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Tal vez no sea casualidad que mi amor entre en crisis en esta época del año,
que hace diez años es generalmente triste, porque deja en evidencia la mentira y la soledad implícitas
en esta relación.
Ya sé... las fiestas son una mierda, y para qué quiero celebrar navidad contigo si ni siquiera me
entusiasma la navidad?
Pero no todo es racional. Al menos para mí, casi nada lo es.
Lo que siento es la patencia de la mentira. Lo absurdo de estar donde uno no quiere, haciendo muecas.
Ya no florezco, guacho.
No me entusiasma conversar largas horas contigo.
Vos hablás, y te escucho. Pero no me divierte lo que escucho.
Yo hablo y vos cambiás de tema. Porque evidentemente, tampoco te interesa lo que digo.
Entonces?
Cogemos muy lindo. Nuestros cuerpos han encontrado un lenguaje propio que es maravilloso.
Pero aun esa maravilla, me hace sentir lisiada.
Porque fue más completa, y se fue dañando.
Ya no nos reímos de lo absurdo de nuestras ocurrencias en la cama.
No compartimos ninguna otra pasión que no sea la física.
Vos estás con el mercado, los remates, las tasaciones, los hoteles, las grandes inversiones.
Yo con mis pequeñas historias cotidianas que no tienen ninguna importancia para vos.
A veces hablamos de nuestros hijos, pero no son nuestros, son de cada uno.
Y en esas brevísimas charlas, de vez en cuando recuerdo que hubo uno que no nació.
Aunque yo lo quería. Era tuyo, en un momento en que mi amor por vos, explotaba. Hubiera sido un
sueño tener un hijo de ambos. Pero se fue. En una burbuja azul.
Me parece coherente tu acción. Sos un hombre inteligente y tus razones son impecables.
Pero mi corazón no las comparte.
Entonces
a mí no me interesan los mega negocios
y a vos no te interesan las plantas
a mí no me interesan los boliches nocturnos,
y a vos no te interesa la cárcel
vos tenés tu familia – mujer e hijos -
y yo tengo mi familia – hijas y perros.
Odiás que fume
y yo odio que pidas más plata prestada para meterte en nuevos líos interminables.
La tristeza...
me da la impresión de que es por acostumbramiento.
Leía hace un rato un consejo:
“no te acomstumbres a nada, así nada te faltará”.
Cuán fuerte es la costumbre.
Por eso fumo, desgraciadamente.
Y quizás – esto no lo sé con claridad – también por eso te extraño
La costumbre de despertar y decirte “Buen día guacho” es tremenda.
Es como el mate. Va con el mate.
Ahora, que hace unos días que no lo hago, paso mirando el teléfono como perdida.
Y bien.
Viniste, y me conquistaste
o no, solamente me despertaste fuera del enojo
Ya sé, porque lo escribí mil veces y mis escritos son para mí una referencia confiable,
que te amo y bla bla bla
De la misma manera que sé que volveré a enojarme
a endurecerme
a odiarte una y mil veces
Pero bueno
Así es la cosa.
Y aca termino a las 3 de la mañana,
día de navidad,
sola.
En lugar de estar contigo
Es un detalle
Pero un detalle que habla de lo que me duele
por más ridículo,
rompehuevos
ladilla
etc.
que a vos te parezca.
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Llevo muchos días en estado de alerta. Tal vez descansé un poco picando ramas (un par de metros
cúbicos de ramas), pero siempre estoy pendiente de la vida de mis hijas y de la de otras personas, con
una intensidad que no sé si tiene sentido.
Qué es lo que me lleva a sentirme tan responsible?
Por qué no puedo simplemente dejar que las cosas sean?
No es necesidad de control. En realidad, soy bastante ajena a tener el control. Pero sí necesidad de
saber que si necesitan algo, estoy. Siempre e indefectiblemente.
