, y
sinceramente me causaba temor.
Mi padre no sabe que ni quienes son los señores Diamantinis.
Subí a mi habitación, y veo que la pantalla de mi celular brillaba. Tenía un mensaje de
texto.
— “Gracias por aceptarme tal cual soy. Sean tú no sabes lo importante que es para mi.
También se, que por tu cabeza deben estar pasando miles de cosas. Pero mañana te voy
a responder a las miles de dudas que seguro plante en tu mente. Te amo. Selene” —
Mi corazón palpitaba cada vez más rápido. Era algo magnifico sentir que me amaba.
Saber que ella no me dejaría aunque no sea tan fantástico y perfecto como ella.
Sel, es el amor de mi vida. Es aquella persona por la que daría todo. Nunca pensé
encontrarme así.
Digo, soy un hombre. Se suponía que todo eso del “te amo para siempre” y “eres mi
vida”, eran cursilerías de las mujeres. Pero no. El sentimiento que embarga mi corazón,
ese sentimiento que hace que mi corazón lata con más intensidad al escuchar su voz, o
cuando me manda así un mensaje, también cuando solo contemplo su belleza anormal.
Me quedé dormido, mirando por mi balcón la noche. Pensando que ella esta ahí. Que se
encuentra conmigo.
Ella trae este manto negro, con pequeños puntos de luz, y esa grandezca y brillante
esfera. Ella trae la noche.
Me desperté con los insoportables gritos de mi hermano mayor. Diciendo que era hora
de ir a la enfermiza jaula institucional.
Pero por suerte hoy es viernes. Un momento. Viernes. Hoy vamos a cenar a la casa de
los Diamantinis, es hoy. Hoy es la cena con mi humana y normal familia. Con la
magnifica y diócesis de ella.
Me cambié con ropa elegante, fina dada la ocasión que la requería. Mi padre estaba muy
nervioso, y este me los sumaba a mi, dado que yo me encontraba más nervioso que el.
La casa, tan amplia y bien cuidada de la familia de mi amada, se encontraba frente mío.
Y las miradas de mi familia me perturbaban. Mi padre demasiado nervioso, mi madre
infundiéndole valor, mis hermanos algo frenéticos pero a su vez inquietados
Nos abrió la puerta Tea, la madre de Selene, acompañada de Hiparión, su esposo. Nos
dieron la bienvenida. Y luego nos acompañaron a el salón principal, donde se
encontraban sus perfectos hijos.
Sele me sonrió al verme, se acercó y saludó a mis padres y a mis hermanos vestida así
(LINK: http://images2.fanpop.com/images/photos/4400000/Demi-the-premiere-of-
Jonas-Brothers-3D-Concert-Experience-demi-lovato-4453600-817-1222.jpg); luego a
mi. Helios y Eos saludaron a mi familia, pero a la hora de saludarme a mí, no se veían
tan complacidos.
Nos sentamos todos en una mesa alargada de roble, Hiparión estaba en la cabecera de la
mesa, a su derecha su esposa y a su izquierda su hijo. Selene se encontraba a mi lado y
al de Journy, que la miraba como si fuera algo de otro mundo. Y en verdad lo era.
La cena transcurrió con las conversaciones sobre trabajo de los adultos, y la
conversación, insulsa, con mi novia. Journy y Dago estaba muy pendientes de nuestra
plática, pero Eos y Helios, parecían ignorarlo por completo.
—Cuéntame hijo. —Me dirigió la mirada a mí el padre de mi novia. — ¿Qué planeas
estudiar después de terminar la preparatoria? —Inquirió el hombre.
—Voy a estudiar periodismo, señor. —Le contesté, con sumo respeto.
—Que interesante carrera. —Señaló este.
— ¿Y tú Selene, qué vas a estudiar? —Preguntó mi padre, interesado en ella, dado de
que el sabe que es mi novia.
—Yo voy a estudiar relaciones internacionales. —Le contestó la diosa, y mi padre le
sonrió gustoso ante su respuesta.
—Es un placer conocer al novio de mi hija. —Reconoció Tea, sonriéndome con cariño.
—Gra...Gracias. —Le contesté, un poco ahogado ante su comentario
Capítulo 12: La cena... ¿Seré la comida?

Sentía la mirada fulminante de Helios sobre mí. Era algo torturador. Pero la veía a ella,
y todos esos mínimos problemas desaparecían al verla sonreír. Con su rostro de ángel
frente mío.
La velada concluyo tranquila, se podría decir. Salimos de la casa de los Diamantinis, yo
me despedí de Selene, sabiendo que la vería mañana, dado de que le pedí a su padre de
salir conmigo, y el acepto gustoso.
Yo sabia que en esa familia todos estaban al tanto de que yo sabía lo que eran ellos,
pero trataban de no hacérmelo notar tanto. Me recosté en mi lecho y de mi balcón con la
ventana abierta, sentía una ligera brisa recorrer mi cuerpo, y de un segundo a otro se
esfumo. Abrí los ojos con dificultad, debido al cansancio y me encontré con un ángel
frente mío.
—Perdón... Te desperté. —Se disculpó la ninfa plateada.
—No... No te preocupes. —Le dije, tomando su mano derecha.- ¿Qué haces aquí?
—Vine a traer la noche, no creerás que llega sola, ¿No? —Inquirió. Yo reí ante su
comentario.
— ¿Te quedas conmigo? —Pregunté, acariciando la mano que poseía.
—No se... —Dudó ella.
—Por favor, juro que me porto bien. —Le aseguré, besando su mano.
—Mis padres... —Comenzó y yo la interrumpí.
—Tus padres no se van a enterar. —Le aseguré. Ella rió entre dientes.
—Claro, Sean, mi padre es el Dios del todo lo ve. —Musitó ella.
—Bueno, está bien, vete. —Le dije, soltando su mano.
—No, me quedaré, pero...
—Duerme conmigo. —Susurré, haciéndole un lugar en mi lecho. Ella, con su túnica
blanco plateado, esos ojos castaños tan penetrantes que me volvían loco. Su boca rojiza,
se acerco lentamente a la mía y se unió en un beso, tan dulce y calmo, uno que jamás
nos dimos.
— ¿Me amas?- inquirió, tocando mis labios con su dedo anular.
—Más que a mi propia vida- le juré, y besé su dedo.
Ella recostó su cabeza delicadamente sobre mi pecho y yo acomodé la mía sobre su
cabeza. Acariciando su espalda suavemente, hasta llegar su cintura.
El sol se encontraba en el horizonte todavía, miré a mi lado izquierdo y no la vi. Me
levanté para buscarla pero ella no se encontraba.
Hallé una nota que decía: Helios nos vio en tu casa, dijo que tenía que volver a mi
morada. Te veo en la escuela. Te amo. Selene.

—Hola hermosa— saludé a mi novia, besando su mejilla, y ella vestida así: (LINK:
http://3.bp.blogspot.com/_QJxH51tJYaM/SYYF579vvbI/AAAAAAAAAFI/E5D4pzDP
4x0/s400/demi-lovato-lo-que-soy-02%5B1%5D.jpg )
—Hola Sean, ¿Cómo dormiste? — inquirió, con una sonrisa pícara.
—La mejor noche de mi vida— acepté, tomando su mano.
Las tortuosas horas pasaron, lo único que era majestuoso en esas aulas de cuatro
paredes, era que estaba con el ser más perfecto jamás creado.
Llegué a mi casa, luego de un extenso día de escuela. Y cuando entré a mi casilla de
mail y me llegó un correo de la página de Titanes que busqué cuando quise saber la
verdad a cerca de Selene.
Lo leí por simple curiosidad, decía que lo que eran los titanes y también algo que
anteriormente no me percate. Inmortales.
Eso es imposible. Selene es inmortal, no lo creo.
Tomé el auto de Dago, sin escuchar las sartas de insultos que decía a mis espaldas,
cuando estuve frente a el porche de la casa de los Diamantinis, toqué el timbre y me
abrió la puerta una mujer, joven y bella.
—Hola querido— Saludó Tea, la madre de Selene.
—Hola señora Diamantinis, ¿Esta Selene? — pregunté en la puerta de la casa.
—Claro, pasa Sean— invitó la mujer. — Esta en su alcoba, pasa. —dicho esto, señaló
una escalera, con barandales blancos, y ella se retiró hacia el living. Yo subí las
escaleras a paso firme, y me encontré con una puerta, blanca, con pequeños destellos
plateados que decía en una caligrafía excelente; Selene.
Toqué la puerta, y allí estaba ella, con su dulzura y frescura, tan perfecta y majestuosa
como una Diosa, que eso era lo que es. Una Diosa.
— ¿Qué haces aquí amor? — inquirió ella, besando mis labios, un beso corto, pero
reflejando el amor que siente hacia mi.
— ¿Podemos hablar? — inquirí en un tono dubitativo.
—Seguro, entra— me invito a pasar. Ingresé a la habitación, la habitación de una
princesa. Su cuarto blanco como la luna llena, en cada esquina del lugar, una alfombra
color arena, las paredes tenían una guarda plateada brillante; su lecho, con un dosel de
hierro blanco, y sus colchas blancas al igual que todo su cuarto. En el lado derecho de la
recamara, había un piano de cola, una violín, un saxo y un violonchelo. Artista, como
me lo imagine. Y en el lado izquierdo, una biblioteca repleta de libros.
Ella se sentó en una silla de hierro, y yo en el borde de su cama, entrelazando mis
dedos, muy nervioso.
— ¿De qué quieres hablar Sean? — dijo, mirándome fijamente a los ojos.
—De ti— confesé en un susurro. — ¿Eres inmortal? — musité, tan rápido mis palabras,
que creo que no comprendió, pero al ver su expresión, yo creo que si.
—Si Sean, soy inmortal. Al igual que todos los de nuestra especie. — Contestó ella,
tomando mi mano, y llevándola a su boca, para rozarla con sus labios.
—Yo... —me detuve ante lo que iba a decir.
— ¿Tu...? —me animó ella.
—Nada, que te amo. —le dije y la besé dulcemente en sus exquisitos labios.
Capítulo 13: Llego ella. ¿Quién la trajo acá? ¿Santa Claus vino antes? Y encima
me trae algo que no quiero y me saca lo que más quiero.

Después de la conversación con mi amada, me dirigí a mi casa, estaba muy nervioso por
lo que me había dicho mi novia. ¿Cuántos años tendrá? Me preguntaba para mí una y
otra vez.
Llegué a mi alcoba y me quedé encerrado allí hasta el día siguiente. Me levante al igual
que todos los días y allí la encontré a ella, vestida así: (LINK:
http://3.bp.blogspot.com/_wRa-W
APaCs/STSoj7ONP9I/AAAAAAAAB5s/6cNOVJqHhL4/s400/demi-lovato-hollywood-
christmas-parade+(19)-thumb-440x634.jpg ) se veía tan perfecta al igual que siempre, y
muchísimos años que yo no llegué a observarla, dado que yo no había nacido.
Fui a mis horas de clase cotidianas, pero en la hora de historia europea me encontré con
alguien que no esperaba hallar.
Allí, sentada en mi lugar habitual, se encontraba Carola. Ella estaba acá en Berlín. ¿Qué
demonios hace aquí?
—Hola hermoso. —Saludó la muchacha de pelo brea, con una sonrisa marcada en su
rostro.
— ¿Qué estas haciendo aquí? —Farfullé en un tono de voz un tanto alto.
—Se saluda, ¿No? —Musitó con un deje de malicia en la voz, tratando de ocultarlo con
enojo falso.
—Contéstame. —Le exigí, un tanto nervioso.
—Bueno, tranquilo hermoso. —Me pidió Carola. —Vine porque te extrañaba mucho, y
creo que ahora que vivimos en el mismo lugar, podríamos volver a estar juntos. —
Musitó, pasando sus brazos por mi cuello.
—No Carola. Yo ya tengo novia. —Le dije, tajante.
— ¿Qué? —Exclamó ahogada.
—Lo siento Caro, pero es la verdad. —Sentándome en mí banco.
—No lo creo. —Y dicho esto, salió del salón corriendo, esquivando a todos los
presentes. Luego de esa salida de mi exnovia, todos los alumnos en el aula se me
quedaron viendo, con un rostro de asombro.
Y luego de eso, ingresa mi ángel. La hermosura, con su sonrisa característica, tan bella
como una diosa, que eso es lo que era. Se sentó a mi lado, y me sonrió, dulcemente.
—Hola mi amor. —Le dije, rozando su mano, por debajo de la mesa.
—Hola Sean. —Me contestó ella, mirando hacia el frente.
Después de la horripilante clase de matemática, teníamos el pequeño receso, donde me
encontré a alguien que no me hubiera querido encontrar.
— ¿Es ella? —Musito Carola, con su voz ahogada por el sollozo y por la maravilla, de
encontrarse con semejante belleza a mi lado, supongo yo.
—Si, Carola, ella es Selene, mi novia. —Las presenté, remarcado la palabra mí. Y las
facciones del rostro de Selene se modificaron, ella parecía saber quien era.
—Hola Carola, un placer, soy Selene Diamantinis. —Dijo la ninfa, dándole la mano a la
muchacha de pelo negro.
—Hola. —Susurró ella, fría. —Tengo que irme. —Y dicho esto, se retiró del lugar,
desapareciendo entre la gente del pasillo.
—Es tu ex ¿No? —Preguntó ella, sabiendo la respuesta.
—Si. —Le contesté, tomándola por la cintura. —Y tú eres el amor de mi vida. —Le
dije, besándola en los labios dulcemente.
Las clases del día de hoy habían terminado. Me fui a mi casa y me cambie, hoy saldría
con mi amada.
Me cambie; http://2.bp.blogspot.com/_SA_rj0f4QF8/SAN-
xYXDG7I/AAAAAAAAAHo/setPZO_SrOc/s200/Men+Casual.jpg
Salí de mi casa en el auto y fui a la mansión de mi amada. Toqué el timbre y allí estaba
mi novia. Tan hermosa y perfecta, un ángel perfecto deslumbrándome ante mis ojos.
Ella estaba vestida con un vestido negro corto, con diseños brillantes del mismo color y
zapatos en punta. http://images.coveralia.com/autores/fotos/demi-lovato7591.jpg
—Hola mi amor. —La saludé y no dejé que me contestara, dado que mis labios se
encontraban sobre los de ella. Me tomó de la mano y nos dirigimos al auto, la
calefacción estaba un poco arriba, dado de que hacía un poco de frío. Llegamos a un
restaurante, donde yo había hecho una reservación para ambos.
El mozo nos llevó hasta la mesa, era redonda con sillas de terciopelo rojo. La pared era
de piedra, y en esta se encontraba un diseño de terciopelo al igual que los de la silla. El
sitio era muy romántico y acogedor.
http://rinconessecretos.files.wordpress.com/2008/04/flambee-rincon-salon.jpg
—Esto es hermoso. —Musitó mi ángel con una sonrisa cautivadora.
—Tú eres hermosa. —Le dije, acariciando su mano por encima de la mesa, ella estando
frente a frente. — ¿Te dije que te amo?
—Yo también te amo.
Luego de eso, llegó el mozo pidiendo lo que íbamos a cenar. Ella pidió Mufalfal pilaf y
yo Tallarines a la parchitana con un vino dulce y agua mineral para beber. Selene era la
persona más hermosa que jamás allá podido divisar, cada movimiento, cada respiración,
cada cosa que ella hace era captado por mi. Estando junto a Sel, me hacía hasta olvidar
el mal rato que pasé con Carola, dado que yo no la quiero acá. Lo que más quiero es que
se valla. Después de la cena la dejé en su casa, y me fui directo a la mía. Cuando entré
me encontré con una sorpresa no tan grata.
— ¿Qué haces acá Carola? —Le dije, cuando la vi sentada en el sillón de mi casa con
mis padres y mis hermanos.
—Saluda Sean. —Me regañó mi madre. —Se más respetuoso con las mujeres, yo no te
eduqué así.
—Hola Carola. —Susurré a regañadientes. — ¿Qué haces aquí?
—Vine a visitar a una abuela a Magdeburgo, pero ya que estaba en el país vine a ver a
la familia más linda.
—Bueno ya visitaste ahora vete.
— ¡Sean! —Gritó mi madre molesta.
— ¿Qué es la verdad?
—Quédate tranquilo Sean, lo que te dije en la escuela no es cierto, ya me voy a ir en
unos días, nada más.
—Bueno, adiós. —Farfullé y me dirigí a mi habitación y llamé a mi amada.
—Hola mi amor. —Me saludó Sele del otro lado del teléfono.
—Hola hermosa, ¿Vas a venir?
—Solo si tú quieres.
—Claro hermosa, ven por favor.
—Esta bien, en una media hora voy.
—Te espero, toda la vida.
Dicho esto me quité la ropa, quedé en musculosa y en bóxer. Me dirigí al baño de mi
cuarto pero recordé que se rompieron los caños y no había agua hasta la próxima
semana que los iban a cambiar. Abrí la puerta de mi cuarto y el baño estaba ocupado,
alguien se estaba bañando. Pensé que era Journy dado que es el único que no tiene baño
en su cuarto. Este se ve que no me oyó dado que no habló como lo hace cuando alguien
entra al baño. Me fui al lavabo, me lavé las manos y luego siento como el agua de la
bañera se apaga.
— ¡Ahhhh! —Escuché un gritó fino detrás de mi.
— ¿Carol, qué demonios haces aquí?
— ¿Cómo que hago?, me baño. —Contestó saliendo de la bañera.
—Lo sé, pero ¿Qué haces en mi casa? —Inquirí tratando de no mirarla, dado que estaba
solo cubierta con una toalla.
—Me voy a quedar aquí hasta la próxima semana.
—Esta bien, adiós. —Dicho esto salí del cuarto de baño y me fui a mi dormitorio, y me
encontré con Selene, con un semblante de pocos amigos.
—Mi vida. —La saludé con una sonrisa.
— ¿Qué hace ella aquí? —Inquirió molesta.
—No lo se, mis padres la dejaron aquí.
—Esta bien, quédate con ella, digo en el baño la estaban pasando muy bien ¿No? —
Dijo molesta y con una lágrima derramando por su mejilla.
—Déjame explicarte Sele lo que paso fue... —Ella me interrumpió.
—No me importa, déjame tranquila. Nunca debería haberme metido con un mortal. —
Siseó y salió por la ventana en un abrir y cerrar de ojos.
Capítulo 14: Mi felicidad se terminó

Narrado Por Selene Diamantinis

Salí de la habitación de Sean con el corazón roto en dos. Me sentía tan pero tan
destruida, que cuando llegué a mi casa ignoré las preguntas de mi familia. Lo único que
me importaba era el dolor de mi corazón.
En el pasado ya me han lastimado, pero nunca estuve tan enamorada como de Sean, y
ahora esta con esa. Bueno fue su primera novia y su primer amor, tal vez me usó para
olvidarse de mí, tal vez le da miedo lo que soy y no se atrevió a decirlo.
¿Por qué a mí? ¿Por qué no me ama?
Lo amo más que nada, y la noche se va a apoderar de todo lo juro.
La noche ya había llegado, pero las estrellas no aparecían y la luna estaba en luna
nueva.
Me quedé dormida, con lágrimas en mis mejillas, hasta que el sol iluminó todo. Me fui a
bañar y me lave los dientes. Me peiné con bucles, que se quedaban también en la parte
delantera de mi cara, y recogido atrás. Con un pequeño adorno en mi cabello.
http://www.vayapelos.com/news/files/1/7/peinado4gn4ng2af2.jpg
Luego me fui a maquillar, con un negro grisáceo en los ojos y un delicado brillo labial.
http://www.tuimagenpersonal.com/contenidos/img/imagenes/31.jpg
Y por último me vestí con un vestido corto rojo, una cartera dorada y los accesorios en
el mismo color. http://www.topnews.in/light/files/images/Miley-Cyrus5.jpeg
Los dioses somos hermosos a la vista de los hombres, voy a hacer que el se arrepienta
de haberme engañado con su ex. El se va a dar cuenta de que yo soy mucho más que su
noviecita. De eso estoy segura. Más hermosa, más culta, con mucha más experiencia en
cualquier aspecto de la vida.
La puerta sonó tres veces, alguien del otro lado la golpeaba, eso quería decir que ya
tenía que bajar. Me miré por última vez al espejo. Mi cuerpo perfecto se exhibía
destellante frente al cristal.
Hoy deslumbraría a cada muchacho del instituto Alexander Von Humboldt. Bajé las
escaleras y allí estaba Helios junto con Eos esperándome en el hall de la casa. Besé sus
mejillas y nos dirigimos a la escuela. Hoy no había desayunado, creo que lo haré en la
hora del receso.
Las calles rodeadas de personas que se dirigían a sus trabajos, a la escuela o
simplemente paseaban por la ciudad, decoraban las calles de Berlín. Al igual que el
verde jade de los árboles pasaba por nosotros, de lo rápido que manejaba Helios, solo se
podía apreciar un borrón verdoso.
Al llegar a la escuela, bajé del vehículo, y como era de esperarse, todas las miradas se
posaron en mis hermanos y en mí. La cara de los hombres, era un éxtasis de felicidad
para mi, saber que todos los mortales me seguían amando. Todos a excepción del que
yo quería que me ame.
— ¿Sean viste a tu novia? —Susurró Jorney, el hermano pequeño de este. Luego sentí
la mirada de mi amado sobre mí. Y unos brazos fuertes a mi contorno. En un momento
a otro me hallaba en los pasillos del colegio.
— ¿Qué haces así? —Farfulló Sean en un tono de reprobación absoluta.
— ¿Disculpa? —Reclamé en tono zalamero. —Que mal no recuerde, tú y yo no somos
nada. Mejor ve y dile a tu novia humana como se viste, y a mí déjame en paz. —Dicho
esto giré sobre mi misma y me disponía a salir, hasta que la mano de Sean apretando mi
brazo me lo impidió.
—Ella no es mi novia.
—No lo parece, ¿Por qué no vas con ella? Digo te debe estar extrañando.
—Selene, ella no es nada mío, lo que sucedió que una equivocación.
—Exacto. —Musité entre mis labios, con un nudo en la garganta latente. —Lo nuestro
fue un error, jamás me debería haber enamorado de un mortal nuevamente.
—Yo te amo. —Me dijo Sean, acercándose lentamente a mí.
—Valla forma de demostrarlo. Mejor déjame tranquila y salé con una persona de tu
especie.
Después de esa pequeña conversación me fui de ese sitio a la hora de matemática. Allí
estaba mi hermana en el banco de siempre, me senté a su lado y ella no dijo nada.
Seguro mi padre le habrá dicho algo de lo sucedido, o simplemente escucho nuestra
discusión con Sean.
En la hora de la señora Hollasay, se me derramaron pequeñas lágrimas de tristeza. El
amor de mi vida, o de unos pocos años de ella, lo había perdido muy rápido.

