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Guillermo Manuel Jacinto Miranda Seminario de textos filosóficos medievales.

Agustinismo, pensamiento filosófico trascendente.


El trabajo que se presenta a continuación tiene por objeto resaltar las
características principales del pensamiento agustiniano, el cual, ha repercutido
indiscutiblemente a lo largo de los siglos, empezando desde la época patrística,
pasando por la edad media y haciendo eco hasta el siglo XXI. Aproximadamente
once siglos dividen estos dos pensamientos (desde el siglo IV al siglo XV), en los
que también surgieron personajes bastante importantes y con un pensamiento
muy interesante que tiene brillo propio; sin embargo si existe algún filosofo que
hay que reconocer como uno de los pilares y exponentes por antonomasia del
pensamiento y filosofía de la patrística y edad media, es sin lugar a dudas: Agustín
de Hipona. Como se dijo anteriormente, este ensayo mostrará los puntos álgidos
de la filosofía de Agustín de Hipona. Dado que el legado intelectual que nos dejó
este gran hombre es bastante amplio y basto, se tendrá que recurrir al estudio de
temas en particular, cerrando el trabajo en áreas más puntuales, me refiero a los
tópicos de: la teoría del conocimiento (epistemología) y la concepción de Dios.
Estos temas se escogieron partiendo de la comodidad y abundancia, me explico,
se optó por estos conceptos ya que hay mayor información y alcance para su
investigación a merced de su importancia. Para un mejor trabajo se tomará como
apoyo lo siguientes textos: La historia de la filosofía, Tomo II, de Frederick
Copleston; La ciudad de Dios, Contra los Académicos, Soliloquios, todos de San
Agustín, y sin dejar de tomar en cuenta algún artículo electrónico. El motivo de
este ensayo (y se dirá en la conclusión) es el de mostrar la importancia de la
filosofía medieval (junto con la persona de San Agustín), mostrarla como lo que
es, un episodio más en la historia de la filosofía, un episodio que está para
mostrarnos cosas ocultas que sin duda alguna servirán para tener una visión más
clara del presente; entender que cada pensamiento tiene su tiempo y queramos o
no, es imborrable, pero que a pesar de ello es importante y tiene vitalidad propia.
Sin más que añadir, comencemos.
Antes que nada, quiero hacer una aclaración a la hora de hablar de una estructura
epistemológica en San Agustín, a qué me refiero, me refiero al hecho de que, si se
quiere conseguir o sistematizar alguna teoría del conocimiento en Agustín, es
posible, se puede conseguir, solamente que no es meramente perceptible de
primeras. Se debe tener cierto contexto al abordar la obra de este pensador,
porque claramente estamos acostumbrados (viviendo en la modernidad) a tener
una sistematización o definición diferente de lo que es una teoría del
conocimiento. En la obra del santo se puede conseguir una epistemología, pero no
esperemos encontrar en sus textos una teoría concreta y bien definida por él
mismo, pero al final de todo se consigue dilucidarla. Agustín tuvo algunas
transformaciones intelectuales, alguna de ellas fue la lucha contra el escepticismo,
doctrina que como sabemos estaba en contra de lograr obtener un conocimiento
real y/o verdadero de algún objeto de estudio; en el libro “Contra los académicos”
empieza a cuestionar cómo se puede conseguir la verdad de algo y muy
acertadamente San Agustín comenta algo muy acertado de la subjetividad: “Yo no
tengo ninguna querella contra los sentidos, pues no es razonable exigir de ellos
más de lo que pueden. Y lo que pueden ver los ojos, cuando ven, es lo verdadero.
¿Luego testifican la verdad cuando ven el remo quebrado en el agua?,
Ciertamente; pues habiendo una causa para que el remo aparezca tal como se ve
allí, si apareciera recto, entonces si se podría acusar a los ojos de dar un informe
falso, por no haber visto lo que, habiendo tales causas, debieron ver. ¿Y a qué
multiplicar los ejemplos? Extiéndase lo dicho a lo del movimiento de las torres, de
las alas de las aves y otras cosas innumerables. Pero dirá alguno: No obstante,
eso, yo me engaño si doy mi asentimiento. Pues no lleves tu asentimiento más allá
de lo que dicta tu persuasión, según la cual así te parece una cosa, y no hay
engaño. Pues no hallo cómo un académico puede refutar al que dice: Sé que esto
me parece blanco; sé que esto deleita mis oídos; sé que este olor me agrada; sé
que esto me sabe dulce; sé que esto es frío para mí”. 1 Es muy interesante la
postura que toma aquí, ningún escéptico puede conocer que lo que yo siento o
perciba sea mentira, porque él no sabe qué o cómo es que yo percibo la realidad,

1. Contra Académicos, 3, 11, 26.


Guillermo Manuel Jacinto Miranda Seminario de textos filosóficos medievales.

