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El campo de la

evaluación y la
intervención
social
PID_00249382

Débora Ávila Cantos


Nizaiá Cassián Yde
Sergio García García
Marta Pérez Pérez

Tiempo mínimo de dedicación recomendado: 3 horas


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Índice

Introducción............................................................................................... 5

Objetivos....................................................................................................... 7

1. La intervención social: definición y usos.................................... 9


1.1. Definición de intervención social ............................................... 9
1.2. Objeto de la intervención ........................................................... 11
1.3. Tipos de intervención ................................................................. 12
1.4. Actores en la intervención .......................................................... 13

2. Genealogía de la intervención social............................................ 14


2.1. La invención de «lo social» y la construcción de problemas
sociales ......................................................................................... 15
2.2. Primeros abordajes de la pobreza ............................................... 18
2.3. Primeras iniciativas de trabajo social .......................................... 19
2.4. Estado del bienestar y consolidación de la intervención
social ............................................................................................ 21

3. Entender la intervención social como disciplina experta....... 25


3.1. Gubernamentalidad ..................................................................... 25
3.2. Regímenes de verdad .................................................................. 26
3.3. Las disciplinas como pilar de un régimen de verdad .................. 28
3.4. Escisión entre sujetos de conocimiento y objetos de
intervención ................................................................................ 29

4. Replanteamientos críticos en la intervención social en las


décadas de 1960 y 1970.................................................................... 31
4.1. Contrapoderes y apoyo mutuo ................................................... 31
4.2. Toma de conciencia y empoderamiento ..................................... 32
4.3. Desinstitucionalización ............................................................... 33

Bibliografía................................................................................................. 37
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Introducción

En este módulo partimos de la definición de intervención social como campo


disciplinar para trazar un camino alternativo que nos permita conocer: a) có-
mo la intervención social se ha ido construyendo históricamente como cam-
po de saber y de acción; b) cuál ha sido su relación con las formas de gestión
y gobierno de la cuestión social; y c) cuál ha sido su papel en relación con el
orden social en contextos concretos, tanto en sus efectos en la reproducción y
estabilización de este orden social como en su transformación. En la primera
parte del módulo –«La intervención social: definición y usos»–, lejos de pre-
guntarnos cómo el trabajo concreto de intervención social se adecua más o
menos a una definición previa, exploraremos las formas que ha ido tomando
la intervención social en cada contexto concreto y cómo esas formas han ido
definiendo qué es intervención social.

Para pensar desde esta propuesta, en este módulo utilizaremos diversas cla-
ves que nos proporciona el filósofo e historiador del pensamiento Michel Fou-
cault, así como el trabajo de otros autores que han utilizado las perspectivas
foucaultianas en la investigación social. Para ello, en la segunda parte del mó-
dulo –«Genealogía de la intervención social»–, la genealogía como forma de
investigación histórica no lineal nos permitirá conocer cuáles fueron las con-
diciones para que, en un momento y un contexto histórico concretos, una
forma singular de intervención social emergiera como dominante, sin que es-
to signifique que no existieran otras maneras de intervenir en los problemas
sociales.

La gubernamentalidad, como forma de pensar el ejercicio del poder más allá La gubernamentalidad
del Estado y que explora cómo el gobierno consiste en el conocimiento y la
A lo largo de los módulos que
modulación de la conducta de individuos y colectividades, nos permitirá ana- conforman este material en-
lizar el papel que las relaciones de poder han desempeñado en el surgimien- contraréis que se utiliza el tér-
mino «gubernamentalidad», y
to y evolución de la intervención social, con su capacidad de penetración en en ocasiones de forma alterna-
tiva se habla de «gobernabili-
la sociedad y su construcción como disciplina experta, como un dispositivo dad». Debéis tener en cuenta
que ambas nociones se utilizan
privilegiado de gobierno de las poblaciones. Desde esa perspectiva, nos aden- para hacer referencia al mismo
traremos en la historia crítica o genealogía de la intervención social desde su concepto.

surgimiento a mediados del siglo XIX, y se hablará de las críticas que históri-
camente han ido surgiendo en su seno.

Con ello, el objetivo es trazar una explicación sobre la evolución histórica y


el surgimiento de la intervención social en tanto campo�disciplinar, propo-
niendo una perspectiva�reflexiva�y�crítica. Para ello, en el tercer apartado se
pretende poner de relieve que «lo social», los «problemas sociales» o determi-
nadas definiciones de «sujetos de intervención» no pueden ser considerados
como categorías neutrales y dadas. Y en cambio, se propone reflexionar acerca
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de las�relaciones�de�poder que se ponen en juego en el marco de la interven-


ción social, a partir de sus técnicas de diagnóstico, evaluación y producción
de conocimientos expertos, en la delimitación misma de estos campos.

Por último, en la cuarta parte del módulo analizaremos las perspectivas críticas
y replanteamientos de la intervención social que surgen a partir de las décadas
de 1960-1970. Yendo más allá del planteamiento dicotómico que se pregun-
ta si la intervención social es una herramienta para la transformación social
o es un dispositivo de control y gobierno, exploraremos los procedimientos
mediante los cuales la intervención social en tanto disciplina experta actúa
para producir control social, pero también los márgenes de posibilidades que
hay en su seno para transformar nuestra realidad en pos de la igualdad y la
emancipación. Esta última concepción sería la que se plantea como horizonte
y como reto desde la visión que se propone en el conjunto de estos materiales.
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Objetivos

1. Conocer la intervención social como campo disciplinar.

2. Aportar herramientas teóricas para comprender la intervención social co-


mo dispositivo de gobierno y reflexionar sobre las relaciones de poder que
se ponen en juego en el marco de la intervención.

3. Contextualizar de modo sociohistórico el surgimiento y evolución de la


intervención social, así como las contradicciones en las funciones resul-
tantes de sus distintos usos.

4. Explorar las críticas a la intervención social hegemónica, así como las po-
sibilidades que, desde la intervención social, se han dado y se dan para la
transformación social.
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1. La intervención social: definición y usos

En este apartado introduciremos una definición general de la intervención so-


cial, así como la clasificación de sus actuaciones según el objeto de las mismas,
los tipos de intervención y los actores que participan en ellas. Esta primera
definición, de carácter introductorio y que desplegaremos con más detalle en
los siguientes módulos, nos servirá para conocer lo que se entiende, dentro de
la disciplina, por intervención social. Para ello, partiremos de tres ejemplos de
situaciones de intervención social como los que se detallan en el cuadro de
abajo, que iremos recuperando para el análisis a lo largo del módulo.

Tres situaciones de intervención social

1) Una familia formada por una madre y sus tres hijos acude a los servicios sociales
de su barrio a demandar una ayuda económica porque ha perdido el empleo como
empleada doméstica hace unos meses y no tiene ingresos. El padre, con problemas de
alcoholismo y que en alguna ocasión ejerció la violencia contra ella, no pasa pensión
por alimentos para la manutención de los niños, por lo que no ha podido pagar el
alquiler (con la consecuente amenaza de desahucio) y el mayor de los niños presenta,
según la orientadora del colegio, conductas disruptivas. El pequeño, por su parte, es
muy tímido y sufre las burlas de sus compañeros al ir siempre con la misma ropa a
clase. Tras tres entrevistas en las que se escucha el desahogo de la madre y se recoge
documentación, la trabajadora social gestiona una ayuda económica de emergencia
y la renta mínima, da de alta el servicio de un educador social para trabajar con la
madre los límites a las conductas de su hijo mayor, deriva a la madre a un programa
de búsqueda de empleo e incluye a los niños en el programa de ocio para menores
en riesgo de una asociación del barrio.

2) Tres doctoras de cabecera, un psiquiatra y una psicóloga de un centro de salud men-


tal y el trabajador social del centro de atención primaria coinciden en una reunión de
coordinación. En esta reunión señalan que desde que comenzó la crisis en 2008, cada
vez tienen en sus consultas más hombres desempleados o prejubilados en situación
de depresión, que expresan dificultades a la hora de relacionarse con sus cónyuges
e hijos. Los profesionales coinciden en que es conveniente continuar con los trata-
mientos individuales mediante las consultas individuales, apoyándose en el uso de
antidepresivos. Una de las profesionales propone juntar a esos hombres en un grupo
terapéutico con el fin de que salgan de su aislamiento, a través de compartir su ma-
lestar emocional y de crear situaciones de ayuda mutua.

3) La asociación de vecinos de uno de los barrios de renta más baja de la ciudad, for-
mado por distintas promociones de vivienda social entre las décadas de 1970 y 1990
y por vecinos procedentes en su mayor parte de infraviviendas, se reúne con los res-
ponsables políticos del distrito. Los problemas de suciedad, la creciente inseguridad
ciudadana y los problemas de convivencia entre grupos de distintos orígenes étni-
cos (gitanos, payos, inmigrantes magrebíes, latinoamericanos) forman, según dicha
asociación, una olla a presión que en cualquier momento va a estallar. Los responsa-
bles políticos y técnicos del distrito anuncian la puesta en marcha de un proyecto de
desarrollo comunitario llevado a cabo por una entidad del tercer sector e invitan a la
asociación de vecinos a sumarse al grupo motor de dicho proyecto.

1.1. Definición de intervención social

Las tres situaciones del cuadro que acabamos de leer son corrientes en ciuda-
des y pueblos de nuestro entorno. Se trata de tres situaciones que son catalo-
gadas como problemáticas y que ponen en marcha distintas formas de inter-
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vención social. En sentido amplio, todas las personas hacemos intervención


social: nuestro pasar por el mundo implica no solo el aprendizaje y reproduc-
ción de pautas culturales de comportamiento, sino también la acción para
transformar el mundo social en el que vivimos. Precisamente, la idea de inter-
vención social parte de la conciencia de esa capacidad de acción para transfor-
mar la sociedad tal y como se nos presenta (idea primigenia del positivismo de
Augusto Comte, fundador de la sociología): se parte del análisis de una situa-
ción social que se desea cambiar y se pasa a una estrategia de acción coherente
con ese análisis.

Sin embargo, resulta necesario precisar el significado del concepto de interven-


ción social a la luz de los usos que se le dan en la actualidad. Fernando Fantova
define la intervención�social como

«una actividad que se realiza de manera formal u organizada, intentando responder a


Lectura complementaria
necesidades sociales y, específicamente, incidir significativamente en la interacción de
las personas, aspirando a una legitimación pública o social» (Fantova, 2007, pág. 186).
Para una definición sucinta
de la intervención social ver:
Si desglosamos los elementos�de�esta�definición, tenemos que la intervención F. Fantova (2007). «Repen-
sando la intervención so-
social se caracteriza en tanto:
cial». Documentación Social
(núm. 147, págs. 183-198).

1) Una actividad que se�realiza�de�manera�formal�u�organizada. Por tanto,


implica una distinción con respecto a la acción informal y espontánea de una
familia, un grupo de amigos o una comunidad. Mientras que esa acción infor-
mal surge de la propia dinámica relacional, la intervención social sugiere un
cierto grado de análisis (se detiene la acción y se efectúa una mirada externa),
y algún grado de planificación de las acciones de acuerdo a unos objetivos y
a los recursos disponibles.

