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Desde la segunda mitad del siglo XIX y comienzos del siguiente, se formó un amplio
mercado de trabajo asalariado para sostener la producción de bienes y servicios que
exigía el modelo agroexportador hacia Inglaterra, principalmente la producción agro-
ganadera en la región pampeana.
Las inversiones provenían principalmente de Gran Bretaña, que fue el país
responsable de la expansión del sistema ferroviario y la modernización del puerto de
Buenos Aires. Además, se crearon bancos y grandes frigoríficos para facilitar la
exportación de materia prima de calidad a Europa.
El modelo agroexportador fue sostenido sin demasiadas variables, durante este largo
período donde gobernó el Partido Autonomista Nacional hasta que en 1916, se
realizaron las primeras elecciones presidenciales de la historia argentina en las que se
empleó la Ley Sáenz Peña que garantizaba el “sufragio universal masculino, secreto y
obligatorio”, eliminando el hasta entonces vigente “sistema de voto público o
cantado”. Hipólito Yrigoyen, candidato de la Unión Cívica Radical (UCR), principal
partido de oposición al gobierno conservador, obtuvo una victoria holgada con el
47.25% del voto popular.
Características relevantes del modelo agroexportador:
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Inmigración: Argentina, como otros países de América del Sur, presenció la ola
de migrantes europeos que venía a cultivar en sus tierras, incorporando no
sólo conocimientos en la materia sino tradiciones y experiencias que
enriquecieron la cultura local.
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Las grandes transformaciones económicas y laborales sucedidas en Argentina desde
la segunda mitad del siglo XIX, abrieron también nuevas brechas y discriminaciones al
interior de la población trabajadora.
En primer lugar, el sistema productivo basó su crecimiento en la precarización
laboral; provocando además que se produjera una fuerte masculinización del mundo
del trabajo asalariado, y ubicando al trabajo femenino en una posición subordinada,
mayoritariamente limitado a la crianza de los niños, las tareas hogareñas, y el
cuidado de la salud, desvalorizado hasta el punto de no ser considerado como
trabajo, estereotipado con la frase clásica "mi mujer no trabaja". El sistema no sólo
toleraba, sino que estimulaba el trabajo infantil para ciertas actividades, aceptado
por las familias más humildes como un modo de mejorar sus recursos.
En segundo lugar se produjo una fuerte discriminación étnica entre trabajadores de
origen inmigrante y trabajadores "criollos" (más adelante llamados "cabecitas
negras").
Desde principios de 1870, la clase obrera del país comenzó a organizarse en
sindicatos y mutuales, siendo los primeros los tipógrafos, ebanistas, carpinteros y
obreros de la construcción.
La difusión de las ideas anarquistas y socialistas, comenzaron luego de la segunda
mitad del siglo XIX. En 1878 los tipógrafos crean su sindicato y el 2 de Septiembre del
año siguiente, protagonizaron la primera huelga por aumentos de salario y por la
reducción de la jornada de trabajo.
En la década del 80, se conformaron varias sociedades obreras, como carpinteros y
ebanistas (1885), panaderos (1886), maquinistas y fogoneros (1887), y ya en 1895
había en el país más de cincuenta sindicatos, pero no todos fueron reconocidos ni por
los patrones ni por el Estado.
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Las luchas obreras se desarrollaron en el campo económico-social, por una parte en
1895 fueron a la huelga más de 20 gremios, parando alrededor de 25.000 obreros,
una cifra considerable para la época; mientras que en 1896 se dio la huelga que tuvo
mayor impacto en la economía y en el gobierno, y fue la protagonizada por los
ferroviarios que a mediados de ese año paralizaron los talleres de Buenos Aires,
Córdoba, Rosario, Campana, Junín, reclamando se implementara la jornada de 8
horas sin reducción en el jornal. El paro se mantuvo durante 120 días, y el gobierno
nacional puso a disposición de la empresa ferroviaria, tanto policías, como bomberos
y soldados. La huelga tuvo un papel fundamental en el proceso de conformación de la
conciencia de clase de los trabajadores. La huelga de 1896 concluyó un proceso que
se había iniciado 10 años atrás, a través del cual los trabajadores de diferentes oficios
comenzaron a consolidar sus lazos comunes y su identidad como “trabajadores”. La
huelga perjudicó a un sector poderoso de la burguesía nacional que profundizaba su
política anti obrera, reclamando la intervención represiva del Estado, y trayendo de
Europa una gran cantidad de trabajadores para remplazar a los huelguistas. También
redactaban proyectos de leyes que promovían la expulsión de los “cabecillas
extranjeros”. Estos proyectos, desembocaron pocos años después en la sanción de la
Ley de Residencia.
