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La gestión económica de la Iglesia y la solidaridad: un caso concreto

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En la provincia española de Córdoba se encuentra la Parroquia de la Asunción y


Ángeles de Cabra. Como acostumbran las Parroquias de esta Diócesis, esta última
presentó sus resultados de ingresos y gastos de 2018 en el primer trimestre del
nuevo año 2019. Y los números dan mucho de qué hablar.

Los resultados

El año 2018 cerró con un pequeño superávit que, sumado al remanente en caja
resultante del ejercicio de 2017, deja a la Parroquia con efectivo suficiente para
afrontar el próximo año. Los ingresos han aumentado respecto a 2017, y los gastos
se han incrementado a la par, respetando siempre el principio de equilibrio
presupuestario que ha propiciado el superávit y el aumento de la tesorería.

En lo que refiere a la distribución de los gastos, podemos desgranarlos en varios


capítulos por orden de importancia. En primer lugar, con un 27’92% del total,
encontramos la partida destinada a reformas para la conservación de los templos y
la readaptación de varios inmuebles para la habitabilidad. En segundo lugar,
tenemos lo destinado a Cáritas parroquial, un 26’8% del gasto final. En esta
sección se incluyen la mayoría de labores de asistencia social cuantificables: pago
de letras de hipoteca, facturas de luz, comida… (no se incluyen horas de
voluntariado) para aquellas familias con dificultades económicas. Seguidamente,
representando un 13’08%, tenemos los gastos en mobiliario y material para la
realización del culto. Después, un 12’64% del total fue invertido en actividades
pastorales como excursiones para los grupos de catequesis, evitando que las
familias tuvieran que soportar los desembolsos de cada actividad. Alrededor de un
9’9% se utilizó para costear las facturas de suministros, un 5’25% fue como parte
del salario del párroco y, por último, el 4’47% restante se entregó a la Diócesis en
concepto de “seguro” (algo que a continuación comentaremos).

Por su parte, los ingresos proceden, en distintas cantidades, de subvenciones de


fundaciones privadas, donativos a Cáritas, aportaciones de los fieles y de la
realización de los sacramentos.

Comentadas de forma superficial las cuentas del pasado año, pasemos a

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profundizar sobre ellas.

El trasfondo: ¿cómo se vive y se organiza la solidaridad en nuestro


tiempo?

En las sociedades en las que vivimos existen los Estados de Bienestar o Estados
Asistenciales, que tienen como misión el apoyo y la protección de las personas
desfavorecidas o que se encuentran en una mala situación económica. También
participan instituciones privadas como fundaciones u ONG, pero parece que esa
responsabilidad la hemos delegado en el Estado. Todos los recursos
gubernamentales se captan vía impuestos, de manera coactiva (si no los pagas,
serás sancionado). Sabiendo esto, ¿es verdaderamente la actividad estatal un acto
de solidaridad? Bajo mi punto de vista, no lo es. Al menos, no al completo. Es un
ejercicio de subsidiaridad, pero, la solidaridad requiere de voluntariedad y
consentimiento por parte de las personas que la prestan. Los impuestos, en ningún
caso son voluntarios ni consentidos, es más, la gente evita pagarlos. Pero
entonces, creemos que si de ello no se encargan los políticos y gobernantes, nadie
lo hará. Ante esta creencia, se impone la realidad con el caso concreto de esta
Parroquia.

Del total de los ingresos parroquiales, todo procede las intenciones libres de las
personas que han colaborado en términos económicos; porque si hablamos en
horas, muchas más personas dedican su tiempo a tareas que solo la Iglesia aporta
de forma gratuita a la sociedad.

Es más, haciendo una comparativa con pueblos andaluces que tienen similar tasa
de desempleo que Cabra y parecida cantidad de habitantes que el total de
feligreses de la Asunción y Ángeles, encontramos que el gasto social (Cáritas) que
ha hecho la Parroquia es equivalente o incluso mayor, que el gasto público en
asistencia social que se ha empleado en estos municipios. Para ello, hemos divido
el total del presupuesto entre el porcentaje de desempleo, hallando cuántos euros
se destinan por cada 1% de paro.

Es decir, la libre iniciativa ha superado o alcanzado los niveles de la obligación y la


coacción. La solidaridad existe, no somos personas aisladas y egocéntricas. Y
menos aún, cuando tenemos presente y realizamos los ideales de Jesús; tal y como
ha sucedido en esta ocasión.

Pero no solo es destacable este aspecto. Queda por tratar el capítulo “seguro” que
comentábamos al principio del artículo. En este caso, he denominado la aportación

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a la Diócesis como “seguro”, porque básicamente, funciona como tal. El


mecanismo que se implementa desde la Diócesis es una bolsa común en la que las
distintas Parroquias de la provincia depositan cierta cantidad anual. Es un fondo de
reserva que sirve para ayudar a otras Parroquias en momentos de dificultad
extraordinaria, y que también, cubre a la propia aportadora en caso de verse en
una situación parecida en un futuro. Este es otro ejemplo de organización y
cooperación solidaria, donde todos se ponen de acuerdo para ayudar a aquel que
lo está pasando mal. De nuevo, sin necesidad de obligaciones.

Concluyendo

Hemos demostrado en un caso real y particular, cómo la solidaridad y caridad


pueden ejercerse libremente y sin necesidad de un tercero impersonal, como es el
gobierno, evitando el riesgo de la apatía, pues, como decía San Juan Pablo II en su
encíclica centesimus annus, el hecho de que haya un Estado que lleve a cabo las
labores sociales, provoca un efecto desincentivador en la persona, quien, con
menos medios, tiene menos motivación para ayudar al prójimo. Somos obligados y
por lo tanto perdemos la responsabilidad de ayudar al necesitado, y esta es
sustituida por un Estado dominado por lógicas burocráticas más que por la
verdadera preocupación de servir a los usuarios.

Comprobamos que somos capaces de ayudar a los demás, no solo con dinero, sino
también con nuestro tiempo. Hemos de confiar en la empatía de las personas e
incentivar que sean verdaderamente solidarios, evitando delegar nuestro cometido
en organismos exógenos. Y para conseguirlo, no hay mejor forma que dando
testimonio de fe y del mensaje del Evangelio: el amor por el prójimo.

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