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los hábitos lectores de los distintos sectores sociales aunque también
con cruces ya que estas diferencias no eran tan puras.
Aunque no se trate de literatura infantil sino de un género didáctico,
muchos especialistas coinciden en ver a la obra Orbis sensualium pictus, u
Orbis pictus, o Mundo pintado escrito entre los años 1650- 1654 por el
pedagogo Comenius mientras trabajaba en una escuela primitiva de Hungría,
como el antecedente principal de los libros ilustrados dirigidos a un público
infantil.
Imagen tapa Comenius
Comenius fue un adelantado en las ideas pedagógicas, escribió este
libro que en realidad era una especie de abecedario para la enseñanza de la
lengua materna y el latín. Estaba convencido de que aquello que se nombraba
a los niños se le debía mostrar, como queda claro en sus propias palabras al
presentar el Orbis Pictus: “Un Libro como este, presentado de esta manera,
podría (así lo espero) servir para atraer a los niños talentosos, para que el
hecho de ir a la escuela no les parezca un tormento, sino más bien, una
experiencia agradable. Pues, es obvio que los niños (aun desde su temprana
infancia) se deleitan con las ilustraciones, y gustosamente se complacen con
estas luces. Bien valdría la pena haber realizado tal obra si logramos ahuyentar
a los espantapájaros de los Jardines de la Sabiduría.” 1 Causó sensación entre
los niños por la forma de presentar el mundo en imágenes, cuando la forma de
instrucción predominante era por medio de la enseñanza de teología, lenguas
muertas y matemáticas. La idea era instruir pero en forma agradable por medio
de las imágenes.
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3 imágenes Orbis Pictus
Por otra parte, los niños de los sectores populares se apropiaron de las
historias que editadas en forma de pliegos durante los siglos XVII, XVIII y XIX
repartían o pegaban en las paredes los buhoneros o vendedores ambulantes.
Entre estas publicaciones, los pliegos de imágenes eran algo así como
un periódico ilustrado para el pueblo.
Imagen pliego
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que traían para recortar soldados de papel, que luego se pegaban en trozos de
madera para organizar desfiles y batallas en miniatura.
Dos imágenes de Toy Theatre
Tras el siglo SVIII los cambios económicos permitieron que hubiera más
lectores potenciales y suficientes niños pertenecientes a la burguesía naciente
que pudieran leer y cuyas familias pudieran comprar libros para ellos. Esto
permitió sostener un nuevo mercado con un público específico. La industria que
surgía estaba sostenida ideológicamente por la filosofía de John Locke, para
quien las mentes infantiles eran una tabula rasa sobre la cual había que
imprimir experiencias valiosas. Por lo tanto los libros escritos específicamente
para chicos buscaban llenar esas mentes en blanco con información útil y
preceptos morales. Los libros más exitosos eran aquellos que intentaban
combinar propósitos pedagógicos con historias entretenidas. Generalmente
estaban ilustradas con grabados.
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y se puso a escribir unas historias que ilustró con sencillos y sugerentes dibujos
. No sabía que estaba haciendo un libro que luego se haría famoso: el
Struwwelpeter traducido al español como Pedrito el desgreñado o Despeluzado
.
Tapa Struwwelpeter
Un amigo lo hizo editar en 1845 con una tirada de 1500 ejemplares. La
preocupación por el lugar de la imagen por parte del autor se hace evidente en
el hecho de que el propio Hoffmann cuidó personalmente que la impresión de
los dibujos no alterara en lo más mínimo los colores y el estilo original. Lo que
no quería era que se deslizara en las páginas nada del estilo artificioso y pueril
tan característico de los libros infantiles que se publicaban en el momento. En
el prólogo Heinrich Hoffman dice: “Para hacer este libro me he guiado por esta
profunda convicción: la infancia sólo comprende y concibe lo que ve”.
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vuelve a ponerse a gritar:
“¡No me la quiero tomar!
