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INSTITUTO SUPERIOR DE

FORMACIÓN DOCENTE
“JOSÉ MANUEL ESTRADA”

CUADERNILLO CON
MATERIAL TEMÁTICO

SOCIOLOGÍA DE
LA EDUCACIÓN

PROFESORA ESPECIALISTA
LILIANA M. T. TOLEDO
(COMPILADORA-AUTORA)

Sin autorización de la compiladora-autora no está


permitido reproducir, usar, ceder, publicar, adaptar ni
hacer circular por medio alguno este Cuadernillo, ni
total ni parcialmente.
Material temático. Profesora Especialista Liliana M. T. Toledo (Compiladora-Autora-Adaptación).
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Página 1 de 5 del material sobre el tema “Teorías tradicionales de la Sociología de la Educación”.

SOCIOLOGÍA DE LA EDUCACIÓN:
Teorías Tradicionales o la “vieja” Sociología de la Educación.

Sub-temas:
- Teoría estructural-funcionalista: Émile Durkheim.
- Repercusiones en América Latina de las teorías estructural-funcionalistas: el
desarrollismo.
- Críticas a las teorías funcionalistas y estructural- funcionalistas.

La ejercitación de estos temas está en el final de los mismos.

TEORÍA ESTRUCTURAL-FUNCIONALISTA: ÉMILE DURKHEIM.

Las perspectivas tradicionales de las Teorías Sociológicas de la Educación surgen con la fecunda obra
de Émile Durkheim.

Durkheim (1858 –1917) fue un sociólogo francés. Estableció formalmente a la Sociología como
disciplina académica y, junto con Karl Marx y Max Weber, es considerado uno de los padres
fundadores de dicha ciencia

La Sociología de la Educación es una disciplina que utiliza los conceptos, modelos y teorías de la
Sociología para entender la educación en su dimensión social. Ha sido cultivada por los sociólogos
que han tenido un interés creciente por la educación y por los pedagogos que han pasado de recurrir
casi exclusivamente a la psicología, a un equilibrio entre ésta y la sociología.

Émile Durkheim, uno de los padres de la Sociología, es considerado también el iniciador de la


Sociología de la Educación con sus obras Educación y sociología, La educación: su naturaleza, su
función y La evolución pedagógica en Francia, publicadas después de su muerte en 1917.

La educación para Durkheim

Para Durkheim la educación es un hecho social, exterior al hombre como individuo y de carácter
coactivo.

En el libro Educación y Sociología (Durkheim, É. 1991, 3ª ed., México: Colofón) se describe la


doctrina de la educación de Émile Durkheim, que posee las siguientes ideas capitales:

El hombre, como ser social, está conformado por su ser individual que se refiere a sus estados
mentales y a su experiencia personal, y también por un sistema de ideas, sentimientos y hábitos del
grupo al que pertenece, tales como ideas religiosas, creencias, prácticas morales, tradiciones, que se
traducen en la forma de voluntad del sujeto y en las nociones de las que se conforma la inteligencia.
La constitución de este ser social es la finalidad de la educación, sin soslayar al hombre como
individuo, pues los atributos del hombre se transmiten por vía social y se configuran históricamente
por los avatares de la civilización.

Se entiende a la educación como un hecho eminentemente social:


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La educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre las que todavía no están maduras
para la vida social. Tiene por objeto suscitar y desarrollar en el niño cierto número de estados físicos,
intelectuales y morales, que exigen de él la sociedad política en su conjunto y el medio especial, al que
está particularmente destinado.[ Íbid., p. 70]

La educación moral tiene como función inicial al niño en los deberes, suscitarle ciertas virtudes,
“desarrollar en él la aptitud general para la moralidad, las disposiciones fundamentales que están en la
raíz de la vida moral, constituir en él el agente moral, dispuesto a las iniciativas que son condición
general del progreso.”[Íbid. p. 30] Hay que entender como elementos de moralidad el espíritu de
disciplina, el espíritu de abnegación y el espíritu de autonomía, orientados hacia el deber y el bien. La
paulatina asimilación del sentido del gusto de la regularidad, la limitación de deseos y el respeto por la
regla al reconocerla racionalmente fundada, supone su aplicación metódica de la inteligencia.

Toda educación trata de formar al hombre de acuerdo al tipo ideal de hombre que sobreentiende la
civilización, lo que éste debe ser desde el punto de vista intelectual, como físico y moral. Este tipo se
fija en las conciencias, y aunque la educación asegura la diversidad, también se ocupa de perpetuar la
homogeneidad de sus discípulos.

