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VIVIR RECONCILIADOS Aspectos psicoldégicos ARGENTINA, BOLIVIA BRASIL CHILE COLOMBIA: ECUADOR ESTADOS UNIDOS MEXICO PARAGUAY PERU PUERTO RICO. R. DOMINICANA. URUGUAY VENEZUELA 1030 BUENOs AiRes Larrea 44 / 50, Telefax (011) 4952-5924 y lineas rotativas. E-mail: paulinas@satlink.com COCHABAMBA Nataniel Aguirre 0349, Telefax (42) 51.180 La Paz Col6n 627, Telefax (2) 32.60.84 004062-003 Sko Paulo Av. Indianapolis 2752 Tel. (11) 276.55.66, Fax (11) 275.02.55 SANTIAGO - LA FLORIDA Av. Vicuiia Mackenna 6299, Tel. (2) 221 2832, Fax (2) 2943426 SANTAFE DE BOGOTA Cra 32° N 161* 04; AA 6391 Tel. (1) 671.89.74, Fax (1) 670.63.78 Quito Selva Alegre 169 y 10 de Agosto, Telefax (2) 50.16.56 Mian, FL. 33174 145 S.W. 107th Ave #2 Tel. (05) 225.2513, Fax (305) 225.4189 09890 México, D.F. Boulevard Capri 98 - Lomas Estrellas Tel. (5) 656.19.44/2064, Fax (5) 607.00.40 ASUNCION Cerro Cora 967, Telefax (00595) 212878 Lima, 1 Jr. Callao 198 - Apdo. 982 Tel. (1) 427.82.76, Fax (1) 426.94.96/459.38.42 00925 - 3322 Rio PieDRAs Arzuaga 164, Tel. (1) 764.4885, Fax (1) 767.62.14 SANTIAGO DE LOS CABALLEROS 16 de Agosto 134 Tel. (809) 5826290, Fax (809) 583.64.52 Montevinco Colonia 1311, Tel. (598-2) 900 68 20, Fax (598-2) 902 99 07 E-mail: paulinas@adinet.com.uy 1071 Caracas Av. Sucre, Edif. Yutaje, torre B, Los Dos Caminos Tel. (02) 286.35.15, Fax (02) 285.72.17 Amadeo Cencini sentacion Vivir reconciliados Aspectos psicoldgicos ARGENTINA Cencini, Amadeo wen Vivir reconciliados : Aspectos psicolégicos - 2* ed. - Buenos Aires : Paulinas, 1999 152 p. ; 20x 14 cm. - (Fe y psicologia) Traduccién de: Héctor Calabria ISBN 950-09-1333-x 1. Titulo - 1, Fe y Psicologia Titulo original VIVIRE RICONCILIATI. Aspeiti Psicologici. © Centto Editoriale Dehoniano, Bologna, 7+ ed. Traduccion de: Héctor Calabria Disefo de cubierta e interior: Cecilia Ricci 1 edicion, marzo de 1996 2° edicién, septiembre de 1999 Con las debidas licencias - Queda hecho el depésito que ordena la ley 11.723. © Paullinas de Asociacién Hijas de San Pablo, Nazca 4249, 1419 Buenos Aires. Impreso en la Argentina - Industria argentina. ISBN: 950-09-1333-X Distribuyen: Paulinas Larrea 44/50, 1030 Buenos Aires, Argentina Telefax: (011) 4952-5924 y lineas rotativas. Fax directo de 18 a 09 hs. E-mail; paulinas@satlink.com SAN PABLO Riobamba 230, 1025 Buenos Aires, Argentina Tel.: (011) 4953-2421/2643/269 1/2726 - Fax: (011) 4953-2737 : isanpablo@impsat! .comar Presentacion Vivir reconciliados, Aspectos psicolégicoses el segundo yolumen de la coleccion “Psicologia e formazione”* ini- ciada en septiembre de 1985 con el libro Psicolggia ¢ for- mazione. Strutture ¢ dinamismi. Como lo indica el titulo de la colecci6n, hay dos ob- jetivos que se proponen: ofrecer algunas ideas para com- prender el sentido de nuestro ser y de nuestro hacer, a fin de ayudar al lector a crecer como hombre total en relaci6n con todas las dimensiones de las que se compone su psi- cologia. Relacionar los términos “psicologia y formacién” significa querer analizar los dinamismos psiquicos, poner- Jos en relacin entre si, indagar sus origenes para, después, emprender un camino de crecimiento y cambio. * AMADEO CENCINI - ALESSANDRO MANENTI, Psicologia y formacién. Estructuras y di namismo, Paulinas, México. Amapto Cencint, Vivir reconciliados, Aspeetos psicoléricos, Paulinas, Argentina. AMADEO CENCINI, Asnards al Seiior tu Dios. Pricolagia del encuentro con Dios, Paulinas, Argentina Paut C. Vrrz, Psicologia ¢ culto di sé. Studio Critico, Bd. Dehoniane, Bologna. ALESSANDRO MANENTI, Vocacién, Psicolagia y pracia, La vida religiosa, fick a Dios y al hombre, Paulinas, Colombia. Gruszrrz SoverNico, Religione ¢ persona. Psicologia delPesperanza religiesa, Ed. Deho- niane, Bologna. ALESSANDRO MANENTI, Vivere gli ideali: fra paura ¢ desiderio/1, Bd. Dehoniane, Bologna. ALESSANDRO MaNENTI, Vivir en comunidad. Aspectos psicolégicos, Sal Terrae, Bspata. Si en el primer volumen se ha subrayado el término “psicologia”, realizando un discurso sistematico y articu- lado sobre las estructuras que sustentan la psiquis huma- na, en esta segunda publicacién se subraya el término “formaci6n”: es decir, ayudar a la persona a crecer de un modo coherente y unitario, que respete los dinamismos psiquicos basicos. Sobre este tema, A. Cencini se centra sobre un aspec- to: qué sucede cuando en el proceso evolutivo la persona se da contra el limite —cosa normal ¢ inevitable—; esto es, contra todo lo que hace resaltar aquella realidad de debili- dad que espontaneamente se tiende a ignorar. E] hombre, de hecho, no es omnipotente, ilimitado 0 absoluto. En el fondo, la elocuente leccién del dinosaurio es que si cierta grandeza es buena, una superabundancia de grandeza no necesariamente es mejor. Cencini ha escogido el tema del limite porque en su trabajo psicoterapéutico resulta ser uno de los puntos cru- ciales en el camino del crecimiento del hombre. La cultu- ra narcisista actual lo confirma abundantemente. En una légica basada sobre la equivalencia de vivir = aumentar y crecer uno mismo, el limite se convierte en una amenaza a la conservacién de la propia estima mas que en la oca- sion de un compromiso renovado. Los intentos de negar- lo no son completamente eficaces, dado que la otra cara del narcisismo es la depresién y el temor del fracaso. En el libro se ha querido prescindir de un lenguaje técnico porque en la intenci6n del autor el destinatario no es solamente el psicdlogo clinico, ni el paciente que nece- sita curas analiticas, sino el hombre normal, comin, cons- 6 O Amadeo Cencini >= trefiido —muchas veces contra su voluntad— a admitir no ser perfecto como querria, pero tampoco tan limitado co- mo a veces parecicra ser. El libro se propone tratar una cierta idea de la perfeccién, entendida como estado ideal de ausencia de limites. Por esto se dirige también a quien esta encaminado en una “via de perfecci6n” como el reli- gioso-consagrado o el presbitero, para que tampoco caiga en el equivoco y aprenda a servirse de su limite para reali- zarse plenamente. El modo de tratar el tema es por lo tanto deliberada- mente divulgable; se diferencia asi del volumen preceden- te de esta colecci6n, pero se refiere a él en cuanto a que los conceptos que expresa en modo mis discursivo, encuentra alli una justificacién cientifica y un detallado anilisis. Quien haya encontrado Psicologia ¢ formazione. Strutture ¢ dinamismo demasiado arido, encuentra en esta segunda publicacion ejemplos concretos mas accesibles. Quien en- cuentre esta obra de Cencini demasiado divulgable, puede buscar los fiindamentos te6ricos en el volumen preceden- te. El lector es ayudado a hacer el pasaje del uno al otro mediante el uso de los términos que en los dos voltimenes se ha buscado mantener lo mas similar posible. A medida que el autor desarrolla su pensamiento, se notara que su horizonte va creciendo: de una perspectiva psicolégica a una mis religiosa, para llegar progresiva y ex- plicitamente —en la tercera parte—, a una precisa posici6n de fe. También esta metodologia refleja el objetivo de la coleccion. De hecho, ser personas maduras significa vivir con la fuerza de las convicciones interiores que obran en el propio interior, mas que ser dependientes de los preca- Vivir reconciliados O 7 rios sustentos que nos condicionan desde el exterior. Y en esta solidez interior la bisqueda motivada de la fe encuen- tra no slo su justificaci6n sino también su ubicacion ideal. Evidentemente el método no es apologético ni se trata de una invasion en ambitos propios de otra ciencia, El psico- logo que entra en el sector religioso esta legitimado a ha- cerlo porque, también en este caso, contintia el andlisis con Jos mismos instrumentos psicolégicos, como se ha procu- rado hacer en este libro. ALEJANDRO MANENTI 8 © Amadeo Cencini Introduccion El Sinodo de los obispos de 1983 y la convencion de Ja Iglesia italiana en la Pascua de 1985 han tenido el mis- mo tema: Ja reconciliacién ctistiana, vista en su aspecto principalmente teologal y sacramental de parte de los obis- Pos, en su aspecto mas propiamente antropolégico-social de parte de los representantes