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L’ÉVOLUTION DE LA LANGUE FRANÇAISE

VUE À TRAVERS L’HISTOIRE DE LA FRANCE

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L’ÉVOLUTION DE LA LANGUE FRANÇAISE

VUE À TRAVERS L’HISTOIRE DE LA FRANCE

Jean HENNEQUIN

Dorit Heike GRUHN

Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Facultad de Lenguas
Licenciatura en Lenguas Modernas

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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA

Enrique Agüera Ibáñez


Rector

José Ramón Eguíbar Cuenca


Secretario General

Santiago Aguilar Márquez


Director

Roberto Criollo Avendaño


Secretario Académico

Guadalupe Blanco López


Secretaria de Investigación y Estudios de Posgrado

Darío Morales Gutiérrez


Secretario Administrativo

Jean Hennequin Mercier


Editor Literario

Agustín Antonio Huerta Ramírez


Diseño editorial y de portada

Imagen de la portada
“J’savois ben qu’jaurions not tour: Vive le Roi, Vive le Nation.”
Bibliothèque Nationale de France. Département Estampes et Photographie.

Primera Edición, 2011


ISBN: 978-607-487-297-2

©Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


4 sur 104
Puebla, Pue. Centro Histórico

Facultad de Lenguas
24 norte 2003 Col. Humboldt
Puebla, Pue.
Tel. 01 222 22955 00 Ext. 5826

Impreso y hecho en México


Printed and made in Mexico

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A todos aquellos estudiantes y docentes de una lengua
para quienes dominar una lengua
no necesariamente significa dejarse dominar por ella…

« On ne saurait progresser vraiment dans la compréhension


des mécanismes du changement linguistique sans étudier sérieusement
les facteurs sociaux qui motivent l’évolution du langage »
(William Labov)

« L’histoire d’une langue est l’histoire de ses locuteurs »


(Louis-Jean Calvet)

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PRESENTACIÓN

Estudiar una lengua, ya sea una lengua extranjera o la propia, constituye un


auténtico (y fascinante) desafío, debido a que – lo mismo que en el mito de
Penélope – se trata de una tarea que jamás concluye. En efecto, mientras al-
gunos elementos léxicos, sintácticos, fonéticos, ortográficos, etc., van desapa-
reciendo con el paso del tiempo, otros se incorporan al acervo lingüístico de
la comunidad y otros más se van modificando poco a poco… De ahí que tal
estudio no sólo posea una dimensión sincrónica, sino también diacrónica: sa-
ber de dónde provienen las lenguas y cómo han evolucionado – y siguen evo-
lucionando –, cuáles aportes han venido a fecundarlas y bajo cuáles embates
se han modificado, empobrecido o, incluso, extinguido, constituye sin lugar a
dudas una dimensión fundamental del aprendizaje de cualquier idioma.
Si bien la presente obra se dirige esencialmente a los estudiantes de
la Licenciatura en Lenguas Modernas de la BUAP, este calificativo de “mo-
derno” no tiene por qué excluir el estudio del pasado: ser moderno de manera
alguna significa estar reñido con la historia. Muy por el contrario, estamos
convencidos de que sólo el conocimiento profundo de la evolución de una
lengua posibilita el dominio adecuado de ésta en su estado actual. Más aún,
como lo hemos planteado en reiteradas ocasiones1, no sólo corresponde a los
llamados “nativos” tomar decisiones acerca del destino de “su” lengua, sino
que nada impide que los llamados “no nativos” también desempeñen un papel
activo en este sentido. En efecto, como se desprende ampliamente de las pá-
ginas que siguen, ninguna lengua puede considerarse patrimonio exclusivo de
un pueblo o una nación: el mundo – y con mayor razón el mundo de las len-
guas – se encuentra “globalizado” desde hace mucho tiempo. En este sentido,
quiéranlo o no, los estudiantes de la Licenciatura, como futuros traductores o
docentes, están llamados a desempeñar un papel protagónico en la evolución
de las lenguas que estudian actualmente. Por lo tanto, es preferible que lo
hagan de manera consciente y con pleno conocimiento de causa – lo cual su-
pone que conozcan la evolución de la lengua francesa, en comparación con la
evolución de su propia lengua: el español y, en especial, el español de México.
Tal es el marco pragmático que ha presidido la concepción de este
manual, el cual se propone presentar una visión general de la evolución de la
lengua francesa, no sólo en relación con la historia de la sociedad francesa,
sino también en comparación con la evolución de la lengua y la sociedad

1 Véase, por ejemplo, Jean Hennequin (2005), La sociolingüística: ¿qué es? ¿para qué sirve?,
Editorial BUAP, México, pp. 47 a 65.

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españolas (y mexicanas). En tales condiciones, la presente obra persigue un
doble objetivo:

1. establecer el mayor número posible de comparaciones entre la


historia de la lengua y la sociedad francesas, por una parte, y la
historia de la lengua y la sociedad española (y mexicana), por
otra; confiamos en que esto permita arrojar una valiosa luz sobre
las similitudes y diferencias que existen entre ambas lenguas y
culturas;
2. introducir ciertas nociones elementales de lingüística general, que
justifiquen en particular nuestro enfoque interdisciplinario del
tema: la evolución de la lengua, vista a través de la evolución de
la sociedad.

En cuanto a su contenido, el presente manual no pretende ser una


obra de erudición; constituye más bien una obra de divulgación, que intenta
poner al alcance de los estudiantes aquellos conocimientos (y aquellos inte-
rrogantes) básicos que debe manejar un estudiante a nivel de la licenciatura.
El lector curioso encontrará algunas sugerencias de lecturas complementarias
en la bibliografía incluida al final de la obra.
Por último, cabe señalar que hemos agrupado en un Anexo final algu-
nos textos que a nuestro juicio constituyen un complemento particularmente
ilustrativo de lo que se presenta, de manera teórica, en cada uno de los capítu-
los correspondientes.
Hemos juzgado conveniente cerrar el presente manual con un texto
del escritor contemporáneo Maurice Mercier, debido a que, como lo hiciera
Maupassant en el siglo XIX, este escritor al mismo tiempo que se inscribe
dentro de la tradición literaria francesa clásica, no duda en innovar mediante
la introducción de palabras y giros populares, infantiles y regionales, que los
estudiantes mexicanos rara vez tendrán la ocasión de escuchar o de leer.
Ojalá esta ventana al pasado permita a nuestros lectores comprender
mejor el presente y les brinde las llaves para abrir las puertas del futuro.

LOS AUTORES

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INTRODUCTION

LES ÉTUDES SUR L’ÉVOLUTION DES LANGUES


AUX XIXe ET XXe SIÈCLES: BREF APERÇU THÉORIQUE

Le XIXe siècle a vu fleurir, dans presque tous les domaines scienti-


fiques, des travaux centrés sur la notion d’évolution: dans les sciences natu-
relles, citons, entre autres, les noms de Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829),
de Charles Darwin (1809-1882), de Charles Lyell (1797-1875) et de Gregor
Mendel (1822-1884) ; en préhistoire, ceux de John William Lubbock (1834-
1913) et de Jacques Boucher de Perthes (1788-1868).
Les sciences de l’homme, et notamment la linguistique, se sont effor-
cées de suivre l’exemple donné par les sciences naturelles – ce qui a reçu le
nom de «  positivisme  ». Ainsi, le linguiste allemand Schlegel affirmait en
1808: « La grammaire comparée nous apportera des informations totalement
nouvelles sur la généalogie du langage, de la même façon que l’anatomie com-
parée a fait la lumière sur l’histoire naturelle ». De la même manière que les
préhistoriens s’efforçaient de reconstruire les origines de l’homme et que les
naturalistes prétendaient reconstruire l’évolution des espèces, les linguistes
partaient à la recherche du « berceau du langage ».
Cette tendance donna également naissance au darwinisme linguis-
tique, selon lequel les langues lutteraient les unes contre les autres, et que ce
serait la mieux adaptée qui triompherait et éliminerait les autres.
A cette époque, un linguiste allemand, Schleicher, élabore l’arbre gé-
néalogique des langues indo-européennes:

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Figure 1. L’arbre généalogique des langues, selon Schleicher (XIXe siècle)
Remarque: l’astérisque devant le terme d’indo-européen indique
qu’il s’agit d’une langue hypothétique, reconstituée.

Cet arbre généalogique, encore largement accepté de nos jours, ne


tarda cependant pas à faire l’objet de critiques. En effet, il s’agit d’une repré-
sentation linéaire de l’évolution des langues, qui ne tient aucun compte des
influences mutuelles qu’exercent les langues les unes sur les autres, ni des dif-
férents « états de langue » coexistant à l’intérieur d’une même langue (c’est-à-
dire la coexistence dans une langue de différents éléments correspondant à des
époques distinctes; exemple: les archaïsmes, les néologismes, etc.).
D’où le modèle plus élaboré de Schuchardt et Schmidt, appelé modèle
« des ondes concentriques »:

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Figure 2. Le modèle des « ondes concentriques » de Schuchardt et Schmidt (XIXe siècle)

Les « lois » d’évolution des langues. On retrouve ici l’influence, très forte,
des sciences naturelles (cf. Mendel et les lois de l’hérédité, ou Lamarck et ses
« lois de la transmission des caractères acquis »).
Les « néo-grammairiens » allemands sont les représentants extrêmes
de cette volonté de déterminer des « lois » qui, selon eux, ne souffriraient
aucune exception. Selon eux, « le même phonème, occupant une position
déterminée à l’intérieur d’un mot, subit dans la même langue et pendant une
période déterminée, la même transformation dans tous les mots de la langue
en question » (cf., par exemple, la formulation du principe d’Archimède:
« Tout corps plongé dans un liquide reçoit de la part de celui-ci une poussée
verticale vers le haut, dont l’intensité est égale au poids du volume de liquide
déplacé »).
En outre, le phénomène de l’analogie explique certaines anomalies
apparentes. Ainsi, l’ancien mot espagnol berrojo a fini par se transformer en

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cerrojo, sous l’influence du verbe cerrar; de même, l’ancien espagnol lune
(=dies lunae) s’est transformé en lunes, sous l’influence de martes, jueves et
viernes. D’après les néo-grammairiens, lois phonétiques et analogie se com-
plètent pour conférer un aspect systématique à l’évolution de la langue.
Actuellement, on ne parle plus guère de « lois » en matière d’évolu-
tion des langues. On préfère, plus prudemment, parler de « tendances ». En
effet, s’il est vrai que la langue constitue un système relativement autonome et
indépendant des hommes qui l’utilisent, il est tout aussi vrai que les hommes
ne sont pas les esclaves absolus de ce système: ce sont eux qui l’ont créé, qui
l’utilisent à certaines fins et qui, à tout moment, peuvent le transformer, le
violer, voire le détruire. D’où la nécessité de mettre en rapport évolution lin-
guistique et évolution historique.
Le dogmatisme rigide des néo-grammairiens a été sévèrement critiqué
et condamné par d’autres linguistes plus clairvoyants (par exemple, Michel
Bréal, Matteo Bartoli).
Ferdinand de Saussure (1857-1913), linguiste suisse considéré comme
le « père de la linguistique moderne », établit une distinction entre linguistique
diachronique et linguistique synchronique. Selon lui,

- « la linguistique synchronique s’occupera des rapports reliant des


termes coexistants et formant système »;
- en revanche, « la linguistique diachronique étudiera les rapports
reliant des termes successifs qui se substituent les uns aux autres sans former
système entre eux ».
Autrement dit, la linguistique synchronique devra étudier l’état d’une
langue à une époque donnée (par exemple, le français du XVIe siècle, ou
l’espagnol du XXe siècle), cette langue étant considérée comme un système
(c’est-à-dire composée d’éléments qui entretiennent entre eux des rapports
mutuels: tous les éléments d’une langue, à une époque donnée, sont solidaires
entre eux).
La linguistique diachronique, au contraire, devra étudier la façon dont
ces éléments évoluent à travers le temps, sans que l’on puisse ici parler de
système:

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Figure 3. Synchronie et diachronie, selon Ferdinand de Saussure (début du XXe siècle)

Saussure a exercé une grande influence sur les linguistes du XXe


siècle, si bien qu’à sa suite l’étude synchronique s’est nettement séparée de
l’étude diachronique, qui est devenue le parent pauvre de la linguistique (on
observe la même tendance en biologie: l’étude de l’évolution des espèces a
cédé le pas à celle de l’écologie, c’est-à-dire des rapports entre les êtres vi-
vants et leur milieu à une même époque).

André Martinet (1908-1999), linguiste français fortement influencé


par les idées de Saussure, essaie néanmoins de réconcilier synchronie et dia-
chronie, qu’il considère complémentaires.
Pour Martinet, étudier l’évolution d’une langue, c’est étudier le pas-
sage d’un système linguistique à un autre, en fonction des conflits internes de
ce système (c’est-à-dire en faisant abstraction des influences externes qu’exer-
cent les facteurs sociaux ou, en d’autres termes encore, en faisant abstraction
des rapports entre langue et société).
Ainsi, toujours selon Martinet, la « loi du moindre effort » s’oppose
à la « redondance ». La loi du moindre effort entraîne l’érosion des mots (ci-
nématographe --› cinéma --› ciné). Mais cette érosion entraîne deux consé-
quences:

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1.- l’homonymie: les mots finissent par se confondre; par exemple:

latin aquam ---› français moderne « eau », pluriel « les eaux »


(prononcé [lezo])
latin os---------› français moderne « os », pluriel « les os »
(prononcé [lezo])
latin allium----› français moderne « ail », pluriel « les aulx »
(prononcé [lezo])

(ce à quoi on pourrait encore ajouter un mot d’origine anglaise: les « zoos »,
prononcé [lezo])

2.- la transmission du message devient très susceptible aux interférences


extérieures (les « bruits » extérieurs): un seul « bruit » suffit à brouiller le mes-
sage.

D’où la nécessité de la redondance, c’est-à-dire la répétition de la même


information: par exemple, la répétition de la marque « pluriel » sur l’article, le
substantif, l’adjectif et le verbe en espagnol (oral et écrit) ou en français (surtout
à l’écrit, dans une moindre mesure à l’oral): « los niños pequeños lloran »: quatre
marques du pluriel; « les petits enfants pleurent »: quatre marques du pluriel à
l’écrit, deux à l’oral). Mais cette redondance va à son tour « fatiguer » le locuteur
qui, en vertu de la loi du moindre effort, aura de nouveau tendance à raccourcir
son message.
Un exemple particulièrement illustratif de cette évolution due aux conflits
internes de la langue, est celui de la négation en français: le non (latin) s’étant
affaibli au point de se trouver réduit à un seul phonème [n], le risque de confusion
entre la négation et l’affirmation a dû être éliminé grâce à l’introduction d’un nou-
vel élément linguistique, le « pas », qui constitue en quelque sorte une redondance
de la négation: « ne ... pas »; et de nos jours, le « ne » a tendance à disparaître dans
le français oral, où seul subsiste le « pas ».
Selon Martinet, ce sont ces conflits internes au système de la langue qui
provoqueraient son autorégulation et, par conséquent, son évolution.
On peut reprocher à Martinet d’exclure volontairement l’explication
sociale des phénomènes d’évolution linguistique. En effet, certaines couches
sociales cherchent à se différencier linguistiquement - entre autres - du reste de
la population, ce qui provoque l’apparition de nouvelles formes: ainsi, l’argot
« cinoche » (dérivé de « ciné ») ne peut être expliqué ni par la loi du moindre
effort (puisqu’au contraire, c’est une forme plus longue), ni par le phénomène
de la redondance (puisque le suffixe « -oche » n’implique aucune répétition de
l’information). La forme « cinoche » atteste un phénomène typiquement social,
dont la théorie de Martinet est incapable de rendre compte.

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La sociolinguistique
Pour William Labov, « le changement linguistique ne saurait s’expli-
quer par des arguments tirés des rapports exclusivement internes du système
de la langue, même si on reconnaît que les rapports sociolinguistiques sont des
facteurs additionnels qui les conditionnent ».
Pour Labov, toutes les soi-disant « lois » d’évolution de la langue ne
sont que de simples probabilités. Il reste à découvrir les facteurs sociaux qui
permettent ou non la réalisation de ces possibilités.
Pour reprendre un exemple de Labov, si une innovation linguistique
(par exemple, une prononciation différente) est introduite par un groupe social
jouissant de prestige, cette innovation tendra à être adoptée, voire amplifiée,
par les groupes sociaux subordonnés. Au contraire, si une innovation est intro-
duite par un groupe social subordonné, elle tendra à être rejetée et stigmatisée
par le groupe social jouissant de prestige. Comme l’ont démontré les études de
William Labov sur la prononciation du [r] à New York, la petite bourgeoisie joue
un rôle déterminant dans la diffusion d’une innovation introduite par la grande
bourgeoisie, dans la mesure où elle tend à l’hyper-imitation de la classe supé-
rieure.

