LOS PRINCIPIOS IDEOLOGICOS
DEL VANGUARDISMO
Es un hecho esencial cl que, todavia hoy, en Ja superficie de
Ja vida literaria, parezca predominar la tendencia antirrealis-
ta, vanguardista, Por cllo es oportuno iniciar nuestro examen
a partir de la critica del vanguardismo, con el fin de dedu-
cir las posibilidades del realismo burgués mediante fa dia-
léctica misma de la controversia. Es indispensable, por !o tan-
to, comparar entre sf las dos oricntaciones principales opucstas
de la literatura burguesa actual, en relacién con los plantea-
mientos y las soluciones de tos problemas ideolégico-artisticos
mas decisives.
En la contrastacién de estas dos tendencias. contrapuestas
es preciso hacer hincapié en los problemas ideologices (idco-
Idgicos cn el sentido antes definido y no en su acepeién cs-
trictamente filoséfica). Lo que debe cvitarse a toda costa es
precisamente aquello a que sucle concederse mas importancia
en Ia teoria artistica burguesa vanguardista, esto es, la bas-
queda de la divergencia en cl aspecto formal, sobre todu en
el modo de escribir, en la técnica literaria, en los procedi-
mientos técnicos inmediatos. Desde esa perspectiva resulta
facil y cémodo opener lo “moderno" a to “anticuado”, a lo
simplemente heredado del siglo xux; pero, en verdad, ‘asi se
oscurecen precisamente los problemas fundamentales, los mds
decisivos en Io que atafie a Ja forma, y se embrella Ja esen-
cial dialéctica interna de las transiciones. La polavizacién,
‘ aparentemente clara, que es el resultado de este método de
examen, trac consigo también la polarizacién falsa de las
formas intermedias de transicién, y oscurece los principios
que determinan Ja verdadera oposicién.
Aclarernos Ja justeza de este punto de vista con un ejem-
plo. Tomemos ef de la técnica del mondélogo interior, del
flujo de asociaciones libres, como medio narrativo y de ca-
18 .racterizacién, Si examinamos, por un lado, exclusivamente
desde el punto de vista formalista, los mondélogos del sefior
Bloom en el cuarto de bafio y de Ja sefiora Bloom en el le-
cho, al principio y al final del Ulises de James Joyce, y, por
otro lado, el gran mondélogo de Goethe al despertarse cn
Carlota en Weimar de Thomas Mann, nos inclinaremos facil.
mente @ ver en ambos casos la manifestacién de latmisma
tendencia literaria, lo que parecen confirmar algunas obser-
vaciones de Thomas Mann acerca, de Joyce y su es jlo hie
terario,
Y, sin embargo, si nos referimos al verdadero estilo de estas
dos obras, no puede imaginarse antitesis m4s radical, incluso
en las escenas “andlogas” que acabamos de sefialar. Lo de-
cisivo no es la diferencia de nivel espiritual, que llama la
atencién inmediatamente, sino el hecho de que, en Joyce, el
libre flujo de asociaciones no es una mera técnica estilistica,
sino’ la forma interna de Ja relaci6n épica de situaciones y ca-
racteres; estéticamente, como ‘principio de construccién de
todo el Ulises, considera tai cosa como Jo mds importante en
el aspecto artistico. En cambio, en Mann, el libre juego de
las asociaciones es un simple recurso técnico utilizado para
descubrir y poner de manifiesto una realidad que est4 muy
por encima de las circunstancias inmediatas: la personatidad
misma de Goethe y las complejas relaciones, jerarquicamen-
te clasificadas, que lo ligan a su ambiente social y espizitual.
Estas relaciones no podran scr jamés interpretadas como mo-
mentaneas o simplemente estaticas, sino como Jas tencencias
evolutivas mas profundas de la personalidad del pocta, con
las cuales se ha manifestado y se mianifiesta respecto al pa-
sado, el presente y el porvenir. Por ello, en Mann, el libre
fiuir de asociaciones es sélo un artificio que no cs libre mas
‘que en el plano de Jo meramente inmediato; en realidad,
todo estd cstructurado con: cl mayor rigor —tanto en su de-
sarrollo como en su amplitud— segun una progresién que pe-
netra cada vez mas en Jo esencial; todo lo que emerge para
de nuevo sumergirse (personajes, acuntecimientos, etc.), ad-
quiere su lugar y su peso cn este conjuntg: mévil, de modo
que cada particularidad aparece exclusivamente, segin su
ig!importancia subjetiva y objetiva, para iluminar lo esencial.
Se trata, pues, de una composicién auténticamentc épica
—por su contenido verdadero y su esencia genuina—, que da
forma a las transiciones dindmicas, a sus aceleraciones y re-
tardos, en plena conformidad con las Icyes tradicionales de
la epopeya, pero de un modo en verdad original.
Seria no hacer justicia a las intenciones artisticas y a las
facultades literarias de Joyce, interpretar su apegamiento sis-
temdtico a Io superficial, al momento fugitive, a ese fluir de
pensamientos y sentimientos que aparece a Io largo de toda
su novela, como un defecto, como una incapacidad para con-
seguir lo que desea. Precisamente es a eso'a lo que aspira
Joyes y Io que realiza cabalmente con sus peculiares medios
técnicos, Joyce quiere justamente’ lo contrario de fo que quie-
re Thomas Mann. La epopeya se reduce, para Joyce, al sur- -
gimiento, a través de detalles siempre oscilantes en los que
el dinamismo persiste sin objetiva ni orientacién, de un con-
junto puramente est&tico, que tiende a dar —y que da, en
efecte-—- una impresién ‘global de estancamiento.
La oposicién que se manifiesty, ast entre evolucién e in-
movilismo, como conjuntos, es tan importante para Ia com-
paracién que nos proponemos hacer aqui, que hemos de
insistir en ella atin repetidas veces, Por el momento, esta opo-
sicién debe sélo ilustrar el hecho de que, al examinar antes
que nada Jos problernas puramente formates y la técnica dea-
criptiva, se pasa por alto, necesariamente, la especifica sin-
gularidad artistica de la obra y del escritor considerados, ;De
qué depende, entonces, el verdadero estilo de una obra? ¢Qué
es fo que determina su intencién en este o aquel sentido?
(Hay que observar que de lo que aqui se habla es de la in-
tencién que se ha conseguido plasmar en la obra, la cual no
tiene que coincidir necesariamente con cl propésito conscien-
te d@l autor ni con su opinién acerca de la misma.) La di-
ferencia, 1a oposicién, que realmente surge, no estriba puca
ya eg, la técnica de escribir, en la forma —considerada en
el sentido formalista de] término~. sino en la “ideologfa” del
escritor, cn la imagen del mundo que ha de plasmar en su
obra, en Ia toma de posici6n del escritor frente a’ su vision
20de Ja realidad, en la valoracién de ta imagen del mundo asi
captada. Del esfuerzo por reproducir esa imagen del mundo
en la totalidad de sus datos objetivos y subjetives, con Jos
medios literarios oportunos, brota la intencién a que hernos
hecho referencia; ella es la base del auténtico problema de
la forma en una obra, pero ne cn un sentido formalista, sino
como forma que mana de Ja esencia del contenido tiltimo,
que s la forma especifica de este contenido especifico.
Pero el centro, el nticleo de este contenido que determina
la forma, es siempre cn tiltima instancia cl hombre, Cual-
quiera que sea cl punto de partida directo, el tema concreto,
el fin inmediato, etc, de una creacién literaria, su esencia
més honda sc expresa en fa pregunta: gqué es el hombre?
Con esto Hegamos al punto en que se hace claramente vi-
sible la linea de separacién, Si tomamos esta pregunta en el
nivel més alto de una generalizacién racional, haciendo pro-
visionalmente abstraccién de toda cuestién de forma litera-
ria, Iegamos a definir Ja realidad de una tendencia (y, par
consiguiente, la de la literatura) segtin la definicién de Aris-
tételes, Ja cual surgié también independientementé del pro-
blema estético: Aristételes Hamé al hombre un zoos politikos,
un animal ‘social, y dio con ello, a todos cuantos vinieron tras
él, una pauta concreta para. el examen del inundo. Al mismo
tiempo, aludia también al problema central de toda gran li-
teratura realista, Ya se trate de Aquiles o de Werther, de
Edipo o de Tom Jones, de Antigona o de Ana Karenina, de
Don Quijote o de Vautrin, el elemento histérico-social, con
todas las eategorias que implica, es inseparable de lo que He-
gel Hamaba su realidad efectiva, dé su ser en si, de su modo
ontolégico esencial, para usar un término de moda. La sin-
gularidad puramente humana, profundamente individual y
tipica de estas figuras, su manifestacién artistica, estA inse-
parablemente unida a las cireunstancias concretas, histéricas,
humanas y sociales de su existencia.
Es completamente opuesta Ia intencién ontolégica median-
te la cual los escritores dirigentes de .la literatura vanguar-
dista determinan la esencia humana. de sus personajes. Para
ellos.—dicho sea brevernente— “el” hombre, el individuo,
21existe esencialmente solo por toda la eternidad, ontoldégica-
mente independiente de toda relaci6n humana y, con mayor
raz6n, de toda relacién social.
El gran novelista norteamericano Thomas Wolfe, prematu-
ramente desaparecido, hizo, por cjemplo, la siguiente confe-
sién: “Mi sentimiento de la vida se basa en la firme conviccién
de que la soledad no es de ningin modo algo raro y extrafio,
algo s6lo peculiar de seres solitarios como yo, siao la realidad
ineludible que esta en el corazén mismo de toda existencia
humana.”
Un individuo que ast slente puede entrar en relacién con
otros individuos, pero de todos modos —visto ontolégicamen-
te— sdlo de un modo pasivo, externo y contingente; los atros
individuos son también, a sui vez, solitarios por esencia, existen
igualmente desligados de teda relacién humana, por lo que
cada quien esté en simple xelacién consigo mismo. No debe
confundirse esta soledad —ontolégica—- de “el” hombre con
algunas figuras solitarias de Ja literatura. realista. En éstas se
trata de la situacién de un hombre —-més o menos pasajera,
que en algdn caso puede haberse convertido en permanente—
debida concretamente a su .cardcter, a circunstancias de su
vida o a la concurrencia de uno y otras; pero esta soledad pue-
de scr puramente externa, como 1a de Filocletes, de S6focles,
desembarcado en la desierta isla de Lemnos; o puede ser el
resultado de una evolucién interior necesaria, como la de
Frederic Morcau en la Educacidén sentimental dc Flaubert,
e la de Iv4n Ilich, de Tolstoi. Sin embargo, es siempre par-
te, momento, agudizacién, culminacién, etc., de una vida his-
térico-social concreta, compartida con otros hombres concre-
tos, con influencias ¢ interrelacioncs mutuas. Su necesidad es
a lo sumo cl destino caracteristico de determinados tipos, en
circunstancias histérico-sociales determinadas también concre-
tamente. ‘Al lado y en torno de estas figuras, en constante re-
laci6a mutua con su suledad, prosigue la vida en comin, la
dependencia reciproca de los dem4s hombres. En pocas pa-
labras, esta soledad es un destino social peculiar, nunca una
condition humaine universal y eterna.