de la Iglesia de Italia. Es muy significativa —a pesar de ser aparentemente casual— esta coincidencia temiatica: manifiesta el interés y la preocupa- cin de la Iglesia por una disminucién de la conciencia de pecado que pone inevitablemente en crisis —casi en una reaccion en cadena— toda una serie de relaciones ligadas a tal conciencia: con Dios, consigo mismo, con el propio mundo de limites y debilidades de los demas, con la pro- pia historia, sintesis de bien y de mal, pero donde el mal, cuando no se lo reconoce y no se lo integra, puede impe- dir y oscurecer la percepci6n del bien. Por una parte ha desaparecido, y es un bien, cierto Sentimiento de culpa, fruto de retorcidas replegaduras nar- cisistas que no podian llevar a la experiencia del Dios de la misericordia pero, por otra, intenta emerger aquella con- Ciencia penitencial que es signo a la vez de madurez huma- Na y cristiana y que se construye sobre la capacidad de re- conocerse real y profiundamente pecadores. Vivir reconciliados O 9 Se ha dicho que el hombre es mas grande cuando sa- be reconocer y aceptar su pecado. La religion misma —segiin Newman— “esta funda- da de un modo u otro sobre el sentido del pecado”. Tan- to mis la religion cristiana, que predica un Dios rico en misericordia, que manda a su Hijo a la tierra no para los sanos, sino para los enfermos. El mal forma parte de nosotros, lo experimentamos cada dia de nuestra vida; espina clavada en nuestra carne, lo vemos alrededor de nosotros. Asume distintas formas y s¢ manifiesta en varios niveles: fisiolégico (la precariedad de la vida, la inevitable decadencia organica, la enfermedad, la vejez, la muerte), psicolégico (nuestras inmadureces, in- coherencias, infantilismos, de los que no somos siempre to- talmente responsables), moral (el verdadero pecado, los egoismos mas o menos latentes, las exigencias del hombre viejo...). Es imposible ignorar el mal o presumir de vivir como si no existiese, 0 como si fuera solamente un inci- dente, algo ocasional y pasajero. Dado que se radica tan profundamente en nuestra existencia, se debe aprender a integrarlo. La integracion es un proceso psicodinamico comple- jo, mediante el cual el mal: 1. es reconocido e identificado con precision en no- sotros: descubrimos que forma parte de nuestro yo, lo aceptamos dandole un sentido; 2. lo experimentamos perdonado y nos experimen- tamos perdonados desde siempre y por eso tenemos la ca- 10 © Amadeo Cencini pacidad de perdonar: reconciliados con el mal nuestro y el de los demas; 3. en este punto, el mal se transforma y se transfigu- ra lentamente: se convierte en ocasién de bien, debilidad de la cual “aprovecharse”, ambito de la manifestacién del poder del amor de Dios. Son las tres fases mediante las cuales se articula la di- namica integradora del mal y son también las tres partes en que se divide el presente tratado. Queremos intentar com- prender qué significa para nosotros en particular el pecado —el mal por excelencia—, en qué relacion vivimos con él, como hombres y como creyentes y —en consecuencia—, con qué capacidad de integracién sabemos aceptar nues- tros limites también en otros niveles, fisiolégico y psicol6- gico. Aparece la duda sobre si tantos de nuestros estados de animo negativos (tristeza, desaliento, pesimismo) pueden estar ligados a una escasa capacidad de integracion del mal. ___ La perspectiva en la cual nos colocamos es psicol6- gica, de una psicologia que reconoce el primado de la gra- cia y cree en la libertad del hombre; una psicologia que s6- Jo quiere dar su aporte para que nos dejemos reconciliar con Dios. Vivir reconciliados O I pumcatl pr Es la primera fase. Se trata sobre todo de saber per- cibir positivamente el propio error, madurando en uno mismo una verdadera y propia conciencia de pecado, que va més alla del simple sentimiento de culpa. Reconocer y aceptar ser pecadores frente a Dios, frente a uno mismo y frente a los otros significa hacer un camino en el sentido de la percepci6n y de la maduracion. No es un proceso espon- taneo, ni inmediato, simple o facil. Solamente a veces el hombre reconoce su propio error y, aun més raramente, lo experimenta como “pecado”. ¢Qué nos impide ser sinceros con nosotros mismos? ¢Cuil es la diferencia entre el senti- miento de culpa y la conciencia de pecado? ¢Como hacer nacer en nosotros una auténtica conciencia penitencial? gSer santos quiere decir ser perfectos, sin pecado? Estos son algunos de los interrogantes que buscaremos clarificar. 14 OQ Amadeo Cencini CAPITULO 1 La ilusidn de ser justos Sin asombrarnos, pero tampoco haciéndonos dema- siado los ofendidos, debemos convencernos de una cosa: vivimos una extrana relacién con el mal. Una relacibn que podriamos definir como de amor-odio. Sutil, y a menudo inconscientemente, somos atraidos y tentados por él, no queremos admitir nuestra falibilidad y nuestras tendencias, estamos atemorizados y recurrimos a mil y una estratage- mas para quitarnos la impresién de haber errado, como si fuese una mancha infamante. Lo extraio es que todo esto sucede a menudo por un deseo auténtico de perfeccién. Y fas consecuencias son graves: debido a este equivoco, a me- nudo somos Ilevados a minimizar nuestro error, a reducir- Jo a una simple transgresién o a una serie de gestos facil- mente identificables. Nos proclamamos pecadores, pero NO nos sentimos profindamente tales, sobre todo si nos comparamos con otros, con los “pecadores” por quienes oramos. O al contrario, nos sentimos como desgajados por nuestro pecado, incapaces de reaccionar frente a algo que es mas grande que nosotros y que destruye inexorable- Mente nuestros suefos de perfeccién. También en este ca- So nos proclamamos pecadores, pero con una profiinda desilusion y frustracién, y también nos disgusta que haya Otros mejores que nosotros. Vivir reconciliados O 15 Son solamente dos cjemplos que nos hacen com- prender cémo funcionan en nosotros, consciente 0 incons- cientemente, los mecanismos de defensa, cuya funcién es exactamente la de proteger nuestra estima personal, pero que en realidad nos impiden ser veraces con nosotros mis- mos (y con los demas) y, mientras nos ilusionan con ser justos, nos privan de la experiencia més rica y exaltadora que el hombre pueda tener, la de la misericordia de Dios. Veamos algunos de estos mecanismos. 1. La pretensién de eliminar el mal Una primera forma posible de distorsién perceptiva en relacion al pecado es la que determina la pretensién de eliminarlo del todo de nuestra propia vida. Sc trata de una pretensién implicita, que dificilmente reconocemos ante nosotros mismos, que funda sus raices en una necesidad presente en todo hombre, aunque de la cual dificilmente se habla: /a necesidad de omnipotencia. Es un impulso que surge cuando la propia estima esta amenazada por la cons- tatacion del propio error y, entonces, como viniendo en su Socorro, nace esta pretension infantil —de hecho rara tam- bién en nuestros ambientes— de simplemente “anular” la realidad del mal de nuestra vida. La consecuencia inmediata es que el propio yo se di- vide en dos partes, una buena y otra no. Porque es inc6- modo reconocer y cargar la parte negativa de si mismo; progresivamente se la quita de ante Jos propios ojos y se la reduce al minimo, mientras que toda la consideracion de si mismo se asienta sobre la parte positiva o presuntamen- 16 =O Amadeo Cencini en el intento de construir —y después defender—, na imagen solamente positiva de si mismo, La conclusi6n a que se llega es la de haber identificado y aislado final- eal “enemigo” —se llame o no asi al propio defecto dominante—, para poder agredirlo con todas las fuer- as, hasta hacerlo desaparecer del todo. Pero es este justamente el equivoco, fuente de frus- es, desperdicio de energias y depresiones que no jamas. Porque el hombre no podré jamds elimi- totalmente el mal de su propia vida. El mal forma par- nosotros mismos y de nuestra historia, esta inserto damente en nuestro coraz6n y en nuestros miem- Es simplista reducirlo a algunos gestos y comporta- ntos errdneos, como si el resto de la personalidad pu- e permanecer exceptuada. Es de ingenuos considerar se lo puede extirpar