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F e r n á n E. G o n z á l e z
I n t r o d u c c ió n
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Las revoluciones en el m u n d o a t l á n t ic o
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,;U na c o m u n id a d p o lític a e s c in d id a ? G uerras c iviles y f o r m a c ió n del E stado c o l o m b ia n o ...
E l a p o r t e de K alyvas a la c o m p r e n s ió n
DE NUESTRAS GUERRAS CIVILES
1 Stathis Kalyvas, «La ontologia de la violencia política: acción e identidad en las gue
rras civiles», en Análisis Político, ns 52, septiembre-diciembre 2004, Bogotá, Instituto
de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, iepri , Universidad Nacional de
Colombia, p. 76.
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L .A S RF VO I llt ' K ' N I M N I I M l l N I x » A 11AN J I C O
H a cia u n a l e c t u r a t r i p o l a r de la G u e r r a d e los S u p r e m o s
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¿Una c o m u n id a d t o u t ic a es c in d id a ? G uerras civiles y for m ación del E stado c o lo m b ia n o .
7 Cfr., Fernán E. González, «La Guerra de los Supremos», en Gran enciclopedia histó
rica de Colombia, tomo li, Bogotá, Círculo de Lectores, 1991. Reproducida en Fernán
E. González, Para leer la política, Bogotá, CINEP, 1997.
8 Fernán E. González, «La Guerra de los Supremos. Hacia los orígenes del bipartidis
mo: de facciones a protopartidos» (manuscrito inédito).
4.07
L as revoluciones en el m u n d o a tlá n tic o
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¿U na c o m u n id a d ro m k a i s< in im i *a 1( . ih u iia m iv ii i \ u mima « io n del Estado c o lo m b ia n o ...
cional era sospechoso, pues ( Miando lialiía sido uno de los contrin
cantes de M árquez en las elecciones presidenciales, apoyado explí
citam ente p o r el presidente Santandei y luego claram ente adscrito
al grupo santanderista de oposición en el ( longi eso. I ,a desconfian
za hace q u e M árquez y M osquera encarguen de: la pacificación al
general H errán , antiguo bolivariano cercano a la oligarquía tradi
cional de Popayán, para tratar de inclinar la balanza local y regio
nal a favor de los M osquera y ro m p er la relación de esa región con
O bando. Además, los antiguos bolivarianos, com o M osquera y H er
rán, recordaban muy bien q u e O bando, prim ero com o Secretario
de G uerra, y luego com o encargado de la Presidencia de la Repú
blica, había borrado del escalafón m ilitar a los que habían m ilitado
en las filas de los partidarios de las dictaduras de Bolívar y Santan
der. El resentí m iento se agudizaría con el estilo represivo de San
tan d er y sus seguidores en la conjuración do Sarda, cuya ejecución
extrajudicial sería usada p o r los enem igos de Sanlaudei en el de
bate sobre la represión del g obierno «le M árquez <<tulla l( >s relwT
des del Sur. Los santandei islas por su parle, re« ordaban <■! papel d«‘l
general 1ierran en la prom oción de las «actas» de la <li< ladina de
Bolívar. A oslo se añ ad en las conexiones de O b an d o con el grupo
santanderista que, para sacar el problem a del orden local, aprove
chan el tem a de Pasto con el fin de oponerse al gobierno de Már
quez (en un principio, el grupo santanderista apoyó al gobierno de
M árquez e n co n tra de los «fanáticos» pastusos).
Esta serie de relaciones con otros caudillos y grupos de p o d e r de
o rd en local y regional se hacen m anifiestas cuando las sospechas
contra Obanclo p o r instigar el m otín de Pasto se relacionan con las
acusaciones co n tra él p o r el asesinato de Sucre. La solidaridad de
estos caudillos y grupos regionales sirve de deto n an te de tensiones
y las rivalidades de cada región, tanto en relación con el cen tro de
la nación com o al in terio r de las mismas (varias subregiones, locali
dades y grupos sociales se disputaban la h eg em o n ía). Así, las redes
e n tre los diferentes caudillos y sus respectivas regiones —Córdova
busca aliarse con O bando, Vezga, González y C arm ona; C arm ona
con González— se van haciendo nacionales. Todos se p ro nuncian
contra la persecución de O bando, que es el eje articulador de los
caudillos «supremos», casi todos jefes regionales aliados co n tra la
dictad u ra de U rdaneta, con la excepción de Carm ona. Pero éste
tam bién se había relacionado, años antes, con algunos progresistas
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11 Cfr., Fernán E. González, Partidos políticos y poder eclesiástico. Reseña histórica 1810-1930,
Bogotá, CINEP, 1977; Poderes enfrentados. Iglesia y Estado en Colombia, Bogotá, cinep , 1997.
