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El camino para los musulmanes siempre es largo« a veces me pregunto, qué fuese de
mí si no hubiese sido este que soy, de qué manera estos 81 años hubieran sido
devenidos, qué estas manos hubiesen erigido, y qué caminos estos infatigables pies
andado« la senectud nos pone sensibles, es esta como una segunda infancia, en que las
certidumbres de la madurez otrora alcanzada se diluyen, se caricaturizan como líneas de
agua, y se borran como las arenas del desierto ante el mínimo viento, creando figuras
fantásticas. Los años nunca se van, quedan en nosotros marcados, estas arrugas que
circundan mis ojos son tatuajes del paso inevitable del tiempo, de su increíble certeza,
esta boca mía parece irse marchitando, como los oasis de las dunas, rindiéndose ante las
fuerzas de lo invisible, contemplando impotentes cómo la vida se evapora, y esas
grietas, finjo taparlas con densas barbas, mas no, los tatuajes del tiempo no dan tregua, y
algo la mirada refleja la vida que se me escapa« ojalá todo este lento decaer fueran
errores estéticos, pero la vida es un poco más caprichosa, y su marcha ha triturado mis
músculo, acortado mis huesos; pero su más grande cobro es mi capacidad de recordar«
día tras día temo que mi mente borre de sí todo lo que soy y lo que vi, a todos los que
amé, e incuso aquello contra los que me enfrenté, es un temor incesante que me trae
aquí, soy movido por un miedo esencial de no perder lo que la vida me regaló, de no
dejar escapar entre las arenas del tiempo lo que por Allah conocí.

Mi nombre es Yasser Faruk Halil, a penas puedo recordarlo, pues era un niño cuando
fui llamado por mi verdadero nombre la última vez, dulces palabras emanadas de los
labios de mi madre, Aisha, mujer admirable y de noble corazón que dedicó todos sus
fuerzas a educarme, aunque admito que fui un niño travieso. En verdad que esa gran
mujer, Allah le bendiga, merecía el nombre de Aisha, quien fue la última esposa del
profeta Muhammad (sall Allahu alaihi wa sallam [SAW])i, fiel siempre a él, hasta que
pasó lejosii, exhalando el último aliento en las rodillas de su amada. La última vez que
vi a mi madre, contaba tan solo nueve años, la imagen es tan nítida, los murmullos de su
dolor aún encuentran eco en mi corazón. La vida pobre nos obligó a partir de nuestra
tierra, éramos muchos los que desde Líbano salíamos, pero siempre con el anhelo de
volver a ver esa tierra nuestra, nuestro Líbano, lugar de los cedros, y como ellos,
nuestras profundas raíces siempre buscan mamar de la tierra natal, de los viejos sitios.