¡La sopa no me la como!
¡No la como y no la tomo!”
Imagen Gaspar Sopas 4
Al cuarto día - ¡qué feo! –
Gaspar parece un fideo.
Y como ya no comió,
al quinto día, murió. 4
Aventuras de Alicia en el país de las maravillas. Lewis Carroll (texto) John Tenniel (
ilustraciones)
Este diálogo tan fuerte e intencional entre texto e imagen luego se diluyó
en los dibujos de Tenniel con los que fue editado el libro en 1867. Se cuenta
que Carroll tiranizaba a Tenniel y mandó a retirar de las librerías la primera
edición porque no se sentía satisfecho con la calidad de la edición.
La historia del libro álbum se entronca con la del libro ilustrado en
general, pero en los ejemplos dados, sobre todo en los casos de Hoffmann y
Carrol se ve una preocupación especial por el vínculo entre texto escrito e
ilustración, lo cual podría verse como una postura precursora del libro álbum.
En 1931 en Francia, Paul Faucher, inspirándose en el modelo editorial
soviético, inicia la publicación de los “Albumes de Pere Castor”. Este editor
basó su proyecto en la observación de las dificultades de comprensión lectora
4Hoffmann, Heinrich. 1984. Las imágenes han sido extraídas de Hoffmann, Heinrich. Pedro Guedellas (
Der Struwwelpeter) Santiago de Compostela, Ediciones Linteo, 2001.
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que halló en sus muchas visitas a bibliotecas y escuelas de barrios
desfavorecidos donde los chicos no tenían libros en sus casas
En ese mismo año 1931, Jean de Brunhoff, pintor francés internado en
un sanatorio de Suiza, envió a sus hijos un cuento cuyo protagonista era un
pequeño elefante que iba a ser rey. Su marchand le pidió que le diera forma de
libro a “La historia de Babar”.
Así en los años 30 se consolidaron las bases de lo que sería el libro
álbum. Sin embargo muchos teóricos parecen coincidir en señalar los años 60
como el inicio de la producción de libros álbum tal como los entendemos ahora.
Dice Teresa Durán al respecto:
Entre algunos de estos primeros títulos podemos nombrar Little Blue and
Little Yellow de Leo Lionni publicado en 1959.
Pequeño azul, pequeño amarillo
Donde viven los monstruos de Maurice Sendak publicado en 1963,
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Cecilia
La imagen como texto
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infantil/pueril" y "poco serio". Incluso en algunos extremos la ilustración es un
ornamento, "acompaña" al texto para embellecer el libro, pero por supuesto es
absolutamente prescindible, y de poca importancia.
Todo esto correspondería al discurso adulto de algunos mediadores:
padres, docentes, especialistas e incluso escritores. Cuando nos ocupamos de
los lectores las cosas cambian, y mucho. Los chicos piden ver las imágenes, se
detienen a "leerlas", sorprenden a los adultos con la minuciosidad y
profundidad de sus observaciones; y en plena adolescencia tienden en las
bibliotecas a robar de los estantes de abajo libros ilustrados que miran con
delectación. A esto deberíamos agregar a los adultos que nos sentimos
directamente apelados por esos libros.
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entonces es entre los mecanismos de percepción del mundo, y los
mecanismos de percepción de la imagen, ambos culturalmente codificados. 7
Dice el Grupo µ (citado por Joly) que si el signo icónico tiene un
referente, este referente no es un "objeto" extraído de la realidad, sino que de
entrada es siempre un objeto culturizado.
La idea de "copia de la realidad" en relación a la imagen y su iconicidad,
señalan los teóricos, es ingenua y falsa. Por lo tanto una imagen no está mejor
lograda porque se parezca más al objeto en cuestión.
