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Introducción
Jesús directamente fue traído desde Getsemani al sumo sacerdote con el fin de
enjuiciarlo y castigarlo (ἀπάγω). Por tanto, el juicio de Jesús no era con el propósito de
darle honor a la ‘verdad’, sino la envidia que sentían los lideres religiosos –
principalmente el sumo sacerdote – fue la principal razón de este juicio fraudulento (Mt.
27,18)
Es importante, para entender Marcos 14,53-65 y lo que sigue en el capítulo 15, tener
presente que Jesús tuvo que someterse a dos juicios. El primero es conocido como
“Juicio eclesiástico” y el segundo como “Juicio Civil”.1 Estos estuvieron formados por
tres etapas:
1 Es la postura de W. Hendricksen. La cual estoy de acuerdo por el respaldo bíblico que tiene.
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a. Una audiencia preliminar ante Anás (Juan 18,12-14; 19-23) Quien era suegro del
sumo sacerdote Caifás.
c. El juicio ante el Sanedrín que se llevó a cabo después del amanecer (Marcos 15,1)
c. El juicio (en el que se declaró la sentencia de muerte por crucifixión) ante Poncio
Pilato.
A. Los vanos esfuerzos del sanedrín por probar la culpabilidad de Jesús v55
Aquellos hombres impíos, hacían todo esfuerzo posible por encontrar una prueba
que mostrará que Jesús era culpable, por tanto, merecedor de la muerte: “Y los
principales sacerdotes y todo el concilio buscaban (ἐζήτουν ) testimonio contra Jesús,
para entregarle a la muerte…” En realidad ya habían determinado matarlo. Marcos
desde el inicio de su evangelio nos dice de este propósito por parte de ellos (Cf.
Marcos 3,6) La decisión - de darle muerte - ya estaba determinada, solo faltaba
encontrar el motivo para que el dictamen se hiciera ‘legal’.
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Pero, por más esfuerzos que hicieran, ¡Jamás encontrarían culpa en él! La única
culpa que encontraran en él es la de ellos y la nuestra, y esto, ante Él Juez del
universo. Ya que Jesús tomo sobre sí nuestra culpa: Isaías 53,4-6 “Ciertamente llevó
él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado,
por herido de Dios y abatido. 5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por
nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él…6 Todos nosotros nos
descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en
él el pecado de todos nosotros.”
Este juicio era completamente ilegal. La ley judía no le permitía al sanedrín iniciar
acusaciones. Ellos solo podían investigar y canalizar los casos que les presentaban.
Pero la bíblia dice que no lo hicieron de esta manera. Ellos actuaron como fiscales en
busca de algún motivo para acusarle, “…pero no lo hallaban.” Por tanto, en lugar de
mostrar la culpabilidad de Jesús, solo resaltaba la diferencia entre la inocencia de
Jesús y la evidente corrupción de todos ellos.
Al leer los versículos 56-59, nos resulta claro que las Escrituras culpan a ‘los
principales sacerdotes y a todo al Sanedrín’ de ser los principales promotores de la
muerte de Jesús. Sin embargo, no podemos justificar o excusar a la multitud que junto
con los sacerdotes gritaban: ¡Crucifica (le), Crucifica (le) ! El apóstol Pedro, en su
primer sermón les deja en claro esto al decirles: “Sepa, pues, ciertísimamente toda la
casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho
Señor y Cristo.” (Hechos 2,36) y en Hechos 3, 14,15a “Mas vosotros negasteis al
Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, 15 y matasteis al Autor
de la vida…”
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Tanta es su falsedad e ignorancia, de estos seudo-testigos, que distorsionan las
palabras de Jesús diciendo: v58 “Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este
templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano.” Cuando en
realidad Jesús había dicho: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.” (Juan
2,19) Jesús no hablaba del templo construido por Herodes, sino de su cuerpo, de la
resurrección (Cf. Juan 2,20-21).