Figure 4. Pourcentage de [r] prononcés par les habitants de New York, selon les classes sociales
et en fonction de quatre « styles contextuels » différents (d’après William Labov, XXe siècle).

À remarquer le rôle déterminant joué par la petite bourgeoisie : lorsque celle-ci se sent
observée ( « lecture d’un texte » et « « lecture d’une liste de mots), elle « exagère » le
nombre de [r] prononcés, surpassant ainsi la prononciation des classes supérieures. C’est le
phénomène de « l’hyper-imitation ».

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CHAPITRE I

LA LANGUE DES GAULOIS

Rappelons que les Gaulois étaient des Celtes, peuple établi depuis
l’an 1500 avant Jésus-Christ au moins, dans toute l’Europe: Gaule, Italie, Es-
pagne, vallée du Danube jusqu’aux Balkans, îles britanniques, etc.
Leurs voisins à l’est étaient les Scythes, habitants nomades des steppes
de la Russie.
Les Gaulois n’étaient donc qu’une petite partie des Celtes, ceux qui
habitaient la Gaule (un peu plus vaste que la France actuelle: du Rhin aux
Pyrénées, et des Alpes à l’Atlantique). Lorsque les Celtes, provenant de l’est,
s’établirent en Gaule, ils trouvèrent un pays occupé depuis très longtemps par
des peuples dont l’origine nous est inconnue (les constructeurs des monu-
ments mégalithiques).
Le gaulois est donc une langue celtique, d’origine indo-européenne
(cf. l’arbre généalogique de Schleicher).

Exemples:

celtique: porte = doro; cf. anglais moderne: door


allemand moderne: Tür

celtique: montagne = briga; cf. allemand moderne: Berg

Quels sont les documents qui nous permettent de nous faire une idée
de la langue gauloise?

- Les Gaulois n’avaient pas de littérature écrite; il s’agissait d’une


tradition orale, transmise par les druides. Cependant, l’écriture était connue:
l’alphabet grec était d’usage courant dans la Gaule ancienne. Mais au moment
de la conquête romaine (vers 50 av. J.-C.), il ne se trouva personne pour re-
cueillir la littérature orale gauloise.
- Un certain nombre de termes gaulois nous ont été transmis par les
auteurs grecs et latins (exemple: Jules César, De Bello Gallico); mais il s’agit
de termes isolés, qui ne nous permettent pas de reconstruire la syntaxe du
gaulois.
- Un certain nombre d’inscriptions (généralement en caractères grecs
et, plus tard, latins) ont été trouvées au hasard des fouilles archéologiques.

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- Un grand nombre de noms géographiques (montagnes, fleuves,
villes, villages, forêts, lieux-dits) sont d’origine celtique. Par exemple, l’Isère
(rivière des Alpes françaises), l’Isar (rivière de Bavière) et l’Oise (affluent de
la Seine) portent le même nom, d’origine celtique.

Enfin, et surtout, les langues modernes dérivées du celtique consti-


tuent une précieuse source d’information: le gaélique, encore en usage en
Irlande et en Ecosse, et le breton, encore conservé dans le pays de Galles (où
il porte le nom de gallois), d’où il a été exporté, aux Ve et VIe siècles de notre
ère, vers la Bretagne française à la suite de l’invasion des îles britanniques par
les Angles et les Saxons.
En réalité, c’est à travers la comparaison de ces différentes sources
que l’on peut se faire une idée de ce que fut la langue gauloise.

Quelques caractéristiques du gaulois


La pauvreté des éléments connus ne nous permet pas d’écrire une
grammaire du gaulois. Quoi qu’il en soit, le gaulois était une langue à décli-
naisons (comme le grec et le latin).

Attention! Le gaulois ne provient pas du latin, malgré les similitudes


entre ces deux langues (par exemple, « roi » se dit en latin « rex », en gaulois
« rix » (cf. Vercingétorix); le gaulois et le latin proviennent tous deux d’un
ancêtre commun: voir ci-dessus l’arbre généalogique de Schleicher.
Quelques substantifs importants pour comprendre la toponymie cel-
tique:

- lanum: plaine (latin planum): Mediolanum = le milieu de la plaine (Milan)


- dunum: colline: Lugdunum = la colline de Lug, dieu gaulois (Lyon)
- briva: le pont (de nombreuses villes françaises portent actuellement le nom
de « Brive »)
- doro, ou dorum: la porte (fortifiée): Brivodorum = l’entrée fortifiée du pont
(Brioude)

Quelques substantifs gaulois sont conservés dans le français actuel.


Ce sont, en général, des mots appartenant au vocabulaire rural, la campagne
ayant mieux résisté à la pénétration de la civilisation romaine (une situation
analogue peut être observée, au Mexique, par rapport aux langues indigènes
et à la pénétration espagnole: cf. pavo - guajolote):

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- la ruche, le taureau, l’alouette, la charrue, la benne, le savon, la
lande, l’if, le chêne, le bouleau.

De même, la numération vicésimale en français moderne (soixante-


dix, soixante-et-onze […] quatre-vingt, quatre-vingt-un, etc.) est probable-
ment d’origine gauloise.

EXERCICE: Sur la carte d’une région française à l’échelle 1/200 000, cher-
cher des noms de villes, villages, lieux-dits, montages, rivières, d’origine cel-
tique.

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CHAPITRE II

LA ROMANISATION DE LA GAULE

La perte de l’indépendance gauloise


Les Gaulois ne formaient pas une nation unie, ils n’avaient pas d’or-
ganisation politique. Le seul lien véritable qui les unissait était la religion (le
druidisme).
Les Romains ayant étendu leur empire grâce à la conquête de la pé-
ninsule ibérique (133 av. J.-C.: prise de Numance), ils eurent besoin d’une
voie terrestre reliant l’Italie à l’Espagne. C’est ainsi qu’en 125 av. J.-C., les
Romains occupèrent le sud de la Gaule, entre les Pyrénées et les Alpes, consti-
tuant la Provincia romana, ancêtre de l’actuelle Provence.
En 58 av. J.-C., Jules César partit à la conquête de la Gaule et, après
sept ans de campagnes militaires sans victoire décisive des Romains, en 52
av. J.-C. Vercingétorix dut se rendre à Alésia (actuellement « Alise Sainte-
Reine »). Désormais, les Gaulois s’appelleraient Gallo-Romains.

Les Gaulois sous l’occupation romaine


La pénétration de la civilisation romaine en Gaule, et donc du latin,
s’est faite à partir des villes, par l’intermédiaire de:

- l’armée;
- l’administration;
- l’enseignement.

L’armée: De très nombreux Gaulois s’incorporèrent au service militaire ro-


main (durée: de 20 à 25 ans). Le grand ennemi en Gaule, c’étaient les tribus
germaniques. Quand elle ne se battait pas, l’armée était employée aux grands
travaux: routes, canaux, aqueducs. L’armée contribua fortement à la diffusion
du latin en Gaule.

L’administration: La Gaule fut soumise à l’administration romaine, et le


latin était la langue officielle des magistrats.

L’enseignement: Les druides, éducateurs traditionnels de la jeunesse gau-


loise, furent violemment persécutés. Autun devint le grand centre d’enseigne-
ment de la Gaule romaine. D’autres écoles fonctionnaient à Bordeaux, Trèves,
Poitiers, Narbonne, Toulouse, Marseille. Le latin était évidemment la langue

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de l’enseignement, et la Gaule produisit de grands orateurs, tel le poète Au-
sone, de Bordeaux (« Bordeaux est ma patrie, mais au-dessus de toutes les
patries passe Rome »).
Le fait que le gaulois ait été une langue indo-européenne facilita l’ap-
prentissage du latin par les Gaulois. Mais ce n’est pas le latin classique qui
s’imposera en Gaule, mais le latin dit « vulgaire », celui qui était parlé par le
peuple romain (le même phénomène s’est produit en Espagne).

La pénétration du christianisme en Gaule


Les Romains, qui étaient polythéistes, faisaient preuve d’une grande
tolérance vis-à-vis des autres religions, sauf en ce qui concerne le judaïsme,
car ils considéraient la Palestine comme un foyer de rébellion à la pax romana.
C’est dans cette atmosphère de persécution du judaïsme qu’il faut replacer
l’apparition de Jésus-Christ, dont la doctrine se répandit rapidement en Syrie,
en Asie Mineure et en Grèce. En 60 apr. J.-C., il y avait une communauté
chrétienne à Rome, persécutée par Néron (pensons aux « catacombes »). Les
chrétiens étaient considérés comme les « ennemis de l’humanité », c’est-à-
dire de l’Empire romain et des ses institutions.
Ce n’est donc pas à travers l’Italie, mas à travers la Grèce que le chris-
tianisme se répandit en Gaule, le grec étant la langue utilisée par les premières
communautés chrétiennes.
Un des premiers martyrs gaulois fut Sant Pothin, évêque de Lyon; les
arènes de Lyon devinrent le centre de la répression contre le christianisme (96-
192 apr. J.-C.).
Postérieurement, l’empereur Constantin (306-337) adopta une poli-
tique de tolérance vis-à-vis du christianisme; l’Edit de Milan (313) reconnais-
sait la liberté de culte.
En 392, le paganisme fut interdit, et le christianisme fut considéré
comme la religion officielle.
L’année 476 marque la fin de l’empire romain en Occident et le début
des grandes invasions barbares: c’est le Moyen Âge qui commence.

Conclusion
Le gaulois a reculé, surtout sous l’influence des villes, et a été rempla-
cé par le latin « vulgaire ». Au début, c’est essentiellement l’organisation mili-
taire, administrative et scolaire de l’Empire romain qui a permis la pénétration
du latin en Gaule. Ensuite, c’est l’Eglise qui a renforcé cette pénétration et qui
a assuré le succès définitif du latin en Gaule.

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CHAPITRE III

LE LATIN VULGAIRE

Le latin classique (sermo urbanus) et le latin vulgaire (sermo vulga-


ris, ou sermo rusticus) constituaient deux variétés sociales de la même langue.
Les langues romanes parlées actuellement proviennent du latin vulgaire.
Le latin vulgaire se subdivise, à son tour, en deux grandes variantes
géographiques: le latin vulgaire occidental, qui a donné naissance au français,
à l’espagnol et au portugais, et le latin vulgaire oriental, dont sont issus l’ita-
lien et le roumain.

Les sources
En comparaison du latin classique, le latin vulgaire est relativement
mal connu. Il existe néanmoins un certain nombre de sources écrites en latin
vulgaire:

- Dans les comédies de Plaute (254-184 av. J.-C.), certains personnages popu-
laires s’expriment en latin vulgaire.

- Peregrinatio ad loca sancta, description des pèlerinages d’une religieuse en


Terre Sainte (premiers siècles de notre ère).

- Mulomedicina Chironis, manuel de médecine vétérinaire pour soigner les


mules, de Quiron (IVe siècle apr. J.-C.).

- De re coquinaria, livre de cuisine.

- De Architectura, traité d’architecture de Marcus Vitruvius (43 av. J.-C.-13


apr. J.-C.). Cet ouvrage aurait été lu par les fondateurs de la ville de Puebla,
qui s’en seraient inspirés pour créer son plan en damier.

- 5 000 graffiti de Pompéi et d’Herculanum.

- Epitaphes funéraires des cimetières populaires.

- defixionum tabellae: inscriptions magiques sur des tablettes de plomb, desti-


nées à attirer le malheur sur les ennemis.

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- Commentaires en latin vulgaire, écrits en marge de la Bible; exemple: le
Glossaire de Reichenau (du nom du monastère allemand où était conservé ce
glossaire): 3 000 mots traduits en latin vulgaire du VIIIe siècle.

- Appendix Probi: ouvrage rédigé par un maître d’école romain, afin de « cor-
riger » la langue de ses élèves. Il présente les formes « incorrectes », c’est-
à-dire en latin vulgaire, face à leur forme « correcte », c’est-à-dire en latin
classique: « Il ne faut pas dire ..., mais ... » (227 formes).

Quelques caractéristiques du latin vulgaire occidental

a) Phonétique

1) Chute du m final dans les mots polysyllabiques. Ainsi, on trouve


dans l’Appendix Probi:
« idem non ide » (le même)
«  numquam non numqua » (jamais).

D’où le risque de confusion entre le nominatif et l’accusatif, c’est-à-


dire entre le sujet du verbe et son complément. En latin classique, en effet, le
nominatif puella se distinguait de l’accusatif puellam, ce qui n’est plus le cas
en latin vulgaire.

2) Transformation du u bref et du o long en o fermé. Or, il se trouve


que la différence entre u bref et o long marquait, en latin classique, la diffé-
rence entre le nominatif et le datif (et l’ablatif) de nombreux noms.
Exemple: nominatif: amicus (u bref)
datif-ablatif: amico (o long).

b) L’écroulement du système flexionnel et l’invasion des prépositions

Dans ces conditions, le système flexionnel du latin classique s’écrou-


lait, et pour continuer à distinguer la fonction des mots dans la phrase il était
indispensable d’avoir recours aux prépositions.
Si les prépositions existaient en latin classique, leur usage n’était pas
toujours nécessaire, dans la mesure où c’était bien souvent le cas qui remplis-
sait à lui seul cette fonction; en latin classique, on pouvait parfois se servir
indistinctement de la préposition ou du cas.

22
Exemple: aptus alicui rei ou aptus ad aliquam rem étaient synonymes.
Le latin vulgaire va généraliser cette dernière forme. En d’autres
termes, le latin vulgaire va se caractériser par une invasion de prépositions
(ce qui continue à être le cas en espagnol contemporain, notamment avec la
préposition a). En d’autres termes encore, alors que la latin classique était une
langue synthétique, le latin vulgaire va devenir une langue de plus en plus
analytique.
De sorte que les six cas du latin classique se réduisent à deux: nomi-
natif et accusatif, pas toujours clairement différenciés.

Exemple (latin vulgaire):


Singulier Pluriel

Nominatif: porta porte


Accusatif: porta portas

c) La naissance de l’article

Contrairement au grec, le latin classique n’avait pas d’article; c’est


pourquoi Quintilien écrivit: Noster sermo articulos non desiderat (notre
langue n’a pas besoin d’articles). Le latin vulgaire commença à utiliser les
démonstratifs en affaiblissant leur sens, en particulier ille, illa, illum:

latin classique latin vulgaire


ille homo = cet homme ille homo = l’homme

Quant à l’article indéfini, il apparaît également en latin vulgaire sous


la forme unus, una, unum, qui en latin classique était un adjectif numéral (et
s’opposait donc à duo, tres, quattuor, etc.). En latin vulgaire, unus perd sa va-
leur numérique pour devenir un simple article indéfini. Ainsi, dans la Vulgate
(version latine de la Bible, traduite par saint Jérôme, vers 400 apr. J.-C.), on
trouve « una viuda » dans le sens de « une veuve quelconque », et non « une
seule » par opposition à deux ou trois.
Cependant, l’usage de l’article en latin vulgaire n’était pas aussi géné-
ralisé qu’en français moderne; en particulier, s’agissant de concepts abstraits,
le latin vulgaire n’utilisait pas l’article; on trouve des traces de ce phénomène
en ancien français, ainsi que dans les proverbes actuels, aussi bien en français
(« Pierre qui roule n’amasse pas mousse ») qu’en espagnol (« Camarón que

23
duerme se lo lleva la corriente »). Ainsi, « mariage est malheur » s’opposait à
« le mariage a été un malheur pour elle ».

d) Le degré de comparaison des adjectifs

En latin classique, comme en allemand ou en anglais modernes, pour


former le comparatif et le superlatif des adjectifs, on leur ajoutait un suffixe:

latin classique: fortis fortior fortissimus


(fort) (plus fort) (le plus fort)

anglais: strong stronger the strongest

allemand: stark stärker am stärksten

Cependant, quelques adjectifs échappaient à cette règle, notamment


ceux qui terminaient en -uus et -ius (par exemple: arduus, dont le comparatif
aurait dû être arduior). Pour éviter la rencontre de trois voyelles, on préfé-
rait avoir recours à la périphrase magis arduus pour le comparatif, et maxime
arduus pour le superlatif. Le latin vulgaire a eu systématiquement recours à ce
type de construction:

latin vulgaire: fortis magis fortis maxime fortis


(fort) (plus fort) (le plus fort)

Notons cependant une différence entre la Gaule et l’Espagne: en Es-


pagne, on utilisait de préférence magis (d’où l’espagnol moderne más), et en
Gaule plutôt plus (plus fortis).
Le superlatif classique s’est perdu en latin vulgaire occidental: -issimus
n’a survécu ni en français ni en espagnol modernes (les quelques formes
existantes – rarissime, richissime, sérénissime – sont des formes cultivées,
c’est-à-dire calquées directement sur le latin classique par les écrivains du
Moyen Âge).

e) Le verbe

De toutes les catégories grammaticales, c’est le verbe qui a subi les


modifications les plus profondes.