No obstante, esta concepcién es precisamente la que carac-
22teriza a los fildsofos y escritores de la decadencia, Aqui he-
mos de hablar lo menos posible de filosofia, pero seria dificil
pasar por alto la expresién significativa y pintoresca de Hei-
degger cuando define la existencia humana como un “haber
sido lanzado”. a la vida (estado de yecto), dando asi la me-
jou deseripcién de esta soledad ontoldgica del individuo fu-
mano. BI “estado de yecto” no sélo détermina la viddy la
esencia de cada hombre como ser aislado, arrancado de todas
Jas conexiones y relaciones, sino que de este concepto se de-
riva en principio la’impusibilidad fundamental de dedhejar
las incégnitas gde dénde? y za dénde? de tal existencia.
De ello se deduce, antes que nada, la ahistoricidad de esta
existencia. (Que el propie Heidegger trate en su sistema de
una historicidad “propia” no afecta a estas consideraciones.
A este fin, ya el autor ha demostrado en otro lugar que, en
Heidegger, la verdadera historicidad es menospreciada.coma
“vulgar”, mientras la Hamada historicidad “propia” es iden-
tificada objetivamente con la ahistoricidad que se acaba de
describir.) En la creacién literaria este hecho aparece bajo
dos formas, En primer lugar, el curso del tiempo referido a
cada ser humano empieza y acaba con su propia existencia
personal; para el hombre asi conccbido —y, cn consecuen-
cia, para el escritor vanguardista que lo describe— no hay,
ni antes ni después de su aparicién, nada ligado a su vida,
a su esencia, nada que modifique ni sca modificado por su
existencia, En segundo lugar, esta existencia, recogida en si
misma, aparece desprovista de toda historia interior. La esen-
ela del hombre seria simplemente —por encima de toda sig-
nificacién y de un modo inescrutable— haber sido “yccto”
en el mundo; no puede as{ desplegarse en relacién vital mu-
tua con este mundo, en contradiccién vital con él, como
tampoco puede moldearlo ni ser moldeado por él, ni crecer
o degenerar en ¢. El maximo dinamismo posible es en este
caso un “desyelamiento” de lo que ¢s en si la esencia del
hombre desde la eternidad, esto cs, un dinamismo del sujete
que contempla, pero no de la realidad contemplada.
. Naturalmente, sdlo ba filosofia més abstratta pucde Jlevar
tal principio hasta sus dltimas consecucncias, y aun asi slo
23de un modo sofistico y retoreido. Pero, si un escritor, con
unas convicciones vanguardistas tan sefialadas, tiene ncemas
verdadero talento, sus creaciones expresaran siempre, hasta
cierto grado también, un hic et nung concreto, Asi, la ciudad
de Dublin, en Joyce, y la monarquia de Ins Habsburgo, en
Kafka y Musil;,se hacen sensibles en fa atmésfera que en-
wuelve toda la trama. Sin embargo, en ellos, este aspecto sera
s6lo, en mayor o menor medida, un subproducto secundario,
y no una parte integrante de la esencialidad artistica de sus
obras. :
Este concepto de ja esencia del hombre, al penetrar en
todes Jos campos de Ja vida artistica en una fomma peculiar,
habia de influir profundamente en todos los principios de la
creacién literaria. Para, analizar los rasgos mas caracteristicos
y singulares de esta tendencia, hemos de empezar nuestra
examen con una categoria que tiene un papel decisivo en Ia
-vida humana, y, por Consiguiente, cn el reflejo literario de
esta vida: la categoria de la posibilidad y.su diferenciacién
en posibilidad abstracta y posibilidad concreta (que Hegel
Uama “real”), La correspondencia, diferenciacién y contra-
posicién entre estas dos categorias es, antes que nada, una
consecuencia de la propia vida, La posibitidad —desde el
punto de Vista abstracto o subjetivo~ cs siempre mas rica
que la realidad; miles y miles de posibilidades apareccn ante
el ser humatio, y de ellas slo pueden ser realigadas un por
centaje infinitesimal. El subjetivismo moderno, que cree ver
en esta riqueza ilusoria Ja verdadera plenitud del alma hu-
mana, siente frente a ella una melancolia impregnada de ad-
miraciéa y simpatfa, mientras. acoge la realidad, que le niega
el cumplimiento de esas posibilidades, con un desprecio igual-
mente melancdlico, Sobcida, en la obra de Hofmannstahl,
expresa asi el sentimiento de la primera generacién dominada
por gsta experiencia: ,
El peso de {a poribitidad una y otra vez considerada,
éghora marchita, muerta ya...
Pero, ghasta qué punto son estas posibilidaces coneretas
24o reales? Eilas no existen mas que en Ja imaginacién subje-
tiva, ya se trate de suefics, cnsofaciones, fantasias, cadenas
de asociaciones, etc. Faulkner, autor en quien la posibilidad
en un nivél subjetivo, y por consiguiente abstracto, juega un
papel muy importante, tiene de cuando en cuando una visién
clara de cémo por ella fa realidad llega a hacerse completa-
mente subjetiva y arbitraria. En una escena episédica, dice:
“Hablaban todos a la vez, se acaloraban, se excitaban, re-
Alan; de una irreatidad hacian una posibilidad; luego una
probabilidad, después un hecho indisentible, sencillamente
como hacen los hombres cuando dejan hablar a sus deseos”,
Se puede, naturalmente, en una medida u otra, caracteri-
zar cada individue segtin cul sea Ja posibilidad que surge
en su conciencia, segtin Ja tonalidad con que surge, seguin su
frecuencia o intensidad, etc. Pero, practicamente, incluso en
las personas menos imaginativas, su niimero es infinito y
—para no hablar cn absoluto de su destino real— la perso-
nalidad no podrf ser jamfs definida a partir de tales posi-
bilidades. El cardcter abstracto de ‘las posibilidades se mani-
fiesta precisamente en el hecho de que puedan existir sin
influir de manéra decisiva en el desarrollo de la personalidad;
a decir verdad, los estados de 4nimo, aun los de captaci6n
mas honda y sincera det individuo, no Megan a ser determi-
nantes reales de su vida, La personalidad est4 determinada,
en general, por Jas aptitudes y el temperamento innatos, por
su evolucién o por su atrofia en cl transcurso de la vida,
por las vicisitudes externas ¢ internas.
Pero la vida puede transformar en realidad nuevas posi-
bilidades concretas. Es decir, pueden surgir situaciones en
que el hombre se encuentre celocado ante una alternativa,
en la cual ilegue a expresarse su verdadera personalidad eri
una forma con frecuencia sorprendente para él mismo. Las
peripecias internas de la obra literaria, sobre todo de }a dra-
mitica, tienca por objeto, en gencral, una de estas irrupcio-
nes en la realidad de una posibilidad cn si real, pero cuya
revelacién se vio reprimida hasta ese momento por fas cir-
cunstancias, No obstante, se confirma su cardcter de posibi-
lidad reat por el hecho de que, a partiz de entonces, serd la
25base de la existencia de dicha personalidad, aun cuando esta
existencia se oriente hacia un destino tragice, Previamente,
considerada desde un punto de vista puramente subjetivo,
esta posibilidad concreta y real no podia diferenciarse de las
innumerables posibilidades abstractas; y es cierto que hay ca-
sos en los cuales yace a tal profundidad que el curse de los
acontecimientos no Ja hace surgir en el sujeto ni siquicra
como posibitidad abstracta, pues, atin después de la eleccidn,
él mismo no es conscicnte de los motivos de su decisién. Asi,
Richard Dudgeon, e] discipulo del diablo en ta comedia de
Shaw que lleva su nombre, después de sacrificarse para sal-
var la vida del pastor Andersen, reconoce que no sabe por
qué fo ha hecho: ‘Me he estado formulando Ja misma pre-
gunta desde entonces y no encuentro ningiin motivo para
haber actuado come lo hice.” Y, sin embargo, es una deci-
sién que sittia toda su vida en un plano completamente nue-
vo. Naturalmente que éste es un caso extremo, Pero el ca-
r4cter de’ ruptura inherente a toda peripecia, ruptura por la
cual se anulan y conservan a un tiempo la unidad y Ja con-
tinuidad del individue, no permite nunca desprender y di-
ferenciar claramente Ja posibilidad concreta del complejo de
posibilidades abstractas de ese sujcto, y oponerla incquivoca-
mente a las otras. Sélo en Ja decision y gracias a ella se Nega
a la diferenciacién entre los dos tipos de posibilidades y luc-
go a sit opasicién. .
Es, pues, comprensible que [a literatura realista, como fiel
reflejo de ia realidad objetiva, presente las posibilidades abs-
tractas y concretas de los hombres en csa unidad y oposicién
reales. La aparicién en escena de la posibilidad concreta de
un hombre desenmascara todas las posibilidades abstractas,
que estén ciertamente presentes, pero que son intrinsecamen-
te falsas. Asi, por ejemplo, Alberto Moravia, cn su’ novela
Los indiferentes, describe al joven hijo de una familia bur-
guesa, Michel, que se propone matar al seductor de su her-
mana, En la preparacién del crimen, con la més fria pre-
meditacién, se nos describe minuciosamente, con matices y
moralidad subjetivas, las posibilidades abstractas de Michel.
No obstante, para su desdicha, cuando llega con todos sus
26sérdidos detalles a la ejecucién del proyecto, aparece su ver-
dadero cardcter como digno reprosentante del medio al que
pertenece y del cual imagind un moments —coma sujeto
aislado— que podria eseapar moraltente.
‘Asi, pues, mientras la posibilidad abstracta sélo puede ser
concebida en el mijeto, Ja posibiliad concreia tienea,como
premisa su accién reciproca con los hechos objetivos 4 las
fuerzas vilales, que siempre tienen necesariamente un cardc-
ter objetivo desde el’ punto de vista social-histérico. Us gecir,
la descripcién literaria de la posibilidad concreta presupone
una’ descripcién conercta de hombres concretos en concretas
relaciones con cl mundo exterior. Sélo en una accién reci-
proca, vital y concreta, entre Jos hombres y el mundo que
los rodea, puede emerger de Ja infinidad de posibilidades abs-
tractas‘de un hombre Ja posibilidad conereta, y confirmarse
ademds como la pasibilidad conereta que determina ‘preci-
samente a ese hombre en esa etapa de su evolucién. Este cs
el principio dnico de seleccién capaz de diferenciar lo con-
creto de Ja inmensa suma de abstracciones.
“La ontologia en que se baga la concepeién del homibre en
la literatura decadente, excluye a limine tal principio de se-
leccién. Si se. piensa que el individuo, referide a si mismo,
solitario y desprendido de Jas relaciones sociales, cs idéntico
a la esencia efectiva, auténtica y mds honda de la realidad,
tal concepcién impide la diferenciacién entre posibilidad abs-
tracta y posibilidad concreta; ambas se equiparan entonces,
falsamente, en una indiferencia de principio, Cesare Pavese
observa con razén, en Doblin y Dos Passos, una oscilacién
entre un “verismo superficial” (naturalismio) y una “cous-
trucci6n expresionista abstracta”; y exige frente a Dos Pas-
sos~— la creacién de personajes “clegidos, con rasgos tarabién
elegidos” (ya que log esbozos de caracteres de Dos Passos
pueden ser trasferidos de un personaje a otro). Sin referirse
explicitamente a la citestién de Ja posibilidad abstracta, Pa-
vese describe con mucho acierto las consccuencias artisticas
que se derivan. La degradacién ontolégica,de esa realidad
objeliva que es cl mundo exterior del hombre, y la exalta-
cién correspondiente de su subjctividad, conducen necesaria-
27mente a tal distorsién, incluso en la estructura dindmica del
sujeto.
