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AUF WIEDERSEHEN
(ADIÓS)
“Él había llegado a conocerse a sí mismo y esta conducta de enfrentar el final de la vida con
naturalidad era SU esencia, por ello no podía aceptar escaparse ni huir o permutar la pena, como
le ofrecían sus amigos que hiciese. No. Ese no sería él.”
“Erramos al pensar que la muerte siga a la vida, siendo lo cierto que la precedió y la seguirá.”
-Séneca.-
-San Agustín.-
-Nietzsche-
Otro aspecto que marcó mi vida fue la constante búsqueda de una espiritualidad del libre
pensamiento, donde yo pudiera expresarme sin ninguna clase de ataduras como las que imponen
las religiones. El hecho de haber nacido en un hogar católico marcaría fuertemente mi existencia
puesto que, como es bien sabido, las restricciones ideológicas de las iglesias son muchas llevando
al ser a una especie de esclavismo mental que no permite su libre desarrollo y lo impulsa a
convertirse en un cordero de rebaño. La filosofía expresada por las religiones tiene un concepto
muy estrafalario de la muerte, se aprovecha de este punto especial para convertirlo en piedra
angular de una filosofía que alimenta el miedo a la muerte a fin de atraer mentalmente al rebaño
con una justificación: después de esta habrá un infierno o un cielo, donde irá nuestra “alma” como
premio o castigo por nuestra obra en vida y por nuestra relación con dichas iglesias.
En lo referente a las enseñanzas de Jesús acepto con amor su mensaje por ese fuerte contenido de
cambio social, pues como es bien sabido el Nazareno fue un gran defensor de los menos
favorecidos. En esencia la enseñanza de la filosofía cristiana está en el servicio al prójimo, en el dar
a los más necesitados y no en el quitarles, como la han transformado en su nombre muchas
instituciones con el afán de riqueza.
En relación con lo anterior mi pensamiento aceptó las ideas del socialismo por considerarlas más
humanas: la idea de la riqueza acumulada en unas pocas manos más el hambre y la enfermedad
obligada para las mayorías me pareció cruel desde siempre. Y aunque no milité en ningún partido
o grupo de carácter político las llevé siempre a la práctica en el instante en que fuere necesario,
como en el momento en que un hermano precisó de mi ayuda y se la ofrecí desinteresadamente.
No busco vanagloriarme de esto, simplemente quiero comentar y compartir el enorme placer que
hacía vibrar todo mi ser, esa alegría profunda de poder compartir lo poco que la vida me ofreció
con aquellos hermanos, ellos no solo vinieron a mí sino que también salí a buscarlos pues bien
sabía que los más necesitados de ayuda son aquellos que son incapaces de conseguirla.
Ahora bien, es hora de mencionar a la Santa Muerte y a mi
profundo acercamiento a las plantas sagradas y medicinales,
en especial al remedio sagrado del Yagé o Ayawasca. Lo
menciono con respeto porque sería inadmisible seguir
hablando de mi recorrido por este plano sin reconocer este
tema: gracias a esta medicina sagrada tuve la oportunidad de
conocerme y de reconocerme en muchos planos que pasan
desapercibidos en la cotidianidad. Gracias a ella pude entender
de manera más profunda la misión de ir por la vida, la
oportunidad de estar vivo y de ser, más allá de los conceptos
de nuestra sociedad postmoderna. Por eso en estas líneas
siento la necesidad de ofrecer un agradecimiento inmenso a esta medicina, a los taitas y médicos
de la selva que me acompañaron en el proceso, y a todas las demás personas que se cruzaron en
mi camino, quienes me han brindado la mano y el conocimiento para crecer como ser terrenal.
Lo que deseo con estas sencillas palabras de un hombre a quien la vida ha llevado a tocar las
mejores sonatas con el canto del triunfo, y que ha aprendido con las desafinadas de los golpes y
pruebas que ella me ha colocado en este infierno, es reconocer la admirable y apasionante tarea
de vivir al límite, de disfrutar el mundo, de gozar la vida misma en todos sus aspectos, y reconocer
también la sensata labor de admitir la muerte, de mirarla a los ojos, de aceptar que no llega como
un zarpazo impetuoso sino que ha estado siempre a nuestro lado a través de la vida, para
recordarnos que de la nada salimos y a la nada volvemos. Esto, sin duda, no es una tarea fácil.