Durante toda la década del 90 se multiplicaron las sociedades gremiales y las huelgas,
lo cual intensificó la necesidad de conformar una federación que unificase y
representase a la totalidad del proletariado. El Comité Internacional, surgido tras la
primera celebración del Día Internacional del Trabajo, 1º de mayo de 1890,
constituyó la Federación de Trabajadores de la República Argentina; y además de los
objetivos de la reducción de la jornada de trabajo a 8 horas, el descanso semanal,
también planteó la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, y
la conquista del poder político. Con la crisis vino la desocupación y el reflujo de las
protestas. El 26 de julio, de ese año, estallaría la Revolución del Parque, que dio
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inicio a la lucha por elecciones libres y democráticas, y al año siguiente gestaría la
Unión Cívica Radical.
En 1901 un grupo de sindicatos socialistas y anarquistas crearon la Federación Obrera
Argentina (FOA). Sin embargo, la unidad entre ambas corrientes no perduró y en
1903 los socialistas se separaron para crear la Unión General de Trabajadores (UGT).
En 1904 la FOA pasó a llamarse FORA (Federación Obrera Regional Argentina) y al
año siguiente completará en el V Congreso su identificación explícita con el
anarquismo. Entre los dirigentes anarquistas de la FORA se encontraban figuras como
el escritor Alberto Ghiraldo, también director de La Protesta y Virginia Bolten; ambos
terminarían desterrados.
El logro de constituir centrales que coordinaran nacionalmente la acción sindical,
permitió al movimiento obrero presentarse como un bloque representativo del
trabajo, y no ya como sectores o grupos locales de trabajadores. Las huelgas
aumentaron, nuevas regiones fueron sindicalizadas, se formaron las primeras
federaciones nacionales, y el 22 de noviembre de 1902 se declaró la primera huelga
general.
Pero el salto dado por el movimiento sindical al organizarse en centrales también
desencadenó un nivel de violencia en la represión que antes no estaba presente. Ya
en octubre de 1901 se produjo la muerte del obrero Cosme Budislavich en Rosario
(llamada "la Barcelona argentina" por la gran influencia anarquista), primer mártir del
movimiento obrero argentino.
Al año siguiente el ministro Miguel Cané -célebre autor de Juvenilia- logró que el
Congreso aprobara su proyecto para reprimir el sindicalismo que autorizaba al Poder
Ejecutivo a expulsar del país a inmigrantes sin juicio. La ley tomó el número 4144 y
fue conocida Ley de Residencia o Ley Cané.
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La primera legislación laboral de Argentina fue adoptada por primera vez en los
primeros decenios del siglo XX. Como muchos otros países de América Latina, las
primeras cuestiones que se reglamentaron, incluso antes de 1910, fueron el descanso
dominical y el trabajo de las mujeres y los menores de edad. En 1915 se adoptó una
ley sobre accidentes laborales y enfermedades en el trabajo. Después, otras leyes
trataron cuestiones como las horas de trabajo (1929), y la terminación del empleo
(1934). Las bajas remuneradas y la organización de sindicatos fueron reglamentaron
en los años cuarenta, por el entonces secretario de Trabajo, el Coronel Perón, y la
negociación colectiva fue reglamentada en los años cincuenta.
Con un gran protagonismo en ese proceso de organización social y laboral, durante la
primera mitad del siglo XX se desarrollaron grandes y poderosos sindicatos de
industria que pusieron a la clase obrera como protagonista de la historia argentina y
al mismo tiempo fue objeto de grandes persecuciones y matanzas.
En abril de 1919 los trabajadores del Banco de la Provincia de Buenos realizaron la
primera huelga bancaria de la historia argentina. El reclamo era por un régimen
jubilatorio que habilitara el retiro con treinta años de servicio, estabilidad en el
empleo y un escalafón especial. La huelga se produjo durante la presidencia de
Hipólito Yrigoyen, el primer gobierno democrático que tuvo la Argentina, momento
en el cual las huelgas aumentaron geométricamente y el sindicalismo se extendió a
sectores y regiones que no se habían podido organizar antes. El reclamo bancario
tendría éxito parcial pocos años después, cuando en 1923 se sancionó la Ley 11232
estableciendo un régimen jubilatorio para los trabajadores del sector, disponiendo
la creación de la Caja Nacional de Jubilaciones y Pensiones de Empleados de Casas
Bancarias, con representación de los trabajadores en la dirección del organismo.
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un inicio dio gran importancia a la organización de servicios de salud y asistencia
mediante sistemas mutuales.
En 1929, durante el segundo gobierno de Yrigoyen, logró que por ley 11575 se fijara
el derecho a la jubilación ordinaria con 30 años de servicios y 50 años de edad y
formó parte de las luchas sindicales por la limitación de la jornada de trabajo que
causaron la sanción de la ley 11544.
Entre 1918 y 1921 se realizaron las primeras huelgas en los obrajes forestales del
norte de Santa Fe y Chaco (La Forestal); en las plantaciones de yerba mate de
Corrientes y Misiones -donde el mensú era explotado en condiciones de esclavitud, y
en las estancias lanares de la Patagonia.