Las clases de matemática llegaron a su fin y me fui al jardín de la escula por el receso.
Me encontré con una imagen que nunca quisiera haberme encontrado. Sean y Carola se
estaban besando. Desde hay salí corriendo rápidamente, y el me vio y se separó de la
muchacha odiosa.
— ¡Selene! —Me llamaba Sean a los gritos, hasta que el me alcanzo.
—No Sean, digas lo que digas no me convencerás. Juro que voy a llegar a odiarte, me
lastimaste como nunca nadie lo ah hecho.
Dicho esto me fui del lugar, llegué a mi casa gracias al transporte público, entré a mi
vivienda y subí a mi recamara. Tomé una valija y comencé a guardar mi ropa entre
lágrimas. Guarde todas mis pertenencias y luego dejé una carta para mis padres y mis
hermanos.
Me fui a bañar y me cambie, me puse una camisa escocesa negra y fucsia y un short de
jeans.http://4.bp.blogspot.com/_I5HF_zn7VRE/SZRkRbuY6WI/AAAAAAAAAFA/Co
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Salí de la casa dejándola atrás. Me subí al colectivo que me dejaría en el aeropuerto.
Dejo atrás todo; mi familia, mi casa, mis hermanos, mi amor. Mi nuevo país.
Capítulo 15: Nuevas amistades

Llegue al aeropuerto y pedí un pasaje a Estocolmo, capital de Suecia. La verdad estaba


destruida, esperando a abordar el maldito avión. Estaba tan cansada que juro que iba a
morir en ese momento si yo pudiera.
Las lágrimas corrían sin cesar, el dolor que sentía en mis adentros era algo incesante.
Era como si mi mundo se estuviera desmoronando, el era mi casa, mi templo y se estaba
cayendo todo lo que yo creí en menos de unas horas.
“Pasajeros del vuelo 1989 con destino a Estocolmo, Suecia, abordar por la plataforma
15, muchas gracias”. La voz en el altavoz resonó en todo el aeropuerto, tomé mis dos
maletas y me dispuse a ir al avión. Una mujer de ojos verdes y cabello rubio me indicó
donde sentar, el asiento 16 del lado de la ventana. Me dispuse a mirar hacia el exterior,
no tenía ganas de deliberar en lo que venía, y en lo que perdí. Pensar que lo escuche
tantas veces jurándome amor, y resulta que estaba con ella.
Sinceramente, en mi larga vida, y lo de larga es real, me eh dado cuenta de que nada
vale la pena, solo el amor. Pero el amor de mis hermanos y el de mis padres no era
suficiente.
Me había roto el corazón más allá de todo lo pensado, él, un ser simple, me había
destrozado, a mí, a una diosa, un simple mortal, un simple hombre, el simple amor de
mi vida.
Estoy cansada de luchar, toda mi vida trabajé, toda mi vida hice lo que tenía que hacer.
Pero eh decidido algo, que el mundo se vuelva tan negro como yo. Mi universo estaba
en penumbras, en una oscuridad obsoleta, ahora yo les voy a brindar a los seres
humanos esa oscuridad que yo poseo dentro de mi ser. Hacerles sentir el sufrimiento de
la noche, hacerles padecer lo que su raza me hizo a mí.
Pero ahora, debía luchar contra mis hermanos. Mi propósito era brindarles noche a los
mortales y Helios y Eos no me lo permitirían, así que esto es algo mío. Yo debo darles
la noche, una noche de luna nueva y sin estrellas, para siempre.
También había un problema con mis planes, si yo me peleaba con mis hermanos,
debería verlos nuevamente, y ellos me convencerían de volver, y lo que estaba haciendo
era una locura. Así que desistí de mis propósitos
Llegar a la bella ciudad de Suecia, era algo muy hermoso. Todas las calles eran de un
cuento de hadas, lástima que yo no salgo de uno de ellos. Tomé un taxi que me llevara
al hotel en donde me alojaría, por un tiempo indefinido.
El lugar era muy acogedor, las paredes tapizadas de un blanco amarillento, con una
guarda de color dorado, una mesa de madera de roble color caoba, unos cuadros de
pintores famosos, el piso de cerámica blanca, a la derecha una cocina muy diminuta,
pero con lo básico, y frente al living comedor un ventanal gigantesco, en la puerta de la
izquierda se encontraba mi habitación, había un ropero extenso, una cama de dos plazas
y un baño en la esquina de este con bañera.
Me fui a bañar, para relajarme un poco, eran las tres de la tarde, así que para que la
noche llegase todavía faltaba. Me sentía muy mal, pero quería despejarme con lo que
sea. El agua cálida rozando mi piel marfileña era una sensación de paz que me
embriagaba, y el hecho de que en mi vida, desde aquel doloroso momento, no había paz,
me llenaba de euforia.
Salí de la bañera, envuelta en una toalla rosa pálido, y fui a buscar ropa a mi placard.
Me puse un vestido blanco sencillo con una chalina del mismo color.
http://www.elmundodealejo.com/wp-content/uploads/2008/10/image484.png
Después de eso, decidí ir a recorrer la ciudad. Cada cosa que veía me hacía recordar a
él. Y eso me dolía, y mucho. Terminé en un café. Pedí uno y me senté en la mesa del
lado de la ventana, el olor a esos granos marrones estaba impregnado en todo el lugar.
Pensar en todo lo sucedido me lastimaba, así que dejé de hacerlo cuando el muchacho
de cabellera negra y ojos de igual tono interrumpió mis pensamientos.
—Una muchacha tan linda como tú, no debería estar con esa cara. —Musitó el chico,
dejando la taza de café que ordené. Lo contemplé por un momento, tenía el pelo corto al
ras, unos ojos negros como la noche al igual que su cabellera. Su piel oscura hacía
resaltar la belleza de sus ojos tan profundos y bellos. Su cuerpo bien formado, con
características parecidas a las de un luchador de box profesional, y una belleza palpable
en cualquier lugar. Era alto, de eso no cabía ninguna duda. En otras palabras. Perfecto.
—No tengo otra. —Le contesté tajante.
—Apuesto a que sí, con una sonrisa sería perfecto ese rostro de ángel. —Susurró,
mostrándome una bella producida en su rostro. Yo lo complací con una y sentí que de
su frente caían diminutas gotas de sudor.
—Si quieres, siéntate. —Le ofrecí y este tomó asiento frente a mí.
— ¿Y por qué tan triste? —Preguntó mirándome fijamente a los ojos.
—Por nada.
—Si no quieres contarme, está bien. Pero desahogarte sería bueno. —Aconsejó el
muchacho de unos diecinueve o veinte años.
—Mi novio me engaño, con su ex novia. Jurándome que me amaba más que nada en el
mundo. Le confesé mi más grande secreto. Y me traicionó. —Confesé todo de sopetón
y entre mi diminuto relato, derramé una lágrima.
—No llores, él es el que perdió, no tú. —Anunció el muchacho.
—No lo sé.
—Pero yo sí, eres la chica más hermosa que jamás eh visto, lo juro. Y apuesto que
detrás de esa belleza superficial, se encuentra una belleza interior.
—Gracias por todo lo que me dijiste, eres muy amable.
—Gracias, pero sólo dije la verdad. —Dicho esto tomó mi mano y la besó. — Y dime...
¿Tú nombre?
—Selene Diamantinis, ¿Tú?
—Leandro Clermer.
—Bonito nombre.
—Gracias Selene. —Farfulló el con una sonrisa. — ¿Quieres pasear por la ciudad? El
primer Tour es gratis.
Yo reí ante su comentario y solo asentí. Salimos del café, obviamente pague la cuenta
primero, y caminamos por Estocolmo.
Capítulo 16: Viajando por el hemisferio Norte

—Gracias. —Musité cuando nos sentamos en una banca donde se esperaba al transporte
público.
— ¿Por qué? —Preguntó dirigiendo su vista a mí.
—Por hacerme olvidar de todo. Gracias. —Dicho esto lo abracé, fue un abrazo sincero y
lleno de agradecimiento. Que es lo que en verdad siento.
—De nada Sele, cuando quieras. —Farfulló mostrando una bella sonrisa.
—Me tengo que ir. —Anuncié mirando la hora en mi reloj.
—Está bien, te llevo hasta donde estas parando. —Se ofreció parándose de la banca.
—Claro.
Caminamos todo el trayecto hasta el hotel, el contándome de su familia, que
desgraciadamente había muerto en un accidente y que vivía con su abuela, de su trabajo,
en el café donde nos conocimos, la universidad, dado que estudia cinematografía, y yo
contándole hasta donde se me permitía de mi familia, amigos y de mis estudios, hasta
llegar al albergue.
—Gracias por todo ___, fue muy lindo conocerte. —Le agradecí abriendo la puerta de
la hostería.
—No tienes nada que agradecer, me gustó conocerte. Podríamos salir otro día, ¿Si
quieres?
—Me encantaría. —Dicho esto besé delicadamente su mejilla e ingresé al lugar. Subí a
mi respectiva habitación y me acosté cómodamente en mi cama. Luego de eso, me
coloqué la ropa para hacer mi travesía por las ciudades de toda esta parte del continente.
Gracias a mis ayudantes, que durante el día de Europa, Asia y América del Norte, ellas
traían la noche, y yo vivía una vida normal. Amapola era la “líder”, de mis asistentes.
Ella las controlaba y llevaban la oscuridad a toda la parte del globo donde yo no llegaba.
Amapola estaba dotada de un poder especial, ella tenía parte de mí en ella, al igual que
todas las demás, yo soy la única Titánide que puede oscurecer el mundo. Con la ayuda
de la piedra Estramidermis, una piedra donde yo brindo mis poderes de Diosa a las
demás, ellas pueden ayudarme.
Empecé a recorrer cada parte del continente, viajando por todo lados, primero por Asia,
luego por Europa, y me detuve en la casa de Sean. El estaba apoyado en el umbral de su
balcón observando la noche. Tenía una expresión de fatigado, dolido y avergonzado. Lo
miraba detenidamente, estábamos frente a frente, lo miraba a sus ojos almendrados,
pero este no me miraba, dado que cuando soy la diosa de la Luna, los mortales no me
pueden ver. Este largo un gran suspiro y entró a su dormitorio. Cerró la puerta y estiró
las cortinas, y yo me retiré de la escena, con el alma partida en dos, debido al rencuentro
de mi amado.
Volví a la habitación del hotel, y me recosté en mi mullido lecho, las paredes de ese
amarillento color, llegaban a marearme. Una lágrima se derramó por mi mejilla y yo me
percaté de este hecho cuando tocó el acolchado. Me puse mi pijama, un vestido de seda
corto negro, con detalles en fucsia en el busto, (Link:
http://www.tania.com.mx/images/products/large/5270.jpg ) y me fui a dormir.
Estaba en el quinto sueño, por así decirlo, y el teléfono de mi habitación me sacó del el,
tanteé sobre la mesadita de luz, a ver si lo podía agarrar si sentarme, pero en el camino
tiré un vaso así que decidí sentarme y tomar el auricular.
—Buenos días señorita Diamantinis, disculpe que la moleste, pero hay un muchacho
que la busca. —Informó el hombre de servicio.
— ¿Quién es? —Pregunté adormilada y con la voz un poco ronca.
—Helios, se llama.
—Dígale que enseguida bajo, gracias. —Dicho esto corté, la verdad estaba un poco
cansada. No podía creer que mi hermano me haya seguido, buscado, o lo que sea que
haya hecho. Estoy harta, yo quería olvidarme de todo, y de todos, y ahora resulta que en
mi “nueva vida” vuelve a aparecer gente que desearía olvidar. No es que no ame a mi
hermano, es que cualquier cosa, o persona que se halla encontrado en el momento en el
que me enamoré de él, me duele.
Me vestí, me puse una remera negra sencilla y sobre este un saco largo negro, que
cubría todo mi cuerpo, hasta sobre la rodilla, y unos zapatos de tacón del mismo tono
(Link: http://teenhollywood411.files.wordpress.com/2008/09/taylor_swift.jpg). Baje las
escaleras y me encontré con el muchacho de cabellera rubia, cuerpo perfecto y unos
ojos celestes como el cielo. Su mirada era furibunda, y causaba escalofríos verlo así.
Capítulo 17: Que sueñito

— ¿Te volviste completamente loca, no? —Musitó en el hall del hotel.


—Helio yo... —El me interrumpió.
—Tú, nada, Selene. Te vuelves conmigo ya a casa.
— ¡No!, yo no regreso a Berlín, jamás. —Dicho esto me di vuelta, y sentí su mano
sobre mi brazo y girándome sobre mi misma.
—No te lo estoy preguntando, te lo estoy ordenando.
—Tú no me ordenas nada, yo no vuelvo a Alemania, nunca.
— ¿Es por ese chico? —Inquirió con el ceño fruncido, y su rostro reflejaba enojo.
—Claro que sí, estoy destruida Helios, me rompió el corazón. —Lo abracé, fue un
abrazó que necesitaba desde el momento en el que lo vi a él con Carola.
—Tranquila Sele, no llores. —Musitó ahora dulce, rozando mi espalda y cabello, con su
mano grande.
Subimos a mi recamara, yo abrazada de él. Nos recostamos en mi cama y las lágrimas
empapaban su remera. Pensar en Sean me destrozaba, pero yo no quería pensar en el, no
quería pensar en ese futuro que ambos hubiéramos tenido.
—Mira Sel, el amor es así. Tú no puedes pensar que ese humano, iba a estar contigo
para siempre. Él se embelezó contigo, y tú debes seguir tu camino. ¿Entiendes?
—Si, pero me duele. —Sollocé abrazándolo más fuerte.
Mi llanto siguió por un par de horas más, y el cansancio me venció, la verdad estaba
muy triste, tuve un sueño algo perturbador.
“—Te amo.
—Yo también Sean, pero ¿Dónde está Marcos?
—Acá estoy mami. —contestó un niño de cabello castaño y ojos almendrados, de unos
cuatro años. Su mamá se dio vuelta y era Carola, y tomada de su mano se encontraba
Sean. El dolor que me produjo esa imagen fue espeluznante, y lo pero es el miedo que
tengo de que eso ocurra. De que él la ame tanto como para casarse y tener a ese
pequeño de mis alucinaciones.
—Te amo más que nada Carola. —Susurró sobre sus labios y luego los besó, de una
manera dulce y profunda, de la misma manera en la que él me besaba a mí. El niño
tiraba de las ropas de su padre para que se desprenda de al lado de Carola, está tomó
a su hijo en sus brazos y en un momento me desperté de esa horrible pesadilla.”

— ¿Helios? —Pregunté por toda la casa y nada. Arriba de la mesa había un papel
doblado con mi nombre en el.
“Sele, sé que estas muy triste, pero trata de despejarte, un muchacho llamado Leandro
vino a buscarte, por lo que observé hablaba de ti muy “interesado”. Olvídate de Sean,
ese muchacho parece muy bueno. Volví a casa, te tengo que dejar sola, sé que tu vas a
estar muy bien. Te amo.
Helios.”
—Leandro. —Susurré por inercia, mirando por la ventana, que se exhibía la hermosa
ciudad de Estocolmo.
Bajé por el ascensor y me encontré con Leandro en la recepción. Este se estaba
peleando con los de seguridad.
—Lo siento, pero el es mi invitado. —Les informé a la gente de uniforme celeste.
—Disculpe señorita, no lo sabíamos. —Musitó uno de los hombres y se retiró hasta su
pequeño escritorio de madera.
—Perdón Leandro. —Le dije sentándome en el banquito que estaba
a nuestro lado. Este me acompaño y me beso la mejilla dulcemente.
— ¿Estas bien Sel? —Preguntó el con preocupación.
—Tuve un sueño horrible. —Confesé abrazándolo fuertemente.
— ¿Qué soñaste Sele?
—Soñé que Sean, tenía un hijo con Carola, su ex, va, ahora actual. —Farfullé y volví a
llorar en su hombro.
—Fue solo un sueño, eso es algo que no va a pasar. —Me consoló el, y besó mi mejilla,
acariciaba mi espalda en un camino de arriba a bajo, una y otra vez.
—Ojala.
Capítulo 18: De vuelta a Grecia

Pasaron ya ocho meses, no tuve ni noticias de mis hermanos, mis padres o de él. Mi
amado, con el que sueño cada noche de mi vida, jamás apareció, daba indicios de que
yo ya no era tan importante para el, o que mi queridísimo hermano no le había dicho
nada de mi paradero. Leandro se convirtió en mi mejor amigo. El estuvo siempre desde
que sucedió lo que sucedió. El conoce toda mi historia, menos de que soy una
inhumana, Titánide que trae la noche a su país.
— ¿Vamos al faro?
—Vamos. —Lea me tomó de la mano y caminado llegamos al faro. Ese faro estaba
abandonado, y allí pasábamos horas, riendo, charlando, cantando y demás cosas
hacíamos allá. Llegamos al lugar y nos sentamos en el lugar de siempre, donde se podía
observar todo el bello paisaje, las olas rompían al compás de mis respiraciones, el agua
cristalina, con la espuma blanca como la nieve, traía un olor especial a este sitio, la brisa
de mar, a conjunto con la arena blanca, era el lugar donde más me gustaba estar. Era allí
donde me desconectaba de todo, y me olvidaba del dolor de mi alma, del dolor del
engaño.
—Hay algo que debo decirte Lean. —Siseé mirándolo fijamente a los ojos, y luego
desviando la mirada al sumiso mar.
—Dime.
—Me voy.
— ¿A dónde? —Preguntó espantado.
—A mi país.
—Vuelves con él, ¿No? —Inquirió un tanto molesto.
—Claro que no, me voy a Grecia.
— ¿A Grecia? —Dijo confundido.
—Si, allá nací. Tengo que hacer cosas de familia, y luego volveré.
— ¿Me lo prometes?
—Obvio. —Dicho esto lo abracé. Un abrazó de un adiós. Eso es lo que fue.
—Debo irme. —Susurré y me levanté de mi lugar. Este tomó mi mano y nos dirigimos
al hotel. Leandro me ayudó a empacar mis pertenencias, yo le dije que no sabía cuanto
tiempo iba a estar en Atenas, pero la realidad era que si sabía. Yo no iba a volver a
Estocolmo, jamás.
—Esto es un hasta luego ¿Verdad? —Indagó acariciando mi mejilla.
—Es un hasta luego. —Lo abracé fuerte y me fui al auto que me estaba esperando en la
entrada de la hostería. Era un dolor muy grande saber que a mi mejor amigo no lo iba a
ver más, pero debía saber que era lo que necesitaban en el olimpo. Una reunión con
todos los dioses y titanes no se hacía desde hace siglos. Debe ser algo muy grave. De
eso estoy segura. Llegué al aeropuerto y en menos de media hora mi avión partió rumbo
a mi tierra natal.

—Muchas gracias. —Le dije al taxista y le di el dinero. Llegué al monte Olýmpos.


—Por fin. —Dijo Hades el dios del inframundo, con su cabello y barba color castaño,
su piel pálida, tan parecida a la de un muerto. Sus ojos negros que el infierno estaba
grabado en ellos, y claro, su fiel e incondicional amigo un perro en tonos negros. —Me
estaba muriendo de aburrimiento, Selene eres la última en llegar. —Me acusó el
maligno.
—Disculpa Hades, es que estaba en otro lado. —Musité y luego vi a Zeus acercándose
hacia mí. Sus cabellos rubios, al igual que su barba, hacían resaltar sus ojos color de
cielo, su cuerpo, parecía tallado por los mismísimos ángeles.
—Hola Selene. —Farfulló Zeus a mi lado.
—Hola. —Dicho esto besó mi mejilla, detrás de él observé a mi familia. Hace ya mucho
tiempo que nos lo veía, me fui donde ellos. Mi hermana, Eos, me abrazó con dulzura,
seguida ella de mi madre Tea. Mi padre y hermano se quedaron estáticos, ninguno de
los dos pretendía acercarse así que lo hice yo. Los abracé a ambos y ellos, después de
unos segundos, ellos me abrazaron.
—Atención. —Exclamó Zeus en sima de un escenario, todos los presentes prestamos
atención al hombre que se encontraba allí. Todos nos sentamos en nuestros respectivos
lugares. —Tenemos un problema.
— ¿Cuál? —Inquirió Apolo desde su lugar.

Disfraces de Familia.
Nombre de la novela jan i ad
Capítulo 19: Muy cerca.

—Un humano llegó hasta aquí. —Declaró Zeus desde su pedestal.


— ¿Qué? —Inquirió mi padre. Este se acercó hasta el dios y lo quitó de enfrente de
todos. Se lo llevó a solas y comenzaron a platicar. Después de unos minutos ellos
volvieron al escenario
— ¿Quién llego acá? —Inquirió Dionisio.
—Se llama Sean Moore, es un estadounidense que esta viviendo en Alemania. —
Contestó el dios del olimpo.
— ¿Qué? —Siseé casi ahogada.
—Me alegra de que hallas hablado Selene. —Musitó con una sonrisa irónica. —Porque
el muchacho pasó las pruebas que científicos y gente de estudio, expertos, no lo
lograron. El chico me vio. Y con la voz temblante me preguntó, paradójicamente, por ti.
Todos los presentes clavaron sus ojos en mí, el miedo recorría cada parte de mi cuerpo.
No podía creer que Sean había pasado todas esas pruebas por mí. Eso quería decir que
él era digno de cualquier diosa o titánide. Las leyendas decían que si un mortal llegaba a
pisar suelo sagrado, él en su alma era un dios y como tal podía estar con una. ¿Él me
amará?, si hizo todo esto, ¿lo habrá hecho por mí? Eran la clase de preguntas que me
daban vuelta por la cabeza, pero los penetrantes ojos de las divinidades no salían de mi.
— ¿Dónde está? —Pregunté parándome de mi asiento.
—Está a cuidado de Cronos y Anteo. —Respondió serio a mi pregunta. — ¿Qué es tuyo
Selene?
—Podemos hablar en privado. —Pedí en un susurro, susurro que los demás dioses
oyeron y me observaron con gesto de pocos amigos.
—Está bien. —Dicho esto comenzó a camina por un pasillo largo y luminoso, las
columnas de mármol blanco y los pisos de igual color, con las paredes forradas de
terciopelo negro y cuadros de todos los dioses. Llegamos a una puerta de doble hoja, de
madera de roble oscura y manijas de oro sólido. Entramos a una habitación de dos
niveles. En la primera había un escritorio de la misma madera que la puerta, y sobre este
lleno de libros y hojas desordenadas, al lado de ese un globo terráqueo de pie. Zeus se
sentó en una silla grande de cuerina negra y yo, frente a él, en una más pequeña. Las
estanterías de libros y libros adornaban todo el lugar, y por los inmensos ventanales
entraba la cálida luz solar.
Zeus me contempló por unos minutos, y luego comenzó a hablar.
—Otra vez. —Siseó más para él que para mí.
—Lo sé. —Contesté con la cabeza gacha.
—Selene, recuerdas lo que pasó la última vez.
—Lo sé, pero... —Él me interrumpió.
—Estoy al tanto de lo que te hizo. —Me comunicó con un deje de molestia en la voz.
—No le hagan nada. —Pedí casi en forma de súplica.
—Lo amas. —Afirmó con frustración.
—Si, más que nada en el mundo.
—Después de lo que te ah hecho.
—Si.
—Por favor mándalo a Alemania y deja que esto pase, Zeus.
—Selene, esto es muy grave.
—Lo sé, pero es un favor que te estoy pidiendo, por favor.
—Está bien, lo mando a casa, y le borro la memoria.
—Cuidado con lo que le borras. —Le advertí clavando la mirada en él.
—No voy a hacer que te olvide, tranquila.
—Está bien, gracias.
Dicho esto salí de la habitación dirigiéndome a las puertas del Olimpo. Sinceramente no
podía creer que después de tanto tiempo Sean estaba al lado de donde yo me encontraba.
Pero la pura verdad es que lo sigo amando, y no creo que en todos mis siglos de vida lo
vaya a poder olvidar.
Capítulo 20: Mi querida Estocolmo

—Selene. —Gritó Tea detrás de mí.


—Mamá, ¿qué haces aquí? —Inquirí dejando mi maleta en el suelo.
—Por favor, hija mía, no nos dejes nuevamente. —Pidió con los ojos cristalizados.
—Disculpa madre, pero es algo que debo hacer.
—No querida, no nos dejes nuevamente, te necesito.
—Lo lamento mi amada madre, pero no puedo volver, y tú sabes la causa.
—Lo sé.
—Te amo, madre. —Le dije abrazándola.
—Yo también.
Me fui del lugar y volví a mi amada Estocolmo, allí me reencontraría con Leandro, mi
querido amigo. Saber que estuve a menos de veinte metros de mi.

—Lo prometí.
—Gracias Selene, por haber vuelto. —Dicho esto mi amigo querido me abrazó, fue un
abrazo lleno de amor y cariño. Yo en un momento derramé algunas lágrimas y el
muchacho se percató de esto.
— ¿Qué sucede Sele? —Inquirió mi amigo preocupado.
—Me encontré con Sean. —Contesté tristemente.
— ¿Cómo?
—O sea, me fue a buscar a donde me encontraba, pero no lo vi. —Le expliqué a mi
amigo abrazándolo fuertemente.
—No llores, Sel. —Me pidió el muchacho.
—Es que entiende Lean, lo amo.
—Lo sé, pero derramar lágrimas no va a cambiar el presente. —Farfulló el chico
besando la coronilla de mi cabeza.
—Si, pero no sé.
— ¿Qué es lo que no sabes?
— ¿Por qué me fue a buscar a Atenas?
—No lo sé, pero tu no caigas en sus juegos.
—Claro que no.

—Bueno días dormilona.


— ¿Qué? —Pregunté con la voz ronca.
—Arriba Selene, ahí que ir a trabajar.
—No, no quiero. —Confesé adormilada.
—Vamos el señor Gadamer necesita que lo ayudes con el problema de la jubilación, y
la señora Medd la separación de su marido.
—Si, lo sé. —Musité parándome de la cama, tomando la ropa y dirigiéndome al baño a
cambiarme.
Salí vestida y arreglada del dormitorio y me hallé con Leandro preparando el desayuno.
— ¿Lista?
—Si. —Contesté comiendo una tostada. —Vamos.
Dicho esto ambos salimos al estudio jurídico. El señor Geg, el dueño del estudio, era
nuestro jefe. Yo, ya había estudiado abogacía, política y demás estudios de las ciencias
sociales. El señor Geg, cuando me conoció, al ver mis estudios ya universitarios, se
sorprendió mucho, dado que sabía hasta más que el, con mis dieciséis años.
—Hola señor Geg.
—Hola Selene, la señora Madd está en tu oficina.
—Gracias.
—Buenos días Margarethe. —Saludé abriendo la puerta de mi despacho y sentándome
en mi silla de terciopelo negro.
—Hola, Selene cariño.
—Señora Medd, su divorcio ya casi está terminado, y la división de bienes falló a su
favor. —Le conté a la mujer de ojos color de cielo.

