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Edición: Area de Comunicaciones de CEDRO

©CEDRO
Centro de Información
Derechos Reservados
Roca y Boloña 271
San Antonio Lima 18
Tel f: 466682-467046- Fax 460751
Impresión: Noviembre 1993
El Problema de las Drogas genera transtornos de una magnitud tal
que involucra todos los aspectos que competen a la vida humana. Al
respecto, diversos estudios realizados por el Centro de Información y
educación para la Prevención del Abuso de Drogas (CEDRO), dentro de
los cuales destaca "Los Jóvenes en el Perú, Opiniones, Actitudes,
Valores" (CEDRO 1991) han señalado a los jóvenes como a una de las
poblaciones más afectadas y de mayor riesgo al uso y abuso de drogas.
Por tal razón CEDRO considera necesario encaminar esfuerzos hacia la
comprensión de los aspectos más importantes que rodean la vida de la
juventud, con miras a dilucidar las variables que son causa y consecuencia
de copnductas de riesgo. El proposito es doble: Informar a la población
y orientar las acciones preventivas u otras acciones dirigidas hacia la
lucha contra las drogas, de manera más efectiva.
En ese sentido, se da inicio a esta edición de temas especializados
partiendo del análisis en profundidad de aspectos específicos referidos
a la problemática de los jóvenes, a través de autores cuya experiencia
profesional les permite trabajar con suficiencia los tópicos abordados.
Tal es el caso de del Dr. Alfonso Mendoza, profesional de amplia
experiencia en el estudio y análisis clínico del medio familiar, quien
aborda el estudio de los jóvenes tomando como punto de referencia dicho
medio.
Con esta finalidad el autor efectua un análisis del sistema familiar
peruano tal cual se presenta en el mundo de hoy y la manera en que éste
es percibido por los jóvenes, afectando su desenvolvimiento psicosocial.
Incluye asimismo dentro de los temas centrales aspectos referidos a los
diversos roles que cumple la familia en lo que respecta a la transmisión
de valores, convirtiéndose en uno de los principales factores que podrían
disminuir las probabilidades de adicción a las drogas. Para ello realiza
una revisión crítica de la literatura científica trabajada sobre el tema,
brindando asimismo sugerencias de aproximación a los diversos aspectos
por él enfocados.

LOS EDITORES.

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1.- INTRODUCCION

Tomando como punto de partida los datos del trabajo de investiga-


ción realizados por Ferrando,D.(l991) con el auspicio de CEDRO, el
mismo que contiene valiosa información sobre este grupo amplio y, sin
embargo, casi ignorado de nuestra población, es que intentamos una
reflexión que haga posible, vía un mayor conocimiento, delinear planes
y programas más realistas que apunten a promover la realización plena de
este crucial segmento de nuestra sociedad en dominios diversos que van
desde el plano de la salud hasta el de la política.
A nosotros nos interesa el aspecto familia, dado que es en el seno de
esta matriz social que se produce el nacimiento psicológico del individuo,
se construye y afirma su identidad, se configura su personalidad y se
socializa a la persona, a la par que se incorporan los instrumentos
adaptativos necesarios para su integración a la sociedad y a la cultura.
Nuestro objetivo no es estudiar el mundo familiar del
farmacodependiente. Lo que deseamos es interiorizarnos en la visión que
tienen los jóvenes del Perú de su familia de origen y, a la luz de los
diversos trabajos centrados en el tema, tratar de aprehender la manera
como ellos sienten y definen las interacciones que se entretejen entre los
miembros de su familia, como se organizan, como se comunican y re-
suelven sus problemas y que expectativas se forjan - padres y jóvenes -
con respecto al futuro de éstos en un país que vive una compleja y
prolongada crisis que remece los cimientos de la estructura social. Pen-
samos que todo ello requiere, precisamente por la incertidumbre que
signa este momento histórico, una lúcida comprensión de lo que piensan,
sienten, y esperan quienes representan nada menos que el 20% de la
población total del país y que numéricamente comprende a 4.5 millones
de personas.

S
ll.-LA FAMILIA

Es innegable la importancia que para la supervivencia del individuo


y el moldeamiento de su personalidad tiene la familia. A pesar de las
severas críticas que se le dirigen, la familia, como institución básica de
la sociedad, permanece. Es verdad que para que ello ocurra la familia ha
debido adaptarse constantemente, adecuándose a una cambiante dinámica
social. Algunos encuentran que los cambios operados dentro de la familia
han sido benéficos. Otros, por el contrario,los hallan peijudiciales,
considerando que ellos han puesto en riesgo la existencia misma de la
familia y, tal vez, la viabilidad de la propia sociedad. Aceptando que el
tema es tan controversia! como apasionante y decisivo para el futuro de
la sociedad en que vivimos y que tales cambios conllevan un monto nada
desdeñable de sufrimiento personal, la adaptabilidad demostrada por la
familia es una prueba de que, con todas sus limitaciones, ella sigue siendo
la mejor apuesta para la supervivencia y el desarrollo de la especie
humana.
Para Roussel, L. (1989), la familia actual ha devenido «incierta», por
cuanto los grandes mecanismos reguladores, que parecían tan sólidos
hasta hace unos pocos años, han dejado de ser evidentes y, a partir de ese
momento, la mayor parte de las decisiones se tornan más difíciles a
adoptar, sin que pueda uno librarse de un grado apreciable de hesitación.
Por otra parte, las transformaciones que en un tiempo relativamente corto
ha sufrido la familia tornan legítima la interrogación acerca de «cual es
el sentido unificador de una instancia social que revela, en el espacio,
formas tan variadas y que, en el tiempo, ha conocido tantos
cambios».(op.cit. p. 9).
Por nuestra parte diremos que, cualquiera que sea el contexto
histórico social en el que se la sitúe, la familia debe cumplir cuatro tareas
esenciales:

l.-Asegurar la satisfacción de las necesidades biológicas del niño y

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complementar sus inmaduras capacidades del modo más apropiado en
cada fase del desarrollo;
2.-Enmarcar, dirigir y canalizar sus impulsos a fin de que el niño
llegue a ser un individuo integrado,maduro, estable;
3.- Enseñarle los roles básicos, así como el valor de las instituciones
sociales y las costumbres básicas de la sociedad, constituyéndose en el
sistema social primario; y
4.-Transmitirle las técnicas adaptativas de la cultura, incluido el
lenguaje.

Visión sistémica de la familia

La familia puede ser vista como un sistema abierto, integrada por


individuos que tienen entre sí lazos de parentesco de tipo consanguíneo
o de tipo político. Este sistema es capaz de autoregularse y orientarse
hacia objetivos prefijados y de mantener su equilibrio intercambiando de
manera continua materia, energía e información con su medio ambiente.
Ella persiste o mantiene su estabilidad a lo largo del proceso de desarrollo
porque es susceptible de modificarse ccmstantemente, sin dejar de ser ella
misma. Ciertamente,la composición o el número de los miembros de una
familia no es inmutable, ella ·cambia con el tiempo, al igual que sus
objetivos, sus reglas y sus procesos de control.
La familia no es un bloque monolítico. Dentro de ella existen
subsistemas (el subsistema marital y/o parental, el subsistema fraternal),
los cuales son definidos por sus límites. Estos, a su vez, están determi-
nados por reglas que deciden quienes interactúan entre sí, cuándo, dónde
y cómo. Las familias «adaptativa~» o «funcionales» no sólo tienen límites
claramente definidos y jerarquías netas sino que son capaces de establecer
relaciones adecuadas con otros subsistemas pertenecientes a su entorno,
constituyendo con ellos -familia extendida, escuela, centro laboral, ... -
redes sociales de soporte que, como su nombre lo indica, prestan un
valioso apoyo, retroalimentando con información, sostén emocional y
acciones concretas al sistema familiar cuando éste atraviesa etapas

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críticas que demandan la puesta en juego de sus mecanismos adaptativos.
Por el contrario, las familias «inadaptativas» o «disfuncionales» son
aquellas en las que límites y jerarquías se hallan pobremente definidos,
lo que dificulta el proceso de separación-individuación y que, en cuanto
a sus relaciones con el medio circundante, o se repliegan excesivamente
sobre sí mismas o no aciertan a regular sus intercambios con el mundo
exterior, mostrándose demasiado abiertas, lo que puede conducirlas a la
desorganización por una elevada entropía.
Desde la perspectiva sistémica, de acuerdo con Epstein y cols. (198í),
el funcionamiento de la familia no puede ser entendido plenamente por
el simple proceso de comprensión de cada una de sus partes. La estructura
y organización de la familia son factores de suma importancia en la
conducta de sus miembros y son los patrones de transacción del sistema
familiar los que condicionan el comportamiento de cada uno de sus
integrantes.
Precisamente Epstein y cols.( 1989) desarrollaron el llamado Modelo
Me Master del funcionamiento familiar, instrumento que permite la
evaluación de las familias centrando su atención en seis dimensiones
basicas: capacidad para resolver problemas, comunicación, roles, reso-
nancia afectiva, implicación afectiva y control del comportamiento.
Por su parte, Olson, D. y cols (1979) elaboraron el denominado
Modelo Circunflejo que, a partir de dos dimensiones básicas: cohesión
y adaptabilidad, hace posible delimitar tres grupos de familias según el
nivel de funcionamiento familiar: balanceadas, de rango medio y extre-
mas, en las que se sitúan los 16 tipos posibles de familia que se pueden
obtener a través del instrumento por ellos delineado. Este modelo ha sido
utilizado en nuestro medio por Malamud, F. (1987), Francis, C. (1987),
Cañavera, M. (1988) Y Quintana, A.(1990), entre otros.