En enero de 1919, estalla un conflicto que había empezado con una huelga en la
fábrica metalúrgica Vasena, ubicada en el barrio de San Cristóbal en Buenos Aires. El
trágico suceso sería conocido como la “semana trágica” que dejaría como saldo, unos
800 muertos nunca identificados: ancianos, mujeres, niños, hombres. Hubo también
decenas de desaparecidos, miles de heridos, y más de 50.000 detenidos.
El 6 de septiembre de 1930, el presidente radical Hipólito Yrigoyen, fue derrocado
por un golpe cívico-militar, encabezado por el teniente general José Félix Uriburu. Por
primera vez, desde 1853 se interrumpía el orden constitucional y comenzaba así la
serie de seis golpes militares que trastornarían la vida institucional del país durante el
siglo XX. En la última etapa de su gobierno, Yrigoyen se vio obligado a afrontar la
crisis internacional disparada con la caída del Mercado de Valores de Nueva York, en
1929, y una furiosa campaña de la oposición interna. La prensa escrita fue uno de los
pilares de esta campaña contra el gobierno constitucional. Uriburu ocuparía la Casa
de Gobierno como presidente provisional de la Nación, iniciando una etapa conocida
como “década infame”, en alusión al fraude electoral y los negociados de corrupción
que caracterizaron el período.
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La fragmentación del movimiento obrero al momento del golpe de 1930 al gobierno
de H. Yrigoyen, será una de las mayores que hubo hasta entonces. Las centrales
sindicales de ese momento: COA (socialistas), USA (sindicalistas), FORA (anarquistas)
y el Comité Nacional de Unidad Sindical Clasista (CUSC) orientado por los comunistas,
que tendrán un peso decisivo años después, iniciarán discusiones y encuentros para
unificarse.
El primer paso se dio con la fusión de COA y USA, el 27 de septiembre de 1930, lo que
significaría un acto de gran trascendencia en la vida política de Argentina, porque
preparaba las condiciones para que la clase obrera argentina dejara de ser un actor
marginal del proceso histórico, para convertirse en un protagonista decisivo.
En los primeros años de la década de 1930 el movimiento obrero obtiene dos
grandes conquistas: el descanso semanal a partir del sábado al mediodía ("sábado
inglés") y la ley 11729 de contrato de trabajo para el comercio. Ambas leyes fueron
impulsadas por la recién formada Confederación General de Empleados de Comercio
liderada por Ángel Borlenghi, que se convertiría desde entonces en una de las
organizaciones sindicales más poderosas de Argentina.
La crisis económica mundial de 1929, la era del petróleo, el ascenso de Estados
Unidos como potencia mundial y el golpe de estado cívico-militar de 1930 que
derrocó al presidente constitucional Hipólito Yrigoyen, abrieron la puerta a un
cambio completo del modelo político-económico de Argentina, que tendrá
consecuencias profundas para el movimiento obrero y el sistema de relaciones
laborales. Fue el primero de una serie de golpes de estado que impedirían la
consolidación de la democracia en Argentina hasta 1983.
La dictadura provisional de Uriburu, surgida del golpe, se continuó con un régimen
fraudulento conocido como la Década infame (1930-1943), controlado por una
alianza del conservadurismo con un sector del radicalismo denominado Unión Cívica
Radical Antipersonalista y un sector del socialismo denominado Partido Socialista
Independiente, que adoptó el nombre de la Concordancia. La Concordancia preservó
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la actividad agro-ganadera dependiente de la exportación hacia el Reino Unido,
mediante el Pacto Roca-Runciman, que fue muy cuestionado y hasta le costó la vida
al legislador Enzo Bordabehere, quien fue asesinado, por un matón, en pleno debate
del Senado de la Nación, donde se estaba tratando este espurio acuerdo sobre el
comercio de carnes.
En el área industrial aumentó el proteccionismo, lo que produjo un nuevo esquema
de sustitución de importaciones que generó un extenso sector industrial con mayor
utilización de mano de obra asalariada y estableció una mayor regulación de la
actividad económica por parte del Estado mediante agencias estatales (Banco
Central, Junta Nacional de Granos, Junta Nacional de Carnes, Corporación Argentina
de Productores, etc. creadas al efecto).
A lo largo de este período, se intervinieron las universidades, hubo fusilamientos,
torturas, deportaciones, anulación de elecciones, asesinatos políticos, intervenciones
provinciales y gruesos escándalos en ciertos negocios públicos. Ese fue el clima de la
época.
La Década infame finalizaría con el derrocamiento del gobierno fraudulento de la
Concordancia mediante el golpe de estado de 1943, desde donde comenzaría a
gestarse lo que más tarde sería conocido como “peronismo”.
La huelga de los obreros de la construcción de Buenos Aires, comenzó el 23 de
octubre de 1935, se extendió a lo largo de más de 3 meses y congregó a unos 60.000
obreros que representaban el 95 % de los ocupados en la rama.
Los trabajadores reclamaban el reconocimiento del sindicato, mejoras salariales, de
condiciones de trabajo, reducción de la jornada laboral, descanso dominical y seguro
por accidentes de trabajo, exigencias que se presentaban en momentos en que la
industria de la construcción vivía un importante crecimiento y, por tanto, una gran
demanda de fuerza de trabajo.