Después de trabajar en el estudio jurídico, me dirigí a mi casa, pero antes llevé a


Leandro a la suya. El hotel ya era mi casa, me conocía con cada empleado de allí. La
noche se hacía presente gracias a mi, y cuando volví de hacer caer la oscuridad, me
encontré con algo que nunca habría esperado.
Capítulo 21: Berlín, nuevamente

— ¡¿Qué haces tú aquí?! —Grité muy molesta.


—Tranquila Selene, solo vine a hablar contigo.
—Yo no quiero hablar contigo, eres una cualquiera.
—Por favor no me maltrates.
— ¿Tú arruinas mi vida, y pretendes que yo sea una buena persona contigo? —Inquirí
muy molesta.
—Yo no vine por ti, vine por Sean.
—No me interesa nada de ti, ni de tu novio.
—Selene, él no es mi novio, me odia por haberlo besado, dado que por ello ustedes se
pelearon.
— ¿Tú lo besaste? —Inquirí ahogada ante sus palabras.
—Así es, él nunca te engaño. —Confesó Carola, agachando la mirada.
—Pero... —Callé.
—Él te ama, Selene. Me fui de Berlín hace un mes, y eh hablado con Dago, y me ah
dicho de que Sean no duerme, se queda en su balcón toda la noche. Dice que tú apareces
a la noche, y que tú eres su luna, que ibas a aparecer y decirle que lo amas.
— ¿Verdad? —Pregunté ahogada.
— ¿Tú crees que diría todo esto, humillarme, sin decir la verdad? —Inquirió un tanto
irritada.
—Está bien, te creo. —Dicho esto salió de la habitación. Me senté, o mejor dicho caí
desplomada sobre el sillón.
Todas las palabras de Carola me daban vuelta la cabeza, ella estaba diciendo la verdad,
Sean jamás me mintió, todo este tiempo me dijo la verdad, el me ama.
Tomé el teléfono y marqué el número de Leandro.
—Hola Lean, necesito que vengas acá, por favor.
— ¿Qué pasó Sele?
—Te cuento aquí en casa, ven por favor. —Le rogué cayendo una lágrima por mi
mejilla.
—Voy para allá.
Me recosté en el sofá y lloré en silencio, el dolor que sentía por ser tan estúpida era muy
grande. Si yo hubiera escuchado a mi amado cuando me pidió que el se explicase, pero
yo lo rechacé y me escapé como una cobarde. Tantos meses de sufrimiento, padecer al
no tenerlo conmigo era algo atormentador.
Lo amo.
—Gracias.
—Acá estamos. —Musitó el taxista en frente de la casa de Sean.
—Tomé. —Le dije dándole el dinero.
Bajé del auto y me encaminé a casa de mi amado, mis nervios estaban a flor de piel. No
sabía como iba a reaccionar, digo, lo había dejado diciéndole que nunca más lo iba a
amar.
Me dirigí por el camino de concreto y toqué el timbre “ding, dong”, sonó y luego de
unos segundos me abrió la puerta un muchacho de ojos café y cabello ondulado, Jorney,
su hermano menor.
—Hola, ¿Está Sean? —Le pregunté al menor sonriéndole.
—Si, ¿De parte de quién?
—Jorney, soy Selene. —Contesté un poco confusa.
— ¿Selene...? —Inquirió todavía dudando.
—Si, la novia de tu hermano. —Le contesté un tanto irritada.
— ¿Qué? —Indagó confundido.
—Jor, ¿Lo puedes llamar? —Pedí dulce, el muchacho desapareció por la puerta eh
ingresó a la vivienda. En menos de tres minutos salió mi amado.
Se veía tan hermoso. Su cabello ahora un tanto ondulado, y crecido. Ese negro
refulgente brillando al sol. Su rostro, un semblante perfecto, tallado por los mismísimos
ángeles. Se podía ver más bello que la última vez que lo contemplé. Cuando me miró,
esperó a que yo hablara, pero no se producían palabras de mi parte, mi cerebro no estaba
funcionando.
—Ehm... —Carraspeó Sean. — ¿Qué necesitas? —Preguntó mi amado observándome
de pies a cabeza.
—Oh, Sean. —Al finalizar mi corto monólogo lo abracé fuerte. Hace tanto no sentía su
perfume varonil en mi sentidos, me estaba volviendo loca.
Capítulo 22: ¿Cómo que Quién eres?

—Disculpa, pero tú… ¿Quién eres? —Inquirió mi amado desconcertado y dejándome


de igual modo a mí.
—Sean, ¿Qué sucede? —Indagué algo preocupada.
— ¿Cómo sabes mi nombre?
—Soy Selene amor, ¿no me reconoces? —Dije con el dolor carcomiéndome en el alma.
—Perdón señorita Selene, pero no se de que me habla usted. —Musitó y acto seguido
me sonrió y cerró la puerta de su morada.
Sean no me recordaba, el no sabía quien yo era, el maldito de Zeus, lo sabía. El le ah
borrado la memoria a mi amado. El es el que ocasionó todo esto, y es él el que lo va a
solucionar.
Pero antes de ir a Atenas a hablar con el Dios del Olimpo, necesito ver a mi familia,
hace mucho que no los veo, en mi antigua vida, con todo lo que esto significaba.
A Eos, mi dulce y fiel compañera de la vida, esa persona que estuvo siempre en los
momentos más difíciles para mí.
Helios, mi hermano sobre protector, ese hermano cariñoso y afectuoso que me amaba
incondicionalmente, sin esperar algo a cambio.
A mis amados padres, ellos que solo buscan mi felicidad, lo único que siempre
quisieron es verme feliz, del modo que yo elija.
Caminé por al menos un par de minutos, para ser exactos cuarenta y dos minutos, iba
recorriendo las calles de mi soñada y añorada Berlín. Extrañaba tanto el olor a árboles
mezclado con flores de primavera y a combustible quemado, debido a los autos que
transitan por ahí.
Las cosas han cambiado en estos meses, unas casas estaban con pintura nueva, con
algún que otro piso más, y árboles y plantas en el suelo nuevas, y carteles de publicidad
cambiados debido a la temporada de cines o algún producto del verano.
—Hola. —Siseé un tanto nerviosa y avergonzada, la última vez que vi a mi familia no
fue en un lugar agradable precisamente.
—Mi amor. —Dijo mi madre y me abrazó efusivamente, el cariño incontrolable e
irreversible de ella, me calmó un poco los nervios.
Entré a mi morada y me encontré con el rostro de mi familia, mi familia tan querida,
ellos me recibían nuevamente con los brazos abiertos.
El miedo de que no fuera así había desaparecido por completo al ver la reacción de estas
personas hacia mí.
—Te hemos extrañado tanto. —Confesó Eos abrazándome nuevamente, lo besos,
abrazos y caricias sobraban en el habiente en el que nos encontrábamos, todas las
miradas se posaban en mí.
—Yo también los he extrañado. —Contesté para luego rodear con mis brazos la espalda
triangular de mi hermano mayor.
—Te amamos, hermanita. —Susurró Helios en mi oído y yo sonreí ante tal acto.
—Si me disculpan y me permiten, puedo ir a mi cuarto, estoy un tanto cansada.
—Claro hija, ve. —Respondió mi padre amablemente y con mucho amor en sus ojos.
Yo tomé mi maleta, y subí las escaleras blancas forradas de terciopelo.
Ahora, en mi cuarto nuevamente, donde sentía que podía ser yo, y no ocultar mi
verdadera esencia, dejé salir todo mi dolor.
Lloré y lloré hasta que mis ojos se cerraron por inercia, debido al cansancio que
producía dicha acción.
En mi subconsciente, rodaba la idea del perder absolutamente a Sean, eso nunca lo iba a
permitir. Nunca me permitiría perder a mi amado de tal forma, otra vez Zeus no me
alejaría de mi amado. No otra vez.
Me paré de mi cama, aún adormilada y fui a recorrer mi dormitorio, las cosas estaban
igual a como las deje en el momento de mi partida, nada más que no había rastro de
polvo en ningún objeto.
Llegué a mi piano de cola blanco y me dediqué a tocar una melodía muy conocida.
Sinfonía Nº 4 (Brahms), la música inundaba en ambiente, y cada nota que pasaba por
mis manos y se reproducía en el instrumento producía un dolor incesante en mi espíritu.
Cuando perdí a Endimión fue una tristeza muy grande, al ser mi compañero y amigo por
tantos años, pero al perder a Sean, es un dolor incomparable, es un dolor que no se
compara con nada de lo que eh vivido. Absolutamente nada.
Capítulo 23: A recuperar lo que es mío.

Me desperté con el sol brillando en el último piso del cielo, el sol salía a refulgir a lo
alto del limbo. Me levanté de la cama y me dirigí a mi valija a buscar ropa que ponerme
después de irme a bañar.
El agua cálida impregnaba mi piel marfileña y el olor a cerezas desbordaba por todo mí
ser. Salí de la bañera envuelta en una toalla rosa y me fui a mi recámara a ponerme la
ropa que había escogido.
Salí de mi cuarto a donde se encontraba toda mi familia desayunando tranquila.
—Gracias por el bonito día.
—Te lo regalo por hoy, y si quieres va a ser siempre así con tal de que te quedes con
nosotros. —Ofreció mi hermano y yo le sonreí.
El desayuno transcurrió tranquilo, como era siempre, antes d que yo me marchase.
Pasé las puertas de mi morada a una sola dirección, mi antigua escuela. Obviamente a
mi no me gustaba para nada el volver a las clases, dado que siempre veíamos lo mismo
que ya había visto años atrás. El señor Mather iba a estar muy gustoso al verme de
nuevo, según la excusa que dieron mis padres, fue que fui a vivir a Grecia nuevamente a
casa de unos parientes. Mis hermanos y yo éramos los mejores alumnos de esa
institución y yo juro que volvería.
Regresar a la escuela era un paso más adelante para que esté más cerca de Sean como
era mi plan, aunque pronunciar si nombre me duele, aunque sea para mis adentros, yo
debería volver a estar con él, no puedo estar lejos de su persona nuevamente.
—Hola señor Mather. —Saludé al hombre de cabellos de plata, un traje medio gastado
gris y unas gafas más grandes que su cara, y tras ellos unos ojos más pequeños que un
botón.
—Señorita Diamantinis, dichosos son los ojos que la ven. —Contestó el director ante mi
sola presencia.
—Señor, es un placer volver a verlo.
—El placer es todo mío, ojala venga a darme buenas noticias.
—Así es señor Mather, vengo a anunciarle mi reincorporación a la institución, en
cuanto usted me de el permiso, claro.
—Ay Selene, tú sabes que siempre te he tenido un cariño especial, y no solo por que
eras mi mejor estudiante, si no por como eres con los demás, y obviamente que vuelves
a retomar las clases, y si quieres puedes hacer un cambio en tus materias, estoy a tu
entera disposición.
—Le agradezco de todo corazón señor director, pero mis horarios los quiero seguir
manteniendo y de verdad muchas gracias, por tal recibimiento.
—Siempre vas a ser muy bienvenida aquí Selene.
Salí del establecimiento y me dirigí a la plaza donde Sean y yo íbamos casi siempre. El
lugar se mantenía igual que antes, estaba intacto, algo que yo desearía que fuera como
nuestra relación. Pensar que poco tiempo atrás acá nos jurábamos amor eterno y que
íbamos a estar juntos siempre, pase lo que pase.
Pero como dice el refrán, las palabras se las lleva el viento, y así fue.
Los buenos y malos momentos hicieron una emboscada en mi cabeza y me puse a
pensar en lo que había sucedido y también mi imaginación hizo acto de presencia al
pensar en el hermoso futuro que podríamos haber tenido. El siendo inmortal y yo, fiel e
incondicional, a su lado, juntos por toda la eternidad.
Pero claro, todo esto eran solo alucinaciones de mi mente, vagas razones de ser que no
llevaban a ningún lado, dado que supuestamente la persona que más me ama en el
mundo no recuerda ni mi nombre, ni nada de mí.
Los enamorados pasean por el parque, tomados de la mano y deteniendo su caminar
para darse dulces besos, llenos de amor. Y yo acá sola, recordando lo que en algún
momento fue.

El día me tomó desprevenida y el atardecer se hizo presente. Tenía que transformarme


nuevamente en la diosa de la luna, y dejar a esa Selene “humana” que tanto yo amaba.

Recorrí toda Europa, pero antes de terminar mi recorrido me dirigí al monte Olimpo,
allí se descansaba en su lecho dorado Zeus y su “amada” esposa Era, ella me odiaría por
lo improvisto y mal educado de mi aparición a estas horas de la noche, pero debía
hablar con su marido, él tenía que solucionar el mal que había causado en mi patética
existencia.
Capítulo 24: Gracias Zeus.

—Selene no puedes entrar.


—Casio, este no es tu problema, debo hablar con Zeus. —Le expliqué al cuidador de las
puertas del Olimpo.
—Él está en su alcoba con su amada esposa.
—A mí no me importa con quien esté y como esté, y debo hablar con él. —sin
importarme las peticiones del guardia celestial me fui a donde dormía el Dios. Pero
antes de encontrar su recámara el se encontraba parado en frente mío, con una mirada
severa que proporcionaba temor, pero a mi no me importaba nada.
— ¿Cómo te atreves a venir aquí con esos aires de yo que se? —Preguntó molesto con
la voz endurecida por el enojo.
—Vine a que me devuelvas mi vida.
— ¿De qué hablas Selene?
—Le has borrado la memoria a Sean.
—Era mi deber hacer olvidar a él y a cualquier humano con él que él halla hablado de ti.
—Si pero… —Me interrumpió.
—Pero nada, ahora vete, Luna irrespetuosa.
—Por favor señor, necesito que haga algo, necesito a mi amado de vuelta.
—No sé, querida Selene, esto ya me sobrepasa hasta a mi.
—Usted no entiende mi señor, él me ama tanto o más de lo que yo lo amo a él.
—Pero si te ah engañado.
—Fue una confusión, él no ha tenido la culpa, la culpable fue su novia anterior.
—No lo sé diosa lunar, dime que puedo yo hacer, algo justo y correcto.
—Devuélvame a mi amado, señor.
—Esto no se si es algo así de solucionar.
—Por favor.
—El muchacho me conoce, Selene.
—Lo sé. —Musité cabizbaja.
— ¿Qué estarías dispuesta a hacer?
— ¿Como qué?
—Convertirlo en inmortal.
—No lo sé, amado Dios.
—Muy bien sabes que se va a morir.
—Lo sé. —contesté triste.
—Y también sabes que los dioses no pueden estar con los humanos, si no con
inmortales como ellos.
—Del mismo modo lo sé.
— ¿Estarías dispuesta a convertirlo en inmortal?
—Te pido que le devuelvas la memoria, tanto los buenos como los malos recuerdos, y
yo te doy mi palabra de que cuando vuelva con él le preguntaré de esto, y si mi amado
se niega, yo misma le borraré la memoria y desapareceré de su vida, Zeus.
— ¿Estas segura, querida Selene?
—Si, señor.
—Entonces te devuelvo a tu amado, con memoria y todo.
—Gracias. —Musitando la última palabra, y sonriendo de oreja a oreja, salí por las
puertas del Olimpo, para, espero, no volver por un largo rato.
La oscuridad de la noche estaba empañando cada rastro de brillantes en este lugar, las
casas, todas las luces apagadas.
Llegué por fin a mi tan preciada tierra, tierra en la que se encontraba la persona más
bella del mundo, esa persona a la que tanto eh extrañado, mi amado, ese hombre tan
fuerte, que .luchó todos estos meses contra algo que lo supera en fuerza, en agilidad y
en demás virtudes, no superó todo ese amor infinito que me tiene, no lo superó.
Capítulo 25: Volver a Empezar

—Hola familia. —Saludé al entrar por las puertas de mi morada, donde sólo se
encontraban mis hermanos, mirando un canal de música en la televisión.
—Hola Sel, ¿a qué se debe tanta alegría? —Inquirió mi hermano parándose de su lugar
y abrazándome por la cintura.
—Zeus. —Susurré recordando lo sucedido.
— ¿Zeus?, ¿otra vez? —Indagó molesto.
—Tranquilo Helios, no es lo que tu crees, el me va a hacer volver a estar con mi querido
Sean. —Le conté al muchacho y luego solté un típico suspiro de enamorada.
—De verdad lo quieres.
—Más que nada en este mundo. —Afirmé sentándome en el lugar que anteriormente
ocupaba Eos, que ahora estaba en la cocina.
—El humano.
—Si, exactamente. Y no empieces te lo pido.
—No empiezo, pero lo que te hizo la última vez, yo… —Lo interrumpí.
—Fue un error, fue la estúpida de la ex novia.
—Está bien, pero pobre de él si te hace algo. —Amenazó Helios con la mirada
furibunda.
—Claro solcito, tranquilo.
—Y otra cosa. —Exclamó con la mirada calma.
— ¿Qué?
—No me llames así. —Farfulló y luego besó mi mejilla.
Me levanté del sofá y me dispuse a ir a mi recamara, me dirigí a mi placard para
vestirme acorde a la ocasión. Reconciliación.
Me puse un vestido color marfil oscuro con lentejuelas redondas esparcidas por todo
este, que llegaba a la rodilla, y unos zapatos de tacón.
http://z.about.com/d/accessories/1/0/P/C/-/-/miley-cyrus-sweet-16.jpg
Salí de mi casa, con la esperanza a flor de piel, los nervios inundaban todos mis
sentidos. Ahora lo vería y el me reconocería y podríamos estar nuevamente juntos, sin
que nada ni nadie nos pueda separar.
Decidí caminar. Paseaba por las soleadas calles de Berlín, con el propósito de llegar a su
casa, y que todo el mundo allí me reconociera, de buena o de mala manera.
Toqué el timbre nuevamente, igual que ayer, con los nervios recorriendo cada
centímetro de mi cuerpo.
—Hola se encuentra Sean. —Pregunté con la voz temblorosa.
— ¿Selene? —Inquirió una voz familiar.
—Hola Dago, ¿Cómo estas?
—Muy bien ¿y tú, encanto?
—Bien gracias. —Contesté con sangre acumulada en mis mejillas.
—Hace mucho tiempo que no te veía por aquí.
—Si lo se, desde que me mudé a Grecia, pero estoy aquí, devuelta.
—Me alegro mucho, de veras. —Anunció completamente sincero. —Ahora llamo a
Sean, estoy más que seguro que se va a morir de la sorpresa. —Dicho esto el muchacho
salió de escena con una sonrisa en su semblante de oreja a oreja, estaba feliz. Eso se
notaba. Espero que el recibimiento de Dago, sea igual al de su hermano.
—Hola. —Escuché saludar a una voz avergonzada del lado de la puerta.
— ¡Sean! —Exclamé emocionada y me abalancé sobre los brazos de mi amado, este
correspondió a mi abrazo y me enrolló la cintura con sus musculosos brazos, que ahora
estaban más torneados que antes.
Nos separamos un momento y el me tomó de la mano, cerró la puerta y comenzamos a
caminar como lo hacíamos antaño. El cada vez que notaba que yo lo observaba, que era
la mayoría del tiempo, este me correspondía con una sonrisa cegadora.
Caminamos tanto que llegamos al parque donde siempre íbamos, nos sentamos bajo el
árbol donde estaban escritos nuestros nombres. El amor reflejado en sus ojos, era calma
para mi corazón, dado que después de tanto tiempo, tal vez no me amaría.
—Sel. —Susurró cobre mis labios.
— ¿Qué? —Pregunté por inercia, sintiendo su aliento mentolado sobre mis labios.
—Te amo. —Dicho esto me besó. Fue un beso lleno de clama y pasión. El amor era
algo que en estos momentos no estaba en duda, él me ama y yo a él, teníamos que estar
juntos, no, me rectifico, debemos estar juntos.
Capítulo 26: Ocultar

—Sentía que cada día que pasaba, era como mil agujas clavadas en mi corazón.
—Sean, no sabes todo lo que te amo. —Le dije besando cortamente sus labios.
—Yo también hermosa.
—Nunca más nos vamos a separar.
—Nunca, y yo te juro que lo que paso con Carola… —Lo interrumpí.
—Lo sé todo, ella me lo dijo.
— ¿Qué? —Exclamó confundido.
—Si, ella me explico que entre tú y ella no pasó nada, que ella fue la que te besó, y todo
lo sucedido lo ocasionó ella.
—Por fin hizo algo bueno.
—Así es.
—Te amo. —Musitó y luego me besó con amor y desesperación, sus besos era como
una droga para mí, quería más.
—Tengo algo que decirte, Sean. —Dije algo nerviosa.
—No me asustes Selene. —Farfulló algo asustado, o mejor dicho aterrorizado, empezó
a sudar y yo con mi mano hice desaparecer esas pequeñas gotitas de sudor.
—No, nada, que te amo. —Siseé cambiando de tema, no era el momento para hacerlo,
prefiero que sea después.
—Esta bien, yo también.
Seguimos la tarde tranquilos, los dos solos, como en los viejos tiempos. La verdad era
que sentía un nudo en la garganta, tratando de no decir lo que tendría que decirle. Que el
se tiene que hacer inmortal.
Para ser sincera y egoísta, yo lo quiero inmortal, estaría conmigo por el resto de la
eternidad, pero por otro lado, yo necesitaba que el sea así, humano. Me enamoré de el
así, y si lo cambio, tal vez sería para peor.
El dolor que sentía en mi alma por mentirle me dolía mucho, pero la sonrisa, las
caricias, los besos, los abrazos, todo eso, opacaba el padecer de mi mentira.
Seguimos caminando, hasta que en un momento me di cuenta de que nos
encontrábamos en frente de mi casa.
—Mañana te paso a buscar, te tengo una sorpresa. —Anunció este besando mis labios,
con un dulce gusto a coco.
—Está bien, te voy a estar esperando. —Le contesté y lo volví a besar, pero para que el
beso dure un poco más, enrosqué mis brazos al contorno de su cuello. Cuando las
respiraciones de ambos se estaban agitando, le di un corto beso, le sonreí y lu8ego me
fui por el pasillo que llegaba hasta mi casa.
—Por fin, creí que te ibas a quedar pegada a la boca de Sean.
—Ha, ha. —Reí sarcásticamente. —Cállate Eos, no te metas.
—Bueno, bueno, no te enojes, Selenita.
—Si, si. Yo me voy así no te tengo que aguantar más, amargada.
Antes de que diga una palabra más, subí rápidamente a mi habitación. La noche, ya era
hora de que aparezca, y en ese momento era cuando yo entraba a escena. Me coloqué la
vestimenta adecuada y luego partí al hemisferio norte, el crepúsculo estaba por
desaparecer gracias a mi llegada, y las alimañas de la noche, aparecen gracias a mi
llegada.
Todos los mortales se preparan para cenar y alguna para irse a dormir, por que a la
aparición de Eos y Helios, un día nuevo comenzaba.
Cuando llegué a mi vivienda, toda mi familia se encontraba en un sueño profundo. Me
dirigí a buscar la ropa de cama, para caer en los brazos de Morfeo. Las sábanas de
algodón rozaban contra mi piel de descubierta y luego escuché un ruido que me hizo
helar la sangre.
Me senté en la cama de sopetón, debido al espanto. Miré para todos lados de la
habitación, pero no vi nada, así que me decidí por pararme y ver de donde venia tal
estruendo. Abrí el picaporte de la puerta sigilosamente para no causar ruido alguno y
bajé las escaleras con delicadeza, debido a que el último ruido que escuché provenía de
ese lugar.
Al encontrarme en el living de la casa, me halle con una persona que nunca pensé
encontrarme a estas horas de la noche, y entrando como un ladronzuelo a una casa
ajena.
Capítulo 27: Selene... Eres hermosa... Yo... Te amo, ¡¿Qué dijo?!

