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República Argentina

Diplomatura: Inclusión e Integración en TEA


Nuevas Miradas sobre el Autismo

MÓDULO 1
Introducción a las cuestiones relativas a los Trastornos Espectro Autista

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 Trastornos del Espectro Autista

Una publicación que responde a las preguntas más frecuentes planteadas en el autismo
Grupo de Estudio de Trastornos del Espectro Autista
Instituto de Investigación de Enfermedades Raras – Instituto de Salud Carlos III

Tabla de contenidos
1. ¿Es lo mismo hablar de autismo, de trastornos generalizados del desarrollo o de
trastornos del espectro autista?
2. ¿Cómo se diagnostica el autismo?
3. ¿Cuáles son los síntomas mas frecuentes del autismo en niños pequeños?
4. ¿Cuáles son los síntomas característicos del autismo
5. ¿Tienen las personas con autismo retraso mental?
6. ¿Cuáles son las diferencias entre el trastorno de Asperger, el trastorno autista y la
denominada persona de alto nivel de funcionamiento con autismo?
7. ¿Se asocia el autismo con otros trastornos?
8. ¿Con que frecuencia ocurre el autismo?
9. ¿Cuáles son las causas del autismo?
10. ¿Existen pruebas para detectar y diagnosticar el autismo?
11. ¿Cuáles son los trastornos con los que debe hacerse un diagnóstico diferencial?
12. ¿Cómo se explica el autismo? ¿Qué les ocurre a estas personas?
13. ¿Cómo se trata el autismo?
14. ¿Hay medicamentos para el autismo?
15. ¿Qué garantías ofrecen las terapias alternativas?
16. ¿Qué pronóstico tiene el autismo? ¿Se puede ayudar a estas personas?

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17. ¿Es lo mismo hablar de autismo, de trastornos generalizados del desarrollo o de


trastornos del espectro autista?

A fin de evitar la confusión generada por el uso sinónimo de términos que en realidad no lo
son, es preciso clarificar, a riesgo de resultar redundantes, estos conceptos, y aclarar las
normas de uso seguidas en la elaboración de esta sección de preguntas más frecuentes.

El término autismo se emplea generalmente, tanto en medios de comunicación como en


entornos profesionales o asociativos, para definir sintéticamente a todos los trastornos
incluidos en la actualidad bajo la denominación de Trastornos Generalizados del Desarrollo.
De hecho no es un término que ya aparezca, como tal, aisladamente, en las clasificaciones
internacionales. Hay también personas que utilizan el término autismo de una manera
opuesta, es decir, restrictiva, para describir exclusivamente el trastorno autista contenido en
los manuales clasificatorios, e incluso, únicamente al trastorno identificado originalmente en
1943 –llamándolo entonces autismo de Kanner–.
La clasificación psiquiátrica de mayor proyección internacional: el DSM de la Asociación
Psiquiátrica Norteamericana habla de Trastornos Generalizados del Desarrollo –TGD– (que
incluyen el trastorno autista, el trastorno de Asperger, el trastorno desintegrativo infantil, el
trastorno generalizado del desarrollo no especificado –TGD-NE–, y el trastorno de Rett); y la
clasificación CIE, de la Organización Mundial de la Salud, utiliza también el
término Trastornos Generalizados del Desarrollo, aunque luego su listado no sea idéntico al
utilizado en el sistema DSM. Cabe señalar que esta denominación no es, en realidad,
estrictamente correcta, ya que el desarrollo no está afectado de manera generalizada en
estas personas.
Por último, se viene utilizando en la actualidad el término Trastornos del Espectro Autista –
TEA–, y así lo ha hecho en su propia denominación el Grupo de Estudio responsable de este
sitio web. La experiencia acumulada en los últimos años ha mostrado que existe una gran

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variabilidad en la expresión de estos trastornos. El cuadro clínico no es uniforme, ni


absolutamente demarcado, y su presentación oscila en un espectro de mayor a menor
afectación; varía con el tiempo, y se ve influido por factores como el grado de capacidad
intelectual asociada o el acceso a apoyos especializados. El concepto de TEA trata de hacer
justicia a esta diversidad, reflejando la realidad clínica y social que afrontamos. No es sin
embargo un término compartido universalmente, e incluye a los mismos trastornos
integrados en los TGD, a excepción del Trastorno de Rett, que se entiende como una
realidad diferente al universo del autismo.

La utilización de todos esos términos han ido variando con el tiempo; siendo probable que se
modifiquen en el futuro. En todo caso, su existencia refleja, aunque confunda, el creciente
conocimiento en este campo. El término TEA facilita la comprensión de la realidad social de
estos trastornos e impulsa el establecimiento de apoyos para las personas afectadas y sus
familias. No obstante, para la investigación es imprescindible la utilización de clasificaciones
internacionales, la delimitación de los subgrupos específicos y la cuidadosa descripción de
sus características.

En esta sección de preguntas frecuentes, básicamente orientada hacia la divulgación entre


colectivos no especializados, se utilizará, por economía del lenguaje, el término autismopara
incluir todos los TGD descritos en los manuales clasificatorios o los TEA en su nueva
designación. Únicamente, cuando los datos aportados se refieran específicamente a alguno
de los trastornos en cuestión, se designará el trastorno citado.

A fin de simplificar la redacción de esta documentación, se ha utilizado el término genérico


de personas o el masculino para referirse tanto a las niñas como a los niños con autismo.
Aún considerando la necesidad de un lenguaje que no discrimine por razón de género, esta
opción se fundamenta en la mayor prevalencia de los trastornos entre los varones.

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2. ¿Cómo se diagnostica el autismo?

El autismo es un trastorno del desarrollo infantil. Esto es, se trata de un trastorno que se
manifiesta en los primeros tres años de la vida y que se caracteriza porque no aparecen –o lo
hacen de modo claramente desviado de lo esperable– algunos aspectos normales del
desarrollo: las competencias habituales para relacionarse, comunicarse y jugar o
comportarse como los demás.

El diagnóstico se establece cuando se observan los síntomas característicos. No hay un test o


prueba médica que diga si una persona tiene o no autismo. El diagnóstico se hace
observando la conducta de la persona, conociendo su historia del desarrollo y aplicando una
batería de pruebas médicas y psicológicas para detectar la presencia de los signos y síntomas
del autismo. A pesar de que el juicio clínico se basa en la observación del niño, los actuales
criterios internacionales utilizados tienen la fiabilidad suficiente para asegurar, en mayor
medida que en otros trastornos psiquiátricos infantiles, la validez del diagnóstico. También,
contamos ahora con sistemas estructurados de obtención de información, como la
entrevista ADI- R y sistemas estructurados de observación como el ADOS-G, que confieren
todavía una mayor fiabilidad a la clasificación diagnóstica.

Aunque obviamente se persigue hacer el diagnóstico lo antes posible, esto no es óbice para
que pueda hacerse más tardíamente, como en adultos que no han sido previamente
diagnosticados; en casos especialmente complejos, en los que se debe esperar a valorar su
evolución; o en el trastorno de Asperger que se suele manifestar más claramente al inicio de
la edad escolar.

3. ¿Cuáles son los síntomas mas frecuentes del autismo en niños pequeños?

No todos los niños presentan todos los síntomas descritos como clásicos y ninguno de ellos
es patognomónico o decisivo. Consecuentemente, la ausencia de cualquiera de ellos no es
excluyente del diagnóstico de autismo. Aunque algunos estudios e informes familiares
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señalan anomalías observables en los primeros 12–18 meses de vida, es actualmente a partir
de los 24 meses cuando se aprecian, con mayor intensidad, los síntomas característicos. El
desarrollo del lenguaje, en los primeros años de vida, presenta un retraso significativo o
características peculiares en una mayoría de personas con TEA.

En niños de alrededor de dos años de edad, los síntomas más frecuentes son: la ausencia de
una mirada normal a los ojos; el no compartir interés o placer con los otros; la falta de
respuesta al ser llamado por su nombre; el no llevar y mostrar cosas a los demás, y el no
señalar con el dedo índice.

4. ¿Cuáles son los síntomas característicos del autismo?

a) Alteraciones cualitativas en la interacción social

Las alteraciones sociales son el principal síntoma del autismo. Estas personas encuentran
difícil ajustar su comportamiento al de los demás, ya que no entienden muy bien las
convenciones y normas sociales. Suelen tener problemas para compartir el mundo
emocional, el pensamiento y los intereses.

No les resulta sencillo apreciar las intenciones de los demás, desarrollar juegos y hacer
amigos. En consecuencia, el mundo social no les resulta fácil y en muchas ocasiones no les
interesa, mostrando aislamiento. Estas limitaciones sociales son especialmente marcadas en
la infancia, atenuándose un poco a lo largo de la vida; ya que su interés social va
aumentando espontáneamente y ello favorece el aprendizaje de nuevas competencias.
b) Alteraciones cualitativas de la comunicación

Los primeros estudios realizados en el autismo identificaban que un 50% de los personas
afectadas no desarrollaban lenguaje hablado funcional a lo largo de su vida (si tenemos en
cuenta el actual concepto de TGD o TEA, este porcentaje disminuye sensiblemente). Existen
otros casos, que empiezan a hablar y que luego pierden su lenguaje.

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Frecuentemente, aquellos que desarrollan el habla lo hacen con ciertas características


peculiares: ecolalia, perseveración, inversión pronominal, entonación anormal, etc. Lo más
característico es el que el lenguaje no es utilizado de manera social para compartir
experiencias y vivencias; presentando dificultad para iniciar o mantener una conversación
recíproca; comprender sutilezas, bromas, ironía o dobles intenciones. Este fallo de la
comunicación verbal se acompaña además de pobreza o ausencia de la comunicación no
verbal: gestos, posturas o expresiones faciales que acompañan normalmente al habla o la
sustituyen.
c) Patrones restringidos de comportamiento, intereses y actividades

Las personas con autismo presentan intereses especiales, que no son frecuentes en otras
personas de su edad (fascinación por partes de objetos, piezas giratorias, letras o logotipos,
etc.), aunque lo más característico es que no comparten sus intereses con los demás.
Pueden aparecer movimientos corporales estereotipados (aleteos, giros sobre uno mismo,
balanceo, deambulación sin funcionalidad, etc.). El juego tiende a ser repetitivo y poco
imaginativo (hacer hileras, agrupamientos, fascinación por contar y repetir, etc.). Muchas
personas presentan ansiedad ante los cambios de sus rutinas y/o del entorno (horarios,
recorridos, objetos o personas que cambian su ubicación o postura, etc.). En las personas
con mayor capacidad intelectual sus intereses restringidos son más sofisticados y pueden
incluir el hacer colecciones, listados, recopilar datos sobre temas específicos: astronomía,
monedas, mapas, trenes, programas informáticos, etc. En todo caso, normalmente no están
interesados necesariamente en compartir su conocimiento de manera recíproca.

Aunque no están recogidos en los actuales criterios diagnósticos, muchas de estas personas,
especialmente durante su infancia, padecen fenómenos de hipo e hipersensibilidad a los
estímulos sensoriales. Esta alteración sensorial puede explicar fenómenos frecuentemente
observados como por ejemplo, taparse los oídos, no tolerar determinados alimentos o
tejidos, rechazar el contacto físico, autoestimularse con la saliva o mirando reflejos ópticos,
o responder inusualmente al dolor.
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Los síntomas y criterios oficiales para el diagnóstico están recogidos en la sección sobre:

 Criterios diagnósticos oficiales.

5. ¿Tienen las personas con autismo retraso mental?


Muchos estudios han establecido que hasta un 70% de las personas con autismo presentan,
además, una discapacidad intelectual (nuevo término para denominar al retraso mental),
que puede oscilar desde tener un Cociente Intelectual en el rango de ligero a profundo. Las
nuevas investigaciones, que incluyen los TGD o TEA, sugieren un porcentaje menor que el
citado. La capacidad intelectual en el autismo puede ser armónica o disarmónica,
con picos aislados de marcada competencia.

El grado de posible discapacidad intelectual asociada tiene importancia a la hora de


determinar el tipo de apoyos que van a ser necesarios, e influye en el pronóstico que se va a
hacer en relación a la vida adulta de la persona.

6. ¿Cuáles son las diferencias entre el trastorno de Asperger, el trastorno autista y la


denominada persona de alto nivel de funcionamiento con autismo?
Para ser diagnosticado de trastorno de Asperger la persona no ha debido tener retraso en la
adquisición del lenguaje (aunque manifieste las dificultades descritas anteriormente en
el apartado 4b) y su cociente intelectual debe situarse en los límites de la normalidad.
Ambos aspectos son esenciales para el diagnóstico y diferencian el Asperger del resto de los
TGD o TEA.
Muchos expertos cuestionan el que se requiera una ausencia de retraso en el lenguaje como
elemento clave para el diagnóstico, ya que, en realidad, muchas personas diagnosticadas de
trastorno de Asperger habían presentado, de hecho, cierto retraso en la adquisición del
habla. Los sistemas internacionales actuales de clasificación provocan cierta confusión, ya
que basta con utilizar palabras a los dos años y frases comunicativas a los tres, para tipificar

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un desarrollo normal del lenguaje; lo que realmente no refleja la complejidad de un posible


retraso en el lenguaje y la comunicación.

El concepto de alto nivel de funcionamiento no está aceptado en los manuales


clasificatorios. Normalmente se suele utilizar para las personas con autismo que presentan
inteligencia límite; o para aquellas sin discapacidad intelectual, pero con retraso del
lenguaje. La diversidad en la interpretación del término desaconseja su uso hasta que se
establezca, si se establece, una definición que sea válida, fiable y útil.

7. ¿Se asocia el autismo con otros trastornos?

El autismo se puede asociar con cualquier otra enfermedad o trastorno del desarrollo,
psicomotor, sensorial, emocional o del comportamiento. De hecho las personas con estos
trastornos tienen mayor vulnerabilidad para otros problemas que la población general. El
origen de esta vulnerabilidad es doble: por una lado existen ciertas enfermedades que
afectan al cerebro que se presentan con una mayor frecuencia de lo esperable (epilepsia,
esclerosis tuberosa, neurofibromatosis, Síndromes de Angelman, Williams, Fragilidad X,
etc.). Por el otro, el tener que adaptarse a un entorno que no comprenden o que no está
adaptado a sus necesidades influye a la hora de generar otros problemas: ansiedad,
depresión, conductas violentas, obsesiones, trastornos alimenticios o del sueño, etc.

Los primeros estudios que señalaban una frecuencia de un 30% de epilepsia en las personas
con autismo (especialmente en casos de convulsiones de inicio en la pubertad), no están
actualmente confirmados; estableciéndose que esta cifra es menor si se consideran todos
los TGD o TEA.

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8. ¿Con que frecuencia ocurre el autismo?


Los estudios muestran que los TGD o TEA son bastante más frecuentes de lo que se pensaba
cuando aún no conocíamos la variedad con la que estos trastornos se manifiestan. Así,
hemos pasado de identificar un caso de autismo por cada 2.500 niños hace veinticinco años,
a aceptar que los problemas afectan a uno de cada 170 o 250 niños, entendiendo que estas
cifras actuales incluyen todo el espectro; abarcando los casos más leves y de alto
funcionamiento. A pesar de que existen numerosas razones para justificar este aumento por
una más precisa identificación (con criterios diagnósticos más cercanos a la realidad;
sofisticadas estrategias epidemiológicas; formación de profesionales; mejora de los registros
digitalizados; mayor concienciación social y familiar, necesidad de contar con un diagnóstico
de autismo para acceder a determinados servicios, etc.), ciertos autores sostienen que hay,
además, un aumento real por otras causas (como podrían ser factores tóxicos, migratorios o
porque algunas personas con trastorno de Asperger están accediendo a empleos que les
permiten establecer una familia –algo que no era posible con anterioridad al desarrollo de
empresas de nuevas tecnologías donde sus competencias fuesen valoradas–).

Los TGD o TEA son tres o cuatro veces más frecuente en varones que en mujeres. Esta
relación es dependiente del grado asociado de discapacidad intelectual. Así entre las
personas con trastorno de Asperger la relación hombre / mujer es de 8 a 1; y en el colectivo
con discapacidad profunda la relación es 1 a 1. El Síndrome de Rett afecta casi
universalmente a mujeres. El trastorno desintegrativo infantil se presenta por igual en
hombres que en mujeres.

En familias que ya han tenido una hija o un hijo con autismo se identifican, a veces, otras
formas menoresdel trastorno en los padres o entre los hermanos. Estas formas, incluidas en
el denominado fenotipo autístico, apuntan a la diferente expresión genética de estos
problemas.

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9. ¿Cuáles son las causas del autismo?

Hace más de medio siglo, de acuerdo con las teorías imperantes en aquella época, se
interpretó erróneamente que estos trastornos eran causados por los propios padres, que
con su frialdad generaban estos problemas en sus hijos. Afortunadamente este cruel error ya
ha sido subsanado. Todas las instituciones científicas internacionales reconocen que el
autismo se debe a anomalías del sistema nervioso central, y tiene causas biológicas y no
psicosociales.

En la actualidad, la evidencia científica plantea una visión multifactorial compleja, por


interacción de diversos factores, genéticos y ambientales, sin que todavía se conozca
exactamente cuáles son y cómo interactúan los posibles factores ambientales sobre la
susceptibilidad genética. Entre los factores ambientales, se han sugerido infecciones víricas
(rubéola, herpes, citomegalovirus, etc.), complicaciones obstétricas, administración de
vacunas (aspecto controvertido que recientemente se ha absolutamente descartado),
intoxicaciones, intolerancia a ciertos alimentos y nutrientes, consumo de determinados
productos durante el embarazo, alteraciones gastrointestinales, etc. Hasta la fecha, la
conclusión de los numerosos grupos de trabajo es que no existe evidencia documentada de
modo científico, que pruebe que los factores ambientales estudiados sean por sí mismos
causantes del autismo.

En contraposición, el autismo es considerado por los expertos como el más genético de los
trastornos neuropsiquiátricos en la infancia. La investigación actual indica que alrededor de
un 3% de los hermanos o mellizos de un niño con autismo tiene también el mismo trastorno
(lo que es bastante más que lo encontrado en la población general), y entre un 6% al 9%
presentan algún tipo de TGD o TEA. Asimismo, los familiares de afectados pueden presentar
expresiones fenotípicas conductuales en mayor proporción que la población general; con un
rango variable de gravedad que incluya rasgos o dificultades sociales o comunicativas
significativas. Se ha sugerido que en el trastorno de Asperger el número de familiares

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afectados, especialmente padres, es muy elevado. Además, se sabe que si un gemelo


presenta autismo, el 80% de las veces su hermano gemelar tiene también un TEA; esto es, a
mayor igualdad genética entre las personas, mayor concordancia clínica.

En un 5–10% de los casos, se identifica otros trastornos de base genética (duplicaciones del
cromosoma 15, esclerosis tuberosa, fragilidad X, fenilcetonuria, neurofibromatosis, etc.). El
trastorno de Rett se identifica no sólo por su clínica, sino por la comprobación de la
alteración genética en el gen MECP2.

Los resultados de estudios multicéntricos de consorcios internacionales de investigación en


casos de familias con incidencia múltiple (esto es, al menos dos hijos con autismo), han
identificado toda una serie de marcadores genéticos en diversos cromosomas (2q, 7q, 13q,
16p, 17q, X, etc.), habiéndose calculado que pueden existir 15 o más genes implicados, de
los que entre 2 y 4 intervendrían en todos los casos, y otros actuarían en distintas
combinaciones (variaciones entre familias) que influirían en la gravedad o la expresión del
fenotipo (variaciones entre sujetos).

10. ¿Existen pruebas para detectar y diagnosticar el autismo?


El Grupo de Estudio ha elaborado unos documentos que responden detalladamente a esta
pregunta:
 Guía de buena práctica para la detección temprana de los TEA.
 Guía de buena práctica para el diagnóstico de los TEA.

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11. ¿Cuáles son los trastornos con los que debe hacerse un diagnóstico diferencial?

Llamamos autismo (o TGD o TEA) a un conjunto de características, de comportamientos


observables, que pueden o no venir asociados con otro trastorno conocido. Así, si una
persona tiene una enfermedad determinada, como la Fragilidad X o la Esclerosis Tuberosa, y
tiene los síntomas de autismo, recibirá ambos diagnósticos.

Es importante valorar formalmente el nivel de desarrollo o de capacidad intelectual,


comunicativa y adaptativa de la persona en la que se está realizando un diagnóstico. De esta
manera, conociendo sus niveles, se está en condiciones de juzgar con perspectiva la
presencia de posibles síntomas de autismo. Cuando se ven discrepancias entre la edad
mental general y el desarrollo socio-comunicativo y la posible tendencia a la rutinas, y
aparecen diferencias cualitativas, características del autismo, se podrá establecer el doble
diagnóstico de discapacidad intelectual (antiguamente denominada retraso mental) y
autismo (o TGD o TEA). El diagnóstico de discapacidad intelectual no debería hacerse antes
de los cinco años, empleándose generalmente en este tiempo previo el término de Retraso
Global del Desarrollo. Muchos autores mantienen la limitada validez que tiene el hacer el
doble diagnóstico de Discapacidad Intelectual y TGD si la persona no supera un cociente
intelectual de más de 20 puntos, ya que la presentación clínica y las necesidades reales de la
persona estarán básicamente determinadas por su discapacidad intelectual.

También hay que hacer el diagnóstico diferencial con los trastornos graves del desarrollo del
lenguaje (disfasias), en los que la sintomatología puede inicialmente coincidir y el
diagnóstico firme ha de retrasarse hasta conocer la respuesta al tratamiento; ya que en
dichos trastornos se comprueba una mejoría llamativa de las competencias sociales y de la
comunicación. Existen otros trastornos, descritos por algunos autores, que no están
reconocidos en los manuales clasificatorios oficiales y que en ocasiones parecen solaparse
con los TGD o constituir formas precoces de otras enfermedades: el trastorno múltiple y

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complejo del desarrollo (que sería una forma precoz de la esquizofrenia de inicio en la
infancia); el trastorno esquizoide de personalidad de inicio en la infancia (que se solaparía
con formas completas o parciales del trastorno de Asperger) o el Síndrome del Hemisferio
Derecho (que también compartiría características con el trastorno de Asperger).

Cabría destacar que existen muchas formas incompletas de autismo, que se deben codificar
en el apartado TGD NE de los sistemas de clasificación, anticipándose que contaremos con
futuros sistemas que permitirán diferenciar mejor este amplio subgrupo. En todo caso, el
diagnóstico clínico es fundamental para el avance del conocimiento, pero a la hora de
establecer un programa personalizado de apoyo es al menos tan importante el determinar
sus necesidades de salud, educativas, culturales y sociales. Estos son los elementos que
individualizan a la persona dentro del variado espectro de estos trastornos y son los que
finalmente determinan el plan individualizado a seguir.

12. ¿Cómo se explica el autismo? ¿Qué les ocurre a estas personas?

Los actuales estudios psicológicos y las pruebas de neuroimagen están contribuyendo a


nuestra comprensión de las alteraciones que presentan las personas con autismo. Así, desde
la infancia, muchos de ellas presentan dificultades para desarrollar lo que se denomina
atención compartida con los demás, esto es, compartir un mismo foco de interés con la
persona que está a su lado. Asimismo muestran dificultades en la comunicación no verbal
como se ve en la escasa utilización que hacen de la mirada a los ojos de los demás para
obtener información (lo que se acompaña de una deficiente activación de áreas específicas
del cerebro), o en el uso de los gestos y expresiones faciales que acompañan al habla. La
comprensión de emociones y la respuesta afectiva, vinculadas a estructuras como la
amígdala cerebral, también están afectadas. A medida que el niño va siendo más mayor se
aprecian sus limitaciones a la hora de entender a los demás, de imaginar lo que la otra
persona conoce o siente (lo que se llama teoría de la mente, que utilizamos para entender

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los aspectos más complejos de la comunicación –como lo que queremos decir, y no lo que
decimos– y que se sitúa en áreas cerebrales específicas, como la corteza frontal media y
superior; la corteza cingulada anterior y el surco temporal superior). Posteriormente, se
comprueba la denominada falta de coherencia global o las deficiencias en el desarrollo de las
funciones ejecutivas, lo que se explica por el menor número de conexiones entre los lóbulos
frontales y otras zonas cerebrales.

La investigación actual apoya el considerar el autismo como el resultado mental y


conductual de una ineficazpoda neuronal en los primeros años de vida. El cerebro, desde el
nacimiento, posee una compleja red potencial de conexiones entre las neuronas y es en los
primeros dos años de vida que el efecto conjunto de la mediación de sustancias químicas –
generadas por la acción de ciertos genes – y la experiencia vital del niño, hace que esa red se
estructure; desapareciendo conexiones no utilizadas y organizándose aquellas que van a
resultar esenciales. Los estudios de neuroimagen y autopsias sugieren que este proceso de
ineficaz poda podría ser uno de los mecanismos anatomopatológicos presentes en el
autismo, que alteraría el desarrollo de las funciones psicológicas que subyacen a los
síntomas observables en estos trastornos.

13. ¿Cómo se trata el autismo?

El Grupo de Estudio ha elaborado, una Guía de Buena Práctica en el Tratamiento de los


Trastornos del Espectro Autista

Hay que destacar que existe un consenso internacional de que la educación y el apoyo social
son los principales medios de tratamiento. Estos aspectos han de ser complementados, en
ocasiones, con la medicación y con otros programas terapéuticos como los programas para
problemas específicos de conducta o la terapia cognitivo-conductual para los problemas
psicológicos asociados en personas de más alto nivel de funcionamiento.

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La educación ha de ser intensiva (esto es, tratando de conseguir que las personas clave en la
educación del niño –padres y educadores– aprovechen todas las oportunidades naturales
para aplicar el plan individualizado y/o generándolas si no ocurriesen de manera natural, a
fin de conseguir como media –tal y como instituciones de referencia internacional han
establecido– una dedicación de padres y educadores al plan establecido de al menos 25
horas semanales, incluidos los contextos naturales). Esta es la manera de conseguir que los
niños aprendan nuevas competencias sociales, comunicativas, adaptativas y de juego, a la
vez que disminuir, en la medida que sea factible, los síntomas de autismo y otros problemas
asociados que pudieran presentar. La enseñanza organizada y estructurada, sea en
contextos naturales –el hogar o la comunidad– o en contextos específicos de aprendizaje –la
escuela o servicios especializados–, es la intervención más eficaz y hay datos que apoyan que
el recibir este tipo de intervención desde la temprana infancia, esto es durante la educación
pre-es ola , se aso ia o u ejo p o ósti o…

Además de este acuerdo de que la educación temprana es importante y de que la mayoría


de los niños con autismo responden favorablemente a programas educativos especializados
y altamente estructurados, el siguiente punto de consenso es que no existe un programa
habilitador único e igual para todas las personas afectadas. La diversidad entre ellos
(gravedad, problemas asociados, edad, condiciones del entorno, etc.) desaconseja plantear
un tratamiento educativo idéntico para un joven con trastorno de Asperger y para otro niño
con una grave discapacidad por un trastorno desintegrativo de la infancia. Por tanto, la
primera tarea de cualquier programa incluye el determinar la justificación del mismo en cada
caso determinado; establecer cómo se va a medir el resultado y asegurar que el programa
educativo se integra en la vida real de la persona, en sus necesidades y en los deseos de sus
representantes.

Un programa eficaz va construyendo competencias a partir del interés del niño (o


fomentándolo inicialmente), a menudo con un calendario predecible, enseñando tareas

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fraccionadas en pasos sencillos, implicando activamente al niño en actividades altamente


estructuradas y reforzando de maneras variadas su comportamiento. La participación de los
padres se ha identificado como un factor fundamental para el éxito y la familia debe
coordinarse con el profesorado y otros profesionales de apoyo a la hora de determinar
objetivos y sistemas de apoyo (comunicación aumentativa, ayudas visuales, uso de las
nuevas tecnologías, historias sociales, etc.). No hay que desdeñar la necesidad que los
padres tienen de apoyo para poder ser eficaces y permitirse llevar una vida semejante a la
de los demás personas de su comunidad (orientación, información, ayudas económicas o
fiscales, apoyo en el hogar, canguros o programas de ocio y estancias cortas, etc.).

La integración apoyada en el medio escolar ordinario permite que estos niños accedan a un
medio social estimulante, donde los demás niños puedan apoyarles a la vez que aprender a
conocer cómo tratar a una persona con discapacidad, aspecto clave ya que ellos y ellas serán
los futuros padres de los futuros niños con problemas. La política de ubicación escolar, en
clase ordinaria, en clase especial o en un centro de educación especial, varía de unas zonas a
otras de nuestro país, pero hay que insistir en la necesidad de establecer puentes entre unas
y otros; a la vez que asegurar que se persiga la máxima inclusión social y que la integración
no signifique la pérdida de los apoyos especiales necesarios.

El grado de participación curricular del alumno va a depender de su capacidad personal y de


la capacidad del sistema en ofrecerle adaptaciones útiles para su futuro. Así, muchos
alumnos con trastorno de Asperger van a seguir el mismo programa educativo que sus
compañeros, pero requerirán ayuda para la participación en su grupo y para el aprendizaje
de competencias sociales; mientras que otros alumnos, con mayor discapacidad intelectual,
van a necesitar un currículo diversificado que incluya aspectos prácticos para el trabajo
apoyado o la ocupación, la vida en la comunidad o la participación en actividades de ocio y
tiempo libre. No obstante, tanto unos como otros se beneficiarán de un currículo que
contemple la enseñanza, entre otras dimensiones relevantes para una vida de calidad, de la

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autodeterminación social –enseñar a elegir y a tomar decisiones– el fomento de las


relaciones interpersonales significativas, el bienestar físico y emocional, la comprensión y
defensa de los derechos.
El plan individualizado de apoyo no debe suspenderse al llegar a la vida adulta. De nuevo, y
siempre en función de sus características personales, el adulto con autismo va a requerir una
educación continuada; la provisión de un entorno que se ajuste a sus necesidades
individuales, y la recepción personalizada de apoyos sociales que le posibiliten una vida de
calidad.

14. ¿Hay medicamentos para el autismo?

No existen todavía medicamentos específicos que influyan directamente en los síntomas del
autismo. Sin embargo, se administra medicación psicotrópica a una parte significativa de
este colectivo (entre un 30% y un 50% según los datos de diferentes programas nacionales o
extranjeros) para tratar de disminuir otros problemas que la persona pueda tener; con la
esperanza de conseguir que su efecto les permita participar y beneficiarse de otras terapias
pedagógi as, psi oso iales, lúdi as… o ejo e su alidad de vida.

Las guías consensuadas internacionalmente recomiendan administrar los ISRS (inhibidores


selectivos de re-captación de la serotonina, como la Fluoxetina), para los síntomas de
ansiedad, depresión y/o trastorno obsesivo-compulsivo. Recientemente se ha señalado que,
en el caso de niños con trastorno depresivo, se produce un ligero aumento de ideación
suicida –4% versus 2% con placebo– en la fase inicial de la terapia, por lo que se recomienda
una vigilancia adecuada en el comienzo del tratamiento. En la población con autismo se han
administrado estos productos para intentar disminuir los comportamientos repetitivos o
ritualistas, aunque no existen estudios controlados al respecto.

Durante muchos años se utilizaron los antipsicóticos conocidos como típicos o tradicionales,
para tratar la excitabilidad o comportamiento violento así como para disminuir las
estereotipias en el autismo. Sin embargo, su uso ha ido disminuyendo ante la aparición de
efectos secundarios molestos y la disponibilidad de nuevos medicamentos.

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Se cuenta con dos estudios prestigiosos, realizados con todas las garantías metodológicas,
en esta población; estudios generados por el RUPP Autism Network del Instituto Nacional
Norteamericano de Salud. El primero de ellos ha comprobado que la irritabilidad presente
en los niños con autismo es tratable con un fármaco –la Risperidona– que la mejora, hasta el
punto de tener un impacto positivo en la vida general del niño. El seguimiento posterior ha
mostrado que los avances se mantienen al año y medio; que el suspender el fármaco hace
que recurra el problema y que no aparecen problemas no identificados de efectos
secundarios –a excepción, principalmente, del aumento de peso que se presenta, si lo hace,
desde el inicio–. El segundo estudio, recientemente presentado aunque aún no publicado,
demuestra que el Metilfenidato –medicamento utilizado con alta eficacia en los niños con
Trastorno de Déficit de Atención con y sin Hiperactividad– puede ser administrado en la
población con autismo siempre que ambos trastornos ocurran asociadamente. Hay que
señalar que a diferencia de la población sin autismo que tolera favorablemente este
fármaco; en el caso del autismo hay que suspender el tratamiento el 20% de las veces por la
aparición de marcada irritabilidad. Muchos otros fármacos se están ensayando en estas
personas y se puede anticipar que nuevas investigaciones aporten alternativas terapéutica
nuevas, así como datos farmacogenéticos que orienten sobre el perfil genético de las
personas que van a responder más favorablemente a los medicamentos.

La administración de estos fármacos –a excepción de los antiepilépticos para las


convulsiones– requiere frecuentemente su uso fuera de prospecto; esto es, la hoja
informativa del medicamento frecuentemente no incluye en su autorización oficial o bien el
problema del autismo o la edad del paciente o el problema a tratar. En tanto que,
frecuentemente, la persona con autismo no posee la capacidad para transmitir los efectos
(positivos y negativos) que percibe con un medicamento, es obligatorio el seguir un proceso
cuidadoso, con participación informada de las personas de su entorno, revisiones frecuentes
y valoración cuidadosa del efecto de la farmacoterapia.

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15. ¿Qué garantías ofrecen las terapias alternativas?


Numerosas terapias han sido propuestas a lo largo de los años para tratar el autismo.
Algunos profesionales han sugerido el uso de animales (caballos, delfines) sin demostrar que
tengan un impacto específico en este trastorno. También se ha propuesto la musicoterapia,
la fisioterapia o el arte, como maneras de tratar el trastorno. Se puede decir que estos
enfoques pueden ser gratificantes (o desagradables) para el paciente que los practica y
mantener que ofrecen situaciones para favorecer la socialización y la comunicación, pero,
fuera de estos posibles efectos inespecíficos, no existe garantía comprobada de su eficacia
terapéutica.

Otro grupo de terapias parten de convicciones no justificadas científicamente como el


plantear que el problema radica en una ambivalencia para establecer el vínculo emocional
(proponiéndose entonces la denominada terapia del abrazo forzado); un conflicto defensivo
del niño frente a su entorno (recomendándose en esta visión el tratamiento psicoanalítico
del niño o de sus padres) o una alteración de la percepción sensorial auditiva (planteándose
entonces un tratamiento de estimulación auditiva con música clásica o con otros sonidos).
Debe insistirse que estos tratamientos no concuerdan con los conocimientos actuales sobre
el autismo; generan frecuentemente expectativas injustificadas de curación y son muy
costosos, por lo que cabe exigir que, antes de recomendar su uso, aquellos que los proponen
y sus defensores, aporten evidencia científica que justifiquen su lógica y su eficacia.

Existe un colectivo de profesionales y de familias que arguye que las dietas, en general libres
de caseína y de gluten, mejoran alguno de los síntomas de los pacientes. Estas dietas, en sí,
no son peligrosas, pero son difíciles de aplicar consistentemente y requieren del apoyo de
una persona especializada en nutrición (a fin de garantizar el aportar los nutrientes
necesarios para el crecimiento y el desarrollo del niño). La teoría subyacente a sus
explicaciones (una supuesta excesiva permeabilidad del intestino de estas personas que
permitiría el paso de sustancias tóxicas que posteriormente pasarían de la sangre al cerebro)

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no ha sido demostrada. Los estudios experimentales sobre las dietas no son concluyentes:
en algunos casos se encuentra una mejoría del comportamiento y del bienestar personal; en
otros se ve lo contrario o, en muchos, los resultados son mixtos. Cabe recordar la necesidad
de mantener la visión de que en el espectro del autismo coinciden personas muy diversas y
que resulta inadecuado el plantear que un sistema tan concreto y específico de tratamiento,
que además no demostrado la validez de sus hipótesis, vaya a ser universalmente útil. El
criterio actualmente aceptado es que una dieta restrictiva, libre de algún o algunos
nutrientes, debe instaurarse sólo cuando la persona con autismo padece alergia y/o
sensibilización documentada con las exploraciones específicas a nutrientes concretos, y no
sólo por el hecho de presentar autismo.

Otros tratamientos son peligrosos o merecen una reprobación ética. En algunos países se
están aplicando tratamientos como la administración de extractos animales de toxicidad
desconocida; compuestos químicos como la secretina; inmunoterapia; dosis masivas de
vitaminas que pueden generar efectos secundarios considerables, etc. En el esfuerzo de
hacer lo imposible para ayudar a estos niños, algunas familias buscan continuamente nuevos
tratamientos, e Internet –al igual que es una fuente importantísima de conocimiento e
intercambio– contribuye a una distribución no controlada de sus argumentos. En medicina,
para ser aceptado como un tratamiento reconocido, se deben completar estudios
metodológicamente sólidos, que han de ser revisados por agencias autorizadas y replicados
por otros equipos no directamente interesados en la terapia propuesta. Los sistemas
alternativos de tratamiento frecuentemente confunden convicción personal con
demostración científica.

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16. ¿Qué pronóstico tiene el autismo? ¿Se puede ayudar a estas personas?

Hoy por hoy no tenemos una cura para el autismo y su pronóstico, en general, es poco
alentador, especialmente si lo que se pretende es hacer desaparecer el trastorno. Los niños
con autismo crecen para ser adultos con autismo y conocemos varios aspectos que influyen
en el pronóstico. Unos son inherentes a cada caso concreto; así, aquellos niños que tienen
una inteligencia –al menos una inteligencia no verbal– normal y adquieren lenguaje a los
cinco–seis años tienen mejor pronóstico que quienes no cumplen ambos criterios. Se puede
decir que cuantas más capacidades tiene la persona, mejor será su pronóstico, aunque ello
no signifique su normal desenvolvimiento en la vida adulta. Así tenemos ejemplos de
personas con trastorno de Asperger que han conseguido una vida adulta productiva y
personalmente satisfactoria, mientras que otros con el mismo trastorno no lo han
conseguido. Otros elementos fundamentales para el pronóstico, dependen de factores
externos: cuanto antes se inicie una tratamiento es mejor y si existen recursos comunitarios
idóneos, la calidad de vida de las personas con autismo y la de sus familiares es radicalmente
diferente.