de tal modo que ya no se sienta | atracciOn. Es importante comprender que esta presunci6n fal- nuestra relacion de creatura con Dios. Aunque escon- detras de si propdsitos de santidad y de compromiso -Apostélico, deriva en el fondo de una sutil ambicién narci- Sista, que luego se descubre y traiciona por sus propios _ frutos. Y, sin duda, emprender esta lucha sin cuartel con- _tra el propio mal, confiandose ms o menos ciegamente en Ppropias fuerzas (la propia zona considerada positiva), nifica ir al encuentro de una amarga desilusion. El mal, en realidad de ningtin modo ha sido anulado, reemer- con la misma fuerza y aun mas, porque el sujeto ha lo un método (afrontar directamente el problema Vivir reconciliados O 17 apoyandose sobre las propias fuerzas) y un objetivo (elimi- nar del todo el mal) errado en si mismo y de hecho im- practicable, no obstante el notable empleo —y desperdi- cio— de energia. Con Ia desilusion llegara la depresion y el resentimien- to contra si mismo, la intolerancia contra el mal de los de- mas, como proyeccion de la impaciencia contra si mismo, y la manta perfeccionista, como remedio extremo para ilu- sionarse de estar en lo justo. Pero puede también suceder que el individuo, obli- gado a admitir la inutilidad de sus esfuerzos, pase del com- Promiso extremo a la falta de compromiso total. Es decir, de la pretension de eliminar el mal de raiz, a Ja rendicion incondicional frente a él. 2. La tentativa de ignorar el mal Otra actitud falsa frente al pecado consiste en la ten- tativa, quizas inconsciente, de ignorarlo o minimizarlo. La persona simplemente relega al inconsciente la sensacion de la propia negatividad. No se preocupa de identificarla “concentrandola” en una actitud personal precisa, para después combatirla con vehemencia como en el caso ante- rior, Como maximo experimenta una vaga sensacién de inquictud, pero no se preocupa por eso. Es una persona tranquila, dificil de entrar en crisis pero también de en- tusiasmarse, satisfecha de si misma y de las propias “ob- servancias”, y siempre pronta a autoabsolverse 0 a con- cederse compensaciones en caso de necesidad, Tranquila 18 © Amadeo Cencini ediocre como es, le basta saber precisamente aquello “no se debe hacer (los pecados mortales), para satisfa- sr su bajo nivel de aspiracion en la vida espiritual (“basta , grandes pecadores. Es notable que el camino ha- la perfeccion, cuando es verdadero, conlleva una cre- te toma de conciencia del pecado. Hay también aqui una verdad fundamentalmente dada o no advertida Jo suficiente: la que recuerda que | ‘hombre “ ‘esta engendrado en la culpa” y que es peca- en su profundidad. Y por lo tanto es de inconscientes sentirse contentos de si mismos simplemente porque “no se hace nada malo”. En el Soe y siempre sin mal- pic profundamente la sai de un Salvador y la deza de ser salvado. a. Las venganzas del inconsciente Es cierto, hay ventajas en relegar al inconsciente el Sentido de la propia culpa: se vive tranquilo como ya se ha dicho, sin escrapulos y sin excesivas tensiones de perfec- ‘ci6n; se tiene un concepto positivo y, en resumen, también _ Se deja vivir a los demas. Pero el inconsciente, lo sabemos bien, no duerme, y si es un inconsciente negativo influira Negativamente en nuestra vida. Hay tendencias, emocio- Vivir reconciliados O 19 nes, instintos muy poco recomendables que pueden funcionar sin perturbaciones en la penumbra de nues- tra psiquis y convertirse en motivaciones que impulsan a comportamientos correspondientes, sin que los po- damos controlar. Lo que siempre hemos ignorado se va convirtiendo en el patron de nuestro corazon. Y a su modo logra emerger. Asi le sucede al tipo “tranquilo” que se encuentra con una extrafia rabia o an- tipatia dentro de si y con una tendencia a desahogarla con violencia. Esa violencia y ese disgusto no llueven del cielo: son consecuencia de gestos y sentimientos puestos en ac- to o favorecidos por largo tiempo dentro de si mismo sin sentirse culpable por ello, aun reconociéndolos como no buenos en si mismos. Es como si estas faltas veniales repe- tidas se fueran sedimentando en el inconsciente dando lu- gar a estimulos agresivos cada vez mas exigentes y siempre menos controlables. Y también est el tipo “contento de si mismo”, que advierte dentro de si un creciente sentimiento de inferio- ridad ¢ inadecuacion. Es como si resurgiera un misterioso sentimiento de culpa (refutado conscientemente), que lo hace inseguro y miedoso, incapaz de enfrentar los com- promisos de la vida y de arriesgarse. También existe una posible revancha del inconscien- te, el tipo “mediocre” que, a fuerza de realizarse autocon- cesiones, se construye su propia moral de a poco por vez, donde casi todo es licito y el pecado grave se convierte en un simple incidente del camino que no toca —asi se ima- gina— su opci6n de fondo 20 O Amadeo Cencini Es un autoengafio habitual: lo que hemos querido ig- © minimizar resurge por otro camino o se anida en el 6n, desde donde nos perturba y nos complica la vida. La obsesion de la culpa La conciencia de muchas personas, mas de lo que se ree, a menudo es agredida por los fantasmas de un peca- do que quizas nunca se cometio o de la angustia de no recer el perd6n. Probablemente todos hemos vivido en erta época el drama de Ja culpa obsesiva y no redimida. es un suftimiento que pocos comprenden, aun los con- ores. Se trata de un drama con un nombre preciso: el Esta seria una definicion descriptiva: los escripulos an parte del género de conductas que la psicologia de- € como autopunitivas, dictadas por un sentimiento in- iclente de autocondenacion y de una necesidad consecuen- te de expincion; se manifiesta en dudas obsesivas, que tienen - por objeto Ia conducta del individuo, Ia gravedad moral de “SUS actos, Ia posibilidad de ser perdonado; se manifiesta tam- bitn en gestos repetitivos con finalidad expiatoria y en reque- imientos continuos de reafirmacion desde el exterior. Aparecen dos elementos centrales: el subjetivismo ‘€xasperante y un sentimiento de culpa que invade toda la Psicologia. Es el mismo sujeto quien se siente culpable, se ‘Condena y se tortura por una culpa que existe sobre todo su mente, pero que invade todo su ser. De hecho esta ducta autopunitiva representa otra forma de no inte- Vivir reconciliados OQ 2] gracion del mal. Si el hombre, como dice Buber, es aquel que es capaz de hacerse culpable y de explicar su culpabi- lidad, el escrupuloso es una excepcidn: no se hace sino que se siente siempre culpable y de una culpabilidad que no puede explicarse porque esta obligado a pensar siempre en ella. Veamos el porqué, observando la evolucion psicolo- gica del escripulo. Ia ilusion: en la base de toda escrupulosidad existe un equivoco fundamental, habitualmente inconsciente: “yo no debo equivocarme”. El deseo de perfeccién se confunde con un suevio de infalibilidad. Este es un error peligroso porque induce a sonar lo imposible y, mientras tanto, repliega al individuo sobre si mismo y concentra la atencién de un modo meticuloso y casi obsesivo sobre sus acciones y sus progresos. Naturalmente la ilusiOn es incons- ciente, pero los progresos “deberian ser” bien visibles... La pretension: del sueio de impecabilidad a la pre- tension de definir el propio yo ideal, el paso es breve. Sin darse cuenta, el individuo casi se sustituye a Dios en la de- finicién de lo que esta bien y de lo que esta mal y progra- ma para su crecimiento espiritual una serie de objetivos muy dificiles de alcanzar, pero que gratifican sus propias ambiciones espirituales. Sera él mismo quien defina las condiciones precisas que hacen correcta o perfecta su pro- pia conducta. Obrando de este modo, no se da cuenta que impo- ne una perfecci6n legalista a sus actos y los carga de exce- siva importancia, como si la salvacién dependiera de ellos, con el riesgo de no tener suficientemente en consideracion 22 © Amadeo Cencini valores elementales (por ejemplo, el servicio, la gra- ad, el perdOn, etcétera), que se manifiestan en las pe- Cosas y no dan una gloria visible al yo, EI temor: con estas premisas es légico esperar un te- tonto: el de admitir el propio pecado. Reconocerse