Hay que enfrentarse a los prejuicios impuestos desde nuestra más adorable niñez por las más
distintas religiones y cultura, con paraísos adonde irán los fieles y ardientes infiernos para los
pecadores. Y a esto se suma la lógica comercial y consumista que tiene la vida de un ser humano
en estos tiempos, el cual está aquí solo para producir y nunca le queda tiempo de reflexionar
sobre el por qué o el para qué vive, ya que se cambia el tiempo de vida por dinero… Estos y otros
prejuicios son reforzados durante nuestra vida por la familia y los círculos sociales. Otro avatar
amenazante es el progresismo salvaje de la tecnología que, de la mano de la publicidad, se
convierte en la combinación ideal para hacernos olvidar de la búsqueda de planeamientos serios
sobre la existencia que hasta hace algunos siglos practicaban nuestros ancestros.
No es común encontrar a alguien con una conciencia clara de que algún día debe cerrar el ciclo
natural que se abrió con su nacimiento. Vivimos en un instante en que nos creemos eternos y casi
dioses, entonces nunca queda tiempo para pensar en la muerte. Pensamos espantarla así:
negándola. Pero solo podemos evitarla en nuestros pensamientos, pues ella es inherente a la vida
y se alimenta de momentos que ya forman el pasado, como apuntaba el gran filósofo ibérico
Séneca: “Erramos al pensar que la muerte sigue a la vida, siendo lo cierto que la precedió y la
seguirá”. De la muerte son el pasado y el futuro, y solo vivimos en el pequeñísimo espacio que
llamamos presente. En el pasado ya había tenido la oportunidad de mirarla a los ojos. Como
paramédico he asistido a mucha gente en agonía y me correspondió recibir todas esas impresiones
y mensajes, y reconocer que todo está en la angustia del hombre por el miedo al más allá que yo
no comparto, precisamente porque nunca consideré a la muerte como una enemiga. Por el
contrario, siempre fue para mí una de las más fieles compañeras de camino, me enseñó a caminar
y a reconocer que siempre vivimos para ella, y por eso debemos estar preparados abriendo los
brazos para recibirla como una fuente liberadora.
No puedo decir propiamente que hubiera muerto en vida, por el contrario debo reconocer el
haber percibido la muerte de forma más profunda y serena. Asistí a mi madre en la agonía, y esta
experiencia de ver a mi progenitora partir y no tener definido qué era, me conmovió sobremanera.
Entonces, sentí la tristeza más grande que una persona pueda experimentar. Después de este
amargo acontecimiento vino el decaimiento y una forma distinta de ver la vida, y me di cuenta
que es lo mismo vida – muerte. Esto me afecto por tres años durante los cuales no podía aceptar
el impacto de la muerte.
Después comencé a esconderme para que nadie oyera un sonido extraño que yo trataba de sacar
persiguiendo mi antigua voz. Esta fue la causa de que en la casa muchas veces me escondiera pues
no quería que las personas me escucharan después de haber perdido esa voz grande de tenor
lirico. Entré así en un estado de recuerdos, tristeza, añoranzas, frustraciones y pensé que no
estaba vivo; me atrevo a pensar que esta fue mi segunda muerte. Después, por siete veces en la
fundación Santa Fe intentaron reconstruirme el daño de la anterior intervención; todas fueron un
fracaso y quedé con un defecto en mi voz. Debo decir que hoy, más de treinta años después, no
guardo ningún tipo de rencor con el galeno que me intervino quirúrgicamente y mucho menos con
la vida. Es necesario reconocer que esta situación me dio la fortaleza necesaria para comprender
los altibajos del camino, para entender que esta vida es como un sube y baja, y que así como
puede llevarnos a la cumbre del cielo del mundo cósmico, de un momento a otro nos suelta en
caída libre hasta lo profundo de la tierra.