El no ser capaces de eliminar un trastorno no quiere decir, en modo alguno, que no sepamos
cómo ayudarles. Hemos pasado de culpabilizar a los familiares a reconocerles como el
principal apoyo de la persona con autismo; hemos pasado de separar al niño de su familia e
internarlo en centros u hospitales psiquiátricos a integrarlos en las escuelas y darles las
ayudas para que lleven una vida normalizada con todos los demás. Los avances biológicos se
han acompañado de una multitud de nuevas técnicas educativas que permiten su progreso y
desarrollo. Si se analiza la evolución del conocimiento en estos últimos veinte años, se
comprueba que el pesimismo inicial asociado con este diagnóstico ha de ser abandonado. La
disponibilidad de redes comunitarias de apoyo para toda la vida, que se adapten
personalizadamente a sus necesidades, les permite ahora disfrutar de una vida de calidad,

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mientras esperamos avances que nos faculten para luchar en la prevención y la cura de estos
trastornos.

Este documento ha sido redactado por Joaquín Fuentes, con la aportación científica y posterior revisión del Grupo de Estudio(*), y de las

personas contratadas para este proyecto.


ESTE MATERIAL ES DE DOMINIO PÚBLICO Y PUEDE SER REPRODUCIDO O IMPRESO SIN PERMISO EXPRESO DEL INSTITUTO DE SALUD
CARLOS III. Debe, en todo caso, citarse la fuente de procedencia del mismo.

(*) El Grupo de Estudio está compuesto por las siguientes personas Manuel Posada (Director), Josep Artigas, Mercedes Belinchón, Ricardo

Canal, Ángel Diez-Cuervo, María José Ferrari, Joaquín Fuentes (Coordinador), Juana Hernández, Amaia Hervás, María Ángeles Idiazábal,

Juan Martos, José Antonio Muñoz, Fernando Mulas, Simona Palacios, Javier Tamarit y José Ramón Valdizán. Han contribuido como

personas contratadas Hortensia Alonso, Leticia Boada y Eva Touriño. Al apoyo fundamental de la Obra Social de Caja Madrid se debe sumar

la contribución de Autismo España, FESPAU y la Asociación Asperger de España, y la decisiva aportación del Instituto de Investigación de

Enfermedades Raras del Instituto de Salud Carlos III.

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 Autismo Clásico

1-Introducción

2-Características generales

3-Rasgos distintivos por edad

4-Diagnóstico

5-Evolución y pronóstico

6-Algunas orientaciones para su intervención

7-Enlaces de interés

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¿Qué nos pediría un autista? A.Riviere

Inventario IDEA

1- Introducción

El autismo fue identificado por primera vez como un síndrome específico por el doctor Leo

Kanner en 1.943 (Universidad John Hopkins). Kanner identificó a un grupo de 11 niños que

diferían cualitativamente de otras poblaciones clínicas, pero como grupo, ofrecían una serie

de peculiaridades conductuales que les hacían extraordinariamente parecidos. Dichas


características incluían la incapacidad para desarrollar interacciones con las demás personas

(aislamiento autista), el retraso en la adquisición del lenguaje, la naturaleza no comunicativa

del habla (si ésta se desarrollaba), ecolalias, actividades de juego repetitivas y

estereotipadas, poca tolerancia a los cambios del entorno y poca imaginación.

Hoy sabemos que el autismo puede presentar una variabilidad en el nivel de afectación de

cada uno de sus rasgos distintivos, por lo tanto, no estamos delante de un patrón

homogéneo e inalterable sino ante diferentes manifestaciones de un mismo problema

base (ver inventario IDEA). Ello hace que el diagnóstico de autismo sea complejo y deban

tomarse en consideración tanto criterios clínicos como neurofisiológicos y bioquímicos.

Kanner, en su primera descripción, definía al autismo como un trastorno innato. En la

actualidad se asume que es un trastorno con un componente genético o hereditario

importante. Pese a ello, todavía no se ha descubierto en qué punto del genoma humano se

esconden sus marcadores. Diversos estudios demuestran una clara conexión entre autismo

y Síndrome de X Frágil, del cual sí hemos identificado su marcador genético (expansión

excesiva del C.G.C. en el gen FMR1 de un cromosoma X).

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Lamentablemente, las causas exactas del autismo siguen siendo desconocidas; sin embargo,

la investigación científica puede acercarnos, en un futuro no muy lejano, a este

descubrimiento.

El autismo ocurre aproximadamente en 15 de cada 10.000 nacimientos y es 4 veces más

común en niños que en niñas. Además puede observarse en familias pertenecientes a todos

los estratos socio-culturales.

2- Características generales

La sintomatología clínica de los individuos autistas está determinada por lo que se conoce

como triada de Wing y que recoge en gran medida las primeras apreciaciones de Kanner:

1-Deterioro Social

2-Deterioro del lenguaje y la comunicación

3-Patrón restringido de actividades e intereses.

Estos tres rasgos se mantienen a lo largo de toda la vida de la persona autista, pero su

evolución va cambiando a tenor del proceso evolutivo personal. Es por esta razón muy

importante tener siempre en cuenta los rasgos típicos de cada período de edad. Por otra

parte, no se puede olvidar que existen, además, síntomas y trastornos que pueden ser

considerados como asociados o secundarios (trastornos alimentarios, de sueño, ansiedad,

enuresis, etc...), y que son importantes especialmente en la relación familiar y tareas

terapéuticas.

A continuación se presentan los diferentes rasgos distintivos del autismo siguiendo el ciclo

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evolutivo. Puede que no se presente todos los rasgos o que lo hagan con diferente

intensidad según el niño. Los casos en que los afectados presentan todos los síntomas son

una minoría.

3- Rasgos distintivos por edad

Edad Rasgos Distintivos

6 meses
Primeros signos de alerta:

Llanto difícil de interpretar.

Menos activos y exigentes que un niño normal.

Algunos son extremadamente irritables.

Contacto ocular muy pobre.

No hay respuestas anticipatorias.

8 meses
Balbuceos limitados e inusuales.

No imitan sonidos, gestos ni expresiones.

Dificultades para poderlos consolar y tranquilizar.

Presentan rechazo al contacto.

Movimientos repetitivos.

12 meses
Pueden aparecer las primeras palabras pero se utilizan sin sentido.

Llantos muy fuertes y frecuentes difíciles de interpretar.

Cuando empiezan a andar, decrece su sociabilidad.

No presentan ansiedad de separación (ausencia conductas vinculación).

24 meses
Emiten pocas palabras (menos de 15).

Las palabras se presentan de forma aislada.

No hay desarrollo del gesto comunicativo.

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Dan pocas señales de afecto.

Pueden diferenciar a sus padres del resto de personas.

Prefieren estar solos.

Muestran poca curiosidad para explorar el mundo que les rodea.

Hacen uso anormal de los juguetes.

36 meses
Combinación extraña de palabras.

Pueden repetir frases, pero no hay un lenguaje creativo.

Entonación y ritmo extraños.

Utilizan al adulto para obtener lo que desean.

No aceptan a los otros niños.

Irritabilidad excesiva.

No entienden el significado de los castigos.

Muerden los juguetes.

No hay juego simbólico.

Movimientos repetitivos.

Fascinación visual por los objetos luminosos.

Pueden mostrar una relativa habilidad en los juegos manipulativos.

3 a 6 años
(Preescolar) Torpeza psicomotriz.

Manías motoras repetitivas y estereotipadas (aleteo, contorsión manos...)

Apego inflexible a rutinas o a rituales específicos y no funcionales.

Preocupación persistente por partes de objetos.

Ecolalia.

No entienden ni expresan conceptos abstractos.

No pueden mantener una conversación. Retraso considerable en el


lenguaje.

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Uso incorrecto de los pronombres.

Raramente hacen preguntas.

Persiste ritmo anormal de la palabra.

Incapaces de utilizar y comprender gestos.

No utiliza la mirada, la expresión facial o la postura del cuerpo para

comunicarse.

No entiende el rol en los juegos.

Falta de reciprocidad social o emocional.

Parece estar encerrado en su propio mundo ajeno a lo demás.

Mantienen relaciones sociales extrañas.

Falta de sentimiento de vergüenza.

No son competitivos.

Bajo nivel de frustración.

Incapacidad para juzgar las intenciones de los otros.

Utilizan a las personas de su entorno.

Incapacidad para compartir afectivamente situaciones.

Incapacidad para desarrollar relaciones con compañeros apropiadas a su

edad.

Toleran mal los cambios en sus rutinas diarias.

Pueden empezar a aparecer conductas autolesivas.

Edad escolar Es en este período cuando el niño autista suele manifestar los rasgos más

específicos del trastorno. Se manifiestan déficits importantes en el

desarrollo normal de la interacción social y la comunicación con sus

iguales. Funcionamiento intelectual deficitario. Repertorio restringido de

actividades e intereses. Problemas de lenguaje. Importante déficit a la

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hora de establecer conversaciones con lenguaje estereotipado, repetitivo.

Volumen, entonación y ritmo del habla anormales Los comportamientos

comunicativos no verbales presentan gran alteración (no hay contacto

ocular, inexpresividad facial, gestos inadecuados...). No sienten necesidad

de obtener gratificaciones y de compartir intereses. Suelen insistir en

mantener la uniformidad de las cosas y de las situaciones. No toleran los

cambios en su entorno, ya sean de personas, lugares u objetos. Interés

desmesurado por objetos o parte de ellos sin justificación aparente.

Manías motoras persistentes (aleteos o contorsión de manos...).Pueden

seguir o incrementarse las conductas autolesivas. Presentan afectos

inapropiados al contexto, por ejemplo se ríen cuando son castigados o

pueden llorar cuando se sienten bien o se les elogia.

Adolescencia Pueden consolidarse las conductas sociales negativas y se acentúa el

rechazo de sus compañeros de igual edad. En esta etapa existe gran

vulnerabilidad a desarrollar sintomatología depresiva. Se puede

consolidar un deterioro generalizado en todas las habilidades. En cuanto

a las habilidades lingüísticas hay perdida de parte de las mismas (si las

habían adquirido anteriormente). Aumenta la hiperactividad, las

conductas agresivas autolesivas, las conductas sin sentido y la

incapacidad de tolerar cambios en su entorno. Siguen las manías motoras

y pueden aparecer crisis epilépticas.

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4- Diagnóstico

El Autismo, al igual que los diferentes Trastornos Generales del desarrollo, en los que se

incluye, puede presentar dificultades para su diagnóstico. Un primer problema surge de las

discrepancias entre distintas clasificaciones diagnósticas que incluyen o excluyen algunos

criterios y se adaptan mal a los niños más pequeños. En los casos de autismo más clásico, es

decir, aquellos en los que presentan todos los síntomas, aunque no suelan ser los más

frecuentes, sí son los de diagnóstico más fácil, sobretodo en edades tempranas. No resulta

tan fácil la diagnosis en aquellos casos en los que faltan o se añaden elementos no

contemplados en los criterios diagnósticos formales.

El Autismo puede contemplarse como un trastorno con una base sintomática común pero

con una gran variabilidad en su manifestación externa. Algunos autores defienden la idea

que el trastorno autista se mueve en un continuo en que los diferentes casos se van

posicionando según su afectación. En este continuo los Asperger se situarían en el eslabón

de funcionamiento más alto, mientras que el Autismo más clásico con déficits severos se

situará en el otro extremo. Encontrar el punto de corte para el diagnóstico diferencial puede

resultar, a veces, comprometido a falta de un marcador biológico. Además, hay gran

comorbilidad con otros trastornos del desarrollo (retraso mental, mutismo selectivo, etc...) y

enfermedades (Fenilcetonuria, Embriopatia por Rubeola).

Pese a todo, el diagnóstico temprano es el que nos puede garantizar la mejor evolución

posible si se complementa con la intervención adecuada.

Para evaluar eficazmente el autismo debemos tener en cuenta una diversidad de criterios.

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Tanto la evaluación como el tratamiento debe ser multidisciplinar (Psicólogo, Psiquiatra

Infantil, Neurólogo, Pediatra, Logopeda, etc...). Hay que delimitar las capacidades de los

niños, sus áreas fuertes y débiles. Definir sus conductas. Analizar posibles deficiencias

visuales y auditivas. Es fundamental disponer de una historia evolutiva a nivel orgánico del

niño. También sería deseable la historia clínica de la madre. Finalmente, exámenes

biológicos, cromosómicos y metabólicos pueden proporcionar información valiosísima.

A nivel más psicológico, la evaluación de sus capacidades cognitivas nos darán una idea de su

rendimiento real. Las aplicaciones de pruebas de capacidades intelectuales tipo WISC-R o

WISC-IV deberán utilizarse con precaución en este tipo de población y sólo pueden ser

aplicadas a aquellos niños que tengan algo preservada su expresión oral (los de alto nivel o

Asperger). Para los niños autistas con síntomas más severos, deberán utilizarse cuestionarios

o escalas de desarrollo para tener un punto de partida para la intervención. Escalas como la

CHAT de Baron-Cohen son aplicables a partir de tan sólo 1 o 2 años. Otras escalas utilizadas

son la Escala de GESELL y como instrumento más especializado el ADI-R (Entrevista

diagnóstico del Autismo-Revisada) publicada por TEA Ediciones y que puede

proporcionarnos una gran ayuda en la evaluación. Sin embargo, recordemos que no hay

actualmente, ningún instrumento que por sí sólo nos proporcione el diagnóstico seguro, y

que hay que recurrir a la recogida de información multidisciplinar anteriormente expuesta.

Para conocer en mayor profundidad los aspectos de la evaluación en los T.G.D y obtener

pruebas específicas ir a Evaluación de los T.G.D. Pruebas específicas para T.G.D. Autismo y

Asperger

5- Evolución y pronóstico

En general el Trastorno Autista puede experimentar una mejoría gradual a lo largo del
tiempo (sobre todo en los niños con un C.I. más elevado o con mayores competencias

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lingüísticas, sociales o comunicativas), pero la velocidad de esta mejoría es muy irregular,

pudiéndose alternar períodos de crecimiento evolutivo rápido con períodos de crecimiento

más lento.

En ocasiones se dan episodios de regresión en diversas situaciones (enfermedades,

pubertad, estrés ambiental...). Por tanto, no estamos en condiciones de proponer un patrón

evolutivo estable para todos los casos. Sin embargo, a partir de diferentes estudios

publicados*, podemos concluir:

1-La evolución final tiende a ser muy variable. En algunos casos hay un progreso social e

intelectual muy pobre y en otros se produce una buena evolución en los progresos

académicos (sería el caso de los Asperger). El 50% presentan un retraso mental severo o

profundo, el 30% un retraso mental leve o moderado, y el 20% una inteligencia dentro de los

límites normales.

2-En general, se obtiene un mal pronostico (60-66%) (handicaps severos, ausencia de

progreso social e independencia), o muy mal pronóstico (imposibilidad de mantener

cualquier tipo de existencia independiente).

3-Elevadas tasas de mortalidad (1,5a 2%).

4-Un elevado número de epilepsia en la adolescencia.

5-Cambios dramáticos en el estado mental cuando llegan a la adolescencia:

-Agravamiento temporal (30%)

-Agravamiento permanente (22%)

-Deterioro intelectual

-Aumento conductas agresivas y auto-lesivas.

-Perdida de habilidades lingüísticas.

6-Un 10% evolucionan favorablemente en su vida. Por ello se entiende conseguir y mantener
un trabajo y familia. Se trataría de los niños con C.I. Ejecutivo superior a 70 y con lenguaje

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verbal comunicativo a los 5 años.

7-El mejor predictor para un buen pronostico será :

-Presencia de un C.I. no verbal elevado.

-Presencia de lenguaje comprensivo a los 5 años.

-Capacidad de aprendizaje de Habilidades Sociales.

*A. Agüero Juan. "Autismo. Clínica. Evaluación e Intervenciones".

6- Algunas orientaciones para su intervención

-Hemos dicho que el autismo es un síndrome complejo, cuyas manifestaciones biológicas,

conductuales y cognitivas se mueven a lo largo de un continuo común. Cada niño es un

mundo dentro de la similitudes funcionales que presenta el trastorno, por tanto, la

intervención ha de ser personalizada a partir de una evaluación exhaustiva y

multidisciplinar.

-Sería de gran utilidad poder imaginarnos cómo entienden y ven estos niños el mundo que

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les envuelve. La tarea es compleja y da cuenta de la dificultad de afrontar cualquier plan de

intervención.

-Actualmente no hay ningún tratamiento farmacológico específico para tratar y curar el

autismo. A pesar de ello se han intentado y, en ocasiones, sobrevalorado de forma

precipitada, ciertos "tratamientos". Uno de ellos ha sido la utilización de "megavitaminas".

En concreto, altas dosis del complejo B. También combinaciones de la B6 con Magnesio.

Pese a que se reconoce la importancia de la utilización de vitaminas, no hay nada definitivo y

se necesitan más estudios para determinar en qué casos y circunstancias las vitaminas

pueden tratar la sintomatología autista.

-Otra línea de tratamiento ha sido la bioquímica, en concreto se ha ido a estabilizar los

niveles anormales de serotonina encontrados en los niños con el trastorno. La L-Dopa se ha

utilizado para reducir estos niveles pero sin resultados relevantes. Otros estudios parece que

han podido probar la eficacia del Haloperidol y la Trifluoperazina para mejorar el aprendizaje

y favorecer los mecanismos de atención en los niños.

-Hoy en día los anti-psicóticos o neurolépticos de nueva generación son bastante utilizados
en este trastorno. La risperidona como principio activo es la base de la medicación actual

(Risperdal). Se trata de un fármaco altamente selectivo y funciona como un antagonista de

los receptores de seratonina y dopamina.

Recordemos que el uso de cualquier medicación debe estar prescrita y controlado por el

médico o psiquiatra.

-En conclusión, los diferentes estudios apuntan a que, aún considerando el manejo
farmacológico necesario, éste, por sí sólo, no podrá conseguir la recuperación del niño. Es

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evidente que se necesita el apoyo y las técnicas específicas del campo educativo y

psicológico.

-En el campo de la psicología aplicada al trastorno autista, el mejor resultado se ha obtenido

con la terapia conductual en combinación con los métodos educativos. Recordemos que el

niño autista dispone de un pobre repertorio conductual de base y que sobre ésta base

debemos construir y estructurar sistemáticamente para dotarles de aquellas habilidades que

no poseen. Pero también se hará necesario, eliminar o minimizar algunos de los

comportamientos disruptivos (aleteos, sonidos guturales, estereotipias motoras, etc...)

cuando no resulten funcionales (procedimientos de extinción).

-Las técnicas básicas son las del reforzamiento, coste de la respuesta, moldeamiento,

extinción de la respuesta, etc...., técnicas que deberán ser adaptadas al nivel de cada niño y

enseñadas por el terapeuta a los padres (Entrenamiento de padres) para su aplicación en

casa y otros ámbitos. (Ver método ABA)

-Para identificar los reforzadores que pueden ser útiles para premiar debidamente la

conducta deseada, debe efectuarse un muestreo con diferentes objetos (galletas, caramelos,

pequeños juguetes, etc...).Cada niño tiene sus propias "debilidades" al respecto. Es

importante encontrar aquello que realmente funciona. La entrega del reforzador debe ser

contingente a la emisión de la conducta deseada, según el plan trazado. La utilización del

reforzamiento verbal (halagos, expresiones de felicitación, etc...) deben también adecuarse

al perfil individual. Hay niños que no responden bien a los halagos verbales muy subidos de

tono.

-Conseguidos algunos avances conductuales, se hace necesario que estos se generalicen a


ambientes externos. Tras la evaluación del caso (que nos permite saber el nivel donde se

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encuentra el niño), se establecerá un programa personalizado de enseñanza comenzando

con conceptos simples y que irán adquiriendo mayor nivel de abstracción. A modo de

ejemplo:

Nivel 1: Tareas de clasificación de objetos mezclados (p.e. nueces, avellanas, almendras)

Nivel 2: Tareas de clasificación por concepto (tamaño, color, forma...)

Nivel 3: Verbalización de acciones (comer, jugar, etc..), expresados a partir de la

presentación de laminas.

Nivel 4: Uso de contrarios (frio-calor, alegre-triste, grande pequeño).

(ver sistemas PECS, SCP)

-Finalmente señalar la importancia que tiene la Atención Temprana en estos trastornos. Los

seis primeros años son de vital importancia en el desarrollo de los niños. Es en esta época

cuando el cerebro tiene una gran plasticidad, siendo capaz de reorganizarse y facilitar los

procesos mentales superiores. Sólo a partir de una estimulación adecuada y temprana

podemos obtener el mejor resultado posible.

Software específico para niños autistas:

Actualmente empiezan a distribuirse diferentes programas de software específico para su

uso con niños autistas. Estos programas estan diseñados tanto para su uso por parte de

profesionales pero también para ser aplicados en casa dado que permiten crear y

personalizar los contenidos.

Uno de los programas que actualmente creemos más interesantes y de gran ayuda es el Niki

Talk de Alessandro La Roca.

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Dale u a voz a tu hijo

Esta es una de las frases con las que Alessandro La Rocca nos revela alguna de las utilidades

de su programa Niki-Talk. Niki Talk es un programa de Comunicación Alternativa y

Aumentativa fácil de usar, ayuda a los niños con autismo o con cualquier otra discapacidad

que limite la comunicación. Excelente software adaptable a diferentes necesidades y que

estamos utilizando con buenos resultados. Conocer Niki-Talk

La idea básica de estos programas es muy sencilla. Los niños con autismo aprenden

básicamente a través de la asociación y la repetición. A la gran mayoría de los niños con

autismo se les dificulta aprender a hablar y a entender palabras habladas; sin embargo,

muchos tienen grandes habilidades visuales, o por lo menos responden fuertemente a

estímulos visuales. Les fascinan los interruptores de luz, objetos que giran, los créditos al

final de las películas, en fin, cualquier cosa visual que esté cambiando con el tiempo. La idea

es atraer su atención visualmente mediante la presentación de imágenes de una manera


estimulante y simultáneamente hacerlos escuchar un sonido asociado a la imagen, por

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ejemplo el nombre del objeto en la imagen. Al igual que cualquier otra persona, es mucho

más fácil que aprendan algo si lo encuentran interesante.

http://www.psicodiagnosis.es/areaclinica/trastornossocialesintelectuales/autismoclasico/in

dex.php

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ISSN 1988-6047 DEP. LEGAL: GR 2922/2007 Nº 38 - ENERO DE 2011

“EL AUTISMO DE LEO KANNER”


AUTORÍA
MÓNICA BENITO VALDERAS
TEMÁTICA
N.E.E., AUTISMO
ETAPA
TODAS

Resumen
En el presente artículo se pretende hacer una breve aproximación a un trastorno del desarrollo
humano que hoy día sigue estando rodeado de muchas incógnitas, a pesar de que sus primeras
investigaciones datan de principios del siglo XX. Se tratarán los aspectos más destacables del autismo
definido por Leo Kanner, su etiología desde varias teorías, el momento de aparición, sus características
más definitorias y los síntomas definidos en el Manual Diagnóstico DSM-IV.

Palabras clave
Autismo, etiología, multicausalidad, conducta autista.

1. INTRODUCCIÓN

Es difícil dar una definición del concepto de autismo, puesto que al igual que entre las personas
denominadas “normales” no existe una definición formal en la que todos nos podamos integrar, ya que
aparentemente todos somos iguales pero diferentes, en el caso del autismo ocurre algo similar.
Aunque, desde que aparecieron los primeros casos de autismo, muchos investigadores se han
esforzado en buscar rasgos comunes que identifiquen de manera inequívoca el trastorno autista, lo
cierto es que todavía no se han puesto de acuerdo en definir dicho trastorno.
Etimológicamente, la palabra autismo tiene su origen en el griego. La raíz es la palabra griega
<<autos>> que significa <<uno mismo>>. El significado, por tanto de la palabra autismo sería meterse
en uno mismo, ensimismarse.
El concepto de autismo fue acuñado e introducido en la literatura especializada por el psiquiatra
suizo Eugen Bleuler en 1.911 (Citado por Wing, L., 1982:29). Como características concomitantes de
las patologías esquizoide describió el retraimiento autista, el rechazo de contacto con otras personas y
un trastorno de en su relación con la realidad.

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Treinta años más tarde, Leo Kanner en 1.943 (Citado por Wing, L., 1982:32), fue el primero que
intento definir el autismo a través de una clasificación sistemática del comportamiento de los niños
autistas. Extrajo un número de características identificadas en cinco áreas diferentes:
1.- “Una profunda falta de contacto afectivo con otras personas”. Los niños muestran poco o ningún
interés por otras personas, tendiendo a no mirarlas y a no mostrar ningún tipo de respuesta
emocional hacia ellos. Están socialmente aislados.
2.- “Un deseo obsesivo por mantener todo igual”. Esta característica también se observa en
diferentes rituales que realizan y que repetirán una y otra vez sin variación.
3.- “Una afición extraordinaria por los objetos”.
4.- “Dificultades comunicativas”.
5.- “Un potencial cognoscitivo muy alto”. Tienen un aspecto inteligente y reflexivo.
De esta manera definía Kanner a los niños con trastorno autista. Las características aquí
enunciadas son tan discutibles como la de cualquier definición, ya que incluye a unos sujetos y excluye
a otros. Además, no todos los niños que son diagnosticados como autistas muestran todos esos
comportamientos ni en el mismo grado, por lo tanto es difícil hacer un diagnóstico certero del trastorno
autista.
Una definición que nos ayuda a entender el autismo y el propio desarrollo humano es la que
Riviére formuló entre los años 80 y 90; “El autismo es la distorsión más severa del desarrollo humano,
es decir, es aquel cuadro en que se da un cambio cualitativo, una forma de desarrollo más diferente de
la forma normal que uno se puede imaginar y precisamente por eso el autismo contiene una gran
promesa y es que nos ayuda a entender el desarrollo humano hasta límites que ningún otro cuadro es
capaz de ayudarnos”. (Citado por Valdez, 2005:14).
Una definición clara y concisa publicada en esta década, es la de José Ramón Alonso (2004:21):
“el autismo es una discapacidad, un trastorno generalizado del desarrollo cerebral, que produce
un comportamiento anómalo en el cual los niños afectados se muestran indiferentes, ausentes, con
dificultad para formar lazos emocionales con otras personas”.
En definitiva, la concepción del trastorno de autismo ha evolucionado desde un enfoque
neuropsicológico, donde las causas del déficit se centran en el niño, pasando por un enfoque
conductual donde el interés se centra en las propias conductas del individuo y en el entorno donde se
desarrolla, intentando intervenir directamente en ellas. Finalmente el enfoque cognitivo, propone el
déficit centrándose en las deficiencias de los procesos mentales que el individuo pone en marcha.
Por último debemos añadir, que existe una dificultad evidente de conceptualización a este
etiquetado diagnóstico, por el hecho de ser un síndrome y de compartir patrones conductuales con, por
ejemplo, la esquizofrenia infantil, el mutismo y / o déficits sensoriales o el retraso mental.

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2. ¿CUÁL ES LA ETIOLOGIA DEL AUTISMO?


A pesar de las múltiples teorías existentes, en realidad se desconoce la respuesta que responda
de una manera convincente a nuestra cuestión. No es posible hablar de una causa únicamente, sino de
una multicausalidad.
A continuación nos limitaremos a señalar las más importantes y recientes, aportando a su vez las
características más destacadas.

2.1. “Tª de la Mente” y el déficit metarrepresentacional:


Esta teoría se basa en un déficit cognitivo relacionando posibles y múltiples alteraciones
neurológicas con las manifestaciones conductuales del niño autista (Martos, 2002). Esta teoría fue
propuesta por Baron- Cohen y sus colaboradores en 1985. La teoría de la mente hace referencia a que
las personas poseemos un mecanismo preparado para comprender el comportamiento social.
En el caso de los autistas este mecanismo estaría ausente, con lo que se podría considerar que
“están ciegos” ante la existencia de estados mentales. Por esta razón, el sujeto con autismo posee un
mundo social caótico, confuso, que incluso le puede producir miedo. Lo cual le hace apartarse del
mundo social tratando a las personas como si no tuvieran mente y comportándose con ellas del mismo
modo que lo harían con un objeto inanimado.
“La capacidad para construir “teorías de la mente” se describe como el resultado de un
mecanismo cognitivo innato, biológicamente determinado y especializado en la elaboración de
metarrepresentaciones, las representaciones de los estados mentales” (Leslie, 1987. Citado por Martos,
2002:16).
Baron- Cohen y otros autores (1994) han propuesto modificaciones en la teoría de Leslie, a partir
de las recientes investigaciones evolutivas (atención conjunta) y neurofisiológicas. A la teoría de la
mente se le añaden tres nuevos módulos funcionales, que madurarían evolutivamente antes del acceso
a las metarrepresentaciones (Martos, 2002):
1) Detector de intencionalidad; representa las relaciones diádicas entre agente- objeto o agente-sí
mismo (este mecanismo está intacto en autismo).
2) Detector de la mirada. Trabaja a través de la visión, tiene tres funciones; detectar la presencia de
ojos, dar cuenta si se dirigen hacia sí mismo o no, inferir la dirección de la mirada desde la propia
mirada. (Durante los primeros estadios, está intacto en autismo).
3) Mecanismo de atención compartida; construcción de las representaciones triádicas (agente-uno
mismo-tercer objeto). (Mecanismo alterado en autismo).

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2.2 Teorías explicativas relacionadas con fallos en la intersubjetividad:


2.2.1. Teoría de Hobson:
Según Hobson (1993/1995) la ausencia de una teoría de la mente es el resultado de un déficit
emocional primario en la relación interpersonal. “Su teoría mantiene importantes similitudes con la
explicación original de Kanner y cuenta con un amplio conjunto de resultados empíricos a su favor”
(Martos, 2002:19).
Hobson sugiere que los fallos en la intersubjetividad conducen a dos consecuencias importantes:
a) fallo para reconocer a las personas como tales, con sus sentimientos, pensamientos, deseos e
intenciones.
b) dificultad severa para “abstraer”, sentir y pensar simbólicamente.
2.2.2 Teoría de Trevarthen:
Trevarthen y sus colaboradores (Aitken y Trevarthen, 1979; Trevarthen et al, 1996/1998;
Trevarthen y Aitken, 1994) basan su teoría en (Martos, 2002: 19):
- los niños están preparados desde el nacimiento para establecer comunicación con las personas
que les cuidan a través de medios de expresión emocional y de sensibilidad interpersonal, imitando y
haciendo expresiones de comunicación similares a mensajes (…). El desarrollo cognitivo y
procesamiento de experiencias (…), están regulados por las emociones que se ponen en juego en la
interacción con las personas.
- de estos desarrollos (…), la intersubjetividad secundaria está alterado en autismo.
- la investigación cerebral no apoya el punto de vista de que los aspectos emocionales e
interpersonales del autismo sean consecuencia de un fallo primario en procesos sensoriales, motores o
lingüísticos.
2.2.3. Teoría de coherencia central:
Frith (1989/1991. Citado por Martos, 2002: 22) “propone que una teoría de coherencia central
débil podría explicar las dificultades encontradas en autismo que no pueden ser explicadas por la
<<teoría de la mente>>”.
Según esta teoría, las personas autistas tienen dificultad para elaborar interpretaciones
comprensivas de las situaciones a través de la descodificación de las intenciones de los participantes, a
partir de los movimientos de los ojos y manos y por las pistas contextuales que éstos aportan.
Frith aporta muchos ejemplos de interpretaciones de autistas que no implican una teoría de la
mente. “Esto indica la existencia de un problema anterior a la metarrepresentación: el de la integración
de aspectos de una situación en un conjunto coherente” (Martos, 2002: 22).

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2.2.4. Teoría de la función ejecutiva:


Este término se usa para describir las conductas de pensamiento mediadas por los lóbulos
frontales (Duncan, 1986. Citado por Martos, 2002).
Como aporta Luria (1966. Citado por Martos, 2002: 23), la función ejecutiva es la “habilidad para
mantener un conjunto apropiado de estrategias de solución de problemas para alcanzar la meta futura”.
La función ejecutiva incluye las conductas de planificar, controlar impulsos, inhibir conductas
inadecuadas, búsqueda organizada y flexibilidad de pensamiento y acción.
Parece claro que el autismo y los déficits de función ejecutiva por lesión frontal, presentan
algunas similitudes. Esto nos parece más claro si sabemos que los lóbulos frontales están directamente
implicados en la regulación de la conducta social, las relaciones emocionales y el discurso social
(conductas gravemente afectadas en autismo).
En general, existe suficiente evidencia empírica que apoya la existencia de déficits de función
ejecutiva en autistas.

3. LA APARICIÓN DEL AUTISMO


Ningún niño autista es igual que otro, por lo tanto su evolución también es diferente. En muchos
casos desde el momento del nacimiento ya se puede sospechar que algo no va bien. Junto con los
problemas que ya conocemos de lenguaje y relación social, los niños autistas se encuentran en polos
extremos, o bien son muy hiperactivos o muy pasivos. Esto se puede observar en el comportamiento
del niño al poco tiempo de nacer, o bien el niño se pasa el día durmiendo y no llora ni para comer, o
bien se pasa el día llorando sin forma alguna de consolarlo. En otros casos el autismo se presenta en
forma de regresión: todo es normal hasta los 12 meses de edad que es cuando el niño comienza a
responder peor y a partir de los 18 meses la situación empieza a ser preocupante, pues comienza a
rechazar a la gente (incluso la que conoce), actúa de forma extraña, pierde las habilidades sociales y el
lenguaje que había adquirido. En los casos más graves, por las noches en vez de dormir grita de forma
incontrolada y cualquier estimulación sensorial parece afectarle y alterarle.
Algunas diferencias frecuentes entre niños con y sin autismo serían las siguientes, (Alonso Peña,
2004):
NIÑOS CON AUTISMO:
- COMUNICACIÓN; Escaso contacto visual, parece sordo, no desarrolla normalmente el
lenguaje, o si lo hace deja de hablar.
- RELACIÓN SOCIAL; No interacciona con otros niños, actúa como si no viera quien
entra o sale, puede ser agresivo sin motivo, permanece aislado, trata a los demás como
objetos.

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- EXPLORACIÓN DEL AMBIENTE; Permanece fijo en un objeto o actividad, huele o
chupa los juguetes, desea mantenerlo todo igual.
- ASPECTOS MOTORES; Pasivo o hiperactivo, balancea, se gira o aletea,
comportamientos repetitivos, suele andar de puntillas, ausencia de interés por juego y
juguetes.
- ASPECTOS SENSORIALES; Disgusto extremo al oír algunos sonidos, tocar algunas
texturas o al ser tocado, rechazo a algunas comidas.
NIÑOS SIN AUTISMO:
- COMUNICACIÓN; Recorre y estudia la cara de su madre, responde fácilmente a los
sonidos, cada vez usa más palabras y las combina (frases).
- RELACIÓN SOCIAL; Le gusta estar con niños, llora cuando la madre se va y está
pendiente de los extraños, se enfada cuando tiene hambre, reconoce caras y sonríe,
distingue personas y objetos.
- EXPLORACIÓN DEL AMBIENTE; Se mueve de un objeto o actividad a otra, explora y
juega con los juguetes, no busca las rutinas.
- ASPECTOS MOTORES; Comportamiento normal, usa cuerpo y manos para coger
cosas, anda normalmente, le encanta jugar y los juguetes.
- ASPECTOS SENSORIALES; No tiene repulsión extrema por esos aspectos, busca el
placer y evita el dolor.
Es importante señalar que algunos niños normales pueden presentar algunas características de
la columna de los niños autistas y que algunos niños autistas pueden no diferenciarse de los niños
normales en algunos aspectos. Por ello esta tabla no debe utilizarse para realizar un diagnóstico.