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"Viaje de Ida y de Regreso" Beatriz Doumerc (texto) Ayax Barnes (ilustraciones)
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Descubrimos el significado de la imagen en la medida en que la
remitimos al texto. En este ejemplo podemos incluso preguntarnos si estas
hojas de color pleno constituyen imágenes, y en caso de ser así si necesitan
para ello del texto, o lo son "por sí solas".
Los signos icónicos (la búsqueda de un significado en relación con "la
realidad" en las imágenes), son quizás los más usualmente leídos en las
imágenes, y particularmente cuando nos referimos a la ilustración para chicos.
Pero este tipo de signo no funciona en soledad dentro de la imagen. Mucho de
lo que leemos en ella de manera espontánea no corresponde a la relación
entre esa imagen y los objetos que descubrimos. En la imagen, como
señalamos, existe también otro tipo de signo: los signos plásticos que al igual
que los icónicos producen significación tanto por sí mismos como en su
relación con estos últimos, y como veremos más adelante con los signos
lingüísticos.
Vamos a dar algunos ejemplos de los signos plásticos sin
considerarlos a todos:
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incluida la niña) y el punto de vista levemente en picado que produce
significación acentuando la soledad del personaje.
(Marce)
• El marco. Es un elemento específico de la imagen. Podríamos
decir que la designa como tal. Aísla a la imagen de lo que ella no es. Por lo
general posee forma rectangular (las páginas del libro, la pantalla de la TV.,
la pintura, etc...). El marco delimita y define a la imagen; delimita dos
espacios, el de lo representado y el afuera, el espacio exterior de la
representación. El marco rectangular es una herencia del Renacimiento y
del uso de la perspectiva. Como todo límite éste supone una coerción, y fue
transgredido por los artistas desde el siglo XIX en adelante. También en la
literatura para chicos el marco, y en ocasiones su transgresión, es utilizado
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con interesantes efectos de sentido en el lector.
Trucas. Gedovius
Punto de vista:
Los dos casos extremos del punto de vista o "ángulo de la toma" son la picada
"aplastante" y la contrapicada "magnificante". Aquí en El soldadito de plomo de
Jorg Müller tenemos un ejemplo de "contrapicada magnificante". El lector
observador es situado, podríamos decir, junto al soldadito de plomo en el
contrapiso y desde allí observa esa enorme mano y martillo de un hombre que
pretende alcanzarlo/ ¿alcanzarnos?
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En el caso de esta imagen de Emigrantes de Shaun Tan, el efecto es aún más
expresivo. La distorsión del punto de vista sitúa al observador respecto a lo
narrado por la imagen de una manera subjetiva. El lector, en esta imagen, es
situado casi junto a las pequeñas figuras humanas que huyen para evitar ser
absorbidas dramáticamente por esas descomunales aspiradoras en manos de
gigantes enmascarados.
La escena pertenece al relato de uno de los emigrantes de la historia, quien a
través de imágenes relata al protagonista las razones que lo obligaron a huir de
su país de origen. Toda la narración de este magnífico libro está a cargo de
imágenes como ésta. Es un libro sin texto.
Del mismo autor vemos una imagen de “La cosa perdida”. El punto de vista
ahora es el contrario. Se trata de una picada aplastante. Hemos sido situados
como seres aéreos, o bien en algún otro enorme edificio desde donde podemos
observar al protagonista y a la cosa perdida, empequeñecidos junto a esa
enorme mole edilicia de color gris. No es de extrañarnos que en estas páginas (
y en el libro en su totalidad) la historia remita a significados vinculados a la
burocracia en un estilo que nos puede recordar a Kafka, y a la pequeñez de
los habitantes perdidos en las grandes metrópolis del futuro. Un futuro algo
retro, por cierto.
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sólo a través de la imagen, o libros en los que sólo hay texto escrito, que
para las representaciones más usuales son vistos como “para más grandes”.
La relación entre texto escrito y texto visual, en el caso de los libros
infantiles, puede recordarnos, con las diferencias del caso, el análisis de
Roland Barthes en “Retórica de la imagen” sobre las funciones de anclaje y
relevo en relación con el discurso publicitario 9.