El ciclo vital de la familia

La familia pasa, inevitablemente, por determinadas fases críticas,


que se alternan con otras de relativa calma. Tales estadios tienen que ver

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con los procesos de maduración y desarrollo de sus miembros. Cada uno
de ellos implica un cierto monto de tensión y pone a prueba la flexibilidad
de la familia, dado que ésta debe modificar sus pautas de interacción de
conformidad con las nuevas exigencias surgidas en su propio seno.
Duvall ( 1977), citado por Quintana, A.( 1990), propone las siguientes
etapas: matrimonio sin hijos, familia con infantes, familia con niños en
edad preescolar, familia con hijos en edad escolar, familia con hijos
adolescentes, familia con hijos jóvenes adultos, padres en edad media de
la vida y familias con padres ancianos.
Los terapeutas de familia observaron que el «síntoma» o el paciente
portador de los síntomas aparece generalmente en los momentos de crisis,
evidenciando la dificultad del sistema para adaptarse ante este necesario
pasaje a un nuevo equilibrio. Más todavía, en ocasiones, en las familias
disfuncionales, el paciente opera como la instancia reguladora, como el
elemento necesario para que se mantenga el precario equilibrio de la
familia y prevenir su eventual disrupción.

Familia y contexto social

En un trabajo anterior (Mendoza,A.1989), señalabamos que una


dificultad, entre otras, para estudiar el grupo familiar en el Perú, estaba
dada por el carácter heterogéneo, plural de nuestra sociedad, dadas las
diferencias socioeconómicas, étnicas, culturales y lingüísticas de los
distintos grupos humanos que constituyen su población. Recordábamos
como Delgado, C. ( 1972),categorizaba y ordenaba los grupos sociales a
lo largo de un «continuum de poder» que se establece entre dos realidades
polares: de un lado, los grupos que viven bajo condiciones extremas de
dominación y, por otro lado, los grupos que ejercen el dominio. Entre uno
y otro extremo, entre aquellos que viven en la miseria y los que viven en
la abundancia, se ubican todos los integrantes del sistema nacional, que
Delgado concebía como constituido por tres grandes sectores: el mundo
social predominantemente rural e indio, el urbano y mestizo y el metro-
politano y blanco.

o....
Añadíamos que no resultaba fácil responder si este esquema seguía
siendo útil puesto que, al decir de Matos Mar ,J. (1984), en el curso de los
últimos años se han producido rápidamente cambios que han modificado
radicalmente el rostro del Perú. En menos de cuatro décadas la población
se ha triplicado y hoy en día las ciudades concentran a más del65% de la
población total del Perú y ello en medio de la crisis más dramática que
afronta el país en lo que va del presente siglo, signada por la violencia
subversiva y por la aplicación de esquemas económicos de corte neo liberal
que han determinado el incremento de la pobreza crítica que afecta ahora
a más de doce millones de peruanos.
En este contexto de profundos cambios socio-económicos, de mi-
gración caótica, de acentuación de la pobreza, las familias se ven también
profundamente afectadas. Ellas deben adoptar formas de vida que les
permitan adaptarse a nuevos y exigentes desafíos. Aparecen así las
llamadas «estrategias de supervivencia», las cuales conllevan el desarrollo
de actividades que apuntan a incrementar los recursos disponibles y a
racionalizar el consumo mediante un severo control de gastos, a la par que
la puesta en marcha de actividades colectivas vía las organizaciones
populares. Para Díaz Albertini (1990), el concepto de estrategia tiende a
ocultar la dramática situación que enfrentan los sectores populares, dado
que la resultante de estas estrategias son la desnutrición, la falta de
atención médica, niveles altos de morbilidad y mortalidad, deserción
escolar, en suma, la insatisfacción de necesidades básicas y, en términos
psicológicos, la emergencia de graves conflictos interpersonales que
inciden en procesos tan importantes como la socialización, la vida de
pareja y la definición y cumplimiento de los roles sociales. Tal situación
es sumamente preocupante si tenemos en cuenta, como lo subrayan
Epstein y cols (1982) que, cuando las familias no logran satisfacer sus
necesidades básicas, raramente, sino nunca, pueden encarar apropiada-
mente los problemas inherentes al desarrollo afectivo. Es probable, como
enfatizan De Soto,H. (1986) y Matos Mar,J. (1984), que tales estrategias
encierren tambien un aspecto positivo, al posibilitar la adaptación e

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identificación del migran te a la ciudad, pero ello no debe hacemos olvidar
el elevado costo emocional que implican para la familia, como lo
evidencian las aproximaciones de inspiración psicoanalítica (Rodríguez
Rabanal, C.1985) o de orientación sociológica (Sara Lafosse, V., 1984).

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lll.-LA FA MILlA EN LA
PERCEPCION DE LOS JOVENES

El universo de estudio de la Encuesta realizada por Fenando,D .( 1991)


abarca alrededor del 65% de la población nacional, calculándose - en
1990 - que la cohorte de 15 a 24 años comprendía a 4.5 millones de
personas.
Un dato importante a retener es que esta población se incrementa a
un ritmo de 75.000 personas cada año y que la mayor parte reside en el
rea urbana, lo que, por lo anteriormente anotado, pone a la familia y a la
sociedad ante un crucial desafío, de cuya acertada solución depende, tal
vez, el futuro mismo del Perú. Más aún si tenemos en cuenta que la
migración del campo a la ciudad, y principalmente hacia Lima, es
superior a la de cualquier otra etapa de nuestra historia.
Pero no sólo es preocupante la migración interna, con su cortejo de
problemas sociales, sino también la migración externa. Revela la mag-
nitud del drama que vive nuestra población el que casi la mitad de los
jóvenes encuestados (42%) preferiría haber nacido en otro país y que
piense marcharse de él. Estas cifras no nos hablan únicamente de la honda
decepción que con respecto a sus posibilidades de desanollo personal
tienen los jóvenes en nuestro país, ellas también nos informan de la escasa
adhesión a un sistema político que se ha revelado incapaz de elaborar un
proyecto común que inspire, forje y consolide nuestra identidad nacional
en el marco de un sistema de genuina inspiración democrática. En tomo
a este punto cabe citar a Manrique,E.(1993) quien , estudiando las
representaciones sociales de la historia peruana en una pequeña muestra
de estudiantes secundarios halla una desconfianza y falta de apego
sentimental (e instrumental) al Estado peruano y, según
Kelman,H.C.,(citado por el mismo Manrique,E.), si las fuentes de apego
al Estado o a la Nación no estan claramente determinadas, es mayor la
posibilidad de deslizarse a otras fuentes que, a despecho de su carácter

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violento, ofrecen una imagen de mayor coherencia, consistencia y
sentido de identidad. En la misma línea, Podestá,B. (1989,p.221), afirma
que «nos hallamos frente a una sociedad civil débil, carente de institu-
ciones y estructuras organizativas capaces de procesar con mínimo de
coherencia y sentido las propuestas de los grupos sociales ... y ello crea un
vacío sustantivo». Las respuestas a este vacío lo constituyen las estrategias
de supervivencia por las que optan los sectores populares y las posturas
individualistas de los sectores medios. En este marco hay que ver también
la migración y el surgimiento de las respuestas inadaptativas tales como
la violencia política, la drogadicción, la prostitución, la corrupción, y la
delincuencia común.

El subsistema parental en la percepción de los jóvenes.

