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La criminalidad de la época comporta sin duda alguna diferentes niveles de análisis que
deben examinarse sin embargo en la singularidad de cada caso.
Un primer nivel de análisis, el del sentido común, nos presenta a la víctima del crimen. Es
casi una evidencia: el crimen no acontece, en principio, sin una víctima concreta ó
potencial, aunque esto nada diga acerca de las razones ó de las circunstancias en las que
se produce.
Freud plantea que el psicoanálisis se beneficia de la clínica del criminal. Los criminales no
son individuos que no tienen conciencia. Es más se puede aislar en ellos el sentimiento de
culpabilidad antes de cometer el acto criminal.
El criminal se caracteriza por ser aquel que, en su interior, en principio, no parece
conservar una instancia crítica, una conciencia de culpa que lo declare culpable. Tiene en sí
la culpabilidad bajo la forma de la necesidad de un juez externa. Comete el crimen y el juez
lo declara culpable. Esta necesidad del criminal puede repetirse en la búsqueda incesante
de jueces, causas y condenas. De esta manera, la culpa se vuelve el núcleo central del
sujeto.
El segundo grupo está integrado por llamados criminales normales cuya estructura
psíquica es similar a la de un hombre normal, sin embargo, estos se encuentran
identificados a modelos criminales. En este caso la etiología es planteada como sociológica
e identificatoria. Aquí la identificación se juega en relación a una comunidad criminal.
El tercer grupo hace referencia a los criminales que matan empujados por enfermedades
orgánicas.
Los mismos autores ya advertían que en muchos casos el criminal puede hallarse dentro de
un proceso de “psicosis cortada”. La actividad criminal se vuelve entonces una tentativa de
curación espontánea que es lograda sólo en parte.
La falta y la culpa son propias de todo sujeto, por lo que el criminal y la justicia forman un
conjunto a través del crimen y la expiación. El neurótico condensa este binomio en sus
síntomas.
Hasta aquí efectuamos un recorrido por algunas de las concepciones fundamentales del
psicoanálisis en torno al acto criminal; de lo que podríamos extraer algunos puntos de
nodal importancia para nuestras prácticas:
La responsabilidad del sujeto, que involucra la toma de posición frente al crimen, se opone
a la supuesta responsabilidad yoica determinada como resultado de un juicio criminal ó
por una simple confesión del yo. Un sujeto puede sentirse responsable de un crimen que no
cometió, mientras que otro, culpable ante la ley por ajustarse a lo que Sebastián Soler
define en la “Teoría del Delito” como una acción típicamente anti-jurídica, culpable y
adecuada a una figura legal conforme a las condiciones objetivas de ésta ii; podría no
subjetivar la responsabilidad de su acto.
El examen de un crimen nos conduce inevitablemente al entrecruzamiento entre dos
dimensiones, la referida a la estructura y la que remite a la contingencia del
acontecimiento imprevisto que desencadena el acto criminal. Las acciones no son
independientes de la estructura. Dentro de determinada configuración estructural se aloja
“la maquinaria original del sujeto”, al decir de Jacques Alain Miller y allí es donde se
incluye la irrupción del acto criminal.
“Matar, sin ser llamado homicida” – dice Paul Legendre – a esto estamos confrontados
cuando se trata de situar el acto de matar en la humanidad.
La Psicología es una disciplina que se entrecruza con diversos campos del conocimiento,
como la medicina, la antropología, el derecho, la economía. En el decir de Ángela Tapias iii,
en cada una de esas intersecciones se genera un intrincado acervo de conocimientos; al
entrecruzamiento entre el conocimiento psicológico y jurídico se denomina Psicología
Jurídica.
Así, entendemos que las situaciones de alta complejidad y conflictividad que se presentan
en los estrados judiciales han planteado la necesidad explícita de psicólogos que
coadyuven al aparato de administración de justicia, esta demanda es creciente desde las
instituciones judiciales, las policiales, los profesionales de otras disciplinas y los diversos
actores involucrados en los actos justiciables.
Es allí en donde la mirada psicológica jurídica está convocada a dar parte acerca de las
diversidades subjetivas, de hecho, siempre hay un modo de vida nuevo, una nueva forma
de gozar. Sin embargo las “ficciones” jurídicas no apuntan a atender tal pluralidad de
goces, nombrándolos y fijándolos a través de la creación infinita de normas jurídicas.
Aunque las formas diferentes de vida y del goce busquen su regulación a través de su
inscripción en el registro de la ley, incluir las diferencias debe ser la condición de incluir lo
contingente en el campo de las posibilidades, lo que requiere considerar en el campo de lo
imposible, un resto que lleva a lo absoluto fuera de la ley.