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.¿UNA COMUNIDAD POLÍTICA ESCINDIDA? GUERRA* CIVII.IS V I ORMACIÓN Dl I 1 VIADO CULOMBIANO...
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L as revoluciones en el m u n d o a t l á n t ic o
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<U ná COMUNIDAD POLÍTICA 1SCINDIDA? GüLRRAS CIVILES Y FORMACIÓN DEL ESTADO COLOMBIANO...
E11 ese am b ien te polarizado, los escritores liberales leen los doce
años de los gobiernos m inisteriales o protoconservadores desde el
m ito antijesuita, que es usado p o r los jóvenes liberales p a ra movi
lizar a los artesanos y a las sociedades dem ocráticas en p ro de la ex
pulsión de los jesuítas. La lectura pública de folletines que recogían
las im ágenes de las obras de Sue, D um as y H ugo constituyó u n a
m otivación em ocional m ucho más fuerte que la discusión lógica de
los liberales com o Sam per y los argum entos legales en la prensa del
m o m en to 19. Y produjo u n a transform ación de la m an era com o eran
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Las revoluciones en el m u n d o a tlá n t ic o
percibidos los jesuítas y del peligro político que rep resen tab an
para los liberales, m ucho más allá de las posibilidades reales que
tenían, por su capacidad evocativa para conm over auditorios en las
sociedades dem ocráticas. La im agen del jesuita virtual del Ju d ío
errante de Sue resultaba más convincente que los argum entos con
tra la entrega de la educación a los jesuítas concretos, provenien
tes de la España de entonces20.
Los conservadores O spina R odríguez y José Eusebio Caro, por
su parte, leen las reform as liberales y la movilización política de los
artesanos desde el m ito antijacobino21. La lectura com plotista que
hacen de la movilización popular de la revolución liberal de m edia
dos de siglo, a la luz de las revoluciones francesas de 1789 y 1848,
se acerca a la m anera com o los ex jesuítas Lorenzo de Hervás y Pan-
duro y Agustín B arruel interp retab an la Revolución Francesa de
1789, com o el resultado de la conspiración de las sectas anticristia
nas, francm asones y enciclopedistas22. Para José Eusebio Caro, las
sociedades dem ocráticas organizadas p o r los liberales rojos no eran
sino «una tosca m iniatura del club de los jacobinos después de la Gi-
ronda», transform ados en fuerza de choque del liberalismo. Los ar
tesanos fueron convencidos de que eran «el pueblo soberano, es
decir, la Nación», con derecho a asesinar a slis representantes si se
oponían a la voluntad p opular23.
Para O spina R odríguez era claro que los m iem bros del partido
rojo, tolerados o dirigidos po r la burocracia oficial, profesaban las
ideas del antiguo jacobinism o francés y se atrevían a presentarse
com o «los apóstoles del com unism o»: «la doctrina del robo apli
cada a todas las propiedades, la proscripción del m atrim onio, la
com unidad de m ujeres, la destrucción de la familia», la barbarie
de los brutos en sustitución de la sociedad civilizada. El gobierno
20 Fernán E. González, «La otra verdad de una expulsión: el mito antijesuítico», en Re
vista Javeriana, ns 509, Bogotá, octubre de 1984.
21 Fernán E. González, «El mito antijacobino como clave de lectura de la Revolución
Francesa», en Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura, Nos. 16-17, 1990.
Reproducido en Fernán E. González, Para leer la política. Ensayos de historia política co
lombiana, Bogotá, cinep, 1997.
22Javier Herrero, Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid, Alianza Edi
torial, 1988, especialmente las páginas 217-218.
23José Eusebio Caro, «El 7 de marzo de 1849», en La Civilización, Nos. 19-27, entre
el 13 de diciembre de 1849 al 7 de febrero de 1850. Reproducido en Simón Aljure,
Escritos históricos deJosé Eusebio Caro, Bogotá, Fondo Cultural Cafetero, 1981.
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<U NA COMUNIDAD POLÍTICA ESCINDIDA? GUERRAS CIVILES' Y FORMACIÓN DEL ESTADO COLOMBIANO...