Era yo un niño de tan solo 9 años mientras corría el 1273iii, mas para la gente de
nuestra tierra la infancia es breve y larga a la vez« nuestras mentes maduran pronto, y
nuestros sentimientos siempre abrigan esa candidez, esa risa transparente de la infancia.
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La razón que nos alejó de la amada patria puede parecer insignificante a muchos, pero
no a nosotros: la política de tolerancia a la diversidad mantenida por el país nuestro dio
entrada a La Compañía de Jesús, y durante décadas la paz reinó entre ambas culturas,
pues si bien no coincidíamos, ellos también eran perseguidos, y uno de los valores
fundamentales de mi gente es la hospitalidad, sin embargo las diferencias no tardaron en
salir a flote; uno de los principios básicos del Islam es la pureza del cuerpo, jamás
conocer el alcohol, que entorpece los buenos sentimientos, y saca de nosotros el Naffiv,
y ellos, en desconocimiento de tan dignos preceptos, introdujeron el vino en nuestra
sociedad, con el poder económico que caracteriza a los jesuitas, comenzaron a
apropiarse de grandes extensiones de tierra donde sembraron la uva, y subterráneamente
explotaban lo más maligno que ese fruto puede ofrecerv, todo lo hicieron ocultamente,
lejos, donde nadie pudiera verlos, cumpliendo con el secretismo turbio que les
caracteriza, y la distribución del vino llegó así a mis hermanos musulmanes, que débiles
como cualquiera es, algunos comenzaron a caer en tan despreciable vicio, los que más
pronto sucumbieron a la tentación diabólica del embotamiento de los sentidos fueron,
por desgracia, los que tenían el dinero suficiente para perderlo en corromper el cuerpo, y
esos mismos eran la clase que más poseía tierras« mi familia vivía en los territorios de
uno de ellos, y de la noche a la mañana, se nos ofreció una condición« trabajar en tan
terrible industria, o irnos de ahí« mi padre, Umar, hombre sabio de moral recta optó
por lo segundo, sabiendo que su acción era grata a los ojos de Allah, y bajo su amparo
pasó noches en vela pensando en una solución a fin de no desatender a la familia, para
entonces ya vivíamos al cobijo de s, familia, en Tyre, región suficientemente lejana de
Bekka, maldecida por el naciente vicio, sin embargo la pesca no brindaba los suficientes
recursos para que todos pudiésemos vivir con dignidad, no había lugar para todos, y mi
padre, angustiado por el mandato del profeta (SAW), que dice µel mejor de los creyentes
es el que trata mejor a su esposa¶vi, entendió que, si los recursos no eran suficientes para
todos, es que Allah tenía planes diferentes para algunos de nosotros, y es así como,
recordando un comentario de su hermano Malik, que conocía mucho del mundo, pues
era comerciante, sobre un país joven, que recién había abolido la intolerancia religiosa,
declarándose un estado sin religión (qué impacto debieron de producir sendas palabras a
mi padre, para quien religión y estado eran una sola cosa) que permitía libremente todos
los cultos, y no solo eso, sino también era una nación floreciente, llena de recursos, y
ansiosa de desarrollo, parecía el lugar idóneo para residir, y posteriormente, traer a la
familia entera a este lugar lleno de anhelos y potenciales virtudes. Estaba decidido, mi
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padre y yo estábamos llamados a partir, y así lo hicimos« fue el viaje más largo que
alguien pueda en su mente crear. Empecé estas líneas diciendo que el camino para los
musulmanes siempre es largo, pues nuestra vida al ejemplo del profeta Muhammad
(SAW) así lo indica. Para consolarme, cuando lloraba porque mis pies ya eran incapaces
de dar un paso más, mi padre me relataba la Hiyravii, la infatigable marcha de los
primero musulmanes que duró trece años, me tranquilizaba saber que no era el primero
que no estaba solo. La memoria no me permite ya recordar todo aquello que anduve,
todos los lugares que de la mano de mi padre conocí« para nuestra seguridad,
recorrimos solo países que también habían abrazado el Islam y con la mano en el mapa,
quiero enumerar los países que transitamos: Líbano, Jordania, Arabia, Egipto, Libia,
Algeria, y Marruecos« sé que fueron estas naciones y no otras, porque cada día que
marchábamos, veíamos gente como nosotros, con la misma vestimenta y costumbres, no
tengo palabras para agradecer a todas aquellas personas, que cumpliendo con el
mandato del Qur¶an nos daban alimento y bebidaviii. Quiero poner especial detalle en
nuestra estancia en Marruecos, que en el año de 1276ix (contaba yo con 12 años) se
encontraba asediada por la guerra contra España, durante el reinado de Isabel II,
estábamos siempre en peligro constante, me sentía como mis hermanos musulmanes
víctimas de las cruzadas siglos antes« durante medio año viajamos siempre por la
noche, cuando las tropas daban cese al fuego, y escapábamos unidos a muchos
hermanos marroquís que también huían del campo de batalla, todos íbamos al mismo
destino, ese lugar en el que podíamos estar seguros con tan sólo llegar, avanzábamos
lento, muy lento, mas nuestros pasos guiados por Allah eran firmes y confiados. Cuando
por fin llegamos a la costa marroquí de Agadir, después haber andado los mundos, con
los corazones llenos de gratitud a todos aquellos centenares de personas que nos
brindaron su ayuda, nos encontrábamos más cerca que nunca de nuestro destino, junto
con aquellas decenas que acompañaron nuestra marcha huyendo de la guerra,
abordamos el barco que nos llevaría a las nuevas tierras, donde, según los planes de mi
padre, estableceríamos una tienda de finas telas« todos los pasajeros pudieron pagarle
al barquero, menos nosotros, que al ser extranjeros hubimos de trabajar duramente como
parte de la tripulación para tener derecho a viajar, durante cuatro meses aprendí a lavar
pisos y ropas, trastes y enseres, también algo de navegación, pues el contacto con la
tripulación, de sabiduría amplia, me permitió aprender también de ese oficio; ellos me
consideraban bastante inteligente, y me ofrecieron quedarme a trabajar con ellos, pero
mi padre no lo permitió« teníamos un destino que cumplir mucho más prometedor que
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la vida errante de los navegantes, además, no permitiría la total dispersión de nuestra
familia, que aún tenía esperanzas de volverse a unir. Aún no puedo explicarme las
fuerzas ocultas que evitaron que mi padre estableciese residencia en uno de tantos
países que atravesamos, tenía fincadas todas sus esperanzas de crecimiento en ese nuevo
país, se sabía llamado a por Allah a esa misión y a ninguna otra« después de esos
cuatro meses de náuseas, de comer pescados crudos, de orar las cinco veces del día
bamboleados por las mareas y las olas, de sufrir los embates de indescriptibles
tormentas marinas, por fin arrivamos a México, ese lugar que durante cuatro años
buscamos, era ya el año de 1277 x, ya tenía 13« el viaje desde Líbano nos costó cuatro
años, qué fácil me resulta plasmarlos en el papel, qué injusto que así sea, pues en verdad
fueron años de desazón, dolor y sufrimiento, sobre todo para mi noble Umar, quien
cargó conmigo y con sus 55 años, no soy capaz de imaginar los dolores de su cuerpo,
impulsado tan solo por la fe, y el amor a su familia.

Llegamos al puerto de Veracruz, tierra exótica, plagada de verdores indescriptibles y


con el mar más próspero que jamás había visto, pero toda esta riqueza estaba teñida de
tensiones, pues el gobierno de esta rica nación que pretendíamos fuese el nicho de
nuestra paz se enfrentaba a las tropas de España, Gran Bretaña, y Francia que
demandaban el pago de una deuda« parecía triste nuestra circunstancia, hacía cuatro
años comenzamos la búsqueda de un territorio libre, purificado, de la macabra
influencia del cristianismo y sus naciones, y llegamos tan solo a ratificar que de uno y
otro lado del mundo, esa virulencia estaba siempre dispuesta a pervertir y a teñir de
sangre lo que su paso encontrase« Era claro que no podíamos permanecer ahí,
estábamos en serio peligro, y comenzamos otro trayecto, dentro de México, hacia la
capital, donde estaríamos más seguros que en este campo de batalla. Esta vez el viaje
sería más corto, y vaya nuestras sorpresas al ver cuánto de influencia islámica este país
del otro lado del mundo tenía, en el camino nos encontramos con un lugar llamado
Córdoba, como la antigua capital del estado español de Andalucía, recuerdo el relato de
mi padre« cuando los musulmanes, bajo el comando de Tariq Ibn Ziyan cruzaron el
Gibraltar y llegaron a España en el año 95xi, los árabes trajeron civilización a la ciudad,
y la desarrollaron desde una casi salvaje ciudad al centro cultural de toda España,
construyeron el gran palacio Al- Qasr, además de hospitales y madrasasxii, que fue, al
mismo tiempo, la primer universidad establecida en Europa, en ese tiempo, los europeos
estaba muy atrás en conocimientos de ciencias, medicina, agricultura y humanidades;
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los musulmanes les dieron la tutoría necesaria para sacarlos de la barbariexiii, este dato
siempre me entregó un regocijo muy especial, puesto que el profeta (SAW) nos ordenó
µid por el conocimiento, aún y este se encuentre en China¶xiv, mientras que para los
cristianos el conocimiento es sinónimo de pecado. Quepa aquí el espacio para la
reflexión« ¿Qué sería del mundo actual sin la influencia islámica, sin esos grandes
conocedores que regalaron al mundo el conocimiento, para nosotros sagrado? Fueron
los científicos musulmanes quienes inventaron la brújula magnética, el astrolabio y el
reloj de péndulo, por nombrar unos pocos, así como los sistemas esenciales de algebra,
los números arábigos, y el concepto de cero; introdujeron esa luz científica que
encendió las mentes del renacimiento europeoxv, y por él, el descubrimiento del Nuevo
Mundo, donde ahora mis pies están.