Al ser naciente (niño) se le agrega otro (educador) para llevarlo a la vida moral y social para hacer de
él un ser nuevo, que responderá antes que nada, a necesidades sociales. La educación desenvolverá sus
cualidades de la inteligencia y las físicas, para ir al encuentro de un estado de perfección gracias al
concurso de la sociedad, porque “El hombre, en efecto, no es hombre más que porque vive en
Sociedad.”[ Íbid. p. 77]. La sociedad es quien nos insta a pensar en los intereses de los demás, a
dominar las pasiones y los instintos, a subordinar los propios fines a otros más altos: “Todo el sistema
de representación que mantiene en nosotros la idea o el sentimiento de la regla, de la disciplina, lo
mismo interna que externa, es la sociedad quien lo instituyó en nuestras conciencias.”[ Íbid. p. 78]. La
sociedad domina todas nuestras nociones, puesto que si el hombre fuese despojado de todo lo que le
viene de la sociedad quedaría en el rango del animal, la sociedad es la personalidad moral que perdura
más allá de las generaciones y las une, sin disociar al individuo de ésta, pues se implican mutuamente:
“La acción que ésta [la sociedad] ejerce sobre él, señaladamente por medio de la educación, no tiene,
de ningún modo, como objeto y como efecto, comprimirle, disminuirle, desnaturalizarle; sino, por el
contrario, engrandecerle y hacer de él un ser verdaderamente humano.”[ Íbid. p. 81]

La educación es una función social, y por esto el Estado no puede desinteresarse de ésta. La educación
debe estar sometida en su totalidad a los intereses del Estado, porque es éste quien abre paso a los
principios esenciales: respeto a la razón, a la ciencia, a las ideas y a los sentimientos que están en la
base de la moral democrática.

La educación no hace al hombre de la nada sino que trabaja sobre disposiciones que ya están hechas, y
que son muy difíciles de transformar radicalmente porque dominan el espíritu y el carácter hacia
determinadas maneras de obrar y de pensar. El maestro con su experiencia y su cultura tiene la fuerza
para trabajar sobre la voluntad del niño. La educación debe ser paciente y continua en busca de un
sentido bien determinado, sin desviarse por las circunstancias externas, y de esta manera tiene los
medios necesarios para impresionar a las almas.

La educación debe ser cosa de autoridad: “Para aprender a reprimir su egoísmo natural a subordinarse
a fines más altos, a someter sus deseos al imperio de su voluntad, a encerrarlos en los debidos límites,
es preciso que el niño ejerza sobre sí mismo una fuerte represión.”[ Íbid., 8] Esto provoca el
sentimiento del deber, el estímulo del esfuerzo.
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Los padres y los maestros son de quienes el niño aprende el deber, por lo que éstos tienen la
responsabilidad de encarnar y personificarlo como autoridades morales, porque la autoridad consiste
enteramente en un cierto ascendiente moral, y supone que el maestro tiene voluntad, porque la
autoridad implica confianza, y ante todo que debe dar la sensación de que la autoridad la siente en su
propia persona, una especie de fe interior en la grandeza de su misión. Para que sea posible, el maestro
debe ser laico porque representa a la sociedad, como personalidad moral y como intérprete de las
grandes ideas morales de su tiempo y de su país. Todo este respeto es lo que, mediante la palabra y el
gesto, pasa de su conciencia a la del niño. La autoridad no se contrapone a la libertad, sino que ser
libre es saber proceder con la razón y cumplir con el deber: la libertad consiste “precisamente en dotar
al niño de este dominio de sí mismo, es en lo que debe emplearse la autoridad del maestro. La
autoridad del maestro no es otra cosa que un aspecto de autoridad del deber y de la razón” [Íbid., pp.
97-98].

Educación es la acción ejercida sobre los niños por los padres y los maestros. Las reglas del medio
social en el que vivimos impone las costumbres, ideas y sentimientos colectivos imposibles de
modificar como queremos, y de ahí las prácticas educativas ejercen sus acciones por generaciones que
se adaptan a vivir en dichos medios:

“La educación usada en una determinada sociedad y considerada en un momento determinado de su


evolución, es un conjunto de prácticas, de maneras de hacer, de costumbres, que constituyen hechos
perfectamente definidos y que tienen la misma realidad que los otros hechos sociales. No son, como se
ha creído durante mucho tiempo, combinaciones más o menos arbitrarias y artificiales, que no deben
su existencia sino al influjo caprichoso, de voluntades siempre contingentes. Constituyen, por el
contrario, verdaderas instituciones sociales. No existe ningún hombre que pueda hacer que una
sociedad tenga, en un momento dado, un sistema de educación diferente de aquel que su estructura
supone.”[ Íbid., p. 103]

REPERCUSIONES EN AMÉRICA LATINA DE LAS TEORÍAS ESTRUCTURAL-


FUNCIONALISTAS: EL “DESARROLLISMO”.