4. CARACTERÍSTICAS DEFINITORIAS DE LA CONDUCTA AUTISTA


Son muchas y muy variadas las características o síntomas de las personas autistas. Al igual que
con las definiciones y las causas, no existe tampoco acuerdo en este caso. Además muchos de los
rasgos que se les atribuyen a los autistas bien nos podían pertenecer a los que nos denominamos
“normales”. Esta afirmación pronto podrá ser entendida cuando, a continuación, enumeremos una serie
de síntomas con los que, de alguna manera, nos sentiremos identificados, por lo que podremos llegar a
concluir que, o bien, todos poseemos rasgos autistas, o bien, los autistas se nos parecen en ciertos
patrones de conductas, que no deben ser tan rechazados ni modificados como hasta el momento.
Para comenzar el recorrido de estas características aparentemente únicas y exclusivas de los
autistas, volveremos a hacer referencia a Leo Kanner, quién en su artículo “Los trastornos autistas del
contacto afectivo” (1943), sugiere una serie de características comunes a todos los niños que observó:

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1º. Extrema soledad autista: los niños no se relacionaban normalmente con las personas,
especialmente con otros niños.
2º. Deseo obsesivo de invarianza ambiental: los niños se molestaban de forma exagerada
cuando se producían cambios en sus rutinas o en los objetos que le rodeaban. Insistían en mantener el
ambiente sin cambios.
3º. Memoria excelente: estos niños mostraban una capacidad increíble para memorizar grandes
cantidades de material sin sentido práctico (lo que no excluía la presencia de dificultades de aprendizaje
o retrasos en otros aspectos).
4º. Expresión inteligente (buen potencial cognitivo) y ausencia de rasgos físicos.
5º. Hipersensibilidad a los estímulos: los niños observados por Kanner reaccionaban
intensamente a ciertos ruidos y objetos.
6º. Mutismo o lenguaje sin intención comunicativa real: se observó que además de niños sin
habla, había niños que solo usaban ecolalia (tendencia a comprender las emisiones de forma muy
literal, lo que les impide en ocasiones entender chistes, bromas o situaciones con doble sentido). Esto
explica en gran parte la inversión de los pronombres personales (“yo” para referirse a la segunda
persona y “tú”, para referirse a la primera persona).
7º. Limitaciones en la variedad de la actividad espontánea: se observó un contraste entre la
buena manipulación de objetos y el uso que se hacía de éstos.
Sería importante destacar que aunque la formulación de estas características es la base de la
descripción del comportamiento autista, se ha demostrado con el paso de los años, que no todos las
personas con autismo presentan todas estas características, ni se pueden generalizar, como es el caso
de la característica número 3 y 4: No todos los niños autistas tienen una memoria excelente y un buen
potencial cognitivo, hoy día sabemos, que por lo general, el nivel cognitivo del niño autista no suele ser
muy alto (existiendo discapacidad mental en la mayoría de los casos).
Por otra parte, el DSM-IV (1995) enumera otra serie de síntomas y trastornos asociados al
sujeto autista, con la que pretendemos completar la anterior. Según este manual, el autismo va
asociado en un 75% con retraso mental y el perfil de las habilidades cognoscitivas del autista es
irregular, pudiendo presentar, en ocasiones, grandes progresos como grandes recesos.
Este manual, subdivide los síntomas en tres grandes apartados:

1.- Síntomas comportamentales: hiperactividad, campo de atención reducido, impulsividad,


agresividad, comportamientos autolesivos y, especialmente en los niños pequeños, pataletas.
Otros rasgos comportamentales son:
Respuestas extravagantes a los estímulos sensoriales; irregularidades en la ingestión alimentaria
(por ejemplo, algunos niños comen tierra o muerde insistentemente las prendas que están a su alcance)
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ISSN 1988-6047 DEP. LEGAL: GR 2922/2007 Nº 38 - ENERO DE 2011
o en el sueño; alteraciones de humor o afectividad; parecen no tener miedo a peligros reales –como
caerse por las escaleras- y sí a objetos no dañinos- como a un perchero, a un bote, etc.;
comportamientos autolesivos, pueden hacerse heridas rascando una y otra vez una zona de su piel
hasta hacerse sangre.
2.- Síntomas neurológicos: pueden desarrollar enfermedades como encefalitis, otitis.
3.- Síntoma según edad y sexo: En los niños pequeños se manifiesta por una incapacidad para
abrazar, aversión hacia las manifestaciones de afecto o de contacto físico, ausencia de contacto
ocular, respuestas faciales o sonrisas dirigidas socialmente. En cuanto al sexo, se presenta en
varones con una frecuencia 4 ó 5 veces mayor que en las mujeres.

5. CONCLUSIÓN:
El autismo es probablemente uno de los trastornos que más investigaciones atrae, ya sea por
sus enigmas o sus preguntas sin respuesta. Es difícil entender cómo un niño rodeado por personas de
su ambiente más próximo, pueda vivir ajeno a ellos, en un mundo paralelo. Y es difícil ponerse en el
papel de unos padres que no entienden como su hijo al que aparentemente no le ocurría nada, no se
está desarrollando de la manera que ellos esperaban. Por todos ellos, el autismo es un tema que se
debe seguir investigando, se deben desarrollar nuevos recursos, nuevas herramientas, para entre todos
poder ofrecer a estos padres y a estos hijos las habilidades necesarias para desenvolverse mejor en su
entorno, para llevar en definitiva lo que toda persona merece, una vida de calidad.

6. BIBLIOGRAFIA:
 ALONSO PEÑA, J. R., (2004): Autismo y Síndrome de Asperger: Guía para familiares,
amigos y profesionales. Salamanca: AMARÚ EDICIONES.
 MARTOS, J. (2002): Autismo. Evaluación y Diagnóstico. En Cursos de Logopedia.
Instituto del Lenguaje y la Comunicación.
 VALDEZ, D., (Comp.) (2005): Evaluar e intervenir en autismo. Madrid: Antonio Machado
Libros.
 WING, L., (1998): El autismo en niños y adultos. Una guía para la familia. Barcelona:
PAIDÓS.

Aut oría
 Nom bre y Apellidos: Mónica Benit o Valderas
 Cent ro, localidad, provincia: Chiclana ( Cádiz)
 E- m ail: m bvalderas@yahoo.es

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República Argentina

¿Cómo aparece el autismo? Diagnóstico temprano e indicadores precoces del trastorno

autista (*)

Diagnóstico temprano e indicadores precoces del trastorno autista (*)

Ángel Rivière

Hace unos días, en uno triste, perdimos la presencia y el verbo del profesor Ángel Rivière.

Directa o indirectamente, con sus recordadas aportaciones académicas o mediante su

vinculación profesional y afectiva al mundo grupal y asociativo (en especial, la mantenida

con la APNA), siempre estuvo dispuesto a colaborar en actividades del Real Patronato. La

inclusión de un texto suyo en este número del Boletín tiene, por eso, y por lo menos, un

doble significado: el de la recuperación simbólica del que parece que fue su último texto

escrito (roca minúscula dela montañla de su quehacer y de su entrega); y el del homenaje

personal de respeto a su obra, en el desafíopermanente a la oscuridad y al olvido.

(*) Artículo preparado para las Jornadas sobre El Niño pequeño con Autismo, la primavera

pasada. Las distintas intervenciones en esas jornadas fueron recogidas bajo el mismo título

en una publicación colectiva, compilada en capítulos por el propio Ángel Rivière y por Juan

Martos, y editada por la Asociación de Padres de Niños Autistas, con la colaboración del Real

Patronato. (Madrid, 2000). El texto reproducido integra el capítulo I del libro.

«A medida que transcurría su segundo año de vida, comencé a sentir que alguien me había

o tado el hilo telefó i o ue a tes e ha ía o u i ado o i hijo. Lla a a u a ot a

vez, pero era como si no tuviera línea. Cada vez me era más difícil lograr la relación de

persona a persona que antes había tenido cuando el niño era más pequeño».

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Estas reflexiones de una madre particularmente expresiva, acerca de lo que sentía al

presentarse el autismo de su hijo, son representativas de un sentimiento muy común entre

los padres de niños con autismo. A diferencia de lo que sucede con los familiares de niños

con otras dificultades del desarrollo, tales como las que se producen por ejemplo en el

Síndrome de Down o en los grandes retrasos por encefalopatías de expresión innata, los

padres de autistas sienten con frecuencia que han perdido algo, que hay algo que se les ha

ido o que les ha sido robado por la naturaleza, en el desarrollo de sus hijos.

La siguiente historia se encuentra con muy ligeras variantes, una y otra vez, en los informes

retrospectivos del primer desarrollo que ofrecen al clínico los padres de niños autistas:

«Los padres indican un desarrollo normal hasta la mitad del segundo año. A la edad crítica

de 18 meses, empezaron a inquietarse por la ausencia de lenguaje expresivo y falta de

respuesta al receptivo, y por la existencia de rituales. Hasta esa fase el desarrollo había sido

aparentemente normal.

El niño fue alimentado mediante lactancia materna durante cinco meses y medio. Su ingesta

y sus reflejos de succión eran normales. Adquirió con normalidad los hitos motores,

presentando sujeción cefálica estable desde las primeras semanas, sedestación

independiente desde los 7 meses aproximadamente, y ambulación autónoma desde los 14

meses (antes había dado algunos pasitos, pero una caída retuvo brevemente ese desarrollo

inicial).

En el plano de las conductas sociales y afectivas, José también era un bebé aparentemente

normal. Presentó con toda normalidad las pautas intersubjetivas primarias (sonrisas y otros

gestos expresivos de respuesta e incitación social) desde la edad normal de 2-3 meses.

Desde los últimos meses del primer año o primeros del segundo, realizaba conductas

comunicativas, incluyendo el gesto de señalar para pedir, aunque no es seguro que con

funciones ostensivas. Más aún, desarrolló hacia los 12-13 meses algunas palabras

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referenciales y funcionalmente comunicativas (por ejemplo, «papá», «pan») y todo parecía

indicar un curso normal de desarrollo.

A los 18 meses, se observaron las primeras manifestaciones de alteración del desarrollo. El

niño perdió las palabras que decía anteriormente, y empezó a presentar un patrón de

mutismo y ausencia de respuesta a las emisiones lingüísticas de los adultos vinculares.

Paulatinamente, dejó de mirar a las personas. Era difícil establecer contacto ocular con él.

Evitaba la mirada cuando se intentaba establecer relación visual.

Además presentaba rituales notables, haciendo cada vez más fijos e inflexibles sus juegos y

actividades funcionales. Ordenaba sus juguetes una y otra vez, poniéndolos en fila, como si

fueran soldados en una formación.

Se oponía a cambios en aspectos nimios del medio: no admitía, por ejemplo, que se le dieran

natillas diferentes a las de la marca que se solía emplear en la cena, ni que se utilizara el

mismo plato rojo en ésta que se había utilizado en la comida.

A pesar de la elevación obvia de su umbral de sensibilidad y respuesta al lenguaje, era

evidente que no era sordo. Así, acudía rápidamente a la TV cuando oía la música de un

anuncio que le interesaba. La televisión empezaba a interesarle en exceso. Era imposible

darle de comer si no era delante del televisor.»

Desde hace unos años, me he sentido fascinado por la incógnita de este esquema, que

reviven una y otra vez familias que solicitan un diagnóstico diferencial de un niño pequeño

con las marcas obvias del autismo. Al principio, un desarrollo aparentemente normal, luego

una paulatina «separación», hasta alcanzar una cerrada soledad, un patrón inflexible de

pautas de conducta y de percepción del mundo, una seria dificultad para desarrollar las

capacidades semióticas (de comunicación, símbolos y lenguaje) que sitúan a los niños

pequeños «en el interior» del mundo de las personas; en las redes interpersonales que dan

sentido y dirección a las relaciones. ¿Por qué y cómo se «cierra» de forma tan evidente, en el

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segundo año, el mundo de un niño que parecía normal en el primero? ¿Qué significado tiene

ese proceso? ¿Hasta qué punto puede ayudarnos a comprender la naturaleza del autismo?

El primer paso para responder a estas preguntas consiste en definir con claridad el esquema,

el patrón prototípico por el que se define el desarrollo del autismo. Y, antes que eso, en

justificar que efectivamente existe un patrón prototípico; es decir, que el modo de aparición

y las primeras manifestaciones del autismo de Kanner no son fenómenos con una

miscelánea diversidad, tal que sea imposible reconocer en ellos patrones comunes, típicos o

muy frecuentes.

¿Existe, cuando menos, un patrón prototípico, un esquema en los informes

retrospectivos que dan las familias acerca de sus hijos? Para responder a esta pregunta, se

realizó un estudio sobre los informes retrospectivos proporcionados por 100 familias de

niños autistas. Para asegurar que la muestra fuese adecuada, se exigieron condiciones muy

precisas: en primer lugar, todos los niños de la muestra tenían que presentar autismo, con

arreglo a la definición de la DSM-III-R (que era la vigente en el momento de realización del

estudio). Además, el diagnóstico de autismo tenía que estar confirmado, de forma

inequívoca, por dos profesionales independientes. Por otra parte, se exigía que fueran los

padres (y no otros miembros de la familia, u otras personas) los que informaran,

retrospectivamente, del desarrollo inicial de sus hijos. Estos eran 79 varones y 21 niñas,

definiendo una ratio de 3.76 / 1, que es común en los estudios sobre autismo con muestras

amplias. Tenían una edad cronológica media, en el momento de recogida de los datos, de 7;

3 años, y una edad mental media de 3;1 años. Los cocientes de desarrollo eran inferiores a

40 en el 64 %, de 40 a 70 en el 28 %, y superiores a 70 sólo en el 8% de los casos (no había

ninguna niña con cociente superior a 70).

En 25 de los 100 casos analizados, los padres habían tenido en el primer año alguna

preocupación con respecto al desarrollo de sus hijos, al observar en ellos pasividad, ausencia
de comunicación, falta de respuestas expresivas a los intentos de interacción, o estereotipias

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Sólo tres familias se habían preocupado antes de que los bebés alcanzaran los 6 meses. La

mayoría de los padres –cincuenta y siete de los cien– se habían preocupado en el segundo

año de vida, al observar falta de respuesta a las llamadas y el lenguaje, falta de desarrollo del

lenguaje y desconexión. Por último, 18 familias se habían preocupado después del segundo

año, sobre todo entre los 24 y los 30 meses (11 familias). Cuatro familias se habían

preocupado entre los 30 y 36 meses, y tres, cuyas preocupaciones fueron muy tardías, entre

los 36 y 42, a pesar de que sus hijos presentaban obviamente un trastorno autista.

Es interesante resumir algunos datos adicionales de la investigación mencionada, porque

ofrecen pistas importantes acerca del primer desarrollo del autismo. Hay un dato muy

significativo: aunque la mayoría de las familias se habían preocupado por el desarrollo de sus

hijos a los 18 meses de edad de éstos o después, sus informes retrospectivos indicaban que

el 97 % de los niños autistas no producían a la edad adecuada conductas de comunicación

intencionada para compartir experiencias (protodeclarativos), y el 95 % indicaban que no

producían tampoco comunicación para pedir (protoimperativos). Recordemos que estas

pautas de comunicación intencionada definen el desarrollo de la llamada fase ilocutiva en el

desarrollo normal del niño, que se extiende entre los 9 y los 18 meses de edad. Por

consiguiente, antes de los 18 meses había algo importante a destacar en la conducta de los

niños que luego desarrollarían un cuadro evidente de autismo, aunque ese «algo» no había

preocupado en aquel momento del desarrollo. Nos referimos a la ausencia de pautas de

comunicación intencional en la fase ilocutiva (9-18 meses) del desarrollo.

Otro dato importante era que la mayoría de los padres (el 67 %) indicaban que sus hijos

habían sido muy tranquilos en su primer año de vida. Aunque insistían, en prácticamente

todos los casos, en que se trataba de una «tranquilidad normal» y no de una «pasividad

patológica», es probable que esta característica, que se retrotraía en la gran mayoría de los

casos hasta la llamada fase perlocutiva del desarrollo (que abarca los primeros 8 meses de
vida), reflejara la propensión de los bebés a presentar pautas limitadas, disminuidas en

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frecuencia o en «intensidad expresiva», de expresión de sus emociones y motivos. Frases

como «era el que menos lloraba de los hermanos», «no había que ocuparse de él

constantemente, como pasaba con su hermano», o «era el mejor de todos mis hijos; el que

menos guerra daba de pequeño», eran bastante frecuentes en las narraciones de los padres.

Hay dos resultados más de este estudio que merecen destacarse: en primer lugar, el hecho

de que no existiera una correlación significativa entre el comienzo de las primeras alarmas

de los padres y el nivel de desarrollo mental presentado posteriormente por sus hijos con

autismo. Parece que el momento en que aparece el autismo no covaría, en ningún sentido,

con el grado de retraso al que luego se asocia el cuadro (recordemos que los niveles de

retraso eran importantes en la muestra de esta investigación). En segundo lugar, no había

diferencias entre los niños con autismo que eran primogénitos o hijos únicos y los otros en

cuanto a la edad en que se detectaban los primeros síntomas por los padres. Este dato es

importante, porque sugiere indirectamente que los síntomas del autismo inicialmente

percibidos por los padres son suficientemente claros como para que los padres primerizos

tomen conciencia de ellos en los mismos momentos del desarrollo en que los perciben los

padres más expertos.

El patrón normativo de desarrollo que ofrece el estudio que acabamos de mencionar (al

menos, el patrón que está en las mentes y los recuerdos de los padres) es bastante claro. Se

define por: (1) Una normalidad aparente en los ocho o nueve primeros meses de desarrollo,

acompañada muy frecuentemente de una característica «tranquilidad expresiva», que es

vivida por los padres como un rasgo temperamental del niño, y no como una muestra de

alteración de su desarrollo; (2) ausencia (frecuentemente no percibida como tal) de

conductas de comunicación intencionada, tanto para pedir como para declarar, en la fase

ilocutiva del desarrollo, entre el noveno y el décimo séptimo mes, con un aumento paulatino

de un patrón de pérdida de intersubjetividad, iniciativa de relación, respuestas al lenguaje y


conductas de relación, y (3) finalmente, una clara manifestación de alteración cualitativa del

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desarrollo, que suele coincidir precisamente con el comienzo de la llamada «fase locutiva»

del desarrollo, caracterizada por cambios revolucionarios, a los que luego nos referiremos,

en el desarrollo mental y comportamental del niño. En esta fase, resulta ya evidente un

patrón de desaferentización, limitación o ausencia de lenguaje, sordera aparente paradójica,

ritualización creciente de la actividad, oposición a cambios ambientales y ausencia de

competencias intersubjetivas y de ficción.

¿Hasta qué punto es específico ese esquema que se define a través de los informes «a

posteriori» que nos dan los padres acerca del primer desarrollo de sus hijos con autismo?

Para investigar esa pregunta se realizó un segundo estudio, con el que se continuaba la

investigación anterior, al tiempo que se precisaban algunos de sus resultados. En este

estudio, se compararon los informes retrospectivos dados por 83 familias con niños a los que

se había diagnosticado autismo con los proporcionados por 46 familias cuyos hijos habían

recibido el diagnóstico de retraso del desarrollo con rasgos autistas, y los dados por 66

familias de niños de la misma edad con desarrollo normal. Para controlar la posible

influencia del retraso, se igualaron en cociente de desarrollo las muestras de niños con

retraso del desarrollo y espectro autista, por una parte, y de autismo asociado a retraso por

otra. El CD medio de la primera muestra era 56, y el de la segunda 58 (la diferencia no era

estadísticamente significativa). También se igualaron las edades cronológicas, cuyas medias

eran respectivamente 6;7 y 6;3. La ratio de varones-niñas era de 3.36/1 en la muestra de

niños autistas, 3 / 1 en la de niños con retraso y espectro autista, y 2.88 / 1 en la de niños

con desarrollo normal (en éstos se seleccionó así a propósito la muestra, para acercar su

composición a las otras).

En el cuadro 1, se presentan en términos de porcentajes, los datos obtenidos en esta

investigación y tomados de los informes retrospectivos proporcionados por los padres de

niños con autismo, con retraso y espectro autista y normales. Se analizaron, en esta
investigación, las diferencias existentes entre las tres muestras en cuanto a la percepción de

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los padres sobre la normalidad del desarrollo en el primer año, en la existencia o no de

retraso motor, en la presencia de alteración social en el primer año (tal como podía

reconstruirse por los informes familiares), en la existencia o no de sospechas de sordera, en

«tranquilidad» o «pasividad expresiva» del primer año, en conductas comunicativas, en

anomalías médicas y neurobiológicas, en trastornos del parto y en aspecto neonatal. En la

parte inferior del cuadro 1, se presentan las diferencias que alcanzaban significación

estadística entre los niños con autismo y los niños con retraso, por una parte, y los niños

normales y los niños con autismo por otra.

Cuadro 1: Porcentajes en los diferentes elementos de desarrollo analizado para la muestra

de niños con autismo, la muestra de niños con retraso y E.A. y la de niños con desarrollo

normal.

AUTISMO RETRASO NORMAL

1. Desarrollo en el primer año percibido como


75.60 25.00 95.45
normal.

2. Retraso motor en el momento del examen. 21.68 65.22 13.63

3. Recuerdo de alteración o déficit social en


25.30 64.45 1.51
primer año.

4. Sospechas firmes de que podía ser sordo. 25.92 54.45 7.57

5. Pasividad. I p esió de ue e a u
57.81 50.00 13.63
ta uilo .

6. Ausencia de protoimperativos en 12-18 meses. 93.90 91.00 1.53

7. Ausencia de protodeclarativos en 12-18 meses. 95.00 95.45 1.53

8. Anomalías neurológicas detectadas. 13.69 66.70 3.03

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9. Enfermedades asociadas a alteraciones de


28.04 52.17 7.57
desarrollo.

10. Circunstancias adversas en el parto. 13.25 39.13 4.76

11. Buen aspecto neonatal. 86.74 63.00 96.96

12. Pueden reconocerse anomalías en el primer

año (Con independencia de que los padres las 24.00 65.85 --

percibieran).

Diferencias que alcanzan significación estadística (p < . 01):

Entre niños con autismo y niños con retraso:

Desarrollo en primer año percibido como normal.

Retraso motor.

Recuerdo de alteración o déficit social en primer año.

Sospechas firmes de sordera.

Anomalías neurológicas detectadas.

Enfermedades asociadas a alteraciones del desarrollo.


Circunstancias adversas en el parto.

Buen aspecto neonatal.

Pueden reconocerse anomalías en el primer año.

No se encuentran diferencias en pasividad, ausencia de protoimperativos y ausencia de

protodeclarativos.

Entre niños con autismo y niños normales:

Desarrollo en el primer año percibido como normal.


Recuerdo de alteración o déficit social en primer año.

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Sospechas firmes de sordera.

Pasividad.

Ausencia de protoimperativos.

Ausencia de protodeclarativos.

Enfermedades asociadas a alteraciones del desarrollo.

No se encuentran diferencias en retraso motor, anomalías neurológicas detectadas,

circunstancias adversas en el parto y buen aspecto neonatal.

Como el lector podrá comprobar en el cuadro 1, los resultados de la investigación de

comparación entre datos retrospectivos de padres de hijos con autismo, retraso con rasgos

autistas y normales, son muy interesantes. Tanto los niños con autismo como los que

presentan retraso acompañado de espectro autista, presentan un patrón de pasividad o de

tranquilidad que llama la atención en el primer año (la diferencia entre los porcentajes de

57.81 % y 50.00 % no alcanza significación estadística). Además, ni unos ni otros desarrollan

las pautas de comunicación intencionada (protodeclarativos y protopimperativos) que

normalmente resultan evidentes en el niño en los primeros meses del segundo año de vida.

Resulta notable la ausencia casi completa de esos patrones tanto en los niños que luego

presentan autismo como en los que presentan retraso del desarrollo.

Sin embargo, existen muchas diferencias entre los informes retrospectivos de los padres de

niños con autismo y los que nos proporcionan los de niños con retraso y rasgos autistas. De

cada cuatro de los primeros, tres percibían como «normal» a su hijo en el primer año de

vida. En cambio, de cada cuatro de los segundos, tres percibían que el desarrollo de su hijo

no era normal. Los niños con retraso en el desarrollo ofrecían, con mucha más frecuencia

que los autistas, la impresión de que su desarrollo social en el primer año era anómalo o
presentaba retrasos. Además, el retraso motor era mucho más frecuente en los niños con

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retraso, como también lo era la presencia de alteraciones neurológicas o de enfermedades

asociadas a alteraciones del desarrollo, y las circunstancias desfavorables en el parto. La

impresión de buen aspecto neonatal era más frecuente en los padres de niños con autismo

que en los de niños con retraso. Por el contrario, en el segundo año de vida, era mucho más

frecuente que los padres de niños con autismo tuvieran sospechas firmes de sordera.

Son igual de interesantes las diferencias entre los niños con autismo y los normales. Como el

lector comprobará en el cuadro 1, no existían diferencias entre ellos en retraso motor,

anomalías neurológicas detectadas, circunstancias adversas en el parto y buen aspecto

neonatal. Pero los niños autistas provocaban más sospechas de presentar alguna anomalía

en el desarrollo en el primer año, sugerían más frecuentemente que su desarrollo social era

anómalo o tenía retrasos en esa fase, daban lugar a más sospechas de sordera en el segundo

año, por su falta de atención y respuesta a las llamadas y el lenguaje, se mostraban más

«tranquilos» o pasivos expresivamente en el primer año, presentaban más enfermedades

asociadas a alteraciones del desarrollo, y sobre todo carecían de capacidades de

comunicación, en los primeros meses del segundo año, que sí tenían los niños normales.

Los resultados de este segundo estudio no sólo confirman la existencia de un perfil típico de

desarrollo del autismo, definido por discreta «pasividad considerada un rasgo

temperamental» en la fase perlocutiva, ausencia de comunicación intencional en la ilocutiva,

y presencia evidente de una anomalía cualitativa del desarrollo al comenzar la fase locutiva,

sino que demuestran además que ese perfil es específico del autismo, o al menos permite

diferenciar a los niños con autismo y retraso asociado de aquellos otros que presentan

retraso del desarrollo con rasgos autistas asociados. Característicamente, en los niños con

autismo, el patrón de pasividad-ausencia de comunicación y anomalía obvia posterior

provoca preocupaciones en los padres de los niños autistas más tarde que en los padres de

niños con retraso y espectro autista. Además, se asocia a menores grados de alteraciones
médicas y neurológicas, se acompaña de sospechas más frecuentes de sordera en el niño, y

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se asocia con menor retraso motor en los niños con autismo que en los que tienen retraso y

rasgos autistas.

Teniendo en cuenta que esta diferenciación no siempre es fácil de establecer clínicamente,

este resultado es importante. Refleja la existencia de una clara correlación entre los datos

retrospectivos, sobre el desarrollo inicial, aportados por los padres y las observaciones

clínicas «sincrónicas» que permiten, en último término, al clínico incluir a unos niños en la

categoría diagnóstica a la que damos el nombre de «trastorno autista con retraso asociado»

y a otros en la de «retraso con rasgos autistas». Esta correlación entre el patrón de aparición

y desarrollo inicial y las características de conducta y desarrollo posteriores, analizadas en un

momento puntual del desarrollo, puede tener una gran importancia para comprender en

qué consisten las alteraciones del desarrollo que se producen en el autismo.

Hay un dato más que puede ser una pista importante en nuestro intento de reconstruir la

lógica del desarrollo del autismo, la relación que pueda existir entre el modo en que se

produce este trastorno y la naturaleza subyacente de las alteraciones neurobiológicas y

psicológicas que lo explican como trastorno del desarrollo. El dato al que me refiero no se

observa en el autismo, sino precisamente en las historias retrospectivas de muchos de esos

otros niños que nos han servido de marco de comparación: aquellos que presentan retraso

del desarrollo con rasgos autistas. Son muy numerosas las familias de niños con retraso del

desarrollo y espectro autista asociado, que narran en esquema la siguiente historia: el niño

presentaba ya anomalías claras del desarrollo desde su primer año de vida, pero en el

segundo . Si bien ya estaba desaferentizado antes, y daba escasa respuesta social a las

personas, o era poco expresivo y poco intersubjetivo desde el primer año, en el segundo

aumentó su grado de desaferentización, su lejanía de las personas, su «autismo» en una

palabra.

La siguiente historia es un buen ejemplo de este esquema, muy frecuente en los informes
retrospectivos de los padres de niños con retraso del desarrollo y rasgos autistas asociados

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(o más técnicamente, con «espectro autista», pero no con el Trastorno de Kanner). Se trata

de una niña con retraso severo, cuya historia se describe así:

Primera gestación de la madre, que cursó con aparente normalidad. Percepción clara de

movimientos fetales desde el cuarto o quinto mes. Parto a término, realizado mediante

cesárea sin contracciones previas. Peso neonatal de 4.000 grs. Perímetro cefálico de 36.5

cm. Líquido amniótico escaso y teñido de meconio. Cianosis postparto.

En reconocimiento neonatal se observó cutis marmorata, hipotonía global,

desaferentización, fenotipo peculiar y ausencia de coordinación de succión y deglución. Por

todo ello, se realizó ingreso en servicio de neonatología, cuando la niña tenía tres días de

vida. En ecografía cerebral y resonancia magnética, se definió hipoplasia de cuerpo calloso y

asimetría interhemisférica, definiéndose cariotipo femenino normal, 46 XX.

Patrón de retraso importante del desarrollo manifestado desde el principio, y más

marcadamente desde los 12 meses aproximadamente. En el primer año, presentó patrón de

hipotonía, retraso en el desarrollo de patrones motores y desaferentización. A los tres

meses, presentó crisis cianótica que obligó a ingreso y se diagnosticó como espasmo de

sollozo (las crisis de este tipo se han repetido varias veces posteriormente). Se indica

adquisición de sostén cefálico relativamente estable hacia los tres meses, sedestación sin

apoyo a los 9 meses y ambulación autónoma desde los 23 meses. En informes neurológicos

realizados cuando la niña tenía 19 y 20 meses se define patrón de desconexión, con

inseguridad acerca del reconocimiento de figuras vinculares, pauta de bipedestación y

ambulación con apoyo, y se diagnostica «encefalopatía con afectación psíquica severa e

hipogenesia del cuerpo calloso». En la segunda mitad del segundo año, los padres

observaron un aumento de la desconexión que la niña ya tenía previamente.

¿Qué puede significar el aumento del «autismo» en el segundo año de vida en muchos niños

con retraso del desarrollo? ¿Cómo podemos asociar ese dato al que indica que en ese mismo
momento del desarrollo es cuando aparecen prototípicamente manifestaciones

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suficientemente claras del autismo clásico de Kanner como para llevar a los padres a

preocuparse? Es importante destacar el hecho de que en todos los cuadros que se

acompañan de desconexión (tanto el autismo clásico como los retrasos del desarrollo que se

acompañan de rasgos autistas) parece existir un patrón que permite diferenciar tres fases o

estadios de desarrollo, que también se diferencian con claridad en el desarrollo normal.

A partir de estudios acerca del desarrollo de la inteligencia en el niño normal (Piaget, 1969),

de su comunicación (Bates, 1976), de su atención (Ruth y Rothbart, 1996), y de otras

funciones, aparecen nítidamente diferenciadas tres etapas importantes en el desarrollo

inicial del niño. La primera se extiende a lo largo de los primeros ocho meses de vida. Se

corresponde con el primer subperíodo sensoriomotor de Piaget (1969), con la fase

«perlocutiva» de que habla Bates (1976), con un periodo en que es claramente dominante el

«primer sistema de atención» de que hablan Ruth y Rothbart (1996). En esta fase del

desarrollo, en que aún no puede reconocerse «comunicación intencionada» en el niño,

aunque sí patrones de relación intersubjetiva primaria y de vinculación muy complejos, los

rasgos de desconexión suelen ser menos «visibles», menos evidentes. En la mayoría de los

niños que posteriormente expresan un autismo de Kanner, no se reconocen aún (en caso de

haberlos). Probablemente, las anomalías en esa fase son muy sutiles y no sólo no son

reconocidas por los padres, sino que tampoco son detectadas por los expertos al analizar

películas familiares del primer desarrollo de niños en los que luego «aparece» el autismo

(Lösche, 1990).

La segunda etapa comienza hacia los nueve meses. Es el segundo subperiodo sensoriomotor

(Piaget, 1969), la fase «ilocutiva» del desarrollo (Bates, 1976), en que aparece la

comunicación intencionada y toda la conducta del niño se hace más estratégica y

propositiva. En esa fase, comienza claramente a desarrollarse, en el niño normal, un

«segundo sistema de atención» (Ruth y Rothbart, 1996), que permite la emergencia de


pautas de atención sostenida conjunta. Son muchos los investigadores que consideran que

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hacia los nueve meses se produce una transición fundamental en el desarrollo del niño

(Bertenthal y Campos, 1990; Emde at al., 1976). Muchos de los cambios que se producen en

la conducta del niño normal a esa edad implican inicios rudimentarios de «función

ejecutiva»(Diamond y Gilbert, 1989). Los estudios de PET con bebés humanos (Chugani,

1994) sugieren que hay zonas de los lóbulos frontales que se van haciendo funcionales en

ese período que se extiende entre los 9 y los 18 meses. Las pautas de comunicación

intencionada, destinadas a cambiar el mundo físico (protoimperativos) o a cambiar el mental

(protodeclarativos) se establecen de forma nítida a lo largo de este periodo, y deben ser ya

muy evidentes en su segunda parte: entre los 12 y los 18 meses.

En muchos niños con retraso del desarrollo y rasgos autistas, los padres se hacen cada vez

más conscientes de la «desconexión con el mundo» de sus hijos en esta etapa. Por otra

parte, alrededor de la cuarta parte de los padres de niños con autismo empiezan a

preocuparse en ella, al observar la falta de respuesta social, o la conducta ritualizada e

inflexible de sus niños pequeños. Pero, sobre todo, aunque muchos padres de niños con

autismo aún no perciban nada anómalo en el desarrollo de sus hijos antes de los 18 meses,

lo cierto es que los profesionales sí pueden reconocer que algo fallaba ya en esa etapa.

Recordemos que la inmensa mayoría de los niños autistas no se comunicaban en ella ni para

pedir ni para compartir experiencias, según indican los informes retrospectivos de los

propios padres. Además, en películas familiares, por ejemplo de la celebración de la fiesta

del primer cumpleaños, sí se definen ya diferencias de atención social, responsividad e

implicación entre los niños con autismo y los normales.

El conjunto de transformaciones que se va preparando dinámicamente en la fase ilocutiva,

se precipita en un cambio fundamental del desarrollo con el comienzo de la etapa siguiente,

hacia los 18 meses. En el comienzo de la «fase locutiva» de Bates (1976) o «período

preoparatorio» en el término de Piaget (1969), los cambios psicológicos y neurobiológicos


del niño normal son tan diversos y complejos que resultan difíciles de resumir: se produce el

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paso a una «inteligencia representacional», se elaboran estructuras lingüísticas que implican

una creatividad formal por parte del niño. Éste se empieza a ver a sí mismo como un agente

que actúa sobre el medio (Jennings, 1991). Empieza a tener emociones del yo, como el

orgullo, o la vergüenza (Stipek, Recchia y McClintic, 1992). Los cambios que se producen

entre los 18 y 24 meses en capacidades dependientes de un «control ejecutivo» son

dramáticos (Diamond, Towle y Boyer, 1994; Overman, 1990). Es en ese momento cuando se

presenta típicamente, ante los padres, la evidencia de que algo importante está sucediendo

en el desarrollo de sus hijos. En los últimos meses del segundo año, es frecuente que los

niños autistas «se alejen» rápidamente de las relaciones, expresen con claridad su dificultad

para desarrollar las capacidades de lenguaje, simbolización ficción e intersubjetividad

compleja que desarrollan los niños normales en ese momento. En muchos casos, resulta

evidente la imposición de un patrón de sordera aparente y de silencio expresivo en el niño.

También de falta de respuesta al contacto ocular y de iniciativa de contacto. Por su parte,

muchos niños con retraso y rasgos autistas, que ya presentaban desde antes anomalías

evidentes en sus pautas sociales, las demuestran aún con más claridad en el segundo

semestre del segundo año.

Para cuando llegan los 18 meses, el cuadro de autismo ya puede ser muy evidente en una

serie de indicadores. En su importante estudio sobre los marcadores psicológicos que

permiten detectar el autismo en niños de 18 meses, Baron-Cohen et al. (1997) señalaron

tres indicadores clave, que aparecen en el CHAT, un instrumento de detección precoz del

autismo en contextos de «screening». Los tres indicadores son la ausencia de gestos

comunicativos de carácter protodeclarativo, la falta de miradas de atención conjunta y la

carencia de juego de ficción. En cualquier caso, los niños de 18 meses, ya pueden presentar

con claridad el conjunto de alteraciones que se presentan en el cuadro 2, que puede

emplearse como instrumento útil para el diagnóstico diferencial de niños con sospechas de
autismo, entre los 18 meses y los 3-4 años.

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Como podrá comprobar el lector, los items que se incluyen en el cuadro 1 pueden agruparse

en varias características generales, que definen a grandes rasgos las alteraciones

patognómónicas y universales en los niños pequeños con autismo. Estas alteraciones son las

siguientes: (1) elevación clara de los umbrales de atención y respuesta a estímulos sociales y

lingüísticos, (2) limitación importante de las pautas de acción, atención y referencia

conjunta, (3) falta de empleo comunicativo y «cómplice» de la mirada para regular

situaciones de interacción, (4) ausencia de pautas de comunicación con función ostensiva o

de compartir experiencia, (5) ausencia de mecanismos de «suspensión semiótica», (6)

ausencia de pautas de ficción y metarrepresentación, (7) núcleo disfásico receptivo, que

puede ser paradójicamente «selectivo» en la comprensión del lenguaje, (8) presencia de

pautas repetitivas, (9) oposición a cambios ambientales, (10) propensión a ignorar a los

iguales, (11) limitación o carencia de iniciativas de relación, y (12) lenguaje expresivo

ausente o funcionalmente muy limitado.

Cuadro 2. Indicadores de autismo típicos de la etapa 18-36 meses

Sordera aparente paradójica. Falta de respuesta a llamadas e indicaciones.

No o pa te fo os de ate ió o la i ada.

Tiende a no mirar a los ojos.

No mira a los adultos vinculares para comprender situaciones que le interesan o extrañan.

No mira lo que hacen las personas.

No suele mirar a las personas.

Presenta juego repetitivo o rituales de ordenar.

Se resiste a cambios de ropa, alimentación, itinerarios o situaciones.

Se altera mucho en situaciones inesperadas o que no anticipa.

Las novedades le disgustan.

Atiende obsesivamente, una y otra vez, a las mismas películas de vídeo.

Coge rabietas en situaciones de cambio.

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Carece de lenguaje o, si lo tiene, lo emplea de forma ecolálica o poco funcional.

‘esulta difí il o pa ti a io es o él o ella.

No señala con el dedo para compartir experiencias.

No señala con el dedo para pedir.

F e ue te e te pasa po las pe so as, o o si o estuvie a .

Pa e e ue o o p e de o ue o p e de sele tiva e te sólo lo ue le i te esa.

Pide cosas, situaciones o acciones, llevando de la mano.

No suele ser él quien inicia las interacciones con adultos.

Pa a o u i a se o él, ha ue salta u u o : es de i , ha e falta po e se frente a

frente, y producir gestos claros y directivos.

Tiende a ignorar completamente a los niños de su edad.

