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Se dice que es como la primera dolorosa separación, la vida de cada uno de nosotros,
de nosotras, es un continuo de pérdidas y separaciones, hasta la última y probablemente
más temida, que es la de la propia muerte y la de nuestros seres queridos.
Todas las pequeñas o grandes separaciones que vamos viviendo, no solamente nos
recuerdan la provisionalidad de todo vínculo, sino que nos van preparando para el gran
y definitivo adiós.
Cada pérdida acarreará un duelo, y la intensidad del duelo no dependerá de la naturaleza
del objeto perdido, sino del valor que se le atribuye, es decir, de la inversión afectiva
invertida en la pérdida.
La pérdida es psicológicamente traumática en la misma medida que una herida o
quemadura, por lo cual siempre es dolorosa. Necesita un tiempo y un proceso para volver
al equilibrio normal.
Aceptación: Comienza a sentirse una cierta paz, se puede estar bien solo o
acompañado, no se tiene tanta necesidad de hablar del propio dolor… la vida se va
imponiendo. Además, los sentimientos y el dolor físico pueden desaparecer.
Kübler-Ross originalmente aplicó estas etapas a las personas que sufren enfermedades
terminales, para posteriormente hacerlo ante cualquier pérdida (empleo, ingresos,
libertad) o eventos significativos en la vida tales como la muerte de un ser querido,
divorcio, drogodependencia, un diagnóstico de infertilidad, etc.
Estas etapas no necesariamente suceden en el orden descrito arriba, ni todas estas son
experimentadas por todos las personas. El proceso de duelo es altamente personal y no
debe ser acelerado, ni alargado, por motivos de opinión de un individuo. Uno debe ser
meramente consciente de que las etapas van a ser dejadas atrás y que el estado final
de aceptación va a llegar.
2.2.2.5 Patológico
Podemos definir el duelo complicado o patológico en cuatro apartados:
Duelo crónico: Aquel que tiene una duración excesiva, nunca llega a una
conclusión satisfactoria, y la persona que lo sufre es muy consciente de que no
consigue acabarlo.
Duelo retrasado: También llamado inhibido, suprimido o pospuesto. La persona
tiene una reacción emocional insuficiente en el momento de la pérdida, que se
puede deber a la falta de apoyo social, a la necesidad de ser fuerte por alguien
más o por algo, o a sentirse abrumado por la cantidad de pérdidas.
Duelo exagerado: Incluyen trastornos psiquiátricos mayores que surgen después
de una pérdida. Algunos ejemplos pueden ser la depresión clínica posterior a una
pérdida, la ansiedad en forma de ataques de pánico o conductas fóbicas, el abuso
de alcohol u otras sustancias y el trastorno de estrés postraumático.
Duelo enmascarado: La persona experimenta síntomas y conductas que les
causan dificultades pero no se dan cuenta ni reconocen que están relacionados
con la pérdida. Pueden aparecer como síntomas físicos (enfermedades
psicosomáticas,...), o conductas desadaptativas, (depresión inexplicable,
hiperactividad,...).