Nuestro momento social está marcado por el modo de ejercicio de un poder que pone en
acción los recursos de “normalización” en beneficio del lucro de un plus de goce. Como
señala Foucault, vivimos en una sociedad en que el poder se ejerce a través de normas que
apuntan a generar progresivamente cada momento de la vida. El avance de la regulación
social a través de procesos de normalización funcional de las actividades no se hace sin
generar una multitud de desclasificados y no clasificables, excluidos de los medios del
poder y también del goce del producto social. Empuje éste en el que frecuentemente nos
vemos involucrados en nuestras prácticas en el ámbito jurídico.
Desde el ejercicio profesional investido de la ética del “bien decir” podremos advertir al
Otro (representante de la ley) acerca de los riesgos de la ilusión “absolutista” del tener
“todo bajo control”; un buen ejemplo de eso es un programa en Brasil conocido como “Ojo
Vivo”v, el que se trata de un trabajo conjunto de la Policía Militar y de la Secretaría de
Defensa Social y el Club de Directores de Shoppings “Ahora usted podrá hacer sus compras
con tranquilidad” , dice su slogan. La tecnología garantizará al consumidor vigilancia
permanente, usando cámaras filmadoras, cuidadosamente dispuestas en el campo
geográfico del consumidor. Un equipo vivo estará vigilando a los muchachos que pasan
por allí, protegiendo al consumidor del robo y de la violencia. En escenas sospechosas, la
policía será inmediatamente accionada. Pero el campo de lo imposible está allí insituable!
El mayor problema de ese dispositivo son los puntos ciegos y la simulación que los
muchachos hacen frente a las cámaras; creo que el ejemplo aquí vertido no nos aleja
demasiado de las experiencias tecnológicas análogas en nuestras ciudades en materia de
seguridad.
Ante las cámaras, se monta una escena, lo que el montaje busca capturar, los sujetos se
ofrecen como personajes del film que ese “panóptico” desea colocar en primer plano. Pero
es allí donde no se ve, donde el “ojo está muerto”, que realizan lo que en lo real asombra:
una escena mortífera que profana la vida. En verdad, hay el goce.
Todo dispositivo tiene un punto ciego, que escapa a cualquier abordaje posible.
Sabemos que la culpa, no es sino el lazo mismo que une a todo sujeto humano con su
procreador, en el lugar de la Ley.
En “Teoría del Delito” Frías Caballero enuncia, siguiendo a Jiménez de Asúa, que “para ser
culpable es indispensable ser, previamente, imputable” vi y plantea una prelación necesaria
entre la imputabilidad y la culpabilidad.
Se enuncia como delito genuino (punible, que une el dolo – culpa e imputabilidad), aquel
donde hay un nexo entre el acto y el autor, sin vulnerar el principio básico de la
“responsabilidad por el hecho”, los presupuestos de la pena (…) se hallan situados en el
autor (imputabilidad – culpabilidad) y desde allí gravitan, se reflejan ó confluyen sobre el
acto, transformándolo en acción punible (delito criminal) Frías Caballero, J. “Teoría del
Delito”. 1993, p. 303.
Hasta aquí pareciera estar planteando, en consonancia con lo afirmado por Jacques Alain
Miller vii que a la clínica convencional se le agrega una clínica jurídica; ella debe, por
ejemplo, evaluar la posibilidad de que el sospechoso, para la satisfacción de las familias de
las víctimas, pueda sostener su presencia y responder ante un Tribunal.
Ello pone sobre el tapete otra de las cuestiones cruciales en la práctica de la Psicología
Jurídica, el tema de la “responsabilidad” del sujeto; Freud lo trabaja de un modo exquisito
en “La responsabilidad moral por el contenido de los sueños” viii; en el que Freud se
pregunta sobre la implicación de un sujeto en el contenido del sueño: ¿el sujeto, debe
sentirse responsable? En el sueño ocurre siempre una transgresión de la ley. Uno sueña
siempre, según Freud, en contra del derecho. En la formulación de Freud los soñadores son
criminales enmascarados. De manera tal que, cuando se habla de un crimen, de un
asesinato, lo primero que desde el punto de vista analítico se podría decir con seguridad es
que en esta historia se trata de sí mismo y no del otro.
Lo que también es seguro, es que desde nuestra práctica no podríamos asumir, en el lugar
del jurista, la tarea de decidir la capacidad de asumir responsabilidades con fines sociales.