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Creo que lo mejor, es llorar hasta no poder llorar más. Y luego hacer unos estiramientos. Y seguir,
como si nada. Como si todo fuera maravilloso (lo es) en lugar de muy absurdo (también lo es).
;;;
Ahora me mandás muchos besos y dedos. Te están viniendo las ganas de coger?
Chau guacho.
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Y además, hace diez años que estamos juntos, y sigo siendo una situación clandestina. Y eso, aunque a
vos no te moleste, me entristece infinitamente. NO. No es porque quiera que vivas conmigo. Ni loca
viviría contigo, soportando tu pereza, tu procrastinación sempiterna, tu incapacidad para moverte a
hacer algo. Lo que no me gusta es la mentira, el lugar de secreto, la idiota sensación de que estoy
haciendo algo que está mal.
Eso, y los fines de semana sola, y las fiestas sola, y las vacaciones inexistentes, me pudrieron hace rato.
Estoy marchita. Triste. Sola. Y me pregunto si es que realmente no tengo mejores opciones.
De qué sirve que digas que me amás? Eso no me da compañía. No me da caricias cuando estoy
cansada, ni aliento, ni nada.
Esa comodidad que a vos te tiene tan feliz, a mi me desangra.
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Mis hijas crecen. La chiquita mide 1,75 y ya no quiere hacer planes conmigo. Las otras dos, mucho
menos. Todavía soy referencia -en parte- y me buscan cuando tienen algún drama. Pero cada vez
menos. Es normal, y no me siento impulsada a hacer ningún movimiento en contra de esa separación.
Son mujeres, bellas e inteligentes. Tienen todo un camino para hacer, que obviamente no incluye a su
madre.
Tengo un lindo trabajo. De gran libertad, y muy satisfactorio la mayor parte del tiempo. No me quejo
de eso. Pero a veces no alcanza. No tengo con quién compartir. Mis amigas no existen casi. Patty vive
muy lejos, y las otras están ocupadas, o no son realmente amigas. Mis amigos los he desterrado poco a
poco para evitar celos y sospechas de A. Mi mamá y mi papá están veteranos. Me gusta estar con ellos
porque los amo, pero no son una gran compañía. Viven en su mundo. A veces pienso que la vejez es
eso: te vas cerrando a nueva información, y te resguardás en tus pocas certezas como para no
desarmarte.
Compañia es un compañero. Que está a mano, que se interesa por lo que te pasa y te cuenta lo que le
pasa. Que comparte tus inquietudes desde el fondo del alma, que vibra con lo mismo aunque se
dedique a algo diferente.
No sé si eso existe o es solamente pasa en los libros de Benedetti o de Danielle Steele (o parecido. Es
un autor, o autora de novelas románticas).
No siento tener un compañero. A es un buen tipo y dice que me quiere. Pero cuando voy a los hechos,
no es un compañero. No está en una noche de angustia, ni en una tarde solitaria. Está cuando vamos a
coger, y algunos otros momentos cuando se hace un rato para que nos veamos. Esto no tiene que ver
con que me quiera o no. Tiene que ver con su forma de ser. Como dijo su hermana: es inasible. Y
bueno. Es admirable. Yo lo admiro, y a la vez, lo detesto.
Mi pregunta mayor es: entonces, por qué sigo aferrada a esta relación (de mierda)?
Esta relación (de mierda) me hace sentir insegura. Me baja la autoestima. Me taladra.
Me veo hace unos años, radiante. Y me veo ahora, tan marchita y triste. Y no es solamente que
pasaron 10 años. También es CÓMO pasaron.
:::
La raza arborícola no sé si era una raza superior a otras que co-habitaban la tierra en su momento. Pero
yo me siento cómoda con esta condición. De inútil inteligencia.
Soy muy inteligente para muchas cosas. No sé si es el cerebro, la crianza, el itinerario recorrido, o qué,
pero me doy cuenta de eso (de que soy más inteligente que el promedio de la gente) y me entristece.