La encuesta realizada por Ferrando,D. ( 1991) nos proporciona una


información valiosa para conocer el mundo familiar de los jóvenes, pero,
indudablemente, tenemos que reconocer las limitaciones de las encuestas
en hogares, pues cabe siempre la posibilidad de la negación o la
subvaluación de los datos proporcionados. Por otra parte, todavía debemos
admitir que, como lo subraya Haley,J. (1980, p.15) «la gente es incapaz
de informar adecuadamente :e sus propias situaciones sociales y hasta un
observador participante entrenado peca de parcialidad en su informe
debido a su posición dentro de la red social». Ello no basta, sin embargo,
para intentar, a partir de estos datos, «escuchar los sentimientos» y
conocer de la calidad de las relaciones que se tejen entre los miembros de
una familia.
Dicho esto, señalemos que la relación entre los padres es fundamen-
tal para el funcionamiento de la familia. Ellos constituyen el sistema
encuadrante, que satisface las necesidades de los hijos y genera las reglas
que regularán el comportamiento de éstos. Si la discordia conyugal
sobrepasa un cierto umbral, al punto que dificulta la capacidad para
resolver problemas y deteriora la ligazón afectiva, entonces se incrementan

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las posibilidades de que uno de los hijos sea «triangulado», es decir, se vea
envuelto en la disputa entre los padres lo que, si bien puede estabilizar a
la pareja en un frágil equilibrio -puesto que requiere la presencia de un
tercero-, tiene repercusiones negativas sobre éste, que puede ver trabado
su desarrollo, sea convirtiéndose en el «chivo expiatorio», sea asumiendo
la responsabilidad de la unidad de la familia, lo que excede indudable-
mente su capacidad emocional y cognitiva.
Ahora bien, poco más de las 3/4 partes de los jóvenes que viven con
sus padres perciben la relación de éstos como buena. En el área rural tal
calificación alcanza el 90%, frente al 76% que se obtiene en el área
urbana. Este dato guarda relación con la mayor proporción de separación
y/o divorcio que se aprecia en las grandes ciudades y que parece ir de la
mano con la modernidad. En efecto, para Shorter,E.(1977), la reestruc-
turación familiar inherente a la modernidad presenta dos características
principales:

1.- La inestabilidad de la pareja conyugal; y


2.- La pérdida del control que los padres ejercen sobre los ado-
lescentes.

Cabe preguntarse, además, si la relación percibida como« buena» lo


es en realidad, dado que las historias singulares revelan que el nivel de
insatisfacción marital es alto y que muchas parejas se mantienen unidas,
a pesar de las frustraciones que la relación conlleva, por otros factores, y
entre éstos principalmente por la seguridad y bienestar futuro de sus hijos,
en una elección que implica el sacrificio de sus posibilidades de desarrollo
personal. En la familia tradicional hay que mantener, contra el destino, la
sobrevida del grupo y las decisiones ms importantes giran en torno al hijo.
En la familia moderna el individuo y ya no más el grupo ocupa el centro
de la escena, y aun cuando el niño es siempre amado, su reino ha
terminado y lo que prima es el bienestar individual. ¿Qué está sucediendo
en las familias peruanas?. En verdad no tenemos un respuesta definitiva.

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La incidencia de separación y/o divorcio en Lima ( 11.2%) es casi 4 veces
más alta que en el área rural (3.8% ). Ello parece ser el reflejo de la
modernidad. La estabilidad del vínculo de pareja en el área rural se
explicaría por la persistencia de las normas de la familia tradicional.
Lo que mueve a interrogantes es el que la separación de los padres sea
más alta en los estratos bajo (10.8%)ymedio (7.1 %)queenelalto (5.8%).
Se podría pensar, siguiendo a Roussel,L.(1989), que la inseguridad
económica llevaría a los cónyuges a una solidaridad material que juzgarían
ms importante que sus disentimientos. Si ello no está ocurriendo en
nuestro medio, una explicación posible estaría dada por la persistencia,
en el varón, de una ideología «machista» que lo conduciría primero al
abandono de hecho y, tal vez, a la subsecuente separacióny/odivorcio.
Otra hipótesis, quizá demasiado audaz, sería ver en ello el resultado de
una rápida transición a la modernidad en un contexto social increíblemente
precario. En efecto, para Shorter,E.( 1977) las reglas de la modernidad en
la Europa del siglo pasado y en el presente, «vieron la luz como una
subcultura de los oprimidos, como un código de conducta uniendo entre
ellos a los miembros de las clases inferiores que, desarraigados de su
ambiente tradicional, fueron arrojados en el torbellino de la economía de
mercado» (op.cit.p.29).
Como vemos la interro, 1nte permanece y requiere de investigacio-
nes más centradas a fin de precisar en qué medida los cambios sociales
están modificando las relaciones dentro de la pareja, amenazando su
estabilidad y el desarrollo de sus integrantes.

La relación padres-hijos

La encuesta de Ferrando,D. (1991),revela que esta relación es, en


general calificada como «buena», aunque no se precisa que se entiende
por ella. Por otro lado, esta relación es más consistente y de mejor calidad
con la madre y ello cualquiera sea el lugar de residencia, el sexo o el
estrato socioeconómico.

t: - - - - - - - - -
Globalmente, la relación entre los jóvenes y sus padres es mejor en
provincias y en el área rural que en las áreas urbanas y en Lima
Metropolitana, hecho que, al decir de la autora, estaría en relación con las
tensiones y problemas que conlleva la adaptación a un nuevo ecosistema
al cual le resulta difícil integrarse y que rompe los esquemas tradicionales
de regulación del comportamiento familiar. Así, puede pensarse en que
se vea al padre como el responsable de la disminución de la capacidad
económica de la familia, al mismo tiempo que se valora más la figura de
la madre en tanto que ésta se encuentra casi siempre disponible y se las
ingenia para atenuar las dificultades que encara la familia.
En efecto, las acciones colectivas que configuran las denominadas
estrategias de supervivencia tienen como figura protagónica a la madre.
No es, pues, por azar que ésta se constituya en la figura más consistente
en un contexto signado por la precariedad económica y la inestabilidad
de las relaciones interpersonales. Sin embargo, la realidad es más
compleja y ella nos revela también una vertiente negativa que la expe-
riencia clínica recoge.
A si, vemos con frecuencia que las tensiones conyugales generan un
monto de hostilidad que no sólo perturba la relación marital sino que, por
lo general, se desplaza hacia los hijos, quienes resultan víctimas de
maltratos que, paradójicamente, tienen como sujeto activo del castigo no
tanto al padre sino principalmente a la madre. Este niño maltratado
tenderá a repetir tales experiencias cuando le corresponda asumir el rol
parental, generándose así circuitos autoperpetuadores de sufrimiento y
conducta violenta que se transmiten de generación en generación.
Rotondo,H. (1963), en su clásico estudio en Mendocita y luego otros
estudios, entre los que citamos los de Pimentel,C.(1983, 1988), de Núñez
Chávez,C. y Llerena,S.(1983), entre otros, dan cuenta de estos hallazgos.

La figura materna y los roles parentales

Según Roussel,L.(1989),un esquema que se daba como fundamental

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en la familia moderna era el de asignar funciones complementarias a cada
padre. En esta división de tareas, Freud le asignaba a la madre la de
proporcionar a su hijo el sentimiento de seguridad, de confianza y de
bienestar. Al padre le correspondía guiar al niño de acuerdo con el
principio de la realidad, erigiéndose en el portador de la autoridad y en un
factor que impedía una relación fusiona! del niño con su madre. Ahora
bien, esta economía afectiva ha dejado de funcionar en muchos casos. Se
desea ahora que los roles sean igualitarios. Para Sara Lafosse,V.(1984),
la familia igualitaria emerge cuestionando el sistema patriarcal, que
mantenía a la mujer en una situación de subordinación con respecto al
varón. Y, si bien la familia patriarcal sigue siendo mayoritaria en el medio
urbano, cada día cobra más fuerza, sobre todo en las nuevas generaciones,
el ideal de una familia igualitaria caracterizada por relaciones
funcionalmente simétricas, democráticas, en la que los roles pueden ser
intercambiables, la relación sexual constituye un encuentro amoroso y las
decisiones no son impuestas por el varón sino que se logran por consenso,
expresión de una distribución equitativa del poder.
Pero, como el país vive una etapa de transición, simultáneamente
existe un gran número de familias que no pueden ser definidas como
patriarcales o como igualitarias. En ellas la tensión es mayor, con
posibilidades de fracaso y ruptura de los lazos cohesivos, pero también
con posibilidades de alcanzar un nuevo y mejor equilibrio que libere las
potencialidades de realización personal y social de sus integrantes.
A pesar de estos signos de cambio, lo patriarcal sigue, pues, predo-
minando, y es la madre quien se ocupa del cuidado del hogar y la crianza
de los hijos, con quienes establece una vinculación estrecha. Así, más de
la mitad de los jóvenes de la encuesta de CEDRO (52%), fue atendido en
su primera etapa por ambos padres, pero hay un 30% que lo fue
únicamente por la madre, contra un 3% que lo fue sólo por el padre. La
crisis económica agrava esta situación. El padre trabaja, a veces, en un
lugar distante y comparte con su familia solamente el fin de semana. En
estos c:tsos la familia se organiza de modo tal que cuando el padre retoma