— ¿Journy? ¿Qué haces aquí? —Inquirí viendo al muchacho de cabellos castaños


enrulados, ojos café profundos, los segundos más hermosos que vi. Este me miró con
tristeza y tambaleándose hacia los costados.
—Selene... Oh, mí querida Selene. —Musitó y se abalanzó sobre mí. Esté me abrazó y
luego sus labios estaban a escasos centímetros de los míos.
— ¿Qué haces Journy? —Pregunté corriéndome hacia el lado derecho, esté cuando
estuvo cerca de mí pude sentir su aliento, este tenía olor a alcohol.
—Por favor Selene... Yo... Te... —Se calló al suelo, yo me acerqué a él y lo ayudé a
sentarse en el sofá.
—Journy, voy a llamar a tu casa. —Le dije y me paré en busca del teléfono y el me lo
impidió.
—Sel, escúchame. —Suplicó con los ojos cristalizados.
—Dime. —Susurré para que él hablara y dejarlo un poco más tranquilo.
—Selene... Eres hermosa... Yo... Te amo. —Farfulló para luego unir sus labios con los
míos en un dulce y forzado beso. Presionó mi cuerpo con el suyo fuertemente, su lengua
chocaba con la mía, hasta que mi cuerpo se soltó por completo, y mis manos que se
encontraban sobre su pecho las enrosqué en su cuello. Me separé de él, y este me miró
sonriente y luego cayó en mi regazo completamente dormido.
Me quedé pensando en lo que acababa de ocurrir, había besado al hermano de mi novio,
y este me besó y yo le correspondí. La culpa que sentía en ese momento era muy
grande, motivo por el cual no dormí en toda la noche. Me quedé acariciando la cabellera
y el rostro tranquilo de Journy. Este estaba tranquilo y sumiso, sus respiraciones eran
calmas y cuando lo quedaba mirando, sentía algo raro.
Era un sentimiento indescriptible, no se en verdad lo que pasaba por mí cabeza, pero era
extraño, dado que cuando lo veía sentía algo extraño. Su rostro perfecto en mi regazo,
iluminado por la luz de la luna, resaltaba la belleza y perfección del muchacho.
Observándolo detenidamente me quedé plenamente dormida, vagando inconcientemente
en un mundo sin problemas.

— ¡Selene! —Gritó una voz molesta, yo empecé a despertarme y refregarme los ojos
debido al sueño que llevaba en sima.
— ¿Qué? ¿Qué pasa? —Pregunté con los ojos aún cerrados.
—Me podes explicar que hace este muchacho aquí.
— ¿Helios? —Inquirí abriendo los ojos con los nervios a flor de piel.
—Si, contéstame lo que te eh preguntado. —Exigió con el semblante serio.
—Bueno, encontré a Journy ebrio en casa, y me quedé con él, porque no me dejó hablar
a su casa. —Contesté observando a Journy pacíficamente dormido.
—Está bien, te creo hermana. Pero despierta a este chico y llévalo a su casa.
—Si, ahora lo llevo. —Dejé la cabeza de Journy sobre un almohadón para que me valla
a cambiar tranquila. Me bañé rápido y luego me cambié. Me puse una remera naranja
clarito en distintos tonos, unos jeans con botas color marrón por debajo de la rodilla.
(http://www.azucarada.com/wp-
content/uploads/2007/09/miley_cyrus_not_pregnant.png)
—Jour... Despierta Journy por favor. —Le dije muy cerca de su oído dulcemente, dado
que ahora debe tener una resaca indescriptible debido a todo lo que bebió. —Jour,
despierta, tengo que llevarte a casa. —Musité zamarreándolo ligeramente.
—No quiero... —Susurró con la voz áspera y dándose vuelta en el sillón dándome las
espalda.
—Por favor Journy, tengo que llevarte a tu vivienda. —Siseé acariciando su mejilla.
—Solo por ti. —Dicho esto se paró y volvió a caer en el sofá debido a un mareo.
—Vamos despacio. —Murmuré muy cerca de sus labios.
— ¿Te dije que te amo? —Indagó seductoramente.
—Si, lo has dicho, pero ahora vámonos. —Cuchicheé tomándolo del brazo y llegando a
la puerta. Lo senté en la parte del copiloto y le coloqué el cinturón de seguridad por
cualquier cosa. Luego me dirigí al sector del piloto y arranqué el motor. Journy me
observaba detenidamente, cada parte de mi rostro, y yo miraba hacia delante y conducía
más rápido para llegar en cuanto antes a su morada.
Capítulo 28: Confesiones

—Hola señora Moore. —Saludé a la mujer de cabellos negros enrulados y esta me


sonrió, pero al ver detrás de mí a su hijo menor cambió su semblante a uno muy
enojado.
— ¡Journy Jerry Moore! —Gritó muy enfadada. — ¡¿Se puede saber que horas son
estas de llegar?! —Preguntó con su rostro acalorado debido al disgusto.
—No grites mamá, me duele mucho la cabeza. —Dijo el muchacho mirándome
fugazmente a mí y luego entrando, casi arrastrándose a su casa. La mujer lo tomó por el
brazo y lo olió por un momento y sus facciones cambiaron radicalmente a desagrado,
tristeza y preocupación.
— ¿Estuviste tomando? —Indagó con la voz entrecortada.
—Un poco. —Contestó su hijo algo avergonzado.
— ¿Qué pasó? —Inquirió Dago observando a su hermano y luego a mí.
—Pregúntale a tu hermano, yo me voy. —Anunció la mujer todavía muy enojada y con
los ojos cristalizados.
— ¿Qué paso Journy?
—Nada Dago, déjame tranquilo. —El muchacho entró a su vivienda y Dago posó sus
ojos en los míos.
— ¿Dónde estaba? —Dijo serio.
—No lo sé, yo estaba durmiendo y escuché un ruido en mi casa, bajé las escaleras y él
se encontraba allí con una botella de cerveza en la mano. —Contesté relatándole los
hechos brevemente.
—Gracias por cuidarlo Selene. —Musitó el mayor con una sonrisa.
—De nada.
— ¿Quieres pasar? —Farfulló el muchacho abriendo la puerta par que yo ingrese. —
Sean está arriba.
—Gracias Dago. —Le dije y luego subí rápidamente las escaleras en busca de mi
amado.
Yo toqué la puerta repetidas veces, dado que la música estaba a un volumen bastante
alto y mi novio no era capas de escuchar.
—Hola. —Dije algo tímida.
—Mi amor. —Susurró y luego se lanzó sobre mí, y me besó el cuello y luego mis
labios. —Tienes un aroma extraño, como a cerveza o... —Este calló. — ¿Estuviste
bebiendo Selene? —Inquirió en un tono molesto.
—No, yo no. —Contesté rápidamente a este.
— ¿Y quién? —Preguntó con la desconfianza a flor de piel.
—Journy.
— ¿Journy?
—Si, apareció en mi casa alcoholizado y yo lo cuidé hasta hoy a la mañana y luego lo
traje aquí. —Respondí sentándome en su cama acompañada de él.
—Está loco.
—Sean, podemos hablar. —Pedí en un susurro casi inaudible.
—Si hermosa, dime. —Contestó él sonriéndome y luego besando mis labios.
—Ayer a la noche... —Me callé y este me sonrió para que prosiguiera.
— ¿Si?
—Tu hermano me dijo algo que me descolocó. —Confesé mirando para abajo.
— ¿Qué te dijo? —Inquirió sorprendido.
—Me dijo que me amaba, y luego me besó. —Dicho esto bajé la mirada y me puse a
jugar con mis dedos sudorosos.
— ¡¿Qué el qué?! —Exclamó molesto, yo diría gritando.
—Sean cálmate. —Le pedí parándome a su lado.
—No me puedo calmar Selene, el te beso. A mi novia. —Anunció y luego se dirigió a la
puerta y antes de que el llegará yo me atravesé ante él.
—Sean hazlo por mí, tranquilízate. —Le pedí con una voz dulce.
—No me pidas eso Sele, él es mi hermano y sabe todo lo que sufrí cuando te fuiste,
todo lo que te amo, y Journy me hace esto el... —Lo interrumpí.
—El es un niño, un niño humano. Está confundido no me ama solo lo cautive como a
tantos otros mortales. —Expliqué sonriéndole.
—Está bien, lo hago por ti. —Musitó besando mis labios y luego abrazándome por la
cintura.
Capítulo 29: Embelezado

—Permiso. —Dije abriendo la puerta del cuarto de Journy.


—Selene. —Musitó parándose de su lecho y acercándose a mí a una velocidad luz.
—Quiero hablar contigo.
— ¿Le has contado a Sean? —Preguntó con los ojos cristalizados.
—Si. —Farfullé bajando la mirada. —Te tengo que decir algo.
—Te amo Selene. —Dijo él acercándose lentamente a mí.
—Journy, tú no me amas, estas embelesado por mí, nada más. —Expliqué alejándome
de él.
—Si que te amo. —Me contradijo este.
—No Jour, tú no me amas, no es la primera ver que me pasa esto.
—Es que eres demasiado hermosa.
—Gracias, pero es la verdad.
—No lo es. —Musitó a escasos centímetros de mis labios pero yo lo esquivé.
—Journy piénsalo, soy hermosa para tus ojos, algo que jamás has visto, pero amor es
otra cosa, amor es lo que tu hermano siente por mi y yo por el.
—Di lo que quieras, pero te amo. —Refutó nuevamente, se sentó en una silla de al lado
de la computadora y tomó su cabeza entre sus manos.
—De verdad Jour, tú no me amas. —Mascullé y salí de su habitación.
Salí de la habitación del menor de los hermanos y me fui a la recámara de mi novio. Yo
toqué la puerta y este me abrió con una sonrisa de oreja a oreja.
—Le expliqué. —Comenté besando cortamente sus labios.
—Espero que entienda por que si no... —Gruñó enfadado, y yo lo interrumpí.
—Va a entender, tranquilo. —Lo calmé y mesé sus labios nuevamente, pero el beso se
intensificó. Su lengua se encontraba en toda mi cavidad bucal, el exploraba la mía y yo
la suya. Mi corazón se aceleró por completo hasta llegar a retumbar de una manera
desaforada en mi pecho. Lentamente me fui separando de él.
—Mañana salimos. —Anunció mi novio con una sonrisa cegadora.
— ¿A dónde? —Pregunté curiosa y sentándome en el regazo de mi amado.
—A nuestro lago. —Contestó este y me beso rápidamente.
— ¿Y por qué?
— ¿Tiene que haber un por qué para que quiera estar ahí con la persona que más amo en
el mundo? —Indagó haciéndose el ofendido.
—Claro que no mi amor. —Concordé y lo bese. Sus labios eran el dulce néctar de la
vida. Cada vez que los saboreaba era un golpe bajo para que le comentara lo de la
inmortalidad. Vivir juntos los dos por siempre era el sueño de cualquier persona,
compartir todo lo que te resta de vida y más también con ese al que amas.
—Te tengo una sorpresa. —Anunció haciéndose el misterioso.
—Dime. —Pedí en un susurro.
—No, mañana. —Respondió el mirando para mis labios.
—Sean, dime por favor. —Supliqué sobre sus labios seductoramente.
—Aunque en otras ocasiones pueda funcionar, ahora no. —Dijo quitándome un poco de
encima de él.
—Por favor... —Siseé mordiéndome el labio inferior.
—No Selene, es sorpresa.
—Está bien.
Pasamos toda la mañana en su casa y almorzamos allí. La familia se Sean es hermosa,
muy unida y normal, cabe destacar. La tarde pasó igual, en el cuarto de mi amado
mirando una película acostados en su lecho.
Me despedí de la familia Moore cuando se hizo muy de noche y luego me fui a mi casa,
allí estaba mi familia a la espera de mi llegada.
—Pensábamos que no llegarías. —Dijo mi padre desde una punta de la mesa.
—Si, es que se me hizo tarde. —Contesté sentándome en la mesa al lado de Eos.
— ¿La pasaste bien? —Inquirió Tea, mi madre.
—Si, demasiado bien. —Respondí comiendo algo de mi comida recalentada debido a
mi tardanza.
Capítulo 30: Trece siglos no se cumplen todos los días

Narrado por Sean Moore.

— ¡Feliz Cumpleaños! — le dije, besándola en la mejilla y luego en los labios, ella


vestida así: (LINK: http://fannyshow.com/wp-
content/uploads/2009/07/DemiLovatoIconoJuvenil.jpg)
—Sean, te dije que a mi no me gusta esto de los cumpleaños. — Me recriminó la
muchacha.
—Lo se, pero trece siglos no se cumplen todos los días. — ella rió ante mi comentario.
—Tengo tu regalo. —anuncié, mirando el bello lago que nos rodeaba, en nuestro lugar
mágico.
— ¿Qué es? — inquirió, ahora más interesada.
—Mmmm... —Dudé, y ella me empujó levemente, tocando mi rostro suavemente.
—Dime. — exigió la diosa.
—Nos vamos a Grecia. — anuncié, mostrándole los dos billetes de avión, para ir a
conocer su tierra.
— ¿Qué? — preguntó, desconcertada. —Es una broma, ¿Verdad?
—Claro... ¡Que no! —dije, lanzándome hacia ella, haciéndole cosquillas, tocando su
rostro, y besando su cuello.
—No lo puedo creer. —Anunció, feliz.
La dejé en su casa, como era habitual en los días de verano. Ya creía que hasta me
llevaba mejor con sus hermanos, y todo. Helios ahora me hablaba y Eos me saludaba
cuando llegaba a su casa. No me miraban los dos fríamente como antes.
—Te amo. —Le anuncié, poniendo un pie fuera de la casa.
—Yo te amo más. —Me contestó ella, y me besó delicadamente en los labios.
Me retiré de su morada, y me dirigí a la mía.
— ¿Te vas? —Inquirió Dago, mirándome sentado en el sofá, junto a Journy,
observando la televisión.
—Si, el sábado. —Le contesté a mi hermano mayor.
— ¿Con Selene, no? —Preguntó el muchacho de bucles.
—Claro, es para su cumpleaños. —Dicho esto subí a mi habitación. Empaqué mis
cosas, dado que en dos días más me iría con la ninfa de mi alma.

— ¿Lista? —Le pregunté a Sele, cuando estuvimos a unos pasos de entrar al avión.
—Obvio.
Abordamos el avión, ella estaba del lado de la ventanilla y yo del lado del pasillo. La
cuerina de los asientos era mullida, al igual que el cabezal, y lentamente me fui
quedando dormido. Escuché la voz informativa de la azafata, diciendo que en media
hora llegaríamos a Atenas, Grecia.
Me di cuenta de que apoyado en mi pecho, había un ángel. Vestida así:
http://images.starpulse.com/Photos/Previews/Demi-Lovato-d06.jpg .Su sueño, tranquilo
y sumiso, era una satisfacción muy grata. Ver su delicada figura entre mis brazos,
escuchando los potentes latidos de su corazón y las suaves respiraciones acompasadas
con las mías.
—Mi amor, ya llegamos. —Susurré sobre su cabeza, para despertarla tranquilamente.
— ¿Ya llegamos? —Preguntó algo confusa, y luego de mirarme, me sonrió y beso
delicadamente.
—Si amor, ya llegamos. —Le contesté, devolviéndole el beso.
Llegamos a la terminal y recogimos nuestros bolsos, ella, que era la experta en este
lugar, me tomó de la mano y me guió a la ciudad añeja.
Subimos a un taxi y nos dirigimos al hotel, donde reserve una habitación. El hotel era
precioso, mucho más que en la fotografía que observe en Internet. La entrada estaba
bordeada por un jardín bellísimo, en el lado izquierdo, se encontraba un
estacionamiento, donde un muchacho vestido de uniforme rojo y dorado, abría las
puertas de los vehículos. Entramos a la lujosa estancia, tomado de la mano de mi
amada, en el hall había un escritorio al fondo, donde yo suponía era la recepción. Había
seis enormes columnas de un grosor circular, hechas de un mármol color arena al igual
que el suelo. En el centro, se encontraban unas mesas, rodeadas de unas sillas, de color
negro y blanco. La habitación parecía dividirse en dos, donde había dos arañas de una
magnitud impresionante. Nos acercamos a la muchacha, de cabellos castaños y ojos
azules.
La muchacha habló en un dialecto desconocido para mí, pero para Selene, le era algo
muy común. Mi novia le contesto, y la recepcionista volvió a hablar.
—Bueno días, ¿En qué los puedo ayudar? —Pronunció la señorita, en un ingles un poco
rústico.
—Hice una reservación a nombre de Sean Moore. —Le contesté.
—Tome esta es la tarjeta, Mateo los va a guiar hasta la recamara. —Informó, y luego
sonrió. —Que tengan una grata estadía en el hotel Halmenton.
El muchacho de piel morena, nos llevó en por el ascensor, llegamos al piso veinte y
uno. Allí, entramos a una recamara con una pequeña recepción, donde había una
televisión y un sofá. En el lado derecho, se encontraba el living, donde había una mesa
para cuatro personas. Las paredes, pintadas de un amarillento clara, con unas guardas
con diseños delicados. Dejé las maletas más pesadas, e ingresé a una puerta que estaba
en un pasillo. Era el toalet, tenía un lavabo doble, con una grifería plateada muy
delicada, el mármol de todos los lados era de un gris, mezclado con blanco y negro. el
espejo que se encontraba frente a las canillas, era inmenso, debajo de las piletas, había
un banitori, de muchos cajones blancos. Un poco más atrás, sen encontraba un jacuzzi,
de unos dos metros y medio, y en frente de este, una ducha, con las paredes de vidrio.
Salimos del baño e ingresamos a la habitación de al lado. Era una habitación gigantesca,
las paredes pintadas de un color salmón claro, y con guardas de madrea blanca. En el
medio, se encontraba una cama de dos plazas y media, con dos mesitas de luz a los
costados. En el lado izquierdo se encontraba el closet.
Selene se sentó sobre la cama, y yo imité su acto. Ella poseía una mirada ausente,
perdida. Se encontraba así desde que llegamos a su tierra. No le pregunté nada porque
me supuse que se le pasaría, pero no fue así.
Capítulo 31: ¿Tú Primera vez? Mmm... No lo creo

— ¿Qué sucede Selene? —Le pregunté, rozando la palma de mi mano con su mejilla.
—Hay algo que no te eh dicho. —Musitó la divinidad, con una mirada de tristeza.
— ¿Qué? —Inquirí sin comprender.
—En el sur de Macedonia, en el límite de la provincia de Tesalia, se encuentra el
olimpo. —Comunicó ella. —Allí se encuentra Zeus, y la pesada de Hera. El fue mi
novio, o algo más ya no lo se. —Exclamó ahogada. —Pero hay algo, que yo se desde
siempre, y sabía que al involucrarme contigo iba a suceder.
— ¿Qué es Selene? —Pregunté desconcertado.
—Los dioses no deben mantener una relación con los mortales a menos que... —Y ella
cayó.
— ¿A menos que, qué? —Musité un tanto nervioso.
—A menos de que ese mortal, decida hacerse inmortal. —Concluyó con la voz alterada.
Yo me quedé en un silencio incómodo, y sepulcral. Para estar con el amor de mi vida,
tengo que hacerme inmortal. Pero no sabía que hacer. Aunque Selene no me lo haya
querido contar, cuando me enteré de que ella era un Titánide, averigüe de su hermana
Eos, ella le pidió al dios del olimpo que convierta a su amado en inmortal, pero esta al
no pedirle juventud eterna, su apreciado mortal, se transformó en una cigarra. Mi cabeza
daba vueltas y vueltas, pero yo ya sabía lo que quería. Lo que yo estimaba más que
nada, era estar junto a ella, por el precio que allá que pagar. La amo. Esa es la realidad.
—Esta bien. —Sisee tranquilo. —Hay que ir para allá.
— ¿Qué? ¿Estas loco? —Jadeo sin aire.
—No, ¿Por qué?
—Porque qué, te vas a convertir en inmortal. Vas a dejar a tu familia, ¿Por mí? —
Articuló, cuando se le derramó una lágrima por su mejilla.
—Si, solo para estar contigo. —Afirmé. —Pero hay que saber que pedirle.
— ¿De qué hablas? —Farfulló ella.
—No quiero que nos suceda lo mismo que a Eos. —Le contesté, mirándola fijamente a
los ojos, y ella desvió la mirada. —Si, lo se.
— ¿Cómo? —Musitó ella sin comprender.
—Lo busqué en Internet, y apareció que su amado se convirtió en cigarra por no pedir
juventud eterna. —Le expliqué.
—Eso no va a pasar. —Masculló ella, más para ella misma que para mí.
—Claro que no va a suceder.
Dicho esto último la besé. Fue un beso donde le demostré todo lo que la amaba, todo
ese cariño y amor que sentía hacia ella. Selene, mi amada Selene, ella es mi mundo, la
amo más que nada en este mundo. Es mi luna, esa que brilla y centellea para mí en las
noches oscuras.
La tome de la cintura firmemente, y la bese. Fue un beso suave y delicado, pero pasado
los segundos se transformo en salvaje e intenso. Me coloqué sobre ella, pero sin
colocarle un gramo de mi peso en su cuerpo, y empecé a darle besos en el cuello, ella a
tal acto gemía levemente. Mi mano derecha, todavía posada en su cintura, se fue hasta
las orillas de su remera, y empecé a subirla. En un abrir y cerrar de ojos, ella se
encontraba sin la blusa, luego la volví a besar, con una intensidad y una pasión palpable.
Le quité lentamente el bracier, para ser dulce con ella, quería que lo nuestro sea
especial, porque nuestros hechos iban a desembocar en algo. Descendí mi boca de la de
ella y baje por su mandíbula, hasta su cuello, y seguí bajando hasta la loma de sus
senos. Los lamí con desesperación y sutileza, y ella gemía sonoramente en mi oído y
enterraba sus uñas en mi espalda. Me quité mi remera, que ahora formaba parte de la
decoración de la habitación. Ella se colocó sobre mí, y comenzó a besar mis labios con
un frenesí incontrolable. Nuestros labios eran el éxtasis de ambos, eso los dos lo
sabíamos. Su boca, dibujaba un camino desde la mía hasta mi ombligo, donde ella lamía
cada parte de mí. Me retiró el pantalón, en una artimaña tan veloz que casi no la note;
luego de esa acción suya me coloqué nuevamente sobre ella.
La volvía besar y con mis manos le quitaba el pantalón, y muy delicada y sensualmente
su última prenda. Ella hizo una llave con sus piernas al contorno de mi cintura, y me
despojo de mi bóxer. Quedamos los dos sobre la fina seda dorada de la cama, y yo la
contemple por un minuto, vi su cuerpo perfecto, despojado de cualquier prenda, y su
silueta marcada, tan gloriosa y predominante. La amaba tanto, era tan frágil pero a la
vez tan fuerte. Tomé su rostro entre mis manos, y la besé, como si fuera la última vez.
Y seguido de eso, se escuchó un grito, de pasión y mezclado con un poco de dolor. La
penetre afablemente para no herirla, y luego mis movimientos se aceleraron. Con mi
lengua recorría toda su anatomía, y me adentraba en ella como si mi vida dependiera de
ello.
Ella quedó placidamente dormida entre mis brazos, y yo lo único que hacia era observar
al ángel que tenía en mi poder. Me quedé dormido sin darme cuenta, hasta que la voz de
mi amada y sus labios acolchonados me despertaron.
—Hola. —Me saludó ella con una sonrisa.
—Hola hermosura. —Le contesté, tomando su barbilla y besándola en los labios.
—Yo todavía no puedo creer que tus padres y los míos nos hallan dejado venir. —
Susurré entre sus labios.
—Bueno, yo ya soy bastante mayorcita. —Rió ante su comentario. —Pero a ti... —
Musito y cayó.
—Yo casi cumplo dieciocho, casi mayor de edad. —Refuté, con una sonrisa dibujada en
mi semblante.
— ¿Te puedo hacer una pregunta? —Farfulló mirando hacia la ventana de la habitación
y el cielo se mostraba oscuro, supongo que fue ella la que hizo eso.
—Claro, dime. —La animé.
— ¿Esta fue tu primera vez? —Inquirió con la voz temblorosa.
—Si mi vida, con Carola nunca pasó nada. —Le juré acariciando su mejilla. Y ahí
comencé a pensar, ella tiene trece siglos de edad, pudo haber estado con cualquier
inmortal.
— ¿Y la tuya? —Musité, nervioso ante su respuesta.
—Ehmm... Si. —Contestó dubitativa.
— ¿Segura? —Volví a preguntar.
—Claro. —Aseguró.
Capítulo 32: Mi sexto sentido