Jesús jamás conoció pecado, por esta razón no pudieron encontrar algo para
acusarle. Su vida fue perfecta, para así nosotros por la fe hacer nuestra su obediencia
perfecta. Jesús no solo murió y resucitó por nosotros, sino también vivió por nosotros,
para así, su obra sea nuestra por la fe.
Entonces, el someterse a un juicio dirigido por hombres pecadores fue una profunda
humillación. Sin embargo, el gran amor de Dios por nosotros, los que creemos en
Cristo, se manifiesta en esta humillación también. “Porque lo insensato de Dios es más
sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.” (1 Corintios
1,25)
El creador juzgado por las criaturas es algo inconcebible en nuestra mente, pero no
para la mente de Dios, porque para Él todo es posible (Cf. Marcos 10,27). “Porque la
palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a
nosotros, es poder de Dios.” (1 Corintios 1,18) Y Él fue quién desde el principio planeo
enviar a Su Hijo Cristo al mundo para salvación de muchos.
Y ahora hay aquí un hombre que te quiere alabar. Un hombre que es parte de tu
creación y que, como todos, lleva siempre consigo por todas partes su mortalidad y el
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testimonio de su pecado, el testimonio de que tú siempre te resistes a la sobrebia
humana. así pues, no obstante su miseria, ese hombre te quiere alabar. Y tú lo
estimulas para que encuentre deleite en tu alabanza; nos creaste para ti y nuestro
corazón andará siempre inquieto mientras no descanse en ti.
¿O será, acaso, que nadie te puede conocer si no te invoca primero? Mas por otra
parte: ¿Cómo te podría invocar quien todavía no cree en ti; y cómo podría creer en ti si
nadie te predica?
Haz pues, Señor, que yo te busque y te invoque; y que te invoque creyendo en ti, pues
ya he escuchado tu predicación. Te invoca mi fe. Esa fe que tú me has dado, que
infundiste en mi alma por la humanidad de tu Hijo, por el ministerio de aquel que tú
nos enviaste para que nos hablara de ti.3
Jesús podía refutar el falso testimonio de la destrucción del Templo (v58) Las
palabras atribuidas a Jesús en el verso 58, en realidad no fueron pronunciadas por él
así. Pero, él se mantuvo callado. Sabía que este juicio no era para reivindicar la verdad,
sino para que el pecado del hombre resaltara. Sobre todo para que la Palabra de Dios
se cumpliera en Su persona (Cf. Isaías 53,7)
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Jesús a la vez que les responde, les advierte de lo que un día ellos tendrán que
experimentar. “…y veréis…” Un día ustedes serán ‘testigos’ de mi gloria. Ese día no
necesitarán más testigos más que ustedes mismos. Serán juzgados cuando ‘vega
entre las nubes’ al que ahora ustedes juzgan falsamente les juzgará en aquel día con
un juicio justo, y serán aliados culpables. Nuevamente Jesús advierte a estos hombres
de su pecado para que en aquel día ellos no tengan ninguna justificación de lo que
están haciendo.
La astucia de Caifás solamente le condenó más. Este mismo hombre es aquel que
dice: “…nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación
perezca.” (Juan 11,50) Sus acciones le harán un día comparecer ante el tribunal de
Cristo, él mismo a quien el condenó.
Pero si nos damos cuenta, fue Jesús quien se entrego, su verdad, es la que le lleva a
la muerte, no como a un mártir, sino cumpliendo la voluntad del Padre (Cf. Marcos
14,36) No fueron las falsas acusaciones, es más, el juicio ya parecía ir al fracaso.
Nuevamente vemos que Jesús es quien tiene el control de la situación.
¡Han escuchado la blasfemia que este ha dicho! ¡Para que tenemos que buscar más
testigos cuando todos nosotros somos testigos de lo que el hombre ha dicho! Y todos
ellos le condenaron a muerte. ¡Es culpable de muerte¡ ¡Es culpable de Muerte !
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Nadie más. Y esa justicia, te es otorgada por la fe. Para que así seas encontrado
delante de Dios sin culpa de pecado.