2) Una actividad que pretende�responder�a�necesidades�sociales. Los seres


humanos tenemos necesidades biológicas (alimento), pero además cada grupo
social define sus necesidades en función del contexto económico, político o
cultural (cómo acceder al alimento, qué, cuánto, dónde, cuándo y cómo co-
mer). Aunque las necesidades son vividas y sentidas por individuos, en aras
de su satisfacción en sociedad son definidas como tales por estándares sociales
objetivados, así como por la percepción subjetiva y la demanda de los grupos
implicados. Fantova especifica que en un contexto capitalista como el nues-
tro, el mercado no cubre las necesidades sociales de toda la población (por
ejemplo, los alimentos son accesibles solo si se tiene capacidad de compra),
por lo que se requiere de una intervención externa al mercado (a través de un
ingreso mínimo, por ejemplo).

3) Una actividad que pretende� incidir� en� la� interacción� de� las� personas.
Implica el ajuste entre autonomía personal e integración comunitaria, o lo
que es lo mismo, busca generar el ambiente que permita a las personas evitar
el aislamiento y vincularse con su entorno, pero sin que ese vínculo suponga
su subordinación y la pérdida de libertad. A diferencia de otras formas de pro-
tección o acción social que tratan de incidir en aspectos macrosociales (por
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ejemplo, la seguridad social), en la intervención social se busca incidir sobre


todo en aspectos relacionales o microsociales (por ejemplo, el tipo de vínculo
que la persona mayor establecerá con su familia o sus vecinos, a partir de la
intervención que realizan los profesionales de un centro de día).

4) Una actividad que aspira�a�una�legitimación�pública�o�social, lo que im-


plica que los poderes públicos y algunos agentes del cuerpo social (como enti-
dades del tercer sector y movimientos sociales) asuman la responsabilidad de
su puesta en marcha, su regulación y su sostenimiento.

1.2. Objeto de la intervención

De la definición proporcionada por Fantova, deducimos que las necesidades


sociales y la interacción social constituyen el doble objeto de la actividad or-
ganizada que aspira a la legitimación que es la intervención social. Sin embar-
go, el objeto ha sido definido de formas muy diversas desde el surgimiento de
las disciplinas de «lo social», en función del enfoque teórico y la visión que
cada uno de estos enfoques tiene de la sociedad (funcionalista o crítica, dando
protagonismo a los individuos o a las colectividades, etc.).

Como efecto de esta diversidad a la hora de definir el objeto, algunas formas Lecturas
de entender la intervención social centran sus objetivos en la adaptación�del complementarias

individuo�al�medio, con el fin de reducir el daño que sufre por su desajuste. Una introducción a las for-
Otras se orientan a las necesidades objetivadas (y los recursos para satisfacer- mas de definir el objeto de
la intervención social se en-
las) y aplicadas por las políticas sociales. Algunos enfoques ponen el acento cuentra en:
en la emancipación de los oprimidos a través de la toma de conciencia y la T. Zamanillo; T. Gaitán
(1991). Para comprender el tra-
autoorganización de cara al conflicto que libran con las estructuras de poder. bajo social. Estella: El Verbo
Por su parte, otras formas de intervención social enfatizan los problemas�so- Divino.
T. Zamanillo (1999). «Apun-
ciales, fruto del funcionamiento del sistema social. Por último, algunas pers- tes sobre el objeto en trabajo
pectivas trabajan sobre el malestar�psicosocial, producido por estructuras so- social». Cuadernos de Trabajo
Social (núm. 12, págs. 13-32).
ciales alienantes, y vivenciado subjetivamente por los individuos.

Nótese que todas ponen el énfasis en la relación problemática entre el sujeto


y su medio (pobreza, desigualdad, exclusión, marginación, malestar), y sugie-
ren la necesidad de intervenir a través de la ayuda (material o inmaterial), la
educación (socialización vertical u horizontal), la cultura (trayéndola o produ-
ciéndola donde no está) y las relaciones (profesionales, redes, organizaciones,
etc.). En términos generales, se plantea que la intervención deberá irá encami-
nada a la incorporación del sujeto a las redes sociales de su medio y a la socie-
dad en su conjunto mediante un proceso de resocialización, pero también a
generar el desarrollo sociocultural de ese mismo medio.
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1.3. Tipos de intervención

(1)
Aunque por su amplitud y diversidad resulta muy complejo categorizar la mul- Cada uno de estos tipos de in-
tervención, se corresponden con
tiplicidad de situaciones de intervención social, nos podemos orientar a través
los ejemplos indicados al inicio del
de un pequeño y tradicional mapa que las divide, según la unidad�de�inter- módulo.

vención1, en:

1)�Individuales�y/o�familiares: se parte de que los problemas que presenta


una persona suelen ser el síntoma de problemas de funcionamiento y estruc-
tura familiar, o la consecuencia de desajustes en la interacción con otros in-
dividuos, con la comunidad o con la sociedad. La relación de ayuda puede
basarse en la identificación de los malestares y conflictos con el fin de que
se produzca una liberación subjetiva al explicitarlos (terapia de familia), en el
acompañamiento socioeducativo con el fin de incidir en el funcionamiento
social (educación de calle), en la información y orientación en la consecución
de recursos y el ejercicio de derechos (primera atención en los servicios socia-
les), en el abordaje de conflictos familiares e interpersonales (mediación), etc.

2)�Grupales: los problemas y malestares son compartidos por individuos de Lectura complementaria
distintas familias, por lo que se generan situaciones grupales con el fin de me-
Para una introducción a la
jorar la eficiencia de un servicio (grupo informativo sobre el PIRMI o renta intervención social de carác-
mínima de inserción), de tratar un problema psicosocial de modo terapéuti- ter grupal ver:
T. Rosell (1998). «Trabajo so-
co (grupo de autoestima con víctimas de acoso escolar), de generar un proce- cial de grupo: grupos socio-
so de aprendizaje aprovechando la influencia del grupo para capacitar a sus terapéuticos y socioeducati-
vos». Cuadernos de Trabajo So-
miembros (grupos mixtos de personas con diversidad funcional prolongada cial (núm. 11, págs. 103-122).
en el tiempo y personas recién llegadas a la situación), de generar relaciones
de ayuda mutua (grupo de exalcohólicos) o de potenciar el empoderamiento
a través de la autoconciencia interna enfocada a la acción hacia el exterior
(grupo feminista de cuidadoras).

3)�Comunitarias: se interviene en territorios locales (un barrio) o en comuni- Lectura complementaria


dades de afectación (afectados por el desempleo) partiendo del malestar o an-
Para saber más sobre la inter-
helo común, y de que la acción sobre y desde lo colectivo tendrá efectos más vención social de carácter co-
consistentes que las estrategias individuales de afrontamiento. Las interven- munitario ver:
J. M. Barbero; F. Cortés
ciones buscan la toma de conciencia crítica de la propia realidad comunitaria (2013). Trabajo comunitario,
en relación consigo misma o con las estructuras de poder (mapeo colectivo en organización y desarrollo so-
cial. Barcelona: Alianza Edito-
un proceso de desarrollo comunitario en un barrio empobrecido), mejorar la rial.
organización interna mediante la institución de formas de cooperación (crea- M. Montero (2004). Introduc-
ción a la psicología comunita-
ción de espacios y canales de organización y comunicación vecinal) y producir ria. Desarrollo, conceptos y pro-
la movilización colectiva de los miembros de la comunidad en el abordaje de cesos. Buenos Aires: Paidós.

sus problemas hacia adentro (conflictos comunitarios) o hacia afuera (investi-


gación-acción impulsada por una organización política con base local).
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1.4. Actores en la intervención

Como puede observarse, estas situaciones de intervención social definidas por


la unidad de intervención remiten a los tres ejemplos del cuadro que da inicio
a este módulo. Son situaciones en las que aparecen distintos sujetos o actores,
como pueden ser el Estado (los servicios sociales, los servicios sanitarios, de
educación); el tercer sector (pequeñas asociaciones locales, ONG dedicadas a
temas específicos, fundaciones privadas o empresas de la intervención social);
o los movimientos vecinales y sociales (asociaciones de vecinos, movimientos
de afectados por un problema social o grupos de solidaridad con afectados).

A su vez, generalmente las poblaciones para las que se piensan las interven-
ciones o que son objeto de las mismas son construidas por un discurso social
(ajeno y/o propio) que tiende a producir identidades y categorías portadoras
del problema social en cuestión: víctimas de violencia de género, parados de
larga duración, menores en/de riesgo, vecinos de un barrio difícil, etc.

Hasta aquí hemos aportado una primera definición de la intervención


social que la caracteriza respecto a sus objetivos, su unidad o ámbito�de
actuación, los actores�o�agentes�reconocidos que llevan a cabo estas
intervenciones, así como su forma de definir las�poblaciones�que�son
objeto de estas intervenciones. Con todo, el argumento que quisiéra-
mos desarrollar en el resto del módulo plantea que es necesario man-
tener una perspectiva reflexiva que problematice en qué sentido estas
categorías y definiciones de la intervención social («agentes expertos»,
«sujetos de intervención», «poblaciones en riesgo», «problemas socia-
les») no�son�de�ninguna�manera�entidades�dadas,�neutrales�y�pre-
existentes, sino que se han ido construyendo históricamente.

Para ello, el objetivo del siguiente apartado es trazar una explicación sobre la
evolución histórica y los orígenes de la intervención social en tanto campo
disciplinar. Este recorrido histórico propone una perspectiva crítica que cues-
tiona la idea de que nos encontramos frente a un campo de conocimiento
aproblemático, estable y compacto. Por el contrario, el interés es reflexionar
sobre el papel que han jugado las relaciones de poder en el surgimiento de la
intervención social como disciplina experta.
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2. Genealogía de la intervención social

Decíamos al principio de este módulo que la idea de intervención social par-


te de la conciencia de esa capacidad de acción para transformar la sociedad.
Sin embargo, para pensar la intervención social en su complejidad es necesa-
rio relacionar este ejercicio con el estudio de las formas en las que se ha ido
construyendo su ámbito de intervención: lo social. ¿Cómo emergió «lo�social»
en� tanto� unidad� de� intervención y cuáles han sido las formas que ha ido
tomando? ¿De qué está hecho aquello que identificamos como lo social de
una situación y cómo�se�han�construido�los�problemas�sociales en cada una
de esas formas?

Para pensar en torno a estas preguntas, utilizaremos la propuesta de investiga- Lecturas


ción de Michel Foucault, filósofo francés que desarrolló su trabajo de historia complementarias

crítica del pensamiento de 1950 hasta su muerte en 1984. Su conceptualiza- Para leer una descripción del
ción de las relaciones�entre�poder,�saber�y�gobierno ha sido muy productiva trabajo de Foucault escrita
por él mismo (aunque bajo
para los análisis que desde diversos ámbitos se han hecho de la intervención pseudónimo), ver «Foucault»,
en:
social como campo de saber y acción que emergió a mediados del siglo XIX,
M. Foucault (1999). Ética, Es-
y que desde entonces ha jugado un papel importante en la organización de tética y Hermenéutica, Obras
la vida social. esenciales, Volumen III (págs.
363-368). Barcelona: Paidós.
Algunos de sus trabajos ge-
Michel Foucault fue construyendo esta propuesta de investigación en sus suce- nealógicos pueden consultar-
se en:
sivos estudios sobre la genealogía de la locura, la medicina clínica y la prisión. M. Foucault (2002). Vigilar y
Para ello analizó cómo individuos y grupos sociales se convirtieron en suje- castigar. Nacimiento de la pri-
sión. Madrid: Siglo XXI.
tos situados en el extremo de una división normativa en cuanto al compor-
M. Foucault (2003a). El na-
tamiento –categorizados en tanto «normales» y «anormales»– y al tiempo en cimiento de la clínica. Una ar-
queología de la mirada médica.
tanto objetos de conocimiento –como «locos», «pacientes», «delincuentes»– a Buenos Aires: Siglo XXI.
través de la práctica de la psiquiatría, de la medicina y de las ciencias sociales M. Foucault (2006). Historia
de la locura en la época clásica.
y jurídicas. Por ejemplo, Foucault estudia la historia de las acciones tomadas Vols. 1-2-3-4, Madrid: Fondo
con respecto a la locura, y en particular analiza el surgimiento de una forma de Cultura Económica.

específica de problematizar la locura que la constituyó en términos de «enfer-


medad mental», y que trajo consigo la delimitación de un nuevo campo de
expertos y técnicas de intervención abocadas a su tratamiento.