Me entristece porque siento como una obligación de “usar” esa inteligencia en algo útil. Pero, por lo
que se ve, no es una inteligencia con utilidad definida. Sirve para pensar, entender, tener ideas, pero no
para cambiar el mundo. Ni siquiera mi vida.
Vivo a los saltos. No tengo dinero para pagar las cuentas. Pero a la vez, como dicen a veces mis hijas:
“Somos pobres pero no nos damos cuenta”, porque nunca nos faltó nada. Sobre todo, no nos ha faltado
amor.
Capaz que esa es la utilidad de la inteligencia. Sentir que aunque no tengas nada, todo está bien, todo
está dado y no hace falta nada más.
Pero como a la inteligencia la acompañan – en esta raza arborícola – un sentido del deber y un impulso
por trabajar super intensos, suelo quedar en deuda con mis pautas.
Tengo que ir a dormir. A pesar del calor, de la inteligencia inútil y de todo. Mañana tengo reunión por
el proyecto de las cárceles.
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Tenés que soltar. Perdonar. Aceptar que la vida sea de una forma diferente a la que pensás que te
gustaría. Porque seguro que si fuera así – como te gustaría – encontrarías otras cosas que no te
gustarían. Algo más que agradecer por tener hijas – en este caso, a Juli – para enseñarme a vivir mejor.
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No han sido fáciles estos 14 años de crianza en solitario. Tampoco los 6 años previos de crianza
compartida. Oscar es un buen tipo, pero nunca fue un buen padre. Es cariñoso. Supo dormir las
siestas con sus hijas acostadas en la panza. Creo que ellas lo disfrutaban mucho, aunque no lo
recuerden. Eso fue importante. También ponía el toque de humor o liviandad que a veces me falta a
mí. Yo soy una persona bastante seria. Me río bastante. Pero me río de cosas que no son graciosas para
la mayoría de la gente. Es una risa que no tiene que ver tanto con el humor sino más bien con la
aceptación de la ridiculez de muchas cosas.
Pero bueno, a pesar de la risa, no ha sido fácil. Y no por el cansancio – que durante años fue una
constante. Hace 10 años, dormía en el baño del BROU a puertas cerradas para poder descansar un
poco.
Lo no fácil tiene que ver más bien con la incertidumbre. Con la permanente duda acerca de lo atinado o
no de mis decisiones, y no tener interlocutores válidos para confirmarlas. Tres mujeres chicas son un
montón de responsabilidad. Un montón de dudas. Un montón de cosas.
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“Algo que no entiendo – dijo Juli hoy – es por qué a todos en esta familia les gustan las plantas”.
Yo le dije que se debe a que provenimos de una raza arborícola. Aunque no tengo ni idea, es la mejor
explicación que se me ocurre. Juli quedó satisfecha con la respuesta. Me sorprende de qué manera se
pliega a mis delirios. A muchos. Más allá de sus críticas -muy válidas- sobre mis múltiples defectos,
en lo intelectual me comprende y me respalda. Por ejemplo, es una de las personas que más claramente
entiende mis ideas sobre el cuerpo, la postura, la respiración. Lo entiende y lo cree. Intuitivamente.
Días como hoy, noches como hoy, necesito algo que no encuentro. Me acerco mucho a la felicidad – es
felicidad dormir la siesta en la playa, charlar con hija, sobrina, madre y padre, tomar mate y conversar
simplemente, como cualquier uruguaya. Pero queda esa necesidad de algo más allá. Que
lamentablemente no encuentro mirando una pantalla. No hay película posible, ni facebook, ni nada que
den satisfacción a la necesidad de algo más auténtico e intenso. El amor, las relaciones humanas
cuando fluyen.