No juega o otros niños.

No realiza juego de ficción: no representa con objetos o sin ellos situaciones,

No da la i p esió de o pli idad i te a o las pe so as ue le odea , au ue te ga

afecto por ellas.

¿Es posible que los síntomas, ya característicos del trastorno autista de Kanner y típicos del

comienzo de la fase locutiva (18 a 36 meses) aparezcan sin alguna clase de precursores

previos? El trastorno autista clásico de Kanner se presenta, característicamente, de forma

muy insidiosa pero muy espectacular. Las carencias que presentan los niños son

impresionantes, y se hacen evidentes en pocos meses. Como sugiere el cuadro 2, se

observan, generalmente desde la segunda mitad del segundo año de vida, «ausencias

importantes», al menos en veinticinco capacidades funcionales, que se sintetizan en el

cuadro 3, que pueden tomarse como una escala de las funciones más afectadas en los niños

pequeños con autismo. Las puntuaciones muy bajas en esa escala (cuyos items están
planteados en términos positivos) pueden tomarse como indicadores significativos en el

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proceso de diagnóstico diferencial en esas edades del comienzo de la fase locutiva; edades

en que el diagnóstico es a la vez más importante y más difícil (sobre todo en las edades más

cercanas a los 18 meses). En efecto: es frecuente que cuadros de definición muy imprecisa

aún hacia los dieciocho meses de edad alcancen una definición muy nítida en las edades

comprendidas entre los 30 y los 42 meses, en las que el trastorno autista frecuentemente se

manifiesta de una forma crítica y mucho más clara y contundente.

Los indicadores que se presentan en los cuadros 2 y 3 deben situarse en un «continuo»

diacrónico de alteraciones que pueden manifestarse en los cuadros de autismo en diferentes

fases del desarrollo humano. No se producen de forma súbita y agenética, sino en el marco

de ese continuo. Gillberg y Peeters (1995) han desarrollado un cuadro muy completo de las

anomalías más frecuentes que se observan en las historias de los niños con autismo entre los

6 y los 60 meses, poniéndolas en relación con diferentes momentos del desarrollo del

lenguaje y la comunicación, la interacción social y la imaginación en la ontogénesis de los

niños normales. En el cuadro 4, se presenta una síntesis adaptada del cuadro desarrollado

por estos investigadores para el lenguaje y la comunicación. Nos ofrece la imagen de un

desarrollo «impedido», que se caracteriza por ser improductivo, rígido, poco expresivo,

asemántico e idiosincrático.

Cuadro 3: Escala de valoración, en niños de 1 a 4 años, de capacidades funcionales que

normalmente se alteran en los niños con autismo.

Puntúe hasta qué punto es muy frecuente (4), frecuente (3), escasa (2), muy escasa (1) o

está ausente en el niño (0) cada una de las siguientes conductas o gestos:

Contactos oculares.

Miradas para interpretar

Mirar a lo mismo que otros.

Miradas cómplices.

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Gestos de señalar.

Comunicarse para compartir.

Respuestas a llamadas.

Oraciones espontáneas.

Iniciativas de relacionarse.

Relaciones con iguales.

Juegos con sustitución.

Respuestas curiosas a lo nuevo.

Respuestas de reciprocidad.

Conductas de mostrar algo.

Respuestas al lenguaje.

Curiosidad por las personas.

Comentar cosas.

Representar personajes.

Estereotipias.

Rituales.

Rabietas ante situaciones nuevas.

Rechazar a las personas.

Oponerse a novedades.

Pedir llevando la mano, sin señalar.

Oraciones ecolálicas.

Autoagresiones.

Agresiones a otros.

Sumar las puntuaciones de los items 1 a 18. Luego sumar las puntuaciones de los items 19 a

27, y restarlas de las anteriores. Definir así una puntuación total en los siguientes términos:

(( 1 + 2 +....+ 18) – ( 19 + 20 +... + 27)). Cuanto más baja sea esa puntuación global más

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probable es que el cuadro sea un autismo de Kanner.

Cuadro 4. Lenguaje y comunicación en el desarrollo normal y fases tempranas del autismo

(adaptado de Gillberg y Peeters, 1995).

Edad (meses) Desarrollo normal Desarrollo autista

2 Gorgeo. Sonidos vocálicos.

6 Co ve sa io es vo ales: Co Llanto difícil de interpretar.

turnos en posición frente a frente.

Primeros sonidos consonánticos.

8 Balbuceo con variaciones de Balbuceo limitado o raro. No se

e to a ió I lu e do e to a ió imitan sonidos, gestos o

i te ogativa . “íla as epetitivas expresiones.

(ba-ba-ba, ma-ma-ma). Primeros

gestos de señalar.

12 Primeras palabras. Pueden aparecer las primeras

Jerga con entonación de oración. palabras, pero con frecuencia

Lenguaje usado sobre todo para carecen de sentido comunicativo.

comentar. Llanto intenso, frecuente, que sigue

Juego vocal. siendo difícil de interpretar.

Uso de gestos y vocalizaciones para

obtener atención, mostrar objetos y

hacer preguntas.

18 Vocabulario de 3 a 50 palabras.

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Primeras oraciones.

“o ee te sió del sig ifi ado.

El lenguaje se usa para comentar,

pedir y obtener atención.

Imitaciones frecuentes de lenguaje.

24 Se combinan de 3 a 5 palabras en Si las hay, menos de 15 palabras. A

f ases teleg áfi as . P egu tas ve es, las pala as se pie de .

simples. Empleo de demostrativos, No desarrollan gestos.

acompañados de gestos ostensivos. Limitación en gestos de señalar, si

Pueden llamarse por el nombre más existen.

ue o el o . A ve es, eve

inversión de pronombres. No se

sostienen temas. El lenguaje se

e t a e el a uí aho a .

36 Vocabulario de más de 1000 Las oraciones son raras. Muchas

palabras. ecolalias, pero poco lenguaje

La mayoría de los morfemas creativo.

gramaticales se dominan (plurales, Pobre articulación en la mitad de los

pasado, preposiciones). hablantes.

Las imitaciones son infrecuentes a La mitad o más de los niños con

esta edad. autismo no tiene lenguaje a esta

El lenguaje se emplea cada vez más edad.

para hablar de lo no presente. Hay

muchas preguntas, con objetivos de

mantener interacción más

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frecuentes que de obtener

información.

48 Se emplean estructuras oracionales Algunos combinan 2 o 3 palabras

complejas. creativamente.

Capaces de sostener temas de La ecolalia persiste. En algunos, se

conversación y de añadir nueva usa de forma comunicativa. Se

información. Piden a otros que repiten anuncios de TV. Algunos

aclaren lo que intentan decir. piden verbalmente.

Ajustan la cualidad del lenguaje al

interlocutor (por ejemplo, lo hacen

más simple al hablar a los de dos

años).

60 Uso más adecuado de estructuras No comprenden ni expresan

complejas. conceptos abstractos.

Generalmente, estructuras No pueden conversar.

gramaticales maduras. Inversión de pronombres.

Capacidad de juzgar oraciones como Ecolalia.

gramaticales o no. Se comprenden Preguntas escasas y repetitivas.

chistes e ironías, y se reconocen

ambigüedades.

Aumenta la capacidad de ajustar el

lenguaje a la perspectiva y el papel

del interlocutor

Las imágenes intuitivas que nos producen las observaciones del cuadro 4 son las de una

estructura de «embudo», en que progresivamente se agranda la diferencia entre el muy

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rápido y productivo desarrollo normal en la fase locutiva y el desarrollo del autismo. Esta

misma imagen se produce cuando se observan las diferencias en dimensiones tales como la

interacción social y la imaginación, para cuya valoración remitimos al lector al excelente

texto de Gillberg y Coleman (1995), del que hemos tomado en préstamo el cuadro 4.

Y es que, a medida que los niños normales penetran en la fascinante etapa en que

construyen las que Vygotsky llamaba «funciones superiores rudimentarias», tales como el

lenguaje, las competencias de ficción en el juego, las habilidades y destrezas simbólicas y las

competencias intersubjetivas de alto nivel, se alejan de un cuadro que obviamente debe

entenderse como un trastorno específico de los procesos de desarrollo neurobiológico y

psicológico por los que se constituyen las funciones de relación y simbolización propias de

las fases ilocutiva y locutiva. En muchas ocasiones, el autismo ofrece la impresión de ser la

larga sombra de una alteración de los procesos de ontogénesis de capacidades humanas que

se desarrollan de forma crítica entre los ocho o nueve meses y los cinco años.

¿Cuales son las «anomalías precursoras», es decir, las que se encuentran al comienzo de ese

embudo al que hacíamos referencia? En el cuadro 5, se mencionan algunas anomalías,

señaladas por diferentes investigadores, y que se han señalado en las historias de niños con

autismo, pero que son mucho más frecuentes aún (como ya hemos visto) en las narraciones

de los padres de niños con retraso del desarrollo y espectro autista.

Cuadro 5. Alteraciones afectivas y emocionales precoces, mencionadas por diferentes

investigadores.

Contacto físico. No le gusta que le toquen. No se abraza. No soporta el contacto corporal.

Evita el contacto corporal.

Llanto. Llora sin sentido. Llanto poco expresivo, difícil de interpretar.

Seguimiento ocular. No sigue a las personas ni a los objetos. Difícil contacto ocular.

Adaptación postural. Rigidez y resistencia al contacto. Falta de ajuste postural. Actitudes

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posturales extrañas. Falta de pautas anticipatorias.

Conductas de aproximación. Ausencia de gestos y actitudes expresivas. Falta de sonrisa al

rostro. Indiferencia al rostro. Falta de manifestaciones al ver a la madre.

Vocalizaciones. Ausencia de vocalizaciones.

Conductas de imitación. No imita sonidos. No imita gestos. Dificultad para imitar

movimientos.

Interacciones de la díada. Indiferencia a la hora de mamar. No busca consuelo.

Expresión facial. Cara poco expresiva, triste e indiferente. Ausencia de mímica facial.

Coordinación anómala de la expresión facial.

Expresión de las emociones. No llora o llora sin lágrimas y sin motivo. Reacciones variables

ante la separación. Falta de angustia de octavo mes. Indiferencia ante la presencia de los

padres. No diferencia a las personas. No admite frustraciones. No llanto de dolor. No llanto

de ira.

En algunos niños autistas, pueden reconocerse retrospectivamente alteraciones en los

«precursores socioafectivos» que se mencionan en el cuadro 5. Pero en otros muchos, el

niño parece perder capacidades de relación intersubjetiva, expresividad facial, relación

preverbal que había tenido antes. Y esta observación suscita una idea importante, sin la cual

probablemente no podríamos comprender el autismo ni otros TGD. La idea de que el

desarrollo es un proceso dinámico, en que funciones psicológicas importantes se incorporan

a sistemas funcionales diversos a lo largo del desarrollo, y se pierden cuando no puede

realizarse esa incorporación. La reflexión sobre el autismo es siempre, en el fondo, una

reflexión sobre el desarrollo humano, ese proceso formidable que se ve dramáticamente

alterado en el niño pequeño con autismo.

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Referencias

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 CONCEPTOS ANGEL RIVIERE


1- Introducción

El IDEA, es sin duda, uno de los mejores inventarios para evaluar a niños autistas. Fue ideado

porÁngel Riviere.

Su aplicación se efectua cuando hay sospechas evidentes de la presencia de un Trastorno del

espectro autista (TEA).

Su interés radica en que nos ofrece 3 utilidades principales:

a) Establecer al inicio y dentro del proceso diagnóstico, la severidad de los rasgos autistas

que presenta la persona. Es decir, su nivel exacto dentro de cada una de las dimensiones

descritas.

b) Ayudar a formular objetivos de intervención generales y específicos para cada niño o

persona que sufra el trastorno en función de las puntuaciones que obtenga en cada nivel.

c) Nos permite efectuar una medida de los cambios a medio y largo plazo que pueden

producirse por el efecto de la intervención o tratamiento. De esta forma podemos valorar su

eficacia y la conveniencia de modificarla.

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Desarrollado en 1.997 a partir de la conocida triada de Wing (1.988), el autor describe doce

dimensiones del desarrollo que consideraba siempre alteradas en los TEA:

A- Relaciones sociales.

1 Trastorno de la relación social.

2 Trastorno de la referencia conjunta (acción, atención y preocupación conjunta).

3 Trastorno intersubjetivo y mentalista.

B- Área de lenguaje y comunicación.

4 Trastorno de las funciones comunicativas.

5 Trastorno del lenguaje expresivo.

6 Trastorno del lenguaje receptivo.

C- Área de flexibilidad mental y comportamental.

7 Trastorno de la anticipación.

8 Trastorno de la flexibilidad.

9 Trastorno del sentido de la actividad propia.

D- Área de ficción e imaginación.

10 Trastorno de la ficción.

11 Trastorno de la imitación.

12 Trastorno de la suspensión.

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2- IDEA (Inventario De Espectro Autista)

A continuación se muestran los diferentes items que conforman el inventario de A. Rivière

en cada una de las áreas antes señaladas.

1- Relaciones Sociales

Dimensión: Puntuación:

Aislamiento completo. No apego a personas específicas. No relaciones con 8

iguales o con adulto.

Incapacidad de relación. Vínculo con adultos. No relación con iguales. 6

Relaciones infrecuentes, inducidas , externas con iguales. Las relaciones más 4

como respuesta que como iniciativa propia.

Motivación de relación con iguales, pero falta de relaciones por dificultad para 2

comprender las sutilezas sociales y escasa empatía. Conciencia de soledad.

No hay trastorno cualitativo de la relación. 0

2- Capacidades de referencia conjunta.

Dimensión: Puntuación:

Ausencia completa de acciones conjuntas o interés por las otras personas y 8

sus acciones.

Acciones conjuntas simples, sin miradas "significativas"de referencia conjunta. 6

Empleo de miradas de referencia conjunta en situaciones dirigidas, pero no 4

abiertas.

Pautas establecidas de atención y acción conjunta, pero no preocupación 2

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conjunta.

No hay trastorno cualitativo de las capacidades de referencia conjunta. 0

3- Capacidades intersubjetivas y mentalistas.

Dimensión: Puntuación:

Ausencia de pautas de expresión emocional correlativa (por ejemplo, 8

intersubjetividad primaria). Falta de interés por las personas.

Respuestas intersubjetivas primarias, pero sin ningún indicio de que se vive al 6

otro como "sujeto".

Indicios de intersubjetividad secundaria, sin atribución explícita de estados 4

mentales. No se resuelven tareas de la T.M. (Teoría de la Mente).

Conciencia explícita de que las otras personas tienen mente, que se manifiesta 2

en la solución de la tarea TM de primer orden. En situaciones reales, el

mentalismo es lento, simple y limitado.

No hay trastorno de las capacidades intersubjetivas y mentalistas. 0

4- Funciones comunicativas

Dimensión: Puntuación:

Ausencia de comunicación (relación intencionada, intencional y significante) y 8

de conductas instrumentales con personas.

Conductas instrumentales con personas para lograr cambios en el mundo 6

físico (por ejemplo, "pedir"), sin otras pautas de comunicación.

Conductas comunicativas para pedir (cambiar el mundo físico), pero no para 4

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compartir experiencias o cambiar el mundo mental.

Conductas comunicativas de declarar, comentar, etc., con escasas 2

"cualificaciones subjetivas de experiencia" y declaraciones sobre el mundo

interno.

No hay trastorno cualitativo de las funciones comunicativas. 0

5- Lenguaje expresivo.

Dimensión: Puntuación:

Mutismo total o funcional. Puede haber verbalizaciones que no son 8

propiamente lingüísticas.

Lenguaje compuesto de palabras sueltas o ecolalias. No hay creación formal 6

de sintagmas y oraciones.

Lenguaje oracional. Hay oraciones que no son ecolálicas, pero que no 4

configuran discurso o conversación.

Discurso y conversación, con limitaciones de adaptación flexible en las 2

conversaciones y de selección de temas relevantes. Frecuentemente hay

anomalías prosódicas.

No hay trastorno cualitativo del lenguaje expresivo. 0

6- Lenguaje receptivo.

Dimensión: Puntuación:

"Sordera central." Tendencia a ignorar el lenguaje. No hay respuesta a 8

órdenes, llamadas o indicaciones.

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Asociación de enunciados verbales con conductas propias, sin indicios de que 6

los enunciados se asimilen a un código.

Comprensión literal y poco flexible de los enunciados, con alguna clase de 4

análisis estructural. No se comprende el discurso.

Se comprende el discurso y conversación, pero se diferencia con gran 2

dificultad el significado literal del intencional.

No hay trastorno cualitativo de las capacidades de comprensión. 0

7- Anticipación.

Dimensión: Puntuación:

Adherencia inflexible a estímulos que se repiten de forma idéntica (por 8

ejemplo, películas de vídeo). Resistencia intensa a cambios. Falta de conductas


anticipatorias.

Conductas anticipatorias simples en rutinas cotidianas. Con frecuencia, 6

oposición a cambios y empeoramiento en situaciones que implican cambios.

Incorporadas estructuras temporales amplias (por ejemplo "curso" versus 4

"vacaciones"). Puede haber reacciones catasftróficas ante cambios no

previstos.

Alguna capacidad de regular el propio ambiente y de manejar los cambios. Se 2

prefiere un orden claro y un ambiente predictible.

No hay trastorno cualitativo de las capacidades de anticipación. 0

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8- Flexibilidad.

Dimensión: Puntuación:

Predominan las estereotipias motoras simples. 8

Predominan los rituales simples. Resistencia a cambios nimios. 6

Rituales complejos. Apego excesivo a objetos. Preguntas obsesivas. 4

Contenidos obsesivos y limitados de pensamiento. Intereses poco funcionales 2

y flexibles. Rígido perfeccionismo.

No hay trastorno cualitativo de la flexibilidad. 0

9- Sentido de la actividad

Dimensión: Puntuación:

Predominio masivo de las conductas sin meta. Inaccesibilidad a consignas 8

externas que dirijan la actividad.

Sólo se realizan actividades funcionales breves con consignas externas. 6

Cuando no las hay, se pasa al nivel anterior.

Actividades autónomas de ciclo largo, que no se viven como partes de 4

proyectos coherentes y cuya motivación es externa.

Actividades complejas de ciclo muy largo, cuya meta se conoce y se desea, 2

pero sin una estructura jerárquica de previsiones biográficas en que se

inserten.

No hay trastorno cualitativo del sentido de la actividad. 0

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10- Ficción e imaginación.

Dimensión: Puntuación:

Ausencia completa de juego funcional o simbólico y de otras competencias de 8

ficción.

Juegos funcionales poco flexibles, poco espontáneos y de contenidos 6

limitados.

Juego simbólico, en general poco espontáneo y obsesivo. Dificultades 4

importantes para diferenciar ficción y realidad.

Capacidades complejas de ficción que se emplean como recursos de 2

aislamiento. Ficciones poco flexibles.

No hay trastorno cualitativo de las competencias de ficción e imaginación. 0

11- Imitación.

Dimensión: Puntuación:

Ausencia completa de conductas de imaginación. 8

Imitaciones motoras simples, evocadas, no espontáneas. 6

Imitación espontánea esporádica, poco versatil e intersubjetiva. 4

Imitación establecida. Ausencia de modelos internos. 2

No hay trastorno de las capacidades de imitación. 0

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12- Suspensión.

Dimensión: Puntuación:

No se suspenden preacciones para crear gestos comunicativos. Comunicación 8

ausente o por gestos instrumentales con personas.

No se suspenden acciones instrumentales para crear símbolos enactivos. No 6

hay juego funcional.

No se suspenden propiedades reales de las cosas o situaciones para crear 4

ficciones y juego de ficción.

No se dejan en suspenso las representaciones para crear o comprender 2

metáforas o para comprender que los estados mentales no se corresponden


necesariamente con las situaciones.

No hay trastorno cualitativo de las capacidades de suspensión. 0

3- Criterios para puntuar

Puntuaciones parciales (en cada dimensión)


Cada dimensión presenta una escala de 0 a 8 puntos en intervalos de 2 (0, 2, 4, 6, 8). La

puntuación 8 corresponde a un nivel de máxima afectación en esa dimensión y 0 sería el

mínimo (ausencia de alteraciones significativas en esa dimensión).

Son posibles también puntuaciones impares cuando se considere que la persona evaluada se

sitúa, en esa dimensión, en un punto intermedio entre dos ítems consecutivos.

También hay que tener en cuenta que cuando el sujeto evaluado presente las características

en dos ítems consecutivos en una misma dimensión, se aplica la norma de otorgar la

puntuación de la más baja.

Hay que recordar que la intención principal del inventario es trazar un perfil para conocer

cuales son las áreas más afectadas y las mejor conservadas con la finalidad de poder trazar
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un plan de intervención individualizado. Por ello la puntuación resultante de cada dimensión

nos aportará 12 resultados que conforman el perfil individual.

Puntuación total

El inventario nos proporciona también una puntuación total que es la resultante de la suma

de las 12 dimensiones.

El total puede oscilar entre los extremos de 0 y 96.

Siguiendo las investigaciones de algunos autores (Lorna Wing y colaboradores), se planteó la

hipótesis de la existencia de distintos grados de afectación a lo largo de un continuo. En

concreto se señaló dentro de los TEA los siguientes niveles:

Nivel 1: Autismo Clásico tipo Kanner.

Es el nivel que cursa con mayor afectación y correspondería a puntuaciones altas del IDEA

entre 70 y 96 aproximadamente.

Nivel 2: Autismo Regresivo

Se denomina así dado que se presenta la pérdida de capacidades aprendidas. Después de

una etapa evolutiva aparentemente dentro de la normalidad se pierde el contacto ocular, el

lenguaje y otras habilidades cognitivas.

Puntuaciones en el IDEA aproximadamente entre 50 y 70.

Nivel 3: Autismo de Alto funcionamiento

Hay todavía gran controversia entre especialistas en esta denominación ya que puede

solaparse en cierta medida con el Síndrome de Asperger que se expone en el siguiente nivel.
Sus primeras manifestaciones suelen ser confundidas con el Déficit de Atención o trastornos

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de otro tipo dado que no presentan algunos de los elementos nucleares del TEA.

El lenguaje está presente si bien también lo están las dificultades para relacionarse con sus

iguales. La presencia de una gama restrictiva y repetitiva de intereses rutinarios suele dar

paso a obsesiones recurrentes y de difícil manejo.

Puntuaciones en el IDEA aproximadamente entre 40 y 50.

Nivel 4: Síndrome de Asperger

Las personas con Síndrome de Asperger supondrían dentro de los TEA los de menor

afectación. Así son personas que suelen estudiar en centros ordinarios, pasan sin llamar

excesivamente la atención, salvo algunas etiquetas (en especial durante la adolescencia) de

a os o solita ios . E algu as á eas puede se espe ial e te o pete tes si ie , su

relación social siempre estará marcada por una incapacidad para entender las claves sociales

y las sutilezas de la relación humana (poca empatía).

Las puntuaciones en el IDEA fluctuarían en la franja más baja, alrededor de 30 a 45.

Puntuaciones menores de 30 podrían indicar problemas específicos en alguna área pero se

alejarían progresivamente de la posibilidad diagnóstica de un T.E.A.

Las puntuaciones ofrecidas son a título orientativo ya que pueden solaparse entre ellas y, en

todo caso, como ya se ha dicho, no tienen valor diagnóstico sino tan sólo de facilitar la

intervención y evaluar los posibles progresos tras la misma.

http://www.psicodiagnosis.es/areaespecializada/instrumentosdeevaluacion/ideainventarioespectroautistaangelriviere/ind

ex.php

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 Qué nos pediria un autista (Ángel Rivière)


Lunes 04 de Mayo de 2015

Ángel Rivière ha sido uno de los psicólogos españoles especializados en autismo más

destacados a nivel internacional. Fue catedrático de la Universidad autónoma de Madrid,

entre otros muchos otros cargos y lamentablemente falleció repentinamente hace algunos

años a la temprana edad de 50 años.

Su legado comprende numerosos estudios y publicaciones acerca de los TEA (Trastornos del

espectro autista) y lo que es más importante, una nueva perspectiva, más humana y

próxima, desde la que entender, tratar y vivir el fenómeno.

A continuación se exponen sus conocidos postulados en forma de 20 principios.

Los 20 conceptos fundamentales (Ángel Rivière):

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1- Ayúdame a comprender. Organiza mi mundo y facilítame que anticipe lo que va a suceder.

Dame orden. Estructura mi mundo y evitame el caos.

2- No te angusties conmigo, porque me angustio. Respeta mi ritmo. Siempre podrás

relacionarte conmigo si comprendes mis necesidades y mi modo especial de entender la

realidad.

No te deprimas, lo normal es que avance y me desarrolle cada vez más.

3- No me hables demasiado, ni demasiado deprisa. Las palabras son "aire" que no pesa para

ti, pero pueden ser una carga muy pesada para mí. Muchas veces no son la mejor manera de

relacionarte conmigo.

4- Como otros niños, como otros adultos, necesito compartir el placer y me gusta hacer las

cosas bien, aunque no siempre lo consiga. Hazme saber, de algún modo, cuándo he hecho

las cosas bien y ayúdame a hacerlas sin fallos.

Cuando tengo demasiados fallos me sucede lo que a ti: me irrito y termino por negarme a

hacer las cosas.

5- Necesito más orden y anticipación en las acciones. Tendremos que negociar mis rituales

para poder convivir

6- Me resulta difícil comprender el sentido de muchas de las cosas que me piden que haga.

Ayúdame a entenderlo. Trata de pedirme cosas que puedan tener un sentido concreto y

descifrable para mí. No permitas que me aburra o permanezca inactivo.

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7- No me invadas excesivamente. A veces, las personas sois demasiado imprevisibles,

demasiado ruidosas, demasiado estimulantes. Respeta las distancias que necesito, pero sin

dejarme solo.

8- Lo que hago no es contra ti. Cuando tengo una rabieta o me golpeo, si destruyo algo o me

muevo en exceso, cuando me es difícil atender o hacer lo que me pides, no estoy tratando

de hacerte daño. Ya que tengo un problema de intenciones, ¡no me atribuyas malas

intenciones!

9- Mi desarrollo no es absurdo, aunque no sea fácil de entender. Tiene su propia lógica y

muchas de las conductas que llamáis "alteradas" son formas de enfrentar el mundo desde

mi especial forma de ser y percibir. Haz un esfuerzo por comprenderme.

10- Las otras personas sois demasiado complicadas. Mi mundo no es complejo y cerrado,

sino simple.

Aunque te parezca extraño lo que te digo, mi mundo es tan abierto, tan sin tapujos ni

mentiras, tan ingenuamente expuesto a los demás, que resulta difícil penetrar en él.

No vivo en una "fortaleza vacía", sino en una llanura tan abierta que puede parecer

inaccesible.

Tengo mucha menos complicación que las personas que os consideráis

normales.

11- No me pidas siempre las mismas cosas ni me exijas las mismas rutinas.

No tienes que hacerte tú autista para ayudarme. El autista soy yo, ¡no tú!

12- No sólo soy autista. También soy un niño, un adolescente, o un adulto.

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Comparto muchas cosas de los niños, adolescentes o adultos a los que llamáis "normales".

Me gusta jugar y divertirme, quiero a mis padres y a las personas cercanas, me siento

satisfecho cuando hago las cosas bien.

Es más lo que compartimos que lo que nos separa.

13- Merece la pena vivir conmigo.

Puedo darte tantas satisfacciones como otras personas, aunque no sean las mismas.

Puede llegar un momento en tu vida en que yo, que soy autista, sea tu mayor y mejor

compañía.

14- No me agredas químicamente. Si te han dicho que tengo que tomar una medicación,

procura que sea revisada periódicamente por el especialista.

15- Ni mis padres ni yo tenemos la culpa de lo que me pasa. Tampoco la tienen los

profesionales que me ayudan.

No sirve de nada que os culpéis unos a otros. A veces, mis reacciones y conductas pueden

ser difíciles de comprender o afrontar, pero no es por culpa de nadie. La idea de "culpa" no

produce más que sufrimiento en relación con mi problema.

16- No me pidas constantemente cosas por encima de lo que soy capaz de hacer. Pero

pídeme lo que puedo hacer. Dame ayuda para ser más autónomo, para comprender mejor,

pero no me des ayuda de más.

17- No tienes que cambiar completamente tu vida por el hecho de vivir con una persona

autista.
A mí no me sirve de nada que tú estés mal, que te encierres y te deprimas.

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Necesito estabilidad y bienestar emocional a mi alrededor para estar mejor.

Piensa que tu pareja tampoco tiene culpa de lo que me pasa.

18- Ayúdame con naturalidad y sin convertirlo en una obsesión. Para poder ayudarme tienes

que tener tus propios momentos de descanso o dedicación a aquello que te gusta. Acercate

a mi, no te vayas, pero no te sientas como si llevaras una pesada carga a tus espaldas. En mi

vida he tenido momentos malos pero puedo estar cada vez mejor.

19-Acéptame como soy. No condiciones tu aceptación a que deje de ser autista.

Sé optimista sin hacerte "novelas".

Mi situación normalmente mejora, aunque por ahora no tenga curación.

queridos niños y niñas con Trastorno del Espectro Autista.

20- Aunque me sea difícil comunicarme o no comprenda las sutilezas sociales, tengo incluso

algunas ventajas en comparación con los que os decís "normales".

Me cuesta comunicarme, pero no suelo engañar. No comprendo las sutilezas sociales, pero

tampoco participo de las dobles intenciones o los sentimientos peligrosos tan frecuentes en

la vida social. Mi vida puede ser satisfactoria si es simple, ordenada y tranquila. Si no se me

pide constantemente y sólo aquello que más me cuesta. Ser autista es un modo de ser,

aunque no sea el normal. Mi vida como autista puede ser tan feliz y satisfactoria como la

tuya "normal".

En esas vidas, podemos llegar a encontrarnos y compartir muchas experiencias.

Inventario IDEA

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Ángel Rivière también creó el Inventario IDEA con el fin de evaluar los T.E.A. y poder trazar

unas líneas concretas de intervención.

http://www.psicodiagnosis.es/areaclinica/trastornossocialesintelectuales/tgdtratamientoeintervencion/queno

spediriaunautistaangelriviere.php

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TRABAJO PRÁCTICO

A.

Defina en un párrafo para Ud. Que es el autismo?

Justifique su respuesta en base al caso propuesto por A gel ‘ivie e e el te to Co o

apa e e el autis o? Diag ísti o te p a o, i di ado es p e o es del t asto o autista

(Síntomas característicos, diagnóstico, patrones de comportamiento..)

CASO:

«Los pad es i di a u desa ollo o al hasta la itad del segundo año. A la edad crítica

de 18 meses, empezaron a inquietarse por la ausencia de lenguaje expresivo y falta de

respuesta al receptivo, y por la existencia de rituales. Hasta esa fase el desarrollo había sido

aparentemente normal.

El niño fue alimentado mediante lactancia materna durante cinco meses y medio. Su ingesta

y sus reflejos de succión eran normales. Adquirió con normalidad los hitos motores,

presentando sujeción cefálica estable desde las primeras semanas, sedestación

independiente desde los 7 meses aproximadamente, y ambulación autónoma desde los 14

meses (antes había dado algunos pasitos, pero una caída retuvo brevemente ese desarrollo

inicial).

En el plano de las conductas sociales y afectivas, José también era un bebé aparentemente

normal. Presentó con toda normalidad las pautas intersubjetivas primarias (sonrisas y otros

gestos expresivos de respuesta e incitación social) desde la edad normal de 2-3 meses.

Desde los últimos meses del primer año o primeros del segundo, realizaba conductas

comunicativas, incluyendo el gesto de señalar para pedir, aunque no es seguro que con
funciones ostensivas. Más aún, desarrolló hacia los 12-13 meses algunas palabras

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referenciales y funcionalmente comunicativas (por ejemplo, «papá», «pan») y todo parecía

indicar un curso normal de desarrollo.

A los 18 meses, se observaron las primeras manifestaciones de alteración del desarrollo. El

niño perdió las palabras que decía anteriormente, y empezó a presentar un patrón de

mutismo y ausencia de respuesta a las emisiones lingüísticas de los adultos vinculares.

Paulatinamente, dejó de mirar a las personas. Era difícil establecer contacto ocular con él.

Evita a la i ada ua do se i te ta a esta le e ela ió visual.

B.

1. Realice un breve resumen (máximo una carilla por cada autor) acerca de los puntos más

relevantes para Ud. que aportaron sobre el tema.

2. Realice un cuadro comparativo de similitudes y diferencias planteadas por cada autor.

OPTATIVO COMPLEMENTARIO: PDF - ENVÍO EN ADJUNTO

TEXTO: MANEJO DE LO“ NIÑO“ CON T‘A“NTO‘NO“ DEL E“PECT‘O AUTI“TA

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MATERIAL OPTATIVO COMPLEMENTARIO

Documentales:

Documental de la Fundación ONCE (Discapacidades Humanas) sobre el Autismo:

PARTE 1

https://www.youtube.com/watch?gl=ES&v=WPji7WxdwJQ&hl=es

PARTE 2

https://www.youtube.com/watch?hl=es&gl=ES&v=J-idXpWyR30

PARTE 3

https://www.youtube.com/watch?hl=es&v=EzS9TTFJ8BQ&gl=ES

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BIBLIOGRAFÍA OPTATIVO COMPLEMENTARIA – ÁNGEL RIVIÉRE

1. Desarrollo normal y Autismo (1/2) Definición, etiología, educación, familia, papel

psicopedagógico en el autismo. AUTOR: Angel Rivière (Universidad Autónoma de

Madrid)Curso de Desarrollo Normal y Autismo, celebrado los días 24, 25, 26 y 27 de

septiembre de 1997 en el Casino Taoro, Puerto de la Cruz, Santa Cruz de Tenerife

(España).IntroducciónAunque el autismo, en sentido estricto, tal como fue definido por Leo

Kanner en 1943, es un trastornorelativamente infrecuente - tiene una prevalencia en torno a

4.5 / 10.000 -, las alteraciones de lo que seha llamado "el espectro autista" son mucho más

frecuentes y se encuentran en dos a tres de cada milpersonas. Esas alteraciones en general,

y el autismo en particular, plantean desafíos importantes decomprensión, explicación y

educación. De comprensión porque resulta difícil entender cómo es elmundo interno de

personas con problemas importantes de relación y comunicación. De explicaciónporque aún

desconocemos aspectos esenciales de la génesis biológica y los procesos psicológicos delas

personas con autismo y trastornos profundos del desarrollo. De educación porque esas

personastienen limitadas las capacidades de empatía, relación intersubjetiva y penetración

mental en elmundo interno de los semejantes, que permiten al niño normal aprender
mediante delicadosmecanismos de imitación, identificación, intercambio simbólico y

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experiencia vicaria. En este módulo,nos proponemos analizar cómo nos hemos enfrentado

los investigadores, los clínicos, los profesores ylas familias a esos desafíos de comprensión,

explicación y educación de las personas autistas y contrastornos profundos del desarrollo.

Precisamente porque la forma de desarrollarse esas personas, yde adquirir habilidades y

conocimientos, se diferencian tanto y tan cualitativamente del "estándar"normal de

desarrollo, el análisis del autismo abre perspectivas muy útiles y valiosas para lacomprensión

del propio desarrollo normal. Las capacidades de integrar a las personas que

presentanmayores limitaciones en la interacción social y la de respetar su forma especial de

desarrollo, sinrenunciar por ello a darles instrumentos de comunicación y comprensión del

mundo, son reflejosimportantes de los valores y cualidades de los sistemas

educativos.ObjetivosLa lectura reflexiva de los materiales presentados en este módulo debe

permitir el logro de lossiguientes objetivos:1. Analizar las concepciones del autismo y de la

educación a las personas con trastornos profundos del desarrollo en los últimos cincuenta

años, y diferenciar las etapas principales de comprensión del autismo.2. Diferenciar y

reconocer los diferentes trastornos del desarrollo y las dimensiones y niveles de que se

compone el espectro autista de alteraciones del desarrollo.3. Conocer los datos descriptivos

fundamentales sobre la prevalencia del autismo y el espectro autista y sobre sus relaciones

con diversas alteraciones neurobiológicas.4. Relacionar el desarrollo normal con el autismo,

y comprender qué aspectos de aquél se alteran cualitativamente en éste.5. Desarrollar

actitudes de trato adecuadas para la interacción y la educación de las personas autistas, y

comprender qué mundo requieren para su desarrollo y bienestar.6. Reconocer cuál es el

enfoque y los instrumentos eficaces para la valoración adecuada de las personas autistas.7.

Describir las características principales de la orientación educativa, y las estrategias de

enseñanza eficaces con las personas autistas, especialmente en los ámbitos de la

comunicación y el desarrollo social.8. Reconocer y valorar las necesidades de apoyo de las


familias de niños con alteraciones características del espectro autista.9. Comprender la

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significación ética que tiene el intento de atraer al mundo humano a aquellas personas que

se viven más lejanas a él.