Nuestra marcha halló rumbo a Puebla, donde fuimos testigos mudos de la increíble
fuerza del ejército mexicano que libró batalla contra la más temible fuerza militar
conocida, la francesa, no entendíamos una sola palabra en español, pues habíamos
pasado a penas poco más de un mes en este territorio« era tan desolador que, a
dondequiera que fuésemos, el monstruo de la guerra se levantaba ante nosotros, justo
aquí, donde el destino nos llamaba. Los sonidos atronadores de la muerte congelaron
nuestros oídos, y en poco más de tres semanas, con el descanso mínimo, salimos de
Puebla, atravesamos zonas campestres donde nos recibieron bien, hasta que al fin
llegamos a la ansiada Ciudad de Méxicoxvi.

El escenario era indescriptible« tantas cosas juntas, lo mejor de las herencias habían
dado forma a este lugar, qué razón tuvo Felipe, un hombre bueno de tez más morena
que la nuestra, quien nos condujo finalmente a la ciudad andando a caballo, sus
caballos, a cambio de una tela que mi padre le dio en pago« Felipe nos dijo que la
palabra México, en la antigua lengua, la que aquí se usaba antes de la llegada de los
Gachupines (tiempo después me enteré que gachupín es la forma de llamar a los blancos
españoles cristianos que apagaron la flama del pasado mexicano) significaba nada
menos que µel ombligo de la luna¶ (lo entendimos porque Felipe hablaba con nosotros
mediante su cuerpo, no con su boca, y señalaba con gestos casi infantiles su propio
ombligo mientras veía la luna vestida de blanco sobre nosotros). Y así se presentaba a
nosotros, un punto céntrico donde las historias fueran eternas, un lugar que había estado
preparado desde siempre para recibir la influencia de todo lo que circundase este
ombligo, este vórtice que asumía suyas las distancias« Con los años, pude también
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explicarme cómo es que reminiscencias incluso de arquitectura morisca llegaron a este
valle plagado de sorpresas«. Todo extranjero pretende aminorar sus añoranzas, finge
no estar lejos de sus espacios amados, pretende respirar el mismo aire de la infancia«
la gente de mi sangre le da in indescriptible peso a los lugares, somos por tradición
arquitectos, y al echar un vistazo al centro de esta ciudad, que ha sido receptáculo de las
culturas, me fue fácil identificar en el mimetismo del naciente urbanismo minaretes y
domos, tan similares a las casa árabes, a los monumentos del islam, que este testigo
mudo de la historia hecho de piedra, le dio la clave a mi padre« no estábamos solos,
antes de nosotros habían llegado más musulmanes, si Allah así lo había dispuesto,
habríanse reunido los viajantes que nos precedieron, y ellos, valientes seguidores del
profeta (SAW) seguro alzaron nuestros templos abiertos a los nuevos andantes, a los
recién llegados.

Para mi gente, los padres son maestros, y la casa es escuela« cuando pregunté a mi
padre, ese hombre sabio que Allah me regaló, por qué no me sentía tan lejos de casa
pese a haber viajado tantos años, caminado veredas, valles, campos y desiertos,
atravesado mares y visto infinitos« por qué padre, este aire me llenaba los pulmones
como un viejo amigo, como si los polvos de los caminos levantados por el viento fuesen
los mismos en los que pasé mis primeros años« él todo lo sabía, y palabras más,
palabras menos, me dijo esto que he explicado a cuanto curioso me pregunta sobre la
estadía del pueblo de Muhammad en México, Umar me habló en los siguientes
términos: El mensaje del profeta (SAW) ni había llegado al siglo de existencia cuando
ya los primeros hispanos aceptaban su sagrada religión el Islam. En el año 92xvii surgía
en la actual España la cultura andaluz y los emiratos árabes del sur de Italia y el
mediterráneo occidental le siguieron poco después. Por más de 800 años, pequeño Juan
(mi propio padre, a dolor suyo, adoptó la forma hispánica de mi nombre a fin de que yo
no corriera peligro en caso de encontrarnos con intolerancias hacia la gente como yo),
me explicaba, el espíritu islámico trajo luz y tolerancia a la Europa medieval, y la llevó
de la mano hasta el renacimiento y la modernidad. ¿Recuerdas lo que relató Felipe, el
mercante, sobre los gachupines que llegaron y eclipsaron la luz de sus ancestros? Me
preguntaba Umar, y yo que, joven como era, almacenaba hasta la mínima pieza de
conocimiento, según el mandato de nuestro profeta (SAW), respondía que sí, que
incluso podría relatarlos de mi propia boca si tan solo el lenguaje no lo impidiese,
aunque para este entonces ya podía entender lo mínimo para sobrevivir. Bien,
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continuaba mi padre« Ellos, que conquistaron América, esta tierra que hoy nos abraza,
traían consigo un gran bagaje cultural islámico, y eso es lo que te hace sentir propio en
estos espacios tan distantes de casa. E inquisidor como los ímpetus juveniles marcan«
pregunté de nuevo. Omar (yo también acepté el cambio de nombres, al menos cuando
estábamos en público), cómo es que, a pesar del tránsito de los siglos, seguimos viendo
estas raíces invisibles, no nos aceptamos como hermanos cristianos y musulmanes« Su
gesto se secó de pronto, y yo no tuve más preguntas por hacer esa tarde.