Así que si yo siento algo frio y para alguien no lo es, o no lo es tanto, yo no estaría
mintiendo, dado que para mí verdaderamente es más frio; y además los sentidos
no nos mienten totalmente, porque así como percibimos la realidad así es, es
decir, si yo viera (en este ejemplo antes mencionado), un remo que tiene cierta
parte de él metido en el agua, y lo veo que está doblado o “quebrado” ciertamente
no habría problema alguno, porque los ojos me lo presentan como es, aquí el
problema sería si lo vemos recto o como si estuviese fuera estando dentro del
agua. Aquí Agustín es muy acertado, pero ahora surge una pregunta
importantísima, y que de aquí surgirá el ¿cómo podemos conocer?, si tenemos el
conocimiento de las cosas y podemos inferir que los sentidos no nos engañan del
todo, entonces, ¿se puede obtener una verdad absoluta y eterna de las cosas
sensibles? Y la respuesta aquí es simplemente un No. Y explicaré la razón y de
aquí mencionare ya de manera lo más concreta posible la epistemología de san
Agustín. Este pensador se basa mucho de la filosofía platónica, y en ciertos casos
se remarca mas la influencia que tiene, Agustín no niega el conocimiento de las
cosas sensibles, ni llega a un escepticismo total, solamente parcial; porque el
deduce que una verdad eterna no la encontrará en aquello que captan los
sentidos. Aquí es donde aparece la persona de Dios, y al estilo platónico podemos
decir que: si este mundo no me brinda la verdad que necesito, ésta tiene que estar
en un plano que sea eterno e inmutable para que esa verdad sea tal cual es, una
verdad total y perfecta, y ese plano que tanto se busca es el plano de lo divino.
Aquí no tenemos que caer en el error de decir que Agustín es un Platón más,
porque el camino que tomó para llegar a esa deducción es muy diferente. Agustín
parte de la duda, muy al estilo de Descartes, con la diferencia de que Agustín no
dudaba del mundo exterior, sino que buscaba una verdad, una verdad que ni
siquiera el escéptico podría negar. Aquí se pueden desligar pensamientos en
cadena, es decir, él partió del hecho de que dudaba, a partir de ahí deduce,
entonces pienso, pienso entonces estoy, y si estoy por lo tanto estoy vivo; ésta
tricotomía de pensamientos lo llevaron a fundamentar la verdad en un plano no
sensible, ya que, toda esa conjetura la consiguió dejando de lado lo sensible,
únicamente interiorizando su pensamiento. Aquí aparece el Alma, elemento
importante en la filosofía Agustiniana, eso es lo que tenemos en este mundo que
tiene conexión con Dios, el alma es el puente que mediante la razón nos permite
llegar al conocimiento divino. El alma comparte las características de lo eterno y
por medio de eso es posible el conocimiento de la verdad. El conocimiento de que
el dudaba y, por tanto vivía era una verdad que le brindó la interiorización del
alma, en pocas palabras, se usa el alma para llegar a Dios. En cuanto al concepto
de Dios, San Agustín desarrolla una filosofía y ciertos argumentos que están
ligados igualmente a su epistemología. Sin embargo empecemos con los
argumentos, Agustín de una manera u otra intentó mostrar de manera
argumentativa la existencia de Dios. El hecho es que (según San Agustín) el
hombre está en búsqueda de una verdad, y cabe mencionar que existe una
verdad que no debe ser alterable ni mutable por nada, ni si quiera por la mente,
aunque se encuentre en ella. Gracias a la interioridad del alma es posible conocer
esa verdad que necesariamente tiene que existir, y esa verdad es Dios, Dios se
vuelve necesario. “A ti invoco, Dios Verdad, en quien, de quien y por quien son
verdaderas todas las cosas verdaderas. Dios, Sabiduría, en ti, de ti y por ti saben
todos los que saben. Dios, verdadera y suma vida, en quien, de quien y por quien
viven las cosas que suma y verdaderamente viven”2. Debe existir un modelo del
cual todas las ideas se deriven o por lo menos los modelos sensibles. Y ese
modelo, como dijimos anteriormente, es Dios. Primero se tiene que estar seguro
de que esa verdad (Dios) existe, lo segundo se representa en la beatitud del alma.
Como Gilson resalta, la beatitud se podría volver otro argumento a favor de la
existencia de Dios, dado que el alma aspira a la felicidad, es una premisa
primordial, porque ¿quién no quiere ser feliz? Se tiene que vivir en pos de esa
verdad, para alcanzar esa felicidad, porque se resalta que la felicidad no se
conseguirá en el conocimiento de las cosas sensibles, en las cosas de este
mundo. Esto no está detonado a manera de silogismos o manera altamente
lógicas (cómo Tomás de Aquino lo hará después) sino que es una demostración
teorética pero con gran peso práctico, aquí se demuestra la beatitud del alma