La muerte para mí no es muerte sino la terminación del ciclo de la vida. La muerte es inherente a
la vida, creo que las causas de todos esos temores nos las trasmitieron las religiones en donde
siempre se piensa que hay otra vida y que al final de esta nos pasarán la cuenta por los errores
cometidos.
Les quiero decir a todos que estoy feliz de llegar a este término, que no quiero intervenirlo porque
estoy dichoso de haber vivido y aún más de recibir a la muerte, los amo, no hay por qué temer,
esto es un proceso natural que empezó con la vida, entréguense con amor, nada va a pasar en el
mundo, él continuará en su girar eterno, amemos a la muerte tanto como a la vida: ¿tanto tiempo
a nuestro lado acompañándonos para tratarla como una enemiga?
Este es mi pensamiento, no me jacto ni me vanaglorio de ello, lo acepto con humildad y así mismo
lo entrego a ustedes, a los que se quedan, para que amen su caminar por la vida que es sagrado y
para que siempre tengan un espacio en su pensamiento para honrarla a ella, a la muerte, puesto
que siempre nos sigue los pasos, nos acompaña a todo lado y nos protege de llegar a ella antes de
tiempo.
No siendo más, siento la necesidad de decir que eliminé voluntariamente todas las sensiblerías
que llevan al llanto porque este texto no quiere incitar a un mar de lágrimas y me sentiría
satisfecho con que ustedes, familiares y amigos, me despidieran con un gran aplauso de
reconocimiento, sin lamentos. También quiero decir que en mi vida tuve la oportunidad de
recorrer distintos lugares, de conocer distintas personas, culturas y variadas lenguas para decirles:
Auf Wiedersehen, arrivederci, adeus, do svidaniya, adéu, sayónara, farvel, la revedere, au revoir,
bye bye, adiós amigos. Que el gran espíritu guie sus caminos, que los llene de fortaleza y
comprendan que todos perseguimos el mismo objetivo: vivir al servicio de la humanidad de la
mejor manera, para encontrar en la muerte la paz y la liberación que ella nos brinda.
Los siguientes poemas son un regalo que quiero hacer a todas las personas que tienen ese
pensamiento lúgubre y nefasto de la muerte. Con mucho amor para todos los que lean y escuchen
mi despedida.
“voy a morir, no me quejo de una suerte que comparto con las flores, los insectos, el canto de las
aves, el murmullo de los riachuelos, la naturaleza pura y los
astros en un universo cósmico, en donde todo pasa como un
sueño. Sentiría remordimiento de durar para siempre. No
me quejo de las cosas, los seres, los corazones sean
perecederos, pues parte de la belleza se compone de la
desventura. Lo que me aflige es que sean únicos. Ahora
muero como un privilegiado que ha sido el único en asistir a
una fiesta que se dará solo una vez”.
AUF WIEDERSEHEN
(Adiós)
Mi cuerpo no reconozco
Ya he partido.
Esta es mi voluntad: ¡Morir con dignidad!
“A mi familia, algunas instituciones médicas bajo cuyo cuidado yo estuviere; a cualquier persona
que pudiera llegar a ser responsable de mi salud y bienestar.”
1. No ser internado en una UCI, aunque los motivos sean de vida o muerte, y ser asistido en
un alojamiento de esta institución hasta que se produzca la muerte.
3. No ser pasado por ningún motivo o razón por iglesias de ningún credo.
Nota: El médico usará los medicamentos a su disposición o alcance mientras subsista la esperanza
de aliviar el dolor. Cuando exista un diagnóstico de muerte inminente no es obligación mantener
el funcionamiento de los órganos o aparatos por medios artificiales. Artículo 13, ley 23 de 1971. La
persona que queda para hacer cumplir esta voluntad es mi hijo Víctor Hugo Trujillo Peralta, quien
me hará practicar la cremación.
Atentamente.