Debido a la negativa del sector patronal y tras un largo debate, el 4 de enero, una
nueva reunión resolvió convocar a la huelga general del 7 de enero de 1936, que se
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extendió hasta el día 8 en repudio a la represión y exigiendo la libertad de quienes
habían sido detenidos.
Finalmente, las empresas debieron pagar los salarios reclamados por los huelguistas,
la jornada de 8 horas, la formación de comisiones internas por obra y la convocatoria
a paritarias para discutir salarios y condiciones de trabajo. Se reconoció el derecho de
los dirigentes a ingresar a las obras para organizar a sus trabajadores y se otorgó el
reconocimiento a la Federación.
El 27 de enero, una nueva asamblea reunida en el Luna Park resolvió levantar la
huelga tras 96 días de duración
La Revolución del 43 fue un golpe de Estado militar producido en Argentina el 4 de
junio de 1943, que derrocó al gobierno constitucional y fraudulento del presidente
Ramón Castillo, poniendo fin a la Década Infame.
En el curso de la Revolución del 43 se formó una alianza entre un gran sector de los
sindicatos argentinos, mayoritariamente socialistas y sindicalistas revolucionarios con
un grupo de militares jóvenes, liderados por los coroneles Domingo Mercante y Juan
Perón. Esta alianza significó el ingreso del movimiento obrero argentino al primer
plano de la política argentina. Desde la Secretaría de Trabajo, y con el apoyo de los
sindicatos, Perón empezó a desarrollar gran parte del programa sindical: se crearon
los tribunales de trabajo; se sancionó el Decreto 33.302/43 extendiendo la
indemnización por despido a todos los trabajadores; más de dos millones de
personas fueron beneficiados con la jubilación; se sancionó el Estatuto del Peón de
Campo y el Estatuto del Periodista; se creó el Hospital Policlínico para trabajadores
ferroviarios; se prohibieron las agencias privadas de colocaciones; se crearon las
escuelas técnicas dirigidas a obreros. En 1944 se firmaron 123 convenios colectivos
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que alcanzaban a más de 1 400 000 obreros y empleados, y en 1945 otros 347 para
2.186.868 trabajadores.
La alianza entre sindicatos y el grupo de jóvenes militares encabezados por Perón
generó inmediatamente una fuerte oposición de los sectores conservadores políticos,
económicos y militares, con apoyo de la embajada de Estados Unidos (embajador
Spruille Braden), lo cual genera una alta polarización electoral para 1945.
El 12 de julio de 1945 los sindicatos dirigidos por Borlenghi realizan un acto masivo el
centro de la ciudad de Buenos Aires (en Diagonal Norte y Florida). Al finalizar, la
multitud de trabajadores comienzan a corear el nombre de Perón y lo proclaman
como candidato a presidente.
La manifestación obrera es respondida el 19 de septiembre por los sectores medios y
altos con la Marcha de la Constitución y la Libertad, que reunió la extraordinaria
cantidad de 200 000 personas, marchando del Congreso a los barrios de clase alta
(Recoleta), donde apoyan al expresidente Rawson que sale al balcón de su casa.
Días después Rawson encabeza un planteo militar, que fracasa. Pero poco después, el
8 de octubre de 1945, un enfrentamiento entre Perón y el general Eduardo Ávalos,
jefe de la poderosa guarnición de Campo de Mayo es dirimido mediante una votación
de los oficiales superiores que decide exigir la renuncia de Perón, que en esos
momentos ejercía simultáneamente los cargos de vicepresidente de la nación,
secretario de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión, por lo cual al día siguiente
Perón renunció a todos sus cargos en el gobierno dictatorial.
El 12 de octubre el presidente Farrell ordenó la detención de Perón y al día siguiente
fue llevado prisionero a la isla Martín García
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A medida que avanzaba la tarde, la plaza se fue colmando y la algarabía era cada vez
mayor.
A las 23:10 Perón salió a un balcón de la Casa de Gobierno. Agradeció su presencia,
recordó su labor en el gobierno, informó sobre su pedido de retiro, prometió
continuar defendiendo los intereses de los trabajadores y, finalmente, pidió a los
concurrentes que se desconcentraran en paz añadiendo que, por esta vez, les
solicitaba que cumplieran el paro del día siguiente.
Junto con su compañera, Evita, formaron una alianza que perduró en la memoria de
su pueblo. Fue tildado como el presidente del pueblo porque ganó la lealtad de la
clase obrera dándoles protagonismo, al reconocerles sus derechos, y al crear medidas
que no sólo mejoraron la calidad de vida de las clases más desprotegidas, sino que
inauguraron una era en la que el ascenso social fue posible para millones de
compatriotas.