Al respecto, Foucault señala cómo antes de 1656 (año de la fundación del Hospital
General de París) la locura había estado relativamente presente en la vida cotidiana;
se la asociaba de forma más o menos laxa a otras «experiencias límite» que eran re-
chazadas por atentar contra los límites de la razón o la moral religiosa. En ese sentido,
la figura de la «nave de los locos» sirve a Foucault para ejemplificar cómo durante el
Renacimiento existe una medida general de expulsión mediante la cual los munici-
pios se deshacen de sus «locos vagabundos». Esta práctica, que consistía en expulsar a
los locos en barcos que recorrían los ríos de Europa, situaba a la locura en un espacio
de constante movimiento en los márgenes de las ciudades. La época del Gran Encie-
rro marca un primer viraje: cuando desaparece la lepra en Europa, los leprosarios son
reconvertidos en centros de reclusión e internamiento en los que se encierra indis-
criminadamente a todo aquel que no pueda justificar un modo de ganarse la vida.
En aquel momento, el Hospital General no es aún una institución médica, sino un
espacio jurídico-policial: las acciones tomadas con respecto a la locura consisten en el
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castigo y el confinamiento –a cargo de la nación– de los locos junto con vagabundos,


desempleados y pobres de todo tipo, y comportan el trabajo obligatorio dentro del
propio confinamiento. Hacia principios del siglo XIX se producen dos transformacio-
nes. Por un lado, surge la psiquiatría como disciplina médica, que se presenta como
una sustitución del «inhumano encierro» por el «humanitario tratamiento médico»
y se plantea como una nueva�forma�de�conocimiento�objetivador de la locura, que
por primera vez será definida en términos de «enfermedad mental» a partir de una
taxonomía que clasifica diversas conductas humanas en función de patologías que
distinguen entre sujetos «normales y desviados». Por otro lado, se cierran los interna-
mientos en buena medida bajo criterios económicos, dado que la reclusión de un ele-
vado número de la población se desvela costosa y se considera improcedente para un
sistema emergente de producción capitalista que requiere de gran cantidad de mano
de obra. Aquellos en situación de encierro son liberados para que se conviertan en
trabajadores o mano de obra en reserva y, a la par, surgen�nuevas�instituciones a las
que se asigna la potestad para administrar estos fenómenos: el hospital médico («pa-
ra quienes no pueden trabajar por motivos físicos») y el hospital psiquiátrico («para
quienes no pueden trabajar por motivos psicológicos»), y con ello se delimitan y ava-
lan nuevas�estrategias�de�intervención que instituyen el encierro como terapia. Se
produce, señala Foucault, un nuevo viraje que actualiza una nueva�delimitación�de
sujeto�problemático: del loco como culpable de serlo y de la locura como una parte
de una pobreza y un desempleo que atentan contra la obligación de trabajar para
sobrevivir; se reformula hacia una definición del loco como responsable de adecuar
su comportamiento a una norma homogénea, que se relaciona con la obligatoriedad
moral de trabajar para avanzar por el bien de toda la sociedad.

Este ejemplo nos permite identificar algunas claves de lo que la genealogía


foucaultiana aporta a nuestro análisis. Para dar cuenta de las tensiones y las
relaciones de poder que entran en juego en la definición de los problemas so-
ciales, Foucault parte de una premisa clave: no podemos considerar nuestras
categorías de análisis (por ejemplo, la locura o la enfermedad mental, sujeto
sano/enfermo, normal/anormal) como entidades naturales y estables. Por el
contrario, es necesario rastrear las prácticas, instituciones, saberes expertos y
formas de subjetivación a través de las que estas entidades se han constituido
históricamente en tanto objeto de conocimiento, campo de problematización
y punto de intervención. A la vez, este recorrido sirve para poner de relieve
que la forma específica en que se definen los problemas sociales (y sus «sujetos
problemáticos») tiene efectos de poder a la hora de determinar qué interven-
ciones se consideran pertinentes y legítimas para abordar estas situaciones.

2.1. La invención de «lo social» y la construcción de problemas


sociales

De acuerdo con los trabajos de Michel Foucault, «lo�social»�no�es�un�dato


objetivo�o�un�hecho�natural�observable, sino que se ha ido construyendo de
forma singular y acompasada a las formas de organización de las sociedades.
Entender cómo surge la dimensión social –como campo de preocupaciones
y actuaciones sobre la sociedad desigual resultante del modo de producción
capitalista– resulta imprescindible para comprender uno de los modos parti-
culares de actuación sobre ese campo: la intervención social. Antes de abordar
la genealogía de la intervención social como tal, en este apartado realizaremos
un recorrido previo que nos permitirá contextualizar históricamente cómo
surge su «sustancia» fundamental, cómo�surge�«lo�social»�en�tanto�ámbito
de�intervención.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 16 El campo de la evaluación y la intervención social

Las formas de intervenir en la cuestión social desde su «invención» han ido Lectura complementaria
variando de manera acompasada a las formulaciones que de ella se han hecho.
Un análisis de la invención
En torno a dichas formulaciones, se ha definido y delimitado qué�situaciones de lo social como campo de
se�constituyen�como�problemas�sociales y cómo�estos�habrían�de�abordar- intervención, vinculada a
la transformación en el go-
se. El sociólogo del trabajo y la psiquiatría Robert Castel señala que, en las bierno del ámbito del traba-
jo, se encuentra en:
sociedades preindustriales, los miembros que no cumplían con la obligatorie-
R. Castel (1997). La metamor-
dad de trabajar para sobrevivir y no contaban con lazos de protección cercana fosis de la cuestión social. Una
(familia, redes comunitarias) no encontraban su lugar en una sociedad que los crónica del salariado. Buenos
Aires: Editorial Paidós.
sentía como un problema de orden público y una amenaza a la seguridad de
los bienes y las personas. Es relevante resaltar cómo este problema era definido
en términos de orden�público y producía simultáneamente a) su propia defi-
nición de sujeto problemático que se encarnaba en la figura del vagabundo y
b) que recibía un doble trato, delimitando así cómo debía abordarse esta cues-
tión: caridad�y�represión, que se concretaba en el internamiento de obreros
manuales y obreros agrícolas sin recursos, muchos de ellos extranjeros, en los
llamados «depósitos de mendicidad».

Como vemos en este primer ejemplo, en las sociedades preindustriales preva-


lecía una visión moral respecto al pauperismo (o pobreza), donde «lo social»
no estaba presente aún ni como causa, ni como punto de actuación. Esta po-
breza cíclica, en buena medida relativa a la calidad de las cosechas y al ac-
ceso o denegación a las tierras de cultivo, se manifestaba en la forma de la
mendicidad y del vagabundeo, y recibía un tratamiento policial y disciplinar
que estigmatizaba al vagabundo como un «enemigo interno» e improductivo
que rechazaba la obligatoriedad del trabajo. Desde esta concepción, vincula-
da también a la moral liberal decimonónica que adjudicaba a cada cual la res-
ponsabilidad de su destino, la pobreza se interpretaba como la consecuencia
de una conducta individual –«un defecto de virtud»– sobre la que no había
responsabilidad económica o social.

Esta concepción moral y liberal de la pobreza se hizo insostenible con el desa-


rrollo del sistema productivo industrial. En las primeras décadas del siglo XIX

se acentuó un tipo de pobreza asociado a las aglomeraciones industriales ur-


banas. En este caso, ya no resultaba valedera la estigmatización respecto a los
vagabundos como «fuerza de trabajo inempleada», al poner de relieve que los
trabajadores, aun siendo empleados, padecían la miseria que afectaba a la po-
blación de las ciudades. En este contexto, el pauperismo empezó a reconocerse
como una cuestión inherente a la organización industrial del trabajo, y con
ello apareció la idea de una causalidad económica y social de la pobreza.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 17 El campo de la evaluación y la intervención social

Diversos autores han situado el nacimiento de «la cuestión social» justamen- Lectura complementaria
te en este paso de las sociedades preindustriales a las sociedades industriales.
Para profundizar en el reco-
De acuerdo con esta perspectiva, la dimensión social como campo de actua- rrido genealógico del surgi-
ción surgió como una vía para canalizar y modular una conflictividad y des- miento de la cuestión social
como campo de administra-
contento creciente respecto a la desigualdad producida por el desarrollo del ción, gobierno e interven-
ción, ver:
capitalismo industrial. Afín a los trabajos de Michel Foucault, el historiador y
J. Donzelot (2007). La inven-
sociólogo Jacques Donzelot señala que en el siglo XIX, en Francia, la forma po- ción de lo social. Ensayo sobre
lítica republicana se encontró con un problema al instaurar el sufragio o voto la declinación de las pasiones
políticas. Buenos Aires: Nueva
universal: grupos de población, pese a tener soberanía y posibilidad de deci- Visión.
sión política, vivían en la pobreza (a la que empezaban a reconocerse causas
sociales). La cuestión en este contexto empezó a plantearse en estos términos:
¿cómo hacer para dar derechos sociales a los que ya tenían derechos políticos
sin al mismo tiempo hacer crecer desmesuradamente la carga de estos sujetos
sobre el Estado?