Una vez instalados en la ciudad, en una zona céntrica, pero lo suficientemente lejos de
los conflictos que el nuevo gobierno ocasionaba, parecía reinar una paz relativa en
nuestro barrio. Mi juventud me permitió aprender pronto algo del lenguaje empleado
por los mexicanos, y sus reacciones al oír decir el nombre Benito Juárez me dejaron ver
que no apoyaban del todo sus ideas sobre la libertad religiosa« la gente quería seguir
siendo cristiana, lo que escandalizaba a mi padre. Todo lo novedoso entusiasmaba a esta
gente, todos tan morenos y felices, y parte de esa novedad éramos nosotros« bastaba
con mantener en casi secreto nuestra procedencia.

Una vez un cura de la iglesia aledaña me vio jugando con el resto de los niños, centró
su mirada en mi, enfocando con sus turbios ojos mis facciones« lo gritó una vez, y lo
recordé el resto de mi vida µ!Moro, Sarraceno!¶ ninguno de los niño entendió lo que el
sacerdote dijo, pero mi padre corrió hacia mí, levantándome con fuerzas que no le
conocía, corrió y corrió, hasta que logró ocultarse conmigo en un callejón lejos de la
zona de peligro, la zona de la iglesia« Años después me enteré del porqué de esas
reacciones agresivas a nosotros los extranjeros« los años diluyen los enigmas,
esclarecen las interrogantes. Ese nombre, Benito Juárez, dicho tantas veces que el
universo ya no lo recuerda, marcó la historia de este país para siempre« Hizo de esta
naciente nación, una patria laica, ¡Aquí! Donde el catolicismo era sinónimo de
mexicano. No soy capaz de formular incluso ahora el significado de la laicidad« lo que
sí sé es cómo pretendían inmortalizar esa práctica Sin-dios de un estado libre, la clave,
era la educación, y la lucha era por ella« es por eso que pasaba los pocos ratos libres
que el trabajo con mi padre en la tienda de ropa me otorgaba a jugar con otros niños tan
lejos de la escuela como yo« las escuelas eran propiedad de las iglesias (eso lo
compartimos también los musulmanes, pues donde hay una mezquita, está una
madrasaxviii ) y al verse hostilizadas las iglesias, cerraron las escuelas, fue esto un aviso
de que no se rendirían fácil, que no dejarían escapar el poder que durante siglos habían
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tenido, y poder no es sólo tierra, dinero y fuerza, sino también futuro, y ese futuro sólo
se puede trascender sembrando en la juventud el dogma.

Mi Umar ya se había asentado, e incluso afamado en la Calle de San Pablo (lo tomaba
él con ironía), donde el sueño de la tienda de telas finas parecía no tan próspero como lo
había imaginado, siendo esta una pequeña mesa sobre la calle donde vendía estos
mantos venidos desde Líbano, la gente se asombraba de los bordados nunca antes
vistos, y pronto accedían a pagar cuanto fuese necesario por ellos« poco a poco
prosperó, y siendo los razos el negocio familiar desde generaciones atrás, en su
memoria estaba la magia de los telares que, en cuanto tuvo oportunidad, mandó a hacer
a un carpintero vecino nuestro« trazó sobre papel las piezas a detalle, las medidas
exactas, los ángulos precisos, y con el alfarero pudo ordenar las finísimas agujas, clave
y magia del acabado final de los lienzos. En poco menos de un mes, tenía Umar ante sí
dos telares tal y como la sabiduría milenaria los mandaba, y comenzó a trabajar con los
hilos de algodón, que eran los únicos aquí asequibles« yo lo veía pasar tardes y noches
frente al telar, hendiendo y sacando miles, millones de veces una fina hebra de hilo,
hasta que al cabo de unas horas, el hilo ya no era hebra, sino un delicado velo con
motivos propios de nuestra región. En unos meses adquirí, a sorpresa mía, dos
facultades sin las cuales esta historia no se hubiese escrito: el manejo del telar, y el
lenguaje que ya dominaba casi al nivel de los nativos. Mi padre y yo, brazo a brazo,
hacíamos brotar la belleza máxima del algodón.

Los años corrieron pronto, es siempre así para las vidas marcadas por la laboriosidad,
y nuestras faenas pueden ser resumidas de la siguiente manera: trabajar, rezar, y amar«
todo dedicado a Allah. Estábamos en el 1283xix, y yo recién había cumplido 19 años. De
esos dos telares trabajados mas allá de lo descriptible, se nos fue dado comenzar una
vida estable, bien acomodados en un hogar digno, donde no teníamos que pagar la renta
de nuestro anterior piso, y esa tienda pasó de ser la mesita sobre la acera a un local bello
en el que mi padre imprimió el sello personal de nuestra espiritualidad, él mismo, con
manos titubeante escribió el letrero con caligrafía claramente árabe mezclada con
palabras españolas µTelas Halil¶. La solvencia económica de la que éramos beneficiados
instó a mi padre a tomar una decisión que cambiaría para siempre el rumbo de mi vida:
inscribirme a esta nueva escuela donde yo podía estar a salvo del acoso cristiano.
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Sea ese memorable año digno de ser escrito con lujo de detalle. Benito Juárez había
entrado triunfalmente en la ciudad en un nuevo periodo de presidencia que estaría lleno
de vértigos y sobresaltos, la ciudad estaba convulsa, todos nos aglutinamos en el Gran
Palacio para presenciar ese momento que cambiaría los rumbos para siempre, mi padre
se refería a él como µese buen hombre sin-dios¶. Umar, lejos de despreciarlo, le
agradecía, pues nuestra estancia no hubiese sido nunca de otra manera posible.