Se trata, pues, de un problema relacionado con la concep-
“cién que la literatuea vanguardista tiene del muado, es decir,
de su actitud fundamental con respecto a Ja realidad. Sin
embargo, hay:que tener en cuenta que, en la medida en que
esta actitud reclama una fundamentacién tedrica, es suscep-
tible de ser elaborada con los procesos mentales mas diversos,
¢ incluso opuestos, y que, por lo tanto, también en el terreno
literario suele aparecer en las formas mas distintas, sin que
por sa se abandone la concepcién “ideolégica” coman, Des-
de este punto de vista, es indiferente que la disolucién de ta
forma objetiva en elementos subjetivos aparezca, en Joyce
y sus seguidorcs, coma una técnica del libre fluir de asocia-
clones; 0 que se proclame, con Musil, la “pasividad activa”
y la existencia “sin cualidades’; 6 que, yirando aparente-
mente a la oposicién, se atribuya una pseudo realizacién a las
posibitidades abstractas, come en Ja action gratuite de Gide,
etc. Lo mismo en la vida que en su reflejo literario, Ja que
caracteriza al hombre es la determinacién que él toma cuan-
do una cuestién decisiva pone en juego su existencia; entre
todas sus posibilidades concretas, esa es la triica que expresa
realmente su esencia. La impostbilidad de diferenciar entre
posibilidades abstractas y concretas, asi como la reduccién
del mundo interior del hombre al nivel de una subjetividad
abstracta, trae siempre consigo el profundo desvanccimiento
de los contornos de su personalidad.
Acerca de este tipo de figura humana, dice T.S. Eliot con
certeto conocimiento:
Figura sin forma, matiz sin color,
fuerza paralizada, gesto sin movimiento.
k este desyanecimiento de la personalidad -corresponde fa
pérdida del mundo para Ja literatura, En un sentido preciso,
se gata de una simple consecuencia de la concepcién de con-
junto que acabamos de describir, pues la indiferenciacién
entre pasibilidad abstracts y posibilidad concreta en el home
28bre presupone la inexplicabilidad de ta realidad objetiva del
mundo. Y los escritores teéricos que estén al frente del van-
guardismo.extraen muy consclentemente esta misma conse-
cuencia, hasta el punto de que en algunos casos es dificil de-
cidir si no ser& ésta la posicién ideolégica fundamental, ante
la cual el subjetivismo se convertiria en una simple manifes-
tacién causal. De todos modos, la relacién entre ambos es
clara. Ast, Gottfried Benn explica con la mayor decisién, “que
no existe esa realidad”: “no hay realidad, no hay ms que Ja
conciencia humana que ininterrumpidamente forma, trans-
forma, elabora, experimenta y acufia espiritualmente sus mun-
dos de creacién.” .
Musil, como siempre, da un giro moral a sus ideas orien-
tadas en este sentido. El héroe de su gran novela, Ulrich,
interrogado sobre lo que haria si en sus manos estuviera el
dominio del mundo, contesta: “No. me quedarfa m4s que
abolir la realidad.” No es necesaria decir que la aboticién de
la realidad corresponde, en el plano del mundo exterior, a
lo que, en el plano subjetivo, Nama una existencia “sin cua-
lidades.””
Naturalmente, esta abolicién de la realidad no siempre se
formula tedricamente de modo tan extremista como jo hacen
Benn o Musil, quienes, por lo ders, son muy distintos entre
si; pero es el tema fundamental de la actitud vanguardista.
Cuando Musil, en una conversacién, esboza el tema de su
gran novela y dice que transcurre en el periodo de 1912 a
1914, se apresura inmediatamente a limitar un dato tan con-
creta: “Si se me permite hacer una reserva, no he escrito
una novela histérica, La explicacién del suceder real no me
interesa... Los hechos siempre son equivocos, Le que me. in-
teresa es lo tfpico espiritual, podria decir mas bien: lo fan-
tasmagérico del suceder.”
La palabra “fantasmagérico” merece ser subrayada; define
una de las orientaciones m4s importantes que conduce, en
la creaci6n artistica, a la disolvencia md4s o menos complcta
de la realidad, Kafka, que en sus:detalles es siempre extra-
ordinaria e inpresionantemente- real, concentra todos los re-
cursos de su atte €n expresar su vision, angustiosa de la esencia
29del mundo como si esa visién fuera “a” realidad; y asi, a
su manera peculiar; la elimina igualmente. Jos detalles rea-
listas se convierten en su obra en elementos portadores de
una irrealidad fantasmagérica,-de un mundo de pesadilla,
el cual, por consecuencia, tiene que perder precisamente su ca-
racter de mundo, y séle puede tener una realidad en el sujeto,.
como vehiculo de una reaccién de angustia, La realidad sc
transforma asi en fantasia onfrica, y esta tendentia artistica
sigue cubsistiendo aun cuando la disociacién, la huida de la
realidad, vaya unida a una tendencia critico-social, como en
Invernadero de Kocppen. Naturalmente, esta disolucién de
Ja realidad est4 también presente en c) Aujo de asociaciones
de Joyce, y llega a ser exorbitante cuando los tinicos portadores
de la “realidad” descrita son los sujetos que monologan, espe-
cialmente en los momentos culminantes de esta tendencia,
cuando. los sujetos se manifiestan camo idiotas o semi-idiotas,
cuyas ideas confusas, incesantes, incoherentes, ticnen que ser
et unico medio para bacer accesible al lector el “mundo” de
Ja obra literaria. Asi ocurre en Ja primera parte de El sonido
y ta furia de Faulkner, y, de modo consecuente, hasta el final,
en Molloy de Beckett.
La disolucién del mundo y la disoluciém del hombre van
pues unidas, aumentan y se refuerzan mutuamente. Su causa
fundamental es la carencia objetiva de unidad. en el hombre,
su transformaci6n cn una sucesidn confusa de experiencias
momenténeas y, por consiguiente, su impenetrabilidad de
principio, tanto para si mismo como para les otros, En Cock-
tail Party de Eliot, cl personaje mds préximo al escritor cx-
presa este sentir del rundo del modo siguiente:
Ah, pero morimos cada dia, unos para los otros.
Lo que sabemos de los demas
no es mds que la memoria de aquellos momentos
en que los conocimos. Mas ellos han cambiado desde
. entonges,
Pretender que somos los mismos todavia
es una convencion social dtil.y conventente
gue alguna ves debe ser rota. No oluidemos jasids
30qué, en cada encuentro, es con un extraiio con quien
tropezaremos.
La disolucién de Ia personalidad, que en cierto modo se
ha realizado espontaneamente al equiparar la posibilidad abs-
tracta y la posibilidad conereta, llega a ser en Ja autorrefle-
xién un sistema consciente. No es casual que Benn tiltye su
libro teérico Doppelleben (Doble vida). Et lleva la disolu-
cién del hombre hasta una disociacién esquizofrénica que se
repite una y otra vez ante cada nueva situacién. En el thom-
bre no hay ninguna coherencia, ninguna sintesis de cualida-
des o conductas diversas, En primer lugar, el elemento animal
y “el pensamiento, que se sublima siempre desnudo”, son in-
compatibles. En segundo lugar, la unidad del pensamiento y
qa accién es-una “idea de trasmundo”. En tercer término,
pensar y ser son “esencias totalmente separadas”. Y, en cuarto,
el hombre es un ser moral o un ser pensante, pero ser ambas
cosas juntas es imposible, En consecuencia, por donde quiera
que se mire, cada vida es una doble vida, esté irremisible-
mente disociada en si misma.
No se trata aqui del entretenimiento mental de un escri-
tor excéntrico, Por mucho que estas ideas sean {ruto del te-
rreno especifico de Benn, estén unidas profunda y reiterada-
mente a todo, cl desarrollo del universo ideolégico de la
decadencia, Hace mas de un siglo que Kierkegaard —uno de
lus padres, hoy cl4sico, dc la decadencia moderna— entablé
la polémica contra la dialéctica hegtliana, Y, en esta lucha,
uno de los problemas centrales era la protesta de Kierkegaard
contra el concepto hegeliano de que lo interior y lo exterior
ex la realidad objetiva y, por consiguiente, en el hombre,
forman una unidad dialéctica, es decir, que 2 pesar de mil-
tiples diferencias (que pueden incluso agudizarse hasta llegar
a una oposicién), se encuentran, sin embargo, en una relacion
indestructible. Kierkegaard negaba toda clase de unién entre
lo exterior y lo interior. Segin su teorfa, cada hombre vive
en un incégnito completamente impenctrable para otros hom-
bres, que ninguna fuerza humana puede atravesar,
Esta posicién filaséfica ha ganado una gran popularidad
31:después de Ja segunda guerra mundial, lo que prueba que
incluso conceptos tedricos abstrusos expresan a menudo rea-
Ndades sociales importantes. Sucesivamente Heidegger, Jiin-
ger, C. Schmitt, Benn y otros, se han acogido apasionada-
mente al “eterno” incégnito de la personalidad humana: en
medio de los .hechos meramente exteriores, los verdaderos
motives que gufan al individuo deben permanecer fatalmen-
te escondidos. Ldégicamente, tras este misterioso incégnito se
encuentran sucesos tales como {a participacién de los men-
cionados autores en el régimen de Hider, como el panegirico
de Hitler por Heidegger, entonces rector de la Universidad
de Friburgo, como las teorias y publicaciones juridicas de
Schmitt al servicio de la agresién hitleriana, etc. Los hechos
son demasiado conocides para poder desmentirlos. Pero si ef
incégnito impenetrable cs la condition humaine decisiva
equién pucde saber si —cn este incdgnito— Heidegger o
Schmitt no fueron ardientes adversarios de Hitler mientras
Je apoyaban en el mundo de la “exteriaridad'"? La dinica con-
fesién publica de E. von Salomon en su Cuestionario, acer-
ca de su adaptacién, carente de principios, al régimen de
Hitler (con algunas reservas criticas, a lo sumo, entre lineas) ,
desenmascara bien esta patética y pomposa ideologia del in-
cégnito, sobre todo cn Jo que se refiere a Ernst Jinger.
Era preciso hacer este inciso para ilustrar un poco, con
un ejemplo craso, el sentido social de las categorias ontolé-
gicas eternas. En el terreno especificamente literario, las po-
siciones de la doble vida, del incégnito, etc,, han adquirido
una importancia decisiva; han rota todos los hilos que rela-
cionan reciprocamente al individuo con su medio humano;
han deshecho todas sus relaciones can el mundo exterior en
el que aétia, y del que recibe su influencia; y esta ruptura
ha agravado todavia ms la destruccién de su niicleo mismo
y de sus contornos m4s caractéristicos, ya iniciada desde el
intBior. Cérao contraste con esta ‘actitud, basta sefalar las
consecuencias fecundas de esas relaciones y contradicciones
en da evolucién real del hombre. En todas las grandes figuras
de fi literatura realista —desde Aquiles, de Homero, hasta
Adrian Leverkithn en cl Doctor Fausto de Mann, y Grigori
32Melejov en El Doa apacible de Shdlojov— Ja interaccién
vital de las contradicciones es ef principio tiltima que deter-
mina la esencia y !a evolucién del hombre. creado poética-
mente, Ya hemos mostrado hasta qué punto la anulacién de
la diferencia entre posibilidad abstracta y posibilidad concreta
aniquila fos fundamentos de Ja caracterizacién artistica. Aho-
ra vemos gue Ia vitalidad y Ja fuerza activa de la contradic-
cién en el seno de fa personalidad humana llega a destruirse
con la aniquitacién det nexo entre Jo interior y lo exterior.