En una primera síntesis se podría explicar esos conceptos diciendo que,
o bien la palabra reduce, ancla la normal ambigüedad de la imagen, o bien
construye el sentido supliendo aquello que la imagen no dice
La función de anclaje de texto e ilustración se produce en una dirección
doble. Si, por un lado, los detalles significativos de la imagen son aquellos que
ésta toma del texto que ilustra, por otra parte, la ilustración fija aquello que
pueda llevar a dudas en el texto, o le da un cuerpo determinado a los
universales a los que remiten las palabras.
La función más habitual en los libros ilustrados convencionales es la de
anclaje, mientras que en los libros álbum la que parece predominar es la
función de relevo, de modo tal que, por ejemplo, la imagen contradiga al texto
escrito o lo releve para completar los sentidos que la palabra no produce por sí
misma.
Cecilia
La función de anclaje:
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La ilustración ha tenido históricamente dos funciones básicas: la función
didáctica y la función decorativa. Tradicionalmente se le adjudicó a la
ilustración la función de facilitar y dirigir la comprensión de un texto o
embellecer una edición. Desde esta concepción el alejamiento excesivo de la
imagen respecto del texto puede ser visto como una traición, o en el mejor de
los casos, de una libertad expresiva del ilustrador.
Según Barthes toda imagen es polisémica. En “Retórica de la imagen”
plantea que en toda sociedad se generan técnicas para fijar la cadena flotante
de los significados, de modo de combatir “el terror de los signos inciertos” (este
terror a la incertidumbre tiene mucha fuerza en la literatura infantil y esto tiene
una consecuencia no sólo en el tipo de imágenes, estéticas y tipos de
representación predominantes sino también en los géneros que predominan en
el mercado).
Una de las técnicas para reducir la incertidumbre es el mensaje
lingüístico. Siguiendo a Barthes, en el nivel de lo literal, la palabra responde a
la pregunta “¿qué es?” Esta función denominativa, además de la identificación,
guía la interpretación, y constituye una suerte de tenaza que impide la
proliferación de los sentidos. La palabra parece estar diciendo: “esto es lo que
hay que entender de esta imagen” o “esto es lo que hay que leer en ella”.
La función principal del anclaje en la publicidad (y lo podemos hacer
extensivo aunque con sus peculiaridades a los libros educativos, por ejemplo,
los manuales escolares, o a los textos periodísticos) es ideológica ya que el
texto guía al lector entre los significados de una imagen, le hace evitar algunos
y recibir otros. El texto aclara en forma selectiva: no se dirige a la totalidad de la
imagen sino a algunos de los signos. El anclaje entonces es un control sobre
los sentidos. Frente al poder proyectivo de la imagen, a la libertad de
significados, según Barthes, el texto tiene un nivel regresivo y por eso es en
ese nivel donde se ubican principalmente el control moral e ideológico.
Si bien no podríamos hablar de “anclaje” en el sentido usado por Barthes
, e muchas veces ciertas características del texto visual llevan a guiar al lector
hacia ciertos significados. Por ejemplo, en el caso de la LI, la elección de
estéticas ingenuas o estereotipadas: niños rubios, escenas bucólicas donde
transcurren juegos infantiles, figuras redondeadas y colores pasteles, etc,
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podrían ser pensados como otra forma de guiar los sentidos hacia
determinadas formas de ver el mundo.
Caperucita tal como se lo contaron a Jorge. Luis María Pescetti (texto) O’Kif (
ilustraciones)
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Por otro lado, nunca sabremos qué está leyendo un lector, por más que
los libros ilustrados más didactizantes intenten llevarlo de las narices hacia un
sentido.