La luz entraba por el ventanal, y allí estaba ella, rodeándome la cintura con sus brazos.
—Buenos días. —La saludé al darme cuenta que estaba despierta.
—Hola amor. —Me contestó ella, besando mi mejilla y yo le respondí con un beso en
sus dulces y carnosos labios.
Ella se colocó de su costado al igual que yo para quedar enfrentados, y su rostro
comenzó a cambiar. Sus facciones se modificaron, tenía cara de preocupación y luego
de asombro, hasta que yo corté el hilo de sus pensamientos.
—Sele, amor. ¿Estas bien? —Pregunté rozando mi pulgar con su mejilla tersa.
Ella se quedó callada por unos minutos y no dijo nada, parecía que mi presencia no la
tomaba en cuenta. Hasta que enfoco sus ojos en mi rostro y salió de sus ensueños. Ella
se paró, con la sábana alrededor de su cuerpo, y fue hacia el placard a buscar ropa. Se
cambió en un abrir y cerrar de ojos(Ropa Link:
http://musicremedy.com/webfiles/artists/SelenaGomez/SelenaGomez-01-big.jpg ) , y
sin decir nada salió como rayo de la habitación.
Yo trate de seguirla, así que me cambié rápido y le seguí. No sabía donde buscarla,
caminé por toda la ciudad sin localizarla, y aumentando el problema de que nadie me
entendía lo que le decía.
Me fui a buscarla por todos lados, y terminé en el parque de Atenas, allí me senté, muy
fatigado, al borde de una fuente y en ese momento comenzó a llover. El agua se escurría
por mi pelo y entre mi ropa, y el sol alumbraba el horizonte.
Comencé a llorar por la desesperación que sentía. Y si se había alejado de mí, y si ya no
me quería, y si se fue lejos para no verme más. Todos estos pensamientos embargaban
mi mente, llena de negrura, hasta que siento una delicada mano apoyarse en mi hombro,
y siento que alguien rodea mi cintura con sus brazos.
—No llores mi amor. —Susurró, tomándome de ambos lados de mi rostro entre mis
labios.
—Pensé que te habías ido. —Le conté, derramando otra lágrima, que recorría por mi
mejilla, y se la llevaba la lluvia.
—Te amo más que nada, nunca me iría de ti. —Me contestó, con los ojos negros, por el
maquillaje corrido, gracias al agua. Dicho esto, ambos nos besamos, con una pasión y
ardor increíble, la amaba y en estos momentos, estaba seguro de que ella a mi.
Entrelazamos nuestros dedos, y caminamos bajo la lluvia por el parque, nos besábamos
y decíamos lo mucho que nos amábamos, hasta que yo decidí tocar el tema del por qué
desapareció así.
— ¿Dónde estuviste? —Pregunté deteniéndola, tomándola de la cintura y acercándola a
mi cuerpo.
—No puedo decírtelo. —Me contestó, desviando la mirada.
— ¿Por qué? —Refuté, rozando mi pulgar con su mejilla.
—Cuando pueda, juro que te lo voy a decir. —Me prometió ella, besando mis labios,
ella capturo mi labio superior y yo su labio inferior. Selene comenzó a abrir suavemente
su boca, y yo me encaminé hacia su dulce lengua. Cuando nos separamos, beso mi
mejilla y nos dirigimos al hotel.
En el hotel ella se baño para entrar en calor y luego fui yo, cuando salí la vi vestida a
ella, así: http://userserve-ak.last.fm/serve/_/26926217/Demi+Lovato+wil2.jpg
Se veía tan hermosa, al igual que siempre. La amo tanto.
La bese, y me fui a cambiar. La tomé de la mano y salimos de la lujosa estancia.
Subimos a un taxi que nos llevó hasta la acrópolis de Atenas, allí nos subimos a un
periférico que nos llevó a la sima. La viste era hermosa, y de noche se veía todo
iluminado por la luz de la luna que trajo mi amada, y por las luces de las viviendas. (Se
veía así: http://livingviajes.com/wp-content/uploads/2009/04/atenas.jpg)
Preparé, mientras la diosa se iba a traer la noche, un mantel de color blanco con una
botella de champaña, dos copas de cristal, y dos platos de porcelana blanca, y cubiertos
de plata. En el lado derecho, en una cacerola cubierta, su comida favorita, gyros. Según
por lo que me dijo hace mucho.
—Esto es maravilloso. —Musitó la muchacha, con los ojos centellantes, y tomando mi
mano derecha.
—No más que tú. —Le contesté, y besé la mano que tenia sujeta. Ambos nos sentamos
en el suelo, contemplando la hermosura del paisaje. Era todo tan perfecto y hermoso,
claro, estando a su lado. Sentir lo que sentía hacia ella, era lo más grande que un ser
humano común pudiera entender o a llegar a captar con sus cinco sentidos, porque yo
desarrollé uno, que es amarla. Mi sexto sentido.
— ¿Cómo te acordaste? —Farfulló, comiendo lo que yo le servía.
—Presto demasiada atención a cada cosa que tú digas. —Le contesté y bese su mejilla,
dado que me senté a su lado.
—Eres los más maravilloso que me allá pasado. —Le dije, besándola dulcemente en los
labios.
—Tú también, dado lo mucho que te eh esperado. —Susurró, y sentí sus dulces y
maravillosos labios sobre los míos. Ese beso tenía una mezcla de sentimientos, desde
muchísimo amor, hasta debajo de todo, un poco de miedo. De parte de ella. Para no
molestarla o incomodarla no quise preguntarle que era lo que sucedida, pero la duda me
carcomía.
—Te amo. —Siseó y acarició mi mejilla. —Más que nada en el mundo. —Afirmó ella,
contemplándome de una manera maravillosa. —Pase lo que pase, siempre vamos a
amarnos. —Aseguró, y volvió a besarme.
—Siempre. —contesté, y la volví a besar.
— ¿Qué es lo más loco que hiciste? —Le pregunté, con un tanto de curiosidad.
—Mmmm... —Dudó. —Haberme peleado con Hades, creo.
— ¿Por qué? —Inquirí desconcertado.
—Por que me metí en su territorio. —Contestó, y al ver mi rostro de no comprender
prosiguió. —El es el dios de la muerte, y yo salvé a un bebe de ella. —Concluyo.
—Valla, eso si que es... —Me detuve buscando la palabra indicada. —Valeroso. —Ella
rió ante mi comentario.
— ¿Y tú? —Preguntó, tapándose la boca para bostezar.
—Tienes sueño. —Musité, asegurando el hecho.
—Un poco. —Contesto. —Pero dime.
—Lo más loco que eh hecho fue... —Dudé. — Haberme ido con un amigo, solos a
Nueva York, para ir a ver un concierto de Greene Day. —Le contesté, sonriendo.
—Valla, eso si que esta loco. —Dijo ella con una sonrisa. —Yo no podría hacer eso.
— ¿Por qué? —Pregunté confuso.
—Porque mi padre me encontraría en cuestión de segundos.
—A claro, olvidaba que es lo que el hace. —Cuando dije eso, ella tiritó de frío, y yo me
quité el saco de mi traje, y se lo entregué.
—Gracias. —Susurró ella, más dormida que despierta.
—De nada. —Le contesté, y me levanté de mi asiento. —Vamos. —Le dije, dándole mi
mano, y ella la tomó. Yo la sostuve en brazos y ella se quedó media dormida. Abajo nos
esperaba el mismo taxi con el que vinimos, dado que le pagué bastante para que
ocurriera eso. Yo abrí la puerta y la subí a dentro. En el viaje quedó placidamente
dormida, recostada sobre mi pecho.
Capítulo 33: ¿Inmortal?

— ¿Está rico? —Le pregunté mientras tomaba su desayuno mirando el periódico.


—Claro que sí. —Me respondió y luego me besó.
— ¿Podemos hablar? —Inquirí con la voz temblorosa.
—Dime. —Musitó ella con una sonrisa tirando de sus comisuras, pero esa alegría no
llego a sus hermosos ojos castaños.
— ¿Qué pasó cuando te fuiste? —Indagué con el miedo latente en mi voz.
—Sean yo... —Comenzó pero la interrumpí.
—Dime la verdad por favor, confía en mí. —Pedí con un susurro que se notaba la nota
de ruego en la voz.
—Está bien. —Suspiró sonoramente. —Cuando fuiste a buscarme a Grecia Zeus se
enfadó mucho contigo y te borró la memoria. —Confesó y yo me quede shokeado. —
Luego para que te la regrese, dado que no te acordabas de mí, hice un trato con él. —
Farfulló y luego se calló.
— ¿Qué trato? —Pregunté con pavor.
—Le prometí que yo misma te convertiría en inmortal o de lo contario desparecería de
tu vida y yo te borraría la memoria para que no sepas que nuestro mundo existe. —Se
sinceró con las facciones demacradas por la culpa o el terror, no pude diferenciarlas.
— ¿Inmortal? —Susurré más para mí que para ella.
Esta solo asintió.
Estuve varias veces meditando el tema de la inmortalidad, dado que yo sabía que si
quería pasar el resto de mi vida con ella, debía de estar dispuesto a entregarme
completamente a ella, tanto como mi humanidad.
El miedo se embargó de mi, la idea sopesaba en mi subconsciente, pero el temor de
perderla era más fuerte que el terror de ser un ser inhumano. Las preguntas como, ¿qué
sería? ¿Qué haría con mi familia? ¿Cómo los alejaría de mí? Y demás preguntas
vagaban en mi cabeza, tratando de encontrar una respuesta razonable a todo aquello.
Pero para ser sinceros no encontraba esa respuesta, y me dolía.
—Sel, yo no me voy a separar de ti. —Le dije con una sonrisa. Ella me miró a los ojos,
y me pareció que encontró algo que le gustó, porque me sonrió de la manera más dulce
que una persona podría hacerlo. Mi amada se abalanzó sobre mí y me besó en los labios
con amor y pasión.

Las “vacaciones” terminaron, y el miedo de perder a mi familia nuevamente se apoderó


de mí. Al llegar a mi casa me encontré con los cálidos brazos de mi adorada madre, esta
traía una sonrisa de oreja a oreja y me miraba dulcemente.
—Te extrañamos mucho mi amor. —Dijo mi madre acariciando mi cabello.
—Si hermano, es verdad. —Concordó Dago con una sonrisa.
— Hijo, ¿cómo te fue con Selene? —Preguntó mi papá para luego tomarme del brazo y
llevarme a su escritorio, dejando al resto de la familia en el comedor.
Mi padre cerró la puerta para luego sentarse en una silla de cuero negro. Los libros
adornaban todo el sitio, además de muchos títulos de felicitaciones y premiaciones a mi
padre por ser abogado.
— ¿Qué ah pasado? —Inquirió mi padre interesado.
— ¿Ah qué te refieres? —Le respondí con otra pregunta, con el miedo latente en la voz,
temor a que halla descubierto el secreto de los Diamantini.
—Si ella y tú... —Se calló y yo comprendí a lo que se refería, el alivio me invadió pero
luego la sangre subió a mis mejillas.
—Emm... —Carraspee rascándome la nuca.
— ¿Y?
—Bueno, si sucedió. —Le contesté por fin.
— ¿Se cuidaron? —Indagó algo preocupado.
—Claro que sí. —Le respondí, pero la verdad era que no, y comencé a preocuparme por
ello. Enfermedades de parte de ella era algo muy raro, imposible, diría yo, que eso
sucediera. Pero el embarazo. Miles de dioses han tenido hijos, pero de ¿humanos? Eso
no lo sabía. Pero ¿Qué sucedía si Selene quedara embarazada de mí? No, no, no. Eso
nunca pasaría, no hasta que yo me halla convertido en un ser inhumano.
—No le cuentes a tu madre, sabes como es. —Pidió mi progenitor con una sonrisa en
sus labios.
—De acuerdo. —Musité para luego salir de su despacho. Me dirigí a mi dormitorio, las
miradas de mi familia me confundían. La mirada dulce y sincera de mi madre, me
brindaba calma y paz. La de Dago me provocaba alivio, el me trasmitía confianza, pero
la de Journy era completamente distinta a la de todos ellos. La de mi hermano menor,
era una mirada de odio y rencor. Él estaba enojado conmigo, pero detrás de sus ojos
café, detrás de ese enojo, se asomaba una cristalización. El dolor se le veía, además que
en su vista, también en sus facciones. Y yo sabía la razón.
Selene.
Capítulo 34: Harry y Malcon.

— ¿Journy puedo hablar contigo? —Le pregunté sentándome en la mesa.


—Llego tarde Sean, adiós. —Me dijo tomando la mochila y saliendo por la puerta.
Mi hermano estaba muy raro, y el amor que sentía por Selene era un impedimento para
hablar con él.
— ¿Sean? —Inquirió Dago pasando su mano frente a mi rostro.
— ¿Qué pasa?
— ¿Vamos? —Farfulló irritado, caminando hacia la puerta y dejándola abierta para mi.
—Si, si. —Contesté, subí al auto y mirando por el espejo retrovisor observaba a mi
hermano menor, a este se le derramaba una lágrima por su mejilla y a mí, sinceramente,
eso no me gustaba nada, y más si el dolor se lo infringía yo.
Llegamos al instituto y allí vi al ser más perfecto del mundo. Selene se exhibía, con su
pelo color almíbar, cayendo delicadamente por su espalda. Su cuerpo, cubierto con una
tela de color rojo sangre, en un vestido un tanto ajustado y corto, con zapatos de tacón
color dorado. La muchacha, perfecta, poso sus ojos en mí y se acercó lentamente a
donde yo me encontraba.
—Hola mi amor. —Dijo Selene besando mis labios pasionalmente.
—Hola bonita, ¿cómo estás? —Le pregunté alejándola de mis hermanos y tomándola
por la cintura.
—Muy bien, te extrañe.
—Yo más hermosura. —Los dos nos dirigimos a la primera clase que tendríamos,
Biología. Esa materia era una de las que más fáciles para mí, tenía algo con esa área que
se me facilitaba en el estudio, que con otras no.
Llegamos al salón y nos sentamos en el último banco a la izquierda. Ella se encontraba
del lado de la pared y yo del pasillo. En ese momento, cuando todos los alumnos se
sentaron en su lugar y se callaron dado que la profesora Banucci entró al aula.
—Buenos días jóvenes. —Saludó la docente de cabellos pelirrojos, su cuerpo era
perfecto, dado que tendría unos veintiséis o veintisiete años. Sus ojos color turquesa se
encontraban detrás de unas delicadas gafas y esos ojos de tonalidades de cielo
delineados pos unas finas cejas al igual que sus labios.
Todos los chicos en la habitación la saludaron como corresponde y la clase comenzó.
Estábamos viendo genética y evolución de la materia, un tema realmente atrapante para
mí. Mis calificaciones estaban en ascenso, biología el año pasado al igual que otras
materias las había cerrado en nueve y diez, además de los hermanos Diamantinis y
Dago, yo era uno de los mejores alumnos, supuestamente lo que decían los maestros.
La clase siguió normal, nos dio una guía de investigación y luego sonó el timbre del
receso.
—Te amo. —Le dije a Selene, ella se encontraba con la cabeza recostada en mis piernas
y todo su cuerpo sobre el frío banco de la escuela.
—Yo También mi amor. —Musitó la diosa, y yo me inquiné para besarla. En ese
momento sentí a alguien carraspear detrás de nosotros, yo me giré y me encontré con el
señor Mather.
—Disculpe señor Moore ¿Puede venir un momento a la dirección? —Yo meré a Selene
y esta a mí, yo asentí con nerviosismo al director. Caminé al lado del hombre hasta su
despacho y allí me encontré con dos personas que jamás había visto.
—Bueno señores, acá les traje a una de mis joyas. —Musitó Mather.
—Albert, así que, ¿él es? —Indagó uno de los hombres, este tenía el cabello rubio y los
ojos color arena, su cuerpo estaba vestido con un lujoso traje negro, al igual que su
acompañante, pero el segundo, tenía el pelo negro como la brea y los ojos castaño
oscuro.
—Si Harry, el es. —Le contestó el rector.
—Es un placer conocerlo señor Moore. —Dijo el primer hombre, Harry, estrechando su
mano, yo la acepté y le sonreí cálidamente.
—Igualmente. —Respondí mirando a Harry y luego al segundo hombre.
—Sean, que bueno es verte. —Siseó el señor de cabello negro.
—Gracias.
—Yo soy Malcon, vinimos a ofrecerte algo, y espero que no lo desaproveches.
—Dígame de que se trata. —Les pedí a los sujetos que se encontraban ahora en frente
mío, debido que me coloqué al lado del director.
Capitulo 35: Intercambio

—Bueno Sean, como sabes, tú eres uno de los mejores alumnos de esta institución. —
Dijo Malcon seguro de ello.
—Gracias.
—Entonces estábamos pensando, o mejor dicho, estamos organizando un intercambio
extranjero, y si aceptas, tú serías el que se valla. —Musitó Harry con una sonrisa en su
semblante.
— ¿Qué? —Susurré ahogado.
—Estas oportunidades se las damos a alumnos muy prometedores.
—Si, pero Dago, mi hermano, es mucho mejor que yo. —Contesté a favor de mi
hermano.
—No sé si mejor, Sean, pero esta oportunidad te la estamos dando a ti. —Refutó
Malcon.
—Piensa que esto te abre miles de puertas a las mejores universidades del mundo. —
Contó Harry amablemente.
— ¿A dónde sería esto? —Inquirí cada vez más interesado y ambos hombres se
sonrieron mutuamente victoriosos.
—Sería en Gran Bretaña, Londres. —Respondió el varón de pelo negro.
— ¿Cuánto tiempo?
—Serían solo seis meses. —Respondió el rubio.
En ese momento pensé en Selene, estaría otra vez tanto tiempo separado del amor de mi
vida. No lo sé. El tema de permanecer a cientos de kilómetros de la mujer que amo y
también la tentativa de un futuro increíble, con miles de universidades queriéndome en
sus establecimientos era algo muy difícil de decidir.
— ¿Me dejan pensarlo? —Indagué mirando a los cuatro de traje.
—Claro, mañana nos contestas. Háblalo con tu familia t luego dime que has decidido.
—Concordó el rector. Yo saludé con un apretón de mano a las tres personas y salí de
ahí con los nervios a flor de piel. Fui al salón del señor Hiley, el impartía la materia de
Filosofía, y allí se encontraba mi princesa.
—Estas no son horas de llegar, señor Moore. —Me regañó el tipo pelado, de traje
negro.
—Lo siento señor Hiley, estaba en la dirección. —Contesté, este asintió a regañadientes
y me fui a sentar junto al amor de mi vida.
— ¿Qué sucedió? —Susurró Sele.
—En el receso te cuento. —Contesté en el mismo tono de voz que ella.
Separarme de Selene era algo que no quería, ya habíamos estado apartados mucho
tiempo, pero ir a un intercambio era el sueño de cualquier estudiante, y además conocer
Londres, recorrer esa hermosa ciudad, colonizadora de la mía de origen.
La clase había finalizado y sin una pausa, entró Remen, el profesor de economía. La
materia era una de las que menos me gustaba, pero el señor Remen hacía que le
entendiéramos a la perfección.
El timbre sonó y todos los alumnos comenzaron a salir rápidamente del aula, cuando me
paré de mi lugar y me dirigía hacia el pasillo, sentí una opresión en el brazo derecho.
Allí se encontraba Selene con rostro de enfado, debido a que yo me estaba alejando de
ella para evitar el tema.
— ¿Ahora sí? —Preguntó mi novia sentándose debajo de un árbol.
— ¿Qué quieres saber? —Indagué con cinismo.
—Dime Sean. —Pidió con el ceño fruncido.
—Me ofrecieron un viaje.
— ¿Un viaje? —Dijo sin entender.
—Si, un intercambio extranjero. —Contesté mirándola a los ojos y acariciando sus
manos.
— ¿Por cuánto tiempo? —Musitó ella con el miedo haciéndose presente por vez
primera.
—Por seis meses, a Londres. —Ella se puso un tanto nerviosa y sus ojos se cristalizaron
lentamente.
Capítulo 36: ¿De qué siento más orgullo?

—Sean, eso lo tienes que decidir tú, haz lo que creas correcto. —Dijo Selene, para
luego levantarse y besar mis labios. Ella se retiró de escena y salió del parque. Mi
corazón se me estrujó al verla triste, pero ya mi cabeza no me respondía. Si yo voy a ser
inmortal, tal vez esto no me sirva para el futuro, por que mi futuro es ella. Yo se que
quiero estar con Selene para siempre, pero una parte de mi tiene miedo, miedo a algo
que nunca fui. Tal vez el camino no sea ser inmortal ya, tal vez vivir esta experiencia
sea bueno.
El día trascurrió normal, yo en la luna de valencia, por decirlo de una forma. Es que en
mi cabeza había dos razones, dos cosas que me estaban torturando, Selene y el
intercambio. Llegué a mi casa y reuní a mi familia en el gran comedor, yo me senté en
la punta de la mesa, para observar mejor a las cuatro personas que estaban sentados
junto a mí.
— ¿Qué pasa, cariño? —Indagó dulcemente mi madre.
—Me voy. —Contesté seguro, ya había sopesado la idea, y sí, por seis meses me alejaba
de Selene, pero yo volvería y estaríamos juntos nuevamente, pera toda la eternidad. Seis
meses no serían nada a comparación de toda inmortalidad.
— ¿A dónde? —Preguntó mi padre, seriamente y con la mirada furtiva.
—Me ofrecieron ir a Londres, a un intercambio escolar. —Mi familia se sorprendió
bastante, todo estaban muy emocionados.
—Mi bebé, que contenta que estoy. —Musitó mi madre feliz.
Mis padres estaban muy orgullosos y mi hermano mayor también. Pero Journy me
descolocó, el estaba como si nada hubiera pasado, estaba realmente feliz. Me trataba
como antes, éramos los mejores amigos, y me abrazaba. Todo esto era muy raro, pero
me ponía muy contento.
Cenamos tranquilos, arroz con pollo, una de mis comidas favoritas y luego me dirigí a
mi cuarto.
El sueño me venció y me acosté en mi lecho, lo único que podía observar era la luna
centellante que se filtraba la luz por mi ventana y las estrellas, que se veían tan
resplandecientes allí arriba en el cielo calmo y constante.
El pensar de perder a Selene, otra vez, por seis meses me dolía en el alma, pero también
el pensar, en que voy a ir a Londres, me reanimaba. El intercambio me lo ofrecieron
debido a que yo era uno de los mejores alumnos de la escuela, eso si era un honor. Pero
también ser al hombre que una diosa ame, también es un honor ¿No?
¿Estaré haciendo lo correcto? ¿Me estaré equivocando? Esas preguntas me daban vuelta
la cabeza, pero la decisión estaba tomada.
Lo más doloroso de todo esto eran las lágrimas que había visto derrochar a Selene por
mí, cuando le comenté de la noticia.

