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La noción de representación social referida corresponde a la teoría elaborada en 1961 por Sergio Moscovici.
Ignorada durante mucho tiempo por la comunidad científica, esta teoría constituye una referencia en
psicología social y otras ciencias sociales.
Esta teoría es testimonio del interés por los fenómenos colectivos y por las reglas que rigen el pensamiento
social.
Es la identificación de la visión del mundo que los individuos o grupos tienen y utilizan para actuar o tomar
posición es indispensable para entender la dinámica de las interacciones sociales y aclarar los determinantes
de las prácticas sociales.
Una representación:
Siempre es de carácter social, ya que es la representación de algo para alguien, y esta relación, este
lazo con el objeto es parte del vínculo social.
La realidad objetiva no existe, ya que toda realidad es representada, apropiada por el individuo o
grupo y reconstruida en su sistema cognitivo, integrada en su sistema de valores que depende de
su historia y del contexto social e ideológico que lo envuelve. Y es esa realidad apropiada y
reestructurada la que para el individuo o grupo constituye la realidad misma.
Puede definirse como una visión funcional del mundo que permite al individuo o al grupo conferir
sentido a sus conductas, y entender la realidad mediante su propio sistema de referencias y
adaptar y definir de este modo un lugar para sí.
Es a la vez producto y proceso de una actividad mental, por la que un individuo o grupo
reconstituyen la realidad que enfrentan y le atribuyen una significación especifica.
No es un simple reflejo de la realidad, sino una organización significante, que depende de factores:
Contexto social e ideológico.
Lugar del individuo en la organización social.
Historia del individuo y grupo.
Desafíos sociales.
Funciona como un sistema de interpretación de la realidad que rige las relaciones de los individuos
con su entorna físico y social, ya que determinará sus comportamientos.
Es una guía para la acción, orienta las acciones y las relaciones sociales.
Es un sistema de pre-decodificación de la realidad, determina un conjunto de anticipaciones y
expectativas.
Este efecto doble de contexto implica, para entender el contenido y la dinámica de una representación, una
referencia necesaria al contexto social y no solamente discursivo.
Los elementos de una representación pueden ser activados o no en un contexto dado, y tener
contradicciones aparentes, los componentes extraños de la representación, pueden estar ligados
directamente a sus efectos de contexto. Es precisamente el tomar en cuenta estos efectos lo que debería
permitir descubrir el principio organizador de la representación ocultado por la imposición de un contexto
particular.
El análisis de las funciones de las representaciones sociales demuestra cómo son indispensables en la
comprensión de la dinámica social.
La representación es informativa y explicativa de la naturaleza de los lazos sociales intra e intergrupos, y de
las relaciones de los individuos con su entorno social.
Por eso es un elemento esencial en la comprensión de los determinantes de los comportamientos y de las
prácticas sociales.
La identificación del núcleo central es igualmente determinante para conocer el objeto mismo de la
representación, en el sentido en que «una de las cuestiones importantes no es tanto estudiar la
representación de un objeto como saber primeramente cuál es el objeto de la representación».
Observación fundamental en nuestra opinión, porque cualquier objeto no es forzosamente objeto de
representación. Para que un objeto lo sea es necesario que los elementos organizadores de su
representación formen parte a estén directamente asociados con el objeto mismo.
Esta reflexión lleva a definir dos grandes tipos de representaciones:
Las representaciones autónomas, cuyo principio organizador se sitúa al nivel del objeto mismo.
Los autores demuestran la existencia de un núcleo central (núcleo duro) constituido por la
experiencia vivida de las diferencias de inteligencia entre un individuo y otro.
Las representaciones no autónomas, cuyo núcleo central se sitúa fuera del objeto mismo, en una
representación más global en la que el objeto está integrado.
Función regulación: Más flexibles que los elementos centrales, los elementos periféricos
desempeñan un papel esencial en la adaptación de la representación a las evoluciones del
contexto.
Pueden ser integradas a la periferia de la representación tal a cual información nueva, tal a cual
transformación del entorno.
Elementos susceptibles de poner en duda los fundamentos de la representación podrán ser
integrados, ya sea otorgándoles un estatuto menor, sea reinterpretándolos en el sentido de la
significación central, o concediéndoles un carácter de excepción, de condicionalidad.
Frente a la estabilidad del núcleo central, constituyen el aspecto móvil y evolutivo de la
representación.
Función defensa: El núcleo central de una representación resiste al cambio, puesto que su
transformación ocasionaría un trastorno completo.
Por tanto el sistema periférico funciona como el sistema de defensa de la representación.
Constituye su parachoques.
La transformación de una representación se operara así en la mayoría de los casos mediante la
transformación de sus elementos periféricos: cambio de ponderación, interpretaciones nuevas,
deformaciones funcionales defensivas, integración condicional de elementos contradictorios.
Es en el sistema periférico donde las contradicciones podrán aparecer entonces y ser sostenidas.
Flament considera que los elementos periféricos son esquemas, organizados por el núcleo central,
«garantizando de forma instantánea el funcionamiento de la representación como rejilla de desciframiento
de una situación».
Los esquemas centrales (el núcleo central) son normativos en el sentido en que expresan la normalidad, pero
no la exactitud (Moliner).
Es la existencia de ese doble sistema lo que permite entender una de las características esenciales de la
representación social que podría aparecer como contradictoria: son a la vez estables y móviles, rígidas y
flexibles.
Estables y rígidas porque están determinadas por un núcleo central profundamente anclado en el sistema de
valores compartido por los miembros del grupo.
Móviles y flexibles porque son alimentadas de las experiencias individuales e integran los datos de lo vivido y
de la situación específica, la evolución de las relaciones y de las prácticas sociales en las que los individuos a
los grupos están inscritos.