24
En raison de l’évolution phonétique, de nombreuses formes verbales
en étaient arrivées à se confondre. Voici quelques exemples de formes ver-
bales en latin classique.

Verbe amare (aimer)

Présent: amo Parfait: amavi


amas amavisti
amat amavit
amamus amavimus
amatis amavistis
amant amaverunt

Futur: amabo Imparfait: amabam


amabis amabas
amabit amabat
amabimus amabamus
amabitis amabatis
amabunt amabant

L’évolution phonétique avait conduit à la confusion entre « b » et


« v » (prononcé à l’origine comme la semi-voyelle [w]) (cf. Appendix probi:
« alveus, non albeus ; bravium non brabium »). Or, la comparaison entre le
parfait, d’une part, et le futur et l’imparfait, d’autre part, nous montre que
l’opposition entre b et v était fondamentale en latin classique. En latin vul-
gaire, les formes amavit et amavimus (parfait) se confondent avec les formes
amabit et amabimus (futur).
D’autres transformations phonétiques, comme l’amuïssement du m
final, la transformation du i bref en e, finissent par rendre inopérant l’ensemble
de la conjugaison du latin classique.
D’où un remaniement total des formes verbales, et en particulier un
important recours aux auxiliaires.
Le latin classique, en tant que langue synthétique, n’avait qu’un seul
auxiliaire (esse), qu’il utilisait d’ailleurs assez peu (uniquement pour le passif
passé: amatus sum = j’ai été aimé, alors que le passif présent s’exprimait grâce
à la terminaison -or: amo = j’aime, amor = je suis aimé).
Le latin vulgaire fera de plus en plus appel aux auxiliaires pour com-
penser la confusion des formes verbales résultant de l’évolution phonétique.

25
1) Développement de l’auxiliaire esse

L’auxiliaire esse, d’usage restreint en latin classique, envahit la conju-


gaison et devient en particulier l’auxiliaire de la voix passive. Ainsi, la forme
synthétique du passif présent (amor) est remplacée par la forme analytique
amatus sum, qui en latin classique signifiait « j’ai été aimé », et qui signifie
désormais « je suis aimé » (passif présent). « J’ai été aimé » se dit maintenant
amatus fui. Récapitulons:

latin classique: Passif présent Passif passé


amor amatus sum

latin vulgaire: Passif présent Passif passé


amatus sum amatus fui

2) Création d’un nouvel auxiliaire: habere

A l’origine, habere était un verbe modal; habeo legere signifiait « je


dois lire ». Peu à peu, habeo legere ou legere habeo prit le sens d’un simple
futur: « je lirai ». En même temps, les formes du verbe habere se simplifièrent:

latin classique: habeo latin vulgaire: aio


habes as
habet at
habemus (ab)emus
habetis abetis
habent ant

Ainsi, on trouve en latin vulgaire les formes suivantes:

« Tempestas tollere habet... » (Vulgata)


= la tempête emportera...

Et plus tard: « Iustinus dicebat: ‘Daras’ » (daras = dar + as)


« Justinien disait: ‘Tu donneras’ »

L’espagnol moderne conserve les deux formes:


- « has de dar » (valeur modale: tu dois donner)
- « darás » (futur: tu donneras)

26
Le français moderne, par contre, n’a conservé que la deuxième forme:
« tu donneras ».
Ceci explique la similitude entre le français et l’espagnol en ce qui
concerne la formation du futur:

Français: je donner-ai Espagnol: dar-é


tu donner-as dar-ás
il donner-a dar-á
nous donner-ons dar-emos
vous donner-ez dar-éis
ils donner-ont dar-án

f) Négation et affirmation

La latin classique utilisait pour la négation l’adverbe non. Exemple:


Romanus non sum (Je ne suis pas romain).
Le latin vulgaire va renforcer la négation grâce à certains « auxiliaires
de négation »:

non ... gutta français ancien: ne ... goutte


(ne subsiste actuellement que sous la forme « n’y
voir goutte »)
non ... mica français ancien: ne ... mie
non ... punctu(m) français ancien: ne ... point
non ... pede(m) français ancien: ne ... pas

Certains pronoms négatifs se sont perdus en Espagne, mais non en


Gaule. Ainsi, nullus (nul, aucun); d’où le français moderne « nul homme,
nulle part, nullement » (qui n’existent pas comme tels en espagnol moderne).
Pour les réponses affirmatives, le latin classique n’avait aucun mot
correspondant au français moderne « oui ». Il répétait simplement la question,
mais à la forme affirmative. Exemple:

- Tuus servus est? - C’est ton esclave?


- Meus est. - C’est le mien.

En latin tardif, on utilisait parfois sic (ainsi, c’est ainsi); d’où l’espa-
gnol moderne sí (en revanche, le « oui » français provient du latin hoc ille est,
« c’est cela »).

27
g) Lexique

La diffusion de la religion chrétienne introduit un grand nombre de


nouveaux termes, ou transforme profondément le sens d’anciens termes. Par-
mi les emprunts au grec, citons abbas (abbé), baptisma (baptême), paraula
(parabole), presbyter (prêtre). Certains mots latins prennent un sens nouveau:
fidem: la foi; caritas: la charité.
Certains mots latins sont conservés dans certaines régions et dispa-
raissent dans d’autres. Ainsi, pour le verbe « bouillir » on utilisait en latin soit
fervere, soit bullire (faire des bulles). Le premier de ces termes a été conservé
en Espagne (hervir) et a disparu en Gaule; le second, en revanche, a disparu
en Espagne, mais a été conservé en Gaule (« bouillir »). De même pour for-
mosus et bellus: formosus est conservé en Espagne (hermoso) et disparaît en
Gaule, tandis que seul bellus est conservé en Gaule (français moderne: « beau,
belle »).

28
CHAPITRE IV

DU LATIN VULGAIRE AU TRÈS ANCIEN FRANÇAIS


(OU ROMAN RUSTIQUE)
(Ve - IXe SIÈCLES APRÈS J.-C.)

Les invasions germaniques


Cette période est marquée par les grandes invasions germaniques en
Gaule. Les Huns, venus d’Asie, refoulèrent vers l’Europe occidentale de nom-
breuses peuplades germaniques:

- les Visigoths, qui occupèrent le Midi de la Gaule en 412;


- les Burgondes, qui s’établirent vers 440 dans la région du lac Léman, d’où
ils étendirent peu à peu leur domination sur Lyon, la Franche-Comté, la Bour-
gogne (à laquelle ils ont laissé leur nom);
- les Vandales, qui vers 406-407 traversèrent la Gaule pour se diriger vers
l’Espagne, où ils ont laissé leur nom à l’Andalousie (à l’origine: Vandalousie);
- les Francs, qui s’établirent au Nord de la Gaule en 486 (d’où le nom de
« France »), sous la direction de leur chef Clovis.

Ce sont les Francs qui s’imposèrent à l’ensemble de la Gaule. Clo-


vis se convertit au catholicisme, afin d’obtenir l’appui des évêques et de la
population gallo-romaine dans sa lutte contre les autres peuples germaniques
établis en Gaule (en 506, Clovis fut baptisé à Reims). De ce fait, le latin reçut
l’appui des Francs, qui l’adoptèrent comme langue religieuse.
Las Francs conquirent le royaume des Burgondes (534), puis la Pro-
vence.
Ce sont les Francs qui donnèrent à la France la dynastie des mérovin-
giens, puis des carolingiens, dont Charlemagne (768 à 814) fut le plus illustre
représentant.

Les apports des langues germaniques


L’influence de la langue et de la culture germaniques a été très forte
dans nord, et diminue peu à peu au fur et à mesure que l’on descend vers
le sud. Au nord de l’actuelle Belgique, le pays a été totalement germanisé
(flamand), alors qu’au sud la germanisation a été beaucoup moins forte (wal-
lon). En France, l’influence germanique a été très forte au nord de la Loire,

29
et beaucoup plus faible au sud: c’est à la colonisation franque que l’on doit la
division entre langue d’oïl et langue d’oc (ou provençal). Le français actuel
est le descendant de la langue d’oïl, c’est-à-dire du latin vulgaire modifié sous
l’influence germanique des Francs.
Pendant trois siècles, les couches supérieures de la population au nord
de la France furent bilingues, mais les Francs finirent par se romaniser (vers
900 apr. J.-C.). Cependant, la langue des Francs a laissé de nombreuses traces
dans le français actuel (environ 200 mots):

Exemples:
- la terminologie politique et militaire: « maréchal » provient de marhskalk
(= chef de la chevalerie); « baron » provient de sakibaro;
- la terminologie agricole: « blé » provient de blad; « jardin », « haie »,
« houx », « cresson »;
- le vocabulaire des sentiments: « orgueil », « honte », « honnir », « hardi »,
« laid »;
- les préfixes et suffixes:
le préfixe « mé- »  (cf. allemand miss-): « médire », « mécontent », « se
méprendre », « mégarde », etc.;
le suffixe « -ard »: « vieillard », « pillard », « motard », « chauffard » (suf-
fixe très vivant en français actuel, souvent considéré populaire ou argotique:
« plumard », « flemmard », « salopard », « froussard », « ringard », « rou-
tard », etc.) (voir l’article de Louis-Jean Calvet, cité en bibliographie: « Ce
chauffeur est un vrai chauffard »).

Du point de vue phonétique, les Francs ont introduit le « h » dit aspiré
(en réalité fortement expiré), qui en français actuel ne s’expire plus, mais in-
terdit de faire la liaison.

Exemples: « le *houx »


« le *heaume » (du germ. Helm; cf. anglais helmet)

En général, on peut dire que sous l’influence germanique la langue


d’oïl se différencie de plus en plus de la langue d’oc (et de l’espagnol).

30
Exemples:
latin langue d’oc langue d’oïl

cantare cantar chanter


cor cor cuer
mel mel miel
flore flor flour
tela tela teile
maturu madur meür
pacare pagar paier

La langue d’oïl affaiblit les consonnes du latin, au point de les faire


disparaître parfois complètement.
A la suite de ces transformations, le peule français a de plus en plus
de mal à comprendre le latin; d’où la décision du concile de Tours (813) qui,
réuni à l’initiative de Charlemagne, prescrit aux prêtres d’expliquer la parole
de Dieu en langue vulgaire.

Nouvelles invasions: Normands et Arabes


A l’époque de Charlemagne, la fusion des Francs avec les Gallo-romains
était chose accomplie, et le très ancien français, issu du latin vulgaire, était émaillé
de nombreux éléments germaniques.
Vers 800, les Vikings apparurent pour la première fois dans la Manche.
Ils remontaient le cours des rivières, dévastant les couvents et les villes.
Le roi Charles le Simple céda à ces hommes du Nord (Normands) le
littoral de la Manche, région qu’ils occupaient en fait depuis longtemps. Cette
région devint la Normandie; aujourd’hui encore, la toponymie normande
conserve le souvenir de la langue des anciens Normands: bekkr (ruisseau) ---›
Bolbec, Caudebec, Le Bec-Hellouin; thorp (village) ---› Le Torp. Cependant,
après deux ou trois générations les Normands étaient complètement roma-
nisés. Un siècle et demi après leur installation en Normandie, les Normands
débarquèrent en Angleterre (bataille de Hastings, 1066).
Si les Normands ont laissé peu d’éléments de leur ancienne langue
germanique dans le français actuel (sauf en ce qui concerne les termes mari-
times et de la navigation: exemple: « crique », « vague », « hune », « cin-
gler »), leur influence en Angleterre a été fondamentale: ils y introduisirent
la langue française ou, plus exactement, le dialecte français de leur région: le
normand. En effet, l’Angleterre et la Normandie demeurèrent unies jusqu’au
début du XIIIe siècle, et le dialecte normand resta la langue des classes domi-

31
nantes en Angleterre jusqu’aux XIVe et XVe siècles; c’est de ce mélange entre
le normand et l’anglo-saxon qu’est issu l’anglais moderne.
Vers la fin du VIIe siècle, un nouveau peuple avait pénétré dans les
pays méditerranéens: les Arabes, qui occupèrent toute l’Afrique du Nord.
En 711, ils battirent l’armée des Visigoths en Espagne, et peu de
temps après ils avaient occupé presque toute la péninsule. Cordoue devint
le centre d’une brillante civilisation islamique, dont l’influence culturelle et
linguistique s’étendit sur toute l’Europe. Cette influence fut beaucoup plus
forte en Espagne qu’en France, car la progression des Arabes vers le nord fut
arrêtée en 732 par Charles Martel, à la bataille de Poitiers.
Les Arabes introduisirent en Europe, soit à travers l’Espagne, soit à
travers la Sicile et l’Italie, de nombreuses cultures:

- le sucre (de l’arabe sukkar); l’espagnol a introduit l’article arabe al


à l’intérieur même du mot: « azúcar »;
- le coton (de l’arabe kutun; cf. espagnol algodón);
- le safran (zafarân; cf. espagnol azafrán)
- l’artichaut (al karchoûf);
- l’orange (narandj);
- le nénuphar (nînûfar).

Dans le domaine des sciences, les connaissances des Arabes étaient


particulièrement avancées: en médecine (leur influence a été très forte sur
l’école de médecine de Montpellier), en alchimie, en mathématiques:

- sirop (de l’arabe sarab);


- momie (mumiya);
- nuque (nuha);
- soude (soda);
- alchimie;
- alambic;
- alcool;
- algèbre;
- chiffre (sifr, en arabe, signifie « zéro »).

En général, les mots d’origine arabe introduits en France à travers


l’Espagne ont conservé l’article al.
En résumé, l’influence des Arabes en France n’a pas été politique,
mais essentiellement culturelle.

32
CHAPITRE V

LE TRÈS ANCIEN FRANÇAIS


(842-1150, NORD DE LA FRANCE)

Pourquoi 842? La langue française n’a évidemment pas d’acte de


naissance; mais c’est de l’année 842 que date le premier document conservé
en langue vulgaire, les Serments de Strasbourg. S’il est vrai qu’il est impos-
sible de parler de langue « française » avant l’arrivée des Francs en Gaule
(486), les aléas de l’histoire n’ont permis la conservation d’aucun document
en latin vulgaire au nord de la France (langue d’oïl) entre cette date et l’année
842.
Bien entendu, les dénominations de « latin vulgaire » jusqu’en 842 et
de « très ancien français » à partir de cette date, ne sont que des « étiquettes »
qui occultent l’évolution ininterrompue d’une même langue.
En 840, une lutte acharnée s’engagea entre les trois petits-fils de Char-
lemagne: Lothaire, Louis (le Germanique) et Charles (le Chauve). Lothaire,
l’aîné, voulait conserver l’unité de l’empire, alors que Louis et Charles vou-
laient le partager, si bien qu’en 842 les deux frères cadets se donnèrent ren-
dez-vous à Strasbourg pour s’allier contre Lothaire. Ils y rassemblèrent leurs
hommes pour les haranguer, Louis en langue germanique, Charles en langue
romane:

«  Pro deo amur et pro christian poblo et nostro commun salvament,


d’ist di in avant, in quant deus savir et podir me dunat, si salvarai eo cist
meon fradre Karlo, et in adiudha, et in cadhuna cosa, sicum om per dreit son
fradra salvar dift. In o quid il mi altresi fazet. Et ab Ludher nul plaid nunquam
prindrai qui meon vol cist meon fradre Karle in damno sit. »

(Pour l’amour de Dieu et pour le salut commun du peuple chrétien et le nôtre,


de ce jour en avant, autant que Dieu m’en donne savoir et pouvoir, je défen-
drai mon frère Charles, ici présent, et par aide et en chaque chose, comme on
doit, par droit, défendre son frère; à condition qu’il en fasse autant pour moi;
et avec Lothaire je ne conclurai jamais aucun accord qui soit, par ma volonté,
au préjudice de mon frère Charles, ici présent.)

A titre de comparaison, voici un document en espagnol ancien, à peu


près de la même époque (milieu du Xe siècle):

33
Conoajutorio de nuestro dueno, dueno Christo, dueno Salbatore, qual
dueno get ena honore, equal dueno, tienet ela mandatjone cono Patre, cono
Spriritu Sancto, enos sieculos delosieculos. Facanos Deus omnipotes tal ser-
bitjo fere ke denante ela sua face gaudioso segamus. Amen (Glosas Emilia-
nenses).