2. Soliloquios 1, 1, 3.
Guillermo Manuel Jacinto Miranda Seminario de textos filosóficos medievales.

Como fin último del hombre. Otro argumento que rescata San Agustín, es el hecho
de que Dios es su infinito poder creo todo lo existente y se demuestra día con día
en la misma complejidad de la creación, porque dice: “De hecho, aparte de los
anuncios proféticos, el mismo mundo, con sus cambios y movilidad tan ordenada y
con la esplendente hermosura de todas las cosas visibles, proclama, en cierto
modo, silenciosamente que él ha sido creado y que sólo lo ha podido ser por un
Dios inefable e invisiblemente grande, inefable e invisiblemente hermoso”.3
digamos que de manera más primitiva usa el argumento de la creación como
prueba de la existencia de Dios. Como dijimos anteriormente Dios es el
fundamento de todos los seres o el fundamento de la verdad. Aquí hay una
pequeña diferencia también de Platón, ya que las ideas no son ajenas a Dios sino
que subsisten en la misma persona de Dios, es decir, en su mente. En la mente de
Dios están impresas las ideas de la creación, no son entes que estuvieran antes
de todo sino que Dios las conciben sí mismo. Definitivamente hay diferencias entre
la filosofía platónica y la de Agustín, a pesar del parecido la filosofía de Agustín
tiene brillo propio y se denota en cada uno de sus libros. Agustín se ha vuelto
indiscutiblemente en un pilar para la filosofía medieval, a lo largo del curso
emprendido se logra observar la claridad de la importancia de este filósofo. Como
bien dije al inicio del ensayo, se tiene que apreciar la filosofía en tiempo y espacio,
y esta filosofía no es una excepción. La época medieval tuvo grandes avances en
la filosofía, si bien su historia está un poco manchada por lo sucedido respecto a la
inquisición o a lo que algunos mencionan con el nombre de oscurantismo, no hay
que negar que la filosofía en esta etapa es bastante fructífera desde su ámbito
contextual, hay ideas de la filosofía medieval que se utilizaron posteriormente, tal
es el caso de Leibniz, que retomó el argumento de Dios como fundamento de la
verdad. Hay un conocimiento tan vasto y rico en la época medieval que
lamentablemente dejamos de lado por lo sucedido en ese tiempo. Estamos a
tiempo para investigar, conocer, y disfrutar lo que la historia y la filosofía tienen
que regalarnos. Puedo afirmar que inclusive que el concepto de Dios no está
descartado hoy en día, y todos los filósofos de la época medieval tienen algo que

3. La ciudad de Dios 11, 4, 2.


Decir respecto a eso, los avances en la dialéctica y en la deducción fueron
bastante buenos en esta época de la filosofía, solamente hay que quitarnos las
vendas de prejuicios para ver y disfrutar lo que este tiempo tiene que ofrecernos.

Bibliografía.

Copleston, Frederick, Historia de la filosofía, vol. II, Ariel Filosofía, 2000.

Xirau, Ramón, Introducción a la historia de la Filosofía, UNAM, 2017.

De Hipona, Agustín, Contra los académicos, Augustinus.it, 2007.

De Hipona, Agustín, Soliloquios, Augustinus.it, 2007.

De Hipona, Agustín, La ciudad de Dios VIII-XV, Gredos, 2007.

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