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-La generación de competencias en el maestro para indagar, cuestionar y reflexionar en torno a su praxis,
que le permite valorar las experiencias y avanzar en la construcción del conocimiento disciplinar y
pedagógico.
-La formación del educador como intelectual y productor de conocimiento, que tiene una apropiación
teórica y práctica para la consolidación de la pedagogía como disciplina.
-El reconocimiento de la investigación como una alternativa didáctica para el desarrollo de la práctica
pedagógica, que orienta al maestro a saber conocer y comprender los conceptos, es decir, usarlos para
resolver problemas en relación con el aprendizaje y convivencia de los infantes. Como estrategias
pedagógicas el maestro puede trabajar con los planteamientos de la enseñanza para la comprensión, la
pedagogía por proyectos, la enseñanza por problemas, la articulación de los Programas Pedagógicos
Transversales y la articulación de las Competencias ciudadanas, entre otras.
En consecuencia, la investigación favorece en el maestro sus competencias para formar en la primera y
segunda infancia, promoviendo en los niños la capacidad de asombro, indagación, creación, interés y
deseo por conocer y explicar lo que sucede en su entorno. Además, educa al maestro como investigador
de la educación, la pedagogía y la didáctica y como un sujeto social y cultural que se pregunta por la
realidad con actitud de búsqueda de explicaciones y con interés por construir alternativas para
transformarla.
EVALUACIÓN
La evaluación se entiende como actividad crítica desde la cual se aprende, en el sentido que por ella
adquirimos conocimiento (Álvarez ,1993a). La evaluación permite que el maestro aprenda y mejore su
práctica docente, apoye el aprendizaje del estudiante, conozca sus dificultades, el modo de resolverlas
y las estrategias que pone en funcionamiento (Méndez, 2001).
La formación de educadores contempla dos vías significativas con respecto a la evaluación:
-Crear entornos de aprendizaje para evaluar en el educador su proceso de apropiación de saberes,
actitudes y formas de efectuar su labor educativa.
-Considerar la evaluación como un proceso continuo, integrada en el currículo y en el aprendizaje.
Al considerar la formación como proceso, la evaluación formativa puede señalar errores, retrocesos y
delinear nuevas rutas del proceso. En la evaluación formativa el sujeto que aprende es activo, reconoce
su proceso y es consciente de sus acercamientos, aciertos y fallos en el aprendizaje; busca comprender
la retroalimentación, se autoevalúa y recoge los criterios o impresiones de evaluación de sus pares y
formadores.
SISTEMA INSTITUCIONAL DE EVALUACIÓN DE ESTUDIANTES (SIEE) DE LA ENSB
En el marco del SIEE de la ENSB, se asume la evaluación formativa. Desde la misma, el sujeto que
aprende es activo, reconoce su proceso y es consciente de sus acercamientos, aciertos y fallos en el
aprendizaje; busca comprender la retroalimentación, se autoevalúa y recoge los criterios o impresiones
de evaluación de sus pares y formadores.
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Al considerar la formación como proceso, la evaluación formativa monitorea los aspectos a revisar,
retomar o recoger como adquiridos o superados, en determinados momentos, niveles y condiciones.
También puede señalar errores, retrocesos y delinear nuevas rutas del proceso. Por tanto, el Sistema
contempla formar al educador como evaluador y posibilitador de procesos de retroalimentación y
valoración de la enseñanza y de los aprendizajes contextualizados y situados.
Teniendo en cuenta lo anterior, “la evaluación actúa entonces al servicio del conocimiento y del
aprendizaje, y al servicio de los intereses formativos a los que esencialmente debe servir. Se aprende de
la evaluación cuando se convierte en actividad de conocimiento, y en acto de aprendizaje el momento
de la corrección. Sólo cuando asegura el aprendizaje se asegurar la evaluación, la buena evaluación que
forma, convertida ella misma en medio de aprendizaje y en expresión de saberes. Sólo entonces
podremos hablar con propiedad de evaluación formativa” (Méndez, 2001). La evaluación vista desde la
perspectiva planteada por el autor, hace parte fundamental de la acción profesional del educador en
dos aspectos de importancia: uno en cuanto elemento formativo para el aprendizaje y dos, como acción
de contrastación de la adquisición y apropiación de los conocimientos, saberes y experiencias.
El valor de la evaluación está en la retroalimentación de los procesos y en su aporte a la toma de
decisiones, en las diferentes instancias. Se evalúa los aprendizajes del educador, las condiciones de
asimilación y aprehensión de los conocimientos, contenidos conceptuales, aspectos relaciones e
interactivos y la aplicabilidad de los aprendizajes. Se evalúa la calidad y pertinencia de los programas de
formación de educadores. Se evalúan las instituciones formadoras y su relación con otras similares y su
entorno, y se evalúa el sistema de formación de educador.
La Escuela Normal, en desarrollo de su Proyecto Educativo Institucional, y conforme a lo establecido en
el Decreto 1290 de abril de 2009, concibe la evaluación como un proceso articulado a la formación de
los estudiantes, y contextualizado con los propósitos educativos establecidos en la institución, que
favorecen su desarrollo integral.
Las acciones evaluativas favorecen la reflexión permanente, la construcción de sentido y la toma de
decisiones sobre los procesos curriculares, así como los de enseñanza, aprendizaje, investigación y
proyección social; aportan sustentos para el ajuste e implementación del Plan de Mejoramiento
Institucional y permiten integrar la participación de los padres de familia y demás estamentos de la
comunidad educativa.
La evaluación tiene una función pedagógica y social; la primera, posibilita comprender, regular y mejorar
las prácticas pedagógicas del maestro y las estrategias de aprendizaje usadas por los estudiantes; la
función social permite acreditar ante la sociedad el alcance de sus competencias.
LA EVALUACIÓN COMO CONSTRUCCIÓN DE SENTIDO
Las prácticas evaluativas propician la construcción de aprendizajes significativos, que tienen un valor
funcional para los estudiantes en tanto usan en diversas situaciones para solucionar problemas
cotidianos, transitar de la heterorregulación a la autorregulación, y potenciar la metacognición, es decir,
el conocimiento consciente sobre los procesos y productos del conocimiento y la comprensión sobre
qué se ha aprendido, cómo se ha aprendido, en qué contextos puede ser útil lo aprendido, y para qué
puede ser útil.
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