Quelques caractéristiques du très ancien français

a) Les voyelles

En latin, toutes les voyelles pouvaient être longues ou brèves:

- le i long s’opposait au i bref;


- le e long s’opposait au e bref;
- le o long s’opposait au o bref; etc.

Cette différence de longueur se perdit en passant du latin au français.


Pour compenser cette perte, le latin vulgaire, puis le très ancien français, intro-
duisirent de nouvelles distinctions vocaliques:

- l’opposition entre voyelles ouvertes et voyelles fermées (exemple: e ouvert,


par opposition à e fermé);

- la création de nouvelles voyelles:

- le son [y] (orthographe moderne: u)


Ex.: latin vulgaire puru(m), très ancien français « pur »;

- le son [œ] (orthographe moderne: eu), ouvert ou fermé;

- les voyelles nasales, exclusives du français et du portugais (parmi


les langues romanes modernes).

En d’autres termes, la palette vocalique du français devint beaucoup


plus riche que celle du latin (ce qui est encore une caractéristique du français
actuel par rapport aux autres langues romanes, l’espagnol en particulier).

- l’apparition des diphtongues, voire triphtongues, qui disparaîtront pour la


plupart au cours de l’évolution phonétique ultérieure: « ai, ei, oi, ie, uo »;

34
- la vocalisation du « l » (à partir du VIIe siècle): « l » devant consonne devient
« u », ce qui crée de nouvelles diphtongues:

Exemple: singulier: « cheval », pluriel « chevals » --› « chevaus »


latin vulgaire talpa(m) --› « taupe »
latin vulgaire poll(i)ce(m) --› « pouce »

Cette évolution est – en partie – parallèle à celle de l’espagnol:

Exemple: Latin vulgaire alteru --› espagnol autru, puis otro


Latin vulgaire talpa(m) --› espagnol taupa, puis topo.

b) Les consonnes

Apparition des sons [tch] et [dj], notés « ch » et « j ».

Le groupe « ca » latin devient « cha » (prononcé « tcha »):

Exemple: carru(m) --› char


caballu(m) --› cheval
cantare --› chanter
castellu(m) --› chastel

Ce phénomène ne s’est pas produit en espagnol, ni en provençal (où


l’on trouve, par exemple, la forme castel, notamment dans la toponymie du
sud de la France actuelle ; par exemple: Castel Sarrazin, Castelnaudary, Cas-
telginest, Castelfranc, etc. ; dans le nord de la France, les villes et villages
portent soit le nom de « Chastel », soit celui de « Château »).

La formation de l’orthographe française


L’influence du latin fut déterminante. En effet, ce furent les clercs qui
rédigèrent les premiers textes en français; or, les clercs avaient l’habitude de
lire et d’écrire en latin. Ils n’introduisirent pas de nouveaux signes orthogra-
phiques, bien que la prononciation du français ait été très différente de celle
du latin; ils se contentèrent d’adapter les signes orthographiques du latin à
la prononciation du français, selon des critères étymologiques.

35
Exemples: - haveir (du latin habere);
- /pyr/ s’écrit « pur » à cause du latin purum (prononcé [pu-
rum]);
- « tch » s’écrit « c + h », parce que ce son provient du « c »
latin;
- le son /v/, qui n’existait pas en latin, est transcrit « u », et se
confond donc avec la transcription du son /y/ (la graphie « v »
ne sera introduite qu’au XVIe siècle);

Ces adaptations de la graphie latine à la prononciation du français


entraînent deux conséquences majeures, qui subsistent jusqu’à nos jours:

- l’absence de correspondance systématique entre son et graphie;


- la polyvalence des signes graphiques.

Conclusions sur le très ancien français


Par rapport à la période gallo-romaine, le Moyen Âge jusqu’à la fin
du XIe siècle a introduit les changements linguistiques et sociolinguistiques
suivants:

1. Primauté de la religion chrétienne; toutes les institutions sociales sont mar-


quées du sceau de la religion - y compris la langue française, car ceux qui
savent écrire sont les clercs: le fait que la société médiévale ait été dominée
par l’Eglise s’exprime clairement dans le choix des caractères latins pour la
transcription de la langue française, très éloignée phonétiquement du latin.

2. Déplacement du centre de gravité de la France vers le Nord. L’importance


de la Méditerranée tend à décroître, au profit du Nord de la France. Paris
devient un centre politique et culturel important (à partir de 987, la royauté
s’installe à Paris; avant, les rois francs n’avaient pas de résidence fixe). Ici
aussi, les rapports entre la société et la langue sont évidents: à l’influence
politique du Nord du pays correspond une influence linguistique qui tend à
imposer le parler de cette région (langue d’oïl).

3. Exportation de la langue française vers d’autres pays. En 1066, les Nor-


mands conquièrent l’Angleterre (Guillaume le Conquérant, bataille d’Has-
tings). Ils y exportent leur dialecte, le normand, qui est un dialecte d’oïl. En
arrivant en Angleterre, ce dialecte prend le nom d’anglo-normand. Se crée
ainsi une situation de bilinguisme, l’anglo-normand étant utilisé par l’aristo-

36
cratie, et l’anglo-saxon par le peuple (cf. Walter Scott: « Jack wold be a gen-
tilman if he coude speke frensske »). Des nombreuses influences de ce dialecte
français sur l’anglo-saxon naîtra peu à peu la langue anglaise.

4. La langue française est de moins en moins synthétique, et de plus en plus


analytique: les déclinaisons tendent à se simplifier et à disparaître, rempla-
cées par les prépositions; subsistent cependant deux cas: le cas sujet (utilisé
lorsque le nom est sujet du verbe) et le cas régime (utilisé pour toutes les
autres fonctions du mot dans la phrase).

EXERCICE: Sur une carte de France, tracer une ligne séparant la région où
les noms géographiques commencent par ca- de celle où ils commencent par
cha-.

37
CHAPITRE VI

L’ANCIEN FRANÇAIS (XIIe - XIIIe SIÈCLES)

Jusqu’à la fin du XIe siècle, peu de textes en très ancien français nous
ont été conservés; il s’agit essentiellement de vies de saints: la vie de saint
Alexis, la vie de saint Léger, la Cantilène de sainte Eulalie.
A partir du XIIe siècle, au contraire, s’épanouit une abondante produc-
tion littéraire, notamment avec les chansons de geste. Il s’agit d’épopées histo-
riques en vers, qui étaient chantées sur un air très simple (le même pour chaque
vers), en s’accompagnant d’une vielle. Ces chansons de geste étaient chantées
par les jongleurs sur les champs de foire, comme propagande politico-religieuse
à l’intention du peuple, ou dans les châteaux à l’intention des seigneurs.
« Geste » ne veut pas dire mouvement des mains, mais exploits guerriers
(du latin gesta); il s’agissait, à l’occasion des croisades (dont la première eut lieu
en 1096, la dernière en 1270), d’exalter le sentiment religieux et patriotique des
chevaliers et des masses populaires, en retraçant de façon légendaire les exploits
de personnages historiques disparus depuis longtemps, Charlemagne, en parti-
culier.
La Chanson de Roland, composée sans doute au début du XIIe siècle,
est la première grande œuvre littéraire française.

Phonétique de l’ancien français

a) Les voyelles

- Poursuite du phénomène de nasalisation:

/o/ se nasalise au XIIe siècle


/y/ se nasalise au XIIIe siècle (exemple: un, brun)

- Réapparition du son /u/: cort --› court, prononcé /kur/


Le son /y/, introduit à l’époque précédente, continue à exister (/pyr/, /myr/,
/dyr/); c’est le /o/ qui donne naissance au son /u/; exemple: torner --› tourner;
loer --› louer. Ainsi apparaît une nouvelle distinction vocalique entre /y/ et /u/.

- Réduction généralisée des diphtongues et des triphtongues:


ue et eu --› oe (cuer -- coeur)
ai --› /e/ (mais l’orthographe traditionnelle est généralement conservée)

38
b) Les consonnes

- Simplification des groupes consonantiques: le groupe « ch » ne se prononce


plus [tch], mais simplement [ch]: « cheval ».

- Amuïssement de « s » devant consonne:


« asne » se prononce /an/
« teste » se prononce /tet/.

Voyelles pures, consonnes simples, tel paraît être l’aboutissement


auquel tend l’ancien français.

Les substantifs en ancien français


La déclinaison latine subsiste sous forme simplifiée. Il n’y a plus que
deux cas:

- le cas sujet, correspondant au nominatif latin (tant du point de vue de la


forme que du point de vue de la fonction);
- le cas régime, dont la forme correspond à l’accusatif latin, mais dont la fonc-
tion correspond à toutes les fonctions grammaticales sauf celle de sujet. Ainsi,
le cas régime était utilisé pour le complément d’objet direct et indirect, mais
aussi pour le complément du nom et après les prépositions.

Le triomphe du cas régime. Progressivement, au singulier comme au pluriel,


le cas régime a fini par supplanter totalement le cas sujet, le substantif ne gar-
dant (comme aujourd’hui) qu’une forme pour le singulier et une forme pour le
pluriel (le même phénomène s’est produit en espagnol ancien).

Exemple:
Singulier Pluriel

Cas sujet: lat. murus --› (li) murs lat. muri --› (li) mur

Cas régime: lat. murum --› (le) mur lat. muros --› (les) murs

Seule la forme du cas régime s’est maintenue en français moderne.

39
Attention: Le « s » final des substantifs (et des adjectifs) n’était pas une termi-
naison typique du pluriel, ni en latin ni en ancien français (cf. l’italien actuel).
En ancien français, le « s » final indique aussi bien le cas sujet singulier que le
cas régime pluriel. Une forme comme « mur » peut être aussi bien un singulier
(cas régime) qu’un pluriel (cas sujet); de même, la forme « murs » peut être
aussi bien un singulier (cas sujet) qu’un pluriel (cas régime). D’où la nécessité
de tenir compte de l’article ou, faute d’article, du verbe correspondant.
C’est la disparition ultérieure du cas sujet qui, aussi bien en français
qu’en espagnol, nous a habitués à considérer le « s » final comme marque du
pluriel.

Restes actuels de l’ancienne distinction entre cas sujet et cas régime:

1) Certains mots actuels proviennent de l’ancien cas sujet (d’où leur « s » final
au singulier):

- noms propres (pas de confusion possible avec le pluriel): Charles,


Jacques (cf. espagnol: Carlos, Marcos);
- substantifs: corps, fils, temps.

2) Les doublets (mots de même origine, mais de forme et/ou de signification


différente):
compain - compagnon
clef - clé
pâtre - pasteur
sire - seigneur
on - homme
Lecoin - Lecomte (noms de famille)

40
CHAPITRE VII

DE L’ANCIEN FRANÇAIS AU MOYEN FRANÇAIS


(XIIIe - XVe SIÈCLE)

Evénements historiques importants pour l’évolution de la langue:

a) - D’ordre politique:

- Les luttes séculaires contre le royaume d’Anjou, c’est-à-dire les possessions


anglaises en France: Henri II Plantagenet (1154-1189), roi d’Angleterre, do-
minait un tiers du territoire français (de la Normandie aux Pyrénées).
Jeanne d’Arc (1412-1431) est le personnage le plus célèbre de ces
luttes contre les Anglais, et devient héroïne nationale. La lutte contre les An-
glais forge en France le sentiment national.

- Les luttes contre le pouvoir de l’Eglise: le XIIIe siècle marque l’apogée du


pouvoir de l’Eglise en Europe. Mais ensuite, le pouvoir de l’Eglise commence
à décliner (en 1300 se produit le premier conflit ouvert entre le Pape et le roi
de France).

Cette double lutte (contre les Anglais et contre l’Eglise) contribue à


renforcer le pouvoir central de la royauté à Paris. Ce pouvoir central reposait
sur deux éléments principaux:

1) l’administration royale, de mieux en mieux organisée pour contrôler le


pays et lever les impôts. Philippe Auguste (1180-1223) créa le corps des
fonctionnaires; ces « gens du roi » étaient chargés de lever les impôts dans
les provinces. Il devenait de plus en plus difficile pour les petits seigneurs
de préserver leur souveraineté;
2) le pouvoir croissant de la bourgeoisie, alliée au roi auquel elle prête des
fonds considérables (Jacques Cœur).

Conséquences: Cette époque voit la naissance de la nation, c’est-à-dire le rem-


placement de l’organisation féodale par un État centralisé.
Sous Louis XI (1461-1483), la monarchie absolue est déjà solidement
assise, en particulier avec l’administration centrale du royaume. L’unité terri-
toriale est pratiquement réalisée (mais la Suisse a profité de certaines défaites
de la France pendant la Guerre de Cent Ans pour devenir indépendante).

41
Du point de vue linguistique, le français de Paris va étendre son in-
fluence, en partie grâce à la centralisation de l’administration, au détriment
des langues et dialectes locaux, mais aussi au détriment du latin qui, en tant
que langue de l’Eglise, va commencer à perdre de son importance tradition-
nelle.

b) - D’ordre technique:

- Grand essor de l’industrie du papier. Le parchemin fut d’abord remplacé


par le « papier de coton », introduit par les Arabes dans le sud de la France;
ensuite, il sera remplacé par le papier de chanvre et de lin. Dès le milieu du
XIVe siècle, il y avait des archives jusque dans certains villages reculés.

- Invention de l’imprimerie: en 1455, l’Allemand Gutenberg imprime la Bible;


en 1470 s’installe à Paris la première imprimerie.

L’utilisation de l’imprimerie, jointe à l’essor de l’industrie du papier,


permit de diffuser amplement le modèle de langue imposé par le pouvoir poli-
tique parisien.

Quelques caractéristiques du moyen français (XIIIe - XVe siècles)

a) Les prononciations populaires

L’augmentation du nombre de textes conservés nous permet de dis-


tinguer des prononciations populaires qui s’opposent à la prononciation des
classes dominantes (le même phénomène peut être observé au niveau du vo-
cabulaire: c’est à partir de cette époque, en particulier grâce aux poèmes de
François Villon, que l’on commence à pouvoir distinguer l’argot).

Dans le parler des classes populaires, /e/ devant /r/ se prononce /a/.
Par exemple, Villon fait rimer « Barre » avec « terre ».

Dans le parler des classes populaires, /r/ entre voyelles devient /z/. Par
exemple, du latin oratorium provient le nom de village « Ozoir ».

Ces prononciations populaires finiront par être relativement élimi-


nées, et seule sera conservée officiellement la façon de parler des classes do-
minantes.

42
Conclusion: Les « lois phonétiques aveugles » n’existent pas. Ce qui peut
nous faire croire à leur existence, c’est en fait la conjugaison de deux types
de facteurs:

1. L’absence de textes en nombre suffisant, qui permettraient de faire appa-


raître les variantes, tant dialectales que sociales;

2. la pression d’un modèle dominant, qui finit par reléguer les variantes au
rang de formes secondaires.

D’où le schéma:

Figure 5. Relativisation de la « loi phonétique aveugle »

Les cercles figurent un élément linguistique quelconque – phonème, mot, etc. – et les diffé-
rentes flèches les diverses possibilités d’évolution de chacun de ces éléments;
la flèche en gras représente la soi-disant « loi phonétique aveugle ».

Ce n’est qu’en privilégiant arbitrairement une branche (géographique


et/ou sociale) que l’on peut parler, avec les néo-grammairiens, de « lois pho-
nétiques aveugles ».

43
b) La syntaxe

La disparition du cas sujet et, partant, de la différence entre les an-


ciens cas sujet et cas régime, conduit à un ordre plus rigoureux des mots de la
phrase. Ansi, la plus ancienne grammaire du français que nous connaissions
(de Jean Barton, Angleterre, vers 1400), établit la différence entre « le maistre
nous eime » et « Je ayme le maistre »: la fonction du mot (ici « le maistre »)
n’est plus indiquée par un cas, mais par l’ordre des mots; la phrase affirmative
suit désormais un ordre strict: sujet + verbe + complément.
Avec la disparition du cas sujet, le « s » devient la marque du pluriel.

c) Les latinismes

Rappelons que le latin était à cette époque la langue « noble », utilisée


par l’Eglise et par tous ceux qui avaient fait des études (avocats, médecins,
etc.). Le français, au contraire, était considéré comme une langue vulgaire,
réservée au peuple.
Cependant, de plus en plus de personnes cultivées commençaient à
s’exprimer et à écrire en français, et les notions dont elles avaient besoin de
parler manquaient souvent à la langue française. Ces savants se voyaient donc
dans l’obligation d’emprunter au latin un grand nombre de termes, en leur
donnant une terminaison française: ce sont les latinismes, mots qui ne sui-
virent pas l’évolution multiséculaire du latin vulgaire au français, mais qui
furent francisés à partir du XIVe siècle. C’est à cette époque que s’introdui-
sirent dans la langue française des termes philosophiques, comme « spécula-
tion », « limitation », « existence », « évidence », « déduction », « réflexion »,
« régularité », « attribution »; des termes mathématiques, comme « concave »,
« convexe », « géométrique », « proportionnel »; des termes médicaux, comme
« digérer », « digestion », « infection », « inflammation », et même « méde-
cin » (cf. ci-dessous).
C’est à cause de cette introduction massive de latinismes que le fran-
çais moderne peut donner l’illusion d’être encore très proche du latin.
Notons que le même phénomène s’est produit en espagnol, où de
nombreux termes ont été directement calqués du latin; ce sont les cultismos;
par exemple, artículo, copié du latin articulum, alors que ce même mot latin
avait déjà suivi l’évolution multiséculaire « normale », qui l’avait transformé
en artejo. De même, l’espagnol legislar, formé à partir du latin legislator, est
un cultismo.