24 Mariano Ospina Rodríguez, «Ojeada sobre los primeros catorce meses de la admi
nistración del 7 de marzo», p. 31. «La polémica de los rojos», en La Civilización, ns 7,
20 de septiembre de 1849, Bogotá; Julio Arboleda, «Lo que son. los rojos», El Misóforo,
n9 4, 17 de agosto de 1850, Popayán. «Al partido conservador», El Misóforo, n® 7, 17
de octubre de 1850, Popayán. Citado por María Teresa Uribe, op. cit., pp. 187-195.
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25 María Teresa Uribe, La guerra del 7 de marzo, manuscrito inédito, Medellín, Uni
versidad de Antioquia, 2002, pp. 113-147.
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26Jay Robert Grusin, The Revolution o f1848 in Colombia, University of Arizona, pp. 60-
64, 66-71 (disertación doctoral inédita).
27J. León Helguera, The First Mosquera Administration in New Granada, 1845-1849, Uni
versity o f North Carolina, Chapel Hill, pp. 38-48 (tesis doctoral inédita).
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<UNA COMUNIDAD POLÍTICA ESO NDIDA? GUERRAS CIVILES Y FORMACIÓN DEL ESTADO COLOMBIANO.
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¿Una c o m u n id a d p o lític a escindí d a ? G uerras civiles y for m ac ión del Estado c o lo m b ia n o ...
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¿Un a c o m u n id a d po lític a e s c in d id a ? G uerras civiles y for m ación del Estado c o lo m b ia n o ..
nadas las sesiones del Congreso, regresa a los Estados U nidos com o
particular, p ara establecer allí una casa de com ercio y ed u car a sus
hijos. En 1854, el general Tomás H errera, entonces designado, lo
n o m b ra Secretario de G uerra para en fre n ta r el golpe de Meló, en
cuya em presa com prom ete incluso su patrim onio personal40. La
m ism a actitud es asum ida p o r M osquera, que llega de Nueva York
a C artagena poco después del golpe: ofrece su colaboración a los
gobernadores de la costa para encabezar la resistencia arm ada con
tra Meló; se en fren ta al g o b ern ad o r obandista de C artagena, Ju a n
José Nieto, quien se niega a suministrar recursos para que M osquera
organice fuerzas para m archar hacia Bogotá. M osquera sufragó en
tonces, de su propio bolsillo, los prim eros gastos de las tropas. Nom
brado com andante del ejército de la costa p o r el general Tomás
H errera, organiza tropas e im porta arm as y m uniciones, y avala la
transacción con u n a letra contra su casa com ercial en Nueva York,
pues el d in ero enviado p o r los constitucionalistas se dem oraba en
llegar. A ellos se sum an los grandes generales del partido liberal,
Tomás H errera, José H ilario López, M anuel M aría Franco y Ju a n
José Reyes Patria, y otros jefes conservadores com o Julio Arboleda,
Braulio H enao, Jo aq u ín Posada G utiérrez y jo a q u ín París41.
El cam bio de situación llevó a M aría Teresa Uribe y a sus colabo
radores a trascender la rasión de la historiografía tradicional sobre
esta guerra, que la reducía a u n m ero enfrentam iento en tre faccio
nes del Partido Liberal, en tre gólgotas y draconianos, para caracte
rizarla com o un conflicto e n torno a la inserción de los sectores
subalternos en la vida política. Adem ás, la presentan com o el con
flicto e n tre dos m odelos de o rd en político: u n o rd en constitucio
nal, la idea abstracta del Estado de d erecho, basado en principios
universales defendidos p o r la alianza e n tre conservadores y gólgo
tas, co n tra un orden social, basado en la idea del Estado justo, im
pulsado p o r u n a dictadura p opular y particularista que p rete n d ía
la inclusión política au tó n o m a de las masas populares42. P o r eso,
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*Las revoluciones en el m u n d o a t lá n t ic o
43 Francisco Gutiérrez Sanín, Curso y discurso del movimiento plebeyo, 1849-1854, Bogo
tá, iepri y El Áncora Editores, 1995, pp. 63 y ss.
44 María Teresa Uribe y otros, op. cit., pp. 95-101.
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¿Un a COMUNIDAD POLITICA ESCINDIDA? GUERRAS CIVILES Y FORMACIÓN DEL ESTADO COLOMBIANO..
A MANERA DE CONCLUSIÓN
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