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se presentan conflictos al pretender éste modificar las reglas establecidas
por la madre, generándose dificultades en el proceso de socialización por
la inconsistencia de los esquemas normativos de referencia.
Si por la presión de una realidad social que no asegura la satisfacción
de las necesidades básicas o por la conflictiva conyugal o por ambos
factores -que se retroalimentan recíprocamente-, la madre no encuentra
en la díada marital la satisfacción de sus necesidades afectivas, ella puede
volcarse hacia uno de sus hijos, con quien establece una relación que, si
bien implica amor, entraña también el riesgo de hacerlo cautivo, blo-
queando su desarrollo.
En efecto, la dependencia (fijación infantil), los problemas de identidad
y de personalidad con un pobre nivel de organización psíquica son
frecuentes en las familias en las cuales se da este tipo de interacción.
Con todo, la mayor correspondencia afectiva de los jóvenes con la
madre se traduce en la búsqueda de su apoyo cuando se hallan frente a un
problema serio. El 28% de los jóvenes manifiesta que comprute con ella
sus preocupaciones y momentos difíciles, mientras que al padre acude
sólo el7.5%. Las mujeres h buscan más (35%) que los varones ( 19%) y
los del estrato bajo (31 %) más que los del alto (22%).
Igualmente, para casi la mitad de los jóvenes de la encuesta de
CEDRO (47%), la madre es la figura más importante en su vida frente a
un 12% que privilegia al padre. La importancia de la madrees mayor entre
los varones (51%) que entre las mujeres (44%), en el área rural (52%) que
en el área urbana (47%) y en el estrato bajo (51%) más que en el alto
(30%).
Un 32% de los jóvenes responde sin especificar qué figura es la más
importante, valorando más bien globalmente a la familia.
Estos datos concuerdan con lo hallado por Perales,A. y cols.( 1985),
en su estudio observacional descriptivo sobre la relación madre-hijo en
el distrito de Independencia de Lima, que muestra que madre e hijo
perciben su relación como positiva, adecuada y de mutuo soporte y que
para el hijo, la madre es la figura central y más significativa. En la misma
investigación se revela que el 58% de los hijos varones reporta no querer

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ser como el padre, confirmando lo encontrado en la encuestade CEDRO,
que da cuenta del menoscabo de la figura paterna.

La educación recibida
y las modificaciones que harían los jóvenes.

Estas respuestas permiten conocer, indirectamente, la naturaleza de


la relación parento-filial, principalmente en lo que tiene de cuestionable.
«La proporción de jóvenes que está conforme con la educación
recibida (crianza, enseñanza) es prácticamente la misma que la de
aquellos que no lo están (51.7% y 48.3%, respectivamente), con ligeras
variaciones en función de las otras variables. El descontento es mayor en
Lima Metropolitana, en el área rural y en el estrato medio ... los que están
contentos no especifican en que consiste esa buena educación»
(Ferrando,D.l991 ,p.l37).
¿Qué es lo que, básicamente, reclaman los descontentos?. Ellos
reclaman mayor comprensión y mayor comunicación (52% de la muestra
nacional). Tales demandas son fonnuladas por una más alta proporción
de provincianos, de citadinos y de jóvenes de clase media. Otros reclamos
son los de «mejor educación» (14%) y mejores posibilidades de desarro-
llo personal (12%).
La comprensión, a nuestro juicio, tiene que ver con dos dimensiones
importantísimas en el funcionamiento adecuado de la familia: la resonan-
cia afectiva (definida como la capacidad de responder con los sentimien-
tos adecuados frente a un estímulo dado) y con la involucración afectiva
(que alude a la capacidad no sólo de vibrar emocionalmente sino también
de interesarse y hacer algo por el otro). Comprensión implica, pues,
aceptación e interés genuino por el otro.
La comunicación, por su parte, es vital para establecer las bases de
una relación humana. Merced a ella no sólo se intercambian contenidos
(mensajes),sino que se define el sentido de una relación. La comunica-
ción se halla en la base de la construcción del sí mismo, la cual pasa por
una adecuada relación con las figuras significativas en las etapas tempranas

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de la existencia.
En el mundo familiar la comunicación alimenta la cohesión emocio-
nal (el vínculo afectivo que une a los miembros del sistema) tanto como
la adaptabilidad (capacidad para resolver problemas). Las perturbaciones
de la comunicación constituyen el núcleo mismo de las dificultades en la
interacción y se revelan a través de ella.
Ruiz Secada,R. y Cánepa,M.A.(1986), en su estudio sobre los
jóvenes del Cono Norte de Lima, anotan que una queja frecue~te de éstos
es la de no ser tomados en cuenta, de no ser escuchados, de ser
descalificados y de tener que hacer frente a comunicaciones ambiguas
(«mis padres nunca hablaban claro, daban vueltas ... daban las cosas por
hechas ... no me explicaban»). De este modo reclaman ser tratados como
personas capaces de entender razones y no sólo como seres obligados a
tener que obedecer ciegamente las órdenes parentales.

Valores transmitidos por la familia

Los padres de familia y los jóvenes le asignan un gran valor a la


educación. La consideran un medio para alcanzar un mejor «status»
económico. Los padres ven en la formación profesional de sus hijos la
cristalización de sus propios deseos. En tal sentido, éstos constituyen una
proyección de su identidad. Por ello no son sorprendentes los datos de la
encuesta. Preguntados acerca de la mejor herencia, espiritual y material,
que los padres pueden dejar a sus hijos, los jóvenes destacan las siguientes
categorías:

-Estudios (36%)
- U na profesión. (19%) Jerencia espiritual
-Buena formación moral. (32%)
- Dinero, propiedades,
negocios. (11%) }Herencia material

--------20
La investigación de Perales,A.y cols. (1985), y casi todas las referen-
tes al tema, muestran hallazgos coincidentes. Así, en el caso de los
jóvenes del distrito de Independencia, las expectativas maternas respecto
al futuro ocupacional de sus hijos se orientan a niveles profesionales
elevados. Lo triste es que la situación actual y la incertidumbre con
respecto a nuestro futuro parecen indicar que tales expectativas no serán
satisfechas y ello será fuente de una gran frustración para los jóvenes y
sus familias.
Es sorprendente que, en lo referente a los valores que deben ser
transmitidos por la familia, las respuestas privilegien no lo material sino
lo espiritual, demandándose un legado de alto tono afectivo y moral:
honradez (28% ), respeto (27% ), amor y cariño (11 %) y verdad (8%).
Para Lerner,R., citado por Ferrando,D. ( 1991), en la medida que estos
valores se están perdiendo en la sociedad, tales declaraciones revelarían
la vigencia en la juventud de una suerte de idealismo hueco, sin corres-
pondencia con la realidad. Reforzaría esta interpretación lo señalado por
Perales,A. y cols.(1985), quienes hallaron que el 6% de las madres, el
20% de los hijos y el 14% de las hijas no discriminaron los robos como
una conducta delictiva. Y en cuanto al consumo de drogas, el 3% de las
madres, el14% de los hijos y ellO% de las hijas no lo sancionaron como
una conducta antisocial.
Hay, ciertamente, otra lectura posible. Es comprensible que una
sociedad casi anómica como la nuestra tenga su correlato en la inestabilidad
y aún en la inversión de valores. Como señala Podestá,B. (1989,p.216-
217),«los modelos sociales que ofrecen las instituciones y sus funciona-
rios y representantes constituyen el primer aliciente para actuar al margen
de la ley ... cualquier transgresión o abuso parece posible, al mismo
tiempo que se han debilitado las instancias que permiten dirimir los
comportamientos sociales ...». Ya Merton,R., indicaba que cuando se
cierran los mecanismos legítimos de ascenso social se abren las compuertas
de los mecanismos ilícitos. Y,si en el seno de esta sociedad hay quienes
todavía se orientan por valores elevados, ello quiere decir que no todo está