La luz del día me iluminaba, me levanté con pesadez de la cama y fui a hacer el bolso,
hoy me iría a Londres, hoy cumpliría uno de mis sueños.
Mi familia se encontraba al pie de la escalera, mi madre derramaba lágrimas al igual que
mi padre, pero este las hacía desaparecer con su mano automáticamente. Dago estaba
con una sonrisa, dado que el era como mi padre, y Journy, la felicidad de el era infinita,
pero en ese momento me puse a meditar el por qué, el por qué de esa felicidad. Pero
sinceramente no le quiero dar importancia a este hecho.
La luz del día iluminaba todo, más de lo normal, y me preguntaba de si Helios estaba
muy contento de que me fuera, en mi fuero interno me reí.
Las calles de Berlín estaban súper pobladas, y con mis padres y hermanos me iba al
aeropuerto internacional.
“Pasajeros del vuelo 101, con destino a Londres, Inglaterra por favor abordar por la
plataforma número 22, gracias.” Repitió tres veces la mujer en el altavoz y yo me
despedí de mi familia y miré para todos lados a la espera de que mi ángel llegara a
saludarme, pero ella nunca vino. Me dirigí a paso lento, con un dolor punzante,
atravesando mi corazón como una daga filosa.
El vuelo estaba a punto de salir, y mis lágrimas ya lo hicieron antes de que eso ocurra.
Capítulo 37: Nuevos Amigos

Narrado por Selene Diamantinis

— ¡Es un idiota, maldito! —Grité sentándome en la banca del patio de la escuela, dado
que todos los demás estudiantes se encontraban en clase. — ¿Cómo me pudo hacer
esto? —Continué diciendo para mí.
—No te ama tanto como yo. —Contestó una voz armoniosa detrás de mí.
— Cállate, Journy, no estoy de humor. —Respondí fríamente.
—No te enojes conmigo Selene, él tiene la culpa.
—Lo sé. —Dije sentándome en la banca y comenzando a llorar.
El muchacho se colocó a mi lado y con la mirada afligida me abrazó. Yo en un
momento no sabía como reaccionar, pero el dolor de mi alma era mucho más grande.
Me abalancé rápidamente a Journy llorando apenadamente en su hombro. El más
pequeño de la familia Moore.
El chico se quedó en silencio por un tiempo indefinido, hasta que veo a los alumnos
salir de sus respectivas aulas.
—Te tienes que ir a tu salón. —Musité alejándome de él.
—No, claro que no, me quedaré contigo. —Negó haciendo desaparecer con su dedo
pulgar una lágrima rebelde que se asomaba por el contorno de mis ojos.
—Journy, estoy llorando por tu hermano. —Le recordé con pesar.
—Lo sé, pero yo te prometo algo. —Farfulló sonriendo dulcemente.
— ¿Qué?
—Que yo te voy a cuidar, y no voy a permitir que absolutamente nadie te vuelva a
dañar. —Prometió para luego sonreír nuevamente y acariciar mi brazo izquierdo.
—Gracias.
El resto del día ninguno de los dos fue a clases, yo me quedé llorando en los brazos de
Journy. El me estaba cuidando, la persona en la que menos pensé que lo haría, y menos,
dado que yo estoy llorando por su hermano aventurero, que se fue a probar suerte a
Londres, y que volvería en seis largos y eternos meses.
— ¿Vamos? —Preguntó parándose y tomando delicadamente mi mano.
— ¿A dónde? —Inquirí confusa.
—Terminó la jornada escolar, vamos. —Dicho eso me paré y salimos abrazados por los
pasillos de la escuela. Todos los estudiantes del instituto Alexander Von Humboldt,
posaban sus miradas acusantes sobre nosotros dos, los murmullos en los corredores,
murmullos negativos, claro está, eran esos que no quería escuchar, así que no le di
importancia, pero al parecer que Journy si.
— ¿Y a ti que te importa? —Preguntó molesto Journy.
—Robarle la novia a tu hermano, que cinismo. —Respondió a los gritos un muchacho
rubio.
—Yo no le robé nada, idiota. —Contestó Jour molesto.
—Claro que no, tu hermano se fue y lo primero que haces es bajarle a la novia.
—Cállate, tú no tienes idea de nada. —Dijo mi amigo, enervado hasta la médula.
—Por supuesto que tengo idea, ahora dónde la llevas, ¿A la cama? —Dicho esto el
rostro de Journy se transfiguró completamente, una oleada de odio y bronca, —según lo
que yo interprete—invadió su cuerpo. El muchacho de cabello castaño me soltó
delicadamente y se acercó a paso firme al amigo de Sean y lo golpeó. Journy lo tiró al
piso y le proporcionaba golpe tras golpe, pero en un momento de la pelea, el chico rubio
se subió arriba de su contrincante y lo empezó a golpear en todo su rostro.
Mi cuñado, si en estos momentos se lo puede llamar así, se subió nuevamente arriba de
su enemigo y le pegaba en el rostro y en toda su anatomía.
Hasta que el ruido de un gritó refulgió en todo el corredor, el círculo que había
encerrado a Journy y al otro muchacho para ver la pelea, se abrió y pasó la señora
Martha, con su rostro severo y autoritario.
—A la dirección ahora mismo joven Parth y joven Moore. —Ambos muchachos todos
ensangrentados y golpeados se levantaron del suelo de mármol y siguieron a la mujer de
cabello negro recogido por los poblados pasillos de la escuela. Todos los alumnos
tenían cara de sorpresa y entusiasmo, para saber que les iba a decir a los “luchadores” la
preceptora y el director.
Capítulo 38: Romeo & Julieta

Estaba frente a la oficina del director, a la espera de que salga Journy, lo único que se
escuchaba eran murmullos, y esto me desesperaba a cada minuto más. Después de una
media hora, salió con el crujido de la puerta mi amigo y el muchacho rubio.
— ¡Jour! —Exclamé para luego arrojarme a sus brazos, este me devolvió el abrazo y se
quejó.
—Lo siento. —Me disculpé para luego mirar con recelo al rubio.
—Ven, vamos. —Dije para tomarlo luego del brazo a Journy, pero alguien nos
interrumpió.
—La hiciste muy bien, Moore.
Journy se dio vuelta pero yo lo tomé del brazo y la que se giró fui yo.
—Cállate, tú no tienes nada que hablar de nosotros. —Le contesté y me di vuelta para
quedar al lado del herido.
Caminamos hasta llegar al aparcamiento y nos dimos cuenta de que su hermano y los
míos no estaban, así que nos fuimos caminando hasta mi casa. Él al caminar tanto, se
quejaba debido al dolor de los golpes, pero cuando lo miraba preocupada y enojada, el
me sonreía para calmarme y yo por inercia, se la devolvía.
— ¡Helios!, ¡Eos! —Grité al abrir las puertas de mi casa, pero mis hermanos no se
encontraban, y mis padres tampoco porque se encontraban en el trabajo.
—Parece que no están. —Musitó Jour sonriéndome.
—No, se habrán ido a pasear, o no sé. —Contesté sonriéndole. —Vamos a la cocina que
te curo. —Dije para luego salir del hall y dirigirme al baño a buscar el botiquín. Bajé las
escaleras hasta llegar a la cocina y encontrarme con Journy. Este se sentó en la banqueta
y yo frente a él. Empecé por desinfectar las heridas y luego vendarlas, este se quejaba
cuando el algodón empapado con alcohol rozaba su piel.
—Gracias. —Farfulló levantando la comisura de sus labios.
—No, gracias a ti, por defenderme. —Refuté acariciando su mejilla, este sonreía ante el
contacto de mi piel.
—Siempre voy a estar para ti. —Siseó seguro de eso.
— ¿Quieres ver una película? —Ofrecí para luego reír ante su expresión de
desconcierto.
— ¿Película?
—Claro, tú eliges.
Lo tomé de la mano y lo llevé hasta el playroom que se encontraba en la planta alta de
la casa, allí nos sentamos en el amplió sofá de cuero color arena y le mostré donde se
encontraban los dvd’s, allí Journy se puso a observar que veríamos.
— ¿Qué te parece? —Preguntó mostrándome la caja de la película Romeo y Julieta.
—Me encanta, es mi favorita. —Dije automáticamente.
—Igual la mía. —Contesto con su característica sonrisa.
—No mientas.
—De verdad, lo juro. —Respondió con sus ojos, y parecía sincero. —Pero el libro es
muchísimo mejor, el amor de Romeo hacia Julieta es tan fuerte que nadie lo puede
vencer.
—Si, pero el amor de Julieta hacia Romeo es mucho más grande. —Refuté sentándome
en el sofá.
—Claro que no, Romeo se da la muerte debido a que cree que Julieta está muerta.
—Si, pero Julieta se mata y antes se entierra viva a la espera de su Romeo.
—Eso es verdad, pero Romeo planificó su muerte, planificó el matarse, en cambio
Julieta fue un impulso. —Dijo Journy, muy seguro.
—Si, pero Julieta fue la que se puso en contra de su familia, En cambio Montesco, no.
—Claro que se puso en contra a su familia.
—Si, pero en cambio, Julieta estaba comprometida.
—Selene, no nos vamos a poner de acuerdo, ¿No? —Preguntó con dulzura.
—Creo que no.
—Entonces miremos la película.
Journy prendió el dvd y empezó la película. Ambos nos acostamos en el sofá y yo apoye
mi cabeza en su pecho y allí nos quedamos mirando la pantalla.
Capítulo 39: Romeo & Julieta 2

—Tengo una idea. —Dijo Journy al entrar al teatro, donde la maestra Homprie, impartía
su materia de actuación.
— Dígame señor Moore. —Pidió la profesora.
—Romeo & Julieta, un clásico de la literatura y del teatro.
— ¡Me fascina! —Exclamó la docente. —Mañana van a ser las audiciones, ahora
tenemos que hacer el libreto, y también la escenografía. —La profesora se fue con el
“equipo” de escenografía y los chicos que escriben el libreto.
Los alumnos que son lo que actúan nos fuimos, dado que no había nada más que hacer,
la reunión de hoy era para definir que actuaríamos el mes que viene.
— ¿Te gustó? —Preguntó emocionado.
—Claro que si. —Contesté con una sonrisa.
—Y tú vas a ser Julieta Capuleto. —Me contó caminando por el parque de la escuela.
—Claro, y tú... ¿Romeo Montesco? —Pregunté irónica.
—Por supuesto, mi Julieta. —Dijo él arrodillándose ante mí y tomando mi mano, yo reí
ante tan acto.
—Primero se tienen que hacer las audiciones. —Le recordé parándome de donde me
encontraba.
—Si, lo sé. Pero se que vamos a obtener los papeles. —contestó muy seguro de sí.

El día termino por fin. De a momentos, recordaba a el amor de mi vida, pero sabía que
el en donde esté, estaba pensando en mí, como yo en el. Gracias a Journy, yo no me la
pasaba depresiva porque su hermano no se encontraba conmigo.
Ya habían pasado cinco meses, y en ningún momento Sean se comunicó conmigo, y
cada vez que yo lo intentaba hacer, en la escuela en la que se encontraba me decían que
no estaba o que se hallaba en clase.
La verdad, ya no sabía que pensar, él tal vez se asusto de la inmortalidad y se enamoró
de una londinense y se fue.
No quería pensar en ello, me ponía el ánimo por los suelos.
Esto me deprimía cada vez más, pero allí estaba Journy conmigo, para levantarme el
ánimo y apoyarme en todo.

—Se ríe de las heridas quien no las ha sufrido. Pero, alto. ¿Qué luz alumbra esa
ventana? Es el oriente, y Julieta, el sol. Sal, bello sol, y mata a la luna envidiosa, que
está enferma y pálida de pena porque tú, que la sirves, eres más hermoso. Si es tan
envidiosa, no seas su sirviente. Su ropa de vestal es de un verde apagado que sólo
llevan los bobos ¡Tírala! —Dijo Teseo mirándome desde abajo. — ¡Ah, es mi dama, es
mi amor! ¡Ojala lo supiera! Mueve los labios, mas no habla. No importa: hablan sus
ojos; voy a responderles. ¡Qué presuntuoso! No me habla a mí. Dos de las estrellas más
hermosas del cielo tenían que ausentarse y han rogado a sus ojos que brillen en su
puesto hasta que vuelvan. ¿Y si ojos se cambiasen con estrellas? El fulgor de su
mejilla les haría avergonzarse, como la luz del día a una lámpara; y sus ojos lucirían en
el cielo tan brillantes que, al no haber noche, cantarían las aves. ¡Ved cómo apoya la
mejilla en la mano! ¡Ah, quién fuera el guante de esa mano por tocarle la mejilla!
— ¡Ay de mí! — Musité mirando hacia abajo.
—Ha hablado. ¡Ah, sigue hablando, ángel radiante, pues, en tu altura, a la noche le das
tanto esplendor como el alado mensajero de los cielos ante los ojos en blanco y
extasiados de mortales que alzan la mirada cuando cabalga sobre nube perezosa y
surca el seno de los aires! —Dijo Journy.
— ¡Ah, Romeo, Romeo! ¿Por qué eres Romeo? Niega a tu padre y rechaza tu nombre,
o, si no, júrame tu amor y ya nunca seré una Capuleto.
— ¿La sigo escuchando o le hablo ya? — Preguntó Journy dulcemente.
—Tú eres tú, aunque seas un Montesco. ¿Qué es «Montesco»? Ni mano, ni pie, ni
brazo, ni cara, ni parte del cuerpo. ¡Ah, ponte otro nombre! ¿Qué tiene un nombre? Lo
que llamamos rosa sería tan fragante con cualquier otro nombre. Si Romeo no se
llamase Romeo, conservaría su propia perfección sin ese nombre. Romeo, quítate el
nombre y, a cambio de él, que es parte de ti, ¡tómame entera!
—Te tomo la palabra. Llámame « amor » y volveré a bautizarme: desde hoy nunca más
seré Romeo. —Prometió con una sonrisa.
— ¿Quién eres tú, que te ocultas en la noche e irrumpes en mis pensamientos? —Le
dije mirándolo enamorada.
—Con un nombre no sé decirte quién soy. Mi nombre, santa mía, me es odioso porque
es tu enemigo. Si estuviera escrito, rompería el papel.
—Mis oídos apenas han sorbido cien palabras de tu boca y ya te conozco por la voz.
¿No eres Romeo, y además Montesco? —Pregunté tal como lo dice Julieta.
—No, bella mía, si uno a otro te disgusta.
—Dime, ¿cómo has llegado hasta aquí y por qué? Las tapias de este huerto son muy
altas y, siendo quien eres, el lugar será tu muerte si alguno de los míos te descubre.
—Con las alas del amor salté la tapia, pues para el amor no hay barrera de piedra, y,
como el amor lo que puede siempre intenta, los tuyos nada pueden contra mí.
—Si te ven, te matarán. —Le expliqué con temor.
— ¡Ah! Más peligro hay en tus ojos que en veinte espadas suyas. Mírame con dulzura
y quedo a salvo de su hostilidad.
—Por nada del mundo quisiera que te viesen.
—Me oculta el manto de la noche y, si no me quieres, que me encuentren: mejor que
mi vida acabe por su odio que ver cómo se arrastra sin tu amor.
— ¿Quién te dijo dónde podías encontrarme?
—El amor, que me indujo a preguntar. Él me dio consejo; yo mis ojos le presté. No
soy piloto, pero, aunque tú estuvieras lejos, en la orilla más distante de los mares más
remotos, zarparía tras un tesoro como tú.
—La noche me oculta con su velo; si no, el rubor teñiría mis mejillas por lo que antes
me has oído decir. ¡Cuánto me gustaría seguir las reglas, negar lo dicho! Pero, ¡adiós al
fingimiento! ¿Me quieres? Sé que dirás que sí y te creeré. Si jurases, podrías ser
perjuro: dicen que Júpiter se ríe de los perjurios de amantes. ¡Ah, gentil Romeo! Si me
quieres, dímelo de buena fe. O, si crees que soy tan fácil, me pondré áspera y rara, y
diré « no » con tal que me enamores, y no más que por ti. Mas confía en mí:
demostraré ser más fiel que las que saben fingirse distantes. Reconozco que habría
sido más cauta si tú, a escondidas, no hubieras oído mi confesión de amor. Así que,
perdóname y no juzgues liviandad esta entrega que la oscuridad de la noche ha
descubierto.
—Juro por esa luna santa que platea las copas de estos árboles...
—Ah, no jures por la luna, esa inconstante que cada mes cambia en su esfera, no sea
que tu amor resulte tan variable.
— ¿Por quién voy a jurar?
—No jures; o, si lo haces, jura por tu ser adorable, que es el dios de mi idolatría, y te
creeré.
—Si el amor de mi pecho...
—No jures. Aunque seas mi alegría, no me alegra nuestro acuerdo de esta noche:
demasiado brusco, imprudente, repentino, igual que el relámpago, que cesa antes de
poder nombrarlo. Amor, buenas noches. Con el aliento del verano, este brote amoroso
puede dar bella flor cuando volvamos a vernos. Adiós, buenas noches. Que el dulce
descanso se aloje en tu pecho igual que en mi ánimo.
— ¿Y me dejas tan insatisfecho? —Preguntó tristemente.
— ¿Qué satisfacción esperas esta noche? —Refuté con dulzura.
—La de jurarnos nuestro amor.
—El mío te lo di sin que lo pidieras; ojala se pudiese dar otra vez. —Contesté con amor
incondicional.
— ¿Te lo llevarías? ¿Para qué, mi amor?
—Para ser generosa y dártelo otra vez. Y, sin embargo, quiero lo que tengo. Mi
generosidad es inmensa como el mar, mi amor, tan hondo; cuanto más te doy, más
tengo, pues los dos son infinitos. [Llama el AMA dentro.] Oigo voces dentro. Adiós,
mi bien.- ¡Ya voy, ama!-Buen Montesco, sé fiel. Espera un momento, vuelvo en
seguida. —Anuncié y me retiré del balcón.
Capítulo 40: Mujer Bonita

—Fue sensacional. —Musitó Journy comiendo un gran trozo de pizza.


—Si, lo fue. —Concordé riendo. —Por favor, Jour, come más despacio y de a poco, te
vas a atragantar.
—Tranquila, siempre como así. —Y siguió comiendo como lo hacía anteriormente.
— ¿Hoy vienes? —Preguntó con la boca llena.
—Hahaha. —Reí al verlo. —Si voy a ir, pero tengo que volver antes de las seis.
— ¿Por qué tanto antes? —Preguntó confundido.
—Mis padres. —Respondí agachando la cabeza.
—Está bien, pero yo te llevo a tu casa.
—Claro. —Indiqué con una sonrisa.
Terminamos de almorzar y nos fuimos a nuestras respectivas aulas. El señor Snow
estaba atacado conmigo, dado que yo le había contestado una respuesta, que el estaba
equivocado, y se enfadó debido a su ignorancia. Terminé la tarea de biología y salí del
salón casi corriendo.
—Tranquila, tranquila. —Dijo Journy tomándome del brazo dado que no lo había visto
y tomando de mi brazo.
—Es que no sé, tengo ganas de irme. —Comenté sentándome en la parte del copiloto.
—Es que te vas conmigo. —Musitó seductoramente, yo lo golpeé en el brazo y ambos
reímos al unísono.
—Mira, yo voy a estar contigo. —Farfulló dulce.
—Si, pero yo no me llevo con ellos. —Bajé la vista.
—Pero si conmigo, y juro que te voy a cuidar. —Prometió, con su mirada implacable
sobre mí.
El arrancó el auto, y estuvimos en silencio durante todo el trayecto, lo único que se
escuchaba era la música de fondo, Imagine de John Lennon.
—Amo esta canción. —Susurró más para si mismo que para mi.
— ¿Por qué? —Pregunté con curiosidad.
—El sueña el mismo mundo que yo. —Explico con una sonrisa. —El desea la
hermandad, y el amor, sin que nada material interfiera. —Prosiguió con una sonrisa en
su semblante para luego mirarme a mí, con dulzura y ternura.
—Lo que todo el mundo desea, pero por siglos y siglos, el hombre nunca llegó a
cumplir, debido al egoísmo y materialismo. —Contesté con experiencia, debido a todos
los siglos de existencia que tengo observando a los de su especia, siempre ellos ante
todo.
—Lo sé, pero también se que no soy el único soñador, que los que mueren son
remplazados con otros. Por ejemplo, Lennon, era uno de ellos, y murió, pero de tras de
él, hay otros. —Refutó con la voz llena de calma.
— ¿Tú crees que algún día el ser humano lo logre? —Indagué con curiosidad.
—Claro, siempre que halla gente que crea eso. —Dijo con una sonrisa. Llegamos a mi
casa, las ventanas estaban cerradas y ningún rayo del sol se podía filtrar por allí. Journy
bajó del auto y me abrió la puerta de mi lado, tomando mi mano me ayudó a bajar a mí
también. Caminamos hasta el porche de la vivienda para luego regalarle una sonrisa y a
continuación abrir la puerta.
Era obvio que mis padres se encontraban en la intendencia y que mis hermanos estaban
quien sabe donde. Journy se sentó en el sofá como dueño único de la casa, yo reí entre
dientes, al acordarme el primer día en el que llegó sobrio a mi casa, comparándolo con
lo que es ahora.
—Sólo vine a pasar un ratito contigo. —Anunció el cambiando de canal al televisor. —
Porque tengo entendido que las chicas se toman como dos o tres horas en arreglarse
para una fiesta, maquillaje, que uso, que no uso. —Dijo haciendo gestos con la mano.
—Yo no soy así. —Refuté sentándome a su lado.
—Lo sé, por eso me gustas. —Musitó muy cerca de mis labios.
—Journy, yo... —Me interrumpió.
—Lo sé, lo sé. Pero el ya no te habla Sele, él... —Se quedó en silencio, con la vista baja.
—Si, tienes razón, pero no voy a hacer eso. —Susurré más para mí que para él.
—Mira, hoy va a estar en el instituto todo el día, dado que está esperando una llamada
de mamá, si lo llamas y no te contesta, hablamos los dos de lo que sucederá entre
nosotros, y si te atiende y te dice mínimamente que te ama, yo no vuelvo a mencionar
este tema, y respeto a mi hermano, a ti, y la relación que ambos, supuestamente, tienen.
—De acuerdo. —Concordé algo triste, debido a que hace meses Sean no me habla.
—Pero si no lo hace, acuérdate lo que has dicho, hablaremos... De nosotros. —Remarcó
las dos últimas palabras.
—Si, Jour.
—Qué tal si vemos una película. —Sugirió con una sonrisa traviesa.
— ¿Cuál? —Inquirí parándome del sillón y caminando hacia la escalera, tomada de la
mano de él. Siempre estábamos así, él que nos viera, pensaría que somos novio o
amigos con derecho a roce.
—Mujer Bonita. —Propuso señalando el DVD.
—Encantada. —Ambos nos sentamos en el sillón y nos pusimos a ver la película, las
escenas transcurrieron, hasta que se dio por terminada la telilla.
—Me fascinó. —Concluyó Journy con una sonrisa y su brazo rodeando mi cintura.
—Jour, ya la has visto. —Le recordé con una risita tonta.
—Si, pero no en tan grata compañía. —Refutó este y yo me sonrojé.
—La idea de que un amor así pueda existir, me reconforta. —Musité pensando en lo
que era yo y en lo que es Sean.
—Si, a el no le importa las diferencias sociales, económicas y culturales, el la quiere
meter en su mundo, por amor. —Dijo Journy con los ojos centellantes.
—Eso es verdad, el amor todo lo puede. —Después de esa frase seguí pensando en
Sean.
Capítulo 41: Una cenicienta, no muy convencional

— ¡¿Dónde está mi vestido, por dios?! —Exclamé molesta, dando vuelta toda la
habitación.
—Cálmate, Selene. —Pidió Eos a mi lado.
—No me puedo calmar, ya bastante con todos esos ojos que van a estar mirando.
—Y los hombres los litros de baba que van a estar desparramando. —Ambas reímos y
yo me senté en la cama, frustrada.
—Acá está. —Musitó mi hermana, enseñando mi vestido, sacándolo de una caja que
jamás pensé en buscar.
—Gracias Eos, muchas gracias. —Dicho esto, la muchacha salió de mi cuarto y yo me
dispuse a cambiarme, el pelo y maquillaje ya estaba cubierto, lo único que faltaba era la
ropa.
Un vestido de color violeta satinado, la parte superior es tipo top y la de abajo evace, y
un cinto a la cadera y una hebilla con brillantes. Los nervios recorrían todo mi cuerpo,
juntarme con los mortales, además de Sean y Journy, jamás estuve con otro, y menos en
una fiesta, haciendo lo que hacen comúnmente los adolescentes.
Me observé al espejo, y mi cabello color castaño caía en cascada sobre mi busto y mi
espalda. Mi rostro marfileño, estaba maquillado con color plateado y gris.
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El timbre sonó dos veces y atendió Helios.
—Hola, Journy. —Saludó mi hermano algo frío, al igual que cuando comenzó a venir
Sean, esto fue un de javú.
—Hola, Helios. —Correspondió mi amigo, con dulzura.
—Mi hermana ahora baja. —Dijo el muchacho de cabellera rubia.
Yo bajé lentamente las escaleras, y el rostro de Journy cambió completamente. Sus
facciones se volvieron nulas, me miraba shokeado y la boca se le abrió lentamente,
escuché una risita tonta proveniente de Eos y un bufido de Helios.
—Ho-Ho-Hola Selene. —Tartamudeo mi amigo. —E-E-Estás hermosa. —Dijo este con
la misma cara de perdido.
—Muchas gracias, lindo. —Contesté y tomé su mano y salimos los dos de la casa. Nos
subimos a su auto y el auto arrancó camino a la casa de Larissa.
—Tranquila Sel, ellos no van a hacer nada. —Me clamó Journy acariciando mi mano.
—Si es que no se, no me van a tratar normal. —Expliqué con la voz temblorosa.
—Tú no eres normal, eres mucho más. —Me contradijo el chico sonriéndome con
amor.
La casa era de unas dimensiones muy exageradas, para las pocas personas que la
habitaban, con decir que tenían una fuente en la parte delantera, les digo todo.
La vivienda de tres pisos, se exhibía frente a nuestros ojos, y Journy sin dudar un
momento, tomó mi mano y caminó a paso firme por el pasillo que daba al porche de la
casa.
—Hola, lindo. —Saludó una muchacha de cabello castaño largo, sus ojos de un celeste
profundo y unas pequeñas pecas en su rostro tostado. Su cuerpo perfecto, bajo un
vestido de seda azul Francia.
—Ah, hola Diamantinis. —Dijo fríamente y yo agache la mirada.
—Selene. —Corrigió Journy con la voz seria.
—Claro, Selene. —Musitó con una sonrisa forzada. Ella entró y quedó muy delante de
nosotros.
—No te pongas celosa, es que ella está celosa.
— ¿Celosa? ¿De qué? —Pregunté sin comprender.
—Sel, eres demasiado hermosa, mucho más que cualquier chica a la que conozco, eres
perfecta. —Me halagó y yo me sonrojé.
—Eso no es verdad.
—Claro que sí, eres perfecta, y que no se discuta. —Hizo un gesto de silencio, como
una enfermera, yo me reí y acaricié su rostro.
Caminamos hasta el centro de la pista de baile, y comenzamos a bailar, yo estaba
realmente nerviosa, todos los ojos se posaban en ambos y yo escondía mi rostro en el
pecho de mi amigo.
—Todos nos miran, porque no pueden creer que un chico como yo, esté con una chica
como tú. —Susurró en mi oído y acto seguido me ruboricé.
Después de bailar tanto, el tiempo se me fue volando, realmente me estaba divirtiendo,
porque muchas chicas ya me hablaban y me trataban como a una de ellas. En un
momento se escucha el temblor de un péndulo y al posar mis ojos al reloj de gran
tamaño, observo que el tictac marcaba las doce en punto de la noche. Los nervios se
apoderaron de mi cuerpo, y me alteré completamente, Journy me miró sin entender lo
que me pasaba y luego yo dirigí mi vista a la ventana y la noche se hizo presente, pero
el sol seguía en el horizonte.
— ¿Dónde vas? —Preguntó extrañado mi amigo.
—Tengo que irme, Jour, adiós.
Salí como un rayo fuera de la vivienda y todos los presentes me miraron extrañados ante
mi reacción, pero eso no me importó.
Al salir del recinto me encontré con una persona que era a la que menos quería ver, el
día de hoy, o cualquier otro.
Capítulo 42: ¡Journy se enteró de todo!