Durante la década del '60 se hace claro que el subdesarrollo no puede seguir considerándose como una
pura diferencia de cantidad respecto al desarrollo. Se superan así concepciones que ven nuestra
situación como mero atraso de América Latina respecto del crecimiento acelerado de los países centro.
La " teoría del desarrollo" (o “desarrollismo”), que se plasma principalmente en el pensamiento de la
CEPAL 1, ofrece una interpretación más integral. Junto a lo económico empiezan a considerarse los
aspectos sociales, políticos y valorativos de la situación del subdesarrollo. El camino visualizado es
menos inercial y da lugar a propuestas: es preciso transitar desde una sociedad tradicional a otra
moderna.

En este marco la preocupación por la educación es central. Ella es una herramienta fundamental para
construir una sociedad modernizada y tecnocrática. Así, la educación es vista como una inversión
rentable, cuyos frutos serían recursos humanos capaces de producir el desarrollo económico y
ciudadanos responsables de una democracia estable.

1
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL) fue establecida en 1948, y comenzó a funcionar ese
mismo año con el fin de coordinar políticas de promoción del desarrollo económico y social de la región, a
través de la propuesta, la evaluación y el seguimiento de medidas de política pública y la asistencia en el
ámbito de la información especializada.
(Extraído el 03-04-2011 desde http://www.cinu.org.mx/onu/estructura/com_reg/cepal.htm9
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Además la educación acortaría las diferencias sociales superando la marginalidad y dando lugar a
procesos de movilidad social. Esta manera de pensar se traduce en la región en un gran crecimiento
de los sistemas educativos y ambiciosas reformas.

En términos de investigación, la preocupación central se liga al surgimiento del planeamiento de la


educación, el cual se percibe como el instrumento privilegiado para lograr un sistema educativo más
eficiente, que permita a todos el acceso a la educación y, por esta vía, llegar a ser ciudadanos
productivos.

CRÍTICAS A LAS TEORÍAS FUNCIONALISTAS y ESTRUCTURAL- FUNCIONALISTAS

Según Filmus (En: Estado, sociedad y educación en la Argentina de fin de siglo. Procesos y desafíos,
1996. Buenos Aires: Troquel), es posible proponer que el conjunto de las teorías funcionalistas y
estructural- funcionalistas respecto a la vinculación entre Estado y educación han perdido una
importante porción de su capacidad explicativa en Latinoamérica a partir de mitad de la década de los
'70.

Desde Latinoamérica se empezaron a cuestionar los supuestos teóricos que sustentaban estas visiones.
La crítica situación socioeconómica y política de nuestra región mostró facetas que contradecían los
supuestos teóricos de las concepciones optimistas de la educación:

 A pesar de haber crecido sustantivamente los sistemas educativos, persistían en la región fuertes
desigualdades económico-sociales
 La rigidez de los sistemas de estratificación social y la falta de alternativas ocupacionales para
sectores de la población con alto nivel de escolaridad cuestionaron el papel de la educación en
torno a la movilidad social ascendente
 Los cruentos enfrentamientos políticos internos que se sucedieron en varios países pusieron en
tela de juicio el rol homogeneizador de la escuela en torno a la formación ciudadana.
 Las diferentes tendencias que adoptaron la curva de crecimiento del sistema educativo -
ascendente- y la del crecimiento económico -descendente- dejaron sin argumento a las
perspectivas que afirmaban que la educación era el sustento principal del desarrollo económico
ocurrido en las últimas décadas.

Los paradigmas que sostenían visiones optimistas de la relación entre Estado y educación, aun sin
perder totalmente su vigencia, dejaron de incidir fuertemente en los supuestos conceptuales que
avalaron las políticas educativas de la época.-

BIBLIOGRAFÍA GENERAL:

 Durkheim, E. (1973). Educación como socialización. Salamanca (España): Sígueme.


 Durkheim, É. (1991). Educación y Sociología. 3ª ed., México: Colofón.

