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Poemas del Ático

Gerald Andres.

I
Esos días interminables
cuando no escucho tu voz
cuando recostado en el césped viendo pasar las nubes
también se pasa mi vida.
En ese instante solo pienso en ti
y se escapa un suspiro que evidencia mi pena.
Me hace pensar que nuestro sufrimiento no tiene cura
-no la tiene porque ese mismo sufrimiento es uno mismo
y uno no puede dejar de ser-.
Aún así,
quisiera escribirte un poema que no solo se escriba con palabras
sino con silencios
que no solo narre tu amor sino también
tu olvido.

II

Pensamiento de E. Dickinson:

¿Por qué he sido la flor que la abeja no visita?

Y sólo muere, muere por el paso del tiempo

Marchitada, huérfana.

De mi alma sólo queda un vacío impotente,

Incapaz de entender a los porqué esenciales.

Cada extensión de mi ser se desprende y se desvanece con cada sensación de abandono

¿Cuándo comprenderás que lo que me duele no es la muerte sino la vida?


III

Usted me hablará sobre el amor de su vida mientras enciende un cigarrillo


no se sentirá comprendido, pensará que solo lo escucho por educación y llegará a la
conclusión que todo lo que diga no tiene importancia y será mejor cambiar de tema.
Yo al mismo tiempo, lo escucharé atentamente,
querré encender su cigarrillo y desearé ser el amor de su vida,
decirle que la amo, pero me contendré.
Usted me ofrecerá de su cigarrillo y yo pensaré que una larga calada
es un largo beso suyo.

VI
En el Umbral de mi muerte descubrí que no había vivido.
En la espera, la angustia más dolorosa es la de no poder verte.
En esta soledad, me doy cuenta que no hay cielo ni infierno,
que tu solo me olvidas, dejándome aquí en la deriva,
guardando la esperanza de escuchar tu voz.
Esperanza que nunca se extinguirá y persistirá
mientras que mi alma se agrieta con una herida cada vez más profunda
y más dolorosa.

V
POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS
Los días de invierno parecían nunca acabar
recuerdo pensar que el verano nunca llegaría
y desde luego nunca llegó.
Llevo enterrado en las tierras santas mucho tiempo
y aún ni las cucarachas limpian mi miseria,
llevo el dolor dentro de mi corazón
y la certeza que no existe ningún lugar para mi.
VI
Las gotas de lluvia recorren mi ventana
trazando laberintos sin entrada ni salida,
solo Dios sabe por qué están allí y por qué las miro.
(sé que sabe porque veo un ángel observandome desde afuera)
Adentro, por el pasillo
las sombras se mueven susurrando,
tal vez buscando una salida o una respuesta.
Me doy cuenta que no soy uno de ellos,
hay algo que se mantiene oculto.
Después de mucho tiempo reflexiono:
Quizá sea igual a las gotas secas en mi ventana,
igual de borrosas, confusas y sin importancia.

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