2. El Autismo1. El autismo y los trastornos profundos del desarrollo.1.1. La evolución

histórica de la atención educativa a los alumnos con autismo y trastornosprofundos del

desarrollo.Desde su definición por Kanner en 1943, el autismo se ha presentado como un

mundo lejano, extrañoy lleno de enigmas. Los enigmas se refieren, por una parte, al propio

concepto de autismo, y a lascausas, explicaciones y remedios de esa trágica desviación del

desarrollo humano normal. A pesar dela enorme cantidad de investigaciones realizadas

durante más de medio siglo, el autismo sigueocultando su origen y gran parte de su

naturaleza, y presenta desafíos difíciles a la intervencióneducativa y terapéutica. Por otra

parte, cuando tenemos ocasión de relacionarnos con la persona quepresenta ese extraño

trastorno cualitativo del desarrollo, sentimos vivencias de opacidad,impredictibilidad,

impotencia y fascinación, difíciles de describir, y que acentúan aún más - esta vez enla

interacción concreta y no sólo en el terreno conceptual - el carácter enigmático del

autismo.Esas impresiones son muy claras, por ejemplo, cuando tenemos ocasión de

contemplar el caso de I.,un niño autista de dos años cuyo desarrollo desde el nacimiento es

posible observar de forma públicay objetiva, gracias a las filmaciones que fueron haciendo

sus padres, semana a semana, desde elnacimiento hasta su edad actual. En los primeros

meses de vida, no hay nada extraño en la conductade I.; es un niño alerta, sonriente,

tranquilo y aparentemente normal en todo. Las adquisicionesmotoras propias del primer

año, que incluyen destrezas tan importantes como sujetar bien la cabeza,sentarse y andar,

se producen en su momento y sin problemas. Pero desde los 16 mesesaproximadamente, las

tomas de vídeo producen una inquietante sensación de soledad, y de algoopaco, cerrado, en

las relaciones de I. con la realidad en general y con las personas en particular. Lamejor

manera de describir esa sensación sería decir que se va extendiendo sobre I. una espesa
capa desoledad y de silencio. A los dieciocho meses, sólo dos después de esas alarmas tan

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sutiles y difíciles dedescribir, I. está decididamente solo en todas las situaciones sociales. En

muchas de las filmacionesnos transmite la sensación de que las personas han dejado

literalmente de existir para él. Permanecela mayor parte del tiempo aislado y ajeno al

mundo de sus padres, hermanos y familiares. Es como sihubiera cerrado sus puertas al

mundo.Títulos clásicos de la literatura sobre autismo, como Ciudadela sitiada de Clara C.

Park (1967) o Lafortaleza vacía de Bruno Bettelheim (1967), sugieren esa inquietante

impresión de opacidad y clausuraque nos produce el niño autista. No es extraño que los

padres, y muchos profesionales, acompañenesa vivencia de otras de impotencia e

impredictibilidad: aquélla se deriva de la sensación primera deque no tenemos recursos para

penetrar más allá de las puertas cerradas por el autismo. Esta de lapeculiar falta de

correspondencia que existe entre la conducta del niño y las situaciones del mundo enque

parece "estar sin estar". Por ejemplo, mientras el autor de estas páginas entrevista a los

padres deJ., éste - un niño autista de tres años - corretea sin rumbo por la habitación

aleteando con las manos,completamente indiferente a la presencia de los adultos que

conversan. De vez en cuando, detiene sucarrera sin destino, estira y retuerce los dedos

índice, anular y corazón de una mano, y los miraextasiado con el rabillo del ojo. ¿Cómo

pueden relacionarse esas conductas con el contexto que rodeaal niño? ¿Qué hacer para

atraerle al mundo de las personas, sacándole de su mundo ausente demovimientos sin fin,

dedos en raras posiciones y aleteos de manos?Las impresiones de opacidad,

impredictibilidad e impotencia nos ofrecen, paradójicamente, una víapor la que poder

penetrar en el misterio del autismo si caemos en la cuenta de que las relacioneshumanas

son normalmente recíprocas. ¿No serán esas sensaciones respuestas nuestras a

lasimpresiones que nosotros mismos producimos en la persona autista? Si nos tomamos en

serio esta idea,llegamos a una primera definición del autismo, mucho más profunda y

justificada por la investigaciónde lo que parece a primera vista: es autista aquella persona a

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la cuál las otras personas resultan opacas eimpredictibles, aquella persona que vive como

ausentes -mentalmente ausentes- a las personas presentes,

3. y que por todo ello se siente incompetente para regular y controlar su conducta por

medio de lacomunicación. Esta definición se entenderá mejor a medida que se vaya

comprendiendo este módulo.Nos sirve, por ahora, para tener una idea primera, pero muy

útil, de qué es en el fondo el autismo; nosayuda a explicar el último sentimiento paradójico

que produce este trastorno: la fascinación.El autismo nos fascina porque supone un desafío

para algunas de nuestras motivaciones másfundamentales como seres humanos. Las

necesidades de comprender a los otros, compartir mundosmentales y relacionarnos son muy

propias de nuestra especie. Nos reclaman de un modo casicompulsivo. Por eso, el

aislamiento desconectado de los niños autistas nos resulta tan extraño yfascinante como lo

sería el hecho de que un cuerpo inerte, en contra de las leyes de la gravedad y denuestros

esquemas cognitivos previos, empezara a volar por los aires de nuestra habitación. Hay

algoen la conducta autista que parece ir contra las "leyes de gravedad entre las mentes",

contra las fuerzasque atraen a unas mentes humanas hacia otras. Una trágica soledad

fascinante que, como hadestacado penetrantemente Uta Frith (1991), "no tiene nada que

ver con estar solo físicamente sinocon estarlo mentalmente" (P. 35).La impresión de

fascinación se expresó desde el origen del autismo como síndrome bien definido: unorigen

que se sitúa en un artículo muy importante de un psiquiatra austríaco que residía en

EstadosUnidos: el doctor Leo Kanner. Su artículo sobre "Los trastornos autistas del contacto

afectivo" (1943)empezaba con estas palabras: "Desde 1938, nos han llamado la atención

varios niños cuyo cuadrodifiere tanto y tan peculiarmente de cualquier otro conocido hasta

el momento, que cada caso merece-y espero que recibirá con el tiempo- una consideración

detallada de sus fascinantes peculiaridades"¿En qué consistían esas peculiaridades

"fascinantes"? Kanner las describió de modo tan penetrante ypreciso que su definición del
autismo es, en esencia, la que se sigue empleando actualmente.Después de describir

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detalladamente los casos de 11 niños, Kanner comentaba sus característicascomunes

especiales que se referían principalmente a tres aspectos: 1. Las relaciones sociales. Para

Kanner, el rasgo fundamental del síndrome de autismo era "la incapacidad para relacionarse

normalmente con las personas y las situaciones" (1943, p. 20), sobre la que hacía la siguiente

reflexión: "Desde el principio hay una extrema soledad autista, algo que en lo posible

desestima, ignora o impide la entrada de todo lo que le llega al niño desde fuera. El contacto

físico directo, o aquellos movimientos o ruidos que amenazan con romper la soledad, se

tratan como si no estuvieran ahí o, si no basta con eso, se sienten dolorosamente como una

penosa interferencia" (ibídem). 2. La comunicación y el lenguaje. Kanner destacaba también

un amplio conjunto de deficiencias y alteraciones en la comunicación y el lenguaje de los

niños autistas, a las que dedicó un artículo monográfico en 1946 titulado "Lenguaje

irrelevante y metafórico en el autismo infantil precoz". Tanto en este artículo como en el de

1943 se señala la ausencia de lenguaje en algunos niños autistas, su uso extraño en los que

lo poseen como si no fuera "una herramienta para recibir o impartir mensajes significativos"

(1943, P. 21) y se definen alteraciones como la ecolalia (tendencia a repetir emisiones oídas,

en vez de crearlas espontáneamente), la tendencia a comprender las emisiones de forma

muy literal, la inversión de pronombres personales, la falta de atención al lenguaje, la

apariencia de sordera en algún momento del desarrollo y la falta de relevancia de las

emisiones. 3. La "insistencia en la invarianza del ambiente". La tercera característica era la

inflexibilidad, la rígida adherencia a rutinas y la insistencia en la igualdad de los niños

autistas. Kanner comentaba hasta qué punto se reduce drásticamente la gama de

actividades espontáneas en el autismo y cómo la conducta del niño "está gobernada por un

deseo ansiosamente obsesivo por mantener la igualdad, que nadie excepto el propio niño,

puede romper en raras ocasiones" (p. 22). Perspicazmente relacionaba esta característica

con otra muy propia del autismo: la incapacidad de percibir o conceptualizar totalidades
coherentes y la tendencia a representar las realidades de forma fragmentaria y parcial.

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4. Pocos meses después de que Kanner publicara su influyente artículo sobre autismo, otro

médicovienés, el doctor Hans Asperger, dio a conocer los casos de varios niños con

"psicopatía autista", vistosy atendidos en el Departamento de Pedagogía Terapéutica

(Heipadagogische Abteilung) de la ClínicaPediátrica Universitaria de Viena. Parece claro que

Asperger no conocía el artículo de Kanner y que"descubrió" el autismo con independencia.

Publicó sus propias observaciones en un artículo de 1944,titulado "La psicopatía autista en la

niñez". En él destacaba las mismas características principalesseñaladas por Kanner. "El

trastorno fundamental de los autistas -decía Asperger- es la limitación de susrelaciones

sociales. Toda la personalidad de estos niños está determinada por esta limitación" (p.

77.ed. cit.). Además Asperger señalaba las extrañas pautas expresivas y comunicativas de los

autistas, lasanomalías prosódicas y pragmáticas de su lenguaje (su peculiar melodía o falta

de ella, su empleo muyrestringido como instrumento de comunicación), la limitación,

compulsividad y carácter obsesivo desus pensamientos y acciones, y la tendencia de los

autistas a guiarse exclusivamente por impulsosinternos, ajenos a las condiciones del

medio.Aparte de estas semejanzas, había algunas diferencias entre el enfoque del artículo

de Kanner y laperspectiva del de Asperger. Nos interesa destacar ahora una de ellas:

mientras que Kanner no sepreocupó en 1943 de la educación, Asperger sí lo hizo. Su interés

educativo debe entendersehistóricamente en el contexto de la idea de Hellpädagogik, o

pedagogía terapéutica, tal como esa idease entendía por el equipo de la Clínica Universitaria

de Viena: como una especie de síntesis entre ideaseducativas y otras originarias de la

biología o la medicina. Para Asperger el autismo era un trastornode la personalidad que

planteaba un reto muy complejo para la educación especial: el de cómoeducar a niños que

carecerían de esos requisitos motivacionales que llevan a las criaturas de nuestraespecie a

establecer profundas relaciones afectivas e identificarse con los miembros adultos de

ella,incorporando la cultura y humanizándose a través de un proceso abonado por las


emociones y losafectos intersubjetivos.Sin embargo, los intereses educativos de Asperger no

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fueron dominantes en los primeros veinte añosde estudio y tratamiento del autismo infantil.

Ello se debió a dos razones principales: (1) el artículo deAsperger fue prácticamente

desconocido fuera de círculos restringidos de había alemana; hasta 1991ese artículo no se

tradujo al inglés. Además, (2) en la primera época de investigación del autismopredominaron

concepciones dinámicas, muy teñidas de equívocos y mitos, que no hacían fácil unenfoque

educativo coherente del autismo. Merece la pena que comentemos brevemente

estesegundo aspecto, diferenciando tres épocas principales de estudio del autismo: la

primera se extendióde 1943 a 1963, ocupando los primeros veinte años de estudio del

síndrome; la segunda abarcó lasdos décadas siguientes, de 1963 a 1983, la tercera se ha

perfilado en los últimos diez o quince años, enque se han hecho descubrimientos muy

importantes sobre el autismo y se han definido enfoquesnuevos para su explicación y

tratamiento. (1) La primera época de estudio del autismo.- 1943-1963. "El autismo es un

trastorno emocional, producido por factores emocionales o efectivos inadecuados en la

relación del niño con las figuras de crianza. Esos factores dan lugar a que la personalidad del

niño no pueda constituirse o se trastorne. De este modo, madres y/o padres incapaces de

proporcionar el afecto necesario para la crianza producen una alteración grave del desarrollo

de niños que hubieran sido potencialmente normales y que seguramente poseen una

inteligencia mucho mejor de lo que parece, pero que no pueden expresar por su

perturbación emocional y de relación. El empleo de una terapia dinámica de establecimiento

de lazos emocionales sanos es la mejor manera de ayudar a los niños autistas". El párrafo

anterior contiene toda una serie de ideas que hoy consideramos esencialmente falsas, pero

que fueron muy influyentes en los primeros veinte años de estudio del autismo y han dejado

una larga estela de mitos que persisten hasta hoy en la "visión popular" del síndrome. En

primer lugar, como demostraremos en otro lugar, es dudoso que el autismo sea

esencialmente un trastorno emocional. Además no se ha demostrado en absoluto que los


padres sean responsables de la trágica alteración de sus hijos y sí que éstos presentan

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alteraciones biológicas que pueden estar relacionadas con el origen del trastorno. Este se

acompaña de retraso mental en muchos casos. Finalmente, las terapias

5. dinámicas no han demostrado con claridad su utilidad en el tratamiento del autismo. Por

el contrario, se acepta de forma casi universal que el tratamiento más eficaz del autismo con

que contamos actualmente es la educación.(2) La segunda época: 1963-1983. En la primera

mitad de los años sesenta, un conjunto de factores contribuyeron a cambiar la imagen

científica del autismo, así como el tratamiento dado al trastorno. Se fue abandonando la

hipótesis de los padres culpables, a medida que se demostraba su falta de justificación

empírica y que se encontraban los primeros indicios claros de asociación del autismo con

trastornos neurobiológicos. Ese proceso coincidió con la formulación de modelos

explicativos del autismo que se basaban en la hipótesis de que existe alguna clase de

alteración cognitiva (más que afectiva) que explica las dificultades de relación, lenguaje,

comunicación y flexibilidad mental. Aunque en esos años no se logró dar con la clave de esa

alteración cognitiva, los nuevos modelos del autismo se basaron en investigaciones

empíricas rigurosas y controladas, más que -como antes- en la mera especulación y

descripción de casos clínicos. En los años sesenta, setenta y ochenta, la educación se

convirtió en el tratamiento principal del autismo. En ello influyeron principalmente dos tipos

de factores: (1) el desarrollo de procedimientos de modificación de conducta para ayudar a

desarrollarse a las personas autistas, y (2) la creación de centros educativos dedicados

específicamente al autismo, promovidos sobre todo por Asociaciones de padres y familiares

de autistas. Comentaremos brevemente estos dos puntos, que fueron muy importantes en

la historia educativa del autismo. 1) En 1961, Charles Ferster y Miriam K. DeMyer, un

psicólogo especialista en aprendizaje y una psiquiatra infantil, demostraron por primera vez

la utilidad de los métodos operantes de modificación de conducta para el tratamiento del

autismo. Las extrañas conductas autistas, que parecen desconectadas y ajenas al medio,
dependen sin embargo funcionalmente de ese mismo medio, y pueden modificarse cuando

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éste se controla adecuadamente se promueven procesos de aprendizaje de conductas

funcionales y de extinción o disminución de las que no lo son. La demostración de la

posibilidad de controlar, mediante procedimientos operantes, las conductas autistas abrió el

camino para la creación de muchos programas eficaces para desarrollar el lenguaje, eliminar

conductas alteradas, comentar la comunicación y las conductas sociales, promover la

autonomía y aumentar las capacidades cognitivas y las destrezas funcionales de las personas

autistas. Todos ellos eran programas de aprendizaje, y, que por tanto daban un papel central

a la educación (para una revisión reciente, vid. Koegel y Koegel, 1995). 2) El desarrollo de

programas de aprendizaje para los niños autistas coincidió históricamente con un proceso

social de gran repercusión práctica: el de formación de las primeras asociaciones de familias

afectadas, anteriormente desunidas y aplastadas por el peso de una excesiva culpabilización.

En 1962 se fundó la primera asociación de padres de niños autistas del mundo. La National

Society for Autistic Children (actualmente llamada National Autistic Society) del Reino Unido,

y en las dos décadas siguientes las asociaciones proliferaron en distintos países. Eso tuvo

consecuencias importantes: por una parte, como grupos de presión social las asociaciones

de padres contribuyeron a sensibilizar a la sociedad y a las administraciones públicas sobre

las necesidades y derechos (por ejemplo, educativos) de las personas autistas. Por otra,

organizaron centros escolares dedicados específicamente a esas personas.(3) El enfoque

actual del autismo. En los últimos años se han producido cambios importantes, que nos

permiten definir una tercera etapa en el enfoque del autismo. Afectan al enfoque general

del cuadro las explicaciones que se dan de él, los procedimientos para tratarlo y el desarrollo

de nuevos focos de interés. El cambio principal en (1) el enfoque general del autismo

consiste en su consideración desde una perspectiva evolutiva, como un trastorno del

desarrollo. Si el autismo supone una desviación cualitativa importante del desarrollo normal,

hay que comprender ese desarrollo para entender en profundidad qué es el autismo. Pero, a
su vez, éste nos ayuda paradójicamente a explicar mejor el desarrollo

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6. humano, porque hace patentes ciertas funciones que se producen en él, capacidades que

suelen pasar desapercibidas a pesar de su enorme importancia, y que se manifiestan en el

autismo precisamente por su ausencia. No es extraño entonces que el autismo se haya

convertido en los últimos años en un tema central de investigación en Psicología Evolutiva y

no sólo en Psicopatología. Ni que en las definiciones diagnosticas la consideración tradicional

del autismo como "psicosis infantil" haya sido sustituida por su encuadre como "trastorno

profundo del desarrollo". Ni debe extrañarnos tampoco que la revista científica más

difundida sobre autismo, que comenzó llamándose Journal of autism and Childhood

Schizophrenia, se llame desde 1978 Journal of autism and Developmental Disorders. Además

se han producido en los últimos años cambios importantes en (2) las explicaciones del

autismo: tanto en el aspecto psicológico como en el neurobiológico se han sustituido los

modelos relativamente inespecíficos de los años sesenta y setenta, por teorías rigurosas y

muy fundamentadas en datos. Por ejemplo, en 1985, Baron-Cohen, Leslie y Frith, tres

investigadores del Medical Research Council de Londres, descubrieron una incapacidad

específica de los autistas para "atribuir mente" y formularon un modelo que ha sido muy

fértil, según el cual el autismo consistiría en un trastorno específico de una capacidad

humana muy importante a la que se denomina "Teoría de la Mente". Y en el plano

neurobiológico, los estudios de genética, investigación neuroquímica, exploración citológica,

neuroimagen, electrofisiología, etc., han permitido descubrir alteraciones que cada vez nos

acercan más al desvelamiento de las posibles causas del autismo. En (3) los procedimientos

para tratar el autismo también se han producido cambios importantes. En una

caracterización muy rápida, podemos decir que la educación (que es, ya lo hemos dicho, el

procedimiento principal) se ha caracterizado en los últimos años por un estilo más

pragmático y natural, más integrador y menos "artificioso" que en los años anteriores, más

centrado en la comunicación como núcleo esencial del desarrollo, más respetuoso con los
recursos y capacidades de las personas autistas. De forma complementaria, la investigación

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farmacológica ha permitido el desarrollo de sustancias eficaces para tratar algunas

alteraciones asociadas al autismo en algunos casos. Finalmente, (4) han aparecido nuevos

temas de interés que no se habían planteado con tanta fuerza y claridad en las décadas

anteriores. El ejemplo más significativo es el de los adultos autistas. A medida que se han

acumulado conocimientos y experiencias sobre el autismo, se ha puesto de manifiesto la

necesidad, tanto teórica como práctica, de considerar el trastorno desde la perspectiva del

ciclo vital completo y no sólo como una alteración "del niño". Actualmente, en nuestro país

como en otros de Europa, existe un desfase importante entre los recursos asignados a los

niños autistas y los dedicados a los adultos. Mientras que las administraciones educativas y

los profesionales de la educación se han hecho relativamente conscientes de las necesidades

específicas de los primeros, los adultos autistas no cuentan aún con los recursos mínimos

para una atención adecuada. Debemos tener en cuenta que la mayoría de las personas

autistas requieren atención, supervisión y apoyo durante toda su vida. El autismo no se

"cura" actualmente, aunque pueda mejorar muy significativamente, gracias sobre todo al

paciente trabajo de la educación.Pero, ¿en qué consiste esa extraña y fascinante desviación

del desarrollo que produce consecuenciasde por vida? ¿Cómo se define actualmente el

autismo? Dedicaremos el próximo apartado aproporcionar una visión descriptiva

suficientemente precisa, tanto del autismo como de otrostrastornos del desarrollo que se

relacionan de algún modo con él. La precisión y claridad de esadescripción nos será muy útil

luego, cuando nos enfrentemos al problema de la explicación dealgunos de los enigmas del

autismo, y al desafío práctico de definir procedimientos educativos paraayudar a las

personas autistas.

7. 1.2. Definición del autismo y de los trastornos profundos del desarrollo:La definición del

autismo ofrecida por Kanner en 1943 sigue estando vigente actualmente, con sustres

núcleos de trastornos: (1) trastorno cualitativo de la relación, (2) alteraciones de la


comunicación yel lenguaje, y (3) falta de flexibilidad mental y comportamental. Esas son las

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tres dimensiones que seincluyen en las definiciones diagnosticas más empleadas: la DSM-IV

de la Asociación Americana dePsiquiatría (American Psychiatric Association -APA-, 1994) y la

ICD-10 de la Organización Mundial de laSalud (WHO, 1993). Estas clasificaciones no deben

utilizarse como fundamentos rígidos deldiagnóstico clínico, que siempre tiene que basarse

en una observación rigurosa de las conductas delniño y en una interpretación fina de su

significación.La clasificación más utilizada, la DSM-IV, diferencia entre el trastorno autista -

que equivale al Síndrome de Kanner - y el Trastorno de Asperger - el Síndrome de Asperger -.

El primero se asocia enun 75 % de los casos con retraso mental. El segundo, que se

diferencia principalmente porque noimplica limitaciones o alteraciones formales del

lenguaje (aunque sí otras alteraciones pragmáticas yprosódicas), se acompaña de cocientes

intelectuales en la gama normal. Además de estos síndromes,en los "Trastornos profundos

del desarrollo" se incluyen otros: el Trastorno de Rett (o "Síndrome deRett"), el "Trastorno

desintegrativo de la niñez" y los Trastornos Profundos del Desarrollo (desde ahoraTPD) "no

especificados", que incluyen el concepto ambiguo de "autismo atípico".1.- El Trastorno

Autista.En el CUADRO 1 se presenta un esquema de la definición del autismo, Trastorno

Autista, que ofrece laDSM-IV. En el esquema se incluyen sólo aquellas características que se

aceptan como universales yespecíficas del autismo. Rara vez son las únicas. "Las personas

con trastorno autista - señala la DSM-IV -pueden mostrar una amplia gama de síntomas

comportamentales, en la que se incluyen lahiperactividad, ámbitos atencionales muy breves,

impulsividad, agresividad, conductas auto-lesivas, yespecialmente en los niños rabietas.

Puede haber respuestas extrañas a estímulos sensoriales. Porejemplo, umbrales altos al

dolor, hipersensibilidad a los sonidos o al ser tocados, reaccionesexageradas a luces y olores,

fascinación por ciertos estímulos" (APA, 1994, pp. 67-68) Tambiénalteraciones en la

conducta alimentaria y en el sueño, cambios inexplicables de estados de ánimo,falta de

respuesta a peligros reales y, en el extremo opuesto, temor inmotivado intenso a


estímulosque no son peligrosos. Estos rasgos son frecuentes pero no son criterios necesarios

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para diagnosticarautismo.La definición de la DSM-IV, que se ofrece en el CUADRO 1 es un

intento de poner objetividad en uncampo especialmente subjetivo, como el del diagnóstico

clínico en psicopatología. Facilita que losprofesionales hablemos un mismo lenguaje y que

las investigaciones se basen en diagnósticoscompartidos.CUADRO l: CRITERIOS

DIAGNOSTICOS DSM-IV DEL TRASTORNO AUTISTA.A. Para darse un diagnóstico de autismo

deben cumplirse seis o más manifestaciones de del conjunto detrastornos (1) de la relación,

(2) de la comunicación y (3) de la flexibilidad. Cumpliéndose corno mínimo doselementos de

(1), uno de (2) y uno de (3). 1. Trastorno cualitativo de la relación, expresado como mínimo

en dos de las siguientes manifestaciones: a. Trastorno importante en muchas conductas de

relación no verbal, como la mirada a los ojos, la expresión facial, las posturas corporales y los

gestos para regular la interacción social. b. Incapacidad para desarrollar relaciones con

iguales adecuadas al nivel evolutivo. c. Ausencia de conductas espontáneas encaminadas a

compartir placeres, intereses o logros con otras personas (por ejemplo, de conductas de

señalar o mostrar objetos de interés). d. Falta de reciprocidad social o emocional. 2.

Trastornos cualitativos de la comunicación, expresados como mínimo en una de las

siguientes manifestaciones: a. Retraso o ausencia completa de desarrollo del lenguaje oral

(que no se intenta compensar con medios alternativos de comunicación, como los gestos o

mímica).

8. b. En personas con habla adecuada, trastorno importante en la capacidad de iniciar o

mantener conversaciones. c. Empleo estereotipado o repetitivo del lenguaje, o uso de un

lenguaje idiosincrático. d. Falta de juego de ficción espontáneo y variado, o de juego de

imitación social adecuado al nivel evolutivo. 3. Patrones de conducta, interés o actividad

restrictivos, repetidos y estereotipados, expresados como mínimo en una de las siguientes

manifestaciones: a. Preocupación excesiva por un foco de interés (o varios) restringido y

estereotipado, anormal por su intensidad o contenido. b. Adhesión aparentemente inflexible


a rutinas o rituales específicos y no funcionales. c. Estereotipias motoras repetitivas (por

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ejemplo, sacudidas de manos, retorcer los dedos, movimientos complejos de todo el cuerpo,

etc.). d. Preocupación persistente por partes de objetos.B. Antes de los tres años, deben

producirse retrasos o alteraciones en una de estas tres áreas: (1) Interacciónsocial, (2)

Empleo comunicativo del lenguaje. o (3) juego simbólico.C. El trastorno no se explica mejor

por un Síndrome de Rett o trastorno desintegrativo de la niñez.2.- El Trastorno de

Asperger.Un problema aún sin resolver en la literatura sobre autismo (vid. Frith, 1991) es el

de si la "psicopatíaautista" de que hablaba Hans Asperger debe o no diferenciarse del cuadro

clásico de autismo deKanner. Para unos investigadores, las personas con Síndrome de

Asperger no son sino autistas de nivelintelectual y lingüístico alto, pero no existe una

diferencia cualitativa con los más retrasados o graves.Para otros, el Síndrome de Asperger

debe distinguirse cualitativamente del Trastorno Autista. Esta esla opción que adopta la

Clasificación DSM-IV, al distinguir los dos cuadros, y será también la alternativaque sigamos

aquí. Pero no adoptaremos aquí la definición DSM-IV del Síndrome de Asperger,

quepresenta para este autor algunas insuficiencias serias (por ejemplo, afirma que en las

personas conAsperger "no existe un retraso en el desarrollo del lenguaje"). Sí lo hay en el

desarrollo: lo que sucedees que ese lenguaje, adquirido siempre de forma tardía y anómala,

termina por ser formalmentecorrecto o incluso "demasiado correcto y formal".En realidad,

las diferencias principales entre el trastorno de Asperger y el trastorno autista clásico

deKanner son dos: (1) Los niños y adultos con síndrome de Asperger - insistimos - no

presentandeficiencias estructurales en su lenguaje. Incluso pueden tener capacidades

lingüísticas formalesextraordinarias en algunos casos. Su lenguaje puede ser

"superficialmente" correctísimo, pedante, conformulaciones sintácticamente muy complejas

y un vocabulario que llega a ser impropio por suexcesivo rebuscamiento. Pero el lenguaje de

las personas con síndrome de Asperger resulta extraño:tiene limitaciones pragmáticas, como

instrumento de comunicación, y prosódicas, en su melodía (ofalta de ella) que llaman la


atención; (2) los niños y adultos con Síndrome de Asperger tienencapacidades normales de

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"inteligencia impersonal fría", y frecuentemente extraordinarias en camposrestringidos (por

ejemplo, C. es un niño de 6 años, conocido por el autor, que presenta Síndrome deAsperger

con CI de 140. Antes de los tres años sabía leer, pero no conversar. A los seis años

seentretiene inventándose crucigramas como los que aparecen en las revistas de

pasatiempos. A., otroniño con el mismo cuadro, es capaz de calcular a toda velocidad el día

de la semana que correspondea cualquier fecha de cualquier año, etc.).En el CUADRO 2 se

presenta una síntesis breve, realizada por este autor, de características delSíndrome de

Asperger. La presencia conjunta de "autismo", lenguaje formalmente normal,inflexibilidad,

competencias cognitivas altas y peculiaridades motoras y expresivas notables (quizátambién

de "habilidades extraordinarias" en algún aspecto y fase del desarrollo) permite distinguir

conbastante claridad el Síndrome de Asperger.

9. CUADRO 2: DEFINICION SINTETICA DEL SINDROME DE ASPERGER 1. Trastorno cualitativo

de la relación: Incapacidad de relacionarse con iguales. Falta de sensibilidad a las señales

sociales. Alteraciones de las pautas de relación expresiva no verbal. Falta de reciprocidad

emocional. Limitación importante en la capacidad de adaptar las conductas sociales a los

contextos de relación. Dificultades para comprender intenciones ajenas y especialmente

"dobles intenciones". 2. Inflexibilidad mental y comportamental: Interés absorbente y

excesivo por ciertos contenidos. Rituales. Actitudes perfeccionistas extremas que dan lugar a

gran lentitud en la ejecución de tareas. Preocupación por "partes" de objetos, acciones,

situaciones o tareas, con dificultad para detectar las totalidades coherentes. 3. Problemas de

habla y lenguaje: Retraso en la adquisición del lenguaje, con anomalías en la forma de

adquirirlo. Empleo de lenguaje pedante, formalmente excesivo, inexpresivo, con

alteraciones prosódicas y características extrañas del tono, ritmo, modulación, etc.

Dificultades para interpretar enunciados literales o con doble sentido. Problemas para saber

"de qué conversar" con otras personas. Dificultades para producir emisiones relevantes a las
situaciones y los estados mentales de los interlocutores. <LIAlteraciones de la expresión

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emocional y motora: Limitaciones y anomalías en el uso de gestos. Falta de correspondencia

entre gestos expresivos y sus referentes. Expresión corporal desmañada. Torpeza motora en

exámenes neuropsicológicos. 4. Capacidad normal de "inteligencia impersonal".

Frecuentemente, habilidades especiales en áreas restringidas.3.- Trastorno de Rett.Dentro

de los trastornos profundos del desarrollo, el Síndrome de Rett (llamado "Trastorno de Rett"

enla clasificación diagnóstica de la DSM-IV) se sitúa en el extremo opuesto al Síndrome de

Asperger. Conello queremos decir que se trata de un trastorno que se acompaña siempre de

un nivel severo oprofundo de retraso mental. Se trata de una alteración evolutiva que se

produce siempre después deun periodo de 5 ó 6 meses de evolución normal, al comienzo de

la vida y que se cree (aunque hayalguna discusión al respecto) que se da sólo en niñas (por

implicar mutación genética en cromosomaX, que daría lugar a inviabilidad de los embriones

de varón). Se manifiesta por ausencia de actividadfuncional con las manos, dedicadas

repetitivamente a estereotipias de "lavado" o "retorcimiento",aislamiento, retraso

importante en el desarrollo de la capacidad de andar (con ambulación rígida yescasamente

coordinada, cuando se adquiere, y pérdida de ella posteriormente en la

adolescencia),pérdida de capacidades de relación, ausencia de competencias simbólicas y de

lenguaje, microcefaliaprogresiva (pues la cabeza crece a ritmo menor que el resto del

cuerpo), alteración de patronesrespiratorios, con hiperventilación e hipoventilación

frecuentes, ausencia de relación con objetos vpronóstico pobre a largo plazo. En el CUADRO

3 se presenta la definición que propone la DSM-IV delSíndrome de Rett.Las niñas con

Síndrome de Rett, presentan un patrón tan claro y homogéneo de trastornos y retrasosdel

desarrollo que su diagnóstico diferencial con relación al autismo de Kanner (incluso en

aquelloscasos en que éste se acompaña de retraso mental severo) no suele ser

excesivamente difícil. Ello nopuede decirse de los otros trastornos del desarrollo a que se

refiere la DSM-IV: el trastornodesintegrativo de la niñez y el "autismo atípico", cuya


distinción del "autismo típico" (relativamenteinfrecuente, dada la gran heterogeneidad de

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los cuadros de autismo) puede ser realmente muy sutil.CUADRO 3: SINTOMAS DEL

SINDROME DE RETT (DSM-IV)A. Tienen que darse todas estas características: 1. Desarrollo

prenatal y perinatal aparentemente normales. 2. Desarrollo psicomotor aparentemente

normal en los 5 primeros meses de vida. 3. Perímetro cefálico normal en el nacimiento.

10. B. Aparición de las características siguientes tras un primer desarrollo normal: 1.

Deceleración del crecimiento cefálico de los 5 a los 48 meses. 2. Pérdida, entre los 5 y los 30

meses, de acciones propositivas adquiridas previamente con desarrollo subsiguiente de

estereotipias (lavado o retorcimiento de manos). 3. Pérdida de relación social al principio del

trastorno (aunque luego pueden desarrollarse algunas capacidades de relación). 4. Aparición

de movimientos poco coordinados de tronco o de ambulación. 5. Deficiencia grave del

lenguaje expresivo y receptivo y retraso psicomotor grave.4.- El Trastorno Desintegrativo de

la NiñezEl Trastorno desintegrativo de la niñez es un cuadro mal conocido y que implica una

pérdida defunciones y capacidades previamente adquiridas por el niño (es decir, una clara

regresión). Parapoderse diagnosticar ese trastorno la pérdida tiene que producirse después

de los 2 años y antes delos 10, y tiene que establecerse con garantías que antes de la

regresión había un desarrollo claramentenormal de competencias de lenguaje,

comunicación no verbal, juego, relaciones sociales y conductasadaptativas. El criterio

diagnóstico básico es que deben producirse pérdidas al menos en dos de estascinco áreas:

(1) Lenguaje expresivo y receptivo, (2) competencias sociales y adaptativas, (3) control

deesfínteres vesicales y/o anales. (4) juego, (5) destrezas motoras. Como el autismo, el TD

(que antesrecibía nombres como "Síndrome de Heller" y "Psicosis regresiva") se define por

(a) alteracionescualitativas de las capacidades de relación y comunicación, y (b) pautas

restrictivas y estereotipadasde conducta y actividad mental. Con frecuencia, este cuadro

(muy poco estudiado) tiene un caráctermás cíclico y cambiante que el autismo, ofrece una

imagen de inestabilidad emocional más extrema einexplicable y no es descartable que - a


diferencia de lo que sucede en autismo - se acompañe defenómenos semejantes a las

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alucinaciones v los delirios de la esquizofrenia.5.- Los TPD no especificados.La DSM-IV

reconoce finalmente un último "tipo" de trastorno del desarrollo cuya aceptación es, por

símisma, una demostración de que aún no contamos con una definición suficientemente

precisa yrigurosa de estos trastornos. Se trata de los TPD "no especificados"; aquellos en que

falta claridadsuficiente para decidirse por uno de los cuadros a los que nos hemos referido

hasta aquí o sepresentan de forma incompleta los síntomas de autismo. En esta categoría

(que debe evitarse por serun cajón desastre) se incluye el peculiar concepto de "autismo

atípico".La enumeración descriptiva de síntomas de los trastornos profundos del desarrollo

deja aún muchosproblemas en el aire por tres razones principales:(1) La fronteras entre los

cuadros que hemos descrito son frecuentemente muy imprecisas. Hay niñostípicamente

kannerianos, aspergerianos o con trastorno desintegrativo, pero muchos son en

realidad"atípicos" o se sitúan en los límites difusos entre esos trastornos.(2) Muchas

desviaciones y deficiencias del desarrollo, que no se incluyen en las descritas, seacompañan

de síntomas autistas.(3) Existe una gran heterogeneidad entre las personas autistas: el

autismo es muy diferentedependiendo de factores tales como la edad, el nivel intelectual de

la persona que lo sufre y lagravedad de su cuadro.Para aclarar estas afirmaciones, debemos

referirnos al importante concepto de "espectro autista", quenos permitirá establecer una

categorización más precisa, y sobre todo más explicativa de las personasque presentan, a lo

largo del desarrollo, síntomas autistas.

11. 2. Aspectos evolutivos de las personas con autismo.2.1. Tipos, grados, etiología y

prevalencia del autismo.A. Tipos y grados de autismo. El concepto del espectro autista.M. es

un niño autista de 3 años. Carece completamente de lenguaje y realiza una y otra vez

actividadessin sentido. No hace nunca juego simbólico. Los padres sienten en su presencia

una fuerte sensaciónde impotencia a la que ya nos hemos referido: con absoluta indiferencia

a sus llamadas e indicaciones,el niño dedica gran parte del tiempo a balancearse o hacer
girar en el suelo pequeños objetosesféricos, como chapitas o monedas. Cuando esos objetos

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hacen su danza circular gracias a unmovimiento que él ha provocado con gran habilidad, M.

mira fascinado su giro y aletea con las manos.Parece sordo al lenguaje, y sin embargo hay

veces en que atiende rápidamente cuando oye el crujidode la envoltura de un caramelo al

abrirse. M. no se comunica nunca. No hace gestos dirigidos a lascosas que desea, para

conseguirlas por medio de las otras personas. No señala a los objetos que leinteresan para

compartir su interés hacia ellos. No dirige miradas comunicativas a nadie. Evita siempreque

puede a las personas, o las ignora como si no existieran. A veces, cuando los padres tratan

decruzar su muralla invisible, tiene rabietas incontrolables, como si no pudiera soportar que

nadiepenetrara en su inmutable soledad autista.C. es un joven autista de 19 años. Desde los

lejanos días de su aislamiento primero, cuando sólo tenía20 meses, ha cambiado mucho. Es

capaz de mantener, con limitaciones, conversaciones breves, en lasque emplea un lenguaje

muy lacónico. Su nivel intelectual es bueno, y en una valoración psicométricaha obtenido un

cociente intelectual en la gama de la normalidad. Gracias a una intensa laboreducativa, ha

realizado estudios de educación primaria y secundaria obligatoria, con

rendimientosaceptables aunque desiguales. A veces no soporta bien periodos largos de

interacción, conconversaciones complejas y prolongadas, pero por lo general está bien con

las personas y da muestrasde afecto positivo hacia ellas. Tiene una relación especialmente

positiva con algunos de sus primos.Aunque C. es ritualista y tiene intereses limitados, un

tanto obsesivos, no los impone a la familia. Todaslas tardes, de siete a ocho, se encierra un

rato en su habitación y se dedica a oír las mismas canciones ya ver, una y otra vez, las

mismas fotografías familiares. Sin embargo, en el resto del tiempo se muestramucho menos

inflexible y acepta, o incluso busca, algunos cambios ambientales. No se puede decirque

tenga propiamente "amigos", pero sí algunas relaciones preferentes y muy positivas con

iguales.Fue siempre un alumno muy querido y aceptado en el colegio en que realizó estudios

de primaria ysecundaria obligatoria. Ofrece una imagen de ingenuidad y desmañamiento y


comprende mal lasbromas y dobles intenciones. Es muy literal en su modo de comprender la

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realidad y el lenguaje.Después de terminar sus estudios de ciclo obligatorio, va a comenzar

un módulo profesional.Las diferencias entre M. y C. son tan enormes que podríamos

preguntar: ¿por qué llamamos a los dos"autistas"?. Existe una gran diversidad dentro del

autismo, que nos lleva a dudar a primera vista de lautilidad de una categoría que parece un

cajón desordenado y revuelto, en el que hay de todo. Lascosas se complican todavía más

cuando nos fijamos en L. Se trata de un niño con retraso severo deldesarrollo. Aunque tiene

cinco años, sus capacidades motoras son muy inferiores a las quecorresponden a esa edad.