44
En même temps que se produisait ce phénomène d’introduction de
latinismes, de nombreux mots français furent concurrencés et finirent par dis-
paraître:

« mire » fut remplacé par « médecin »;


« mesnage » fut remplacé partiellement par « famille »;
« faiseur » fut remplacé par « agent »;
« hastiveté » fut remplacé par « vélocité »; etc.

Par réaction contre ce phénomène, certains écrivains utilisèrent exclu-


sivement la langue populaire, sans aucun latinisme. Tel est le cas de François
Villon, considéré pour cette raison comme le plus authentique des écrivains
français de son époque.

Ballade des pendus

Voici l’épitaphe de Villon. Villon, condamné à mort, s’attend à être pendu:


alors, du fond de son angoisse s’élève ce « chant du cygne ». Ce n’est plus le
vivant qui parle, mais le mort qu’il sera demain, avec ses frères de gibet. La
sentence fut annulée par le Parlement, mais Villon disparaît complètement à
cette date (1463):

Freres humains qui après nous vivez,


N’ayez les cuers contre nous endurciz,
Car, se pitié de nous pouvres avez,
Dieu en aura plus tost de vous merciz.
Vous nous voyez cy attachez cinq, six:
Quant de la chair, que trop avons nourrie,
Elle est pieça devorée et pourrie,
Et nous, les os, devenons cendre et pouldre.
De nostre mal personne ne s’en rie:
Mais priez Dieu que tous nous vueille absouldre!

45
CHAPITRE VIII

LE FRANÇAIS AU XVIe SIÈCLE

Le XVIe siècle marque la fin de l’Europe médiévale, unie par la reli-


gion chrétienne et la langue latine. A la mosaïque politique, administrative,
juridique et linguistique du Moyen Âge, unifiée par la toute-puissance de
l’Eglise, est en train de succéder l’âge des ambitions nationalistes.

L’Eglise fut attaquée de toutes parts:

- Erasme (1466-1536) critiqua violemment les dogmes et les institu-


tions de l’Eglise. Son Eloge de la Folie eut un succès retentissant dans le nord
de l’Europe;
- la Réforme, inaugurée par Luther (1483-1546) et poursuivie par le
Français Jean Calvin (1509-1564), rejeta l’autorité du pape et des conciles;
- en Angleterre, le roi Henri VIII décida en 1534 de se soustraire à
l’autorité de l’Eglise romaine, pour fonder une Eglise nationale anglicane.

Ce mouvement général de rébellion contre l’Eglise catholique entraî-


na deux conséquences majeures au niveau linguistique: le déclin du latin et
l’essor des langues nationales.

Le français dans l’Eglise


L’Eglise mena une lutte acharnée contre l’introduction des langues
« vulgaires » comme langues de culte. Rappelons qu’en vertu du concile de
Tours (813), seule l’homélie devait être prononcée en langue « vulgaire »;
mais il n’était pas question de dire la messe dans une langue autre que le latin;
la traduction des Ecritures, en particulier, était rigoureusement interdite. En
d’autres termes, la langue « vulgaire » devait rester une langue de traduction,
une langue secondaire réservée aux rapports avec le peuple ignorant.
Erasme est un des premiers à s’élever contre cette tyrannie du latin:
« Pourquoi paraît-il inconvenant que quelqu’un prononce l’Evangile dans
cette langue où il est né et qu’il comprend: le Français, en français, etc.? ».
En 1528, Lefèvre d’Etaples publia une traduction de la Bible en fran-
çais. Le curé de Condé-sur-Sarthe (Normandie) proclama qu’il était nécessaire
que chacun eût les livres saints en français; il fut brûlé en 1533. La Sorbonne
déclara à plusieurs reprises qu’il fallait absolument interdire les traductions.

46
Cependant, le mouvement était amorcé: le latin était en train de perdre
son prestige comme langue sacrée de l’unité européenne, et se voyait peu à
peu détrôné par les langues nationales.

Le français dans la vie nationale


Au déclin du rôle de l’Eglise en Europe correspond la montée du na-
tionalisme et des Etats, de plus en plus unifiés et centralisés. Au XVIe siècle,
la France était en train de s’unifier comme Etat autour de la royauté.
C’est ainsi qu’en 1539 le roi François Ier fit paraître la célèbre ordon-
nance de Villers-Cotterets, qui devait réformer la justice: en matière juridique,
le latin était désormais supplanté par le français: « Nous voulons d’ores en
avant que tous arrest, ensemble toutes autres procédures soient prononcez,
enregistrez et delivrez aux parties en langaige maternel françois et non autre-
ment ».

Le français dans la médecine


C’est par le biais de la chirurgie que le français s’introduisit dans le
domaine médical. A cette époque, en effet, la chirurgie était abandonnée aux
« barbiers », qui ne savaient pas le latin (cf. Jehan Canappe: « Les maladies ne
sont pas guéries par éloquence, mais par remèdes »).
Ambroise Paré (1517-1590), fondateur de la chirurgie moderne, écri-
vit tous ses livres en français (par exemple: Méthode de traicter les playes
faites par les arquebuses et aultres bastons à feu - 1545).

Les italianismes
De nombreuses campagnes militaires en Italie (1494-1515) révélèrent
aux Français les splendeurs de la Renaissance italienne; François Ier invita en
France de nombreux artistes (dont Léonard de Vinci).
Un grand nombre de mots italiens s’introduisirent dans la langue fran-
çaise:

- dans le domaine de l’architecture: « balcon », « façade », « arcade »;


- dans le domaine militaire: « escorte », « infanterie », « embuscade », « sol-
dat », « cavalerie » (remarquez que le groupe « ca » initial n’a pas été trans-
formé en « ch », comme dans « cheval » et « chevalier »);
- dans le domaine financier: « banque », « banqueroute », « faillite »;
- dans le domaine de la mode: « capuchon », « parasol », « soutane ».

47
La naissance des premières normes en français
En même temps que le français cesse d’être une langue « vulgaire »
pour devenir une langue de prestige, se produit un phénomène de codification
linguistique.
En 1531, Jacques Dubois écrit la première grammaire française des-
tinée à des Français. En 1532, Robert Estienne publie le premier dictionnaire
latin-français.
Ces ouvrages, dont la diffusion est assurée par l’imprimerie, contri-
buent à fixer la langue, et en particulier l’orthographe: c’est à cette époque
qu’apparaissent les accents, le c « à queue » (le « ç »), le v au lieu du « u »
(« uil » s’écrit désormais « vil ») et le j au lieu du « i » (« iuger » devient
« juger »).
Cette codification du français s’opère au profit de l’usage parisien: les
expressions provinciales sont de plus en plus déconsidérées et condamnées.
Montaigne lui-même se voit reprocher certains mots et tournures gasconnes:
le grammairien Pasquier lui reproche d’utiliser l’expression « la santé que je
jouis », car à Paris « jouir » est un verbe intransitif. Et Pasquier de conclure:
« Il existe des règles fixées par un usage, et l’existence d’une manière diffé-
rente de parler dans telle province ne justifie pas les infractions ».
Une brève interruption dans ce processus de centralisation parisienne:
en 1560, les Guerres de Religion obligèrent la Cour à se transférer en pro-
vince; Paris subit alors une éclipse temporaire. C’est à cette époque que Tours
devint un centre culturel important, donnant ainsi naissance au préjugé selon
lequel le français de la Touraine serait le plus « pur ».
Mais, dans l’ensemble, à la fin du XVIe siècle le centralisme parisien
était établi: le français sera celui de Paris.
Ci-dessous, un extrait de la Bible, dans la traduction de Lefèvre
d’Etaples (1528):
« Encore parloit cestuy icy et voicy qu’ung autre entra et dist: là où tes
filz et tes filles mengeoient et beuvoient le vin en la maison de leur frère pre-
mier naiz, ung vent véhément est subitement venu par impétuosité du désert et
a frappé contre les quatre coingz de la maison. Et icelle trébuchant a oppressé
tes enfans et sont morts, et suis seul eschappé pour te l’annoncer » (Livre de
Job, I, 18-19).

48
CHAPITRE IX

LE FRANÇAIS AU XVIIe SIÈCLE

Pour la plupart des historiens de la langue, c’est à partir du XVIIe


siècle que commence le français moderne.
Ceci ne signifie nullement qu’au XVIIe siècle le français ait été la
langue de tous les Français. Simplement, le français de Paris a cessé, à cette
époque, d’être considéré comme une langue « vulgaire », pour devenir une
langue de prestige, soutenue par le pouvoir de l’Etat.
L’Etat français, au XVIIe siècle, c’était la monarchie absolue, qui pré-
tendait tout régenter, et qui était incarnée dans la personne d’un roi très puis-
sant: en particulier Louis XIV, le « Roi Soleil » (qui régna de 1661 à 1715).
La langue ne pouvait échapper à l’autorité de la monarchie absolue, et
contrairement aux siècles précédents qui s’étaient caractérisés par une grande
liberté créatrice en matière linguistique, le XVIIe siècle fut une époque de
codification de la langue. Le français fut, pour ainsi dire, enserré dans le corset
de la monarchie absolue.
C’est ainsi qu’en 1635 Richelieu créa l’Académie française, première
institution de ce genre en Europe (la Real Academia Española de la Lengua,
pour sa part, ne fut créée qu’en 1713). Pour la première fois dans l’histoire de
France, le français devenait un monopole d’Etat.
Au XVIIe siècle, les problèmes de codification de la langue occupent
une place démesurée dans les préoccupations de la haute société; partout il se
forme des « conciles grammaticaux », des « académies », des « cabinets » et
des « salons », où l’on discute âprement de questions linguistiques (cf. Les
Femmes savantes de Molière). L’Académie française n’est donc qu’une de ces
« académies », celle qui jouit du soutien officiel de la monarchie.
Parmi les principaux codificateurs de la langue française, citons deux
noms: Vaugelas et Malherbe.
Vaugelas, membre de l’Académie française, fut un des premiers « pu-
ristes » de la langue. Voulant la « nettoyer des ordures qu’elle avait contrac-
tées », il pourchassa autant les néologismes que les latinismes, les italianismes
que les provincialismes.
Vaugelas contribua donc non seulement à stériliser la langue française
sous le couvert de l’autorité royale, mais aussi à répandre le préjugé selon
lequel seule une élite parlerait un français correct: la Cour.
Malherbe partage, dans une large mesure, les idées de Vaugelas. Il
consacre sa vie à codifier et épurer la langue française (d’où son surnom de

49
« docteur en négative »). Ainsi, il exige que la négation soit « ne ... pas » ou
« ne ... point », au lieu du simple « ne », encore très courant à l’époque.
Finalement, la Grammaire de Port-Royal (1660) prétend faire reposer
le français non pas sur l’usage, mais sur la raison. Selon ses auteurs, la langue
française incarnerait les lois de la logique.

Conséquences
Tous ces efforts de codification de la langue française conduisent à
normaliser la langue, à la simplifier, mais aussi à l’appauvrir, à la stériliser.
Plusieurs centaines de mots et de tournures ont été condamnés par les « théo-
riciens de la langue », qui allèrent même jusqu’à supprimer certains mots
« vulgaires » (par exemple « panse ») ou certains mots qui, selon eux, sen-
taient trop « l’étable ou le fumier » (par exemple « âne », « vache », « veau »,
« cochon »). Même les proverbes, d’origine typiquement populaire, furent
bannis des œuvres littéraires.
La pauvreté de la langue de certains écrivains classiques (Racine,
entre autres) est due en partie à ce genre de préjugés. C’est pourquoi Fénelon,
au début du XVIIIe siècle, écrira dans sa célèbre Lettre à l’Académie: « On a
appauvri, desséché, et gêné notre langue. Elle n’ose jamais procéder que sui-
vant la méthode la plus scrupuleuse et la plus uniforme de la grammaire. »
Heureusement, seule la langue littéraire a été victime de cette tyrannie
des « puristes » du XVIIe siècle. Le français, rappelons-le, n’était pas encore
la langue parlée par la majorité des Français. Mais ces efforts de codification
linguistique déborderont largement le XVIIe siècle, puisqu’aujourd’hui encore
la plupart des historiens de la langue considèrent qu’à cette époque le français
littéraire avait atteint un degré de perfection absolue: c’est ce qu’ils appellent
la « langue classique ».
Disons, plus objectivement peut-être, qu’au XVIIe siècle la langue
littéraire a fait l’objet d’un processus de codification-stérilisation sous l’auto-
rité de la monarchie absolue et de ses idéologues, et que ce processus s’inscrit
dans l’œuvre multiséculaire du centralisme parisien.

50
CHAPITRE X

LE FRANÇAIS AU XVIIIe SIÈCLE (1715-1789)

L’influence du français « classique » reste prépondérante à de nom-


breux égards. La plupart des grands écrivains (Voltaire, notamment) continuent
à considérer le français du siècle précédent comme un modèle de perfection.
Le XVIIIe siècle poursuit également l’œuvre du siècle précédent à
travers une floraison de grammaires et de dictionnaires de la langue française,
ce qui atteste bien l’intérêt croissant des Français pour leur langue. Notons
que c’est à cette époque que s’instaura la pratique d’utiliser les citations des
grands auteurs classiques pour illustrer un mot (dans les dictionnaires) ou une
règle grammaticale (dans les grammaires). La langue classique reste donc un
modèle à imiter.
Cependant, le XVIIIe siècle innove à bien des égards. Les progrès
des sciences et des techniques obligent à créer de nouveaux mots. Et dans la
mesure où ce n’est plus la Cour qui donne le ton en matière de langage, mais
où la bourgeoisie acquiert de plus en plus d’importance, de nombreux termes
techniques s’introduisent dans la langue courante et la langue écrite. Ainsi,
l’Encyclopédie contribua largement à répandre en France la terminologie spé-
cialisée des arts et métiers.
Cette « ouverture » de la langue française après le dogmatisme
conservateur du XVIIe siècle se manifeste également dans d’autres domaines.
Les expressions populaires et régionales, réprouvées par les auteurs « clas-
siques », font irruption dans la langue, même littéraire. C’est ainsi que Dide-
rot, dans Le neveu de Rameau, utilise des expressions populaires, telles que
« une autre paire de manches », « être comme un coq en pâte »; Rousseau
« lance » le mot valaisan « chalet ».
Au XVIIIe siècle, la langue française s’ouvre également aux influences
des pays étrangers, tout particulièrement de l’Angleterre. On sait combien les
philosophes (Diderot, Voltaire, Montesquieu) admiraient le régime politique
anglais. Une véritable « anglomanie » s’empara des hautes classes de la so-
ciété. A Paris, on buvait du thé. Un grand nombre de mots anglais franchirent
la Manche, provenant surtout du domaine politique: « budget », « club »,
« congrès », « franc-maçon », « loge », « jury », « parlement », « session »,
« voter ». La vie culturelle et mondaine se remplit elle aussi de mots d’origine
anglaise: «  jockey  » (grâce aux courses de chevaux), «  redingote  », «  bif-
teck », « grog », « pudding ».

51
De l’Allemagne, très avancée dans le domaine des mines, on importa
certains termes minéralogiques: « quartz », « gangue » (allemand Erzgang),
« nickel ».
L’italien fournit des termes artistiques: « piano », « cantatrice », etc.
Du point de vue de la syntaxe, il ne se produit guère que des change-
ments de détail. Seule modification importante (surtout par rapport à l’espa-
gnol, où elle n’a pas eu lieu): la disparition progressive, tout au moins dans
la langue parlée, de l’imparfait du subjonctif. Ainsi, à la fin du XVIIIe siècle,
si l’on écrivait encore « je voulais qu’il vînt », on disait « je voulais qu’il
vienne ».
Disons, pour résumer, qu’au XVIIIe siècle la langue française
conserve encore largement le modèle hérité du siècle précédent, mais qu’à
l’influence aristocratique de la Cour a succédé celle de la bourgeoisie, ouverte
aux échanges culturels et politiques avec les autres pays européens. A cette
époque, le latin est presque définitivement détrôné comme langue internatio-
nale de prestige.