pe- r significaria admitir el propio fracaso, Seria como el de un suefio... ¥ entonces, como siempre sucede con aquello que teme demasiado, el escrupuloso: a) ve ef pecado por to- t partes, es decir, penaliza los sentimientos, confunde la tentacion con la culpa y el placer con el pecado; b) /o en- aniece, como si sdlo existiesen pecados graves, de los lales se siente siempre plenamente responsable sin ate- nuantes; ¢) Lo reencuentra en trangyresiones completamente _Peniales, en detalles minimos, quizas para evitar confron- Tarse con las exigencias més centrales de la vida moral yno ‘Sentirse en falta con respecto a ellas (escrapulos de com- Pensacion). f la decepcion: cuanto mayores son las expectativas Perfeccionistas mas probables seran las caidas, sea porque las pretensiones son irrealizables, sea porque la persona vi- i Ve en una tensi6n insoportable que le quita energias y la _ hace més vulnerable, Y con las cafdas vienen las decepcio- _ hes, la desconfianza, la ira consigo mismo y tanta amargu- Ten el coraz6n por haber fallado a las promesas y haber- Se descubierto débil. b ¥ esta, en realidad, es la verdadera raiz de su males- a No tanto el saber que ha ofendido a Dios, sino mas Vivir reconciliados © 23 bien haber constatado la propia debilidad. Un sentimien- to de culpa, que nace mas de una herida al amor propio que de la conciencia de haber “herido” el amor divino. Ia condena: en este punto surge la condena del yo. Puede parecer extraiio, pero también esta es una expresion de narcisismo. De hecho se presenta una afirmaci6n ulte- rior y deformada del yo 0 la consecuencia exasperada de un proceso de auto-lesionamiento moral. Si es el yo, que es- coge auténomamente los valores y fija objetivos para su autorrealizacion ascética, podra hacer grandes proyectos de santidad, comprometerse al maximo y dar pruebas de coherencia y severidad hacia si mismo, pero habra. una co- sa que no sabra y no podra hacer: aceptar el propio mal y perdonarse. El perd6n lo podia inventar solamente Dios, que quiere el bien del hombre, no un yo que se busca con obstinada ambicién a si mismo 0 los propios intereses es- pirituales. En el fondo no existe peor tirano que un yo am- bicioso con respecto a si mismo... Si el escrupuloso se culpa, no lo hace por delicadeza de conciencia sino por imposicién de su yo (o del superyo) que, ofendido en su narcisismo, se venga o intenta Fehabi; litarse condenandose y castigindose de mil modos (bis- queda excesiva de mortificaciones expiatorias, formas cxa- geradas de ascetismo, ritualismos propiciatorios, etcétera). siempre con una pizca de exhibicionismo y la preten- ‘Permanente perfeccidn. , el escrupuloso no resuelve su pro- Ja seguridad interior ni la certeza del perd6n. Por dos motivos. Sobre todo porque siempre es el yo el que quicre realizar ese programa de rehabilitacién: es- te pequeno yo que pretende, a través de sus actos de peni- tencia, obtener Ja garantia de reencontear. si inocencia y piensa que sera perdonado solo gracias a sus repetidas con- fesiones (como si el perdén estuviese ligado a la cantidad de absoluciones). Surgira ahora, en lugar de Ja fe en la mi- sericordia divina, el mecanismo narcisista (pretensién de ser perfecto y temor de no serlo), que desembocara a su vez en una especie de mania obsesiva: “gme habré confe- sado bien?... ¢habré dicho todo?... édeberé confesarlo otra vez?... ghabré hecho suficiente penitencia?...”, ¥ la clasica duda del escrupuloso se convierte en una verdadera cruz dificil de comprender y mis dificil aun de cargar. Pero es la consecuencia logica de un error imperdonable; el escru- puloso se impone la confesi6n mas como un castigo que como la biisqueda de un encuentro con la misericordia di- vina que perdona y reafirma. Existe otra raz6n, ligada en particular a la naturale- za del perdon. Parece evidente que para sentirse perdona- dos se necesita antes sentirse pecadores. El escrupuloso 70 % siente perdonado simplemente porque no ha tomado con- tiencia de In verdadera naturaleza de su pecado. Vive con el temor de descubrir la propia culpabilidad, por lo tanto AO acepta ser radicalmente pecador; ve el pecado en las co- Sas pequenas para sustraerse a la idea insoportable de sen- ‘tirse pecador en las grandes, En este punto, si su sentido del Pecado es tan res- ttingido y sofocado, équé experiencia de perdén radical y Vivir reconciliados Q 25 “tefinitivo” podra hacer? Multiplicara sus confesiones, pe- “© quedara con la duda de fondo: “;Puedo merecer ser Mrdonado y amado por Dios?”. Esta es su verdadera du- 4% Una duda narcisista, como la reflexion que le sigue, Biecida a una ruminatio sin fin que tiene por objeto el Popio yo y no el amor de Dios, Un amor que el escrupu- S80 no llega a descubrir como mis grande que su propio Fecado, a. Terapia antiescrapulo Es posible salir de la duda asfixiante del propio es- Sapulo o, por lo menos, tomar una actitud distinta, mas Srey liberadora, frente a él. Estas son algunas normas in- ivas. 1) Liberarse del narcisismo. Si contemplar el propio nos hace enfermarnos y a veces nos vuelve escrupulosos, Emedicina esta en dirigir a Dios el coraz6n y la voluntad “ih escucha de su Palabra y en la atencién a las necesida- de los demas. Podemos decir que es terapéutico todo uello que impide al escrupuloso replegarse sobre si mis- Soy, en cambio, lo estimula a liberar sus energias para un Stvicio concreto y creativo del prdjimo. El escrupuloso Tene mucha mas necesidad de liberarse de su narcisismo Sconsciente que de sentir prédicas sobre el perd6n de “0s 6 afirmaciones sobre su comportamiento o prohibi- ones y preceptos varios. 2) Acarar el sentido de la vida moral, liberandola de | equivocos, como por ejemplo de una ética demasiado ‘egalista (el deber por el deber) o represiva, que ve el pe- do por todas partes y termina sofocando el espiritu, o 2% 0 Amadeo Cencini tan sublime que impone exigencias imposibles, 0 quizds tinicamente sexual, como si no existiesen otros aspectos de Ja moral (més de tres cuartas partes de los escrupulosos es- tan atormentados por dudas en el area sexual). 3) Tener un guia espiritual: es peligroso para el es- crupuloso estar abandonado a si mismo o ir de un confe- sor a otro. Es importante que tenga un director espiritual propio, un director que sepa unir la paciencia a la fineza, que sea sereno, misericordioso, capaz de infundir fe y de impedir al penitente el concentrarse continuamente sobre si mismo. Por su parte, el escrupuloso deberd ser fiel en el dejarse guiar, y obediente, resistiendo a la tentacién de multiplicar las confesiones, de acusarse repetidamente del mismo pecado, de hacer confesiones generales; y debera recordar que en caso de duda sobre su conducta moral, la presuncién siempre esta a su favor. Tal obediencia es su verdadera penitencia, sin que vaya a buscar otras... 4) Aceptar el lento proceso sanativo: dando un senti- do a su sufrimiento. No es cierto, como se ha dicho, que el escriipulo sea un padecimiento inatil. Se puede conver- tir en un suftimiento redentor sise lo carga de significado, si se lo vive frente a Dios y a su misericordia, si se lo libe- ra progresivamente de los componentes egoistas y se lo acepta como parte de la propia debilidad. Naturalmente es un proceso lento; quizas la persona no sane jamas del to- do; lo importante es que acepte aligerarse de a poco de su propio yo. También podra santificarse, no obstante sus es- crapulos... Vivir reconciliados QO 27 4. La viga en el ojo Los llamaban whipping boys (“ninos de azotes”). Vi- vian en las cortes reales inglesas del siglo pasado. Eran compancros de juegos del hijo del rey; pero también te- nian esta extrafa tarea: cuando el joven principe cometia una falta eran castigados con el latigo, en lugar del culpa- ble. De tal manera, la culpa era en algin modo expiada. Cosas de otras épocas, tan absurdas como barbaras; sin embargo, el otro dia en la comunidad ha sucedido lo mis- mo. No hay ningiin principe ni latigazos, se comprende, pero la misma operacién psiquica que leva inconsciente- mente a una persona que comete un error o que constata un limite (que, sin embargo no puede aceptar), a “transferir” culpa y pena a otro. Es