Su ambulación es insegura y resulta torpe. Las destrezas con las manos sonescasas: permiten

mantener objetos, con una prensión poco diferenciada, y llevárselos a la boca, quees lo que

hace la mayor parte de las veces. Las personas le son por lo general indiferentes a L.

Nomantiene la mirada ni suele hacer caso de su presencia. No habla ni realiza ninguna

actividadsimbólica. Además soporta mal pequeños cambios ambientales y permanece

generalmentedesconectado. Acepta algunos juegos repetitivos, en que un adulto insiste una

y otra vez enproporcionarle estímulos corporales bruscos (por ejemplo, levantar sus dos

piernas cuando estátumbado) que a él le gustan. Esos son los momentos en que presta más

atención a las personas, peroesa atención es breve y enseguida se pierde. Se sabe que el

problema de L tiene relación con un partomuy difícil que produjo falta de oxígeno cerebral.

El diagnóstico de L. no es de autismo y, sin embargo,presenta evidentes síntomas autistas.

12. En este embrollo, ¿cómo poner orden?. En muchos aspectos M. y L. se parecen entre sí

mucho másque lo que se asemeja cualquiera con C. Y, sin embargo, decimos que M. y C. son

autistas, pero no lo esL. Entonces, ¿cómo decimos también que L. "tiene síntomas" autistas?.

¿No son acaso mayores y másgraves los síntomas de L. - que no es propiamente autista - que

los de C., que sí lo es?.Para tratar de ordenar este aparente desconcierto nos es muy útil el

concepto de "espectro autista",desarrollado por Lorna Wing (1995). Para comprender bien

ese concepto hay que tener en cuenta dosideas importantes: ( 1 ) El autismo en sentido
estricto es sólo un conjunto de síntomas, se define por laconducta. No es una "enfermedad".

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Puede asociarse a muy diferentes trastornos neurobiológicos y aniveles intelectuales muy

variados. En el 75 % de los casos, el autismo de Kanner se acompaña deretraso mental; (2)

hay muchos retrasos y alteraciones del desarrollo que se acompañan de síntomasautistas,

sin ser propiamente cuadros de autismo. Puede ser útil considerar el autismo como

uncontinuo - más que como una "categoría" bien definida - que se presenta en diversos

grados endiferentes cuadros del desarrollo, de los cuales sólo una pequeña minoría (no

mayor de un 10 %)reúne estrictamente las condiciones típicas que definen al autismo de

Kanner.La idea de un espectro autista, de los rasgos autistas como situados en continuos o

dimensiones, tuvosu origen en un estudio muy importante realizado por Lorna Wing y Judith

Gould (1979) en una zonade Londres, el barrio de Camberwell. El objetivo de la investigación

era conocer el número y lascaracterísticas de los niños de menos de 15 años con deficiencias

importantes en las capacidades derelación. Encontraron que esos niños eran 95 de una

población estudiada de 35.000. De ellos sólo 7eran autistas en sentido estricto. Así, mientras

la prevalencia de autismo era la encontrada en otrosestudios, 2 niños por cada 10.000, la de

Deficiencias Sociales Severas (DSS) era trece veces mayor. Entodos los niños con DSS (y no

sólo en los autistas) concurrían los síntomas principales del espectroautista, con trastornos

de la relación, de la capacidad de ficción y juego simbólico, de las capacidadeslingüísticas y

comunicativas y, finalmente, de la flexibilidad mental y comportamental. La presencia

deestos rasgos del espectro autista era tanto más probable cuanto menor era el cociente

intelectual delos niños estudiados, como puede observarse en el CUADRO 4. CUADRO 4:

RASGOS AUTISTAS Y COCIENTE INTELECTUAL. Gama de cocientes Porcentaje con

intelectuales rasgos autistas Menores de 19 86 % Entre 20 y 49 42 % Entre 50 y 69 2% Mayor

de 70 0.13 %Para el conjunto de personas con cuadros situados en el espectro autista (que,

como hemos visto, nosólo incluyen a los autistas ni siquiera sólo a los trastornos profundos

del desarrollo), puedeestablecerse un continuo en que los síntomas que corresponden a


unas mismas dimensiones varían,dependiendo de factores como el nivel intelectual, la edad

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y la gravedad del cuadro.Para explicar esta idea, pongamos el ejemplo de la dimensión

"inflexibilidad" y de nuestros dos casosde autismo, M. y C. El primero expresa la

inflexibilidad haciendo estereotipias simples de manos (porejemplo, aleteos), y haciendo

girar una y mil veces objetos circulares sobre el suelo. El segundo larefleja en esas conductas

diarias, que consisten en ver las mismas fotografías familiares y oír lasmismas canciones. C.

no tiene estereotipias simples, sino más bien intereses limitados, ciertasobsesiones, una

propensión general a tener un pensamiento inflexible. Pues bien: hay un continuoque va

desde la "inflexibilidad simple" de M. a la más compleja de C. Y ese mismo continuo

puedeestablecerse para otras dimensiones del espectro autista, como el trastorno de la

relación o losrelacionados con la comunicación y el lenguaje.

13. Diferenciaremos seis dimensiones en el espectro autista: 1. Trastornos de la relación

social. 2.Trastornos de las funciones comunicativas. 3. Trastornos del lenguaje. 4.

Limitaciones de laimaginación. 5. Trastornos de la flexibilidad mental y de la conducta. 6.

Trastornos del sentido de laactividad propia.CUADRO 5: DIMENSIONES DEL CONTINUO

AUTISTA1. Trastornos cualitativos de la relación social 1. Aislamiento completo. No apego a

personas especificas. A veces indiferenciación personas/cosas. 2. Impresión de incapacidad

de relación, pero vínculo con algunos adultos. No con iguales. 3. Relaciones inducidas,

externas, infrecuentes y unilaterales con iguales. 4. Alguna motivación a la relación con

iguales, pero dificultad para establecerla por falta de empatía y de comprensión de sutilezas

sociales.2. Trastornos de las funciones comunicativas. 1. Ausencia de comunicación,

entendida como "relación intencionada con alguien acerca de algo" 2. Actividades de pedir

mediante uso instrumental de las personas, pero sin signos. 3. Signos de pedir. Sólo hay

comunicación para cambiar el mundo físico. 4. Empleo de conductas comunicativas de

declarar, comentar, etc., que no sólo buscan cambiar el mundo físico. Suele haber escasez de

declaraciones "internas" y comunicación poco recíproca y empática.3. Trastornos del


lenguaje. 1. Mutismo total o funcional (este último con emisiones verbales no

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comunicativas) 2. Lenguaje predominantemente ecolálico o compuesto de palabras sueltas.

3. Hay oraciones que implican "creación formal" espontánea, pero no llegan a configurar

discurso o conversaciones. 4. Lenguaje discursivo. Capacidad de conversar con limitaciones.

Alteraciones sutiles de las funciones comunicativas y la prosodia del lenguaje.4. Trastornos y

limitaciones de la imaginación. 1. Ausencia completa de juego simbólico o de cualquier

indicio de actividad imaginativa. 2. Juegos funcionales elementales inducidos desde fuera.

Poco espontáneos, repetitivos. 3. Ficciones extrañas, generalmente poco imaginativas y con

dificultades para diferenciar ficción/realidad. 4. Ficciones complejas, utilizadas como

recursos para aislarse. Limitadas en contenidos.5. Trastornos de la flexibilidad. 1.

Estereotipias motoras simples (aleteo, balanceo, etc.). 2. Rituales simples. Resistencia a

cambios mínimos. Tendencia a seguir los mismos itinerarios. 3. Rituales complejos. Apego

excesivo y extraño a ciertos objetos. 4. Contenidos limitados y obsesivos de pensamiento.

Intereses poco funcionales, no relacionados con el mundo social en sentido amplio, y

limitados en su gama.6. Trastornos del sentido de la actividad. 1. Predominio masivo de

conductas sin propósito (correteos sin meta, ambulación sin sentido, etc.) 2. Actividades

funcionales muy breves y dirigidas desde fuera. Cuando no, se vuelve a (1). 3. Conductas

autónomas y prolongadas de ciclo largo, cuyo sentido no se comprende bien. 4. Logros

complejos (por ejemplo, de ciclos escolares), pero que no se integran en la imagen de un "yo

proyectado en el futuro". Motivos de logro superficiales, externos, poco flexibles

14. En cada una de las dimensiones del cuadro 5, se establecen cuatro niveles. Para

interpretar el cuadro(que debe estudiarse cuidadosamente) hay que tener en cuenta que los

síntomas principales en cadadimensión se numeran de 1 a 4, a medida que van siendo

menos graves y más característicos depersonas con nivel mental más alto. En el cuadro

aparece una dimensión nueva, que no había sidoincluida en descripciones anteriores del

espectro autista: la hemos llamado "trastornos del sentido dela actividad" y hace referencia
a uno de los problemas principales de los cuadros con rasgos autistas, yque paradójicamente

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ha pasado desapercibido hasta ahora. Los niños autistas de menor nivel ofrecenla imagen de

que realizan constantemente conductas sin sentido. Luego, gracias en parte a

losprocedimientos de enseñanza y modificación de conducta, suelen lograr hacer tareas muy

breves ycon control externo. Las personas autistas de nivel más alto realizan actividades

funcionalescomplejas, pero frecuentemente con motivos superficiales y sin entender bien su

sentido último. Estadimensión nueva es muy importante, porque se relaciona con una de las

dificultades mayores paraenseñar a los niños autistas: la de encontrar vías para motivarles y

lograr la realización de actividadesautónomas. En el caso de los adultos, el aburrimiento y la

propensión a la inactividad puedenconvertirse en temas esenciales del tratamiento.La

noción de un espectro autista, que puede asociarse a diversas clases de alteraciones, puede

sermuy útil desde el punto de vista clínico y para una perspectiva educativa. En el primer

aspecto,permite descubrir un orden por debajo de la desconcertante heterogeneidad de los

rasgos autistas. Enel segundo, ayuda a comprender cómo pueden evolucionar

previsiblemente, a través del procesoeducativo, los niños con autismo o cuadros

relacionados. También hace ver la necesidad de preverrecursos (por ejemplo, de personas

especializadas en estos cuadros) que no sólo son aplicables a loscasos de autismo en sentido

estricto, sino también a un grupo más amplio de personas que, sin serautistas, presentan

rasgos de incapacidad social, alteración comunicativa, inflexibilidad, deficienciasimbólica y

dificultad para dar sentido a la acción propia. Como veíamos antes, esos casos son

muchomás frecuentes que el autismo como tal.Pero, ¿qué prevalencia tiene el autismo?

¿Qué nos dicen los estudios epidemiológicos acerca de lafrecuencia con que se presentan en

la población los rasgos de soledad, incomunicación einflexibilidad que definen al síndrome

descrito por Kanner en 1943?B. La prevalencia del autismo.Una de las pocas cosas claras que

parecía haber en autismo hasta hace pocos años era la prevalencia.Sin embargo, la claridad

se ha visto enturbiada por una serie de investigaciones recientes queplantean, como suele
ser frecuente en autismo, enigmas nuevos. En el año 1966, Víctor Lotter hizo elprimer

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estudio epidemiológico sobre autismo en una región del Reino Unido, llamada Middlessex.

Sutrabajo fue tan cuidadoso y preciso que las investigaciones epidemiológicas posteriores no

lo hansuperado metodológicamente. Lotter estudió una población de 78.000 niños de 8 a 10

años, yencontró que 35 de ellos (4.5 / 10.000) presentaban cuadros semejantes a los

descritos originalmentepor Kanner. Luego subdividió ese grupo en dos: (1) Un grupo al que

denominó nuclear, quepresentaba en grado muy marcado los dos síntomas fundamentales

de Kanner, es decir, trastornos dela relación y "deseo obsesivo de invarianza", (2) un grupo

no nuclear", en que esos rasgos eran menosmarcados. En el primer grupo se incluían 15

niños (aproximadamente 2 / 10.000). En el segundo, 20(2,5 /10.000). En ambos, había más

varones que niñas. En estudios posteriores se ha confirmado que elnúmero de varones

autistas triplica al de mujeres.Con escasas variaciones, esos datos del estudio de Lotter se

confirmaron en numerosasinvestigaciones posteriores. Por ejemplo, en el único estudio

epidemiológico hecho en España (para laComunidad Autónoma Navarra) se encuentra una

frecuencia de autismo prácticamente idéntica a laobservada por Lotter en Middlessex

(Alberdi, 1990). Sin embargo, desde principios de los añosochenta, algunos estudios

epidemiológicos han planteado dos posibilidades intrigantes: ( 1 ) Esposible que el autismo

no sea igualmente frecuente en diferentes grupos étnicos, es decir, que existanvariaciones

raciales en la frecuencia del trastorno, y (2) es posible que, por alguna razón, la prevalencia

15. del autismo está variando (más precisamente, aumentando) en los últimos años.En lo

que se refiere a las posibles variaciones étnicas en autismo, los estudios más relevantes

sonalgunos sondeos epidemiológicos realizados en Japón, en que aparecen cifras

anormalmente altas.Por ejemplo, Hoshino y colaboradores (1980) encontraron una

prevalencia de 26.3 / 10.000 (¡diezveces más alta que la del autismo nuclear de Lotter en los

estudios europeos y norteamericanos!) en laregión japonesa de Fukushima-Ken, y Sugiyama

y Abe (1989) definieron una prevalencia de 13 /10.000. Si, como parecen indicar las
investigaciones recientes, hay factores genéticos implicados en elorigen de muchos cuadros

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de autismo, no debería extrañarnos la existencia de diferencias raciales. Alfin y al cabo, tales

grupos están formados por personas "que son entre sí más semejantesgenéticamente que lo

que lo son con respecto a las personas de otros grupos".Sin embargo, hay estudios recientes

con poblaciones europeas o norteamericanas que sugieren que laprevalencia actual del

autismo puede ser más alta que la estimada en los estudios clásicos. Porejemplo, Bryson,

Clark y Smith (1988) realizaron un estudio epidemiológico cuidadoso en una

regióncanadiense, la de Nueva Escocia. Encontraron que, de 20.800 niños de 6 a 14 años, 21

eran autistas:una prevalencia de 10 / 10.000, que dobla las estimaciones conjuntas previas

de los casos de autismonuclear y no nuclear. Algunos investigadores tienen la impresión de

que el autismo puede estaraumentando en los últimos años. Quizá ello pudiera explicarse

por la incidencia cada vez mayor defactores físicos (por ejemplo, radiaciones) capaces de

producir cambios genéticos en la población.Actualmente, el autor de estas páginas está

investigando esta posibilidad en una población de padresde autistas sometidos radiaciones

antes de tener a sus hijos.C. La etiología del autismo.La observación que acabamos de hacer

nos lleva directamente al centro del misterio del autismo:¿Cuál es su origen? A pesar de que

en los últimos años han sido muchos los investigadores quetratado de adentrarse en el

laberinto que oculta el origen del autismo, son muchas más las cosas queignoramos que las

que sabemos. El problema no reside en que no se hayan encontrado "pistas". Alcontrario:

hay demasiadas. En 1983, Ornitz hacía una lista de 26 condiciones patológicas que se

hanasociado con el autismo. Se reconoce en general que el autismo se debe a múltiples

etiologías, quevan desde alteraciones genéticas a trastornos metabólicos o procesos

infecciosos, que puedenintervenir en diversas fases del desarrollo prenatal, perinatal o

postnatal del Sistema Nervioso(Reichler y Lee, 1987). Por ejemplo, se han asociado con el

autismo alteraciones genéticas, como elcuadro de X frágil, anomalías de metabolismo como

la fenilcetonuria, infecciones como la rubéolacongénita, condiciones prenatales como las


pérdidas en el primer trimestre de embarazo, perinatalescomo el aumento de bilirrubina,

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postnatales como la encefalitis ligada al herpes simple o la esclerosistuberosa. Como en el

caso de la definición del autismo, en sus posibles causas se refleja una

variopintaheterogeneidad en la que resulta difícil descubrir un orden.Es posible que ese

orden resida - como suponen muchos investigadores - en el hecho de quediferentes agentes

causales pueden producir trastornos en un mismo conjunto de vías y centrosnerviosos,

como se indica en la figura l. Agente 1 ---> Agente 2 ---> Síndrome Vías nerviosas Agente 3 ---

> ---> de comunes ... ---> conducta Agente n ---> FIGURA l: LA HIPOTESIS DE LAS VIAS

COMUNES¿Cuál puede ser ese conjunto de vías y centros nerviosos, cuya alteración

funcional o estructuralpodría relacionarse con el autismo? Aún no hay respuesta segura a

esa pregunta. La más justificada esla que implica a los lóbulos frontal, prefrontal y temporal

de la corteza cerebral y a ciertas estructuras

16. del llamado "sistema límbico", tales como la amígdala y quizá el hipocampo. Además se

hanencontrado anomalías estructurales en el cerebelo - y no sólo en el cerebro - de

personas autistas(Courchesne et al., 1988). Recientemente se ha descubierto un hecho

sorprendente: el cerebro demuchos autistas es de un tamaño considerablemente mayor que

el normal (1537 cc. frente a 1437 cc.por término medio), tal como se refleja en estudios de

resonancia magnética nuclear (Piven et al.,1995). Un hallazgo que se corresponde con el

obtenido mediante análisis histológico postmortem decerebros de pacientes autistas, en que

aparecen zonas con excesiva densidad de neuronas de tamañomenor del normal en

estructuras del sistema límbico anterior (Bauman y Kemper, 1994).La idea de que en el

autismo existen alteraciones en vías de conexión entre los lóbulos frontal ytemporal y el

sistema límbico es coherente con un modelo causal del autismo, propuesto por Damasioy

Maurer (1978) hace casi veinte años.Según ese modelo, el autismo estaría relacionado con

alteraciones de la transmisión nerviosa en unsistema llamado "dopaminérgico". Esa palabra

proviene de "dopamina", un cierto tipo deneurotransmisor químico muy importante. Se


sabe que en los casos de esquizofrenia adulta el sistemadopaminérgico es, por así decirlo,

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"hipersensible". Se trata de un sistema del que forman parte las víasde conexión entre

lóbulos temporal y frontal, y sistema límbico, a las que nos referíamos antes.La existencia de

alteraciones en el consumo de energía de los lóbulos temporal y frontal de niñospequeños

autistas se está confirmando recientemente mediante técnicas de neuroimagen funcional.En

estudios neuropsicológicos aparecen datos convergentes con los proporcionados por las

imágenesfuncionales del cerebro. Los niños autistas tienen alteraciones de las llamadas

"funciones ejecutivas",que dependen del buen funcionamiento del lóbulo frontal. Este

permite dirigir estratégicamente laconducta, definir planes flexibles de acción y otorgar

"propósito" a ésta. Además, recientemente se hadescubierto la implicación frontal en las

capacidades "mentalistas" humanas. No es extraño, por tanto,que se encuentren

alteraciones frontales en el autismo.¿De dónde pueden provenir esas alteraciones? Ya

hemos señalado que pueden deberse a muchascausas. Sólo nos referiremos a un tipo de

ellas que se ha destacado en la investigación reciente: las decarácter genético. La idea de

que muchos casos de autismo pueden deberse a causas genéticas tieneun amplio soporte

empírico. Por ejemplo, en estudios sobre gemelos se ha encontrado que laconcordancia de

autismo en los dos miembros del par gemelar se produce en un alto porcentaje degemelos

monozigóticos (36% en el estudio de Folstein y Rutter, 1977, 95.7% en el de Ritvo et al.,

1985),disminuye mucho en los gemelos dizigóticos (0% en el primer estudio, 23,5% en el

segundo). Además,en los hermanos de autistas, la incidencia de autismo aumenta entre 50 y

100 veces, y tambiénaumenta la frecuencia de alteraciones cognitivas y lingüísticas.La

hipótesis más interesante sobre la influencia genética en autismo sugiere un

funcionamientoinadecuado de genes que regulan la formación del sistema nervioso humano

entre el tercer y elséptimo mes de desarrollo embrionario. El defecto podría consistir en una

"neurogénesis" excesiva,más que escasa. Las consecuencias de esa neurogénesis inadecuada

se manifestarían después, sobretodo, desde el segundo año de vida en que tienen que
dispararse funciones complejas y muyespecificas del hombre, que se derivan en parte de

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una "puesta a punto", entre los 9 y los 18 meses deedad, del funcionamiento frontal.Aunque

no suelan definirse alteraciones electroencefalográficas en la exploración estándar de

losniños pequeños autistas, alrededor del 30 % de las personas que sufren el trastorno

desarrollan crisisepilépticas desde la adolescencia o la primera juventud. El aumento de

probabilidad de epilepsia seproduce en los casos de autismo asociado a retraso mental, y no

en los autistas con cocientes en lagama de la normalidad. La presencia de crisis y la

necesidad de regulación farmacológica cuidadosade la electrogénesis cerebral se convierten,

así, en consideraciones importantes en los centros queatienden a adultos autistas con

retraso mental.

17. También es muy frecuente la existencia de anomalías neuroquímicas. Un 40 %,

aproximadamente delos autistas muestra un aumento, en las plaquetas sanguíneas, de un

neurotransmisor muyimportante, la serotonina. Esta sustancia neurotransmisora va

disminuyendo su presencia en sangre alo largo del desarrollo normal. El hecho de que no

disminuya en autistas se ha empleado como pruebade una falta de maduración de su

sistema nervioso.Recientemente, algunos investigadores han propuesto una hipótesis muy

sugerente sobre posiblesalteraciones neuroquímicas en autismo. Sahley y Panksepp (1987)

han defendido que el aislamientoautista podría relacionarse con un exceso de péptidos,

sustancias semejantes al opio producidas deforma endógena por el cerebro, que

proporciona efectos placenteros. En los niños normales, esassustancias son liberadas, por

ejemplo, cuando las madres brindan atenciones y mimos a sus hijos. Losautistas no se

sentirían estimulados a la relación por su exceso de opiáceos endógenos. Se hademostrado

que la administración de una sustancia que bloquea los efectos de esos opiáceosnaturales

mejora los síntomas autistas, en algunos casos, y disminuye dramáticamente

lasautoagresiones (Turkington, 1987).El conjunto de investigaciones sobre la etiología del

autismo dibuja la imagen de un trastorno deorígenes múltiples, pero que en muchos casos
puede deberse a una formación inadecuada delsistema nervioso en el periodo crítico de la

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neurogénesis. Luego, ese sistema inadecuadamenteconstituido da lugar a un trastorno en la

psicogénesis, a un trastorno del desarrollo de ciertascapacidades que son muy específicas

del hombre. Debemos referirnos a la psicogénesis de esascapacidades, y del propio autismo,

para completar nuestro cuadro de ese enigmático trastorno deldesarrollo.2.2.

Características básicas del desarrollo de las personas con autismo.A. El desarrollo del

autismo.El hecho de que el autismo sea un trastorno de origen neurobiológico no implica

que no deba sercomprendido psicológicamente. Al fin y al cabo, es una alteración

biológicamente causada deldesarrollo psicológico. De forma que para comprender bien el

autismo, y sobre todo para ayudar -educar - a las personas que lo sufren, es necesario

penetrar en ese mundo psicológico extraño, quenos fascina desde su opacidad. Sólo se

puede evaluar y educar bien a las personas autistas cuando seconocen algunas de las claves

principales de su mundo psicológico. Sólo se descifran esas clavescuando se examinan desde

una perspectiva genética, ligada al desarrollo normal. La contemplacióndel autismo tiene el

efecto saludable de "extrañarnos" ante el desarrollo normal.Fijémonos por ejemplo en lo

que sucede, a medida que transcurre el periodo que se extiende entrelos 9 y los 54 meses,

en el desarrollo psicológico de una niña normal. Desde los 8 ó 9 meses, expresaun modo de

relacionarse con el mundo que antes no tenía. Muestra un interés activo e intencionadopor

los objetos - a los que aplica esquemas cada vez más complejos, que implican diferenciar

entremedios y fines - y por las personas, a las que ofrece una mirada "nueva", más

inteligente y brillante quela del bebé de hace pocas semanas. En el último trimestre de su

primer año de vida, A. desarrollaclaramente la capacidad de comunicarse, es decir, de

relacionarse intencionadamente con las personasacerca de objetos y situaciones. Se hace

entender por ejemplo mediante gestos y vocalizaciones, que aveces tratan de conseguir algo

a través de los adultos (como cuando levanta los brazos para que sumadre la tome en los

suyos), y otras intentan algo más sutil: compartir con las personas su interés porlos objetos
(como cuando señala emocionada una nueva muñeca que hay en su habitación, y se

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lamuestra a su madre).En los primeros meses de su segundo año de vida, A. desarrolla

rápidamente algunas capacidadesfascinantes. Empieza a decir palabras sueltas pero que

tienen, como si dijéramos. "vocación de frases"(por ejemplo, muestra un zapato mientras

dice "¡papá!", como si dijera: "¡esto es de papá!") y seincorpora de forma cada vez más

activa a la vida familiar. Ello no sólo está relacionado con su nueva

18. capacidad de andar por sí misma, sino también con el desarrollo de competencias

mentales y decomprensión psicológica cada vez más complejas. A. va dando muestras de

una capacidadmaravillosa: la de inventar símbolos y crear pequeñas ficciones por sí misma.

Hacia los 18 meses, edaden que empieza a decir frases de dos o tres palabras, A. produce

espontáneamente pequeños mundosimaginarios (como cuando intenta meter una cuchara

vacía en la boca de su muñeca). En la segundamitad del segundo año, se produce en ella un

cambio sutil y difícil de expresar: comienza a ser capazde contemplarse a sí misma en las

acciones y situaciones; es como si desarrollara una conciencia cadavez más clara de sí

misma.Las transformaciones que se producen entre esa edad y los cuatro años y medio son

tan feroces ycomplejas que resultan difíciles de apresar conceptualmente. A. desarrolla su

vocabulario con granrapidez (se ha calculado que, en el periodo crítico, el niño adquiere una

palabra por cada horadespierta), construye oraciones que llegan a tener una sintaxis básica

como la del lenguaje adulto, sehace cada vez más sagaz y "lista" en las interacciones,

desarrolla complejos de ficciones y símboloscada vez más elaborados, desarrolla la

capacidad de relacionarse con niñas de su edad y accede a unamplio mundo cultural, que se

refleja en destrezas tales como las que permiten organizarconceptualmente la realidad o

"saber para qué sirven" las cosas. Evidentemente, esos desarrollosformidables han

dependido de una característica muy importante de A., a saber: el mundo de A.

esesencialmente un mundo de personas. Las personas son los estímulos más interesantes,

losespectáculos más fascinantes, las guías principales por las que transita el mundo
psicológico de A. Poreso las imita y se identifica con ellas, trata de parecerse a las personas v

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busca su compañía. Intentacomprenderlas y se siente intersubjetivamente ligada a las

personas que la rodean.Todos estos procesos de desarrollo se han visto alterados en R., una

niña a la que se diagnosticóautismo a los tres años y medio. Sus padres no recuerdan haber

visto en ella gestos comunicativoscuando tenía alrededor de un año. No hacía ni

"protoimperativos" (gestos y vocalizaciones para pedir)ni "protodeclarativos" (para mostrar

objetos o situaciones, compartiendo el interés hacia ellos). Sinembargo, los padres de R. no

comenzaron a preocuparse hasta un poco más tarde: entre los 18 y los24 meses. R. tendía a

aislarse cada vez más, encerrada en sus bucles de acción repetitiva y nofuncional. Se

balanceaba una, y otra, y mil veces. No atendía a llamadas ni mostraba ningunasatisfacción

cuando sus padres regresaban después de una ausencia. Clausurada en su

mundoindescifrable, parecía indiferente a las personas. No hacía símbolos, ni decía palabras,

ni inventabapequeñas ficciones.Los padres confirmaban explícitamente lo que antes sólo

había sido un inquietante presentimientoque no se habían atrevido a formular: R., una niña

bellísima que parecía normal de pequeñita, seestaba "yendo". Sí, era como si hubiera salido

por una puerta invisible del mundo humano, que noparecía interesarle en absoluto. A lo

largo del tercer año, las inquietudes de los padres se confirmaron.Los especialistas decían

que R. presentaba un trastorno del desarrollo, aunque dudaron mucho antesde definirlo.

Hicieron pruebas para ver si era sorda, pero esa hipótesis no se confirmó. Descubrieronque

había sufrido otitis frecuentes y la operaron de vegetaciones, pero eso no hizo que

desarrollara ellenguaje.A. permanecía indiferente al turbulento mundo de emociones de sus

padres, en que seentremezclaban sentimientos de culpa y temor, un vago resentimiento

hacia ese algo que parecíahaber raptado a su niña, habérsela llevado a un lugar silencioso,

inaccesible. Entre los tres años ymedio -en que fue diagnosticada - y los cuatro y medio, R.

comenzó a mejorar. Un trabajo paciente, yla implicación entusiasta de los padres permitió

que empezara a relacionarse más. Su logopeda leenseñó algunos signos comunicativos con
las manos, que permitían obtener algunas cosas quedeseaba. Empezó a pedir

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espontáneamente, aunque lo hacía de un modo especial y no sólo con lossignos aprendidos:

llevaba de la mano a la persona hacia el objeto deseado y luego ponía la mano dela persona

sobre él. En cierto modo, trataba a la mano como si fuera un objeto inerte, pero eso

eramucho mejor que la incomunicación completa del pasado reciente. La expresión triste,

seria y absortade R. había cambiando: cada vez sonreía más. Sus rabietas incomprensibles y

cambios de estado deánimo disminuyeron. A los 4 años y medio, R. había comenzado a

reintroducirse penosamente en el

19. mundo humano, aunque por camino diferente al seguido por A. Por un camino mucho

más difícil,lento y escarpado.El ejemplo de R. puede servirnos perfectamente como

prototipo de cómo aparece normalmente elautismo. Aunque Kanner (1943) y Asperger

(1944) creían que el autismo se manifiesta siempre desdeel comienzo de la vida, las

investigaciones de los últimos años han demostrado que no es así. Sólo enuno de cada

cuatro casos hay alteraciones en el primer año. Lo más frecuente es que el cuadro

semanifieste en el segundo año, y en torno a una edad crítica en el desarrollo humano, los

18 meses. Hayun grupo de autistas en que el trastorno se manifiesta después de un

desarrollo normal en los dos -casi hasta los tres -años de vida.En una investigación del autor

sobre el origen del autismo, se analizaron los informes retrospectivosproporcionados por los

padres de 100 niños y niñas autistas (78 varones y 22 niñas) acerca de losprimeros síntomas

del trastorno. Se encontró que en 57 de los 100 casos, el cuadro se habíamanifestado en el

segundo año de vida, y en 25 en el primero. De los 18 restantes, once habíanpresentado sus

primeros síntomas entre los dos años y los dos y medio. Cuatro entre esta última edady los

tres años. Había tres casos muy tardíos, que a pesar de ser claramente de autismo,

habíanmanifestado sus primeros síntomas después de la edad "tope" de 3 años, pero antes

de los 3 y medio.En la figura 2 se resumen los datos.En la investigación mencionada se

descubrieron otras cosas interesantes: (1) aunque la mayoría de lospadres se daban cuenta
de que había algún problema en el desarrollo de sus hijos después del primeraño, los niños

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autistas tendían a ser descritos como pasivos o "muy tranquilos", en el 63 % de los

casos,durante ese primer año; (2) además, incluso en los casos de desarrollo supuestamente

tardío seechaban en falta retrospectivamente las conductas comunicativas

(protoimperativos yprotodeclarativos) propias del final del primer año, y (3) no existía

ninguna relación entre el momentode aparición del cuadro y la posterior gravedad o

deficiencia cognitiva de que éste se acompañabaposteriormente.Con respecto a este

estudio, podría plantearse la duda de hasta qué punto son válidas lasinformaciones

retrospectivas de los padres sobre el desarrollo de sus hijos. ¿No será que hay síntomasde

primer año que los padres no ven o se resisten a aceptar? ¿Qué confianza podemos tener

eninformaciones que no provienen de observadores objetivos del desarrollo y, en muchos

casos, depersonas sin conocimientos mínimos de cómo debe desarrollarse un niño? Un dato

indirecto, que nosda algo más de confianza en los informes de los padres es que no había

diferencias estadísticamentesignificativas entre los padres primerizos y los que no lo eran en

cuanto al momento de detección deltrastorno del desarrollo. Ello sugiere que los primeros

síntomas de autismo son suficientementeobvios como para alarmar incluso a los inexpertos

padres primerizos.

20. Pero además las observaciones anteriores se han confirmado en otras investigaciones

que hanempleado datos muchos más objetivos. En los últimos años, empezamos a disponer

de un númeroabundante de filmaciones de vídeo, realizadas desde el nacimiento o los

primeros meses sobre bebésque luego han resultado ser niños autistas. Ese tipo de material

fue el utilizado, en un estudio muycompleto y riguroso, por Gisela Lösche (1990), que

comparó las filmaciones de ocho niños autistas conlas de ocho normales. Encontró que los

expertos que participaban en su estudio eran incapaces dediferenciar unas de otras en el

primer año. En la primera mitad del segundo año aparecían diferenciassutiles que se

convertían en trastornos cualitativos del desarrollo en la segunda mitad. Un


aspectointeresante del estudio de Lösche es que destacaba la ausencia de conductas

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propositivas, dirigidas ametas, como un indicador básico en el origen del autismo.Ya hemos

sugerido, al hablar de casos como los de I., J. o R., que el momento más dramático

delautismo es precisamente ese periodo crítico del desarrollo humano normal, que abarca

los tres añosque van desde los 18 meses a los 54. Generalmente es en esas edades cuando

los niños autistas estánmás aislados, ofrecen una impresión más desoladora de soledad, se

entregan mas obsesivamente asus estereotipias, tienen mas alteraciones de conducta (como

las autoagresiones), presentanemociones más lábiles e incomprensibles, tienen más rabietas

y poseen menos destrezas funcionalesde relación con las personas y las cosas.

Frecuentemente, todo ello mejora durante la edad escolar,entre los 5 y los 13 ó 14 años

aproximadamente. El ritmo de los cambios depende mucho de lacapacidad intelectual y la

gravedad del trastorno. Algunos niños autistas (los más capaces y menosgraves) se hacen

capaces de "integrarse" en la escolaridad ordinaria y adquieren capacidadesfuncionales muy

complejas, incluyendo lenguaje y destrezas cognitivas o conocimientos, queimplican la

incorporación - aunque con limitaciones - a la cultura. Otros, cuando menos,

desarrollanhabilidades básicas de relación, aplicación de esquemas funcionales a objetos,

autonomía ycategorización elemental. Casi siempre, el estado emocional del escolar autista

es menos lábil y máspositivo que el del preescolar, y el inaccesible aislamiento de la infancia

se va sustituyendo pormotivos y capacidades de relación. El mundo caótico y sin codificar del

preescolar autista se ordena enmayor o menor grado, y la conducta se hace más

propositiva.En un número limitado de casos, la adolescencia puede implicar un periodo de

turbulencia, conreaparición de síntomas v trastornos previamente superados, aumento de la

labilidad emocional, de ladepresión, insomnio o trastornos alimentarios, etc. Sin embargo,

en la mayoría se mantiene ladirección positiva del desarrollo de la niñez. La aparición de

impulsos sexuales no implica casi nunca eldesarrollo de motivaciones de ese tipo con

relación a otras personas. Rara vez existe el otro, para unautista, como objeto de deseo
sexual. En algunos adolescentes o jóvenes de nivel intelectual altoaparece una vaga

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necesidad de relación con el otro sexo, que frecuentemente no saben cómoresolver.Cuando

las personas autistas reciben la atención adecuada, su vida adulta suele ser la

mássatisfactoria. Es cierto que la mayoría requieren ayuda permanente, y tienen

capacidades deautonomía limitadas, pero también lo es que muchos adultos autistas

alcanzan un "compromisoaceptable" con un mundo restringido en el que viven con cierto

bienestar. En la edad madura, laconvivencia alcanza frecuentemente una cierta estabilidad.

Aunque los autistas son mucho másinflexibles que lo que nos gusta ser a las personas

normales, "negocian" muchas veces con sus padreso personas cercanas un grado aceptable

de equilibrio entre inflexibilidad y variación. Además, losadultos han adquirido ya el derecho

de un encierro en un sí mismo que no se ha constituido como tal.El autismo no es la

introyección ensimismada en un mundo propio rico, que alejara del ajeno, sino ladificultad

para constituir tanto el mundo propio como el ajeno. Para el niño normal, el mundo

estálleno de mente. Para el autista, vacío de ella.