52
CHAPITRE XI

L’ŒUVRE DE LA RÉVOLUTION FRANÇAISE

A l’intérieur du français, c’est-à-dire de la langue parlée dans la région


parisienne et plus ou moins imposée au reste de la France, la période révolu-
tionnaire coïncide avec une période de grande effervescence linguistique: de
nombreux termes de l’Ancien Régime sont alors détruits et, pour les rempla-
cer, sont créés de nombreux autres termes. Destruction et création, aussi bien
linguistique que politique, vont de pair.
Cette effervescence linguistique rend pratiquement impossible tout
essai de classification. Néanmoins, trois questions fondamentales doivent être
posées, auxquelles nous essayerons de répondre à la fin de ce chapitre:

1. Quelles ont été les causes de ces changements linguistiques?


2. A quelles sources ont puisé les révolutionnaires afin de créer les nouveaux
mots et expressions?
3. Quelles ont été les raisons pour lesquelles certaines innovations linguis-
tiques introduites par les révolutionnaires ont été acceptées, alors que d’autres
ont été rejetées?

Changements linguistiques éphémères

a) Certains néologismes isolés

La liste en est longue, et difficile à établir:

- royaume --› loyaume (proposition d’un jacobin; volonté de détruire symboli-


quement la monarchie; loyaume = pays où seule règne la loi);

- civicide = qui tue les citoyens; se réfère au roi après son évasion manquée et
son arrestation à Varennes;

- républicide, nationicide, peuplicide, liberticide (racines gréco-latines, en


accord avec la vénération des révolutionnaires pour la République romaine);

- clubocratie = gouvernement à travers les clubs, c’est-à-dire les assemblées


politiques;

53
- culocratie: terme créé par les adversaires de la Révolution, pour désigner
le gouvernement de l’Assemblée Nationale où l’on votait en se levant ou en
restant assis.

b) Essais de transformation systématique de la langue

Le plus connu est le calendrier révolutionnaire. En 1793, le calen-


drier grégorien fut aboli. Que lui reprochait-on?
1) D’avoir été réformé en 1582 par le Pape Grégoire XIII, et de porter son
nom;
2) de commencer à la naissance supposée du Christ;
3) de vénérer le jour du Seigneur (Dominicus dies) un jour sur sept;
4) d’associer à chaque jour un saint chrétien. Ainsi, le poète-mathématicien
Fabre d’Eglantine tonnait-il: « Les prêtres avaient assigné à chaque jour de
l’année la commémoration d’un prétendu saint. Ce catalogue était le réper-
toire du mensonge, du charlatanisme. Nous avons pensé que la nation, après
avoir chassé cette foule de canonisés, devait y retrouver les utiles productions
de la terre, bien plus précieuses aux yeux de la raison que les squelettes béati-
fiés tirés des catacombes de Rome ».

C’est ainsi que furent créés 12 nouveaux noms de mois:

Automne (le calendrier révolutionnaire partait du 22 septembre):

vendémiaire (mois des vendanges)


brumaire (mois des brumes)
frimaire (mois des frimas)

Hiver:

nivôse (mois de la neige)


pluviôse (mois de la pluie)
ventôse (mois du vent)

Printemps:

germinal (mois de la germination)


floréal (mois des fleurs)
prairial (mois des prairies)

54
Eté:

messidor (mois des moissons)


thermidor (mois des chaleurs)
fructidor (mois des fruits)

Ces noms de mois avaient des racines gréco-latines, unies à l’évoca-


tion des phénomènes naturels. Le calendrier révolutionnaire prétendait être
systématique: chaque suffixe correspondait à une saison.
La semaine est désormais remplacée par la « décade » (période de 10
jours); les noms des nouveaux jours de la décade sont d’origine latine: pri-
midi, duodi, tridi, quartidi, quintidi, sextidi, septidi, octidi, nonidi, décadi.
Cependant, ce nouveau calendrier n’avait pas d’avantage réel. On
peut le trouver plus poétique et plus systématique que le calendrier grégorien,
mais en fait il présentait plusieurs inconvénients:

1) il commençait en septembre (jour de la proclamation de la République: le


22 septembre 1792), et non le 1er janvier, ce qui rendait nécessaire l’utilisation
de tables de concordance, non seulement par rapport à la période antérieure
à son introduction, mais aussi par rapport aux autres pays européens qui ne
l’avaient pas adopté;
2) le jour de repos pour les travailleurs était le décadi, donc tous les dix jours
(au lieu de sept dans le calendrier grégorien); d’où le mécontentement popu-
laire.

Ce calendrier ne dura que 13 ans (de 1793 à 1806); le calendrier gré-


gorien fut rétabli par Napoléon. Les causes de cette innovation, puis de cet
échec, sont nettement extralinguistiques.

Les noms des villes. Les révolutionnaires s’efforcèrent de purger la


toponymie française de toutes ses références chrétiennes et monarchiques.
Tous les saints, rois et princes devaient disparaître, pour être remplacés par
des références républicaines. En voici quelques exemples:

Le Mont-Saint-Michel --› le Mont-Libre


Saint-Pierre-le-Moutier --› Brutus-le-Moutier
Pont-l’Evêque --› Pont-Libre
Pont-l’Abbé --› Pont-Marat
Bourg-la-Reine --› Bourg-Egalité

55
Tremblay-le-Vicomte --› Tremblay-sans-culottes
Argenton-le-Château --› Argenton-le-Peuple
Grenoble (de Gratianapolis) --› Grelibre

Du point de vue linguistique, cette nomenclature était relativement


monotone (quoique guère plus que celle de la toponymie chrétienne tradition-
nelle). Peu de ces noms ont subsisté; une exception: l’Ile Bourbon, rebaptisée
par les révolutionnaires « Ile de la Réunion ».

Les noms des rues et des places. De même que dans le cas des villes,
on organisa une chasse aux saints et aux princes, pour les remplacer par une
nomenclature républicaine. L’exemple partit de Paris; ce fut l’abbé Grégoire
qui fut chargé d’élaborer un plan général de laïcisation des rues, applicable
non seulement à la capitale, mais à l’ensemble des villes de la République; à
Paris furent introduits, entre autre, les changements suivants:

Place Louis XV --› Place de la Concorde


Place du Parvis-Notre-Dame --› Place de l’Humanité Républicaine
Rue Princesse --› Rue Révolutionnaire
Pont Notre-Dame --› Pont de la Raison
Montmartre --› Mont-Marat

Le Projet de changement des noms des rues, de 1791, affirmait: « Pa-


ris, d’un bout à l’autre, ne sera véritablement, aux yeux de l’Europe, que le
grand livre des Droits de l’Homme ».
Peu de ces nouvelles dénominations ont subsisté jusqu’à nos jours
(une exception: la Place de la Concorde).

Les noms de personnes

Prénoms: La Société Populaire de Montpellier présenta, le 26 vendémiaire de


l’An III, un Mémoire sur les noms à substituer aux noms de baptême ou Projet
de prénoms étrangers à tout culte. Un almanach républicain, présenté par deux
instituteurs parisiens, proposait les prénoms suivants:

Léonidas
Gracchus (héros grecs et romains)
Brutus

56
Egalité
Liberté (vertus républicaines)

Carotte
Citron (exaltation de la Nature éternelle et universelle)
Melon
Poule

Noms de famille: Les particules nobiliaires furent supprimées. Par exemple,


« De la Réveillère de Lépeaux » devient « Réveillère-Lépeaux ». De même,
les noms rappelant la monarchie furent éliminés (Leroy, Leprince, Leduc,
Lecomte, Chevalier, etc.).

Exemples de nouveaux noms: Augustin République


Elisabeth Unité
Jeanne-Marie Fraternité.

Le tutoiement obligatoire. Le 24 brumaire An II, le Comité Révolutionnaire


du Département du Tarn interdit l’usage du « vous » pour s’adresser à une
seule personne, et rendit le tutoiement obligatoire: « Le mot ‘vous’ quand il
n’est question que d’un seul individu, est dès ce moment banni de la langue
des Français libres, et il sera dans toutes les occasions remplacé par le mot ‘tu’
ou ‘toi’ » (cf. Annexe « Arrêté pris le 24 brumaire An II par le Comité Révolu-
tionnaire du Département du Tarn »).
Dans le même sens, un arrêté de la Commune de Paris décide de rem-
placer les mots « Monsieur » et « Madame » par « citoyen » et « citoyenne »
(« Monsieur » étant le titre employé sous l’Ancien Régime pour désigner le
frère puîné du roi; et « Madame » celui qui était employé pour désigner la
reine, la fille aînée du roi ou la femme de « Monsieur »).
La volonté à la base de tels décrets était évidemment de supprimer les
distinctions sociales. Mais dans la mesure où l’égalité n’était que de droit et
non de fait, ces décrets restèrent lettre morte.

Changements linguistiques durables

a) Néologismes isolés

La liste en est fort longue; on peut consulter à ce sujet le Dictionnaire


de l’Académie française de 1798, qui contient « les mots nouveaux en usage

57
depuis la Révolution » (on remarquera la rapidité avec laquelle l’Académie
entérina les néologismes révolutionnaires!). Parmi ceux-ci figurent de nom-
breux termes d’opposition politique:

- antidémocratique, antirépublicain
- contre-révolution, contrepartie
- régicide
- guillotine (du nom de son inventeur, Guillotin)
- expropriation (de la noblesse et du clergé)
- vandalisme (des Vandales, barbares qui envahirent l’Europe occidentale à la
fin de l’Empire romain)
- terroriser (de la Terreur)
- la droite, par opposition à la gauche (en fonction du côté de l’Assemblée où
siégeaient les députés)
- la classe ouvrière (expression utilisée pour la première fois au moment de la
Révolution).

Pour la plupart, il s’agit de néologismes créés à partir de racines latines.


De nombreux termes d’origine anglaise furent introduits dans la langue fran-
çaise:

- club (attesté dès 1710)


- majorité, minorité
- motion
- vote
- non-acceptation (alors que le préfixe français de négation est « in- »).

Il s’agit de termes politiques empruntés à l’anglais, en rapport avec


l’admiration des révolutionnaires pour le système de gouvernement britannique.

b) Transformations systématiques

Les anciens termes administratifs et fiscaux furent supprimés. Ainsi,


tous les impôts de l’Ancien Régime disparurent: la taille (redevance payée au
seigneur par les serfs et les roturiers), la dîme (fraction variable de la récolte
prélevée par l’Église), la gabelle (impôt sur le sel), etc. La diversité fiscale et
linguistique de l’Ancien Régime fut remplacée par l’unité républicaine. Le mot
lui-même d’impôt fut remplacé par celui, plus démocratique, de « contribu-
tion ».

58
Au niveau administratif, la nomenclature fit elle aussi l’objet d’une
refonte systématique: c’est ainsi que furent créés les départements, les arron-
dissements, les municipalités, les préfets, les préfectures, les sous-préfets, les
sous-préfectures.
Les anciennes unités de poids et mesures furent remplacées par le
système métrique (mètre, kilomètre, gramme, kilogramme, litre, etc.), dont
le succès irait bien au-delà des frontières de la France (au Mexique, il serait
adopté en 1857).

Il s’agit là d’une tentative réussie d’unification des pratiques et de


la terminologie. Son succès est dû non pas tant à la Révolution elle-même
qu’aux nécessités de l’intensification des échanges commerciaux au niveau
national et, plus tard, international.

Conclusions

Reprenons nos trois questions initiales:

1) Quelles furent les causes de ces changements linguistiques?

a) La volonté de détruire l’Ancien Régime sous tous ses aspects: mo-


narchique, ecclésiastique, social, fiscal, administratif, politique. Le langage
permet une destruction symbolique de l’Ancien Régime; en ce sens, on peut
parler d’une « guillotine linguistique ».

b) la volonté de créer un nouveau système: le langage permet une


construction symbolique de la République.

c) la volonté d’unifier la France, voire le monde entier, autour de Pa-


ris. Les changements sont dictés, plus ou moins directement, par Paris:

- chasse aux particularismes et aux langues régionales;


- imposition des institutions et de la terminologie centrales (calen-
drier, poids et mesures, impôts, noms et prénoms).

2) A quelles sources puisèrent les révolutionnaires afin de créer les nouveaux


termes et expressions?

59
a) Les racines gréco-latines, en raison de leur admiration pour la
République romaine. Or, le grec et le latin sont les deux langues auxquelles
traditionnellement avait recours le français pour créer de nouveaux termes
(scientifiques, par exemple). Les révolutionnaires n’ont donc fait que suivre la
tendance générale de l’évolution de la langue française.

b) Les termes politiques anglais; cette tendance n’est pas née de la


Révolution, mais existait déjà auparavant. Le mot « club », par exemple, avait
déjà été enregistré par certains dictionnaires français dès 1710, et en 1757
avait paru un ouvrage intitulé Préservatif contre l’anglomanie. La Révolution
ne fit donc qu’accentuer cette tendance anglophile.

c) Le français de la région parisienne, étendu systématiquement au


reste de la France. Là encore, le phénomène n’avait rien de nouveau, puisqu’il
remontait au moins au Moyen Âge et à l’installation de la Cour des rois de
France à Paris. La Révolution ne fit que renforcer cette tendance unificatrice,
sous les couleurs du drapeau républicain.

3) Quelles furent les raisons pour lesquelles certaines innovations furent ac-
ceptées, et d’autres rejetées?

La réponse n’est pas facile. Les théories structuralistes, comme celle


de Martinet, par exemple, sont incapables d’expliquer ce phénomène. Pour
en rendre compte, il faut envisager non pas (ou non pas essentiellement) la
langue « en elle-même », mais la langue dans ses rapports avec la société
et son évolution. C’est pourquoi la Révolution française, qui a été aussi une
révolution linguistique, offre un vaste champ de recherche à la sociolinguis-
tique. Dans cette perspective, il est clair, par exemple, que pour que des chan-
gements linguistiques soient durables, ils doivent être soutenus par un régime
politique et social durable. Il est clair aussi, et c’est une des grandes leçons
de la Révolution française, que contrôler la langue c’est aussi, dans une large
mesure, contrôler le peuple qui la parle.

60
CHAPITRE XII

LE FRANÇAIS AU XIXe SIÈCLE

Gardons-nous de croire qu’à la fin du XVIIIe siècle tous les Français


parlaient le français! En effet, l’abbé Grégoire avait constaté en 1794: « On
peut assurer sans exagération qu’au moins six millions de Français, surtout dans
les campagnes, ignorent la langue nationale; qu’un nombre égal est à peu près
incapable de soutenir une conversation suivie; qu’en dernier résultat le nombre
de ceux qui l’écrivent correctement est encore moindre ».
Au début du XIXe siècle, les statistiques obtenues par Coquebert de
Montbret donnent les résultats suivants: 27 926 000 locuteurs « français »,
4 071 000 locuteurs italiens, 2 705 000 locuteurs allemands, 2 277 000 locuteurs
flamands, 967 000 locuteurs bretons et 108 000 locuteurs basques.
Cependant, au cours du XIXe siècle un certain nombre de phénomènes
historiques viendront homogénéiser la situation linguistique de la France.

Quelques phénomènes historiques importants pour l’évolution de la langue


Le XIXe siècle est marqué par les grandes découvertes scientifiques, les
révolutions industrielles transforment considérablement la vie des Français. Le
XIXe siècle est, en particulier, le siècle de la machine et vapeur et du chemin de
fer: en 1837 est inaugurée la première voie ferrée en France (de Paris à Saint-
Germain en Laye), à la suite de quoi des milliers de kilomètres de voies ferrées
sillonneront le pays, facilitant les échanges de marchandises ainsi que le trans-
port des personnes et désenclavant les campagnes.

La presse (journaux, périodiques) se développe, contribuant à unifier


la langue française.

Jules Ferry, Ministre de l’Instruction publique de 1979 à 1883, rend


l’école primaire obligatoire et ouvre aussi les portes des écoles secondaires
aux jeunes filles:

Loi de 1882 (loi Jules Ferry), Article 4: « L’instruc-


tion primaire est obligatoire pour les enfants des deux
sexes âgés de 6 ans révolus à 13 ans révolus; elle peut
être donnée soit dans les établissements d’instruction
primaire ou secondaire, soit dans les écoles publiques
ou libres, soit dans les familles par le père de famille
lui-même ou par toute personne qu’il aura choisie ».

61
Deux grands dictionnaires apparaissent à la fin du XIXe siècle. Le premier
est le Dictionnaire de la Langue Française, d’Émile Littré, puis, en 1876, le Grand
Dictionnaire Universel, de Pierre Larousse. À la fin du XIXe siècle, le dictionnaire
devient un outil pour tous les Français.
En résumé, le chemin de fer, la presse, les dictionnaires et l’école obliga-
toire homogénéisent la langue française dans l’ensemble du pays.