Como respuesta a esta cuestión, desde mediados del siglo XIX y principios del Solidaridad orgánica
siglo XX, los trabajadores asalariados empezaron a estar protegidos por estatu-
Esta nueva forma de pacto so-
tos�sociales (de seguro de desempleo, de cobertura sanitaria, de pensión, etc.) y cial es lo que el sociólogo Émi-
se planteó la necesidad de sostener al que había quedado fuera, pues al hacerlo le Durkheim (1987) definió a
partir de la noción de solidari-
se entendía que se sostenía a la sociedad. Lo que observamos es que la cuestión dad orgánica: a partir de este
momento se asumirá que exis-
social ahora se planteará en otros términos: ¿cómo hacer para que un sujeto te un lazo que une a los indivi-
duos y la sociedad en una re-
subordinado y dependiente pueda convertirse en un sujeto social pleno? Así, lación de deuda social. El pa-
desde las ciencias sociales se producen estudios sobre grupos de población con pel del Estado que quiere ser
social, que cuida de ese lazo,
más tasa de desempleo e intermitencia laboral (por ejemplo, los jóvenes, sobre es el de promover que cada
individuo y grupo, incluidos
todo los que no tienen formación superior), y es de la mano de estas nuevas los más desfavorecidos, pue-
técnicas estadísticas que se constituye un nuevo modo de definir el problema da encontrar un lugar en la so-
ciedad. Para ello usa la técnica
social (desempleo�juvenil), marcando el objetivo de las intervenciones para del derecho social, que pres-
cribe aseguramiento para ca-
abordarlo: la integración�social de estos jóvenes a partir del trabajo. da estatuto laboral, y utiliza la
táctica de poner a negociar a
patronos y trabajadores como
Cabe tener en cuenta en qué sentido este recorrido nos sitúa frente a una pre- forma de articular lo económi-
co y lo social.
misa de partida importante. A partir de este nuevo régimen de responsabili-
dad, las causas del conflicto y del riesgo social, «fueron considerados 'hechos
sociales' impersonales, resultantes de un sistema productivo y una organiza-
ción industrial [...] de la que toda la sociedad era beneficiaria» (Velasco Arias,
2013, pág. 271). De acuerdo con Donzelot, la instauración de estos estatutos
o seguros sociales marcó el surgimiento de la invención�de�«lo�social»�como
una�medida�reparatoria�de�la�justicia,�en�sustitución�del�reclamo�de�una
justicia�y�equidad�estructural. La cuestión social, dice Donzelot, se constitu-
yó como «una invención necesaria para volver gobernable a una sociedad que
había optado por el régimen democrático» (Donzelot, 2007).

Hasta aquí hemos querido resaltar que la «dimensión de lo social» como ám-
bito de intervención y regulación se construyó en un contexto determinado
para dar respuesta a los desafíos al orden social que se plantearon durante la
primera industrialización. La intervención social no es sino uno de los mo-
dos de afrontar los problemas sociales: otras formas de hacerlo se basaron, por
ejemplo, en la producción de sistemas materiales de protección social ligados
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 18 El campo de la evaluación y la intervención social

al trabajo (pensiones, sanidad, etc.). Sin embargo, si nos remitimos a la defini-


ción propuesta por Fantova (2007) explicitada en el apartado 1.1, lo genuina-
mente característico de la intervención social es la combinación de la acción
sobre las condiciones materiales (recursos económicos, estructuras institucio-
nales) e inmateriales (relaciones personales, grupales y comunitarias).

Aquí cabe tener en cuenta que la intervención social, como un hecho social
que es, no tiene una figura fundadora, ni una fecha, ni un rito de nacimiento,
sino que es el resultado de múltiples factores (incluso contradictorios entre
sí) que confluyen para generar las condiciones de posibilidad de su emergen-
cia y desarrollo. En los siguientes apartados realizaremos un sucinto recorri-
do por esas condiciones sociales, por algunos hitos destacables y por algunos
conceptos y figuras relevantes en la historia de la intervención social. El pro-
cedimiento que hemos seguido para construir dicho recorrido se aproxima a
la genealogía, la propuesta que hemos introducido de Michel Foucault para
entender la historia social: además de incluir los factores que favorecieron la
emergencia y el desarrollo de la intervención social y sus formas dominantes,
también daremos cuenta de aquellos que dificultaron esa emergencia y que,
de conectarse, podrían haber construido otro tipo de acción sobre la cuestión
social. Evitaremos, en definitiva, trazar una historia lineal del desarrollo de
la intervención social, entendiendo que en su surgimiento influyen también
azares, conexiones inesperadas, hechos difusos, avances y retrocesos.

2.2. Primeros abordajes de la pobreza

La beneficencia como modo de proporcionar ayuda por parte de la Iglesia a los Lectura complementaria
pobres desposeídos por el proceso de concentración de la riqueza que acontece
Sobre la transformación en
en Europa entre los siglos XVI y XVIII comenzó a verse en los albores del siglo las estrategias de interven-
XIX como un problema: los pobres se acomodaban a la ayuda y suponían un ción sobre la pobreza, que
pasan del modelo de la cari-
creciente gasto, además de un ejemplo de falta de virtud moral (vicio). Legis- dad hacia el surgimiento de
las disciplinas expertas del
laciones como la Ley de pobres inglesa de 1834 que reprimían la pobreza –
campo social, ver:
y nuevas técnicas en el tratamiento de pobres y enfermos a través de la valo- J. Donzelot (1998). La policía
ración (distinción entre «pobres merecedores» y «no merecedores»), la inter- de las familias. Valencia: Pre-
Textos.
vención sobre la educación de los hijos, la condicionalidad de las ayudas y el
registro de los perceptores– intentaron controlar la situación.

El objetivo consistía en impedir que esos pobres se encontrasen cómodos en la Lectura complementaria
pobreza como vía de introducción de la ética del trabajo y la mejora moral. Este
F. Álvarez Uría (1995). «En
enfoque que culpabilizaba a los pobres de su situación fue el que adoptaron torno a la crisis de los mode-
las organizaciones de caridad, como las COS (social organization of charity). los de intervención social».
En: F. Álvarez-Uría; L. Alonso;
Sus protagonistas, las «visitadoras», eran fundamentalmente mujeres de las B. Fernández. Desigualdad y
pobreza hoy (págs. 5-39). Ma-
clases acomodadas que, con los recursos de las organizaciones filantrópicas,
drid: Talasa.
persiguieron educar en los hábitos considerados normales a las familias pobres.
Pero no solo eso, aspiraban a crear una filantropía caritativa con base científica
y racional trasladando el modelo de intervención médico-liberal a la sociedad.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 19 El campo de la evaluación y la intervención social

En este abordaje, nos encontramos ante una forma de ejercer el poder que se
acerca a lo que Foucault ha designado como disciplina. La disciplina es una
forma de gobierno que ejerce coerción sobre los individuos, que prescribe y
prohíbe conductas y castiga las desviaciones a través de un trabajo de ordena-
miento del cuerpo de los sujetos. Se trata de un ejercicio disciplinario del po-
der que se implanta en las instituciones (la cárcel, la escuela, el hospital) y que
atraviesa sus paredes para insertarse en la gestión de las ciudades (a través del
urbanismo y el higienismo) y en el funcionamiento cotidiano de las familias
(la crianza, los hábitos, las relaciones sexuales, etc.). Esta disciplina procede
mediante la individualización del cuerpo social –construyendo al individuo
y su responsabilidad separados de su comunidad– y la sujeción de los indivi-
duos de acuerdo a un proyecto civilizatorio, el del capitalismo industrial y su
disciplina fabril (horarios, movimientos, posturas, etc.).

Esta forma de regulación social basada en lo disciplinario encontró un desa-


rrollo especial en el campo de la gestión de la pobreza. Al igual que el naci-
miento de la prisión moderna, producida en ese mismo momento histórico,
que debía corregir las conductas de los reos en un espacio aparte a partir del
sometimiento a la vigilancia, del estricto cumplimiento de ritmos temporales
y de la intervención sobre el propio cuerpo (posturas, movimientos), también
la ayuda a los pobres se ligó a la modificación de su conducta y la de la pro-
pia familia de acuerdo a una moral que actuaba como marco de normalidad.
Esta metodología de intervención se estableció como el modo más eficiente
de «ayudar» a los necesitados a adaptarse a las nuevas necesidades del sistema
productivo capitalista (mano de obra dócil, sana y disponible).

Frente a estas formas de intervención, en paralelo y a partir de las primeras Lectura complementaria
críticas al capitalismo y a los efectos de la Revolución Industrial, surgen pro-
C. Laval; P. Dardot (2015).
yectos políticos encaminados a transformar la sociedad, como el socialismo Común. Ensayo sobre la revolu-
utópico de Robert Owen, que proponía reformar el medio de producción in- ción del siglo XXI. Madrid: Ge-
disa.
dustrial para crear «pueblos cooperadores». O las ideas cercanas al anarquis-
mo de Pierre-Joseph Proudhon, que apostó por el apoyo mutuo (sindicatos,
cooperativas y mutuas) para instituir modos de autoorganización obrera que
rompieran con la individualización y la competencia en la que les sumía el
capitalismo.

2.3. Primeras iniciativas de trabajo social

Fue fundamentalmente en el campo del reformismo liberal y socialista en el


que se pergeñaron las primeras iniciativas de intervención social, superando
el caritativismo, pero sin cuestionar el libre mercado. En pleno siglo XIX se
realizaron las primeras investigaciones que buscaban profundizar en el cono-
cimiento de las condiciones de vida de los pobres: frente al mito liberal de
la meritocracia, lo que encontraban es que los pobres lo eran sin ser vagos
y aun trabajando duro. Esta perspectiva reformista, preocupada por el riesgo
de fractura social en un contexto de crecientes desigualdades, cuestionaba las
versiones más puristas del liberalismo, aquellas que defendidas por sociólogos
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 20 El campo de la evaluación y la intervención social

como Herbert Spencer postulaban que había que dejar caer a los «débiles» en
favor de los más fuertes, que propugnaban el individualismo frente al comu-
nitarismo y que enfatizaban la competitividad como vía para la creación de
virtud y riqueza. Frente a este darwinismo social, los reformistas propugnaban
que la pobreza no tiene causas individuales (vicio), sino sociales.

Nace así, tal y como hemos visto en el apartado previo a partir de los análisis Lecturas
de Donzelot (2007), la llamada cuestión social, como un campo independien- complementarias

te de la economía y la política que da lugar tanto al nacimiento de los dispo- F. Álvarez Uría (1995).
sitivos del Estado interventor, como a la seguridad social en Europa (que surge C. Feixa (2016). Antropología
criminal. Delincuentes y mar-
en la Alemania de Bismarck como remedio al avance del movimiento obrero). ginados. Barcelona: Editorial
Y nace también en Gran Bretaña, pero sobre todo en Estados Unidos, un cam- UOC.

po de conocimiento ligado a la Sociología y el Trabajo Social que toma como


objeto esa cuestión social. Fue la Universidad de Chicago la más activa en la
producción de investigación social encaminada a la intervención: el rápido y
desordenado crecimiento de la ciudad con la llegada de miles de inmigrantes
procedentes de Europa, el trabajo infantil, el surgimiento de problemas socia-
les como el alcoholismo o la delincuencia juvenil comenzaron a percibirse co-
mo una consecuencia de la organización social y urbana que requería solucio-
nes pragmáticas (no revolucionarias) y preventivas (no represivas).

Nos encontramos ante una forma de ejercer el poder que es diferente a la disci- Lectura complementaria
plina: la biopolítica, que va más allá del modelamiento individual de los cuer-
Sobre la noción de biopolíti-
pos a través de determinadas instituciones para penetrar en todos los rincones ca, ver:
del cuerpo social y modular�las�conductas�de�los�sujetos, y que funciona no M. Foucault (2003b). Hay que
defender la sociedad. Curso del
por prescripción-castigo, sino a través de la libertad (autorregulación) de los Collège de France, 1975-1976.
sujetos dentro de un marco regulado, optimizando los elementos positivos de Madrid: Akal.

la sociedad y minimizando los riesgos para obtener efectos a escala de conjun-


to. Ese conjunto es lo que denominamos población, que emerge no como un
conjunto de individuos sino como un «conjunto biológico» en sí mismo, con
sus propios problemas y dinámicas internas (nacimiento, muerte, reproduc-
ción, enfermedad). La biopolítica es, pues, la forma de organizar la población,
incidiendo sobre sus procesos vitales (tasa de nacimientos y de mortalidad,
salud pública, etc.) para provocar cambios sociales (por ejemplo, mediante el
uso del deporte como modo de canalizar las energías, los intereses y los deseos
de los jóvenes hacia actividades inocuas para el orden sociopolítico).