En ese entonces, uno de nuestros clientes más frecuentes era el Señor Ignacio López,
quien siempre encomendaba muchos metros de tela, que después mandaba a
confeccionar con el sastre para vestir a su buena esposa, señora entrada en kilos; al ser
yo, y no mi padre quien dominaba mejor el español (su trabajo incesante poco tiempo le
dejaba para estas sutilezas), le atendía y tomaba nota de sus encargos, mi habilidad
matemática era sobresaliente, cosa que el Maestro siempre loaba en mí, puesto que
podía calcular incluso el precio por centímetro o kilómetro y no fallar nunca« un buen
día me hizo una propuesta que jamás podré tener la gratitud necesaria para recompensar,
me habló del nuevo colegio donde él había sido colocado recientemente como profesor
de Lógica, al principio lo escuché sin mucho interés, pero en cuanto me preguntó si yo
deseaba entrar ahí, en el palacio del nuevo saber, mi mente se cimbró de pronto«
explicó que, al no tener hijos, y conociendo mis habilidades, sería una buena idea que
yo tomara instrucción en esa escuela donde se formarían los nuevos dirigentes del
paísxx. Comenté por la noche a mi padre sobre esta oferta, y sus ojos brillaron en un
llanto contenido, creí, era el atisbo de una negativa, pero no fue así, me abrazó
prometiéndome trabajar el doble a fin de que esta nueva oportunidad llegara a buen
término« y así lo hizo, pudo pagar el trabajo de dos ayudantes que suplirían mi
ausencia.

Bajo el auspicio del profesor Ignacio comencé a tomar clases en este instituto partir de
1284 xxi, formando yo parte de los primeros 900 alumnos de la institución xxii, de
magnífica belleza, de una arquitectura monástica, seria y gris, apta para aislar las mentes
del bullicio citadino. Llevaba en esta nueva patria 10 años, y los recuerdos de las
construcciones de mi tierra ya se habían escapado de mi memoria, es por eso que me
parecía este edificio el más bello colegio jamás construido« en la historia de
comentarios de pasillo me enteré que este hospicio del conocimiento llevaba una larga
historia haciendo hervir las almas en el saber: El Colegio de San Ildefonso, ahora
Escuela Nacional Preparatoria, bajo la directriz de Gabino Barreda. Cuando pregunté a
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mi protector sobre esto me comentó lo siguiente, de lo cual tomé nota y ahora puedo
escribirlo sin alterar una sola palabra: El Colegio de San Ildefonso fue una de las
instituciones educativas más importantes de la capital de la Nueva España (ese mismo
día me enteré que así se le llamo a México durante los tres siglos de dominio gachupín).
Su fundación por los jesuitas (¡esos mismos que provocaron nuestra partida de la tierra
amada!) data de 1588, como seminario donde residían los estudiantes de la
Congregación. Hacia 1618 empezó a funcionar bajo el Patronato Real otorgado por
Felipe III, estableciéndose así el Real y Más Antiguo Colegio de San Ildefonso. Tras la
expulsión de los jesuitas (al menos corrieron con la misma suerte que nosotros)
decretada por el rey Carlos III en 1767, el edificio tuvo diversas funciones: cuartel de un
batallón del Regimiento de Flandes, colegio administrado por el gobierno virreinal y
dirigido por el clero secular, sede temporal de la Escuela de Jurisprudencia, de algunas
cátedras de la Escuela de Medicina y cuartel de las tropas norteamericanas y francesas
en 1847 y 1862 respectivamente. La historia de esta fundación jesuita concluyó para dar
paso a la institución de espíritu liberal que sentaría las bases de nuestro sistema
educativo. Este año, pequeño José, el gobierno de Benito Juárez emprendió una reforma
en el campo de la educación y sus instituciones. La Ley Orgánica de Instrucción Pública
creó la Escuela Nacional Preparatoria que hoy te cobija, siendo nuestro primer director
fue el doctor Gabino Barreda, quien lleva a cabo un innovador plan de estudios con base
en los principios de la filosofía de Augusto Comtexxiii. Siempre eran así sus comentarios,
como escuchar hablar a un libro. En otra ocasión le pregunté acerca de Comte, sobre del
cual se cimentaba nuestra educación« quisiera haber visto mi propia cara de impacto al
saber que era francés (¡hace solo seis años que México luchó contra Francia!) es Allah
testigo de que en mis años de estudio nunca dejaron de arrebatarme los recuerdos de lo
visto en Puebla, del olor a carne muerta y humo de guerra, de patria calcinada; mientras
que ante el pupitre rendíamos tributo y homenaje a Francia como cuna de la Razón y de
la Ciencia que habría de iluminar nuestros senderos, los franceses, recientes enemigos,
perdieron Puebla, pero ganaron el mundo colonizando las mentes con sus pensamientos
y certezas.