A pesar de todo lo difícil, a pesar de todas las taras, errores, confusiones, dudas, desastres... soy
absolutamente afortunada. A veces me hace gracia que alguna gente me exprese una especie de
condolencia por cualquier suceso. Puedo entenderlo, porque por eventos menos relevantes que algunos
que yo he atravesado, muchas personas desesperan. Recuerdo que hace poco tiempo mi prima se
separó de su novio, poco antes de casarse. El nivel de dramatismo de esa separación se acercaba al de
una familia cuya hija hubiera ido a un horno crematorio. Yo me separé ya casada, con tres niñas muy
chicas, y en mi familia nadie lloró. Ni siquiera yo (por un tiempo, después empecé a llorar porque
necesitaba drenar).
:::.
Igual, te amo.
Y agradezco que existas. Y que podamos fundirnos en palabras y cuerpo.
Agradezco todo. Mi inteligencia, mi salud, mi liviandad, mis hijas, vos. Agradezco saber dónde
pararme (aunque me equivoque todo el tiempo, al final tengo lo que necesito).
Hoy no fui a la misa por la gurisa del trabajo que murió hace un mes. Me caía bien. Era dulce. Me caía
mejor que la mayoría de los que trabajan ahí. Me dio mucha pena su muerte. Sobre todo pensando en
su bebé. Pero una misa no es algo que yo comparta. No siento que aporte nada. Yo ya homenajeé a
Cecilia. Le conté a mis hijas sobre ese dolor. Pensé en ella, y pienso. Lamento su muerte. Pero una
misa? No.
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Otro fin de seman sola. Sábado, no existo. A se levanta tarde porque el viernes estuvo atendiendo el
boliche hasta las 2 de la mañana Pero igual quedaría un montón de día por compartir. Pero no. Se
mete en el facebook dale que dale, y cuando quiere acordar, son las cinco de la tarde y se tiene que
bañar para volver al boliche.
Y después del boliche se va para afuera. A ver a su familia.
Y ta.
Qué puedo decir?
Me siento cogida y nada más.
Sé que bla bla bla bla y bla
Pero a los hechos me remito.
Cogés y quedas satisfecho. Y cuando te vienen ganas de coger otra vez, me buscás.
Andá a cagar.
Masturbate!!
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Sigo con la misma sensación de ser una concha. De ser necesaria para que A. se vacíe y quede
satisfecho. No una compañera, por más que a veces me diga que viene a visitarme sin intención de
coger. Pero es claro que Quique, el mercado y todo eso lo motivan más. Incluso el Facebook que lo
atrapa el sábado de 11 a 17.
Me gustaría que no me importara. Me gustaría disfrutar del sexo y nada más. Lo disfruto mucho. Pero
después, me cae la tristeza de la soledad.
Que se alimenta también de la absurdidad y la perplejidad. Por qué participo de esta sociedad tan
enferma y loca? Por qué participo del proyecto de la cárcel, si en definitiva reproduce esa locura? Sí.
Entiendo argumentos. Hacer algo es mejor que no hacer nada. Pero no estoy segura. No tengo
argumentos en contra, pero aun así, no me convence. Reproducir una forma de relacionamiento que es
la que nos ha traído hasta acá, a este lamentable estado de destrucción de todo lo vivo (humanos
incluidos). No me convence. Y pro momentos, me da asco.
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aSaludé a A hace un rato. No me respondió. Supogo que estará enojado poruqe le dije que no viniera.
No estaba dado el clima. No de la casa. Mi propio clima personal. No tengo ganas de verlo cuando
pasa el fin de semana. Después de sentirme abandonada, no siento el amor. Siento la pared que
consigo construir para no dolerme. Siento la distancia que impongo para que su distancia me chupe un
huevo. No quiero que mi alegría o tristeza dependan de él. Mi autonomía es un bien hiperpreciado.
Irrenunciable. Odio – tal vez mi único odio – sentir que mi vida depende de que alguien haga o deje de
hacer algo. Lo tolero respecto a mis padres. Pero otra persona no. No quiero que nadie tenga ese poder
sobre mi libertad.