PARA TRABAJAR:

Leer el texto de Émile Durkheim que está en la siguiente página. Hacer un LISTADO de las
FUNCIONES que tiene la educación según lo que dice allí el autor.
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“La sociedad no puede vivir si no se da entre sus miembros una homogeneidad suficiente; la
educación perpetúa y refuerza esa homogeneidad, fijando a priori en el alma del niño las semejanzas
esenciales que impone la vida colectiva. Pero, por otro lado, sin cierta diversidad sería imposible toda
clase de cooperación. La educación asegura entonces la persistencia de esa diversidad necesaria,
diversificándose y especializándose ella misma. Si la sociedad ha llegado a un nivel de desarrollo tal
que no pueden ya conservarse las antiguas divisiones en castas y en clases, prescribirá una
educación que sea más unificada en la base. Si, en ese mismo momento, el trabajo se encuentra más
dividido, provocará en los niños, sobre un primer fundamento de ideas y de sentimientos comunes,
una diversidad de aptitudes profesionales más rica. Si vive en estado de guerra con las sociedades
ambientales, se esforzará por formar los espíritus sobre una pauta enérgicamente nacional. Si la
competencia internacional toma una forma más pacífica, el tipo que intente realizar será más general
y más humano.

Por tanto, la educación no es para la sociedad más que el medio por el cual logrará crear en el
corazón de las jóvenes generaciones las condiciones esenciales para la propia existencia. Veremos
más adelante cómo el propio individuo tiene interés en someterse a estas exigencias. Podemos llegar
entonces a la siguiente fórmula: la educación es la acción ejercida por las generaciones adultas sobre
las que no están todavía maduras para la vida social; tiene como objetivo suscitar y desarrollar en el
niño cierto número de estados físicos, intelectuales y morales que requieren de él tanto la sociedad
política en su conjunto como el ambiente particular al que está destinado de manera específica.

De la definición precedente se deduce que la educación consiste en una socialización metódica de la


generación joven. Puede decirse que en cada uno de nosotros hay dos seres, los cuales, a pesar de
ser inseparables a no ser por el camino de la abstracción, no pueden evitar, sin embargo, ser
distintos. El uno está hecho de todos los estados mentales que no se refieren más que a nosotros
mismos y a los acontecimientos de nuestra vida personal; es el que podríamos llamar nuestro ser
individual. El otro es un sistema de ideas, de sentimientos y de hábitos que expresan en nosotros, no
ya nuestra personalidad, sino el grupo o los grupos diversos de los que formamos parte. De este
género son las creencias religiosas, las creencias y las prácticas morales, las tradiciones nacionales y
las profesionales, las opiniones colectivas de toda clase. Su conjunto es lo que forma nuestro ser
social. El objetivo final de la educación sería precisamente constituir ese ser en cada uno de nosotros.

Por otra parte, de aquí es de donde se deduce también la importancia de su fusión y la fecundidad de
su acción. Efectivamente, no sólo no está ya preconstituido y preparado ese ser social en la
constitución primitiva del hombre, sino que ni siquiera es el resultado de un desarrollo espontáneo.
Espontáneamente el hombre no habría sido propenso a someterse a una autoridad política, a
respetar una disciplina moral, a entregarse al sacrificio por los demás. No había nada en nuestra
naturaleza congénita que nos predispusiese necesariamente a convertimos en siervos de unas
divinidades, de unos emblemas simbólicos de la sociedad, a rendirles culto, a privarnos de algo en su
honor. Ha sido la misma sociedad la que, a medida que se ha ido formando y consolidando, ha
sacado de su seno estas grandes fuerzas morales, ante las cuales el hombre ha sentido su propia
inferioridad.

Pues bien, si prescindimos de las tendencias vagas e inciertas que pueden ser debidas a la herencia,
el niño, al entrar en la vida, no introduce en ella más que la aportación de su naturaleza individual.
Por consiguiente, la sociedad se encuentra ante toda nueva generación en presencia de una especie
de tabla casi totalmente rasa, sobre la cual tendrá que construir con esfuerzos renovados. Es preciso
que, mediante los procedimientos más rápidos que sea posible, a ese ser asocial y egoísta que ha
venido al mundo se le sobreponga otro ser capaz de llevar una vida moral y social. Y esa es
precisamente la obra de la educación, cuya grandeza es fácil de comprender. Esa obra educativa no
se limitará a desarrollar el organismo individual en la dirección indicada por su naturaleza, a hacer
que salgan a la luz unos poderes escondidos que solamente estaban pidiendo manifestarse, sino
crea realmente en el hombre un ser nuevo”.

De: Durkheim, E. (1973). Educación como socialización. Salamanca (España): Sígueme.

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