21
perdido y que en esta juventud hay una reserva moral que puede oxigenar
nuestro país y hacernos pensar en un futuro mejor.
Recordemos que hay datos en la encuesta de CEDRO que revelan el
gran valor que se confiere a la familia y que, en medio de la pobreza, los
más pobres se han movilizado en defensa de la vida, poniendo en acción
los tradicionales mecanismos de solidaridad comunitaria.
Moreno,F.(1984) nos habla de ello, de esos «valores reales» que es
necesario resaltar y cuidar. El mismo autor puntualiza que la educación
oficial no educa para la libertad sino para la sumisión y señala como los
medios de comunicación presentan modelos de vida orientados al goce
de los bienes materiales por un pequeño grupo social. De ese modo, al
velarse la conciencia crítica se tiende una cortina de humo sobre las
causas de la pobreza y se fomenta el individualismo.
Ante ello, Moreno,F., a partir de una ética cristiana, plantea la
necesidad de un proyecto global para la sociedad que transforme ésta,
pues su estructuración actual supone una brutal agresión contra la
familia, añadiendo que, como parte de tal propuesta, hay que brindar un
gran apoyo a las organizaciones de base que, a pesar de sus limitaciones,
ambigüedades y errores luchan por los intereses cotidianos de la familia:
escuelas, viviendas, servicios, centros de salud, comedores populares,
etc. (op.cit.,p.97).

Situaciones negativas y positivas en la vida de los jóvenes

Estas nos informan acerca de las expectativas de los jóvenes en


cuanto se refiere a su realización personal, familiar y ocupacional.
Comprensiblemente, dado el valor que para los jóvenes tiene la
familia y la calidad de la relación que los une a sus padres, p1incipalmente
a la madre, el momento más difícil en la vida de los jóvenes está ligado
a la pérdida de los seres queridos. Así, el 16% de los encuestados afirma
que lo peor que le pasó en la vida fue el accidente o muerte de un familiar
cercano, y, para el 30%, ello sería lo peor que pudiera sucederle en los

--------22
próximos cinco años.
Rodríguez Rabanal,C. y Ferreyros K.,A. (1984), hallan que «el temor
a perder los cuidados maternos ... es una fantasía común, que en el
contexto en que vivimos se convierte frecuentemente en dura realidad,
produciéndose un trauma, es decir, un elemento de discontinuidad en la
estructura psicodinámica, que se contrapone a la consolidación de una
personalidad cohesionada»... agregando que tales muertes explican el
que «las relaciones objeta les en la infancia se vean marcadas por el signo
de la precariedad ... » (op.cit.,p.40).
Corroborando lo antedicho, la encuesta de CEDRO nos muestra que
alrededor del 10% de los jóvenes es huérfano de padre y el 6% lo es de
madre. Por otra parte, si el72% vive con ambos padres, hay un 9.2% que
tiene a sus padres separados o divorciados, el 14% tiene a uno de sus
progenitores muerto y 3.8% no vive con sus padres. Evidentemente,
muchos jóvenes han debido encarar el estrés que significa la muerte de
un ser querido y la situación de orfandad constituye un factor que, al igual
que el abandono parental, puede incrementar la vulnerabilidad del
individuo y predisponerlo a desajustes psicosociales.
La segunda situación percibida por la juventud como generadora de
ansiedad tiene que ver con los problemas de orden académico, sobre todo
entre quienes residen en Lima y pertenecen al estrato alto. Entre éstos, lo
académico ocupa el primer lugar (13%), seguido por los accidentes
sufridos por ellos mismos y sólo en tercer lugar aparece el accidente o
muerte de un ser querido. Lógicamente, ello se correlaciona con los
acontecimientos vitales más frecuentes en cada sector social. Así, es
evidente que la muerte es una posibilidad más cercana en el rea rural y en
los estratos más pobres, en los que se halla el mayor número de huérfanos.
En cambio los del estrato alto no consideran la muerte como un evento
cercano. A ellos les preocupa más la frustración de sus posibilidades
académicas, conscientes de que en una sociedad cada vez más individualista
y competitiva sólo parecen tener cabida los mejor calificados y los más
fuertes económicamente. Pero, cuando a estos jóvenes se les pregunta

23
acerca de lo peor que podría ocurrirles en los próximos 5 años, mencionan
en primer lugar la muerte de sus padres (29% ), siendo tal respuesta ms
elevada en Lima y en el estrato alto que en los otros sectores.
Por otra parte, los jóvenes son conscientes del sacrificio que el
educarlos significa para sus padres y del valor que éstos le asignan, no
sólo porque a través de sus éxitos esperan completarse, identificándose
con sus realizaciones, sino también porque esperan de ellos la ayuda
necesaria para poder vivir una vejez sin angustias económicas (Perales,A.
y cols., 1985).
Lamentablemente, para la mayoría de la población estudiada, estas
expectativas se verán difícilmente colmadas. Así, la encuesta muestra
que entre los de clase alta que no asisten a la escuela (22%), el 9% es
egresado y el 13% abandonó los estudios. En cambio, en el estrato bajo
apenas el 2% es egresado y el 38% es «desertor» ... Y entre las razones
dadas para no estudiar las principales son aquellas ligadas a la pobreza:

1.- Limitaciones económicas (32%)


2.- Falta de tiempo, por tener que trabajar (23%)
3.- Matrimonio y/o embarazo (14%)
4.- Problemas de rendimiento (11%)

Las dos primeras razones se explican por la creciente pobreza de la


población peruana. De la tercera razón nos ocuparemos luego. El último
factor tiene varias explicaciones. No es infrecuente, en los estratos medio
y bajo, una elevada proporción de problemas de aprendizaje de etiología
orgánica, relacionados con la falta de cuidados durante el embarazo y el
parto, pero tales problemas podrían ser también la consecuencia de la
falta de control parental que se observa en las familias del mundo urbano
y de la inadecuada utilización del tiempo libre por la carencia de espacios
y estructuras que fomenten la canalización de los impulsos juveniles de
manera constructiva.
La encuesta de CEDRO nos informa que el44% de los jóvenes dedica

24
ms de tres horas a ver TV dato que, según Pásara,L.(1993) es similar al
que se obtuvo en U.S.A. Este hecho tiene varias consecuencias: empo-
brece la comunicación, perturba el desempeño de las tareas escolares y
el de los roles familiares y, por la transmisión de modos de vida
alienantes, refuerzan el consumismo, el individualismo y el afán de éxito
a cualquier costo, todo lo cual se contrapone a los valores que las familias
peruanas exaltan.
Hemos visto ya que, ante las situaciones difíciles un alto porcentaje
de los jóvenes busca la orientación de sus padres, y muy especialmente
de la madre. Pero, al ir dejando la familia, tal como anota Podestá,B .( 1989),
« ... el joven va experimentando las frustraciones de un contexto
socineconómico deprimido y casi hostil... y sus frustraciones las procesa
ya no en el ámbito familiar sino en el espacio de los grupos de barrio ... y,
en las respuestas de la mayoría, aunque hay diferencias en función de las
clases sociales, subyace la propensión a la violencia política o individual
y al consumo de drogas» (op.cit.p.220).
Recordemos que hay un 18% de jóvenes que no acuden a sus padres
cuando confrontan problemas, sino a sus pares o se las arreglan solos.
Ellos constituyen una población en riesgo por carecer de un soporte
familiar y social adecuado para encarar las situaciones de crisis.
Por último es triste comprobar que el 40% de los jóvenes empieza a
trabajar antes de los 15 años (y una décima parte antes de los 10), y que
un 58% lo hace pornecesidad, para ayudar a su familia sea espontáneamente
o por presión de ésta, viendo así limitadas sus posibilidades de salir del
círculo asfixiante de la pobreza. Estas motivaciones son más fuertes en
provincias (63%), en el área rural (69%) y en el estrato bajo. Ello
constituye otra ruptura o discontinuidad en el proceso de desarrollo
personal de muchos jóvenes.

