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CASO PRÁCTICO
EL CASO COMÚN DE “ NOSTRA ITALIA”
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Casos de Neuromarketing
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Casos de Neuromarketing
presa que tanto respetaba, no tardó en darse cuenta de que las ventas no
eran en absoluto las que él había programado. Por cualquier razón que no
acababa de comprender su respeto al ecologismo y a la tranquilidad no con-
cordaban con la idea de comida rápida que, en el fondo, era lo único que sos-
tenía su negocio, y los escasos beneficios que presentaba amenazaban con
llevarle rápidamente a la quiebra si no tomaba una drástica decisión. Y esa
decisión no debía tardar mucho tiempo en ser tomada. Conocedor de sus defi-
ciencias, intentó competir en precios y bajó el coste de sus pizzas, obteniendo
de esa forma productos de peor calidad que limitaron aún más las ventas.
Quedaba claro que debía realizar un cambio drástico en su forma de entender
el negocio o pronto quebraría y su aventura americana habría quedado sólo
en eso, una aventura.
En una conversación con su tío de acogida sobre las necesidades de los ameri-
canos y en cómo enfocar su producto a la demanda de la población de Boston,
éste le dijo que si bien las pizzas eran muy demandadas entre la población
americana, el producto americano por excelencia eran las hamburguesas y
que debería venderlas también para, de ese modo, atraer a una parte de la
población que claramente las demandaría. Además, las hamburguesas eran un
producto muy fáciles de hacer y, aunque el señor X no tenía una gran expe-
riencia con ellas, se propuso competir en el propio terreno de los americanos.
Pero debería ser algo más, debería ser algo que claramente lo diferenciase de
sus competidores y que la gente pudiese relacionar con su empresa y con su
forma de hacer negocio. De este modo, el señor X realizó un amplio estudio de
mercado sobre las hamburgueserías y el resto de restaurantes de comida rá-
pida de la zona y comprobó que la venta de estos productos era enorme y que
muchos restaurantes las presentaban como su plato estrella. Sin embargo, en
ese mercado había una clara oportunidad y es que la mayoría de las hambur-
guesas que se servían en ese distrito de Boston eran todas iguales. A pesar de
ser un barrio en el que no escaseaban las capacidades económicas de los ciu-
dadanos, la calidad de estos productos dejaba mucho que desear y casi todos
los negocios habían apostado por una reducción de costes, del mismo modo
que él había hecho inicialmente con las pizzas que apenas conseguía colocar
en el mercado.
De este modo y, tras pedir numerosos consejos culinarios a sus amigos, reali-
zar diversas combinaciones de productos y ampliar en un par de ocasiones su
crédito bancario para adaptar su negocio a la creación, venta y distribución de
este nuevo plato, nació el plato estrella del negocio del señor X, la hambur-
guesa “Nostra Italia”, una hamburguesa que se diferenciaba de las de la com-
petencia en que tenía unos productos de una calidad ligeramente mayor, era
de un tamaño ligeramente mayor y también tenía un precio ligeramente ma-
yor. El resto del negocio siguió inalterado y la venta de otros productos como
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las pizzas, las cuales contribuían a la mayor parte de los ingresos, las bebidas y
productos menores continuaron.
Además había otra cosa que el señor X sabía hacer bien: imitar a los demás.
Sólo que quizás, la compañía Starbucks no era a la que tenía que haber imita-
do ya que, en el fondo, no se dedicaban a vender comida rápida, sino café, un
producto muy diferente de lo que constituía el negocio principal de su recien-
temente creada empresa.
En pocos días (realmente en pocas horas), el señor X visitó las grandes cade-
nas de restaurantes que competían con él por los clientes de Boston y rápida-
mente se percató de que tenían una serie de características muy similares
entre ellos y muy diferentes de aquellas del Starbucks y que él había elegido
para regir su negocio. Los colores de tonalidades verdes de su cafetería prefe-
rida no existían y el color rojo predominaba en la mayoría de los estableci-
mientos. Cadenas tan importantes como McDonald’s, Burger King, Ribs, KFC o
Pizza Hut tenían logotipos en los que claramente predominaba el color rojo.
En ninguno de estos locales aparecían referencias a los colores verdes claros,
al mar o al ecologismo, y mucho menos aparecía alguna sirena en alguno de
ellos. Y por supuesto, la música que utilizaban distaba mucho de ser tan rela-
jante y hogareña como la que él había elegido. ¿Podría ser que su pequeño
negocio estuviese repeliendo a los potenciales clientes por haber elegido una
mezcla de colores equivocada? ¿Era posible que cuando un cliente compraba
un simple perrito caliente también se fijase en el color del local donde lo ad-
quiría?
Y fue en este momento cuando el señor X tuvo uno de los aciertos que clara-
mente contribuyeron a su posterior éxito. Orientó todos los gastos de publici-
dad (la poca que pudo permitirse) a su nuevo producto, su producto estrella,
la hamburguesa “Nostra Italia”, así como a cambiar la decoración de su nego-
cio. El señor X no hablaba en su publicidad de sus pizzas, sus ricos productos
italianos, sus bebidas… ni siquiera hablaba de sus nuevos productos o de sus
apetitosas hamburguesas. Simplemente hacía referencia a la hamburguesa
“Nostra Italia”, con una publicidad que resaltaba las bondades del producto,
su toque de distinción, sus calidades superiores, su reciente creación, con una
foto a todo color y que claramente atraía la atención de los consumidores... Y
la famosa hamburguesa comenzó a venderse. Y sus ventas progresivamente
aumentaron. El mayor tamaño, las mejores calidades y, por ende, el mejor
sabor eran un claro reclamo para los clientes del señor X, y el ligero sobrecos-
te que implicaban todas estas bondades no suponían un claro impedimento
para frenar el consumo de este nuevo producto estrella del barrio.
La hamburguesa “Nostra Italia” se disparó rápidamente en ventas, lo que
permitió al señor X pagar los créditos bancarios que había contraído para su
lanzamiento y conseguir una cierta suma de dinero para subsistir en la nueva
aventura que había emprendido e incluso para aumentar los gastos en publi-
cidad. Y aquí fue donde nuestro protagonista tuvo otro de sus grandes acier-
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