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El 16 de junio de 1955. elementos golpistas de la Armada argentina y de su sección
aérea, sumado a comandos civiles opuestos al Gobierno del presidente Juan Domingo
Perón intentaron asesinarlo y llevar adelante un golpe de Estado y, si bien fracasaron
en su propósito, durante el mismo varios escuadrones de aviones de la marina,
bombardearon y ametrallaron la Plaza de Mayo y la Casa Rosada, así como el edificio
de la CGT y la entonces residencia presidencial, matando a cientos de ciudadanos e
hiriendo gravemente a miles de civiles y militares
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públicos- de los funcionarios anteriores y se llenan las cárceles de militantes
sindicales y políticos.
A partir de 1956 los llamados comandos peronistas de la resistencia se organizaron
espontáneamente en todo el país. El comando más importante, gestado por John
William Cooke, desde su rol de interventor del peronismo en la Capital, fue el
Comando Nacional Peronista. Este ejerció su influencia sobre muchos militantes,
entre ellos sobre los que se organizaban en la provincia de Tucumán.
Un levantamiento peronista liderado por el General Juan José Valle, estaba planeada
para comenzar a las 23 horas del sábado 9 de junio de 1956.
El levantamiento cívico-militar fracasó, y el general Valle, junto a otros militares y
civiles, fue fusilado. Durante el proceso de represión del mismo, cinco civiles fueron
clandestinamente fusilados sospechados de estar en el alzamiento, en un terreno
descampado de José León Suárez, en el conurbano de Buenos Aires. Seis meses
después del hecho, "alguien" le cuenta a Rodolfo Walsh en un café su historia sobre
el evento que al escritor le parece increíble, y así nace la investigación. Walsh
descubrió que había siete sobrevivientes de esa masacre y los va encontrando uno a
uno, para entrevistarlos y reconstruir los hechos. Esa investigación será el material de
base con el que escribirá Operación Masacre.
En los años 1956 y 1957, la lucha por la recuperación de los gremios intervenidos por
los militares, se centró fundamentalmente en los sindicatos industriales.
Con líderes sindicales encarcelados, otros inhabilitados y algunos gatopardistas que
buscaban “cambiar para que nada cambie”; la tarea recayó sobre una nueva y joven
dirigencia integrada por cuadros de segunda y tercera línea del peronismo junto a los
dirigentes experimentados que estaban en la CGT Auténtica, como Andrés “el Negro”
Framini (textiles), Dante Viel (estatales), Armando Cabo (metalúrgico), Sebastián
Borro (carne), y “El Gallego” Avelino Fernández (metalúrgico), Raimundo Ongaro
(gráficos).
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Así, la primera CGT Regional recuperada fue la de Córdoba, que el 1º de julio de 1957
elige en Plenario General a Atilio López de UTA como Secretario General (CGT legal)
El sindicalismo combativo de los años de la Resistencia evaluaba claramente que no
habría solución para los trabajadores, si los sindicatos peleaban exclusivamente por
los aspectos meramente gremiales, por lo tanto, el impulso de las 62 Organizaciones
(recientemente conformada) y los sindicatos combativos que gradualmente iban
normalizándose, fue la de elaborar un programa político integral que recobrara los
derechos populares mancillados por la Dictadura.
Luego del fracasar el intento de unificación de los dos grupos en que estaba dividido
el sindicalismo, las 62 Organizaciones convocaron a un Congreso Normalizador que se
desarrolló en la localidad serrana de La Falda en la Provincia de Córdoba, los 32
gremios oficialistas fueron invitados, pero no concurrieron.
El plenario dio inicio el 28 de noviembre de 1957 y convirtió en un hito fundamental
en la historia de luchas del movimiento obrero argentino, tanto por las condiciones
desfavorables en que se desarrolló como por la aprobación de un programa que
sirvió de guía para las luchas futuras de la clase trabajadora.
Los bancarios convocaron a una huelga por aumento de salarios. Concomitante con
ello, los medios informaron que el gobierno prohibía por cuarenta días las actividades
gremiales, y aprovechando ese marco, Aramburu movilizó al Ejército para reprimir
duramente a la militancia bancaria, y el 30 de enero, intervenía el sindicato,
caducando el mandato de todas las autoridades y nombrando a un interventor con
plenas facultades.
Después de 52 días de lucha, el 20 de marzo, la dirigencia bancaria tuvo acceso a la
casa de gobierno, y por Radio Nacional, el secretariado nacional dispuso el cese de las
medidas de fuerza.
En 1959 se produce otra huelga general bancaria. Se prolongó por 69 días e involucró
a los 90 mil bancarios que, entonces, trabajaban en el sistema financiero y también a
los trabajadores del seguro.
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Frente a la huelga el Presidente Frondizi promulgó el denominado “Decreto Blejer”
por el que, ilegalmente, establece la modificación de la Ley de Estabilidad y Carrera
Bancaria. Pasan a ser “faltas injustificadas” las inasistencias que se produjeran en
razón de huelgas declaradas ilegales. Se extiende el plazo para alcanzar la estabilidad
propia de la Ley 12637 de seis meses a 5 años. El gobierno adopta represalias,
interviene la Asociación Bancaria y detiene a numerosos dirigentes y afiliados. 6.200
bancarios son declarados cesantes.