Dentro de mis estudios, destacaban aquellos encaminados a crear al nuevo hombre, el


nuevo mexicano que demandaban los tiempos« como musulmán admito la inherente
necesidad que el hombre como criatura creada y cocreadora, de creer en un Dios, y en el
caso mexicano, fui testigo de cómo los tiempos cambian los dioses, pero no la fe ni la
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esperanza que los pueblos cifran en ellos, esto de moralizar al pueblo fue también uno
de los objetivos planteados por todos los que a sus manos la educación tuvieron. Esta
vez, el Dios se llamó ciencia, y yo lo recibía con agrado, puesto que al preguntar a mi
padre sobre si lo aprendido en la escuela contravenía los mandatos prístinos de nuestra
fe, me contestó que de ninguna manera, sino todo lo contrario; siendo hombre sabio, mi
guía y mi maestro en conocimiento religioso, a la par del conocimiento científico que yo
recibía en el colegio, me explicó dulcemente que ambos eran Fard¶ainxxiv (cuantos
dolores hubieran sido evitados a México si se hubiese entendido desde siempre esta
gran verdad sobre las dos necesidades de conocimiento que el hombre tiene por el mero
hecho de ser hombre, de ser corazón y mente a la vez, y nunca separados), y que como
tales no estaba solo permitido, sino que era obligatorio tomar el conocimiento, tanto
como me fuera posible, tanto como para poder decir que se puede encontrar una
explicación para todo lo que existe en la creación de Allah; tiene mi gente claro, a
diferencia de los cristianos, que el musulmán nunca debe confiar en los milagros (mi
querido Umar se escandalizaba al ver las procesiones hechas por el milagro de
Guadalupe, realizadas pidiendo más milagros) para explicar fenómenos de índole
natural, tenemos en certeza que las explicaciones milagrosas no deben ser el recurso
utilizado para cubrir la ignorancia sobre algún tema científico, sino todo lo contrario:
todo lo que la ciencia descubre no hace más que incrementar nuestro conocimiento de la
magnífica creación de Allahxxv. Así es como, mientras mi colegio toleraba la existencia
del catolicismo, mi alma estaba en paz al tener cimientos más firmes que creen en la
suma y no en la división de conocimientos. Fue así como viví la laicidad escolar, de
manera tan diferente a los cristianos que veían en ella resquebrajarse la fe, yo solo la
fortalecía más cada nueva jornada en la Escuela Nacional Preparatoria solo alimentaba
más mi îmâmxxvi. Sin embargo, es mi deber admitir en un esfuerzo de sinceridad que
este intento por distanciarse todo lo posible del conocimiento religioso era un ejercicio
mutilante de la historia« en pocas palabras, el gobierno y su orientación no eran, en el
sentido estricto, laicos, sino antirreligiosos, no bastaba con cambiar las miras para ellos,
sino era necesario ser combatiente a todo aquello que en las mentes dejase entrever
concepciones religiosas.

Los conflictos eran la obvia consecuencia de este desmedido esfuerzo por curar las
mentes de la cruz« si los gobernantes no fuesen sordos a las demandas del pueblo,
fácilmente habrían detectado que sus aspiraciones contravenían totalmente la
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personalidad de sus gobernados; el estado laico estaba parado en una sociedad no
secularizada.

Para ese entonces, no habíamos encontrado ninguna mezquita, aunque sabíamos por
comentarios de clientes, que existían en algunos otros lugares distantes a la Ciudad de
México, como Chiapas, Monterrey, Guadalajara, Querétaro, Oaxaca« no aspirábamos
a trasladarnos de esta ciudad, así que mi padre realizaba el Jamuahxxvii en la soledad de
nuestra alcoba, mientras sus pensamientos no abandonaban a mi madre, él rezaba por
ella y por mí a la vez, paliando ese cruel sentimiento de estar en soledad a la deriva con
un contacto más estrecho entré él y sus plegarias. Yo, Allah sabe que las circunstancias
me obligaron, me resignaba a cerrar los ojos en las clases a fin de realizar sin falta el
Salâtxxviii y el Jamuah, sin todo el desdoblamiento de la vida que el Qur¶an exige, pero
lo hacía con los más ardorosos gritos que mi îmâm podía ofrecer. Si he de ser sincero a
mí mismo en estas líneas, tengo que mencionar la desazón terrible que sentía cuando
por circunstancias varias me era imposible realizar alguna oración« así mismo, doy
voz al recuerdo sobre ese sentimiento de traición que me afligía al beneficiarme de una
educación no cristiana, realizando en los recovecos de mi corazón cada mandato que el
profeta asignó a mi gente; si bien algunos podían estar totalmente acorde con el Islam,
algunos otros eran impracticables, y eran estos últimos los que más de una vez
traicionaron mi lengua provocándome bochornosas escenas de debate, en las que nunca
podía citar la fuente de mis convicciones con riesgo a ser señalado, jamás pude decir
abiertamente µEl Qur¶an sustenta esto, o refuta aquello¶, todos estos comentarios
estaban sepultados por mandato de silencio a las ideas no científicas, y cuando me
preguntaban dónde había leído alguna idea que claramente no era fruto de mi intelecto,
me limitaba a responder µes sentido común¶, cumpliendo así con las aspiraciones de
nuestra querida Lógica. Mi padre y yo podíamos convivir exclusivamente los fines de
semana, cuando los estudios no estaban de por medio, ya que los cinco días, de Al
Ithnayni, a Al joumou¶atouxxix estaban absorbidos totalmente por los deberes
acadñemicos, fue esta fue una condición difícil de superar, puesto que en Al
joumou¶atou es cuando los musulmanes debemos rendir la Jumuah en congregación,
mientras mi única congregación eran las paredes rojizas de los sanitarios o de mi alcoba,
peor aún, mi congregación eran los otros ocupados en sus propios pensamientos, yo
entre todos ellos, ejecutando una y un millón de veces los preceptos del profeta, el
Qur¶an y la Sunnahxxx
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Mi estancia en la Escuela Nacional Preparatoria no estaba exenta de peligros, pese a
que mi nombre había cambiado, y mi piel adoptado el color de los nativos, algo en mí
les avisaba a todos sobre mi no pertenencia; si bien la mayoría no daba relevancia a ese
halo de extranjero, había quienes asediaban mi origen con el morbo propio de los
inquisidores, anhelando encontrar algo incorrecto, un crimen que vocear y poder alzarse
como descubridores de una verdad escandalosa« entre ellos, los del dedo desafiante, de
los comentarios de doble rasero, encontré a aquel que haría peligrar mi estancia.
Rodrigo Gutiérrez era su nombre, ese enemigo incansable que doblaba faenas a fin de
no dejarme en paz un solo día, cuyo ver siempre estaba sobre mí colocado, y su aliento
secundaba mis suspiros« a lo largo de la historia de los seguidores de Muhammad
(SAW) la persecución ha sido el constante, y no fue la excepción para el mensajero de
Allah, que tenía un tío con el nombre de Abu Lahab hombre que odiaba con tal
magnitud al Islam que seguía al profeta a todas partes para desacreditarlo« en tales
circunstancias transcurrieron tormentosas semanas hasta que el enfrentamiento tuvo
lugar de una manera que sólo puedo catalogar de diplomática. Sobre mi mesa de estudio
hallé colocado un papelillo doblado cuidadosamente, desde el umbral de la puerta algo
dentro de mí se estremeció violentamente, sospechando el destinatario, e incluso el
contenido« tomé asiento con una rigidez inusual, la del que se sabe observado a la
distancia, como acto obvio, tomé el papel entre las manos y esperé unos segundos en
abrirlo, finalmente« un hondo suspiro me dio el valor necesario para desdoblarlo, lo
que mis ojos vieron« una dibujo infantil pero claro, propio de aquellos en los que el
gobierno de la mente pertenece a la ignorancia, y por ella, al odio: un homúnculo con
turbante ardiendo en las llamas, era simple de descifrar; era Muhammad quemándose«
lo más rápido que pude estruje el papel y lo metí sin hacer más escándalo en el bolsillo
de mi saco. Lo oculté de mi padre, no consideré sano para su edad avanzada tener que
cargar con la preocupación de que su hijo corriese peligro en un lugar supuestamente
libre de estos fanatismos« oh, Allah, esto vino tan solo a demostrarme lo que los años
me han dejado ver miles de veces más« es una utopía el hombre laico, siempre hay
dentro de él un motor invisible que lo empuja a defender simiescamente lo que más caro
considera a su espíritu.