el viejo e infantil mecanismo de la royeccion. Otra forma de no integracién del mal. La proyeccion constituye un modo muy primitivo de liberarse de la:propia culpa cargandola sobre los demas. Todos nosotros; mas o menos, estamos tentados de usar- la a veces en nuestras vidas. Quizas podriamos decir que tal mecanismo es responsable de muchos problemas y di- ficultades en las relaciones de nuestra comunidad. ¢Qué se encuentra en el origen de esta proyeccion del propio mal sobre los demas? Por una parte el ancestral temor del propio pecado, que a veces nos Ileva a ignorar- lo; por otra parte, la sensacion de poder combatir mejor lo que esta fuera de la propia persona y que no la compro- mete directamente: entonces el hombre “proyecta”, es de- cir, critica, acusa, juzga; y a veces condena, rechaza, des- precia... De tal modo tiene la impresién de haber hecho 28 © Amadeo Cencini algo contra este mal, pero no se da cuenta de que tratar el mal de este modo lo multiplica, arruinando las relaciones interpersonales, y no lo elimina de la propia vida. a. El chivo expiatorio Una primera forma de proyecci6n, la mas clasica, es la de atribuir inconscientemente a otra persona sentimien- tos, intenciones y actitudes ligadas a la propia inmadurez. Es como si el otro se convirtiese en una pantalla o en un recipiente sobre el cual proyectar lo negativo propio: las culpas, o los aspectos del yo que el individuo no acepta 0 que no ha integrado en su identidad. Una viga en el ojo que impide comprender que lo que se reprocha al otro es lo propio y que no sabe descubrir que en realidad el otro se convierte en un reflejo de si mismo. Como darse cuen- ta de esta proyeccion? Generalmente, hay un conjunto de signos que hacen pensar que este proceso se encuentra en acci6n: 1) La rigidez y repetitividad del juicio, que deja po- cas © ninguna esperanza sobre la posibilidad de una real mejora del otro. Parece casi existir la necesidad de que el otro sea justamente asi y que no pueda cambiar (para con- tinuar ilusiondandose con que “el problema es suyo, no mio”), con la consecuente “inducci6n” de un comporta- miento correspondiente. Es bien sabido que cada uno provoca en los que viven junto a él un comportamiento exactamente segiin la concepcidn que se tiene del otro. 2) Una acentuada intolerancia hacia el otro, cuya simple presencia se convierte en fastidiosa, haga lo que ha- Vivir reconciliados OQ 29 ga (“me molesta incluso hasta como habla”). Tal intole- rancia termina en la antipatia declarada (y de algin modo autojustificada) y en la rabia mas o menos expresada (sig- no de que el problema no esta resuelto y el mal no ha si- do eliminado). 3) La condena demasiado ficil y expeditiva, como expresion inconsciente de un deseo de salir completamen- te indemne y liberado del mal: se lo condena en el otro pa- ra ilusionarse de haberlo alejado y vencido en si mismo. Normalmente se trata de condenas demasiado severas, sin apelacién, quiz4s con una resonancia profética, aun si no se la verbaliza. La expresi6n tipica y exasperada de esta primera for- ma de proyecci6n es la creacin del chivo expiatorio: se en- foca la mirada en un miembro de la comunidad y se lo ac insistentemente por culpas propias y no propias. Quizas es efectivamente un hermano débil, que falla mas que los demas; o quizas, a diferencia de los dems, tiene el problema de errar de un modo evidente, a la luz del sol... Si surge una proyeccion sera el hermano (?) que yerra siempre y no comprende nada, que retrasa el camino co- munitano porque tiene este o aquel defecto y no se corre- gira jamas, y que quizas seria mejor que fuera transferido... Hace tiempo conoci a un religioso que tenia este Particular “carisma” de crear un chivo expiatorio en las co- munidades donde pasaba (y habfa estado en varias); lo in- teresante es que las personas que se conyertian en la mira de este terrorista de la vida comunitaria mostraban todas caracteristicas similares de personalidad y eran acusadas de 30 © Amadeo Cencini Jas mismas cosas, de las mismas inmadureces que él no so- Jamente no habia resuelto sino que ni siquiera reconocia. Es verdad, en teoria, que el chivo expiatorio podia asi san- tificarse y aprender a tomar las cosas con cierta altura, pe- ro también podria enfrentar una seria depresion 0 ser im- pulsado a realizar gestos o acciones imprevistas. Por ello es mejor que decidamos santificarnos sosorros mismos por otto camino, comenzando cada uno por ser responsable del propio mal. b. Grupo expiatorio y estilo de vida Otra forma posible de proyeccion la realiza quien proyecta habitual ¢ inconscientemente su negatividad sobre el grupo. Su proyeccion no necesariamente se realiza sobre wna persona precisa y fija, sino contra un conjunto de per- sonas, como la comunidad, 0 “los otros”, 0 la propia con- gregacion, 0 quizas la estructura. También el mundo o la sociedad pueden prestarse a este tipo de proyeccion o una categoria particular en su interior, por ejemplo los pecado- res. Mas que una técnica proyectiva ocasional tendremos, entonces, un estilo de vida en clave proyectiva. Tal proyec- cién habitual se puede manifestar de diversas formas: La atribucion a los demas de malas intenciones: es di- ficil comprender cuales son las verdaderas motivaciones que llevan al hacer; a menudo estan habilmente escondi- das en las propias tacticas defensivas y, sin embargo, estas personas se atreven a descubrir las motivaciones de los de- mas, que naturalmente siempre encuentran negativas. Su “descubrimiento” no es en realidad el fruto de un anilisis laborioso, sino que es sobre todo una atribucion instinti- Vivir reconciliados O 31 va de algo propio, slo vagamente percibido en si mismo. En otras palabras: quien es egoista y no reconoce serlo, in- terpretara como egoista la actitud de los demas, He ahi por qué a veces estas interpretaciones son tan sutiles y ori- ginales: quien las ha pensado Gnicamente puede ser al- guien que se comporta asi en su vida, un “experto” en la materia. Su pensar mal del otro se convierte en un desa- hogo, en la expresin de un malestar interno, en una ca- tarsis liberadora que, sin embargo, descubre y traiciona lo que tiene en el corazén. Si el Principio funciona podremos decir que, a menudo, en la interpretacion negativa y repe- tida de la actitud de los otros se pueden esconder las pro- pias incoherencias. c. El sindrome del fariseo 1) Otra forma clegante de estilo Proyectivo es la del que se considera Superior a los demas, al punto de despreciarlos, de un modo mas 0 menos implicito, o al menos de condenarlos en su corazon, Es la tipica actitud farisaica, de’ la cual Lucas habla en el capitulo 18 y que, extrahamente, se manifiesta en un contexto de oracién. ¢Cuiles son las caracteristicas de este sindrome del hom- bre piadoso? Sobre todo /a incapacidad de mirarse hacia adentro, la falta de corage para reconocer el propio mal. Es como si su examen de conciencia se limitase solamente a la zona positiva, con consecuencias peligrosas para la rela- ci6n con Dios y con los hombres. Esta persona en realidad nO se comunica con Dios (Lucas dice que oraba “para si”), Porque orar es reconocer la distancia que nos separa de Dios y acoger con gratitud al Padre que nos viene al en- 32° 0 Amadeo Cencini cuentro no obstante nuestra indignidad y nuestro mal. Fuera de Ja conciencia de este mal existe solamente el soli- loquio vano y presuntuoso de quien “celebra” sus méritos y su yo frente a Dios. Si yo fuese uno de ellos, surgira en mf, en mis rela- ciones con los demas, una particular mania de la contrapo- sicién, cuya fusion sera exactamente la de convencerme de que soy realmente mejor. ZY como? Haciendo al otro el examen de conciencia, es decir, examinandolo sobre aque- llos aspectos que he encontrado positives en mi mismo y sobre los cuales sé que puedo vencer en la comparacion. Naturalmente estaré atento a escoger personas que me per- mitan esta facil comparacion victoriosa, recurrir a los “pu- blicanos” (0 que parezcan tales a mis ojos). En cada pane tendré necesidad de encontrarlos: sin ellos no me sentiria lo suficientemente positivo y no sabria donde descargar mi negatividad. Haria un examen de conciencia por la mitad... 