21. B. Autismo y desarrollo normal.¿Qué aspectos del desarrollo humano se alteran en ese

trastorno al que hemos llamado "trágico"? Lasinvestigaciones de los psicólogos evolutivos en

los últimos años nos proporcionan una imagen deldesarrollo infantil que es muy útil

contraponer con el autismo. La imagen indica que el autismo no esni mucho menos una fase

del desarrollo normal, como pretendía la psicoanalista Margaret Mahler (1968). Por tanto,

no consiste en una regresión hacia un periodo primitivo del desarrollo humano, ouna

función en él. El periodo primitivo autista no existe. Los niños normales no son nunca

autistas. Porel contrario, los recién nacidos normales demuestran algunas capacidades

sociales impresionantes,que sólo se ponen de manifiesto en investigaciones finas y muy

controladas sobre sus pautas deatención y acción. Se trata de capacidades de sintonizar

preferentemente con los estímulos que brindanlas personas (por ejemplo, prefieren

estímulos visuales redondeados, estructurados, móviles,relativamente complejos y, con


abultamientos, que son todas características de la cara humana) yresponder armónicamente

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a esos estímulos, como cuando imitan (sí: los neonatos imitanasistemáticamente patrones

como sacar la lengua o abrir la boca) o responden mediantemovimientos, que a cámara

lenta parecen una danza a la melodía del lenguaje a sus figuras de crianza(un fenómeno que

se llama "sincronía interactiva").Hacia los dos o tres meses, los bebés comienzan a fijarse en

los matices más expresivos del rostrohumano y se muestran capaces de compartir e

intercambiar expresiones emocionales. Trevarthen(1982), que ha analizado con finura los

intercambios expresivos (sonrisas, vocalizaciones, gestos detristeza, temor, sorpresa, etc.)

entre los bebés y sus madres, usa un término muy expresivo parareferirse a la capacidad que

se pone de manifiesto en esas relaciones: intersubjetividad primaria. Estasería una

competencia de "sentir con", que sería reflejo de una motivación fundamental e innata en

elhombre: la de compartir la mente y entenderse con el otro. Las nociones y las relaciones

somato-tónicas son las primeras puertas por las que los niños penetran en las mentes

ajenas, gracias a esaespecie de sim-patía esencial que permite experimentar la misma

emoción que el otro siente, en unintercambio mutuo.Antes de llegar a los seis meses, los

bebés normales desarrollan vínculos firmes con figuras de crianza,a las que reconocen. Se

hacen capaces de anticipar conductas ajenas muy simples en rutinashabituales (como

cuando levantan los bracitos al ir a ser tomados en brazos) y empiezan a interesarsemucho

por las conductas de las personas. Los bebés de seis meses muestran un interés genuino

porlas conductas de sus madres. Los de siete y ocho, ya capaces de sentarse, se interesan

también muyactivamente por los objetos (el interés humano por los objetos es muy superior

al de cualquier otroanimal, pues cualquiera de ellos puede ser potencialmente útil para un

ser capaz de hacer unosinstrumentos con otros, y éstos con unos terceros, etc.). En el último

trimestre del primer año, losbebés normales, muy sensibles a las "actitudes mentales" de los

otros hacia los objetos (vid. Hobson,1995), se hacen cada vez más capaces de integrar sus

"esquemas de objeto" y sus esquemas depersona" en ciertas conductas de relación


intencionada con las personas en relación con los objetos, a lasque llamamos

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"comunicación". Son conductas que tienen carácter sígnico, y que implican suspenderla

acción directa sobre los objetos, para convertir esa "acción en suspenso" en signo del interés

porellos o el deseo de obtenerlos (una acción en suspenso es extender la palma de la mano

hacia elobjeto deseado, sin tocarlo; otra, señalar con el dedo una cosa interesante).Veíamos

en el apartado anterior que ahí se producen generalmente los primeros fallos claros

deldesarrollo autista. La ausencia de conductas comunicativas intencionadas es casi

universal en losniños que luego son diagnosticados del trastorno. Pero además hay un índice

sutil de la anomalíacomunicativa de los autistas que consiste en la ausencia específica (o

limitación grave) de un ciertotipo de comunicación: aquella a la que se denomina

"protodeclarativa" (Curcio, 1978, Wetherby, 1986).Para comprender en profundidad lo que

significa este término, debemos diferenciar dos objetivosposibles de la actividad

comunicativa: - cambiar el mundo físico (como cuando decimos: "deme uncafé") o el mundo

e tal o o al de i : "Plate o es pe ueño, peludo, suave…" . E el iño, losi te tos ás

precoces de cambiar el mundo físico mediante la comunicación consisten en actos tales

22. como levantar los bracitos, para ser levantados, o dirigir la palma de la mano a una

pelota lejana, paraobtenerla por medio del adulto. Y los más tempranos de cambiar el

mundo mental en gestos comoseñalar objetos interesantes, para que el otro se interese por

ellos. A los primeros intentos se lesdenomina "protoimperativos", a los segundos

"protodeclarativos". Pues bien: la ausencia deprotodeclarativos o declaraciones simbólicas

en el niño autista es uno de los criterios diagnósticosmás claros para detectar el trastorno

(aunque naturalmente no es un criterio único, ni siquieraestrictamente necesario para el

diagnóstico diferencial).¿Por que hay tantos autistas que no hacen "protodeclarativos"? La

razón es que esas conductascomunicativas exigen inevitablemente comprender algo muy

importante: que las otras personastienen mente. Las páginas de este módulo, por ejemplo,

están llenas de argumentos, comentarios,declaraciones, en una palabra, que nunca hubieran


sido escritas si no fuera porque el autor sabe quehabrá lectores - intérpretes dotados de

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mente -, a quienes puede trasmitir sus experiencias yconocimientos sobre el autismo. Pero

la noción de que las otras personas tienen mente parece serespecialmente difícil de alcanzar

para los autistas.Esta dificultad se puso de manifiesto en un experimento ya clásico realizado

por Baron-Cohen, Leslie yFrith (1985), tres investigadores del Medical Research Council de

Londres, a los que ya nos hemosreferido. Compararon a niños autistas, normales y con

síndrome de Down en su capacidad de darsecuenta de que las personas pueden tener

creencias falsas, diferentes de las que uno mismo tiene yque no se corresponden con

situaciones reales. Cuando un niño demuestra que posee esa capacidad,está demostrando

también que se da cuenta de que los demás tienen mente, o lo que es lo

mismo,representaciones mentales que guían su conducta. Representaciones que no tienen

por qué seriguales a las que uno mismo tiene de una situación. Antes del estudio de los tres

investigadoresbritánicos, dos psicólogos austríacos, Wimmer y Perner (1983) habían

demostrado que los niñosnormales desarrollan hacia los 5 años la capacidad de reconocer

creencias falsas en otros.El esquema de estos estudios es el siguiente: se presentan al niño

dos personajes, X e Y, en unahabitación en miniatura. Uno de ellos, X, tiene un objeto

deseable y lo guarda en un recipiente. Luegoabandona la habitación. Mientras X está fuera,

Y cambia el objeto de lugar. Naturalmente X no ve elcambio. Finalmente X vuelve a la

habitación y se hace al niño la pregunta crítica: ¿Dónde va a buscar elobjeto?.La mayoría de

los niños normales o con síndrome de Down de poco más de 5 años de edad mentaldaban la

respuesta correcta, a diferencia del 80 % de los niños autistas. Ello era tanto

mássorprendente cuanto que éstos habían sido seleccionados de manera que tenían edades

mentalesmás altas que los otros niños (los normales eran más pequeños, en cuanto a edad

cronológica), segúnlas escalas verbal y manipulativa de la prueba de Weschler.La capacidad

de "tener representaciones sobre las representaciones mentales propias o ajenas"

parecefallar en los autistas. Esa capacidad ha recibido un nombre equívoco en la literatura


psicológica: Teoríade la mente. Tener teoría de la mente es ser capaz de atribuir a los otros

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estados mentales, poder inferirsus creencias y deseos, anticipar en función de ellos las

conductas ajenas. "Leer la mente" es unacapacidad humana básica, que no se desarrolla o lo

hace de forma insuficiente en los casos deautismo. No todos estos casos implican deficiencia

mental, pero todos suponen la existencia de unadeficiencia mentalista, cuyas consecuencias

son muy graves.Fijémonos en algunas de esas consecuencias: la persona sin una "teoría de la

mente" carece de guíasconceptuales para interpretar y predecir las conductas ajenas. Las

conductas de los demás leresultarán incomprensibles. Además será difícil que esa persona

desarrolle la comunicación, sobretodo si ésta posee una función inherentemente mentalista

(cambiar el mundo mental de los otros).Ello dará lugar a una ausencia o retraso de las

capacidades declarativas. Y, en caso de adquiriese éstas,la conversación se convertirá en un

obstáculo formidable. Conversar es intercambiar ideasmutuamente relevantes, en contextos

de interacción simbólica, y que exigen constantemente

23. "ponerse en la piel del otro". ¡Nada hay más difícil para esa persona que, como dice Frith

(1992) tieneuna especie de "ceguera" especial, una ceguera para lo mental!. Su

conmovedora soledad mental darála extraña impresión de un "egoísmo que se

desconoce".Necesidades de las personas autistas:El primer estudio de un niño autista lo

llevó a cabo Kanner: su nombre era Jerry. Lo fascinante de Jerryes que nos ayuda a

reconstruir en qué consiste la experiencia de ser autista. Recuerda que los estadosde

experiencia dominantes en su infancia eran "la confusión y el terror". Los estímulos

sensoriales(sonidos, olores...) le resultaban insoportablemente intensos. "Nada parecía

constante, todo eraimprevisible y extraño". Especialmente la conducta de las personas, que

resultaba imposible deanticipar y comprender. Jerry recuerda un mundo fragmentario, sin

un sentido central. Y es conscientede que hay en él una carencia básica: no siente empatía,

no puede sentir lo que las otras personassienten. Su extraño mundo nos ayuda a

comprender un poco mejor cómo podemos ayudar a laspersonas autistas. Qué nos piden a
través de su silencio. Los puntos del CUADRO 6 contienen algunasde esas peticiones, que los

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autistas transmiten a través de su conducta, pero que no pueden

hacernosexplícitamente.CUADRO 6: NECESIDADES DE LAS PERSONAS AUTISTAS 1. Necesito

un mundo estructurado y predictible, en que sea posible anticipar lo que va a suceder. 2.

Utiliza señales claras. No emplees en exceso el lenguaje. Usa gestos evidentes, para que

pueda entender. 3. Evita, sobre todo al principio, los ambientes bulliciosos, caóticos,

excesivamente complejos e hiperestimulantes. 4. Dirígeme, no esperes a mis iniciativas para

establecer interacciones. Procura que éstas sean claras, contingentes, comprensibles para

mí. 5. No confíes demasiado en mi aspecto. Puedo ser deficiente sin parecerlo. Evalúa

objetivamente mis verdaderas capacidades y actúa en consecuencia. 6. Es fundamental que

me proporciones medios para comunicarme. Pueden ser movimientos, gestos, signos y no

necesariamente palabras. 7. Para tratar de evaluarme o enseñarme, tienes que ser capaz

primero de compartir el placer conmigo. Puedo jugar y compartir el placer con las personas.

Ten en cuenta que se me exigen adaptaciones muy duras. 8. Muéstrame en todo lo posible

el sentido de lo que me pides que haga. 9. Proporciona a mi conducta consecuencias

contingentes y claras. 10. No respetes mi soledad. Procura atraerme con suavidad a las

interacciones con las personas, y ayúdame a participar en ellas. 11. No me plantees siempre

las mismas tareas, ni me obligues a hacer las mismas actividades. El autista soy yo. No tú. 12.

Mis alteraciones de conducta no son contra ti. Ya tengo un problema de intenciones, no


interpretes que tengo malas intenciones. 13. Para ayudarme, tienes que analizar

cuidadosamente mis motivaciones espontáneas. En contra de lo que pueda parecer, me

gustan las interacciones cuya lógica puedo percibir; aquellas que son estructuradas,

contingentes, claras. Hay muchas otras cosas que me gustan. Estúdialas primero. 14. Lo que

hago no es absurdo, aunque no sea necesariamente positivo. No hay desarrollos absurdos,

sino profesionales poco competentes. Procura comprender la lógica, incluso de mis

conductas más extrañas. 15. Enfoca la educación y el tratamiento en términos positivos. Por
ejemplo, la mejor manera de extinguir las conductas disfuncionales (autoagresiones,

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rabietas, conductas destructivas, etc.) es sustituirlas por otras funcionales. 16. Ponme

límites. No permitas que dedique días enteros a mis estereotipias, rituales, alteraciones de

conducta. Los límites que negociamos me ayudan a saber que existes y que existo. 17. En

general, no interpretes que no quiero, sino que no puedo. 18. Si quieres que aprenda, tienes

que proporcionarme experiencias de aprendizaje sin errores, y no

24. por ensayo y error. Para ello, es preciso que adaptes cuidadosamente los objetivos y

procedimientos de enseñanza a mi nivel de desarrollo, y que me proporciones ayudas

suficientes para hacer con éxito las tareas que me pides. 19. Pero evita las ayudas excesivas.

Toda ayuda de más es contraproducente porque me hace depender de la ayuda más que de

los estímulos relevantes y me hurta una posibilidad de aprender. 20. Por ahora, mi problema

se mejora sobre todo con la educación. Procura evitar excesos farmacológicos o una

administración crónica de neurolépticos. Consulta al médico con alguna frecuencia si recibo

medicación. 21. No me compares constantemente con los niños normales. Mi desarrollo

sigue caminos distintos y quizá más lentos, pero eso no quiere decir que no se produzca. 22.

Ten en cuenta que dominar un signo, un sólo signo, puede cambiar mi vida por completo.

23. Utiliza frecuentemente códigos viso - espaciales para enseñarme o hacerme entender las

cosas. Mi capacidad viso-espacial suele estar relativamente preservada. Por ejemplo, los

pictogramas que muestran lo que se va a hacer y sirven como "agendas" pueden ser muy

útiles. 24. Plantea actividades funcionales y que puedan tener algún sentido en mi

trayectoria personal. Por ejemplo, hacer círculos con lápiz puede ser menos funcional para

mí (si no puedo llegar a escribir o dibujar figuras representativas) que hacer huevos fritos.

25. Ten en cuenta que antes de ser autista soy niño, adolescente o adulto. Por muy grave

que sea mi trastorno del desarrollo, es mucho más lo que me une que lo que me separa de

las otras personas.Las peticiones del cuadro 6, que deben estudiarse cuidadosamente,

establecen una especie de"actitud general" muy eficaz en el afrontamiento de los cuadros
del espectro autista. Son útiles a lolargo de todo el desarrollo de las personas que presentan

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cuadros situados en ese espectro. Perodeben cualificarse para los diferentes momentos del

ciclo vital.En general, podemos decir que los preescolares autistas requieren un altísimo

grado de dedicación ytrabajo, que debe proveerse. Además, sus familias pasan por un

periodo muy crítico de asimilación deltrastorno del hijo, que requiere ayuda profesional y un

firme apoyo. Muchos niños pequeños autistaspueden beneficiarse de la educación

preescolar normal, pero para ello se requiere un compromisomuy claro de los profesionales

que los atienden, apoyo psicopedagógico a esos profesionales ycentros preescolares muy

bien estructurados y con pocos niños.Los autistas de niveles cognitivos más bajos pueden

beneficiarse más de la educación específica quede la integrada en la edad escolar,

especialmente cuando tienen alteraciones graves de conducta. Hay,por otra parte, niños

autistas para los que la indicación mejor puede ser la educación especial, pero noespecífica,

o - en los de más capacidad intelectual - la integración. En estos dos últimos casos, espreciso

un claro compromiso educativo de los grupos de profesores y apoyos de expertos

queorienten la labor educativa y ayuden a controlar una angustia excesiva o sentimientos de

impotenciaen los educadores.Finalmente es preciso proporcionar a los adultos autistas

recursos tales como residencias, centrosocupacionales y centros de empleo protegido, y

apoyar la inserción en el mercado laboral de los máscapacitados. El autismo requiere

siempre un apoyo estable y comprometido de por vida. Una vida queademás suele

prolongarse más allá que la de los padres, ya que el autismo no implica un acortamientode la

esperanza de vida.

25. Desarrollo normal y Autismo (2/2) Definición, etiología, educación, familia, papel

psicopedagógico en el autismo. AUTOR: Angel Rivière (Universidad Autónoma de

Madrid)Curso de Desarrollo Normal y Autismo, celebrado los días 24, 25, 26 y 27 de

septiembre de 1997 en el Casino Taoro, Puerto de la Cruz, Santa Cruz de Tenerife (España).

Segunda Parte3. Identificación y valoración de las necesidades educativas especiales de los


alumnos conautismo a lo largo del proceso educativo.3. l. Un enfoque interactivo y

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contextual del proceso de valoración.En los casos de autismo se asocian con frecuencia

características aparentemente contradictorias, y quehacen especialmente necesaria una

valoración cuidadosa de las capacidades y necesidades educativasdel niño. P., un niño

autista de seis años, con un potencial cognitivo alto, presenta un patrón derelación tan poco

empático e indiferente que parece retrasado mental en las situaciones ordinarias

deinteracción. Sin embargo, cuando el psicopedagogo comienza a plantearle, de forma

estructurada,ítems de la prueba de Weschler, se da cuenta con gran sorpresa de que obtiene

puntuaciones altas encasi todas las escalas - excepto la de comprensión - y sobresalientes en

alguna de ellas (cubos). Supuntuación global se corresponde con un cociente intelectual de

103. ¡Nadie lo hubiera dicho!. F., porsu parte, encubre un retraso mental medio tras su gesto

pensativo y su fisonomía inteligente. D.parece retrasado y es incapaz de emitir lenguaje. Su

conducta comunicativa es muy primitiva, y nocontiene funciones declarativas, pero

demuestra tener capacidades intelectuales de tipo asociativonotables cuando se le

administra la prueba de Leiter, que mide la inteligencia "libre de lenguaje".Hay una serie de

factores que hacen especialmente importante, y al mismo tiempo especialmentedifícil y

delicada, la valoración cuidadosa del desarrollo y las necesidades educativas en los casos

deautismo. En primer lugar, en éstos las disarmonías evolutivas y disociaciones funcionales

constituyenla norma más que la excepción. Puede darse el caso, por ejemplo, de que estén

perfectamentepreservadas habilidades viso - espaciales, competencias de inteligencia no

lingüística, destrezasmotoras, y al mismo tiempo muy afectado el racimo funcional

constituido por las capacidades derelación, imaginación, expresión simbólica y lenguaje, o

incluso en un área muy particular, como ellenguaje, pueden coexistir habilidades

morfosintácticas notables con graves torpezas pragmáticas (esdecir, en el uso comunicativo

del lenguaje y la capacidad de adaptarlo a las necesidades de losinterlocutores). Además,

existe también frecuentemente una disociación entre la apariencia físicainteligente (cuyo


enorme poder en la tendencia a hacer una peligrosa "valoración intuitiva decapacidades" no

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se debe desestimar) y las competencias reales del niño. Y, para dificultar aún más lascosas,

éste puede presentar alteraciones de conducta, deficiencias de atención, problemas

demotivación y dificultades de relación importantes y que hacen especialmente difícil el

proceso devaloración.Todo ello conlleva la necesidad de realizar un proceso muy cuidadoso

de valoración que se atenga aciertas exigencias, que deben seguirse escrupulosamente. Son

las siguientes:I. La valoración debe diferenciar con claridad competencias funcionales

distintas. La existencia de disarmonías y disociaciones funcionales hace especialmente

necesario delimitar con claridad áreas diferentes, y no basar excesivamente la evaluación del

niño en apreciaciones o índices globales, como por ejemplo el "cociente intelectual". Este

tiene tanto menos significado cuanto mayor es la dispersión de las competencias

intelectuales, y esa dispersión puede llegar al extremo en los casos de autismo. Por ejemplo,

S., un adulto autista que obtiene un cociente intelectual de 100 en la prueba WAIS, alcanza

una puntuación típica de 20 (¡la más alta posible!) en la tarea de

26. cubos, y de 0 en la de comprensión. Esos desequilibrios funcionales deben ser definidos

por la persona que realiza la valoración.II. La valoración debe incluir una estimación

cualitativa, y no sólo cuantitativa de 1a "organización funcional" de las capacidades de la

persona autista. Dado que el autismo es un trastorno profundo del desarrollo, implica una

distorsión cualitativa de las pautas de desarrollo normal. Por eso, la mera valoración

psicométrica cuantitativa no basta: es especialmente importante que el psicopedagogo

comprenda y defina cualitativamente la lógica subyacente a ese modo diferente de

desarrollo. Sólo así podrá contribuir realmente a la tarea educativa que deberá hacerse con

el niño. Debe recordarse el punto 14 del cuadro 6: el desarrollo autista no es "absurdo",

aunque sea distinto. Sus peculiaridades deben ser explicadas en términos de hipótesis que

reflejen la peculiar "lógica subyacente" de ese desarrollo. Por ejemplo, T. ha incrementado

sus rabietas al mismo tiempo que ha mejorado en su motivación comunicativa. Ello se debe
a que el incremento de la necesidad de relación hace especialmente frustrantes, para T., las

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situaciones en que siente su carencia de instrumentos comunicativos al tiempo que la

motivación a relacionarse. Cuando la psicopedagoga que atiende a T. se ha dado cuenta de

eso, ha formulado un programa de signos, mediante el cual T. ha aprendido a usar algunos

signos para pedir. Sus rabietas han disminuido hasta extinguirse prácticamente.III. Deben

valorarse los contextos y no sólo las conductas del niño. La tercera norma es que no basta

con valorar las conductas del niño para definir sus necesidades educativas. La relación entre

los comportamientos y los contextos es muy peculiar en autismo: la apariencia de

"indiferencia al contexto" de muchas conductas aisladas no debe engañar. El empleo de

procedimientos de análisis funcional, en los últimos treinta años, ha permitido demostrar

con claridad la alta dependencia de las condiciones contextuales de muchas conductas de

apariencia "completamente endógena", como las autoagresiones y agresiones, las rabietas,

etc. Además, las dificultades de generalización y transferencia de aprendizajes, propias de

las personas con autismo y otros trastornos profundos del desarrollo, hacen que muchas de

sus destrezas funcionales sólo se pongan en juego en contextos muy restringidos y muy

semejantes a los contextos de adquisición. Debido a las dificultades de relación, muchos

niños autistas con grados altos de aislamiento, sencillamente carecen de oportunidades de

aprendizaje. No basta con definir o proporcionar "contextos externos", en los que se supone

que el niño debe aprender, sino que es necesario evaluar qué oportunidades reales tiene el

niño en esas situaciones y cómo puede asimilarlas. La disposición de condiciones colectivas

de aprendizaje no asegura oportunidades reales de aprender para los autistas con

competencias sociales más bajas. Es preciso analizar y frecuentemente modificar las

interacciones concretas del niño autista con profesores y compañeros. El análisis del

contexto debe definir: (1) las relaciones funcionales entre las conductas del niño y las

contingencias del medio (por ejemplo, en qué situaciones se producen las rabietas y qué

consecuencias tienen), (2) las oportunidades reales de interacción y aprendizaje, (3) la


percepción del niño autista por parte de los que le rodean, y los grados de ansiedad,

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asimilación, sentimiento de impotencia, frustración, culpabilización, satisfacción en la

relación, etc. de las personas que se relacionan con el niño, (4) el grado de estructura,

directividad y previsibilidad de los contextos.IV. La valoración de los niños con trastornos

profundos del desarrollo no sólo exige pruebas psicométricas de "ciclo corto" sino una

observación detallada. Si bien, es necesaria (precisamente por el peligro de las valoraciones

intuitivas y por las disociaciones funcionales) la realización de pruebas psicométricas, no es

ni mucho menos suficiente: la valoración de los niños con TPD requiere una observación en

contextos interactivos reales, y sin prisas. Precisamente, las serias dificultades de relación de

estos niños hace que sean inadecuadas las estrategias apresuradas en que resulta necesario

"hacer una valoración completa en una hora". Muchas veces, lo mejor que puede hacer la

persona que evalúa en esa primera hora es procurar establecer con el niño una relación

lúdica, positiva y libre de ansiedad. Para valorar al niño es necesario "saber escuchar" su

ritmo, y comprender que éste puede ser diferente al propio. Y luego dedicar el tiempo

necesario a una observación de estilo naturalista de las conductas del niño en contextos

reales.

27. V. Para valorar al niño, hay que interactuar con él. Finalmente, aunque parezca obvia

esta observación, hay que recordar que la valoración exige interactuar con el niño. Aquí

"interactuar" significa establecer una cierta "cualidad de relación", sin la cual la evaluación

carece de sentido y de valor. En el caso de los niños autistas y con TPD, alcanzar esa cualidad

de relación puede ser difícil, pero nunca es imposible; implica reconocer qué interacciones

son gratificantes para el niño, y cómo es posible mantener con él una relación lúdica, qué

tipo de signos hay que usar en la relación para que ésta sea asimilada, y cómo deben

manejarse variables proxémicas (de distancia física en la relación, por ejemplo) y

emocionales en la relación para que ésta sea aceptable por el niño. En general, los estilos

interactivos contingentes, pacientes, tranquilos, no ansiógenos, y que implican la


presentación de señales claras y la supresión de estímulos, gestos y palabras irrelevantes son

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los más adecuados. Un termómetro muy sensible de la cualidad de la relación es la

satisfacción que obtiene de ella el propio adulto que valora al niño. Los requisitos de

objetividad en la valoración no excluyen una interacción positiva con el niño autista, sino

que por el contrario la exigen.3.2. Ámbitos de valoración.3.2.1. Valoración de las

capacidades cognitivas.Desde los años sesenta se conoce el hecho de que el cociente

intelectual es el mejor predictorpronóstico en los casos de autismo (Rutter y Schopler, 1987,

Lord y Schopler, 1988). Además posee enestos casos propiedades de fiabilidad, estabilidad a

lo largo del tiempo y validez semejantes a las quese dan en otras poblaciones, y que

permiten rechazar la idea, propia del primer periodo deconceptualización del autismo, de

que "las valoraciones de C.I. carecen de valor en el caso de los niñosy adultos autistas".Sin

embargo, no es fácil medir las capacidades cognitivas de los autistas y otros niños con TPD.

Esnecesario emplear pruebas capaces de motivarles y que midan aspectos relevantes y

diversos de sucapacidad cognitiva. En los casos de síndrome de Asperger, o los autistas de

Kanner con capacidadeslímites o normales, puede ser muy útil el empleo de pruebas

psicométricas estándar como el test deWeschler. Cuando se sospecha una capacidad

intelectual no verbal en niños sin lenguaje o con unbajo nivel lingüístico, el empleo de una

prueba originalmente concebida para sordos, el test de Leiter(Arthur, 1952), puede ser muy

eficaz para "descubrir" destrezas de asociación cognitiva no fáciles dedetectar en la

interacción informal.En los casos de niños autistas con competencias cognitivas en la gama

de 3 a 7 años, las escalasMcCarthy de aptitudes y psicomotricidad para niños pueden

resultar útiles. Sin embargo, en muchoscasos de autismo, y en especial cuando los niños son

pequeños o el cuadro se acompaña - como suelesuceder - de retraso mental asociado, esas

pruebas psicométricas de uso común no sonadministrables. Por eso, se han desarrollado

algunos instrumentos psicométricos específicos, queresultan de especial utilidad para

valorar a las personas autistas. El más utilizado ha sido el "Perfilpsicoeducativo" (PEP) de


Schopler y Reichler (1979), que define los niveles de desarrollo en imitación,percepción,

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motricidad fina y gruesa, integración óculo -manual y desarrollo cognitivo y cognitivo -verbal.

Se trata de una prueba que puede administrarse a los autistas de niveles mentales más

bajos,pero que presenta problemas psicométricos importantes, asigna muy arbitrariamente

los ítems a lasáreas y exige excesivas capacidades - para poder puntuar - en las áreas

relacionadas con el desarrollocognitivo y lingüístico.Por estas razones, el autor de este

módulo (Rivière et al., en preparación) ha desarrollado una pruebadenominada "E.D.I."

(Escalas de desarrollo infantil) que puede aplicarse incluso a los autistas con unretraso

mental más acusado y que define el desarrollo - hasta cinco años de edad mental - en

ochoáreas funcionales: (1) imitación, (2) motricidad fina, (3) motricidad gruesa, (4) desarrollo

social, (5)lenguaje expresivo y comunicación, (6) lenguaje receptivo, (7) representación y

simbolización y (8)solución de problemas. La prueba se administra en un contexto

esencialmente lúdico y establece tres

28. categorías de puntuaciones: (a) cuando el niño realiza la tarea pedida sin ayuda, (b)

cuando la hacecon ayuda, y (c) cuando no la hace en ningún caso. Las tareas realizadas con

ayuda - las ayudas sedefinen con claridad en el manual de la prueba - permiten definir

directamente objetivos educativosinmediatos para los niños evaluados.3.2.2 ESQUEMA DE

VALORACIÓN EVOLUTIVA DE COMPETENCIAS DE RELACIÓN YCOMUNICACION. ESQUEMA DE

VALORACIÓN EVOLUTIVA DE COMPETENCIAS DE RELACIÓN Y COMUNICACION.1. ¿Presenta

el niño gestos expresivos de matiz social en situaciones de intercambio comunicativo

(sonreír al sonreírle, etc.) que sugieren intersubjetividad primaria?2. ¿Es capaz de realizar

juegos circulares de interacción (en que se presenta un estímulo lúdico gratificante y en el

que él pide o anticipa la repetición)?3. ¿Da muestras de vinculación a alguna persona adulta

a la que reconozca y busque activamente, o con la que de muestras de sentirse más

seguro?4. ¿Muestra algún interés por objetos? ¿Qué esquema aplica preferentemente en la

relación con ellos?5. ¿Da señales claras de anticipar algunas rutinas sociales?.6. ¿Realiza
alguna clase de conductas intencionadas de relación con personas acerca de objetos, aunque

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sólo sea para pedir mediante pautas instrumentales?7. ¿Se comunica mediante signos

"suspendidos" o palabras con la finalidad de cambiar el mundo físico (protoimperativos e

imperativos)"?8. ¿Se comunica con la finalidad de cambiar el mundo mental

(protodeclarativos y declarativos)?9. ¿Realiza alguna clase de símbolo? ¿Posee algún

lenguaje?10. ¿Es capaz de discurso y conversación?.Cuando el niño autista tiene lenguaje, la

recogida y el análisis de muestras lingüísticas se hacennecesarios. En tales muestras es

preciso examinar la posible existencia de anomalías, tales como laecolalia y la inversión de

pronombres, el nivel estructural de las emisiones, su grado de complejidad ydesarrollo

funcional, la existencia o no de habilidades conversacionales y discursivas, y las

posiblesdisociaciones, como por ejemplo las que existen en muchos casos entre niveles

relativamente altos deorganización formal del lenguaje (relacionada con la fonología

segmental, la morfología y la sintaxis) ymuy bajos de desarrollo pragmático (con ausencia de

funciones importantes como comentar,describir, narrar, argumentar, etc.). El uso de

procedimientos de análisis formal de las muestras delenguaje (Siguan, 1983, Díez-Itza, 1992),

junto con otros de análisis funcional, se hace así necesario.En lo que se refiere a las

capacidades de comprensión, debe tenerse en cuenta que el autismo seasocia siempre a un

déficit receptivo mayor o menor. No basta con determinar la comprensión depalabras, sino

también la de papeles funcionales en las emisiones (papeles tales como los de

"acción","agente", "objeto", "instrumento", "localización", etc.) y la de funciones o afijos

gramaticales. Debido ala complejidad de estas evaluaciones, la valoración del lenguaje

autista debe realizarse conintervención y apoyo de especialistas en desarrollo del

lenguaje.3.2.3. La valoración de las relaciones interpersonales.La valoración de las

capacidades de comunicación y lenguaje ya supone, en cierto sentido, unaevaluación de

competencias de relación: proporciona una idea de cuáles son los instrumentos derelación

con que el niño cuenta, y las funciones de las relaciones que realiza por medio de
talesinstrumentos. Sin embargo, con eso no basta: hay otros aspectos de las relaciones

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interpersonales quedeben ser valorados en los casos situados en el espectro autista. Son

esencialmente los siguientes: (a)con qué personas y (b) en qué contextos se establecen las

relaciones, (c) con qué frecuencia y (d)grado de iniciativa por parte del niño; (e) qué

finalidades tienen dichas relaciones, (f) cuál es suvalencia y (g) cuáles sus consecuencias.

29. Muchos niños autistas, por ejemplo, sólo establecen relaciones con adultos a los que

están vinculados,e ignoran por completo a los niños de su edad. A veces muestran

claramente temor hacia ellos, y enocasiones indiferencia. El establecimiento de relaciones

con iguales suele ser uno de los objetivos másdifíciles de alcanzar en los contextos

educativos. Además, las relaciones de muchas personas autistasson extremadamente

dependientes de contextos muy restringidos y dejan de producirse cuandovarían las

situaciones mínimamente. O son muy poco frecuentes y dependen siempre de la iniciativade

los adultos que rodean al niño, que no tiende a establecer, por propia iniciativa, ninguna

clase derelaciones con las personas. Algunos autistas sólo se relacionan para obtener

gratificaciones físicas(comida, salidas a la calle, mimos, etc.). Otros establecen muchas

relaciones cuya valencia esesencialmente negativa, como sucede con las interacciones

agresivas, o rechazan abiertamente losintentos de interacción por parte de otras personas.

Finalmente, las consecuencias de lasinteracciones pueden ser muy variables. En algunos

casos, las iniciativas de relación existen, pero seexpresan de forma tan débil e indiferenciada

que no son reconocidas fácilmente por los compañerospotenciales de relación.Es evidente

que la valoración de esos extremos exige una observación cuidadosa y estructurado,

conprocedimientos observacionales que el propio profesional debe construir (es fácil, por

ejemplo,diseñar una "hoja de observación", para el registro de los puntos que hemos

destacado). Aunqueexistan instrumentos estandarizados (vid. por ejemplo, Rutter et al.,

1988) , que valoran las conductasde relación, éstas son las más difíciles de determinar de

forma estructurada, ya que exigen tiempos deobservación prolongados e implican por


definición evaluar el grado de espontaneidad de lasconductas interactivas del niño. Pero las

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dificultades no deben impedir una valoración rigurosa de larelación, para la que son

imprescindibles los informes de las personas responsables del cuidado delniño.3.2.4. La

valoración de los aspectos emocionales y de la personalidad.La exploración de las personas

autistas debe ir más allá de la superficie conductual más objetivable.Tiene que implicar un

intento riguroso de "reconstruir un mundo mental" que ofrece una aparienciaparadójica y

opaca. Y en esa reconstrucción del extraño mundo interno de la persona autista, ladefinición

de sus emociones y de los contextos en que se producen, la determinación de sus afectos,

yla captación de su peculiar personalidad resultan esenciales. En estos aspectos, se han

producidoretrocesos importantes - más que avances - desde los tiempos de Kanner y

Asperger, a mediados delos años cuarenta, y resulta muy fructífera la lectura de sus

penetrantes análisis de "la interioridadautista". El largo periodo de "superficialidad

conductual" del conductismo más radical, de hipertrofiacognitiva en la psicología reciente, y

de especulación desbocada por parte de algunos psicoanalistas,ha dado lugar a un tipo de

valoraciones e informes que, o bien caen en la falta completa deobjetividad, o expresan sólo

un objetivismo superficial, yermo de enunciados mentales y deobservaciones sobre el

mundo interno de las emociones y los afectos.Es necesario, entonces, que las valoraciones

psicopedagógicas se resitúen en un terreno másequilibrado y eficaz, que no se limiten a los

aspectos cognitivos o las conductas más obvias.Numerosas investigaciones recientes han

demostrado que los autistas tienen déficits específicos,tanto en el reconocimiento de las

emociones ajenas como en la expresión de las propias (vid. Hobson,1993). Existen pruebas

experimentales para determinar esas deficiencias (Rutter et al., 1988; Hobson.op. cit.) que

pueden ser utilizadas en contextos clínicos. Pero de nuevo es esencialmente laobservación

estructurada la que debe prevalecer en este ámbito.3.2.5. La valoración de aspectos

curriculares.La valoración psicopedagógica no debe limitarse a la definición de las

capacidades psicológicascristalizadas del niño con TPD. Exige también definir la "zona de
desarrollo próximo del niño"(Vygotski, 1935/1979) y sus posibilidades de aprendizaje, así

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como sus necesidades educativasespecíficas y posibilidades de inserción en los curricula

preescolares o escolares. Ello implica unconocimiento preciso de éstos y el establecimiento

de relaciones claras entre las competencias

30. evaluadas y los proyectos curriculares. La valoración psicopedagógica debe culminarse

siempre con(a) una definición específica de objetivos concretos de enseñanza/aprendizaje

para el niño evaluado,(b) una determinación, también clara, de las adaptaciones de

objetivos, estrategias o procedimientosde los proyectos curriculares vigentes, (c) una

consideración de los contextos de aprendizaje y de lasactitudes educativas globales con

respecto al niño situado en el espectro autista.Es muy importante, en todo este proceso,

tener en cuenta tres aspectos:(1) Con mucha frecuencia, los profesores sienten una

considerable carga de angustia e impotencia si no reciben ayudas y orientaciones externas,

que les permitan afrontar con serenidad y eficacia las limitaciones funcionales y las

alteraciones de conducta de las personas autistas. La relación directa de psicopedagogos y

profesores es absolutamente necesaria para el buen fin de la actividad educativa.(2) Las

ideas dogmáticas y universalistas sobre el emplazamiento escolar de las personas con rasgos

autistas son contraproducentes. No es correcta la afirmación de que "todos los autistas

deben tener una educación segregada", ni tampoco la de que "todos deben integrarse". Lo

que piden los autistas al sistema escolar es diversidad, flexibilidad, capacidad de adaptación,

un alto nivel de personalización de la actividad de enseñanza y de las actitudes educativas.