Aun cuando algunos escritores de esta orientacién estén a
veces en condiciones de observar los elementos y las tenden-
cias en que Se expresa esta contradiccién, los principios de
la doble vida, del incégnito, etc., que ellos mantienen, actuian
de tal modo que la privan de toda fuerza explosiva, de todo
dinamismo progresivo, y asi, esos elementos contradictorios
coexisten pacificamente, con !o cual ahondan més la diso-
luciéa de la personalidad creada. :
Indudablemente es una cualidad positiva de Robert Musil
el tener cierta conciencia de las condiciones y consecuencias
de su actividad creadora. A propésito de su héroe Ulrich,
dice, por cjemplo: “En esta época ignominiosa no cabe otra
elecci6n que colaborar (aullando con jos lobos) o convertir-
se €n un neurético.” Con esta frase se’ enfoca, con mas se-
Tiedad de lo que es comiin, cl problema del papel de la
patologia en la literatura vanguardista de nuestros dfas,
Ya en la €poca del naturalismo surgié esta cuestién. Hace
més de cincuenta afios, Alfred Kerr escribid: “En Ia enfer-
maedad reside Ja tinica poesia permitida al naturalismo. Pues
zqué hay de poético en la vida cotidiana sino la singularidad
nerviosa que es Jo que est4 més cerca de lo no cotidiana?
Ella eleva uri personaje literario por encima de Ja atmésfera
terrestre y lo mantiene sin embargo apoyado en la realidad,”
En estd manifestacién nos parece importante el hecho de que
se relacione la necesidad artistica de lo patolégico con la vida
prosaica y cotidiana de la sociedad capitalista, Con ello se
hace evidente algo sobre lo que insistiremos mAs adelante, y
es que, si se consideran los principios tiltimos del naturalismo
y del vanguardismo en la literatura moderna, se aprecia una
33Jinea continua del uno al otvo, hasta’ nuestros dias, Claro
que es preciso insistir en que esta continuidad esta mera-
mente circunscrita a los ultimos principios ideolégicos. Lo
que al comienzo existié sélo como germen, coma presagio
de una conmocién universal, se desarrollé en los periodos
de las dos guerras mundiales hasta sobrepasar cn mucho
el mero brote inicial. Sin rozar, por-el momento, ni siquic-
va por asomg, esta cuestién, basta indicar simplemente que
Ja aparicién, cada vez mds intensa, de lo patolégico en. el
primer plano de fa escena, es uno de logs clementos cons-
tantes de esta continuidad, Sin embargo, ‘en las distintas
ctapas que la determinan, en virtud de los grandes aconteci-
mitntos histérico-sociales, esta evolucién ha adquirido diver.
sas ténicad cualitativas, nucvos contenides, nuevas funciones
en Ia composicién Iiteraria. La descripcién de Kerr denota
que la necesidad de lo patolégico en el naturalismo y en‘ cl
primer impresionismo era antes que nada de cardcter csté-
tico, un intento de escapar de} desierto de Ja vida cotidiana
en Ja sociedad capitalista. La frase antes citada de Musil
muestra que ese mismo contraste —entre lo cotidiano y lo
patolégico— ha adquirido desde entonces una ténica moral
que expresa el rechazo estética de toda Ja bajeza de esa co-
tidiancidad; lo patolégico, que no cra mAs que un fin ar-
tistico, un brochazo de color vivo en este escenario gris, se
ha cristalizado en una protesta moral contra ta bajeza de ese
mundo, En esta evolucién plenamente determinada, sigue vi-
sible la base social comin, pues tanto su cnaltecimicnto co-
mo su segregacién constituyen elementos importantes de la
ideologia que condiciona el trabajo de creacién.
En Musil —y en otros muchos escritores actuales— lo pa-
tolégico se ha convertido en un terminus ad quem de la com-
posicién literaria. Este objetivo revela una doble dificultad
que surge de la ideologia general de ¢sos escritores, De un
lado, un objetivo semejante implica la indeterminabilidad
que va insuperablemente implicita en él, pucs la protesta
que se expresa con la huida a lo patolégico es completamen-
te abstracta y vacia: juzga en términos sumarios y generales la
realidad de la gue hay gue huir, y no expresa nada critice con-
84 °creto acerca de ellay fa huida a fo patolégico cs’ eso uccesaria-
mente, una huida orientada igualmente al vacio; es, en ultimo
extremo, un nihil. Por otro lado, es una ilusién de los represen:
tantes de esta tendencia creer qué su movimiento de protesta
puede ser un principio dindmico efectivo para la plasmacién It-
teraria. Si se proclama una rebelién concreta contra una reali-
dad hist6rico-social concreta, es siempre esta realidad pyecisa-
mente el factor dindmico definitivo;.Ja revolucién burguesa
contra el orden feudal -y la del proletariado contra la burgue-
sia tuvieron como punto de partida la eritica-de-la forngacién
social existente entonces. No obstante —originado en esta pro-
pia critica existia un terminus ad quer muy conereto: la
nueva formacién, Por muy nebulosos que pudieran ser atin
sus contornos, estructura, contenido, etc., Ilevaban, sin em-
bargo, implicita una tendencia a aclararse y concretarse, Esta
fue igualmente la situaciéa en la rebelién humanista contra
el imperialismo.
En cambio, el caso, que estamos tratando. es muy distinto.
El terminus a quo, la ignominia de ta época,.tiene que ser
@n este caso ef nico factor dindmico, ya que cl terminus ad
quem, la huida a lo patolégico, no puede oponerle nada con-
creto pucsto que el movimiento, al'escapar de la realidad
existente, s¢ manificsta exclusivamente én el interior del su-
jeto. Asi, pues, desde el punto de vista de las relaciones di-
nAmicas entre el hombre y el ambiente, cl movimiento carece
Qe contenido y de orientacién. Este vacio y esta falta de con-
tenido se acentéan atin més por el cardcter del terminus ad
queni, de lo patolégico. Convertido, de modo puramente apa-
rente, cn algo positive y con contenido, lo patolégico cxpresa
una tendencia abstracta y vacfa a escapar del hecho incluc-
table; una tendencia a escapar que, cn principio, no puede
-convertirse en accién, y cuya cscncia nunca puede clevarse
por éneimna del nivel det malestar, de la ndusea, del deseo, de
la nostalgia, cte, Su contenido (su esoncial falta de conteni-
do) est& bloqueado porque ¢sa ideologia, aplicada a la vida
nérmal, no puede conocer ninguna finalidad y, por consi-
guiente, tampoco ningin movimiento en yna direecién de-
terminada, En estas circunstancias, es natural que el escritor
35considere Ja enfermedad como lugar de refugio, como Gnico
punto sdlido en que puede apoyarse un contenido literatio
capaz de expresar lo tipico de su propia situacién,
Esta preferencia ideolégica hacia lo patolégico, como con-
cepcién de} mundo, sobrepasa con mucho ef dmbito dé la
literatura. En Ja rmetodologia freudiana, que tanta influencia
ha ejercido en nuestro tiempo, encontrames una tendencia
sorprendentemente analoga, Sélo en apariencia se plantea el
problema de mado diferente que en Ia literacura. Freud par-
te ciertamente de lo cotidjano, de Jos actos fallidos en la
vida cotidiana, de los suefios, etc., pero et caring que sigue
para explicarlos le conduce de lleno a la patologia, Asi, por
ejemplo, en sus Lecciones sabre la resittencta y la represidn,
Freud dice: “Nuestro interés por la psicologia de la sinto-
matogénesis habri de aumentar extraordinariamente desde
que ef estudio de las condiciones patolégicas nos permite Ile-
Bac a ciertas conclusiones acerca del suceder psiquico, tan
bien encubiezto." En éste, como en otros innumerables pa-
sajeg, se pone de manificste que Freud piensa hallar ta clave
para Ja comprensién de Jo normal en la psicologia de lo
anormal, del hombre enfermo, Tal vez se ve atin con mds
claridad esta tendencia en [a tipologia de Kretschmer, que
tiene igualmente por base la idea de que Jas anormalidades
espirituales, los tipos de enfermedad psiquice, han de expli-
car lag aptitudes, temperamentos, etc., de los hombres nor-
males, La posicién de estas tendencias —ahora, dominantes—
en la psicologia moderna se aclara notablemente cuando se -
les opone la tipologia del materialista Faviov, que, remontin-
dose a Hipécrates, concibe las enfermedades del espiritu co-
mo desviaciones de Ja vida. psiquica normal. y estudia ésta
conforme a sus propias leyes.
puede verse, no sc trata aqui ni de un problema
cient particular ni de ue problema téenico de la litera~
tura, Todo este complejo tiene sus raices en una concepcién
filosfieg del mundo. Sus lineas fundamentales surgen neee~
sarlamente de Ja concepcién ontolégica’ sobre la soledad esen-
cial del hombre. La literatura, cuya visién del mundo se fun-
da en la concepcién aristotélica del zone patitikor, crea los
36tipos en relacién organica, indisoluble, con la agudizacién de
las contradicciones que se revelan en los factores sociales y
en el individuo plenamente desarrollado. Por ello, precisa-
mente, en las obras de esta literatura, las pasiones individuales
més extremas estan representadas en tipos socialmente nor-
tales (Shakespeare, Balzac, Stendhal), Desde este Angulo,
la vida banal cotidiana y el hombre mediocre aparecen co-
mo formas difusas, debilitadas, de las contradicciones objetivas
y subjetivas, y la excentricidad como una deformacién social-
mente condicionada, Pero debe quedar bien establecido que las
pasiones mas fuertes de los grandes personajes literarios mas
representativos, nada tienen que ver con la excentricidad en
el sentido propio y mds restringida de este término. Adrian
Leverkiihn no es un excéntrico, mientras que Christian Bud-
denbrook st lo es,
La ontologia de] “estado de yecto”, del individuo solita-
rio, tiene como consecuencia, en Ja literatura, ta desaparicién
de la-tipico real y cl conocimiento y descripcién, solamente,
del tema abstracto, de los cxtremos abstractos: banalidad co-
tidiava y excentricidad. Ya hemos indicado fas causas por
las cuales los caracteres extremos —que en la literatura rea~
lista constituyen un complemente importante y un medio para
hacer resaltar los personajes socialmente normales pero movi-
dos por grandes pasionns—, en los eseritores decadentes tien-
den, cada vez con mAs fuerza, hacia lo verdadcramente ex-
céntrico, y, en iltimo iérmino, hacia lo patolégico. En la
Literatura decadente, lo excéntrico constituye un complemen-
to necesario —-aunque indesendo—, una polaridad con res-
pecto a la banalidad promedio, y en esta polarizacién se tiende
a agotar todas las pasibilidades del ser humano. Esto, natu-
ralmente, tiene como premisa ideolégica la negacién de toda
racionalidad en la existencia y de toda relacién entre los
hombres. A qué profundidad Mega este movimiento, cudn in-
timamente ligado est4 a la visién del mundo en que se basa
la creacién Jiteraria, nos lo demuestra una interesante frase
en la gran novela de Musil: “Si, la humanidad sofiara colec-
tivamente, de sus suefos surgiria Moosbrugger.” Este Moos-
brigger ea un asesina sidien semi-irdicta.