2) El quejoso y el entrometido. Ha asumido la pro- yeccion como estilo de vida también quien tiene que lamentarse de todo y de todos. Es una figura rara en nues- tras comunidades. Lo que se proyecta en este caso es la incomodidad y el nerviosismo determinado por las inco- herencias, a menudo inconscientes. El quejoso es el tipo a quien nada le va bien, desde la sal en Ja sopa, al plano del apostolado de la comunidad, desde los hermanos a los superiores. La comunidad y el instituto seran blanco fre- cuente de las imputaciones de estas personas que, habi- tualmente, encuentran fuera de la comunidad, quién sa- be por qué, personas espléndidas e institutos mejores que el propio... Vivir reconciliados QO 33 Otra variante de esta modalidad proyectiva la consti- tuyen los entrometidos 0 criticos de corredor: también estos siempre tienen algo que decir sobre todo, pero prefieren hacerlo en voz baja, sin comprometerse ni hacerse notar, € incluso enmudecen cuando se deberia tener el coraje de ex- Presar la propia opinion. O también el contrera, aquel que Parece satistacerse en tener siempre el parecer opuesto al de los demis... Estas son simplemente personas que no se han acep- tado o que se ilusionan con resolver sus problemas cargan- dolos sobre los demés. Gastan energias para encontrar la Paja en el ojo ajeno y no se dan cuenta de la propia viga. Quieren evitar el peso de su pecado y se encuentran con un peso mayor en su coraz6n. Quizas bastaria un poco mas de honestidad consigo mismos y la carga comenzaria a ser mas ligera. 34 © Amadeo Cencini caPiTuLo 2 Verdadero y falso sentimiento de culpa* Llegar a reconocer objetivamente el propio error, evitando las trampas de los mecanismos de defensa, no es sentirse todavia pecadores. La experiencia subjetiva del mal personal tiene distintas resonancias posibles: uno pue- de sentirse simplemente culpable sin llegar a descubrirse pecador. Es un proceso de maduraci6n progresiva de la propia conciencia penitencial, que debera permitirnos pa- sar de la sensacion de la culpabilidad a la conciencia de ser pecadores. En realidad, esto no siempre ocurre: no todo sentido de culpa abre a esta maduracion progresiva. Den- tro de la experiencia de culpabilidad misma existen diver- sos matices de actitud. Existe un sentimiento de culpa constructivo, esencial para ser hombres responsables y ca- paces de crecer; y hay un sentimiento de culpa destructivo ¢ infantil, que cierra al yo sobre si mismo y le impide ma- durar. ;C6mo comprender la diferencia y favorecer el sen- timiento de culpa constructivo y liberador? Ante todo es necesario liberarse de falsos prejuicios, tales como que /a culpa es siempre un sentimiento malo, la culpa inhibe; hoy el sentimiento de culpa ha desaparecido. * Este capitulo pertenece a Alejandro Manenti. Vivir reconciliados QO 35 En su lugar se trata de distinguir los diversos tipos de cul- pa: algunos nocivos, pero otros tiles para el crecimiento de nuestra conciencia penitencial. ¥ también se trata de re- Conocer que este sentimiento es inevitable en el ser huma- no (a menos que se trate de casos patologicos); y por lo tanto, esta presente en el hombre de hoy que, como maxi- mo, intentara, indtilmente, eliminarlo, El objetivo deberia Ser: favorecer un sano sentimiento de culpay climinar Ia cul- ba destructiva. a Podemos distinguir cuatro tipos de culpa: dos cons- tructivos y dos destructivos. 1. Culpa constructiva a. Culpa ontologica o existencial ; Al hacerse adulto el ser humano comprende que la vida no avanza por casualidad, sino que exige una scric de decisiones. Se. desarrolla siempre entre dos polos: por una Parte el riesgo y por otra el temor. Arriesgar para avanzar, realizar nuevas opciones, aden- trarse en responsabilidades anteriormente desconocidas, Temor, porque todo esto significa impredecibilidad; abandonar las posiciones familiares y confortantes para realizar opciones nuevas y desconocidas. Si el ser humano quiere crecer debe mantenerse en este estado de pasaje de lo viejo a lo nuevo, de lo programado a lo creativo. Esa ta- rea es vivida como una sana tension de crecimiento yla culpa ontolégica aparecera cada vez que perdamos la oca- sion de avanzar en el futuro para permanecer anclados en apoyos estaticos. 36 =O Amadeo Cencini Bienvenido sea este sentimiento de culpa; si no exis- te es necesario hacerlo aparecer: me revela la ocasién per- dida y me recuerda —aunque en forma negativa— la ne- cesidad de arriesgar y de intentar. b. Culpa reflexiva Es el sentimiento de autocritica que nace de la con- ciencia. Su base no es instintiva (ansia, temor del castigo, autocondena) sino cognitiva. Nace de la capacidad de juz- garse a si mismo en términos de valores morales internali- zados. No se trata del rechazo de impulsos internos inacep- tables, ni del temor de la consecuencia, ni tampoco del simple malestar por haber hecho dafio a otros. Aqui exis- te el conocimiento de no haber estado a la altura de los ideales realistas en los cuales creo. Es, por lo tanto, un sen- timiento racional que nace de una madurez cognitiva (ca- pacidad de autocritica) y moral (sensibilidad a la atracci6n que cjercen sobre mi los ideales trascendentes). Culpa positiva esta, que nace del cotejo entre mi yo y los valores que me llaman: el conocimiento de haber transgredido un estilo de vida libremente escogido. Estos dos tipos de culpa nacen de una estructura psi- cologica sana: de un hombre que ha tomado en serio la vi- da como una serie de opciones personales que debe hacer y que ha anclado su propia existencia a proyectos ideales. Vivir reconciliados 0 37 2. Culpa destructiva Es distinta la culpa destructiva que esconde conflic- tos interiores de origen psiquico; la que bloquea o frena el crecimiento. a. Culpa psicologica Es el sentimiento que no deriva de la consideraci6n teflexiva de la propia situaci6n en relacién al ideal perse- Suido, sino que es un sentimiento inmediato e irracional. Es el sentimiento de angustia y autocondena que a veces Nos atenaza y nos hace sentir un nudo en el estomago. Por Semplo, la angustia de haber transgredido un mandato y el temor del castigo. O quizas cl autorreproche por no ha- ber estado a la altura de las expectativas del otro y, por lo tanto, de perder su amor, O también, la humillacion de Yernos a nosotros mismos con una imagen perturbada por Nuestras propias acciones. Este sentimiento de culpa no contempla el males- tar por haber errado el ideal sino el que surge de no ver tealizado nuestro deseo de ser amados, reconocidos, do- tados de valores. Esta es una humillacion que anula la ca- Pacidad de reaccionar; también puede Ilevar a perpetuar el tror: sino valgo nada, mas vale que me resigne y siga asi. b. Culpa inconsciente Nace de los impulsos que han estado reprimidos por- que resultan inaceptables, pero que regresan a la concien- cia. Es el “regreso del remordimiento”: sentir dentro im- Pulsos inaceptables suscita un enojo que dirijo contra mi 38 0 Amadeo Cencini mismo. Se trata de autorreproches humillantes, someterse a privaciones para castigarse, sentirse culpable por cosas que no lo merecen, escrapulos injustificados, examenes de conciencia descarnados: expresiones todas que demues- tran que la persona no esta cémoda consigo misma. Es la logica del “si no puedo hacer otra cosa, al menos me des- truiré por dentro”. 3. Como distinguir ¢Cémo distinguir si mi sentimiento de culpa es cons- tructivo o destructivo? Se trata de un tabi clerical o es una experiencia de crecimiento? Para esto son fitiles dos crite- rios: discernir la causa y el efecto de la culpa. La causa de la culpa constructiva es el reconocimiento de haber trans- gredido un valor importante para mi (me disgusta porque he errado el verdadero sentido de mi vida). En cambio, la causa de la culpa destructiva es el temor del castigo (en la realidad o en la fantasia) proveniente de los otros o de mi mismo: “Ahora me ocurrira una desgracia”... “gqué hago si Jos demas se dan cuenta?”