Esa biopolítica no puede desligarse del contexto histórico del liberalismo, co-
mo marco de pensamiento que acompaña las revoluciones políticas de finales
del siglo XVII (la francesa y la norteamericana); ni tampoco del surgimiento
de las ciencias�sociales y su especial preocupación por el desorden social que
habían provocado dichas revoluciones. Pero además de la preocupación por
los efectos no deseados de estas revoluciones políticas, la incidencia de la Re-
volución Industrial en las formas de vida de los pueblos en muy poco tiempo
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 21 El campo de la evaluación y la intervención social

(aculturación, urbanización, cambios religiosos) y los efectos de las crecientes


desigualdades� sociales (pobreza, insalubridad) constituyeron un campo de
debate e intervenciones durante el siglo XIX.

Aunque el poder disciplinario, aquel que se centra en el cuerpo de los indivi- Lecturas
duos, no deja de ejercer fuerza durante los siglos XIX y XX, las técnicas de poder complementarias

que se centran en la población y en el ambiente en el que se desenvuelve van Sobre el movimiento de los
tomando preeminencia. Con la entrada del siglo XX se abre un periodo en el Settlements en el contexto
anglosajón, ver:
que se combina la asistencia a los pobres con la progresiva intervención del F. Alvárez Uría; P. Parra
Estado a través de reformas en el campo de la salud pública, el trabajo, la edu- (2014). «The Bitter Cry: ma-
teriales para una genealogía
cación o la previsión social. En el campo de la asistencia social, se combinan de la identidad profesional
aquellas acciones centradas en el «caso» individual (adaptar al individuo a la de las pioneras del Trabajo
Social en Inglaterra y los Es-
sociedad mediante la intervención sobre su personalidad) con aquellas otras, tados Unidos». Cuadernos de
Trabajo Social (vol. 1, núm.
como el movimiento de los Settlements que buscaron en Gran Bretaña y Es- 21, págs. 93-102).
tados Unidos la creación de centros sociales y culturales en los que se produ- Sobre intervenciones basadas
en el «caso individual» y la
jera contacto social entre vecinos de barrios empobrecidos y personas mejor
intervención sobre la perso-
posicionadas (estudiantes universitarios), con el fin de promover la educación nalidad, ver:
y el desarrollo cultural de los pobres, la sensibilización del resto de la sociedad M. E. Richmond (1996). El
caso social individual. Madrid:
sobre sus condiciones de vida y la demanda de reformas sociales, sanitarias y Talasa.
laborales que atenuasen sus condiciones penosas. En estos establecimientos
se enseñaba inglés a los inmigrantes, claves del comportamiento cívico del
nuevo entorno, se realizaban actos culturales, se permitía la reunión de orga-
nizaciones obreras, se formaban guarderías, se hacían grupos de ocio y tiempo
libre y se crearon los primeros grupos de autoayuda.

2.4. Estado del bienestar y consolidación de la intervención


social

La proliferación de sistemas de protección social (seguros de desempleo, pen-


siones, sanidad), sobre todo a partir del crac de 1929, otorgó nuevos papeles a
la intervención social: bien como articuladora de prestaciones asistenciales no
cubiertas por los sistemas universales, o bien como interventora sobre los pro-
blemas sociales encarnados por esas poblaciones a través de la acción profesio-
nal sobre los comportamientos y las relaciones. En Estados Unidos, tras un pe-
riodo glorioso (1900-1915), se había iniciado la decadencia de los Settlements y
el fortalecimiento del enfoque individual en el trabajo social bajo la influencia
del psicoanálisis. No obstante, Estados Unidos fue un entorno muy destacado
en el desarrollo del trabajo comunitario. Las ciudades formadas por migrantes
de múltiples orígenes, así como las fuertes desigualdades sociales bajo una cul-
tura hiperindividualista y una intervención del Estado menor que en Europa,
crearon las condiciones para que se entendiese el trabajo comunitario como
una necesidad compensatoria de esas deficiencias. Se crearon los Consejos de
Bienestar con el propósito doble de coordinar la acción de las diferentes agen-
cias asistenciales y de acción social y de realizar un trabajo intergrupal que
favoreciese la integración entre sujetos de distintos orígenes. En el contexto
de las políticas del Estado del bienestar (welfaristas), conceptos centrados en
la gestión racional de recursos de arriba abajo como el de «cambio planifica-
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 22 El campo de la evaluación y la intervención social

do» (organización de la ayuda a partir del conocimiento de la comunidad des-


tinataria para evitar duplicidades y perseguir la eficacia) se combinaban con
otros basados en la autogestión cooperativa, como el de «organización de la
comunidad» (trabajo consistente en ayudar a las comunidades a mejorar su
comunicación interna y externa, y a producir mecanismos de cooperación).

La implantación de las políticas sociales redistributivas de carácter universal Lecturas


(welfare o del Estado del bienestar), que buscaban el incremento de la deman- complementarias

da a través de la elevación del salario directo (trabajo) e indirecto (sanidad, Para profundizar en esta dis-
educación), trastocaron el objeto de la intervención para pasar a centrarse en cusión podéis encontrar una
perspectiva crítica sobre el
los sujetos pobres y marginales, por un lado, y en las comunidades «no desa- modelo funcionalista que
busca reducir el riesgo del
rrolladas», por otro, con la idea optimista de que la integración social de estas
control social en:
poblaciones se acabaría produciendo. Se trataba de un modelo�funcionalista M. Chamseddine (2013).
que buscaba reducir el riesgo de desorden social. Ese es el origen, por ejemplo, «Aproximación histórica a
una de las profesiones so-
de la Educación Social tras la Segunda Guerra Mundial en Francia y Alemania, ciales: la educación social».
Revista de Educación Social
centrada en la intervención con jóvenes marginados y delincuentes de las ba- (núm. 17).
rriadas periféricas (Chamseddine, 2013). No obstante, los límites integradores Una reflexión sobre los efec-
tos de estigmatización que
del propio sistema welfarista o del Estado del bienestar acabarían por generar
comporta la definición de
significados estigmatizantes sobre estas poblaciones que «no aprovechaban la poblaciones definidas en tan-
to problemáticas y objeto de
oportunidad» que se les brindaba (Sales, 2014). Este hecho acabó siendo to- intervención se encuentra
mado por las críticas neoliberales de las décadas de 1970 y 1980, que inter- en:
A. Sales (2014). El delito de ser
pelaban al contribuyente señalando el enorme gasto que suponía mantener pobre. Una gestión neoliberal
a gente «acomodada» en estas ayudas (Bauman, 2003). Un discurso que sería de la marginalidad. Barcelona:
Icaria.
un punto de apoyo para la reorientación de la asistencia hacia una visión que
pone más énfasis en el control de la pobreza que en la generación de igualdad.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 23 El campo de la evaluación y la intervención social

Justo en el momento en que en los países más enriquecidos se estaban cues- Igualdad de
tionando los dispositivos del Estado del bienestar, como los servicios sociales, oportunidades

el Estado español se incorpora en plena Transición a la estructura institucional El concepto de «igualdad de


welfarista, si bien de un modo muy insuficiente, con un sello marcadamente oportunidades», que introduce
el matiz de la necesaria com-
asistencial y familista y ya contaminado por las corrientes neoliberales (sobre petitividad en una sociedad de
mercado en la vieja noción so-
esta cuestión ver el recuadro sobre la noción de «igualdad de oportunidades»). cialista de igualdad, se plan-
teó como el discurso central
El asistencialismo eclesiástico propio del franquismo, que promovía formas de las políticas sociales espa-
moralistas de control social por la vía femenina de las asistentas sociales, fue ñolas bajo la rúbrica de los go-
biernos socialdemócratas, di-
dando paso al desarrollo comunitario y sobre todo al montaje de la estructura bujando un marco de realidad
en el que la desigualdad sería
de servicios sociales públicos. Un sistema de atención individualizada basado «inevitable», pero a cambio de
en el binomio necesidades/recursos (y que desplazó lógicas de control moral la modernización del país con
su entrada en la Comunidad
al interior de las instituciones) fue consolidándose al tiempo que se producía Económica Europea. Para pro-
fundizar en esta idea, véase:
un boom de las profesiones del campo social con la creación de nuevas carreras
Colectivo IOE (1990). «Ideolo-
universitarias (Trabajo Social, Educación Social), la reorientación de otras dis- gías de la intervención social
en la España de los 90». Do-
ciplinas hacia la intervención (Psicología, Sociología, Derecho), la aparición cumentación Social (núm. 81,
págs. 53-64).
de hornadas de miles de profesionales y el surgimiento de los colegios profe-
Ver también:
sionales. A la vez, los problemas de burocratización que conlleva el modelo V. Navarro (2006). El subdesa-
de necesidades/recursos fueron la causa del afloramiento en el campo técnico rrollo social de España. Barcelo-
na: Anagrama.
de los discursos centrados en la recuperación de la «relación profesional» (que J. M. Barbero (2002). El traba-
abogan por una intervención más centrada en la escucha y la interacción di- jo social en España. Zaragoza:
Mira.
recta, de carácter terapéutico, mediador o educativo, y en la que tuvieran me-
nos peso la gestión burocrática y los recursos materiales), proceso muy pare-
cido al que había ocurrido en Francia una década antes, y que daba cuenta de
la fuerte penetración de las corrientes psicologistas en la intervención social
(Dubet, 2006).

Esta forma de definir los problemas sociales y determinar cómo estos deberían Lectura complementaria
abordarse, anclada en el paradigma welfarista, ha vivido importantes transfor-
Un análisis de las formas de
maciones en las últimas décadas en el marco de una reformulación neolibe- gobierno que vinculan la ges-
ral. Como veremos con más detalle en el módulo 4, a finales de la década de tión de lo social con el sur-
gimiento de las democracias
1960 y la década de 1970 crece el desempleo y la precarización del trabajo en liberales contemporáneas se
encuentra en:
el que se basaban las protecciones del Estado social o del bienestar. Además,
N. Rose (1997). «El gobierno
surgen las críticas desde diferentes frentes a este tipo de organización social, en las democracias liberales
y se denuncia que no ha sido capaz de reducir las desigualdades, que ha des- ‘avanzadas’: del liberalismo
al neoliberalismo». Archipié-
plegado su capacidad para asfixiar las singularidades y controlar, corregir y lago (núm. 29, págs. 25-40).
normalizar conductas y formas de vida (adaptándolas al molde de la familia
nuclear pequeñoburguesa) y que ha contribuido a individualizar�los�proble-
mas�sociales.

En la actualidad, la crisis y la crítica al Estado social se ha resuelto en dos mo-


vimientos acompasados: la invalidación de algunos grupos sociales y la im-
plicación de cada individuo en encontrar soluciones a su propia situación.
El primero de estos movimientos, la invalidación, consiste en la desafiliación
respecto a sectores de la población que son constituidos en tanto «inemplea-
bles», como los miembros de algunas minorías étnicas o las personas sin ho-
gar. Frente a las formas de intervención que abordamos al inicio de este apar-
tado, que marcaban como objetivo la integración social a partir de la obliga-
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 24 El campo de la evaluación y la intervención social

toriedad del trabajo, observamos un viraje. A este respecto, la cuestión social


se pregunta ahora ya no por la integración, sino por el umbral de tolerancia de
las sociedades con respecto a su número de invalidados.