El negocio familiar era ya en éxito rotundo, pero sabíamos bien que esto no era sino
un medio para lograr fines, y el fin más anhelado para nosotros era regresar a Líbano, a
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la tierra de los cedros, y traer con nosotros a mi amada madre, a la amada Aisha de mi
Umar.

Mi padre alargó su espera hasta que mis estudios hubiesen concluido, qué admirable
esto fue« diariamente su corazón ardía en anhelos de reencontrarse con la mujer
adorada a las distancias, y hubo de esperar cuatro años en los que mi registro académico
fue sobresaliente y gané la estima de más de un profesor. En ese mismo periodo hube de
despedirme para siempre del noble hombre sin el cual mi ingreso a la escuela hubiese
sido imposible, víctima de sólo Allah conoce qué enfermedad, pasó lejos mi
entrañablísimo tutor Ignacio López, que yo sé, pese a no ser musulmán, sus buenas
acciones le reservaron un amplio lar entre los predilectos de Allahxxxi.

Tenía 22 años cuando me gradué de la escuela nacional preparatoria, y era ya el año


de 1288 xxxii. Año de tremendos paroxismos sociales: Juárez había muerto, y asumía la
presidencia Lerdo de Tejadaxxxiii , cuyos discursos incendiarios, notaba mi padre, no
tardarían en desembocar en un caos civil ±algo que la historia demostró posteriormente-
y vimos en estos confusos tiempos el momento preciso para partir a realizar la meta
propuesta. Tal es el amor, que el mundo parece corto cuando tenemos al otro lado los
brazos cálidos anhelantes de nuestro regreso.

Fueron 13 años de ausencia, y dos de camino; algo en el mundo cambiaba, las rutas
eran más directas, y los transportes más eficaces, parecían fronteras diluidas en un
nuevo impulso por acercar las mercancías y la gente. No quiero distraerme en los
pormenores de mi viaje, y sólo me permito enfatizar lo que mi padre relataba sobre
Aisha, él la comparaba mucho con Eva, y él mismo con Adam (el amor perdona incluso
estos pensamientos profanos). Sabes, Yasser, en el Qur¶an Eva es bendecida, mientras
que para otros es maldecida; ella cayó víctima de su hambre de conocimiento, de ese
natural impulso hacia lo estremecedor que las mujeres tienen, y Adam, él pecó de
amor« mordió de la manzana para estar con ella, pues él sabía, que el paraíso estaba
ahí donde ella estuviese« según las enseñanzas del testimonio de Muhammad (SAW),
Allah no castiga a uno por las faltas del otro, y ambos, Adam y Eva, cometieron un
pecado, y entonces pidieron perdón a Allah, y él los perdonó a ambos enviándolos a las
tierras neutras, este lugar que no es cielo ni infierno, sino ambos a la vezxxxiv.

