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HISTORIAS DEL VALLE

DE CHICAMA
Relatos, cuentos, mitos y leyendas del Valle de Chicama.
martes, 1 de marzo de 2016
El CARBUNCO
Esta historia fue relatada por un lugareño que asegura haber tenido un
encuentro con una mítica criatura que vaga por toda la superficie de este
Valle Liberteño. Algunos, lo llaman “Perro Negro”; otros le dicen “Perro del
Diablo”; pero más lo conocen como “Carbunco”. La gente del lugar cuenta
que el Carbunco se les aparece en las noches de luna llena y que su mirada
puede aterrorizar, llegando incluso a atormentar las mentes de los que lo ven
por primera vez.

Al Carbunco lo describen como un gran perro de un color oscuro y los ojos


color rojo sangre. Muchos afirman haberlo visto caminando entre las huacas
donde todavía no hay signos de profanación, y es más, se cree que es porque
este feroz y mítico animal, hizo su aparición cuando se intentaba degradar la
tierra de aquellas huacas.

Muchos también cuentan que lo ven acompañado de un ente de presencia


maligna, que aseguran que es el mismo Diablo. A los dos seres, los ven juntos
muy cerca de los cerros, huacas, montes y tierras de gente dedicada a la
agricultura. Aquellos pobladores, manifiestan haberlo visto, rondando sus
cultivos de maíz, caña y otras especies de siembra. Este “Perro Negro”
muchas veces ataca ferozmente a las personas que se dispone a regar sus
cultivos, o simplemente a vigilar sus huertas en medio de la noche. Pero más
ataca a las gentes, que quiere arrebatarle lo que es suyo. Lo que guarda el
celosamente en los cerros y huacas.

Cuenta esto un viejo poblador…

Llegamos al atardecer al cerro “El Sapo”: que un lugar muy visitado por los
huaqueros que está ubicado en el anexo de Facala. Ahí nos dispusimos a cavar
para poder encontrar restos de las culturas pre-incas, que, en esos años, eran
muy cotizadas por las personas que visitaban el Perú y los vendíamos a los
turistas por altos precios en la ciudad de Trujillo.

Siempre íbamos con todas las herramientas necesarias y los insumos


necesarios para ahuyentar los malos aires que podrían cogernos desprevenidos
cuando ya estemos muy dentro de los grandes socavones. Yo y mi otro amigo,
cavamos mucho aquel día entre la penumbra de la noche; que tan solo
alumbrados con la luz de una lámpara de kerosene, sacabamos de aquel pozo,
las duras piedras y tierra.

Mientras nos adentramos más en busca de los tesoros preincaicos; más cosas
fuimos encontrando en el camino. La avaricia y la ambición poco a poco se
apoderaban de nuestros cuerpos aquel día. Se podía sentir en el aire mientras
cavamos más y más...

Nuestras miradas se llenaban de un fulgor algo extraño cuando sacabamos los


tesoros. Nuestras almas fueron apoderándose cada vez más y más de hambre
de riqueza. Porque aquel día, no era un día común. Estábamos sacando más
que de costumbre.

La luna se escondía tras unas nubes negras y las lechuzas cantaban en la


oscuridad. La media noche nos cogió en ese lugar y salimos del foso para
llenarnos de valor metiendo más hoja de coca en nuestras bocas y mojar el
bolo con algo de cañazo para darnos valor.

De repente divisamos en la oscuridad a una distancia no muy lejana, la silueta


de un gran animal que se nos acercaba muy lentamente. Nosotros al verlo, y
percatandonos que se dirigía a donde estábamos, a paso lento. Nos quedamos
estupefactos por sus dimensiones que se dibujaban en la oscuridad, ya que no
se podría comparar a ninguna especie de perro común y corriente. Cuando de
repente la luz de la luna lo mostró totalmente y vimos con claridad aquel gran
animal con los ojos rojos llenos de rabia, los dientes grandes y una aura llena
de maldad que desprendía. Nosotros muertos de miedo, dejamos todo y
prendimos fuga muy rápidamente de aquel maldito lugar.

Al llegar a un tramo del camino algo raro ocurrió con mi amigo. Paro de
correr y comenzó a decir cosas vagas, como si estuviera en shock por lo que
acababa de presenciar. De repente se desplomó en el suelo y comenzó a botar
babas por la boca. Lo siguiente es muy confuso; porque recuerdo también
haberme desmayado.

Más tarde al abrir los ojos. Desperté en una pequeña casa del anexo de Facala.
Y me di con la sorpresa que a mi acostado en un tapete en el suelo, estaba mi
amigo que ya recuperado conversaba con el dueño de aquella casa, que nos
encontró en la mañana siguiente, cuando se disponía a pastar sus cabras.

Aquel hombre nos contó que: “El Carbunco ahuyenta a la gente que se
dispone a rondar sus tierras y que e muy celoso y cuida de sus tesoros que
yacen por todo el Valle Chicama"

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