Pero al mismo tiempo, y en relación con el segundo movimiento que apela


a la implicación, se considera a los individuos responsables y agentes activos
en la resolución de sus problemas sociales. Es en este momento cuando co-
mienzan a aparecer las técnicas de inserción�social, aquellas que categorizan
grupos de personas con problemas (parados de larga duración, minorías étni-
cas) y proponen tratamientos especiales y discriminaciones positivas ligadas
a una implicación de los individuos en su inserción: por ejemplo, las ayudas
económicas a los desempleados que van ligadas a un proyecto individual de
búsqueda de empleo de cuya evaluación periódica se hace depender la ayuda.

Con el camino trazado a lo largo de este apartado, hemos querido poner de


relieve que el surgimiento de «la cuestión social» debe analizarse en el marco
de una organización económico-productiva que tiende a la generación de de-
sigualdades. Y por tanto, una perspectiva crítica y reflexiva de la intervención
social debe tener en cuenta este campo en tensión a la hora de analizar cómo
se definen los problemas sociales. A la vez, hemos querido enfatizar que «lo
social», en tanto unidad de actuación, no puede ser considerada como una
realidad dada, sino que emerge, se constituye y actualiza constantemente co-
mo un dispositivo de saber y gobierno en el que una serie de conocimientos
expertos y actores –psicólogos, psiquiatras, educadores y trabajadores sociales–
juegan un rol central. ¿Qué efectos comporta esta centralidad de la interven-
ción social en tanto disciplina experta a la hora de determinar cómo se define
lo que constituye un problema social y las formas de intervenir sobre él? Sobre
esta cuestión ahondaremos en el siguiente apartado.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 25 El campo de la evaluación y la intervención social

3. Entender la intervención social como disciplina


experta

Hasta aquí, hemos transitado por esta genealogía de la intervención social que
nos ha llevado a sumergirnos en el proceso de construcción y gobierno de los
«problemas sociales», así como en el desarrollo histórico de la intervención
social que hace frente a dichos «problemas». Antes de dar continuidad a es-
te repaso, quisiéramos hacer una parada. La proponemos porque necesitamos
algunos puntos de apoyo, fundamentales para entender ese complejo proceso
que nos permitirá pensar, no sin problemas y tensiones, el engarce de la inter-
vención social con los dispositivos de gobierno del ámbito social en nuestros
días. Para ello, utilizaremos nuevamente algunos conceptos clave que toma-
mos de Michel Foucault.

3.1. Gubernamentalidad

La primera clave que tomamos de Foucault para entender cómo la�interven-


ción�social puede pensarse como�un�dispositivo�de�poder es el concepto de
gubernamentalidad. Para Foucault, el gobierno no son las instituciones que
ostentan el poder político (el Estado); el�gobierno�es�una�actividad que pe-
netra en el campo social y modula las conductas de individuos y grupos para
conseguir un efecto de conjunto. Así, por ejemplo, el ejercicio de gobierno no
lo efectúa solo un presidente o un alcalde, sino que también lo lleva a cabo
una madre o un padre (a través de la hora de llegar a casa que impone a sus
hijos), un profesional (a través del enfoque que da al problema de conducta
de un adolescente), un vecino (reprimendas y consejos que fijan «lo que debe
ser» normal en el barrio) o un adolescente consigo mismo (mediante la adap-
tación estética de su cuerpo). El Estado, pues, no es el único que gobierna ni
el único que tiene poder: es un actor, entre otros, de un arte de gobernar que
emerge�en�una�relación�de�fuerzas específica entre formas�de�saber�y�poder.

La intervención social como actuación que, en su surgimiento, se apoya en el


saber de las ciencias�sociales, puede pensarse como�dispositivo�de�gobierno,
pues justamente se ocupa de conocer las conductas de los individuos, grupos
y comunidades, y de actuar en su seno y en las relaciones entre ellos y con
las cosas. Pero ¿cómo? Conforme a una racionalidad, una forma de acuerdo
en la cual se estructura el campo de acción posible y se modulan conductas.
Los sujetos forman parte de un campo de acción, una constelación formada
por muy diversos actores y por las relaciones de estos consigo mismos, con
los demás y con las cosas. Esta constelación no existe a priori, sino que se
construye a partir de formas de gobierno concretas que delimitan lo que los
sujetos pueden o no pueden hacer, las acciones que son posibles y las que
se salen del campo. Por ejemplo, en el campo migratorio, las personas que
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 26 El campo de la evaluación y la intervención social

no tienen recursos suficientes no pueden moverse con seguridad ni obtener


documentos en su lugar de destino, pues eso es lo que las formas de gobierno
establecen como propio del campo migratorio.

A la razón de gobierno basada en la definición de los campos de acción posi- Lectura complementaria
bles, Foucault la llamó gubernamentalidad. Este autor se dedicó a trazar una
En 1970, Michel Foucault
historia de sus transformaciones de gran utilidad para el estudio del gobierno ocupa la cátedra de Histo-
del campo social. Porque cada gubernamentalidad contiene su linaje específi- ria de los Sistemas de Pensa-
miento en el prestigioso Co-
co de conexiones entre saber/poder, su relación específica entre Estado, mer- llège de France. En su sesión
inaugural, dicta una lección
cado, sociedad e individuo, y sus técnicas específicas de gestión del ámbito
donde plantea una intere-
social. La intervención social, como disciplina capaz de intervenir en la de- santísima reflexión sobre las
complejas relaciones entre el
finición y gestión de un campo concreto, el campo social, para modular las saber y el origen del poder.
conductas de los sujetos funciona, no sin tensiones, como una técnica funda- Esa sesión se publicó más tar-
de bajo el siguiente título:
mental de la gubernamentalidad. M. Foucault (1970). El orden
del discurso. Barcelona: Tus-
quets.
Y es que, como decíamos al principio de este módulo, uno de los mecanismos
que conectan a la intervención social con el poder y las formas de gobierno
es su configuración como un campo de conocimiento experto para codificar
e intervenir sobre un problema social. Dicho en el lenguaje que nos propone
Michel Foucault, el proceso�de�construcción�de�una�disciplina�experta hace
que esta funcione como un saber capaz de producir determinadas verdades
que definen el mundo que nos rodea, excluyendo otras posibles lecturas. A la
par, se legitima como el único conocimiento válido a la hora de determinar
cuándo hay un problema dentro de su campo de intervención y cuáles son
las técnicas que hay que aplicar para resolverlo (de nuevo, excluyendo otros
posibles saberes y formas de hacer). Y eso, a la hora de pensar en la forma
y efectos de la intervención social sobre los territorios de vida en los que se
inscribe, tiene sus efectos. Veámoslo por partes.

3.2. Regímenes de verdad

«No está en ningún mapa. Los lugares verdaderos nunca lo están», es-
cribía Herman Melville en Moby Dick. Y sin embargo, afirmamos sin
ninguna duda que África está debajo de Europa, descentrada, con ese
cuerno tan característico. El mapa toma el lugar de lo real. Y nos lo
muestra como una clara verdad.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 27 El campo de la evaluación y la intervención social

Una� verdad es aquello que se nos revela como seguro, evidente, incuestio- Lectura complementaria
nable. Mediante sencillas operaciones descartamos lo falso por oposición de
Para saber más os recomen-
lo verdadero y obtenemos el criterio mediante el cual aprehender el mundo damos leer una interesante
que nos rodea: la guía a partir de la cual nos explicamos lo que conocemos y conversación entre Michel
Foucault y el historiador Jo-
construimos nuestras certezas. Tal es la seguridad que produce la verdad, que sep Fontana que aparece re-
cogida en el capítulo «Verdad
cuesta poco asociarla con lo real. Sin embargo, no hay nada más problemáti-
y poder», publicado dentro
co que dicha unión: lo verdadero no es más que una representación de lo real, de la obra:
del mismo modo que un mapa representa un territorio, lo ordena, pero no es M. Foucault (1992). Microfí-
sica del poder. Madrid: La Pi-
el territorio. Como tal representación, toma el lugar de la realidad, pero no queta.
como mero espejo de la misma, sino como el resultado (siempre en continua
tensión) de un conjunto de intereses y relaciones de poder que producen y
mantienen lo que debe ser definido como verdadero. Dice Foucault que todo
momento histórico, toda organización social, tiene su régimen�de�verdad: es
decir, un conjunto de procedimientos encargados de la producción, sanción,
puesta en circulación de los enunciados que se hacen funcionar como verda-
deros. Y dichos procedimientos se encuentran siempre subordinados a los sis-
temas de poder.

De esta forma, podemos decir que toda�lógica�de�gobierno�posee�su�propio


régimen�de�verdad: nos ofrece una verdad que impone un campo de inter-
pretaciones posibles de aquello que nos pasa, a modo de un mapa que orienta
nuestros pasos y delimita el terreno de lo pensable. Como señala Foucault en
su libro El orden del discurso (1970, pág. 12), estas verdades, para ser eficaces,
deben confundirse con lo real, y deben hacerlo de la forma más invisible po-
sible ante nuestros ojos, «pues el discurso que se dice verdadero no puede re-
conocer la voluntad de verdad que lo atraviesa». Por eso, lo más problemático
de los regímenes de poder no son sus mentiras, sus censuras o sus prohibicio-
nes, sino sus verdades: si una verdad desvela sus intenciones pierde su eficacia,
porque muestra que, en realidad, la verdad no es más que una sola verdad de
entre todas las posibles.

Así pues, las verdades de las que nos servimos para leer el mundo tienen una Lectura complementaria
historia, se�producen�históricamente vinculadas a lógicas de gobierno. Y co-
Uno de los argumentos cen-
mo veíamos en el apartado anterior, la definición de la cuestión social y de los trales de Foucault en su obra
modos de intervención sobre ella es una de estas verdades (de hecho, una de Las palabras y las cosas es que
todos los períodos de la his-
las verdades más importantes): el campo de lo social se ha ido construyendo toria han poseído ciertas con-
diciones subyacentes de ver-
de forma singular y acompasada a las formas de gobierno, decíamos. Y así, por
dad que constituyeron lo que
ejemplo, en el siglo XIX, los regímenes de verdad de un poder disciplinario nos era aceptable. En esta obra,
se propone hacer una histo-
dirían que un hombre que vaga solo por las calles, sin trabajo y con dificulta- ria de la veridicción, la cual
des de relación es un loco que debe ser encerrado –en un psiquiátrico o una concibe como la conexión de
un régimen de verdad con la
prisión– para normalizar y disciplinar su comportamiento. Hoy en día, en las práctica gubernamental.
sociedades de seguridad neoliberales, nuestro mapa les dice a las doctoras y M. Foucault (1997). Las pa-
labras y las cosas. Una arqueo-
psicólogas del centro de salud que este hombre no está loco ni necesita un psi- logía de las ciencias humanas.
quiátrico, sino que está enfermo: le recetarán antidepresivos y mucha fuerza de Madrid: Siglo XXI.

voluntad. Si las profesionales son críticas, como las del ejemplo número 2 de
la caja de situaciones con la que iniciábamos este módulo, pensarán también
en las causas sociales de esa enfermedad llamada depresión, y le propondrán
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 28 El campo de la evaluación y la intervención social

participar en un grupo terapéutico. Estamos, pues, ante distintas�formas�de


gobierno�con�distintas�verdades, de�las�que�se�derivan�y�sustentan�como
legítimas�diferentes�formas�de�intervención.