La definición de responsabilidad para el bien de la sociedad no conviene al psi. Freud
solamente podía ver la capacidad jurídica como una limitación del yo metapsicológico,
situaba a la responsabilidad del jurista como una simple construcción social.
Según Miller, la responsabilidad jurídica es como una construcción específica que depende
de las circunstancias, de las épocas, de las tradiciones.
Amén de los planteos aquí esbozados y de los múltiples que podrían desprenderse de éstos
y otros son parte del contexto en que se inscribe la práctica de la Psicología Jurídica.
Coyunturalmente la transición del sistema penal mixto hacia el sistema acusatorio, amplía
las posibilidades de intervención y de ámbitos de ejercicio profesional para los psicólogos
jurídicos y forenses. Obligándonos a una revisión constante de las prácticas profesionales,
en particular de aquellas que se articulan al Derecho desde otros paradigmas científicos;
tal es el caso de nuestra práctica.
Así el DSM ha decretado la existencia de los trastornos en lugar de las neurosis y los
síntomas de estas. Categoría blanda (Roudinesco), toma el relevo de los diagnósticos
psicoanalíticos y psiquiátricos y se dedica a recopilar síntomas que terminan siendo
defectos (tal la idea de trastorno), alejados de la lógica del deseo, la defensa, las
determinaciones inconscientes. De esta manera el camino para el reinado de los
psicofármacos se ha facilitado. De esta manera el DSM es algo que apunta
fundamentalmente a “demostrar que el trastorno del alma y del psiquismo, debía ser
reducido al equivalente de una avería en el motor” (Roudinesco, E. ¿Por qué el
Psicoanálisis? – Paidós – Bs. As. 2000).
El DSM supone la existencia de patologías por fuera de los sujetos. No es de extrañar: esto
responde a la absurda y peligrosa pretensión de dominar lo real (pseudo dominio) y
confirmar el pasaje de una sociedad de vigilancia y castigo, a una de control (Foucault),
que se completa con el pasaje del panóptico al sinóptico: todos mirando el mismo
hipnotizante punto.
Debemos tener en claro que un trastorno mental es todo signo ó síntoma que afecte a la
vida personal, familiar, social, laboral de una persona ó a sus lazos sociales. Es decir todo
aquello que pudiere resultar significativo clínicamente.
Se excluye de la categoría del trastorno mental a todo aquello que sea del orden de una
respuesta culturalmente aceptada a un acontecimiento particular, el comportamiento
diferente de un sujeto tanto de tipo político, religioso ó sexual. ix
Una vez evaluado esto, nuestra práctica debiera afianzarse en la clínica y en una suerte de
“negociación” con el discurso del Amo que ordena la homgeneización, concluir la tarea
diagnóstica en base a codificaciones (DSM / CIE 10).
Hay una afirmación de Holmes que es reconocida por los especialistas como una valiosa
contribución al campo de la probabilidad y la estadística:
“No hay una probabilidad a priori, el hombre es un extraño enigma (…) mientras que el
individuo aislado es un rompecabezas insoluble, colectivamente se convierte en una
certidumbre matemática. Por ejemplo, no es posible predecir lo que un hombre hará, pero
puede decirse con precisión qué se dispone a hacer una muestra promedio. Los individuos
varían, pero los porcentajes permanecen constantes…”
Holmes pone aquí de relieve cierta paradoja en torno de lo cual gira la oposición entre los
principales teóricos de la estadística y sus fundamentos, paradoja en la que él mismo
parece estar capturado por momentos, a pesar que desde el más exacerbado pensamiento
positivista, no parce vacilar en su pretensión de alcanzar una formalización de su método
tal que lo sitúe del lado de las ciencias exactas, lo cierto es que mientras habla como un
racionalista, en la resolución de cada caso procede, sin embargo, como un analista.
Aquí será necesario diferenciar los tres tipos canónicos de razonamiento a los que alude
Sanders Peirce xi:
La DEDUCCION: Depende de nuestra confianza en la habilidad para analizar el
significado de los signos con los que, ó por medio de lo que, pensamos. Según el
Diccionario de Filosofía Abreviado de Ferrater Mora es un proceso discursivo
descendente que pasa de lo general a lo particular.
Cualquiera sea el método que se elija, hemos de afirmar los cortocircuitos que se
producirán en su devenir por la implicancia del sujeto allí involucrado.