Le français dans la littérature du XIXe siècle


Le XIXe siècle, siècle du romantisme en littérature, connaît un véritable
engouement pour le Moyen Âge (cf. Viollet-le-Duc, grand restaurateur de mo-
numents médiévaux, notamment de la cité de Carcassonne). Dans Notre-Dame de
Paris, par exemple, Victor Hugo situe le cadre de son roman dans le Paris médiéval,
trouvant bon de mélanger la langue de son époque « avec la fange féconde des vieux
mots ». Chateaubriand fait de même lorsque, dans Le génie du christianisme, il
réhabilite l’art gothique. La littérature du XIXe siècle se plaît à cultiver l’archaïsme.
De même, la littérature du XIXe siècle tend à introduire des personnages de
tous les milieux et à leur faire correspondre un langage qui ne les trahisse pas trop.
George Sand, Maupassant, Balzac, entre autres, ont été sensibles à l’allure directe,
spontanée, des mots et expressions régionales qu’ils introduisaient dans leurs ré-
cits (cf. Annexe, « La Bête à Maît’Belhomme »). Chez Maupassant, par exemple,
nous trouvons peuple pour peuplier, forme que Littré qualifie de populaire et qui se
trouve dans le glossaire de différentes régions. Pour désigner le remblai qui entoure
les fermes normandes, ce même auteur utilise le terme régional de fossé.
Enfin, l’argot fait l’objet d’un goût très répandu au XIXe siècle. Ainsi,
Balzac s’écrie: « Tout est farouche dans cet idiome. Les syllabes qui commencent
ou qui finissent les mots sont âpres et détonnent singulièrement... Quelle vivacité
d’images! ». Les Mémoires de Vidocq – ancien prisonnier devenu policier –, pu-
bliées en 1828, contribuent à populariser l’argot. En 1831, dans Notre-Dame de
Paris, Victor Hugo décrit la « cour des miracles » et reprend la langue des men-
diants et des truands.
Dans le cadre d’une langue pour initiés, destinée à être incompréhensible
pour les autres, il faut citer le louchébem, encore pratiqué vers 1920 par les bou-
chers de La Villette. À la manière du largonji, confirmé par Vidocq, ou du javanais,
apparu au XIXe siècle et dans lequel on ajoutait av entre chaque syllabe, il s’agit de
déguiser le mot en substituant un « l » à la place de la première lettre en transposant
cette lettre à la fin du mot devant un suffixe variable: -èm, -oc, -muche, ès, etc. Ainsi,
dans l’argomuche des louchébèmes (bouchers), « C’est parti, on va boire un coup! »
devient « C’est lartipèm, on lavem loibème un loukès! ».
La littérature du XIXe siècle se caractérise donc par un enrichissement et
une diversification du lexique, selon des directions variées: archaïsmes, régiona-
lismes, argot.

62
ANNEXES

63
64
C. IULII CAESARIS

COMMENTARIORUM DE BELLO GALLICO

LIBER PRIMUS

Gallia est omnis divisa in partes tres, quarum unam incolunt Belgae,

aliam Aquitani, tertiam qui ipsorum lingua Celtae, nostra Galli appellantur.

Hi omnes lingua, institutis, legibus inter se differunt. Gallos ab Aquitanis

Garumna flumen, a Belgis Matrona et Sequana dividit. Horum omnium

fortissimi sunt Belgae, propterea quod a cultu atque humanitate provinciae

longissime absunt, minimeque ad eos mercatores saepe commeant, atque ea,

quae ad effeminandos animos pertinent, important proximique sunt Germanis,

qui trans Rhenum incolunt, quibuscum continenter bellum gerunt. Qua de

causa Helvetii quoque reliquos Gallos virtute praecedunt, quod fere cotidianis

proeliis cum Germanis contendunt, cum aut suis finibus eos prohibent aut

ipse in eorum finibus bellum gerunt. Eorum una pars, quam Gallos obtinere

dictum est, initium capit a flumine Rhodano, continetur Garumna flumine,

Oceano, finibus Belgarum, attingit etiam ab Sequanis et Helvetiis flumen

Rhenum, vergit ad septentriones. Belgae ab extremis Galliae finibus oriuntur,

pertinent ad inferiorem partem fluminis Rheni, spectant in septentriones et

orientem solem. Aquitania a Garumna flumine ad Pyrenaeos montes et eam

partem Oceani, quae est ad Hispaniam, pertinet; spectat inter occasum solis et

septentriones.

65
66
Brunain, la vache au prêtre

(fabliau picard du XIIIe siècle)

1 D’un vilain conte et de sa fame


2 C’un jor de feste Nostre Dame
3 Aloient ourer a l’yglise.
4 Li prestres, devant le servise,
5 Vint a son proisne sermoner,
6 Et dist qu’il faisoit bon doner
7 Por Dieu, qui reson entendoit;
8 Que Diex au double li rendoit
9 Celui qui le fesoit de cuer.
10 “Os”, fet li vilains, “bele suer,
11 Que noz prestres a en couvent:
12 Qui por Dieu done a escient,
13 Que Dex li fet mouteploier.
14 Miex ne poons nous emploier
15 No vache, se bel te doit estre,
16 Que pour Dieu le donons le prestre:
17 Ausi rent ele petit lait.
18 - Sire, je vueil bien que il l’ait,”
19 Fet la dame, “par tel reson.”
20 Atant s’en vienent en meson,
21 Que ne firent plus longue fable.
22 Li vilains s’en entre en l’estable,
23 Sa vache prend par le lïen,
24 Presenter le vait au doien.
25 Li prestres ert sages et cointes.
26 “Biaus sire”, fet il a mains jointes,
27 “Por l’amor Dieu Blerain vous doing.”
28 Le lïen li a mis el poing,
29 Si jure que plus n’a d’avoir.
30 “Amis, or as tu fet savoir,”
31 Fet li provoires dans Constans,
32 Qui a prendre bee toz tans,
33 “Va t’en, bien as fet ton message,
34 Quar fussent or tuit ausi sage
35 Mi paroiscien come vous estes,

67
36 S’averoie plente de bestes.”
37 Li vilains se part du provoire.
38 Li prestres comanda en oirre
39 C’on face, pour aprivoisier
40 Blerain avoec Brunain lïer,
41 La seue grant vache demaine.
42 Li clercs en lor jardin la maine,
43 Lor vache trueve, ce me samble.
44 Andeux les acoupla ensamble;
45 Atant s’en torne, si les lesse.
46 La vache le prestre s’abesse
47 Por ce que voloit pasturer,
48 Mes Blere nel vout endurer,
49 Ainz sache le lïens si fors
50 Du jardin la traïna fors:
51 Tant l’a menee par ostez,
52 Par chanevieres et par prez,
53 Qu’elle est reperie a son estre
54 Avoecques la vache le prestre
55 Qui moult a mener li grevoit.
56 Li vilains garde, si le voit;
57 Moult en a grant joie en son cuer.
58 “Ha” fet li vilains, “bele suer,
59 Voirement est Diex bon doublere,
60 Quar li et autre revient Blere:
61 Une grant vache amaine brune;
62 Or en avons nous II. por une:
63 Petis sera nostre toitiaus.”
64 Par exemple dist cis fabliaus
65 Que fols est qui ne s’abandone;
66 Cil a le bien cui Diex le done,
67 Non cil qui le muce et enfuet.
68 Nus home mouteplier ne puet
69 Sanz grant eür, c’est or del mains.
70 Par grant eür ot li vilains
71 II. vaches et li prestres nule.
72 Tels cuide avancier qui recule.

68
CHRETIEN DE TROYES (1135 ? - 1190 ?)

Le « nice » valet

(Perceval le Galois a été élevé par sa mère au milieu des bois. Sans aucune
idée de ce qu’est le monde, il part sur son cheval pour aller à la cour deman-
der des armes au roi. Il voit, dans une belle prairie, à côté d’une fontaine, un
pavillon magnifique. Il croit que c’est une église et, suivant les conseils de sa
mère, il se propose d’y entrer pour prier Dieu. Or, au milieu du pavillon, une
demoiselle était endormie...)

1 Quant li vaslez el tref entra


2 Ses chevax si fort s’acopa
3 Que la dameisele l’oi;
4 Si s’esveilla e tressailli.
5 E li vaslez, qui nices fu
6 Dist: “pucele, je vos salu,
7 Si con ma mere le m’aprist.
8 Ma mere m’anseigna e dist
9 Que les puceles saluasse
10 En quel que leu les trovasse”.
11 La pucele de poer tranble
12 Por le vaslet qui fol li sanble;
13 Si se tient por fole provee
14 De ce qu’il l’a sole trovee.
15 “Vaslez”, fet ele, “tien ta voie”.
16 Fui, que mes amis ne te voie”.
17 - “Einz vos beiserai, par mon chief”,
18 Fet li vaslez, “cui qu’il soit grief,
19 Que ma mere le m’anseigna”.
20 - “Je, voir, ne te beisere ja”,
21 Fet la pucele, “que je puisse.
22 Fui, qu’i mes amis ne te truisse;
23 Que, s’il te trueve, tu es morz”.

Vocabulaire: v.1: tref = pavillon; v.2: s’acopa = choppa, trébucha; v.5: nices =
simple, naïf; v.13: provee = prouvée, véritable; v.17: einz = avant, auparavant;
v.20: voir = certes; ja = jamais; v.22: truisse = trouve.

69
- Déterminez quel est le cas (sujet, régime), le nombre (singulier, pluriel) et la
fonction grammaticale des noms suivants:

v.1: « li vaslez »


v.1: « tref »
v.2: « chevax »
v.5: « li vaslez »
v.12: « le vaslet »
v.16: « mes amis »
v.22: « mes amis »

- L’utilisation des pronoms personnels sujet est-elle aussi systématique qu’en


français moderne? Donnez quelques exemples.

- Expliquez le sens des mots suivants: v.1: « el »; v.22: « i ».

- Transposez le texte en français moderne.

70
ARRÊTÉ PRIS LE 24 BRUMAIRE AN II PAR LE
COMITÉ RÉVOLUTIONNAIRE DU DÉPARTEMENT DU TARN

Le Comité révolutionnaire, considérant qu’il est de l’essence de son institution


de contribuer de tout son pouvoir à l’anéantissement des abus du régime ancien;
considérant que les principes éternels de l’égalité ne peuvent pas souffrir qu’un
citoyen dise « vous » à un autre citoyen qui lui répond par « toi »; considérant
que le mot « vous » adressé à un particulier choque également les règles de
la raison, du bon sens et même de la vérité rigoureuse, puisqu’un particulier
n’est pas plusieurs; considérant enfin que le langage d’une nation régénérée
ne doit plus être celui d’une nation esclave, mais qu’il doit être le signe et le
garant de sa régénération,

arrête:

ARTICLE PREMIER. – Le mot « vous », dans les pronoms ou dans les verbes,
quand il n’est plus question que d’un seul individu, est dès ce moment banni
de la langue des Français libres et il sera dans toutes les occasions remplacé
par le mot « tu » ou « toi ».

ARTICLE II. – Dans tous les actes publics ou privés, le « tu » ou « toi » sera
scrupuleusement substitué au « vous » quand il s’agit d’un individu.

ARTICLE III. – Le présent arrêté sera imprimé, affiché et envoyé aux sociétés
populaires et aux autorités constituées du département du Tarn.

71
72
La Bête à Maît’Belhomme
(Guy de Maupassant: 1850-1893)

La diligence du Havre allait quitter Criquetot et tous les voyageurs


attendaient l’appel de leur nom dans la cour de l’hôtel du Commerce tenu par
Malandain fils. C’était une voiture jaune, montée sur des roues jaunes aussi
autrefois, mais rendues presque grises par l’accumulation des boues. Celles
de devant étaient toutes petites; celles de derrière, hautes et frêles, portaient le
coffre difforme et enflé comme un ventre de bête. Trois rosses blanches, dont
on remarquait, au premier coup d’œil, les têtes énormes et les gros genoux
ronds, attelées en arbalète, devaient traîner cette carriole qui avait du monstre
dans sa structure et son allure. Les chevaux semblaient endormis déjà devant
l’étrange véhicule.
Le cocher, Césaire Horlaville, un petit homme à gros ventre, souple,
cependant, par suite de l’habitude constante de grimper sur les roues et
d’escalader l’impériale, la face rougie par le grand air des champs, les pluies,
les bourrasques et les petits verres, les yeux devenus clignotants sous les coups
de vent et de grêle, apparut sur la porte de l’hôtel en s’essuyant la bouche d’un
revers de main.
De larges paniers ronds, pleins de volailles effarées, attendaient
devant des paysannes immobiles. Césaire Horlaville les prit l’un après l’autre
et les posa sur le toit de sa voiture; puis il y plaça plus doucement ceux qui
contenaient des œufs; il y jeta ensuite, d’en bas, quelques petits sacs de grain,
de menus paquets enveloppés de mouchoirs, de bouts de toile ou de papiers.
Puis il ouvrit la porte de derrière et, tirant une liste de sa poche, il lut en
appelant:
- Monsieur le curé de Gorgeville.
Le prêtre s’avança, un grand homme puissant, large, gros, violacé et
d’air aimable. Il retroussa sa soutane pour lever le pied, comme les femmes
retroussent leurs jupes, et grimpa dans la guimbarde.
- L’instituteur de Rollebosc-les-Grinets.
L’homme se hâta, long, timide, enredingoté jusqu’aux genoux; et il
disparut à son tour dans la porte ouverte.
- Maît’ Poiret, deux places.
Poiret s’en vint, haut et tordu, courbé par la charrue, maigri par l’abstinence,
osseux, la peau séchée par l’oubli des lavages. Sa femme le suivait, petite
et maigre, pareille à une bique fatiguée, portant à deux mains un immense
parapluie vert.

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- Maît’ Rabot, deux places.
Rabot hésita, étant de nature perplexe. Il demanda: « C’est ben mé
qu’t’appelles? ». Le cocher, qu’on avait surnommé « dégourdi », allait répondre
une facétie, quand Rabot piqua une tête vers la portière, lancé en avant par une
poussée de sa femme, une gaillarde haute et carrée dont le ventre était vaste
et rond comme une futaille, les mains larges comme des battoirs. Et Rabot fila
dans la voiture, à la façon d’un rat qui rentre dans son trou.
- Maît’ Ganiveau.
Un gros paysan, plus lourd qu’un bœuf, fit plier les ressorts et s’engouffra
à son tour dans l’intérieur du coffre jaune.
- Maît’ Belhomme.
Belhomme, un grand maigre, s’approcha, le cou de travers, la face dolente,
un mouchoir appliqué sur l’oreille comme s’il souffrait d’un fort mal de dents.
Tous portaient la blouse bleue par-dessus de singulières vestes de drap
noir ou verdâtre, vêtements de cérémonie qu’ils découvraient dans les rues
du Havre, et leurs chefs étaient coiffés de casquettes de soie, hautes comme
des tours, suprême élégance dans la campagne normande. Césaire Horlaville
referma la portière de sa boîte, puis monta sur son siège et fit claquer son
fouet...
Soudain Maît’ Belhomme qui tenait toujours son mouchoir sur son oreille
se mit à gémir d’une façon lamentable. Il faisait « gniau... gniau... gniau », en
tapant du pied pour exprimer son affreuse souffrance.
- Vous avez donc bien mal aux dents? demanda le curé.
Le paysan cessa un instant de geindre pour répondre: « Non point, m’sieu
le curé... c’est point des dents... c’est de l’oreille, du fond de l’oreille... –
Qu’est-ce que vous avez donc dans l’oreille. Un dépôt? – J’sais point si c’est
un dépôt, mais j’sais ben que c’est eune bête, un’grosse bête, qui m’a entré
d’dans, vu que j’dormais su l’foin, dans l’grenier. – Un’bête, vous êtes sûr? –
Si j’en suis sûr? Comme du Paradis, m’sieu le curé, vu qu’a m’grignote l’fond
de l’oreille. A m’mange la tête, pour sûr! A m’mange la tête. Oh! gniau...
gniau... gniau... »
Et il se remit à taper du pied.
Un grand intérêt s’était éveillé dans l’assistance. Chacun donnait son avis.
Poiret voulait que ce fût une araignée, l’instituteur que ce fût une chenille. Il
avait vu ça une fois déjà à Capemuret, dans l’Orne, où il était resté six ans;
même la chenille était entrée dans la tête et sortie par le nez. Mais l’homme
était demeuré sourd de cette oreille-là, puisqu’il avait le tympan crevé.
- C’est plutôt un ver, déclara le curé.
Maît’ Belhomme, la tête renversée de côté et appuyée contre la portière,

74
car il était monté le dernier, gémissait toujours.
- Oh! gniau... gniau... gniau... j’croirais ben qu’c’est eune frémi, eune grosse
frémi, tant qu’a mord... T’nez, m’sieu le curé, a galope... a galope... Oh!
gniau... gniau... gniau... qué misère!...
- T’as point vu le médecin? demanda Ganiveau.
- Pour sûr non.
- D’où vient ça?
La peur du médecin sembla guérir Belhomme.