—Querida Selene, hace mucho tiempo que no te veía.


—Zeus yo... —Me interrumpió.
—No transformaste al humano en inmortal y ahora, ¡No traes la noche! —Lo último lo
gritó muy enfadado y yo bajé la vista, demasiado avergonzada.
—El humano se fue. Y con respecto a la noche... Perdón. —Una lágrima recorrido mi
mejilla y la mirada la tenía clavada en el suelo.
—No llores, Selene. —Pidió el dios, acercándose a mí, a paso dubitativo.
—Zeus, yo no puedo transformar a Sean en inmortal, lo siento. —Dije, esperando una
respuesta, obvia, de él.
— ¿Qué? —Preguntó una voz ahogada detrás de mí. Yo me giré bruscamente y me
encontré con el rostro desfigurado de Journy debido a lo que había oído.
—Journy yo... —Me interrumpió.
—Cállate Selene, no confiaste en mí, qué demonios eres. —Musitó con los nervios
notándosele en la voz y en sus manos temblorosas.
—Escucha Jour, yo te puedo explicar.
—No me importan tus disculpas Sel, adiós. —Dicho esto salió del lugar, sus lágrimas se
hicieron visibles antes de esto, y mi alma se rompió en mil pedazos. Al ver derramar
sólo una lágrima de Journy, fue como si me hubieran clavado cientos de alfileres en mi
corazón.
— ¿Él es?
—Mi mejor amigo. —Expliqué con la voz quebrada, y el llanto haciendo acto de
presencia.
—Tranquila, querida Selene, todo se va a solucionar.
— ¿Puedo irme? —Indagué con la esperanza del “si”.
—Claro, hermosa ninfa. —Concedió el, y yo a paso cansado, me fui alejando del lugar.
Lloré y lloré en el camino a mi vivienda, sin ganas de nada llegué.
—Tú estás loca. —Dijo una voz en la oscuridad.
—Helios, no quiero discutir contigo, ya bastante tengo con lo que me ha sucedido. —
Contesté con un nudo en la garganta.
— ¿Zeus te gritó?
—Un poco, pero no. —Respondí con una gota de agua salada recorriendo mi mejilla
pálida.
— ¿Por qué lloras? —Preguntó sorprendido.
—Déjame Helios. —Pedí con la voz ahogada.
—No hermanita, dime que sucedió.
—Journy. —Conteste con la mirada gacha.
— ¿Qué te hizo ese mortal? —Indagó con la voz llena de ira, una ira repentina.
—Yo le hice.
— ¿Qué le hiciste? —Inquirió con interés.
—Le oculte lo que soy, y el esta noche se ha enterado, y me odia. —Musité con el dolor
grabado en mi semblante y en mi voz, pero más que nada, el dolor desgarrante y
punzante que se hallaba en mi corazón, al recordarlo llorando.
—Tranquila hermanita, todo va a pasar. —Me consoló el muchacho y acto seguido me
abrazó, luego de ese acto emotivo salí del lugar.
Las escaleras parecían infinitas, al igual que la culpa y el remordimiento de ser la
causante del sufrimiento de mi mejor amigo. Mi mejor amigo. Esas simples tres
palabras daban vueltas y vueltas por mi cabeza.
No se, siento una punzada en el alma, algo parecido, o diría igual, a lo que me sucedió
cuando creí que Sean me engañaba o cuando se fue.
¿Lo amo? me pregunté una y otra vez, cuando me permití a mi misma pronunciar la
palabra, ¿Estoy enamorada de mi mejor amigo? ¿El hermano de mi novio? ¿Mi cuñado?
No puedo permitir sentir una cosa así. No puedo engañar a mi novio, pero... ¿El no lo
había hecho en el momento en el que se fue? ¿Cuándo no me dirige una palabra?
Igualmente, Journy me detesta, yo le mentí, después de todo lo que este hizo por mí.
Estaba decidida, yo necesito hablar con él. Tengo que hacer que me escuche, es muy
necesario.
Capítulo 43: La diosa de la luna

—Hola señora Moore, ¿se encuentra Journy? —Pregunté tímidamente y con los nervios
a flor de piel, miedo de que le halla contado que nos peleamos y no me quiera hablar
más.
—Claro Selene, pasa. Él está arriba.
—Gracias. —Musité con una sonrisa. Caminé hasta las escaleras y subí escalón por
escalón dubitativamente. Llegué a la puerta de mi mejor amigo y aguardé unos
segundos, luego, cuando me decidí por fin, golpee la puerta. Desde el otro lado se
escuchó una “adelante” y yo abrí la puerta con mucho cuidado. Él al verme, se le dilató
las pupilas de sorpresa para después remplazarlas con una mirada de furia y rechazo.
—Vete. —Farfulló esa palabra, para luego darse vuelta en su silla giratoria y volver a
probar algunos acordes en su guitarra.
—Por favor Jour, tenemos que hablar. —Rogué con la voz ahogada, y los pies clavados
en el suelo.
—No quiero hablar contigo, y no me llames así. —Contestó seco.
—Yo te puedo explicar... —Me interrumpió.
— ¿Qué me vas a explicar? ¿Qué me mentiste? ¿Qué eres Selene? ¿De quién me
enamoré? —Preguntó con una lágrima deslizándose por su mejilla. La última pregunta
me descolocó, que sucedía si yo también estaba enamorada de el.
—Si, soy una diosa. —Acepté con todo el dolor de mi alma. —La diosa de la luna.
— ¿Por eso ayer la noche no llegó a las once? —Indagó con curiosidad.
—Si, la estaba pasando tan bien contigo, que me olvidé de todo. Eso me pasa cuando
estoy contigo. —Cuando dije eso último me arrepentí, y una media sonrisa se dibujó en
el rostro de él.
—Te voy a escuchar. —Aceptó el sentándose bien en la silla, y corriendo una para mí,
yo la acepté y me senté cerca de él. —Pero promete algo.
— ¿Qué?
—Que vas a responder a todas mis preguntas. —Respondió el muchacho seriamente.
—De acuerdo.
— ¿Quién era el sujeto de ayer? —Preguntó con una ceja levantada.
—Zeus, el dios del olimpo. —Contesté desviando la mirada.
— ¿El de las historias griegas? —Inquirió confundido.
—Si.
—Según la mitología griega, el estuvo con muchísimas diosas del olimpo y humanas
hermosas. —Musitó pensativo. — ¿Tú tuviste algo con él?
—Si, pero por muy poco tiempo.
— ¿Te gusta ahora?
—Claro que no.
— ¿Cuántos años tienes? La verdad
—Mil trecientos años. —Respondí cabizbaja.
— ¿Qué? —Jadeó con la sorpresa grabada en su semblante.
—Así es, no te asustes.
—No lo hago. Solo es... Sorpresa. —Confesó buscando la palabra adecuada.
— ¿Algo más? —Pregunté exasperada.
— ¿Sean sigue siendo...? —Se calló, pero yo comprendí lo que quiso preguntar.
—Si, el se iba a transformar a la vuelta de el viaje de intercambio, pero ya no sé. Nunca
me llama ni contesta.
—Tranquila, tal vez no le pasan los recados.
—Ya no se, Journy, pero de algo estoy segura. —Musité con una sonrisa.
— ¿De qué?
— Que siempre voy a tener a mi amigo Journy, el que me cuida y me quiere.
—Claro que sí, siempre voy a estar ahí para ti, seas lo que seas, hagas lo que hagas,
siempre contigo. —Aseguró para luego abalanzarse sobre mí y abrazarme dulcemente,
reflejando el amo y cariño que siente por mí y yo por él.

La tarde pasó así, entre caricias, frases de cariño, cosquillas y muchas, muchas risas,
sabía que siempre íbamos a ser amigos. Pero... ¿Qué pasaba si se daba algo más? ¿Si ya
no somos más amigos? ¿Si Journy remplaza a Sean? ¿Y si Sean no me quiere más? ¿Lo
estaría remplazando? Todas esas preguntas me daban vueltas en la cabeza, mientras
observaba a Journy pelearse con el cable del DVD porque no podía prenderlo, y yo
descostillarme de la risa, las guarangadas que le decía a ese artefacto.
Capítulo 44: Fue Helios

—Helios podes abrir la puerta. —dije desde el sofá del living mirando una película con
Journy, sábado a la tarde, un día lluvioso y sin nada que hacer, la mejor opción, con
chocolate caliente y pochoclos.
—Si, voy, voy. —Aceptó mi hermano con la voz cansada.
—Selene te buscan. —Musitó mi hermano, con el rostro lleno de ira, yo no entendía
nada, hace un minuto estaba de un perfecto ánimo.
— ¿Quién? —Pregunté parándome del sillón, y seguido de mi, Journy.
—Yo.
— ¿Tú qué haces aquí? —Preguntó muy molesto Journy y avanzando rápidamente al
lado de su hermano.
—Tranquilo hermanito. —Lo paró Sean, con una voz dulce.
—Vete, vete ya mismo de aquí. —Ordenó mi amigo, con la voz poblada de ira.
—Yo vine a ver a mi novia, vete tú. —Contestó el muchacho de cabellos negros
frunciendo el ceño.
— ¡Basta! —Grité poniéndome en medio de ambos hermanos.
—Sele, yo vine por ti. —Farfulló Sean con una sonrisa seductora.
—Tú y yo debemos hablar. —Dije y acto seguido tomé la mano de el invitado y lo llevé
escaleras arriba a mi dormitorio. — ¿Qué haces aquí?
—Te prometí que cuando acabara el intercambio, volvería contigo.
— ¿Después de no llamarme ni atenderme el teléfono por meses? —Inquirí con la voz
ahogada.
— ¡¿Qué?! —Exclamó con los ojos como dos enormes platos.
—Sean, estoy dolida y enojada por ti y contigo.
— ¿Tú? ¿Dolida y enojada? —Inquirió incrédulo.
—Por supuesto que yo. —Respondí algo obvio.
—Selene, te eh llamado cada día y tú no me has contestado ninguna de ellas, cartas,
mensajes, mails y nada. —Musitó con la tristeza grabada en su voz.
—Por favor Sean, no mientas, me has olvidado. No me llamaste, no me escribiste ni me
respondías los llamados.
—Claro que no, porque no los recibí, nunca marcaste para comunicarte conmigo, y
nunca atendiste.
—Pero la señora del colegio me dijo que ella te iba a avisar. —Musité más para mí que
para él.
—Pues no me ha dicho nada. Pero tú, ¿por qué no me atendías y le decías a tu hermano
excusas que nadie cree?
— ¿Qué? Yo no le eh dicho nada a mi hermano. —Rebatí entendiendo por fin, lo que
había sucedido.
— ¿Cómo que no? Siempre atendía él, y me decía que habías salido con mi hermano,
Sele, no sabes lo que me dolía escuchar eso.
—Fue el. —Susurré con los ojos cristalizados.
— ¿Quién? —Indagó sin comprender.
—Mi hermano fue el que no nos dejaba hablar, el borró todos los mails y mensajes, hizo
desaparecer las cartas que tú me enviaste y que yo a la vez escribí. Yo nunca hablaba
contigo porque algo habrá hecho, y a ti te inventaba cualquier escusa, todo para no
dejarnos comunicarnos. —Le dije, con las palabras quemándome en la garganta al
pronunciarlas, el dolor de saber que todas las lágrimas que derroché fueron por culpa de
él, todos los días, pensando en que Sean me había olvidado, pensando en que me odiaba
y le daba miedo convertirse en lo que soy.
—Lo voy a matar.
—Claro que no, no vale la pena, y él puede matarte a ti.
—No me importa Selene, lo voy a matar. —Jadeó para luego pararse pero yo lo detuve.
— ¿Tú me amas? —Inquirí con los ojos rojos y llorosos.
—Por supuesto mi amor, más que nada en este mundo. —Contestó y luego besó mis
labios con amor y pasión, esta última agazapada para hacer acto de presencia.
—Entonces no le hagas nada, sólo... Por favor, por mí. —Le pedí en un susurró cerca de
sus labios.
—Está bien, por ti.
—Gracias. —Dicho eso último volvimos a unir nuestros labios en un dulce beso.
Capítulo 45: Decepción

Nos encontrábamos abrazados en nuestro parque, frente a nuestra laguna, que brillaba
más que nunca, gracias a los rayos del sol.
— ¿Compraste los pasajes?
—Por supuesto, primera clase, mañana. —Contestó besando mis labios dulcemente.
— ¿Estás seguro? —Inquirí con el miedo agazapado en mi interior.
—Estoy muy seguro, seguro de querer pasar toda la eternidad contigo.
—Te amo. —Musité muy cerca de sus labios.
—Yo te amo más. —Contesto para luego cortar la distancia que separaban nuestros
labios y hacer un tierno contacto. Su labio inferior bajo el mío, y mi labio superior
debajo del de él.
Caminamos hasta llegar a mi casa, donde me dejó, despidiéndose como habitualmente
lo hacíamos. Subí las escaleras de mi cuarto y me dispuse a guardar las últimas cosas
que me quedaban allí. Mañana viajaríamos Sean y yo a Atenas y viviríamos en una casa
que ambos compramos. Mis pertenencias, menos la ropa, iban a llegar hoy a la tarde a
nuestra casa y la ropa, un poco de ella, dado que yo tengo mucha, la llevaríamos cuando
nosotros nos transportemos.
Mi cuarto estaba completamente vacío, solo quedaba la cama, pero libros, instrumentos,
adornos y demás cosas ya no se encontraban allí. Dejar a mí familia fue muy duro, pero
sé que más duro fue para Sean, él ya no vería más a la suya, a excepción de Journy que
es el que sabe todo.
Mi relación con él quedo un tanto a la deriva, yo se que le duele al verme con su
hermano, pero también se, que nunca le voy a poder pagar todo lo que hizo por mí,
todos esos meses que me quiso y contuvo cuando más lo necesitaba.
Él fue algo muy hermoso para mí, pero no puede pasar, a pesar de que me eh
confundido, más allá de un hermano, mi mejor amigo. Es el segundo chico más bueno y
hermoso que vi, y sé que va a conseguir a su alma gemela, tal y como Sean y yo lo
hicimos.
Dejé toda la ropa acomodada y me recosté en mi lecho, pero unos cinco minutos
pasaron y sentí la puerta de mi cuarto resonar a dos golpes secos.
—Adelante. —Musité sentándome lentamente en la cama.
—Permiso Selene. —Pidió Helios con la mirada triste.
—Pasa.
—Sé que sigues enojada pero... —Lo interrumpí.
—Yo no estoy enojada Helios. —Refuté mirándolo con desinterés.
—Si que lo estas Sel, te conozco. —Contradijo el muchacho con la voz sosegada.
—No Helios, de verdad. Es que me dolió, estoy decepcionada, eras en la persona en la
que confié siempre, pensé que me querías ver feliz, y tú me proporcionaste el dolor más
grande de mi vida. —Expliqué con el dolor del recuerdo pasándome por la mente.
—Lo siento, hermanita. Yo te amo. —Se disculpó el chico, apaciguadamente.
—Yo también, y si te perdono. Pero no pretendas que me voy a olvidar tan fácil de esto.
Tal vez la distancia me haga olvidar de todo esto. —Dije con una lágrima derramándose
en silencio.
—Te voy a extrañar.
—Igual yo. —Dicho esto me besó en la mejilla y se alejó lentamente sin decir nada,
sabía que a Helios iba a ser a la persona que más iba a extrañar y lo que más me dolió
de lo que sucedió fue eso, la traición. La traición de que el me halla hecho algo así.
Bajé las escaleras para cenar y me encontré con mi familia sentada en la mesa,
mirándome a mí inconmoviblemente.
—Selu, te vamos a extrañar linda. —Dijo mi hermana abrazándome por los hombros y
depositando besos en todo mi rostro y mi cuello.
—Yo a ustedes también, los amo.
—Ay hija no sabes lo que me cuesta dejarte, pero sabe que te amamos y que pase lo que
pase, tu familia siempre va a estar contigo. —Musitó Tea, derramando lágrimas por su
mejilla blanca como la cal.
—Eres nuestro orgullo Selene, te amamos. —Apoyó las palabras de mi madre,
Hiparión, con su sonrisa severa, pero con una mezcla de dulzura en estos momentos.
—Los amo a los cuatro. —Confesé y los abracé a todos con las traicioneras lágrimas
haciendo acto de presencia.
Capítulo 46: Cuídala

Narrado por Sean Moore.

—Los voy a extrañar.


—Nosotros a ti también bebe, eres nuestro pequeño. —Contestó mi madre. —Pero has
de estar bien, te vas con Selene, que es una chica excelente.
—Por supuesto.
—Hijo sólo sé feliz, y estudia. —Habló por vez primera mi padre, alzando la voz sobre
los sollozos de mi progenitora.
—Claro que sí, vamos a estar los dos muy bien. —Los tranquilicé.
—Hermanito, sólo tráeme muchos sobrinos y la mano de Sel adornada con un anillo. —
Musitó mi hermano guiñando un ojo.
—Que no te Quepe ninguna duda.
— ¿Podemos hablar? —Preguntó mi hermano menor, alicaídamente.
—Si. —Ambos nos alejamos del resto y nos fuimos a la cocina.
—Solamente un favor. —Musitó Journy con los ojos cristalizados.
—Lo que quieras.
—Cuídala. —Pidió ahogándose.
—Por supuesto. —Respondí serio.
—Pero hazlo con tu vida si es necesario, piensa que te llevas lo más importante de tu
vida, pero también lo más importante de la mía. —Recordó mi hermano menor
poniendo un brazo sobre mi hombro.
—Ella te ama. —Comenté con una sonrisa.
—Y yo a ella. —Contestó con una media sonrisa.
Ambos volvimos al living donde se encontraba nuestra familia, mis padres nos miraron
felices, pero la mirada de Dago reflejaba miedo y también dolor, y sabia por quien era.
Dago estaba triste por Journy, y es entendible, es su hermano. Por dentro yo también
estoy mal, mal de saber que mi felicidad no es completa debido a que mi hermanito
sufre por el hecho de que esté con Selene.
La cena transcurrió normal, y yo contaba las horas para que el día de mañana comparta
de una vez toda la eternidad con el amor de mi vida. La luna brillaba en el quinto
escalón del cielo, centellaba única y majestuosa, tal como la persona, aquella que la
traía. Las estrellas, puntos de luminosidad, esas que brillan y como decían los antiguos
señalaban el camino y como Penélope y Ulises, le enseñaban donde se encontraba el
amor.
Mi cuarto, tan desierto como el primer día en el que llegué a Berlín. Pensar en como
cambió todo desde que mi luna iluminó mi vida, ella tan perfecta y hermosa, que
transformó mi monótona vida, en algo que ningún humano jamás pensó vivir.
El sol resplandecía, haciendo que mis ojos se cegaran por unos instantes al hacer
contacto directo, me paré de la cama a regañadientes, pero al pensar en que hoy sería el
día en el que me iría, me iría a pasar una vida plena y feliz con Sele.
— ¿Ya tienes todo? —Preguntó mi madre revisando mi equipaje y la mochila de mano
por sexta vez en menos de una hora.
—Si mamá, por enésima vez, tengo todo. —Contesté cansado.
—Entiende hijito, mi bebé se va de la casa, tan chiquito... —La interrumpí.
—Mamá tengo dieciocho. —Comenté con un dejo de vergüenza en la voz por lo que
ella decía.
—Para mí siempre serás mi bebé. —Refutó ella apretando mi mejilla derecha.
—Te amo hijo. —Musitó mi padre abrazándome por los hombros.
—Yo también papá. —Le dije con una sonrisa. —A todos. —Aseguré mirándolos a los
cuatro, aquellas personas que tanto amaba y que realmente extrañaría. Más que nada a
mis padres, se que Dago comprende esto. Sé que sabe de que, además de que me voy
con alguien a quien amo, sabe que estoy eligiendo un camino distinto al que todos ellos
pensaron que escogería.
Los árboles desaparecían tras nosotros a una velocidad muy rápida y en menos de veinte
minutos llegamos al aeropuerto de Berlín. Me di cuenta de que Selene no se encontraba,
por ningún lado vi a su familia ni a ella. Los nervios se apoderaron de mí, que tal si no
venía y se arrepentía de estar conmigo por siempre.
—Tranquilo hijo, allá está. —Musitó mi mamá acariciando mi cabeza, y en un
momento la vi a ella, tan perfecta y radiante que haría sentir fea a una súper modelo.
—Hola mi amor. —Susurró ella cerca de mis labios y cortó la distancia. —Hola familia
Moore. —Saludó a mi familia y de un abrazo muy emotivo a mi hermano menor.
Observé a Journy derramándosele una lágrima y borrándola al instante en el que calló.
—Te voy a echar mucho de menos, Selu. —Dijo ahogado el muchacho.
—Y yo a ti, no te das una idea. —Contestó mi novia, acariciando su mejilla con una
sonrisa grabada en su rostro.
Capítulo 47: Universidad de Atenas

—Llegamos. —Dije tirando mi bolso contra el suelo y apoyando delicadamente el de


Selene.
—Si, estoy muy cansada. —Musitó ella moviendo su cuello de izquierda a derecha.
Yo coloqué mis manos sobre su delicada piel de seda y comencé a hacerle masajes.
Después de unos minutos empecé a dejar besos húmedos en todo su cuello y moviendo
mis manos a su cintura. Yo seguía con mi cadena de besos y ella en un ágil movimiento
se dio vuelta y me besó de sopetón.
— ¿Te dije que te amo? —Preguntó mordiendo su labio inferior seductoramente.
—Mmmm... Déjame pensar. Creo que no. —Contesté robándole un beso fugaz.
—Bueno, te amo. —Susurró mi novia sobre mis labios.
—Yo más. —Dicho esto la levante del suelo y ella enroscó sus piernas en mi cadera.
Subí las escaleras con ella sobre mí y en el camino nos besábamos o nos decíamos “te
quiero”, “te amo”, “eres lo más importante”. Vivir así con ella era muy reconfortante,
hacía que mi corazón a cada contacto de su piel contra la mía o una palabra salida de su
boca, diera un vuelco y sentía que el alma se me escapaba del cuerpo y volvía en menos
de dos segundos.
La recosté en la cama, en nuestra cama, y su boca se dirigió a la mía. Empecé
acariciando su pierna derecha y quitando del medio la pollera que poseía, —que para mi
criterio era demasiado corta—y volví a su boca, que parecía un imán con la mía. En un
momento no definido Selene se dio vuelta y ella quedó sobre mí. Su cuerpo brillando a
la luz tenue del sol, hacía que pareciera un diamante en bruto.
Su boca se dirigió a mi cuello y aprecié como creía que aparecían marcas en mi piel.
Quitó mi camisa en un abrir y cerrar de ojos, acarició mi pecho mordiendo su labio
inferior y luego yo me di vuelta quedando sobre ella, tomando el control de la situación
de nuevo.

—Bueno días. —Dije con una bandeja de desayuno en la mano y acariciando el cuerpo
desnudo de mi amada.
—Hola. —Contestó ella con la voz ronca y sonriendo.
—Te traje todo lo que te gusta. —Musité dejando un corto beso en sus labios.
—Gracias mi amor. —Farfulló ella besando mis labios con amor y pasión agazapada.
Comimos hablando de todo lo que hoy íbamos a hacer, yo ya me inscribí en la
Universidad De Atenas, una de las mejores universidades del mundo y ella lo hizo
conmigo. Aunque periodismo me contó que ya lo había estudiado hace unos veinte años
me dijo que quería compartir conmigo esta nueva etapa de mi vida.
El dinero era algo que no iba a faltar, pero le comenté que debía conseguir un trabajo,
ella se rió ante mi enojo y yo la acompañé.
Todo el día estuvimos en la cama, haciéndonos caricias, robándonos besos y
compartiendo el tiempo perdido, ese tiempo que nos habían arrebatado injustamente y
que de ahora en adelante tendríamos que recuperar, con los años que vamos a estar
juntos, juntos para toda la eternidad.