Durante 7 años la Asociación Bancaria no convocó a ninguna medida de fuerza de
alcance nacional. Eso sí, los cesantes se organizarían en una Comisión Central de
Cesantes iniciando una lucha, por la vuelta al puesto de trabajo, que hizo historia.
Antes de partir hacia Estados Unidos, Frondizi impulsa la Ley de Carnes, que entre
otras cuestiones, contemplaba la privatización del frigorífico nacional Lisandro de la
Torre.
La norma fue votada el 14 de enero de 1959, y al día siguiente, ante el temor de
despidos, los nueve mil obreros de la planta permanente, ocuparon el
establecimiento para evitar la venta a la CAP (Corporación Argentina de Productores).
El 17 de enero, los trabajadores fueron sorprendidos ante la presencia de 1500
efectivos policiales, Gendarmería y el Ejército, con el apoyo de cuatro tanques de
guerra. Cinco mil trabajadores fueron despedidos, Sebastián Borro, uno de los
principales dirigentes de la huelga, quedó detenido, y a fines de febrero solo tres mil
obreros quedaban en la planta del frigorífico.
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Presionado desde distintos sectores, Frondizi se quedó sin poder y en esa situación
apostó a la represión encarnada por el Plan CONINTES, que llevó a la cárcel a miles de
dirigentes y militantes sindicales.
En ese contexto, le ofreció a Álvaro Alsogaray la cartera de economía, y el 28 de
junio, el nuevo ministro anunciaba, desde la televisión oficial, el “Plan de Estabilidad y
Desarrollo”, provocando que el salario real cayese un 24% en 1959. El saqueo directo
a los bolsillos de los trabajadores se vio completado con un brutal aumento de la
productividad. Se generalizaron los despidos en la administración pública y las
empresas del Estado. "Hay que pasar el invierno", dijo por aquellos momentos,
mostrando confianza en sus recetas de "ajustar el cinturón" hasta que amaine el mal
tiempo.
En 1962, con el propósito, de equilibrar la balanza de pagos y ante la escalada
inflacionaria, el presidente Guido respondió con un plan de estabilización al estilo del
puesto en práctica en los años del gobierno de Frondizi, designando un equipo
económico liberal, con figuras como Federico Pinedo; Álvaro Alsogaray, Jorge
Wehbe, Eustaquio Méndez Delfino, y José Alfredo Martínez de Hoz.
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El 23 de agosto de 1962, el delegado sindical y activista de la Unión Obrera
Metalúrgica (UOM) Felipe Vallese, era secuestrado por efectivos de la Policía
bonaerense en el barrio porteño de Flores, y como consecuencia de ese hecho, el
joven obrero se convertía en el primer detenido desaparecido de la militancia
peronista.
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A fines de marzo de 1968, el Congreso Normalizador de la CGT (llamado “Amado
Olmos” en homenaje a este Dirigente de la Sanidad) consagró como secretario
general de la que luego sería denominada CGT de los Argentinos (CGTA) a Raimundo
Ongaro, representante de los sectores combativos del sindicalismo peronista.
Con el liderazgo del dirigente gráfico Raimundo Ongaro, la CGTA había nucleado
desde su nacimiento a varios de los cuadros sindicales y políticos que habían
enfrentado con mayor dureza al nuevo régimen militar. Los dirigentes Ricardo De
Luca, de obreros navales y del Movimiento Revolucionario Peronista; Julio Guillán, de
los telefónicos; Lorenzo Pepe, de la Unión Ferroviaria; Amancio Pafundi, de los
estatales: Jorge Di Pasquale, de los empleados de farmacia; Benito Romano, de los
obreros azucareros, estaban entre los fundadores o en el consejo directivo.
Un mes después del Congreso Normalizador aparecería el semanario CGT, en tanto
órgano oficial de la central obrera. Realizado por un grupo de periodistas nucleado en
torno a Rodolfo Walsh, acompañó la experiencia político-sindical en los años
sucesivos, difundiendo los ejes de su Programa, muchos de los cuales poco después
se generalizarían en consignas obreras y populares durante el período de «lucha de
calles» abierto por el Cordobazo, el Rosariazo y otras revueltas de mediados de 1969.