Por tanto, para pensar la intervención social, y hacerlo de un modo crítico que
no asuma sin más como «lo real-objetivo» todos aquellos discursos, imágenes
y prácticas que producen los regímenes de poder, es necesario cuestionarse las
certezas, apuntar a los pilares más profundos que definen la práctica de la in-
tervención social y traspasar la frontera que delimita el campo de lo pensable
y lo impensable. Producir, en suma, las condiciones�de�posibilidad�que�tras-
toquen�las�verdades existentes, para que aparezcan otras con mayor potencia
de transformación. No es esta tarea sencilla.

3.3. Las disciplinas como pilar de un régimen de verdad

Dentro de la propuesta de análisis que Michel Foucault nos plantea, uno de


los pilares fundamentales que sustentan un régimen de verdad está formado,
precisamente, por las disciplinas de conocimiento e intervención. Estas fun-
cionan como una matriz de conocimiento encargada de producir ciertas ver-
dades, de hacerlas parecer reales. Y a su vez, se construyen como las autoriza-
das para medir, en función de dicho régimen de verdad, la legitimidad de cual-
quier nuevo enunciado o propuesta y lo adecuado o no de cualquier interven-
ción. De nuevo, cada�momento�histórico�construye�sus�propias�disciplinas,
sus�propios�saberes. Durante la edad media, la religión fue sin duda el gran
saber que todo lo abarcaba y todo lo explicaba. Paulatinamente, la ciencia la
desplazó como método de explicación y veridicción del mundo. En nuestros
días, aunque ambas siguen ocupando su lugar, son los saberes�expertos�o�téc-
nicos los que nos otorgan las evidencias desde las cuales aprehendemos lo que
nos rodea. Garante de una supuesta «objetividad técnica» –que ofrece cifras,
diagnósticos, criterios profesionales, cálculos de costes y beneficios y medidas
eficientes y, sobre todo, eficaces-, «lo experto» se presenta en nuestros tiempos
como todo lo contrario a la denostada subjetividad de los ideales políticos.
En este sentido, parece que no hay nada más real que los datos cuantitativos,
nada más incuestionable que el saber del profesional, nada más adecuado y
verdadero que lo que dictamina un experto.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 29 El campo de la evaluación y la intervención social

De todos estos saberes técnicos hay uno, el económico, que con más fuerza Lectura complementaria
irrumpe como principio de inteligibilidad en nuestras sociedades. La discipli-
Para saber más, recomenda-
na económica se impone como vara de medir el valor de cualquier actuación y mos leer la siguiente obra:
como explicación última e incontestable de cualquier política. Pero el econo- Barbara Erenreich; Deirdre
English (2011). Por tu propio
mista no es el único experto que acompaña nuestras vidas: coachers, expertos bien. 150 años de consejos ex-
en salud, terapeutas de todo tipo, psicólogos, publicistas, educadores, influen- pertos a mujeres. Madrid: Ca-
pitán Swing.
cers, politólogos, y desde luego expertos en intervención social se arrogan la
En este trabajo, publicado
capacidad de diagnóstico y decisión sobre nuestras propias vidas. La trabaja- originalmente en 1989, se
propone estudiar el modo en
dora social sabrá mejor que nadie el tipo de ayuda que la madre de nuestro que la sexualidad y la natura-
primer ejemplo necesita. No dudará en codificar a sus hijos como «menores leza de la mujer ha sido tra-
tada, pero sobre todo mono-
en riesgo». Sus conductas serán «normalizadas» gracias al saber hacer de los polizada, por científicos o ex-
pertos –varones– que, «por
educadores sociales, mientras que la madre orientará su «empleabilidad» en
el bien de las mujeres», las
función de los consejos de los orientadores. Consejos mucho más profundos han expulsado de campos de
saber tradicionalmente ocu-
e íntimos reconducirán la vida de los hombres desempleados o prejubilados pados por ellas a cambio de
dentro del grupo terapéutico. En paralelo, los técnicos del distrito diseñarán centenares de más que cues-
tionables «consejos exper-
un proyecto de desarrollo comunitario en el barrio, atendiendo a las necesida- tos».
des que sus metodologías y criterios de objetivación han señalado. Todo ello
dentro de las verdades que funcionan como brújula en nuestros tiempos. Todo
ello legitimado por las disciplinas que las sustentan.

¿Cómo cuestionar las verdades asociadas al ejercicio del poder cuando


los criterios técnicos de los que nos dotamos, los lenguajes expertos que
aprendemos, las metodológicas profesionales que orientan las prácticas
y la objetividad de la experticia que nos ampara no son sino formas de
poder? Es más, ¿por qué decimos que es necesario hacerlo? ¿Qué�efectos
tiene�la�construcción�de�disciplinas�expertas�sobre�los�procesos�de
intervención�social?

3.4. Escisión entre sujetos de conocimiento y objetos de


intervención

El principal y más problemático efecto de poder que podemos señalar es la Igualdad de todas las
escisión que introduce entre los sujetos�de�conocimiento y los objetos�de�in- inteligencias

tervención. Esta fractura esconde un proceso de jerarquización�en�el�saber, Frente a la idea de una jerar-
que determina quién puede producir saber/enunciación cualificada y quién quización de inteligencias,
el filósofo Jacques Rancière
no. Se genera así una dualidad permanente entre, por un lado, los expertos apuesta por afirmar y defender
la igualdad de todas las inte-
(quienes detentan el saber y tienen la obligación de recoger los hechos y ex- ligencias; un principio que se
encuentra detrás de muchas
periencias fragmentarias y sistematizarlas para diseñar una intervención) y, de las prácticas de interven-
por otro lado, los objetos de dicha intervención (los que no saben más que de ción social más transformado-
ras:
manera fragmentaria sobre su experiencia y tienen la necesidad de delegar las J. Rancière (2003). El maestro
respuestas en aquellos que saben). El resultado, pues, es una jerarquización de ignorante. Cinco lecciones so-
bre la emancipación intelectual.
inteligencias que poco tiene de interesante si lo que se busca es construir una Barcelona: Laertes.
intervención sobre la base de la reciprocidad y la igualdad, con la potencia que
solo puede tener un proceso cuando este ha sido compartido. Los expertos, los
«técnicos», acaban por ser considerados los únicos en condiciones de definir
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 30 El campo de la evaluación y la intervención social

los problemas de la población con la que intervienen: en tanto «técnicos del


ámbito social» reciben la prerrogativa de determinar cuándo hay un problema
dentro de su campo de intervención y cuáles son las técnicas que hay que
aplicar para resolverlo.

La irrupción de los «expertos» ha servido en muchas ocasiones para desalo- Lectura complementaria
jar otros saberes (los saberes comunitarios, experienciales, biográficos, subal-
B. Latour (2004). «Scienti-
ternos que crecen al compás de la vida y de los códigos de un determinado fic Objects and Legal Objec-
territorio) de sus ámbitos tradicionales, minusvalorándolos y arrinconando su tivity». En: A. Pottage; M.
Mundy. Law, Anthropology,
legitimidad. Bruno Latour (2004) define al «experto» como una figura híbrida and the Constitution of the
Social: Making Persons and
entre el juez y el científico, pero que adicionalmente no está sometida a las
Things. Cambridge: Cambrid-
obligaciones de ninguna de estas figuras. Del segundo –la figura del científico– ge University Press.
toma la capacidad de cuestionamiento de la realidad. Pero lejos de hacer de
este cuestionamiento continuo un modo de trabajo, la figura del experto toma
ciertas cualidades del juez (la distancia, supuesta imparcialidad y la capacidad
de juicio) para zanjar la discusión y reflexión en un momento determinado,
no en virtud del poder de una ley, sino de lo establecido por su propia condi-
ción de experto.

Esta jerarquización sitúa de un lado a los usuarios (la propia palabra usuario
lo deja claro: no participa, solo usa, clara asimetría), que «informan», comuni-
can la «experiencia». Y del otro lado a los expertos, que ordenan esa informa-
ción, aportan el análisis para enmarcar lo experiencial, dinamizan y regulan
la intervención, definen los ritmos, los objetivos y los formatos. Esto acaba
generando, entre los definidos como «objetos» de intervención, sentimientos
de invasión�e�inferiorización, cuando no de instrumentalización, cortocir-
cuitando las posibilidades de empoderamiento e igualdad de muchas de las
intervenciones.

La alternativa pasa por desmontar las rigideces profesionales, deshacerse de


sus anclajes, de los hábitos incorporados y nadar al compás que marcan las
olas del campo social en movimiento. Pero no es una tarea sencilla, y menos
si se tienen en cuenta las condiciones estructurales y las axiomáticas de poder
que subyacen a la intervención social. Por eso, su análisis constituye el pun-
to de partida para dilucidar si hay estrategias posibles que rompan con estas
dinámicas y alumbren mundos mejores. A esta tarea dedicaremos el siguiente
apartado.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 31 El campo de la evaluación y la intervención social

4. Replanteamientos críticos en la intervención social


en las décadas de 1960 y 1970

La intervención social fue a partir de la década de 1960 objeto de intensas


críticas que la situaban en un papel de control social. Estas críticas se relacio-
nan con aquellas que vimos en el apartado 2.4 («Estado del bienestar y con-
solidación de la intervención social») referidas a la gestión del ámbito social
en el seno del Estado de bienestar. El paradigma funcionalista que postulaba
la adaptación del individuo y las comunidades al sistema social engendró, al
menos, tres reacciones que lo impugnaban.

4.1. Contrapoderes y apoyo mutuo

La primera reacción hay que situarla allí donde el paradigma se impuso y des- Lectura complementaria
de donde irradió su ideología a escala global, en Estados Unidos. Se trata de las
S. Alinsky (2013). Tratado pa-
prácticas críticas de trabajo comunitario que postularon de modo pragmático ra radicales. Manual para revo-
y experimental un nuevo enfoque basado en la defensa de los grupos oprimi- lucionarios pragmáticos. Ma-
drid: Traficantes de Sueños.
dos y en la acción social frente a los poderes establecidos. El modo activista de
entender la organización comunitaria por parte de Saul Alinsky (2013) planteó
la necesidad de contrapoderes�pragmáticos (lejos del idealismo que inunda-
ba buena parte de las críticas al capitalismo en Europa y Latinoamérica). Ante
la represión que sufrían las comunidades pobres o negras cuando intentaban
autoorganizarse o cuando reivindicaban derechos, las tácticas que postulaba
Alinsky eran siempre imaginativas, tratando de jugar con el ingenio (la inno-
vación hace imprevisibles a quienes la usan), con la comunicación (si las re-
laciones son comunicativas, los significados son el campo de juego) y con el
humor (antes que el insulto). La producción de esas tácticas debía partir siem-
pre del marco experiencial de las comunidades. En este tipo de intervención
comunitaria orientada a la movilización se partía de un elemento común (un
territorio, por ejemplo) y se establecían demandas concretas: era en el propio
proceso de organización de cara a esas metas que se produciría el empodera-
miento (se lograsen o no dichas demandas).