... “Este pecado no es mio”... “Son cosas que pueden ocurrirle a otros pero no a mi”... En el primer caso existe el malestar por haber erra- do la realizaci6n de un valor; en el segundo, es la vergiien- za por lo cometido. El efecto de la culpa es la resistencia a la tentaci6n: jno lo hago mas! ;Pero resistencia por qué, en fuerza de qué? En la culpa constructiva la resistencia se funda sobre principios internos: no lo hago mis porque quiero recon- Vivir reconciliados O 39 firmar en mi vida el valor que erré antes. También la cul- pa destructiva me hace resistir (hasta un cierto punto), pe- FO por razones externas 0 afectivas: no lo hago mas por- que no quiero sentir nuevamente esta angustia, este nudo en el estomago, porque es humillante ir a confesarse, por- que me disgusta verme manchado.., 4. Culpables para ser libres Y esto da para reflexionar sobre nuestra moralidad: gen qué medida nuestra buena conducta esta sostenida por valores creidos y amados y en qué medida esta sostenida por meros criterios personales? Puede ocurrir que aquello que nos impide la transgresién sea el temor de ser descu- biertos, la necesidad de yernos confirmados en nuestra rectitud, el terror por las consecuencias o el temor del ma- lestar consiguiente. Quizas lo que a menudo nos gufa es el miedo y la vergiienza mas que el amor y el convencimien- to del valor. - Culpa constructiva y destructiva: la primera es el re- mordimiento (experiencia psicolégica) y la segunda es arrepentimiento (experiencia moral). El remordimiento nos liga al error, el arrepentimiento nos libera. Libres pa- fa sentirnos genuinamente en culpa, para descubrir asi la belleza del valor perdido. 40 2 Atnadeo Cencini caPiTuLo 3 Del sentimiento de culpa a la conciencia de pecado El sentimiento de culpa verdadero y constructivo es el reconocimiento de haber tansgredido un valor impor- tante y el malestar por un valor perdido. Pero el hombre puede superar este reconocimiento y este malestar. Puede pasar del reconocimiento psiquico y moral al religioso. En la experiencia a veces dramatica que se hace del mal existe una resonancia ulterior posible mas que la de sen- tirse culpable frente a la propia conciencia: descubrirse pecador frente a Dios. Es el pasaje del sentimiento de cul- pa la conciencia de pecado. Un pasaje que dista de dar- se por descontado y que ciertamente indica la madurez de nuestra fe. La conciencia del pecado se tiene solamente cuando uno se ubica frente a Dios y descubre, con dolor, el haberlo ofendido. De por si, sin Dios no hay ni bien ni mal, sino a lo sumo una valoraci6n ética subjetiva, expuesta a ambi- gitedades y miopias perceptivas. El bien en realidad es lo que corresponde al proyecto de Dios, el mal es lo que se opone. En tal sentido, el pecado es esencialmente una rea- lidad religiosa. Y el misterio mismo del pecado se revela al hombre sdlo cuando se dirige a Dios y descubre su ser pe- cador como ruptura de la relacion con él. Por esto, la pri- Vivir reconciliados O 41 mera experiencia que el hombre hace cuando encuentra a Dios es la de sentirse pecador; quizas es también un signo del encuentro mismo, por lo que podremos decir que no es verdadera experiencia de Dios aquella que no conduce a Ja conciencia del propio pecado. Sabemos bien todo esto. Sin embargo queremos pre- guntarnos si es esta la real experiencia psicolégica que ha- cemos de nuestro limite moral y cmo desarrollarla en no- sotros dentro de un proceso de integracién del mal, En otras palabras: ;advertimos nuestro error mas como ofen- sa a Dios y antes que a nosotros mismos? Y cuando nos confesamos, anos acusamos de culpas 0 de pecados? gCo- mo llegar entonces a la conciencia de pecado? 1. “El Sefior es el Altisimo” (Sal 47, 3) En la bula del decreto de! Jubileo de la redencion, el Papa escribja: “Se necesita redescubrir el sentido del peca- do, y para alcanzarlo es necesario redescubrir el sentido de Dios”. ¢Qué significa este redescubrimiento Para nosotros Y para quien piensa haberlo ya “descubierto”? En la Biblia, el sentido de Dios de nuestros Padres en la fe parece ca- racterizarse por un elemento central, /a trascendencia de Dios. Creo que tenemos que comprender y redescubrir mucho sobre esto. Siendo grandes niveladores y tedricos del igualitarismo a todo costo, corremos el riesgo de no advertir mas el estupor que sobrecoge a quien se acerca a la divinidad por Primera vez y la descubre dentro de si, mas alla de las cosas y de sus pensamientos, distante de su vida porque es el Altisimo, el Santo, aquel a quien nadie puede ver... 42° 0 Amadeo Cencini Alejados de lo divino, nos encontramos privados del “temor de Dios” y al acercarnos impensadamente ae da- mos cuenta de aquella voz misteriosa que amonesta: iNo te acerques hasta aqui. Quitate las penance —— sue lo que estas pisando es una tierra santa!” (Ex 3, am 3s - tamente el creyente quien, frente a este revelarse de a grandeza de Dios, experimenta una instintiva necesidad ae retirarse, de detenerse, casi pidiendo excusas por haberse atrevido demasiado. Asi ocurrié con Moisés frente a la zar- za ardiente, 0 con Pedro, después de la pee mbes ( *Aléjate de mi...” Le 5, 8), asi el publicano ( ‘Mantenien dose a distancia, no se animaba siquiera a levantar sus ojos al cielo...” Le 18, 13). Al contrario del farisco de 2 mits parabola que piensa que puede permanecer de pie frente a Dios, que puede manejar la relaci6n sin problemas, casi de ? e —— igual a igual, como si Dios fuese solamente un amigo... Con esta pretension, a menudo habilmente oculta detras de sentimentales proyectos de intimidad, es dificil descubrirse pecadores. Si la amistad con Dios no pasa iA través del descubrimiento de la trascendencia 70, RO PACE de esta— es una falsa amistad que jamas podra conducir- nos a la conciencia de nuestro pecado. 2. “Dios de mi alabanza, no te quedes callado” (Sal 109, 1) La percepcién de la grandeza y de la inert dad de Dios de por si nos aleja y nos turba. Asi eae menos al principio. Es un precioso, momento de prue ay de crecimiento, en el cual vemos fallar nuestros intentos Vivir reconciliados O 43 de facil conquista de lo divino y se purifica el deseo de co- nocer a Dios, mientras que se hace mas fuerte el conoci- miento de que solo él puede venir a nuestro encuentro y se hace mas ardiente la oracién: “Si no me respondes, seré co- mo los que bajan al sepulcro” (Sal 28, 1). Cuando esta st- plica es verdadera y la espera es paciente, é! no se sustrae, y nos alcanza con esa Palabra que anula toda distancia, ha- ciéndonos sus interlocutores. jPodemos comunicarnos con Dios! Su Palabra nos pone frente a él, simbolo de voluntad de didilogo, de amistad, de intimidad. Aquel a quien jamas hubiera podi- do conocer ni ver con mis propios medios, con mis intui- ciones sobre lo divino, con mis stiplicas... ha decidido po- ner su morada en mi casa: “hoy tengo que alojarme en tu casa” (Le 19, 5). Pero ha sido importante experimentar primero mi impotencia y Ilenarla con oracién, suffir su ausencia y aceptar su inefabilidad. Si no se pasa por el deseo de la trascendencia no se puede gozar después de la revelaci6n; si no se ha experi- mentado el silencio de Dios, no se puede apreciar la dona- cién de su Palabra y ni siquiera intuir su riqueza. En esta Palabra descubrimos el proyecto que el Padre tiene sobre nosotros, nuestra vocaci6n, aquello que estamos llamados a ser. Una Palabra distinta que Dios creador pronuncia so- bre cada uno y que jamis repite, y que cada uno sélo pue- de escuchar con gratitud para luego comprometerse a vi- virla. Agradecido porque esa Palabra, junto a mi nombre, me revela el rostro de Dios, como el de un padre bueno que me indica el camino que conduce a él, tinica fuente de mi gozo y de mi realizacién. No es una palabra cualquie- 44 0 Amadeo Cencini ra, sino una palabra dirigida a mi persona para revelarme el interés y la benevolencia del Padre hacia mi. Compren- der este amor es condicion indispensable para hacer nacer en uno mismo una concicncia de pecadoy advertir el ae haber ofendido esta voluntad buena. Si no se gusta tal c= nevolencia sera imposible encontrar después el malestar sincero por haberla rechazado de algtin modo. El fariseo de la paribola de Lucas es una prueba de lo que estamos diciendo. El no suplica a Dios ni tiene ee cesidad de escucharlo, ya ha climinado la distancia - > palabras y se ilusiona con tener un hilo directo con el Al- tisimo. Y porque habla sdlo consigo mismo se encuentra solo con sus méritos y sus pretensiones. Agradece a ee porque no tiene yicios; no porque se sient amado. e descubre ningtin proyecto divino para él; le basta ns que es mejor que los demas. Su mondlogo ¢s un vano Dar blar solo, un exhibicionismo engafoso que no Bene 9 Dios fuera de si mismo y que por lo tanto, paradojicamen- te, no podra jamas “pecar” ni tener dolor alguno... 