Sería reduccionista pensar que la función de anclaje sólo tiene un
carácter autoritario o despreciativo de la libertad del lector. A decir verdad
ambas funciones, anclaje y relevo, coexisten en todo libro ilustrado, aún
cuando una predomine sobre la otra. Muchas veces la función de anclaje,
cuando la imagen se caracteriza por la proliferación de elementos, tiene un
carácter lúdico. Invita al lector a buscar un elemento entre la abundancia
caótica
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como sus definiciones.
Animalario Universal del Profesor Revillod. Miguel Murugarren (texto) Javier Sáez
Castán (ilustraciones)
La función de relevo:
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A veces contradiciendo directamente lo que el texto dice
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Se trata de una narración en la que en forma paralela conviven tres
relatos: el del texto escrito (un narración de estructura acumulativa), el de la
representación teatral arriba del escenario y, en las sombras de la sala, el
relato de lo que ocurre con un miembro infantil del público que hace una serie
de travesuras mientras se desarrolla la obra. Esta última narración al final de la
obra se cruza con el nivel de la representación. Todos estos cruces otorgan
nuevas significaciones a un texto conocidísimo de la tradición oral.
Marcela
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lo central y lo accesorio en la narración está representado fundamentalmente
por la alternancia entre el color y el blanco y negro. Se destaca además en esta
propuesta la relación analógica que se establece entre las situaciones vividas
por el guarda y el globo y las obras visualizadas por la abuela y la niña en el
interior del museo; de este modo la referencia a obras de arte y su correlato en
la historia del globo, permiten el vínculo entre dos historias simultáneas.
También en Olivia, de Ian Falconer, la protagonista visita un museo.
En este caso que Willy sueña con ser estrella de cine vemos a King
Kong, Tarzán, Chaplín, Mary Poppins, el hombre invisible, los personajes del
mago de Oz, Frankenstein, Drácula, el enanito de Blancanieves de Walt Disney
, etc... Pero a diferencia del ejemplo de Olivia en Willy el soñador estas
referencias han sufrido importantes transformaciones que nos remiten a la
parodia.
En toda parodia hay dos textos que se contraponen: el texto parodiado y
el paródico. Este último no se concibe sin la existencia del otro; de modo tal
que la relación entre el modelo, y el texto paródico es siempre una relación
intertextual. La parodia es imitación y a la vez transformación. De allí que se
convierta a un mismo tiempo en homenaje y crítica del texto parodiado.
¿Qué implicancias a nivel de sentido tiene este diálogo intertextual de la
imagen con otros “textos” (en el sentido amplio) de la cultura? Las respuestas a
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esta pregunta pueden ser variadas. Es posible pensar en un gesto didáctico por
parte del autor, un deseo de aproximar al niño “las grandes obras artísticas” o
referentes importantes de la cultura; o bien podemos pensar en un gesto lúdico
que implica poner en marcha los saberes culturales del destinatario.
, en la pared del atelier hay seis cuadros que parodian obras del pintor belga
imposible”
Entre los cuadros del fondo de la imagen del libro de Browne podemos
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suplantada por una escultura, una imagen tridimensional famosa (la Venus)
de las imágenes” citada en la pared del fondo del atelier de Willy. Como
Magritte en sus pinturas, Anthony Browne a menudo dice a los niños lectores
de sus libros: "esto es una ficción". En otros términos, Browne hace en los
libros para niños lo que Magritte hacía con sus pinturas, mostrar al
Ceci
Metaficción en los libros álbum
Un texto ficcional canónico, como suelen serlo los libros infantiles, tiende a
volver invisibles sus técnicas de construcción. Lector y texto comparten ciertas
reglas implícitas, cuyo ocultamiento permite el efecto de inmersión en la historia
, empatía del lector con lo que se cuenta, más allá del cómo se cuenta, es decir
de los procedimientos puestos en marcha en el texto. Sin embargo existen
libros de literatura infantil que se proponen poner en evidencia la construcción
de la ficción mediante una serie de convenciones compartidas con sus lectores.