Otra de las experiencias de intervención crítica en el medio urbano norteame-


ricano lo protagonizaron los militantes de los Panteras Negras. Derivado del
movimiento por los derechos civiles –movimiento negro contra la segregación
racial en Estados Unidos–, los Panteras Negras radicalizaron el discurso y la
práctica. Además de llevar a cabo acciones políticas y armadas, crearon siste-
mas comunitarios de apoyo�mutuo y autogestión en los guetos de las grandes
ciudades norteamericanas. Fue a través de esta autoorganización como se llevó
a cabo un proceso de empoderamiento de la población negra en general, y de
las comunidades en particular.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 32 El campo de la evaluación y la intervención social

4.2. Toma de conciencia y empoderamiento

El segundo de los replanteamientos críticos se llevó a cabo desde una óptica Lectura complementaria
marxista en Latinoamérica, entre las décadas de 1960 y 1970. El empuje de los
Un recorrido por las perspec-
movimientos populares en cada nación del continente, junto con la eclosión tivas críticas a la interven-
de las teorías de la dependencia y el surgimiento de la teología de la liberación, ción social surgidas desde el
contexto latinoamericano se
dieron lugar a la emergencia de una serie de prácticas de intervención socio- encuentra en:
educativa encaminadas a la «toma�de�conciencia» de las condiciones de opre- N. Alayón (org.) (2005). Tra-
bajo Social latinoamericano. A
sión. La pedagogía concientizadora de Paulo Freire, el teatro social de Augusto 40 años de la Reconceptualiza-
Boal, el Movimiento de Reconceptualización en Trabajo Social, la Psicología ción. Buenos Aires: Espacio.

Comunitaria o la Investigación Acción Participativa son distintas expresiones


de este malestar crítico en la intervención y la búsqueda de sujetos activos
capaces de transformar las estructuras sociales.

El énfasis en la intervención comunitaria surgió como el contrapunto a las Lecturas


metodologías individualistas y familistas del modelo funcional-adaptativo: el complementarias

sentido de pertenencia en los colectivos, así como el análisis causal del pro- M. H. Bacque; C. Biewener
pio sufrimiento social, se entendían como la antesala del empoderamiento (2016). El empoderamiento.
Una acción progresiva que ha
(Montero, 2004). Centrado en la combinación de un poder personal a través revolucionado la política y la
sociedad. Barcelona: Gedisa.
de la toma de conciencia («poder de»), un poder colectivo mediante la orga-
M. Montero (2004). Introduc-
nización con otros afectados («poder con») y un poder político para remover ción a la psicología comunita-
estructuras sociales («poder sobre»), este tipo de intervención crítica basada ria. Desarrollo, conceptos y pro-
cesos. Buenos Aires: Paidós.
en el concepto de empoderamiento se extendió tanto en el trabajo social y
la psicología comunitaria como en las prácticas y discursos de los movimien-
tos sociales tanto en el mundo rural e indígena como en las periferias urba-
nas (Bacque y Biewener, 2016). Aunque la reacción por parte de las dictaduras
militares fue de una represión brutal contra estas formas de intervención, sus
influencias se dejan notar aún hoy: no solo en Latinoamérica, sino también
en Estados Unidos y en Europa, donde los planteamientos críticos centrados
en la clase social también fueron trasladados a otros ejes de poder, como el
género, la etnia o la raza.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 33 El campo de la evaluación y la intervención social

Han sido muchas las feministas que han puesto en el punto de mira las labores Lecturas
capilares de control social a través de la intervención con las mujeres como complementarias

detentadoras de las claves de la reproducción�social, y la necesidad de una Para saber más sobre las apor-
intervención liberadora a través, por ejemplo, de grupos de autoconciencia taciones del movimiento fe-
minista en la generación de
feminista. Del mismo modo, la intervención social antirracista, de potencia- perspectivas críticas en torno
a la intervención social, ver:
ción y defensa de colectivos oprimidos (negros en Estados Unidos, indígenas
E. Grassi (1989). La mujer y la
en Latinoamérica) parte de la teoría de la indefensión aprendida para construir profesión del asistente social.
procesos de empoderamiento colectivo. El control de la vida cotidiana.
Buenos Aires: Humanitas.
Un interesante análisis sobre
En esta línea de intervención, en la década de 1970 los cristianos de base ani- las aportaciones de formas de
empoderamiento a través de
maron un trabajo comunitario de alianza con los pobres en la reivindicación los grupos de autoconciencia
feminista se encuentra en:
de derechos desde las periferias de las grandes ciudades españolas. Curas, in-
L. Dominelli; E. MacLeod
telectuales y estudiantes de izquierdas decidieron irse a vivir a los barrios con (1999). Trabajo social feminis-
el fin de conocer su realidad y de acompañar a esos grupos sociales de cara a la ta. Madrid: Cátedra.
Por último, las aportaciones
reivindicación de sus derechos. Como consecuencia de su acción, sumado al de los movimientos antirra-
crecimiento de la autoorganización obrera, surge el movimiento vecinal y su cistas y los procesos de em-
poderamiento colectivo vin-
búsqueda del «derecho a la ciudad». La animación sociocultural en las zonas culados a los movimientos
negros e indígenas en el con-
deprimidas puso en marcha las herramientas alfabetizadoras y pedagógicas de
tinente americano se encuen-
Paulo Freire con la idea de que esa dinamización conseguiría la toma de con- tra en:
ciencia de clase y enriquecería culturalmente el entorno. M. Payne (1995). Teorías con-
temporáneas del trabajo social.
Una introducción crítica. Bue-
nos Aires: Paidós.
4.3. Desinstitucionalización

La tercera y última corriente de intervención crítica –internamente heterogé- Lecturas


nea–, muy ligada al replanteamiento cultural que supuso la movilización de complementarias

Mayo de 1968, la componen los movimientos antiinstitucionales en Estados Para saber más sobre el abor-
Unidos, pero fundamentalmente en Europa. El análisis de las interacciones en daje crítico de los psiquiátri-
cos en tanto instituciones to-
las instituciones totales (la cárcel, el hospital psiquiátrico y otras instituciones de tales, ver:
internamiento) efectuado por Erving Goffman (1972), la genealogía llevada a E. Goffman (1972). Interna-
dos. Ensayos sobre la situación
cabo por Michel Foucault (2002) acerca del surgimiento de las prisiones, la dis- social de los enfermos mentales.
ciplina y la construcción de la anormalidad, el movimiento italiano de la an- Buenos Aires: Amorrortu.
Y sobre el movimiento anti-
tipsiquiatría encabezado por Franco Basaglia (2005), o el análisis institucional psiquiatría en:
de René Lourau (1970) y Félix Guattari (1976) supusieron el viraje de la aten- F. Basaglia (2005). L’útopia de-
lla realtà. Turín: Einaudi.
ción hacia las�relaciones�de�poder�que�se�dan�en�la�intervención en salud
Sobre el análisis institucio-
mental y en otros ámbitos de la intervención social. Partiendo de que el poder nal, ver:
experto construye al enfermo, al preso, al usuario, etc., el objeto fundamental R. Lourau (1970). El análisis
institucional. Buenos Aires:
de las intervenciones basadas en esta crítica consiste en la democratización Amorrortu.
de�las�relaciones�institucionales a través del reordenamiento�de�los�roles. F. Guattari (1976). Psicoanáli-
sis y transversalidad. Buenos
Aires: Siglo XXI.
Tras dejar su huella en la intervención social, estas tres críticas fueron perdien-
do su capacidad para dar cuenta de la realidad y se resituaron en un marco con
menor potencia de transformación social y política (vía tecnificación). En la
década de 1980 se generó un nuevo contexto socioeconómico marcado por la
globalización, el debilitamiento del movimiento obrero, la precarización del
trabajo, la aceleración de los procesos de individualización, la modernización
y «liberalización» cultural como superación de las tradiciones y la vieja moral
y el avance de las lógicas de mercado sobre cada vez más aspectos de la vida,
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 34 El campo de la evaluación y la intervención social

como los cuidados. En España, coincidiendo con la entrada en la Comunidad


Económica Europea (CEE, posteriormente Unión Europea, UE) y la crisis inter-
nacional del Estado de bienestar justo en el momento en el que estaba pene-
trando en el país, la intervención social se fue insertando paulatinamente en
una nueva lógica que podríamos denominar neoliberal y que es la que saldría
victoriosa tras la crisis económica que comienza en 1973.

En las últimas décadas hemos podido observar cómo aquello que la reacción
antiinstitucionalista dinamitó, el saber experto, ha ido dando forma a la in-
tervención social como disciplina, tomando un papel fundamental en la for-
ma dominante actual, ligada a la lógica neoliberal. En este viraje neoliberal
de la gestión social aparece una nueva relación entre gobierno, saber exper-
to y sujetos de gobierno. En él, los individuos son llamados a convertirse en
«expertos�de�sí�mismos», debiendo establecer «una relación de autocuidado,
que se basa en la preparación y la información, con sus cuerpos, mentes, for-
mas de conducta» (Rose, 1997, pág. 38), a través de técnicas de autoinspec-
ción, autoproblematización y automonitoreo (algunas de ellas provenientes
del campo de la psicoterapia, el discurso de la autoayuda y el management).
En este marco, herramientas críticas como aquellas planteadas desde la toma
de conciencia, la autoconciencia o el empoderamiento han pasado a ocupar
nuevas y problemáticas funciones en las formas�neoliberales�actuales�de�la
intervención�social (introduciendo nuevas formas de gobierno y exclusión).
En ese sentido cabe tener en cuenta que el neoliberalismo requiere de una
producción de subjetividad que no funciona por represión o disciplina, sino
que opera como una forma de gobierno que produce sujetos libres y respon-
sables de sí mismos. En este viraje, han aparecido formas de intervención que
promueven la implicación y activación de cada individuo. Tal es el caso de las
«políticas de activación» en el ámbito de la inserción laboral, y de los discursos
que promueven la inversión en uno mismo, el esfuerzo y el mérito personal
o la activación individual en la mejora del propio capital humano; con ello
se impone una responsabilidad personal en los sujetos en la consecución o
fracaso de sus condiciones de bienestar, a la vez que se desmantelan las insti-
tuciones públicas en cuyo interior el gobierno del welfare había circunscrito y
gestionado los problemas sociales (sobre todos estos aspectos volveremos con
detalle en el módulo 4).
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 35 El campo de la evaluación y la intervención social

En resumen, en este módulo hemos querido dar cuenta de cómo, a par-


tir de las aportaciones críticas referidas a los efectos de control social
que producen determinadas intervenciones, se han abierto múltiples lí-
neas de discusión acerca de qué se hace cuando se emprenden procesos
de intervención social. Es por esto que, a raíz de estas críticas y cuestio-
namientos, han surgido propuestas que promulgan otras formas de in-
tervención social desde las que resolver o sortear los cuestionamientos
que se han venido realizando. Lo cual, a su vez, nos obliga a preguntar-
nos, en casos específicos de procesos de intervención, qué debe ser in-
tervenido y qué no, hacia dónde deben dirigirse las intervenciones so-
ciales, quiénes son definidos como «personas intervenidas» y «equipos
interventores» y las metodologías con las que se trabaja. Como hemos
comprobado, todas estas preguntas generan un espacio de controversia
que define las maneras de intervención concretas, lo cual veremos en
los próximos módulos.
CC-BY-NC-ND • PID_00249382 37 El campo de la evaluación y la intervención social

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