3. “Hice lo que es malo a tus ojos” (Sal 51, 6) Solamente dentro de este didlogo gratuito es posible descubrir el propio pecado y comprenderto como Siig $ Dios. Pecar, en el hebreo original, quiere decir errar el blanco”. Ese blanco que Dios ha fijado a nuestra gids y que corresponde a su idea de nosotros. El parage to del pecado esta ligado a la revelacion de esta ses A gi dida que esta emerge y se hace una propuesta precisa de Vivir reconciliados O 45 un m i aN de ser, de realizarse, de amar, de servir, de dis- “) Mas la persona se siente obligada a darse cuenta de lo lejana que esta d i a q € este proyecto existencial, de esta 1 nuestros, ni sus pen- sal " oe oO sus Proyectos (cf. Is 55, 8). Frente a titel c rimos Ser tinieblas, frente al amor nos sentimos a oe ban de una sensibilidad nueva y mas verdadera 5 paz de eer en profindidad en el corazon del hon: } a aes bn se esconde también detras de sus “buenas ac lones”. Gracias a ella el i Pecado no se descubre sol: P amen- 3 en su raiz y en sus ramificaciones sino que, sobre todo, : sentido come ofensa ¢ ingratitud a Ia bondad de Dios, ‘smunuir su idea y desilusi onarlo en sus expectati ; tivas, re- negar de él como creador y hacer vana su Palabra Es ha A. a- nbre y 4. i “Ten piedad de mi, que soy un pecador” (Le 18, 13) En este punto, Surge espontanea la oraci6n, Simple esenci: i Y esencial, como de quien se encuentra en una extrema ne. cesidad; apasionada y vibrante, Porque se ha comprendido 46 0 Amadeo Cencini que sdlo él es quien puede sanarnos; pero sobre todo ver- dadera y coherente, porque nace de una experiencia pro- funda del propio pecado y de la propia impotencia para li- berarnos. No es la formula ritual o la letania que se repite en grupo porque somos todos pecadores (pero sobre todo al- gunos...). Hay algo de tragico en ese decirse “pecador”, porque es la confesién del abismo, imposible de colmar, entre la santidad de Dios y la miseria del hombre, distan- cia que parece destinada a alejar inexorablemente al ser humano de la vida. Pero justamente entonces, cuando ad- vierto el drama psicolégico de mi ser pecador, puedo abrirme realmente al pedido de perd6n. Asi, el pedir per- d6n forma parte de la conciencia de pecado, como cle- mento fundamental e integrante. Si, como hemos dicho, ella nace y madura frente a Dios y a su trascendencia, es inevitable que en cierto momento encuentre su misericor- dia y ternura. Aquella Palabra que Dios me ha dirigido anulando toda distancia continuara alcanzandome, eliminando la enemistad creada por mi pecado. S6lo quien reconoce y sufre su pecado frente a Dios puede descubrir su bondad y esperar su perdn. Y rezarle con la oracién mis natural: “Sefor, ten piedad de mi, por- que soy un pecador”: es casi un gemido que surge silen- cioso del coraz6n y que aflora espontancamente sobre los labios, dejando en el alma la sensaci6n serena de estar constantemente frente a Dios, en la verdad del propio ser necesitado de reconciliacion. Vivir reconciliados O 47 48 j Esta es verdaderamente la oracion del corazon. La CHES de quien ha encontrado al Seior y que lo busca cada dia y lo encuentra con a stiplica mas antigua y mas verdadera que el hombre haya jams dirigido a Dios: ;Ky- rie eleison! i QO Amadeo Cencini CAPITULO 4 Frente a la Palabra En cl noviciado se lo hacia dos veces al dia hasta Ile- gar a ese especial antes de la confesion. Después, lenta- mente, hemos ido perdiendo la prictica y hasta el sentido. Relegado al fin de la jornada, cuando se esta cansado, ha terminado convirtiéndose en la cenicienta de nuestras “pricticas de piedad”, hecho apresuradamente y mal, se- gin un esquema fijo y muy pobre, a menudo suprimido o asociado exclusivamente a la confesion. Todos han comprendido que hablamos del examen de conciencia. Sin embargo, en nuestro camino de inte- gracion del mal, este tiene una funcion preciosa e insus- tituible. Si realmente queremos evitar esas formas de no aceptacion de nuestro pecado que nos llevan a ignorarlo, a cargarlo sobre los demas 0 a permanecer estancados, debemos aprender a reconocerlo dentro de nosotros y a descubrirlo en todos sus camuflajes, sabiendo que en es- te tema todos somos aprendices, sobre todo quien no sa- be serlo y piensa que el examen de conciencia es una cosa para ninos de primera comunién o para novicios princi- piantes (para luego encontrarse haciendo confesiones tan iguales que no se les encuentra mas el sentido y se pierde la yoluntad de continuar). Vivir reconciliados O 49 1. Bajo la mirada de Dios Sobre todo es importante aclarar una cosa: el examen de conciencia es oracién. Si orar quiere decir estar frente a Dios en la verdad de nuestro ser, cl examen de conciencia significa justamente esto: es un encontrar a Dios a través de Nosotros mismos, o un dejar que Dios nos venga al en- Cuentro con aquella Palabra con la que nos escruta, nos conoce y nos revela quiénes somos, En todo caso el examen de conciencia no es una simple introspeccién psicol6gica, ni un autoanilisis com- placiente o suftido de vago sabor perfeccionista, con Pposi- ble resultado depresivo, ni tampoco un gesto intimista cir- cunscripto al perimetro de nuestra conciencia. Si, en cam- bio, es un ponernos frente a Dios, con la certeza de que mirarse dentro con honestidad, haciendo que él nos vea como somos, es fuente de profinda paz. Es un “penetrar €n nosotros mismos” bajo la mirada de quien nos ama y nos conoce intimamente, en un didlogo que sobre todo cs una escucha confiada de su Palabra, Un buen examen de conciencia se hace por lo tan- to de frente a la Palabra: es la regla fundamental, Por qué? Porque sélo la Palabra me puede decir lo que esta bien y lo que esta mal. Y no Solo en absoluto, a través de un cédigo de preceptos vinculantes para todos, sino sobre todo en referencia a mi propia vida. A cada uno Dios le ha dado una vocaci6n que debe realizar, que puede ser comprendida s6lo sobre el trasfondo de la Palabra y que, en cada caso, es siempre la Palabra a revelarse, como ya lo hemos observado. 50 0 Amadeo Cencini 2. Luz para mis pasos Pero no se trata de una revelacién sibita y definitive que en un cierto punto puede considerarse concluida, Dia tras dia una Palabra siempre nueva ¢ impredecible, pero también concreta y circunstanciada, viene a iluminar mi vic da; lampara para mis pasos, me revela el camino que Dios ha trazado para mi y, por contraste, desenmascara aquel ca- mino que yo me obstino en seguir. Hablamos de la pe de Dios en general, pero en particular de aquella que ja li- turgia de cada dia nos ofrece: he ahi puesto mand panica; tidiano preparado para cada uno por la providencia del bai dre que sabe que lo necesitamos cada dia. Alli dentro esta su proyecto sobre mi: esa Palabra debe cumplirse hoyenmi vida. Por lo tanto, de alli parte también el analisis ¥ el des- cubrimiento de cuanto se opone en mi al cumplimiento de aquel proyecto y de lo que concretamente hoy \o ha obsta- culizado. Examen de conciencia ligado estrechamente ala lectio, o a parte de ella, que se prolonga durante el dia y lo concluye. Es importante redescubrir el valor dela sarees de la palabra de Dios y, al mismo tiempo, Sean exigencia psicologica de unidad interior. En nuestra vida espiritual, si realmente queremos progresar, debe existir un dinico punto de referencia que tenga el poder de con- vocar juntos el coraz6n, la mente y la voluntad, y en tor- no al cual se estructure nuestro compromiso cotidiano. la Palabra del dia leida a la luz de la propia identidad as; miatica, puede realmente convertirse en este 3 oft atencion y de atraccion de todo mi ser, porque es Palabra Vivir reconciliados OQ 51

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