37Lo que en Musil aparece, en cierto modo, como base ideo-
légica para la creacién de semejante cardcter, para presentar
la huida a.la neurosis como protesta contra Ja abyecta rea-
lidad, aparece en otros muchos escritores vanguardistas como
la condition humaine natural, como un hecho definitivo, in-
mutable, como centro de la plasmacién literaria. Para estos
escritores, la frase antes citada.de Musil pierde su “si” con-
dicional y aparece como Ja tnica realidad idgica existente.
El alejamiento del mundo, que antes ya hemos sefialado, ad-
quiere asi su forma extrema (aunque siempre coherente con
su tendencia ‘bdsica) y la realidad queda reducida a una pe-
sadilla 0, 8i es posible, a la contiencia perturbada de un idio-
ta. Podemos ver la culminacién de esta tendencia en la
novela Molloy de Beckett. La innovacién de Joyce, Ja concep-
cién del mundo como-un flujo de conciencia desordenado
por principio, empieza ya a obtener en Faulkner ese cardcter
de pesaditla idiota, La forma de composicién de Beckett cs
una duplicacién y repeticién de esta imagen del mundo: pri-
mero, el rebajamiento patolégico m4s profundo del hom-
bre hasta’la existencia vegetativa de un idiota, y después,
como es preciso auxiliarle —por una instancia que se man-
tiene incégnita—, el hombre que le ayuda se sume en el mis-
mo estado de idiotes. Yas dos historias paralelas son relata-
das mediante el fluja de asociaciones: las del perfecto idiota
y las del hombre cn camino de serio,
A asta simple deseripcién de lo Patologico, de la perversi-
dad, de la idiotez corno forma tipica de la condition humai-
ne, se agrega con frecuencia su abierta glorificacién. Asi, en
Pasiphae de Montherlant, la perversién, el amor apasionado
de Ja heroina a un toro y su entrega a len cuerpo y alma
se presentan como “ideal heroica”, como el retorno triun-”
fante a la Naturaleza, como la liberacién de Ja auténtica
esencia humana soterrada de Ja servidumbre de las’ conven-
ciones sociales. El] coro, es decir, la voz del propio escritor,
plantea una pregunta retérica que, evidentemente, tienc, se-
gin él, Una respuesta afirmativa, El autor se pregunta “si
Pabsence de pensée et Vabsence de morale ne contribuent pas
38beaucoup a la dignité des bétes, des plantes e¢ dos caux...7*
Lo inconsciente, el cardcter patolégico de la protesta social
reprimida, su: rousseauismo pervertido, su antisociabilidad,
se expresan aqui con distinto acento moral y émocional que
en Musil, pero con igual claridad. Podria confirmarse con
incontables ejemplos el alcance general y el predominio de
estas caracteristicas en la literatura vanguardista, Tab vez
baste citar a este tenor una pequefia poesia de Benn: .
fOh? Si fudramos nosotros nuestros propios ancestro®
Un grumido de todo en un cdlido pantano.
Vida y muerte, fecundacién y fructificacién
manando de nuestros mudos humores.
Un pufiado de algas o un rizo an Ia duna
que el viento modela o por iu peso cae.
Ser cabeza de libélula o ala de gaviota
seria ya demasiado sufrir,
Aparentemente, agut no se trata de patologia ni de perver-
sidad, como es cl caso en Beckett y Montherlant, escritores
que ven en esas formas primigenias tipos ideales de lo csen-
cialmente humano, algo que, sin su desenmascaramiento
critico, seguiria encubierto bajo los prejuicios sociales, Sin cm-
bargo, en su invocacién a'csas formas primarias, ellos tam-
bién est4n orientades en la misma nea que Benn. La orien-
tacién hacia un primitivismo rigurosamente opuesto a todo
lo social —que se podria comparar, ‘en el aspesto filoséfico,
con el intento de Heidegger de difamar Ja vida social la-
mandola el “se”; 0 con el pleito del’alma contra el expfritu,
de Klages; o también, y no en tiltimo término, con Ia teorla
de los mites de Rosenberg— lleva en sf, necesariamente, una
intencién de glorificar lo anormal: un antihumanismo,
Si se crea asi un mundo literaria cuyo cuadro din4mica
esté delimitado por los falsos extremos de la mediocridad
burguesa y de Ja excentricidad patolégica, surge cspontanca-
® En francés ea el original. “a ausencia de pensamiento y de mo-
ral gno contribuyen mucho a Ja dignidad de las bestias, de las plantas
y de las aguas?”
39mente la preferehcia estilistica por la deformacién. Esta tie-
ne, por supuesto, su lugar en Ja imagen de la realidad autén-
tica y completa, al igual que la excentricidad y lo patoldgico.
Pera el creador literaria debe tener una claca idea social y
humana de lo normal para poder situar la deformaci6n en
su justo lugar, fn su correcta relacién, etc., es decir, para
poder tratarla como deformacién. Tal concepto es imposible,
sin embargo, en los casos que estamos considerando, pues la
filosofia del mundo que prevalece en el vanguardismo exclu-
ye todo lo normal del campo de Ja objetividad, en Ja vida
y en lg literatura, La cotidianeidad en el mundo capitalista,
la mediocridad burguesa, puede ser tratada —con todo de-
recho— como deformacién (come entumecimiente, como di-
sociacién) de la personalidad humana. No obstante, lo pa-
toldgico, en tanta que huida a la nada desde esta deformacién,
es también una deformacién, aunque de signo opueste, En
Ja plasmacién literaria del vanguardismo se deriva, pues, una
deformacién de otra, Surge asi una universalizacién de Ja
deformidad, En el seno de esta corriente no hay en absoluta
una fuerza, una tendencia, que pueda oponerse a esta uni-
versalizacién; ninguna escala que, relativizando la simple
defarmidad pequefio-burguesa y Ja deformidad -excéntrica,
las coloque en su.justo lugar social. Por el contrario, las co
rrientes que aqui acttian estin todas orientadas hacia lo ab-
soluto. La deformidad aparece como e] estado normal del
hombre, como el principio determinante de la forma, coma
unico contenida adecuado al arte.
Este examen concreto de las bases ideotégicas de la liteta-
tura vanguardista nos permite ir ain més lejos en-esta di-
reccién. El siguiente paso seria reconocer que, con las pre-
misas ya citadas, estas obras literarias tienen que carecer de
toda perspectiva. Desde luego, esto no es nada sorprenden-
te; vgnguardistas tan conscientes como Kafka, Benn y Musil,
rechazaban precisamente, con indignacién y absoluto despre-
cio, la pretendica’exigencia de crear una perspectiva. Mds °
adeléfgte volveremos a tratar con més detenimiento Ja impor-
tancla de la perspectiva en el aspecto idealdgico-artistico.
Por el momento nos contentaremos con observar gue, en el
40aspecto literario, sdlo ella puede establecer el principio de la
seleccién Gitima entre lo esencial y Jo superficial, fo decisiva
y lo episédico, lo importante y lo anecdético, etc., pues etla
determina directamente el contenido y la forma de Ja obra,
y en ella deben culminar, como en todo arte temporal, las
Mneas directrices de fa creacién artistica. Ei hombre plasma-
do literariamente evoluciona en una direecién determinada
por la perspectiva: es ella la que destacard los rasgos y cua-
lidades que estimulan o dificultan esta evolucién. Cuanto
mis clara sea esa perspectiva, tanto mds sobria y contunden-
te podra ser la seleccién de los detalles (los griegos, Moliére).
La Hteratura decadente ha perdido este principio de se-
leccién; Nevada por su visién subjetiva lo ha condenado o,
lo que viene a ser lo mismo, lo ha sustituido por la idea de
una condition humaine “eterna” y, por principio, inmutable.
{Recordamos aqui nuestras primeras observaciones acerca de -
la posibilidad abstracta o concreta.) Por esto, la tendencia
estilistica que surge de esta actitud debe ser, en esencia, na-
turalista, Este hecho, que en nuestra opinién caracteriza todo
. el arte decadente (0, por lo menos, ef de los dltimes cincuen-
ta afios) esté encubierto por una critica literaria que ensalza
al vanguardismo, y que, haciendo del problema estilistico y
formal el punto central de su aniélisis, aisla la técnica exte-
rior del contenido ideolégico, sobreestima desmedidamente ‘cl
aspecto formal, y deja en cambio sin criticar la esencia social
y axtistica del contenido. En este examen estético desaparece
el verdadero criterio de distincién entce el realismo y el na-
turalismo: la presencia o la ausencia de una jerarquia en Jas
situaciones y en Ios caracteres humanos plasmados literaria-
mente. En ello se manifiesta un principio estético subyacente
que permite una bifurcacién neta. Las diferencias formales ~
en el tnodo de escribir tienen en este aspecto una importan-
cia secundaria. Se puede hablar, pues, de una tendencia na-
turalista fundamental en ja literatura vanguardista; se puede
con razén ver cn ella Ja manifestaci6n Nteraria de-una con-
tinuidad cn la evolucién de su concepcidn det mundo. A la
luz de esta tendencia naturalista coméin, como base estilisti-
ca, carecen de importancia, para definir ct rasgo comin de
4!todo el periodo, las diferencias, oposiciones, innovaciones y
luchas de orientaciéri, que conciernen a Ja forma y al estilo.
Naturalmente, no se excluye el hecho de que cada tendencia
estilistica sea un reflejo de ciertas variaciones en la estructu-
ra social del periodo, Pero, con todo, sigue sin ser decisivo que
cl principio naturalista de ta no seleccién, de la ausencia de
una jerarquia, se exprese como imposicién del medio (pri-
mer naturatisrno), como atmésfera (naturalismo tardio, im-
Ppresionismo y también simbolismo), como montaje de frag-
mentos crudos de realidad (néorrealismo), como flujo de
asociaciones (surrealismo), etcétera,
La unidad estilistica de todas estas tendencias —cn fltimo
términa naturalistas— se ve mas claramente si recordamos
la irmportancia artistica de la estaticidad como principio des-
criptivo de todas ellas.: Que esta cucstibn guarda estrecha re-
lacién con Ia de la perspectiva es cosa que se ve facilmente.
Gottfried Benn enuncia esta tendencia con firmeza progra-
miéatica desde cl titulo mismo de su importante tomo de poc-
Silas Statische Gedichte (Poemas estdticos}, y considera la
negacién de toda evolucién, de toda historia y, por consi-
guicnte, de toda perspectiva, como rasgo caracteristico de la
verdadera penetracién en Ja esencia de la realidad. Para ilus-
trarlo con mayor claridad pucde servir la siguiente cstrofa:
Ser ajeno a todo cambio,
ésta‘as la profundidad del sabia,
Ni sus hijos ni los hijos-de sus hijos
la perturban en nada,
ni penetran en ella.