Actividad sexual y roles de pareja

En este dominio tenemos datos que varían marcadamente de una a

25
otra encuesta. Ello se explica, en pmte, por la dificultad en recopilar
información precisa entre los jóvenes, quienes se inhiben, principalmente
las mujeres, mientras que los varones tienden a proporcionar datos que
indican una cietta exageración.
En 1984, una encuesta realizada entre estudiantes universitmios y
publicada el mismo año en la revista Debate, mostró que el 79% de los
jóvenes y el 10% de las jóvenes habían tenido su primera experiencia
sexual antes de los 19 años.
Loli, A.(l987 ), por su parte, halló en una encuesta a 6,000
adolescentes,queel53 % de los varones y el32 % de las mujeres ya habían
tenido relaciones sexuales. Igualmente se encontró que el 53% de los
adolescentes está de acuerdo con las relaciones prematrimoniales, pero
4 de cada 5 las aprueban a condición de que haya la intención de casarse.
Hay diferencias según el lugar de residencia. Así, en el ámbito urbano el
56.8% de los adolescentes aceptan tales relaciones, mientras que en el
área rural el porcentaje alcanza sólo el 41.3 %.
Estos datos revelan una tendencia más bien conservadora, que la
encuesta de CEDRO confirma. Así, sólo poco más de la mitad opina
favorablemente de las relaciones sexuales pre-matrimoniales, en tanto
que el40% apoya la tesis de la virginidad de la mujer hasta el matrimonio.
Las mujeres son más conservadoras: el 51 % de ellas frente al28% de los
varones está en contra de la práctica sexual previa a la unión matrimonial
y ello principalmente en el área rural y entre la gente de menores recursos.
La explicación: la persistencia de una ideología que privilegia la
dominancia del varón tanto socialmente cuanto en la relación de pareja.
Sin embargo, en la medida que en las sociedades modernas se asigna
mayor importancia a los sentimientos que a otros factores en la elección
de pareja, y el amor supone entrega total, esta misma actitud llevm·á
inexorablemente a una liberalización de la conducta sexual, por lo cual
cabe pensar en que la permisividad con afecto irá ganando terreno
gradualmente. Pero, ello no implica necesariamente caer en la anarquía
sexual , máxime si tenemos en cuenta que de los adolescentes que

---------26---------
postulan la práctica sexual antes del matrimonio, 4 de cada 51 o justifican
si es que existe un proyecto común, una intención de matrimonio, lo que
significa que ellos es tan situando el problema, apropiadamente, a nivel de
la persona y no a nivel del cuerpo, como una opción que supone afecto y
respeto por el otro. Por la misma razón el 90% de los jóvenes desaprueba
las relaciones extramatrimoniales.
Otro cambio sustantivo en las familias peruanas es el abandono del
ideal de una familia extensa y la adopción del de una familia pequeña. El
68 % desea tener sólo 2 hijos y poco másdel20 % se inclina por una familia
con 3 o más niños. Para que esta opción pueda darse se requiere más y
mejor información sobre sexualidad, reproducción y contracepción. En
relación a ello, FeJTando,D.y col s. (1989,p.49), señalan que si bien el
conocimiento de la contracepción aumentó entre las mujeres de 15 a 19
años, en 1986 la píldora era el único anticonceptivo mencionado es-
pontáneamente y menos de 3 de cada 1Oestaban familiarizadas con otros
métodos. Entre adolescentes casadas, 2 de cada lO están usando algún
método anticonceptivo y el resto no tiene ningún control.
Los roles asimétricos en la relación marital todavía prevalecen. Si
bien la mayoría cree que las responsabilidades deben ser compartidas en
dominios tales como la for.nación moral de la familia (84% de mujeres
y 79% de varones), persiste la opinión de que hay tareas que son
privativas de uno u otro sexo. Se piensa, por ejemplo, que el cuidado de
los niños y las labores domésticas deben ser realizadas por las mujeres.
mientras que al varón le corresponderían las reparaciones domésticas y
la imposición de la disciplina.
Un hecho que no puede dejarse pasar por alto es el del embarazo de
las adolescentes, que ocasiona no solamente problemas gineco obstétricos
sino también de tipo psicológico y familiar. Como indican Ferrando, D.
y cols. (1989), «si se examina a todos los hijos nacidos vivos de mujeres
que tenían entre 15 y 19 años y se observa su estado conyugal actual, se
encuentra que el 12% tiene madres solteras y un 7% madres que están
sepu.radas, viudas o divorciadas. Esto significa que 1 de cada cinco niños

27
tiene una madre que no está legalmente casada con el hombre con quien
vive», lo que puede dar lugar a relaciones problemáticas aunque no
insolubles.
Otros aspectos que ameritan una mayor atención son los referentes al
aborto (es muy probable que uno de cada siete abortos sea practicado en
una adolescente), al incesto y a la violación sexual, hecho que por su
impacto sobre la víctima, la familia y la sociedad demandan decisivas
intervenciones preventivas.
Finalmente,la encuesta de CEDRO revela el grado de desinformación
de los jóvenes con respecto al SIDA, que, en el medio rural llega hasta el
50% de los encuestados.

- - - - - - - - - 28 - - - - - - - - -
IV.- LA FAMILIA Y LAS DROGAS

Interrogados los jóvenes acerca de las razones para el consumo de


drogas, señalaron en primer término los problemas familiares (29% ), al
lado de los problemas personales (23%), el vicio/costumbre (15%), la
curiosidad (8%) y el placer (6% ). En menor proporción fueron citados la
presión social (4%), la evasión (3.4%), la falta de carácter (2%) y la falta
de orientación (2%).
Ciertamente no es un sólo factor el que mueve a una persona a
consumir drogas. Diversos factores se conjugan entre sí y tampoco hay
una división tajante entre ellos, sean estos personales, familiares o
sociales, y ello porque la individualidad es un producto social, que se fmja
en el crisol familiar, instancia en la que confluyen lo individual y lo social.
Hecha esta aclaración creemos, al igual que Stanton, M.Duncan
(1985,p.49), que «las variables familiares han llegado a asumir una
posición preeminente en el terreno de la sintomatología adictiva».

Rol del síntoma dentro del sistema familiar

Desde la perspectiva sistémica, un síntoma puede ser visto como la


expresión de la disfuncionalidad del sistema y, al mismo tiempo, como
un tipo peculiar de conducta que, operando a la manera de un mecanismo
regulador, se pone al servicio de la homeostasis familiar. Para decirlo en
términos simples, el equilibrio de la familia -en las familias «patológi-
cas»- parece necesitar de alguien que sea el portador de las tensiones del
sistema. El drogadicto sería aquella persona que,atrapada en una red
compleja de interacciones con otros miembros del sistema, no halla otra
manera de salir de ella sino a través del síntoma.
Este síntoma, «puede ayudar a etiquetar al paciente como una
persona desvalida, y por ello incapaz de dejar el hogar. O puede servir
para mantener a la familia intacta, unificando a sus miembros; o podría

- - - - - - - - - 29 - - - - - - - - -
funcionar también como un distractor, atrayendo las tensiones hacia el
portador del síntoma, enmascarando así otras dificultades de la
familia»(Stanton,M.D.,op.cit.p.50).

La drogadicción como un problema de la adolescencia

Aun cuando el abuso de drogas puede darse en cualquierotrafase


del desarrollo, puede decirse que, en gran medida, este fenómeno se
produce en algún momento de la adolescencia. Es éste un período de
importantes cambios biológicos, cognitivos y sociales. En él se pone a
prueba lo acontecido en las etapas precedentes, principalmente los
cambios psicológicos ligados a ese otro momento crucial en el desarrollo
de la personalidad que son los primeros cinco años de vida. Ahora, en esta
nueva fase, el adolescente debe afirmar su identidad, experimentar
nuevas conductas, desarrollar sus habilidades en el trato interpersonal -
en especial con las personas del sexo opuesto-, y reestructurar sus
relaciones con su familia, preparándose para dejar el hogar y ocupar su
lugar en el mundo, definiendo su proyecto personal en los ámbitos
académico, laboral, familiar y social.
Esta gran tarea de adaptación genera inseguridad y angustia. Y si la
autoestima del adolescente es pobre y el entorno familiar y social no le
brinda suficiente apoyo, la necesidad de controlar o regular las tensiones
que experimenta puede conducirlo hacia la droga, especialmente si ella
está disponible en el ambiente. La drogadicción se revela así como una
suerte de «autoterapia»,no sólo porque, vía sus efectos farmacológicos
atenúa las emociones negativas, sino también porque le proporciona al
adicto la posibilidad de evadirse del encaramiento de sus dificultades y
porque, además, el grupo de pares que le facilitan las drogas, le ofrece
igualmente el soporte emocional que tal vez no encuentra en su familia.

