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Estudiante: Ian Matías Paul Quevedo

Materia: Teoría e Historia de la Arquitectura II

Eclecticismo y Modernismo
El período que se extendió durante la segunda mitad del siglo XIX se le denomina
eclecticismo, un estilo mixto en las bellas artes, que toma los rasgos de varias fuentes
y estilos. Consecuentemente, el eclecticismo nunca constituyó un estilo específico en
el arte: se caracteriza por el hecho de que no fue un estilo particular. En general, el
término describe la combinación de una variedad de influencias, principalmente de
elementos de estilos diferentes de la arquitectura, la pintura y las artes gráficas y
visuales.
Aunque la sensibilidad predominante fue la romántica, durante el mismo fueron
muchos los estilos que surgieron y se combinaron sin que predominase ninguno en
solitario. De hecho, en arquitectura, además del historicismo, el modernismo también
dejó su huella. Sin embargo, lo más interesante es vislumbrar, cómo las nuevas
formas y estilos que revolucionaron el arte contemporáneo -la arquitectura del hierro,
el impresionismo en pintura- también comenzaron a llegar a nuestro territorio,
augurándonos un siglo XX deslumbrante.
El modernismo “crea una singular mitología temática de evasiones exóticas” que lo
remiten con frecuencia al mundo griego, parnasiano y renanesco, al que Rodó vuelve
para trazar una síntesis de la civilización helénica, síntesis que no se agota en un
propósito evasivo sino interpretativo y pragmático. Rodó instala, a través de Próspero
—herramienta de su voluntad discursiva— un mensaje ideológico que busca
componer con cierto eclecticismo un mensaje doctrinario que escinde la cultura de la
economía, el ocio del negocio, y encuentra en Grecia, como en el cristianismo
primitivo, uno de los dos modelos históricos cuyos valores puede ofrecer a la juventud
investida con las máximas capacidades de renovación social.
Tal idea inaugurará un “discurso alusivo a los jóvenes en la cultura y la política
latinoamericanas que se transformará en voluntad colectiva años más tarde”. Rodó
busca en ese pasado un modo de organización social, una jerarquía de valores que
le permita llevar a cabo la “cura de almas”, fórmula dilecta de Rodó que traduce el
proyecto de su generación, cuyos ideólogos “asumen, en reemplazo de los
sacerdotes, la conducción espiritual” de la sociedad, componiendo una especie de
catequesis laica.
Belén Castro Morales define a Rodó como un “modernista diferente” porque, a través
de su crítica literaria, buscó para el movimiento liderado por Rubén Darío un más
amplio “sentido humanista, estético y moral”; según la autora, el pensador uruguayo
elaboró un “modernismo ascendente”, donde confluyen su hispanoamericanismo, la
recuperación del pasado, su eclecticismo, una propuesta de regeneración de la
cultura americana y una crítica al decadentismo.

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