El rechazo de toda relacién poética y filosdéfica con el por-
venir ¢s, pues, para Benn, el critcrio de la sabiduria. Pero
incluso los representantes del vanguardismo que no rechazan
con este rigor la historia, la evolucién, etc., y que tienen la
preocupaci6n de describir literariamente el presente o el pa-
sado inmediato, transforman el suceder histdérico-social en
una especie de estaticidad, hacen de su movilidad algo in-
mutable, de modo que para Ja literatura importa poco que
42ja realidad se conciba como algo eterno o como un estado
‘de transicién limitado por sibitas cat4strofes. (Recordemos
aqui incidentalmente que ya el primer naturalismo describia
a menudo Ia estaticidad general como enmarcada por catds-
trofes stibitas, sin que ello alterara su cardcter esencial.) Ast,
por ejemplo, Musil, en una conferencia sobre Ht escriter y
su tiempo, dice: “Apenas sabemos nada de! hoy. De un lato,
se entiende de por si, como siempre, porque se estd demasia-
do cerca de él; de otra parte, se podria decir, no obstagte,
en cl caso particular; que estamos ya sumidos a gran profun-
didad en ese hoy en el que caimos hace ya dos sigles.” Ya
Bea que Musil esté o no muy versado en la filosofia de Hei-
degger, en esta frase se descubre claramente la concepcidn
del “estado de yecto" con todas sus consecucncias. Y las ideas
que expone a continuacién muestran con toda claridad que,
segtin Musil, en ese tiempo permanente e inmédvil se produce
una subita cataéstrofe en 1914. (“De subito, la violencia esta-
ba allf,..”; la cultura europea “sufrié repentinamente una
desgarradura...”” etc.) En pocas palabras; 1a estaticidad, co-
mo forma de representacién literaria de la realidad, no es
una moda pasajera, sino que est profundamente arraigada
en la concepcién del mundo de’ los escritores vanguardistas,
Si queremos ver mas de cerca Jas hases do esta oposicién
fundamental al realismo (el cual, desde Homero a Thomas
Mann y Gorki, considera el movimiento y la evolucién como
el objeto primordial de la literatura),,debemos excavar mas
profundamente hasta llegar a descubrir sus fundamentos ideo-
légicos. Dostolevski, en sus Recuerdos de la casa de los muer-
tos, describe en forma extraordinariamente instructiva el tra-
bajo de los penados. Vemos.a los trabajadores forzados, de he-
cho inactivos a pesar de la disciplina brutal, realizando sus
trabajos tan slo cn apariencia y mal, hasta que ‘jlega un
nuevo vigilanté que les da una “tarea” prometiéndoles que al
concluirla podr4n regresar a sus hogares. “La tarea cra gran-
de”, dice Dostoievski, “pero —j cielos!— j como hicieron ahora
su trabajo! js¢ acabaron la pereza y fa insuficiencia!” ¥ en
otro pasaje de la obra, Dostoievski resume asi sus expericn-
cias de entonces: “Cuando el hombre pierde e) objetivo y
43la esperanza no es raro que, ante el tedio, se transforme en
un monstruo...”? Vemos, puts, que cuando considerAbamns
e! problema de la pérspectiva en Ja literatura como principio
de seleccién de lo esencial, habia cn st base —como siempre
en los problemas. decisivos de la creacién artistica— un pro-
blema vital, cuyo reflejo general es la forma de composicién
correspondiente, En este caso se trata de que todo dinamismo
auténtico del hombre presupone un significado, al menos
subjetivo, de su actividad; mientras que la falta de una orien-
tacién, la pérdida de sentido, como concepcién de] mundo,
reduce todo dinamismo a mera apariencia e imprime al con-
junto el scllo de la pura estaticidad,
Como no puede darse la Bteratnra sin una apariencia al
menos de dinamismo, jampoco esta afirmacién puede conce-
birse desde un punto de vista metafisicamente rigutoso. gAca-
so no hemos caracterizado la tendencia a lo patolégico en la
literatura vanguardista como una aspiracién a ¢scapar de
la “época ignominiosa”, come un anhelo por un adénde en
‘principio indeterminado? No obstante, esta actitud mamtic-
ne Ia supremacta absoluta, irresistible, del terminus @ quo,
del estado del cual ac desea escapar; cl movimiento hacia el
terminus ad quem estA condenado de antemano a la impo-
tencia. Como la concepcién del mundo de estos escritores
—con todas sus diferencias personales y de época— se aferra
a la inmutabilidad de Ia realidad objetiva (aun cuando ésta
se conciba como simple estado de conciencia}, la posibilidad
de accién del hombre, condenada a priori a Ja impotencia,
tiene que carecer de sentido.
El sentimiento de} mundo que surge de esta actitud ha sido
expresado por Kafka en la forma m4s consecuerite y suges-
tiva. Cuando en su novela El proceso, el protagonista, Josef
K,, es Hevado a su ejecucién, dice muy plasticamente: “Se
acogdaha de las moscas que con sus patitas rotas qitieren es~
capar del pape! de cola.” Esta impresién de total incapaci-
dad, de paralizacién por la fuerza ciega e invencible de las
cir€ynstancias, es el tema fundamental de su produccién li-
teraria. El dinamismo de la acci6n puede tomar en El castillo
ota direccién, incluso directamente opuesta a la de Hi prow
44cero, pero ja visidn del mundo que concibe a los seres coma
moscas atrapadas agitandose en vano, impregna toda su obra.
Esta sensacién de impotencia, elevada y exaltada al rango de
toda una concépcién del mundo (que en Kafka llega a con-
vertir esa estremecedora visié’ angustiosa en algo inmanente
al devenir del mundo, y a la total entrega‘del hombre a ese
espanto inexplicable, impenetrable e ineludible), hace de su
obra un simbolo de todo este arte moderno. Todas aquellas
tendencias que, cn otros escritores, se limitan a convertirse
-en una forma artistica o filoséfica, en Kafka se manifiestan
en un asombro platénico elemental, Ileno de temor pdnico
ante la realidad cternamente extrafia y enerniga del hombre;
y todo ello con una intensidad de asombro, perplejidad y
conmoci6n, sin igual en la literatura. La experiencia funda--
mental de Kafka se manifiesta como la angustia concentrada
de todo el arte decadente moderno.
Que se trata. de una experiencia basica general se puede
comprobar cn dos ejemplos tomados de la critica musical,
que en este problema se manifiesta a veces con més claridad
y mayor fundamento que la mayorfa de los andlisis ‘litera-
rios. Hans Bisler, a propdsito de Schoenberg, dice: “Mucho
antes del descubrimiento de las aviones de bombardeo 61 ha
expresado los sentimientos de los hombres en Sos refugios an-
tiaéreos.” Ya es algo caracteristico que Adorno, partidario
del vanguardismo, en su cénferencia Edades de la misica
moderna, haya dicho lo siguiente acerca de las tendencias al
estancamiento y declinacién cn Ia miisica de vanguardia:
‘Los sonides son los mismos, Pero el clementa de angustia
que se acufiéd en su gran manifestacién inicial, ha sido repri-
mido,” Ha perdido, asi, sa autenticidad, “la Unica razén de
ser que se le otorgaba.” ‘Conforme a estas manifestaciones, los
misicos no pudieron despertar el sentimiento bdsico de su
prépio vanguardismo y, por ello, la nueva musica hubo de
decaer. Es decir, que la debilitacién de la angustia pAnica
elemental, como experiencia bdsica —cuya causa podria ser,
como opina Adorno, el fallo de la facultad receptiva ante.la
fuerza gigantesca de esta angustia, 6, como creemos nosotros,
el hecho de que }a evolucién histérica ha sobrepasada ya
45objetivamente el punto culminante de esta angustia, incluso
entre la intelectualidad decadente—, conduce necesariamen-
te, segtin Adorno, a la destruccién de las bases sentimentales
del contenido central de. la mitsica modema y, por ende, a
la pérdida de su autenticidad como arte de vanguardia;
De este modo queda descrita expresivamente la situacién
paradéjica del arte de vanguardia, precisamente alll donde
sus representantes Megan a expresar artisticamente su autén-
ica y profunda experiencia vital. Cuanto més auténticas y
profundas son estas experiencias, tanto més fuertemente des-
garran esa unidad .perceptivo-sensorial que es la premisa y
el fundamento de toda creacién artistica, Que este desgarra-
miento de la unidad en que se basan los objetos, su conexién,
su movilidad, etc., no es una moda, no es un mero descubri-
maiento de artistas experimentales, se comprueba por el hecho
de que la filosofia moderna ha abordado este problema antes
que cl arte y la literatura, y lo ha formulado conceptualmen-,
te. Basta, a.cste respecto, sefialar el problema del tiempo. Ha-
ce muchos afos que el idealismo subjetivo separd el tiempo,
concebido como abstraccién, de la realidad objetiva y del
movimiento. Sin embargo, desde Bergson, ya no os suficiente
esta fisura para Jas necesidades ideolégicas del periodo impe-
rialista, Ei tiempo “propio”, el tiempo “auténtico” ser en
adelante el tiempo puramente subjetivo, el tiempo de la ex-
periencia vivida, que se habrA separado as{, por completo del
mundo real, objetivo; aunque, tanto en Bergson como en to--
dos los filésofos posteriores que han introducido variants en
este tema, aparece la exigencia de penctrar precisamente en
la esencia de la realidad, en la mds auténtica realidad (la
subjetiva), Este movimiento, acerca de cuyos matices pura-
mente filoséficos no podemos insistir aqui, empezd a mani-
festarse también telativamente pronto, cn la literatura,
Walter Benjamin describe ef mundo creado por Proust y
su modo de plasmarlo literariamente, como sigue: “Se sabe
que Proust, en sus obras, no descrile una vida tal como ha
sido, sino una vida tal como él la ha experimentado vitalmen-
te, tal como la recuerda. Y, sin embargo, esto esté dicho sin
sutilezas y bastante burdamente. Pues aqui lo que cuenta,
46 : soepara el autor, no es tanto el papel principal de su experien-
cia vivida; sino cl tejido de su recuerdo, cl trabajo de Pené-
lope del- pensamiento-evocador.”
Es evidente la. relacién de estas ideas con Ia concepcién .
+ del tiempo de Bergson. Pero mientras en fa abstraccién ‘de |
la filosofia de Bergson.se mantiene todavia la apariencia
—engafiesa— de una imagen unitaria del mundo, Benjmpin
muestra —por la eséncia objetiva ¢ de su obra, no por su conven-
cimiento subjetivo— la evaporacién de toda objetividad a cau-
sa de esta concepcién del tiempo, evada, artisticamente, asus
ultimias consecuengias de un modo radical: “Pues un‘aconteci-
miento vivido —nos dice— es, en definitiva, al menos si est&
circunscrite a la sola esfera de la vivencia, un acontecimien-
to evocado ilimitadamente, porque no es m4s que la clave
para todo Jo que Ie precedié y para todo cuanto Je: siguid.”
Vemos igualmente, con toda claridad, Ja gran diferencia
entre una imagen filos6fica del mundo y una imagen Litera-
tia. Aunque hacia tiempo que, bajo Ia influencia del idea-
lismo, la filosoffa habia separado conceptualmente el espacio
y el tiempo de una parte, y la realidad objetiva y el movi-
miento de otra, su unidad perceptivo-sensorial fue el modo
de creacién légico, espontarieo, de toda la literatura realista.
Pero Ia literatura modema ha introducide en la obra literaria
la subjetivacién del tiempo, lo cual muestra que este problema
est arraigado muy profundamente en la existencia social de la
intelectuatidad burguesa del periodo imperialista, El sujeto que
se enfrenta como exttano al devenir del mundo, replegdndose
fn si mismo, puede en ocasiones vivir con entusiasmo embria-
gador este estado de autorreflexién, pero tan pronto como
legue a descubrirlo surgira el espanto: pues si no se puede
ni se quiere captar el devenir del mundo, el sujeto que queda
sélo como sustancia —enfrenténdose consigo mismo, refle-
j4ndose meramente en si mismo—- ha de mostrar los rasgos,
terriblemente contraidos, de lo inconcebible, Hofmannstah!
describié hace ya tiempo, poéticamente, esta angustia panica:
“Es una cosa que nadie se imagina del todo,
4Tque todo se desliza y todo es transitorio.