Configuración familiar de la familia del adicto

Acabamos de señalar que el fenómeno de la drogadicción irrumpe

--------30
durante la crisis de la adolescencia, pero ésta es también una crisis del
sistema familiar. Si ésta no se resuelve adecuadamente,lo cual implica el
cambio de las reglas que regulan las interacciones de los diferentes
miembros de la familia entre sí, y principalmente entre los padres y el hijo
adolescente, el síntoma drogadicción puede aparecer como una «solución»
inadaptativa que contribuye, quizás, a mantener el equilibrio familiar.
Villanueva,M. (1989) en una amplia revisión de la literatura sobre
factores psicológicos asociados al consumo de drogas anota que los
usuarios reportan menos cuidado y apoyo y mayor hostilidad y rechazo
verbal y analógico de parte de sus padres, agregando que la ausencia de
los padres, la distancia afectiva de éstos, la pasividad de la madre y el uso
de alcohol y drogas por los padres se correlacionan significativamente
con el uso de drogas.
Stanton,M.D. (1985.p.52-53), puntualiza que la familia del adicto
prototípico es aquella en la que uno de los progenitores se halla fuerte-
mente ligado al adicto, en tanto que el otro se muestra más punitivo,
distante y/o ausente. Por lo general el progenitor más implicado es el de
sexo opuesto al del adicto.
El autor, fiel a su epistemología sistémica, enfatiza que la interacción
a examinar es de naturaleza triádica, esto es, que incluye por lo menos dos
adultos (comúnmente los padres) y al adicto. Es probable que la madre se
muestre indulgente y sobreprotectora y vuelque todo su afecto en el hijo
porque no obtiene la gratificación debida de su cónyuge, mientras que
éste se retrae porque siente que su mujer lo descalifica y socava su
autoridad cada vez que intenta asumir su rol paternal y ejercer las
funciones de control sobre su hijo.
S tan ton, Todd, Scott y Van De usen, citados por el primero, creen que
en las familias donde hay un farmacodependiente la entrada de éste a la
vida adulta esta marcada por una individuación «tramposa» (pseudo
individuación) puesto que, en verdad, el adicto continúa dependiente e
incapaz de asumir su autonomía, enmascarando su inmadurez con una
«salida» del hogar parental, que no es en realidad tal, dado que, al caer en
el mundo de la droga, queda afectiva y materialmente ligado al nido

31
familiar, necesitado de dinero y sostén por parte de sus padres o figuras
que asumen el rol de éstos.
En nuestro medio, Francis,C. (1987), realizó una investigación
destinada a conocer las características de las familias con un miembro
adicto a pasta básica de cocaína (PBC), utilizando la Escala de satisfacción
marital de Olson y cols. Sus hallazgos revelaron que las familias de los
adictos a P.B.C. muestran un alto grado de insatisfacción marital, que se
corresponde con una organización en la que prima la dificultad para
adoptar decisiones apropiadas y consensuales.
Cañavera,M.(l988), investigó la relación entre disfunción marital y
farmacodependencia a P.B.C. utilizando el Modelo Circunflejo de Olson
y cols., obteniendo los siguientes resultados:

l.-Las parejas de padres farmacodependientes muestran un grado


de cohesión variable, pero fracasan en su adaptabilidad, es decir en la
capacidad de cambiar su estructura de poder, sus roles, relaciones y reglas
en respuesta a las crisis del ciclo vital familiar y a las situaciones de estrés
provenientes del medio social circundante.
Se trata de parejas con liderazgo ineficaz (que oscila entre el caos y
la rigidez autoritaria), de lo que resultan fallas en el ejercicio de la
disciplina, en la adopción de decisiones adecuadas y el establecimiento
de reglas o demasiado rígidas o en extremo inconsistentes, que traban la
asunción de los roles familiares.
En suma, la dificultad mayor se halla no en el eje de cohesión (ligazón
afectiva),sino en el de la adaptabilidad (capacidad para el cambio).

2.-Los miembros de la díada marital se encuentran afectivamente


muy distantes, pero se cohesionan una vez conocido el problema del hijo.
Ello explica el que en esta dimensión (cohesión), la disfuncionalidad sea
menor.

3.-Los sistemas familiares con un hijo dependiente a P.B.C. se

--------32
encuentran sometidos a presiones internas -producto de la crisis de la
adolescencia-, tanto como a presiones externas, esto es, aquellas que
tienen que ver con un medio social que no aporta lo necesario para la
realización de las expectativas legítimas del grupo.

Estos datos, más allá de las limitaciones metodológicas de la inves-


tigación, son interesantes y confirman el papel que los factores familiares
juegan en el fenómeno de la farrnacodependencia. En la misma dirección
se inscribe el riguroso trabajo de Jerí,R. y Pérez,J.C. (1990,p.46), quienes
comprueban que «más del45 % de los usuarios procedían de hogares con
padres separados o divorciados, o habían sido criados por una madre
soltera o algún pariente cercano. El 20.6% era producto de uniones
ilegítimas donde existían más problemas familiares, económicos y socia-
les que en hogares bien constituidos».

Factores familiares que disminuyen


la probabilidad de la farmacodependencia.

-Stanton,M.D.(l985,p.61), anota que las familias en las que no se da


el consumo de drogas o éste es bajo, muestran las siguientes caracterís-
ticas:

1.- Los hijos perciben más amor de ambos progenitores, particular-


mente del padre.
2.- Los padres tienen una buena relación con los amigos de sus
hijos. Además, estos padres tienen más influencia sobre su hijo
que los amigos y tanto los padres como los pares manifiestan
menos aprobación respecto del consumo de drogas.
3.- Se observa un acuerdo más espontáneo en lo referente a la
solución de problemas.
4.- Funcionan más democráticamente, con autoridad compartida y
mejor comunicación.

33--------
5.- Son más capaces de preparar a sus hijos para la vida adulta.
6.- Son más cohesionadas y algo más rígidas que lo habitual.

Se trata, pues, de familias «balanceadas»,en las que el vínculo


afectivo se asocia a una estructura bien definida, con reglas claras, amplia
comunicación y flexibilidad para el cambio, así como efectiva regulación
y control de las interacciones con los subsistemas del mundo exterior.
En este punto queremos enfatizar cuan importante es el que los padres
sean escuchados por sus hijos. La encuesta de CEDRO nos revela que hay
un 18% de jóvenes que cuando tienen problemas recurren a sus amigos,
y cabe preguntarse cuántos de estos pares se hallan en condiciones de
actuar como orientadores y cuántos de ellos podrían inducirlos al consumo
de drogas como un medio fácil de «solucionar» sus problemas.
Por otra parte ¿no es una queja frecuente entre los jóvenes la de no ser
escuchados por sus mayores?. La comunicación entre padres e hijos
constituye, pues, un aspecto a tener en cuenta en cualquier política
destinada a promover un mejor funcionamiento del sistema familiar.
Según Stanton,M.D. (1985), las familias de bajo riesgo serían aquellas
que presentan una estructura «dictatorial benevolente», con una adhesión
a los roles y patrones de interacción tradicionales, en tanto que las
familias con riesgo moderado serían aquellas caracterizadas por una
buena capacidad de adaptación asociada a una dosis razonable de
firmeza. Los hijos de estas familias podían haber realizado, ocasional-
mente, experimentos con drogas, pero sin caer en la farmacodependencia,
impresionando como jóvenes seguros de sí mismos, curiosos, tolerantes
y nada dogmáticos.

Prevención del consumo de drogas y contexto familiar

Los jóvenes de la encuesta de CEDRO asignan una gran importancia


a la información y la educación en la decisión de no usar drogas.
Para el 31% de ellos la gente no consume drogas porque «conoce las

--------34
consecuencias», para un 14% porque ellas «son dañinas)) y para un 6%
porque «perjudican su salud)>.
Siendo la información importante debemos, sin embargo, cuidarnos
de asignarle un rol decisivo. Hay que tener en cuenta que los mensajes
más claros y sólidos en cuanto a contenido resultan ineficaces si no se
basan en una relación interpersonal óptima. Recordemos que, como lo
subrayan Jutkowitz y cols. (1987 ,p.llO),)>la mayoría de los usuarios
consideran que las sustancias que consumen producen adicción y que este
hecho no los disuadió de usarlas alguna vez en su vida)). Además, es bien
sabido que la mayoría de los usuarios actuales de P.B.C. confiesan haber
intentado abandonar su uso, con resultados negativos. Por todo ello es
claro que cualquier campaña informativa debe organizarse como un
verdadero diálogo,que haga posible intercambios esclarecedores sobre
las drogas y otros aspectos de la vida que apunten a fortalecer en el
individuo su capacidad de decisión, su autonomía y su autoestima.
Precisamente las respuestas de los jóvenes de la encuesta acerca del no
consumo de drogas aluden al mundo interno de las personas, a su
formación y a su personalidad (no las consideran importantes, no las
necesitan, saben cuidarse, son personas equilibradas).
Villanueva, M.(1987 p.172), subraya a este propósito, que «las
personas que sustentan una expectativa de control interno -que perciben
los eventos y sus consecuencias como contingentes a sus propias conductas-
' son ms efectivas y eficientes en la utilización de la información para las
tareas de solucionar problemas», a diferencia de las personas con ex-
pectativas de control externo- que son más proclives a consumir drogas-
' quienes tienden a pensar que su conducta no es el fruto de decisiones
propias sino la resultante del destino o el azar.
A todo esto Stanton,M.D.(1985), añade que la información en dosis
adecuadas resulta eficaz si se la presenta en un contexto familiar, si
compromete a los padres y las familias y se sustenta en un conocimiento
apropiado de las estructuras, las pautas y los modos de crianza de la
familia. Las intervenciones preventivas deberían considerar la existencia