[Le médecin? Maît’ Belhomme n’a pas de sous pour « ces fainéants-là »,
qui viennent « eune fois, deux fois, trois fois, quat’fois, cinq fois » et vous
demandent « deusse écus pour sûr »! Pour le délivrer de son supplice, on
arrête la diligence dans une auberge et on entreprend de noyer la « bête ». On
emplit l’oreille du patient avec de l’eau mêlée de vinaigre et on le retourne
« tout d’une pièce » sur une cuvette. Enfin on aperçoit une bestiole qui s’agite
au fond de la cuvette. Maît’ Belhomme la contemple gravement, puis « il
grogna: Te voilà, charogne! et cracha dessus »].

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76
Le faux Jésus
(Maurice Mercier, écrivain français né à Cours [Rhône] en 1942)

Durant quelques années, mes toutes premières, je crus dur comme fer
que ma grand’mère était née vieille. Je m’explique: quand j’ouvris les yeux,
elle avait soixante-dix ans; et dans me petite tête, je croyais que le monde avait
pris naissance avec moi… le même jour. Avant, rien… le néant. Ou plutôt si,
le monde existait, mais à l’état latent; il m’attendait comme figé. Arrêt sur
image!
Me voilà… et hop ! tout démarre.
L’histoire commence.
Ce raisonnement pour le moins simpliste sombra très vite dans l’oubli,
mais en ce qui concerne ma grand’mère, là, pas d’erreur: elle fut ma toute
première connaissance de l’espèce humaine.
Son visage me resta gravé « d’entrée », si j’ose dire. Pourquoi ? Tout
simplement parce qu’elle me fit peur dès que je la vis.
Sans parler de traumatisme ou de choc émotionnel, non, mais sa
grosse tête toute fripée, penchée sur mon berceau, avec ses cheveux blancs en
bataille, ses dents gâtées, me causèrent une réelle frayeur.
Elle me l’avoua plus tard: « Ah toi, dès que j’approchais de ton
berceau, tu braillais ! Même qu’un jour, à six mois, tu m’as tiré les oreilles ! ».
Elle ajoutait avec malice: « Eh mais, rassure-toi, je me suis bien vengée plus
tard, va… ».
J’étais ce qu’on appelle « le petit dernier » d’une famille de quatre:
un frère, deux sœurs, et donc le noyau central d’affection. Je barbotais
douillettement dans une onde tranquille, sans écueil ni danger, submergé
d’affection et de cadeaux.
À l’âge de deux ans, pour Noël, je reçus un drôle de jouet: une
bulle, sorte de grosse sphère en plastique transparent montée sur roulettes,
dans laquelle je pouvais circuler librement dans la maison, à l’aide de petites
pédales. Que c’était drôle, à toute vitesse de la chambre à la cuisine, en passant
par la souillarde. Tutûûût… laissez passer ! Garez-vous !
Mais le jour même, dans l’après-midi, boum ! Rude contact contre
la porte-fenêtre du vestibule. Ce que je voyais dehors me faisait perdre le
contrôle de mon véhicule !
Des petits trucs tout blancs dégringolaient du ciel ! Mais… mais…
c’était quoi, ça ? Jamais vu.
- Mémé ! Mémé !... viens vite… regarde… c’est quoi ?

77
Me voyant tout agité dans ma bulle de plastique, elle éclata de rire.
- Ah ah !… mais c’est de la neige, mon petit, de la neige.
Explication insuffisante.
- De la neige… ah bon ! Mais pourquoi c’est blanc ?
Elle m’expliqua alors patiemment que le jour de Noël, les anges du
ciel peignaient les gouttes de pluie une à une, et les expédiaient sur la terre
pour faire plaisir aux hommes.
- Je veux toucher la neige ! Allez, habille-moi, mémé, on sort !
- Ah non, pas aujourd’hui, il fait trop froid. Plus tard.
- Quand, plus tard ? Non, non, tout de suite, allez… viens !
Enfin grand’mère cédait, j’avais gagné.
Dehors, je la pressai de questions:
- Pourquoi c’est froid, le blanc ? Et les anges… et Noël… c’est qui ? C’est
quoi, les zommes ?
- Les hommes ? Ben, les hommes c’est… c’est toi, moi, tout le monde, tous
ceux que tu vois marcher devant nous. C’est ça, les hommes.
- Ah ! Ils sont gentils ?
- Oh ! Pas toujours, tu sais, pas toujours; ils font bien souvent, comme toi,
des caprices.
- Regarde, mémé ! Regarde là-bas, çui qui court vite, çui qu’a quat’pattes,
c’est aussi un zomme ?
- Ah ! Non, non… ça c’est pas un z’homme, c’est un chien – un gros chien.
- Et pourquoi ?
- Pourquoi, pourquoi ; tu m’embêtes à la fin avec tes questions ! Bon, on va
aller à l’église voir la crèche; mais attention, hein, je te préviens: pas un
mot ; je ne veux pas t’entendre. Je t’expliquerai tout à la maison, mais ici
on se tait ! Chut, nous y sommes…
Et tout bas, à l’entrée, elle ajouta:
- Tu vois là-haut, tous ces bonshommes debout contre les murs, ils font
dodo. Si tu les réveilles, ils pourraient descendre te gronder.
- Ils font dodo debout ?
- Ah ça, tu l’as dit, oui ! Ici on dort toujours debout… jamais couché !
Dormir debout, jamais couché: je ne comprenais rien du tout à ce
qu’elle me racontait, ma mémé. C’est très très compliqué les zommes.
- Dis, mémé !
- Quoi encore ?
- Pourquoi tu mets ta main dans l’eau ?
- Passe que ! Bon, maintenant, silence ! Ouvre grands tes yeux. Regarde

78
là-bas, au fond de l’allée.
Oôôôôôôh ! Merveille ! Je fus comme ébloui. Devant ce jeu de
lumières multicolores un monde irréel s’ouvrait à moi. Que c’était beau !
Toutes ces choses… ces… ces… j’ignorais leurs noms, mais peu importe, à
quoi bon savoir ? À deux ans, voir suffit. Et lorsque grand’mère glissa un sou
dans une grosse boîte carrée, que celle-ci chanta, mon cœur cessa de battre.
Muet d’admiration.
- Mozy !... ouh ouh, petit Mozy !... Tu m’écoutes ? Je vais m’absenter un
petit moment ; rassure-toi, pas longtemps. Je vois là-bas Monsieur le
Curé, je dois lui parler, lui donner des messes pour ton grand-père.
-  ? ? ?
- Surtout, ne bouge pas, hein ! J’en ai pour deux minutes. Et attention,
souviens-toi: pas parler !
J’ignore ce qui se passa alors dans ma petite tête, mais sitôt grand’mère
partie, je fis une chose inimaginable: je grimpai à quatre pattes dans la crèche,
pris délicatement le petit Jésus, le glissai sous les pattes du bœuf, et pris sa
place dans sa couche – tout simplement.
Couché bien au chaud sur la paille, entouré de bêtes qui dormaient –
décidément, tout le monde roupillait ici – je battis des mains heureux comme
un roi !
Un petit âne me fixait de ses yeux tout ronds. J’avoue, il m’effraya un
peu – les ânes, ça dort sans doute les yeux ouverts. Devant moi, une rivière
argentée coulait sans bruit; et sur les arbres on voyait des têtes de bébés tout
blancs, avec des ailes dorées.
Mémé m’avait parlé un jour du Paradis, un lieu magique. J’y étais.
Mais soudain: clac – clac – clac – clac – clac… du bruit ! On aurait dit
les sabots d’un cheval. Attention, on approchait.
- C’est toi, mémé ? Je suis là !
Je levai la tête, ah ! que vis-je ?
Trois petits enfants, en sabots, là devant moi, me fixaient sans broncher.
Leurs petites mains, rougies par le froid, tremblaient légèrement.
Je me présentai: « Bonjour. Je m’appelle Mozy. Et vous ? ».
L’un d’eux enfin se décida à parler… Oh ! Pas grand-chose:
- Y…Y…il parle !... Y…Y… il bouge !
Et pffft ! Tels des moineaux affolés, ils s’envolèrent à toute vitesse. Ça
alors ! Clac – clac – clac – clac – clac…
La porte de l’église resta grande ouverte.

79
Un peu plus tard, mémé revint.
- Mozy ! Mozy ! Où es-tu ? Mozy, réponds-moi !
- Je suis là, mémé… je suis là… Viens, viens te coucher avec moi… on est
bien, tu sais !
Je reçus ce jour-là, 25 décembre, la toute première correction
« soignée » de ma jeune existence; cette fois, d’autres mains se chargèrent de
tirer d’autres oreilles !
En trente secondes, tout fut remis en place, le vrai Jésus retrouva sa
couche, le bœuf fut remis d’aplomb sur ses pattes, légèrement de travers pour
qu’on ne remarque pas qu’il n’avait plus de queue… un arbre redressé, les
bébés sous la mousse, et nous… vite, dehors !
Ah là là, quelle aventure !

Dans l’heure qui suivit tout Cours apprit la nouvelle… un tremblement


de terre… L’Enfant Jésus était apparu en chair et en os à trois petits Coursiauds.
Miracle, miracle !
Interrogés durant des heures, soupçonnés de fabulation, nos trois
héros tenaient tête à tous leurs détracteurs, évitaient les pièges, les menaces.
- Mais puisqu’on vous dit qu’Il bougeait, qu’Il parlait !
- Mais Y vous a dit quoi ?
- « C’est toi, mémé ? Je suis là ! »
- « C’est toi, mémé ? Je suis là ! »
- « C’est toi, mémé ? Je suis là ! »
Le cardinal Gerlier, archevêque de Lyon, rapidement informé de
l’événement qui secouait l’évêché, se rendit sur place et fit son enquête. Il
se plongea dans les textes bibliques pour, espérait-il, y dénicher la supposée
grand’mère du Christ ! Une question le tourmentait: la mère de la Vierge
Marie était-elle vierge ? Il le pensait, persuadé que la Sainte Famille enfantait
sans péché depuis des générations...
L’Affaire monta jusqu’à Rome ! Pie XII monta au Credo, pardon, au
créneau ! Il ordonna l’autopsie de la poupée de cire – analyse poussée.
Rien, on ne trouva rien d’anormal: de la vulgaire cire végétale, des
colorants, rien d’autre. Les rayons X ne décelèrent pas la moindre anomalie.
Si. On trouva une chose: un petit objet accroché à la chemisette du
bébé, une gourmette. Un nom gravé: « Mozy », ainsi qu’une date: « 5 juin »,
suivie d’un chiffre à moitié effacé: « 42 ».
Ah ah ! Intéressant; on cernait la vérité.
Les beaux esprits s’échauffaient: mais oui, bien sûr, le Christ avait vu
le jour en l’an 42 de notre ère, tout s’expliquait ! 42 était l’année exacte où…

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Et pourtant, non ! Enfin quoi, le Christ n’était pas né un 5 juin. Il était
admis depuis des siècles qu’Il avait débarqué sur terre le 25 décembre, non le
5 juin !
Et ce Mozy, qui était-ce ?
Non, non, non, tout ceci ne collait pas. Mensonges, mensonges; des
inventions de gones !
Devant tant d’incohérences, de « preuves » aussi minces et aussi, il
faut bien le dire, tant d’incrédulité de la population coursiaude – ces trois
polissons mentaient, assurément – on classa l’affaire.
On prit, en haut lieu, une sage décision: destruction de l’objet suspect.
On jeta donc Jésus en enfer !
Le saint curé de Cours, le Père Brisebras, récupéra la cire pour protéger
ses confitures… pas fou, le bonhomme  ! Mais, oh surprise: les confitures
tournèrent au vinaigre.
- Fouchtra ! hurla-t-il, en bon Auvergnat qu’il était.
Et de rage il balança aux chiens toute sa production de mirabelles !
« Tenez, régalez-vous ! ».
Mauvais réflexe ! Les clebs crevèrent les uns après les autres – du plus
petit, un chihuahua, au plus gros, un dogue au museau aplati !
Il mit ce phénomène sur le compte du Malin !

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BIBLIOGRAPHIE

- AMIFRAM, Chemins actuels, No. 38, Quatrième trimestre 1988, Mexico.


- BERUTTO, Gaetano, La sociolingüística, Ed. Nueva Imagen, México, 1979.
- BLECUA, José Manuel, Revolución en la lingüística, Salvat, Barcelona,
1973.
- BRUNEAU, Charles, Petite histoire de la langue française, tome I, Colin,
Paris, 1955.
- CALVET, Louis-Jean, Linguistique et colonialisme, Payot, Paris, 1974.
- CALVET, Louis-Jean, « Ce chauffeur est un vrai chauffard », in Le français
dans le monde No. 225, mai-juin 1989, pp. 45-46.
- CERQUIGLINI, Bernard, La naissance du français, P.U.F., Paris, 1991.
- CHAURAND, Jacques, Histoire de la langue française, P.U.F., Paris, 1969.
- GRENIER, Albert, Les Gaulois, Payot, Paris, 1970.
- HINNEWINKEL, M. J. et al., Découvrir, comparer, connaître. Histoire.
Cours moyen, Ed. Fernand Nathan, Paris, 1981.
- LABOV, William, Sociolinguistique, Les Editions de Minuit, Paris, 1976.
- LATHROP, T. A., Curso de gramática histórica española, Ariel, Barcelona,
1984.
- LEROY, Maurice, Les grands courants de la linguistique moderne, Presses
Universitaires de Bruxelles, 1964.
- MARTINET, A., Éléments de linguistique générale, P.U.F., Paris, 1970.
- REAU, Louis, Les monuments détruits de l’art français, tome I, Hachette,
Paris, 1959.
- SWADESH, Mauricio, El lenguaje y la vida humana, Fondo de Cultura
Económica, México, 1967.
- WARTBURG, W.v., Evolution et structure de la langue française, 3ème
édition, Berne, 1946.

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TABLE DES MATIERES

PRESENTACIÓN ....................................................................................... 7

INTRODUCTION: Les études sur l’évolution des langues aux


XIXe et XXe siècles: bref aperçu théorique ................................................. 9

CHAPITRE I: La langue des Gaulois ......................................................... 16

CHAPITRE II: La romanisation de la Gaule .............................................. 19

CHAPITRE III: Le latin vulgaire ................................................................ 21

CHAPITRE IV: Du latin vulgaire au très ancien français


(ou roman rustique) (Ve - IXe siècles après J.C.).......................................... 29

CHAPITRE V: Le très ancien français


(842-1150, Nord de la France)...................................................................... 33

CHAPITRE VI: L’ancien français (XIIe - XIIIe siècles).............................. 38

CHAPITRE VII: De l’ancien français au moyen français


(XIIIe - XVe siècle) ...................................................................................... 41

CHAPITRE VIII: Le français au XVIe siècle ............................................. 46

CHAPITRE IX: Le français au XVIIe siècle ............................................... 49

CHAPITRE X: Le français au XVIIIe siècle ............................................... 51

CHAPITRE XI: L’œuvre de la Révolution française ................................. 53

CHAPITRE XII: Le français au XIXe siècle ...........................................… 61

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ANNEXES

- C. Iulii Caesaris Commentariorum de Bello Gallico .............................. 65

- Brunain, la vache au prêtre ...................................................................... 67

- Chrétien de Troyes, Le « nice » valet ...................................................... 69

- Arrêté pris le 24 brumaire An II par le Comité Révolutionnaire


du Département du Tarn ............................................................................. 71

- La bête à Maît’ Belhomme ...................................................................... 73

- Le faux Jésus ........................................................................................... 77

BIBLIOGRAPHIE .................................................................................... 83

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L’ÉVOLUTION DE LA LANGUE FRANÇAISE
VUE À TRAVERS L’HISTOIRE DE LA FRANCE
se terminó de imprimir en mayo de 2011
en los talleres de Siena Editores con domicilio en
Calle Jade 4305 Col. Villa Posadas de Puebla, Puebla
y con número de teléfono (01 222) 6 19 02 79.
El cuidado de edición es de Jean Hennequin Mercier,
el diseño editorial y la composición
tipográfica son de Agustín Antonio Huerta Ramírez.
El tiraje consta de 1000 ejemplares.

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