¥ que mi propio yo, sin que nada fo tmpida,
se haya destizado de la primera infoncia
como un perro fatidica para mi mudo y extraiio.
No es, en verdad, casual que precisamente el tiempo des-
gajada del mundo objetivo transforme también ef munda
interior del Yo en un fluir fatidico, irreconocible, vacio y abs-
tracto; y que, por ello, aunque pueda parecer paraddjice
desd¢ un punto de yista puramente formal, conduzca a una
inmovilidad terribiemente disolvente (estaticidad) .
Por otra parte, las consecuencias disolventes de esa posi-
cién aparecen en a literatura con un empuje muy distinto
que en la filasofia. Tan pronto come 1a plasmacién literaria
del tiempo se desprende de los objetos y de su movimiento
y, al transferirse al sujeto, se hace independiente, el mundo
ercado se disgrega en mundas parciales heterogéneos y apues-
tos entre si. Lo que antes, partiendo de distintas puntos de
vista, Hemos Hamado cstaticidad (inmovilidad), alejamiento
del mundo (pérdida de la objetividad, de Ja totalidad), mani-
fiesta aqui, aunque de distinta forma segin Jos ‘diversos an-
tores, su unidad de principio. El mundo del ‘hombre —cl
Gnico objeto grande de la obra literaria— se desgarra en
cuanto sc arranca un solo componente real de Ja-estructura
coherente que sostiene su totalidad, Ya hemos mencionado
hace un momento el papel det tiempo aislado, subjetivado,
en este’ proceso. Sin embargo, no es el tiempo, de ningin
mods, el inice componente de cuyo desprendimiento resulta
la apariencia subjetiva de un mundo destruido, También es
Hofmannstaht quien anticipa la evolucién, Su Lord Chan-
dos escribe acerca de su propio caso: “He llegado a perder
la facultad de pensar o de hablar coherentemente acerca: de
cualquier cosa,” To que surge, pues, es un. estado de embo-
tamiento y apatia, roto aqui y all& por éxtasig casuales. El
camino que conducird después de ta protesta a la patologia
(a la@gerversidad o a la idiotez) se bosqueja aqui en una
forma que todavia resplandece con brillo romantico. Pera
es la misma destrucci6n.
43,La literatura realista del siglo xmx, aun cuando ejerza la
critica mas acerada contra el mundo que describe, lo plasma
esponténtamente de un modo unitario y en necesaria corres-
pondencia con el hombre, esto es, coma una unidad vital,
. inseparable de sus elementos constitutivos. Los realistas mas
importantes de nuestro tiempa, admiten, a su vez, las ten-
dencias de disociacién de los elementos, el devenir subjetiva
e “independiente” del tiempo, pero las admiten como una
contribucién destinada a caracterizar ef presente con mayo:
exactitud, de tal modo que, precisamente por ello, la unidad
antes espont4nea del mundo se convierta en una unidad’
consciente (el autor ha demostrado ya, en otros pasajes, que
cl tiempo doble en el Doctor Fausta, de Thomas Mann, eg
un recurso para acentuar més intensamente Ja historicidad
concreta), Por el contrario, este mundo disperse y, con él,
la dispersién del hombre misma, es precisamente Ja profunda
inteacién ideolégico-artistica del vanguardismo. La angustia,
que antes hemos mencionado como su experiencia central
del mundo, en la cual afloran todos los problemas estructu-
rales del “estado de-yecto’', tiene sus fuentes disolventes emo-
cionales en la experiencia de un mundo destruido, y se
convierte en la expresién artistica con que se evoca la destrues
cién del mundo del hombre.
Si queremos resumir los rasgos esenciales de la literatura
vanguardista que hemos sacado aqui a la luz, se impone e}
examen de la alegoria y. de lo alegérico, Pucs, justamente, la
alegoria —-de lo més problematica en st misma— es la ca-
tegoria estética en que pueden lograr validez artistica las
visiones del mundo que lo disacian, haciéndolo descansar so.
bre una trascendencia de su esencia y de su causa ultima, y
creando un abismo entre el hombre y Ia realidad. Como es-
tilo estético, lo alegérico es profundamente problematico par.
que rechaza en principio el lado de acd como visién artistica
cel mundo, rechaza el sentido inmanente de la existencia y de
Ja actividad humanas que —espontaneamente, sin‘ llegar con
frecuencia el autor a ser consciente de ello, y unide muy a
menudo en el curso de la historia a representaciones de tras-
cendencia religiosa, o sea con una falsa conciencia estética—
49era y es la base de toda praxis artistica, Basta recordar la
historia del arte medicval para ver conto ese lado de acd
(aunque atenido en todos los aspectos a la temAtica religio-
sa} predomina cada vez més decisivamente (en Giotto, por
ejemplo) sobre lo alegérico del periodo inicial,
Bien entendido que el uso de ests comparacién implica
también algunas reservas. En primer lugar, hemos de insistir
en la diferencia entre artes pldsticas y literatura, Las prime-
ras pueden superar artfsticamente lo alegérico con mucha
mayor facilidad, por cuanto el. objeto determinado ideold-
gicamente puede obtener en forma alegérica, por fa trascen.
deincia de su sentido, una inmanencia estética —de todos. mo-
dos puramente decorativa— mediante Ja cual queda abolida
estéticamente en un sentido determinado (a veces limitado)
Ja fisura con Ja realidad representada; basta recordar mu-
chos miesaicos bizantinos para comprender este hecho. Pero
en Ja literatura falta un equivalente estético del principio de~
corativo; a lo sumo es posible, ampliando su sentido, que lo
aecorativo desempefie un papel secundario en la literatura.
Obras artisticas de tan alto rango como los mosaicos decora~
tivo-alegéricos bizantinos sdlo pueden ser fenémenos de ex~
cepcién en Ja literatura. En segundo lugar —y esto ¢a lo que
nos parece aqui mds importante, el estudio de la repre-
sentacién alegérica ha de partir, para el examen y Ja critica
estética, de la diferencia, en si histérica, entre el caso en que
el predominio de ta trascendencia constituya un “todavia
o" frente a las tendencias inmarentes (Bizancio y Giotto},
y aquél en que constituya un “ya no", un “no mds”, como
tn mutstro Caso.
Es evidente que, en Ia literatura de vanguardia, lo alegs-
rico corresponde a esta segunda actitud de “no mas”, de “ya
no”, pues su trascendencia, m4s o menos consciente, implica
un rechazo de toda posible inmanencia, de toda potibilidad
“de este lade”, un repudio del sentido inherente al propia
mundo en la vida del hombre, en st: realidad. Ya hemos
considerado antes las bases ideolégicas de esta actitud y al-
gunos de sus resultados literarios m4s importantes. Si ahora
intentamas generalizar los resultados de este andlisis can vis-
50tas ala comprobacién del Garacter alegérico de esta litera-
tura, resulta de fo mas oportuno recurrir a Ja obra critica del
teérico mas importante del vanguardisnio. Naturalmente;.
Walter Benjamin ha escrito su justificacién estética de la ale-
goria, refiriéndose directamente. dl drama barraco alemén.
Un examen mas a fondo de su tesis principal muestra, sin em-
bargo, con toda claridad, que el drama barroco aleman, en
si poco importante, fue para Benjamin sdlo un motivo énsa-
yistico para desarrollar la estética de la alegoria; mejor dicho,
para formular de modo claro que la estética se manifiegta a
partir de Ia trascendencia que nace del alegorismo. Como
corresponde a este ensayo, Benjamin ha caracterizado ja ale-
goria con un penetrante sentido de actualidad; y no precisa-
mente » causa de determinadas analogias —en si palidas y
excesivamente sobreestimadas por la moda de entonces— en- -
tre el periode tratado y nuestra ‘época, sino ante todo por-
que, con audacia y decisién, a propésito del drama barroco,
habla bastante al descubierto acerca de la literatura vanguar-
dista actual, despfaza con mucho ingcnio al drama barroco el
tasgo caracteristico decisivo dc Ia literatura vanguardista, y
con ello da por primera vez una base filos6fica a la paradoja
estética del vanguardismo,
Benjamin dice: “...en Ja alegoria, la facies hippocratica
de Ia historia estA a los ojos del espectador como paisaje pri-
mitivo estereotipado. La historia, en tedo lo que tiene de in-
tempestivo, dolorose, inacabado, estA impresa en un rostro;
no, en una cabeza de muerto, Y asi, pn verdad, falta en ella
toda libertad ‘simbélica’ de expresién, toda armonia cldsica
formal, todo lo humano; no sélo expresa mal Ja naturaleza
de Ia existencia humana sino que, significativamente, en ésta
su figura desnaturalizada, se expresa también tada historici-
dad blografica como un enigma. Este es el nicleo de la con-
sideracién alegérica del barroco, de la exposicién profana de
la historia concebida como Pasién del mundo; sélo tiene sig-
nificada en las estaciones de su calvario. Tado lo que en ella
hay de significacién Io hay también de decadencia mortal,
porque la muerte enticrra hasta to mds profundo la linea
quebrada de demarcacién entre fisis y significado.”
$1Totalmente consecuente desde su punto de vista, Benjamin
vuelve siempre de nuevo a la relacién entre el aniquila-
miento de la historicidad y la alegoria coma forma de repre-
sentaci6n: “Y precisamente asi plasmada, 1a historia no apa-
rece como proceso de una vida eterna, sino antes bien coma
proceso de una decadencia ininterrumpida. Por clio la ale-
goria se sitta més all4 de la belleza. Las alegorias son en el
reine de las ideas lo que fas ruinas en el de las cosas.”
Benjamin deduce aqui, con mas audacia y de moda mis
consecuente que cualquiera de sus conternpordncos, las con-
secuencias estéticas del vanguardismo proyectado en el dra-
ma barroco. Ve con claridad Ja unidad interna del tempo
objetivo del historicismo (evolucién y progreso) y, por tanto,
ve la subjetivacién del tiempo como el credo de la destruc-
cién y la decadencia, Per ello puede contar entre los rasgos
més significativos de Jo-alegérico en et drarma barroco —con
perfecta razgn desde su punto de vista “un presentimienta
fundamental de la problemdtica del arte’: un arte que, por
un lado, debe expresar ante toda ja absoluta trascendencia
¥ que renuncia por clia a su medio especifico; y, por otro la-
do, un arte encaminado a este media propio y que, coma
fiel expresién de un proceso de descomposicién y de destruc-
cién de la realidad, est& condenado como arte a la auto-diso-
luci6n, Bu consecuencia, le parece ver.en cl barraco una
“monatruosa subjetividad antiactistica” qué est4 unida a le
“esencia teoldgica de lo subjetivo.” (Mostraremos, igualmen-
te, lo que ya hemos demostrado en otro lugar con respecto a la
Filosofia de Heidegger: que este “ateismo religioso” habia de
tener un cardcter teoldgico inclusa en la literatura.) El ro-
manticismo y, en un nivel mas alta, el barroco han reconocido
esta problematica y la han expuesta no sélo teéricamente sina
también en forma artistica (alegérica). .