Oh, Allah, si tan solo el tiempo no fuese lo que es, un infinito transformador de las
cosas« si tan sólo no fuese de día para unos y noche para otros, si las sonrisas no
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tornaran en lágrimas con tan desdichada facilidad« los familiares de mi padre le
recibieron jubilosos, hasta que Umar preguntó sobre el paradero de su amada« ha
partido, contestaron con cabeza gacha« sabíamos qué esto significaba, partir para
nunca a esta tierra volver, para jamás estos vientos respirar. No alcanza el lenguaje para
describir qué tan visible fue el dolor en su rostro, cuánta vida se le escapó de los ojos en
unos segundos. Pretendía ver en mi padre no un débil de corazón, sino una montaña que
también se cimbra cuando le es aplicad la fuerza necesaria. Se conoce que Muhammad
(SAW) tenía una vida muy difícil: todas sus hijas murieron antes que él excepto una,
tenía una esposa, la última, muy importante para él, quien le precedió en la muerte en
un periodo muy crítico de su vida. Ella realmente, era para él una mujer importante, ya
que cuando descendió sobre él la primera revelación, él corrió a ella asustadoxxxv. Tan
similares eran las historias, tan desoladores los desenlaces« Muhammad fue llamado
de regreso a Allah tiempo después de haber llegado a Medina, siguiendo los mandatos
divinos; así mi padre, nunca recuperó el alma, pues parte importante de ella habíase ido
lejos, mucho más lejos de lo que nuestras mentes pueden advertir. Mi amado padre le
alcanzó pronto a los campos de felicidad infinita que Allah tiene reservado a sus
mejores ejemplares. Yo no tuve suficientes lágrimas para dejar salir todo el dolor que
me carcomía el alma« había perdido, en fechas tan cercanas unas de otras, a las
personas para mí más importantes, las más amadas« Sólo Allah conoce sus designios,
y a mí me fue dado cumplir el deseo de mi padre y regresar a México, esta vez el
camino duró menos tiempo, sin embargo, los embates de la soledad torturan y estiran al
infinito cada segundo« tuve tiempo suficiente para recuperarme en el transcurso del
camino, las veredas, los mares y los campos distraían mi atención con facilidad paliando
los dolorosos recuerdos, sanando las heridas, endulzando lo amargo de la muerte.

Llegué a México sin darme cuenta de que había llegado, algo dentro de mí se había
secado, un resquicio del alma hallábase derrumbado, y esto encontraba expresión en mi
rostro, desde entonces tan frío y gris, resecado por las arenas del tiempo. Continué
trabajando lo indecible en Telas Halil, como si al hacerlo una tranquilidad especial de
contar con el beneplácito me incitase a jamás cansarme. Sin notarlo, había conseguido
un éxito tremendo, siendo esta tienda la que mayor cantidad y calidad pudiese
encontrarse en la ciudad, y dicho éxito es muy fácil de explicar, cuando yo no trabajaba
por trabajar, sino para honrar y hacer crecer los sueños de mi padre. Cierro con estas
líneas el capítulo primero de mis memorias, las del viejo Yasser Faruk Halil.
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Notas
i
Cuando se habla de Muhammad, siempre se precede con el título de Profeta y es seguido de la frase
"bendígale Dios y le dé su paz" (sal-la allahu 'alaihi wa sal-lam ;    
) o "la paz y la oración
estén con él" ('alaihi as-salatu wa as-salam      
).En: Muhammad, el mensajero de Allah.
AL-SHEHAH, Abdurraman.
ii
En árabe el término muerte tiene ese significado etimológico
iii
1857 en años gregorianos
iv
En árabe, los malos sentimientos propios a vencer, el Ello, en términos freudianos
v
http://www.uclv.org.ve
vi
El islam es͙ SEDA, Pete.
vii
La Hegira, que marca el año 0 musulmán, es la emigración comandada por Muhammad (SAW) de La
Meca a Medina, que se llevó a cabo en el año 622 del calendario gregoriano
viii
El Qur͛an indica: no es un verdadero musulmán el que deja a su hermano sufrir de hambre y sed.
Belief and Islam. DIYA, Mawlana.
ix
1860 en años gregorianos
x
1861 en años gregorianos
xi
711 en años gregorianos
xii
Universidades islámicas
xiii
Islam and christianity. HILMI Hüseyn.
xiv
Ibid
xv
El islam es͙ SEDA, Pete.
xvi
Se hace referencia a la batalla de Puebla, ubicada en el año de 1862
xvii
711 en años gregorianos
xviii
Islam and christianity. HILMI Hüseyn.
xix
1867 en años gregorianos
xx
La Educación en la Historia de México, VAZQUEZ Soraida, Josefina, et all.
xxi
1868 en años gregorianos
xxii
http://dgenp.unam.mx/acercaenp/antecedentes.html
xxiii
http://www.sanildefonso.org.mx/frame.php?sec=11
xxiv
Obligaciones de todo musulmán. El Islam manda a aprender tanto como sea posible tanto en
conocimiento religioso como en científico. Islam and christianity. HILMI Hüseyn.
xxv
El islam es͙ SEDA, Pete.
xxvi
Código de fe en el islam, Islam and christianity. HILMI Hüseyn.
xxvii
Oración congregacional de los viernes al medio día celebrada en la mezquita:
http://www.nurelislam.com/OracionFotos/index.html
xxviii
Las cinco oraciones diarias dictadas por el islam: ibid
xxix
De lunes a viernes, en árabe.
xxx
Libro donde el profeta (SAW) aprobó o desaprobó cuestiones sobre la vida del verdadero musulmán.
xxxi
Si bien el Qur͛an indica que sólo los que acepten el credo islámico tienen derecho al cielo, también es
cierto que la bondad humana hace más grato a los ojos de Allah al hombre benefactor que al que asume
el dogma. En Why did they become muslims. GÜMÜSH Siddik, M.
xxxii
1872 en años gregorianos
xxxiii
http://www.biblioteca.tv/artman2/publish/1872_173/index.shtml
xxxiv
La mujer en el Corán, ADIM Abdul, Sharif
xxxv
El asombroso Corán. MILLER, Gary

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