—Bienvenidos a ambos. —Musitó el director. —Yo soy Larry, el director de la


Universidad.
—Hola, un placer. —Dijimos ambos al unísono.
—Usted debe ser, Selene Diamantinis y usted Sean Moore. —Farfulló con una leve
inclinación de cabeza.
—Exacto. —Concordé sonriendo.
—Los mejores alumnos del instituto Alexander Von Humboldt—Susurró el hombre con
una sonrisa grata.
—Muchísimas gracias. —Agradeció Selene tomando mi mano y acariciando esta.
Capítulo 48: Tal vez

—Mi amor, ¿tienes los libros que pidió el señor Witer? —Pregunté sentándome en la
silla de la cocina y untando mi pan con manteca.
—Si, los fui a comprar ayer, y la verdad, hay uno que no encontré. —Contestó ella,
poniendo los ocho libros sobre la mesa.
Salimos de la casa y llegamos a la Universidad. Las materias que teníamos eran iguales,
debido a que estudiábamos lo mismo. Los días pasaron normal, hasta que se hizo un
mes de que vivíamos juntos en Grecia.
Mi madre y la de Selene no paraban de llamar, y preguntar cómo andábamos y que nos
cuidemos, le daban dos sentidos a ese pedido.
Journy prometió a Selene venir a verla a fines del mes, para ello faltan cuatro días y mi
novia está realmente nerviosa, y no se el porque. Mi hermano es su amigo. ¿Está
nerviosa por su llegada?
Los días pasaron normales y sentimos el golpe seco de la puerta seguido del timbre.
Selene corrió escaleras abajo y allí se encontraba mi hermano, este dejó la maleta en el
suelo y acto seguido mi novia se tiró en sus brazos.
Las lágrimas de mi mujer corrían sin descanso y al menor una que otra lágrima se le
escapo de sus ojos.
—Hermosa, te extrañé. —Confesó Journy, besando su frente y sus mejillas.
—Yo también, Jour. Mucho. —Concordó la muchacha besando su cabello.
—Hermanito, ¿cómo andas? —Dijo dirigiéndose a mí.
—Excelente, ¿tú? —Pregunté colocando mi mano en su hombro derecho.
—Igual, me alegra verlos después de tanto tiempo. —Declaró sonriéndome a mí y luego
a la diosa.
— ¿Tienes hambre? —Indagó mi amada dirigiéndose a la cocina.
—Claro, la comida de avión en turista, no es nada, comparada con las manos culinarias
de mi diosa. —Musitó mi hermano y Selene rió ante tal comentario.
— ¿Qué quieres comer? —Inquirió con una sonrisa pintada.
—Tu especialidad. —Contestó riendo.
Selene prendió la hornalla y después de eso, la dejamos trabajar, ella odia que la
molesten cuando está cocinando.
Con Journy nos fuimos al living y nos sentamos en dos sillones diferentes, el en el más
espacioso y yo en el más pequeño.
— ¿Cómo has estado? —Inquirí subiendo mi pierna derecha sobre la izquierda.
—Bien, de vacaciones y rindiendo la materia que tenía pendiente. —Respondió riendo.
— ¿Cómo la diste?
—Bien, cuatro. Aprobé. —Farfulló orgulloso de él mismo. —No soy Dago ni tú, pero
me defiendo.
—Si estudiaras, serías mejor. —Refuté mirando hacia la cocina.
—No lo creo, ella eligió lo mejor. —Declaró con mirada nostálgica.
—Claro que no, ella eligió a la primera persona que tocó su corazón, mira si ese
hubieras sido tú. —Dije con esperanza de calmar su dolor.
—Se hubiera enamorado de ti, finalmente. —Rebatió, esquivando mi mirada.
—Tal vez, fue el destino.
—Tal vez... —Después de eso, seguimos hablando de temas superficiales, temas que no
sean amor. Saber que mi hermano menor sufría me dolía, yo pensé que lo había
superado, pero no era así, el de verdad está enamorado de Selene y para no arruinar lo
que tengo con ella dio un paso al costado, eso me ponía mal, saber de su padecer.
Mi novia, tiempo después llamó por que estaba la cena servida. Jour y yo nos dirigimos
allí y una cacerola con pollo y papas horneadas se exhibían frente a nuestros ojos.
Terminamos de almorzar y Journy le sonrió a Sel.
— ¿La diosa de la luna? Tú tendrías que ser la diosa del pollo al horno. —Dijo mi
hermano, y Selene y yo reímos al unísono.
Capítulo 49: Mi mundo

Journy se fue a recorrer la ciudad, eso fue lo que le dijo a Selene, la escusa. Yo le pedí
que nos dejara solos que yo tenía que hablar con Sel, de algo muy importante, y esta vez
no se iba a escapar.
—Sel, ¿podemos hablar? —Pregunté, tomando su brazo, y dejando los platos que ella
estaba recogiendo.
—Sean, estoy ocupada. —Me esquivó la muchacha, sacando mi mano de su brazo, y
volviendo a su labor.
—No me soslayes más Selene, tenemos que hablar de esto alguna vez. —Dije
sentándome en la silla de la cocina, frente a ella.
— ¿De qué? —Inquirió haciéndose la desentendida.
—Hablo en serio. —Musité enojado.
—Yo también, y de verdad no se que de que hablas. —Me contradijo la diosa, abriendo
el grifo del agua y poniendo detergente de color amarillo en la esponja, y al hacer
contacto con el agua se convirtió en espuma.
—Quiero transformarme, ahora. —Contesté, directo.
—Sean, no quieres esperar, uno o dos años... —La interrumpí.
—Claro que no, quiero que sea lo antes posible. —Le contradije acercándome a ella.
— ¿Por qué? —Preguntó frustrada.
—Porque quiero pertenecer a tu mundo lo antes posible. —Respondí acariciando su
rostro.
—Tú eres mi mundo. —Siseó ella, cerrando sus ojos color chocolate.
—Y tú el mío. —Concordé besando sus labios dulcemente.
— ¿Entonces?
—Quiero ser tuyo, para siempre. —Comenté cerrando mis ojos. —Y que tú seas mía
para siempre.
—Sean, yo... —La interrumpí, nuevamente.
—Vamos con Zeus, el va a estar de acuerdo en todo esto. —Aseguré tomando su mano
y jalándola hacia la puerta.
—No, Sean. —Me contradijo quitando su mano de la mía.
—No, ¿qué? —Pregunté exasperado.
—Zeus no se va a meter en esto. —Contestó bajando la mirada.
— ¿Y quién entonces? —Indagué sin comprender.
—Lo tengo que hacer yo, es lo que prometí. —Susurró ella, agachando la cabeza.
—De acuerdo, entonces, hazlo.
—Lo tengo que hacer en el Olimpo. —Comentó ella mirándome detenidamente. —Hoy
en la noche, si quieres.
—Por supuesto, hoy en la noche será. —Concordé con ella, y acto seguido besé sus
labios dulcemente. Las lágrimas de mi novia, se deslizaban por su mejilla, y yo con mi
dedo pulgar las quitaba del camino.
—Te prometo hacerte feliz. —Dije, besando su cuello.
—Lo mismo. —Susurró besando mi boca.
— ¿Por qué lloras? —Inquirí sin comprender.
—Tengo miedo que me pase lo mismo que le paso a Eos. —confesó, agachando la
cabeza, y fijando su vista en las baldosas del suelo.
—Eso no va a pasar.
— ¿Y si pasa? —Preguntó levantando su vista, y clavándola en mí.
—No va a pasar.
— ¿Si te transformo en cigarra? —Dijo, con una mueca de dolor.
—Voy a ser la cigarra más linda del mundo. —Indiqué riendo, risa que ella imitó.
—Eso es verdad. —Coincidió mirándome fijamente. —Pero hablo en serio, Sean.
—Yo también, y prometo que nada malo va a pasar. —Dicho esto último unimos
nuestros labios en un sereno y azucarado beso.
Capítulo 50: Olimpo

Llamé a Journy, y le expliquen como iba la cosa. Le pedí que no apareciera por la casa,
que se pague un hotel y que yo después le daba el dinero. Este aceptó gustoso, seguro
iría a uno de los mejores hoteles de Atenas, me lo imagino.
Faltaban dos horas para llegar al Olimpo, y fue, de seguro, mucho menos dificultoso de
cuando vine yo solo, sin ayuda de ningún dios. Selene, mi amada, ella estaba
temblando, y no era por la noche fría, que hacía que mi piel se ericé, si no por el temor.
La noche, en su resplandor absoluto, la luna brillaba espectacular, y las estrellas
majestuosas acompañando la belleza de la luna.
Llegamos a las puertas del Olimpo, donde un guardia nos detuvo y mi novia, tuvo que
explicarle todo el asunto, y recalcar que estábamos ahí con consentimiento del dios
supremo, Zeus. El guardia, no muy convencido, aceptó.
Llegamos, después de caminar unos minutos a el centro del Olimpo, allí había un
círculo grabado en dorado, que no me sorprendería que sería oro, y unas letras antiguas,
grabadas en griego.
Selene me ordenó que me colocara en uno de los dos círculos que se encontraban en el
centro del mayor. Yo me pude en el más pequeño y observé el lugar desde allí, todas las
columnas de arquitectura antigua, muy parecida a las de los viejos monumentos
históricos.
Levanté la vista a la noche, y sobre mi cabeza la luna se encontraba en primer plano,
detrás de ella, una circunferencia anaranjada hacía acto de presencia. yYo miré a Selene,
esperando a que me diga si era lo que creía que era. Marte.
Unos minutos más tarde, una bola muchísimo más grande que la anterior apareció y casi
igualó el tamaño de la luna, aquella que se encontraba a centímetros de mí —eso era lo
que parecía. — Con una combinación extraña de colores y en mucho menos tiempo, que
no llegué a inspeccionar la nueva, apareció, otro círculo, pero este con anillos a sus
costados, cada vez estaba más embelezado y creía, y estaba %100 seguro de que era
Saturno.
Miré a Selene que estaba temblando, y después de una media hora, pude ver los planetas
conocidos por el hombre, y otros que no tenía idea que eran.
Selene comenzó a hablar lentamente, y no le entendí para nada, y fue a hablando mucho
más alto a medida que pasaba el tiempo.
—Οι εξουσίες των Θεών του Ολύμπου, θέλουν αυτόν τον άνθρωπο, για να γίνει ένας
από εμάς, και να λάβουν το δώρο και το καθήκον, ότι η ανθρώπινη φύση δόθηκε. —Al
decir eso, una luz cegadora se apoderó de toda mi anatomía y luego de es, todo se
volvió negro.

—Sean, mi amor. —Susurró una voz angelical.


— ¿Qué... qué paso? —Pregunté sentándome de sopetón y mirando a mi alrededor. Me
encontraba en el mismo lugar que ayer en la noche, pero ahora todo se hallaba con
mejor definición, la vista, los olores, todo.
— ¡Estás bien! —Gritó Selene de alegría y luego se lanzó como una flecha sobre mí.
—Si, eso creo. —Contesté, mirando para todos lados confundida.
—Ay mi amor, que suerte. —Siseó sobre mis labios y a continuación sentí sus suaves
labios sobre los míos. Su aroma característico invadió todos mis sentidos, su olor era
mucho más exquisito ahora.
— ¿Qué sucedió? —Indagué parándome de donde me encontraba, el mismo lugar que
en la noche.
—Eres inmortal, Sean, lo logré. —Musitó mi novia, besando nuevamente mis labios.
— ¿En serio?
—Si.
— ¿Puedo preguntar algo? —Dije, tomándola de la cintura.
—Claro. —Aceptó, sonriente.
— ¿Qué dijiste ayer en la noche?
—Los poderes de los dioses del olimpo, quieren que este ser humano, se convierta en
uno de los nuestros, y que tome el don y la tarea, que por naturaleza humana le fue
otorgado. —Contestó y luego besó mis labios.
Salimos del Olimpo y en menos de un minuto estábamos en la carretera, eso si que fue
extraño, ayer tardamos horas en llegar.
— ¿Cómo salimos tan rápido? —Inquirí curioso.
—Ahora, ambos somos dioses, es mucho más fácil y veloz. —Contesté mi novia.
Llegamos a casa, y al entrar, a la izquierda hay un espejo de cuerpo completo.
Mi cuerpo y rostro se veía diferente, todo era, perfecto, de alguna manera de decir. Mis
ojos eran de un color topacio, muy diferente que antes.
Todo era distinto, pero para mejor.
—Por siempre. —Susurré, sobre sus labios.
—Por siempre. —Concordó y acto seguido beso mis labios.
Capítulo 19: (borrador no lo incluí)

—Habla con él, y luego me dices que quieres que hagamos con el muchacho.
— ¿Y si no lo hago?
—Tomó la salida más sencilla.
—Está bien, iré a hablar con él.
—Sígueme. —Al decir esto comenzó a caminar con los fríos pasillos del lugar, y
llegamos a una habitación muy bien decorada, de color dorado y bordó. De ese sitio,
gracias a un movimiento de mano del dios que me acompañaba, salió Cronos y Anteo.
Y allí lo vi, después de tanto tiempo al muchacho de cabellera negra y ojos profundos,
el al verme derramó unas lágrimas, y yo lo acompañé. Su perfección era única. Yo me
acerqué a paso lento hacia la cama de lienzos dorados, el muchacho solo me observaba
avanzar. Hasta que llegué al borde del lecho y dubitativamente me senté junto a él.
— ¿Estas bien? —Pregunté algo que era lo que más me importaba. Su rostro estaba
poblado de moretones, uno muy profundo en su ojo izquierdo, de la comisura de su
boca salía una línea de sangre, y debajo de sus ojos almendrados ojeras muy marcadas.
—Ahora que te encontré. Perfectamente.
Capítulo 1: Los nuevos

—Señorita Diamantinis. —Me dijo la profesora Azucena Luks- ¿Me podría decir lo que
acabo de decir? —Preguntó, muy molesta.
—Emmm, bueno. —Tartamudeé.
—Uno. —Concluyó, y se fue a su escritorio.
—Selene presta atención. —Me regaño Helios
—Cállate. —Le contesté ante su reto.
El día luego transcurrió normal, era muy común que los profesores me retaran.
Aunque ya había transcurrido miles de años de que voy a la escuela, siempre saco malas
notas. Nunca fui la alumna ejemplar, siempre la mejor es Eos, mi hermana y luego la
sigue Helios.
Hiparión y Tea, nuestros padres. Me regañaban cada vez que yo desaprobaba en la
escuela, pero las instituciones fueron cambiando a medida que el tiempo transcurrió. En
lo único que me va bien, es en historia, porque lo he vivido.
Luego de la jornada de colegio fuimos a casa. Era de dos plantas, color salmón la casa y
el tejado de tonalidad negra. Un jardín bordeando la morada y los dos autos aparcados
en el garaje, un Audi TT plateado, de mis padres, y al lado un Fiat Punto ELX 1.4 5P de
Eos y a continuación mi auto Mercedes Benz SLR McLaren, descapotado color negro
que acababa de estacionar.
Saludamos a nuestros padres, y subimos cada una a sus respectivas habitaciones. Hice la
tarea y baje, luego, a cenar.
Mis padres se enteraron de que me saqué un uno en física.
Al día siguiente llegué al colegio. Yo era una de las más populares en el colegio, yo y
mis hermanos. Éramos hermosos a la vista del los humanos, lo más parecido a dioses,
que en realidad éramos, y la riqueza ayudaba en todo eso.
Hoy, vendría un compañero nuevo, o mejor dicho, tres. Todo el mundo irradiaba
felicidad al tener un nuevo tema de conversación. Los hermanos eran simples mortales.
Nada del otro mundo, nada que yo no hubiera visto en todos mis siglos de existencia.
Fui a mi clase de geografía, estábamos estudiando el territorio europeo de siglo XVII.
Me topé con uno de los muchachos nuevos, porque no lo reconocía. Yendo por los
pasillos de la institución, a mi clase de Matemática.
—Disculpa. —Pidió disculpas, un muchacho de pelo enrulado, ojos color topacio al
igual que su cabello.
—No, está bien. —Le respondí. Esta me miró y se quedó tildado. Y yo ya sabía el por
qué. —Bueno adiós. —Anuncié, dispuesta a marcharme.
—Espera. —Me tomó del brazo derecho.
— ¿Si, dime? —Le pregunté con una sonrisa.
—Dime tu nombre. —Pidió, respondiéndome la sonrisa.
—Selene Diamantinis. —Le contesté.
—Un gusto, yo soy Sean Moore. —Se presentó.
—Igualmente. —Dije, y me retiré de la escena.
Llegué tarde, por culpa del muchacho, la profesora me retó y mi hermana me miraba
con recelo.
Con mis, supuestos dieciséis años, tenía mucho vivido. Y mi trabajo diario, hacer
aparecer la noche, es algo increíble. Pero sigo sola, al igual que mi hermana. Astreo, era
el Dios de de los vientos y las estrellas errantes, ambos nos encontramos a la noche.
Pero este trato por más de trece siglos, trató de ganar mi amor, pero nunca lo consiguió
y tampoco lo va a conseguir.
Las matemáticas no son mi fuerte, pero las logro superar. Estaba en un estado de
inconciencia total, pensando en mi ya larga vida, sin nada interesante que hacer.
Los titanes, somos los dioses que gobernamos en la edad dorada, y ahora, vagamos en la
tierra, lejos del olimpo, con los mortales.
Mi hermana, la diosa de la aurora, mi hermano, el dios del sol, y mis padres, Hiparión el
dios de la observación y mi madre Tea, la diosa de la vista.
Yo, la diosa de la luna, era fantástico. La noche, es mucho más maravillosa que el día.
Y era mi mundo privado.
Tenía mucho sueño, ya que mis hermanos se levantaban espléndidos, porque dormían
toda la noche, en cambio yo no.
Saliendo de la clase del señor Marshal, me dirigí a la cafetería. Tenía mucha hambre, ya
que no desayune. Me encontré con todos los ojos, masculinos, por mi hermana y yo, y
los femeninos clavados en mi hermano.
—Aunque los tres hermanitos sean lindos. —Dijo, una muchacha de tez morena y ojos
verdes. —En belleza a los Diamantinis, no los supera nadie. —Le comentó a una
muchacha que estaba a su lado.
—Si en eso tienes razón. —Le contestó.
Los tres hermanos, estaban sentados en la mesa, donde las dos muchachas estaban
conversando. Entre los tres, estaba el muchacho con el que me choqué. Y a su lado
derecho, había un chico del color de pelo igual que él, y ojos verdes, y a su lodo
izquierdo, un joven de pelo castaño con ojos color almendrados.
Ellos nos miraron a mis hermanos y a mí. Y él muchacho de pelo negro, me miró
sonriente. Nos sentamos en el mismo lugar de siempre, aislados de todos. Pero el
muchacho de pelo negro se acercó a nuestra mesa, algo avergonzado.
—Disculpen. —Anunció el chico.
— ¿Si? —Preguntó mi hermano.
—Toma asiento. —Le propuse, ya que sabía que eso era lo que quería. Eos y Helios me
miraron molestos.
—Gracias. —Este se sentó al lado de Helios, frente mío. El almuerzo transcurrió en
silencio. No habituábamos a mantener ese tipo de relaciones con los mortales. Después
de eso, nos dirigimos cada uno a sus respectivas clases. Eos y yo estábamos cuarto año,
y mi hermano en quinto. Así que compartíamos las mismas clases. Fuimos a las calañas
recreativas, éramos porristas. Yo era la capitana de eso. Así que a mi me tocaba guiar al
equipo.
Me enteré que los nuevos, eran parte del equipo de rugby, así que nos veríamos seguido.

Capítulo 2: Locura & Temor

Cuando llegamos a casa. Ya estaba un poco exhausta.


Endimión, mi gran amor. Que se quedó dormido y nunca más despertó. Y el maldito de
Zeus que me engatuso y terminé a su lado.
El Dios del olimpo, seguía tratando de reconquistarme. Pero sé que nunca lo va a lograr.
El amor. Ni Afrodita va a poder ayudarme en este caso.
El muchacho de hoy, era muy parecido a Endimión, mi hermoso amado. Pero no
Selene, no te metas con mortales.
La noche cae, gracias a la diosa lunar, que vaga solitaria a la espera del despertar de
Endimión. Este no despierta, y su amor se acaba. La locura y el temor, de su soledad
constante. Es la diosa Selene, la pobre titánides, que no tiene nada, más que el dolor de
la partida.
Eso es lo que soy, mi mundo es oscuridad.
Cuando Helios salió. Me cambie vestida de blanco. A la escuela.
Hoy teníamos práctica general, las porristas animando a los muchachos que estaban
entrenando.
Estaba muy emocionada al verlo. Ay no Selene, deja de decir estupideces, ya bastante
sufriste para tener que sufrir más por el amor. Eso se lo dejo a mi amiga Afrodita, esto
no es para mí.
Estábamos haciendo la coreografía hasta que sentimos que uno de los jugadores del
campo cae. Y todo el resto se reía, a excepción de Eos y yo.
Ayude a Sean Moore, a pararse y lo llevé al baño de hombres.
—Tú no puedes entrar acá. —Señaló el.
—Lo sé. —Contesté.
Lo limpié con una toalla húmeda y trate de curar sus heridas, a los costados de su cara.
Este emitía unas muecas de dolor. Pero nunca se quejó, ante el toqué de mi piel contra
la suya.
—Selene, ¿no? —Preguntó este.
—Si, Selene Diamantinis. —Dije, curando sus raspones.
— ¿Tú eres la hija del jefe de gobierno Diamantinis? —Preguntó extrañado.
—Si, él es mi padre. —Contesté. —Sean, ¿te encuentras bien? —Inquirí, poniéndole
una venda en la cien izquierda.
—Si. Gracias. —Agradeció, tomándome de la mano derecha.
—De...De nada. —Tartamudeé ante el contacto de su piel contra la mía. Este tomo mi
rostro entre sus manos, y yo sabía lo que quería hacer. Sus labios estaban pegados a los
míos, los movimientos, de sus labios chocando contra los míos era lo que había soñado,
desde que lo conocí. Su lengua, se abría paso a mi cavidad bucal, peleando por un lugar
en ella contra la mía. Un ruido nos paró, hay estaba Helios, con cara de pocos amigos.
—Vamos Selene. —Dicho esto, lo seguí y no me atreví, a volver la vista atrás. Nuestra
familia es muy arcaica, dado que somos de hace muchos siglos antaño.
Sean es un niño, que aunque parezca de un muchacho mayor que yo, obviamente no lo
es.
Llegue a mi cuarto, tomada por el brazo de mi hermano, y me arrojó con violentado
hacia a mi lecho. Yo no discutí, porque sabía el porque de lo que hacía. El y todos los
demás integrantes de mi familia, y debería decir todo el olimpo; hasta llegó a oídos de
los mortales, mis problemas amorosos. Y otra vez involucrarme con un mortal,
terminaría enamorándome de el, y yendo en brazos de Zeus a que lo convierta para mi
en inmortal.
Me dormí hasta que era la hora de salir, a desparramar la noche por el ocaso. Volver la
luz en oscuridad y dejar que la luna y las estrellas, marquen el cielo con sus colores
brillantes.
Pasando por el mundo, recorriendo cada parte que tiene que anochecer, me encontré con
el. Estaba, con sus brazos apoyados en las barandas de su balcón, mirándome a mí, a la
Diosa Lunar, entrando en acción. Esto es lo que soy, la que da oscuridad al mundo.
Lo miré, y recordé que los mortales, cuando cumplimos nuestros respectivos trabajos,
no pueden vernos. Me acerqué a el, estaba mirando la luna llena, tan bella y centellante.
— ¿Por qué se fue así? —Musitó, algo molesto y confundido. Yo en ese momento me
espanté. Pero claro, estaba hablando para sí mismo.
—Su hermano, mejor dicho sus hermanos. —Habló, dando vueltas por el balcón. —Qué
raros que son. —Concluyó.
>>Pero ella. —Dijo y yo presté más atención. —Es tan hermosa. —Susurró. —Es una
Diosa, eso es lo que es.
Mi corazón dio un vuelco, y sabía que cupido se había metido nuevamente en medio.
—Sigue siendo rara ella. —Meditó un momento. —No se... Es como que, algo oculta.
—Yo me quedé petrificada ante tal suposición. Había una regla, de que los mortales no
debían saber que lo titanes que vivían con ellos eran dioses, el castigo era igual a lo que
le paso a mi amado. El bello durmiente, dormir eternamente.
—Sean. —La voz de su madre, lo llamó y este respondió con un “ay voy” y desapareció
de escena.
Salí de ese lugar, y me dispuse volver a mi hogar. Ya que mi trabajo por hoy estaba
cumplido.
Me recosté en mi cama, y Morfeo hizo acto de presencia. A la mañana siguiente, gracias
a Helios, me desperté, y fuimos los tres juntos a la escuela Alexander Von Humboldt.
Berlín es una ciudad tranquila, nunca sucede nada extraño. Lo único anormal sería que
el sol, la luna y la aurora salen con mayor intensidad, ya que somos sus habitantes.
Llegamos al establecimiento, y como era de esperarse las miradas se clavaban en mis
hermanos y en mí. Pero luego, la mirada que más me interesaba, era la de Sean.

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