35----------------
consecuencias», para un 14% porque ellas «son dañinas» y para un 6%
porque «perjudican su salud».
Siendo la información importante debemos, sin embargo, cuidarnos
de asignarle un rol decisivo. Hay que tener en cuenta que los mensajes
más claros y sólidos en cuanto a contenido resultan ineficaces si no se
basan en una relación interpersonal óptima. Recordemos que, como lo
subrayan Jutkowitz y cols. (1987 ,p.ll O),»la mayoría de los usuarios
consideran que las sustancias que consumen producen adicción y que este
hecho no los disuadió de usarlas alguna vez en su vida». Además, es bien
sabido que la mayoría de los usuarios actuales de P.B.C. confiesan haber
intentado abandonar su uso, con resultados negativos. Por todo ello es
claro que cualquier campaña informativa debe organizarse como un
verdadero diálogo,que haga posible intercambios esclarecedores sobre
las drogas y otros aspectos de la vida que apunten a fortalecer en el
individuo su capacidad de decisión, su autonomía y su autoestima.
Precisamente las respuestas de los jóvenes de la encuesta acerca del no
consumo de drogas aluden al mundo interno de las personas, a su
formación y a su personalidad (no las consideran importantes, no las
necesitan, saben cuidarse, son personas equilibradas).
Villanueva, M.(l987 p.172), subraya a este propósito, que «las
personas que sustentan una expectativa de control interno -que perciben
los eventos y sus consecuencias como contingentes a sus propias conductas-
' son ms efectivas y eficientes en la utilización de la información para las
tareas de solucionar problemas», a diferencia de las personas con ex-
pectativas de control externo- que son más proclives a consumir drogas-
' quienes tienden a pensar que su conducta no es el fruto de decisiones
propias sino la resultante del destino o el azar.
A todo esto Stanton,M.D.(l985), añade que la información en dosis
adecuadas resulta eficaz si se la presenta en un contexto familiar, si
compromete a los padres y las familias y se sustenta en un conocimiento
apropiado de las estructuras, las pautas y los modos de crianza de la
familia. Las intervenciones preventivas deberían considerar la existencia

35
de tríadas familiares patológicas, la necesidad de establecer límites claros
y la de asegurar el liderazgo parental, sin que ello signifique sacrificar la
creciente autonomía del adolescente, quien debe ser preparado para hacer
frente a las dificultades de la vida, cuidando de que en sus contactos con
el mundo exterior y sobre todo con sus pares, sepa mantenerse seguro,
amistoso y crítico, sin dejarse avasallar por las presiones que el grupo
pueda ejercer sobre él, incluyendo la invitación a consumir de drogas.
RESUMEN

Conocer la organización y funcionamiento de las familias peruanas


constituye una necesidad insoslayable para poder delinear políticas
sensatas que aspiren a promover la realización plena de la persona. Los
jóvenes nos informan acerca de como ven y sienten su mundo familiar.
A través de ellos constatamos el valor que le asignan a la institución
familiar y a la figura materna, que aparece como la más importante y
significativa en la vida de los jóvenes, frente a una disminuida y
preocupante figura paterna y, aun cuando la relación marital es definida
como adecuada, nos percatamos cuan difícil les resulta a los padres
asumir su roles parentales. Esto último no sorprende, dada la complejidad
de la tarea de ser padres, sobre todo en el Perú de hoy. En efecto, no hay
que meditar mucho para entender que, en un contexto social signado por
la precariedad, la insatisfacción de necesidades y la perspectiva de un
futuro lamentablemente todavía incierto, la frustración que experimentan
los padres perturba inevitablemente las relaciones intrafamiliares, gene-
rando respuestas muchas veces inadaptativas. Es verdad que ante tal reto
no pocas familias se han organizado para sobrevivir, y algunas han
logrado alcanzar, merced a un extraordinario esfuerzo, un nuevo y mejor
equilibrio y hasta se han integrado a la «economía de mercado», pero es
también verdad que muchas otras, sumidas en la pobreza extrema han
tenido que pagar un costo emocional y social elevadísimo, alimentando
las filas de los marginados.
Los jóvenes peruanos anhelan ser escuchados y comprendidos por
sus padres. Ello no sólo es reflejo de la brecha que separa a dos
generaciones, sino que implica un cierto cuestionamiento de la actuación
parental, a pesar de lo cual la familia emerge como la fuente más
importante de seguridad y apoyo cuando los jóvenes tienen que hacer
frente a situaciones estresantes y, para la mayoría, la muerte de los padres
constituye lo peor que podría sucederles en la vida.

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Por su parte, los padres confían mucho en la educación, que es vista
como el medio más seguro para conseguir lo que ellos no lograron en la
vida y poder alcanzar un «status» que los libre de angustias económicas
en su vejez. Los jóvenes sienten el peso de este mandato familiar, lo que
explica que muchos consideren el fracaso en lo académico como su
mayor preocupación, sólo superada por la posibilidad de la muerte de un
familiar cercano.
Desafortunadamente un alto porcentaje de estos jóvenes y sus
familias no verán realizados sus sueños y, por el contrario, se verán
obligados a trabajar tempranamente, abandonando tal vez para siempre
su proyecto personal, acumulando frustraciones que tendrán que «elabo-
rar» con sus padres, a su vez frustrados, o con sus pares quienes no son
-evidentemente- los mejores orientadores.
Con todo, hay en las familias una reserva moral que conviene
destacar. Ella se expresa bajo la forma de un legado de alto tono afectivo
y moral, que privilegia los valores espirituales y que corresponde a la
sociedad canalizar adecuadamente, no únicamente por razones éticas,
que serían suficientes, sino también porque en ello se está jugando su
propio devenir.
En otros aspectos, si bien prevalecen los roles asimétricos en la vida
de la pareja, hay signos alentadores de cambios que apuntan al estable-
cimiento de una relación igualitaria entre los cónyuges, a la par que gana
terreno el ideal de una familia pequeña, aun cuando es obvio que la
cristalización de este deseo demandará un serio esfuerzo en la tarea
educativa en torno a la sexualidad, la reproducción y la anticoncepción.
Los hábitos y actitudes sexuales se van modificando más lentamente.
Poco más de la mitad de los jóvenes acepta las relaciones sexuales
prematrimoniales, pero, siempre y cuando ellas se den en el marco de una
relación personal significativa, de afecto y respeto mutuo y que conlleve
la intención de matrimonio. Otros hechos preocupan tes son la extendida
práctica del aborto, el abuso sexual y la desinformación respecto al SIDA.
En lo referente a la farmacodependencia, debemos admitir que éste

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es un problema, al menos inicialmente, de la adolescencia y que no puede
comprenderse ni abordarse sin incluir al grupo familiar. Diversos estu-
dios revelan que aquellas familias en las que hay un farmacodependiente,
son sistemas que presentan fallas en su adaptabilidad, es decir en su
capacidad para adecuarse a las exigencias que plantea la vida adolescente
en un contexto social caracterizado a su vez por su incapacidad para
asegurar lo indispensable para la realización de las potencialidades de sus
integrantes. La adaptabilidad es, pues, el flanco débil tanto del sistema
social en el que vivimos como del sistema familiar.
A las dificultades materiales se añaden factores inherentes a la
estructura familiar, entre los que cabe citar: la distancia e ineficacia de la
figura paterna, la falta de diálogo entre padres e hijos, las triangulaciones
patológicas, la carencia de un efectivo control sobre los hijos ...
El trabajo preventivo requiere, ciertamente, una política que se trace
como objetivo el fortalecer la capacidad de decisión de los jóvenes, lo
cual pasa necesariamente por un encaramiento del problema a nivel del
sistema familiar, el cual debe ser dotado de los apo11es y la información
adecuada que lo tomen lo suficientemente flexible como para cambiar,
sin que ello signifique sacrificar la cohesión emocional de la familia ni la
autonomía de los jóvenes.

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