Se trata de textos llamados por la crítica metaficcionales. En general se
denomina metaficción a un tipo de ficción que llama la atención sobre sí misma,
sobre su condición de artefacto construido.
En el caso de la literatura infantil, un campo en el que prevalece un tipo
de literatura conservadora, poco proclive a las innovaciones formales, las
consecuencias de la literatura metaficcional son importantísimas. Muchos
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libros álbum (aunque no exclusivamente), transgreden y desenmascaran los
presupuestos convencionales acerca de qué es lo adecuado o lo habitual en un
libro destinado a los niños.
La metaficción produce un efecto desestabilizador en el lector, ya que al
no siempre responder a sus expectativas sobre qué encontrar en el texto,
desmonta no sólo la utilería del texto sino también las herramientas con las que
los lectores nos acercamos a él. En los libros infantiles esta invitación al lector
es por lo general una invitación al juego, muchas veces también humorística. A
partir de la lectura de estos libros metaficcionales los chicos pueden iniciarse
simultáneamente en el conocimiento de las convenciones de la ficción, al
mismo tiempo que leen distintas formas de transgresión de tales convenciones.
Pero para explicitar mejor de qué hablamos cuando hablamos de
metaficción ejemplificaremos con un libro álbum: Los tres cerditos de David
Wiesner.
El primer encuentro con este libro, si nos atenemos a la tapa y al título
puede sugerir en el lector la idea de que está ante una nueva versión del
cuento clásico de tradición oral.
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Con el soplido el chanchito es expulsado de la viñeta y al hacerlo,
acercándose al borde inferior del libro, la forma de representación se vuelve
hiperrealista, como si este salto desde el mundo del cuento al territorio exterior
a él aumentara su grado de iconicidad, de parecido, y lo hiciera más cercano al
lector. Los parlamentos, en este nuevo mundo, comienzan a aparecer en forma
de globo de historieta. Este es el primer caso de metalepsis (salto de mundos),
procedimiento que va a ser predominante a lo largo de la propuesta. Es
interesante observar que a nivel del texto escrito, después de que el chanchito
desaparece de la viñeta, la historia original permanece mientras que en la
ilustración se advierte el desconcierto del lobo por la desaparición de su víctima
. La situación se repite con el chanchito de la casa de madera, que es invitado
a salir por el primero mientras el desconcierto del lobo va en aumento. Cuando
sale el tercero, el de la casa de ladrillos, se sorprende porque la historia
tradicional fue transgredida preguntándoles a sus compañeros por qué el lobo
no los comió.
Chanchito pregunta por qué no los comió el lobo
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. Allí relata que en el principio de esta propuesta estuvo la idea gráfica, la de
explorar narrativa y visualmente el mundo que está atrás de los cuentos. La
idea le surgió por primera vez cuando era chico viendo Buggs Bunny, en un
episodio en el que para salvarse de las rutinarias persecuciones de Elmer, el
conejo logra escaparse de la escena yéndose por el borde del film, del cual se
muestra la cremallera. Allí se salva momentáneamente en el espacio en blanco
que está fuera de la historia y luego vuelve a saltar a ese mundo para
recomenzar el rito cómico. Esta es una demostración de que los
procedimientos metaficcionales en propuestas para público infantil no son
nuevos, lo que sí es innovador es el uso extendido y cada vez más audaz en
libros infantiles, sobre todo libros álbum. Wiesner cuenta en ese reportaje que
para poder colapsar la historia sin perder al lector infantil tenía que recurrir a un
relato lo suficientemente conocido como para que la alteración no hiciera
peligrar el encuentro con el libro. “Los tres cerditos” le pareció que era más que
adecuado para conseguir este propósito.
Volviendo al texto de Wiesner, vemos que cuando se liberan, los tres
cerditos arman un avioncito de papel con la viñeta en la que el lobo está
encerrado y echan a volar por el espacio en blanco, acción apoteótica que dura
cuatro planos panorámicos, en un arriesgado uso de las posibilidades
materiales del libro.