Podríamos sostener que desde la corriente del profiling – establecida por la Unidad de
Ciencias del Comportamiento (1980) hasta los diversos métodos y técnicas existentes en la
actualidad, tales como:
Análisis del crimen violento (FBI _ VICAP)
Se tratan de Técnicas de investigación para situar aspectos psicosociales (aspectos del lazo
Las marcas instituyentes de cada una de las técnicas se mantienen a pesar de las
Principios y Objetivos:
Es necesario para su elaboración la participación directa ó indirecta en el caso
concreto
autor
forma continua
Criminalística – Psicopatología.
Elaboración y Desarrollo:
encontradas, fotografías
Análisis victimológico: empleo, hábitos, personalidad y estilo de vida, condición
física, etc.
testimoniales, etc.
lesiones, etc.
Reconstrucción secuencial
Elección de víctima
Mecanismos de muerte
Generación del perfil descriptivo del tipo de persona /s relacionados con la autoría
del delito
después
Sexo
Edad
Estado civil
Situación familiar
Domicilio
Formación profesional u oficio
Estructura de personalidad
Aspecto físico
Principio de proximidad
planificado
Diremos en forma acotada, que el MAPI se trata de un estudio retrospectivo de los rasgos
La realización del MAPI nos posibilita efectuar inferencias que se plasmarán en el marco de
Lic. Gabriel Alberto Letaif – Psicólogo Especialista en Psicología Clínica – Psicoanalista –Diplomado
Internacional en Investigación Judicial y Violencia Femicida por la Escuela de Práctica Jurídica de la
Universidad Complutense de Madrid Profesional del Dpto. de Psicología Jurídica y Forense de la Procuración
Gral. Del Poder Judicial del Chubut – Presidente de la Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica y
Forense – Conferencista en Congresos Internacionales, Nacionales y Regionales de la Especialidad- Cuenta
con diversos artículos y libros publicados de la Especialidad. Correspondencia al correo electrónico
gletaif@gmail.com
i
Lic. Gabriel Alberto Letaif – Psicólogo Especialista en Psicología Clínica – Psicoanalista –Diplomado Internacional en
Investigación Judicial y Violencia Femicida por la Escuela de Práctica Jurídica de la Universidad Complutense de Madrid
Profesional del Dpto. de Psicología Jurídica y Forense de la Procuración Gral. Del Poder Judicial del Chubut – Presidente
de la Asociación Latinoamericana de Psicología Jurídica y Forense – Conferencista en Congresos Internacionales,
Nacionales y Regionales de la Especialidad- Cuenta con diversos artículos y libros publicados de la Especialidad.
Correspondencia al correo electrónico gletaif@gmail.com
ii
Rombolá, N. D y Reboiras, L. M. “Diccionario RUY DIAZ de Ciencias Jurídicas y Sociales”. Ed. RUY DIAZ – Bs. As. ,
Argentina 2005.
iii
Tapias, Ángela “Qué es la Psicología Jurídica?” en Psicología Jurídica Perspectiva Latinoamericana – Ed. Digital – ALPJF –
Bogotá, Colombia 2008
iv
Miller, J. A. “Lacan e a política” en Opção Lacaniana, n. 40, ago. 2004. P. 19
v
Mandil, R. A. Conferencia realizada no Núcleo de Psicanálise e Direito do IPSM/MG – 18/04/05.
vi
Frías Caballero, J. “Teoría del Delito”. 1993, p. 307.
vii
Miller, J.A. “ Nada es más humano que el crimen” – en Rev. Digital Virtualia N º 18 – Bs. As. Nov. 2008.
viii
Freud, S. Obras Completas, Amorrortu, Bs. As. , 1976, “Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en
su conjunto”, 1925.
ix
Letaif, Gabriel Alberto “Variantes Psicopatológicas del Agresor en la Violencia Femicida” – Trabajo Integrador
presentado en el Diplomado de Investigación Judicial y Violencia Femicida, AECID – CEDDET – Santa Cruz de la Sierra,
(Bolivia) – Marzo de 2010.
x
Barrero Alba, Raquel “Variantes Psicopatológicas en la violencia Femicida” en Diplomado de Investigación Judicial y
Violencia femicida – Escuela de Práctica Jurídica e Instituto Clínico Legal de Madrid, 2010.
xi
Sanders Peirce (1839 – 1914) fue uno de los más importantes precursores de la moderna teoría semiótica – En Pulice,
Gabriel; Manson, Federico y Zelis, Oscar “Investigación y Psicoanálisis” Letra Viva Editorial – Bs. As. 2000.
xii
Citados por el Lic. Luis Disanto en ocasión de las Segundas Jornadas Patagónicas de Psicología Jurídica t Forense –
Cipolletti (Río Negro) Octubre de 2010.