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“El 15 de mayo de 1969, la policía reprimió violentamente una manifestación de
estudiantes en Corrientes. Allí murió asesinado por las fuerzas gubernamentales el
estudiante de medicina Juan José Cabral. Dos días después, en Rosario, estudiantes
que se movilizaban para repudiar el crimen de Cabral fueron enfrentados por la
policía. Uno de los uniformados, el oficial Juan Agustín Lezcano, asesinó al estudiante
Adolfo Bello, de 22 años. El hecho produjo la indignación de los rosarinos, que se
manifestaron masivamente en una “marcha del silencio”. El 21 de mayo, la policía
volvió a cobrarse una nueva víctima, el aprendiz metalúrgico Luis Norberto Blanco, de
15 años. Las calles de Rosario fueron ocupadas por obreros y estudiantes que
levantaron barricadas y encendieron fogatas para contrarrestar los efectos de los
gases lacrimógenos, las que alimentaron con mesas, sillas, cajones, cartones y
papeles arrojados por los vecinos desde sus balcones para colaborar con los
manifestantes. Era el Rosariazo, el primer estallido de una larga lista que expresaba el
descontento popular con la dictadura de Onganía, quien decretó la ocupación militar
de Rosario y otros puntos de la provincia de Santa Fe”
En Córdoba, donde existía una estrecha relación entre estudiantes y obreros, al
descontento general se sumó la decisión del gobierno provincial de suprimir el
“sábado inglés”, es decir, la media jornada laboral. En consecuencia, SMATA
(sindicato de los obreros de la industria automotriz) y el sindicato de Luz y Fuerza
convocaron a un paro activo con movilización para el 29 de mayo. Los estudiantes
adhirieron a la medida de fuerza y pronto la ciudad fue controlada por los
manifestantes, quienes lograron su ocupación durante unas veinte horas. Se
produjeron incendios y ataques a las principales empresas multinacionales. La
represión consiguiente fue brutal y dejó como resultado decenas de manifestantes
muertos y heridos, y centenares de detenidos, entre ellos Agustín Tosco, Atilio López
y Elpidio González.
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Máximo Mena, obrero de filiación radical, del sindicato de mecánicos SMATA,
integraba la columna de la empresa IKA-Renault, que avanzaba sobre la ciudad de
Córdoba; luego de haber superado algunos de los cordones policiales, fueron
interceptados y reprimidos ferozmente por las “fuerzas de seguridad”, costándole la
vida a ese joven militante de apenas 27 años, a partir de lo cual se produjo un
estallido popular sin precedentes.
Con la recuperación de la democracia, el 25 de mayo de 1973, luego de la victoria
electoral del FREJULI (Frente Justicialista de Liberación) el 11 de marzo de 1973, se
inicia un período conocido como el “tercer peronismo”, lapso durante el cual se
sucedieron las presidencias de Héctor J. Cámpora; Raúl Lastiri (asume interinamente
por la renuncia de Cámpora); Juan Domingo Perón y María Estela Martínez de Perón,
quien era Vicepresidenta y reemplaza a Perón, por su deceso el 1º de julio del 74
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La propuesta económica inicial, residía en la implementación del Plan Trienal para la
Reconstrucción y la Liberación Nacional.
El programa buscaba estimular el desarrollo del sector privado nacional en pos de
equilibrar el poder económico del capital extranjero y de la “oligarquía nacional” y
revertir el proceso de desnacionalización y dependencia, a partir de la promoción del
desarrollo de las pequeñas y medianas empresas, las cuales actuarían como agentes
de cambio y de promoción en numerosos sectores y en determinadas regiones del
país. Asimismo, se buscaba compatibilizar la acumulación de capital con una
distribución del ingreso más equitativa.
El lunes 1º de julio de 1974, a los 78 años, falleció Juan Domingo Perón, figura central
de la política argentina y líder indiscutido del movimiento obrero.
A fines del mismo año, el ministro de economía José Ber Gelbard, renunció y fue
reemplazado por Alfredo Gómez Morales, anterior presidente del Banco Central,
apoyado por los gremios, pero resistido por el círculo íntimo de la presidenta María
Estela Martínez Vda. de Perón.
El economista intentó un ajuste, devaluando el peso y aliviando parcialmente el
control de precios. La gestión de Morales fracasó a los pocos meses y, de la mano de
López Rega, asumió Celestino Rodrigo como ministro de Economía.
El 4 de junio de 1975, Rodrigo anunciaba un paquete de medidas que popularmente
serían conocidas como el “Rodrigazo”, finalizando así con el “Pacto Social” que desde
1973 regía la relación entre los empresarios, el Estado y los trabajadores.
La respuesta de los trabajadores no se hizo esperar y las medidas de lucha se
multiplican. Aunque por fuera de la CGT, las bases impulsaron paros por gremios a
escala provincial que en algunos casos toman el carácter de paros regionales.
Frente al desafío del gobierno y la movilización de las bases, la CGT se vio obligada a
convocar a un paro de 48 horas para el 7 y 8 de julio. La primera huelga general
contra el gobierno peronista, que tuvo un altísimo acatamiento y que antes de
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finalizar, logró que el gobierno cediera y otorgara la homologación de los convenios
que habían sido negociados.
Los cambios de rumbo del gobierno de Isabel, las acusaciones de corrupción que se le
hicieron, las devaluaciones de la moneda y el crecimiento de los precios, fueron
ganando entre las clases medias la necesidad de que hubiera un gobierno fuerte que
pusiera las cosas en orden. Con este clima, alimentado adecuadamente por la prensa,
el derrocamiento de Isabel se iba orquestando y finalmente se produjo el 24 de
marzo de 1976.
El primer presidente designado fue el ex general Jorge Rafael Videla.