Dos imágenes chanchitos volando
Finalmente el avioncito cae y en ese momento suceden dos cosas
significativas para el tema que estamos analizando.
El chanchito que está más cerca del borde inferior derecho parece mirar
hacia fuera del libro, acción que profundiza en la página siguiente
Imagen chancho mirando al público lector
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Mientras esto sucede, los otros dos cerditos encuentran las imágenes de un
libro infantil que corresponden a una representación estereotipada de una
conocida nursery rhyme.
Aquí se observa una clara alusión paródica a este tipo de estética, tan
frecuente en libros infantiles. Al ingresar al mundo de ese texto adoptan los
rasgos estilísticos pueriles y vulgares que lo caracterizan.
Imagen chanchitos en la nursery rhyme
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Aquí sucede algo similar a lo que había pasado al principio con el lobo:
el texto sigue ajeno a lo que ocurre en el plano de la ilustración ya que mientras
se cuenta que el príncipe mató al dragón, en la imagen se lo ve desconcertado
por la desaparición de su víctima. Es muy humorístico el agradecimiento del
dragón a sus salvadores (“Gracias por rescatarme, noble y valiente puerco”) en
el que conserva la forma de hablar ampulosa y cortés propia del mundo del que
proviene.
Los cinco amigos provenientes de tres ficciones diferentes comienzan a
deambular libremente en esta suerte de museo del cuento infantil en el que se
observan distintas estéticas y homenajes a ilustradores, como es el caso de la
primera imagen a la izquierda, que representa a la acuarela del célebre pintor
japonés Hokusay y que parece desparramar su influencia en forma de peces a
las ilustraciones vecinas.
Imagen chanchitos entrando y saliendo de las ilustraciones
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escrito comienzan a caer mientras todos terminan de acomodar las cosas para
conducir a la escena final.
Imagen todos comiendo la sopa
Aquí los amigos comparten una sopa mientras uno de los tres
chanchitos acomoda las últimas palabras del cuento, con la fórmula típica de
los relatos tradicionales: “Y todos vivieron felices para siempre”. Nuevamente
vemos aquí un procedimiento metaficcional ya que hay una inversión en las
categorías de autor y personaje: es un personaje el que materializa a nivel del
texto escrito (ya lo habían hecho en el plano de la ilustración) la metamorfosis
que les ha permitido liberarse de la situación de víctimas a la que la historia
original los había sometido. Atrás, el lobo, atrapado para siempre en la lejanía
de un cuadro que asemeja una ventana, es una clara demostración de este
triunfo. Triunfo logrado a partir de la alteración de muchas de las convenciones
del arte de narrar, tanto a nivel de la imagen como del texto escrito.
Imagen contratapa
Marcela
El lector de libros álbum
"Las palabras cobran vida con las ilustraciones y las ilustraciones con las
palabras, pero esto sólo es posible en la experiencia de la lectura" Lewis
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Desde un punto de vista didáctico, en vez de considerar el
desconocimiento de ciertas convenciones de la ficción, o la aparición de
referentes nuevos como un límite para la selección de los textos que leerán los
chicos, los docentes podemos tomar estos textos como punto de partida para el
acceso a tales convenciones y referentes. Así por ejemplo “Ensayo de un ballet
en el escenario” de Degas puede llegar a un lector infantil a través de “Olivia”.
Los especialistas coinciden en afirmar que la mayoría de los elementos
claves de las narrativas elaboradas (como la intertextualidad y la metaficción)
están presentes de manera evidente en los libros álbum. 11 De este modo
desde muy temprana edad los niños se familiarizan con tales recursos literarios
, por lo general a través del juego y el humor.
