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El segundo plan quinquenal.Un objetivo era el del solventar las necesidades básicas del país en
lo concerniente a la producción de materia prima, energía y transporte y bienes de capital. Como
contra partida caían las inversiones en defensa y las de carácter social, hospitales, escuelas, etc.
La atención a la industria pesada estuvo centrada en el proyecto de SOMISA, para la instalación de
varias centrales hidroeléctricas.
Perón sabía que para mantener una economía dinámica, que permitiera un aumento progresivo del
ingreso salarial, era necesario incentivar la producción y la inversión garantizando de algún modo
las ganancias de los empresarios.
La inversión interna, pública o privada, era insuficiente para aumentar sensiblemente la
productividad. Es por eso que el gobierno decidió tomar el único camino que le quedaba: recurrir a
la inversión extranjera. La conquista de la Independencia Económica, incorporada en el texto de
la constitución peronista, y la retórica de Combatir al Capital pronto fueron desapareciendo del
discurso oficial. Lo más innovador en materia de inversión extranjera se dio en el ámbito de la
política petrolera. Pero el contrato con la California fracasó. El proyecto de ley quedó estancado en
una comisión de diputados, sin ser tratado por ninguna cámara del congreso. Perón era así víctima
de las mismas ideas que el mismo había creado. Las filas del peronismo la consideraban una
traición a los principios peronistas de la independencia económica.
El desgaste político del gobierno se estaba acelerando, y cada vez más sonaban los rumores de un
levantamiento militar.
Que el país oyera por radio la voz de Frondizi, un político de la oposición, no era cosa de todos los
días. Hacía casi diez años que el peronismo manipulaba los diarios y las radios, estas concesiones
a los opositores eran muestra de debilidad.
El panorama cambió sustancialmente a partir del innecesario y casi insólito conflicto de Perón con
la Iglesia Católica. Mientras el gobierno provocaba el avispero revuelto suprimiendo la enseñanza
religiosa, permitiendo el divorcio y proyectando una reforma constitucional que separara más
tajadamente a la iglesia del estado, la oposición veía su oportunidad para resurgir.
Las declaraciones de Perón de un enfrentamiento más franco era una invitación a la revolución.
Para el círculo castrense era una declaración de debilidad y de miedo. Por lo menos así pensaba el
general retirado Eduardo Lonardi. El 16 de septiembre un grupo de oficiales encabezados por
Lonardi tomó la Escuela de Artillería de Córdoba, se le unieron enseguida la Marina, parte
del Ejército y la Aeronáutica.
La reacción del gobierno fue tal cual como lo había predicho Lonardi. La voluntad de Perón parecía
dormida, decidió renunciar y refugiarse en la embajada paraguaya, justificándolo como la única
forma de evitar un baño de sangre.
La Revolución Libertadora tenía objetivos concretos y limitados. Lo fundamental era liberar al país
de la SegundaTiranía, de ahí la comparación con la Batalla de Caseros, que acabó con el
predominio rosista en Buenos Aires. Se trataba de una democracia sin Perón. Pero la intensidad del
antiperonismo era diversa entre los jefes militares. La tolerancia de Lonardi se manifestó en la
negativa a tomar medidas como la remoción de los militares peronistas o la intervención de la CGT
y en la asistencia a Perón para que abandonara el país.
La breve administración de Lonardi tuvo una nota saliente en materia económica. Raúl Prebisch,
presidente de la Comisión Económica Para América Latina, CEPAL, fue contratado por el
gobierno para que diagnosticara la salud económica del país. Redactó un Informe Preliminar que
se dio a conocer en octubre de 1955.
Cualquiera fuera la razón, lo cierto es que las cosas no estaban tan mal como sugería Prebisch. La
economía no había tenido nada que ver en el derrocamiento de Perón. Años más tarde, Bonifacio
del Carril, participante de la Revolución Libertadora, sostuvo que los revolucionarios no estaban
seguros de haber elegido un buen momento para actuar, ya que el gobierno peronista había
logrado frenar la inflación y estaba en tratativas con grupos financieros norteamericano a fin de
resolver los problemas de petróleo, que había de traer una economía de abundancia para el país.
Desde la Junta Consultiva, encabezada por Isaac Rojas, se reclamaba una mayor
desperonización. Finalmente Pedro Aramburu reemplazó a Lonardi que estaba enfermo y
maniatado.
A la manera de Nuremberg, se condenó a muchos funcionarios del régimen depuesto, fue disuelto
el partido peronista, además la CGT fue intervenida. En 1956 hubo un fracasado levantamiento
armado de signo peronista dirigido por el general Valle y Tanco. La intentona acabó con el
fusilamiento de treinta conspiradores. Se volvió a la constitución de 1853, dejando solamente los
derechos a los trabajadores, articulo 14 y 14 bis.
En cuestiones económicas, el gobierno de Aramburu no quiso ser un enemigo de los trabajadores,
es por eso que mantuvo con rango constitucional sus derechos. Pero si tuvo que intervenir la CGT
ya que era un bastión peronista.
Inició la larga y voluble relación con el FMI y el Banco Mundial, como así también con el Club de
París. Se creó el INTA, para lograr aumentar la producción rural y se derogó la ley peronista que
había congelado los presos de los arrendamientos.
La UCR sin el peronismo era lejos la fuerza más importante. Pero estaba dividida en la UCRP,
encabezada por Ricardo Balbín, y la UCRI encabezada por Arturo Frondizi.
Los votos peronistas eran fundamentales para ganar las elecciones, por eso el secretario de
Frondizi, Rogelio Frigerio, firmo un pacto secreto con el ex presidente.