“Lg imagen”, prosigue Benjamin, “en el campo de la in-
tuicién alegérica, es fragmento y ruina. Se. volatiliza su belleza
simbélica pues en ella incide la luz de Ja sabiduria divina, Se
extingae Ja fatsa apariencia de totalidad. Pues, agotado et
eides, se intraduce la parébola y el cosmos se scca interior.
mente?"
52‘Todo esto tiene incalculables consecvencias para Ja crea-
cién artistica, Benjamin no teme extraerlas: “Cualquier per-
sona, cualquier cosa, cualquier relacién puede significar cual-
quier otra cosa, Esta posibilidad dicta al mundo profano una
sentencia aniquiladora, pero justa; lo califica como un mundo
en ef cual no se Ilega con rigor al detalle.”
Naturalmente, para el autor es perfectamente claro que
esta intercambiabilidad y aniquilacién del detalle no signifi-
ca en modo alguno su inexistencia. Por el contrario, Precisa-
mente en el arte moderno, que es en definitiva el objeto de
sus consideraciones, los detalles tienen muy a menudo una
fuerza sensorial extraordinariamente sugestiva; sobre todo en
Kafka. Pero, sin embargo, no excluye una depreciacién per-
manente de los hechos, su arbitrariedad, su intercambiabili-
dad a voluntad, como hemos sefialado en Musil, en cuyos
propésitos conscientes no existe absolutamente ninguna ten-
dencia a lo alegérico. Lua literatura vanguardista cree que
puede expresar ast lo més esenctal de su visi6n del mundo.
Pero, como dice Benjamin, el mundo plasmado en esta forma
“ser& elevado de rango y a la vez desvalorizado." La no in-
tercambiabilidad de los detalles se basa ideolégicamente en la
creencia eri una razén ultima inmanente, en un sentido del
mundo, en su unidad y su comprensibilidad para e) hombre.
En la literatura realista cada detalle es inseparable de su
esencia unica, profundamente individual, a la par que tipica.
En cambio, la alegoria moderna y la ideologia en que se
basa suprimen lo tipica. De este modo se desgarra esa cole.
rencia inmanente del mundo, y el detalle se rebaja al nivel
de una mera particularidad. (En esto vuelve a ser visible la
relaci6n de ta literatura vanguardista con el taturatismo.)}
Sin embargo, el detalle —-ahora ya en su intercambiabilidad
alegérica— adquiere asi una relacién directa, si bien para-
ddjica, con fa trascendencia; se transforma en una abstrac-
cién pura con intencién trascendente. En este aspecto, Ja
singularidad de Ja literatura vanguardista consiste en la tén-
dencia a sustituir lo tipico concreto por una particularidad
abstracta, .
Las ultimas observaciones (que naturalrnente sobrepasan el
5Btexto de Benjamin sobre todo en las conclusiones y valora-
ciones que hemos deducido) ‘transforman paradéjicamente su
ensayo en la exposicién directa de una estética y de una cri-
tica que tienen ya por objetivo directo al vanguardismo, Sin
embargo, no abandona por completo su proceso razonador,
aunque —con el rodeo:inherente al ensayo ¥y con una es-
vala de valores opuesta—- vien¢.a-expresar la misma idea. Par-
tiendo de su tema bésico, se expresa acerca de la época con-
tempor4nea con tanta claridad que se creeria ver caer al suelo
la mascara del barroto y hacerse visible ‘la cabeza de muer-
to del vanguardismo. Benjamin ‘dice: “La alegoria desapa-
rece al vaciarse, El mal por antonomasia’ que la albergaba on
su abismo interior permanente, ‘existe sdlo én clla, es tinica
y exclusivamente alegoria, significa otra cosa de lo que cs.
Y significa precisamente ‘la inexistencia de aquello que ré-
presenta,”
La paradoja de ‘Penjamin, al esbozar de modo original y
audaz la’ peculiaridad estética dot drama barroco y af abolir
toda, estética’ -—piecisamente cuando alcanza su objetivo—,
guarda la analogia més intima, como hemos indicado, con
la literatura vanguardista actual, especialmente con su figu-
ra m&s grande, con Franz Kafka..Guando vemos en Kafka
# un prototipo del arte alegérico, no pensamos ni por asomo
en las interpretaciones de sus obras por Max Brod, que quic-
re atribuirles un significada directo religioso-alegérico en el
sentido antiguo y anticuado del término, aunque también
con elementos modernos. Desmienten estas interpretaciones
fas propias palabras de Kafka, que é1 mismo hubo de pronun-
ciar preeisamente ante Brod: “Somos ideas nihilistas, ideas
de suicidie que surgen en !a cabeza de Dios.” Y, a continua-
cién, Kafka rechaza un significado gnéstico de esta visién de
Dios como demitirgo maligno: “Nuestro mundo es séip un
capricho perverso de Dies, un mal dia.’ Pero como Brod
quisiera, sin embargo, aferrarse 2 alguna esperanza, Kafka
denegd ironicamente: “Oh!, esperanza no falta; hay una
infinita cantidad de esperanza, jsdlo que no es para nos-
otros!” Hstas palabras que cita Benjamin en su interesante
ensayo acerca de Kafka, iluminan claramente la situacién
54espiritual de ta cual surgicron sus obras: “La mas profunda
experiencia vivida es la completa falta de sentido, que niega
toda esperanza, de nuestro mundo, del mundo del hombre,
del hombre burgués del presente." Asi, pues, lo reconozca o
" no, Kafka es ateo. Pero ateo segiin el cufio moderno burgués
que no concibe el alejamiento de Dios del mundo de los
hoxnbres como una liberacién, como fo concebian Epifyro o
los ateos de la burguesia revolucionaria, sino como abandena
del munde por Dios, como soberania del desconsuelo ge Ja
vida, de la falta de significado de toda finalidad humafia en
un mundo semejante. El Niels Lyhne de Jacobsen fue la pri-
mera novela en que se plasmé Hterariamente esta situacion
de la intelectualidad burguesa atea. El atefsmo religioso ac-
tual tiene sus raices ideolégicas, por uma parte, en el hecho
de que el scr incrédulo ha perdido su pathos social, huma-
nista (cl cielo, una vez vacio, como objeto de tristeza, es sdlo
una imagen proyectada del mundp humana que ha perdido
toda esperanza de renovacién) ; por otra parte, y como con-
secuencia de esta situacién, también en el hecho de que el
anhelo religioso hacia el consuclo y la redencién esté vital
mente disminuido en un mundo sin Dios, y toda su intensi-
dad afluye a Ia nada asi surgida.
El Dios de Kafka, los jucces supremos en El proceso, la
verdadcra administracién en El castillo, representan Ja tras-
cendencia de las alegorias de Kafka: la nada. Todo se refiere
a ellos, todo padria tener significado sdlo en ellos, todas
creen en su existencia y su poder, pero nadie los conoce, na-
die tiene ni siquiera idea de cémo Hegar a ellos. Cuando aqui
aparece Dios, es un Dios del ateismo religioso: Atheos abs-
conditus. Lo que aparece en Ja realidad plasmada Literaria-
mente es.un pulular repugnante de organos inferiores: bru-
tal, corrompido, injusto, burocratico-pedante, pero a la vez
insegura, irresponsable: una imagen de la sociedad capita-
lista (con clerto colorido local austriaco). Lo alegérico con-
siste aqui én que toda la existencia de este estrato y la de
sus victimas indefensas que de él dependen, no esté plasma-
da como una realidad concreta sino comoteflejo secular de
aquella nada, de aquella trascendencia, que ~—sin existir-—
59:ha de determinar toda existencia. Asi, el “Dios oculto ¢
inexistente del mundo de Kafka obtiene un colorido espec-
tral porque como inexistente es la base de tode fo que exis-
te: de este modo la verdadera realidad revelada en detalle
se convierte @ sy vez en espectral a causa de Ja sombra de
una dependencta semejante. La trascendencia —la “nada
aniquiladora™ inconcebible— sélo tiene poder para difamar.
la realidad ofrecida como facies hippocratica de la vida de
relacién de los hombres.
Por ella, la particularidad abstracta de tado lo creado,
acerta de fa cual ya jiemos hablade como consecuencia es-
tética de to aleg@rico, Hega en Kafka a su punto culminante.
Kafka es un brillante observador'y atin mas que esto: le afec-
ta tanto esta fantasmagorizacién del mundo, que en él la es-
cena cotidiana mas slinple contribuye a la evidencia de un
presente siniestro, de peyadilla, Pero, ademas, es up verda-
dero artista que no se contenta con la simple evocacién de
clertos hechos de Ia vida recibidos directamente de la super-
ficie, sino que slempre Gene conciencia de la necesidad de
una universalidad artistiea. Pera gqué es lo que ahstrae? y
gcémo? Abstrae los momentos de Ja vida cotidiana desvalo.
rizados por 1 mismto, por sus alegorias, por si: nada trascen-
dente, hasta la nuljfieaci6n. ¥ precisamente a causa de esta
trascendencia alegérica no puede seguir el camino del rea-
lisma: los detalles que tan sugestivamente le afectan no real-
zan Ja singularidad de Jo tipico. Al contrario: precisamente
su particularidad, su hic at nunc particular, que él mismo
reconoce como vand, se disipa inmediatamente en 1a atmés-
fera sutil de una abstraccién carente de todo contenido por-
que est4 si¢rapre determinada por Ia nada. A pesar de su
gran fuerza de evocacién, a pesar de su alta conciencia gr-
tistica, no puede aspirar, como el realismo, al punto medio
entee la particularidad y la universalidad. Su aspiracién tie-
ne qe ser: élevar Jo particular en su particularidad momen-
tinea de modo directo y puramente formal (sin universali-
zaciga del contenida) a ta mas alta abstraccién. Bete es
ademfs el aspecto artistico de la alegoria condicionade por cl
contenido. En este aspecto, Kafka es ef paradigma de todo
66el vanguardismo de nuestra época, alegérico por esencia. Con
esto no se séfiala af contevido directo ni a la forma de es-
cribir especifica artistico-formal, sine a esta posicidn Ultima
idealégica en cuanta a forma y contenide. Beckett o Jayce,
Musil o Benn, muestran —cada uno a su Manera— una par-
ticularidad correspondiente.
St ahora, en vez de considerar individuaimente los elemen-
tos estudiados hasta aqui por separado, los considerams, en
pro de la claridad, como elementos de una tendercia infini-
tamente variada pero en tiltimo término tinica, sc ve que no
sélo han de romper Jas formas tradicionales, como opinan
algunos, sino también, con un mayor alcance, Jas formas li-
terarias en general. Este no es solamente el caso en Joyce,
en el expresionismo, en el surrealismo, en donde esta situa-
cién es evidente. André Gide no quiere en absolute ser revo-
lucianario en e] aspecto formal; pero cl contenido de su con-
cepcién del munde le arrastra a romper las formas literarias
en general, Su obra Los felsos monederos se presenta como
una novela. Sin embargo en su construccién esencial tiene la
duplicidad vanguardista, segim Ja cual la novela del héroe
es Ja del escritor que se describe en ella. Pero en Jo que se
refiere al contenido, Gide se ve obligado a mostrar, como
esctiter, que ¢n ¢se terreno no puede surgir ninguna novela,
‘ninguna obra literaria modelada cstéticamente. La. autedi-
solucién de ta estética, demosteada teéricamente y can mucho
mérito por Benjamin, se realiza asi en la prdctica literaria.