El genocida tomó medidas concretas para enfrentar al movimiento sindical, a través
de leyes prohibitivas y represivas.
Para la última dictadura militar del siglo XX, su principal enemigo estaba en el mundo
del trabajo: seis de cada diez víctimas de la junta militar que tomó el gobierno de la
Argentina en marzo de 1976 eran delegados de base, integrantes de comisiones
internas o simplemente activistas. Según investigadores y dirigentes sindicales, las
Fuerzas Armadas fueron el brazo ejecutor del plan de la cúpula empresarial, que
buscaba disciplinar al movimiento obrero para reemplazar el modelo de
industrialización por sustitución de importaciones por uno basado en la valorización
financiera.
El terrorismo de estado en Argentina, dejó el triste saldo de 30.000 desaparecidos.
Los sectores asalariados, especialmente delegados y dirigentes sindicales, fueron las
principales víctimas de la dictadura.
Entre 1976 y 1979 sancionó una serie de leyes que prohibieron el derecho a huelga y
toda actividad gremial como asambleas, reuniones, congresos y elecciones y medidas
de acción directa, reimplantó la ley de Residencia y reemplazó la ley de Asociaciones
Profesionales votada durante el tercer gobierno de Perón.
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En abril de 1979, en un contexto de agitación creciente, los gremios enrolados con la
Comisión de los 25, de la mano de Saúl Ubaldini, llamaron a defender la industria
nacional, a revisar la política arancelaria y a restituir el poder adquisitivo del salario,
convocando a una “jornada de protesta” sin concurrencia al trabajo el 27 de abril de
1979.
La convocatoria expresó un grado de cohesión y organización en el movimiento
sindical ausente en los años previos, evidenciando el fortalecimiento de los
“confrontacionistas” y la valentía de los trabajadores en un contundente repudio a la
dictadura en los años más atroces del terrorismo de estado. La movilización
constituyó un desafío al gobierno militar de una extensión y fuerza inusitadas, con
fuerte repercusión nacional e internacional.
En 1982, el gobierno militar emprendió la Guerra de Malvinas contra Inglaterra. La
derrota infligida provocó la caída de la tercera junta militar y meses más tarde la
cuarta junta (que había designado al general Reynaldo Bignone como presidente),
llamó a elecciones para finales de 1983.
Se recupera la democracia
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Recuperada la democracia, uno de los primeros desafíos considerados vitales por el
gobierno de Alfonsín, fue la embestida contra las organizaciones gremiales, a través
de la “ley de reordenamiento sindical” o “ley Mucci”.
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En las elecciones del 14 de mayo de 1989, Carlos Menem fue electo Presidente de la
Nación con el 47 % de los votos, superando al candidato de la Unión Cívica Radical,
Eduardo Angeloz.
Tomó la posta del Presidente Raúl Alfonsín, al que debió reemplazar cinco meses
antes de la finalización de su mandato debido a la crisis provocada por la
hiperinflación que afectó al país.
En 1991 fue designado ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo una figura
aceptada por el establishment.
Pronto el Congreso aprobaría la Ley de Convertibilidad Monetaria que fijaba la
cotización del austral en razón de 10.000 unidades por 1 dólar.
En 1992 el Plan recuperaba el peso como unidad de cuenta nacional sobre la “paridad
exacta y fija” con respecto al dólar.
Una vez que Menem cambió el mensaje populista de su campaña por un duro
programa de ajuste, el carácter neoliberal de las medidas, provocaron divisiones en la
CGT y acusaciones de diversos sectores, por considerarlo contrario a los postulados
del peronismo.
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El MTA, gestó un programa y un plan de acción con la intención de enfrentar la
entrega del patrimonio nacional por parte del menemismo y la pérdida de puestos de
trabajo y derechos laborales.
El gobierno de la Alianza daba los primeros pasos, cuando de pronto, el 6 de octubre
del año 2000, Chacho Álvarez renunció a la Vicepresidencia, luego de un oscuro
suceso vinculado al pago de coimas en el Senado por la promulgación de una Ley de
flexibilización laboral; entramado al que Hugo Moyano, entonces jefe de la CGT
disidente, denunció diciendo que el ministro de Trabajo, Alberto Flamarique, le había
comentado que para los senadores del PJ tenía "la Banelco".
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Luego de esa etapa, centralmente a cargo de Eduardo Duhalde, el 25 de mayo de
2003 Néstor Kirchner asumía como Presidente, en medio de una crisis económica,
política y social sin precedentes, poniendo en marcha un proceso de reordenamiento
institucional que sumó fieles seguidores y acérrimos detractores.
Podría decirse que, durante esta etapa, superado los primeros trances y en un
contexto de reactivación económica y bajo desempleo, el sindicalismo pudo ocupar
un lugar de privilegio.
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Nos inspiramos en el ejemplo de lucha de aquellos trabajadores que el 17 de octubre
de 1945 fueron protagonistas de una auténtica revolución. Esa que consagraría por
primera vez nuestros derechos sociales y laborales.
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FINAL
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