Incluso las ideas habituales acerca de lo que se considera leer son
puestas en cuestión por este género. Como cuando la lectura de la imagen por
parte de un niño que todavía no accedió a la comprensión del código escrito, le
permite, gracias al juego propuesto por la imagen en algunos libros álbum,
anticipar o contradecir el sentido que transmite el texto. Estos libros confirman
que el niño sabe leer antes de leer, en el sentido clásico. Esta virtud ha sido
comprobada en experiencias de lectura con chicos que no tienen facilidades
para acceder a una oferta cultural diversa y de calidad y también con chicos
con dificultades lectoras.
En estos libros la imagen como texto ocupa un lugar privilegiado, la
lectura del mensaje visual es priorizada en el proyecto estético. El cruce con
otros lenguajes y productos de la cultura como el cine, la historieta, la fotografía
, la publicidad, el diseño gráfico, además del diálogo con las distintas corrientes
de la plástica, y obras del patrimonio artístico universal, permiten fuertes
experimentaciones estéticas y de significado.
En palabras de Teresa Durán, “(…) El álbum es algo más que un tipo de
libro, algo más que una modalidad editorial, el álbum es, cada vez más y ante
todo, “un modo de leer”. 12
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Bibliografía teórica:
Silva Díaz Ortega, Cecilia. "¡Qué libros más raros! Construcción y evaluación
de un instrumento para describir las variaciones metaficcionales en el álbum".
Tesis doctoral. Universidad Autónoma de Barcelona. Dir. Dra. Teresa Colomer
Martínez. Barcelona, 2002.
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Listado de textos e ilustraciones citadas:
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Magritte, René. “La traición de las imágenes”, “La condición humana”,
“Intentando lo imposible”.
Mari, Iela. El globito rojo. Barcelona, Lumen, 1998.
Montes, Graciela (texto) Legnazzi, Claudia (ilustraciones). Irulana y el ogronte. (
Un cuento de muco miedo). Buenos Aires, Editorial Gramón Colihue, 1995.
Colección Los cuentos del Ratón Feroz.
Mc Kee, David. El cochinito de Carlota. Fondo de Cultura Económica. México,
1999. Colección Los especiales de A la orilla del viento.
Müller, Jörg. El libro en el libro en el libro. Barcelona. Serres. 2002.
Müller, Jörg. El soldadito de plomo. Salamanca, Lóguez, 2002.
Murrugarren, Miguel (texto) Sáez Castán, Javier (ilustraciones) Animalario
Universal del profesor Revillod. México, Fondo de Cultura Económica, 2003.
Ormerod, Jan. Pollo repollo. Buenos Aires, Hyspamérica Ediciones, 1986.
Colección Veo-Veo. Mi primera biblioteca.
Pescetti, Luis María (texto) O’ Kif (ilustraciones) Caperucita tal como se lo
contaron a Jorge. Buenos Aires, Alfaguara, 2001.
Ross, Tony. Yo quiero ser… Madrid, Ediciones SM, 2000. Colección Los
piratas.
Sendak, Maurice. Donde viven los monstruos. Madrid, Alfaguara, 2005.
Scheffler, Ursel (texto) Wensell, Ulises (ilustraciones) Los gorriones no
necesitan paraguas. Bs. As., Hyspamerica, 1986. Colección Veo-veo.
Tan, Shaun. Emigrantes. Bárbara Fiore Editora, 2007.
Tan, Shaun. La cosa perdida. Bárbara Fiore Editora, 2007.
Van Allsburg, Chris. Los misterios del señor Burdick. Fondo de Cultura
Económica, México, 1996. Colección los especiales de A la orilla del viento.
Weitzman, Jacqueline Preiss (texto) y Glasser, Robin Preiss (ilustración). Mi
globo paseando por Nueva York. Yo en el Metropolitan Museum. Barcelona,
Serres, 2000.
Wiesner, David. Los tres cerditos. Barcelona, Juventud, 2003.
Ziraldo. Flicts. Buenos Aires. Emecé, 1993. Colección Pequeño Emecé.
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