Algunos niños del espectro autista - los de niveles cognitivos y sociales más bajos, o los que

tienen alteraciones de conducta más marcadas - tienen más oportunidades de aprender en

contextos completamente individualizados, de relación uno - a - uno con adultos expertos.

Se trata de condiciones que prácticamente sólo se dan en los centros específicos de autismo.

Otros es mejor que acudan a aulas especiales en centros normales, para poder beneficiarse

de interacciones lúdicas con niños normales y al tiempo tener oportunidades más adaptadas
e individualizadas de aprendizaje. Hay niños autistas que es mejor que se integren con niños

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retrasados no autistas, que les proporcionen modelos de interacción y oportunidades de

relación que otros autistas difícilmente les darán. Los autistas más capaces pueden

integrarse, con apoyos y adaptaciones, en el sistema escolar ordinario, pero no sin asegurar

un trabajo de alta calidad por parte del claustro y un apoyo firme a éste.(3) La valoración

psicopedagógica debe incluir una definición precisa de los recursos de apoyo a la labor

educativa. Delimitar, por ejemplo, la posible necesidad de ayuda logopédica, y la exigencia

de aplicar programas complementarios en psicomotricidad, etc. Para ser útil, la valoración

psicopedagógica debe ser completa, y no deformar o limitar las necesidades especiales de la

persona autista. De este modo, una valoración adecuada es el camino que permite pasar

desde las posibilidades de desarrollo del niño a su desarrollo real.3.3. El papel del

psicopedagogo en el proceso de valoración.Las observaciones anteriores permiten delimitar

con bastante claridad cuál es el papel delpsicopedagogo en el proceso de valoración. El es el

mediador esencial entre el niño autista y sufamilia, por una parte, y el sistema educativo, por

otra. Es quien tiene que convertir las impresionescotidianas o clínicas más o menos

imprecisas en valoraciones funcionales rigurosas, que permitan unainserción adecuada del

niño y una actividad educativa eficiente. Todo ello exige una actitud muycomprometida con

el caso, y la capacidad de definir la "lógica cualitativa" que subyace a los síntomasautistas, y

que explica un modo especial de ser y de desarrollarse.CUADRO 8: TAREAS EN LA

VALORACION PSICOPEDAGOGICA 1. Recoger información de la familia y de informes

anteriores. 2. Establecer con el niño una relación adecuada para la valoración. 3. Valorar de

forma estructurada las áreas de cognición lenguaje, motricidad, capacidad social, etc. 4.

Realizar observaciones naturalistas no estructuradas o semiestructuradas en contextos

naturales de relación. 5. Establecer contacto directo con otros profesionales que atienden o

han atendido al niño. 6. Definir valores psicométricos y la "lógica cualitativa" del desarrollo

del niño.

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31. 7. Realizar un análisis funcional de las alteraciones de conducta y conductas positivas. 8.

Definir un conjunto de necesidades de aprendizaje. 9. Elaborar un informe preciso, con

valoraciones funcionales, análisis de contextos y propuestas educativas. 10. Mantener

relaciones con los padres y profesores, en una labor de seguimiento y apoyo.En el CUADRO 8

se presenta un resumen muy sintético de las tareas principales que tiene que realizarel

psicopedagogo en la valoración de niños autistas y con TPD. Una parte de esas tareas implica

unarelación continuada con otros profesionales que valoran y atienden al niño, tales como

psicólogosclínicos, neurólogos, psiquiatras o pediatras, logopedas, etc. El diagnóstico del

autismo nocorresponde sólo al psicopedagogo, sino que es y debe ser "multiaxial" (incluye

aspectosneurobiológicos, psicológicos, educativos, sociales, etc.) y multidisciplinario. Pero el

psicopedagogo esquien debe relacionar el conjunto de datos obtenidos con las posibilidades

y necesidades educativasdel niño, y éstas últimas con ofertas educativas concretas. De este

modo, el informe psicopedagógicodebe convertirse en el "input final", y claramente

asimilable por los profesores, que permite convertirel conocimiento en desarrollo; el

conocimiento del niño autista y de sus contextos, en educación ydesarrollo del propio niño.

La consigna de "convertir el conocimiento en desarrollo" resume mejor quecualquier otra, a

nuestro entender, el objetivo básico de la actividad psicopedagógica aplicada, tantoen

autismo como en otros problemas del desarrollo.4. La educación de los alumnos con

autismo.4.1. Criterios de escolarización de los alumnos con autismo.El autismo pide al

sistema educativo - ya lo hemos dicho - dos cosas importantes: (1) diversidad y

(2)personalización. Los sistemas homogéneos y los modelos poco individualizados del

procesoenseñanza - aprendizaje son incapaces de atender a las necesidades de aquellos

niños cuyo modo dedesarrollo se aparta más del "modelo estándar de desarrollo humano".

Por otra parte, dada la enormeheterogeneidad de los cuadros de autismo y TPD, debe ser la

valoración específica y concreta de cadacaso la que indique las soluciones educativas


adecuadas. La mera etiqueta de autismo no define, por símisma, un criterio de

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escolarización. Hace falta una determinación muy concreta y particularizada,para cada caso,

de varios factores, que deben ser tenidos en cuenta para definir la orientacióneducativa

adecuada. ¿Cuáles son esos factores?. En el CUADRO 9 se presenta un conjunto de

criteriosimportantes a la hora de decidir cuál debe ser la solución educativa adecuada para

los niños conrasgos propios del espectro autista. Se establece una distinción entre factores

del niño y del centroeducativo.Los puntos destacados en el cuadro 9 deben tenerse en

cuenta para decidir, en cada momento, elemplazamiento escolar adecuado para los niños

con TPD: éste puede ser un centro normal, siempreque sea posible, un aula especial en

colegio normal, un centro especial pero no específico de autismoo un centro específico.

Ninguna de estas soluciones debe excluirse "a priori" por razones puramenteideológicas. En

todo caso hay varias observaciones que deben tomarse en consideración:CUADRO 9:

CRITERIOS DE ESCOLARIZAClÓN EN AUTISMO Y T.P.D.Factores del niño. 1. Capacidad

intelectual (en general, deben integrarse los niños con Cl superior a 70. No debe excluirse la

posible integración en la gama 55-70). 2. Nivel comunicativo y lingüístico (capacidades

declarativas y lenguaje expresivo como criterios importantes para el éxito de la integración).

3. Alteraciones de conducta (la presencia de autoagresiones graves, agresiones, rabietas

incontrolables, pueden hacer cuestionar la posible integración si no hay solución previa). 4.

Grado de inflexibilidad cognitiva y comportamental (puede exigir adaptaciones y ayudas

terapéuticas en los casos integrados). 5. Nivel de desarrollo social: es un criterio importante.

Los niños con edades de desarrollo social

32. inferiores a 8-9 meses por lo general sólo tienen oportunidades reales de aprendizaje en

condiciones de interacción uno - a - uno con adultos expertos.Factores del centro escolar. 1.

Son preferibles los centros escolares de pequeño tamaño y número bajo de alumnos, que no

exijan interacciones de excesiva complejidad social. Deben evitarse los centros

excesivamente bulliciosos y "despersonalizados". 2. Son preferibles centros estructurados,


con estilos didácticos directivos y formas de organización que hagan "anticipable" la jornada

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escolar. 3. Es imprescindible un compromiso real del claustro de profesores y de los

profesores concretos que atienden al niño con TPD o autismo. 4. Es importante la existencia

de recesos complementarios, y en especial de psicopedagogo, con funciones de orientación,

y de logopeda. 5. Es muy conveniente proporcionar a los compañeros del niño autista claves

para comprenderle y apoyar sus aprendizajes y relaciones.(1) La solución escolar que se de

para un niño en una fase determinada de su desarrollo no tiene por qué ser permanente.

Aunque deben evitarse los cambios frecuentes. Hay muchos casos en que son convenientes

soluciones que implican el paso de centros específicos a normales o - en menos casos - el

contrario. El emplazamiento educativo en un momento determinado de desarrollo del niño

no debe entenderse como una sentencia para toda la vida escolar.(2) Los niños de nivel

intelectual relativamente alto con autismo de Kanner y los que presentan síndrome de

Asperger, requieren una integración en que el cumplimiento de logros académicos es

importante. En contra de lo que pueda pensarse, el objetivo de la integración no debe ser

únicamente, en estos casos, "que se relacionen con niños normales". De hecho, esta puede

ser una meta extraordinariamente difícil y que sólo se alcanza parcialmente después de

varios años de escolarización integrada. Por el contrario, los logros académicos pueden estar

al alcance de los niños a que nos referimos y son muy importantes para su desarrollo,

porque proporcionan un cauce con el que compensar sus limitaciones sociales e incluso irlas

disminuyendo parcialmente por la vía indirecta de los logros educativos.(3) En el caso de los

niños pequeños autistas, la profesora o profesor en particular pueden jugar un papel mucho

más decisivo que el centro. Sucede muchas veces que una profesora comprometida con el

caso, y que crea lazos afectivos fuertes con el niño, ejerce una influencia enorme en su

desarrollo y es quien "empieza a abrir la puerta" del mundo cerrado del autista, a través de

una relación intersubjetiva, de la que se derivan intuiciones educativas de gran valor para el

desarrollo del niño.(4) Todos los centros y profesores que atienden a niños con trastornos
profundos del desarrollo requieren apoyo externo y orientación por expertos en estos casos.

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En ellos, la orientación por parte de psicopedagogos con buen nivel de formación es

imprescindible. Ya hemos comentado en otro momento que es muy frecuente la existencia

de sentimientos de frustración, ansiedad e impotencia en los profesores que no cuentan con

apoyos suficientes.(5) También es imprescindible la colaboración estrecha entre la familia y

el profesor - en realidad, el centro como un todo -. Numerosas investigaciones

psicopedagógicas han demostrado que la implicación de la familia es uno de los factores más

relevantes en el éxito de las tareas educativas y terapéuticas con niños autistas (vid. Rivière y

Canal, en prensa).4.2. La respuesta educativa. El papel del psicopedagogo.4.2.1. Aspectos

curriculares, en especial en el ámbito de la comunicación, el lenguaje y, lashabilidades

sociales.Desde los años sesenta, y como consecuencia de la aplicación de procedimientos

operantes demodificación de conducta a los niños autistas, se han propuesto diversos

programas para desarrollarla comunicación, el lenguaje y las competencias sociales en ellos.

En términos generales, lasestrategias utilizadas en los años sesenta y setenta implicaban el

empleo de ensayos discretos, en

33. contextos de aprendizaje completamente individualizados, en situaciones con un

altísimo grado decontingencia y estructura. El ejemplo más conocido es el de los métodos

propuestos por Ivar Lovaas(1977/1981) para enseñar "conductas verbales" a los niños

autistas. Aunque esos sistemas deenseñanza - rígidamente fundamentados en los enfoques

conductistas del aprendizaje y enobservaciones realizadas generalmente en laboratorios de

aprendizaje animal - fueron eficaces conmuchos niños, presentaban algunos problemas

importantes: ( l) En general, no se basaban en unmarco evolutivo preciso, (2) establecían

condiciones muy artificiales de aprendizaje, que acentuabanlas dificultades de

generalización y transferencia que suelen tener, de por sí, los niños autistas, y, (3)hacían

excesivo hincapié en el desarrollo del lenguaje verbal. En niños autistas de niveles

cognitivosbajos, la carencia de un marco evolutivo, la falta de valoración real de sus


competencias, y laorientación verbalista dieron lugar, en muchos casos, a "lenguajes"

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superficiales, carentes de función yde valor comunicativo.Desde los años ochenta, los

procedimientos para desarrollar la comunicación y el lenguaje en losniños autistas han

cambiado mucho. Los sistemas actuales (vid. Hernández Rodríguez, 1995)

tienenesencialmente un estilo pragmático y funcional. Se proponen ante todo desarrollar la

comunicación, ypueden servirse de códigos alternativos (principalmente signos manuales) al

lenguaje verbal.Incluyen, como puntos importantes, estrategias de generalización a los

contextos naturales derelación del niño. Se atienen a un enfoque esencialmente "positivo"

de la comunicación, cuyo valorgratificante - de medio para conseguir cosas, situaciones,

relaciones, etc. - se acentúa.Mencionaremos solamente dos sistemas - que son además muy

compatibles entre sí - diseñadosespecíficamente para proporcionar instrumentos de

comunicación a niños autistas. El métodoTEACCH (Watson et al., 1989) de enseñanza de la

comunicación espontánea, y el programa decomunicación total de Benson Schaeffer et al.

(1980).El método TEACCH pretende desarrollar las habilidades comunicativas, y su uso

espontáneo encontextos naturales en niños con TPD. Emplea para ello tanto el lenguaje

verbal como modalidadesno orales, y no ofrece propiamente una programación sino una

guía de objetivos y actividades, consugerencias de cómo evaluarlas y programarlas. Para ello,

diferencia cinco dimensiones en los actoscomunicativos: (1) la función, (2) el contexto, (3) las

categorías semánticas, (4) la estructura y (5) lamodalidad. Por ejemplo, las funciones pueden

ser pedir, rehusar, comentar, dar información obuscarla, expresar sentimientos o implicarse

en rutinas sociales. En las actividades comunicativas querealizan tales funciones pueden

incluirse diversas categorías semánticas (como "objeto", "acción","agente",

"experimentador", "atributo", "localización", etc.). Por ejemplo, si el niño dice "Pedro ha

rotoel vaso grande", realiza la función de "comentar" y se sirve de las categorías de agente

(Pedro), acción(ha roto), objeto (el vaso) y atributo (grande). Además, las actividades

comunicativas pueden realizarsecon diversos códigos (palabras, signos manuales,


pictogramas), con diferentes estructuras formales yen distintos contextos.Las dimensiones

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anteriores sirven para programar los objetivos de desarrollo comunicativo en cadauna de

ellas y como claves importantes en el procedimiento de enseñanza. Por ejemplo, una

ideaimportante del TEACCH es que no debe modificarse más de una dimensión cuando se

establece unnuevo objetivo comunicativo (Si se quiere enseñar una nueva categoría

semántica, como la de"atributo", por ejemplo, no debe mortificarse ni el código, ni las

funciones, ni las estructuras, ni loscontextos previamente dominados por el niño). Las

habilidades comunicativas se enseñan en sesionesestructuradas individuales, pero también

se prevé la enseñanza incidental, se preparan los ambientesnaturales para que las susciten,

se evocan en actividades de grupo y se hace intervenir activamente ala familia en su

enseñanza y estímulo. Durante toda la aplicación del TEACCH se evalúanrigurosamente los

logros del niño.El programa de comunicación total de Schaeffer et al. (1980) ha sido de gran

utilidad para el desarrollode las capacidades comunicativas de muchos niños autistas. Por

una parte, ha ayudado a queaccedieran al lenguaje oral niños que se encontraban con

grandes dificultades para hacerlo. Por otra,

34. ha proporcionado al menos un número limitado de signos funcionales a muchos otros,

cuyasincapacidades cognitivas y lingüísticas hacen inaccesible por completo el lenguaje

oral.Se trata de un programa en que se emplean, por parte del terapeuta, signos y

palabrassimultáneamente (es un sistema "bimodal" o de comunicación total) y se enseña

primero al niño arealizar signos manuales para lograr objetos deseados. A diferencia de

procedimientos anteriores, queacentuaban el aspecto receptivo ("comprender") del

lenguaje, en éste se hace especial hincapié en elexpresivo (hacer por medio de signos). El

programa incluye varias fases, definidas esencialmente porel logro de actividades

pragmáticas o funcionales (expresar deseos, realizar actos simples dereferencia, desarrollar

conceptos personales, habilidades de investigación y abstracción con signos opalabras), y su

objetivo final es desarrollar el lenguaje oral, para lo que se favorece que el niño
aprendaprimero signos, luego complejos signo - palabra y finalmente (al desvanecerse los

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signos) palabras.Hay varias razones por las que este programa resulta muy útil con muchos

niños con TPD, incluso deniveles cognitivos muy bajos. En primer lugar, no requiere

imitación (los signos se producen alprincipio con ayuda total), además ayuda a que el niño

descubra que actúa sobre el mundo consignos, y se basa esencialmente en una "estrategia

instrumental". Favorece el desarrollo deintenciones comunicativas y se fundamenta en

procesamiento visual, en que los niños autistas suelentener más capacidad.Los sistemas

TEACCH y de comunicación total son solamente dos recursos de los muchos que

puedenutilizarse para estimular el desarrollo de competencias de comunicación y lenguaje

en niños autistas(vid Koegel y Koegel, 1995). Es importante tener en cuenta que éstos

requieren casi siempre unaintervención específica e individualizada para adquirir

capacidades de comunicación y lenguaje, y quees necesaria la intervención activa de todas

las "comunidades del niño" (familia, centro escolar,profesores, compañeros si ello es

posible), no sólo del terapeuta del lenguaje, para complementar eltratamiento

individualizado. En esa labor de coordinación es esencial el papel del

psicopedagogoencargado del seguimiento del niño.A diferencia de lo que sucede con el área

del lenguaje y la comunicación, los programas para apoyar eldesarrollo de habilidades

sociales en personas autistas se han desarrollado mucho menos de lo quecabría esperar,

dada la importancia de este ámbito. Hay, con todo, algunos hechos importantes quedeben

tenerse en cuenta: se ha demostrado que las condiciones de integración (incluso en caso

deniveles cognitivos bajos) son más eficaces que la segregación en centros especiales para el

desarrollode las habilidades sociales (Donnellan, 1984) y que el trabajo en grupos

heterogéneos facilita elaprendizaje y la generalización de las adquisiciones por parte de los

autistas (Mesaros y Donnellan,1987). En los últimos años, el uso de procedimientos de

instrucción y modelado por iguales hademostrado una gran utilidad para favorecer el

desarrollo social de los niños autistas (Odom y Strain,1986-, Goldstein et al. 1992-, Frea.
1995). También en este aspecto, la tarea del psicopedagogo esesencial, puesto que debe

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prever, junto con padres profesores, ocasiones de interacción con igualesque favorezcan el

desarrollo social.4.2.2. Aspectos metodológicos y estrategias básicas en la enseñanza de los

niños autistas y conTPD.Desde los años setenta, se han realizado numerosas investigaciones

sobre los factores que puedenayudar al aprendizaje de los niños autistas y las estrategias de

enseñanzas adecuadas para ellos(Rivière, 1984; Rivière y Canal, en prensa; Koegel y Koegel.

1995, Schreibman, 1988). En general, existeun acuerdo en que los procedimientos de

enseñanza utilizados deben cumplir una serie decondiciones, y en que pequeñas

desviaciones con relación al marco adecuado de aprendizaje puedentener, en el caso de los

niños con TPD, muy serias consecuencias en su desarrollo. Powers (1992) haseñalado

algunos de los componentes principales que deben tener los métodos educativos con

niñosautistas: (l) deben ser estructurados y basados en los conocimientos desarrollados por

la modificaciónde conducta, (2) evolutivos y adaptados a las características personales de los

alumnos, (3) funcionales

35. y con una definición explícita de sistemas para la generalización; (4) deben implicar a la

familia y lacomunidad, y (5) deben ser intensivos y precoces.Especialmente en el caso de los

niños pequeños autistas de edades preescolares, los contextoseducativos de tratamiento

individualizado varias horas al día - algunos investigadores hablan de entretreinta y cuarenta

horas semanales, vid. Olley et al., 1994 - pueden ser de gran eficacia y

modificarsustantivamente el pronóstico a largo plazo del cuadro. Por otra parte, también es

cierto que losambientes menos restrictivos, que implican oportunidades de relación con

iguales, han demostradoser eficaces para promover las competencias sociales de niños

autistas (Koegel y Koegel, 1995).Evidentemente, las consignas de "tratamiento

individualizado ocho horas al día" y - "ambientemínimamente restrictivo" son difíciles de

compatibilizar. La oferta ideal en la edad preescolar es la deintegración en un centro de

educación infantil pero con apoyo permanente, tanto en situaciones degrupo como en
condiciones de tratamiento individualizado.En las primeras fases de enseñanza, o en los

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casos de niños autistas con cuadros graves o nivelesintelectuales muy bajos, los procesos de

aprendizaje sin errores, y no por ensayo y error, son los máseficaces. Se ha demostrado que

el aprendizaje por ensayo y error disminuye la motivación y aumentalas alteraciones de

conducta (Rivière, 1984). Para estimular un aprendizaje sin errores es necesarioseguir ciertas

normas: (1) asegurar la motivación, (2) presentar las tareas sólo cuando el niño atiende, yde

forma clara. (3) presentar tareas cuyos requisitos están previamente adquiridos y que se

adaptanbien al nivel evolutivo y las capacidades del niño, (4) emplear procedimientos de

ayuda, (5)proporcionar reforzadores contingentes, inmediatos y potentes.La falta de

motivación puede ser, en muchos casos de autismo, el problema más difícil con que

seenfrenta el profesor. Este hecho se relaciona con una de las dimensiones de que

hablábamos al definirel espectro autista, a saber, la dificultad para "dar sentido" a la propia

actividad. El empleo de modelosconcretos de cómo debe ser el resultado final de la actividad

de aprendizaje puede ser útil para ayudara los niños autistas a comprender el sentido de lo

que se les pide. Se han propuesto también otrosmétodos para aumentar la motivación,

como el refuerzo de aproximaciones al objetivo educativodeseado, la selección por parte del

niño de los materiales educativos, el uso de tareas y materialesvariados, el empleo de

refuerzos naturales (es decir, relacionados con la actividad que se pide) y lamezcla de

actividades ya dominadas con otras en proceso de adquisición (Koegel y Koegel, 1995).Otra

dificultad importante para el aprendizaje de los niños autistas es el fenómeno

de"hiperselectividad", es decir, su tendencia a basarse en aspectos limitados (y

frecuentemente norelevantes) de los estímulos y a hacer depender su conducta de esos

aspectos (Lovaas, Schreibman,Koegel y Rehm. 1971). Para evitar los efectos de la

hiperselectividad, se han propuesto dos tipos deestrategias: exagerar los aspectos relevantes

del estímulo (por ejemplo, presentar un objeto muygrande y otro muy pequeño, para

enseñar la distinción entre grande y pequeño), o enseñardirectamente a responder a claves


múltiples (Koegel y Koegel, 1995).En los último años, y en especial para los niños autistas con

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capacidades simbólicas de lenguaje, sehan demostrado eficaces procedimientos que

implican auto-regulación por parte del propio alumnode sus iniciativas positivas y

autocontrol de las conductas menos adaptativas. Estos procedimientospueden permitir

disminuir la gran dependencia que muchos niños autistas tienen de los adultos queestán a

su cuidado, y consiguientemente también el estrés y las dificultades psicológicas que

seplantean a esos adultos cuando tienen que estar pendientes permanentemente de los

niños autistas,o tener sentimientos de culpa si no lo están (Koegel, Koegel y Parks, 1995).La

necesidad de proporcionar a los niños autistas ambientes estructurados, predictibles y

contextosdirectivos de aprendizaje está ampliamente justificada - y tanto más cuanto más

grave es el autismo omás severo el retraso de que se acompaña - en la investigación sobre la

enseñanza a niños autistas(Rivière, 1984). Sin embargo, ese alto nivel de estructura puede

aumentar las dificultades degeneralización. En los casos de autismo y TDP no sólo debe

programarse la adquisición de

36. capacidades habilidades nuevas sino también su generalización funcional a los contextos

adecuados.Se han empleado procedimientos de enseñanza de habilidades en los nuevos

contextos, sistemas quefacilitan reconocer las recompensas de ejercer las habilidades

adquiridas en situaciones distintas a lasde adquisición, y procedimientos de autorregulación

(Koegel, Koegel y Parks. 1995).En los últimos años, se ha desarrollado el uso de "agendas" en

los contextos de aprendizaje de losniños autistas. Se trata de procedimientos que implican el

registro (gráfico o escrito) de secuenciasdiarias de actividades, y frecuentemente el resumen

simple de sucesos relevantes en el día. Facilitan laanticipación y comprensión de las

situaciones, incluso a autistas de nivel cognitivo relativamente bajoy con los que deben

usarse viñetas visuales como claves de organización del tiempo. Las agendastienen efectos

positivos en la tranquilidad y el bienestar de los niños autistas, favorecen su motivaciónpara

el aprendizaje y contribuyen a dar orden a su mundo.Es importante que ese mundo sea lo
menos restrictivo posible. Las investigaciones de los últimos añossobre los efectos de la

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integración en el desarrollo de los niños autistas presentan datosesperanzadores: los niños

integrados establecen relaciones que les brindan oportunidades de adquirirhabilidades

sociales y comunicativas, están constantemente expuestos a modelos de iguales que

lesproporcionan vías para aprender, generalizan con más facilidad sus adquisiciones

educativas yaumentan sus probabilidades de un ajuste social mejor a largo plazo (Koegel y

Koegel, 1995). En loscasos de autismo, como en otros trastornos o retrasos del desarrollo,

sólo debe recurrirse a solucionesde segregación escolar cuando sea muy evidente que las

ventajas de los contextos extremadamenteindividualizados, directivos y específicos son

superiores a las de la integración. Esto sólo sucede encasos muy graves, de niveles

intelectuales muy bajos, y que presentan deficiencias importantes deatención, alteraciones

de conducta difícilmente controlables o pautas hiperactivas muy difíciles deregular en

contextos más naturales de aprendizaje.4.2.3. Los recursos personales y materiales.Los

centros específicos para niños autistas sólo están justificados en tanto en cuanto se cumplan

enellos tres condiciones: (1) un claustro compuesto de expertos en autismo y TPD, con altos

niveles dedestrezas en la educación y tratamiento de niños que presentan esos cuadros, (2)

ratios muy bajos dealumnos por profesor (normalmente, tres a cinco) y (3) especialistas en

audición y lenguaje en su casopsicomotricidad o fisioterapia, y personal complementario de

apoyo.En esos centros - que suelen y deben ser para muy pocos alumnos - debe asegurarse

un tratamientoindividualizado durante periodos muy largos de tiempo. La pérdida de las

ventajas que pueden tenerlos ambientes menos restrictivos sólo es aceptable en los casos

de niños (generalmente de edadessociales muy bajas) que tienen que adquirir masivamente

capacidades y destrezas que los niñosnormales desarrollan en contextos de aprendizaje

incidental, a través de relaciones con adultoscompletamente individualizadas, más

semejantes a la crianza que a la educación formal.Sin embargo, no son sólo los centros

específicos los que requieren recursos especiales para atender alos niños autistas. Cuando la
integración en centros normales o la incorporación a centros especiales,pero no específicos

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de autismo, no se acompaña de recursos personales suficientes, el fracaso es muyprobable.

Se puede decir con certeza que todos los niños autistas, con independencia de

suemplazamiento escolar, requieren atención específica e individualizada de sus problemas

decomunicación lenguaje, y de sus dificultades de relación. Prácticamente siempre es

necesaria laatención de profesores de apoyo y especialistas en audición y lenguaje, con una

capacitaciónespecífica en procedimientos de tratamiento para niños autistas y con TPD.

Además, es tambiénimprescindible una tarea de apoyo y estructuración, de coordinación de

los sistemas de ayuda yeducación, por parte de un psicopedagogo, si es posible

especializado en este área.Las actividades de sensiblización del claustro de profesores,

relación estrecha con las familias,formación y sensibilización de los propios compañeros de

los niños autistas, exigen un seguimiento

37. dedicado, prolongado por parte de la persona encargada de la orientación

psicopedagógica de losniños con trastornos del espectro autista. Aunque se haya ensayado

poco esa fórmula, puede serconveniente la existencia de centros que realizan "integración

específica" de niños con TPD, lo quepuede permitir una mayor preparación de los claustros

una mayor sensibilidad de los propios niñosnormales que acuden a dichos centros, así como

una concentración de recursos educativos ypersonales.La educación de las personas con

autismo y otros trastornos profundos del desarrollo requiereprobablemente más recursos

que los que son necesarios en cualquier otra alteración o retrasoevolutivo. En ocasiones,

aunque se produzcan adquisiciones funcionales y una mitigación de losrasgos autistas, los

progresos son muy lentos. Pueden resultar aparentemente mínimos cuando secomparan

con la plantilla del desarrollo normal.Desde una perspectiva meramente economicista de la

educación, cabría preguntarse hasta qué puntomerece la pena la enorme inversión de

recursos que se hace para obtener unos resultados tanmodestos. Sin embargo, hay dos

consideraciones importantes que hacer, con el fin de disipar esaduda: la primera es que la
valoración de que los resultados son modestos suele derivarse más de unainadecuada

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comparación del desarrollo autista con el normal que de la enorme importancia

subjetivaque pueden tener para la persona autista logros aparentemente nimios. Ya hemos

comentado en otromomento que, para algunos autistas, un signo - sí, un solo signo - puede

suponer una modificaciónradical de las posibilidades de relación con el mundo.La segunda

consideración es más general. El autismo constituye probablemente la desviacióncualitativa

más radical de la pauta normal de desarrollo humano. La persona autista es la que "estámás

lejos" de nuestro "mundo de normales". El intento de atraer a ese mundo a quienes más

ajenosson a él, o en todo caso de estimular el desarrollo de esas personas hasta el logro de

sus máximasposibilidades, es un índice importante de la existencia de valores sociales y

éticos que implican unrespeto de lo humano. Un respeto a la diversidad humana, incluso en

sus variantes más extremas. Elproblema de la educación de los niños autistas no puede

comprenderse solo en términos económicos.Se trata, en realidad, de un problema

esencialmente cualitativo. La enajenación autista del mundohumano es un desafío serio,

pues nuestro mundo no sería propiamente humano si aceptarapasivamente la existencia de

seres que, siendo humanos, son ajenos.5. El contexto familiar de las personas con

autismo.5.1. Rasgos característicos de las familias de los alumnos con autismo y necesidades

másfrecuentes.Frente a los modelos culpabilizadores de las familias de los años cincuenta y

sesenta, en los últimosaños se han invertido los términos de la relación entre el autismo y las

condiciones familiares. Elproblema que preocupa actualmente a los investigadores y clínicos

no es ya el de "la influencia de lafamilia en el origen del autismo". Ya sabemos que el origen

no reside en ninguna patologíapsicológica de los padres, ni en que éstos abandonen,

rechacen o den cuidados insuficientes al niño.El verdadero problema es el de "la influencia

del autismo en la familia", tal como se refleja por ejemploen el título de un libro de los

ochenta dedicado monográficamente al tema: The effects of Autism onFamily (Schopler y

Mesibov, 1984).Desde el punto de vista del equilibrio familiar, el autismo es un trastorno


especialmente devastador.Las razones son fáciles de entender si nos detenemos en el curso

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prototípico de la alteración: unospadres tienen un hijo de apariencia normal, y cuyo

desarrollo en el primer año también es normal.Nada dice que ese niño tenga ninguna

alteración. Pero, de forma insidiosa y al mismo tiemporelativamente rápida - con aparición

de trastornos poco claros, pero que al acumularse producenefectos muy graves en el

desarrollo -, van apareciendo pautas extrañas de conducta una especie desoledad. Al

principio, da la sensación de que no interactúan con el niño, sin que sea muy claro para

38. ellos de quien es la culpa del repetido fracaso de los intentos de relación. ¡No es extraño

que lospadres hayan aceptado y creído, durante veinte años, la hipótesis falsa de que ellos

eran losresponsables!. Una hipótesis por cierto que no añadió sino frustración y ansiedad a

las que el autismoproduce en las familias. Luego viene un largo periodo de intento

desesperado de encontrar ayudaprofesional y claridad en el raro enigma de la soledad del

niño.Frecuentemente el autismo frustra la realización primera de las intensas motivaciones

de crianza quese derivan de la preparación biológica para la reproducción. Produce

sentimientos confusos de culpa,frustración, ansiedad, pérdida de autoestima y estrés. La

sensación de que "algo se ha hecho mal" enesa relación primera que normalmente produce

desarrollo, símbolos, lenguaje, capacidades socialescada vez más complejas y sutiles. Las

primeras fases de desarrollo del cuadro son especialmente duraspara la familia. Nos han

servido para comprenderlas ciertos modelos, desarrollados por psiquiatraspara explicar

situaciones de "gran crisis" (como la pérdida de un ser querido muy cercano). Según

esosmodelos, las grandes crisis dan lugar a un proceso psicológico complicado, que pasa por

varias faseshasta llegar a una auténtica asimilación. Las fases se han definido por procesos

de (1) inmovilización,(2) minimización, (3) depresión, (4) aceptación de la realidad, (5)

comprobación, (6) búsqueda designificado y (7) interiorización real del problema causante

de la crisis.Es importante entender que los padres de autistas - y de otros niños con

problemas graves dedesarrollo - pasan necesariamente por esas fases. Es más: que pueden
pasarlas con ritmos desigualesen la pareja o en el núcleo familiar como un todo. Las

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investigaciones rigurosas sobre las familias deautistas han demostrado la existencia de

patrones de depresión reactiva y aumento de estrés (Moes,1995), que se relacionan con

numerosos factores: la dificultad para comprender qué le sucede al niño,la naturaleza

inherentemente culpógena del propio autismo, la gran dependencia mutua que se creaentre

los niños autistas y sus padres, la dificultad para afrontar las alteraciones de conducta y

elaislamiento, la falta de profesionales expertos, la limitación de las oportunidades vitales y

de relaciónque supone, en un primer momento, la exigencia de una atención constante el

niño, etc. La situaciónde depresión y estrés puede aumentar, como si fuera una lupa,

pequeños problemas familiares,convirtiéndolos en dificultades serias de relación en la

pareja. Complicarse, tomando la forma de unbucle de culpabilizaciones recíprocas. Dificultar

la atención a los hermanos del niño autista. Tener, enfin, consecuencias negativas de

diversos órdenes en la economía de las relaciones familiares.A la larga, muchos padres y

hermanos de personas autistas llegan a darse cuenta de que laconvivencia con ellas puede

ser muy satisfactoria y gratificante. En muchos aspectos, tanto o más quela convivencia

entre las personas llamadas "normales" (pues los autistas tienen sus peculiares"virtudes": en

general no mienten ni tienen malas intenciones. Son mucho menos complicados

yenrevesados que los normales. Poseen una conmovedora ingenuidad, y su afecto es

directo, nuncafingido). Pero, para llegar a eso, hay que pasar por un largo camino. Y en ese

largo camino la ayudaprofesional es imprescindible.5.2. Contenidos y formas de apoyo a las

familias. El papel del psicopedagogo.La ayuda profesional, a que acabamos de referirnos,

implica varios aspectos: en primer lugar, esnecesario casi siempre proporcionar a los padres

apoyo terapéutico, y en ocasiones intervenir sobre elsistema familiar como un todo (las

perspectivas "sistémicas" han sido muy útiles en la atención afamilias de niños o adultos con

TPD). En segundo lugar, es importante capacitar a los padres, dándolesinformación

suficiente sobre el autismo, información realista y veraz, pero con un enfoque positivo.
Entercer lugar, es muy útil contar con los padres como co-terapeutas, y hacerles intervenir

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activamenteen los procesos de enseñanza-aprendizaje de sus hijos, ayudándoles a recuperar

su sensación dedominio. Es frecuente que en las primeras fases de la recuperación, cuando

ya ha comenzado aestablecerse un tratamiento eficaz para los niños autistas, los padres

realicen un proceso al que podríallamarse "recrianza", en que se sienten recuperando a un

hijo que habían perdido por un extrañotrastorno que le alejó de ellos. Ese proceso es

esencialmente positivo, e implica la movilización deenergías y motivos muy útiles en la

actividad educativa y en los procesos terapéuticos.

39. Los padres necesitan apoyo, seguimiento y atención profesional a lo largo de todo el

ciclo vital. Esimportante además que se realice una observación cuidadosa de los nuevos

hermanos de los niñosautistas, en los que como sabemos el trastorno aumenta su

probabilidad de 50 a 100 veces. Y esesencial que se den apoyos a los hermanos mismos. Con

frecuencia, los hermanos de autistas tienenintensos sentimientos de celos, desamparo,

pérdida de la propia estima y abandono, debido a laintensa atención requerida por el niño

autista. Es importante hacer conscientes a los padres de lanecesidad de "dar su sitio" a los

hermanos, dedicar tiempo a ellos, y tener atenciones especiales.Frecuentemente, la

explicación franca de los problemas del niño autista ayuda mucho a sushermanos, incluso a

los de corta edad.En los últimos años se han desarrollado programas específicos muy útiles

para atender a las familiasde las personas con autismo (vid. por ejemplo, Albanese, San

Miguel y Koegel, 1995, Wood, 1995,Moes, 1995). Incluyen sistemas de atención terapéutica,

incremento de apoyos sociales, formación depadres, relación estructurada padres -

profesores, capacitación de los padres como co-terapeutas,intervención sistémica en las

redes familiares, etc. Los psicopedagogos que atienden a niños autistasdeben ser

conscientes de las necesidades de atención familiar, que en ocasiones son más difíciles

decubrir que las del propio niño.Terminábamos el apartado sobre la educación del niño

autista comentando que ésta plantea undesafío ético importante: el de destinar muchos
recursos a apoyar procesos de desarrollo que, enocasiones, siguen pareciéndonos

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extremadamente lentos y anómalos. Pues bien: la atención a lasfamilias de personas autistas

vuelve a suscitar una cuestión con matices morales. En un contexto socialsolidario no

deberían sentirse solas esas personas que han convivido con la soledad autista de

quehablaba Kanner. AUTOR: Angel Rivière (Universidad Autónoma de Madrid)

http://es.slideshare.net/anrococo/riviere-autismo-1

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